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Módulo 14
Internacionalización del Derecho en su
ámbito público
Unidad 2
Derecho Internacional Constitucional
Sesión 4
Derecho Diplomático y Consular
Texto de apoyo
Índice
Presentación .......................................................................................................................................... 3
La diplomacia......................................................................................................................................... 4
Funciones......................................................................................................................................... 24
Inicio y terminación de la función consular ....................................................................................... 25
Inmunidades y privilegios consulares ............................................................................................... 25
Las relaciones diplomáticas.............................................................................................................. 26
Establecimiento de relaciones diplomáticas ..................................................................................... 27
Término de las relaciones diplomáticas ............................................................................................ 30
Cierre ................................................................................................................................................... 31
Fuentes de consulta............................................................................................................................. 32
Presentación
Derecho Diplomático
Fuente: http://bit.ly/2hcaA4D
Así como el ser humano necesita de los demás para convivir en sociedad, todo Estado con
personalidad jurídica y patrimonio propio necesita una relación directa con todas las naciones, pues
establece relaciones internacionales económicas, jurídicas, políticas, comerciales y culturales.
Con la imperiosa necesidad de convivir entre Estados, y con el fin de tratar asuntos políticos entre
éstos, es necesaria la representación permanente en el extranjero, que está a cargo de comisionados
conocidos como embajadores y cónsules.
Aunque hay diversos problemas en esta clase de relaciones, hoy en día se trabaja por tener una
diplomacia con mejores resultados, con base en el establecimiento de estrategias para guiar su
política exterior. Lo anterior se realiza a través de la creación de órganos administrativos dotados de
facultades apropiadas a su tarea, los cuales se dividen en:
Pero, ¿qué son y cuáles son las funciones de cada uno? En esta sesión conocerás los cargos de los
responsables diplomáticos y consulares que rigen la representación de los países en el exterior.
La diplomacia
La diplomacia regulada por el Derecho Diplomático, se lleva a cabo a través de las relaciones entre
los Estados, procurando el respeto y la amistad. En relación con este Derecho, existe el Derecho
Consular, que tiene como principal objetivo la promoción, protección y auxilio de las relaciones
internacionales.
La diplomacia ha sido definida como la ciencia de las relaciones exteriores; el arte de negociar
aplicado a las relaciones internacionales entre Estados, en torno a políticas internacionales
determinadas. Para Capotorti, “la diplomacia lleva implícita la idea de relaciones de Estados entre sí
con la comunidad internacional, la de acordar y la de negociar los intereses de sus gobiernos en su
relación de vida” (1995: 60).
En realidad, tiene algo de ambos, ya que aplica reglas y preceptos fundamentales que de alguna
forma están planteados en forma metódica, ordenada y sistemática, y pueden ser aplicados
sistemáticamente. Sin embargo, al no existir normas fijas de carácter general y estar fuertemente
respaldadas por costumbres locales y regionales, así como por capacidades personales, el concepto
de arte parece imponerse sobre el de ciencia. Si bien la diplomacia es tan antigua como el hombre, en
su acepción más simple de forma de negociar, Jara (1989) distingue cuatro etapas históricas, con
características bien definidas:
1. Antigüedad. Se desarrolla una diplomacia rara, con emisarios enviados a concluir negocios
específicos, especialmente en temas económicos, comerciales y de creación de acuerdos
políticos; incluso para “arreglar” matrimonios. Una vez cumplida su comisión, regresaban a su
lugar de origen. Se consideraba que tal emisario representaba exclusivamente a la persona de su
Soberano. Los extranjeros eran considerados portadores de influencias perniciosas, por lo que fue
necesario dotarlos de ciertos privilegios especiales que les permitieran cumplir sus funciones.
Surgió así el “heraldo”, de la ciudad o de la tribu, que gozaba de una autoridad semirreligiosa.
Tales tradiciones pasaron de los griegos a los romanos. Durante la Edad Media, los pueblos
germánicos, el Imperio Bizantino y el Islam, desarrollaron una forma específica de diplomacia.
impulsor de la negociación permanente. Surgió así una diplomacia estructurada, reconocida en los
Tratados de Westafalia de 1648.
3. Congreso de Viena de 1815. Este Congreso constituye una señal histórica en el desarrollo de la
diplomacia y las relaciones diplomáticas, y denota el primer sacrificio internacional, aun cuando
fue practicado sólo por algunas potencias, entre ellas las principales de la época, para regular el
régimen y el sistema de las relaciones entre Estados. La diplomacia pasó a formar, desde
entonces, parte del servicio público de los Estados. Así, surgió una profesión especial, la del
diplomático, que sobresale como actividad distinguida, cuyos miembros pertenecen a élites
sociales y económicas de sus países. Sin embargo, hay que tener presente que el Congreso de
Viena acordó leyes para la diplomacia para corroborar prácticas existentes, más que para crear
nuevas disposiciones. La Primera Guerra Mundial terminó con el equilibrio de poderes existentes
en Europa; simultáneamente, surgieron nuevas ideas y nuevos Estados, que encontraron en la
Sociedad de las Naciones un foro de encuentros e intercambios. El Presidente Woodrow Wilson
se manifestó por la libre y pública negociación de los tratados internacionales, pero luego se
detractó y no cumplió lo acordado.
Órganos nacionales
En el ámbito de las relaciones internacionales, se entiende por órganos nacionales del Estado a las
personas o entidades a través de las cuales los Estados ayudan y mantienen relaciones de naturaleza
pacífica. Las relaciones constituyen en el ordenamiento escalonado de las normas que no deben ser
alteradas, por los peligros y contingencias que se van presentando, muchas veces difícil de mejorar.
Se clasifican en tres sujetos:
El jefe de Estado.
El ministro de relaciones exteriores.
El servicio exterior en sus dos ramas: diplomática y consular.
Jefe de Estado
La expresión jefe de Estado, cualquiera que sea su régimen jurídico o aplicación, comprende todas las
denominaciones o nombramientos de la primera magistratura de un Estado. En la literatura europea,
refiere los cargos: rey o emperador (España, Bélgica, Dinamarca, Reino Unido, Suecia); presidente de
la República (México, República Dominicana, Chile, Guatemala); jefes de gobierno o ejecutivos
colegiados (Suiza); sultán (Brunei, Omán), que son los cargos más sobresalientes de las relaciones
internacionales.
Cualquiera que sea la situación anterior, “el jefe de Estado muestra el denominado 'jus
representationis Omnimode' o también conocido como derecho de representación general, pues alude
a la capacidad del jefe de Estado para representar a éste en todos los ámbitos” (Jara, 1990: 21). Tanto
en sistemas parlamentarios como en gobiernos presidenciales constitucionales, las actividades y
funciones que realiza el jefe de Estado son formales en sentido general; pero en sentido particular, son
protocolarias; esto es, la competencia, el compromiso, la obligación y el deber, corren a cargo única y
exclusivamente del jefe de gobierno o primer ministro, y ninguna otra persona puede ejercer el mismo
cargo; tampoco puede tener las mismas atribuciones al mismo tiempo.
El artículo 80 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos menciona que “se deposita
el ejercicio del supremo Poder Ejecutivo de la Unión en un solo individuo, que se denominará:
Presidente de los Estados Unidos Mexicanos”. El presidente es el órgano supremo del Estado en
materia de relaciones internacionales. Le corresponde representar en el exterior al país. A su vez, es
la principal figura diplomática; las actividades que realiza en el exterior son consideradas actividades
diplomáticas. Por lo tanto, cualquier tarea o actividad realizada por el presidente con carácter
internacional es considerada un acto de Estado.
Adicionalmente, compete al jefe de Estado guiar y conducir las relaciones de su país con otras
naciones y con organizaciones internacionales; negociar, aprobar, firmar y ratificar tratados
internacionales, designar a sus representantes o embajadores permanentes ante organizaciones y,
en caso necesario, declarar el estado de guerra. Dicho en otras palabras, el titular del Ejecutivo tiene
las facultades más amplias y generales en materia internacional, por lo que es indispensable
estudiar de manera detallada estas actividades.
La mayor comodidad de las sociedades y comunidades permite una próspera colaboración de los jefes
de Estado en el contexto internacional, y éstos permanentemente se trasladan a través del planeta
para establecer vínculos y relaciones de toda clase, así como aclarar las principales metas de la
política exterior de sus respectivos países. Estos acontecimientos dan fundamento a un nuevo tipo de
diplomacia, más inmediata, evidente y administrada.
La política exterior de un Estado está integrada por los procedimientos mediante los cuales se
pretende alcanzar la aprobación de la comunidad internacional, en razón de metas de política interna
de su administración. De ahí el interés en que el jefe de Estado colabore personalmente con los
demás en las relaciones diplomáticas, ya que así podrá delegar los objetivos positivos que se buscan
internacionalmente.
En las monarquías, el jefe de gobierno radica en la administración del Estado, en quien recaen los
compromisos y obligaciones superiores, así como ordenar al Monarca en las actuaciones respecto a
las relaciones de su país. “Además de ser por lo común el órgano administrativo más importante de un
país, ejerce la función representativa exterior, y sus actos en materia internacional se reputan
directamente actos del Estado” (Sepúlveda, 2004: 149).
Entre los aspectos más importantes que abarca la función representativa se encuentran:
El ministro de relaciones exteriores corre a cargo del titular del Ministerio o Secretaría de Relaciones
Exteriores. Esta secretaría recibe nombres diferentes: en Estados Unidos, Department of State; en
Gran Bretaña, Foreign Office; en Francia, Ministere des Affaires Etrangeres; en Rusia, Comisariado
de Asuntos Exteriores. Su principal función es actuar como intermediario entre el jefe de Estado y los
demás países, toda vez que el presidente no siempre negocia en persona. El ministro de asuntos
exteriores es el encargado y principal colaborador del jefe de Estado o del gobierno para la
elaboración y preparación de la política exterior; es, a su vez, el gestor encargado de ponerla en
cumplimiento y de dirigir y administrar las relaciones diplomáticas con los Estados. El ministro es el
enlace o vínculo entre aquél y el servicio exterior del país.
Las naciones gozan de independencia y libertad para organizar y ordenar sus Ministerios de
Relaciones Exteriores, y de manera habitual todos gozan y poseen una estructura relativamente
idéntica, propuesta para atender y estudiar las distintas materias sometidas a sus ciudadanos. Por lo
general, existen dos tipos de estructuras que predominan: por temas o por áreas geográficas. La
primera opción procura una considerable aplicación, en tanto la segunda concede a los responsables
del sector o de la nación respectiva el conocimiento de la integridad de los elementos de naturaleza
diplomática con aquella área o país. En correspondencia con la política multilateral, la segmentación
se hace considerando cada disposición en particular.
Aun cuando las funciones determinadas y establecidas de los cancilleres se encuentren reguladas en
el Derecho Interno de cada país, éstas no son considerados actos del Estado. El Derecho
Internacional Público decreta que:
Esquema 1. Funciones del canciller
El servicio exterior
El responsable del servicio exterior recae en el agente encomendado de efectuar la política exterior.
Se define como “el órgano encargado de conducir a la práctica las acciones que se crean en la política
exterior” (Jara, 1990: 23). Este servicio depende solo del Presidente de la República y de la Secretaría
de Relaciones Exteriores. Las principales funciones del servicio exterior son:
Para la Ley Orgánica del Servicio Exterior Mexicano, el Servicio Exterior “es el cuerpo permanente de
funcionarios del Estado, encargados específicamente de representarlo en el extranjero y responsable
de ejecutar la política exterior de México, de conformidad con los principios normativos que establece
la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos”.
Por su parte, la Ley Orgánica de la Administración Pública, en su artículo 26, dispone la existencia de
la Secretaría de Relaciones Exteriores, y en su artículo 28 se enumeran sus competencias; entre ellas:
Para el correcto desempeño de sus funciones, de acuerdo con el Reglamento Interior, la Secretaría de
Relaciones Exteriores, tiene la siguiente estructura:
De la misma forma, la Secretaría de Relaciones Exteriores designa a los cónsules generales, a los
jefes de misiones diplomáticas permanentes ante los Estados y organismos internacionales, quienes
son sometidos a aprobación del Senado de la República.
● 23 en América
● 21 en Europa
● 19 en Asia
● 4 en África
● 2 en Oceanía
En relación con los consulados en el exterior, México tiene 296; 34 son generales,
24 de carrera, 4 de agencias, 2 de secciones y 91 oficinas de enlace.
Agentes diplomáticos
La misma Convención, en su artículo 2º, señala que es necesario el consentimiento de los dos
Estados interesados para que se inicie una misión diplomática. La expresión de la voluntad de los
Estados se realiza en dos fases. En una primera etapa, el Estado que envía se asegura de que la
persona que es nombrada jefe de misión reciba la aprobación del Estado receptor; una vez agotada la
etapa preliminar, la voluntad del Estado que envía se expresa por medio de la expedición de cartas
credenciales otorgadas por el jefe de Estado o del ministro de asuntos exteriores a favor del jefe de
misión. Estas cartas credenciales deben ser entregadas al llegar al país destino, en una audiencia
donde se deberán recibir.
Para llevar a cabo la misión diplomática, el país destinatario tiene todo el derecho de elegir a los
profesionistas y el tipo de perfiles que llevarán a cabo su objetivo, con una sola excepción: todos los
agentes o delegados deben tener la ciudadanía del Estado de origen. La Convención, en su artículo 4º
propone tres clases de agentes diplomáticos: embajadores o nuncios papales, ministros o agentes de
misión, y agregados de asuntos. Los primeros son funcionarios de primera clase que representan a un
Estado ante otro; los segundos se encargan de representar el Estado ante un consulado; ambos se
acreditan ante el Jefe de Estado. El tercero es un miembro del personal diplomático de una embajada
que tiene asignada una función específica: comercial, cultural, laboral o militar, quien se acredita ante
el ministro de asuntos exteriores.
La Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961 propone, en su artículo 14, tres
categorías de agentes diplomáticos:
● Embajadores, nuncios y otros jefes de misión. Son los agentes diplomáticos con mayor
jerarquía en el cometido o misión diplomática, por lo cual son considerados también como jefes
de misión. Sin embargo, entre los tres existe una diferencia en cuanto a sus labores. Los
embajadores representan al órgano ejecutivo del Estado, mientras que los nuncios son los
encargados y representantes de la Santa Sede.
● Enviados, ministros e internuncios. En grado y clasificación, se encuentran por debajo de los
embajadores o nuncios, y deben ayudar, auxiliar y cooperar con el desempeño eficaz y eficiente
de las actividades de aquéllos.
● Encargados de negocios. Ad hoc se refiere a los agentes que el gobierno elige para gobernar y
abordar las relaciones diplomáticas con un Estado específico, o bien, cuando se lleve a cabo el
aplazamiento de relaciones diplomáticas. En tanto, el encargado ad interim, se nombra cuando
tiende a cubrir la ausencia y/o separación del cargo del embajador o jefe de misión.
ocasiones la presencia de un agente diplomático torpe o inadecuado compromete las relaciones del
país que lo ha enviado” (González, Sánchez y Sáenz, 2002: 98).
El artículo 89 Constitucional, fracción III, indica que es facultad del presidente de la República
“nombrar, con aprobación del Senado, a los embajadores, cónsules generales, empleados
superiores de Hacienda y a los integrantes de los órganos encargados de la regulación en materia
de telecomunicaciones, energía y competencia económica”.
En 1994, se expidió la Ley del Servicio Exterior Mexicano (LSEMS). En términos generales, los
propósitos de dicha ley se pueden reducir en tres aspectos:
La Ley del Servicio Exterior Mexicano tiene la novedad de que fusiona en una sola rama el Derecho
Diplomático y Consular. De esta manera, en su artículo 4º, la organización jerárquica corresponde
las siguientes categorías:
Por su parte, el artículo 5º, también en orden jerárquico, muestra la rama técnica-administrativa, la cual
comprende las siguientes categorías:
Para cualquier nombramiento, no es suficiente elegir a la persona más apta, con estudios superiores
o de posgrado; además debe destacar por una impecable ética, profesionalismo y valores
inquebrantables. En todos los procedimientos, los Estados receptores son los únicos que pueden
hacer variar sus decisiones, pues en todas las circunstancias imperan la amistad y el compadrazgo
político, sin que esto se configure una ofensa internacional (aunque la experiencia muestre casos
contrarios). Una vez elegida y nombrada la persona adecuada, el país de origen otorga al delegado
o comisionado las credenciales y documentos legales, escrito que consta de una hoja membretada,
con firmas y sellos auténticos, nombre del agente, su categoría, sus misión principal, el lugar de
destino y la fecha de inicio de encargo.
miembro de la misión como persona non grata, en cuyo caso el agente diplomático
deberá retirarse del territorio del Estado receptor.
Para el cumplimiento de sus funciones, los Estados gozan de privilegios e inmunidades para sus
agentes diplomáticos. No se trata de beneficios, sino de garantizar o asegurar con eficacia las
funciones de la misión diplomática. De esta forma, se habla de inmunidades personales y reales. La
primera se refiere a la persona del agente diplomático, que no puede ser objeto de coerción y debe ser
tratado con respeto a su libertad y dignidad. La segunda se refiere a todo lo relativo a los locales de la
misión, en donde los agentes del Estado receptor no pueden entrar más que con la autorización del
jefe de la misión diplomática. Así, se encuentra un fundamento de la institución latinoamericana del
asilo diplomático (Paz, 1985: 48).
La Convención de Viena establece, en sus artículo 37, 38, 39, 40, 41 y 44, las siguientes
inmunidades y privilegios:
Los agentes diplomáticos también gozan de libertad de desplazamiento y circulación, sobre todo en
el Estado receptor. Asimismo, se les otorgan exenciones de impuestos personales; se les excluye de
las portaciones personales. Se les otorga también la garantía de utilizar los medios de comunicación
con fines oficiales, se respeta la correspondencia a la misión, y la valija diplomática la cual goza del
privilegio de inviolabilidad (UNAM, 1994).
En el caso de la jurisdicción civil, administrativa y penal, la inmunidad es absoluta para todas ellas,
exentas únicamente en las demandas cuando están presididas por algún agente diplomático, pues
en realidad la ley no reflexiona sobre el ejercicio de bienes muebles, reales, inmuebles localizados en
el Estado receptor, las actividades de sucesión, las concernientes a una profesión u oficio mercantil
que el delegado ejerza adicionalmente a sus funciones políticas. Tampoco la norma contempla las
demandas usuales y habituales cuando el agente cambie sus actividades y ejerza aquellas que no le
correspondan.
“El prefijo para significa similar a. En este caso, la paradiplomacia se refiere a las funciones no
tradicionales que realizan los agentes diplomáticos” (Abrisqueta, 1999: 110). Otros términos, la
paradiplomacia se refiere a las relaciones internacionales realizadas y ejecutadas por organizaciones
no centrales de un país, con el fin de promover sus propios intereses.
Por su parte, las misiones especiales o diplomáticas ad hoc son asociaciones o grupos de individuos
que envía un Estado a otro, con previo consentimiento, con el fin de tratar un asunto bilateral
específico, como las delegaciones en pláticas de paz y las misiones a conferencias internacionales.
Hoy en día, no existe ninguna codificación precisa y clara sobre los derechos y obligaciones del
personal paradiplomático; estas prerrogativas se rigen esencialmente por el derecho consuetudinario
y la reciprocidad internacional.
Asilo diplomático
De acuerdo con el artículo 41, fracción IX, de la Convención de Viena, las misiones diplomáticas
únicamente pueden ser empleadas para la prestación y auxilio del servicio diplomático. Así, no debe
beneficiarse a criminales con el asilo.
Se polemiza si los políticos buscados y perseguidos pueden ser invitados y huéspedes en espacios
diplomáticos, con el fin de ayudarlos a impedir infracciones en su contra sobre derechos humanos.
Ante esto, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) se pronunció en el caso de Víctor Haya de la Torre,
pues en dicho documento constituye que los consulados no pueden ayudar ni prestar auxilio a las
personas civiles que lo requieran o soliciten en el momento de los sucesos, lo mismo ocurre para
asilos humanitarios como para refugiados.
La configuración del asilo aparece al mismo tiempo que las misiones diplomáticas permanentes.
Carrillo define al asilo diplomático como “la protección que ciertos sujetos de Derecho Internacional
pueden donar y ceder a individuos en el interior de un Estado”, cuando en el exterior son perseguidos
o reclamados por delitos o motivos políticos (1995: 58).
Las figuras asilo y refugio se diferencian en las causas de persecución. Se dispone del asilo por
motivos políticos, mientras que el refugio se ofrece a quienes han migrado por motivos étnicos,
raciales y religiosos, causados por su ciudadanía y ocasionados por un grupo social establecido.
Ofrecer asilo no significa un lazo amistoso, sino la obligación y la actuación de una habilidad
soberana. El Estado es quien lo otorga primordialmente. De igual forma, las nunciaturas de la Iglesia
católica y la Orden Soberana de Malta, en sus consulados, tienen potestad para concederlo.
Aun cuando todos los individuos tienen derecho de buscar asilo político en caso de
acosamiento y hostigamiento, los Estados no pueden ayudar cuando se haya
cometido una violación grave o un delito, sobre todo que atente contras los
principios e intereses de las Naciones Unidas, como en el caso del genocidio o
actos contra la paz.
Dependiendo de la forma en que se brinda en el territorio de un Estado, el asilo puede ser territorial
(por ejemplo, Trotsky en México) o diplomático en el extranjero.
Agentes consulares
En lo que corresponde a los agentes consulares, la diferencia que se daba en otros tiempos entre la
función consular y la diplomática parece que ya no es la adecuada. Se hablaba de que los agentes
diplomáticos realizaban más funciones de carácter político y que los cónsules acentuaban sus
acciones en el ámbito comercial. Actualmente, esa diferencia no es clara, ya que las acciones políticas
y económicas se mezclan. Sin embargo, es posible encontrar algunos parámetros de diferenciación de
una y otra función. Por ejemplo, en el caso de la representación diplomática, hay una sola sede de la
representación en el país receptor: la Embajada de México en Estados Unidos de América, la
Embajada de México en Francia, la Embajada de México en Perú, etcétera. En cambio, en el caso de
la representación consular, los Estados, de acuerdo con la importancia del país receptor, cuentan con
varias oficinas de representación (Becerra, 1997).
Las funciones naturales para un consulado son: la emisión de pasaportes y de visas a extranjeros que
deseen viajar al Estado que envía; la protección a los conciudadanos; realizar funciones de notario en
materia de estado civil; salvaguardar los intereses de los conciudadanos en el caso de sucesión dentro
del Estado de residencia; proteger los intereses de los menores connacionales; representar los
intereses de los conciudadanos en los procedimientos judiciales; ejecutar las comisiones rogatorias;
ejercer formas de control y de inspección previstas por las leyes de Estado que envía sobre barcos o
aviones de este mismo Estado, y colaborar con las tripulaciones respectivas para intentar resolver las
controversias entre sus miembros (UNAM, 1994).
Funciones
La diferencia que caracteriza a los agentes diplomáticos de los consulares corre a cargo del carácter
político, ya que ambos tienen una función representativa. Es decir, los cónsules de mayor categoría
poseen entre sus cometidos cierta calidad representativa, aunque sea parcial; pero los propósitos
más trascendentes de la política exterior son prerrogativas de los agentes diplomáticos. En cambio, la
función principal de los cónsules es llevar a la práctica y ejercicio las directrices tomadas por agentes
diplomáticos. Sus funciones se encuentran definidas en la Convención de Viena sobre Relaciones
Consulares de 1963, que se cita:
De acuerdo con Labariega (1995), los cónsules se clasifican en de carrera u honorarios; en ambos
casos, los servicios que prestan son gratuitos. Los primeros son nacionales del Estado que los
designa, mientras que los segundos pueden ser extranjeros.
Aquí cabe mencionar el término de instauración en las relaciones consulares entre los países, que
obedece al consentimiento y aprobación de los Estados participantes, similar al caso de las
relaciones diplomáticas. El Estado de origen nombra al jefe consular o de oficina, y el Estado de
destino recibe a cada jefe de oficina a través de un documento oficial denominado exequátur. Al igual
que el caso de la diplomacia internacional, la expedición del exequátur es el permiso o autorización
que se otorga a agentes de Estado extranjeros para que puedan ejercer funciones propias de sus
cargos, lo que no implica una obligación para el Estado receptor de comunicar las razones de no
aceptación.
El inicio de la función consular actúa cuando el jefe de la oficina consular acredita y justifica su
nombramiento por medio de una patente o licencia ante el Estado receptor, que otorgará el exequátur
o aceptación y aprobación para practicar sus funciones.
La cantidad de personas que integran una embajada consular debe ser razonable, de conformidad
con el presupuesto anualmente asignado y las funciones que se lleven a cabo. En cualquier momento
el titular puede solicitar un reencuentro, y en caso de hallar inconsistencias, puede exigir su renuncia
o reacomodo de una manera razonable y apegada a los principios de respecto. El Estado receptor,
bajo las mismas circunstancias, tiene derecho de pedir el número de trabajadores y sus funciones, y
en caso de no estar de acuerdo, puede manifestar que se trata de una persona non grata (persona
que no es bien aceptada por una determinada comunidad).
Facilidades: Las necesarias para el ejercicio de las funciones, incluyendo la ayuda para la
adquisición de la oficina consular. Facilitar la libre comunicación e informar sin dilación sobre los
nacionales detenidos, arrestados o encarcelados, así como las defunciones y tutelas.
Privilegios: Exención fiscal para los consulares locales y residencia de carrera.
Inmunidades e inviolabilidad: Inviolabilidad de los consulares locales sin la autorización del jefe
de la oficina, inviolabilidad de documentos, archivos y correspondencia, inmunidad de la oficina
consular. Los cónsules tienen inviolabilidad personal, salvo por delitos graves y por decisión de
autoridad judicial competente. También tienen inmunidad de jurisdicción por actos en ejercicio de
sus funciones, pero ésta es más limitada que la inmunidad de los agentes diplomáticos.
Las inmunidades y privilegios pueden ser propuestos por diversos autores, pero si únicamente se
toma en cuenta lo que dice la norma, la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas
propone la inmunidad de consulares locales o regionales, lo que corresponde a la inhabilitación y
privación de las autoridades del Estado que recibe puedan ingresar en los sitios o establecimiento de
las oficinas consulares, sin obtener el consentimiento del jefe de la oficina. De la misma forma, la
inviolabilidad se encuentra protegida por los documentos y archivos consulares en uso y los que se
encuentran en resguardo.
Los funcionarios consulares también gozan de inviolabilidad personal, ya que ellos sólo pueden ser
arrestados en caso de crimen grave, y de conformidad con la decisión de un juez competente. Pero
en tal caso, el proceso penal debe condicionarse con respeto de un funcionario consular por su
posición oficial (artículo 41 de la Convención de Viena). Por los actos que corresponden al ejercicio
de la función consular, los funcionarios en cuestión no pueden ser juzgados (artículo 43). También,
como en el caso de los diplomáticos, el Estado que envía es el que puede renunciar explícitamente a
sus inmunidades, lo cual deberá hacerlo saber al Estado de residencia (artículo 450 de la Convención
de Viena sobre Relaciones Diplomáticas).
Al respecto, en relación con los funcionarios consulares honorarios, ellos tienen asegurados
parcialmente sus privilegios e inmunidades, en particular la obligación de protección de los
consulares locales, su exención fiscal (si los locales son de propiedad del Estado que envía), la
inviolabilidad de los archivos y de los documentos oficiales. Pero si el funcionario consular es
ciudadano o residente permanente del Estado de residencia, sólo se puede beneficiar de la
inviolabilidad personal y de la inmunidad de jurisdicción por los actos oficiales que entren en el
ejercicio de sus funciones (artículo 71 de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas).
Los vínculos formales que mantienen entre sí los Estados y otros sujetos del Derecho Internacional
corresponden a las relaciones diplomáticas que recíprocamente permiten la existencia de Misiones
permanentes destinadas y dedicadas a cumplir funciones diplomáticas. Para Meresca, estos términos
“conlleva[n] a la idea de mantener y establecer las relaciones diplomáticas, de permanencia con los
sujetos mismos” (1998: 65).
Los Estados, al igual que las figuras tales como la Santa Sede, la Orden Soberana y Militar de Malta, y
las Organizaciones internacionales, son reconocidos legalmente; asimismo, se les exige una vida de
relación de amistad con la comunidad internacional, que se origina de la independencia en que se
desarrollan los propósitos universales. Para que revista un carácter permanente, esta vinculación se
delimita mediante las relaciones diplomáticas, por lo que la separación de éstas implica una situación
rara e irregular, que debe ser siempre mejorada.
Lo ideal es que un Estado tenga relaciones diplomáticas con todas las demás naciones. Ningún país
puede permanecer aislado, por cuanto en este caso se mantiene libre un canal permanente de
comunicación y de eventual entendimiento para aclarar y solucionar malos entendidos o desacuerdos.
Con base en la experiencia, es indispensable que exista un pacto o resolución entre dos o más países
para establecer e instalar relaciones diplomáticas, que se produzcan en una correlativa afirmación de
voluntad adecuada a ello, ya que reclama el consentimiento de las partes interesadas. La existencia
de relaciones diplomáticas admite el reconocimiento de las respectivas administraciones; sin embargo,
excepcionalmente dos gobiernos pueden reconocerse mutuamente para tener relaciones diplomáticas
suspendidas o interrumpidas. Así ocurre, por ejemplo, entre Australia y Corea del Norte. El último país
retiró a sus agentes diplomáticos en 1975, pocos meses después de que asumieran sus funciones, sin
dar razones de ninguna especie, y solicitó a Australia retirar a sus diplomáticos del país (Jara, 1989).
Existen diferentes formas de crear relaciones diplomáticas entre dos Estados que han surgido de
manera diferente a la vida independiente, y ello contribuye directamente a la forma en que se sujetan a
la comunidad internacional. Algunos fueron organizándose y estableciéndose paulatinamente, y
existen desde tiempos muy remotos. Algunos nacieron a través de negociaciones; otros fueron
creación de antiguas metrópolis; otros, mediante guerras. Asimismo, puede hablarse de corrientes
comerciales, para luego establecer vínculos consulares de carácter honorario; después relaciones
consulares formales a través de consulados de profesión, para culminar con el establecimiento de
relaciones diplomáticas.
Cuando no se establezca relaciones diplomáticas entre dos Estados, entonces se puede hablar de que
un Estado no existe para otro. Sin embargo, habrá que reflexionar si ha habido investigación de
Estados o de gobiernos, aunque este planteamiento resulta absurdo en la práctica, toda vez que de
una u otra forma en la vida internacional se encontrarán diplomáticos nacionales, funcionarios y hasta
autoridades de los dos países. Una situación similar se presenta con las representaciones
permanentes ante organizaciones internacionales, donde los diplomáticos de países que no tienen
relaciones deben establecer contactos y hasta trabajar juntos durante reuniones, especialmente las de
carácter técnico.
Diferentes han sido las relaciones diplomáticas cuando éstas se han separado. En tal situación, los
representantes de los Estados involucrados tienen motivos para sentirse ultrajados. Unos, por los
hechos que llevaron a su gobierno a tomar tal determinación; otros, por la ruptura en sus relaciones.
Ante esta situación, los agentes diplomáticos deben evitar el contacto. Si a pesar de tales esfuerzos
éste se produce, es beneficioso mantener las normas sin aplicación, como ocurre en diversas
ocasiones, en que se deben evitar situaciones incómodas. Muy especialmente hay que comenzar a
utilizar diálogos directos ante la posibilidad de que, con objetivos políticos, pueda usarse tal
circunstancia para inventar declaraciones del interlocutor, que terminarán siendo negativas para su
país y para su representante.
De manera general, se recomienda actuar por reacción, salvo que se dicten instrucciones precisas del
gobierno sobre el particular. Estas instrucciones son necesarias y precisas cuando se trata de
reuniones o congresos en sedes de embajadas o consulados de países con los cuales no se tiene
relaciones diplomáticas, las cuales pueden mandar invitaciones como resultado de amistades.
Moreno (2002: 59-62) enlista varias alternativas para negociar el establecimiento de las relaciones:
● Acudir a las misiones diplomáticas de los Estados interesados acreditados ante un tercer país. La sede
de este país debe cumplir diversos requisitos, tanto en cuanto al Estado y sus relaciones con los otros,
como respecto a los medios humanos y materiales de que estén dotadas las respectivas misiones. Las
negociaciones se llevan a cabo frecuentemente en un terreno neutral, como podría ser un hotel, a pesar
de que nada se opone a que las partes acuerden que se realicen en una sede diplomática de los países
involucrados.
● Negociar a través de sus Misiones ante un organismo internacional. Se trata de un medio muy utilizado
por las Naciones Unidas, en Nueva York, donde se acreditan misiones con personal adecuado y con
respaldo político de sus gobiernos, prácticamente integrado por todos los países del mundo.
● Fomentar las Misiones especiales. Se nombra una delegación, gobernada y presidida por un diplomático
(o excepcionalmente por alguna autoridad nacional o local) para que efectúe los convenios respectivos.
● Cumplir con las negociaciones a un nivel muy alto por intermedio de los ministros de relaciones
exteriores. Esta vía es excepcional, y sólo puede emplearse cuando exista la certeza absoluta sobre un
resultado positivo.
No es aconsejable realizar las negociaciones en los países interesados, debido a que pueden existir
intereses de por medio. Deben llevarse a cabo siempre con discreción, por el efecto negativo que
provocaría su eventual fracaso. Al terminar de manera positiva las negociaciones, ambos gobiernos
suelen difundir comunicados de prensa, con el fin de anunciar los resultados a la opinión pública.
Respecto a la forma de concretarlo, se puede usar diferentes fórmulas, aunque las más usual es la
declaración conjunta, el cambio de notas o la suscripción de un acta, que expresan el afán de las
partes involucradas de establecer relaciones diplomáticas, pero sin que estén obligadas a intercambiar
misiones diplomáticas permanentes (Moyano, 1989). Puede con ello determinarse que se ejecutará
más adelante cuando ambas partes lo consideren oportuno, o que cada Estado lo hará libremente e
independientemente cuando así lo determine, de acuerdo con intereses particulares. Cualquiera que
sea el camino que se utilice, se debe elaborar un comunicado conjunto, que tiene por objeto informar
oficialmente a la opinión pública de los dos países el que, por educación y cortesía, se da a conocer
en forma simultánea en las dos localidades y, accidentalmente, en el país donde se fomentaron las
negociaciones respectivas.
Hasta ahora, se ha visto que la creación y asentamiento de relaciones internacionales debe responder
a un acuerdo o pacto. Sin embargo, también se puede poner fin a sus relaciones diplomáticas en
forma unilateral.
Estas etapas provocan consecuencias negativas que deberían evitarse, salvo en situaciones
contrarias, porque no sólo perjudican a los Estados directamente involucrados, sino también a la
sociedad internacional, quien es la beneficiaria cuando se da una sana relación entre todas las
naciones. Por lo que respecta a lo demás, la satisfacción que provoca la ruptura de relaciones se ve
neutralizada por hechos negativos que de ella resulten para quienes toman esa iniciativa, que pueden
ir inclusive más allá del campo jurídico.
Ante esto, hay situaciones en las que no existe alternativa, lo que provoca la suspensión o ruptura de
las relaciones diplomáticas. Comprendemos que los sucesos graves para las relaciones bilaterales, se
deben a conflictos de gran importancia o a violaciones o agravios provocados por los Estados.
También se puede elegir la alternativa de la suspensión de tales relaciones, lo que constituye una
medida que, si bien provoca los mismos efectos que la anterior, también se obtiene una impresión y
efecto de transitoriedad, y deja entrever la posibilidad de un cambio de actitud ante las circunstancias
que la causaron. Sin embargo, ambas tienen la misma duración con el paso del tiempo. No obstante,
la ruptura es una expresión más severa, que debe emplearse en casos extremos.
La suspensión legalmente constituye una de las formas más apropiadas cuando el país receptor
produce demostraciones de enemistad que imposibilitan el funcionamiento habitual de la
representación diplomática interna. La suspensión y ruptura de relaciones diplomáticas forman un acto
de competencia discrecional judicialmente lícito de cada nación. Salvo en casos contrarios, no se
opone al cumplimiento de obligaciones internacionales del Estado que adopta tal medida respecto a
otro. De la misma forma, no afecta la validez de los tratados ni acuerdos vigentes, ni aplica
restricciones a los ciudadanos en el territorio de otro país (Barbé, 2007: 65).
Una declaración de guerra es un hecho que pone fin a las relaciones diplomáticas entre Estados. Bajo
estas circunstancias, los agentes diplomáticos de los países contendientes deben ser repatriados, en
tanto los Estados deben facilitarles las comodidades adecuadas y mantener su carácter de cordialidad
hasta su salida definitiva del Estado receptor. Estas conductas se conducen por los principios de
reciprocidad y orden, y pueden dar origen a su intercambio en territorio neutral. En consecuencia, en el
mejor modelo para asegurar una partida sin problemas, es necesario conceder las viabilidades para
que los agentes abandonen el territorio de otro país de la mejor forma posible
Cierre
Cierre
Fuente: Flaticon
En el caso de México, en el nivel interno se provee de una regulación original para el ejercicio del
servicio diplomático y consular, aun siendo miembro de la Convención de Viena sobre Relaciones
Diplomáticas (1961) y de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares (1963). En
concordancia con la Convención de los Tratados, los tres forman los instrumentos fundamentales
jurídicos internacionales que reglamentan esas dos ramas de la política exterior.
Siguiendo la lógica del Derecho Internacional Público y las leyes y reglamentos de cada país, la teoría
sugiere dos tipos de órganos de representación: los internos, que recaen en el jefe de Estado (jefe de
gobierno) y ministros de asuntos exteriores, así como los externos constituidos por funcionarios
diplomáticos y consulares, que confeccionan y crean la competencia foránea.
Fuentes de consulta
Fuentes de consulta
Fuente: Flaticon
Legislación
Unidad 2
Derecho Internacional Constitucional
Sesión 5
Ámbito espacial de validez de las
actividades del Estado
Texto de apoyo
Módulo 14. Internacionalización del Derecho en su ámbito público
Unidad 2. Derecho Internacional Constitucional
Sesión 5. Ámbito espacial de validez de las actividades del Estado
Texto de apoyo
Índice
Presentación.............................................................................................................................. 3
Ámbito espacial de validez de las actividades del Estado ......................................................... 4
Derechos territoriales................................................................................................................. 7
Delimitación del espacio terrestre .............................................................................................. 8
El espacio marítimo ................................................................................................................... 9
Las aguas interiores ......................................................................................................................... 13
El mar territorial ................................................................................................................................ 14
La zona contigua .............................................................................................................................. 15
La zona económica exclusiva (ZEE) ................................................................................................ 16
La plataforma continental ................................................................................................................. 16
El alta mar ........................................................................................................................................ 17
La zona ............................................................................................................................................ 18
Los estrechos ................................................................................................................................... 18
Las islas y los Estados archipelágicos ............................................................................................. 19
Mares cerrados o semicerrados ....................................................................................................... 19
Estados sin litoral ............................................................................................................................. 20
Protección del medio marítimo ......................................................................................................... 20
Ríos internacionales y canales internacionales ................................................................................ 21
Presentación
Delimitación de fronteras
Fuente: http://bit.ly/2gFA3p5
Con el propósito de delimitar las características de los territorios entre Estados para señalar la
jurisdicción y competencia de sus límites territoriales, es necesario responder dos preguntas: ¿qué se
entiende por territorio? y ¿cómo se delimita el territorio?
Sobre estas interrogantes, existen ordenamientos jurídicos particulares que las regulan y establecen
prerrogativas a los Estados, los cuales sólo puede actuar dentro de sus límites, pues el ámbito
espacial de validez de sus funciones se precisa en su circunscripción nacional.
De acuerdo con lo anterior, en esta sesión comprenderás a qué se refiere el término territorio en
materia jurídica y cuál es su composición, señalando además cuáles son los marcos jurídicos que los
regulan.
De acuerdo con la Real Academia Española (2015), el término territorio refiere a: “porción de la
superficie terrestre perteneciente a una nación, región, provincia, etcétera”. En el ámbito jurídico, el
territorio se define:
…ámbito sobre la cual se practica la soberanía del Estado y dicho terreno, se halla acotado por los
límites con los Estados circundantes, ya sea por medios naturales tales como ríos y cadenas
montañosas o artificiales: murallas, postes y letreros (Tainana, 2001: 75).
Conforme a lo anterior, el territorio se entiende delimitado por bordes y límites, el cual está compuesto
por el espacio terrestre, marítimo, aéreo y ultraterrestre. A lo largo de la historia, han existido diferentes
métodos para saber hasta dónde llega el territorio de un Estado y comienza el de otro.
Becerra (1993) expone que en el siglo XVIII, la magnitud del disparo de un cañón
ubicado en la costa marcaba hasta dónde abarcaban los derechos soberanos de
determinado país sobre el mar. Con el tiempo, se definió que el disparo del cañón
alcanzaba más o menos hasta tres millas, y se aceptó como la regla de las tres millas
náuticas para delimitar el mar territorial. En la Convención de Montego Bay, de 1982,
se admitió la medida de 12 millas náuticas como anchura máxima para el mar
territorial, la cual sigue vigente.
Como se mencionó en la tercera sesión, los sujetos del Derecho Internacional, en virtud de la
soberanía del Estado (y de manera especial para el sistema jurídico mexicano) actúan como
autoridad suprema sobre su territorio. La definición del territorio se presenta en sentido amplio, toda
vez que incluye la superficie terrestre, el espacio aéreo y marítimo.
Cuando el país logró su independencia, se incorporó el territorio con base en la figura de la colonia
española. En 1837, se celebró el tratado internacional entre México y España, denominado Tratado
Definitivo de Paz y Amistad entre la República Mexicana y su Majestad Católica. La expansión del
recién territorio creado abarcaba hasta 4.5 millones de kilómetros cuadrados, los cuales se fueron
restringiendo en virtud de acontecimientos que ampliaron la superficie de Estados Unidos.
En 1848, las reglas sobre la localización fronteriza tuvo algunos cambios con el Tratado de La Mesilla
o Compra de Galdsden, ratificada en 1853, mediante la cual el gobierno mexicano cedió una parte de
su territorio, conocida como La Mesilla, con lo que se derogó el artículo 10 del Tratado de Guadalupe
de Hidalgo, y surgió incertidumbre por el Istmo de Tehuantepec, el cual se derogó en el sistema
jurídico en 1937.
Tras las reformas hechas a la Carta Magna, el artículo 27 Constitucional regula que “la propiedad de
las tierras y aguas comprendidas dentro de los límites del territorio nacional corresponde
originalmente a la nación”. En ese sentido, establece que “son propiedad de la nación las aguas de
los mares territoriales, en la extensión y términos que fije el Derecho Internacional”.
Con la III Confermar, México incorporó desde 1976 la figura de la zona económica exclusiva, en
concordancia con el texto del artículo 27 constitucional: “la nación ejerce en una zona económica
exclusiva situada fuera del mar territorial y adyacente a éste, los derechos de soberanía y las
jurisdicciones que determinen las leyes del Congreso”. La zona económica exclusiva se extenderá a
doscientas millas náuticas, medidas a partir de la línea de base desde el cual se mide el mar
territorial. En aquellos casos en que esa extensión produzca superposición con las zonas económicas
exclusivas de otros Estados, la delimitación de las respectivas zonas se hará en la medida en que
Derechos territoriales
Para entender los derechos territoriales, es necesario tener siempre presente que los elementos de
un Estado son territorio, población y gobierno. Como ya se definió en la segunda sesión, el territorio
es el espacio físico en donde se asientan hombres y mujeres con un gobierno lo suficientemente
fuerte para mantener el orden y el respeto exterior.
El espacio terrestre está delimitado por las fronteras de los Estado soberanos. Ortiz dice que las
fronteras constituyen “un plano vertical que se levanta por encima de la tierra firme o de las aguas
objeto de soberanía territorial, y descienden por debajo de la superficie de éstos” (2004: 102). En
palabras sencillas, el territorio de un Estado comprende no sólo tierra firme, sino también suelo,
subsuelo, espacio aéreo y zonas marinas.
Cualquier Estado soberano puede administrar, gobernar y gestionar su territorio jurídicamente como
mejor convenga a sus intereses nacionales. Juan Bodino empleó el vocablo soberanía por primera
vez en su obra Les six livres de la République, y la define como “el poder absoluto y perpetuo de
una República”; agrega que “el Estado está integrado por sus recursos territoriales (territorio), por sus
recursos humanos (población) y además porque puede auto otorgarse un sistema de gobierno” (1997:
25-26).
Así pues, las prerrogativas de los derechos territoriales del Estado son los derechos para poder
disponer de los recursos para el aprovechamiento, administración, conservación y explotación de su
suelo, aire, agua y espacio marítimo.
Se empezará por analizar cómo se delimita el espacio terrestre. Valle explica que “las relaciones
pacíficas de los derechos territoriales entre Estados soberanos, los miembros de la comunidad
internacional han propuesto leyes normativas para delimitar los derechos y obligaciones frente a
otros territorios” (1991: 32).
El espacio terrestre se encuentra delimitado por las fronteras de cada Estado, por lo cual es
importante responder con exactitud: ¿cómo se delimitan las fronteras? El contorno espacial donde
cada Estado ejerce su soberanía se halla en la siguiente respuesta:
El análisis preciso de las fronteras empieza con la creación de los principios generales por admitir y su
trazo en el mapa, y termina con la demarcación en el campo terrenal. En cuanto a los principios que se
pueden aceptar, en algunos casos se toma como base algún evento natural, como montañas, ríos,
montes, volcanes, entre otros. De este modo, si se tuviera como referencia alguna cordillera, la línea
divisoria sería la de las crestas más altas de los picos de las montañas. En el caso de los ríos, se
distingue si son o no navegables, si lo son se traza una línea de navegación más profunda (talweg) y si
no son, se marca una recta media divisoria. (Valle, 1991: 34).
Otras especificaciones de los fenómenos naturales para el trazo de las fronteras, se admiten en las
zonas desérticas, las líneas astronómicas como los meridianos y los paralelos. También se puede
aplicar el principio utis possidetis (principio del Derecho Internacional en virtud del cual los Estados
conservan el territorio poseído, con el objeto de asegurar que las fronteras), el cual tiene una gran
aceptación en los países latinoamericanos, cuyo objetivo conforman los límites de las divisiones
administrativas internas que establecieron las naciones coloniales en el siglo XVI, tal como sucedió
con España y Portugal.
En tanto, el trazo de las fronteras en un mapa se puede integrar como anexo al tratado de límites, o
elaborar una comisión de límites con fecha sucesiva. La demarcación de las fronteras en los Estados
se hace constar mediante señas visibles. Esto lo realiza una comisión de límites y las autoridades
locales (Goedhuis, 1992).
Las fronteras terrestres delimitan el contorno espacial sobre el cual un Estado ejerce su soberanía.
En el caso de México, el territorio terrestre está conformado por 32 estados. Las fronteras terrestres
delimitan el contorno especial sobre el cual un Estado ejerce su soberanía.
El espacio marítimo
Espacio marítimo
Fuente: http://bit.ly/2hoakzB La Convención, también conocida como la III
CONVEMAR, fue patrocinada por las Naciones Unidas,
y prevaleció sobre los dos anteriores derechos del mar realizado en Ginebra, Suiza en 1958, y la
segunda, conocida como la Convención de Montego Bay, de 1969.
La Convención de Montego Bay consta de 320 artículos y nueve anexos que organizan todos los
aspectos del espacio marítimo. Por su carácter omnicomprensivo, ésta se considera paradigmática a
tal grado que algunos expertos la han considerado la “Constitución del mar”. En el ordenamiento, los
Estados no restringieron la codificación de las leyes consuetudinarias, sino que también desarrollaron
otros ordenamientos del Derecho del Mar y establecieron nuevas instituciones internacionales.
En la “Constitución del mar”, se ofrecen reglas sobre la delimitación de espacios terrestre, aéreos y
marítimos; sobre el control del medio ambiente; investigación científica; actividades económicas,
comerciales y financieras; transferencia de tecnología; solución pacífica de controversias entre
organizaciones internacionales, por mencionar algunas de las figuras reguladas.
Para el caso de la delimitación del mar territorial, los artículos 3º, 4º y 5º de la Convención del mar
facultan a los Estados costeros la instauración de un mar territorial con una anchura de 12 millas
náuticas, prevaleciendo en todo momento el procedimiento para delimitar su línea base y para
diferencias las aguas territoriales y las internas. En este caso, el Estado costero practica una
soberanía sujeta a las peculiaridades que la Convención establece.
Para el tema de las embarcaciones extranjeras, se reconoce el clásico derecho del paso de inocente, a
través de las aguas territoriales y también el tipo de actividades que regulariza (artículo 3º de la
Convención del mar). Asimismo, se contempla la figura de la zona contigua de 24 millas náuticas a
partir de la línea de base desde donde el Estado costero ejerce el control obligatorio, y hasta el mar
territorial, con el fin de evitar incidentes causados por leyes tributarias, hacendarias, de migración,
sanitarias, o bien, para castigar violaciones que se cometan en los supuestos mencionados
anteriormente (artículo 33 de la Convención del mar).
La Convención del mar dedica la parte III a la regulación sobre los estrechos usados para la
navegación internacional. Se menciona que “las aguas están sujetas a la soberanía de los Estados
costeros con importantes restricciones”. En la segunda sección de la parte III, se incorpora al texto de
documento legal un precepto liberal, el cual alude a que “las aguas de los estrechos se introduce la
figura jurídica del paso en tránsito”.
Siguiendo la estructura del texto jurídico, la parte IV incluye el concepto de aguas de los archipiélagos,
las cuales se encuentran sometidas a la soberanía de los Estados integrados por un conjunto de islas.
En el mismo, se establecen condiciones y características para el establecimiento de la línea de base
que mide el mar territorial, los archipiélagos, la zona contigua, la zona económica exclusiva y la
plataforma continental. Adicionalmente, se exponen las reglas para que un Estado archipiélago
(conjunto de islas próximas entre sí) tenga la opción de crear rutas terrestres, aéreas y marítimas
(artículo 43 de la Convención del mar).
La literatura únicamente contemplaba las aguas territoriales, pero en la actualidad también incluye
aguas de alta mar. Así, la Convención de Montego Bay faculta a Estados costeros el permiso de una
zona económica exclusiva de hasta 200 millas náuticas de distancia. Lo anterior se lleva cabo con el
objetivo de que los territorios costeros puedan lograr ganancias económicas más allá de sus costas;
por tal motivo, fue necesario suprimir todas las figuras de las aguas anexas en alta mar. Esta figura fue
una de las más estudiadas por la III Confemar, toda vez que las potencias se oponían con el
argumento de que el derecho consuetudinario permitía una sola extensión de tres millas del mar
territorial. En esta zona no se práctica una plena soberanía; únicamente los Estados ejercen una serie
de jurisdicciones, con el fin de conseguir una explotación económica suficiente.
Vale decir que la Convención faculta a los Estados costeros ciertas prerrogativas en la zona
económica exclusiva, con el fin de lograr ciertos beneficios económicos. Especialmente, derechos de
explotación y exploración de recursos naturales vivos y no vivos, de aguas suprayacentes, de lechos
marítimos y del subsuelo, así como de una serie de jurisdicciones para hacer prácticos estos derechos
(artículo 56 de la Convención del mar). De igual modo, en relación con el respeto de esta zona,
disposiciones de carácter distributivo. La Convención alude a los derechos y obligaciones que Estados
costeros tienen respecto a territorios vecinos cerrados sin costas marítimas, y a las desventajas
geográficas, quienes tienen el derecho a que les sea permitido el acceso a aquellos recursos de la
zona que las naciones costeras no exploran. Así, las tradicionales libertades de alta mar se apoyan de
esta área.
Más allá de las fronteras de la zona económica exclusiva, las funciones de los Estados se encuentran
reguladas por los preceptos de la Convención sobre alta mar. Aquí se aplica por lo general al derecho
consuetudinario internacional, aunque hay también mejoras importantes, sobre todo en temas que se
refieren a contaminación, regulación preventiva, investigación científica y tráfico ilícito de psicotrópicos
y drogas.
Otra figura importante que resulta del derecho consuetudinario es la denominada “Proclama Truman”,
en homenaje a Harry S. Truman, presidente de los Estado Unidos, del 28 de septiembre de 1945, que
se encuentra en la Convención de Montego Bay, la cual regula que la plataforma continental está
dentro de la competencia del Estado costero ejerciendo plenamente sus derechos soberanos (artículo
76). La Convención también presenta diversas soluciones en relación con los límites de la jurisdicción
nacional sobre la plataforma continental (artículo 83).
De conformidad con la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar
(CONVEMAR), firmada en Montego Bay, Jamaica, el 10 de diciembre de 1982, se inicia por analizar
las partes en que se divide el espacio marítimou océano.
Diagrama propuesto por la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar
Se entiende por aguas interiores a cuerpos acuíferos en el interior del territorio del Estado: ríos,
arroyos, lagos, lagunas, bahías, instalaciones portuarias y elevaciones en descenso y bajamar,
ejerciéndose sobre ellas plena soberanía, sin cabida al derecho de paso inocente.
Las aguas interiores ubicadas dentro de los límites del territorio del Estado y sus fronteras, se
comienza a medir a partir de las líneas de base de la superficie del mar territorial, Vázquez (2002) la
nombra mar nacional, no debe confundirse con el mar territorial.
En palabras sencillas, todos los ríos, lagos, lagunas, esteros, bahías, puertos y embarcaderos que
estén dentro de las demarcaciones territoriales del Estado conforman sus aguas interiores, y sobre
ellas recae la plena soberanía. De la misma forma, el Estado no está obligado a otorgar el paso
inocente de embarcaciones. Pero, ¿qué se entiende por líneas de base?, ¿qué es el paso inocente?
Líneas de base son el método empleado por la CONVEMAR “para saber a partir de dónde debe
comenzar a medirse la anchura del mar territorial” (artículo 7º). Existen dos tipos de líneas de base:
Línea de base normal. Es la línea de descenso a lo largo de la costa, tal como lo muestran los
mapas reconocidos oficialmente por el Estado costero (artículo 5º CONVEMAR).
Línea de base recta. Se presenta en las zonas en que la línea de la costa es muy variable por la
presencia de aberturas, escotaduras, deltas y demás desastres naturales. Por lo tanto, siguiendo
la dirección general de la costa, se trazan líneas rectas que unan los puntos más sobresalientes
(artículo 7º CONVEMAR).
El paso inocente es el derecho que tienen los barcos, buques y embarcaciones de los Estados, sean
costeros, ribereños o sin litoral, para cruzar el mar territorial y la zona económica exclusiva de otra
nación (artículos 17 y 18 CONVEMAR), siempre y cuando se cumplan las condiciones siguientes:
El paso de inocente debe ser pronto, rápido e ininterrumpido, sin alterar el orden y la
seguridad.
Que atraviese el mar sin entrar en las aguas interiores y sin hacer escala.
No debe perjudicar la paz, el buen orden y la seguridad del Estado ribereño.
Deberá realizarse exclusivamente en épocas de paz.
Todo barco deberá portar la bandera de su nacionalidad.
En cuanto a las políticas de buques extranjeros en los puertos, la Convención sobre el Régimen
Internacional de los Puertos Marítimos en Ginebra, el 9 de diciembre de 1929 y su estatuto anexo,
también regulan estos principios, bajo los criterios anteriormente mencionados.
El mar territorial
El mar territorial es el sector del océano; mide 12 millas marinas a partir de la línea de base. El
Estado ejerce plena soberanía, al igual que en las aguas interiores. Sin embargo, debe otorgar el
derecho de paso inocente.
La soberanía del Estado costero se extiende más allá del territorio de sus aguas interiores y, en
el caso del Estado archipielágico, de sus aguas a la franja del mar adyacente designada con el
nombre de mar territorial.
La soberanía se prolonga al espacio aéreo sobre el mar territorial, así como al lecho y al
La CONVEMAR, en el segundo párrafo del artículo 2º admite y reconoce la soberanía plena que el
Estado ribereño ejerce sobre el mar territorial, su lecho y su subsuelo, y el espacio aéreo. La única
crítica a dicha soberanía “es otorgar el derecho de paso inocente a terceros Estados”.
“El derecho de paso inocente radica en permitir el paso pronto, continuo rápido e ininterrumpido, a
todo barco o aeronave que atraviese el territorio nacional, siempre que se desarrolle en periodos de
paz y portando la bandera de la nacionalidad” (Vázquez, 2002: 142).
Como se mencionó, la medición de la anchura del mar territorial parte de la línea de base normal o
línea de base recta, a partir de la cual el mar territorial se prolonga hasta un máximo de 12 millas
marinas. En el supuesto de que dos zonas de mar territorial se encuentren frente a frente o sean
contiguas, la CONVEMAR solucionará el problema mediante el trazo de una línea media, cuyos
puntos sean paralelos a cada uno de los Estados.
La zona contigua
La zona contigua forma parte del mar territorial; es la extensión del mar adyacente al mar territorial
que abarca desde las 12 hasta las 24 millas marinas contadas a partir de la línea de base, que mide
la anchura del mar territorial (Ambrosini, 1993). En este caso, los Estados ribereños pueden ejercer
su jurisdicción con el fin de asegurar el cumplimiento de ciertos ordenamientos jurídicos, tales como
leyes aduaneras y financieras, de inmigración y normas sanitarias (artículo 33, apartado 1, de la
Convención de la ONU sobre el Derecho del Mar).
La zona contigua es la que sigue junto al mar territorial. La razón de su existencia es por tratarse de
cuerpos de agua. La CONVEMAR concede 12 millas marinas adicionales para que el Estado ejerza
sus derechos territoriales de fiscalización en materias aduanera, migratoria, sanitaria y tributaria.
El precedente normativo de esta zona contigua encuentra su fundamento con las dictadas Hovering
Acts británicas, para reprimir el contrabando de tabaco y sal de los buques de España, además de ir
contra leyes aduaneras norteamericanas enfocadas a evitar y prevenir el contrabando de bebidas
alcohólicas.
La zona económica exclusiva, también conocida como mar patrimonial, es un área marina que se
extiende desde el límite exterior del mar territorial hasta alcanzar una extensión máxima de 200 millas
náuticas, contadas a partir de la línea de base normal o recta desde la que se mide la anchura de
éste.
La zona económica exclusiva es la franja marítima localizada más allá del mar territorial, con una
extensión de hasta 200 millas marinas sobre ella. Cada Estado asegura la preservación de los
recursos vivos y no vivos de una región, al no ser amenazada por una explotación excesiva. Ante
esto, la Convención del Mar (CONVEMAR), en el artículo 56, contiene los derechos y deberes del
Estado ribereño en la zona económica exclusiva, la jurisdicción de la materia en construcción y
utilización de islas artificiales, investigación científica marina y protección del medio marítimo.
Además, todos los Estados, sean costeros o sin litoral, gozarán de las siguientes libertades: de
navegación, de sobrevuelo, de tender cables y tuberías submarinas y de pesca limitada. Los países sin
acceso o derecho al mar no tienen zona exclusiva ni plataforma continental y, por lo tanto, no están
incluidos en la lista que propone la Convención.
La plataforma continental
La plataforma continental se define como la superficie de un fondo submarino próximo a una costa.
Se presenta en forma de meseta o pedestal en el océano; es parte del territorio nacional, su
extensión es variable, sus profundidades interiores de hasta un límite de 200 metros. Asimismo, viven
animales marinos y vegetación, por lo que su protección es muy importante.
De acuerdo con el artículo 1º del Convenio de Ginebra de 1958, la plataforma continental era
señalada de la siguiente manera:
[…] circunda a los continentes hasta una profundidad media de 200 metros, lo cual, dada su escasa
pendiente, representa una anchura de cerca de 90 kilómetros en promedio. Su límite exterior se
caracteriza precisamente por un cambio brusco de esta pendiente: el fondo se inclina en forma de talud
continental, en cuya base se halla el fondo del océano.
El concepto anteriormente referido, para alcances del Derecho Internacional, fue modificado por la
Convención sobre el Derecho del Mar de 1982, por lo que su artículo 76.1 establece:
[…] la plataforma continental de un Estado ribereño comprende el lecho y el subsuelo de las áreas
submarinas que se extienden más allá de su mar territorial y a todo lo largo de la prolongación natural
de su territorio hasta el borde exterior del margen continental, o bien hasta una distancia de 200 millas
marinas contadas desde la línea de base a partir de las cuales se mide la anchura del mar territorial, en
los casos en que el borde exterior del margen continental no llegue a esa distancia.
La CONVEMAR considera que por tratarse de una prolongación de la masa territorial de la región
costera, los recursos mineros y petrolíferos forman parte del territorio nacional, con el límite de 200
sin exceder de las 350 millas náuticas a partir de la línea de base; no comprende el fondo oceánico
profundo ni su subsuelo. Los derechos del Estado son exactamente los mismos de que goza la zona
económica exclusiva.
El alta mar
Alta mar lo conforman todas las partes del mar que no están incluidas en la zona económica
exclusiva ni en las aguas archipelágicas pertenecientes a un Estado determinado. Según lo
establece la Convención del Derecho del Mar, en su artículo 87, el alta mar o res communis omnium
es lo que se “conoce como aguas interiores y es el patrimonio común de la humanidad”, y no puede
ser apropiado por un solo Estado o grupos de Estados.
Bajo estas circunstancias, todos los Estados, sean ribereños o sin litoral, tienen por derecho las
siguientes libertades: navegación, sobrevuelo, tender cables y tuberías submarinos, construir islas
artificiales y otras instalaciones tales como pesca y de investigación científica.
Por otra parte, se fija que alta mar será empleada exclusivamente para fines prácticos y que ningún
Estado puede reclamar ni someter su soberanía de alta mar en ninguna otra nación (artículo 88,
Convención del Derecho del Mar).
La zona
La zona es patrimonio común de la humanidad; es el subsuelo marino de alta mar. Los recursos
minerales son administrados por la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, cuya función es
regular la explotación y aprovechamiento de los recursos minerales existentes en el subsuelo del
océano, así como resolver controversias entre Estados. La zona se aplica el régimen jurídico de
CONVEMAR, la cual da origen a la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos con sede en
Jamaica, la que corresponde al subsuelo marino de alta mar. Éste regula que:
Los estrechos
Los estrechos generalmente son un “paso estrecho angosto comprendido entre dos tierras y por el
cual se comunica un mar con otro” (Seara, 2003: 286).
Los artículos 37, 38, 40 y 41 de CONVEMAR regulan el derecho de paso en los estrechos, el cual
consta de la libertad de navegación y sobrevuelo exclusivamente con fines de circulación y tránsito
pronto, ágil e ininterrumpido por el estrecho, entre una zona económica exclusiva o parte del alta mar
y otra parte del alta mar o de la zona económica exclusiva.
Los estrechos regulados por convenciones internacionales queda fuera de los ámbitos de aplicación
de la CONVEMAR; asimismo, queda sin aplicación en los estrechos daneses de Gran Belt, Pequeño
Belt y Sound, y los estrechos turcos Dardanelos, Canal de Bósforo y el Mar de Mármara.
Se define como aquel Estado conformado principalmente por uno o varios archipiélagos, cuyo fin es
incluir una o varias islas.
De acuerdo con el artículo 49 de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar,
“la soberanía se amplía a las aguas encerradas por las líneas de base archipelágicas y al espacio
aéreo que llega sobre ellas, su lecho, el subsuelo y sobre sus recursos”. Corresponde a los Estados
trazar líneas de base archipelágicas en torno a sus porciones de tierra emergentes, por lo que se
deberá otorgar el derecho de paso inocente, para no interferir con la navegación internacional. El
máximo de superficie marina que pueden incluir como parte de su territorio no puede ser más de
nueve veces la superficie terrestre (CONVEMAR, artículos 46 y 47).
Adicionalmente, el artículo 53 de la Convención del mar establece que “si un Estado archipelágico no
designare vías marítimas o rutas aéreas, el derecho de paso o por vías marítimas archipelágicas
podrá ser ejercido a través de las rutas utilizadas normalmente para la navegación internacional”.
Fuera de estas rutas aéreas y marítimas, en el resto de los trayectos se conserva el derecho de paso
inocente.
Debido a esta característica geográfica, los mares cerrados o semicerrados corresponden a lagos
muy grandes, de aguas saladas, que suelen ocupar extensiones muy grandes de depresiones
endorreicas. Como su nombre lo indica, corresponden a golfos, cuencas o mares rodeados y
cercanos por dos o más Estados, y comunicados con otro mar o con el océano, por una salida
estrecha o compuesta fundamentalmente de mares territoriales y zonas económicas exclusivas de
dos o más Estados ribereños.
La Convención del Derecho del Mar, en su artículo 60, señala que “los Estados ribereños vecinos
deberán coordinar la administración, conservación, exploración y explotación tanto de los mares
como de sus recursos vivos, por tratarse de mares compartidos”.
Entre los ejemplos, destacan: el mar Negro, el mar Muerto, el mar Caspio, el mar
Báltico y el mar de Aral.
Se entiende por Estado sin litoral a un país rodeado de tierra, que además carece de salida al
océano. Orias (1998) se refiere a Estados sin litoral a países mediterráneos asentados, los que no
tienen costa o salida al mar, como Bolivia, Suiza o Nepal.
Los Estados sin litoral tienen derecho a portar una bandera propia en sus barcos y navíos; asimismo,
tienen derecho a acceder desde el mar; no pagan cargas fiscales, aduaneras ni de ningún otro tipo
de tasas por servicios prestados; gozan además de libertad de circulación a través del territorio de
los Estados de tránsito hacia la costa.
Lo primero que hay que preguntarse es: ¿por qué es importante la protección del océano? La
respuesta es sencilla: en materia medioambiental, “las únicas medidas verdaderamente eficaces son
las que se tomen en el plano internacional” (Castellani, 1973: 182), toda vez que el océano es un
ecosistema interconectado.
Un río internacional es un curso de agua que cruza o atraviesa territorios de dos o más Estados. Por
su parte, un canal internacional es una vía de agua creada artificialmente para la navegación.
En opinión de Pontón (1997), el Derecho Internacional Público integra la figura fluvial. Hasta el
momento, existe muy poca literatura sobre su desarrollo, pues no hay acuerdos o pactos entre los
países. Ante esto, las Reglas de Helsinki, firmadas en 1966 por la Internacional Law Association,
considera criterios sobre la navegación, utilización de aguas para riego, obras hidroeléctricas,
disminución de contaminación y transporte de madera en ríos internacionales. Asimismo, considera el
Derecho Fluvial, el cual contiene las características siguientes:
El espacio aéreo
Primera libertad. Es conocida también como derecho de sobrevuelo o de paso inofensivo. Consiste
en el derecho de volar sobre el territorio de un Estado contratante sin aterrizar.
Segunda libertad. Se conoce comúnmente como escala técnica. Consiste en el derecho de
aterrizar para fines no comerciales; además, tiene por objeto reaprovisionarse de combustibles o
Por otra parte, ¿cuál es la importancia de la reglamentación del transporte aéreo? Su interés es
enorme, y constituyen un claro ejemplo de la utilidad del Derecho Internacional Público en la vida
cotidiana, ya que sin estos principios, simplemente no sería posible la aviación civil internacional.
Sin embargo, la reciprocidad también lleva a aceptar una concurrencia de carácter normalizado,
mediante los procedimientos de las convenciones internacionales. Los problemas comerciales de
transporte de explotación de líneas son reglamentados por el Derecho Internacional, aun cuando su
naturaleza sea privada. Asimismo, el régimen de tratados bilaterales se ha impuesto al régimen
multilateral; para subsanar esa posible atomización, la organización multilateral denominada
International Air Transport Association (Asociación Internacional de Transporte Aéreo) asegura cierta
organización de las actividades de transporte aéreo.
Entre los Estados parte de la Convención, estos derechos no se conceden de manera inmediata,
pues, deben asociarse y negociarse con base en acuerdos bilaterales reconocidos como acuerdos
de línea. En los documentos, se regula cuáles son las libertades concedidas por el Estado y cuáles
las cuestiones sobre la capacidad, rutas y tarifas, la distribución de frecuencias y viajes, y el número
de pasajeros permitidos.
El espacio ultraterrestre
Asimismo, el artículo 2º del Tratado del Espacio Ultraterrestre adiciona “incluso la luna y otros cuerpos
celestes, no podrá ser objeto de apropiación nacional por reivindicación de soberanía, uso u
ocupación, ni de ninguna otra manera”. Continúa en el artículo 4º, inciso primero: “los Estados partes
se comprometen a no colocar en órbita alrededor de la Tierra ningún objeto portador de armas
nucleares ni de ningún otro tipo de armas de destrucción en masa, a no emplazar tales armas en los
cuerpos celestes y a no colocar tales armas en el espacio ultraterrestre en ninguna otra forma”. Y
finaliza con el mismo artículo, inciso segundo: “de conformidad con el tratado, la luna y los demás
cuerpos celestes se utilizarán exclusivamente con fines pacíficos”. Ciertos usos militares, como la
instalación de bases militares, se prohíben explícitamente. En resumen, en el caso del uso del
espacio ultraterrestre de conformidad con el Tratado, se trata de un régimen que en muchos puntos
es equivalente con el de alta mar.
Una iniciativa que benefició a la comunidad fue el Tratado de la Luna de 1979, también conocido
como Agreement Governing the Activities of States on the Moon and Other Celestial Bodies. En su
artículo 11, numeral 1, justifica la utilización de la Luna en el concepto de “patrimonio común de la
humanidad”. Hasta el momento, el tratado ha sido ratificado por el poder de un número reducido de
Estados, quienes tienen interés en el espacio ultraterrestre.
Por su parte, el Convenio sobre la Responsabilidad Internacional por daños causados por objetos
espaciales de 1972 regula la responsabilidad de los Estados que coloquen objetos en el espacio
exterior, así como las naciones en cuyo territorio se haya lanzado un objeto al universo ultraterrestre.
Para cuantificar los daños causados, este convenio prevé una responsabilidad absoluta independiente
de la culpa: “un Estado de lanzamiento tendrá responsabilidad absoluta y responderá de los daños
causados por un objeto espacial suyo en la superficie de la Tierra o a las aeronaves en vuelo”
(artículo 2º).
Para fines de telecomunicaciones internacionales, ha adquirido gran importancia desde hace algún
tiempo. En la actualidad, no hay una regla consuetudinaria que exija la autorización del Estado
receptor para que transmita directamente emisiones televisivas por vía satélite. La resolución de 1982
de la Asamblea General de la ONU sobre principios que rigen la utilización de satélites artificiales de
la Tierra por los Estados, para las transmisiones internacionales directas por televisión, fue adoptada
con rechazo y abstención de los Estados industrializados más importantes. Parte de los debates de
los Estados emisores: un Estado que se proponga establecer un servicio de transmisiones
internacionales directas por televisión mediante satélites, o autorizar su establecimiento, notificará sin
demora su intención al Estado o Estados receptores, e iniciará prontamente consultas con cualquiera
de los Estados que lo solicite (Lacks, 1990: 169).
Antes de continuar, es necesario responder las siguientes preguntas: ¿dónde termina el espacio
aéreo?, ¿dónde comienza el espacio ultraterrestre?, ¿a partir de qué altura la atmósfera se convierte
en espacio cósmico? El Derecho Internacional Clásico consideraba que la soberanía del Estado tenía
una extensión infinita sobre el espacio que se encuentra sobre su territorio. Con el primer lanzamiento
del satélite artificial y de la exploración espacial del siglo XX, la comunidad internacional trató de
definir los límites entre el aire y el espacio (Henry, 2003). En la actualidad, no hay un consenso entre
los Estados, pero Lacks ha propuesto los siguientes criterios:
El progreso tecnológico hace posible que los aviones vuelen cada vez más alto, y algunos pueden
ser operados incluso como naves espaciales; por ello, la soberanía estatal se extiende hasta
aquella altura en que es posible el vuelo de una aeronave.
Con base en el criterio anterior, la soberanía estatal se extendería hasta una altura de 260
kilómetros, en donde se desvanece la atracción terrestre, lo cual resultaría inoperante,
confirmando una vez más que el límite entre espacio aéreo y ultraterrestre es el límite del campo
gravitatorio de la Tierra.
Para solucionar la problemática anterior, el Derecho Internacional Público pone como límite
máximo de soberanía estatal y comienzo del espacio ultraterrestre una altura fija de 90 a 100
kilómetros; de esta manera, se establece un límite aplicable a todos los Estados, y se está en
posibilidad de determinar si un objeto dado se encuentra en el espacio o bajo soberanía estatal.
Adicionalmente, el Tratado General sobre los principios que deben regir las actividades de los
Estados en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre (incluyendo la Luna y otros cuerpos
celestes), suscrito por los principales países Inglaterra, Rusia y Estados Unidos el 27 de septiembre
de 1967, retoma los principios de la Declaración, estableciendo además que:
La exploración e investigación del espacio ultraterrestre deberá hacerse para provecho e interés
de toda la humanidad, exclusivamente con fines pacíficos.
El espacio ultraterrestre y los cuerpos celestes podrán ser explorados libremente y utilizados por
todos los Estados en condiciones de igualdad.
El espacio ultraterrestre y los cuerpos celestes no pueden ser objeto de apropiación nacional.
El Estado que registre el objeto espacial retendrá su jurisdicción y control, y responderá por
posibles daños a terceros; por ello, los Estados son responsables de las actividades que realicen
Cierre
Cierre
Fuente: Flaticon
Los países que conforman a la sociedad internacional tienen derechos y obligaciones en sus
respectivos territorios, regulados por el Derecho Internacional Público. Por eso, es importante conocer
que el territorio de un Estado está delimitado por fronteras y que éstas se componen de espacio
terrestre, espacio marítimo, espacio aéreo y espacio ultraterrestre.
Fuentes de consulta
Fuentes de consulta
Fuente: Flaticon
Legislación
Convención de Chicago.
Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del mar.
Convención de Montego Bay.
Convención de Naciones Unidas sobre Derecho del Mar.
Convención para la Solución del Problema del Chamizal.
Convención sobre el Derecho del Mar.
Convención sobre el Mar Territorial y la zona.
Convención sobre el Régimen Internacional de los Puertos Marítimos en Ginebra.
Convención sobre la Alta Mar.
Unidad 2
Derecho Constitucional Internacional
Sesión 6
Derecho de preguerra y guerra
Texto de apoyo
Módulo 14. Internacionalización del Derecho en su ámbito público
Unidad 2. Derecho Constitucional Internacional
Sesión 6. Preguerra y guerra
Texto de apoyo
Índice
Presentación.......................................................................................................................................... 3
Derecho de Preguerra ........................................................................................................................... 4
Limitación del recurso de guerra en la sociedad internacional ............................................................... 5
La fuerza en las relaciones internacionales ........................................................................................ 6
El desarme ......................................................................................................................................... 7
La seguridad colectiva...................................................................................................................... 10
La intervención ................................................................................................................................. 10
Doctrinas políticas ............................................................................................................................ 13
La doctrina Monroe ....................................................................................................................... 13
La doctrina Johnson-Bresnev ....................................................................................................... 14
La doctrina Stimson ...................................................................................................................... 15
La retorsión ...................................................................................................................................... 16
Las represalias ................................................................................................................................. 16
El bloqueo pacífico ........................................................................................................................... 18
Cierre................................................................................................................................................... 25
Fuentes de consulta ............................................................................................................................ 26
Presentación
La bomba atómica
Fuente: http://bit.ly/2hDFNhX
Desde tiempos remotos, la guerra ha sido inherente al hombre que inicialmente la ejercía como
parte de su subsistencia. Los primeros pueblos, por ejemplo, recurrían a ella para apropiarse de
tierras y de personas.
Durante muchos años, la guerra fue una costumbre común, pero con el surgimiento del Derecho
Internacional, durante el siglo XVIII, se prohibió y se crearon medios jurídicos de solución pacífica
para dirimir controversias y dar ayuda humanitaria a poblaciones heridas y civiles.
Con base en lo anterior, esta sesión tiene como finalidad conocer los principales componentes de la
preguerra y los mecanismos alternativos para evitar confrontamientos armados, identificando por
otra parte las alternativas para indemnizar y preservar la paz.
Derecho de Preguerra
El estado de preguerra se define como la situación de tensión e incertidumbre entre dos o más
Estados, que agravan y complican sus relaciones internacionales, lo que da como resultado una
guerra armada. Ante tales decisiones, las naciones rompen relaciones diplomáticas, retiran sus
embajadas y toda relación de intercambios comerciales.
[…] lo que verdaderamente caracteriza al estado de preguerra es que se trata de una situación
ocasionada y producida por una o varias causas concurrentes, que incluso puede ser un conflicto
individual que se ha ido complicando paulatinamente y que al introducir un elemento anomalía en las
relaciones internacionales, dos o más Estados hacen prever un desenlace posterior hacia la guerra y
prefijando los campos y posiciones del futuro combate (2002).
El estado de preguerra no es permanente, sino que aparece en casos violentos y de tensión. El papel
del Derecho Internacional Público es evitar, en todo momento, la guerra. Se puede distinguir el
estado de preguerra cuando las relaciones internacionales entre naciones se deterioran tanto que
hacen presumible una guerra armada. Sin embargo, hoy en día, el conflicto armado entre Estados no
se realiza como en la antigüedad.
Gracias al Derecho Internacional Humanitario se ha intentado concientizar a los Estados para que
respeten los derechos humanos fundamentales en combates armados nacionales o internacionales.
Hotel Rwanda narra la historia verdadera del héroe Paul Rusesabagina, gerente del
hotel que, con su valentía y astucia, hizo acopio y liberación de 1000 refugiados
durante la guerra civil entre tutsis y hutus.
En 2008, un grupo armado colombiano se introdujo en territorio de Ecuador; su misión era atacar
directamente a las Fuerzas Armadas Revolucionarias en Colombia (FARC), pero solamente pudo
agredir un cuartel, localizado cerca de la frontera de Ecuador. Este enfrentamiento fue consecuencia
de no respetar los protocolos del Derecho Internacional; empero, gracias a la conciliación y arreglo, la
guerra no se concretó.
Hoy en día se cuenta con la jurisdicción penal internacional, cuya misión es investigar violaciones
provocadas por los Estados y castigar actos graves que causen perjuicio a inocentes. No se debe
perder de vista que hay diversas teorías que intentan explicar los actos de preguerra, tales como la
teoría de la guerra justa, la prohibición de la guerra o la limitación de su uso por la sociedad de
naciones. Sin embargo, pocos son los resultados positivos, pues las experiencias muestran que la
cordura y la comunicación son elementos indispensables para restaurar la paz.
El Derecho Internacional tradicional consideraba que la guerra era un hecho social inevitable y un
derecho fundamental de los Estados, pero con la creación de la Sociedad de Naciones (SN), el
recurso de la guerra se fue limitando como medio de resolución de conflictos. Así, el artículo 11 del
Pacto de la Sociedad de Naciones (SN) consideró por primera vez que “toda guerra o amenaza de
guerra interesa a la sociedad entera”, estableciendo además “la obligación de los Estados de
someterse a los medios de solución pacífica antes de llegar a las armas”. El recurso a la guerra está
permitido contra los Estados que no se adapten a esas conclusiones.
Con la aparición del Pacto Briand-Kellog del 27 de agosto de 1928, se prohibió la guerra y conflictos
armados, lo que obligó a los Estados a resolver sus diferencias, sea cual fuere su naturaleza u
origen, a través de medios pacíficos y procedimientos jurídicos. El artículo 1º del Pacto establece que
“las partes condenan el recurso a la guerra para el arreglo de los conflictos internacionales”, y
renuncian a ella como mecanismo de política nacional en sus relaciones mutuas.
Finalmente, es importante referir la Carta de las Naciones Unidas, pues retoma el ya mencionado
Pacto, y no sólo prohíbe la guerra, sino que impone la paz como deber jurídico de los Estados. Las
únicas distinciones que se puede hacer a esta obligación, en caso de amenazas a la paz o actos de
agresión, son la legítima defensa y la acción.
La reglamentación de la guerra
Convención de París (1856)
Convención de Ginebra (1864)
Convención de la Paz de La Haya (1899, 1907)
La fuerza en las relaciones internacionales se basa en “utilizar los medios propios de defensa y
protección, con el fin de obligar e imponer las decisiones de un Estado sobre otro” (Pereira, 2001:
83).
Los Estados afiliados a la Organización de las Naciones Unidas tienen la obligación de abstenerse
de recurrir al uso de la fuerza o amenaza contra la independencia política o la integridad territorial de
cualquier Estado, o de cualquier forma incompatible con la Carta de las Naciones Unidas (artículo 2,
párrafo 4). Esto se amplía a cualquier recurso derivado de la fuerza, como podrían ser las
represalias, o bien, el bloqueo, que son medios de presión distintos a la guerra. El uso de la fuerza
no se excluye totalmente; si bien es cierto que se prohíbe de manera general, también es permitida
en forma particular. Su prohibición tiene dos obligaciones, una positiva y otra negativa. La positiva
radica en que los Estados deben recurrir a medios pacíficos de solución de controversias (Kipling,
2014). La obligación negativa va en el sentido de que no se debe hacer amenazas, ni uso de la
fuerza. Su permisión o autorización se basa en tres sucesos específicos:
El desarme
La Segunda Guerra Mundial inició cuando Alemania quiso conquistar Europa. Como consecuencia
de intereses particulares, hoy los Estados siguen armándose, innovando en ciencia y tecnología.
Además, el crimen organizado sigue preparándose con armas exclusivas y sin autorización alguna.
Aunque no son temas exclusivos y urgentes, las grandes potencias siempre tienen inquietudes por
la limitación de armamento. Tal es el caso de China, que en la Cumbre Mundial de la Energía
Atómica de 2010 externó su preocupación por proyectos nucleares que Corea del Norte e Irán
llevaban a cabo.
Sobre tratados de desarme se puede mencionar las Conferencias de Paz de La Haya en 1899 y
1907; los nuevos intentos de la Organización de Naciones Unidas, y en el seno de la Sociedad de
Naciones.
Para el caso del control de armas, destacan cinco de los más importantes:
Tratado de Tlatelolco sobre la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina de 1967.
Tratado de la no Proliferación de las Armas Nucleares de 1968.
Tratado de Prohibición del Desarrollo, la Producción y el Almacenamiento de Armas
Bacteriológicas y Tóxicas y sobre su Destrucción de 1972.
Tratado de Prohibiciones y Restricciones al Uso de Armas Convencionales que puedan
considerarse excesivamente nocivas o de efectos indiscriminados de 1980 con sus tres
Protocolos.
Tratado de Prohibición a la Utilización, Desarrollo y Almacenamiento de Armas Químicas de
1993.
En la Segunda Guerra Mundial, apareció la bomba atómica y, con ella, la guerra adquirió
dimensiones aún más alarmantes; con estos sucesos la humanidad entera se pone en riesgo.
Es necesario que el equilibrio internacional de fuerzas sea gradual, ya que difícilmente los
países poderosos resultarán perjudicados.
Debe existir la seguridad de que ningún Estado incumplirá los tratados alcanzados. Por ello,
debe implementarse un método de inspección y control, eficaz y justo.
En el supuesto de que un Estado incumpliera las obligaciones adquiridas, debe obligarse a
ajustarse al plan de desarme y, por ende, ser juzgado por sus actos.
La lista comprueba la dificultad de llegar a un acuerdo internacional en este campo; sin embargo, las
controversias internacionales en materia de desarme sirven como referente para ayudar a conocer
de mejor forma las situaciones que plantean las organizaciones internacionales para llegar a las
mejores soluciones.
La seguridad colectiva
Tanto el desarme como la seguridad colectiva entran en un sistema general de seguridad colectiva,
seguido por el procedimiento de solución pacífica de controversias, prohibición de guerra, acuerdos
regionales y de organización internacional.
La intervención
La intervención se define como “el acto por medio del cual un Estado, a través del uso de la fuerza o
la presión política, obliga o trata de obligar a otro Estado a conducirse en determinado sentido en sus
actividades internas e internacionales” (Regout, 1995: 85). En la intervención existe una acción de un
país lo suficientemente fuerte como para obligar a otro a actuar de determinada forma.
Es definida por Cassese como el “acto por el cual un Estado, mediante presión política o la fuerza,
obliga o trata de obligar a otro Estado a conducirse en un determinado sentido en sus actividades
internas o externas” (1994: 98). También explica que “lo que caracteriza a la intervención es una
acción positiva de un Estado, pero lo suficientemente fuerte para obligar a otro a actuar en contra de
su voluntad”.
Por lo tanto, la intervención no consiste en actitudes pasivas, sino en que un Estado se ve obligado a
actuar en determinado sentido porque otro le niega ayuda que le permita evitar tal acción o los meros
consejos de que se conduzca en determinada dirección, pero que no obligan a ello. De ahí que,
aunque el concepto es elemental, la doctrina reconoce varios tipos de intervención:
Directa o indirecta: Por el Estado que la realiza; la primera se presenta cuando uno o dos países
ejercen acciones a través de la fuerza, mientras que en la indirecta un tercer Estado, a través de
sus medios, decide intervenir.
Militar, política y diplomática: Por el medio que se utiliza, la militar se da cuando un Estado usa
fuerzas armadas y tecnológicas contra otro Estado beligerante. La política se ejecuta cuando el
acto de intervención es realizado por funcionarios del gobierno del Estado que intervienen contra
el Estado beligerante. La diplomática ocurre cuando algún embajador u otro funcionario
diplomático realiza, a título propio, actos de intervención en contra del país receptor.
Interna y externa: Por el tipo de conducta a realizar, la primera se da cuando la intervención tiene
por objeto ejecutar un acto que sólo afecta al interior del Estado intervenido; consiste en la
ejecución del acto contra el Estado en cuestión en el plano de la sociedad internacional.
Individual o colectivo: Por el número de Estados interventores, puede ser individual si es sólo un
Estado el que interviene; o colectiva, si son varios.
Por causa de humanidad o con fines humanitarios: En ambos casos se busca restablecer
derecho humanos elementales en el territorio del Estado intervenido.
Por democracia: Después de una revolución, o dependiendo de las causas de las potencias
interventoras, es la que intenta imponer un Estado a otro cuyo sistema democrático no
predomina en el país intervenido.
¿La intervención está permitida por el Derecho Internacional Público? Es un tema ampliamente
debatido. De acuerdo con jurisprudencia de la Corte Internacional de Justicia:
[…] el pretendido derecho de intervención no puede ser considerado más que como manifestación de
una política de fuerza, política que, en el pasado, ha dado lugar a los abusos más graves y que no
podría, cualesquiera que sean las deficiencias presentes de la organización internacional, encontrar
ningún lugar en el Derecho Internacional (Suárez, 2005: 372).
Los principios de no intervención y de libre determinación de los pueblos están consagrados como
normas internacionales de ius cogens; es decir, es un imperativo del Derecho Internacional que los
Estados no se inmiscuyan en decisiones de política interna o exterior de otros países.
Ante tal afirmación, se puede confirmar que la intervención no está permitida por el Derecho
Internacional; sólo constituye un supuesto más de la intervención humanitaria, la que sugiere y utiliza
la fuerza armada para evitar la violación masiva a derechos humanos. Aunque existen reglas que
deben cumplirse para todos los medios de solución pacífica de controversias en principio con el uso
del mandato expreso del Consejo de Seguridad de la ONU.
Sassóli (2003) dice que incluso una parte de la doctrina habla de que se debe concluir lícita una
intervención en cumplimiento a pactos internacionales o a solicitud del gobierno legítimo. Este tipo de
intervenciones se debe prohibir completamente; si es con fines meramente humanitarios, con mayor
razón debe llevarse a cabo, como en los casos de Somalia, para alimentar a la población. La
sociedad internacional no puede quedarse con los brazos cruzados en estos casos. Adicionalmente,
debe reformarse el artículo 89 constitucional de nuestra Carta Magna para permitir al Ejecutivo su
participación abierta en estos casos y excluir este tipo de intervención, pues no se puede permitir que
la ilegalidad impere sobre las buenas acciones. Incluso la Corte internacional de Justicia se pronunció
contra todo tipo de intervenciones, al menos mientras el sistema internacional no otorgue mayores
garantías en la rectitud de dicho acto.
Es invaluable que en los últimos años, tanto países desarrollados como en vías de desarrollo, han
propuesto gran número de leyes y tratados internacionales para acabar con los conflictos armados;
asimismo, proteger los derechos humanos. Ante esto, se destacan tres doctrinas filosóficas: Monroe,
Johnson Bresnev y Stimson, pues fueron intentos por contener el actuar internacional en contra de
Estados inocentes, que siguen aplicándose en gran parte del mundo.
Doctrinas políticas
La doctrina Monroe
La doctrina Monroe es una declaración política sin valor obligatorio, que ni siquiera fue respetada por
los propios Estados Unidos. Fue dictada en 1823 por el presidente estadounidense James Monroe,
quien dirigió un mensaje ante el Congreso de su país en contra de los intentos intervencionistas de la
Santa Alianza europea y de la propia Rusia, en el continente americano. La idea básica de la doctrina
Monroe se basa en los siguientes aspectos:
No participación de Europa en Estados Unidos: Ya que los Estados Unidos no han participado, ni
actuarán, en las colonias o dependencias de cualquier potencia europea, pero estimarán como
acto de enemistad cualquier mediación extranjera europea que tenga por objeto el dominio de
Estados americanos, los cuales han manifestado su independencia y la han continuado, pues el
continente americano ha aceptado autonomía y condición que mantiene, y deberán ser acatadas
ya como susceptibles de futura colonización por cualesquiera de las potencias europeas.
No participación de América en Europa: Con motivo en las consecuencias que dejaron los
conflictos armados en dicha época, cada país respeta su política interna, sin intervenir en
asuntos exteriores de comercio, leyes, economía y diplomacia.
La injerencia que tuvo Estados Unidos en la independencia de Cuba y en la posesión de Puerto Rico,
hoy Estado libre asociado a la Unión Americana, son pruebas de que la doctrina no se respetó.
Otros ejemplos son las dos grandes guerras, en donde los Estados Unidos
participaron tardíamente, pero fueron fundamentales para la decisión de ambos
conflictos, que podían considerarse como europeos.
La doctrina Monroe fue rechazada por la misma Unión Europea y, con el paso del tiempo, en Estados
Unidos el presidente Thomas Woodrow Wilson, con motivo en sus mejoras de leyes a nivel
internacional, consiguió que se adhiriera y regulara en el Pacto de la Sociedad de Naciones. Así, en
el artículo 21, aparece como:
Los compromisos internacionales, tales como los tratados de arbitraje y las inteligencias regionales
(ententes regionales), como la doctrina Monroe, que aseguran el mantenimiento de la paz, no se
consideran incompatibles con ninguna de las disposiciones del presente pacto.
Actualmente, la doctrina Monroe no es respetada ni por los Estados Unidos, que la emitió, incluyendo
a México y a otros Estados. Lo que se conserva de la doctrina es la frase: “América para los
americanos”, pero se debe estar de acuerdo en que América se refiere a continente, y los Estados
participantes son aquellos ubicados en el Norte, Centro y Sur, lo que da lugar a una diversidad de
razas, culturas, idiomas y costumbres.
La doctrina Johnson-Bresnev
La doctrina Johnson-Bresnev nació con los sucesos de la Guerra Fría. Fue expedida en 1965 por el
entonces presidente estadounidense Lyndon B. Johnson, en razón de la intervención de Estados
Unidos en República Dominicana, cuyo asunto fue que los americanos intervendrían para evitar que
los comunistas pudieran tomar el poder de aquel país o cualquier otro.
Un claro ejemplo de esto se dio con Rusia en 1968, con la intervención del
presidente soviético Leonard Bresniev, quien a través de sus actos, defendió por
todos los medios que dicho Estado no cambiaría su régimen de socialista a
capitalista. Hubo múltiples enfrentamientos y combates violentos internos, que se
extendieron a otros Estados, similar a la que se dio en Vietnam.
La doctrina Stimson
El 7 de enero de 1932 fue enunciada la doctrina Stimson por el secretario de Estado de los Estados
Unidos, Henry Stimson, con argumento de que Japón intervino en asuntos en Manchuria. La idea
principal era que el gobierno de ese país consideraba que era su deber notificar, tanto al gobierno de
China, como al gobierno japonés, que no podía admitir la legalidad de cualquier situación “de facto”,
ni tenía la intención de reconocer tratados o acuerdos concluidos por los gobiernos o sus agentes,
que pudieran dañar a los derechos adquiridos por tratados por los Estados Unidos o sus ciudadanos
en China, no reconociendo tratado, situación o acuerdo que contrario a las estipulaciones y
obligaciones del Pacto de París de 1928. Los Estados Unidos no pueden aceptar una situación ilegal
en su origen, donde el Derecho Internacional bien aplicado no podría reconocer.
La doctrina Stimson fue reconocida por otros actos internacionales, como una resolución de la
Asamblea de la Sociedad de Naciones; el Pacto Argentino de no Agresión y Conciliación de 1933; la
VIII Conferencia Panamericana de 1938 y la Carta de Bogotá de 1948. Incluso México la retomó en
su particular interpretación, cuando se negó a dar reconocimiento a la intervención en Absinia, Etiopía
por parte de Italia, violando de esta manera al Artículo 10 del Pacto de París de 1928.
En general, “la doctrina establece que ante la falta de un ente superior que pueda hacer obligatorias
aun en contra de los intereses estatales, las normas del Derecho Internacional, existe en la sociedad
internacional la figura de la autotutela” (Jiménez, 1992: 32). Dicho en otras palabras, ante la
imposibilidad de hacer valer sus derechos o cumplir las obligaciones internacionales, los Estados
tienen que hacerlos valer mediante sus propios recursos. Con las futuras instituciones de procuración
e impartición de justicia, tal es el caso de la Corte Penal Internacional o el Tribunal del Derecho del
Mar, se ha disminuido los delitos o violaciones cometidas en contra de la autotutela.
La retorsión
La retorsión se basa en que un acto legal y amistoso, pero limitado, se responde con otro acto lícito y
poco amistoso. Según Carrillo, es “una medida de presión, no contraria al Derecho Internacional,
tomada por un Estado para responder al acto de otro Estado, que el primero considera perjudicial
para sus intereses y su prestigio” (2001: 260).
Ante estas condiciones, no existe violación alguna del Derecho Internacional, pero ante casos
incorrectos y burdos, el Estado agraviado y afectado aplicará una medida con otro acto con
cualidades de retorsión similares o de descortesía. Ejemplo de ello se da cuando un Estado
independiente incrementa sus impuestos con el fin de deteriorar y perjudicar el comercio económico y
financiero de otro Estado.
Las represalias
Son represalias pacíficas las injerencias legales realizadas y ejecutadas por un país dañado en
bienes o derechos jurídicos al Estado responsable, con la finalidad de que satisfaga su compromiso
internacional (Urbina, 2002). Ortiz dice que las represalias pacíficas son “medidas comprobadas
como medios legítimos de sanción por el Derecho Internacional Público” (2004:36), se sigue como
actos ejecutados por un Estado para responder a los hechos ilegales que realiza otro Estado.
Cualquier represalia debe avalarse con el hecho ilícito causado y debe interrumpirse en cuanto se
repare el daño o se satisfaga la responsabilidad internacional que se había violado.
Como se puede apreciar, la conducta es el motivo que lleva al comportamiento de ambos Estados a
actuar en ciertas circunstancias; sin embargo, antes de admitir represalias o contramedidas, es
necesario que todo Estado exponga sus infracciones y cumplimiento de obligaciones hasta el
momento. Además, debe notificar las decisiones que tome y ofrecer una negociación, salvo que la
adopción deba realizarse de inmediato para la defensa de sus derechos.
Adicionalmente, se debe agotar todos los medios adecuados y necesarios para obtener una
reparación de calidad, y se debe ser proporcional a dicho acto. Esto se demuestra porque las
represalias o contramedidas no tienen naturaleza punitiva, sino que están encaminadas a estimular al
Estado infractor a cumplir las obligaciones obtenidas de la responsabilidad en que incurrió, al
compromiso del hecho ilícito y los Derechos Internacionales violados.
Las represalias tienen personalidad temporal y deben cancelarse cuando el acto internacionalmente
ilícito haya finalizado o la controversia se haya turnado a un tribunal internacional, salvo que el
Estado ponga en duda los principios de buena fe y solución de controversias. En todo caso, cuando
se haga efectiva la responsabilidad, las contramedidas se suspenderán de inmediato. Las represalias
o contramedidas no pueden afectar a determinadas obligaciones, que son:
Estos requisitos son indispensables para dar paso al procedimiento de solución de controversias
aplicable entre un Estado lesionado y uno infractor, así como los archivos y documentos diplomáticos
o consulares, y los referentes a la inviolabilidad de los agentes locales.
Entre los aspectos que pueden valorarse para evaluar la tipificidad de un delito, se hallan la
pretensión de violar una ley, la cantidad de infracciones particulares o la dificultad de los efectos que
se trasladen a las víctimas. Para terminar la violación, todos los Estados pueden adoptar medidas
legítimas, siempre y cuando sus leyes ius congens tengan alcance erga omnes.
Kolb (1998) propone dos tipos de represalias: las armadas, que se presentan cuando un Estado
decide bombardear, vía aérea o naval, otro Estado. Las no armadas son sucesos que se desarrollan
con un secuestro de bienes o con la destitución de agentes diplomáticos del país de destino.
El bloqueo pacífico
El bloqueo pacífico se define como “el medio de fuerza distinto de la guerra, pero destinado a forzar y
obligar la intención de un Estado por medio de la obstrucción y bloqueo de sus puertos” (Seara, 2003:
372).
Después de la Segunda Guerra Mundial, el bloqueo pacífico se extinguió, pero en 1962 volvió a
tomar importancia con el “bloqueo de los Estados Unidos a Cuba, que hasta nuestro días subsiste y
cambiando ciertas ideologías de las oposiciones políticas y electorales” (Seara, 2003: 372).
La polémica acerca de si el bloqueo pacífico es o no lícito necesita fundamento jurídico, ya que desde la
Carta de las Naciones Unidas todo acto de fuerza, que de los allí previstos no sean ilegales, tal es el
caso de la legítima defensa y las acciones colectivas decididas por el Consejo de Seguridad (Seara,
2003: 379).
Según la teoría, los primeros bloqueos pacíficos se presentaron en Cuba en 1962, a petición e interés
de los Estados Unidos, como respuesta a lanzamisiles soviéticos que iban a construirse. Todo acto
debe analizarse minuciosamente, respecto a si es legal o no, pues constituye un tema tangible para
el Derecho Internacional.
Sin que se constituya guerra como tal en sentido estricto, puede haber luchas armadas entre dos o
más Estados. El estado de guerra conlleva la aplicación de un estatuto determinado, una serie de
obligaciones para los beligerantes y los neutros. En síntesis, los combates armados entre Estados no
podrán considerarse como guerra, a menos que las partes expresen su intención de usar las leyes de
guerra, o bien, cuando los mediadores, en vista de la posible amplitud de la lucha, los obliguen a ello.
Fuentes convencionales
Las dos guerras mundiales se caracterizaron por la falta de un ordenamiento jurídico. Consecuencia
de ello era que la guerra implicaba una sumisión total del vencido al vencedor. Durante la Edad
Media, aparecieron los primeros organismos con el fin de humanizar un poco la guerra, aunque eran
disposiciones consuetudinarias. Fue hasta el siglo XIX que las naciones se ocuparon de restringir sus
actuaciones en los conflictos a través del respeto de los tratados internacionales. Las normas
habituales del Derecho de Guerra son relativamente recientes.
Bajo este sentido, la Declaración de París de 1856 reglamentó, por única ocasión, los derechos de
las personas heridas que se encontraban en medio de un campo de batalla; adicionalmente, las
Conferencias de La Haya de 1899 y 1907 suprimieron completamente el uso de ciertas clases de
armas, como ametralladoras, tanques, gases venenosos, balas expansivas, así como el lanzamiento
de bombas fulminantes. En dichas conferencias, se firmaron y acordaron diversas convenciones,
relativas a las medidas que los Estados deben tomar al iniciar y terminar una guerra, así como la
atención de normas terrestres, aéreas y marítimas.
En el marco de las discusiones sobre el desarme, surgieron a la par: las Convenciones de Ginebra de
1929, que atendía el tratamiento de heridos y prisioneros de guerra, y el Protocolo de Londres de
1936, cuyo tema es el empleo de submarinos contra navíos mercantes.
Legítima defensa
Para Falk, es “la reacción violenta e inmediata contra las agresiones ilícitas, actuales o inminentes de
otro Estado o grupo de Estados, contra el territorio, buques, aeronaves o fuerzas armadas de un
Estado” (2000: 198). Los elementos de validez de la legítima defensa son:
Cabe mencionar que el artículo 51 de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas menciona
“la obligación de que la legítima defensa, sea individual o colectiva, debe ser comunicada de
inmediato al Consejo de Seguridad, quien tomará las medidas necesarias para mantener la paz y la
seguridad internacionales”. Las acciones de legítima defensa deberán concluir en cuanto el
Convención comience a actuar para solucionar el problema.
El artículo 51 en cuestión incluso fundamenta la defensa colectiva, tal como la Organización del
Tratado de Atlántico Norte (OTAN) o el desaparecido Pacto de Varsovia.
Las consecuencias de la declaración son pasar de una situación de paz a un estado de guerra entre
países involucrados, afectando a todos los Estados neutrales, que debían ser informados de todo
suceso.
Para proceder al fin de la guerra, ésta deberá hacerse de acuerdo con los tratados de paz, que
establecen las condiciones y requisitos en el país de guerra que decide poner fin a sus actos. En la
práctica internacional, se examina el respeto obligatorio de todos los Estados. Aun cuando la guerra
está prohibida, todos los países y organizaciones siguen firmando y proponiendo acuerdos de paz, tal
es el caso de los Acuerdos de Paz de Daytona, que pusieron fin al conflicto armado en los Balcanes.
La neutralidad
La neutralidad se presenta en forma de “estatuto relativo a los Estados que de forma voluntaria
deciden no participar en una guerra” (Rojas, 2010: 75) y mantienen la paz entre los países neutrales y
fuera de todo conflicto. La principal característica de la neutralidad es el deber de imparcialidad de las
naciones neutrales, que se mantienen en comunicación con el resto de los beligerantes y la
comunidad internacional. Dependiendo de si el Estado es neutral para todos los conflictos armados o
sólo para algunos y de si posee armamento. Rojas (2010) distingue entre varios tipos de neutralidad:
Perfecta: Es derivada de que ningún Estado está obligado a intervenir en una guerra entre otros,
salvo excepcional compromiso.
Obligatoria: Es la resultante para un Estado de la seguridad formal dada unilateralmente a los
Estados beligerantes, o la derivada de estricto compromiso en conjunto o por separado, en
relación con el conflicto actual, o cuando se modifique la situación del país neutral.
Relativa: Es la actitud nacional que, ante un conflicto armado entre dos pueblos, adopta una
posición neutral en cuanto a las hostilidades entre sí, o la intervención armada a favor de uno u
otro Estado, pero con reserva de comerciar con uno de ellos en mayor medida que con otro.
Imperfecta: Es la situación que prohíbe a un país declarar o hacer la guerra a cualquier otro país.
Derivado de las ruinas terribles y catastróficas que dejó la Segunda Guerra Mundial, hubo
deportaciones masivas, grave violación a los civiles. Las potencias ejes coincidieron con la necesidad
de crear una instancia de procuración e investigación de delitos internacionales, que juzgara a los
responsables de estos crímenes. De esta forma, nació el Tribunal Internacional de Núremberg, que
en su artículo 6º definió los crímenes más atroces según su competencia:
Como consecuencia, al finalizar la guerra, por acuerdo, los Estados responsables están obligados a
pagar cierta cantidad económica fijada por el vencedor. En la actualidad, el concepto utilizado por la
Organización de Naciones Unidas es el de reparación del daño, que consiste en el pago de dinero
para tratar de reconstruir las ruinas y ayudar a las víctimas. Generalmente, la indemnización de
guerra hace referencia al traspaso de bienes y mercancías, o de dinero para reconstruir las ciudades.
Otro ejemplo se presenta con el Tratado de Paz, donde Japón aceptó pagar una
cantidad aproximada de 1 trillón 30 millardos de yenes, y en 1980 el gobierno de
los Estados Unidos aceptó disculpas por los abatimientos en los campos de
concentración, tanto de estadounidenses de ascendencia japonesa, como
ciudadanos japoneses radicados en América.
Cierre
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Fuente: Flaticon
Aunque el Derecho Internacional antiguo justificaba la guerra como un derecho de los Estados, en la
actualidad está prohibida por la Carta de las Naciones Unidas, por lo que todos los Estados tienen la
obligación de preservar la paz internacional. Con la creación de la Sociedad de Naciones se limitó el
recurso de la guerra como medio de solución de conflictos entre Estados.
Las instituciones entran en el marco de un sistema general de seguridad colectiva: solución pacífica
de controversias, prohibición de la guerra, desarme, intervención, acuerdos regionales y
organizaciones internacionales.
La guerra es la lucha armada entre dos o más Estados, destinada a imponer la voluntad de uno de
los bandos en conflicto, cuyo desencadenamiento provoca la aplicación del estatuto internacional que
forma el conjunto de leyes o Derecho de Guerra.
El estado de guerra conlleva la aplicación de un estatuto determinado, una serie de obligaciones para
los beligerantes y para los neutros, aunque también puede haber luchas armadas entre dos o más
Estados, sin que lleguen a la guerra en sentido estricto.
Fuentes de consulta
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Fuente: Flaticon
Legislación