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LAS MIGRACIONES INTERNACIONALES EN EL CONO SUR1

Jorge Balán

(Resumen y reelaboración con fines didácticos para el área de Ciencias Sociales de 1er año del
Profesorado Docente de El Bolsón realizada por Lorena Martínez Gelabert)

Introducción

La proximidad geográfica de Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay así como


su historia reciente, es lo que me permitirá analizar la problemática migratoria a pesar de la gran
variación que ellos presentan en sus estructuras económicas y sociales así como en el tamaño,
distribución y dinámica demográfica.
Argentina, Uruguay y Chile figuran tradicionalmente entre los países de mayor
desarrollo capitalista, más industrializados y urbanizados de América Latina. Mientras tanto,
Bolivia y Paraguay están entre los países más pobres de la región, con indicadores sociales que
señalan la existencia de una mayoría de la población con bajísimos niveles de vida y una
actividad económica ligada a formas no capitalistas de producción.
A pesar de la heterogeneidad, la principal justificación para tratar a estos cinco países en
conjunto dentro de este trabajo, es la trama de relaciones establecidas por las migraciones
internacionales. La Argentina, con una población total que supera al conjunto de los otros cuatro
países y una economía más diversificada, incluyendo un parque industrial considerable, es el
principal país de destino de los migrantes provenientes de los otros cuatro, mientras que el
volumen de migrantes aportados por ellos, es el único significativo para dicho país. Al mismo
tiempo habrá que tener en cuenta que la Argentina también es un país de emigración.
Los cinco países de la región han enunciado en diversas ocasiones durante su historia,
políticas de población que pueden ser consideradas como tendientes a fomentar su crecimiento
(Torrado, 979; Urzúa, 1979). Las políticas más antiguas y persistentes (aunque no siempre más
eficaces) han tendido a favorecer la inmigración como medio de acelerar dicho crecimiento. En
todos ellos, la inmigración en general, y especialmente la proveniente de Europa, fue vista
consensualmente como un factor positivo y deseable en el progreso nacional, como
determinante y síntoma de cambios positivos y deseables en la configuración social, económica
y política (Solberg, 1970).
También resulta relevante tener en cuenta el contexto político para el análisis de un
tema específico que, en la actualidad está tomando mayor importancia. Me refiero al fenómeno
del retorno.
Aunque el retorno es una característica “normal” de cualquier proceso migratorio, ya
señalado por Ravenstein hace un siglo como una de las leyes del fenómeno (todo flujo
migratorio genera un flujo en dirección contraria, de retorno), adquiere en el cono sur textura
particular en relación al contexto político en el que tiene lugar.

I- I NM I GR A C I Ó N : E L C A S O A R G E NT I N O

La inmigración trasatlántica

Es común afirmar que la sociedad argentina se conformó mediante el proceso de


migraciones internacionales masivas que tuvieron lugar durante su período de mayor expansión
económica (desarrollo y afianzamiento del modelo agroexportador), dado el enorme peso que
los migrantes tuvieron en la población total, especialmente en la población económicamente

1
Trabajo realizado en el marco del Proyecto de Migración hemisférica (Comité Intergubernamental para
las Migraciones y Universidad de Georgetown). CIPRA. 1985.
activa, pero también por su impacto en la cultura, la política, etc. (Germani, 1968 y 1970; Bagú,
1978).
En cuanto a las políticas poblacionistas de la era independiente, resulta relevante
mencionar la elaborada por Rivadavia en la década de 1820, la cual tuvo un alcance muy
limitado debido a la desarticulación política y económica que provocaron las guerras civiles de
las siguientes décadas. Este contexto fue netamente desfavorable para una política de promoción
de la inmigración.
Otro antecedente lo encontramos en el impulso que cobraron las políticas poblacionistas
en el período de “reorganización nacional”, encarado luego de la caída de Rosas. Su principal
ideólogo fue Juan Bautista Alberdi, quien acuñó la frase “gobernar es poblar”. El proyecto
suponía la transformación y modernización de la sociedad argentina a través de la europeización
de su población.
A pesar de estas iniciativas tempranas de “atraer inmigrantes” para poblar la Argentina,
recién cuando aumentó la superficie de tierras cultivables que permitió incorporar la economía
argentina de forma más completa al mercado mundial, por la vía de la producción cerealera,
comenzó la etapa de inmigración masiva, en la década de 1880. En ese momento, la inmigración
mediterránea, y especialmente la italiana, jugó un papel fundamental. La ineficiencia relativa de
las políticas anteriores, se reflejó en el cuándo del flujo masivo, que respondió a una
oportunidad económica concreta más que a factores político institucionales, y al origen de los
inmigrantes, que no vinieron de aquellos países de donde se los esperaba.
Aunque los italianos, sobre todo los del norte, migraban desde antiguo a otros países
europeos principalmente, no salieron en forma masiva de su país sino después de la unificación
y especialmente con la gran crisis industrial que afectó al norte de Italia en las últimas dos
décadas del siglo XIX (Sori, 1979). La crisis italiana provocó la gran emigración, que se dirigió
primero en gran volumen al Atlántico Sur (Argentina y Brasil) y sólo unos años más tarde a los
Estados Unidos, donde a principios del siglo XX adquirió un peso aún mayor (Merrick y
Graham, 1979). Es decir, la Argentina encontró, dentro de una coyuntura económica favorable
que demandaba enormes cantidades de mano de obra para un país casi despoblado, la mano de
obra donde ella existía y no donde ella hubiera pretendido atraerla. El origen geográfico de la
población migrante es producto de una combinación única de determinantes en el lugar de
origen, que resultan en una población “disponible”, y en el lugar de destino, en la forma de
demandas específicas de mano de obra y mecanismos de reclutamiento de la misma.
En cuanto a la inserción económica y espacial de los migrantes trasatlánticos, puede
decirse que el primer punto de llegada fue el sector urbano, especialmente Buenos Aires, y en
menor medida las capitales del interior. Esto fue cierto hasta la década de 1870, aunque hubo
excepciones, como la colonización irlandesa. Sólo a partir de entonces y durante dos o tres
décadas, el campo (casi exclusivamente la pampa húmeda) se pobló de migrantes europeos.
También las ciudades resultaron beneficiadas, las grandes y las pequeñas, en la costa y en el
interior, pero especialmente aquellas que se vinculaban a la producción agroexportadora y su
comercialización y transformación. En un tercer momento las oportunidades de empleo en el
mundo rural comenzaron a estancarse, mientras aquellas del mundo urbano continuaban
creciendo: la población migrante, así como toda la población argentina, se comenzó a urbanizar
rápidamente (Lattes, 1982).
Es así que podemos decir que durante el primer período de inmigración masiva la
población rural y de pequeñas ciudades creció más que las de las grandes urbes. El campo
efectivamente se pobló. En un segundo período, por una conjunción de razones tecnológicas y
de organización productiva, la absorción de mano de obra en el sector rural se estancó: las
primeras etapas de la mecanización, por una parte, y el encarecimiento de la tierra, por la otra,
favorecieron una estructura fundiaria y una organización productiva que precisó de una
población residente relativamente pequeña (Cortés Conde, 1979).

Mientras tanto, la expansión urbana supuso una enorme ampliación de oportunidades


económicas, tanto en el sector asalariado como para los trabajadores autónomos, en actividades
comerciales y de servicios, en la industria manufacturera, la construcción y la artesanía. El
mercado de trabajo urbano funcionó normalmente a pleno empleo, y aún en las crisis cíclicas el
nivel de desempleo quizá fue menor que el que mostraban otras grandes urbes de la época
(Scobie, 1974). Si bien el mapa de la inmigración fue cambiando, lo que se mantuvo fue la gran
concentración regional de extranjeros en las provincias del litoral y en la llamada pampa
húmeda. El interior, aunque se benefició de algunas consecuencias del “boom” agroexportador,
creció mucho menos y concomitantemente atrajo inmigrantes sólo de forma marginal. La
integración política y económica lograda a principios del siglo XX, se consolidó sobre las bases
del desequilibrio regional marcado entre Buenos Aires y la Pampa Húmeda por una parte, y el
resto del país por la otra, cuya textura particular se caracterizó por el predominio cuantitativo de
la población extranjera en la primera de las regiones mencionadas.
La imagen muchas veces sustentada de un país vacío que no sólo ocuparon sino que
conformaron los inmigrantes trasatlánticos, es evidentemente falsa. Al momento de llegar las
primeras olas masivas de europeos, hubo dos grupos sociales –sobre todo en el medio rural y en
el interior- que sufrieron consecuencias negativas muy diversas con el avance de la economía
agroexportadora y del nuevo orden social. Por un lado, la población indígena fue expulsada,
diezmada y reubicada a partir del avance de la frontera que daba lugar a la ocupación económica
estable de la población migrante. Por otra parte, el peonaje criollo, mano de obra en las
estancias y la milicia, se integró mal o fue rechazado por la ganadería intensiva y la agricultura
cerealera (Sábato, 1985), quedando marginado en la región pampeana en ocupaciones que
fueron siendo desplazadas por el cambio tecnológico. En la producción rural tanto como la
urbana, el inmigrante resultó favorecido por sus características reales o supuestas de disposición
al trabajo, disciplina laboral, pericia en las tareas.
En el otro extremo de la pirámide social, se encontraba la clase propietaria que también
dominaba el sistema político y por lo tanto dirigía el país. Esta oligarquía criolla, pronto se
entremezcló en su aspecto económico con los recién llegados que traían algún capital o lo
acumulaban localmente.
Aunque el país distaba mucho de estar vacío, y la población extranjera que llegó tuvo
que pasar por un período de acomodo y adaptación, muchas veces se ha señalado el rápido
ascenso social que experimentó. Diversos factores influyeron en este ascenso. Primero, la mano
de obra inmigrante gozó de una excelente acogida y fue favorecida por empleadores urbanos y
rurales. Segundo, el mercado de trabajo favoreció, en términos relativos una inserción estable,
mientras que la economía abría oportunidades muy variadas a empresas nuevas, no
necesariamente grandes. Por último, se puede afirmar que la Argentina pasó por un período de
expansión que favoreció el ascenso social relativo de toda la población, especialmente en la
región donde se establecieron los inmigrantes europeos (la región pampeana), con una
transformación global en el modo de vida.
En el orden cultural podemos decir que es en el nivel de la conformación de las familias
en donde cobra una dimensión particular la capacidad de la sociedad argentina de incorporar
socialmente a los inmigrantes. Hubo distintos comportamientos de acuerdo a las zonas del país
que se pongan bajo análisis, pero en términos generales, Baily (1982) llega a la conclusión de
que los hombres nativos se casaban casi exclusivamente con mujeres nativas, mientras que estas
últimas realizaban en aproximadamente la mitad de los casos, matrimonios exogámicos. El
mayor índice de endogamia lo encuentra entre las mujeres italianas (es decir que tendían a
casarse con hombres italianos), aunque esta actitud tendió a declinar con el tiempo. La
endogamia entre las españolas era menor, aunque no siguió una tendencia clara cono en el caso
de las italianas2.

La inmigración de países limítrofes

La inmigración de países limítrofes a la Argentina, y no solo como una consecuencia de


la porosidad normal de las fronteras, data de antiguo, aunque sin duda estuvo opacada en su

2
El origen de la corriente inmigratoria en nuestro país de finales del siglo XIX y principios del siglo XX
era principalmente Italia y España, aun cuando también llegaron a nuestro país inmigrantes de otros
orígenes: Europa del Este (polacos -sobre todo mujeres incorporadas al negocio de la trata de blancas,
muchas veces con engaños- y rusos de religión judía, principalmente) y sirio-libaneses entre otros.
dimensión cuantitativa por la presencia mucho más voluminosa de inmigrantes europeos y por
el mimetismo cultural de los inmigrantes de países vecinos con los argentinos de las provincias
limítrofes.
Los cuatro países que nos interesan aquí, Paraguay, Uruguay, Chile y Bolivia, han
mostrado tendencias distintas en el tiempo en cuanto al volumen de la emigración a la
Argentina. El punto de partida para comparar el comportamiento de las corrientes migratorias
entre los países mencionados así como también con la migración trasatlántica, será el papel
jugado por la Argentina, sobre todo en las últimas décadas, en la región3. En este sentido, parece
existir un mercado de trabajo asalariado regional en el cual el polo está dado por el área
metropolitana de Buenos Aires (AMBA), donde se concentra una tercera parte de la población
argentina y una quinta parte del a población de la región. Más específicamente, a partir de la
década de 1940 la industria de dicha área cumple un papel hegemónico en ese mercado, por su
nivel de ocupación y por la importancia que tiene en determinar el nivel en otros sectores de la
economía. En forma subsidiaria a dicho polo existen otros mercados de trabajo, alrededor de
sectores diferenciados de la economía argentina y ubicados fuera de la región pampeana, que
han demandado (en función de ciclos económicos en buena medida dependiente de
fluctuaciones industriales) mano de obra que, por razones que veremos, ha provenido a veces en
forma importante de países vecinos.
En definitiva puede observarse que la industria metropolitana ocupa un lugar
privilegiado dentro del sistema, subordinando a otros sectores económicos y espaciales y
determinando el nivel de empleo, las características de la mano de obra demandada y de forma
directa o indirecta los flujos migratorios internos e internacionales dentro del cono sur
(Marshall, 1983)4. Los años que van de 1964 a 1974 correspondieron, aunque con altibajos, a un
ciclo expansivo de la economía argentina en el cual la transformación y el crecimiento de la
industria tuvieron un papel preponderante. La expansión de esos años no sólo consolidó una
etapa en el desarrollo industrial argentino sino que coincidió con la etapa final de un fuerte
proceso de migración interna que databa de la década del ’30, que mostraba cierto agotamiento
de la reserva de mano de obra disponible dentro del país. Al mismo tiempo hay que destacar que
el mercado de trabajo durante la segunda mitad del siglo XX no operó en todo el período ni para
todos los niveles de calificación, con excedente de mano de obra (a diferencia del período de
crecimiento agroexportador). De allí en gran medida, el papel de las migraciones internacionales
dentro de la región.

A comienzos del siglo XX la inmigración de países limítrofes tenía una magnitud


significativa, aunque decididamente inferior a la que provenía de Europa. El censo de 1914
registró más de 2000 extranjeros provenientes de dichos países (alrededor del 5% de la
población total). Entre ellos sobresalían por su peso cuantitativo los provenientes de Uruguay,
asentándose principalmente en la ciudad de Buenos Aires. Su presencia relativa fue declinando
paulatinamente hasta los años sesenta, cuando comenzó un nuevo proceso migratorio desde el
Uruguay, signado por condiciones muy diferentes. En realidad, la inmigración a través del Río
de la Plata constituyó a principios de siglo una continuación de la llegada de europeos, que
también se habían radicado en forma significativa en aquel país. Sin embargo, la crisis
provocada por el cambio tecnológico en la producción rural uruguaya determinó un flujo
migratorio de importancia desde dicho país. Sin embargo, la presencia de uruguayos en Buenos
Aires pasó casi desapercibida en contraste al peso relativo mucho mayor de los inmigrantes
europeos.
3
Recordar que este trabajo fue publicado en el año 1985.
4
A partir de 1930 comienza en Argentina un período de Industrialización por Sustitución de
Importaciones. Esto no significa que la producción agropecuaria no siga siendo uno de los pilares de la
economía argentina, así como sus representantes a nivel político (conocidos como los integrantes de la
oligarquía) siguen teniendo un peso relativo importante en las relaciones de poder que configuran el
panorama político de la Argentina durante todo el siglo XX. La aparición de nuevos sectores sociales
dominantes, no implica la desaparición de los que ya existían, sino la diversificación de intereses
sectoriales que darán lugar a una nueva disposición de los lugares (simbólicos y materiales en términos de
los beneficios y privilegios percibidos) que ocupa cada sector en la sociedad.
La reducida cantidad de inmigrantes limítrofes se concentraba en las provincias cercanas a
los países de origen. De esta forma, los chilenos constituían un grupo significativo en el sur, los
bolivianos en el noroeste y los paraguayos en el nordeste. En todos estos casos puede
considerarse la presencia de extranjeros como un fenómeno normal de frontera, sin que hubiera
aún una entrada significativa de trabajadores migratorios para sectores especializados de la
economía argentina.
A partir de los años veinte se abre el segundo período para las migraciones limítrofes. En él
adquiere importancia creciente el llamado fenómeno del trabajo migratorio, al que se lo
considera una respuesta a la escasez localizada de mano de obra rural en el interior argentino,
una situación que, con altibajos, se prolonga hasta la década de 1950.
Es así como, por ejemplo, el crecimiento de la producción azucarera en las provincias del
noroeste, que se desplaza de una provincia relativamente densa, Tucumán, a otras dos
provincias menos pobladas –Salta y Jujuy- determina en forma directa la llegada de trabajadores
bolivianos. Este es el primer caso de importación de trabajadores asalariados temporarios como
respuesta a la escasez de mano de obra, sobre todo estacional, en una actividad productiva en la
que su funcionamiento dependía del bajo costo (sobre todo de salarios). El reclutamiento de
trabajadores del sur de Bolivia aparece después de agotarse otras alternativas internas, pero
mantiene un esquema de segmentación regional del mercado de trabajo: por una parte las
provincias del litoral pampeano y otras donde, por razones excepcionales, el nivel de salarios
debía ser competitivo internacionalmente para reclutar inmigrantes europeos; por la otra, las
provincias del interior tradicional, donde el nivel de salarios era muy inferior5.
En el nordeste encontramos el ejemplo de la producción de yerba mate y algodón (que se
expanden hacia el año 1930) y que absorben mano de obra de origen paraguayo. Allí también se
conforman sistemas regionales de reclutamiento de mano de obra estacional que, como el
noroeste, combinan el pago de salarios inferiores al nivel nacional predominante aunque lo
suficientemente altos como para resultar atractivos a la población de origen fronterizo. Dichos
sistemas, además, utilizan formas tradicionales de coerción para disciplinar a la mano de obra:
pagos por adelantado y endeudamiento, limitación a la movilidad, contratación por
intermediarios, etc.
El censo argentino de 1947 mostró que la migración limítrofe había crecido
significativamente en esos casos, es decir, bolivianos en el noroeste, paraguayos en el nordeste,
mientras que el número de uruguayos había disminuido en términos absolutos y el de chilenos
se mantuvo casi estable (ver Cuadro 1).
Este fenómeno refleja una escasez de mano de obra localizada a la vez que indicaba las
dificultades que las economías regionales experimentaban con el crecimiento de las migraciones
internas a partir de los años treinta. Es a partir de esta década que, con la intensificación del
proceso de industrialización por sustitución de importaciones, que tiene como epicentro
principal la ciudad de Buenos Aires, y frente a la disminución del flujo trasatlántico de
trabajadores, se produjo una unificación del mercado de trabajo a nivel nacional con la
correspondiente migración interna hacia los sectores urbanos y especialmente hacia las grandes
ciudades.

Cuadro 1: Población de países limítrofes residentes en la Argentina

Censos Bolivianos Chilenos Uruguayos Paraguayos Total


1869 6.194 10.883 15.076 3.288 41.360
1895 7.361 20.594 48.650 14.562 115.892
1914 18.256 34.568 88.656 28.992 207.101
5
Es por ello que los inmigrantes europeos no se sentían atraídos por las ofertas laborales propuestas por
las plantaciones (azúcar, yerba mate y algodón primordialmente, pero también tabaco y té) por dos
motivos principales: por un lado por el tipo de trabajo propio de las plantaciones latifundistas, y por otro
porque los salarios eran menores que los ofrecidos en la región pampeana. Esta diferencia en los salarios,
también operó a favor de la migración interna desde la región extrapampeana a la región pampeana.
1947 47.774 51.563 73.640 93.248 313.264
1960 88.830 116.840 53.974 155.269 463.108
1970 101.000 142.150 58.300 230.050 580.100

Fuente: Censos Nacionales Argentinos - INDEC

La segmentación del mercado de trabajo se mantenía sólo para el caso de la migración


estacional de trabajadores rurales, predominantemente extranjera de países limítrofes: la zafra
azucarera, las cosechas de tabaco, algodón, yerba mate y té, la producción frutícola y hortícola
de los valles irrigados en el oeste, son los ejemplos más sobresalientes. La generalización de la
legislación laboral, entre otras medidas institucionales, irían a quebrar esta segmentación poco
después.
Lo que podríamos identificar como el tercer período de migraciones fronterizas
comienza con la expansión y afianzamiento de la legislación laboral, y se encuentra
caracterizado por la hegemonía del destino urbano de las migraciones, especialmente el AMBA.
Junto a las particularidades de la demanda de mano de obra por parte de la Argentina,
sobre todo en el sector urbano, convergen un conjunto de situaciones de otro orden en los países
de origen. Es así que el crecimiento continuado de la presencia paraguaya en la Argentina, que
pasa a ser la más numerosa, resulta de la prolongada crisis política desatada por la guerra civil
de 1947 y por la persecución que sufre la oposición bajo el régimen del general Stroessner en
las décadas siguientes. La emigración uruguaya responde a la crisis económica de los años
sesenta y llega a su pico con la instauración de un régimen autoritario en 1973. Algo semejante
ocurre con la emigración chilena, afectada por la caída del gobierno democrático de Allende.
En contraste con la inmigración trasatlántica, lo que indica esta rápida lectura de la
inmigración fronteriza durante el siglo XX es lo siguiente: primero, la diferencia fundamental
radica en el volumen de la población disponible para la emigración, que dado el tamaño
demográfico fue siempre reducida en los países limítrofes en comparación con Italia o España,
por lo cual no cabía a aquella cumplir sino un papel marginal. Segundo, dicho papel marginal se
vinculó, principalmente y durante largas décadas, con la situación de sectores económicos
específicos que constituían mercados de trabajo segmentados, mientras que la inmigración
europea en general demostró la fuerza de un mercado que era efectivamente de naturaleza casi
mundial. Tercero, mientras que la inmigración europea frena la migración interna, al menos
inicialmente, desplazando a trabajadores nativos de las oportunidades nuevas que se abrían a la
agricultura pampeana, la inmigración fronteriza resulta de vacíos dejados por la población
nativa, sobre todo cuando ella comienza migrar a las ciudades. Estos contrastes son más
marcados cuando tomamos a la inmigración boliviana y paraguaya, mientras que los urugayos
(y en forma distinta los chilenos) se comportan en función de cambios en el mercado de trabajo
primario en el sector urbano.
Es así que puede apreciarse, en el caso de la población de origen boliviano y paraguayo,
cómo se ha modificado su destino, tendiendo a urbanizarse y concentrarse en el AMBA.
Mientras que a principios del siglo XX el 90% se radicaba en las provincias del interior,
fronterizas con sus países de origen, en 1970 más de la mitad lo hacía en Buenos Aires y sus
alrededores, y aún aquellos con residencia en el interior tendían a radicarse en las ciudades. En
esto se asemeja al comportamiento migratorio que muestra la población nativa de las provincias
del interior de Argentina, que también ha migrado a las ciudades capitales del interior y a
Buenos Aires.
La población uruguaya, por el contrario, siempre ha tendido a radicarse en el litoral y
especialmente en el área metropolitana.
Por su parte, los migrantes de origen chileno, han mantenido su concentración relativa
en las provincias del sur y oeste argentino, con una tendencia menor, que en los otros casos, a
radicarse en forma creciente en Buenos Aires.
Es importante mencionar las diferencias en la inserción económica de los inmigrantes
de los distintos países entre sí como también a lo largo del tiempo. En este sentido, bolivianos y
paraguayos han tendido a concentrarse en unas pocas actividades económicas; en el interior,
especialmente durante los dos primeros períodos, su inserción fundamental fue como mano de
obra agrícola temporaria; en las ciudades, donde han tendido a radicarse últimamente, han
encontrado ocupación especialmente en el sector de la construcción (los hombres) y en el
servicio doméstico (las mujeres, especialmente paraguayas) y pequeño comercio (las mujeres
bolivianas). El fenómeno de la concentración es una característica asociada al origen y al tipo de
migración: mano de obra poco calificada, a menudo reclutada en origen6. La intermediación
sigue jugando un papel importante, aunque no tan fundamental como antes para la
concentración de trabajadores rurales, y es realizada a menudo por connacionales. Típicamente,
en el sector de la construcción urbana se forman cuadrillas de trabajadores reclutados y
organizados por intermediarios.
Esta especialización también es cierta en el caso de los chilenos, aunque está más ligada
a las demandas de mano de obra en la región sur y oeste. Allí se los puede encontrar en casi
cualquier tipo de actividad económica aunque concentrados en las tareas de menor calidad y
prestigio: servicios urbanos, construcción, minería, cosechas agrícolas, esquila de lana, etc.
Los uruguayos, en cambio, muestran una distribución ocupacional en la ciudad de
Buenos Aires que los distingue poco de la población argentina.
En relación a la características de la población migrante en lo que respecta al sexo y la
edad, podemos decir que predominan los varones en las edades económicamente activas7 (entre
20 y 45 años principalmente). De todas maneras, se considera que los migrantes limítrofes en
Argentina cumplen, en el mercado de trabajo, una fuente suplementaria de mano de obra, dado
que nunca alcanzaron los niveles que representaron los migrantes europeos en el momento de
las migraciones masivas de finales del siglo XIX y principios del XX.
Teniendo en cuenta que los niveles de calificación de la mano de obra fronteriza son en
promedio muy inferiores a los que encontramos entre los nativos8, es notoria su participación en
algunos submercados de trabajo particulares, como por ejemplo los asalariados rurales, los
obreros de la construcción, los obreros en algunas industrias menos dinámicas, las actividades
mineras en el sur y el servicio doméstico9. En este sentido, la conjugación de las características
de la mano de obra, con la localización espacial de los migrantes y su ubicación sectorial
(actividades en las que se emplean), hacen que la población migrante tenga un impacto mayor
en ciertos mercados de trabajo específicos que en el conjunto de la mano de obra nacional. Esta
situación es mucho más evidente cuando se le suma el impacto de la inmigración en las
actividades que captan trabajadores temporarios. Algunos estudios de las últimas décadas
sugieren indicar que la mano de obra paraguaya y boliviana se moviliza rápidamente frente a
estímulos de mercado, de tal forma que una expansión súbita del nivel de ocupación en un
sector donde habitualmente encuentran trabajo atrae rápidamente migrantes temporarios,
mientras que una recesión los expulsa con igual rapidez. Aunque el fenómeno del retorno
siempre caracterizó al proceso migratorio, incluyendo en el caso de las migraciones
trasatlánticas a masas de trabajadores migrantes que venían especialmente para las cosechas,
evidentemente la distancia y el abaratamiento del transporte han permitido que cierta reserva de
mano de obra mantenga una residencia habitual en los países de origen y oscile entre
ocupaciones de origen y destino.

6
Es menester recordar en este punto que los empleadores buscan, en la mayoría de los casos, reducir los
costos que les supone los salarios. Al mismo tiempo también se encuentra relacionado con la dificultad de
conseguir mano de obra nativa en virtud del monto de los salarios que proponen (los empleadores) que
son relativamente altos para un extranjero, pero relativamente bajos en lo que respecta al mercado interno
de trabajo.
7
La Población Económicamente Activa (PEA) comprende a las personas que tienen entre 14 y 65 años de
edad.
8
Aquí hay que poder distinguir, a la vez, entre uruguayos y chilenos, por un lado, y bolivianos y
paraguayos por otro, siendo los niveles de calificación bastante más altos entre el primer grupo.
9
Nótese que todas estas actividades económicas son, por lo general, altamente inestables y de baja
remuneración así como también suelen estar por fuera de los beneficios sociales de otro tipo de
actividades.
II – P AÍ S E S D E E M I G R A C I Ó N : C O N T R AS TE S Y S E M E J A N Z A S

Desde el punto de vista de su origen, las migraciones internacionales en el grupo de


países limítrofes de la Argentina que hemos puesto bajo análisis, provienen de dos contextos
marcadamente diferentes: el medio rural y el urbano10. El primero, aunque sumamente
heterogéneo, se presta muy ajustadamente a un análisis centrado en las transformaciones
demográficas y sociales que sufre la sociedad agraria en el largo plazo. Aunque un destino más
allá de las fronteras nacionales, sobre todo si es distante, puede implicar mecanismos
particulares en el proceso migratorio, el contexto explicativo puede ser muy semejante al que se
usa para analizar la migraciones internas. Desde este punto de vista, la migración internacional
aparece como una alternativa a la migración interna, alternativa, sin embargo que puede estar
abierta a ciertos grupos más que a otros, o a ciertos individuos más que a otros: en general se
puede esperar cierta selectividad por clase, edad y sexo en la migración internacional que
implica mayores riesgos u oportunidades ocupacionales diferentes que la migración interna. El
segundo contexto, el urbano y especialmente el metropolitano, demanda un análisis mucho más
centrado en la situación coyuntural del mercado para sectores sociales específicos junto con una
evaluación de las alternativas existentes en otros mercados, sobre todo externos. Aunque la
migración interna inter-urbana es sin duda voluminosa, y ha sido poco estudiada en América
Latina, la emigración internacional parece ser un fenómeno particularmente agudo desde las
grandes metrópolis (Buenos Aires, Santiago de Chile, Montevideo), para cuyos habitantes la
migración interna es rara vez una alternativa con atractivos.
En cuanto a los factores que influyen en la configuración del medio agrario como zona
de expulsión, pueden mencionarse principalmente tres tipos de contextos específicos.
Primero, el contexto clásico de transformación capitalista de la producción agraria, que
implica la adopción de nuevas tecnologías productivas, una alteración del proceso de
producción y de las relaciones sociales, que tiene su correlato en la expulsión de una parte
significativa de la fuerza de trabajo. Esta mano de obra expulsada normalmente pierde no sólo
un medio de subsistencia y un cierto modo de vida, sino también un vínculo permanente con la
estructura de la que procede. El caso clásico, dentro de los países que discutimos, se aproxima
en el ejemplo de Uruguay de principios de siglo. Las transformaciones semejantes que tuvieron
lugar en la Argentina desde los años veinte dieron lugar a migraciones internas y no
internacionales, lo mismo que aquellas que afectaron a los valles centrales chilenos en las
últimas décadas.
Segundo, el contexto que a veces es descrito como estancamiento o falta de cambio
(Singer, 1972) y que efectivamente no ofrece una modificación sustancial en la estructura
productiva o en la tecnología de producción, pero que sin embargo presenta otro tipo de
transformaciones sociales (medios de transporte, provisión de servicios educativos y de salud,
cambios políticos, entre otras) que resultan en un incremento de la población. Tal es el caso,
entre los países estudiados, de las zonas rurales de Paraguay hasta hace poco tiempo.
Tercero, encontramos ejemplos de transformaciones en la estructura que no pueden
clasificarse cómodamente como capitalistas, sino más bien en términos de un cambio en la
economía campesina donde la diversificación productiva, la movilidad espacial, la
capitalización de ciertos aspectos de la economía, la mercantilización de todas las fases de la
vida económica y la proletarización parcial, aparecen como respuestas a estímulos diversos.
Entre ello, el incremento demográfico y la aparición de oportunidades fuera de la comunidad.
Pero la estabilidad de la tenencia, como en el caso de Bolivia, asegura la continuidad de la
economía campesina, que es incluso favorecida por la emigración, no tanto por extraer mano de
obra desocupada como por permitir una división del trabajo más elaborada dentro de la unidad
doméstica e introducir un mayor ingreso monetario en la misma. Esta continuidad con cambios

10
Bolivia y Paraguay son países que se caracterizan por “expulsar” población del sector rural que elige
como destino la Argentina. En el caso de Uruguay y Chile, la población emigrante que elige a Argentina
como destino, proviene, principalmente, de sectores urbanos.
en la producción implica, en contraste con los dos casos anteriores, que la migración de retorno
tiende a ser más común y esperable.
Por su parte, la emigración de origen urbano no es explicable por lo cambios en el
mercado de trabajo.
Cuadro 1.1. Población en hogares con al menos un nacido en Chile según edad,
sexo y país de nacimiento. Alto Valle del Río Negro. Año 2001

Sexo y país de nacimiento


Grupos de
Total Varón Mujer
edad
Chile Argentina Otro país Chile Argentina Otro país

Total 65.811 12.558 20.585 109 12.269 20.182 108

0-14 19.817 161 9.870 5 190 9.587 4


15-24 12.137 816 5.314 12 784 5.195 16
25-34 7.874 1.509 2.237 10 1.855 2.253 10
35-44 8.434 2.571 1.526 19 2.833 1.466 19
45-54 7.785 3.083 883 15 2.914 865 25
55-64 5.264 2.328 474 17 1.973 459 13
65 y más 4.500 2.090 281 31 1.720 357 21
Fuente: INDEC, Censo Nacional de Población, Hogares y
Viviendas 2001.
Cuadro 1.2. Chilenos por sexo según año de llegada a Argentina. Alto Valle del Río
Negro. Año 2003

Año de llegada a Argentina


Sexo Total
Hasta 1969 1970-1979 1980-1989 1990-2003

Total 24.840 8.933 8.055 6.335 1.517

Varón 11.766 4.628 3.577 2.877 684


Mujer 13.074 4.305 4.478 3.458 833

Fuente: INDEC, Encuesta Complementaria de Migraciones Internacionales.

Cuadro 1.1. Población en hogares con al menos un nacido en Uruguay según edad,
sexo y país de nacimiento. Ciudad de Buenos Aires. Año 2001.

Sexo y país de nacimiento


Grupos Varón Mujer
Total
de edad
Otro
Uruguay Argentina país Uruguay Argentina Otro país

Total 75.748 15.430 19.308 909 18.532 20.046 1.523

0-14 15.824 407 7.487 56 406 7.388 80


15-24 11.504 1.256 4.314 109 1.287 4.371 167
25-34 10.587 2.629 2.222 114 2.787 2.545 290
35-44 11.207 3.420 1.806 90 3.684 1.911 296
45-54 11.485 3.681 1.491 137 4.238 1.689 249
55-64 7.626 2.422 941 144 2.981 980 158
65 y más 7.515 1.615 1.047 259 3.149 1.162 283

Fuente: INDEC, Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001.


Cuadro 1.1. Población en hogares con al menos un nacido en Uruguay según edad, sexo y país
de nacimiento. Partidos del Gran Buenos Aires. Año 2001.

Sexo y país de nacimiento


Grupos
Total Varón Mujer
de edad
Uruguay Argentina Otro país Uruguay Argentina Otro país

Total 155.226 26.928 48.118 1.285 28.440 48.460 1.995

0-14 45.973 775 22.533 110 722 21.748 85


15-24 26.440 2.427 10.675 134 2.697 10.328 179
25-34 21.128 4.738 5.192 127 5.205 5.569 297
35-44 21.431 6.182 4.070 153 6.363 4.295 368
45-54 19.042 6.663 2.702 234 5.941 3.086 416
55-64 11.132 3.737 1.528 215 3.733 1.638 281
65 y
más 10.080 2.406 1.418 312 3.779 1.796 369

Fuente: INDEC, Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001.

Cuadro 1.1. Población en hogares con al menos un nacido en Bolivia según


edad, sexo y país de nacimiento. Partidos del Gran Buenos Aires. Año 2001

Sexo y país de nacimiento


Grupos
Total Varón Mujer
de edad
Bolivia Argentina Otro país Bolivia Argentina Otro país

Total 153.250 35.446 40.943 816 34.512 40.186 1.347

0-14 50.041 3.269 22.153 127 3.173 21.182 137


15-24 30.556 5.370 9.425 132 6.096 9.346 187
25-34 27.893 8.701 5.240 184 8.463 4.954 351
35-44 18.715 7.135 2.249 149 6.789 2.148 245
45-54 13.037 5.301 1.108 93 4.989 1.345 201
55-64 7.884 3.526 482 59 3.005 704 108
65 y más 5.124 2.144 286 72 1.997 507 118

Fuente: INDEC, Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001.

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