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La noche estaba siendo muy tediosa, su celular se había quedado sin batería y las horas le
estaban pareciendo una eternidad. Jennie se estaba sintiendo por alguna razón ansiosa he
inquieta y las cuatro paredes de su habitación lo único que provocaban en ella era querer salir de
allí rápido. Tomó un abrigo de su ropero junto con un poco de dinero y se marchó de ahí, alguna
cafetería tendría que estar abierta.
Pasó por la habitación de sus padres y verificó si dormían profundamente, ya que ellos por
alguna razón que no conocía eran muy sobreprotectores solo con ella, y si se enteraban que
había salido a estas horas de la noche estaría en problemas, pero enserio necesitaba salir de allí
antes de que le dé un ataque.
Bajó las escaleras y de dirigió a la puerta, pero justo cuando iba a abrirla la voz de su hermano
la detuvo.

── ¿Jenn? ¿A dónde vas? ── Cuestionó el chico con el pijama puesto mientras sostenía un
vaso de agua.

── Eh, pues saldré un momento.

── ¿Salir? Pero si es media noche, es peligroso.

──Tengo 18 años Limrey, sé cuidarme, solo me siento algo sofocada y no puedo seguir aquí,
tomaré un poco de aire y regreso, ¿sí? ── La menor informó, subiendo el cierre de su abrigo,
porque estaba segura que afuera haría frío.

── De acuerdo, pero ten cuidado igual JJ, sabes que si algo te pasa no me lo perdonaré,
¿verdad? ── Abrazó cálidamente a la chica siendo correspondido al instante.

── Lo sé, pero no me va a pasar nada, bueno me iré ya, antes de que se haga más tarde ── Dijo
abriendo la puerta, mas se detuvo al recordar algo ── Lim, si mamá y papá…

── Tú estás durmiendo, descuida.

── Te adoro ── La pelinegra se despidió y salió de su hogar sin mirar atrás, dejando a un


chico con un mal presentimiento dentro de la casa.


Después de despedirse de Limrey, Jennie había estado recorriendo las calles menos
transitadas de Las Vegas cabizbaja, hasta que su estómago le recordó que no había comido
todo su almuerzo y ahora moría de hambre. No lo pensó dos veces antes de buscar un local
de comida por allí cerca. Caminó unos cuantos metros más antes de toparse con una
cafetería, se sintió feliz, pues el olor de café y comida eran exquisitos.
Ingresó al lugar y notó que este estaba vacío excepto por el dueño al cual saludo y luego se
sentó en una de las cuantas mesas que había. Comenzó a jugar con la liga de cabello que
traía en la muñeca mientras el señor le traía el café y panesillos que había pedido
anteriormente. Una vez estos llegaron a su mesa empezó a consumir de ellos.

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