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Capítulo Primero
DEL DERECHO PENAL
De las distintas ramas del conocimiento humano, el Derecho es sin duda una de las más antiguas,
cuya misión ha sido regular la conducta de los hombres a través del complicado devenir histórico
de la sociedad, tratando de alcanzar la justicia, la equidad y el bien común, como los valores
fundamentales más altos a los que aspira el Derecho; y de las ciencias eminentemente jurídicas, es
sin lugar a dudas el Derecho Penal la disciplina más vieja, cuya misión siempre ha sido
filosóficamente, proteger valores fundamentales del hombre, tales como: su patrimonio, su
dignidad, su honra, su seguridad, su libertad, y su vida como presupuesto indispensable para gozar
y disfrutar de todos los demás; hasta llegar a la protección del Estado y de la Sociedad en la medida
en que se tutele y se garantice la convivencia humana. Es el Derecho Penal pues, la melancólica
ciencia del delito y del delincuente, y a decir de Raúl Carrancá y Trujillo [1980:12], un clásico
venerable –Rossi-escribió que el Derecho Penal es la más importante rama entre todas las ciencias
de las leyes, ya por sus relaciones morales, bien por las políticas, todo progreso de la ciencia penal
es un beneficio para la humanidad, y por ello economiza sufrimientos y, sobre todo, secunda la
marcha del hombre hacia su desenvolvimiento moral.
I. DEFINICIÓN
Tradicionalmente se ha definido el Derecho Penal en forma bipartita, desde el punto de vista
subjetivo y desde el punto de vista objetivo; consideramos que esta división aún sigue siendo válida
en principio para la enseñanza de esta disciplina, ya que ubica al que lo estudia, en un punto en el
que estratégicamente puede darse cuenta cómo nace y como se manifiesta el Derecho Penal para
regular la conducta humana y mantener el orden jurídico, por medio de la protección social contra
el delito.
En suma, podemos definir el Derecho Penal Sustantivo o Material (como también se le llama), como
parte del derecho compuesto por un conjunto de normas establecidas por el Estado que determinan
los delitos, las penas y/o las medidas de seguridad que han de aplicarse a quienes los cometen.
La intervención de los particulares en la ejecución de la pena, es en los libros tan sólo un recuerdo
histórico de las formas primitivas de castigar. Algunos tratadistas, en época reciente y amparados
por las novedosas corrientes de la defensa social contra el delito, han pretendido ubicar al Derecho
Penal dentro del Derecho Social (como el Derecho de Trabajo y el Derecho Agrario), sin embargo,
tampoco se ha tenido éxito. El Derecho Penal es una rama del Derecho Público Interno que tiende
a proteger intereses individuales y colectivos (públicos o sociales); la tarea de penar o imponer
una medida de seguridad es una función típicamente pública que solo corresponde al Estado como
expresión de su poder interno producto de su soberanía, además de que la comisión de cualquier
delito (privado, público o mixto) genera una relación directa entre el infractor y el Estado que es
el único titular del poder punitivo, en tal sentido, consideramos que el Derecho Penal sigue siendo
de naturaleza jurídica pública. Es necesario indicar, que la relacionada distinción entre Derecho
Público y Privado, es en la actualidad, puramente referencial, pues en la práctica, hay muchas
actividades del Derecho Privado que se ven inmersas en el Derecho Público y viceversa, al extremo
que se piensa que la gran polaridad entre lo público y privado, existente en la época de filósofos del
Derecho como G. Radbruch, se encuentra por lo menos en crisis.
Confiamos en que la agilización del proceso penal y la aplicación de una pronta y debida justicia
penal, sólo puede intentarse como ya se hace en la mayoría de legislaciones modernas, dentro de
las cuales puede colocarse el nuevo Código Procesal Penal (decreto 51-92) con un proceso penal
oral desprovisto de todo tipo de burocratización con ayuda de la moderna tecnología científica.
Tanto el Derecho Penal Sustantivo, como el Derecho Procesal Penal o Adjetivo, gozan de
autonomía, como disciplinas independientes, cada una tiene sus propios principios, métodos y
doctrinas, lo cual no debe entenderse como una separación absoluta entre ambas, ya que una es
indispensable para la aplicación de la otra. En Guatemala contamos con un Código Penal que
además de adolecer de una serie de errores técnico-científicos (multiplicidad de figuras delictivas,
penas mixtas de prisión y multa, etc.), y carecer de aspectos fundamentales (no define lo que es
el delito, ni lo que debe entenderse por pena, etc.), también hay que decir que hay una serie de
instituciones producto del Derecho Penal Moderno (medidas de seguridad, suspensión condicional
de la pena, perdón judicial, libertad condicional, etc.), que si se aplicaran debidamente y en el
tiempo prudente, contribuirían no sólo a aplicar la debida justicia, sino a lograr los fines del Derecho
Penal.
El sistema carcelario depende del Poder Ejecutivo (Ministerio de Gobernación). Hoy día la mayoría
de especialistas propugnan por su legítima independencia; en ese sentido la separación del Derecho
Penitenciario del Derecho Penal ha sido sostenida insistentemente por Novelli, quien lo considera
como un conjunto de normas jurídicas que regulan la ejecución [Novelli. “Autonomía del Derecho
Penitenciario”. Revista Penal y Penitenciaria citada por Rafael Cuevas del Cid. 1954:45]. Y, para
subrayar la importancia de esta disciplina vale mencionar lo expuesto por el profesor Palacios Motta
al decir que en la ejecución penitenciaria se asienta el éxito o el fracaso de todo sistema penal. Se
sabe que actualmente se encuentra en el Congreso de la República, un proyecto de Ley
Penitenciaria, que puede ser un inicio de la reforma tan necesaria en este campo.
b) Es Normativo. El Derecho Penal, como toda rama del Derecho, está compuesto por normas
(jurídico-penales), que son preceptos que contienen mandatos o prohibiciones encaminadas a
regular la conducta humana, es decir, a normar el “debe ser de las personas dentro de una sociedad
jurídicamente organizada.
d) Pertenece al Derecho Público. Porque siendo el Estado único titular del Derecho Penal,
solamente a él corresponde la facultad de establecer delitos y las penas o medidas de seguridad
correspondientes.
e) Es Valorativo. Se ha dicho que toda norma presupone una valoración (el Derecho Penal es
eminentemente valorativo), y a decir del profesor argentino Sebastián Soler, esta cualidad de toda
norma es particularmente manifiesta en las leyes penales, ya que carecerían de todo sentido las
amenazas penales si no se entendiera que mediante ellas son protegidos ciertos bienes e intereses
jurídicamente apreciados. Es decir, que el Derecho Penal está subordinado a un orden valorativo en
cuanto que califica los actos humanos con arreglo a una valoración; valorar la conducta de los
hombres.
f) Es Finalista. Por qué siendo una ciencia teleológica, su fin primordial es resguardar el orden
jurídicamente establecido, a través de la protección contra el crimen. La ley dice Soler regula la
conducta que los hombres deberán observar con relación a esas realidades, en función de un “fin”
colectivamente perseguido y de una valoración de esos hechos.
Todas las expresiones humanas con algún significado social, surgen en la vida de relación, en la
convivencia humana, en el trato diario de unos con otros; es al entrar en relación unos con otros
que se exterioriza la conducta del ser humano, y es a través de la manifestación de su conducta que
el hombre realiza acciones u omisiones que le permiten expresarse, es decir, actúa o se abstiene de
actuar según su voluntad, estas acciones y omisiones cuando son ofensivas, cuando no son
socialmente relevantes, son aceptadas y permitidas por el Estado en cuanto que no lesionan ni
ponen en peligro un bien jurídico tutelado; sin embargo, cuando estas acciones u omisiones dañan
o ponen en peligro un interés jurídicamente tutelado, son reprobadas y reprimidas por el Derecho
Penal, en nombre del Estado y de una sociedad jurídicamente organizada, como la nuestra.
El Derecho Penal funciona, en general, como sistema tutelar de los valores más altos, ello es,
interviene solamente ante la vulneración de valores que una sociedad, en un momento dado, reputa
fundamentales [Soler, 1970: 20].
En el devenir histórico de las ideas penales, la función de castigar ha tenido diversos fundamentos
en diferentes épocas y la mayor parte de tratadistas para su análisis las han planteado de la manera
siguiente:
1. ÉPOCA DE LA VENGANZA PRIVADA Se afirma que, en los primeros grupos humanos, cuando el
poder público (poder estatal) no poseía aún el vigor necesario para imponerse a los particulares, la
función penal revestía el aspecto de una venganza; la venganza particular entonces se ha tomado
como el inicio de la retribución penal, aunque no se trate de un sistema penal en sí, sino de una
forma de manifestación individual. Si pensamos dice Bernardino Alimena [1915-97] que el
protoplasma irritado reacciona, si pensamos que todo animal ofendido tiende instintivamente a
reaccionar, nos vemos obligados a pensar que la primera forma y la primera justificación de aquella
función que hoy llamamos, justicia penal debe de haber sido por necesidad de las cosas, la venganza.
La época de la venganza privada es la época bárbara, puesto que se accede al impulso de un instinto
de defensa, ante la reacción provocada por un ataque que se considera injusto. Como en dicha
época no se encontraba organizada jurídicamente la sociedad, es decir, no se encontraba
organizado el Estado, los individuos que se sentían ofendidos en sus derechos acudían a una defensa
individual y cada quien se hacía “justicia” por su propia mano; esto dio origen dice Cuello Calón a
graves males, a sangrientas guerras privadas que produjeron el exterminio de numerosas familias,
ya que los vengadores al ejercitar su derecho no reconocían limitación alguna y causaban al ofensor
o a su familia todo el mal posible.
Las perniciosas consecuencias de una reacción ilimitada, fueron atenuadas por la Ley del Talión,
según la cual no podía devolverse al delincuente un mal mayor que el inferido a su víctima ojo por
ojo, diente por diente reconociendo así el grupo o la colectividad que el ofendido sólo tenía derecho
a una venganza de igual magnitud al mal sufrido; de tal manera que “no toda venganza puede
estimarse como antecedente de la represión penal moderna, solo tiene relevancia como
equivalente de la pena actual, la actividad vengadora que contaba con el apoyo de la colectividad
misma, mediante la ayuda material y el respaldo moral hacia el ofendido, reconociendo su
derecho a ejercitarla” [Castellanos Tena, 1981:32]. Además de la Ley del Talión, aparece como otra
limitación de la venganza privada, y también “la composición” a través de la cual el ofensor o su
familia entregaban al ofendido y los suyos cierta cantidad para que éstos no ejercitaran el derecho
de venganza.
Comenta al respecto Cuello Calón que, para luchar contra la criminalidad desbordante de aquellos
tiempos, el poder público no vaciló en aplicar las penas más crueles, la muerte acompañada de
formas de agravación espeluznante, las corporales consistentes en terribles mutilaciones, las
infamantes, las pecuniarias impuestas en forma de confiscación.
La pena para ciertos delitos trascendía a los descendientes del reo y ni la tranquilidad de las tumbas
se respetaba, pues se desenterraban los cadáveres y se les procesaba; reinaba en la administración
de justicia una completa desigualdad, mientras a los nobles y a los poderosos se les imponían las
penas más suaves y eran objeto de una protección eficaz, para los plebeyos y los siervos se
reservaban los castigos más duros y su protección era en muchos casos tan sólo una caricatura de
la justicia, y por último, dominaba una completa arbitrariedad, los jueces y tribunales tenían la
facultad de imponer penas no previstas en la ley, incluso podían incriminar hechos no penados como
delitos.
PERÍODO HUMANITARIO
La excesiva crueldad de la época de la venganza pública dio como resultado un movimiento a favor
de la humanización no sólo de las penas sino del procedimiento penal, toda vez que en la época de
la venganza pública se iniciaron las torturas, los calabozos y toda clase de tormentos con la
finalidad de castigar y obtener confesiones. La etapa humanitaria del Derecho Penal comienza a
fines del siglo XVIII con la corriente intelectual del “Iluminismo” y los escritos de Montesquieu, D.
Alambert, Voltaire y Rousseau, pero es indiscutible y aceptado unánimemente que su precursor
fue el milanés César Bonnesana, el Marqués de Beccaria, que en el año 1764 (a la par de que se
gestaba la Revolución Francesa con la Filosofía Iluminista), público su famosa obra denominada
Dei Delliti e Delle Pene (De los Delitos y de las Penas), en la cual se pronunció abiertamente contra
el tormento de la pena para castigar los delitos cometidos; el fin de las penas dijo, no es atormentar
y afligir a un ente sensible, ni deshacer un delito ya cometido, el fin no es otro que impedir al reo
causar nuevos daños a sus ciudadanos, y retraer a los demás de la comisión de otros iguales, luego
deberán ser escogidas aquellas penas y aquel método de imponerlas que guardada la proporción
hagan una impresión más eficaz y más durable sobre los ánimos de los hombres y la menos dolorosa
sobre el cuerpo del reo. El tormento resulta el medio más eficaz para absolver a los robustos
malvados y condenar a los flacos inocentes. Beccaria, se ha dicho, escribió en aquella época un
alegato en definitiva contra el tormento de las penas, aún se recuerdan sus palabras: "Qué derecho
sino el de la fuerza será el que da potestad al Estado para imponer pena a un ciudadano mientras
se duda si es reo o es inocente", consideró que la pena es tanto más justa y útil cuanto más pronta
y más vecina al delito cometido se encuentre; es más justa porque evita en el reo los inútiles y fieros
tormentos de la incertidumbre que crece con el vigor de la imaginación y la propia flaqueza, y es
más útil porque cuando es menor la distancia de tiempo que pasa entre la pena el delito, tanto es
más fuerte y durable en el ánimo la asociación de las ideas, delito y pena, de tal modo que funcionan
el uno como causa la otra como efecto consiguiente y necesario.
Desde que Beccaria pronunció su primera palabra humanitaria dice Guillermo Cabanellas, han
transcurrido más de dos siglos y, sin embargo, sus ecos permanecen aun vibrando, quizá ahora con
acentos más firmes como si desde entonces no hubiera habido otro grito más fuerte en las etapas
frías en las que hasta entonces militaban las sanciones contra el delito [Cuevas Del Cid, 1954: 160].
De esta manera pues, la brillante obra del noble milanés de Beccaria, se ha dicho, tiene mérito de
haber cerrado un capítulo del Derecho Penal, que podríamos pensar fue el primero y que le han
llamado "antiguo", y de abrir otro que los especialistas han denominado "Edad de Oro del Derecho
Penal", a esto hay que agregar que Eugenio Florián dio a Beccaria la gloria de haber elevado a la
dignidad de Ciencia al Derecho Penal, ya que hasta esa época aún no podía hablarse de un verdadero
Derecho Penal Científico.
5. ETAPA CIENTÍFICA
Podemos decir que se inicia con la obra de César Bonnesana, el Márques de Beccaria, y subsiste
hasta la crisis del Derecho Penal Clásico con el aparecimiento de la Escuela Positivista. Según expresa
Palacios Motta [1980: 17]: La labor de sistematización que realizaron Francesco Carrara y los demás
protagonistas de la Escuela Clásica, llevaron a considerar al Derecho Penal como una disciplina
única, general e independiente, cuyo objetivo era el estudio del delito y de la pena desde el punto
de vista estrictamente jurídico. Luego de la Escuela Clásica aparece la Escuela Positiva del Derecho
Penal, con ideas totalmente opuestas, al extremo de que Enrico Ferri (uno de sus precursores),
consideró que el Derecho Penal debía desaparecer totalmente como ciencia autónoma para
convertirse en una rama de la Sociología Criminal, auxiliándose, para su estudio, del método
positivista o experimental, contrapuesto al lógico abstracto de la Escuela Clásica.
En este período del Derecho Penal sufre una profunda transformación a causa de la irrupción de las
ciencias penales. Enrico Ferri [Sociología Criminale: 297], estudia la etiología de la delincuencia y
pone de relieve el influjo de los factores individuales, antropológicos, físicos y sociales en los que se
condensa la etiología de la criminalidad; de esta manera se deja de considerar el delito como una
entidad jurídica, para convertirse en una manifestación de la personalidad del delincuente; la
pena deja de tener un fin puramente retributivo y se convierte en un medio de corrección social o
de defensa social.
Luego de esta etapa, Eugenio Cuello Calón, considera que surge el llamado "Derecho Penal
Autoritario" producto de la aparición de regímenes políticos totalitarios, con rasgos netamente
peculiares que por su espíritu y orientación presentaba un vivo contraste con el Derecho Penal
Liberal Individualista proveniente de las ideas del "siglo de las luces" y de la Revolución Francesa. Su
principal característica era proteger al Estado, por lo cual los delitos de tipo político, que en
regímenes democráticos tuvieron trato benévolo en grado sumo, fueron considerados como
infracciones de especial gravedad y castigados severamente.
6. ÉPOCA MODERNA
Actualmente existe unidad de criterio en toda la doctrina en cuanto a que el Derecho Penal es una
ciencia eminentemente jurídica, para tratar los problemas relativos al delito, al delincuente, a la
pena y a las medidas de seguridad; mientras que las ciencias penales o criminológicas, que tienen
el mismo objeto de estudio, lo deben hacer desde el punto de vista antropológico y sociológico. Es
más, algunos especialistas sostienen que el Derecho Penal debe circunscribirse con alguna
exclusividad a lo que se denomina “Dogmática Jurídica Penal” que consiste en la reconstrucción
del Derecho Penal vigente con base científica [Cuevas Del Cid, 1954:73], alejándolo, incluso, de las
consideraciones filosóficas y críticas. (“La dogmática se edifica sobre el derecho que existe y que
cambia al adaptarse progresivamente en las conductas de hoy”) [Jiménez de Asúa, 1960:25].
Es sin duda la Escuela Clásica la que en aquella época subrayó el carácter eminentemente científico
de nuestra ciencia, cuya idea fundamental era la tutela jurídica. Sin embargo, no se puede hablar
de un Derecho Penal Clásico, sin exaltar la personalidad de su más grande, prodigioso y genuino
representante, cual fue el maestro de la Real Universidad de Pisa, Francesco Carrara, a quien
pueden resumirse los más importantes logros de aquella escuela. Según lo explica el Doctor
Sebastián Soler [Prólogo a la traducción de la obra Programa del Curso de Derecho Criminal de
Francesco Carrara (Parte General)], con la doctrina de Carrara alcanza el Derecho Penal un punto
en el cual ya no solamente el juez, sino el legislador mismo no puede apartarse sin incurrir en
tiranía, es decir, en la negación misma del Derecho.
Lo decisivo para el acierto de la construcción fue el hecho de que Carrara situara al delito en la
esfera ontológica correcta, como un ente jurídico, y no como un puro hecho natural. La
circunstancia de que se manejen como ideales los objetos jurídicos, reconociendo en ellos la
preexistencia de ciertas cualidades, independientemente del hecho de que ellas sean o no,
efectivamente pensadas por quien las considera, eleva el pensamiento Carrariano al nivel de una
ontología jurídica ideal, dotándola de las más insospechadas conexiones con puntos de vista
jurídicos modernísimamente alcanzados por la aplicación del método fenómeno lógico al estudio
de los conceptos jurídicos.
Para la Escuela Clásica y la doctrina Carrariana, el fundamento del Jus Puniendi es la sola justicia.
Se equivoca, dice: El que ve el origen del derecho de castigar en la sola necesidad de la defensa,
desconociendo el primer origen de ella en la justicia. Yerra, quien ve el fundamento del derecho de
castigar tan sólo en el principio de justicia, sin restringirlo a los límites de la necesidad de la defensa.
De ahí, pues, que tal fundamento debe buscarse en la justicia, pero restringido por la necesidad de
la defensa. La Ley Penal no puede entrar a considerar sino aquellos hechos que se han realizado por
un hombre, en violación de la ley, con plena conciencia. Es decir, con pleno discernimiento, voluntad
y libertad.
Para que una acción pueda por la autoridad social, ser legítimamente declarada imputable a su autor
como delito son indispensablemente necesarios: que le sea imputable moralmente, que pueda
imputarse como acto reprochable; que sea dañosa a la sociedad; y, precisamente que esté
promulgada la ley que los prohíbe.
La corriente positiva del Derecho Penal, representada por Cesare Lombroso, Rafael Garófalo y
Enrico Ferri, justificados por haber comprobado la inutilidad de los principios clásicos para la
reforma del delincuente, la ineficacia de las penas para contener la delincuencia, el aumento de la
criminalidad, de la reincidencia y la delincuencia infantil y advirtiendo el peligrosos contraste entre
los datos psiquiátricos y las "teorías místicas de la imputabilidad moral del hombre", plantearon una
nueva corriente conformada de investigaciones antropológicas, psíquicas, sociales y estadísticas
que apartaron a la disciplina penal del carácter especulativo que había tenido en la corriente Clásica
convirtiéndola en una disciplina experimental que formaba parte de las ciencias naturales o
fenómenológicas.
Según explicaciones del profesor argentino Juan Ramos, la Escuela Positiva del Derecho Penal
evolucionó en tres etapas:
La primera etapa "Antropológica", está representada por Cesare Lombroso, y, dentro de ella, la
preocupación dominante es el estudio del delincuente en sus particularidades anatómicas, o
morfológicas. Pero, en tal época se ignoraba al Derecho Penal, puesto que Lombroso era Médico y
sentía por el Derecho "el desapego habitual de quien no lo entiende".
La segunda etapa "Jurídica" está representada por Rafael Garófalo quien, como jurista y
magistrado, se preocupó de injertar en el Derecho las teorías anatómicas lombrosianas.
La tercera se preocupó de hacer notar la influencia del medio social sobre el delincuente
apartándose ya de la tesis del "Delincuente Nato" creada por Lombroso [Ramos P., 1942:172].
El notable jurisconsulto y remembrado profesor de nuestra Carolingia, don Rafael Cuevas del Cid,
al analizar las bases generales del Derecho Penal en la Escuela Positiva, explica que mientras la
Escuela Clásica había excluido al delincuente de su construcción sistemática, la Escuela Positiva lo
colocó en primer lugar y estableció respecto a él nuevas y revolucionarias teorías.
El Derecho Penal en esta nueva escuela no se asienta ya sobre la responsabilidad moral, sino es
predominantemente determinista y se asienta sobre la responsabilidad social. Por otra parte, la
razón de la existencia del Derecho Penal ya no se busca en la tutela jurídica, sino en la defensa social
indirecta. De acuerdo con la responsabilidad social, el hombre es imputable, no porque sea un ser
consciente, inteligente y libre, sino sencillamente por la razón de que vive en sociedad y ésta debe
defenderse contra los que la atacan, sean éstos normales o anormales.
El delito deja de ser un "ente jurídico" para convertirse en una realidad humana constituida por
toda acción contrapuesta a las exigencias de la seguridad social. El fin principal de las penas deja
de ser el restablecimiento del derecho violado y pasa a ser el de la prevención y, en esa virtud, las
penas ya no son determinadas y proporcionales al daño causado por el delito, sino más bien
indeterminadas y proporcionadas a la temibilidad del delincuente.
La pena era la sanción única que admitía el Derecho Penal Clásico; la Escuela Positiva cree haber
comprobado la inutilidad de la pena, que no puede reformar al delincuente, y propone una serie de
medidas de seguridad que llevan por fin principal la reforma del delincuente (o su curación), para
devolver a la sociedad a un miembro no peligroso. La Escuela Clásica no dejaba librado
absolutamente nada al arbitrio del juzgador; por el contrario, los positivistas dejan un amplio
arbitrio al juez para que pueda ajustar la pena a la personalidad del delincuente. Por otra parte, la
pena siendo indeterminada, cesará cuando así lo exija la conducta del delincuente, es decir, cuando
su reforma y su falta de peligrosidad sean evidentes.
Con los criterios planteados son evidentes, pues, las grandes mutaciones que sufrió la corriente
clásica con la irrupción de la corriente positivista, cuyos postulados más importantes pueden
resumirse así:
a) Respecto del Derecho Penal. Nuestra disciplina pierde su autonomía, como ciencia jurídica y es
considerada como parte de las ciencias fenomenalistas, especialmente como una simple rama de la
Sociología Criminal. Enrico Ferri sostenía: La Antropología y la Estadística Criminal, así como el
Derecho Criminal y Penal no son más que capítulos diferentes de una ciencia única que estudia el
delito considerado como fenómeno natural y social.
b) Respecto al Método. Para su construcción utilizaron el método de "observación y
experimentación", propio de las ciencias naturales, al cual denominaron "Método Positivo" y del
que tomó su nombre la Escuela Positiva del Derecho Penal.
c) Respecto al Delito. Se consideró al delito como un fenómeno natural o social; definiéndolo como
una lesión a aquella parte del sentimiento moral que consiste en la violación de los sentimientos
altruistas fundamentales, o sea, la piedad y la probidad, en la medida en que estos sentimientos son
poseídos por una comunidad (Delito natural de Garófalo); o bien, el delito debe considerarse como
acción punible determinada por aquellas acciones encaminadas por móviles individuales y
antisociales que turban las condiciones de vida y contravienen la moralidad media de un pueblo en
un momento dado (Delito Social de Ferri).
d) Respecto de la Pena. Consideraron que la pena era un medio de defensa social, que se realizaba
mediante la prevención general (amenaza de pena a todos los ciudadanos), y la prevención especial
(ampliación de dicha amenaza al delincuente); sosteniendo que la pena no era la única consecuencia
del delito, ya que debía aplicarse una serie de sanciones y medidas de seguridad, de acuerdo con la
personalidad del delincuente.
e) Respecto del Delincuente. Fue considerado como un ser anormal, relegándolo de la especie
humana, por cuanto decían era un ser atávico, con fondo epiléptico, idéntico al loco moral y con
caracteres anatómicos, psíquicos y funcionales especiales, que delinque no solamente por sus
características biopsíquicas sino por las poderosas influencias del ambiente y de la sociedad, en tal
sentido, el hombre es responsable criminalmente por cualquier acto antijurídico realizado, tan sólo
por el hecho de vivir en sociedad, ya que la sociedad tiene que defenderse de quienes la atacan.
Con el desarrollo de cada uno de los postulados enunciados los positivistas crearon el más grande
desconcierto del Derecho Penal Clásico y desequilibraron de tal manera el sistema jurídico de
aquella época, que las legislaciones de corte clásico se convirtieron en positivistas, arrastradas por
aquella corriente que mantuvo en crisis al Derecho Penal durante medio siglo (de 1850 a 1900).
Es innegable que ambas escuelas aportaron grandes avances para nuestra disciplina, como
innegable es que cometieron grandes errores, así por ejemplo: mientras la Escuela Clásica dio un
carácter definitivamente científico al Derecho Penal desde el punto de vista jurídico, hilando un
sistema de acabada perfección sobre la tesis del delito como "ente jurídico", buscando siempre un
criterio de justicia absoluta, olvidó o no quiso recordar (como dice Cuevas Del Cid), que el delito
antes que una fría creación legal es un hecho del hombre, y postergó el estudio del delincuente.
La Escuela Positiva que reivindicó al delincuente exigiendo que se le estudiara más profundamente
y que se le tratara con medidas adecuadas a su personalidad, castigando el delito no en relación al
daño causado, sino en relación a la peligrosidad social del delincuente, creando las famosas medidas
de seguridad para la prevención del delito y la rehabilitación del delincuente, postergó el estudio
del Derecho anteponiendo el estudio de las ciencias naturales o criminológicas, negando también la
libertad moral del delincuente.
Refiriéndose a los conflictos acaecidos en la segunda mitad del siglo XIX, Juan P. Ramos asienta: "La
hora de la polémica ha pasado, lo deleznable se ha deshecho por sí mismo. Respetemos y seamos
justos con lo que queda de la obra de ambas escuelas de Derecho Penal y de Ciencia Criminal"; por
su parte Cuevas Del Cid al final de su obra apunta: "La Escuela clásica como se ha dicho con una
expresión feliz, enseñó a los hombres el conocimiento de la justicia, en tanto que la Escuela Positiva
enseñó a la justicia el conocimiento de los hombres". Después de aquella etapa crítica por la que
atravesó nuestra ciencia, aparecieron nuevas corrientes que con el fin de conciliar los postulados de
las dos grandes escuelas, fueron tomando partido, situándose en puntos equidistantes entre las
corrientes en pugna, por tal razón se les ha denominado "Escuelas Intermedias del Dereho Penal”,
tal es el caso de la “Terza Scuola Italiana”, representada por Manuel Carnevale y Bernardino
Alimena; la “Escuela de la Política Criminal” que más tarde se convirtió en la “Escuela Sociológica
Alemana” representada por Franz Von Liszt; y la “Escuela Sociológica Francesa”, representada por
Alejandro Lacassagne y Gabriel Tarde.
Podemos citar aquí también a la “Escuela Correccionista” que no se incluye entre las intermedias,
pero que aparece al lado de ellas representada por los alemanes Krause y Roeder, quienes la
crearon, pero, sus postulados adquieren precisión a través del preclaro profesor de Salamanca,
Pedro Dorado Montero, quien en su obra “El Derecho Protector de los Criminales”, asienta que el
delito es una concepción “artificial” que responde a los intereses perseguidos por el ordenador del
Derecho. Consideró que lo justo y lo injusto son creaciones humanas, y que no existe ningún hecho
que sea en sí mismo conveniente o inconveniente, lícito o ilícito, moral o inmoral; no hay delito,
como tampoco hay derecho, sino porque los hombres lo hacen.
En síntesis, Dorado Montero concibe el Derecho Penal como un derecho protector de los
delincuentes, desprovisto de sentido represivo y doloroso, animado tan sólo de una finalidad tutelar
y protectora. Las llamadas Escuelas Intermedias, plantearon sus más importantes postulados en
forma ecléctica, retomando principios fundamentales, tanto de la Escuela Clásica como de la Escuela
Positiva del Derecho Penal, iniciando así una nueva etapa en el estudio de nuestra ciencia que
podrían catalogarse como antecedentes del Derecho Penal contemporáneo, que principia a
perfilarse en los primeros años del siglo XX.
Dice Cerezo Mir (Curso de Derecho Penal Español, parte general, p.99) que a pesar de existir
diferencias entre la tercera Escuela Italiana y la Sociológica o Político Criminal de V. Liszt existen una
serie de coincidencias básicas. “Ambas afirman, frente a la escuela positiva, la autonomía de la
Ciencia del Derecho Penal, como ciencia jurídica y de la Criminología, como ciencia empírica del
delito y del delincuente. Parten de una concepción determinista del hombre, pero rechazan la teoría
de la responsabilidad legal o social.
Esta crítica situación principió a cobrar vigencia con las contradicciones planteadas entre el
Positivismo Científico y el Positivismo Jurídico. Los primeros vanagloriados aún de los absurdos
extremos a los que llegó la Escuela Positiva, sostenían que la jurisprudencia no tenía el carácter de
ciencia, por cuanto que su objeto de estudio era impreciso y mutable como el Derecho Positivo,
mientras que, en las auténticas ciencias, el objeto de estudio es preciso e inmutable: "la tierra sigue
girando alrededor del sol como hace mil años". Sobre esta base y con el fin de probar la movilidad
del objeto de estudio de las Ciencias Jurídicas, Von Kirchmann (fiscal prusiano), anotó: "tres palabras
rectificadoras del legislador convierten bibliotecas enteras en basura" [Von Kirchmann, 1949: 54].
Al respecto, el contemporáneo penalista español Muñoz Conde responde: esta frase, que tanto ha
impresionado e impresiona aún, no es más que una frase feliz y lapidaría que, sin embargo, ni es
verdad, ni, aunque lo fuera, prueba nada contra la cientificidad de la actividad jurídica. Citando a
Hernández Gil, otro notable jurista español, sostiene que la movilidad del objeto, no hace
anticientífico o acientífico el conocimiento. La afirmación contraria es tan absurda, como si en la
Física la conversión de la materia en energía pudiera comprometer su rango científico. En todos los
dominios del saber el estatismo de las "cosas" ha ido siendo reemplazado por el dinamismo de las
funciones y de las relaciones [Muñoz Conde, 1975: 114].
Otra de las razones por las que Kirchman atacó al carácter científico de la jurisprudencia, fue la falta
de progreso que encontraba en ella al compararla con el extraordinario progreso alcanzado por las
Ciencias Naturales en el siglo XIX, que fue el siglo de experimentación. Al respecto, Muñoz Conde
considera que tal posición es un tanto engañosa ya que, frente al progreso técnico de las Ciencias
Naturales, existe también un progreso técnico de las Ciencias Jurídicas. Los juristas de hoy manejan
mejor los conceptos e instituciones de su especialidad que antes, el rigor técnico que se ha
alcanzado en el planteamiento y solución de problemas es superior al existente en otras épocas.
Con tales razonamientos, considera Muñoz Conde, que actualmente no hay bases suficientes para
negarle a la actividad jurídica el carácter de ciencia. Al jurista no le es dado, desde luego, encontrar
la solución ideal de los problemas que la convivencia humana plantea; la justicia es para él un
espejismo inalcanzable en la lejanía. Pero, tampoco el médico podrá acabar nunca con la
enfermedad y la muerte y nadie duda del carácter científico de la medicina. La cuestión no radica
para él en el logro de unas metas fijadas y determinadas, sino en la actividad y en el planteamiento
adoptado para alcanzarla.
Citando palabras de Machado anota: "caminante no hay camino, se hace camino al andar "; de lo
que se deduce que no hay concepto de ciencia aplicable solamente a aquellas actividades que se
ocupan del estudio de determinado objeto. El carácter de ciencia, dice, es un predicado que se
puede afirmar de cualquier actividad humana que descubre y soluciona problemas de un modo
objetivo, racional y sistemático; y de la actividad jurídica, como un todo considerada, con inclusión
también de lo jurídico penal, no cabe duda de que pueda afirmarse, sin complejos de ningún tipo,
un tal predicado [Muñoz Conde, 1975: 115 y 116].
Las consecuencias del positivismo, se afirma, repercutieron más drásticamente en la ciencia del
Derecho Penal, por la particular idiosincrasia que tiene respecto de las demás especialidades del
Derecho, de esa manera se buscaron los hechos inmutables que debían servir de base a la actividad
científica del penalista, en la consideración causal empírica del delito.
De tal suerte que se concibió al delito como expresión de una personalidad o constitución anormal
del delincuente, que debía estudiarse con los métodos de la Psicología o la Antropología (método
experimental), no era más que un comportamiento antisocial de un desequilibrado, del delincuente
nato, un ser atávico con anomalías anatómicas comprobables; así lo consideró la Escuela de
Lombroso.
Sin embargo, hay que advertir nuevamente que Cesare Lombroso siendo médico antropólogo,
jamás pudo palpar los problemas jurídicos que la criminalidad plantea, en tal sentido, con
elucubraciones puramente criminológicas pretendió resolver problemas puramente penales, lo cual
deviene ser un absurdo actualmente.
El Positivismo llamado científico repercutió tanto, que un verdadero jurista y aclarado penalista
como Franz Von Liszt, consideró que la ciencia del Derecho Penal tenía en primer lugar que
reconducir a sus cauces al fenómeno llamado delito, y con base en ellas explicarlo; en tanto se hace
esto decía la podemos denominar como Criminología.
A la dogmática jurídica, es decir, a la interpretación del Derecho Penal Positivo, le asigna el papel de
una simple técnica para su función jurídica. Frente a la concepción de que la verdadera ciencia del
Derecho Penal era la Criminología surge otra tendencia que, enraíza en la actividad jurídica
tradicional, busca en los conceptos jurídicos fundamentales, los hechos inmutables, aun ante los
cambios legislativos, que debían servir de base a la actividad científica del jurista, éste es el
Positivismo Jurídico, que subordinado o subsumiendo al Positivismo Científico, no hizo más que
dejar completamente delimitadas dos vertientes distintas con el mismo rango científico: la
Criminología que estudiaría el delito, como un fenómeno causal explicativo, y el Derecho Penal que
estudiaría el delito como un fenómeno jurídico objeto de valoración.
Habiendo quedado debidamente delimitados los campos de acción, tanto de la Criminología como
del Derecho Penal, se consideró haber resuelto el problema del confusionismo entre las dos
disciplinas, y se pretendió que ese divorcio de común acuerdo entre ambas, permitiera la realización
de un mejor trabajo para el estudio y prevención del delito, y desde luego, la rehabilitación del
delincuente; en ese entendido, cada una reinició sus labores, dando la apariencia de que si bien
estaban separadas, no existía conflicto alguno y por el contrario, se ayudaban mutuamente en la
lucha contra el crimen.
Esa falsa apariencia, no duró por mucho tiempo y actualmente esa separación se ha convertido en
una franca oposición entre ambas. No entendiendo, como con sobrada razón se ha dicho, que ese
derroche de energías que esto supone, intentando cada una descubrir su propia verdad, conduce
a que ninguna pueda alcanzarla. Según los planteamientos que actualmente hace el prominente
penalista y criminólogo (de quien tomamos el posterior enfoque), Manuel López Rey y Arrojo [Teoría
y Práctica en las Disciplinas Penales], después de haber visitado y estudiado los sistemas penales de
más de sesenta países del mundo, considera que en los últimos años la criminología ha progresado
quizás mucho más que las otras ciencias penales, pero, ese progreso ha sido, con frecuencia,
exagerado por teorías médico psicológicas, que si han progresado ha sido por la aceptación y
diseminación de teorías y métodos criminológicos, sin análisis crítico alguno.
Entre las características más típicas de la criminología contemporánea se pueden enumerar las
siguientes:
a) Se intenta resucitar una especie de tipología criminal, tanto en los adultos (criminalidad), como
en los menores (delincuencia), cuestión que fue severamente criticada y desechada desde pasados
los tiempos de la Escuela Positiva de Lombroso.
b) Los métodos de tratamiento los han transformado en teorías generales de prevención, sin
percatarse que son dos cosas diferentes: una es la prevención de la criminalidad como fenómeno
general; y otra es el tratamiento individual del delincuente.
c) Se considera que el delito es un fenómeno sociológicamente anormal, un mal aislado, o lado
excepcional, y que tanto el delito como la delincuencia son manifestaciones de desorganización
social o de patología social. Sin embargo, delito y delincuencia no son conceptos separables y,
ambos constituyen un fenómeno normal, ya que la criminalidad refleja, por lo común, bastante bien
las características sociales, económicas, culturales y demás de la sociedad en que aquella se
manifiesta, en tal sentido se trata de un fenómeno social normal. El hecho de que ciertos
delincuentes sean anormales o enfermos, no significa que todos lo sean, y menos aún, que la
criminalidad como fenómeno social, sea un fenómeno aislado.
d) Se habla de causas o factores criminógenos en la comisión del delito, y muchas veces aparecen
mezclados con el motivo. Sin embargo, es preferible hablar de conducta, como un proceso
complejo, en el cual unas causas son discernibles y otras no. Es la actividad humana la que debe
ser objeto de las disciplinas penales y no la modificación de factores o la supresión de las causas
del delito, ya que las llamadas causas de criminalidad no coinciden exactamente con las que se
descubren en los casos individuales.
López Rey y Arrojo, considera sustituyendo su carácter puramente jurídico, por uno de índole
"jurídico social", que ya no puede ser representado por la Teoría Jurídica del Delito. Considera que
tampoco debe seguirse hablando de una "Defensa Social" por cuanto que ésta constituye un
malogrado intento de compromiso que no puede satisfacer los requerimientos de nuestro tiempo,
ya que toda idea de defensa es siempre peligrosa, ello porque tanto teoría y práctica, al defenderse,
uno se convierte fácilmente en agresor.
Considera que la función penal, es la facultad de aplicar una sanción (penal), como consecuencia de
un juicio de reproche o reprobación jurídico social, a una conducta previamente declarada delictiva.
La única posible solución, asienta, es una fórmula que técnicamente pueda dar cabida a una
evaluación de todas las circunstancias de índole relevante, tanto respecto del delito, como del
delincuente. El juicio de reproche representa pues, una evaluación variada de circunstancias o
aspectos que difícilmente pueden disociarse. Sólo un enjuiciamiento de carácter total puede
permitir la valoración conjunta de algo que, para muchos se mantiene aún separado, el delito y el
delincuente.
La función del especialista penal no está, sino en la de construir las disciplinas penales, en este caso
el Derecho Penal en tal forma que corresponda a las exigencias de la vida presente y futura [López
Rey y Arrojo, Teoría y Práctica en las Disciplinas Penales: 19 y siguientes]. Ese estancamiento que se
predica hoy en día, del Derecho Penal frente a la criminología es lo que nos hace pensar en la actual
crisis de nuestra ciencia, toda vez que su situación es objeto de lapidarios ataques, reprochándole
un constante fracaso por cuanto que la criminalidad y la delincuencia no disminuyen, sino por el
contrario, aumentan; tal situación de la que no es únicamente responsable el Derecho Penal, sino
también las otras ciencias penales, incluyendo la Criminología, desafortunadamente, se le imputa a
nuestra disciplina (quizás por ser la más importante), atribuyéndole no ser más que una venganza
legalizada, que debe ser sustituida por algo que en verdad, no se sabe que es, pero por lo común se
expresa como un vago concepto de tratamiento socio médico psicológico y no ha faltado quien,
como bien dice López Rey y Arrojo, que con más afanes de novedad que de serena reflexión
propugna la tesis de que la criminología haría desaparecer al Derecho Penal; tan absurda predicción
no es más que producto de los especialistas médico psicólogos, que sin haber sido capaces de
resolver sus propios problemas, tratan de resolver complejos problemas jurídicos penales (o jurídico
sociales); sin poder darse cuenta que el Derecho Penal, base de la Criminología no puede ser
concebido como una disciplina de índole curativa, sino en función de la finalidad perseguida por
la Ley Penal.
No pocas de las modernas teorías y afirmaciones de la criminología significan negación directa o
indirecta de la función penal y aún, en ocasiones, el desprestigio o descrédito de la misma. Debe
hacerse notar, una vez más, que esto tiene lugar a través de teorías médico psicológicas de dudosa
validez.
Ello no quiere decir que la Psicología, la Psiquiatría y demás disciplinas no tengan una misión que
realizar en el área penal. Su aportación es importante y muchas veces necesaria, lo cual no significa
que dichas disciplinas se transformen en las mentoras de la Criminología y del Derecho Penal. La
historia de la criminología muestra que cada vez que ello se ha intentado, sólo se ha producido
confusión y aun retraso. El punto de partida y retorno de la Criminología es el concepto jurídico
social de delito. Durante ese viaje, la Criminología puede, en cierto modo, desviarse y explorar
nuevos caminos, pero en todo caso el punto final de llegada es el delito [López Rey y Arrojo, Teoría
y Práctica en las Disciplinas Penales: 42].
Es éste el panorama que actualmente presenta el Derecho Penal, que, si lo examinamos profunda y
detenidamente, no es más que una réplica de la crisis que vivió el Derecho Penal Clásico con la
invasión del Positivismo, solamente que ahora con métodos, principios y postulados más
evolucionados y a veces sofisticados. Esperamos que, con un renovado tecnicismo jurídico social,
podamos en adelante plantear nuevos senderos que conduzcan específicamente, si no a eliminar, a
contrarrestar en gran medida los problemas del crimen que tanto daño han hecho a nuestra
sociedad, propiciando el viejo aforismo: “La destrucción del hombre por el hombre”.
El derecho penal del ciudadano mantiene la vigencia de la norma, en tanto que el derecho penal
del enemigo combate peligros. El Derecho Penal del Enemigo está destinado a combatir peligros a
través de medidas de seguridad y no a restablecer la vigencia de la norma mediante una pena. El
Derecho Penal del Enemigo se refiere a las normas que sancionan penalmente conductas sin que
se haya producido un daño efectivo, sino que se trata de una anticipación preventiva ante un peligro
futuro. Por lo tanto, el Derecho Penal del Enemigo no constituye en sí mismo un corpus legislativo,
sino que significa la suspensión de ciertas leyes justificada por razones de seguridad.
En Guatemala, un ejemplo de derecho penal del ciudadano podría ser el artículo 8o. de la
Constitución de la República de Guatemala que establece los derechos del detenido. Artículo 8o.
Derechos del detenido. “Todo detenido deberá ser informado inmediatamente de sus derechos en
forma que le sean comprensibles, especialmente que puede proveerse de un defensor, el cual podrá
estar presente en todas las diligencias policiales y judiciales. El detenido no podrá ser obligado a
declarar sino ante autoridad judicial competente”.
Otro ejemplo podría ser el artículo 59 del Código Penal de Guatemala que establece que la pena de
prisión lleva consigo la suspensión de los derechos políticos durante el tiempo de la condena,
aunque ésta se conmute, salvo que se trate de delitos culposos. (ARTICULO 59.- Suspensión de
derechos políticos. La pena de prisión lleva consigo la suspensión de los derechos políticos, durante
el tiempo de la condena, aunque ésta se conmute, salvo que obtenga su rehabilitación.).
Gunther Jakobs, es el principal representante del “Derecho Penal del Enemigo”, quien manifiesta
que: “…es en sí el ser humano considerado como el ente peligroso o dañino y no como persona con
autonomía ética, al que hay que aplicar medida de contención o represión, a quien se le debe apartar
de la sociedad e inclusive eliminar dependiendo su grado de peligrosidad, porque en sí deben ser
marginados, negándoseles, todos sus principales derechos por el riesgo que constituyen para la
sociedad.” Continúa indicando Jakobs que “…el enemigo es aquel que se auto excluye potestativa y
voluntariamente de su estatus de ciudadano y lo hace no solo porque no brinda seguridad, sino que
brinda lo contrario: inseguridad que desestabiliza la sociedad. Es el propio delincuente el que, en el
ejercicio de su libertad de actuación, decide dejar de brindar la seguridad mínima que se espera de
todo ciudadano.”.
FIN DE LA GUÍA DOS DEL 07 DE FEBRERO DEL AÑO 2023 DEL DERECHO PENAL UNO.
CORTESÍA DE SU BUEN VECINO Y AMIGO.
GUÍA TRES DEL 09 DE FEBRERO DEL AÑO 2023 DEL DERECHO PENAL UNO.
“La fe es una fuerza muy poderosa que influye positivamente en nuestra vida. Puede darnos
estabilidad ahora y una esperanza confiable para el futuro.”
La segunda denominación hace alusión al crimen (Derecho Criminal), terminología usada con mayor
frecuencia en Europa, especialmente en Francia (Droit Criminel) y en Italia (Diritto Criminale), que
si bien nos puede parecer anticuada, no es errada por cuanto crimen es sinónimo de delito, y en tal
sentido responde en mejor forma a la concepción de nuestra ciencia, si tomamos en cuenta que el
delito es, sin duda, la razón de ser del Derecho Penal [Fontán Balestra, 1957: 21]; en ese sentido el
presupuesto imprescindible para la existencia y funcionamiento de los demás institutos penales, es
el delito, de tal manera que sin la existencia de éste, los demás no tendrían razón de existir, así el
delito resulta ser el eje fundamental del Derecho Penal y el más popularizado nombre de nuestra
disciplina (Derecho Penal), está en decadencia y resulta cada vez más, ser el menos adecuado al no
estar construido sobre el instituto fundamental de nuestra ciencia que indiscutiblemente es el delito
y no la pena.
FIN GUÍA TRES DEL 09 DE FEBRERO DEL AÑO 2023 DEL DERECHO PENAL UNO.
CORTESÍA DE SU BUEN VECINO Y AMIGO.
GUÍA CUATRO DEL 14 DE FEBRERO DEL AÑO 2023, DEL DERECHO PENAL UNO.
“La fe es una fuerza muy poderosa que influye positivamente en nuestra vida. Puede darnos
estabilidad ahora y una esperanza confiable para el futuro.”
I. EL PRINCIPIO DE LEGALIDAD
El principio de legalidad en materia penal, ha sufrido a lo largo del tiempo transformaciones que
caracterizan la más sólida garantía conferida a la libertad individual dentro de un Estado de régimen
democrático. Este principio está expresamente proclamado en el Artículo 17 de la Constitución. Su
primer sentido: nullum crimen nulla poema sine lege, deriva en el nullum crimen nulla poema sine
lege previa.
ARTICULO 17. No hay delito ni pena sin ley anterior. No son punibles las acciones u omisiones
que no estén calificadas como delito o falta y penadas por ley anterior a su perpetración.
En esta idea, ya se reconocen las ideas garantistas del principio de irretroactividad de la ley penal
incriminadora y del de retroactividad de la ley penal más benigna, siendo ambas fases, cuando no
efectos del principio de legalidad. Con el desdoblamiento hacia el nullum crimen nulla poena sine
lege stricta se descarta la elección consuetudinaria de comportamientos penales típicos.
No tardó en asomar un tercer principio: nullum crimen nulla poena sine lege stricta, que prohíbe el
empleo de la analogía para crear figuras delictivas o justificar, fundamentar o agravar las penas.
Más recientemente se ha desenvuelto por la doctrina la prohibición de incriminaciones nuevas e
indeterminadas a través del principio nullum crimen nula poena sine lege certa o principio de
taxatividad-determinación o mandato de certeza-.
Nuestra constitución, al acoger los principios garantistas sobre derechos humanos, amplía
sensiblemente el contenido del principio de legalidad en relación a los textos constitucionales
anteriores. No se debe olvidar, que las normas fundamentales no se agotan en la dimensión de su
texto, sino que se complementan con las disposiciones sobre derechos humanos internacionales,
por lo que es una realidad lo que acota Riveiro: “las potencialidades interpretativas de los principios
constitucionales de Derecho Penal están aún muy lejos de su agotamiento", por lo que debe
desarrollarse un trabajo de concreción de los valores constitucionales, como premisa para su
penetración en el sistema penal.
Nelson Hungria, autor brasileño, ha dicho que la fuente única del derecho penal es la norma legal.
No hay derecho penal fuera de la ley escrita. Con la actuación del principio de legalidad se busca
impedir la actuación del Estado de forma absoluta y arbitraria, reservándose al individuo una esfera
de defensa de su libertad cuya garantía inicial da la ley.
Las acciones humanas posibles de reprobación penal, que sujeten al individuo a restricciones a la
libertad u otras medidas de carácter represivo, deben estar previstas expresamente en la ley vigente
en la época en que el hecho se produjo. Este principio, da a la palabra ley el sentido de norma
preestablecida de acción que se juzga delictiva, es algo más que un mero accidente histórico o una
garantía que se pueda despreciar.
Asume el carácter de principio necesario para la construcción de toda actividad punitiva que pueda
ser calificada como jurídica. Desde luego, el principio nullum crimen sine lege, es producto de un
proceso, por cierto, un proceso no concluido, y los aspectos nuevos del problema revelan la
necesidad de reforzarlo, pues puede haber violaciones del mismo sin necesidad de derogación
expresa, como la decretada por el nacional socialismo en 1935.
Una de las maneras más arteras de derogar el principio consiste en establecer delitos no definidos
como tipos de acción, trazándolos como tipos abiertos. Por eso hay que tener mucho cuidado con
la formulación de las acusaciones basadas en tales tipos, ya que pueden devenir en
inconstitucionalidades. Más adelante nos referiremos concretamente a la existencia en nuestro
medio de tales tipos.
En general se sigue usando la expresión latina (nullum poena sine lege) que es la forma más
extensiva y que viene a demostrar la complejidad del principio, pues éste no solamente se refiere a
la previsión expresa del delito, sino también a la pena.
El principio de legalidad penal se presenta en la doctrina con distintas denominaciones, pero desde
luego, de semejante contenido. En términos generales el principio se refiere a la previsión legal de
toda conducta humana que pretenda ser incriminada, y a esto en puridad se le llama Principio de
Legalidad. Sin embargo, hay otros que prefieren adjetivarlo como forma de reafirmación de las
prohibiciones extensivas, y hablan de principio de estricta legalidad. Tal expresión adjetivada puede
servir para ocultar la idea de que la estricta observancia de la ley se halla limitada a lo que defina la
incriminación a la que corresponda una pena, ni generando efectos sobre los llamados tipos
permisivos, que admiten analogía u otras formas de interpretación.
También se utiliza la denominación principio de reserva legal, con lo que se refieren menos a un
principio y más a un procedimiento, pues la forma de expresión de legalidad es precisamente la
reserva exclusiva de la materia a través de la ley formal y materialmente considerada. También suele
hacerse referencia a este último concepto mucho más amplio, englobándole los principios de
taxatividad-determinación y retroactividad de la ley penal.
Tal denominación tiene un sabor histórico que se refiere a la primera definición que se hizo del
principio de legalidad, que representaba los objetivos de los primeros pensadores del Derecho
Penal, como Beccaria, que pedía, estar condicionada a la definición de la conducta prohibida en un
acto de conocimiento de todos, reservándose a la ley la posibilidad de hacer imputación y la
imposición de la correspondiente sanción.
Algunos hablan de reserva absoluta y relativa. Por la relativa el legislador fija las líneas
fundamentales, delegando su detalle a la administración. Por la absoluta, sólo la ley penal puede
regular la materia penal. Hay muchas legislaciones y Constituciones que establecen en un solo texto
reglas relativas a los principios de legalidad, anterioridad e irretroactividad de la ley penal
incriminadora.
Muñoz Conde se refiere al principio de intervención legalizada, a través del cual se pretende evitar
el ejercicio arbitrario e ilimitado del poder punitivo; supone un freno para la política muy pragmática
que decida acabar a toda costa con la criminalidad y movida por razones defensistas o
resocializadoras demasiado radicales, que sacrifique las garantías mínimas de los ciudadanos,
imponiéndoles sanciones no previstas ni reguladas en ley alguna.
En general las críticas se refieren a que la legalidad no es exclusividad del derecho penal, y que la
estricta legalidad está en duda, por la existencia de la analogía in bonam partem. Se dice también
que la doctrina no distingue suficientemente la legalidad de la reserva legal. Lo primero significa la
sumisión y el respeto a la ley, o la actuación dentro de lo establecido por el legislador.
Lo segundo significa que la reglamentación de determinada materia ha de hacerse por una ley
formal. Aunque a veces se diga que el principio de legalidad se revela como un caso de reserva
relativa, aun así, es de reconocer que hay diferencia, pues el legislador, en caso de reserva de ley,
debe dictar una disciplina más específica, la cual es necesaria para satisfacer precisamente el
principio de legalidad.
La naturaleza política del principio de legalidad es evidente, como piedra angular del pensamiento
liberal que protege al ciudadano ante el Estado, especialmente frente al poder arbitrario de los
tribunales. Se entiende que Binding fue el primero en reconocer el doble fundamento contenido en
el principio de legalidad: jurídico y político. El fundamento político proviene de la teoría de
separación de poderes de Montesquieu; solamente el poder legislativo está legitimado para definir
el ilícito penal; el poder judicial debe de limitarse a declarar en los casos concretos, cuando existe o
no, una conducta previamente definida como tal; son parte del fundamento político las
prohibiciones de analogía y de utilización del derecho consuetudinario para la definición de los
delitos y penas. Tales razones políticas sirven al principio de legalidad como punto de partida. El
criterio jurídico se puede extraer como fruto del iluminismo; el principio de legalidad es una garantía
dada al individuo contra el Estado. A esa época corresponde un principio de legalidad que se expresa
en la idea racionalista, el hombre como ser racional, preocupado del conocimiento de las formas
que rigen su conducta, normas expresadas en leyes; del hombre preocupado de la cosa pública,
consciente de que el Estado es simplemente la suma de las voluntades de sus miembros, junto al
concepto de ley que se expresaba en esa época como expresión suprema de la razón; como máxima
garantía de libertad individual y máxima expresión de la voluntad popular.
Al individuo se le deben dar las posibilidades para que pueda anticipar mentalmente su acción. Para
que exista libertad, no sólo es preciso consciencia interna, sino el conocimiento de la ley que ha de
regir su voluntad. El que ignora cómo debe comportarse, no puede conducirse libremente; por eso
se dice que no hay libertad sin inteligencia, o consciencia actual de la ilicitud.
Conviene aclarar que previsibilidad y conocimiento son apenas elementos del completo significado
del principio de legalidad penal. Cuando el ciudadano no puede conocer la ley en forma clara y
rígidamente determinando en sus límites se ve limitado en su derecho de acción por la ausencia de
consciencia que impulsa su libertad. Si la ley no reúne un suficiente grado de claridad y
determinación, la inseguridad jurídica debe ser entendida en el sentido de posibilidad de previsión
de la reacción estatal; al individuo se le debe ofrecer la posibilidad de que pueda participar
mentalmente su acción. Otra implicación jurídico política de la legalidad es que es una expresión del
deseo de definición democrática de los delitos manifestada a través de la reserva legal de un Estado
organizado con base en el sistema de división de poderes.
De tal manera, a un mismo tiempo, la idea de reserva de ley, como fundamento y expresión acabada
del principio de legalidad viene a representar una superación de la antinomia existente entre justicia
y seguridad jurídica. Lo que hace imperioso afirmar que las concepciones democráticas del principio
de legalidad y la sujeción de éste a los ideales democráticos, no es simplemente una sujeción formal.
Vale decir, no basta que formalmente haya recepción popular del contenido de una ley penal para
justificar su imposición, pues, aun así, es posible que en el fondo sea una ley inadecuada a los
esquemas más exigentes y vigorosos de democracia en su aspecto material. Aun cuando la ley sea
cierta, dotada de legitimidad formal, una ley penal consagradora de la pena de muerte para
determinada categoría de delitos, no es coherente con el ideal democrático del Estado de Derecho,
donde debe hallarse inscrita la ley, por cuanto la vida humana como valor jurídico político
fundamental, no puede ser objeto de la incidencia de leyes penales.
Hay una inadecuación material entre el factor de aceptación y la posibilidad democrática de ingreso
de la ley en el sistema jurídico; el mal de que padece esa norma es precisamente carencia de
legitimidad en sentido material. La ley debe ser previa, clara, precisa, general y abstracta, a la cual
se someten el juez, el Estado y todos los ciudadanos. Los jueces son apenas, según Montesquieu,
las bocas que pronuncian las palabras de la ley.
La definición de la Ley Penal se identifica obviamente con la de Derecho Penal, sin embargo, desde
un punto de vista meramente estricto (strictu sensu), mientras el Derecho Penal es el género, la Ley
Penal es la especie, de tal manera que la teoría de la ley penal es, al igual que la teoría del delito, la
teoría de la pena y las medidas de seguridad, objeto de estudio del Derecho Penal como ciencia.
Palacios Motta la entiende como el conjunto de normas jurídicas que definen los delitos y las faltas,
determinan las responsabilidades o las exenciones y establecen las penas o medidas de seguridad,
que corresponden a las figuras delictivas [Palacios Motta, 1980: 99]. Y, desde el punto de vista
"strictu sensu", la Ley Penal es una norma de carácter general que asocia una sanción (pena o
medida de seguridad), a una conducta prohibida por ella (delito o falta).
Se refiere a que la ley penal se dirige a todas las personas (naturales o jurídicas), que habitan un
país, y por supuesto todos tiene la obligación de acatarla; la ley penal entonces, resulta ser "general
y obligatoria" para todos los individuos dentro del territorio de la república, sin discriminación de
raza, color, sexo, religión, nacimiento, posición económica, social o política; y esto nos lleva a la
"igualdad" de todas las personas frente a la ley penal, con excepción de manera "parcial" de las
personas que por disposición de la ley y razón del cargo que desempeñan gozan de ciertos privilegios
como la inmunidad y el antejuicio. Esto, consideramos, no quiere decir que dichas personas, (como
tales), estén fuera del alcance de la ley penal, también ellas tienen absoluta obligación de acatarla
porque como personas son iguales que cualquier ciudadano y como funcionarios del gobierno son
depositarios de la ley y nunca superiores a ella. La inmunidad y el antejuicio son privilegios de
seguridad que por razón del cargo tienen algunos funcionarios públicos como: el presidente de la
República y su vicepresidente, los presidentes del Organismo Judicial y Legislativo, Ministros de
Estado, Diputados al Congreso de la República, Magistrados y Jueces, Directores Generales,
Gobernadores Departamentales, Alcaldes Municipales, etc. Sin embargo, ello no significa desde
ningún punto de vista, que no se les pueda aplicar la ley penal, lo único y excepcional es que su
aplicación requiere de un procedimiento distinto al de todos los ciudadanos. Respecto de esta
característica, ver el principio de territorialidad de la Ley Penal, que presenta en su artículo 4º.
nuestro Código Penal.
Se refiere a que la ley penal permanece en el tiempo y en el espacio hasta que otra ley la abrogue o
la derogue, y mientras ésta permanezca debe ser ineludible para todos los que habitan el territorio
nacional, salvo las limitaciones de inmunidad y antejuicio a que nos referimos anteriormente.
Resulta no sólo necesario sino también importante aclarar que cuando hablamos de "abrogar", nos
referimos a la abolición total de una ley, mientras que al hablar de "derogar" nos referimos a la
abolición parcial de una ley. A decir del maestro hispano Luis Jiménez de Asúa, "las leyes sólo se
derogan por otras leyes". Ver a este respecto los incisos 3º. y 4º. del artículo único de las
Disposiciones Finales de nuestro Código Penal Vigente. (ver Art. 8 Dto. 2-89).
Se refiere a que las normas penales, a contrario sensu de otro tipo de normas, contienen
generalmente prohibiciones o mandatos que todos deben cumplir, no deja librado nada a la
voluntad de las personas, manda hacer o prohíbe hacer, sin contar con la anuencia de la persona
que sólo debe acatarla, y en caso contrario, la amenaza con la imposición de una pena. Al respecto,
ver Parte Especial de nuestro Código Penal (Libro Segundo y Tercero del Código).
5. ES SANCIONADORA
6. ES CONSTITUCIONAL
Se refiere a que indiscutiblemente, la Ley Penal - como cualquier otra no sólo debe tener su
fundamento en la Ley suprema que es la Constitución de la República, sino debe responder a sus
postulados y lineamientos políticos. Cuando una Ley Penal contradice preceptos constitucionales,
estamos frente a una Ley Penal inconstitucional y como tal se invalida ante todos los hombres, es
decir, se excluye su aplicación "erga omnes".
Cuando nos referimos a las formas de Ley Penal, tomamos como base el órgano u organismos del
cual tomó vida, en ese sentido, hablamos de ley penal formal y ley penal material; expliquémoslas:
1.1. LEY PENAL FORMAL Es todo precepto jurídico-penal que nace del organismo (o sistema
político), técnicamente facultado para crearla, que en nuestro país es el Congreso de la República
(Organismo Legislativo), tal es el caso del Código Penal (Decreto 17-73 del Congreso de la República).
1.2. LEY PENAL MATERIAL Es toda disposición o precepto de carácter general acompañado de una
sanción punitiva, que precisamente no ha emanado del órgano constitucionalmente establecido
para crearla, tal es el caso de los "Decretos Leyes", que se emiten para gobernar durante un
gobierno de facto por no existir el Organismo Legislativo.
2. ESPECIES DE LA LEY PENAL Cuando nos referimos a las "especies" de ley penal, partimos de que,
en un sistema jurídico como el nuestro, aparte del Código Penal que es nuestra Ley Penal ordinaria,
existen otros cuerpos legales que indudablemente se han convertido en especies de la Ley Penal,
como los siguientes:
2.1. LEYES PENALES ESPECIALES Es el conjunto de normas jurídico penales que no estando
contenidas precisamente en el Código Penal, regulan la conducta de personas pertenecientes a
cierto fuero, o tutelan bienes o valores jurídicos específicos, convirtiéndose en Leyes Penales
especiales, tal es el caso del Código Penal Militar, la Ley de Contrabando y Defraudación aduaneras,
etc. (ver Dto. 58- 90).
2.2. CONVENIOS INTERNACIONALES Son acuerdos o tratados que se llevan a cabo entre distintos
países, que contienen normas de tipo jurídico penal, y que se convierten en leyes obligatorias para
los habitantes de un país, cuando una ley interna (Decreto del Congreso de la República) los
convierte en legislación del Estado, por ser países signatarios o suscriptores del mismo, tal es el caso
del Código de Bustamante o Código de Derecho Internacional Privado, del cual Guatemala es
signataria, y como tal ley vigente en la República, así también el Pacto de San José (CADH).
2.3. LOS DECRETOS LEYES Son disposiciones jurídicas que emanan con carácter de leyes del
Organismo Ejecutivo, cuando por cualquier razón no se encuentra reunido o no existe el Congreso
de la República (Organismo Legislativo) que es el órgano constitucionalmente encargado de crear
las leyes. Estos Decretos Leyes, nacen regularmente en un estado de emergencia o en un gobierno
de facto, por ejemplo: "La Ley de Protección al Consumidor" (Decreto Ley 1- 85), que nació como
una medida de emergencia económica en el país y en un gobierno de facto.
Su nominativo se atribuye al tratadista alemán Karl Binding; y son disposiciones penales cuyo
precepto es incompleto y variable en cuanto a su contenido, y no así en cuanto a la sanción que
está bien determinada; es decir, que son leyes penales en blanco o incompletas, aquellas en que
aparece en el Código Penal bien señalada la pena, empero la descripción de la figura delictiva (de
tipo penal), debe buscarse en una ley distinta o reglamento de autoridad competente, a los que
queda remitida la Ley Penal; claro está asienta Sebastián Soler que la ley penal en blanco o abierta
no cobra valor, sino después de dictada la ley o reglamentación a que se remite, y para los hechos
delictivos posteriores a ésta, mientras tanto dice Binding la Ley Penal es como un cuerpo errante
que busca su alma.
En nuestro Código Penal, podemos señalar como Leyes Penales en Blanco o Abiertas, entre otras,
las siguientes: "Artículo 305. (Contravención de Medidas Sanitarias). Quien, infrinja a las medidas
impuestas por la ley o las adoptadas por las autoridades sanitarias para impedir la introducción o
propagación de una epidemia, de plaga vegetal o de una epizootía susceptible de afectar a los seres
humanos, será sancionado con prisión de seis meses a dos años". Debe buscarse en otro cuerpo
legal, cuáles son y a qué se refieren esas medidas impuestas por la ley o las adoptadas por
autoridades sanitarias.
"Artículo 427. (Prolongación de Funciones Públicas). Quien continuare ejerciendo empleo, cargo o
comisión después que debiere cesar conforme a la ley o reglamento respectivo, será sancionado
con multa de mil a cinco mil quetzales e inhabilitación especial de uno a dos años". Debe averiguarse
cuál es esa ley o reglamento respectivo a que se refiere la norma.
Como se puede observar, en todos los casos citados aparece muy bien determinada la sanción que
deberá imponerse, pero para saber con precisión a qué se refiere la conducta delictiva que amenaza
la pena descrita, debe consultarse otra ley o reglamento de autoridad competente.
Se cree que se dan con más frecuencia en las faltas o contravenciones que en los delitos. Es
importante advertir que las leyes penales en blanco o abiertas (ya definidas), son estrictamente
distintas a las que se denominan "Leyes Penales Incompletas", porque éstas no dependen
precisamente el auxilio de otra ley o reglamento, sino más bien de una interpretación extensiva (sin
caer en la analogía), ya que en su conformación (en su estructura), son deficientes y muy limitadas,
no expresan todo lo que el legislador realmente quiso decir. Por otro lado, tanto las Leyes Penales
en Blanco, como las Leyes Penales Incompletas, son esencialmente diferentes con las
denominaciones "Lagunas Legales", por cuanto que en estas últimas existe carencia absoluta de
regulación legal, es decir, no existe ninguna norma legal que regule determinado tipo de conducta,
entonces decimos que estamos frente a una laguna legal.
FIN GUÍA CUATRO DEL 14 DE FEBRERO DEL AÑO 2023, DEL DERECHO PENAL UNO.
CORTESÍA DE SU BUEN VECINO Y AMIGO.
GUÍA CINCO DEL 16 DE FEBRERO DEL AÑO 2023, DEL DERECHO PENAL UNO.
“La fe es una fuerza muy poderosa que influye positivamente en nuestra vida. Puede darnos
estabilidad ahora y una esperanza confiable para el futuro.”
VI. FUENTES DEL DERECHO PENAL (Fuentes directas e indirectas, fuentes reales llamadas también
materiales y formales).
Se denomina "fuente" desde el punto de vista amplio (latu sensu), al manantial natural de donde
brota algo; y desde el punto de vista estrictamente jurídico (strictu juris), nos referimos en sentido
figurado al lugar donde se origina, de donde emana, donde se produce el Derecho y en este caso, el
Derecho Penal. Se trata pues, de buscar el principio generador, el fundamento y origen de las
normas jurídico penales que constituyen nuestro Derecho Penal vigente; generalmente los
tratadistas de nuestra disciplina hablan de fuentes directas e indirectas, fuentes reales (materiales)
y formales que son las que trataremos de explicar principiando por las dos últimas:
Tienen su fundamento en la realidad social de los hombres y por ende de los pueblos, son las
expresiones humanas, los hechos naturales o los actos sociales que determina el contenido de las
normas jurídico-penales, es decir, son las expresiones y manifestaciones socio-naturales previas a
la formalización de una ley penal.
2. FUENTES FORMALES
Se refiere al proceso de creación jurídica de las normas penales y a los órganos donde se realiza
el mencionado proceso legislativo que, de acuerdo a la organización política del Estado de
Guatemala, corresponde al Congreso de la República básicamente, con participación del Poder
Ejecutivo, que en última instancia ordena su publicación.
3. FUENTES DIRECTAS
Son aquellas que por sí mismas tienen la virtud suficiente para crear normas jurídicas con carácter
obligatorio, son aquellas de donde emana directamente el Derecho Penal. La ley es la única fuente
directa del Derecho Penal, por cuanto que sólo ésta puede tener el privilegio y la virtud necesaria
para crear figuras delictivas y las penas o medidas de seguridad correspondientes. Las fuentes
directas suelen dividirse en fuentes de producción y fuentes de cognición del Derecho Penal.
Son las integradas por la autoridad que declara el derecho, el poder que dicta las normas jurídicas,
que no es más que el Estado, a través del Organismo Legislativo, representado por el Congreso de
la República que es el lugar donde se producen las leyes.
Son las manifestaciones de la voluntad estatal, la expresión de la voluntad del legislador, y tal y
como asienta Sebastián Soler [1970: 105], la forma que el Derecho Objetivo asume en la vida social,
es decir, la fuente de conocimiento que es precisamente el Código Penal y las Leyes Penales
especiales.
La única fuente directa del Derecho Penal es "la ley" y de esto existe unidad de criterio tanto en la
doctrina como en las distintas legislaciones penales, en la nuestra por ejemplo, partimos del
principio básico y rector del Derecho Penal, que es el principio de legalidad que contempla el artículo
1º., del Código Penal por el cual nadie podrá ser penado por hechos que no estén expresamente
calificados como delitos o faltas por ley anterior a su perpetración, ni se impondrán otras penas
que no sean las previamente establecidas en la ley. Asume el carácter de un verdadero principio
necesario para la construcción de toda actividad punitiva que pueda hoy ser calificada como jurídica
y no como un puro régimen de fuerza [Soler, 1970: 107]. De tal manera pues, que no hay más
fuente productora de Derecho Penal que la misma "Ley Penal" que es patrimonio del poder
público representado exclusivamente por el Estado. Si queremos que la Ley Penal sea el supremo
código de la libertad, debe ser la única fuente de Derecho Penal (Francesco Carrara).
4. FUENTES INDIRECTAS
Son aquellas que sólo en forma indirecta pueden coadyuvar en la proyección de nuevas normas
jurídico penales, e incluso pueden ser útiles tanto en la interpretación como en la sanción de la Ley
Penal, pero no pueden ser fuente de Derecho Penal, ya que por sí solas carecen de eficacia para
obligar, entre ellas tenemos: La costumbre, la jurisprudencia, la doctrina y los principios generales
del Derecho.
4.1. LA COSTUMBRE
Como fuente del Derecho General, no es más que un conjunto de normas jurídicas, no escritas,
impuestas por el uso. Antiguamente se le consideró también como fuente del Derecho Penal, por
cuanto no existía el Derecho escrito o era muy escaso; pero luego con la necesidad de una verdadera
"certidumbre jurídica" fue totalmente abandonada como tal.
Actualmente aceptar la costumbre como fuente del Derecho punitivo, sería entrar en franca
contradicción con el principio de legalidad (artículo 1º. del Código Penal), y con el principio exclusión
de analogía (artículo 7º. del Código Penal), además de la prohibición expresa que existe de su
utilización toda vez que el artículo 2º. de la Ley del Organismo Judicial, hace prevalecer la utilización
de la ley, sobre cualquier uso, costumbre o práctica, véase, no obstante lo dicho, el art. 66 de la
Constitución.
SECCIÓN TERCERA
COMUNIDADES INDÍGENAS
ARTICULO 66. Protección a grupos étnicos. Guatemala está formada por diversos grupos étnicos
entre los que figuran los grupos indígenas de ascendencia maya. El Estado reconoce, respeta y
promueve sus formas de vida, costumbres, tradición es, formas de organización social, el uso del
traje indígena en hombres y mujeres, idiomas y dialectos.
4.2. LA JURISPRUDENCIA
4.3. LA DOCTRINA
Qué son los valores máximos a que aspiran las ciencias jurídicas -la Justicia, la Equidad y el Bien
Común-, tienen primordial importancia en la interpretación y aplicación de la ley penal, pero no
pueden ser fuente directa del Derecho Penal, sencillamente porque para tratar de alcanzarlos deben
cristalizarse en la misma Ley Penal del Estado.
Uno de los temas más importantes en cuanto a la teoría de la Ley Penal, consideramos que es su
interpretación, por cuanto que de ella la mayoría de veces depende su buena o mala aplicación, y de
su aplicación depende la libertad y hasta la vida de muchas personas he aquí la característica que
hace que el Derecho Penal sea la rama más delicada de todas las ciencias jurídicas, sin menospreciar,
desde luego, a las otras ramas del Derecho que por demás está explicar su importancia. Es tan
delicado el acto de interpretar la Ley Penal que en principio algunos clásicos sostuvieron la tesis de
que no debía ser interpretada sino únicamente aplicada; al respecto, el Marqués de Beccaria decía:
"tampoco la autoridad de interpretar las leyes penales, puede residir en los jueces criminales, por
la misma razón que no son legisladores"; sin embargo, el criterio que más ha dominado hasta
nuestros días es el contrario, así, Sebastián Soler, considera que negar la necesidad de interpretar
las leyes es como negarles la aplicación o como creer que la ley actúa por si misma o como afirmar
que el acto del juez no es psíquico, sino mecánico. El problema consiste en determinar las
condiciones de validez de esa interpretación, conforme con la naturaleza del Derecho Penal. Vicenzo
Manzini -citado por Soler- expresa que la interpretación, aunque a veces aparezca evidente, es
siempre necesaria, ya que la fórmula que expresa la voluntad de la ley tiene necesariamente
carácter general y abstracto. En nuestro ordenamiento jurídico, es la ley del Organismo Judicial en
su artículo 10 la que establece las reglas y la forma como debe interpretarse la ley en nuestro país,
el cual comentaremos en su oportunidad, más adelante.
ARTICULO 10. Interpretación de la Ley. (Reformado por Decreto 75-90 y 59-2005 del Congreso de
la República). Las normas se interpretarán conforme a su texto, según el sentido propio de sus
palabras, a su contexto y de acuerdo con las disposiciones constitucionales. Cuando una ley es
clara, no se desatenderá su tenor literal con el pretexto de consultar su espíritu.
El conjunto de una ley servirá para ilustrar el contenido de cada una de sus partes, pero los pasajes
de la misma se podrán aclarar atendiendo al orden siguiente:
a) A la finalidad y al espíritu de la misma;
b) A la historia fidedigna de su institución;
c) A las disposiciones de otras leyes sobre casos o situaciones análogas;
d) Al modo que parezca más conforme a la equidad y a los principios generales del derecho.
1. DEFINICIÓN DE EXÉGESIS
La exégesis (interpretación), de la ley penal es un proceso mental que tiene como objeto descubrir
el verdadero pensamiento del legislador (teoría de la Escuela Exegética), o bien explicar el verdadero
sentido de una disposición legal. Según opinión del profesor Palacios Motta, la interpretación
Jurídica tiene como finalidad descubrir para sí mismo (comprender) o para los demás (revelar) el
verdadero pensamiento del legislador o explicar el sentido de una disposición legal. Sin embargo,
apunta Soler al respecto, no se investiga, propiamente hablando, la voluntad del legislador, sino
la voluntad de la ley. La voluntad de la ley vale más que la voluntad del legislador; no basta que el
legislador quiera hacerle decir una cosa a la ley, para que ésta efectivamente la diga. Interpretar es
una operación que consiste en buscar no cualquier voluntad que la ley puede contener, sino la
verdadera. La interpretación de la ley para Raúl Carrancá y Trujillo, pertenece a la estática del
Derecho, mientras su aplicación pertenece a la dinámica del mismo.
Una de las clasificaciones que más acogida ha tenido en nuestro medio es la que se plantea, desde
tres puntos de vista:
CAPITULO II
CIRCUNSTANCIAS AGRAVANTES
ARTICULO 27.- Son circunstancias agravantes:
Alevosía
2º. Ejecutar el hecho con alevosía. Hay alevosía, cuando se comete el delito empleando medios,
modos o formas, que tiendan directa o especialmente a asegurar su ejecución, sin riesgo que
proceda de la defensa que pudiera hacer el ofendido; o cuando éste, por sus condiciones
personales o por circunstancias en que se encuentre, no pueda prevenir, evitar el hecho o
defenderse.
Premeditación
3º. Obrar con premeditación conocida.
Hay premeditación conocida, cuando se demuestre que los actos externos realizados revelen que
la idea del delito surgió en la mente de su autor, con anterioridad suficiente a su ejecución, para
organizarlo, deliberarlo o planearlo y que, en el tiempo que medió entre el propósito y su
realización, preparó ésta y la ejecutó fría y reflexivamente.
Medios gravemente peligrosos
2.1.2. Interpretación doctrinaria: Es la que hacen los juspenalistas, los doctos, los expertos. Los
especialistas en Derecho Penal, en sus tratados científicos, o dictámenes científicos o técnicos que
emiten, tiene la particularidad de que no obliga a nadie a acatarla, pero es importante porque los
penalistas que conocen y manejan la dogmática jurídica mantienen entrelazada la doctrina con la
ley (la teoría con la práctica).
2.1.3. Interpretación judicial o usual: Es la que hace diariamente el Juez al aplicar la ley a un caso
concreto. Esta interpretación corresponde con exclusividad a los órganos jurisdiccionales y la
ejercitan constantemente al juzgar cada caso por cuanto resulta ser obligatoria por lo menos para
las partes. Se considera que es la más importante y la más delicada, y en tal virtud, es conveniente
que los Jueces Penales sean obligadamente especialistas en la materia, ya que de ellos depende en
última instancia la aplicación de la recta y debida justicia penal, tarea por demás difícil que cuando
se hace con conciencia y con ciencia dignifica y ennoblece, de lo contrario, corrompe y perjudica.
2.2.1. Interpretación gramatical: Es la que se hace analizando el verdadero sentido de las palabras
en sus acepciones común y técnica, de acuerdo a su uso y al Diccionario de la Real Academia
Española. "Esta interpretación busca también la relación de las palabras con las otras palabras que
forman el texto interpretado, tomando en cuenta hasta los puntos y comas". [Palacios Motta, 1980:
108]. Como ejemplo de esta clase de interpretación el artículo 11 de la Ley del Organismo Judicial
establece: "Las palabras de ley se entenderán de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia
Española, en la aceptación correspondiente...", y el mismo cuerpo legal dice: "Las palabras técnicas
utilizadas en la ciencia, en la tecnología o en el arte, se entenderán en su sentido propio, a menos
que aparezca expresamente que se han usado en sentido distinto". (Corresponde al artículo 11
actual).
2.3.2. Interpretación restrictiva: Se da cuando el texto legal dice mucho más de lo que el legislador
realmente quiso decir; con el fin de buscar verdadero espíritu de la ley, ha de interpretarse
restrictivamente, limitando o restringiendo el alcance de las palabras de modo que el texto legal se
adecue a los límites que su espíritu exige.
2.3.3. Interpretación extensiva: Se da cuando el texto legal dice mucho menos de lo que legislador
realmente quiso decir; con el fin de buscar el verdadero espíritu de la ley, ha de interpretarse
extensivamente, dando al texto legal un significado más amplio (extenso) que el estrictamente
gramatical, de modo que el espíritu de la ley se adecue al texto legal interpretado.
2.3.4. Interpretación progresiva: Se da cuando se hace necesario establecer una relación lógica e
identificar el espíritu de la ley del pasado con las necesidades y concepciones presentes, de tal
manera que sea posible acoger al seno de la ley información proporcionada por el progreso del
tiempo, (esto mientras no sea necesario reformar, derogar o abrogar la ley) ya que la "ratio" de la
ley siempre debe actualizarse.
FIN GUÍA CINCO DEL 16 DE FEBRERO DEL AÑO 2023, DEL DERECHO PENAL UNO.
CORTESÍA DE SU BUEN VECINO Y AMIGO.
GUÍA SEIS DEL 23 DE FEBRERO DEL AÑO 2023, DEL DERECHO PENAL UNO.
“La fe es una fuerza muy poderosa que influye positivamente en nuestra vida. Puede darnos
estabilidad ahora y una esperanza confiable para el futuro.”
En la doctrina, la mayor parte de tratadistas incluyen el estudio de este tema dentro de la "Teoría
General del Delito" y específicamente, cuando se refieren al "concurso de delitos", sin embargo,
compartimos la opinión del maestro guatemalteco Palacios Motta al decir que es un tema de
singular importancia dentro de la "Teoría General de la Ley Penal" y así es como lo contempla el
programa oficial de Derecho Penal en nuestra Facultad. Existe unidad de criterio entre los penalistas
en cuanto a que el normativo "Concurso de Leyes" adoptado por vez primera en Alemania por
Merkel, no es el más adecuado ya que en realidad el concurso no es más que "aparente" toda vez
que no existe una mera concurrencia de leyes que regulen el caso concreto, porque la aplicación de
una excluye necesariamente la aplicación de otras; a decir de Cuello Calón, una ley excluye a otra
cuando ambas pueden ser aplicadas a un caso concreto. Regularmente puede parecer sencilla la
tarea de "tipificar", encuadrando una conducta delictiva a un tipo penal concreto de los que
presenta el Código Penal en su parte especial; sin embargo, se presenta el problema cuando una
misma conducta delictiva esta aparentemente comprendida dentro de la esfera de influencia de dos
o más normas penales que la regulan, dando la impresión de que se hubiese regulado dos o más
veces la misma situación, lo cual no es cierto; y si no se resuelve el problema podría caerse en el
absurdo jurídico de tipificar dos o más delitos, sin que realmente se trate de un concurso de delitos.
Un ejemplo del problema de estudio lo podemos ver en lo descrito por los artículos 178 (Estupro
Agravado): y 237 (Incesto Agravado) del Código Penal, y que estudiaremos detenidamente en la
segunda parte de este libro. (en el código penal estos artículos ya fueron derogados por el Artículo
69, del decreto del congreso número 9-2009 el 03 de abril de 2009).
1. DEFINICIÓN
Hay concurso aparente de leyes o normas penales, cuando una misma conducta delictiva cae o está
comprendida por dos o más preceptos legales que la regulan, pero un precepto excluye a los otros
en su aplicación al caso concreto. De aquí se deducen los dos presupuestos para que exista el
aparente concurso de normas:
a) Que una misma acción sea regulada o caiga bajo esfera de influencia de dos o más preceptos
legales; y
b) Que uno de estos preceptos excluya la aplicación de los otros al aplicarlo al caso concreto.
Según el maestro hispano Federico Puig Peña [Puig Peña, 1959: 313], en este último presupuesto
se encuentra la diferencia entre el concurso de leyes o normas penales y el concurso de delitos,
que pueden tener cierta similitud ficticia, puesto que también un mismo hecho provoca la
concurrencia de dos o más preceptos pero en el concurso ideal de delitos (que explicaremos en su
oportunidad cuando tratemos la Teoría General del Delito) estos preceptos o normas penales son
compatibles entre sí, mientras que en el concurso de leyes éstas se excluyen entre sí, o se aplica una
norma o se aplica otra, no pueden aplicarse todas al mismo tiempo.
Realmente no ha existido unidad de criterio entre los tratadistas para resolver el problema que
plantea el concurso aparente de normas penales, y así cada especialista propone los principios que
considera más acertados; nosotros expondremos, por más completa, la clasificación que al respecto
plantea el Doctor Luis Jiménez de Asúa, y que describe en sus "Apuntes de Derecho Penal", Jorge
Alfonso Palacios Motta.
Karl Binding, considera que hay alternatividad cuando dos tipos de delitos se comportan como
círculos secantes; si las distintas leyes amenazan con la misma pena, es indiferente qué ley ha de
aplicarse, pero si las penas son diferentes, el juez debe basar su sentencia en la ley que sea más
severa. Ernesto Beling, considera que hay alternatividad cuando dos tipos de delito, que tutelan un
bien jurídico, se excluyen entre sí, porque exigen caracteres contradictorios. Se le criticó diciendo
que, si los requisitos del delito están en contradicción, es evidente que las dos leyes no pueden
aplicarse a un mismo hecho. Filippo Grispigni, ha hecho la crítica más seria al principio de
alternatividad y niega la existencia de los casos alternativos de leyes penales. Grispigni dice que sólo
existe aparente concurso de disposiciones penales respecto a un hecho único y que tal concurso se
da "Cuando dos o más disposiciones de un ordenamiento jurídico vigente en el mismo tiempo y en
el mismo lugar se presentan prima facie como igualmente aplicables a un mismo hecho, pero siendo
de tal naturaleza que la aplicación de una excluye la aplicación de la otra".
En caso de que una misma materia sea regulada por dos leyes o disposiciones, una general y otra
especial; la especial debe aplicarse al caso concreto. Este criterio resulta inobjetable y sólo debe
determinarse cuando una ley es especial. Se ha dicho que dos leyes o dos disposiciones legales están
en relación de general y especial, cuando los requisitos del tipo general están todos contenidos en
el especial, en el que figuran, además, otras clasificaciones por las cuales la ley especial tiene
preferencia sobre la ley general, en su aplicación; las dos disposiciones pueden ser integrantes de la
misma ley o diferentes leyes, pueden haber sido promulgadas al mismo tiempo o en época diversa,
pero es requisito que ambas estén vigentes al tiempo de su aplicación. Por ejemplo: El delito de
monopolio del artículo 341 inciso 1º. del Código Penal y la Ley de Protección al Consumidor.
Una ley o disposición es subsidiaria de otra, cuando ésta excluye la aplicación de aquella. Tiene
aplicación preferente la ley principal; tanto la ley principal como la subsidiaria describen estadios o
grados diversos de violación del mismo bien jurídico, pero el descrito por la ley subsidiaria es menos
grave, que el descrito por la ley principal, y por esa razón, la ley principal absorbe a la ley subsidiaria.
El principio de subsidiaridad tiende a inclinarse por el delito más grave o que está castigado con
la mayor pena.
2.4. PRINCIPIO DE CONSUNCIÓN, ABSORCIÓN O EXCLUSIVIDAD (Lex Consumens Derogat legi
consumtae)
Surge cuando un hecho previsto por la ley o por una disposición legal está comprendido en el tipo
descrito en otra, y puesto que ésta es de más amplio alcance, se aplica con exclusión de la primera.
En este caso, el precepto de mayor amplitud comprende el hecho previsto por otro de menor
alcance, y en consecuencia debe prevalecer para su aplicación el precepto más amplio. Por
ejemplo: el delito de lesiones que se convierte en homicidio a consecuencia de la muerte del que
sufrió las mismas. El delito de daños, cuando se comete con la intención de robar, queda absorbido
por el delito de robo.
CONSIDERACIONES GENERALES
Cuando la doctrina se refiere a la Ley Penal en el tiempo, lo hace con el fin de explicar el tiempo
de duración de la misma y los hechos que debe regular bajo su imperio. Las normas penales, lo
mismo que las demás normas legales, nacen y se proyectan siempre hacia el futuro, regulando
únicamente hechos o actos humanos nacidos con posterioridad a su vigencia; es decir, miran al
porvenir no al pasado. Sólo el derecho natural, se ha dicho, está integrado por normas permanentes
o inmutables, pues todas las normas legislativas, es decir, las normas dictadas por los hombres
(incluidas las penales), nacen, desarrollan su eficacia y mueren. En cuanto a la eficacia temporal de
validez de la Ley Penal, es el período comprendido entre el inicio de su vigencia hasta su abrogación
o derogación, de tal forma que su ámbito de validez temporal está limitado en dos momentos: el
momento en que nace su promulgación y, el momento en que fenece por la abrogación o
derogación. Al respecto el artículo 8º. de la Ley del Organismo Judicial establece: "Las Leyes se
derogan por leyes posteriores: a) Por declaración expresa de la nuevas leyes; b) parcialmente, por
incompatibilidad de disposiciones contenidas en las leyes nuevas, con las precedentes; c) totalmente,
porque la nueva ley regule, por completo, la materia considerada por la ley anterior; d) total o
parcialmente, por declaración de inconstitucionalidad, dictada en sentencia firme por la corte de
Constitucionalidad". Así surge lo que en la doctrina se conoce como "Sucesión de Leyes", porque
indiscutiblemente, a través del tiempo, unas suceden a otras.
En nuestro país la retroactividad de la Ley Penal ha tenido rango de garantía constitucional, así el
artículo 15 de nuestra Constitución Política establece: "La Ley no tiene efecto retroactivo, salvo
en materia penal cuando favorezca al reo". La retroactividad consiste en aplicar una ley vigente
con efecto hacia el pasado, a pesar de que se haya cometido el hecho bajo el imperio de una ley
distinta y ya se haya dictado sentencia. Cuando la ley posterior al hecho se vuelve hacia atrás para
juzgar dicho hecho nacido con anterioridad a su vigencia, estamos en el caso de la retroactividad.
Con las mismas bases y principios de la retroactividad, nace la ultractividad, que es el caso contrario
siempre que favorezca al reo; así decimos que e caso de que una ley posterior al hecho sea
perjudicial al reo, entonces seguirá teniendo vigencia la anterior, es decir, que cuando una ley ya
abrogada se lleva o utiliza para aplicarla a un caso no nacido bajo su vigencia, estamos frente a la
ultractividad. De lo anterior se desprende que la "extractividad" de la Ley Penal que comprende la
"Retro" y la "Ultra", sólo se aplica para favorecer al reo, de lo contrario no puede aplicarse, en tal
sentido, es necesario que previamente se establezca cual es la ley más benigna para el procesado,
si la ley existente en el momento de cometer el hecho o la que rige en el momento de dictar la
sentencia, o cuando se cumple la condena, o bien incluso una ley intermedia.
Los especialistas han considerado que durante la sucesión de leyes penales en el tiempo pueden
presentarse cuatro casos que describen así:
3.1. LA NUEVA LEY CREA UN TIPO PENAL NUEVO: Quiere decir que una conducta que con
anterioridad carecía de relevancia penal (era atípica), resulta castigada por la ley nueva. En este
caso, la Ley Penal nueva es irretroactiva, es decir, no puede aplicarse al caso concreto porque
perjudica al sujeto activo.
3.2. LA LEY NUEVA DESTIPIFICA UN HECHO DELICTUOSO: Quiere decir que una ley nueva le quita
tácita o expresamente el carácter delictivo a una conducta reprimida o sancionada por una ley
anterior. En este caso la Ley Penal nueva es retroactiva, es decir, debe aplicarse al caso concreto
porque favorece al reo.
3.3. LA LEY NUEVA MANTIENE LA TIPIFICACIÓN DEL HECHO DELICTIVO Y ES MÁS SEVERA: Se trata
de una ley nueva que castiga más severamente la conducta delictiva que la ley anterior. En este caso
la Ley Penal nueva resulta irretroactiva, es decir, no puede aplicarse al caso concreto porque es
perjudicial para el reo.
3.4. LA LEY NUEVA MANTIENE LA TIPIFICACIÓN DEL HECHO DELICTIVO Y ES MENOS SEVERA Se
trata de una ley nueva que castiga más levemente la conducta delictiva que la ley anterior. En este
caso la ley penal nueva es retroactiva, es decir, que puede aplicarse al caso concreto porque
favorece al reo. En cualquiera de los cuatro supuestos planteados, cuando se aplica una ley cuya
vigencia es posterior a la época de comisión del delito, estamos frente al caso de la retroactividad;
si por el contrario, cuando aún bajo el imperio de la ley nueva, seguimos aplicando la ley derogada,
estamos frente al caso de la ultractividad.
4. LA RETROACTIVIDAD DE LA LEY PENAL Y LA COSA JUZGADA
En nuestro país ha sido motivo de discusión la existencia de una posible contradicción entre la
Retroactividad de la Ley Penal y la denominada "cosa juzgada" que según dicen se convierte en un
obstáculo para la aplicación de la ley más benigna al condenado, por cuanto por el caso ya está
cerrado por una sentencia ejecutoriada (que ha causado cosa juzgada), criterio que se fundamenta
en el artículo 18 del Código Procesal Penal (Decreto 51-92 del Congreso de la República), que
literalmente dice: "Un caso fenecido no podrá ser abierto de nuevo, excepto en caso de revisión,
conforme a lo previsto en este Código". Y el artículo 2º. del Código Penal (ya citado), en su parte final
expresa que se aplicará la ley favorable al reo, aun cuando haya recaído sentencia firme y aquél se
halle cumpliendo su condena. Al respecto, nosotros consideramos que, si es procedente aplicar
retroactivamente la Ley Penal más benigna al condenado aun existiendo cosa juzgada, no sólo
porque científicamente prevalece la norma sustantiva sobre la adjetiva, sino porque la
retroactividad de la Ley Penal favorable al reo tiene rango constitucional, y, desde el punto de vista
legal, una norma constitucional prevalece siempre sobre un precepto o disposición ordinaria.
El Código Penal establece en su artículo 14 el principio Indubio proreo la duda favorece al imputado,
en este sentido no creemos que exista legalmente contradicción entre la retroactivdad de la Ley
Penal y la cosa juzgada; la extractividad (Retro y Ultra), que favorece al reo, debe aplicarse de
manera ilimitada.
Son las que fijan por sí mismas su ámbito de validez temporal, es decir, que en ellas mismas se fija
su tiempo de duración y regula determinadas conductas sancionadas temporalmente, tal es el caso
de las leyes de emergencia y las leyes extraordinarias de policía. En la doctrina de un buen número
de penalistas sostienen que estas leyes no permiten la aplicación retroactiva ni ultractiva de la ley
penal, sin embargo, el ordenamiento penal guatemalteco si lo admite, según lo establece el artículo
3º. del Código Penal que dice: "La ley excepcional o temporaria se aplicará a los hechos cometidos
bajo su vigencia, aun cuando ésta hubiere cesado al tiempo de dictarse el fallo, salvo lo dispuesto
en el artículo 2º." (que contiene la extractividad). Dentro de la teoría de la Ley Penal también suele
hablarse de las llamadas "Leyes Penales Intermedias", que siendo leyes temporarias se aplican a
determinados casos ocurridos con anterioridad a su vigencia, y que son juzgados con otra ley
vigente cuando la ley intermedia ya ha desaparecido; esta aplicación sólo se hace en caso de que
se favorezca al reo, que es el principio fundamental.
FIN GUÍA SEIS DEL 23 DE FEBRERO DEL AÑO 2023, DEL DERECHO PENAL UNO.