Historias secretas de la Glanilestinidad (v III)
LOS GENERALES MALDITOS OEI
E s muy conocido, por tas
veces que se ha escrito
de ello, el tratamiento
que Franco dio a ¡Manuel He-
dilla cuando pretendió erigir-
se en jefe nacional de Falan-
ge, a la muerte de José An-
tonio, o a Fal Conde, jefe de
los carlistas, o a Gil^Robles,
ex jefe de la CEDA, pero ya
se conoce menos, y en algu-
nos casos se ignora casi por
completo, la suerte que co-
rrieron los generales que se
enfrentaron a Franco. M a s
para situar en su verdadero
contexto la actitud más o ^ e -
nos rebelde de algunos gene-
rales como Aranda, Kindelán,
Telia, Sánchez, Várela, Orgaz,
Ponte, incluso Yagüe o García
Valiño, hay que referirse a
las maniobras conspiratorias
que organizaron en aquellos
años, sobre todo los monár-
quicos, y en las que siempre
estuvieron involucrados algu-
nos generales.
Eftn»IEZAN
LAS CONSPIRACIONES
Apenas terminada la gue-
rra civil, ios monárquicos em-
pezaron a moverse para des-
plazar a Franco y restablecer
la Monarquía en la persona
de Don Juan de Borbón, pero
para ello necesitaban la co-
laboración de los militares,
que eran los únicos que en
realidad podían ponerle las
cosas difíciles a Franco. £1
principal animador de estas
actividades fue Vegas Lata-
pié, abogado del Estado y edi-
tor, antes de la guerra, de la
revista « A c c i ó n Espaíííola»,
quien, con el tiempo, sería
secretario político 4sl Conde
de iBarceiona.
La cosa, sin embargo, no
empezó a tomar cuerpo hasta
1942, en cuyo mes de marzo
existía ya un Comité com-
puesto por Areilza, Sainz ¡Ro-
dríguez, el duque del Infanta-
do, el nriarqués de ¡a Eliseda,
el conde de Fontanar, el coro-
nel Troncoso y Vegas Latapié,
encargado de tantear a los
generales p a r a obtener su
apoyo en favor de la restau-
ración. De todos modos, las
conversaciones con los jefes
militares se mantenían en un
tono de medias tintas que di-
fícilmente podían desembocar
en un plan de acción con-
creto.
18
Teila, expulsado
del Ejército, murió olvidado
los aliados en Rosas, a lo que
seguiría la proclamación de la
Monarquía.
y loco. Franco debió enterarse una
vez más de e s t o s planes,
puesto que mandó a Ansaído
Aranda, el héroe de Oviedo, a un destino forzoso que el
acusado de masón, fue condenado Jocuaz aviador se n e g ó a
cumplir pretextando una en-
al ostracismo. fermedad, «pero en realidad
—cuenta Javier Tusell en su
libro '"La oposición democrá-
Franco, aunque gozó de plenos poderes desde casi el tica al franquismo"— porque
primer momento de la guerra, gracias, sobre todo, a las su presencia en Madrid era
propuestas y apoyo de Kindelán, no consolidó, sin em- necesaria p a r a la conspira-
bargo, su poder personal hasta que le «echaron una ción». En vista de la negativa,
manita» los maquis y el bloqueo internacionaL se le impuso sefe meses de
arresto en Cádiz, pero Ansaí-
Mientras tanto (1935-1944), Franco tuvo numerosos do, antes de ser detenido, hu-
problemas para someter a los «varones de la guerra» yó en avión el 10 de marzo,
que, con él, se habían sublevado contra la República. acompañado de un amigo tam-
Franco reaccionó casi siempre muy en gallego, torean- bién militar, a Portugal. Pos-
do con habilidad y astucia a quienes le minaban el te- teriormente un Tribunal de ho-
rreno, pero llegado el caso no dudó en aplicar serios nor le expulsó del Ejército
correctivos a los más díscolos o levantiscos. del Aire. A l mismo tiempo el
marqués de Quintanar, que in-
tentó pasar un mensaje a An-
saído, fue confinado en resi-
Por Vicente ALEJANDRO GUILLAMON dencia forzosa.
ESCRITOS COLECTIVOS
El plan conspiratorio con- los manifiestos antifranquistas
templaba, entre otras alterna- del Conde de Barcelona, en En el verano de ese mismo
tivas, la posibilidad de que las que dijo: «No soy el jefe año un grupo de 27 procura-
l o s alemanes ocupasen la de ninguna conspiración. Soy dores en Cortes suscribieron
Península, lo que permitiría la el depositario de un tesoro una «moción respetuosa» pro-
creación de un Gobierno mo- político secular: la Monarquía movido por Juan Ventosa, ex
nárquico en el exilio presidi- española». Más adelante aña- diputado de .la Lliga de Cam-
do por Aranda. Dentro de es- día: «Mi suprema ambición bó, y dirigida al Jefe del Es-
te pian, Sainz Rodríguez {que es la de ser un rey de una tado, en la que te pedían el
había sido ministro de Educa- España en la cual todos los restablecimiento de la Monar-
ción en el primer Gobierno españoles, definitivamente re- quía católica tradicional. Fir-
formal del régimen franquis- conciliados, podrán vivir en maron este escrito, e n t r e
ta), Areilza, V e g a s latapié común». Estas palabras, apa- otros —además de su promo-
(vocal de ia Junta Técnica que rentemente inocuas, encerra- tor—, el duque de Alba, el de
duró desde el 1 de octubre ban, no obstante, un concepto Arión, el conde de Ibarra, Goi-
del 36 al 30 de enero del 38) radicalmente distinto al que coeohea, Yanguas ¡Messía, Pa-
y el genera! García Valiño sostenía Franco, basado en blo Garnica, García Valdeca-
mantuvieron una reunión en una victoria militar que de sas y los generales Ponte y
junio de 1942 que llegó a co- algún modo mantenía la divi- Galarza. l a respuesta de Fran-
nocimiento de Franco, quien sión de los españoles en ven- co fue destituir a los procura-
decidió actuar con energta. dores que lo eran por su con-
cedores y vencidos.
Dispuso el confinamiento de dición de consejeros naciona-
Vegas ySamzTtodríguez, pero A primeros de marzo de
les dei IWovimleTTto.
ambos huyeron antes de ser 1943 se celebró una comida
detenidos. £1 primero, d e s - en el Nuevo Club, a la que Continuando con la persis-
pués de permanecer oculto un asistieron, e n t r e otros, el tente presión monárquica, a
mes en Barcelona, p a s ó a marqués de la Eliseda, el de mediados de septiembre de
Lausana (Suiza), convirtiéndo- Quintanar, el de Villaurrutia, 1343 un grupo de tenientes
se en secretario político de el profesor García Valdecasas generales firmó una carta co-
Don Juan, y el segundo se re- y el coronel Ansaído, que se lectiva tfue Várela se encargó
fugió en Portugal. pasaba los días imaginando de entregar a Franco. En ella
planes fantásticos para derri- le exponían con el mayor res-
Pocos meses después, en bar a Franco y restablecer la peto y consideración, y sin
noviembre de '1942 (a los es- Monarquía. En e s t a comida «arrogarse la representación
casos días del desembarco de Ansaído propuso que Kinde- de la colectividad armada, ni
los aliados en el Norte de lán se apoderase de la Capi- requerida ni otorgada», que
África), el «Journal de Gene- tanía General de Cataluña, de «parece llegada la ocasión de
ve» publicaba unas declara- la que había sido destituido no demorar más el retorno de
ciones de Don Juan, conside- squeilos modos de gobierno
unos meses antes, con el fin
radas como el primero de genuiñámente españoles que
de facilitar el desembarco de

FRANQUISMO
Franco, con el general Várela, en las ruinas del Alcázar toledano:
29 de septiembre de 1936.
hicieron la grandeza de nues-
tra Patria, de los que se des-
vió para imitar modas extran-
jeras».
Firmaron esta carta los te-
nientes g e n erales Kindelán
(promotor de la misma). Vá-
rela, Orgaz, Dávila, Solgacha,
Saliquet, IVlonasterio y Ponte.
De los otros tenientes gene-
rales, Moscardó se v o l v i ó
atrás a la hora de firmar, Mu-
ñoz Grandes se adhirió de pa-
labra, pero luego no firmó, y
Vigón y Jordana, ambos mo-
nárquicos, se excusaron por
su condición de ministros.
Franco recibió uno a uno
a los firmantes y les dijo que
sí, que bien, que lo tendría
en cuenta que, en fin, que
! o s despachó amablemente
con una larga cambiada y has-
ta la .próxima.
El 28 de enero de 1944, Don
Juan publicó unas declara-
ciones en el diario «La Pren-
sa», de Buenos Aires, en Jas
que decía que Franco le había
dado sólo «vagas promesas
de restauración, sometida,
además, a condiciones inad-
misibles para el ideal monár-
quico», «pero yo —^añadía Don
Juan— no me puedo identifi-
car, como fui invitado a ha-
cerlo, con los postulados to-
talitarios de la Falange ni tam-
poco prestarme a que la ¡Mo-
narquía restaurada aparezca
como coronación o remate
de la estructura creada por el
régimen actual». Cstas decla-
raciones sentaron a cuerno
quemado a Franco y provoca-
ron la ruptura de la corres-
El general Várela entregó a Franco, en 1943, una carta de gran
trascendencia, pero a la que el Generalísimo dio una larga cantifoiada.
pendencia que a lo largo de
los dos años anteriores había
mantenido con Don Jua, aun-
que las largas epístolas que
se dirigían recíprocamente
no dejaban de ser un diálogo
de sordos.
En el mes de marzo de 1944
circuló por Madrid una carta
dirigida a Don Juan y firmada
por más de medio centenar
de catedráticos de Universi-
dad, en ia que proclamaban
su «convicción de que España
necesita recobrar su Monar-
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Yagüe, entonces teniente coronel, cuando liego Franco a Sevilla
con motivo del Alzamiento Nacional.
quía y su Rey. En la Monar-
quía y en la persona de V. M.
está nuestra esperanza de un
régimen estable, de autoridad,
de derecho y de paz que per-
mita a España restañar sus
heridas y realizar sus aspira-
ciones en el futuro concierto
de los pueblos».
Los cuatro principales pro-
motores de la carta fueron
multados con 25.000 pesetas
cada uno y desterrados: Julio
Palacios, catedrático de Cien-
cias y vicerrector de ia Uni-
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versidad Central (de o u y o
cargo fue destituido), a Al-
m a n s a (Albacete); Alfonso
García Valdecasas, catedráti-
co de Derecho, a Álcañiz (Te-
ruel) y después a Cuenca;
Jesús Pabón, catedrático de
Filosofía y Letras, a Tordesi-
Jl<as (Valladolld), y Juan José
López ibor, catedrático de Me-
dicina, a Barbastro (Huesca).
El embargo norteamericano
de los envíos de petróleo a
principios de 1944, ia poste-
rior condena de la ONU y los
maquis que empezaron a ope-
rar en las montañas españo-
las a partir de octubre de
ese año, en lugar de barrenar
el franquismo y facilitar ia
causa monárquica o el regre-
so de los exiliados republica-
nos, aglutinó a las principales
fuerzas del país en torno a
Franco y consolidó definitiva-
mente su régimen hasta el fin
de los días del caudillo.
EL CASO
DEL GENERAL TELLA
En aquel ambiente de insis-
tente presión monárquica hu-
bo algunos generales que se
destacaron por su apoyo a
esta causa, pero Franco no se
dejó impresionar, reaccionan-
do con especial energía con-
tra aquellos que consideraba
más vulnerables o más peli-
grosos. De e s t o s militares
malditos, el peor librado fue
el general laureado Heli Ro-
lando Telia y Campos, incom-
prensiblemente ignorado por
casi todas las historias relati-
19
vas a aquellos tiempos y acon-
tecimientos.
La hoja de servicios y el ex-
pediente personal del general
Telia parece ser que han des-
aparecido de los archivos en
los q u e deberían hallarse.
También retiraron su retrato
de la sala de los generales
laureados del Museo del Ejér-
cito y a h o r a se encuentra
abandonado en un sótano del
mismo. Apartado del Ejército
en 1943 y olvidado, m u r i ó
años después completamente
loco.
•Para rehacer su biografía
he tenido que recurrir a su
viuda, doña Concepción Ca-
brera Benito, natural de Cá-
ceres, y a la mayor de sus
dos hijas, actual marquesa de
Gasinas, quienes me han con-
tado, hasta donde pueden re-
cordar, los hechos más sobre-
salientes de este infortunado
militar.
Tellíi nació en Corgo, pro-
vincia de Lugo, el 14 de sep-
tiembre de ia89. Tenía, por
tanto tres años más que Fran-
co, con el que coincidió ©n
la Academia de Infantería de
Toledo, y, como éste, hizo su
carrera militar en África, aun-
que no ascendió con la rapi-
dez del que luego sería ge-
neralísimo.
Telia y Franco nunca se lle-
varon bien y, al parecer, su an-
tipatía recíproca se remontaba
a los tiempos de la Academia
toledana. Telia, entre otras
muchas c o s a s , acusaba a
Franco de haberle privado de
la segunda laureada de San
Fernando al votarle en contra
cuando le propusieron p a r a
ella, dos días después de ob-
tener la primera durante la
gran retirada de Xauen de fi-
nales de 1924, un año antes
del desembarco de Alhuce-
mas.
Herido seis veces en accio-
nes de guerra, estaba en po-
sesión, además, de una cruz
militar Individual, dos tíolec-
tivas, una gran cruz de M^ría
Cristina y otras diversas con-
decoreciones militares y civi-
les, aparte del título de gen-
tilhombre de cámara de Al-
fonso XIII. Monárquico hasta
las cachas, f u e un tiempo
ayudante del Infante Don Car-
los de Borbón, abuelo mater-
no del Rey Juan Carlos.
Valiente, audaz, quizá teme-
rario, estuvo siempre dispues-
to para cualquier intentona
que pudiera favorecer la cau-
sa monárquica. Payne, en su
libro «Los militares y la po-
lítica en la España contempo-
ránea», le califica una vez de
exaltado y fogoso, y en otra,
de valiente, pero con fama de
revoltoso y desequilibrado.
Recién casado por segunda
vez, viudo de su primera es-
posa, t: rnó parte en la san-
20
Kindeián, promotor del nombramiento
de Franco como generalísimo y jefe dei
Gobierno, sufrió destierro y arresto
de dos meses en un castillo.
jurjada del 10 de agosto de
1932. A c a u s a de ello fue
desterrado a Villa Cisneros
(Sahara), junto con el coro-
n e l Serrador, y amnistiado
en 1934. Al ganar el Frente
Popular tas elecciones de fe-
brero de 1936 se hallaba des-
tinado como teniente coronal
en el Tercio Gran Capitán,
I de la Legión, destacado en
Tauima, a unos 25 kilómetros
al sur de Melilia.
Con motivo del triunfo de
las izquierdas, la Legión fue
objeto de algunas vejaciones
a causa de su intervención en
1 a s acciones represivas de
la r e v o l u c i ó n de Asturias
de 1934, y como desagravio
se celebró un banquete en
el cuartel de Tauima, en el
que Tella, que se hallaba ya
comprometido en los planes
oonspiratorios que preparaban
Mola y el coronel Galarza, se
despachó a gusto, l a verdad
es que Tella no se mordía la
lengua y ello le acarreó en
más de una ocasión serios
disgustos, i o s legionarios, en-
tusiasmados, levantaron el co-
che a hombros con el propio
Tella y su mujer dentro, pero
el Gohierno no pareció com-
partir este entusiasmo y le
destituyó inmediatamente. Al
tener conocimiento de que
iban a detenerle huyó' con su
familia a la zona francesa, ins-
talándose e n Sidi-bel-Abés.
Allí Tella esperó órdenes, in-
corporándose a i alzamiento
tan pronto como éste se de-
claró en Melilla y haciéndose
Kindeián fue desterrado y arrestado por dos meses en un castillo.
cargo del mando del 1 Tercio
de la Legión en sustitución
de su jefe, el icoronel Blanco
Nova, que fue destituido.
Por su parte, el también te-
niente coronel Yagüe se su-
blevaba, a su vez, al frente
del H Tercio de la Legión,
ecuarteiado en Dar Riffien, en
ia carretera de Tetuán a Ceu-
ta, y asumía el mando de la
Inspección de las fuerzas le-
gionarias en sustitución del
coronel Luis Molina, que no
se sumó al alzamiento.
TELLA EN LA GUEiüElA
CIVIL
Tella, al mando del I Tercio
de la Legión, participó en ia
ofensiva que en los primeros
meses de la guerra efectuó
el Ejército de África, a las ór-
denes de Yagüe primero y
después de Várela. Este Ejér-
cito estaba compuesto de dos
columnas de legionarios y de
tres de regulares, mandadas
por los tenientes coroneles
Asensio, Delgado Serrano, Ba-
rren y Tella y el comandante
Castejón, todos los cuales, ex-
cepto Tella, alcanzaron con el
tiempo lugares destacados en
el escalafón castrense.
Hugh Tomas, en su grueso
volumen titulado «.La guerra
civil española», cita a Télla
varias veces, junto con los an-
teriores, en la referida ofen-
siva a través de Extremadura,
que permitió el enlace con las
tropas del Norte y la libera-
ción del alcázar de Toledo,
aunque confunde las denomi-
naciones de las unidades de
dicho Ejército. Así, llama ban-
dera (batallón) a lo que era
un tercio (regimiento), y ta-
bor, al grupo (asimismo ba-
tallón y regimiento, respecti-
vamente).
La última vez que el histo-
riador inglés le cita es en el
asalto a ¡Madrid de noviembre
de 1936, en el cual se asignó
a Tella el mando del flanco
derecho, para entrar en la ca-
pital por Carabanchel (donde
tiene una calle a su nombre),
pero después de esta referen-
cia desaparece de los relatos
de hechos de a r m a s de la
guerra, aunque nunca dejó de
operar en uno u otro frente.
Su familia, que le acompañó
durante toda la campaña, re-
cuerda que luego estuvo al
mando de la VI brigada de
N a v a r r a , perteneciente a!
cuerpo de Ejército de Nava-
rra, que mandaba el general
Solchaga, con el que partici-
pó en la ofensiva de Aragón
(marzo^ulio del 38) ocupando
el flanco izquierdo, el corres-
pondiente a la z o n a más
agreste y difícil del teatro de
operaciones. En esta ofensi-
va conquistó Tremp, La Pobla
de Segur y el valle de Aran.
El resto de la guerra perma-
neció a las órdenes de Sol-
chaga.
Télla, como otros militares
de entonces, estaba descon-
tento del trato que recibía de
Franco y de los mandos su-
periores del Ejército. Se que-
jaba con frecuencia de que le
daban sólo los huesos, y re-
petía que si a él le hubiese
ocurrido lo que a Yagüe en la
batalla del Ebro, seguro que
le hubieran fusilado; de to-
dos modos, no puedo precisar
a qué se refería Tella cuando
hablaba del supuesto fallo de
Yagüe. La verdad es que du-
rante los primeros tiempos
del franquismo la disensiones
y enfrentamientos personales
entre ios militares de alta
graduación fueron mucho más
frecuentes de lo que se ha
dado en suponer.
Tella terminó ia guerra con
el grado de general de briga-
da y le nombraron, primero,
gobernador militar de Lugo, y
después, de Burgos. Ocupan-
do este último destino le des-
tituyeron y quedó en situación
de disponible, lo mismo que
Aranda, con el que estuvo
siempre en contacto. Aranda,
inteligente y astuto, aceptó
esta n u e v a situación, pero
Tella,. más fogoso y vehemen-
te, parece, según uno de sus
parientes, q u e se dirigió a
Franco y le dijo que no había
hecho la guerra para que él
se perpetuara en el sillón, si-
no para restaurar la Monar-
quía.
La viuda cuenta que fue a
 Queipo de Llano, junto a Hitler, y Aranda (con gafas), en Berlín.
quejarse de la situación en quien también le trató con asi-
que le habían dejado al gene- duidad. No obstante, unas car-
ral Asensio, recién nombrado tas de la época que conserva
ministro del Ejército, pero la ia familia y que he tenido la
entrevista s ó l o sirvió para oportunidad de consultar, nó
empeorar las cosas. A raíz hablan de camiones, sino dé
de esto el ministro le indicó dinero del Gobierno militar dé
que pidiera el pase a ia re- Lugo.
serva, pero Telia se negó, lo Don Manuel Sanmartín Rey,
que dio origen a que se le oficial del Gobierno militar de
abriera un expediente a fina- Lugo, testigo en la causa, le
les de 1942, acusado, por lo escribía al general Teíla el 11
visto, aunque ello no está del de septiembre de 1943: «Quie-
todo claro, de apropiación in- ro insistir, una vez más, en
debida de fondos del Gobier- que es totalmente infundada
no Militar de iugo. Un Tribu- la esperanza que se hizo
nal de honor compuesto por circular de que faltase dinero
cinco generales decidió su ex- en el fondo particular del Go-
pulsión del Ejército. La dispo- bierno Militar y que por tanto
sición correspondiente apare- las 21.000 pesetas que sin du-
ció publicada en el «Boletín da por error se dijo o se afir-
Oficial del Estado» del día 15 mó por algunos mal intencio-
de julio de 1943. Además de nados que faltaban, las tenía
. ello, le asignaron residencia en su poder el comandante
forzosa, primero en Albacete secretario don Ricardo Arenas
y posteriormente en Falencia. y las entregó por orden del
Telia alegó siempre que es- general Canella tan pronto és-
te Tribunal era ilegal, porque te se lo ordenó, y así debe
tres de sus cinco componen- constar en el expediente».
tes habían servido a sus ór- £1 general Canella, que
denes, por lo que estaban ju- sustituyó a Telia en el Go-
rídicamente incapacitados pa- bierno militar de Lugo, fue
ra juzgarle. hombre clave en el proceso
que se siguió contra el segun-
CARTAS do. Respecto a Canella, don
ESCLARECEDORAS José F. Cabello, jefe del Es-
tado Mayor de la 81 división,
Respecto a su efectiva o estacionada en Lugo, escribió
supuesta culpabilidad, Dioni- a Telia la siguiente carta, que
sio Ridruejo dice en su libro lleva fedha 30 de septiembre
«Escrito en España» (Buenos del referido año de 1943: «Co-
Aires, 1982) que Telia había mo usted sabrá por la prensa,
utilizado algunos camiones el pasado día 4 falleció en
del Ejército para transportar Vigo el general don Manuel
bienes particulares a Burgos, Canella, que sustituyó a usted
donde había sido destinado, en el mando de la División y
pero, agrega el autor, «era Gobierno íMilitar de esta pla-
una falta de mínima importan- za. Fue una muerte rápida e
cia», inesperada, causada al pare-
£1 senador Joaquín Satrús- cer por una infección en la
tegui, a quien be pedido opi- boca que le produjo una gan-
nión sobre el particular, pues- grena gaseosa, siendo nece-
to que mantuvo relaciones con sario trasladarle rápidamente
Telia durante años debido a su a Vigo, donde falleció».
afinidad monárquica, me ase- «Todos conocíamos, como
gura que el general fue un usted sabe, el carácter, la ma-
hombre honrado que, a lo su- nera de ser y de pensar de
mo, pudo utilizar esos camio- este general (tan distintas a
nes a los que alude Ridruejo, las de usted), y, sin embargo,
Durante ia contienda, Franco con los generales Aranda y Dávila.
siempre tuvimos la convicción
de que algo extraño a él le
había Inducido desde el pri-
mer momento a obrar contra
usted con el apasionamiento
que ló bizó. Estaba de ello
errepentido, pues lamentaba
las consecuencias que p a r a
usted babía acarreado, mani-
festándome a mí en varias
ocasiones, que si hubiera po-
dido suponer que se iba a lle-
gar con usted a donde se lle-
gó, él no se hubiera prestado
a nada ni hubiera estado tan
duro en sus declaraciones.»
«En fin —dice la carta en
cuestión, de la que sólo re-
produzco sus párrafos m á s
significativos-^, que, como le
digo, estaba y murió verdade-
ramente arrepentido y pesaro-
so del asunto.»
Dicha carta termina expre-
sando: «Tenga la seguridad
de que la verdad se irá escla<
recíendo poco a poco y que
algún día se esclarecerá todo
por completo. Todos los que
le conocemos y sabemos la
verdad así lo esperamos y
creemos además que resplan-
decerá la verdad de «u actua-
ción y de su conducta y que
se le hará justicia».
En idéntico sentido se ma-
nifestaba, el 1 de diciembre
del mismo año, el coronel juez
del juzgado eventual número
12 de ia I Región Militar, don
Rafael Sevillano, quien agre-
ga, a modo de disculpa del
general Canelias: «Me consta
el sentido de la justicia que
tenía Canelias, sobre el que
obraron quizá presiones de
índole caciquil de los que se
olvidaron de toda tu meritoria
actuación militar y de cuanto
has 'hecho también por la pa-
tria chica».
Estas cartas son de suyo lo
suficientemente ciaras para
ahorrarnos cualquier clase de
juicio sobre tas verdaderas
causas que determinaron la
expulsión del Ejército y el
subsiguiente confinamiento de
este general sin miedo.
La esposa de Teita escribió
a doña Carmen Polo de Fran-
co, exponiéndole ia situación
en que babía quedado ia fa-
milia, pero aquélla ni siquiera
le contestó. También se diri-
gió por escrito al obispo de
Madrid-Alcalá, don Leopoldo
Eijo y <3aray, hombre bien vis-
to en el Pardo, e! cual respon-
dió de forma muy seca dicien-
do que no podía ihacer nada.
Tras los destierros se re-
cluyó a un caserón que se hizo
construir estando en activo en
su aldea nata! de Aday, cerca
de iLugo, pensando que sus
paisanos le ayudarían a cos-
tearla, como los sevillanos
habían regalado una finca de
500 hectáreas a Queipo de
Llano, los gaditanos una casa
a Várela, y los coruñeses el
Pazo de Meirás a Franco, pero
ai ser destituido se vio ^ la
obligación de pagarlo todo,
poco a poco. Treinta años des-
pués logró la viuda liquidar la
última factura de esta obra.
Desde Aday, Telia hacía fre-
cuentes viajes a Madrid para
ver a Aranda y a otros amigos
monárquicos, a los que repe-
tía que el día que escribiera
sus memorias, haría temblar
los cimientos del régimen de
Franco. Ciertamente se pasó
la vida recogiendo documen-
tos y escritos y redactando
notas, pero no llegó a escri-
bir tales nvemorias ni los pa-
peles fundamentales aparecen
ahora por parte alguna. En va-
rias ocasiones dijo a la fami-
lia que toda la documentación
sobre el proceso al que fue
sometido y las pruebas que
en su defensa había logrado
reunir, se hallaban deposita-
das en la notaría del señor Vi-
Uanueva, de Madrid, pero este
notario murió antes que Telia
y la familia no ha conseguido
localizar los documentos ni
siquiera en ia dirección gene-
ral de Registros y Notarías,
como tampoco encuentra el
expediente de su carrera mi-
litar.
21
 El genera! Teila, con eí pa-
so de los años, perdió el jui-
cio, obsesionado por la injus-
ticia de que había sido objeto.
Llegó, incluso, a estar interna-
do en Cienpozuelos. Después
de dos años de enfermedad,
murió (donde había nacido), el
9 de octubre de 1967, el mis-
mo día precisamente que el
«Che» Guevara.
A su muerte, la agencia Ci-
fra distribuyó una pequeña in-
formación de unas cien pala-
bras, facilitada por su corres-
ponsal de Lugo, dando cuenta,
en términos escuetos, del fa-
llecimiento de «don Heii Ro-
lando de Telia y Campos, ge-
neral de Brigada de iljnfante-
ría, en situación de retirado
desde 1943».
La información la publicó
únicamente Radio Nacional de
España, en su diario hablado
de las diez de la noche, y el
diario «A BC», al pie de la pá-
gina 71, en el mismo número
en el que figuraba una esque-
la de cuarto de página pagada
por la familia.
£1 23 de julio de 1977, su
hija Miaría Cristina, marquesa
de Casínas, solicitó del minis-
tro del Ejército «copia de la
documentación relativa al ex-
pediente del Tribunal de ho-
Telia, quien fue expulsado del
Ejército.
ñor que juzgó* a su padre,
con el fin de revisar el caso
y reivindicar el buen nombre
del general, al que todo espa-
ñol tiene derecho de acuerdo
con la Constitución, pero el
30 de ese mismo mes, si Go-
bierno militar de Madrid con-
testó que de orden del señor
Ministro se desestimaba la
petición, de acuerdo con el
artículo 1.02.5 del Código de
Justicia Militar que establece
que «todas las actuaciones del
Tribunal de Honor serán rigu-
rosamente secretas».
Esa es, a grandes rasgos,
la historia de este general in-
quieto, rebelde y monárquico,
que osó enfrentarse abierta-
mente ai caudillo.
E( caso del general Antonio
22
Juan Bautista Sánchez,
capitán general de Cataluña, se dijo que
murió envenenado.
Todos el jos se destacaron
por su resuelto apoyo a la causa
monárquica.
Aranda es más conocido debi-
do a la mayor notoriedad de
su protagonista, aunque no to-
do lo que se dijo de él con-
cuerde con la realidad.
EL CASO ARANDA
Calificado de culto y muy
inteligente, pero también de
muy ambicioso, Franco le tu-
vo por masón y conspirador.
Dirigió la heroica defensa de
Oviedo, una de las grandes
gestas del bando nacional, por
la que le concedieron la cruz
laureada de San Fernando, sin
embargo, cayó pronto en des-
gracia. Ya en plena guerra civil
se quejaba de! trato discrimi-
natorio de que era objeto.
Al terminar la guerra fue
nombrado capitán general de
Valencia, pero pronto se atra-
je las iras de los ultras del
régimen debido a la libera-
ción de centenares de presos
republicanos encsrj-ados en
las cárceles valencianas. Un
año después fue nombrado di-
rector de la recién creada Es-
cuela Superior del Ejército,
hasta que en 1942 {en la mis-
ma época que Telia), fue des-
tituido a causa de una confe-
rencia muy sonada que pro-
nunció en dicho centro, de-
jándole en situación de dispo-
nible.
Por último, en 1949, se dis-
puso su pase a la reserva por
una Ipy especial que se dio en
llamar «Ley Aranda». Las razo-
nes de esta decisión, tomada
por el propio Jefe del Estado,
no fueron otras que las reite-
radas peticiones de Aranda a
Franco para que renunciase a
su puesto y diera paso a la
Monarquía encarnada por don
Juan, con el que, por cierto,
no pudo verse en todos esos
años, ya que no le permitie-
ron salir de ¡España. Los con-
tactos con ei conde de Barce-
lona los mantenía por carta y
a través de terceras personas.
Respecto a la supuesta per-
tenencia de Arandia a la ma-
sonería, en una entrevista que
el general concedió en 1976 a
Cortés-Cavanillas en presen-
cia de la única hija del gene-
ral, María Luisa, ésta aseguró
que se trataba de «una calum-
nia enorme, como la de su re-
publicanismo. Mi padre tuvo
que soportar una Investigación
a fondo, que naturalmente no
consiguió demostrar nada en
orden a esa acusación, como
o t r a de carácter económico
que se le hizo».
En efecto, no hay pruebas
feíiacientes de que el general
Aranda Ingresara en la maso-
nería, no obstante, Ángel Ma-
ría de Lera, que se halla es-
cribiendo un libro titulado 'La
masonería que vuelve», para
la colección Espejo de España
de Editorial iPlaneta, tiene tes-
timonios de que, al menos en
dos ocasiones, Aranda solici-
tó el ingreso en la masonería,
la primera en 1932, y la se-
gunda, algún tiempo después,
pero en ningún caso se llegó
a tomar una decisión al res-
pecto, al parecer por impedi-
mentos puramente circunstan-
ciales.
El general Aranda pasó los
últimos quince años de su vi-
da recluido en casa, práctica-
mente enterrado en vida a
causa de una profunda sor-
dera que sufría. Después de
una larga enfermedad que le
tuvo hospitalizado lo menos
dos años, y de habérsele reco-
nocido, tras la muerte de Fran-
co, el grado de teniente gene-
ral, murió en su domicilio de
Madrid, el 9 de febrero de
1979.
KINDELÁN, EL QUE
CONVIRTIÓ A FRANCO
EN GENERALÍSIMO
Alfredo Kindelán, pionero y
creador de la fuerza aérea es-
pañola, dio, en más de una
ocasión, tos primeros pasos
que abrirían grandes caminos
a la aviación militar de todo
el mundo. Así, por ejemplo,
el 5 de noviembre de 1913,
las dos escuadrillas de bipla-
nos a su mando que empeza-
ron a operar en Marruecos,
llevaron a cabo la primera ac-
ción de guerra de fa historia
de la aviación. También orga-
nizó y dirigió el primer puente
aéreo de la historia, para el
traslado de tropas desde Te-
tuán a Sevilla en los prime-
ros momentos de la guerra
civil.
Convertido en general jefe
de los servicios del Aire, cu-
yo mando ejerció durante to-
da la guerra, fue el hombre
clave que en las reuniones de
la Junta de Defensa Nacional
celebradas en el aeródromo
de San Fernando, cerca de Sa-
lamanca, los días 21 y 28 de
septiembre de 1936, elevó a
Franco, primero, al cargo de
generalísimo o jefe único de
todos los ejércitos naciona-
les, y en la segunda, a «Jefe
del Gobierno del Estado Espa-
ñol», que asumiría todos los
poderes del Estado.
Ambas propuestas fueron
obra de Kindelán, que las sos-
tuvo con calor y decisión, a
pesar de la oposición de Ca-
banellas y de las reticencias
de algún que otro general, en
especial de Mola para acep-
tar la segunda, pero la idea
de Kindelán era que dicho
mando, tanto militar como ci-
vil, terminase tan pronto co-
mo finalizara la guerra, para
dar paso a la .Monarquía. Al
resistirse Franco a dejar el
poder, sobrevino el choque de
ambos que terminó con el
arresto del primer aviador de
España.
Cuando el 9 de agosto de
1939 .se nombró un ministro
para cada uno de los tres
Ejércitos, todo el mundo su-
puso que el primer ministro
del Aire sería Kindelán, pero
ante el estupor general, se
nombró a Vague, un hombre
de tierra. Kindelán pagaba así
su fervor monárquico y el odio
que se había ganado de Se-
rrano Suñer, el «cuñadísimo»,
a la sazón brazo derecho de
Franco. Desde este momento
la estrella de Kindelán empe-
zó a palidecer. Para quitárse-
lo de encima lo nombraron ca-
pitán general de Baleares, pe-
ro a la destitución de Aranda
como director de la Escuela
Superior del Ejército, en 1942,
designaron a Kindelán p a r a
sustituirle. En este cargo per-
maneció hasta 1945, en que
pasó a la situación de reti-
rado.
Un poco después, en fechas
un tanto imprecisas, es depor-
tado a Garachico, en la isla de
Tenerife, por sus contactos
con supuestos conspiradores
monárquicos, y más tarde se
le impone dos meses de arres-
to en ei castillo de San Mar-
cial.
En esta época, para com-
pletar sus ingresos, se dedica
a escribir libros, pero la pu-
blicación de los mismos es
sistemáticamente obstaculiza-
da, llegándose a su total pro-
hibición siendo presidente del
Consejo privado de don Juan,
en cuyo cargo permaneció
hasta 1959, que lo dejó al que-
dar impedido por un acci-
dente.
En 1961, ya viejo y achaco-
so, recibió un gran homenaje
en el Ministerio del Aire, en
el que se le impuso la ¡Meda-
lla Aérea, la máxima distin-
ción de la Aviación española.
Murió el 14 de diciembre
de 1962, a los ochenta y tres
años jde edad.
£1 teniente general García Vaiíño.
Otro general monárquico del
que se habló mucho y duran-
te mucho tiempo en los men-
tíderos políticos, fue Juan
Bautista Sánchez González,
capitán general de Cataluña
durante ocho años, desde 1949
a 1957, en que murió repenti-
namente durante unas manio-
bras.
J. B. SÁNCHEZ, EL
SUPUESTO ÍENVENENADO
Barcelona tributó una des-
pedida fúnebre impresionante
al que había sido tantos años
capitán general de la región,
y esta manifestación de due-
lo oopular contribuyó a propa-
lar los insistentes rumores,
que han coleado hasta nues-
tros días, de que había muer-
to envenenado porque pensa-
ba sublevarse contra Franco.
Suero Roca, ajutor del libro
«Los generales de Franco», de
editorial Bruguera, dice que
Juan Bautista Sánchez murió
«cuando Muñoz Grandes le
acababa de informar de que
había sido destituido».
¿Qué ihay de cierto en todo
ello? Su hijo Juan Bautista,
coronel jefe de las Fuerzas
Aeromóviles del Ejército de
Tierra, me explica, con deta-
lle, toda esta historia, que tie-
ne su arranque en aconteci-
mientos anteriores.
Juan Bautista Sánchez, afri-
canista, como casi todos los
sublevados en 1933, y fervien-
te monárquico, fue un hombre
estrechamente vinculado a
Mola desde que éste inició
los preparativos del alzamien-
to. Siguiendo instrucc i o n e s
del llamado Director, fue, asi-
mismo, el que inició los mo-
vimientos de tropas en Ma-
rruecos, el 16 de julio, para
tomar posiciones, ante los
acontecimientos previstos pa-
ra el 17, a Iss diecisiete, en
Melilla.
Sánchez, que era a la sazón
coronel interventor regional
del Rif, con sede en Villa San-
jurjo (actual Alhucemas), dis-
puso ei traslado a las cerca-
nías de esta ciudad de un ta-
bor de Regulares 5, que se
hallaba estacionado en Cua-
tro Torres de Alcalá, a las
órdenes del aomandante ¡Ríos
Capapé. A los pocos días del
alzamiento fue nombrado co-
mandante general de Melilla,
donde tuvo los primeros cho-
ques con los falangistas, a los
que no estimaba muCho, por
oponerse a los repetidos «pa-
seos» que daban ciertos ele-
mentos ultras.
Al comenzar la segunda fa-
se de la ofensiva de Vizcaya,
en la primavera de 1937, se
incorporó al ejército del ¡Nor-
te como jefe de la quinta bri-
gada de Navarra, que entró en
fuego precipitadamente para
evitar en Bermeo un descala-
bro de las tropas italianas se-
mejante al que sufrieron en
Guadalajara. Sáncíhez siguió
con las columnas navarras de
Soichaga casi toda la guerra
{salvo un breve período en
que mandó una división del
Cuerpo de Ejército marroquí),
y entró en Barcelona al frente
de una división de aquellas
fuerzas.
Siendo Várela ministro del
Ejército le llamó para nom-
brarle subsecretario, p e r o
Sánchez no estaba dispuesto
a aceptar ningún cargo que
tuviese significación política
si antes no se restauraba la
Monarquía. Adoptar esta acti-
tud y quedar en situación de
disponible fue todo uno.
Sánchez visitó a Franco pa-
reiterarle su postura y pedirle
la vuelta del sistema monár-
quico, pero Franco se salió
por los cerros de Ubeda.
Aquél entendió que, después
de esta conversación, ambos
no tenían ya nada que hablar
desde el punto de vista polí-
General Aranda.
tico, y aceptó el primer pues-
to que le ofrecieron, cuanto
más lejos mejor de Madrid,
que no volvió a pisar más que
en contadfsimas ocasiones.
Primero fue nombrado capitán
general de Baleares, y des-
pués de Cataluña.
Pero, pregunto a su hijo,
¿cómo murió el general?
—Indudablemente —respon-
de—, de un ataque al corazón.
Que hubiera influido en ello
alguno de los muchos disgus-
tos que tuvo por su adhesión
a la causa monárquica, es po-
sible, pero ni hubo envenena-
miento ni entrevista violenta
con Ríos Capapé, como tam-
bién se dijo, porque éste ha-
bía sido subordinado suyo y
no se atrevía, por múltiples
razones, a mirar siquiera de
frente a mi padre. Respecto
a que Muñoz Grandes le lla-
mase por teléfono para comu-
nicarle que estaba destituido,
lo dudo mucho. Cierto que
días o semanas antes de su
muerte se publicó en algunos
periódicos franceses la espe-
cie de que mi padre prepara-
ba un gpipe para derrocar a
Franco, y con este motivo, mi
padre, que estimaba mucho a
Muñoz Grandes, le escribió
una carta, que conservo, des-
mintiendo categóricamente ta-
les rumores. Decía en ella que
había servido con lealtad a la
Monarquía constitucional, a la
Dictadura y a la íRepública, y
que se ihabía sumado al alza-
miento sólo por los desórde-
nes provocados por el triunfo
del Frente Popular. Por lo tan-
to, de golpista, nada.
Entonces, insisto ante el co-
ronel Sánchez: ¿completamen-
te seguro de que su padre no
murió de «accidente»?
—Completamente seguro.
Si hubiese tenido la menor
duda, me hubiese echado al
nrronte. Yo y mis hermanos,
que también son militares. La
Ei general J, 6. Sánchez, <|ue fue
subsecretario del Ejército.
familia sabíamos que tenía
una lesión del corazón. A pe-
sar de eso, aún se atrevió a
subir, en las maniobras en las
que falleció, al Puignrjal, cuya
cumbre pisaba por primera
vez en la hitoria un capitán
general, pero al día siguiente
fallecía de un ataque cardíaco
en Puigcerdá.
LOS MILITARiES
PERDIDOS
A esta historia de los gene-
rales malditos podría añadir-
se la de los militares perdi-
le impone dos meses en ei
dos, la de aquellos que ha-
biendo desempeñado un papel
destacado en un momento da-
do, luego de desaparecer de
las publicaciones como si se
los hubiese tragado la tierra.
Este es el caso, por ejemplo,
de los coroneles Federico
Montaner Canet y Fernando
Moreno Calderón, vocales de
la Junta de Defensa Nacional
del comienzo de la guerra, o
del coronel Troncoso, miem-
bro de uno de los diversos
comités monárquicos, o del
teniente coronel Juan Seguí,
jefe de la Falange de íMelilla,
que inició el alzamiento en
esta ciudad el 17 de ijulio por
la tarde, junto con el tamben
teniente coronel Oarfo Gaza-
po. De este último sabemos
que fue miembro del primer
Consejo Nacional de F.E.T. y
de las J.O.N.S., tras el decreto
de unificación, en diciembre
de 1937, pero después se le
vuelve a perder el rastro.
¿Qué fue de todos ellos?
Bueno, habría que meterse a
fondo en el Servicio Histórico
Militar para dar con sus expe-
dientes y averiguar el resto de
su biografía, pero eillo ya for-
ma parte de otra historia. Esta
de los gener^ales malditos pue-
de darse por concluida.
V. A. G.
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