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A finales del siglo XIX se comienza a utilizar el hormigón en países como Alemania y
Estados Unidos. Aunque las primeras aplicaciones del hormigón en Estados Unidos
datan de 1875, fue a partir de 1890 cuando su empleo alcanzó un impulso
extraordinario. Eran unos años donde las bases científicas del comportamiento del
hormigón armado no estaban asentadas y, por tanto, las aplicaciones estaban
sujetas a patentes y sistemas de firmas comerciales. Así, a pesar de las patentes de
Monier sobre el hormigón armado, el desarrollo del nuevo material no despegó hasta
que empresarios alemanes como Freytag no compraron los derechos de
explotación. Fue en 1885 cuando el ingeniero Gustaf Wayss, que acababa de
asociarse a las empresas alemanas que poseían los derechos de Monier,
estableció los principios básicos del comportamiento del hormigón armado.
En España la técnica del hormigón armado también llegó a finales del siglo XIX,
desarrollándose simultáneamente con la industria del cemento Portland. Nuestro
país se situó desde ese momento en las primeras posiciones en el desarrollo
internacional de la construcción con hormigón armado. La fabricación de traviesas
de ferrocarril por parte de Nicolau en 1891 y el proyecto y construcción en 1893 del
depósito de agua de Puigverd (Lleida) por parte del ingeniero Francesc Maciá, se
consideran las primeras aplicaciones de este material. En los primeros años del siglo
XX, otros ingenieros y arquitectos (Ribera, Zafra, Rebollo, Durán, Jalvo, Fernández
Casado, Torroja, entre otros) contribuyeron enormemente al desarrollo del hormigón
armado en España. Por último, a partir de 1910, se introduce la enseñanza del
hormigón armado en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid. No obstante,
accidentes como el de la construcción del tercer depósito del Canal de Isabel II hizo
que estos inicios fueran complicados.