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MATERIA : HISTORIA

AÑO : 3 IV
COLEGIO : EETN°1
CLASE 2:INVASIONES INGLESAS
PROFESORA: ROCIO COLUCCIO

Invasiones Inglesas
Introducción:

Las Invasiones Inglesas fueron dos expediciones militares fracasadas que la corona británica emprendió en 1806 y
1807 contra el Virreinato del Río de la Plata —perteneciente a la Corona española— con el objetivo de anexarlo.
Ambos intentos fallidos significaron la incorporación de la región a las Guerras napoleónicas, conflicto que
enfrentó a las dos potencias dominantes de la época, el Reino Unido y Francia. La guerra en Europa otorgaba a los
vastos territorios de Hispanoamérica un papel estratégico y económico de gran importancia para el Reino Unido,
que se hallaba por entonces en plena revolución industrial y que pretendía terminar con el Imperio español.

Hubo dos invasiones inglesas al Río de la Plata:

➢ La Primera Invasión Inglesa de 1806, en la que las tropas británicas ocuparon la ciudad de Buenos Aires, capital
del Virreinato del Río de la Plata, y que fueron vencidas 45 días después por un ejército proveniente de
Montevideo comandado por Santiago de Liniers, al que se sumaron milicias populares porteñas, proceso
conocido como la Reconquista.

➢ La Segunda Invasión Inglesa de 1807, en la que las tropas británicas, luego de tomar Montevideo, fueron
rechazadas cuando intentaron ocupar Buenos Aires, por las fuerzas defensoras, que se componían de tropas
regulares y de milicias urbanas, integradas por población que se había armado y organizado militarmente
durante el curso de las invasiones; el proceso conocido como la Defensa. Quedó en evidencia la eficacia de las
milicias del imperio español para defender a sus territorios en el contexto de los conflictos internacionales de
la época.

Zonas Tomadas

En 1806, las tropas británicas desembarcaron directamente en Buenos Aires porque sabían que la ciudad no contaba
con defensas. En cambio, durante la segunda invasión prefirieron tomar Montevideo y desde allí organizar las
operaciones, dado que entonces Buenos Aires contaba con tropas miliciana.

Causas

Antagonismo entre españoles e ingleses: originado por las luchas entre Felipe II e Isabel debido a la diferencia religiosa
entre católicos y protestantes. El desarrollo económico de Inglaterra y su búsqueda de nuevos mercados: Inglaterra,
que había progresado con las maquinas de vapor, explotación de hulla y hierro y el aumento de su marina mercante. El
exceso de producción presentó tres temas: encontrar consumidores, obtener materia prima y asegurarse el dominio
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del mar y la ocupación de puntos estratégicos en las rutas comerciales. Para esto la América española seria uno de sus
objetivos. La debilidad española: los borbones no pudieron remediar el estado en que había caído España con los
últimos reyes de la casa de Austria (crisis). Las bajas finanzas y la falta de recursos bélicos impedían su producción.

La ignorancia inglesa con respecto a los hispano-americanos: Los ingleses creían que los indígenas aceptarían
pacíficamente un cambio de dominación y los criollos también. La independencia de EE.UU.: la separación de las
colonias inglesas de la América del norte afectó al comercio ingles y a su vez amenazaba con competirlo, por lo tanto
Inglaterra debía buscar puntos estratégicos cerca de EE.UU Las guerras contra la revolución francesa y Napoleón como
consecuencia de la lucha que Inglaterra encabezó contra Francia (1793-1815) Se cerraron para ella los mercados
europeos.

Los planes de Miranda: radicado en Londres, ayudó en la independencia de América fundando una sociedad secreta (la
gran reunión americana o logia lautaro) a la cual se agregaron criollos residentes en Europa. Miranda elaboró un plan
donde cuatro ejércitos ingleses invadirían Venezuela, Bs. As. , Valparaíso, y Panamá. Los dos últimos marcharon sobre
lima pero fracasó. La guerra anglo española (1796-1802): España participó en la 1ª coalición contra la revolución
francesa, lo que provocó un acercamiento a Inglaterra pero luego se retiro de la lucha por la paz de Basilea y paso a ser
aliada de Francia iniciándose así la guerra contra Gran Bretaña. Ésta duro seis años donde los españoles fueron
vencidos en la batalla del Cabo San Vicente e Inglaterra ocupó las islas de Menorca en Europa y Trinidad en las zonas
del Orinoco. La agresión contra cuatro fragatas españolas: vuelve a estallar la guerra entre Francia y Gran Bretaña. Por
su alianza con Napoleón, España tenia que intervenir y Carlos IV por un pacto secreto con Napoleón que cambiaba la
colaboración armada por un subsidio mensual de 6.000.000 de francos. Inglaterra enterada de esto capturo cuatro
fragatas españolas (cargadas de frutos y 4.000.000 de metálicos. Esto obligo a España a participar de la lucha.

Antecedentes

Al promediar la primera década del siglo XIX los conflictos europeos tuvieron un episodio militar en tierras
sudamericanas. Fruto de la lucha sostenida desde años atrás por Francia e Inglaterra a la que se vio arrastrada España
fueron los ataques británicos contra la capital del virreinato rioplatense, en 1806 y 1807. Pero para los pobladores de
este sector de América estos sucesos tuvieron una importancia mayor: constituyeron uno de los factores
desencadenantes de los trascendentales acontecimientos del año 1810.

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Europa y su política colonial

Desde el siglo XVI los europeos, amparados por su técnica superior, e impulsados por sus necesidades comerciales y
territoriales, se lanzaron a la conquista de mares y continentes.

En las centurias siguientes, las rivalidades entre las potencias del Viejo Mundo en el terreno colonial fueron uno de los
factores fundamentales de la política exterior europea. Así, los conflictos anglo-franceses en América del Norte y la
India, y las luchas de los españoles y lusitanos en torno al Río de la Plata tuvieron influencia primordial en las guerras
europeas de 1701-1714, 1740-1748, 1756-1763. Tras el último de los choques citados, la llamada Guerra de los Siete
Años, Inglaterra logró arrebatar a Francia el Canadá y la mayor parte de los territorios de la India. En 1776 la
revolución que daría origen a los Estados Unidos de América asestó, con el apoyo y complacencia de Francia y España
un fuerte golpe al imperio colonial inglés. Las colonias proporcionaban materias primas y constituían importantes
mercados para las producciones de sus respectivas metrópolis. Éstas se cuidaban muy bien de conservar la
exclusividad de tales beneficios aun en perjuicio de los pobladores de dichas colonias (tal el caso de la política
económica española).

Independecia Norteamericana

La revolución industrial

En el caso de Inglaterra, esa política imperialista se convirtió en el rasgo característico de su desarrollo durante el siglo
XIX. Fruto del surgimiento del capitalismo y del uso de máquinas movidas por medio de vapor, la industria británica se
colocó muy por delante de la del resto de Europa.

El país abandonó su tradicional estructura agrícola-ganadera y comenzó a convertirse en una potencia industrial. El
aumento de producción resultante del surgimiento de fábricas, convirtió en urgente aquella necesidad de mercados. Si
ellos, sin la posibilidad de colocar el excelente de su producción, la recién nacida industria perecería.

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Napoleón , España y el bloqueo continetal

Francia, donde Bonaparte gobernaba como emperador desde 1804, era la principal enemiga de la Corona británica.
España, conducida débilmente por Carlos IV y, principalmente por su favorito, Manuel Godoy, entró en la órbita de
influencia de Napoleón y esta situación la condujo a la guerra con Gran Bretaña.

El 21 de octubre de 1805 el combate naval de Trafalgar marcó un hito decisivo en el conflicto. La escuadra franco-
española, mal conducida por el almirante Villeneuve, fue despedazada por la armada enemiga. Fuerte, casi imbatible
en el continente, donde obtendría poco después el resonante triunfo de Austerlitz, el estadista corso vio así
desplomarse toda posibilidad de invadir las islas británicas. Como había ocurrido en siglos pasados y como volvería a
suceder una centuria más tarde. la flota inglesa. comandada en esta oportunidad por el almirante Nelson, ganó. con el
dominio del mar la seguridad para el imperio mundial inglés. Fue ese uno de los hechos desencadenantes de los
sucesos que ocurrirían meses después en el Plata.

Napoleón se lanzó a la guerra económica y reforzó sus medidas para cerrar os puertos franceses y aliados —
prácticamente toda Europa— al comercio inglés. Y. pese a las frecuentes violaciones del contrabando, la economía
británica se vio seriamente perjudicada.

Napoleón Bonaparte

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Ingleses y americanos

No pocos americanos partidarios de la independencia, vieron en el posible apoyo anglosajón, obtenido a cambio de la
promesa de futuras ventajas comerciales un medio para separarse de España. Estas concesiones económicas
(concretamente la apertura de los puertos al comercio inglés) por otra parte, lejos de perjudicar favorecían a la
reciente burguesía criolla.

Así es como en 1790, 1798, 1801 y 1804 el patriota venezolano Francisco de Miranda presentó sucesivos proyectos al
gabinete londinense para concretar esas ideas. Un audaz marino inglés el comodoro Home Popham (imagen) estuvo
íntimamente vinculado con esas tratativas. El ex jesuita peruano Juan Pablo Vizcardo también intentó esa vía, sin
resultados concretos. Ante estos hechos el gobierno de Su Majestad Británica tenía motivos para suponer que su
acción en Hispanoamérica no seria mal recibida por los criollos. La posterior relación entre Inglaterra y las repúblicas
americanas después de la emancipación de éstas, prueba que efectivamente, los intereses de aquella nación y de los
grupos mercantiles americanos eran comunes.

La oportunidad

Hasta 1804 los británicos se abstuvieron de una acción concreta para no empeorar sus ya tensas relaciones con
España. El estallido de la guerra a raíz de la captura por parte de Inglaterra de naves españolas cargadas de oro’
destinado a brindar secretamente subsidios a Napoleón (precio que debía pagar España por su neutralidad aparente),
quitó las barreras políticas que hasta entonces habían detenido los proyectos. Sin embargo, la situación europea
presentaba otra variante: Rusia esperaba atraer a España contra Napoleón; una acción hostil de Inglaterra estropearía
esos planes.

La posición de Holanda como aliada de Napoleón dio excusa al gabinete dirigido por William Pitt (imagen) para
ordenar la captura de la colonia de El Cabo, en Sudáfrica, punto de gran valor estratégico por cuanto controlaba la ruta
a la India. a la vez que servía de base para futuras operaciones en el Atlántico Sur. Una escuadra al mando del
comodoro Home Popham condujo al mayor general David Baird a aquellas aguas. Tras recalar en la costa del Brasil, la
expedición ocupó la colonia holandesa el 18 de enero de 1806. Popham, que sabía a Pitt favorable a los proyectos
sobre América creyó ver una oportunidad de realizarlos al enterarse del éxito de Nelson en Trafalgar que eliminaba
toda posibilidad de incursiones francesas sobre África o la India, dejando así fuerzas disponibles y ¡os mares libres para
el pabellón inglés al tiempo que se volvía estéril todo intento de atraer a España a una alianza.

A su modo de ver los motivos que habían impedido la concreción de la empresa americana habían desaparecido. Las
versiones que recibió sobre disposiciones favorables de algunos criollos hacia Su Majestad Británica y sobre el
malestar de la población contra la Corona española, decidieron al osado marino. Logró convencer a Baird y éste le
facilitó algunas tropas al mando del brigadier general William Carr Beresford.

En Londres en tanto Pitt había fallecido 12 de enero de 1806 y el nuevo gobierno integrado por miembros del partido
Whig bajo la dirección de lord Grenville desconocía los proyectos de Pitt. que era miembro del Partido Tory.

Primera invasión inglesa al Río de la Plata

El 14 de abril de 1806 la expedición partió de El Cabo, embarcada en cinco navíos de guerra y otros tantos
transportes. El efectivo, cuyo núcleo era el Regimiento 71 de Cazadores escoceses se completó con infantes y
artilleros agregados en la isla de Santa Elena. Sumada la marinería de desembarco, el total de combatientes alcanzaba

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a 1644 hombres con algunas piezas de artillería.
Era realmente necesaria una gran audacia para intentar el ataque con tales fuerzas. Sin embargo diversos factores
hacían factible la empresa: España carecía en el Plata de tropas veteranas en número suficiente y los invasores
esperaban además contar con la hostilidad de los criollos para con las autoridades hispanas.

El desembarco (25 de junio).

A las 11 de la mañana del 25 los ingleses, después de recorrer la costa en busca del mejor lugar, empiezan el
desembarco en Quilmes. Son veinte botes que van y vienen con soldados uniformados de rojo, cañones, caballos,
arreos, pólvora, que depositan trabajosamente en la playa bajo una llovizna fría; un bañado los separa de la
barranca. Desde allí un sargento de artillería española con cinco hombres y una de las piezas encargadas de las
señales dispara el cañonazo de alarma, conforme a lo convenido, y permanece firme. Tal vez los ingleses creen que
hay más tropas ocultas en los espinillos, pues se quedan en la playa, calados y ateridos. Hasta el anochecer dura el
desembarco de los 1.635 hombres, con sus implementos.

Arze llega a mediodía a Quilmes con 400 milicianos elegidos entre los más dispuestos y mejor montados, a los que
ha agregado cien blandengues, dos cañoncitos de a 4 y un obús de a 6. Toma posición en las barrancas junto al
sargento del cañón y no hace nada, nada, en toda la tarde. Mirar, nada más. Los milicianos y blandengues desean
cargarse al grupo de ateridos ingleses, que se va engrosando cada vez más, pero el subinspector sólo quiere obrar
sobre seguro. Manda pedir refuerzos; y mientras vienen, seguirá esperando.

Llega la noticia del desembarco a Buenos Aires. Sobremonte manda tocar generala a las dos y media de la tarde, y la
multitud vuelve a congregarse en la plaza; los milicianos reclaman armas, pero el virrey no se atreve a armar a las
milicias, dirá más tarde el cabildo en su informe. Se limita a distribuirlas, desarmadas, en compañías al mando de
algunos oficiales veteranos. Sólo más tarde les dará una carabina con cuatro tiros a los de caballería.

"Se tocó la alarma general —dirá Belgrano en su Autobiografía— y conducido del honor volé a la Fortaleza, punto
de reunión: allí no había orden ni concierto en cosa alguna como debía suceder en grupos de hombres ignorantes de
toda disciplina y sin subordinación alguna. Allí se formaron las compañías y yo fui agregado a una de ellas,
avergonzado de ignorar hasta los rudimentos más triviales de la milicia".

Sobremonte ordena que la caballería vaya al puente de Gálvez (hoy puente Pueyrredón) donde atraviesa el
Riachuelo el camino del sur: son 129 hombres de a caballo, la mitad mal armados. El resto de las milicias debe
concentrarse en sus cuarteles, a la espera de armas y órdenes. El virrey revista los 129 del puente, a quienes agrega
un tren volante de artillería; luego vuelve a la Fortaleza a disponer se saquen los caudales para el interior, conforme
a lo previsto, con una escolta de cien blandengues. Como ha cumplido su deber, se va otra vez a dormir.

Combate de Quilmes (26 de junio).

Todo parece una comedia. Los ingleses completan el desembarco al anochecer del 25, pero se quedan en la playa,
entre el río y el bañado, empapados por la lluvia. Arze, como fascinado, no se mueve en toda la noche, no obstante
que la lluvia hubiese favorecido el ataque. Al amanecer del 26, los ingleses inician lentamente el avance por la tosca
húmeda y anegada: cruzan el bañado con el agua por las rodillas arrastrando los cañones. Arze se limita a mirarlos
desde su altura. Los invasores se despliegan en orden de combate ante la posición de Arze ("la más bella posible"
dirá uno de ellos), y solamente entonces el caballeroso subinspector rompe el fuego con los dos cañoncitos y el
obús; los ingleses responden con sus schrapnell.

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Al oír los disparos, Sobremonte sube con su edecán a la azotea de la Fortaleza. Mira con un catalejo: "los ingleses
saldrán bien escarmentados", asegura satisfecho. No habría tal: estallan los schrapnell entre los milicianos en el
momento de llegar algunos refuerzos que vienen desde el puente de Gálvez: las tropas de Arze y las recién llegadas
quedan envueltas por el humo de la metralla y el subinspector sólo atina a ordenar retirada. Es una huida general, y
Arze, que no será de los más lerdos, amonesta a los reclutas: "[Yo ordené tocar retirada y no desordenada fuga!",
para lamentarse a grandes voces: "¡Qué dirán las mujeres de Buenos Aires!". Eso es el "combate de Quilmes"

Sobremonte no alcanza a distinguir con su catalejo el alcance del escarmiento. Algo pasa, pero la distancia, neblina
y el humo de los cañones le impiden saber qué es. Deja la Fortaleza, va al puente de Gálvez, vuelve, torna
nuevamente al puente; nadie sabe nada. Empiezan a llegar los fugitivos: el trémulo subinspector da verbal-mente el
parte de la derrota: "eran entre cuatro o cinco mil" los enemigos "bien disciplinados y aguerridos"; por eso debió
dejarles el campo con los cañoncitos y el obús. "Antes de la oración —asegura a gritos— los tendremos en el
puente". A Sobremonte no se le ocurre nada ante el peligro: ni cavar trincheras, ni distribuir a las milicias los
400.000 tiros del parque, que más tarde caerán en poder de los ingleses, ni preparar el Fuerte con sus 35 cañones de
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a 24. Sólo atina a destruir el puente y poner las embarcaciones amarradas en el Riachuelo en la orilla izquierda, "así
los enemigos no pueden usarlas".

Después, padre y marido ejemplar, piensa en los suyos. Vuelve a la Fortaleza, hace aprontar un carruaje, que con la
correspondiente escolta llevará a su esposa, hijas y futuro yerno a la seguridad de la quinta de Monte Castro
(Floresta), donde se les habría de reunir el cabeza de familia "una vez agotadas las medidas que requiere el honor".
Se le ha ocurrido una idea: hacer del Fuerte, con sus 35 cañones de a 24 y su sólida construcción de ladrillo, un
baluarte. Allí ordenará replegarse a los milicianos del puente, mientras él escribirá al gobernador Ruiz Huidobro, de
Montevideo, para que le mande a Monte Castro, con premura, las tropas veteranas acantonadas en la Banda
Oriental. Cuando lleguen aplastará a Beresford entre ellas y la Fortaleza. Ordena al coronel José Pérez Brito
quedarse en la Fortaleza con "el mando de la ciudad", mientras él operaría desde el exterior.

En ese momento se le acercan los oidores a preguntar noticias y qué deben hacer. Les informa la delegación del
mando militar "y el político quedará en las manos V. Mercedes, que se encerrarán aquí (la Fortaleza) para hacer una
rigurosa defensa". Los oidores se miran: ¿el marqués estará en sus cabales? "No dejamos de extrañar —dirán
después de la Reconquista— que el virrey... hubiese tratado que el Tribunal se encerrase en el Fuerte para objetos
tan extraños a su profesión y conocimientos".

Brito, alarmado, pregunta: "¿Qué defensa podré hacer yo en el Fuerte?"; ¡Que caigan abajo sus cimientos!"
responde heroico Sobremonte; "¿Y qué víveres hay para ello?"; "Pues, cuando no haya más remedio podrán hacer
VV. (Brito y los oidores) una capitulación honrosa". Y tomando la puerta: "Señores, las circunstancias apremian".

No había cobardía en Sobremonte; no la tuvo en toda su carrera, y no se le despierta ahora. Sólo está mareado: él
sirve para obedecer pero no atina lo que debe mandarse. A las siete de la noche va nuevamente al puente de
Gálvez, que ha sido volado. Echados cuerpo a tierra, en la ribera junto al Riachuelo, están los milicianos de la plaza,
a quienes se les ha repartido algunos fusiles pero mezquinado las municiones (los ingleses se incautarán de los
400.000 tiros sin usar). Unos artilleros tienen cañoncitos de a 2. No hay más oficial superior que el asustado Arze,
que no deja de infundir ánimo: "¡son muchísimos, y aguerridos los ingleses!". Sobremonte ordena a los milicianos
que deben "replegarse a la Fortaleza"; como nadie se mueve repite la orden a su edecán, que la trasmite en voz
fuerte. Se levantan protestas: "¿Cómo se entiende eso de retirarse cuando no se sabe de qué color es el uniforme
del enemigo?" se oye a algunos. "Nadie levante la voz —ordena el edecán—. Pena de la vida a quien no obedezca al
señor Virrey".

"Acción" de Gálvez (27 de junio).

En ese momento —las ocho de la noche— llegan a la otra orilla las primeras avanzadas inglesas, recibidas con fuego
de fusilería por los milicianos; los cañones —manejados por veteranos— quedan mudos. Beresford detiene el
avance hasta salir el sol, para ver el obstáculo que se interpone. Sobremonte, al tiempo de volver a su --carruaje,
ordena seguirle a los veteranos y reitera a las milicias la orden de replegarse a la Fortaleza. Hay un momento de
esperanza: el virrey irá seguramente al paso Chico a cruzar el Riachuelo y tomar a los ingleses por retaguardia. No
hay tal: ha terminado la jornada y el virrey se repliega a dormir a la quinta de Dorna en San Telmo.

Al amanecer del 27 ocurre la "acción” del puente de Gálvez. No dura una hora: algunos marineros ingleses han
cruzado el Riachuelo a nado y traído las embarcaciones a la orilla derecha; los schrapnell caen sobre los milicianos
que se retiran en confusión. Con las barcas los ingleses tienden rápidamente un puente y cruzan el río. Sobremonte

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desde la azotea del Hospital en lo alto de San Telmo sigue "la acción" con su catalejo. De allí se irá a Monte Grande
con su escolta de veteranos, mientras las milicias entran a la ciudad a cumplir la orden de "replegarse a la
Fortaleza".

"Todos disgustados —escribe un testigo— tomamos la calle del bajo (Defensa) dirigiéndonos a la Real Fortaleza
confusos y llenos de vergüenza, sin osar levantar la vista, y muchos llorando de pena, dejando en esa forma el paso
franco a un enemigo débil''.

La rendición (27 de junio).

Los milicianos entran en la Fortaleza. Pérez Brito consulta con los oidores al saber la "acción" de Gálvez. Hay que
rendirse, para evitar sufrimientos a la ciudad; por supuesto deben cumplirse formalidades, redactar una
capitulación con "todos los honores", etc., firmada por el virrey. Pero ir al Monte de Castro es correr el riesgo de
toparse con los ingleses "que ya se vienen". Deliberan toda la mañana los oidores con Pérez Brito y algunos vecinos;
nadie sabe los trámites de una rendición. Mientras tratan de informarse, mandan un parlamentario al general inglés
a pedirle "detenga su marcha hasta tener listos los preparativos de la capitulación". El enviado se encuentra en el
camino con un oficial inglés, Ensigh Gordon, que viene en nombre de Beresford; lo acompaña a la Fortaleza y
gentilmente le sirve de intérprete. ¿Cómo se hace una rendición? Afortunadamente Juan Larrea trae de su casa un
libro de arte militar con un modelo de capitulación. Las formalidades han quedado salvadas: Pérez Brito copia la
"capitulación" acomodándola a las circunstancias —no olvida poner lo de "todos los honores"—, la firma en nombre
de la "Junta de Guerra"; Gordon la llevará a Beresford. Es la una y media de la tarde.

Una hora después vuelve Gordon con el documento tan trabajosamente logrado: Beresford no quiere recibirlo
"porque no es hora de capitulaciones". Él, como vencedor, impondrá las condiciones de la rendición; pero sólo
después de entregarle "los caudales del Rey y cualquier otro que hubiese de la Real Hacienda", haciendo
responsable a la "junta de guerra" si hubiesen sido ocultados. Se miran los oficiosos capitulados: "¿Dónde están los
caudales?". Alguien se comide a ir al Monte de Castro a pedirlos al virrey. Y ¿los "honores de guerra'? Los concede el
oficial inglés: los milicianos que están en el Fuerte, con la "junta de guerra" a la cabeza, podrán salir con banderas
desplegadas y redoblar de tambores a depositar sus armas a los pies del vencedor.

A las tres de la tarde los primeros ingleses entran por la calle Defensa a la plaza Mayor. Tras cruzar bajo el arco de la
Recoba, a manera de arco de triunfo, forman alineados en la plaza. A las cuatro, Beresford llega a la Fortaleza. Con
disgusto, los oidores y Pérez Brito han debido pasarse sin la salida "con honores" y la entrega de las armas, porque
los milicianos han roto sus fusiles y se han ido sin ceremonias por la puerta trasera, llamada "de socorro".

Primera invasión inglesa: https://youtu.be/8mW41G43l98

Captura de Buenos Aires

La elección del objetivo fue motivo de debate. Beresford se inclinaba por ocupar Montevideo. Sin embargo noticias
recogidas durante la navegación, por boca de un irlandés que viajaba en una nave española capturada, les hicieron
conocer la existencia de caudales reales en Buenos Aires. Las defensas de esta ciudad pese a contar con cerca de
50.O00 habitantes eran casi nulas, comparadas con las fortificaciones de Montevideo.
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Popham notó también que Buenos Aires capital del Virreinato, era la pieza decisiva para el dominio de las rutas
comerciales del interior. Buenos Aires y el marqués de Sobremonte. En diversas oportunidades naves inglesas habían
rondado el estuario, en operaciones de sondeo o, simplemente, de contrabando.

En noviembre de 1805 al tenerse conocimiento de la llegada a Río de Janeiro de la expedición de Baird, el virrey
marqués de Sobremonte realizó algunos aprestos sobre la base de que el lugar atacado seria Montevideo. Cuando a
principios de junio de 1806, el vigía de Maldonado avistó la presencia de naves enemigas, las pocas fuerzas regulares
que había en la capital fueron despachadas a la Banda Oriental.

Cuando, después de cruzar algunos tiros con el fuerte de Ensenada, comandado por Santiago de Liniers, los ingleses
desembarcaron en Quilmes, sólo debieron enfrentar (26 de junio) a algunos centenares de milicianos pésimamente
instruidos, dirigidos por Pedro de Arce, subinspector general de armas de la plaza de Buenos Aires. Dispersadas estas
fuerzas por algunas descargas, Beresford dirigió su columna sobre la capital. Sobremonte, estimando inútil toda
defensa y. al parecer, según órdenes superiores para un caso similar, tras disponer la marcha de los caudales al
interior, se retiró en dirección a Córdoba.

El 27, después de cruzar las calles de la anonadada ciudad, los invasores ocuparon el Fuerte, firmándose la capitulación
el 2 de julio. Para los porteños la actitud de su virrey implicaba una cobarde fuga.

Beresford rápidamente presionó a los vecinos con la amenaza de confiscar las embarcaciones de cabotaje surtas en la
rada, y logró así que éstos mediaran ante el virrey para que se entregaran los caudales que aquél había intentado
salvar. Capturados en Luján dichos tesoros fueron embarcados hacia Londres. Consciente de su escaso poder y
decidido a atraerse la benevolencia de los habitantes, el jefe inglés luego de tomar a las autoridades civiles y militares
de la plaza el juramento de fidelidad a Su Majestad Británica. Dictó una serie de medidas para ganarse los ánimos.

Existen indicios que diversos sectores luego protagonistas de ¡a Revolución (Castelli, Pueyrredón. etc.), tuvieron
tratativas con los británicos en torno a la posible emancipación de esta colonia. Beresford desechó en un principio
esos intentos, pues carecía de instrucciones superiores al respecto.

La Reconquista

La política de Beresford no logró los resultados esperados. Pronto Buenos Aires fue un semillero de conspiraciones y
varios planes simultáneos se tejieron para dar fin al dominio inglés. Los actos hostiles hacia los invasores fueron
frecuentes, aunque tampoco faltaron contactos amistosos entre los jefes británicos y las clases altas de la burguesía
colonial.
Se tramaron golpes de mano sumamente audaces y uno de esos planes contempló la posibilidad de cavar una mina
hasta los subsuelos de los cuarteles del 71 y volar a sus ocupantes.
Juan Martin de Pueyrredón, a su vez, reunió varios centenares de paisanos en Perdriel, los cuales el 1ro. de agosto de
1806 fueron dispersos por un ataque conducido por Beresford.

Santiago de Liniers marino francés al servicio de España, y a quien Sobremonte, que al parecer desconfiaba del oficial
galo, había designado en un puesto de importancia menor (comandante del fuerte de Ensenada), se presentó al
gobernador de Montevideo, Pascual Ruiz Huidobro y éste a su pedido le confió la reconquista de la capital.
Con un millar de hombres, entre los que se contaban corsarios franceses comandados por H. Mordeille (entre cuyos
subalternos se encontraba Hipólito Bouchard), Liniers cruzó el río el 3 de agosto. El 9, empantanados los caminos por
el lluvioso invierno porteño, la columna llegó a San Isidro. Pueyrredón, sus voluntarios y muchos otros se sumaron a

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esta fuerza que arribó el 10 a Miserere con sus efectivos duplicados por el concurso popular.
El 11 ocuparon el Retiro, donde Beresford había colocado una pequeña fuerza. El mal tiempo favoreció a Liniers: su
ejército contó con la ayuda de la población para arrastrar la artilleria por los caminos cubiertos de barro, mientras
Beresford no pudo movilizar su corta tropa y salir a campaña en busca de una decisión en campo abierto. La lucha en
las estrechas calles, con las azoteas cubiertas de francotiradores hostiles, le resultó fatal
Después de fracasar un intento de negociación debido al ardor de las milicias. Liniers llevó un asalto a fondo sobre la
plaza y el Fuerte convertidos en baluartes de la resistencia enemiga.
Beresford debió rendirse tras corta pero dura lucha. Parece ser que Liniers prometió la repatriación del ejército
vencido Ante la presión de los jefes españoles debió desdecirse y los ingleses fueron internados en el territorio del
Virreinato. Beresford, Pack y otros oficiales quedaron en Luján.

Juan Martin de Pueyrredón, a su vez, reunió varios centenares de paisanos en Perdriel, los cuales el 1ro. de agosto
de 1806 fueron dispersos por un ataque conducido por Beresford.

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Santiago de Liniers marino francés al servicio de España, y a quien Sobremonte, que al parecer desconfiaba , había
designado en un puesto de importancia menor como comandante del fuerte

Actitudes del gobierno Inglés

El gabinete whig que había reemplazado al gobierno de Pitt, ante el éxito inicial de Beresford y la repercusión del
mismo entre los intereses comerciales de la burguesía británica, decidió propagar esa acción a otros puntos del
continente. Pero ya no era la política de Pitt. proclive a fomentar la independencia americana (según lo tratara con
Miranda): el móvil era conquistar esas regiones para Inglaterra. Con esa intención se despacharon naves hacia Chile. La
noticia de la Reconquista obligó a concentrar todas las fuerzas para una nueva empresa en el Plata

Uniformes creados durante las invasiones inglesas

Periodo intermedio

Luego de la invasión se hizo evidente que era necesario contar con mayores fuerzas militares en el Virreinato del Río
de la Plata. España en ese momento se hallaba en estado de virtual aislamiento con respecto a sus colonias, ya que su
flota había sido derrotada en Trafalgar y los ingleses habían ganado el control del mar, por lo tanto recibir refuerzos de
la metrópoli era bastante improbable. Se organizaron entonces fuerzas militares en el virreinato mismo, la mayor
parte de ellas integradas por criollos. Se formaron entre otras fuerzas los patricios, Arribeños, Húsares, Pardos y
Morenos y mas. Esto sentó las bases para el futuro ejercito argentino que combatió en las guerras por la
independencia y le resto poder a la elite española.

Segunda Invasión Inglesa

Segunda invasión Inglesa: https://youtu.be/oWWAxkAJVA0


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Caída de Montevideo

Las primeras unidades que el gabinete inglés despachó al Plata comenzaron a arribar a las aguas del mismo a
mediados de octubre de 1806. Era un millar de hombres enviado por Baird desde El Cabo, al mando de Backhouse.

El 24 de ese mes el invasor ocupaba Maldonado. En enero se hizo cargo del mando el brigadier general Samuel
Auchmuty; el almirante Stirling había reemplazado a Popham. Entre el 19 de enero y el 4 de febrero Auchmuty actúa
contra Montevideo, plaza que cae tras dura lucha, pese a los refuerzos que se le envían desde Buenos Aires.

El marqués de Sobremonte, que operaba con milicias en la campaña oriental se desempeñó en forma poco lucida y sus
fuerzas fueron dispersadas y, al desembarcar Liniers con 2000 soldados en Colonia en procura de acudir en auxilio de
Montevideo Sobremonte no le brindó el apoyo que se le pidió (caballadas para movilizar las fuerzas), y las tropas
porteñas no pudieron cumplir a tiempo su objetivo y regresaron a Buenos Aires.

Las consecuencias políticas de estos acontecimientos fueron decisivas: una Junta de Guerra formada por el Cabildo y la
Audiencia porteños y los jefes de las recién organizadas milicias bonaerenses, destituyó al desprestigiado marqués,
entregó el poder político a la Audiencia y confirmó a Liniers como comandante militar de Buenos Aires y ‘la campaña
oriental. Sobremonte fue arrestado y enviado a España.

El ataque final

A medida que se acercaba el invierno otra tormenta amenazaba descargarse en el horizonte de la, hasta hacía un año
atrás, tranquila capital del virreinato rioplatense.

Los ingleses habían extendido su poder hasta Colonia (ocupada por el coronel Pack, fugado de Luján con Beresford con
la complicidad de Saturnino Rodríguez Peña) y sus efectivos pasaban de diez mil hombres apoyados por una poderosa
flota.

El 10 de mayo había llegado al Plata el teniente general John Whítelocke enviado por Londres para hacerse cargo de la
operación que debía conducir al dominio de la banda occidental del estuario por la Corona británica.

Las instrucciones del nuevo jefe, designado por el gabinete de Castlereagh, llegaban hasta permitir la instalación de un
gobierno títere de criollos, pero no tenían por fin la independencia sino la incorporación de estas tierras al imperio
británico.

El 28 de junio de 1807, al frente de casi 8000 hombres, con 16 cañones, Whitelocke desembarcó en la ensenada de
Barragán e inició, bajo un clima hostil, la marcha hacía Buenos Aires. Despachó al frente un cuerpo de vanguardia de
poco más de dos mil soldados, comandados por Levíuson Gower y siguió tras él con el grueso (3800 efectivos). Una
fuerza de más de 1800 hombres formaba la retaguardia comandada por el coronel Mahon.

El combate de Miserere

Santiago de Liniers, en tanto, salió de la ciudad con el grueso de las milicias, quizáq con la idea de evitar la lucha en la
misma población lo indujo a buscar batalla en campo abierto. Fue un serio error.

Pese al entusiasmo de sus tropas, el grado de instrucción alcanzado era deficiente. Su mayor ventaja residía,
precisamente, en la posibilidad de luchar en la misma ciudad, casa por casa, en un tipo de guerra donde el ejército
inglés no pudiera aplicar su técnica superior. Liniers cruzó el Riachuelo y, dejándolo, a su espalda, se desplegó al sur
del puente de Gálvez (Barracas). El 2 de julio Gower, tras eludir hábilmente a sus contrarios, cruzó el curso de agua

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por el paso de Burgos y avanzó sobre los corrales de Miserere. Liniers, con parte de su fuerza, retrocedió y marchó
sobre el invasor.

Como era previsible, fue derrotado. El jefe francés se retiró a la Chacarita y luego regresó a Buenos Aires. Gower
cometió el error de no avanzar de inmediato sobre la ciudad, donde el desconcierto se había apoderado de los ánimos.
Los días 3 y 4 de julio contemplaron los febriles preparativos de los habitantes levantando cantones y barricadas en las
calles que conducían a la plaza, al comienzo bajo la dirección del Cabildo, cuyo alcalde de primer voto era Martín de
Álzaga, luego del mismo Liniers.El perímetro principal de la defensa fue trazado a una cuadra de la plaza.

Piezas de artillería enfilaban las calles desde [os cruces de las mismas y desde el Fuerte, en tanto las azoteas se
convirtieron en reductos de fusileros. Granadas de mano y proyectiles de diversa índole reforzaron estos bastiones.
Whitelocke intimó la rendición de la ciudad sin resultado y se dispuso al asalto.

La defensa

El 5 de julio a las seis de la mañana se rompió el fuego.El plan adoptado por el jefe inglés había sido esbozado por
Gower y presentaba serias fallas. Para avanzar sobre la ciudad, Whitelocke dividió su ejército en trece columnas que
avanzaron por otras tantas calles. El plan comprendía el avance hasta la costa y luego la convergencia hacia el centro
de la ciudad.

La lucha fue dura y al terminar la jornada las columnas del ala izquierda, al mando de Auchmuty habían ocupado su
objetivo, el Retiro, pero las columnas del centro habían sido rechazadas con fuertes bajas y las de la derecha tampoco
tuvieron éxito: parte de estas fuerzas ocuparon el templo de Santo Domingo, siendo luego capturadas.

Entre muertos, heridos y prisioneros, las pérdidas sumaban 2 500 hombres para el ejército atacante. A su vez, había
tomado 800 prisioneros y causado más de 900 bajas a las tropas españolas. Sin embargo, no habían logrado penetrar
en el perímetro defensivo, y sus fuerzas estaban aisladas y desmoralizadas.

Mucho se discutió el motivo que llevó a Whitelocke a elegir el método que favorecía precisamente a los defensores: el
combate en la ciudad misma. Sus tropas, encajonadas en las calles de una ciudad que desconocían, fueron fusiladas a
mansalva por la metralla de los bien parapetados defensores sin lograr dañar el dispositivo de éstos.

El invierno y la ausencia de caballería debieron influir para que el jefe inglés no adoptara la idea de un largo sitio. El
bombardeo de la ciudad con artillería fue tal vez considerado un medio inconveniente, dado los grandes daños y
pérdidas humanas, contra una población a la que se esperaba atraer amistosamente a las ventajas comerciales del
gobierno inglés.

El 6 de julio trascurrió en negociaciones por ambos bandos. El 7, tras desestimar Liniers un pedido de 24 horas para
recoger heridos, Whitelocke aceptó capitular; ese día se rendía, conviniéndose abandonar el Plata dentro de los 60
días, comprendiendo esta cláusula a Montevideo y Colonia. Los prisioneros, incluso los de 1806 serian recíprocamente
devueltos

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Consecuencias:

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Actividades:

1. Realizar una línea de tiempo con los principales acontecimientos ocurridos en el periodo estudiado.

2. ¿Qué lugar ocupaban Álzaga y Liniers en la sociedad colonial?¿Por qué razones les parece que ambos
participaron de la reconquista de Buenos Aires?
3. Lee el siguiente documento y luego responde :
a. ¿Por qué los adolescentes se presentan para reclamar ante Liniers?
b. ¿Qué acciones militares desarrollaron?
c. ¿Cómo era el uniforme que les otorga Liniers?
d. ¿Por qué inician una suscripción para comprar el uniforme?
e. ¿Qué hay actualmente en el lugar donde se encontraban los corrales de Miserere?

Los jóvenes de la Reconquista


Agosto 12, martes.
Los ingleses se van a enfrentar a la población de
Buenos Aires que en gran medida no está conforme Nuestra gente salió del Retiro por la calle del
con su llegada. Puente (actual Florida) que conduce al Correo y
El documento que a continuación se detalla muestra a ala Ranchería. Unas tres cuadras antes de llegar
adolescentes participando de los acontecimientos a la de Santa Lucía (actual Sarmiento), las
bélicos y parte de sus preocupaciones cotidianas. fuerzas se dividieron según sus objetivos: la
columna del general giró a la izquierda hasta la
1806, octubre 13, Buenos Aires
calle de la Merced (Reconquista), por donde
atacó. Los grupos restantes siguieron por la
Sr. Gobernador comandante general:
calle de las Torres y la del Cabildo. Otra columna
Los jóvenes abajo firmantes y a nombres de los demás operó sobrela calle de la Catedral o de las
de su clase dicen con todo respeto que el 10 y 12 de Catalinas (San Martín) y otras, dando un rodeo
agosto se hallaron en la toma del Retiro y la reconquista por la calle del Correo atacaron al enemigo por
de esta plaza pero por su pobreza y miseria no han su flanco izquierdo, desplazándose por la calle
obtenido reconocimiento y honra en esas acciones. La del Colegio o de la Compañía y la de San
honra de ser partícipes de la reconquista quedará en su Francisco (actual Defensa) y aún por la calle que
memoria y ellos acompañaron a su señoría desde que da al río o del Santo Cristo (actual Balcarce).
acampó a los mataderos hasta finalizar las acciones de Algunos grupos irregulares atacaron por la
la reconquista. En este sentido solicitan su autorización Alameda de modo que los ingleses, que se
para formar una compañía llamada “los jóvenes de la estimaban muy seguros en susposiciones,
Reconquista”, el mayor de ellos tiene 14 años y su clase y pronto se vieron cercados casi totalmente. El
calidad de español y cuenta con permiso de sus padres y avance por estas calles rectas y angostas fue
difícil y cruento, ya que los ingleses las barrían
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con metralla y fuego de fusilería (...).
teniendo la edad competente para entrar a los regimientos
de veteranos y elevarlo a su majestad.
Firmado: Joseph Montes de Oca, Joseph Dionisio
Cabeza Enríquez.

1806, octubre 13, Buenos Aires


Habiendo presenciado el accionar que tuvieron estos jóvenes
durante la reconquista en los mataderos de Miserere y los
ataques del Retiro y la ciudad el 10 y
12 de agosto, su pobreza hace más meritoria su oferta dedicándose al servicio de la patria sin sueldo y que
si no se los incluyó es porque su pobreza impedía costearse los uniformes correspondientes, se les otorga chaleco azul con mangas de
vuelta encarnada, un sombrero de copa alta y el calzón largo blanco. La chaqueta puede ser de gasa azul y el pantalón de lienzo de
cualquier clase y para realizarlo permiten que realicen una suscripción de los que quieran encargarse de vestir poniéndose el por número
de lista seis ordena la impresión del presente decreto.
Firmado: Santiago de Liniers.

4. ¿Por qué se dice que las invasiones inglesas pusieron en evidencia la fragilidad del orden colonial español?
5. Completar la siguiente sopa de letras donde figuran nombres y lugares referidos a la Primera Invasión. (miren
el mapa)
T T B E R E S F O R D A M O S
I O U R M R O C M I W H I E O
A R N M E L B A T S X C M D P
D E F I G H R P E D J L I N O
N T N S O P E R D R I E L A P
Q I C E D A M O P U K E M I H
L R E R V I O S Q S W B T A A
I O B E R E N T U G V O H F M
T M E R G I T L I M B A R U X
A R T E S J E K X Z E V L A G
B P Z Ñ H Q T I Y O D X M X V
M B F S R E C O N Q U I S T A
X K D E Z L V B M H W Ñ X Y Z
A T A H Q P U E Y R R E D O N

6. Explique estas dos afirmaciones:


➢ En las invasiones inglesas, "los criollos tomaron conciencia de su fuerza".

➢ "La creación de las milicias criollas y su audaz desempeño en la defensa y la reconquista de la ciudad
las consolidaron como un factor de poder indiscutido".
7. Elije dos causas y dos consecuencias de las invasiones inglesas y explícalas con tus palabras.

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