Está en la página 1de 15

EDIPO REY de Sófocles1

Tebas. Plaza ante el palacio que se encuentra a la derecha. En el fondo, a la izquierda, un camino
sinuoso que lleva a una colina con olivos. Estatuas de Apolo, Diana y Palas.

CORO

¡Ah, libertador! ¡Ah, libertador!


¡Oh, señor, ayuda! ¡Libertador nuestro!
¡Eres nuestra salvación! ¡Libera a Tebas
del horrendo flagelo que la sacude!
De la horrible peste que la deja desierta.
¡Estéril el suelo y estériles las mujeres!
¡Asesino de la atroz esfinge!
¡Salvación nuestra! ¡Nuestro salvador!
¡Libera a Tebas del horrendo flagelo!
¡Señor, oh señor, tu pueblo llora!
¡Ayuda, ayuda, para un pueblo que sufre!
¡Oh señor, nuestra salvación!

(Edipo aparece en la escalinata y observa)

EDIPO

¡Como padre que ve a sus hijos dolientes,


más que ninguno sufre el rey,
más que ninguno el rey llora!
¡Durante noches y noches
de insomnio y tormentos, mi mente pensó!
¡Pero superior al consejo mortal,
es el consejo de los dioses!
Ordené que mi cuñado Creonte
fuese a consultar a Apolo.
¡Él ha regresado coronado de rosas!
¡Ahora, pueblo, escuchad la divina respuesta!

CREONTE
¡Mi rey! ¡Pueblo mío!
Vengo a revelaros la respuesta de Apolo.
1
Versión para ópera escrita por Giovacchino Forzano, traducida del itialiano al español por Ana Paula Martín. Extraída de:
http://www.kareol.es/obras/edipore/acto1.htm

1
EDIPO
¿Fue propicia?

CREONTE
¡Fue propicia!

EDIPO
¡Divino Apolo!
¡Dios tutelar!
¡Honores, fiestas y sacrificios en tu honor!

CORO
¡Divino Apolo!
¡Dios tutelar!
¡Honores, fiestas y sacrificios en tu honor!
¡Honores para ti, divino Apolo!

(A una seña de Edipo, todos callan)

EDIPO
¡Habla, Creonte!

CREONTE
Ésta es ¡oh, rey! la respuesta del oráculo délfico.
Dentro de poco, la horrenda epidemia de peste
volverá a su negro averno.
¡Y la ciudad podrá gozar de su anhelada armonía!
¡Al fin la paz resplandecerá serena y la antigua
alegría reinará sobre nuestra querida Tebas!
Pero con una condición...

EDIPO
¡Será cumplida!

CREONTE
¡Febo ordena castigar al asesino
del rey Layo, tu predecesor!
¡Su impunidad es la causa de la epidemia,
la única causa!

EDIPO
¿Se encuentra lejos el asesino?

2
CREONTE
¡En Tebas!

EDIPO
¡En Tebas!... ¿En Tebas?... ¿Y a qué esperas?
¡Su nombre! ¡Su nombre! ¡Y encadenadlo!

CREONTE
¡Edipo! ¡Escucha!
¡Calló su nombre el oráculo!

EDIPO
¿Habéis oído? ¡Entre nosotros se encuentra
quien conoce el nombre del asesino de Layo!
¡Sea pronunciado ese nombre fatal!
¡Sea revelado hoy al rey!
(Silencio.)
¿Calláis?... ¿Calláis?

CREONTE
Edipo, si quieres,
el adivino Tiresias podrá revelarte,
completo y claro, el vaticinio délfico.

EDIPO
¡Ve por Tiresias, rápido!
¡Mientras tanto, tebanos, os hablaré!
Si alguno de vosotros sabe
quién asesinó al rey Layo,
¡le exijo que lo revele!
¡Si alguno conoce el nombre, y no lo revela,
sea excluido en los ritos y sacrificios!
¡Le estará prohibido adorar a los dioses!
¡Amor y familia, todo, le será negado en mi reino!
Y si permaneciese oculto en mi morada,
siendo yo reo, caiga sobre mí el castigo
que impuse a otros.
¡Pueblo! ¡Así lo ordena Edipo!

CORO
¡Ese nombre nos es desconocido, señor!
¡Nadie conoce el nombre del asesino de Layo!
¡Aquí viene Tiresias!...

3
EDIPO
¡Al fin nos será revelado el misterio!

(Llega el adivino ciego, acompañado por Creonte.


Éste lo hace detenerse frente al palacio)

EDIPO
¡Estás delante del rey!
¡Sacerdote de Apolo,
el rey te pide completar el oráculo!
¡Revela al asesino de Layo y salva a Tebas!
¡Vamos, revela el nombre del asesino de Layo
y salva a Tebas! ¡Salva al rey!

(Pausa)

TIRESIAS
¡Déjame volver a mi hogar!
Permite que no responda a aquello que quieres.

(Se va)

EDIPO
¡Detente!
¿No puedes revelarlo?
¿Conoces al asesino?

TIRESIAS
¡Lo conozco!

EDIPO
¿Y no quieres revelarlo?

TIRESIAS
¡No quiero!

EDIPO
¡Tiresias!
¡Ah! ¿Pero no ves cómo la muerte
avanza inexorable!
¿No ves los lúgubres cuervos descendiendo
sobre la ciudad, convertida en cementerio?
¡Escucha la voz de tu rey que
truena y obliga a obedecer!

4
Te imploro llorando, ¡ah, salva a Tebas!
¡Revela el nombre del asesino de Layo!

TIRESIAS
Mejor para ti no saberlo nunca.

(Trata de marcharse)

EDIPO
¡La ira de Edipo es un rayo!
¡Revela el nombre!

TIRESIAS
¡No!

EDIPO
¡La flameante espada alzo sobre tu cabeza
cual mensajera de la muerte!

CORO
¡Tiresias!

TIRESIAS
¡Osado! ¿Me obligas a hablar?
¡Caiga la desgracia sobre ti!
¿Condenarás al exilio al asesino de Layo?
Pues bien, Edipo, ¡toma el cayado y márchate!
El asesino de Layo que ha infectado a Tebas,
¡eres tú!

EDIPO
¿Es ésta una trampa, Creonte?

CREONTE
¡Edipo!

EDIPO
¡Calla! ¡Creonte, fuiste un día mi amigo,
pero ahora conjuras para usurpar el trono!
¡Guardias! ¡Encadenadlos!
¡Que mueran ambos!

(los guardias se arrojan sobre ambos y los encadenan)

5
CORO
¡Que mueran! ¡Que mueran!

(Yocasta sale del palacio.)

CORO
¡La reina! ¡La reina! ¡Yocasta!

(Silencio. Yocasta desciende la escalinata entre las doncellas que acompañan el sonido de
las arpas con sus voces. Edipo se dirige hacia ella para esperarla. Coro de mujeres. Edipo se inclina. En
ese instante, Yocasta ve a los prisioneros)

YOCASTA
¡Tú, Creonte! ¡Encadenado! ¡Hermano mío!
¡Hermano mío! ¡Dime por qué! ¡Creonte, habla!
¡Seguro que esto es un error!
¡Ah, por todos los dioses, calmad mi corazón!
¡Oh, señor! ¡Hermano! ¡Háblame, te lo ruego!

EDIPO
¡Lo descubrí conspirando en mi contra,
junto con este mago tejedor de artimañas!

CREONTE
¡Infamia!
¡Si no soy inocente de tu acusación,
que no goce más, y muera a manos de las Erinias!

YOCASTA
Respeta este juramento, Edipo.

EDIPO
¡Ese cómplice suyo, mi reina,
delante de toda Tebas,
me ha acusado de ser el asesino de Layo!

YOCASTA
¿Y dice estar en su sano juicio?
¿En qué basa tal acusación?

EDIPO
¡Dice adivinar los misterios del futuro!
¡Las artes proféticas sostienen su acusación!

6
YOCASTA
¡Elimina de tu alma el miedo supersticioso!
¡Las profecías son como hojas,
desaparecen rápido ante la verdad!
¡Te daré una prueba firme, hermano, esposo!
Un día, Layo consultó al oráculo,
y éste le dijo que su hijo le daría muerte.
Pero es bien sabido que a Layo lo mataron
unos bandidos en una encrucijada de caminos.

EDIPO
¿Cómo dijiste? ¿En una encrucijada de caminos?

YOCASTA
Sí.

EDIPO
¿Dónde?

YOCASTA
En la región de Fócida.

EDIPO
¿Y en qué lugar exactamente?

YOCASTA
Donde se cruzan los caminos de Delfos y Daulis.

EDIPO
¿Cuál era el aspecto de Layo, qué edad tenía?

YOCASTA
Alto, majestuoso.
Unas gentiles canas le coronaban la cabeza.

EDIPO
¿Cuántos hombres lo acompañaban?

YOCASTA
Cuatro y un heraldo.

EDIPO
¿En una sola carroza?

7
YOCASTA
Sólo una.

EDIPO
Mujer, ¿quién te comunicó el fatal mensaje?

YOCASTA
Un sirviente que escapó a la matanza.

EDIPO
¿Vive en el palacio?

YOCASTA
Ya no. Cuando te vio ceñir la corona tebana,
me tomó de las manos y me suplicó
que lo enviara al campo.

EDIPO
Dime, ¿se lo puede encontrar?

YOCASTA
Sería fácil.

EDIPO
(a Creonte y Tiresias)
¡Sed libres hasta que venga el pastor!

(Los guardias liberan a Creonte y Tiresias, que se alejan lentamente)

EDIPO
(al pueblo)
¡Corred todos a buscarlo!

(El pueblo se dispersa rápidamente. La plaza queda desierta. Edipo está estupefacto.)

YOCASTA
¡Señor! ¡Estás desconcertado!

EDIPO
Habla, ¿tú y Layo tuvisteis algún hijo?

YOCASTA
Sí, pero a los pocos días de nacer,
por temor al oráculo, el rey lo hizo asesinar.

8
EDIPO
¡Ah, el oráculo profetizó que un príncipe
asesinaría a su padre!
Esa amenaza también recae sobre mí.
¡Negras nubes se forman y ofuscan mi mente!
¿Fueron mis padres Pólibo y Mérope de Corinto?
Un día, a la mesa, un invitado borracho me llamó
"hijo recogido por piedad"... ¡Contuve la ira!
Fui a Delfos a interrogar al oráculo...
¡Mi destino era matar a mi padre
y casarme con mi madre!
Atónito, salí huyendo de las tierras corintias.
Al entrar en la región de Fócida,
donde se cruzan los caminos de Delfos y Daulis,
vi venir una carroza con cinco ocupantes,
entre ellos, un hombre canoso.
Discutimos sobre la preferencia de paso...
¡Peleamos!... ¡El viejo me fustigó con su látigo!
¡De un golpe cayó muerto!
¡Me abalancé sobre los otros, y también los maté!
¡A todos menos a uno, que se dio a la fuga!
¡Oh, mujer! ¿Seré yo el asesino de Layo?
¡Horrendo destino!

YOCASTA
¡Edipo! ¡Edipo!
¡No temas, el pastor vendrá y dirá que Layo
fue asesinado por ladrones! ¡Oh, Edipo!
Desaparecerán de tu alma las negras nubes
y la dulce paz volverá al doliente rey.
¡Descansa, mi rey, sobre el corazón que te ama!
¡Que entre mis caricias
encuentre tu alma de nuevo la paz!..
¡Paz! ¡Serenidad! ¡Paz! ¡Paz!

EDIPO
¡Paz al rey que sufre! ¡Serenidad al rey que sufre!
¡Serenidad y paz al rey que sufre!

(Suenan trompetas. Edipo se levanta, en lo alto de la colina aparecen los embajadores. Éstos
descienden velozmente. Los guardias se acercan a Edipo, listos para recibir las órdenes.)

UN CORINTO

9
(a los guardias)
¿Dónde está el palacio de Edipo?

EDIPO
¡Éste es el palacio, y Edipo soy yo!

UN CORINTO
¡Saludos al rey! Vengo de Corinto.

EDIPO
¿Y qué mensaje traes?

UN CORINTO
¡Terrible noticia!
¡Nuestro señor Pólibo ha muerto!

EDIPO
¿Qué dices?... ¿Pólibo muerto?

UN CORINTO
¡Muerto!

EDIPO
¡Oh, padre! ¡Oh, padre! ¡Muerto en soledad!
¡Edipo, tu hijo, te llora amargamente!
¡Llora! ¡Llora!

(Se sienta y apoya su cabeza sobre el seno de Yocasta, con las manos se cubre el rostro. Todos respetan
el dolor del rey.)

UN CORINTO
Junto con la atroz noticia,
otra más alegre te traigo.

EDIPO
¿Más alegre?

UN CORINTO
¡Sí, el pueblo de Corinto te aclama como su rey!

EDIPO
¡Rehuso!... ¡No!... ¡No quiero!

UN CORINTO

10
¡Señor, allá te esperan grandes riquezas!

EDIPO
La muerte de Pólibo destruye, en parte,
la profecía del oráculo délfico...
Pero ¡aún queda otra más atroz e infame!
¡Unirme con mi madre! ¡No!
¡No quiero desafiar al oráculo!

UN CORINTO
¿Y es ésa la única razón
que te impide ceñir la corona corintia?

EDIPO
Así es.

UN CORINTO
¡Amor a la patria!
Te diré un secreto que revelaré aquí mismo.
¡Ven a Corinto libre y seguro!
¡No debes temer al oráculo, oh señor,
pues no eres hijo de Mérope y Pólibo!

EDIPO
(trágico)
Mensajero, ¿qué dices?

UN CORINTO
¡La verdad!

EDIPO
¿La verdad?... ¡Las pruebas!

UN CORINTO
Yo mismo te entregué a Pólibo.

EDIPO
¿Encontrado?

UN CORINTO
¡No! ¡Entregado por un pastor
que debía matarte sobre estos montes!

EDIPO

11
¿De qué casa venía el pastor?

UN CORINTO
¡De la casa de Layo!... No sé más.

CORO
¡Al rey el pastor!
¡Sea llevado al rey!
¡Aquí está el pastor!
¡A la presencia del rey! ¡Oh, rey!

(En presencia de Edipo, el pueblo calla. Edipo, sin decir palabra, toma al pastor y lo muestra al corintio)

EDIPO
¿Es éste?

UN CORINTO
(lo mira)
¡Sí, éste es!

EDIPO
¿Le entregaste un niño en los montes?

EL PASTOR
¡Señor!

EDIPO
¡Responde!

EL PASTOR
¡Sí, se lo di!

EDIPO
¿Quién te lo entregó?

EL PASTOR
Los padres del niño, por temor a un oráculo,
decidieron matarlo... ¡Yo me apiadé!

EDIPO
¿Y quiénes eran sus padres?

EL PASTOR
¡Yocasta y Layo!

12
EDIPO
¿Y tú te salvaste de la matanza de Layo?

EL PASTOR
¡Sí, fui el único superviviente, señor!

EDIPO
¿Reconoces en mí al regicida?

(el pastor inclina la cabeza asintiendo)

YOCASTA, EDIPO
¡Ah!

(El grito de la reina que huye se une al grito de Edipo)

EDIPO
¡Oh, luz! ¡Luz!
¡Que ésta sea la última vez que te vea!
¡Tinieblas!... ¡Horror!... ¡Me maldigo!

(Huye hacia el palacio. El pueblo murmura. Estruendosa, suena desde adentro la voz de Tiresias, oída
con angustia y consternación por el pueblo.)

TIRESIAS
(Desde adentro)
¡Edipo, rey!
¡Hijo y esposo de la mujer de la cual nació!
¡Asesino de su padre!
¡De sus hijos padre y hermano!
¡Edipo, rey!

CORO
¡Ah! ¡Horror! ¡El mar no podría lavar
todos los horrores que esconde este palacio!
¡Horror!... ¡Es tu ruina, oh Tebas! ¡Tu ruina!

(El coro se dispersa. Edipo sale, yendo a tientas, con el rostro ensangrentado y las cuencas de los ojos
vacías.)

EDIPO
¡Oh, noche horrenda! ¡Oh, noche eterna!
¡Negra! ¡Profunda!

13
¡Borra de mí toda visión!
¡También la última, esa de la reina,
de la madre, de la esposa torturada!
Colgando de una cuerda por el cuello, impura,
balanceándose desde el techo de la alcoba.
¿Cómo volver a ver cualquier cosa humana?
¡Profanador de los amores más sagrados!
¡Engullid todo, tinieblas! ¡No ver nada!
¡No oír nada, salvo el rugido de mi alma!
Pasar entre los vivos como una sombra,
expiando mis culpas en eterno sufrimiento.
¡Oh, Tebas! ¡Adiós! ¡Vuelve la serenidad!

(Salen sus hijas, junto con Creonte)

¡El culpable de las desgracias de la ciudad, Edipo,


huye para siempre en las tinieblas! ¡Adiós!

(Se aleja. Se oyen sollozos)

¿Quién llora? ¿Quién llora en el palacio?


¡Mis hijas! ¿Quién os acompaña? ¡Eres tú!
¡No puedo decir tu nombre sin invocar tu perdón!

(Creonte, con un gesto, envía las niñas junto a Edipo. Éstas se arrodillan a sus pies llorando. Edipo las
acaricia con sus manos)

¡Mis flores, no habrá más sol para vosotras!


¡Oh, blancas palomas, el cielo se os ha cerrado!
¡Suave Ismena, bella Antígona,
quiero acariciaros una vez más!

¿Qué dices, Apolo?... ¡Sí!


¡Te escucho! ¡Te oigo, oh, inexorable!
¡Edipo está condenado a acariciar a sus hijas
con manos fraternas!
¡Horror! ¡Horror! ¡Horror!
Te obedezco ¡oh dios! y me marcho.
¡Creonte! ¡Te dejo toda mi vida!
¡Oh, amadas, olvidad a vuestro padre!
¡Ah!
¡Oh, noche horrenda, noche eterna,
negra, profunda, envuélveme en tu manto!
¡Oh, noche!

14
(Diciendo estas palabras, se aleja hacia la salida; cae, se levanta. Creonte, dulcemente, ha tomado a las
niñas, que, estirando el brazo en dirección a su padre, le dicen adiós. Edipo desaparece. Sus hijas
comienzan a llorar.)

15

También podría gustarte