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-ASPECTOS SOCIALES Y CULTURALES DE LA SEXUALIDAD-

Dentro del ámbito de la salud nos encontramos con un eje muy importante que
es la sexualidad, entendida ésta como un fenómeno que se va desarrollando a
lo largo de la vida y en la que influyen factores de índole biológico, pero
también psicológico, social y cultural.

En la actualidad, el género sigue influyendo en el modo en que hombres y


mujeres vivimos y desarrollen su sexualidad, concretamente en el área de la
anticoncepción donde la mujer es, en la mayoría de los casos, la que se
responsabiliza en mayor medida frente a su compañero masculino.

Para analizar la influencia del género en el modo en que mujeres y hombres


viven la sexualidad en nuestro país, se ha llevado a cabo una revisión de
buena parte de la literatura científica, utilizando como bases de datos
principalmente Medline plus, Cochrane plus, Scielo y PubMed.

Los derechos sexuales y reproductivos fueron declarados por primera vez en la


Conferencia Internacional de Población y Desarrollo (El Cairo, 1994); y a partir
de esta fecha ha habido un movimiento mundial para transformar las prácticas
sociales relacionadas con la salud sexual
y reproductiva, conducente a la formación de hombres y mujeres más
conscientes de sus derechos y responsabilidades, para la construcción de una
nueva sociedad.

En las últimas décadas, las desigualdades de género han sido reconocidas por
los organismos internacionales y comunidades científicas como determinantes
de salud. Este hecho ha sido resultado de un largo y progresivo proceso de
cambio de creencias y paradigmas culturales y
socioeconómicos donde la salud sexual y reproductiva empezó a cobrar la
importancia que merecía en el ámbito sanitario, destacando dentro de este
cambio las aportaciones del movimiento feminista y sus investigaciones.

Es importante entender el género como un determinante de salud, ya que


ejerce una gran influencia en los comportamientos sexuales y en las prácticas
anticonceptivas de los miembros de nuestra sociedad. Es, por tanto, un eje
sobre el que se articula la salud junto con otros marcadores sociales como la
edad, raza, condición socioeconómica u orientación sexual, entre otros. A
través del concepto género, podemos descubrir y aprender cómo las normas
culturales establecidas para hombres y mujeres han sido internalizadas en su
modo de vida y cómo dirigen sus prácticas sociales de acuerdo con ellas.

Durante el siglo XX, en el contexto español, los roles de género respecto a la
sexualidad han experimentado cambios muy profundos. Se ha pasado de unos
mandatos de género que reducían la sexualidad de las mujeres a la
reproducción, vía represión sexual y sanción de cualquier conato de iniciativa o
agencia sexual de su parte, a un progresivo acercamiento al estereotipo de
comportamiento sexual masculino, particularmente en contextos
socioeconómicos y educativos igualitarios.

Centrándonos ahora en las mujeres, cabría destacar que el determinante de


género que impera en nuestra sociedad en torno a ellas es el mandato de la
maternidad, entendida como proyecto de vida y dador de reconocimiento social
y de identidad femenina. Siguiendo esta línea, Lagarde explica que las mujeres
pueden ser vistas como “procreadoras o eróticas” según el uso del cuerpo. Si
son procreadoras, serán consideradas carentes de deseo sexual o de iniciativa
en la búsqueda de encuentros amorosos y sexuales; al “ser pasivas”,
únicamente serán receptáculo del placer del otro, en nombre del amor y de la
posibilidad de reproducción, su cuerpo será considerado como “espacio para
ser ocupado material y subjetivamente para dar vida a otros”; en tanto que el
hombre, al “ser activo”, puede tener deseos y llevar a cabo estrategias para
satisfacerlos. Mientras que la mujer erótica tiene la posibilidad de desembocar
en una identidad cohesionada, integrada, haciéndose consciente de la
existencia del erotismo para el placer propio, un espacio íntimo en su cuerpo y
en su deseo.

Por tanto, la sexualidad está fuertemente influenciada por el constructo social


que se ha establecido en relación con el género, incorporando un amplio
abanico de experiencias, significados y formas de vivencia, que pueden variar
según la cultura, pero que siempre dictan diferentes roles  y  actitudes  para 
hombres  y  mujeres, marcando diferentes relaciones de poder y distintas
expectativas basadas en estereotipos fuertemente arraigados en la actualidad.

Socialmente existe un conjunto de ideas, representaciones y creencias


basadas en que hay cosas propias de hombres y de mujeres, significados que
son transmitidos y reforzados en las personas como parte de su proceso de
identidad. Así, determinados comportamientos sexuales son valorados de
diferente modo según sean realizados por hombres o por mujeres. Esta distinta
valoración de ciertas conductas sexuales es conocida como doble moral
sexual, la cual asume una mayor libertad para el hombre que para la mujer en
las relaciones sexuales, la existencia de múltiples parejas, el inicio sexual a
edades más tempranas y relaciones sexuales exentas de compromiso.

Tras todo lo mencionado y a modo de conclusión, nos gustaría remarcar que el


género es una dimensión de la sexualidad y que es necesario partir de éste
para comprender las relaciones que se establecen entre las personas. Por
tanto, para alcanzar un nivel aceptable de salud en nuestra sociedad, es
necesario que todos los individuos puedan disfrutar de una vida sexual y
satisfactoria, entendida ésta como un fin en sí mismo y no como un medio de
procreación si la persona no tiene ese deseo; así mismo, todos deben tener la
capacidad de regular su ropia fecundidad y de poder decidir en todo lo
referente a este campo.

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