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07 de marzo de 2023
Tiempo de lectura: 4 minutos
Hay tres decisiones importantes: dónde vamos a pasar la vida eterna, qué vamos
a hacer con nuestro tiempo (a qué nos vamos a dedicar, qué vamos a estudiar) y
con quién vamos a pasar el resto de nuestra vida: alguien con quien podamos
desarrollar una amistad fuerte y fiel[1] para formar otra familia. No podemos
escoger de dónde ni de quién nacer, pero sí con quién vivir. Y la pareja
sentimental debería salir de entre nuestros mejores amigos.
La soltería es tiempo idóneo para conocer personas, pero también para ver hacia
el futuro. Recuerdo esa época de mi juventud en que yo escuchaba música
romántica cuando ni novia tenía. Después, cuando uno se enamora, las hormonas
se apoderan de las neuronas. Sin embargo, es sabio desarrollar una buena amistad
antes de empezar un vínculo amoroso, ya que en algunos casos suele pasar al
revés: primero se comen el pastel y luego se hacen amigos. Y eso provoca que
esa relación sea vulnerable y corra peligro.
Desde la soltería podemos prevenir muchos años de dolor que podrían llegar a
causa de una mala decisión. Por eso enamórate con el corazón bien colgado, pero
también sé prudente y racional[2] para elegir a tu pareja. Una vez le pregunté a
mi pastor a qué edad podía casarme y él me respondió: “Cuando estés dispuesto a
trabajar para que alguien más descanse, a dejar de comer para que alguien más
coma o a morir para que alguien más viva”.
No te preguntes con quién quieres vivir, sino con quién puedes hacerlo porque
los deseos son engañosos. Jamás te enamores de alguien amargado —¡con
amargados, ni a la esquina!—, ni de alguien a quien creas que puedes hacer feliz
(y viceversa). Si es una persona guapa, pero amargada… ¡no va a funcionar! Uno
primero es feliz consigo mismo y después se enamora, pues de lo contrario será
codependiente. Nadie debe ser psicólogo-novio de su pareja. No busques calmar
tu sed con otra persona cuando esa sed solo la calma Dios.
Cuando uno se casa, casi siempre figuran tres familias: la de él, la de ella y la del
matrimonio. De hecho, se suele decir que veas bien con quién te vas a casar
porque también te casas con su familia. Cuando Sonia y yo éramos novios y nos
íbamos a casar, estuvimos de acuerdo en que durante nuestro matrimonio nos
mantendríamos al margen de los problemas de nuestras respectivas familias. De
hecho, así es como lo dicta la Biblia.[3] Y nunca es tarde para tomar una decisión
como esta.
[2] Proverbios 19:14: La casa y las riquezas son herencia de los padres; mas de
Jehová la mujer prudente.
[7] Proverbios 17:9: El que cubre la falta busca amistad; mas el que la divulga,
aparta al amigo.