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Hospedando al Espírito

Hech 2, 1-13

RETIRO MENSUAL

Hna. Adriana Silva


Hospedando al Espíritu
Hech 2, 1-13

El texto que meditaremos hoy se articula en dos escenas. En la primera, el protagonismo lo tiene el núcleo
de la primera comunidad cristiana, mientras que en la segunda escena una multitud de judíos de la diáspora,
que estaban en Jerusalén en dicho momento pero que pertenecían a distintas naciones. El lugar de la
primera escena es una casa (v. 2) dónde estaba reunida la comunidad, mientras que en la segunda se trata
del lugar más cercano a la casa: su entorno, capaz de albergar a la multitud que los circundaba (v. 6). En la
primera escena es presentado el acontecimiento de la venida del Espíritu que se hace huésped de la
comunidad y de cada uno de sus integrantes, y los efectos que produce en los que le dan hospedaje; en la
segunda es presentado los efectos y reacciones que produce dicho acontecimiento en la multitud de los que
son ‘vecinos’ a la comunidad en este momento de la historia.

(v.v 1-4) La unidad de sentido de esta primera escena está dada por una inclusión literaria. El autor comienza
en el (v. 1) diciendo: “Estaban todos juntos en el mismo lugar…” y concluye en el (v. 4) diciendo: todos
fueron colmados del Espíritu Santo” Esta inclusión encuadra el acontecimiento y la comprensión cristiana
sobre el don del Espíritu. Todos/todas hemos recibido el don del Espíritu, todas estamos habilitadas para
vivir una vida según el Espíritu; todas somos portadoras de la plenitud de la gracia de Dios. Quizás nos hace
creer realmente a está verdad y actuar concorde a ella. El Espíritu habita y habla a través de cada una de
nosotras. También es verdad que Lucas coloca este “todos juntos” a modo de condición para que el Espíritu
venga a hospedarse. Él viene habitar en cada una de nosotras y en la comunidad en la medida que existe
concordia entre nosotras. Pues no se trata de una comunión física sino de los corazones, de la interioridad
que comulga con mi hermana, porque ambas desde lo más `profundo buscamos la comunión con la ‘voluntad
de Dios’. Somos todas muy distintas en edad, ideas, proveniencias…pero si todas en la interioridad
buscamos verdaderamente lo mismo, nuestros corazones permanecen en comunión, más allá de las
divergencias. Porqué en se nivel, ‘ambas’ damos hospedaje al Espíritu que nos une, y esa concordia se
hace visible y sensible. Esta afirmación reclama el (v. 14) en el que Lc nos dice que la comunidad “era asidua
y concorde en la oración”, la concordia se realiza en la asiduidad de la oración ‘verdadera’ dónde realmente
hago espacio para hospedar al Espíritu y con él a mi hermana.

(v. 1) El texto comienza diciendo que: “Mientras estaba llegando a su plenitud el día de pentecostés …” pero
a su vez Pedro cuando habla a la multitud (v. 15) dice que era alrededor de las nueve de la mañana -hora
tersa-. Cronológicamente el día está recién comenzado, ¿A qué plenitud, o cumplimiento se refiere? Lucas
ya hablado reiteradamente en su evangelio de la plenitud de los tiempos, por ejemplo, en 9, 51: “Sucedió
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que como se iban cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén”, en el
anuncio del nacimiento de Juan Bautista Lc 1, 23: “Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su
servicio…” y así otras expresiones que aluden al tiempo mesiánico, ala plenitud de los tiempos. El hecho de
que Pentecostés signifique 50 días después de Pascua, también en la mentalidad hebrea hace la plenitud
del tiempo, pues 50 resulta de 7x7=49+1. Es el día después de la plenitud, es el día que no se acaba, es el
tiempo propicio, el Kairós, el tiempo de la salvación. En ese día la comunidad vive en concordia y el Espíritu
se hace presente para ratificar y fortificar esa comunión de manera que, aun siendo un acontecimiento íntimo
que sucede al interno de cada persona, al interno de la comunidad cristianas, afuera ‘hace ruido’; se siente
un rumor que convoca a la multitud en torno a la comunidad. No entorno a una/o hermana/o que ‘brilla’, sino
en torno a la comunidad de los creyentes. La comunidad que vive en concordia hospedándose mutuamente
los unos a los otros, hospedando al gran Huésped del alma; esa comunidad es la que se hace signo eficaz
de evangelización. Ella es la que proclama de manera elocuente el evangelio del amor que sana y reconcilia,
que convoca y consolida la unidad en torno a la Resucitado. Que es anunciadora de paz y alegría.

1
En los v.v 2 y 3 el evangelista usa todos los signos de una teofanía, de una verdadera manifestación de lo
sagrado, signos que remiten al episodio de la Alianza en el Sinaí, aludiendo a que este es el tiempo del
cumplimiento de las promesas de Dios. Hoy se cumple para toda la Iglesia en su conjunto y en su
singularidad la promesa del Dios que nos hace una sola familia, su familia de hijos en el Hijo. Hermanas esta
afirmación no es una linda frase, es una verdad, ¿tú lo crees?

Lucas intenta expresar con signos materialmente sensibles el misterio de la verdadera comunión con Dios.
Misterio que solo es comprensible para quién la ha experimentado. Los signos de la presencia de Dios, son
signos que se ven y se escuchan: rumor, viento impetuoso, lenguas de fuego, porque el encuentro con Dios
sucede en la intimidad, pero la trasciende, no permanece encerrada en una paz individualista, se manifiesta
sensiblemente en un espíritu de concordia, alegría y amistad fraterna, sencillez, valentía y audacia…

Les trascribo algunos numerales del documento LA VIDA FRATERNA EN COMUNIDAD


“Congregavit nos in unum Christi amor” porqué creo que pueden servir como puntos de confrontación y
meditación.

N.º 41. “En la comunidad se está juntos no porque nos hemos elegido los unos a los otros, sino porque
hemos sido elegidos por el Señor”.

N.º 8. “La comunidad religiosa es un don del Espíritu, antes de ser una construcción humana. Efectivamente,
la comunidad religiosa tiene su origen en el amor de Dios difundido en los corazones por medio del Espíritu,
y por él se construye como una verdadera familia unida en el nombre del Señor. Por lo tanto, no se puede
comprender la comunidad religiosa sin partir de que es don de Dios, de que es un misterio y de que hunde
sus raíces en el corazón mismo de la Trinidad santa y santificadora, que la quiere como parte del misterio
de la Iglesia para la vida del mundo

N.º 26. “El ideal comunitario no debe hacer olvidar que toda realidad cristiana se edifica sobre la debilidad
humana. La «comunidad ideal» perfecta no existe todavía. La perfecta comunión de los santos es la meta...
Nuestro tiempo es de edificación y de construcción continua, ya que siempre es posible mejorar y caminar
juntos hacia la comunidad que sabe vivir el perdón y el amor.
Las comunidades, por tanto, no pueden evitar todos los conflictos; la unidad que han de construir es una
unidad que se establece al precio de la reconciliación. La situación de imperfección de las comunidades no
debe descorazonar”.

N.º 28. No hay que olvidar, por fin, que la paz y el gozo de estar juntos siguen siendo uno de los signos del
Reino de Dios. La alegría de vivir, aun en medio de las dificultades del camino humano y espiritual y de las
tristezas cotidianas, forma ya parte del Reino. Esta alegría es fruto del Espíritu y abarca la sencillez de la Hospedando al Espírito | Hna. Adriana Silva
existencia, el tejido banal de lo cotidiano. Una fraternidad sin alegría es una fraternidad que se apaga. Muy
pronto sus miembros se verán tentados de buscar en otra parte lo que no pueden encontrar en su casa. Una
fraternidad donde abunda la alegría es un verdadero don de lo Alto, a los hermanos que saben pedirlo y que
saben aceptarse y se comprometen en la vida fraterna confiando en la acción del Espíritu”.

N.º 13. “Como una respuesta a la advertencia del Señor «velad y orad» (Lc 21,36), la comunidad religiosa
debe ser vigilante y tomar el tiempo necesario para cuidar la calidad de su vida. A veces la jornada de los
religiosos y religiosas, que «no tienen tiempo», corre el riesgo de ser demasiado afanosa y ansiosa, y por lo
mismo puede terminar por cansar y agotar. En efecto, la comunidad religiosa está ritmada por un horario
para dar determinados tiempos a la oración, y especialmente para que se pueda aprender a dar tiempo a
Dios (vacare Deo)”.

2
1. Abriendo surcos para la Palabra
a. Te invito a que prepares este encuentro invocando el Espíritu Santo.
b. Hazlo con insistencia. Usa un estribillo que te guste, una pequeña oración que sepas de
memoria, o repite: Ven Espíritu Santo o otra frase similar que te ayude.
c. Hazlo muchas veces hasta que sea como el eco de tu corazón.

2. Acogiendo la semilla
a. Leo pausadamente el texto de Hech 2, 1-13 y dejo que el Espíritu me inspire sus palabras.
b. Profundizo el texto bíblico con la lectura del material entregado.

3. Dejando brotar en mi vida la semilla de la Palabra


➢ ¿Creo realmente que el Espíritu Santo habita en mi hermana? ¿En que se manifestá esta mi fe en la
presencia del Espíritu? ¿Con qué signo sensible lo exteriorizo?
➢ ¿Qué puedo hacer, de ahora en adelante para que esta certeza de fe, se manifieste externamente?
¿Qué gestos podría realizar?
➢ ¿Cuál es la calidad de mi estar en comunidad? No evaluó a las demás, me evaluó a misma.
➢ ¿Cuál es la calidad de mi oración?
➢ ¿Hago espacio para hospedar a mis Hermanas?
➢ ¿Hago espacio para escuchar al gran Huésped del Alma que me habita?

4. Responde con tus palabras a al Señor que te ha convocado

➢ Habla directamente con el Huésped que habita en tu intimidad, que habita en


tu corazón y tiene para ti palabras de vida, esperanza y coraje.
➢ Hablale con la espontaneidad si surgen palabras…agradece su presencia, el
haberte elegido, el permanecer y habitar en ti, por siempre.
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➢ Si esta meditación te dejo en silencio, sin palabras…quedate en silencio


delante de Jesús Eucaristía, signo de su amor infinito e incondicional.

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