Está en la página 1de 6

REDACCIÓN DE UN CUENTO

PRESENTADO POR:

VALERIA MANJARRES SALDARRIAGA

PROGRAMA DE FISIOTERAPIA

SEGUNDO SEMESTRE

BOGOTÁ

2022

NOTAS ANTES DE LEER:


● El cuento es una continuación de una de las historias del libro Callejón Sin Salida del escritor César E. Rivas Lara, titulada con el
mismo nombre del libro.
● Por respeto al autor y por ser una continuación no se puso un título específico al libro, sino que se empezó con una pregunta, por lo
cual se deduce que se podría nombrar como Callejón Sin Salida Parte 2.
● Para poder entender bien éste cuento es primordial haber leído el libro primero, ya que se trató de tener los mismos nombres y que las
fechas coincidieran con lo descrito en el libro anterior.

¿Qué pasaría si fueran rasgos parecidos pero no el mismo Dionisio?


Hace ya 7 años que enterré a mi hijo Dionisio en aquel fúnebre cementerio y no hay un día en que no piense en mi hijo, un muchacho
estudioso y dedicado a su éxito siendo parte de ese callejón de sueños rotos. Estaba tan sumida en mis pensamientos que no me di cuenta de
que el teléfono había estado sonando, así que me apresuré a secar mis lágrimas y contestar.
- Buenas tardes, ¿Hablo con la señora Juana Sacramento? - Preguntó la voz al otro lado del teléfono.
- Si, con ella… ¿Quién es usted? – Pregunté extrañada.
- Estamos llamándola desde el centro de investigación forense en Medellín para informar acerca de unos documentos legales que no fueron
completados al momento de exhumar el cuerpo de su hijo Dionisio.
- ¿Cómo dijo? - Pregunté algo nerviosa.
- Así como lo oye señora… Quedaron algunos papeles pendientes, además de una prueba sanguínea - Dijo el hombre al otro lado de la línea.
- ¿Es necesario que me realice esa prueba? – Pregunté sólo por descartar, aún sabiendo la evidente respuesta.
- Claro que sí señora Sacramento… Su cita estará agendada para el 03 de marzo a las 2 p.m., ¿Le parece bien? – Me dijo.
- Sí señor, allí estaré – Dije y después colgué con un profundo nudo en mi garganta e importándome muy poco si fui descortés o no con aquel
hombre.
Al llegar al CIFM me recibió una joven de unos 27 años, que me guió hasta un consultorio donde me hicieron firmar los papeles pendientes y
me realizaron la prueba de sangre y tiempo después vino un joven con una cara que para nada me gustó.
- Señora Sacramento, lamento informarle que los exámenes de ADN salieron negativos y la verdad no nos explicamos el por qué – Me dijo
con una cara algo afligida y confusa.
- No, no, debe de haber alguna equivocación al respecto – Dije, viendo con horror los resultados que aquel oficial me mostraba.
Una vez salí del departamento después de que los oficiales se contactaran con los verdaderos padres del joven, me dirigí al departamento que
había logrado arrendar, pero no pude pegar el ojo, ya que me puse a recordar todas las veces que lloré por creer que no volvería a ver a mi
hijo Dionisio y en eso, a mi cabeza llegó una pregunta… Si ese joven no era mi hijo, entonces ¿Dónde estaba mi Dionisio?.
Mis piernas actuaron por sí solas al momento de llegar al ascensor dispuesta a buscar a mi hijo, pero ni aún sabiendo por dónde comenzar a
buscar a mi hijo o pudiendo perderme en una ciudad tan grande como Medellín me detuve. Pasé casi toda la noche tratando de averiguar
dónde quedaba la universidad a la que mi hijo había asistido.
Al llegar al lugar, después de preguntar llegué a la oficina del director y después de que buscara en los registros y me dijera que mi hijo sí
había estudiado allí, algo que me dijo llamó mi atención.
- Hay algo que llama mi atención- Me dijo con extrañeza.
- Eh? – Fue lo único que acaté a decir.
- Por qué un joven con tan buen promedio de un momento para otro deja de venir a clases?, ¿Acaso no le parece raro? – Me miró en busca
de respuestas, pero no supe o más bien, no pude contestarle nada.
Después de terminar de hablar con el director me puse a recorrer la universidad con una foto de mi hijo preguntando a cualquiera que pasara
si sabía algo de él o si de pronto lo habían visto en algún lugar, con tan mala suerte que ninguno de sus amigos lo reconocía y ya se estaba
haciendo tarde y debía regresar rápido, ya que tenía programado un boleto de regreso a mi pueblo.
Cuando llegué a casa (a mi verdadero y solitario hogar) empecé a desempacar y vi que había algunas cajas apiladas en un rincón y estaba
dispuesta a llevarlas al ático, cuando tropecé con algo y por error volqué todas las cajas en donde había muchos de sus libros y cuadernos
escolares. Recogiendo las cosas me encontré con un cuaderno algo pequeño parecido a una libreta, pero al parecer lo agarré muy del borde
porque cuando lo alcé, unos papeles salieron de su interior, pero lo más extraño fue ver una pequeña tarjeta con letras rojas que decían
“Centro de Rehabilitación de Medellín” y más abajo, en letras más pequeñas, un nombre “Jhon Fernando Cuesta – especialista en psicología”.
Mis ojos se abrieron en grande, ¿Qué era eso?, ¿Por qué mi hijo tenía eso entre su cuaderno?. Tomé mejor aquel libro y al revisarlo pude ver
que en la página donde estaba anteriormente la tarjeta, también estaba anotada la dirección de aquel lugar. Y justo en ese momento supe que
debía volver a la ciudad de Medellín y averiguar definitivamente qué había pasado con mi hijo.
Al día siguiente, después de asegurarme de tener la tarjeta y aquella dirección, abordé aquel autobús y al llegar a Medellín fui directo al
apartamento que siempre arrendaba y después de descargar mis cosas salí a buscar un taxi que me llevara a la dirección indicada en el
cuaderno. Aquel taxi me dejó afuera de un edificio algo grande con ventanas circulares y aunque parecía algo viejo en realidad estaba muy
bien cuidado y tenía una pintura algo lúgubre pero llamativa a la vez, adornada por una enorme reja de color azul rey y algunos toques de
dorado en las esquinas.
Toqué un timbre que había en uno de los barrotes que sostenía la reja y se escuchó una voz que contestó del otro lado y me preguntó el por
qué de mi presencia en el lugar y le respondí que había ido a averiguar sobre el paradero de mi hijo y creía que estaba allí.
El interior de aquel edificio se sentía cálido con aquellos colores pastel y decoraciones sutiles. Apenas entré a aquel edificio, encontré a una
amable señorita que me saludó y me preguntó el motivo de mi visita.
- Hola, soy Margareth Ortiz y soy la administradora y asistente, ¿En qué puedo ayudarle? – Me preguntó sonriendo.
- Mucho gusto, soy Juana Sacramento – Dije extendiendo mi mano, la cual ella aceptó con gusto – Busco a mi hijo y creo que está aquí –
Además encontré esta tarjeta entre sus cosas y una dirección que me guió hasta aquí – Finalicé.
- Pues déjame ver si se encuentra aquí – Dijo señalándome con su mano un pasillo que dirigía a algún lugar en particular, indicándome que la
siguiera.
Caminamos hasta llegar a una especie de cabina que se encontraba al final de aquel pasillo en el que encontramos a una señora de ya
avanzada edad, pero no por eso menos amable.
- Mira Juana, ellas es Lizz y nos ayudará a encontrar a tu hijo, ¿Cierto? – Dijo mirando a Lizz.
- Claro que sí, estaría feliz de ayudarte – Respondió y después me preguntó a quién buscaba.
- Busco a mi hijo Dionisio Sacramento – Me dijo y pude verla buscar en el sistema muy concentrada.
- Sí, aquí está – Me dijo.
En cuanto oí esas tres palabras sentí cómo se iba un gran peso que llevaba cargando conmigo durante estos últimos meses, mis ojos se
aguaron y no pude evitar esbozar una amplia sonrisa acompañada de lágrimas de felicidad y una inmensa alegría al saber que mi hijo estaba
bien y estaba vivo; no esperé más tiempo y pregunté:
- ¿Dónde está?, ¿Usted sabe?, ¿Puedo verlo? – Empecé a bombardear a la pobre señora que sólo me sonrió, fijó su vista de nuevo en la
pantalla, tecleó algo en su computadora, volvió a mirarme y me dijo:
- Segundo piso, pasillo tres, habitación dos a la derecha. Margareth te guiará para que no te pierdas linda – Sólo pude asentir rápidamente a
su propuesta.
- Por aquí por favor – Me dijo Margareth y yo empecé a seguirla sin rechistar. Subimos por el ascensor para no hacer tan largo el camino (algo
que de verdad agradecí en mi interior) y cuando salimos caminamos unos cuantos pasos por aquel pasillo antes de que ella se detuviera y yo
me pusiera nerviosa porque no sabía qué hacer en ese momento. Al ella tocar, se escuchó una voz quién era, a lo que ella suavemente
contestó:
- Soy yo, Margareth y el paciente tiene una visita – Y después de decir aquello se escuchó la puerta siendo abierta y a un joven de unos 30
años asomándose por ésta.
- ¿Quién lo busca? – Le preguntó a Margareth y me miró
- Soy su madre, ¿Me deja verlo? – Me apresuré a decirle impaciente.
El me miró y sólo asintió con la cabeza para abrir un poco más la puerta, dándome el permiso para pasar.
- Los dejaremos solos un rato para que conversen a gusto – Dijo antes de que yo entrara por completo a aquella habitación.
Al entrar pude ver a una persona, a un joven mirando por la ventana, sumido tanto en sus pensamientos que no se dio cuenta que había
cerrado la puerta.
- ¿Dionisio?, ¿Hijo? – Pregunté y pude ver que se tensó y poco a poco comenzó a voltear; y ya al ver bien su rostro no pude evitar que mis
lágrimas se desbordaran y empecé a llorar. ¡Era él, sin duda alguna!, ¡Era mi Dionisio!.
Él me miró y aunque sus ojos eran tristes eso no me importó, eso no fue impedimento para caminar a pasos apresurados hacia él y abrazarlo
con todas mis fuerzas y llorar en su hombro. Él hizo lo mismo mientras susurraba muchos “lo siento” entre hipidos, pero sólo lo miré a los ojos
y respondí:
- No sabes cuánto te extrañé – Y volví a abrazarlo.
- Yo también mamá – Respondió sollozante.
- ¿Por qué te fuiste?, ¿Por qué no me dijiste nada? – Pregunté ya un poco más calmada, pero con la respiración todavía errática rompiendo el
abrazo, pero no el agarre de nuestras manos.
- Lo siento, nunca quise decepcionarte, pero tenía miedo, no encajaba y me sentía muy mal al no tener a nadie allí – Dijo apretando su agarre.
- ¿Y por qué no me lo dijiste? – Pregunte.
- Porque estabas tan orgullosa de mí que temía romper tus ilusiones – Dijo al fin.
- Jamás me desilusionaría de ti cariño, porque sin importar qué pase tú eres mi hijo, pero, sobre todo y todas las cosas mi mayor orgullo – Dije
mirándolo fijamente.
Después de calmarnos nos dirigimos y nos sentamos en la cama y le pedí que me contara cómo había hecho para llegar hasta allí y todo lo
que había atravesado. Y así estuvimos casi cuatro horas hasta que tocaron la puerta para avisar que las visitas habían acabado y con el peor
de mis pesares, aunque ya mucho más calmada que antes, me despedí de Dionisio no sin antes prometer que lo visitaría las veces que
pudiera.

5 años después

Habían pasado cinco años desde la última vez que visité a Dionisio, antes de que fuera transferido a otro lugar para seguir con las terapias y
reanudar sus estudios y aunque lo extrañaba mucho, sabía que era por su bien. Sonreí al imaginarme qué estaría haciendo ahora mismo,
pero unos golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos.
- Ya voy – Dije y me dirigí a abrir la puerta y al hacerlo no pude evitar esbozar una sonrisa. Él estaba allí, mirándome con una sonrisa en el
rostro y una maleta en su mano derecha.
- Hola mamá – Dijo para después abrazarme y entrar a la casa.
Hablamos de muchas cosas, me dijo que había salido de rehabilitación hacía tres años y se había graduado hace uno y medio. Además, tenía
un trabajo estable, una linda novia por la cual sería padre y con la cual quería casarse y estaba terminando de ahorrar para pagar su nueva
casa. Eso de verdad me hizo feliz por él y me encargué de demostrárselo con miles de besos y abrazos.
Dionisio se quedó conmigo unos días y después volvió a Medellín por motivos de trabajo, pero no pasó mucho tiempo antes de que volviera a
aparecer frente a la puerta, pero esta vez no para quedarse, sino para llevarme a Medellín, para estar con él, mi nuera y mi nieto y comenzar
por fin esa vida en familia tan anhelada.
Y así termina mi historia, hubo algunos tropiezos y obstáculos, pero me mantuve fuerte y perseverante a mis objetivos y luché hasta el final
por ellos.

Mi hijo Dionisio estaba encerrado en un callejón y luchó por salir de el y con eso logró no sólo ser lo que es ahora, sino también
hacerme ver que la vida siempre tendrá su lado positivo, sólo hay que perseverar para alcanzarlo.

También podría gustarte