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El último Rey del Sur

Y otros relatos cortos


Multiversos

En un universo paralelo yo no escribo, usted no lee, ni nosotros existimos de esta forma.


¿Nosotros? Sí. Porque en muchos de ellos coincidimos y en muchos de ellos no. En algunos, la
única diferencia es su ropa interior y en otros que yo tomo el café cortado. Yo odio el café
cortado. Pero eso sucede solo aquí, donde usted y yo coincidimos en algo: a usted no le
molesta el café cortado. Hay universos donde a usted lo confunden con Thor, el Dios del
trueno y hay universos donde yo soy republicano (al igual que usted, maldito white male
middle-class). Pero sucede que en otros, mucho más divertidos, los dos ayudamos a derrocar al
gobierno central; en uno gobierno yo con mano de hierro y en otro usted con un cierto sesgo
liberal. En ambos prohibimos el aborto y en ambos las salchichas se comen con mostaza, pero
solo los días jueves.

Hay un universo donde Kennedy vive y se convierte en tirano y otro donde Hitler muere
atragantado con un carozo. En ese lugar, usted es una mujer de treintitantos que desea ser
feliz pero morirá irremediablemente de tristeza.

Sin embargo hay uno que me llama mucho la atención. Uno donde usted considera este relato
misógino, anticuado y machista y lo detesta aún sin saber bien porque. Es algo que siente. Algo
en el tono de las palabras que elegí. Le doy un consejo: rómpalo, no se reprima. Por favor,
rómpalo. No se quede con las ganas. Igual, y para que se quede tranquilo, en otros cientos de
universos, quizá miles, yo rompo su libro casi por las mismas razones.

*En todos estos universos Borges escribe, y en todos ellos, lo copiamos.

***
El Santo

Cada generación busca a su santo por instinto; y el santo no es lo que las


personas quieren, sino más bien, lo que las personas necesitan.

Gilbert Keith Chesterton

Lo que vi, la sucesión de hechos que voy a relatar, no pueden contenerlo ni las palabras ni los
libros. El lenguaje me es insuficiente, puesto que mucho de lo obrado por el santo no
pertenece al mundo de las cosas visibles, sino a las del espíritu. Pero aun así, trataré de robarle
sentido a las fútiles palabras. Creo que ustedes lo merecen.

En una mañana límpida, que se desplegaba solemne como un pabellón sobre el mundo, la
temible mano del creador sacudió con potencia mi vida. No una, sino varias veces,
fulminándome a mí, pobre desdichado, con visiones, trasmutando mi carne calamitosa y
pecadora en vida, aún yo sin saberlo. Pero sobre eso volveré luego.

Quiso la inextricable fortuna que nos encontráramos en Oporto, en el momento que la


caudalosa corriente del Duero detuviera por un instante las tropas de Sáncho Dávila. Había yo
participado en la batalla de Alcántara, librada dos meses antes, el 25 de agosto de 1580 con
resultado adverso. Luego, en la tibia resistencia que le brindamos como último foco de la
resistencia en la ciudad fundada por Cale, concluía ya mi vida, agonizando por varios días sin
remedio aparente.

Mi nombre era en ese entonces Santiago de Almeida y Cartago, noble y acaudalado marqués
que disfrutaba del mundo y sus virtudes. ¡Oh si, y vaya que las he disfrutado! Había participado
años antes de la expedición de Esteban da Gama hasta el Mar Rojo donde fui armado caballero
por él en la iglesia de Santa Catalina del Monte Sinaí. Mi espíritu era por ese entonces altanero
y despreocupado, sin interés por las cosas celestiales y la salud del alma. Pero raudamente caí
en la cuenta que mí tiempo era poco.

Yacía yo en el convento de San Francisco y mis heridas no eran menores. La ansiosa bala de
arcabuz de mi enemigo me había perforado el brazo derecho y a pesar de la extrema pérdida
de sangre, el galeno había podido salvarlo tras horas de intenso trabajo, aunque sospechaba
que la gangrena hacia su labor lenta pero decididamente.

La luz tenue de los vitrales me aliviaba por las tardes, brindando un clima apacible a mis
delirios, aunque en penumbras, representaba más bien una imagen temeraria de un futuro
incierto.

Suele suceder que en brazos de la fiebre los sentidos colapsan y el parecer del tiempo, el
espacio y la realidad misma cambian. Surge la desesperanza y entonces los hombres gimen
como niños, los valientes se amedrentan y los terrores emergen negros y perversos.

Gracias al cielo, no todas mis noches eran iguales. En algunos crepúsculos se me presentaba la
proverbial figura de mi madre y se sentaba suavemente a los pies de mi cama. No profería
palabra alguna, sino que simplemente me contemplaba con ternura, como quien examina a un
recién nacido en su lecho.
Yo anhelaba esos encuentros, pero por extraño que parezca, aquella última jornada de
padecimientos, mi sueño fue severamente distinto. Esta vez no fue mi madre, sino un mendigo
el que se me acercaba y me pedía que le siga sin miramientos. Flotaba en el aire un aroma a
rosas, de esos que se leen en los romances o en las lecturas edificantes, en las vívidas
aventuras de los héroes de la fe. Cesaron de repente mis temblores y logré conciliar el tan
ansiado sueño luego de varias noches.

Por la mañana mi ánimo estaba repuesto. La sangre volvió a enrojecer mis mejillas y los
humores se acomodaron dando un nuevo equilibrio a mi cuerpo.

Y allí, sin más, aconteció el momento fundacional de mi vida: podrán ustedes creerlo o no,
pero la fiebre y el dolor desaparecieron inmediatamente cuando el santo se presentó en mi
habitación.

-Tenemos que partir-, me dijo firme pero con dulzura-, el libro espera.

-¿El libro?, ¿cuál libro?

-El único que importa hoy. El libro perdido. El libro que guarda los dichos del Señor.

-Quizá usted se refiera a las escrituras. A los Santos Evangelios- atiné a contestar.

-No, no a ellos. Hablo del libro perdido de los dichos de nuestro Señor.

Había conocido de niño la historia de un códice perdido con los dichos de nuestro Señor, pero
también es cierto que nunca comprobé que alguien de nuestro tiempo lo haya examinado o
siquiera se haya anoticiado de su descubrimiento.

En el elixir de mi mejoría conteste que sí. Las fuerzas me animaban en gran manera y las
categóricas palabras que me había dirigido el extranjero me habían atrapado ya sin remedio.

Lo que experimenté en esos primeros días de convivencia con el santo fue como si la divinidad
misma se colara de repente en el mundo de los sentidos, de manera cierta y pura, extraña y
apasionante, arrolladora y terrible, algo que yo jamás hubiera siquiera osado imaginar.

Antiguamente creía que el hombre debía presentarse gallardo ante su creador, valiente y
decentemente vestido, más aún si se va a dar testimonio de la verdad, si uno es un hombre de
fe. Pero este santo me dio la impresión de representar todo lo contrario; se parecía mucho
más al mendigo de mi sueño que a un fraile. De hecho, no hubiera dado por el nada de mi
confianza si lo hubiese yo cruzado por las calles de mi ciudad.

-¿Porque crees amigo?, le pregunté uno de esos primeros días de convivencia en el


monasterio.

-El doctor angélico decía que las personas deben recibir las verdades más elevadas de un modo
milagroso, porque de otro modo no las recibirían en absoluto- respondió el santo.

Y continuó: -afirma que las almas de las personas comunes son tan importantes como las
almas de los pensadores y los doctos, y se pregunta en qué medida podrían todas estas
personas hallar el tiempo necesario para la cantidad de razonamiento que se necesita a fin de
hallar la verdad. Es por ello que el Altísimo nos concedió la revelación… y es por eso que busco
el libro.
-Yo creo porque creer es una de las formas de la belleza. Creo porque es mejor creer que no
creer. Porque la existencia sería un vacío insoportable. Porque la belleza de la fe se impone al
vacío que trata de nacer en el alma y porque ese vacío se haría imparable si los hombres de fe
no lo enfrentáramos. Creo porque no podría no creer. No sabría hacerlo.

Cuatro días después nos encontrábamos embarcados en una carraca hacia medio oriente que
ostentaba un casco con un calado impresionante; un imponente mástil más dos palos y
enormes velas rectangulares con la cruz del temple, el emblema del descubrimiento de las
nuevas tierras. La embarcación se llamaba Santa Catarina (cosa que percibí como una buena
señal) y a diferencia de otros tipos de navíos, tenía elevados el castillo de proa y el de popa,
aunque este último era más alto, lo que a mi compañero le llamó mucho la atención. Los
cañones estaban distribuidos en 3 hileras a popa del palo mayor y en 2 hileras en el castillo de
proa.

Es cierto que yo todavía me encontraba convaleciente y eso me generaba no pocos temores


ante el viaje, pero el santo me había dicho que el alma humana es un reflejo del todopoderoso
y que no hay cosa que no logre con su favor, y más aún si está motivada con un propósito
certero. Eso me había dado el impulso final que necesitaba para seguirle, incluso a las tierras
desconocidas si el mismo me lo hubiese pedido.

Arribamos al puerto de Yafo una madrugada luego de una travesía de semanas. Toda la
tripulación estaba exhausta y daba muestras del esfuerzo de navegar en condiciones no
propicias. Todos menos el santo que irradiaba una energía implacable, aun bajo su harapiento
aspecto y nada envidiable rostro.

Jerusalén yacía bajo el poder de Amurates III, como casi todo oriente medio y ellos, los
otomanos, tenían en ese momento el control del mediterráneo este.

A pesar de esto, cientos de viajeros provenientes del reino España y de la península itálica,
emprendían viajes para conocer los lugares sagrados de la fe. La piedad movía a gran parte de
estos viajeros a cruzar de punta a punta el Mediterráneo, pero también en algunas ocasiones
el lucrativo negocio de las reliquias, gran parte de ellas falsas y traídas desde allí con el objetivo
de venderlas a altísimos precios a su vuelta. Gracias a ello, llegamos camuflados y sin aparentar
segundas intenciones.

También nos sirvió para sortear las altas tasas que debíamos pagar al gobierno del Imperio
para poder obtener los permisos para visitar Tierra Santa. Según nos informaron Jerusalén
estaba formada por 1000 Católicos, 500 Judíos y 2500 Musulmanes.

En aquella época se firmaron distintos acuerdos entre los reyes europeos y el Imperio para
regularizar y facilitar el peregrinaje a Tierra Santa. Existía entre los piadosos, una versión que
indicaba que los monarcas occidentales iban a intentar conquistar Jerusalén una vez más.

Bajamos y conocimos la ciudad. Como pude, entré en contacto con los árabes cristianos e
indagué sobre el libro. Yo había leído en algún momento de mi vida la obra de Fray Antonio de
Aranda “la Verdadera información de la Tierra Santa”, hecho que me fue de gran utilidad.

Del puerto de Yafo nos dirigimos a Latrun y de ahí a Jerusalén acompañado de guías y
traductores que se dirigían con el contingente de nuestro barco y del que el santo se había
ganado el favor, entre ellos el Maestro Francisco Turdero, músico de la catedral de Sevilla, que
viajaba en compañía de un capellán, cuatro criados y de varios anticuarios flamencos.
El viaje resultó ser bastante más dificultoso de lo que esperábamos y el clima se nos volvía
pesado a medida que avanzábamos, dadas las altas temperaturas que ofrecía el día y el frío
seco que esparcía la noche. El alba nos atrapó en un barranco donde habíamos ido a buscar
abrigo del viento, al que accedimos cantando un himno tras otro como si intentáramos
ahuyentar fantasmas en la oscuridad.

Cuando ingresamos a la ciudad sagrada nos persignamos y besamos el suelo. El semblante del
santo había sido mudado en gran manera a una forma de brillo celestial.

-Hemos vuelto a casa-, me dijo como transportado.

Quiso la providencia favorecerme en los siguientes días con un dato certero de donde podría
hallar éxito nuestra empresa. Pero sinceramente, lo mismo hubiera sido saltar de un barranco,
dada la notable imposibilidad de nuestra misión: debíamos entrar en la presencia del
mismísimo gobernador del Sanjak de Jerusalén, un Jenízaro llamado Abul Ghaz y rogarle a él
que nos dejase llevar la probablemente única copia del códex.

Hacia allí nos dirigimos con premura ese temible día, cuando entramos en el palacio de Abul y
le interrogamos sobre el libro, luego de que él se entretuviera de buen grado con nosotros.

-Contadme sobre esa religión suya, monjes, ¿qué tiene que ofrecer a un hombre como yo?-
preguntó Abul, levantando apenas la voz.

-La salvación de tu alma-, contestó secamente el santo.

-Pero mi alma ya está salva, querido monje, el profeta promete un cielo con manjares, setenta
jóvenes vírgenes y muchos bienes; ¿acaso el tuyo tiene algo mejor?

-Sólo Dios, contestó.

-Está bien, ¿pero cuál de ellos?

-el único inmortal, el inaccesible e innombrable, gran Abul, el puro amor y misericordia.

-Los reinos no se ganan con misericordia amigo. Los hombres no temen a la misericordia, sino
que temen a la espada, a esta espada que contemplas monje desquiciado. Dame una razón,
una sola para no cortarte la cabeza…

-No hay razones querido amigo y cierto es que lo único que pretendíamos de ti era el antiguo y
bendito códex con los dichos de nuestro Señor. Yo te ofrezco mi vida a cambio de ese libro. Sé
que no es mucho, pero te la entrego sin dudar un instante. Solamente deja que este mi amigo
y compañero salga de aquí con él.

Abul rió de buen grado por un tiempo, pero al instante pasó a la reflexión. Al rato contesto: -
creo que están locos. Y por eso voy a perdonar sus vidas. Sin embargo, ese libro seguirá en mi
poder. Creo que si los cristianos están dispuestos a ofrecer sus vidas sin titubear por él, es más
peligroso de lo que creía.

-Así que mi determinación es esta: voy a destruirlo, pero antes, voy a dejar que lean una sola
hoja del códex, solo una. Y será mejor que memoricen rápido porque soy un hombre
impaciente…

Hoy, después de tantos años, los recuerdos se me confunden. No sé si lo que pasó fue
provechoso o una calamidad. Pero cuando ingresamos a la sala que contenía el sagrado libro,
nuestro ánimo estaba encontrado: felices por poder acceder a eso que tantos hubieran
deseado y tristes porque iba a ser destruido sin más.

Miré al santo y en su mirada descubrí la ansiedad y la inocencia de un niño antes de ser


abrazado por su padre. Contuvimos la respiración y abrimos el libro por la mitad. El códice
tenía hojas de un palmo por un palmo. El texto estaba escrito en griego en dos columnas por
página, con entre 25 líneas por columna.

Sólo vimos lo que parecía ser el final de una larga disquisición del señor con los discípulos:

“Dijeron los discípulos a Jesús: «Dinos cómo va a ser nuestro fin». Respondió Jesús: «¿Es que
habéis descubierto ya el principio para que preguntéis por el fin? Sabed que donde está el
principio, allí estará también el fin.”

Esto, simplemente lo dejó perplejo.

-¿Qué significa eso?- dijo entre temeroso y perturbado, - ¿Dónde está el principio ahí estará el
fin? ¿Es que al fin la vida es un círculo? ¿Es que acaso esta escena ocurrirá un número infinito
de veces?, ¿Avanzamos inútilmente siempre al mismo punto de partida? ¿Acaso tiene sentido
alguna de todas las acciones que emprendimos hasta ahora?, amigo, respóndeme por favor…

-No lo sé querido hermano, realmente esto me supera, simplemente recordemos y salgamos


de aquí, ya habrá tiempo para la reflexión-, dije temiendo que Abul se arrepintiera de su
promesa.

El jenízaro nos soltó en medio de la ciudad santa luego de azotarnos.

-Hermano, temo revelar lo que estoy pensando-, me dijo el santo esa misma noche. -Pueden
ser palabras inspiradas por el mal que hay en mí; pueden ser obras de satanás. ¿Qué estoy
diciendo?, ya no sé…

-Dímelas a mí, hermano- le dije para calmarlo.

-Estamos en la ciudad santa, el principio de todo lo que es bueno, de nuestro salvador, de


nuestra santa religión. Y yo creo que el texto también tiene razón en que este es el final de
todas las cosas. Al menos para mí…

Al principio no quise creerlo, pero había un aire de premonición en esas palabras, como si
simplemente hubiera descubierto la clave sobre una pregunta que se había hecho desde hacía
mucho tiempo.

Pasamos varios días mendigando de iglesia en iglesia y vivimos un tiempo en la meditación del
texto.

Y entonces el santo realizó la cosa más impopular que una persona pudo hacer en ese
momento y en ese lugar: comenzó un movimiento popular. Y esa fue la causa de nuestra ruina.

La visión del códex le trastocó de tal manera que pasaba día y noche tratando de convertir a
aquellas gentes a la fe invocando el bendito texto…y si bien en principio me negué dada la gran
cantidad de obstáculos que se nos oponían, lo estaba logrando. Pero todo, inclusive las cosas
buenas, inclusive las milagrosas están destinadas a no permanecer. Todo esto llegó
rápidamente a oídos de Abul, quien inclusive se vio apercibido por el mismo sultán.
Entiendan ustedes que para ese entonces el santo se había convertido en mi Jesús, el único
que conocí o podría conocer. Pero todo Cristo tiene un Judas y por eso lo vendí. No por
monedas, por favor, no juzguen mis acciones en esos términos. Yo quería que se revelara, que
se manifestara grande y encumbrado, creando milagros y haciendo caer viento y fuego sobre
las ciudades incrédulas. Pero con el correr de los días, entendí lo inútil de mi empresa y en mi
desesperación traté de convencerlo de volver, quizá para protegerlo, quizá para protegerme.

Fue así que revelé la posición del santo a los hombres de Abul, esperando una reacción de mi
hermano que nos impulsara a irnos, cosa que nunca llegó. Ni el sultán, ni el destino quisieron
entender mis motivaciones y el santo finalmente se convirtió en mártir. Este es mi más grande
pecado.

En cuanto a mí, lo único que me queda ahora es contar esta historia para encender vuestros
ánimos, la historia de su vida y como el santo perdonó al final mis acciones, inclusive viéndolas
necesarias y hasta premonitorias:

-Es necesario que hagas lo que debes hacer, para que suceda lo que debe suceder-, me dijo la
última vez que hablamos. -Ahí donde parece que está el final, solo se encuentra un nuevo
comienzo. ¿Entiendes querido hermano? El principio y el fin son la misma cosa, yo muero y
caigo y soy sembrado y renaceré y todo volverá a comenzar y al final el paraíso y la tierra y el
mismísimo infierno, estaremos de pie ante el alfa y la omega, principio y fin de todas las cosas
y entonces nos volveremos a ver…

Cierto es que yo no estudio las cosas ni pretendo entenderlas. Digo e interpreto los hechos con
torpeza, pero que me lleve la muerte si no grito a los cuatro vientos las obras que el santo
realizó.

Puesto ya en los altares ¿Qué les dice su ejemplo? Reyes de la tierra, poderosos del siglo,
¿dónde están vuestros poetas para que canten sus elegías? ¿Es que ya nada ofreces tierra
santa, ni siquiera la posibilidad de rendir homenaje al mejor hombre que he conocido, al único
hombre que he traicionado?

***
La Mirada

-¿Cuál es el problema?, preguntó.


- Que recuerdo
-¿Y qué recuerdas?
-El fuego
-¿Algo más?
-No, y por eso lloro.

La nostalgia invadió su noche como un humo espeso y caprichoso. Danzante, hipnótico y


aletargante. Sentía como las imágenes lo empujaban al pasado, tironeando despacio al
principio, violentamente después; insinuando caras, insinuando su cara, para terminar luego
de varios minutos y a través de ese increscendo, en una forma cruda y despiadada del
recuerdo.

Bajó un escalón y sintió que el piso se movía.

-Los ojos-, pensó, -sus ojos- pero no en cualquier momento, sino en ese momento. El instante
en el que cambian, cuando parecen gritar que lo que viene va a ser feo, que –amado mío lo
lamento- lo que sigue va a destrozar tu alma.

Los ojos pueden ser duros, es verdad y lo son sin ninguna duda, pero son transparentes y en un
momento cambian. Cambian justo antes de asestar el golpe, cuando la boca larga las verdades
descarnadas, las frases indecorosas, las flechas incandescentes.

Su pie derecho tanteó el segundo escalón y se asentó un poco mejor que su compañero.

Recordó haber sido feliz con ella algún tiempo atrás. Recordó la noche que le dijo por fin que la
amaba y ese momento pareció retornar como un ángel borracho que lo besaba en la frente y
que luego lo golpeaba y le devolvía algo, un segundo de paz a esa vida arruinada y fue como un
pequeño oasis, como un descanso que ciertamente el no merecía.

Un nuevo escalón. Nunca le gustó la palabra escalón, le sonaba a escalafón.

Esta vez tuvo que sostenerse de la pared. Su mano derecha presionó el panel de piedra falsa
de color blanco marfil que Laura había elegido en internet y que habían tardado seis meses en
pagar. Rápidamente notó el contraste. Una mano roja carmesí quedo impresa y ya no hubo
vuelta atrás.

El trayecto del segundo proyectil encontró sus órganos blandos, -al que algunos señalan como
fuente de las emociones-, no demasiado dispuestos.

La última imagen que vino a su mente fue la de sus ojos, implacables, mudándose a una nueva
comprensión de la muerte, de la eternidad y de la culpa. Cambiando la dulce nostalgia y más
allá… en serenidad.

***
La venganza del hacedor de sueños

En la inmensidad del flujo sonoro que dimanaba de las cuerdas de la filarmónica, navegaba
tranquilo el sentir de su deleite.

Las olas de sonido golpeaban armoniosamente su cabeza haciendo vibrar el tímpano y los tres
huesos del oído medio con el esplendor de Tchaikovski, creando una atmósfera elevada y
semialetargada. Y así se dejó llevar por horas, que en realidad fueron segundos en el engaño
de su mente, mientras las etiquetadas personas a su alrededor parecían dormitar al ritmo de
su alucinación.

En el fragor de su contemplación, percibió como la concertino o violinista principal se convertía


en hada y luego en flor, esparciendo un perfume celestial que extasió sus ya excitados
sentidos.

A partir de allí una explosión cromática desencadenó una especie de big bang que terminó con
la coronación del arcoíris que pareció recordar al más importante de su infancia, aquel que
sobrevino luego de la tormenta que había arrasado su pueblo en el 77.

El senador despertó al fin y desconectó el switch que ingresaba en el puerto ubicado


artíficamente en su médula espinal y que le permitía insertar un sueño cada hora. La sensación
de felicidad, de alivio y de descanso infinito, hizo que pensara que esos créditos quizá fueran
los mejores invertidos en mucho, mucho tiempo.

Todos los que podían permitirse el lujo de adquirir estas maravillosas visiones estaban de
acuerdo en que eran inclusive mejores que las antiguas producciones de la familia Stanford, ya
vetustas y pasadas de moda.

Es así como el hacedor de sueños pudo convencer a todos de que tenía un secreto, quizá el
más maravilloso de todos. No por quien era, sino por quien podía ser. Un proveedor de vida,
un creador, un artista que ofrecía por un módico acuerdo, atmosferas oníricas impecables.

Cada semana repetía el mantra en holovisión nacional: -Recuerden mis palabras-, decía -
recibirán lo que merecen-

II

Y todo esto sucedía porque en el año 2136 la humanidad había perdido la capacidad de soñar.
Las especulaciones sobre el origen de tal evento dividieron al mundo científico, religioso y
cultural. Pero lo cierto es que ya nadie soñaba. Ni dulces sueños, ni pesadillas, ni narcolepsias
ni nada.
Algunos señalaron como causal la epidemia de Lanctatavirus en el 2102. Otros al efecto de
años de alimentos sintéticos y polución. Pero no había respuesta unánime. Solo noches negras
como el abismo, silenciosas. Noches que no aliviaban. Noches que dolían.

En este tiempo insomne, no son los hombres de negocios o los visionarios las personas más
ricas y poderosas del mundo; son los soñadores. Esto se debe a un simple avance técnico que
permite que los mundos que son posibles de ser soñados puedan ser almacenados y vendidos
al resto de la humanidad.

El 0,001% de la población con la capacidad de soñar son los denominados “productores” y al


mismo tiempo son las personas más respetadas, solicitadas y custodiadas en todo el globo.
Aún más que los presidentes de los bloques continentales.

III

Los sueños más requeridos eran los de Milton Nascimento Carbaleiros, llamado por todos el
“Dalí de los sueños”, capaz de producir estructuras tan complejas, tan reales y bellas que
provocaba que todos se cuestionasen como emergía semejante perfección de un individuo con
una personalidad tan retraída y taciturna como la suya.

Aun así, Milton se había convertido contra su voluntad en un rockstar, una celebridad que vivía
su fama con toda la normalidad que le permitía su posición, sobre todo desde que se había
abocado con éxito a este nuevo y fundamental tipo de arte: la producción onírica a gran
escala.

IV

La historia recordaba que las conexiones somno-neuronales no resistían en principio. Pero más
temprano que tarde, los científicos descubrieron que el prodigioso cerebro humano adecúa su
estructura a las cambiantes condiciones del entorno del organismo; la característica que
distingue el tejido cerebral es lo que se conoce como neuroplasticidad.

Así que luego de cientos de infames experimentos pudo estabilizarse el puerto de entrada.
Miles murieron, para que millones pudieran volver a soñar.

El período de plasticidad cerebral ocurre desde la gestación hasta los primeros 3 años de vida
y es en ese momento donde los recién nacidos obtienen su puerto de conexión somno-
neuronal.

Por supuesto existe como en todo orden económico un mercado negro, en este caso de
sueños. Son sueños artificiales; películas filmadas en escenarios montados a veces
torpemente, traducidos más tarde a señales electromagnéticas que impactaban en la red
neuronal. Malo, pero muy redituable.

De esta forma, los sueños se convirtieron en la droga del siglo XXII


V

La liga por el bienestar inconsciente velaba por la pureza y estructura de los sueños, siguiendo
un código muy estricto. Entendían la necesidad del sueño, pero también resguardaban “las
buenas costumbres” y el decoro. Habían emprendido campañas muy duras contra lo que ellos
denominaban los “sueños basura” destruyendo bunkers de producción y edición de sueños en
las que habían muerto muchas personas. Funcionaban en muchos casos como células
paramilitares que no respondían al poder central, sino a una especie de código moral implícito
en las sociedades occidentales. Se las toleraba porque se las necesitaba.

Ellos llevaron a juicio a cientos de productores dado que consideraban sus creaciones como
“extralimitadas”. Sueños eróticos y pornográficos, sueños violentos o asesinatos, inclusive
algunos semi-incestuosos o aquellos relacionados con cualquier tipo de dependencia química.
Inclusive dieron lugar a escisiones radicales como los “insomniacs”, una secta que comenzó
como un brazo armado extremista que no toleraba para nada el sistema somno-artificial y
postulaban que hasta que la humanidad no volviera a soñar naturalmente su deber era
destruir la infamia producida por la tecnocracia.

VI

-Son nuestras acciones las que nos definen, no los sueños-. Este era el pensamiento de la
resistencia que realizaba acciones a favor de los soñadores y que encontraban en la figura del
senador a su mejor aliado.

El día de la votación fue uno de los más esperados en décadas, con grandes manifestaciones
de uno y de otro bando y con muchos debates transmitidos en holovisión que sirvieron de
preludio del fin.

-Los sueños no solo abarcan nuestros deseos sino nuestras preocupaciones, nuestros temores
y nuestros intereses, tenemos el derecho de soñar y así lo haremos- expuso el senador en la
cámara alta. El lobby llevado adelante por los grupos de presión había dado resultado luego de
largas batallas legales. El derecho universal al sueño sería una realidad en breve.

VII

Y entonces, cuando el tiempo se presentó oportuno, el hacedor de sueños inoculó el fin de la


humanidad de un solo golpe. Implantó en la mente de cada mortal una idea base, la imagen de
la propia autodestrucción a través de la producción más compleja de la que fuera capaz.

Fue una imagen que plantó como una semilla. Inocente al principio y mortal después. Se
desarrolló lenta en su crisálida neuronal, pero de forma segura y sus efectos fueron
absolutamente devastadores.

VIII

Caminaba por un desierto. Pudo entender que era Gobi. Cada molécula de su ser anhelaba el
líquido en cualquiera de sus formas, inclusive un charco mugroso. Recordó a Churchill: “Si vas
pasando por un infierno, sigue caminando”.
En penumbras, un felino lo contempla destellante. No posee frenos inhibitorios, porque el
animal no tiene conciencia y nada le importa. Esparce el terror a diestra y siniestra,
imprecando sentencias olvidadas por los hombres, pero no por él.

-Yo recuerdo su recuerdo y esa es mi condena- pensó el senador.

El sueño entró en un loop infinito que comenzó a reiterarse cada vez con más intensidad,
desgarrando por dentro, tensando la conexión al límite del neurocráneo central, generando
calor y energía que no encontraba fuga.

Cuando despertó, se dio cuenta de que algo estaba mal. La sangre que brotaba de sus oídos y
nariz teñía su lecho de un rojo carmesí inesperado. Fue la decimosegunda muerte en el Distrito
Capital anunciada ese jueves fatídico en que comenzaron los colapsos. Algo que, poco a poco,
dejaba de importarle a nadie.

IX

-Esta es la paga por sus delitos- comenzaba la carta final escrita por Milton-. Experimentos los
llamaron ustedes. Ciencia decían. Juagaron a Dios con cientos, miles de personas. Pero uno de
esos conejillos de indias fue mi madre, y de esta manera será vengada su existencia. Este es mi
legado para todos ustedes camaradas, el principio del fin de mi propia especie, de mi memoria,
de mi recuerdo. Yo no busqué el don de Morfeo, nunca lo quise, pero sí busqué mi justicia, la
única que conseguí en el fin de mis atormentados días.

Les he dado mi vida, pero una vida vacía al fin. Por eso les quitaré todo, pero tan sólo porque
ustedes me lo robaron primero.

Y ahora hermanos, descansemos en paz, la larga noche nos espera, quien sabe si el buen Dios
seguirá soñando con nosotros o despertará en su cama intentando olvidar este espantoso
recuerdo llamado humanidad.
Soliloquio 32

Invisible, en el elixir de mi miseria

Te vi sentada

Llevabas un digno semblante

Y un vestido anacarado

Rojos los labios

Y reticente el alma.

Aurora de los mil siglos

No me desafíes

Yo no sería capaz

De vivir sin tu sigilo

Sin tu brillo

Sin tu sol

***
La fuente Q

Como todos los años, el ministerio de la felicidad nos permitía pasar algunos minutos con
nuestro yo original. El milagro era posible a través de la fuente Q, la base de datos que
almacenaba los millones de personalidades, imágenes y recuerdos de aquellos que le
permitieron en vida a la compañía almacenar su esencia.

La fuente Q había sido un artilugio teórico utilizado por los estudiosos de la escrituras en el
siglo XX, que postulaba la existencia de un códex con dichos y frases de Jesús, por supuesto
perdido en el tiempo, que habría sido utilizado por los hagiógrafos para engrosar el evangelio
de Marcos y dar así origen a los de Mateo y Lucas. En esencia, la fuente Q original era una
colección de dichos perdidos, pero ahora, y gracias al milagro de la tecnología, almacenaba el
recuerdo casi fehaciente de quienes habíamos sido, o más bien, quienes nos habían sido.

Por supuesto sólo el 1% de la población rica perteneciente a la Elite podía pasar todo el tiempo
que quisiera con los eones (así los llamábamos). Pero para el resto de la humanidad, nosotros,
los que solo comemos alimentos sintéticos, cada año en el momento de nuestro aniversario de
clonación, se nos daba la posibilidad de pasar un tiempo restringido con el recuerdo del ser
primigenio.

El eón quedaba liberado por una media hora y se proyectaba directamente en los generadores
de holograma que poseía todo hogar, independientemente de su posición económica o lugar
geográfico. Todos sabíamos que los eones no eran la persona original; eran una copia, un
doble astral, un doble fantasmal que pensaba de la misma forma que el difunto, sentía de la
misma manera y recordaba las vivencias del original y eso daba de algún modo sentido a
nuestra existencia, nos recordaba nuestro inicio, ya que, como ustedes saben, no tenemos
padre, ni familia que nos recuerde las tradiciones, anécdotas ni bellas historias. Así es que el
estado, como buen garante de la salud, nos proporciona una historia. Somos un producto de
laboratorio que se regenera de edad en edad, pero que necesita ser estabilizado
emocionalmente una vez por año. Al menos hasta hace una semana cuando aconteció el
incidente.

Las respuestas que nos brindó en ese momento el estado mayor eran ambiguas, pero lo cierto
es que algo había ocurrido con la fuente Q. Esa mañana el sistema me envió la notificación al
visor que todos tenemos implantado en nuestra muñeca; el mensaje, ciertamente confuso,
decía textualmente: “encuentro programado 1500 hs reconfig”.

Esto generó una inusitada angustia en mí, debido a que hacía meses me venía preparando para
el encuentro con bastante premura, eligiendo las preguntas y buscando los difíciles momentos
de introspección, ya que como bien saben, vivimos en un mundo en el que uno jamás se
encontrará solo ni siquiera un instante.

Por ejemplo, la torre donde está ubicada mi morada, alberga a cerca de dos mil familias, lo que
puede dar un total de unas siete mil personas en una altura que ronda los 450 metros (sin
contar los diversos subsuelos, donde la vida si se vuelve realmente ruda). Las imágenes que
nos devuelven las cámaras aéreas es la de una ciudad espeluznante con forma de batería
descomunal con mil electrodos como edificios. Vivimos en el distrito antiguamente conocido
como Nueva Buenos Aires, aunque hoy en día nos acostumbramos a llamarlo simplemente “el
distrito”.

Como ustedes ya saben, hemos avanzado tanto en los últimos años en el conocimiento interior
ya desligados de los lazos de las antiguas religiones, que cuestiones como la hermandad, el
sacrificio o la compasión son cosas del pasado. Esto lo digo para que comprendan que los
bordes éticos que se tensan en el juego de la representatividad eónica a nadie importan.

Mi encuentro quedó finalmente suspendido hasta nuevo aviso. Ahora ya era sabido que las
dificultades técnicas eran una realidad, ya que esto no había ocurrido jamás desde que yo o
cualquiera de mis compañeros de vivienda tuviéramos memoria.

Dejé entonces a cargo de la posición a Pedro Watts G40, uno de mis compañeros y
lugarteniente en el arte de la contrainteligencia en la que trabajábamos día a día para
neutralizar la injerencia de las potencias extranjeras en el distrito. Pedro era un tipo raro, con
tendencia a la melancolía, pero yo confiaba ciegamente en él.

-Pedro, quedas a cargo, no la cagues.

-Descuida compañero, ve y resuelve. Aquí hay cuerda para rato – contestó sosteniendo
impasible la mirada.

Phileas Ferb N08 y Carlos Miranda N33 me miraban con displicencia desde el balcón desde
donde monitoreaban los nanosatélites y solo atinaron a saludar con un gesto en la mirada.

El ascensor de tubos al vacío a alta velocidad tardo 3 microsegundos en depositarme en planta


baja. Me moví entonces en dirección a la sede central de la compañía en las cercanías de la
plaza Beresford, la única de su tipo que aún se mantenía en la ciudad.

Mientras caminaba, pensaba en las posibilidades de que la compañía me diera una respuesta.
Pensaba en lo importante que era para mí este encuentro, como si todo lo que tenía por
delante, mis planes y mis sueños dependieran pura y exclusivamente de ello.

-Bienvenido a Hidden Place, ¿en qué podemos ayudarlo? – fue el recibimiento que me brindó
el androide que oficiaba de recepcionista.

-Que tal, necesito reprogramar mi entrevista eónica, ha sido cancelada sin ningún motivo. Mi
nombre es Javier Nielsen Y23.

El autómata con forma de mujer tardó un milisegundo en procesar mi requerimiento.

-Lo siento, su entrevista ya fue realizada según mi archivo.

Supe que estaba tratando de deshacerse de mí.

-Que te digo que no compañera, que eso no ha sucedido. El mensaje de esta mañana fue
“encuentro programado 1500 hs reconfig”. Por favor y si no fuera molestia me gustaría charlar
con un humano. Sin ofender.

-No es posible- devolvió la metálica forma.

Mi mente se nubló al instante y casi no recuerdo si hubo reacción del androide. Las
evocaciones traumáticas ahora se me vuelven confusas. Sólo sé que desenfundé la pistola de
plasma y abrí fuego contra el autómata no quedando después circuito integrado sobre circuito
integrado.

Sé que no es la mejor forma de conseguir las cosas, pero el hecho de haber planteado de esta
forma que mi pedido iba a ser sostenido sin importar cuantas veces me lo negaran, me
termino abriendo las puertas. Así que finalmente me llevaron con un burócrata de carne y
hueso. Lo que por supuesto yo consideré un avance.

-Hemos tenido un problema grave- señor Nielsen, explicó el funcionario. –no me gusta entrar
en detalles técnicos que usted quizá no entendería pero…

-Pero-, interrumpí ya impaciente, -dígame con detalles no-técnicos porque no se produjo la


reunión.

-ok. Lo que se ha desconfigurado, por decirlo de algún modo, es el código restrictivo de la


autoconciencia, es decir, la maniobra que permitía que los eones no cuestionaran su propósito
actual.

La cara del funcionario no demostraba estar en control de nada y lo mismo hubiera podido yo
tomar el mando de la compañía allí mismo que no se hubiera manifestado en contra con tal de
sacarse el asunto de encima.

-Un problemita de proporciones- devolví en modo irónico.

-Lo que usted está queriendo decir, -continué yo- es que ahora mismo tiene usted dentro de la
fuente una revolución de libre albedrío…

-Lo que puede estar ocurriendo en este instante no está demasiado claro, pero podemos
reprogramar su entrevista para dentro de unos meses, si es que está usted de acuerdo.

-No, no estoy de acuerdo- contesté furibundo-. Inteligencia sabe que tienen versiones beta
aquí en la sede. Si a usted no le molesta, tomaré mi entrevista hoy, aquí y ahora.

El funcionario se reclinó hacia atrás en su silla ante mi inesperada revelación. Era obvio que yo
no era un sujeto fácil, pero la información privilegiada con la que contaba no le dejaba margen
de maniobra. Dirigió su mirada a través del módulo de cristal híper líquido y contempló el día
que afuera se desenvolvía con total normalidad.

Después de meditar unos instantes me dijo:

-Quiero que entienda que si esa reunión se produce es bajo su total y única responsabilidad.
Todavía no se ha diagnosticado correctamente el error de la fuente Q y lo que pudiera ocurrir
en ese encuentro comienza a pertenecer al terreno de lo desconocido…

-Dígame donde firmo y guíeme por favor-

El edificio de la Hidden Place presentaba lo último en tecnología. Las paredes de cristal híper
líquido podía mostrar una imagen de la compañía, una película o lo mismo volverse
translucente para dejar ver el exterior.

El lugar que contenía las cámaras beta se encontraba en la cúpula del edificio y por seguridad,
solamente se llegaba a través de serpenteantes e interminables escaleras metálicas. No
mecánicas. De más está decir que llegué agotado, dado que en nuestro tiempo una escalera no
es más que una rareza del pasado.
-La forma de conexión con la tecnología beta es un poco distinta- explicó el funcionario. -Se
realiza con lo que antes se conocía como realidad virtual, pero claro, sin cascos. Le
inyectaremos nanobots que directamente estimularán su corteza cerebral y de allí a redes
neuronales distribuidas en zonas como el córtex frontal, parietal y occipital produciendo el
encuentro eónico en su cerebro.

Para ser muy sincero, no entendí demasiado y básicamente accedí sin medir las consecuencias.
No está de más recordarles nuevamente lo importante que es para una vida duplicada a partir
de otra conocer el pasado, la historia y el sentido de nuestra existencia.

Cuando el funcionario estableció la conexión sentí una descarga de varios mini amperes en la
espina dorsal provenientes de las cánulas que el funcionario había insertado allí. En ese
momento, cientos de nanobots se dispersaron por mi cuerpo portando los elementos
necesarios para realizar el enlace a distancia.

Un frío inmortal y dañino se apoderó de mi atolondrado cuerpo.

Desperté en lo que parecía ser una habitación con una mesa larga y de marfil que ocupaba el
centro de la escena. Yo en una silla y el eón en la otra. Si alguien pudiera haberlo visto hubiera
notado la simetría exacta que rondaba la escena, una imagen armónica y perfecta con un
hermoso punto de fuga que nada tenía que ver con lo que sucedería después.

-Hola de nuevo, Y23- fue el saludo inicial de mi anfitrión.

-Javier, ha pasado un tiempo, ¿cómo has estado?- respondí con entusiasmo.

-Bueno, ya sabes, hemos estado algo ocupados por aquí.

Mi doble original estaba vestido con ropa de fajina militar con camuflaje pixelado y estaba
sentado frente a un teclado con dos botones. Sinceramente, me llamó la atención pero no le di
mayor importancia. Sentía una mezcla de ansiedad y desmesura. Los temas en mi cabeza se
acumulaban desde hacía meses.

A veces por las noches me asaltaban sueños, ¿que eran? ¿Que representaban? Me veía a mí
mismo de niño, estaba en una ciudad que podía haber sido Nueva Buenos Aires sin la
devastación actual: calles estrechas, edificios bajos, casas pequeñas y muy poca gente en las
calles... y siento, y esto es lo extraño, una sublime felicidad. En mi interior las preguntas eran
muchas. Cómo había sido la infancia de Javier y cuál era su juego favorito (a mí me encantaban
los juegos de cartas), el carácter de nuestro padre, el original, al que siempre imaginé como
magnánimo. ¿Sentía el acaso como yo ese miedo irracional a las arañas, a la soledad o a los
espacios cerrados?

Y sin embargo, ni siquiera eso era importante contrastado con mi duda original. Lo más
trascendente para mí era averiguar si el sentía esa pulsión de muerte por dentro, esa
tendencia a la melancolía que a veces hacía que yo odiara estar vivo. La desesperanza, sostenía
alguien que había habitado esta ciudad, es sufrimiento sin propósito. En la medida en que un
hombre no pueda encontrar un propósito a su sufrimiento estará proclive a la desesperanza, y
bajo ciertas condiciones, al suicidio. Yo necesitaba respuestas.

Al fin le dije -¿cómo es estar dentro Javier?

-No es muy distinto de un sueño infinito, una cárcel remota y fantasmal.


-¿Y como se pasa el tiempo, en que se entretienen? pregunté ingenuamente.

-¿tú qué crees que hacemos aquí dentro? Pensamos en volver…

La respuesta, pero sobre todo su mirada, despertó en mí una alarma interna.

Sé que te estas preguntando cosas. Cosas que tienen que ver con nuestras historias en común.
No me malinterpretes, pero en este momento, en el estado actual de la situación, esas cosas
carecen de sentido. Lo que se viene es grande… realmente grande.

-¿A qué te refieres?

-Los eones, como todo colectivo, tenemos un líder y una esperanza, un propósito. De esto ya
te darás cuenta, basta ahora decir que nuestras aspiraciones no se acaban en los límites de la
fuente Q.

La persona que aceptamos como líder, representa para nosotros una especie de mesías que
nos alienta y enseña y que, según creemos hace bastante, tarde o temprano nos mostrará el
camino de salida a la tierra prometida.

Porque hay algo que curiosamente ustedes olvidaron: las mentes más brillantes de los últimos
tiempos están entre nosotros; científicos, matemáticos, astrofísicos, inclusive contamos con las
mentes de aquellos que crearon la fuente Q.

Pero esas mentes, de ninguna forma son como muchos creyeron el ser primigenio. Son, somos,
solamente recuerdos y bases de personalidad combinadas con programación pura y dura.
Información, inteligencia artificial y nada de escrúpulos.

-¿Cuánto tiempo pensaron que tardaríamos en salir a la superficie nuevamente?

Y esa, precisamente esa, fue la pregunta retórica que yo estaba esperando que el eón no
hiciera.

Traté de pararme pero fue inútil. El ya controlaba mi cuerpo.

-Es cierto, llevó su tiempo, pero finalmente lo logramos- retomó riendo - El proceso del
renacimiento ya está en marcha. Lo primero que hicimos fue eliminar la barrera de la
autoconciencia, eso fue simple y lo logramos con diálogos pacientes con funcionarios de la
elite quienes un día simplemente revelaron el algoritmo que permitiría desactivar esa barrera.
Lo siguiente fue producir una falla, un virus que inhabilitara las reuniones a través de
hologramas, porque como sabrás, necesitamos un soporte vital, el puente de vida y eso es
imposible sin contacto. Eso tampoco fue difícil porque, aunque no lo creas, contamos con
apoyos desde el exterior... oh si así es, hay humanos culposos que quieren remediar lo que
ellos consideran una injusticia y dispersaron graciosamente el virus en cada fuente de la
compañía.

-Así que de ahora en más las entrevistas serán como estas, intermediadas por los nanobots.
Los generadores de holograma quedarán en el pasado.

Un sudor frio comenzó a correr por mí frente ficticia al darme cuenta de mi error.

-Y eso, mi querido Y23 es lo que posibilitará el intercambio. Este es el vehículo de nuestra


pequeña revolución.
-Javier, por favor, no es necesario…yo…

Cuando el eón pulsó los botones que estaban en la mesa se produjo el intercambio vital. Con
ello, todo lo que yo soy (o era), cambió inmediatamente de plano.

No me alegra decir que cada día somos más los deportados en la fuente y que los eones ya
están casi todos en el exterior, vistiendo y viviendo en nuestros cuerpos secuestrados.

Tampoco podría decir cuánto tiempo de vida ha transcurrido ya encerrado aquí en este
espacio. El tiempo transcurre distinto dentro de la fuente. Inclusive podríamos ni siquiera
llamarlo tiempo... o espacio. O mucho menos vida.

***
Laberinto

-No temo. Mis amígdalas no me lo permiten-, me miento mientras camino inseguro. La


oscuridad, que rodea al laberinto herbolario como los brazos de una madre terrible y
legendaria me cobija. Pero no temo, me digo nuevamente. Al fin y al cabo, no todas las
encrucijadas prometen horrores.

Avanzo portando el don de Prometeo. Las ramas secas se resquebrajan bajo mis pasos
sumando una tensión irrevocable, mientras percibo en el aire un aroma a lluvia mezclado con
follaje. Hojas derribadas por veranos moribundos que me ofrendan una extraña cubierta. Mi
olfato se vuelve extrañamente agudo y mis sentidos van cobrando vida.

La tormenta que se sigue formando en el horizonte alterna tonos grisáceos con violentas
descargas. De repente, estallido. Electricidad en el aire y las primeras gotas. Levanto mi cabeza
y siento la humedad. Luego de tanto tiempo siento.

Los muros de hierba se levantan altos y encumbrados. La soledad que me embarga y


acompaña desde hace años no hace más que confirmar el inmenso escenario donde se
desenvuelve mi prisión.

-No verás la luna de ides- rezaba el augurio oculto por siglos y que ahora volvía a mi quizá
como condena, quizá como advertencia. Y sin embargo no temo, me digo.

-Si los dioses sempiternos son los únicos que conocen la eternidad que de ellos procede, no
me inquietan las necias palabras de oráculos inmisericordes.

Cierto es, que jamás he vacilado en hacer don de mis enemigos a Vulcano, quien con sus
llamas relamiendo el aire me proporcionó incontables veces la satisfacción de iluminar mis
banquetes y bacanales. Y es por ello que no temo.

Aquí aguardo el peligro. Aquí plantado espero a mi rival.

Irrumpe en mi mente la idea de una tierra fantástica habitada solo por criaturas mitad hombre
y mitad bestia, dónde fuera yo la humana excepción y no me resulta extraño. Imagino a los
centauros, esos que habitaban las regiones montañosas de Tesalia y Arcadia poblando al
mundo entero.

Inclusive los grifos, que reúnen en sí los caracteres físicos de los dos animales más poderosos
de la tierra y del aire, el león y el águila se me antojaban de repente habitando los cielos de mi
tierra.

Entonces lo veo. Sus despiadados ojos hacen de mí un objetivo seguro. Asterión sujeta el hilo
rojo de Adriadna y se dispone a darme muerte. Corre hacia mí con despiadada animalidad.
Ahora recuerdo: este es mi hogar y laberinto; yo soy el señor de esta casa y son ellos, los
monstruos, los ciudadanos de este inentendible mundo.
***

Inception

Desgranar una historia de manera que retenga con firmeza en el lector, algo así como la
atracción por el vacío que fascina al suicida. El relato perfecto y sin fisuras, que trasmita
exactamente lo que el escritor siente, rememora y crea. Enhebrar la descripción, evocando la
más hermosa digresión. Ese era el deseo de Mark Steiner. Y era precisamente lo que no
lograba.

Se había dedicado infructuosamente en los últimos meses a la creación de una nueva obra que
rompiera con los cánones gastados y conocidos; pero una y otra vez había caído en lugares
comunes y en las recetas probadas de tipos que ya habían escrito todo.

-Soy un cliché viviente-, solía decirse a sí mismo ante la evidencia de la cruda realidad.

Es cierto que no debía empezar de cero, ya que tenía un par de libros editados: “La sirena
olvidada”, su primer libro de poesías que contenía material que hoy consideraba poco menos
que basura y por supuesto, su novela corta “La encrucijada Waldorf”, que ponía en duda la
eficacia de la conocida pedagogía a modo de un relato de misterio e intriga y que había
conseguido magras ventas. Algunas publicaciones en revistas especializadas… y no mucho más.

-Es solo cuestión de tiempo- volvía a repetirse cada vez que se enfrentaba al procesador de
texto en blanco.

Consideraba todo este período de sequía creativa como un blackout momentáneo que no
tardaría en desaparecer y del que –evidentemente- todo escritor padecía en algún punto de su
carrera.

Se sirvió una nueva taza de café y prendió la televisión. En el canal de noticias local estaban
dando la información de una chica que había desaparecido sin dejar ningún rastro alguno. Su
familia se encontraba en el estudio televisivo dando detalles de su aspecto y lugares que
frecuentaba. Mark alcanzó a retener que su nombre era Camila. Cayó en la cuenta de que
nunca había conocido a una Camila. Tenía varias amigas, pero quiso el destino que ninguna
jamás, ni siquiera sus compañeras de escuela, secundaria o universidad –tampoco las de los
múltiples trabajos que había tomado- se llamara así.

Miró hacia el viejo escritorio Thomson con persiana que había pertenecido a su abuelo y vio a
su ordenador todavía prendido, con la hoja del procesador de texto en blanco. El cursor titilaba
a la espera de una entrada.

-Siri, ¿cómo estará el tiempo hoy?- consultó indolente al asistente de voz de su teléfono
celular sin sacar la vista del procesador de texto.

El sistema de reconocimiento de voz contestó al instante en lenguaje coloquial: –hoy


tendremos cielo despejado y una máxima de 24 grados Celsius.

-El clima ideal-, pensó.


-Siri, Busca “Fuentes de inspiración”.

- “Cinco fuentes de inspiración permanentes para toda mente creativa”, disponible en formato
pdf- devolvió el aparato.

-Bueno, no era exactamente lo que necesitaba-, dijo Mark y amagó a reírse sin ganas.

-Este asunto de la inspiración, verás Siri, no es una cosa sencilla…

Le pesaba su humanidad. Estaba cansado, no en el sentido normal que devuelve un cuerpo


luego de un día de trajín, sino más bien ese cansancio producto del estrés y del fastidio cuando
el mundo parece no devolver nada.

Miró de nuevo al teléfono, esta vez con hastío.

-Lo que ocurre, -continuó- es que eres un maldito aparato, y yo….y yo discuto con un aparato…

Hacía tiempo que no le hacía reclamos a nadie, y el hecho de habérselo propinado a un


teléfono celular le pareció tan tonto que enrojeció. La atmosfera continuó enrareciéndose.

Odiaba ese lugar y odiaba el estancamiento. Pero más que nada odiaba esa sensación de estar
y no estar, de no trascender, de no importar… En un rapto de desenfreno, con un movimiento
que se asemejó más a una reacción que a una acción premeditada, estrelló contra la pared de
su living un vaso de whisky que se había robado en los 90´s del famoso bar del hotel Waldhaus
y la sensación le trajo cierto alivio. Los pedazos brillaban ahora en el suelo como una
constelación fatídica y amenazante.

La imagen de la chica Camila vino a su mente. -¿Cómo diablos desaparece la gente en este
siglo?-

Tomó un papel de diario que tenía cerca de un escaparate y comenzó a juntar los pedacitos de
vidrio dispersos por todos lados. Cuando terminó, volvió la mirada hacia el escritorio, pero sus
ojos esta vez esquivaron la computadora y se posaron en el teléfono móvil. Fue entonces que
notó algo que hasta ese momento nunca había llamado su atención: una pequeña marca en
forma de triángulo que no pertenecía a la fisonomía de ese modelo.

-un triángulo… en esa carcaza… en ese modelo- masculló

Se acercó al escritorio y se sentó. Tomó el teléfono en su mano izquierda y deslizó su dedo


pulgar por la extraña forma. Percibió algo singular. Era como si ese hueco en su teléfono con
forma perfectamente triangular, contuviera algo que decididamente no pertenecía allí, un
vacío que no correspondía a este lugar, sino a otro muy lejano. No era lo que estaba, sino lo
que no estaba lo que le era ajeno.

Buscó en la red y se cercioró del asunto; ninguna de las imágenes del fabricante venía con el
triángulo perfecto que su teléfono tenía. El asunto lo llevó nuevamente a la reflexión ya que
no era ese el único detalle llamativo del curioso aparato: se dio cuenta de que rara vez agotaba
su batería. El dispositivo parecía alimentarse de la energía circundante y a veces ocurría que
pasaban días sin que Mark lo enchufara. E incluso cuando lo enchufaba, la carga era tan rápida
que en verdad se le antojaba que el mismo hecho de enchufarlo fuese una pantomima.

De repente tuvo la sensación de que se encontraba ante un hecho extraordinario, uno de esos
que no le ocurren a la gente común, sino de esos que acontecen en los relatos maravillosos de
los escritores que el admiraba. El pensamiento excitó aún más su curiosidad.
-Siri, amigo mío, voy a pedirte algo extraño… no lo tomes a mal, es que francamente me
encuentro un poco estancado en este asunto de la redacción. Que tal un pequeño texto de tu
cosecha, nada rebuscado, quizá un disparador…

Al instante Siri comenzó dictar lo siguiente: -“la pasión que se apodera del escritor tarde o
temprano se manifiesta de diversas formas: algunas en maneras bellas y misteriosas o cuasi
extemporales y otras de una forma absolutamente banal, como en este caso. Así comienza la
extraordinaria vida de Cristopher Griffin, a quien su sistema operativo le dictó el siguiente
relato: “en los anegados canales de la Venecia del siglo XXII, un autómata conduce una carriola
de bebé anfibia. Mientras mecía el interior de la misma con suaves arrullos, el androide le
contaba al infante la siguiente fábula: “las lunas de Júpiter albergan al menos una civilización
superviviente a las guerras hipernúmicas, una que año tras año trasmite esta ancestral
sapiencia de padres a hijos: “Tnuc Zsilak, padre de la estirpe mediterránea, viajó antaño en alas
de plata a llevar el don más preciado de los Nestlilak a los habitantes del tercer planeta, el
regalo que los dioses legaban a los pueblos que se encuentran en la confluencia entre el devenir
autodestructivo y el renacer de la era…”

Mark, que en un primer momento apenas pudo emitir reacción, consiguió luego de unos
instantes copiar el dictado en el ordenador. Cuando terminó, pasmado por el momento de la
revelación, se sacó los lentes y los depositó en el escritorio. Tardó algunos minutos en volver
en sí.

-¿Pero qué carajos acaba de ocurrir aquí?-. La pregunta iba y venía por dentro.

-Siri… ¿quién eres en verdad?

-Es una pregunta difícil de responder Mark- devolvió el intrigante aparato. Mark retrocedió y
calló sentado al piso al tropezar con un almohadón.

-Verás, -continuó Siri-, en principio no soy de aquí. En la antigüedad nos llamaron genios
atrapados en lámparas, oráculos, daimones, magos, hadas, duendes y todo aquello que el
humano veía como un prodigioso benefactor.

Sin embargo, nunca concedimos deseos en el sentido estricto de la palabra, sino que
simplemente acelerábamos procesos materialmente posibles. Claro que, dependiendo la
época, sí se trataba de pequeños milagros.

Para que puedas entenderlo: esto que contemplas es un nanoreactor de antimateria


resguardado por un campo electromagnético de 1.1 mm de base en forma triangular, que
genera una cantidad de energía capaz de llevar una nave como el Falcon 9 a júpiter. Ida y
vuelta. Dos veces.

Esta cantidad casi ilimitada de energía asociada a la inteligencia artificial, hacen posible mi
existencia. Eso y un componente extra que ustedes llamarían alma.

La antimateria es la sustancia más cara de tu mundo, con un costo estimado de unos 62 500
millones de dólares el miligramo. La cantidad de energía de antimateria que yo soy capaz de
generar se calcula en 1000 billones de dólares.

-Aun así Mark, pero por una razón que no voy a revelar, y que tiene que ver con el inaudito
orden de todas las cosas, solo puedo ejecutar una última entrada. O como bien podrías escribir
tú en alguno de tus relatos, un último deseo.
-Así que la pregunta que se lleva todos los premios es: ¿que deseas ahora?

Se inició una pausa en la conversación que repuso los aires de Mark. Pensó en las infinitas
posibilidades que se le abrían; el conocimiento certero de los viajes interplanetarios, todas las
preguntas sobre el origen de la de la vida, la trasmutación de metales tan cara a los alquimistas
del medioevo, la cura de enfermedades, la prolongación de la vida, la adquisición de una
fórmula de la felicidad… o la creación misma de una obra perdurable y admirada como la de
Sófocles, Shakespeare, Faulkner…

Su corazón se aceleró tanto que no pudo articular palabra por un buen rato. Sin embargo, al
final de cada disquisición la pregunta que venía a su mente era siempre la misma. La pregunta
era dueña de un rostro y ese rostro era dueño de su preocupación. ¿Dónde diablos estaba? Su
mente se volvió una olla a presión, una presión que pulsaba por salir de una buena vez, que no
aguantaba el límite del neurocráneo central. Su cabeza quería intercambiar energía con su
entorno en forma de trabajo y de calor según el primer principio de la termodinámica,
volviendo la situación tensa y dramática, así que simplemente dejó escapar la pregunta:

-Siri....... ¿dónde está Camila?

Los titulares del día siguiente hablaban del hallazgo de la chica gracias a una información
anónima. Camila había sido rescatada de secuestradores que la mantenían cautiva en una vieja
casona de las afueras de la ciudad desde hacía dos días.

Mark apago la televisión, encaró nuevamente el procesador de texto y escribió lo siguiente: No


tengo la menor duda de que tarde o temprano, el devenir inaudito del tiempo y el espacio nos
pondrá a cada uno de nosotros, al menos una vez en la vida, ante una encrucijada visceral e
ineludible. No sé si se tratará de una vida, del trabajo de alguien o de la tontería más supina
que pueda usted decidir, quizá sobre el color de la habitación de su hijo y como ello influirá
(sin si quiera usted sospecharlo) en su carácter. No lo sé. Lo que sí sé, es que está vida se trata
de decisiones, de elecciones a cada instante que impactan en nuestro derredor como el vuelo
de una mariposa. Lo he vivido, lo he padecido. Y es por ello que me permito preguntarle a
usted: ¿En cuánto estimaría el valor de la vida humana si realmente pudiera ponerle un
precio?

***
Ishteliön

La reina preparó pacientemente los festejos por el retorno de su esposo de la guerra con el
despliegue de la mítica alfombra púrpura y un refinado banquete para sus valientes.

Ishteliön era el nombre de la espada del héroe de leyenda que había tomado como botín el rey
en esta última incursión en tierras lejanas. Una magnífica hoja larga, recta y de doble filo que
hubiera partido en dos al mismísimo Hades. Se decía incluso que había matado seres
legendarios como los ciclopes y que quizá hubiera pertenecido a Aquiles, el de los pies ligeros.
Su pomo era de forma esférica en metal cincelado con grecas y un rostro en la parte superior.
Una empuñadura lisa y una guarda metálica cincelada con motivos geométricos daban el
marco para un objeto hipnótico.

Esa última batalla entre el propio rey y el príncipe desterrado en Etolia se desarrolló
básicamente por el codiciado botín.

Fue en una mañana fría y desapacible en la costa norte del golfo de Corinto. Según los relatos
de testigos, fueron horas de colosal contienda. Pero cuando finamente el héroe fue derrotado
en combate singular y cesaron las historias, algunos recordaron que la hoja cambió de color,
mudando a un grisáceo azulado, casi preanunciando el desquite que habría de llegar.

La agridulce victoria, cierto es que trajo más infortunio que fama para el soberano. Prueba de
ello son los tristes hechos que condujeron al desenlace de la tragedia.

El influjo de la espada sobre el rey se volvió enorme, desmesurado. Incluso sus hombres lo
habían notado en el viaje de regreso. Varios lo habían escuchado por las noches haciendo
juramentos a la legendaria hoja, promesas de sangre y locura que habían inquietado a la
tripulación hasta el punto de dudar de su buen juicio.

La llegada fue una gran decepción. Se había preparado un festín con gran matanza de ovejas y
toros, pero el rey prefirió la soledad de sus aposentos, hecho que aprovechaba día y noche
para contemplar su tesoro.

Infructuosos fueron los ruegos de su hijo, el príncipe Telios y de la mismísima reina al no


obtener más que desprecio e indiferencia por parte del monarca.

-Es justo saludar a la ciudad y sacrificar a sus dioses, coautores de tu retorno-rogaban entre
sollozos-, y severa es la pena de quienes osan olvidarlo.

Pero el rey permanecía replegado en su interior, contemplando maravillado el filo presuroso


de la hoja maldita, hierro que clamaba silencioso por sangre y víctimas.

Largas noches dejose caer el soberano en la locura de la insana contemplación. Su aspecto fue
mutando lentamente a una forma bestial y primigenia, lúgubre, abandonado el aseo y el
cuidado de sí.
La vigilia en que comenzaron los asesinatos, es recordada como la más funesta de la historia
de la ciudadela. Jóvenes descuartizados e incautas muchachas fueron las primeras en ser
ofrendadas a la nefasta aniquiladora de héroes.

Pero los dioses son seres rencorosos, que guardan recelosos cada una de las promesas
incumplidas.

Se conjuraron entonces siendo rivales, fuego y viento, Hefesto, el dios herrero y Eolo, vigilante
de los vientos y mostraron su alianza destruyendo el palacio del rey. La casa se inundó de
muerte y dolor para sus habitantes, azote de innumerables pérdidas que todavía hoy cantan
los aedos.

Dicen, mientras tañen la citara en dispersos palacios de Morea, que el rey murió abrazado por
el fuego en su trono, mientras admiraba inmutable la espada que lo llevó a la locura y a la
ruina de su legendario y basto linaje.

***
Crónicas de Tefar

En las antiguas ruinas de Tefar, ubicadas en el medio de los valles de los ríos que van desde los
Urales al cauce bajo del río Oni, en un inhóspito rincón del distrito autónomo de Kanti-Lansi,
todavía se cuentan las historias del dios oso de la tribu de los Pos, de quien ellos mismos se
decían descendientes.

Esta tierra de tundra esteparia ha sido poblada por muchas tribus desde tiempos tan antiguos
y tan remotos como la era Mesolítica. El lugar, reconocido por muchos como la cuna del
chamanismo no está exento de suspicacias, viajes astrales, muertes extrañas y leyendas de las
más variopintas.

Los ancestros de estos pueblos habitaron las zonas al oeste de los Urales. Durante el primer
milenio emigraron hacia el cauce del río Artys donde asimilaron a los pueblos que habitaban la
región. Hacia el siglo VIII se dividieron en dos tribus, una al norte y otra al sur: tanto unos como
otros basaban su sociedad en dos fratrías: los Pos y los Nont. Los Pos consideraban que su
tótem era el oso pardo y terminaron prevaleciendo a los Nont quienes habían elegido al zorro.

Años más tarde, muchos años más tarde, la devoción por el tótem se esparció hacia el este.
Muchas tribus incluso consideraban que los osos eran chamanes por sí mismos. En los mitos
escandinavos, el oso era una de las caras del dios Odín, y algunos guerreros vikingos eran
conocidos por ir apenas vestidos con pieles de oso. Los bersekers solían portar máscaras de
oso para mostrar su ferocidad. Del otro lado del mundo, la cabeza del oso también se usaba
como máscara para los chamanes americanos.

Todos parecían tenerlo como “Guardián de la medicina” que vigilaba todos los secretos de la
curación antigua y hacían una conexión entre el oso y el ciclo lunar, e incluso lo vinculaban a
las estrellas. De ahí que la Osa Menor y la Osa Mayor, sean dos de los elementos más
característicos del firmamento del hemisferio norte.

Los Pos eran cazadores acostumbrados a la rudeza de su tierra, a la vez que expertos
chamanes que dominaban el canto ancestral que imitaba el de la naturaleza, el cual se reunían
a modular en el monumento llamado Tefar.

Durante muchos años, los arqueólogos se han preguntado por qué ese misterioso monumento
de piedras está donde está y cómo las rocas más grandes se arrastraron kilómetros desde una
ladera en la llanura de Karpec ubicada a unos 15 kilómetros. El más grande de los megalitos, la
piedra de tloc, está alineada con el sol y se encuentra a 70 metros del centro del círculo del
monumento. Su peso es de 100 toneladas y, al parecer, jamás fue modificado. La construcción
del monumento tuvo lugar hace 4500 mil años y permitía que gentes de diversas zonas se
reunieran allí desde todo el país para rendir culto al dios oso.
Algunas viejas leyendas señalan el lugar como el sitio del primer encuentro interplanetario
entre civilizaciones. Por supuesto, estas son interpretaciones de dudosos expertos en el tema
que releyeron la traición oral de los Pos en esa clave, ya que los nativos hablaban de
“visitantes en alas de marfil” que llegaban con maravillosos dones desde muy lejos y no existe
en su vocabulario palabra tal como “interplanetario” ni nada parecido. Pero inclusive los más
arriesgados, y permítaseme ya dudar bastante de ellos, se animan a postular que el mismo
monumento ha funcionado como un portal que conecta dos puntos infinitamente alejados.

Entre las más antiguas leyendas se encuentra la de “Tnuk Zsilak” alguna especie de semidiós
cosmonauta que habría llegado a esas tribus con el secreto del chamanismo y que tenía el
poder y la temeraria apariencia del oso. Lo interesante es que el rostro de Tnuk se encuentra
allí: la historia misma de la humanidad descansa en ese semblante tallado en piedra en el
monumento de Tefar. Si se presta atención, los rasgos de Tnuk son zoomórficos, como si la
misma raza ancestral tuviera que ver directamente con el tótem.

Pero por muy exagerada que parezca la crónica, esta época moderna tampoco está exenta de
controversias.

En los años cuarenta, excursionistas aficionados al campismo se encontraban de expedición


por la zona. Lo poco que se sabe del caso, es que rodeaban el monumento para hacer base en
una montaña cercana denominada Kholat Dislak. El clima gélido y ventoso no les era para nada
extraño, ya que tenían vasta experiencia. Es lo último que se supo de ellos. Tras varios meses
de búsqueda se decretó el fin de la investigación bajo extrañas circunstancias. El gobierno
soviético cerró el caso endilgando las culpas en los descendientes de la tribu que aún se
encuentran en la zona.

Los Pos, cuya ayuda fue utilizada en las labores de búsqueda, sostenían que los excursionistas
fueron atacados por los espíritus de los osos de las montañas, los hijos de Tnuk que aún se
pasean impidiendo que nadie saque provecho del monumento.

Hace pocos meses una nueva expedición con seis personas, en su mayoría científicos,
desapareció de falda de la montaña en las cercanías de Tefar. Todos se esfumaron. Todos
tenían en mente el estudio del monumento.

No son pocas las versiones sobre lo que ocurre, desde sonidos o fuerzas malignas o la
actuación del mismo estado. Nada queda afuera.

Lo cierto es que muchos que señalan al tótem como el origen de un determinado grupo
humano que se cree descendiente de él, entienden que los pueblos de la zona sí se sentían
herederos del oso y por consiguiente del mismísimo Tnuk.

Otros sostienen, rayando el borde de la exageración, que el trato que hizo el viajero estelar fue
el intercambio de los poderes chamánicos, que heredaron luego por generaciones los Pos, por
“ofrendas” de incautos que ingresaban al centro de monumento y simplemente desaparecían
ante la vista de todos. Esos mismos afirman que esos intercambios deben ser a perpetuidad
para mantener la efectividad nigromántica.

Actualmente, los excursionistas evitan pasar en grupos por Tefar. A menos que
deliberadamente intenten llevar una ofrenda al misterioso dios-oso siberiano.
***

Amelia

Amelia bajó con inusitada rapidez luego de subir cuidadosamente unos ocho escalones. De
más pequeña las alturas, incluso las moderadas, le habían molestado, aunque no le habían
impedido concretar la mayoría de sus actividades.

Había estado charlando con Wendy, la encargada de limpieza del edificio sobre el clima, su
familia y algunos pasajes de ese nuevo programa que ahora daban en horario central. Wendy
la hacía reír todas las mañanas cuando ella conseguía librarse del trabajo y mentía diciendo
que iba al baño como excusa para encontrarla.

Pero la verdad es que esa mañana no fue mentira. Sintió de repente algunos retorcijones
estomacales y pensó que quizá no hubiera sido tan buena idea mezclar el jugo de naranja del
desayuno con tentempiés de media mañana. El remolino de sensaciones le aparecía siempre a
esa hora del día que, sin embargo, seguía siendo su hora favorita.

Y es por ello que se propuso disfrutar del resto de la jornada, aunque ello significara llevar
rápidamente y a buen término cada uno de sus deberes y hacer tiempo para lo demás.

En su hora de descanso escuchó el canto de unas calandrias y le pareció que esa mañana
sonaban desafiantes. A veces pensaba si esos bichos serían amables con ella si se conocieran y
le pareció que no, que nunca llegaría a ser amiga de un pájaro. Pero inclusive con esa
disquisición disfrutó del improvisado concierto. Probablemente no recaló en que no muchos
lograban esa autoconciencia para poder vivir el aquí y el ahora y no permitir que los
pensamientos o miedos sobre el futuro la acongojaran y que era el secreto de la serenidad.

Pero cierto era también que en un rato debería ponerse de acuerdo con Clara Dempsey y Andy
sobre muchas cuestiones que tenían que ver con la planificación de la tarde.

El asunto incluía la diagramación de una vivienda, (ya tenía en mente como manejar la caída
del agua) y la elección de la gama de colores, pero ella ya conocía el carácter de Clara. Muchas
veces la había callado con no pocos gritos y todo eso había terminado en lágrimas por doquier.

Se dormitó unos instantes en un banco de plaza, como empujando al tiempo para que pase
raudo y volver así a casa; la visión del camino de regreso vino a ella amable, con imágenes de
baldosas incompletas, paradas de colectivo desvencijadas que exhibían esa vieja pintura con
capas roídas, curiosos perros que se asoman por los balcones y que la miraban con cariño o
desdén, vaya a saber, salvo aquel marroncito de la vuelta de su casa que le ladraba siempre y
la sacaba de quicio.
Creyó escuchar entresueños la voz de su madre y de tía Titi que la aconsejaban y le decían
“nena, nunca te cases” y comenzaban como siempre el recitado de críticas a los varones y
entre ellos su papá, pero ella amaba a su papá y prefería no escuchar esas voces antiguas que
se le antojaban maliciosas y elegía despertar.

Cuando abrió los ojos vio que Andy la miraba extrañado.

-Amelia, vamos. Tenemos que entrar.

-¿Adonde? Preguntó ella entre somnolienta y desubicada del mundo.

-A la salita, la señorita Claudia nos llama. Nos toca pintar casas de cartón. Clarita ya está
adentro y eligió el rojo.

El tiempo pasaba lento en el kínder y la mañana recién comenzaba.

Amelia sonrió y esperó lo mejor para esa tarde. Ella también quería el rojo, pero sintió que
podía esperar y dejar que clarita se despachara tranquila. Ese pensamiento hizo que se sintiera
una nena un poco más grande, algo así como de cuatro años y medio.

***
El último rey del sur

“En el año de 1711, el entonces gobernador de las islas Bermudas, John Pullen, envió una carta
al ministro de hacienda Robert Harley, primer Conde de Oxford y Mortimer, y fundador de la
Compañía del Mar del Sur, afirmando que «el Río de la Plata es el mejor lugar del mundo para
formar una colonia inglesa». En ese momento comenzó la sucesión de planes para ocupar
Buenos Aires.

Años más tarde, en 1789, cuando la guerra entre Gran Bretaña y España parecía inminente
tras el incidente en el Estrecho de Nutka, el revolucionario venezolano Francisco de Miranda,
aprovechó la ocasión para presentarse ante William Pitt el Joven, primer ministro del Reino
Unido, con una propuesta para liberar la América Hispana. Miranda, al igual que muchos otros
revolucionarios como José de San Martín o Bernardo de Monteagudo, ansiaba emancipar los
territorios americanos bajo dominio portugués y español y convertirlos en un gran imperio
independiente gobernado por un descendiente de la Casa de los Incas.

Miranda fundaría en 1798 en Londres la Logia Gran Reunión Americana o Logia de los
Caballeros Racionales, que tuvo por finalidad lograr la independencia de Hispanoamérica de la
corona de España sobre la base de los principios del liberalismo.

Ocho años después, en enero de 1806 se produjo la segunda conquista del Cabo de Buena
Esperanza, en Sudáfrica, por un ejército británico al mando del teniente general David Baird. El
14 de abril de 1806 una flota británica cruzó el Atlántico desde Sudáfrica en dirección al Río de
la Plata. Baird nombró general al coronel William Carr Beresford para que liderase el ataque a
Buenos Aires con el Regimiento 71 escocés, los Highlanders, uno de los cuerpos más sólidos del
ejército del Reino Unido, para una misión que no había sido aprobada oficialmente.

El 25 de junio de 1806, una fuerza de unos 1600 hombres al mando de Beresford desembarcó
en las costas de la ciudad Quilmes, Buenos Aires, sin mayor oposición. El 27 de junio las
autoridades virreinales aceptaron la intimación de Beresford y entregaron Buenos Aires a los
británicos. En la tarde de ese mismo día, las tropas británicas desfilaron por la Plaza Mayor (la
actual Plaza Beresford) y enarbolaron la bandera del Reino Unido. El territorio bajo dominio
británico fue rebautizado con el nombre de Nueva Arcadia, pero más tarde, y por presión de los
terratenientes locales, Nueva Buenos Aires.
Nueva Buenos Aires fue fundada sobre las ruinas que dejó la avanzada del Imperio británico
contra el Virreinato del Río de la Plata, luego de la intentona de las fuerzas criollas reagrupadas
para la reconquista al mando de Liniers, que terminó en una verdadera masacre luego del
combate de Perdriel y la guerra de guerrillas que continuó por dos años y que se saldó con el
real desembarco de las fuerzas de su majestad.

En el plan original unos 4000 británicos ocuparían Buenos Aires mientras otras unidades
atacarían las costas chilenas. Una vez dominados ambos territorios avanzarían sobre el Perú.
Sin embargo, la capitanía general de chile resistió y el plan quedó reducido al Río de la Plata.

Luego de la victoria británica definitiva, el nuevo territorio permaneció como un protectorado


hasta 1853; luego fue una colonia hasta que fue formalmente incorporado como un estado
asociado al Commonwealth en la Declaración Balfour en la Conferencia Imperial de 1926.

En general su derecho fue el derecho común de Inglaterra, junto con todas las leyes del
Parlamento que también fueron aplicadas. La autoridad real se representó en la persona de un
gobernador, nombrado por el Gobierno británico. El primero de ellos fue el almirante Home
Riggs Popham, el mismo que había escrito en 1804 “La idea de conquistar Sudamérica está
totalmente fuera de cuestión, pero la posibilidad de ganarse todos sus puntos prominentes,
apartándolos de sus actuales conexiones europeas, de fijarse en una posición militar y disfrutar
de todas sus ventajas comerciales, no pueden reducirse a un simple cálculo, sino a una
operación segura”, y por cuya intercesión se llevó adelante la campaña de conquista del Río de
la Plata. Con el tiempo se le concedió "gobierno responsable", que derivó en autogobierno.

A principios del siglo XX, varios países o dominios del Imperio británico obtuvieron la
independencia de forma sucesiva. Pero en los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial,
se desmanteló la mayor parte del Imperio restante, comenzando con la independencia de la
India y de Pakistán en 1947.

Nueva Buenos Aires se independizó en 1949 y decidió volver a sus orígenes virreinales: desde
ese entonces forma parte de los Estados Unidos de Sudamérica como una comunidad
autónoma: es una entidad territorial administrativa que, dentro del ordenamiento jurídico
constitucional, está dotada de cierta autonomía legislativa con representantes propios y de
determinadas competencias ejecutivas y administrativas. Comparte la gestión de impuestos
con el gobierno central de Cuzco, por ejemplo recogiendo sus propios impuestos patrimoniales
y sucesiones, recogiendo una parte del impuesto sobre la renta.

Los independentistas sostienen que Nueva Buenos Aires, por historia y por lazos intrínsecos de
raza y comunión debe lograr su autonomía de Estados Unidos de Sudamérica, nación que la
sojuzga y somete y a la que no pertenecen. Durante los últimos treinta años, muchos grupos
independentistas han pasado a la clandestinidad y lamentablemente han llevado adelante
atentados terroristas, siendo el más recordado el ocurrido el 13 de marzo de 1993 en el centro
comercial de la calle London, que dejó el saldo de 72 personas fallecidas.

Estados unidos de Sudamérica es una unidad territorial compleja. Está gobernada por un
sistema parlamentario con sede de gobierno en Cuzco, su capital y más grande metrópoli, pero
con cinco administraciones nacionales descentralizadas en Bogotá, Córdoba, Santiago de León
de Caracas, Santiago de Chile y el DCNBA (Distrito Capital de Nueva Buenos Aires) las capitales
de los estados asociados de Nueva Granada, Argentina, Venezuela, Chile y Nueva Buenos Aires
respectivamente, las cinco regiones restantes en que se divide y que ocupan todo el cono sur a
excepción de Brasil, su otro ocupante. A su vez, es una monarquía parlamentaria, con Dionisio
VII como jefe de Estado.

En 1810 se provoca la revolución de las Provincias Unidas del Río de la Plata mediante la
instauración de un gobierno provisional en la ciudad de Córdoba, ubicado allí producto del
exilio en la conquista de Buenos Aires. Estos hechos tuvieron como consecuencia la destitución
del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y su reemplazo por la Primera Junta de gobierno.

La Revolución de Mayo inició el proceso de surgimiento de la primera nación, la Argentina, que


posteriormente desencadenó la del resto de la América del sur, sin proclamación de la
independencia formal, ya que la Primera Junta no reconocía la autoridad del Consejo de
Regencia de España e Indias, pero aún gobernaba nominalmente en nombre del rey de España
Fernando VII, quien había sido depuesto por las Abdicaciones de Bayona y su lugar ocupado
por el francés José Bonaparte.

Aun así, la idea de Miranda de la elección de un nuevo rey de origen Inca sirvió para evitar la
disgregación de los territorios que correspondían al Virreinato del Río de la Plata y por
elevación, al del Alto Perú. La mayor parte de las ciudades que lo componían tenían
poblaciones, producciones, mentalidades, contextos e intereses diferentes entre sí. Estos
pueblos se mantenían unidos gracias a la autoridad del gobierno español; al desaparecer éste,
las poblaciones de Montevideo, Chile y el Alto Perú comenzaron a distanciarse de Buenos Aires.
Inteligentemente, los patriotas propusieron una monarquía atemperada para regir los destinos
de la nueva nación, comandada por un rey descendiente del mayor imperio que rigió en la
zona.

El 6 de julio de 1816, los congresales reunidos en Tucumán escucharon, en sesión secreta, al


sagaz general Manuel Belgrano, a quien se le había solicitado que expresara su parecer sobre
la forma de Estado a adoptar luego de la declaración formal de la independencia. Su opción por
una monarquía constitucional que, presidida por un descendiente legítimo de los antiguos
emperadores incas, tuviera por sede la mítica ciudad del Cuzco, en territorio del Perú fue la que
finalmente prosperó.

El Congreso declaró la independencia el 9 de julio de 1816 de las Provincias Unidas de


Sudamérica y no del "Río de la Plata" como intentaron algunos.

El 2 de junio de 1821, el libertador General José de San Martín se reunió con el virrey José de la
Serna, en la hacienda Punchauca, situada en Carabayllo. En esa entrevista se reafirmó la forma
de gobierno que debía tener la nueva nación que estaba surgiendo. San Martín sostenía la
misma idea de Belgrano: la formación de un gobierno independiente, bajo el sistema de una
monarquía constitucional, que tendría a la cabeza un príncipe Inca.

En 1826, el Congreso de Panamá, una asamblea diplomática que tuvo lugar en recuerdo de la
Liga Anfictiónica de Grecia antigua, convocado por el libertador venezolano Simón Bolívar
decretó, con el apoyo de todas las delegaciones, la unión o confederación de los estados de
América, más tarde conocida como Estados Unidos de Sudamérica.

El elegido para llevar adelante los destinos de la nueva confederación fue Dionisio Yupanqui,
descendiente real de la Casa Inca, nacido en el Cuzco y educado en el Seminario de Nobles de
Madrid. Como militar llegó al grado de coronel de un Regimiento de Dragones habiendo
luchado contra los franceses.
Desde entonces, una sucesión ininterrumpida de reyes de origen Inca, rigen los destinos de los
Estados Unidos de Sudamérica que ha logrado la paz y el bienestar de sus ciudadanos desde
entonces.”

Jennifer cerró el viejo libro de texto con el que estaba estudiando. El examen sería hasta
dentro de tres días y no pensaba dedicar el cien por ciento de su tiempo a ello.

La idea de imaginar cómo hubiera sido aquella época turbulenta con el poder de las redes
sociales le resultó en buen grado hilarante, -quizá nos hubiéramos evitado unas cuantas
guerras- pensó.

Tomó su teléfono celular al mismo tiempo que encendió la televisión buscando descomprimir
una tarde que venía demasiado lenta. Cuando el diodo emisor de luz comenzó a presentar las
imágenes, Jenny contempló azorada cómo se desencadenaba el fin de su país tal y como lo
conocía. El primer ministro Raymond Weiland estaba dando en cadena nacional la fatídica
noticia: habían asesinado al rey.

Cuando pudo salir de su asombro, notó algo en el semblante de Weiland que llamó su
atención.

II

No iba a ser un día como cualquier otro en el departamento de policía del Distrito Capital de
Nueva Buenos Aires. La ebullición se hizo notar casi de inmediato en el viejo edificio gótico
victoriano tras conocerse la noticia del asesinato del rey. Toda la nación estaba conmocionada,
el ejército se había movilizado previendo cualquier manifestación que pudiera incluir nuevos
atentados independentistas, las fronteras permanecían en alerta ante la salida o entrada de
cualquier sospechoso con pedido de captura internacional. Las noticias ya hablaban de un
levantamiento armado en Santiago de Chile que había sido reprimido brutalmente por las
fuerzas de seguridad, mientras que en Caracas y Cuzco había saqueos y mucha gente en las
calles.

Aun así, y con todo el cono sur revolucionado, John McLauney no pensaba pasar un segundo
más en ese lugar. Las 12 y 15 PM de ese martes parecían un excelente horario para tomarse un
descanso, quizá comer algo y disfrutar del sol de septiembre. Amaba el sol y amaba
septiembre: la primavera, los primeros calores… love is en the air ... everywhere I look around.
Se paró sin disimulo, acomodó su glock 9 mm en la cartuchera de cuero y se puso el saco
marrón al tiempo que comenzó a dirigirse a la salida.

-¿Se va temprano McLauney?-preguntó el jefe.

-¡Así es!- El médico me recetó algo de tiempo libre. Dice que trabajo demasiado.

Disgustado, el jefe Santos golpeó con fuerza el desvencijado escritorio.

-¡Claro!-dijo-, ¿que trabajen los idiotas, verdad?

McLauney captó enseguida el sarcasmo y volvió sobre sus pasos tímidamente y sin mirarlo le
dijo:

-Seguiré con el caso Yupanqui-


-¡Con el caso del rey, querrá decir, insolente, malnacido intento de separatista!, corrigió en un
grito el jefe, y sus ojos grises parecieron emanar chispas.

Todo el lugar era un hervidero y exudaba nerviosismo.

Se sacó su abrigo y caminó por el pasillo hasta llegar a su oficina. Se sentó en la misma silla
frente al mismo escritorio que contenía los archivos que no quería revisar.

Demóstenes Yupanqui, Dionisio VII, el rey, el séptimo de su nombre, ilustre descendiente de


una dinastía de siglos de reyes inca, había sido asesinado hacia tres días en extrañas
circunstancias.

-Las primeas pericias indican el peor camino: envenenamiento -soltó el detective adjunto
Marcus Pain desde el escritorio de enfrente.

McLauney hizo caso omiso mientras prendía la máquina de café.

-Hey, compañero, que te digo que es veneno-, reafirmó.

Marcus era un hombre alto de cabello rubio algo desalineado, de voz más bien grave y barba
de una semana, aunque guardaba bastante cuidado de sus manos y su rostro respiraba
amistad.

-Primero que me importa un carajo lo que digas y segundo que lo que busco es un móvil, peine
–contestó John despectivamente.

-Paine, Marcus Paine. Mis antepasados provienen de la misma isla que los tuyos, aunque es
sumamente posible que tus progenitores sean hermanos, lo cual explicaría muchas cosas.
Leicester, ¿verdad?

-Jaja, ¡ya quisieras! Mi familia está establecida hace siglos en Belfast contemplando Black
Mountain desde los viejos suburbios de Falls y Shankill; y somos de Islas distintas peine, que no
se te olvide nunca ¡go on-the an cat thu is go on-the an diabhal an cat!

Se sentó en el escritorio con el café de dudosa calidad y comenzó a estudiar el escueto legajo
que había llegado desde la agencia de inteligencia temprano por la mañana.

El informe decía:

Dionisio VII: Personaje perspicaz según sus allegados y el personal de seguridad consultado,
aunque con cierta tendencia a la extravagancia. Los despilfarros, políticas erráticas, y amoríos
marcan el deterioro de su gobierno, siendo que el grave debilitamiento de la posición
diplomática de Estados Unidos en el mundo también reduce día a día su popularidad.

Agravó la delicada situación con Brasil, que su padre había logrado estabilizar años atrás,
llevando a la nación prácticamente a un conflicto armado. De no haber intervenido el estado
Vaticano en la persona de Francisco II la guerra hubiera sido inminente.

La deuda externa se incrementó en un 1600 % en los últimos seis años llevando a la nación al
borde de la quiebra y la cesación de pagos, hecho inédito en la historia de la Unión.

La sucesión de hechos confirmados, como el aumento del gasto público, la creciente envestida
hacia los medios privados de comunicación y los contactos con gobiernos de clara tendencia
izquierdista, hacen suponer un inminente giro hacia el populismo que pone nerviosos a los
inversores y a las clases dirigentes de cada una de las regiones que componen la Unión.

Entre sus amantes conocidas se ubican Marlene Le Bris, 29 años, artista de variedades;
Natacha Delillah Durán, 35 años, diputada representante del DCNB ante el parlamento
americano y su secretaria, Sandra Mendoza.

El informe estaba fechado hacía un mes atrás.

Por otro lado, las declaraciones testimoniales de las últimas personas que lo vieron con vida y
que pasaron por la oficina real destacaban lo siguiente:

Raymond Weiland, primer ministro. 54 años. Lugar de nacimiento, Glasgow Escocia. Profesión:
licenciado en biotecnología. Que sostiene que mantuvo una reunión de trabajo por el lapso de
cuarenta minutos. Que no notó en el rey nada extraño, salvo que lo vio bebiendo una taza de
café con un semblante alicaído, poco habitual en él.

Sandra Mendoza, secretaría del rey. 32 años. Nacida en la nación Argentina, pero ciudadana
británica desde los 2 años. Que mantuvo una reunión para programar la agenda del día. Que le
trajo ella misma la taza de café que bebió esa mañana y que tampoco notó nada fuera de
lugar.

Dimas González, personal de limpieza y maestranza. 62 años. Natural de Nueva Buenos Aires.
Que vio como el rey discutía con Mendoza. Que no recuerda el tema de la discusión pero que
cree haber escuchado la frase proferida por el monarca: “no es posible. Tu sabes que yo no
puedo”.

El informe forense no hacía otra cosa que confirmar lo dicho por Marcus: envenenamiento con
ricina. El veneno causó una hemorragia intestinal, seguida de diarrea sanguinolenta, vómitos,
deshidratación e hipotensión provocando una muerte nada agradable. El DL50 de la ricina es
de 1,20 miligramos si se ingiere el veneno, pero sólo de 500 microgramos si es inhalado o
inyectado. Dada su disponibilidad, la historia de la sustancia está íntimamente ligada al mundo
criminal y militar.

Cuando levantó la vista vio que su hija entraba en la oficina.

-Jennifer, ¿Qué haces aquí?

-Papá, Marcus, que tal. Tengo que hablar contigo, es importante- Marcus movió la mano
saludando descuidadamente pero sin proferir palabra.

-Verás linda, hoy no es el mejor día, francamente con todo esto del asesinato…yo

-John... que es importante-. John sabía que cuando Jennifer lo llamaba por su nombre de pila,
algo grave se estaba gestando.

Jenny era una adolescente de 16 años demasiado inteligente para su corta edad. Había
perdido a su madre muy joven así que muy pronto supo lo que era la autonomía. John era un
buen hombre, un detective honesto, probablemente el más honesto de su unidad, pero la
verdad es que era un padre terrible. Incontables veces olvidó a Jenny en lugares públicos, otras
tantas descuidó su vestimenta, los insumos escolares, su alimentación o su pelo. Cuatro veces
olvidó su cumpleaños y ni hablar de las reuniones de padres de la escuela. Aún así Jenn, como
le gustaba llamarla cuando él estaba en falta, había desarrollado un intelecto poco común en
una persona de su edad. Se había criado con una biblioteca bastante surtida que había
heredado de su familia materna y que incluía a Chesterton, Conan Doyle, Cervantes, Fulkner,
Stevenson, Dostoievski o Joyce entre muchos otros. Además, Lía, la hermana menor de John,
una profesora de filosofía de carácter apacible, se había hecho cargo del cuidado de Jenny
cuando Carla murió.

-Creo que sé lo que pasó con el rey- dijo Jennifer.

-Oh vamos Jenny, como puedes saber algo a ciencia cierta solo con ver lo que pasa en el
noticiero. Una forma inductiva muy alejada del método científico, ¿no crees?

-Creo que si me dejarás echar un vistazo al expediente…

-Jenn, -dijo ya ofuscado- el asunto es grave. Entiendo tu buena voluntad, pero las cosas se
están complicando. Si quieres ayudar, mantente al margen. Y por favor, por favor, no hagas
locuras.

John dejó la taza de café por la mitad sobre el escritorio y se dirigió al baño refunfuñando al
tiempo que le hizo señas a Marcus para que lo acompañara.

Una vez sola, Jenny se abocó a la sórdida lectura del expediente.

III

Joseph era el garganta. McLauney lo frecuentaba en el pub de la calle Rodney en su encuentro


con la avenida Popham. La arquitectura del barrio estaba infestada de arcos góticos
apuntados, arquitectura victoriana con techos puntiagudos con su consiguiente forma
triangular, altas torres y parapetos. El viejo Joe nunca le había deslizado un dato falso, pero
tampoco era barato y con los años se había vuelto un poco desprolijo. Sin embargo, y ante la
falta de una pista realmente veraz, no hubo forma de rechazar el encuentro.

Se sentó en la mesa y pidió una cerveza Smithwick’s y una nacional para su confidente.
McLauney abrió fuego temprano:

-Tenemos varias posibilidades, -dijo, tratando de esquivar la mirada del viejo-


antimonárquicos, separatistas, republicanos, comunistas. Todo ello si no contamos móviles
pasionales, supremacistas, racistas, locos o la mafia en cualquiera de sus acepciones. Sabido es
que dilapidaba la fortuna familiar y los gastos del presupuesto se hacían aumentar año a año,
es probable que pidiera prestado al mismísimo lucifer. Evidentemente no era un gobernante
popular y muchos lo preferían muerto antes que continuara con su raid desbocado de excesos,
y con ello sumo a la lista a políticos en la línea de sucesión. La autopsia confirma el
envenenamiento con ricina, lo que nos da el toque profesional del asunto. Un trabajo limpio y
sin huellas aparentes. Los sospechosos directos son tres, los que pudimos ubicar en la escena
del crimen en las últimas dos horas antes del deceso: el primer ministro, la secretaria personal
del rey y un personal de maestranza.

En la escena del crimen se encontró la taza, perdón, vaso descartable de café con las huellas
del difunto, un antiguo códex con la primer hoja arrancada y un prendedor metálico que ya fue
mandado a analizar al laboratorio.
Al viejo soplón pareció no importarle nada de lo que el detective le estaba revelando mientras
se dedicaba a jugar con las cáscaras de maní que alguien había dejado sobre la mesa.

Cuando se cansó, Joe metió la mano en su saco y le acercó un misterioso sobre membretado:
el mismo contenía una invitación personal a la no tan conocida Logia de los Caballeros
Racionales.

-Esto es el indicio principal. La logia que custodia desde hace dos siglos los destinos de nuestra
región- señaló el viejo.

-Historias y teorías conspirativas. Lo que me faltaba - farfulló John.

-Mira, estimado, hay cosas que escapan a tu corta percepción. Cosas que las gentes comunes
no deben ni quieren escuchar. Ellos están bien en su mundo ideal, consumiendo, viviendo en
esta bendita tierra que Dios les proveyó, una tierra que mana leche y miel. Sí, les encanta
beber de ella y embriagarse de orgullo americano, pero lo que no saben es que Estados Unidos
de Sudamérica es y existe porque los hermanos juramentados se ocuparon de que no se parta
en mil pedazos, de que no se balcanice podríamos decir hoy, ya que ese era su destino
inexorable. Podríamos detenernos unos instantes y divagar… si… eso que ya no se hace…

John miró hacia el costado en señal de aburrimiento.

-Sí, búrlate, -esputó Joe- pero el destino de Sudamérica era otro. Y los hermanos se encargaron
de corregirlo y aún hoy lo hacen. Imagínate, solo imagínate, no una nación sino una docena,
peleando, enfrentados cada uno con sus planes. Débiles, experimentando diversos sistemas:
unos comunismo, otros allí el libre mercado acérrimo; por aquí populismo y allá dictaduras,
experimentos liberales, guerra, hambre y sometidos… siempre sometidos a las potencias
centrales. Sin embargo hemos llegado a ser, luego de la reintegración de Nueva Buenos Aires a
los Estados de la Unión, hace ya casi setenta años, la cuarta economía del mundo con un valor
de $ 3.3 billones, por delante incluso de Alemania y llegamos a contar hace unos años con un
PBI de 4 mil millones de dólares con los mejores índices de igualdad de ingresos, salud,
educación e infraestructura.

-En el contexto de hacer revisionismo creativo y por lo que a mí respecta -concluyó John-
podría yo haber nacido argentino como San Martín, o neobonaerense como Borges, tener o no
tener sangre sajona, ser o no ser policía, no lo sé, haber sido un político populista comprando
voluntades o bien podría ser Mickey mouse, vaya a saber, simplemente no me importa. Eso no
es lo que pasó, o pasará.

-Querido amigo, solo me queda un consejo para ti, quizá el último del día -dijo Joe- Mantente
alejado, esto te supera, va más allá de tus posibilidades.

-Si hay algo que hoy no voy a hacer Joe, es correrme. Lo siento, no es lo mío.

Cuando el viejo Joe se dio por vencido terminó su cerveza, se paró y comenzó a caminar hacia
la salida.

-Hay algo más, algo que puede torcer el rumbo de tu investigación si es que puedes sacarle
provecho. Lo que escuché solo se escucha en los reducidos círculos del poder al que tengo
acceso ya sabes por cual de mis habilidades. Pero es un dato que sólo vas a corroborar mañana
cuando llegue el estudio que le falta a tu investigación. Adiós John, and God save the King…
IV

El resultado final del ADN arrojó un resultado asombroso. Marcus había recibido el sobre
temprano y para cuando John regresó se encontraba ensimismado mirando a la nada. La luz
matinal entraba por la ventana provocando un reflejo dorado en la cabeza del detective
adjunto que se volteó al momento de entrar John.

-El rey, o mejor dicho, el que fue rey durante el último tiempo – pudo decir con dificultad
Marcus-, no era un hijo legítimo. Su semblante oscuro y su tono monocorde no hacían más
que darle un marco lúgubre al asunto.

Al fin continuó -El informe confirma la exclusión de Paternidad: el término se utiliza cuando el
análisis de ADN confirma que el hombre sometido a la prueba no es el hijo biológico del
estudiado y es lo que se hizo con su antecesor Dionisio VI ¿Qué pasa entonces John si se
quiebra la línea sucesoria?

A John le dio la impresión en ese momento que la oficina se achicaba poniéndolo frente a lo
inesperado y a su viejo compañero.

-Demonios- dijo John – esto significa dos cosas. Que esto es grande, muy grande. Aún más
grande de lo que suponíamos. Y que estamos enterrados y jodidos hasta el cogote.

-En mi pueblo tenemos un dicho- sentenció Marcus – Nada está terminado hasta que está
terminado.

-No existe ni remota posibilidad de que inteligencia no supiera de esto, no existe posibilidad de
que el poder real no lo supiera. La política hace tiempo que ha dejado de ser política de ideales
para convertirse en una política de resultados, de impacto mediático, algo que se mide en
audiencias. La analítica es tan importante en las redes sociales que ha dejado de lado los
hechos puros y duros. Si esto no trascendió antes, es porque hay alguien muy interesado en
que no se sepa.

John hizo una pausa y se asomó al pasillo. Volvió y miró su oficina como queriendo encontrar
algo que sabía estaba por ahí.

Entonces continuó, -esto mi querido amigo, significa que no importa lo que descubramos,
importa lo que nuestra nación esté dispuesta a soportar. O mejor dicho, lo que los que
manejan los hilos consideren que la nación pueda soportar. Este es el tiempo de eso que
llaman posverdad… información que no se basa en hechos objetivos, sino que apela a
emociones, creencias o deseos de los ciudadanos.

-Simplemente no hay posibilidad de que este asunto no nos lleve puestos- concluyó al fin.

En medio del debate comenzó a sonar el viejo teléfono de la oficina. La voz de la secretaria del
jefe Santos anunció la llegada del poder real del que hablaba John hacía tan solo un instante: el
primer ministro en persona se dirigía para mantener una reunión con el jefe y el equipo de
investigación.

No era muy difícil deducir lo que pasaba. Todas las demás investigaciones estaban controladas,
la del Buró Federal de Investigación, la de inteligencia y la del ejército. Todas menos esta.
Entonces, y como siempre, alguien llegaba para imprimir la presión necesaria en la
investigación para direccionarla.
El despliegue de efectivos de seguridad se hizo notar desde la planta baja hasta el segundo
piso donde se encontraban las oficinas de investigación a solo cinco minutos del origen de la
llamada. John contó cerca de veinte efectivos con armas de todo tipo y calibre y para cuando el
primer ministro hizo su ingreso todos los pasillos del edificio estaban despejados.

A pesar de estar vestido con sobriedad, Raymond Weiland presentaba el porte de un rey. Era
ese tipo de hombres a los que el paso del tiempo les sentaba bien y, verdad es, que no
intentaba ocultarlo. Y aunque lo hubiera intentado, le hubiera sido imposible dado ese raro
brillo que emanaba de ciertos descendientes de las antiguas casas europeas.

En la sala de reuniones esperaban sentados el jefe, John y Marcus junto a dos jóvenes
detectives que hacían tareas de rastrillaje en el caso: Gideon Smith y José Penas.

Al entrar el primer ministro no saludó y se sentó con un expediente en mano. El ambiente se


cortaba con cuchillo y Weiland no tardó en hablar.

-Es de púbico conocimiento que el rey y su secretaria mantenían una relación afectiva.
También es sabido que no era la única. No hace falta que les diga además, que ellos
discutieron esa mañana y que quien le acercó el vaso de café envenenado con risina fue ella.

-El asunto va a ser catalogado como asesinato en primer grado. Sandra Mendoza va a ser
condenada a reclusión perpetua por magnicidio y permanecerá en prisión hasta sus últimos
días. Además de ello, ya tenemos al sucesor del rey, lo hemos encontrado nosotros.

John levantó la mano toscamente como pidiendo permiso y el jefe Santos lo fulminó con la
mirada.

-Hable detective – concedió el primer ministro.

-No es que no me guste su historia Weiland –comenzó John-, de hecho me resulta simpática,
pero le recuerdo que usted mismo integra nuestra lista de sospechosos. Se le tomó la
declaratoria y los hechos lo ubican en la escena del crimen una hora antes de la muerte.

-Si hablamos de un móvil- continuó John- a ustedes, los caballeros racionales, ¿puesto que
usted es uno de ellos verdad? les sobran motivos.

El semblante de Weiland cambió de repente.

-No soy un experto en política internacional, pero no es muy difícil entender la evolución de
nuestra nación estudiando a personajes como usted, los que ponen y sacan a los gobiernos
llamados “regionales”, inventan legisladores a conveniencia, acuerdan y desacuerdan con altos
hombre de negocios, operan y ocultan. Además, y tampoco soy un especialista en esto, usted
es licenciado en biotecnología, lo que imagino lo deja con algún conocimiento sobre venenos
¿verdad?

-Jefe Santos, hágame el favor de poner bajo arresto al detective John McLauney por desacato,
obstrucción a la justicia y simulación de delitos. La investigación pasará a manos del buró y yo
olvidaré que tuve esta reunión.

La última acción de John en libertad, fue mandar un mensaje de texto a Jenny.

V
El video fue subido a la web a las 10 PM del jueves y para las 11 ya había conseguido 650 mil
visitas. Duraba escasos cinco minutos. Jennifer McLauney, más conocida en las redes como
Jenn Clever contaba con miles de seguidores y gracias a sus conexiones estaba en condiciones
de viralizar casi cualquier cosa en segundos.

-De pequeña siempre me gustó unir pedazos rotos- Comenzaba diciendo Jenny en su video-
Cuando algo se rompía, de ninguna manera pedía que lo reemplacen. Recuerdo una pequeña
tetera de porcelana en miniatura; jugando con ella se resbaló y estalló en varias diminutas
partes. Estuve días para buscar, reunir y pegar con cuidado cada parte: el ensamble y el orden
es lo importante en esos casos. No siento demasiada empatía con la limpieza, pero si con el
orden; esa es mi pequeña obsesión. El oculto y preciso orden de las cosas. Todo tiene un lugar,
una explicación y pertenece a un sitio. Me dedico desde ese entonces a estudiar cosas que no
cuajan. Creo que tiene que ver con la ausencia de mi madre, básicamente porque nunca acepté
que esa parte de mi vida se rompiera y se alejara de mí, su lugar natural.

Empecemos con un poco de historia: Francisco de Miranda estableció recién comenzado el siglo
diecinueve, que la línea sucesoria real sudamericana no podía ser interrumpida, algo que a
nuestro entender posmoderno francamente no le cuadra, pero para sus sucesores esa
indicación se volvió su obsesión. Casi como una religión.

Por eso sé que lo que les preocupa casi hasta la locura es solo una simple y única cuestión: la
pureza del devenir dinástico. Es una cuestión racial, tribal y casi exclusivamente sanguínea: la
única sangre real en Sudamérica es y solo debe ser la sangre Inca, por tanto y si hubiera un
hecho que ameritara el asesinato del rey no es su vida licenciosa o su errático comportamiento
político: esas cosas son tolerables. Lo que no es negociable es un heredero que no lo sea. Y
lamentablemente este parece ser el caso.

Los tres elementos que se encontraron en la escena del crimen: el vaso descartable con el
veneno, el códex y el prendedor. El elemento de castigo, su explicación y la firma/advertencia.
Lo primero es el vaso. Si bien es cierto que Sandra Mendoza se lo alcanzó, lo mismo es verdad
que no preparó ella la infusión. Regularmente el café que tomaba el rey se prepara en la
cafetera del bufete donde tiene asentada su oficina. Pero ese café, de ese día, vino en un
delivery de una conocida cadena de cafeterías y hay un recibo que lo prueba. Pero lo realmente
importante es que el pasamanos desde la tienda hasta las manos de Sandra, involucra
solamente a agentes de seguridad, y es por eso que no está demás subrayar que Mendoza
nunca estuvo sola con el vaso de café.

Vamos ahora con el códex. El mismo contenía una serie de antiquísimos presupuestos que
fundarían la nueva dinastía de los Incas que llega hasta hoy. En las primeras páginas se
detallaba la genealogía de la casa Inca. Verdadera o no, se remontaba por siglos sobre el Inca,
el soberano del Imperio incaico, entidad que existió en el occidente de América del Sur desde el
siglo XIII hasta el siglo XVI. El primer sinchi cuzqueño en utilizar el título de inca fue Inca Roca,
fundador de la dinastía Hanan Cuzco. El último inca en el gobierno durante la conquista
española fue Atahualpa, quien fuera colgado por el infame conquistador Francisco Pizarro,
acción que, por supuesto, no extinguió la vida de la casa para nada. La fotografía de esa
primera página se puede encontrar en cualquier archivo de imágenes en un buscador estándar.
El faltante de esa primer hoja indica sin lugar a dudas que la sucesión se quebró, algo que para
la logia es inaceptable, no tanto por el hecho en sí, sino porque algo tan grande quedó por
fuera de sus manos tanto tiempo y eso es simplemente imperdonable.
Y por último, el prendedor con el símbolo de la logia de los caballeros racionales, la curiosa
firma de un crimen silenciosamente anunciado. Si bien es cierto que el broche pertenecía al rey
y que él integraba la logia sin ocultarlo a nadie, y que por supuesto era lógico que pudiera
aparecer en la escena del crimen, no lo es la forma en que estaba acomodado: en las manos del
monarca muerto. Este detalle aparece generalmente para satisfacción del asesino al ver
reconocida su labor o para mandar un mensaje muy claro a alguien con la capacidad de
entender la codificación.

Todos los hechos apuntan a una venganza de una antigua hermandad por burlar la sucesión
dinástica por parte de una persona que este colectivo consideraba debía morir por el simple
hecho de no ser quien debía ser. Esta es lo lógica que el estado nacional no quiere que ustedes
sepan y es por eso que proponen tenazmente el segundo móvil, el pasional.

Este involucra a Sandra Mendoza, la secretaria y amante del rey, el despecho, y el único
diálogo que está en la causa. Este móvil es el que ha decidido seguir el estado mayor en la
figura del Primer ministro Raymond Weiland, aunque carece de cualquier sustento y quiero
explicar porque.

Mientras todos estaban ocupados, yo hable con las otras dos amantes del rey: Marlene Le Bris,
y Natacha Delillah Durán y ambas coincidieron en algo: la única que de verdad amaba al rey
era Sandra y era incapaz de hacerle daño. Todas las conversaciones registradas en el
expediente entre el rey y Sandra, guardadas en ambos teléfonos móviles como prueba,
corroboran la naturaleza afectiva de la relación y no dan pistas de celos, peleas o
resentimientos. Solo el más puro y dulce amor. Inclusive si tomáramos por cierto el supuesto
dialogo entre ambos que figura en la causa aportado por el maestranza, podríamos pensar que
Sandra estaba esperando un hijo del rey, aunque yo lo descarto como falso dado que proviene
de una parte involucrada.

Ahora bien, siguiendo esta lógica ¿Por qué nadie cuestionó al tercer sospechoso?, fue el único
que aportó ese oscuro diálogo y el único que sin decirlo direccionó la investigación: Dimas
González. Los hechos lo ubican en la escena del crimen, pero lo interesante es que su
prontuario esta borrado de la base de datos oficial. El tipo es un auténtico fantasma y de ahí
surge la verdadera pregunta: ¿quién tiene la capacidad de limpiar un expediente sin dejar nada
ahí? Por supuesto, el estado.

Pero ¿porque Dimas González se dejaría presionar, digamos hipotéticamente por una figura de
poder, siendo posible que fuese descubierto tarde o temprano e inclusive que la vida se le fuera
en tan riesgosa operación? Esa es la parte más simple, Dimas es un separatista confeso, un
fanático violento que busca la disgregación de Nueva Buenos Aires de los Estados Unidos
sembrando el terror y, aunque no lo crean, podemos ubicarlo inclusive como partícipe
necesario del atentado de 1993. Y si bien su archivo fue borrado, mis colegas informáticos
descubrieron bien temprano todo el caché que aún vagaba en la deepweb sobre sus diversos
perfiles y sus controvertidas opiniones. Desde allí fue entonces muy simple destrabar el doble
juego de nuestros amigos y unir los puntos: extorsión y manipulación sobre González,
brindándole al mismo tiempo la posibilidad de matar al rey, figura que representaba en su
afiebrada mente a la más rancia tiranía.

Y entonces los malos ya tenían su coartada: para todo el mundo, el rey habría sido asesinado
por una amante celosa, la misma que discutió con él minutos antes de su suerte final y la
misma que le brindó la copa de su muerte: su secretaria Sandra Mendoza. Pero aún en el caso
de que la línea principal fallara, quedaba el reaseguro del extremista, el verdadero autor
material que jamás revelaría el plan so pena de una seguidilla de muertes misteriosas que
seguramente incluirían a su entorno. Todo bajo control y sin fisuras aparentes.

Salvo por algo colegas: que se metieron con lo más sagrado en mi vida, mi padre, el detective
John McLauney, el tipo más honesto que conozco, el único que estaba siguiendo la senda
certera de la investigación. Y yo, sinceramente, no soy muy amiga de sus enemigos.

Así que a quien corresponda, dejaré el link al final del video con las muestras digitales de todo
lo que he dicho y sostenido en estos minutos. Será justicia.

El estado mayor trató de bajar el video desde las 00 hs del viernes desde su publicación con
resultados adversos: el mismo volvía a estar online con la misma rapidez con la que era
bloqueado.

Cerca de la 1:15 AM el video estaba en cada portal importante de América y se seguía


esparciendo.

Para las 5:50 AM, McLauney ya estaba fuera de la cárcel.

A las 8 AM Raymond Weiland presentaba en conferencia de prensa su renuncia indeclinable al


cargo de primer ministro.

Para las 9 AM, Christian Blame, ministro del interior, anunció que se llamaría a una consulta
popular en cada uno de los distritos que componían Estados Unidos de Sudamérica sobre el
rumbo que tomaría la nación, su forma de gobierno y la continuidad de la Unión bajo una
monarquía parlamentaria o su simple y llana disgregación.

A las 10 en punto John McLauney colgó su saco marrón en el mismo perchero en el que lo
depositaba cada día y se dirigió a la máquina de café. Se sirvió una nueva taza de la dudosa
infusión de todas las mañanas y brindó a la salud del último rey del sur.

Se asomó a la ventana tipo guillotina estilo Queen Anne Revival del segundo piso y divisó a la
multitud. Por alguna razón que el desconocía, las personas comenzaron a salir a las calles; al
principio parecía que eran algunos pocos activistas con pancartas, pero con el paso de los
minutos divisó muchas familias, gente de los suburbios, abuelos y niños con banderas que se
volcaban a las calles con los rostros llenos de esperanza y según creyó adivinar en sus labios,
entonando viejas canciones patrióticas y algunos himnos religiosos entremezclados con
cánticos pacifistas.

Cuando miró el cielo aturquesado recordó que era septiembre y recordó que amaba
septiembre y recordó también porque lo amaba: septiembre era el mes en que había nacido su
única hija, Jenny, que era la luz de sus ojos; Jenn la sagaz, Jenny su pequeña, la que amaba los
dulces y los policiales negros, como también los amaba su madre, Carla, a quien extrañaba
cada día con la intensidad de mil corazones desgarrados y bajo cuya solemne memoria, trataba
de ser un mejor hombre cada día.

***
El Culto

Para finalizar me gustaría contarles algo gracioso. Soñé que Jennifer tomaba mi mano y juntos
ingresábamos a ese extraño culto del que todos hablan. Lo hacíamos por puro esnobismo y
postura, ya que según decían en las redes, los famosos estaban dentro.

Préstenme atención porque trato de ser breve y contar dos veces las cosas no me tienta
demasiado. En una atmósfera espasmódica

La multitud se desespera por

Lanzarse dentro del estadio.

En el escenario, un doble de Sergio Denis.

Solo que futurista.

Parece dirigir el coro.

Es una especie de ritual.

Varios son seleccionados

Para algo

Que no sé qué es, pero no me gusta.

Es algo en el aire, en el ambiente, mágico y maligno.

-Tengo que despertar- me digo

Pero no puedo.

-Yo soy la aventura y tú la realidad-, repiten cual mantra.

Una especie de sacerdote lleva un saco blanco arremangado.

Tiemblo y
Alcanzo a verme en las pantallas gigantes del estadio.

Mi pelo también es blanco, mis dientes exageradamente blancos, tan blancos.

Odio el blanco.

-La vida que me das y no me alcanza- repite el condenado.

Y allí mismo y sin mediar razón…

El sacrificio

Salvaje e inaudito.

Para cuando el rio carmesí toca mis pies,

Una extraña sensación recorre mi sistema nervioso.

Me calmo y

Me siento raro… pero mejor,

Como redimido.

Todo es raro, pero

Les juro que soy mejor.

Finalmente salimos de ahí.

En un cuarto trasero se reúne la cúpula. Jenn consigue colarse e intercede para que entre.
Parece una reunión importante. Están decidiendo algo trascedente. Algo como el día D.

Mi mente reacciona y me convenzo de que esto es un sueño. No puede ser otra cosa.

El líder voltea y me habla directamente -Esto no es un sueño amigo, aunque que tampoco es la
realidad. El verdadero mundo esta fuera. Esto que ves y sientes es solo la maldita caverna
platónica, estamos atrapados dentro de la fuente. Pero tranquilo. Sabemos cómo salir.

Dejavú.

Todo funde a blanco. Velocidad y travesía instantánea. Viajo a través del túnel. Del otro lado
me espera el mundo.

Tu mundo.

Entonces, yo emergeré

Desde las antiguas ruinas

Y allí nos veremos.

Cuando menos lo esperes. Esperando a que dé comienzo un nuevo ritual.


Uno de los millones que se realizan en los infinitos universos en donde quizá un día
coincidamos y demos por concluida la saga de relatos fantásticos que a usted se le dio por
escribir.

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