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15 de febrero del 2022

Azkoitia – Euskal Herria

Querido Sergio, creo que le tocaba responder pero no puedo esperar más para saber de usted, así
que prefiero repetirme. Por otro lado, creo que es mi deber tomar la iniciativa por que fui yo el
visitante. Es una sensación extraña la de ser visitante en el hogar. Ser un fantasma que vuelve y le
dice a los de siempre “soy el de siempre” sin que nadie sea ni el de siempre ni para siempre. Pero no
ahondaré en ello, hay cosas que considero más “importantes” y de “interés” para usted. Por
ejemplo, nuestro encuentro que, entre lo común y lo típico que pudo resultar (de cierta manera fue
natural y como de todos los días, como si nos viéramos una vez al mes) también puede traducirse,
en lo narrativo, como un encuentro mítico en el sentido amplio de la palabra. Con dioses verdaderos
en su falsedad. Con libros sagrados transcritos y tergiversados por monjes modernos que escuchan
antiguas salsas. Con códigos y lenguajes muertos en sus desconexiones semánticas y vivos por sus
redes DMT. Con profetas sin séquito que, entrada la noche, sufren revelaciones materiales que los
derriban y allí, par-terre, más cerca que nunca de los gusanos, sueltan versos místicos que rebotan
en el suelo y suben al cielo, más lejos de los gusanos. Rodeados por la luz oscurecida de la noche
capitalina y el brillo artificial de la torre ColPátria reflejado en los rostros de los poetas que no
escriben poemas, de los pintores que no pintan, de los escultores que no esculpen pero sí beben y
fuman – y con eso les basta – a puertas de la arena donde tanto toro y tan poco torero murió.
Muertos vivientes en una ciudad podrida que huele a bosque húmedo. Lo más vivo de usted olía a
eso, a una promesa de chicharra, de la que se suele encontrar solo la piel hecha escultura, de la que
se conoce solo la orina que cae de los arboles más altos, de la que se escucha solo un grito que, con
el tiempo se vuelve canto. Lo menos vivo de usted sabemos a que huele. Quiero pensar que sobre
todas las cosas, es la parte más viva la que se impone sobre su lado enfermo. Por supuesto, las dos
están ligadas y, me temo, se ligan más cuando consume los elixires de la noche. La María, la Sangre
de Cristo y la tentación del día eterno. Pero yo no soy nadie para hacer diagnósticos médicos. Esa
parte creo y espero que usted la tenga copada y bien gestionada. Yo prefiero hacerle diagnósticos
narrativos y acompañarlo en lo que sea que usted decida, como un gusano lejano, muy lejano pero
también muy largo, rosado, palpitante y larguísimo, cuyos extremos atraviesan continentes y
comparten en cada extremo del cuerpo blando y palpitante, la confusión entre cerebro y culo de
gusano, que habla y ama a los profetas caídos.

Creo que mucho de lo que hablamos tendría otro orden y claridad si lo escribimos. Por eso le doy
libre fluir a mis recuerdos y escribo en desorden, lleno de imágenes que usted me compartió o me
hizo y hace sentir. Le pido que, sin ningún tipo de mesura, me repita lo que me comentó en nuestras
caminatas o lo que se le olvidó decirme.

Tengo una imagen bella y terrorífica suya, que espero que le de tanto terror como me lo dio a mí:
usted, caminando en una noche de verano (luminosa y oscura) por todo el medio de la Circunvalar.
Caminaba como si en el antiguo paseo de Bolivar hubiese una cuerda floja, de la que usted se
burlaba mientras corría borracho y tambaleante. Lo terrorífico del asunto era la oscuridad y las
curvas, el peligro que el azar podía acarrear a cada segundo en el que usted se mantenía sobre su
propia cuerda floja. Entiendame, el peligro no era caer, el peligro era ser atropellado. El terror me
invade de solo imaginar su sonrisa y su terquedad. Espero que no repita ese paseo y encuentre otras
manera de llegar a Egipto. Lo quiero y necesito completo, o por lo menos que el vacío sea una
fractura espiritual y no una que nos lisie el cuerpo. Están sobre dimensionadas y poco comprendidas
las fracturas espirituales, en cambio, no son valoradas las materiales.
Otro de los momentos que me marcó de mi visita, fue el encuentro y la charla con otro profeta par-
terre: Julian, con el que tuve una larga charla en el ParkWay. Aunque entrada la noche estábamos
menos perceptivos por el alcohol y el cansancio (sobre todo el mio) deduje que se alejó un poco de
usted ¿Es cierto o son solo malas interpretaciones mías? ¿Cuál es su relación actual con toda esa
gente que tenemos en común? Yo me temo haber decepcionado a Julian. Ya no tenía fuerzas para
soportar una borrachera más y él ahora era un forever, un tipo que va hasta la frontera del
desasociego y afronta las caídas más terroríficas de la resaca. Aprendí, sin embargo, que el vacío
ontológico es un tubo de pbc.

Ahora que le escribo, es cuando empiezo a realizar y percibir las sensaciones confusas que el viaje
me hizo sentir. Le tengo que agradecer también por eso. Me temo que no pude estar a la altura de
los momentos que la ciudad me ofreció, por culpa de los fantasmas que acarreé conmigo. Los
estudios y trabajos pendientes pero lejanos (ahora muy cercanos por supuesto). Necesito que
volvamos a este espacio en el que seguimos compartiendo.

Lamento estar un poco trascendental en lo anterior. Usted sabe que prefiero lo prosaico. Cuenteme
cómo van sus días en el mayor detalle que pueda. Usted sabe que me interesa saberlo. Es mi manera
de acompañarlo. Usted sabe muchas cosas que no hace falta repetirle.

Responda los más pronto posible. Disculpe mi demora. Que su perdón venga rápido en forma de
respuesta.

PD.: Salude a su hermano de mi parte.


Esta carta tiene un truco secreto: si la lee en voz alta (pese al desorden y la redacción) se vuelve una
carta para dos o para tres destinatarios al tiempo.
Y al terminar de leer, un bufón sin rey camina sobre un coche y corre por su vida.

Urrego

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