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Uno podría pensar que hay más espacio vacío que materia en el universo. El espacio que nos
separa en este mismo momento podría representar unos veinte cuerpos humanos. Pero no es
realmente un vacío.
En astronomía los vacíos son los espacios entre filamentos, la estructura de mayor escala en el
Universo, que contiene muy pocas o ninguna galaxia.
La realidad es que la materia sobre la que flotan los sistemas estelares no se le puede llamar
realmente vacío.
Como la «nada» no es posible, no puede existir algo totalmente vacío. Se habla entonces de
plasma o materia oscura que es indetectable para el ojo humano.
Ello se debe a que el espacio vacío de los átomos está impregnado de campos
electromagnéticos que impiden que nuestros propios átomos se interpenetren fácilmente con
los de otra cosa.
El vacío, que no es la nada, es por tanto un ingrediente esencial de la física de las partículas.
Aunque observásemos un vacío-vacío (sin ningún átomo), al hacerlo en detalle distinguiríamos
allí un intenso palpitar de partículas que se crean y se destruyen continuamente. El vacío está
realmente lleno e impregnado de campos de energía, confirmándose así la idea de horror
vacui de Roger Bacon: la naturaleza parece tener horror al vacío.
Físicamente es imposible delimitar una región del espacio-tiempo que no contenga cosas, ya
que los campos gravitatorios no se pueden bloquear, y todas las partículas cuya temperatura
no sea el cero absoluto generan radiación electromagnética
Físicamente, pues, la nada también es una idealización un estado posible pero físicamente
irrealizable en la práctica