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La vainilla

La vainilla: adaptación de la antigua leyenda de


México.
 Cuenta una antigua leyenda que hace muchos años vivió en México una bella

muchacha que pertenecía a una familia muy importante y rica de su ciudad.

Tanto era así, que su casa era un palacio en el que gozaba de todas las

comodidades y lujos que uno pueda imaginar.

Un día, Xanath, que así se llamaba, salió a pasear y conoció a un guapo joven

llamado Tzarahuín. Se trataba de un muchacho pobre que vivía en una cabaña de

madera cerca del bosque. Por descontado, su vida sencilla y sin pretensiones no

tenía nada que ver con la de ella, que era casi como la de una princesa.

Sin embargo,  ya sabéis que el amor nace de la forma más inesperada: en el

momento en que sus miradas se cruzaron por primera vez, se enamoraron

perdidamente.

Cada tarde, Xanath se ausentaba de su casa con cualquier excusa y buscaba la

manera de encontrarse en un lugar apartado con Tzarahuín. A medida que

pasaban los días más se amaban y más deseaban estar juntos a todas horas.

Xanath sabía que sus padres jamás aceptarían que se casara con alguien tan

humilde que no tenía nada que ofrecerle. La única opción para disfrutar de su amor,

era verse a escondidas y en secreto.

Sucedió que una tarde, después de ver a su querido Tzarahuín, Xanath  pasó junto

al templo más importante de la montaña. Caminaba despacio, tarareando una linda

canción y luciendo una hermosa sonrisa que reflejaba su felicidad. Para su


desgracia, uno de los dioses que vivían en el templo la vio y se quedó tan fascinado

por su hermosura, que también se enamoró de ella a primera vista.

Era dios de la felicidad, un ser poderoso que, de inmediato, decidió que sería su

esposa a toda costa. Sin perder tiempo, salió a su encuentro y empezó a seguirla.

Xanath le vio por el rabillo del ojo e intentó esquivar su presencia, pero el dios

consiguió cortarle el paso y le propuso matrimonio.

La joven, asustada, le rechazó ¡Jamás se casaría con otra persona que no fuera su

querido Tzarahuín! Pero él insistió e insistió hasta la saciedad ¡No aceptaba un no

por respuesta! Xanath se negó una y mil veces y al final, el dios no pudo contener

su enfado y la amenazó gritando que algún día, se arrepentiría de haberle tratado

tan mal.

La chica regresó a su casa muy sofocada e intentó olvidar lo sucedido. Para nada

imaginaba que el dios no iba a rendirse fácilmente. De hecho, en cuanto la perdió

de vista, mandó un mensajero a casa de la muchacha e invitó a su padre a visitarle

al templo. El viejo se sintió muy feliz y halagado de que una divinidad tan

importante quisiera conocerle y acudió a la cita vestido con sus mejores galas.

El dios de la felicidad pretendía hacer amistad con él para ganarse su confianza,

así que le trató como a un rey y le colmó de regalos. Antes de despedirse, cuando

ya lo tenía engatusado, le pidió la mano de Xanath. El hombre, muy emocionado,

no lo dudó y prometió que su preciosa  hija se casaría con él.

Al día siguiente, fue el dios quien se presentó en casa de la muchacha. El padre le

recibió con alegría y la mandó llamar. Xanath bajó la escalinata y estuvo a punto de

desmayarse cuando vio que el dios estaba allí porque seguía empeñado en

casarse con ella. Desesperada, se echó a llorar y no quiso ni dirigirle la palabra.


El dios, enfurecido, empezó a maldecir y juró que si no se casaba con él no se

casaría con nadie  ¡Estaba que se subía por las paredes! Levantó la mano y le

lanzó un conjuro que la transformó para siempre en una preciosa flor de suaves y

delicados pétalos amarillos ¿Sabéis cómo se llama esa flor? Su nombre es vainilla.

Desde entonces, esta planta de la familia de las orquídeas, se encuentra en

muchos lugares del mundo. De sus vainas se extrae la esencia que utilizamos para

hacer los postres y helados que tanto nos gustan a niños y mayores.

¿Crees que te acordarás de la conmovedora historia de Xanath cada vez que

pruebes su  dulce y delicioso sabor?…


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