Está en la página 1de 21

Capítulo 53

Los Primeros Jueces

DESPUES de haberse establecido en Canaán las tribus


no hicieron ningún esfuerzo vigoroso para completar la
conquista de la tierra. Satisfechas con el territorio que ya
habían ganado, dejaron que su celo disminuyera y
suspendieron la guerra. "Empero cuando Israel tomó
fuerzas, hizo al Cananeo tributario, mas no lo echó." (Jue.
1: 28.)
El Señor había cumplido fielmente, por su parte, la
promesa hecha a Israel; Josué había quebrantado el
poderío de los cananeos y había distribuido la tierra entre
las tribus. A éstas sólo les quedaba confiar en la
seguridad de la ayuda divina y completar la obra de
desalojar a los habitantes de la tierra. Pero no lo hicieron.
Aliándose con los cananeos, violaron abiertamente el
mandamiento de Dios, y así dejaron de cumplir la
condición bajo la cual les había prometido ponerlos en
posesión de Canaán.
Desde la primera comunicación que Dios les diera en el
Sinaí, habían recibido advertencias contra la idolatría.
Inmediatamente después de la proclamación de la ley, se
les mandó por medio de Moisés el siguiente mensaje con
respecto a las naciones de Canaán: "No te inclinarás a sus
dioses, ni los servirás, ni harás como ellos hacen; antes los
destruirás del todo, y quebrantarás enteramente sus
estatuas. Mas a Jehová vuestro Dios serviréis, y él
bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda
enfermedad de en medio de ti." (Exo. 23: 24, 25.)
667
668 PATRIARCAS Y PROFETAS

Se les aseguró que mientras permanecieran obedientes


Dios subyugaría a sus enemigos delante de ellos: "Yo
enviaré mi terror delante de ti, y consternaré a todo pueblo
donde tú entrares, y te daré la cerviz de todos tus
enemigos. Yo enviaré la avispa delante de ti, que eche
fuera al Heveo, y al Cananeo, [586] y al Hetheo, de
delante de ti: no los echaré de delante de ti en un año,
porque no quede la tierra desierta, y se aumenten contra ti
las bestias del campo. Poco a poco los echaré de delante
de ti, hasta que te multipliques y tomes la tierra por
heredad.... Pondré en vuestras manos los moradores de la
tierra, y tú los echarás de delante de ti. No harás alianza
con ellos, ni con sus dioses. En tu tierra no habitarán, no
sea que te hagan pecar contra mí sirviendo a sus dioses:
porque te será de tropiezo." (Vers. 27-33.) Estas
instrucciones fueron reiteradas de la manera más solemne
por Moisés antes de su muerte, y fueron repetidas también
por Josué.
Dios había puesto a su pueblo en Canaán como un
poderoso valladar para contener la ola de la inmoralidad, a
fin de que no inundara al mundo. Si Israel le era fiel, Dios
quería que fuera de conquista en conquista. Entregaría en
sus manos naciones aún más grandes y más poderosas
que las de los cananeos. Les prometió: "Porque si
guardarais cuidadosamente todos estos mandamientos
que yo os prescribo, . . . Jehová también echará todas
estas gentes de delante de vosotros, y poseeréis gentes
grandes y más fuertes que vosotros. Todo lugar que
pisare la planta de vuestro pie, será vuestro: desde el
desierto y el Líbano, desde el río, el río Eufrates, hasta la
mar postrera será vuestro término. Nadie se sostendrá
delante de vosotros: miedo y temor de vosotros pondrá
Jehová vuestro Dios sobre la haz de toda la tierra que
hollareis, como él os ha dicho." (Deut. 11: 22-25.)
LOS PRIMEROS JUECES 669
Pero, despreciando su elevado destino, escogieron el
camino del ocio y de la complacencia, dejaron pasar las
oportunidades de completar la conquista de la tierra; y por
consiguiente, durante muchas generaciones fueron
afligidos y molestados por un residuo de estos idólatras,
que fue, según antaño lo predijera el profeta, como
"aguijones" en sus ojos, y "por espinas" en sus "costados."
(Núm 33: 55.)
Los israelitas "se mezclaron con las gentes, y
aprendieron sus obras." Se aliaron en matrimonio con los
cananeos, y la [587] idolatría se difundió como una plaga
por todos los ámbitos de la tierra. "Sirvieron a sus ídolos;
los cuales les fueron por ruina. Y sacrificaron sus hijos y
sus hijas a los demonios... Y la tierra fue contaminada con
sangre." "Encendióse por tanto el furor de Jehová sobre su
pueblo, y abominó su heredad." (Sal. 106: 34-38, 40.)
Mientras no se extinguió la generación que había
recibido instrucción de Josué, la idolatría hizo poco
progreso; pero los padres habían preparado el terreno para
la apostasía de sus hijos. La desobediencia y el
menosprecio que tuvieron por las restricciones del Señor
los que habían entrado en posesión de Canaán sembraron
malas semillas que continuaron produciendo su amargo
fruto durante muchas generaciones. Los hábitos sencillos
de los hebreos los habían dotado de buena salud física;
pero sus relaciones con los paganos los indujeron a dar
rienda suelta al apetito y las pasiones, lo cual redujo
gradualmente su fuerza física y debilitó sus facultades
mentales y morales. Por sus pecados fueron los israelitas
separados de Dios; su fuerza les fue quitada y no pudieron
ya prevalecer contra sus enemigos. Así fueron sometidos
a las mismas naciones que ellos pudieron haber
subyugado con la ayuda de Dios.
670 PATRIARCAS Y PROFETAS

"Dejaron a Jehová el Dios de sus padres, que los había


sacado de la tierra de Egipto," "y llevólos por el desierto,
como un rebaño.... Y enojáronlo con sus altos, y
provocáronlo a celo con sus esculturas.... Dejó por tanto el
tabernáculo de Silo, la tienda en que habitó entre los
hombres; y dio en cautividad su fortaleza, y su gloria en
manos del enemigo." (Jue. 2: 12; Sal 78: 52, 58, 60, 61.)
No obstante, Dios no abandonó por completo a su
pueblo. Siempre hubo un remanente que permanecía fiel
a Jehová y de vez en cuando el Señor suscitaba hombres
fieles y valientes para que destruyeran la idolatría y
libraran a los israelitas de sus enemigos. Pero cuando el
libertador moría, y el pueblo quedaba libre de su autoridad,
volvía gradualmente a sus [588] ídolos. Y así esa historia
de apostasía y castigo, de confesión y liberación, se repitió
una y otra vez.
El rey de Mesopotamia y el de Moab, y después de
éstos, los filisteos y los cananeos de Azor, encabezados
por Sísera, oprimieron sucesivamente a Israel. Othoniel,
Aod, Samgar, Débora y Barac se destacaron como
libertadores de su pueblo. Pero nuevamente "los hijos de
Israel hicieron lo malo en los ojos de Jehová; y Jehová los
entregó en las manos de Madián." (Véase Jueces 6-8.)
Hasta entonces la mano del opresor no se había hecho
sentir sino ligeramente sobre las tribus que moraban al
este del jordán, pero en las nuevas calamidades ellas
fueron las primeras que sufrieron.
Los amalecitas que habitaban el sur de Canaán, así
como también los madianitas que moraban allende el límite
oriental y en los desiertos, seguían siendo enemigos
implacables de Israel. Aquella nación había sido casi
destruída por los israelitas en los días de Moisés, pero
desde entonces había aumentado mucho, se había hecho
LOS PRIMEROS JUECES 671
populosa y poderosa. Anhelaba vengarse; y ahora que la
mano protectora de Dios se había retirado de Israel, la
oportunidad era propicia. No sólo sufrieron sus estragos
las tribus del este del jordán, sino todo el país. Los feroces
y salvajes habitantes del desierto invadían la tierra con sus
rebaños y manadas, "en grande multitud como langosta."
Como plaga devoradora se desparramaban por toda la
tierra, desde el río Jordán hasta las llanuras filisteas.
Llegaban tan pronto como las cosechas principiaban a
madurar y permanecían allí hasta que se habían recogido
los últimos frutos de la tierra. Despojaban los campos de
su abundancia; saqueaban y maltrataban a los habitantes,
y luego se volvían a los desiertos.
Los israelitas que vivían en el campo abierto se veían
así obligados a abandonar sus hogares, y a congregarse
en pueblos amurallados, para buscar asilo en las fortalezas
y hasta refugiarse en cuevas y entre los baluartes rocosos
de las montañas. Durante siete años continuó esta
opresión, y entonces, como el pueblo en su angustia
prestó oído a los reproches del Señor y [589] confesó sus
pecados, Dios nuevamente suscitó un hombre que le
ayudara.
Era Gedeón hijo de Joas, de la tribu de Manasés. La
rama a la cual pertenecía esta familia no desempeñaba
ningún cargo destacado, pero la casa de Joas se distinguía
por su valor y su Integridad. Se dice de sus valientes hijos:
"Cada uno semejaba los hijos de un rey." Cayeron todos
víctimas de las luchas contra los madianitas, menos uno
cuyo nombre llegó a ser temido por los invasores. A
Gedeón llamó, pues, el Señor para libertar a su pueblo.
Estaba entonces ocupado en trillar su trigo. Había
ocultado una pequeña cantidad de cereal, y no
atreviéndose a trillarlo en la era ordinaria, había recurrido a
un sitio cercano al lagar, pues como faltaba mucho para
672 PATRIARCAS Y PROFETAS

que las uvas estuviesen maduras, los viñedos recibían


poca atención. Mientras Gedeón trabajaba en secreto y en
silencio, pensaba con tristeza en las condiciones de Israel,
y consideraba cómo se podría hacer para sacudir el yugo
del opresor de su pueblo.
De repente "el ángel de Jehová se le apareció" y le
dirigió estas palabras: "Jehová es contigo, varón
esforzado."
"Ah, Señor mío —fue su respuesta,— si Jehová es con
nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Y
dónde están todas sus maravillas, que nuestros padres
nos han contado, diciendo: ¿No nos sacó Jehová de
Egipto? Y ahora Jehová nos ha desamparado, y nos ha
entregado en manos de los Madianitas."
El Mensajero celestial le respondió: "Ve con esta tu
fortaleza, y salvarás a Israel de la mano de los Madianitas.
¿No te envío yo?"
Gedeón deseaba alguna señal de que el que ahora le
hablaba era el Ángel del Pacto, el cual en lo pasado había
obrado en favor de Israel. Los ángeles del Señor, que
conversaron con Abrahán, se habían detenido una vez
para gozar de su hospitalidad; y Gedeón rogó al Mensajero
divino que permaneciese con él como huésped.
Dirigiéndose apresuradamente a su tienda, preparó de sus
escasas provisiones un cabrito y panes [590] sin levadura,
todo lo cual trajo luego y lo puso ante él. Pero el Ángel le
mandó: "Toma la carne, y los panes sin levadura, y ponlo
sobre esta peña, y vierte el caldo." Gedeón lo hizo, y
entonces recibió la señal que había deseado; con el
cayado que tenía en la mano, el Ángel tocó la carne y los
panes ázimos, y una llama de fuego que brotó de la roca
consumió el sacrificio. Luego el Ángel desapareció de su
LOS PRIMEROS JUECES 673
vista.
El padre de Gedeón, Joas, quien participaba de la
apostasía de sus conciudadanos, había erigido en Ofra,
donde moraba, un gran altar dedicado a Baal, y ante él
adoraba la gente del pueblo. Gedeón recibió orden de
destruir este altar, y de erigir otra a Jehová, sobre la roca
en la cual el sacrificio había sido consumido, para
presentar allí un sacrificio al Señor.
El ofrecimiento de sacrificios a Dios había sido
encomendado solamente a los sacerdotes, y debía
limitarse al altar de Silo; pero Aquel que había establecido
el servicio ritual, y a quien señalaban todos estos
sacrificios, tenía poder para cambiar sus requerimientos.
La liberación de Israel debía ser precedida por una
solemne protesta contra el culto a Baal. Gedeón debía
declarar la guerra a la idolatría, antes de salir a batallar con
los enemigos de su pueblo.
La orden divina se ejecutó fielmente. Sabiendo que
encontraría resistencia si intentaba hacerlo públicamente,
Gedeón realizó su obra en secreto y con la ayuda de sus
siervos la completó en una noche.
Grande fue la ira de las habitantes de Ofra cuando
llegaron a la siguiente mañana para rendir culto a Baal.
Habrían quitado la vida a Gedeón si Joas, a quien se le
había contado lo de la visión del ángel, no hubiese salido
en defensa de su hijo. "¿Tomaréis vosotros la demanda
por Baal? —dijo Joás— ¿le salvaréis vosotros?
Cualquiera que tomare la demanda por él, que muera
mañana. Si es Dios, contienda por sí mismo con el que
derribó su altar." Si Baal no había podido defender su
propio altar, ¿cómo podía creerse que protegería a sus
adoradores?
674 PATRIARCAS Y PROFETAS

Todo pensamiento de violencia contra Gedeón quedó


olvidado; [591] y cuando él hizo tocar la trompeta para ir a
la guerra, los hombres de Ofra fueron de los primeros que
se congregaron alrededor de su estandarte. Envió
heraldos a su propia tribu de Manasés, y también a Aser,
Zabulón, y Neftalí; y todos respondieron a la convocación.
Gedeón no se atrevió a encabezar el ejército sin tener
evidencias, adicionales de que Dios le había llamado para
esta obra, y de que estaría con él. Le rogó así: "Si has de
salvar a Israel por mi mano, como has dicho, he aquí que
yo pondré un vellón de lana en la era; y si el rocío
estuviera en el vellón solamente, quedando seca toda la
otra tierra, entonces entenderé que has de salvar a Israel
por mi mano, como lo has dicho." Por la mañana el vellón
estaba mojado, en tanto que la tierra estaba seca. Sintió,
sin embargo, una duda, puesto que la lana absorbe
naturalmente la humedad cuando la hay en el aire; la
prueba no era tal vez decisiva. Por consiguiente, rogando
que su extrema cautela no desagradase al Señor, pidió
que la señal se invirtiera. Le fue otorgado lo que pidió.
Así animado, Gedeón sacó sus fuerzas a pelear con los
invasores. "Y todos los Madianitas, y Amalecitas, y
orientales, se juntaron a una, y pasando asentaron campo
en el valle de Jezreel." La hueste que iba al mando de
Gedeón no pasaba de treinta y dos mil hombres; pero
mientras estaba el inmenso ejército enemigo desplegado
delante de él, le dirigió el Señor las siguientes palabras: "El
pueblo que está contigo es mucho para que yo dé a los
Madianitas en su mano: porque no se alabe Israel contra
mí, diciendo: Mi mano me ha salvado. Haz pues ahora
pregonar, que lo oiga el pueblo, diciendo: El que teme y se
estremece, madrugue y vuélvase desde el monte de
Galaad." Los que no estaban dispuestos a arrostrar
peligros y penurias, o cuyos intereses mundanos
LOS PRIMEROS JUECES 675
desviaban su corazón de la obra de Dios, no fortalecían en
modo alguno a los ejércitos de Israel. Su presencia no
podía ser sino causa de debilidad.
Se había hecho ley en Israel que antes de que el
ejército [592] saliera a la batalla, se le hiciese la siguiente
proclamación: "¿Quién ha edificado casa nueva, y no la ha
estrenado? Vaya, y vuélvase a su casa, porque quizá no
muera en la batalla, y otro alguno la estrene. ¿Y quién ha
plantado viña, y no ha hecho común uso de ella? Vaya, y
vuélvase a su casa, porque quizá no muera en la batalla, y
otro alguno la goce. ¿Y quién se ha desposado con mujer,
y no la ha tomado? Vaya, y vuélvase a su casa, porque
quizá no muera en la batalla, y alguno otro la tome." Y
además los oficiales debían decir al pueblo: "¿Quién es
hombre medroso y tierno de corazón? Vaya, y vuélvase a
su casa, y no apoque el corazón de sus hermanos, como
su corazón." (Deut. 20: 5-8.)
Debido a que el número de sus soldados era muy
pequeño en comparación con los del enemigo, Gedeón se
había abstenido de hacer la proclamación de costumbre.
Se llenó de asombro al oír que su ejército era demasiado
grande. Pero el Señor veía el orgullo y la incredulidad que
había en el corazón de su pueblo. Incitado por las
conmovedoras exhortaciones de Gedeón, se había
alistado de buena gana; pero muchos se llenaron de temor
al ver las multitudes de los madianitas. No obstante, si
Israel hubiera triunfado, aquellos mismos miedosos se
habrían atribuido la gloria en vez de adjudicarle la victoria a
Dios.
Gedeón obedeció las instrucciones del Señor, y con el
corazón oprimido vio marcharse para sus hogares a
veintidós mil hombres, o sea más de las dos terceras
partes de su ejército. Nuevamente oyó la voz de Dios
676 PATRIARCAS Y PROFETAS

decirle: "Aun es mucho el pueblo; llévalos a las aguas, y


allí yo te los probaré; y del que yo te dijere: Vaya este
contigo, vaya contigo: mas de cualquiera que yo te dijera:
Este no vaya contigo, el tal no vaya."
El pueblo, esperando atacar inmediatamente al
enemigo, fue conducido a la orilla del agua. Algunos
tomaron apresuradamente un poco de agua en la mano, y
la sorbieron mientras caminaban; pero casi todos se
hincaron, y bebieron a sus anchas de la superficie del
arroyo. Aquellos que tomaron el agua [593] en la mano no
fueron sino trescientos entre diez mil; no obstante, fueron
elegidos, y al resto se le permitió volver a sus hogares.
El carácter se prueba a menudo por los medios más
sencillos. Los que en un momento de peligro se
empeñaban en suplir sus propias necesidades, no eran
hombres en quien es se podía confiar en una emergencia.
El Señor no tiene en su obra cabida para los indolentes y
para los que suelen complacer el apetito. Escogió a los
hombres que no permitieron que sus propias necesidades
les hicieran demorar el cumplimiento del deber. No sólo
poseían valor y dominio de si mismos los trescientos
hombres elegidos, sino que eran también hombres de fe.
No los había contaminado la idolatría. Dios podía
dirigirlos, y por su medio librar a Israel. El éxito no
depende del número. Tanto puede Dios libertar por medio
de pocos como de muchos. No le honra tanto el gran
número como el carácter de quienes le sirven.
Los israelitas se apostaron en la cumbre de una colina
que dominaba el valle donde acampaban los invasores. "Y
Madián, y Amalec, y todos los orientales, estaban tendidos
en el valle como langostas en muchedumbre, y sus
camellos eran innumerables, como la arena que está a la
ribera de la mar en multitud."
LOS PRIMEROS JUECES 677
Gedeón tembló cuando pensó en la lid del día siguiente.
Pero Dios le habló durante las horas de la noche, y
mandándole bajar con Fara, su asistente, al campamento
de los madianitas, le dio a entender que allí oiría algo que
le alentaría. Fue, y mientras esperaba en la obscuridad y
el silencio de la noche, oyó a un soldado relatar un sueño a
su compañero: "He aquí yo soñé un sueño: que veía un
pan de cebada que rodaba hasta el campo de Madián, y
llegaba a las tiendas, y las hería de tal manera que caían,
y las trastornaba de arriba abajo, y las tiendas caían." El
otro le contestó en palabras que conmovieron el corazón
de aquel oyente invisible: "Esto no es otra cosa sino la
espada de Gedeón hijo de Joas, varón de [594] Israel:
Dios ha entregado en sus manos a los Madianitas con todo
el campo." Gedeón reconoció la voz de Dios que le
hablaba por medio de aquellos forasteros madianitas.
Volviéndose al sitio donde estaban los pocos hombres que
mandaba, les dijo: "Levantaos, que Jehová ha entregado el
campo de Madián en vuestras manos."
Por indicación divina, le fue sugerido un plan de ataque
y lo puso inmediatamente en ejecución, Los trescientos
hombres fueron divididos en tres compañías. A cada
hombre se le dio una trompeta y una antorcha escondida
en un cántaro de barro. Los hombres se distribuyeron en
tal forma que llegaran al campamento madianita de
distintas direcciones. En medio de la noche, al toque del
cuerno de guerra de Gedeón, las tres compañías tocaron
sus trompetas; y luego, rompiendo sus cántaros, sacaron a
relucir las antorchas encendidas y se precipitaron contra el
enemigo lanzando el terrible grito de guerra: "¡La espada
de Jehová y de Gedeón!"
El ejército que dormía se despertó de repente. Por
todos lados, se veía la luz de las antorchas encendidas.
En toda dirección se oía el sonido de las trompetas, y el
678 PATRIARCAS Y PROFETAS

clamor de los asaltantes. Creyéndose a la merced de una


fuerza abrumadora, los madianitas se volvieron presa del
pánico. Con frenéticos gritos de alarma, huían para salvar
la vida, y tomando a sus propios compañeros como
enemigos se mataban unos a otros.
Cuando cundieron las nuevas de la victoria, volvieron
miles de los hombres de Israel que habían sido
despachados a sus hogares, y participaron en la
persecución del enemigo que huía. Los madianitas se
dirigían hacia el Jordán, con la esperanza de llegar a su
territorio, allende el río. Gedeón envió mensajeros a los de
la tribu de Efraín, para incitarlos a que interceptaran el
paso a los fugitivos en los vados meridionales. Entretanto,
con sus trescientos hombres, "cansados, pero siguiendo el
alcance de los fugitivos" (Jue 8: 4, V.M.), Gedeón cruzó el
río, en busca de los que ya habían ganado la ribera
opuesta. Los dos príncipes, Zeba y Zalmuna, quienes
encabezaban [595] toda la hueste, y habían escapado con
un ejército de quince mil hombres, fueron alcanzados por
Gedeón, quien dispersó completamente su fuerza, y
capturó a sus jefes y les dio muerte.
En esta derrota decisiva, no menos de ciento veinte mil
de los invasores perecieron. Fue quebrantado el dominio
de los madianitas, de modo que nunca más pudieron
guerrear contra Israel. Cundió rápidamente por todas
partes la noticia de que nuevamente el Dios de Israel había
peleado por su pueblo. Fue indescriptible el terror que
experimentaron las naciones vecinas al saber cuán
sencillos habían sido los medios que prevalecieron contra
el poderío de un pueblo audaz y belicoso.
El jefe a quien Dios había escogido para derrotar a los
madianitas no ocupaba un puesto eminente en Israel. No
era príncipe, ni sacerdote, ni levita. Se consideraba como
LOS PRIMEROS JUECES 679
el menor en la casa de su padre, pero Dios vio en él a un
hombre valiente y sincero. No confiaba en si mismo, y
estaba dispuesto a seguir la dirección del Señor. Dios no
escoge siempre, para su obra, a los hombres de talentos
más destacados sino a los que mejor puede utilizar.
"Delante de la honra está la humildad." (Prov. 15: 33.) El
Señor puede obrar más eficazmente por medio de los que
mejor comprenden su propia insuficiencia, y quieran
confiar en él como su jefe y la fuente de su poder. Los
hará fuertes mediante la unión de su debilidad con su
propio poder, y sabios al relacionar la ignorancia de ellos
con su sabiduría.
Si su pueblo cultivara la verdadera humildad, el Señor
podría hacer mucho más en su favor; pero son muy pocos
aquellos a quienes se les puede confiar alguna
responsabilidad importante o darles éxito sin que confíen
demasiado en sí mismos y se olviden de que dependen en
absoluto de Dios. Este es el motivo por el cual, al escoger
los instrumentos para su obra, el Señor pasa por alto a los
que el mundo honra como grandes, talentosos y brillantes.
Con demasiada frecuencia son orgullosos y presumidos.
Se creen competentes para actuar sin consejo de Dios.
El simple acto de tocar la trompeta, de parte del ejército
[596] de Josué alrededor de Jericó y de parte del pequeño
grupo de Gedeón entre las huestes de Madián, resultó
eficaz, por el poder de Dios, para anonadar el poderío de
sus enemigos. El sistema más completo que los hombres
hayan concebido jamás, si está privado del poder y de la
sabiduría de Dios, resultará en un fracaso, mientras que
tendrán éxito los métodos menos promisorios cuando sean
divinamente ordenados, y ejecutados con humildad y fe.
La confianza en Dios y la obediencia a su voluntad, son tan
esenciales para el cristiano en la guerra espiritual como lo
fueron para Gedeón y Josué en sus batallas contra los
680 PATRIARCAS Y PROFETAS

cananeos. Mediante las repetidas manifestaciones de su


poder en favor de Israel, Dios quería inducirle a tener fe en
él, a buscar con confianza su ayuda en toda emergencia.
Está igualmente dispuesto a obrar en cooperación con los
esfuerzos de su pueblo hoy y a lograr grandes cosas por
medio de instrumentos débiles. Todo el cielo espera que
pidamos sabiduría y fortaleza. Dios "es poderoso para
hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo
que pedimos o entendemos." (Efes. 3: 20.)
Al volver Gedeón de perseguir a los enemigos de la
nación, hubo de arrostrar las censuras y acusaciones de
sus conciudadanos. Cuando convocó a los hombres de
Israel contra los madianitas, la tribu de Efraín se quedó
atrás. Consideraban este esfuerzo como una empresa
peligrosa; y como Gedeón no les mandó un llamamiento
especial, se valieron de esta excusa para no unirse a sus
hermanos. Pero cuando recibieron noticias del triunfo de
Israel, los hijos de Efraín sintieron envidia porque no
habían tenido parte en él. Después de la derrota de los
madianitas, los hombres de Efraín habían ocupado los
vados del Jordán, por orden de Gedeón, e impedido así
que escaparan los fugitivos. Esto permitió dar muerte a
muchos enemigos, y entre ellos a los dos príncipes Oreb y
Zeeb. En esta forma los hombres de Efraín prolongaron la
batalla y ayudaron a completar la victoria. Sin embargo, se
llenaron de celos y enojo, como si Gedeón se hubiese
guiado por su [597] propia voluntad y juicio. No podían
discernir la mano de Dios en el triunfo de Israel ni apreciar
el poder y la misericordia de él en su liberación; y este
mismo hecho demostraba que eran indignos de ser
escogidos como sus instrumentos especiales. Al regresar
con los trofeos de la victoria, dirigieron este airado
reproche a Gedeón: " ¿Qué es esto que has hecho con
nosotros, no llamándonos cuando ibas a la guerra contra
LOS PRIMEROS JUECES 681
Madián?"
¿Qué he hecho yo ahora como vosotros? —dijo
Gedeón.— ¿No es el rebusco de Ephraim mejor que la
vendimia de Abiezer? Dios ha entregado en vuestras
manos a Oreb y a Zeeb, príncipes de Madián: ¿y qué pude
yo hacer como vosotros?"
Los celos podrían muy bien haberse exacerbado en riña
que habría causado conflicto y derramamiento de sangre;
pero la contestación modesta de Gedeón aplacó el enojo
de los hombres de Efraín, que regresaron en paz a sus
hogares. Aunque firme e intransigente cuando se trataba
de los principios, y "varón esforzado en la guerra," Gedeón
manifestó un espíritu de cortesía que no se ve a menudo.
En su gratitud porque lo había librado de los madianitas,
el pueblo de Israel propuso a Gedeón que se hiciera rey, y
que el trono quedara asegurado para sus descendientes.
Esta propuesta era una violación categórica de los
principios teocráticos. Dios era rey de Israel, y poner a un
hombre en el trono sería rechazar a su Soberano divino.
Gedeón reconocía este hecho; y su contestación
demuestra cuán fieles y nobles eran sus móviles. Declaró:
"No seré señor sobre vosotros, ni mi hijo os señoreará:
Jehová será vuestro Señor."
Pero Gedeón se dejó extraviar por otro error que
acarreó el desastre sobre su casa y sobre todo Israel. Es
frecuente que la época de inactividad que sigue a una gran
lucha entrañe más riesgos que el propio período de
conflicto. A tales peligros se vio expuesto Gedeón. Un
espíritu de inquietud se había apoderado de él. Hasta
entonces se había contentado con cumplir las
instrucciones que Dios le daba; pero ahora, en vez de
[598] esperar la dirección divina, empezó a hacer planes
682 PATRIARCAS Y PROFETAS

por su cuenta. Siempre que los ejércitos del Señor hayan


ganado una victoria señalada, Satanás redoblará sus
esfuerzos para destruir la obra de Dios. Así que fueron
sugeridos a la mente de Gedeón pensamientos y planes
por los cuales los israelitas fueron descarriados.
Por el hecho de que se le había mandado que ofreciera
un sacrificio sobre la roca donde el ángel se le había
aparecido, Gedeón concluyó que se le había designado
para que oficiara como sacerdote. Sin esperar la
aprobación divina, decidió proveerse de un lugar apropiado
e instituir un sistema de culto semejante al que se
practicaba en el tabernáculo. Gracias a la intensidad del
sentimiento popular, no encontró dificultad alguna para
realizar su proyecto. A pedido suyo le fueron entregados
como su parte del botín de, guerra todos los zarcillos de
oro arrebatados a los madianitas. El pueblo también
recogió muchos otros materiales valiosos, juntamente con
las prendas de vestir ricamente adornadas de los príncipes
de Madián. Del material que se obtuvo en esta forma
Gedeón hizo un efod y un pectoral o racional que imitaban
los usados por el sumo sacerdote. Su conducta resultó ser
un lazo para él y su familia, así como para todo Israel. El
culto ilícito indujo finalmente a mucha gente a abandonar
por completo al Señor, y a servir a los ídolos. Después de
la muerte de Gedeón, muchos, inclusive su propia familia,
participaron en esta apostasía. El pueblo fue apartado de
Dios por el mismo hombre que una vez había destruido su
idolatría.
Son pocos los que se dan cuenta de cuánto abarca la
influencia de sus palabras y hechos. ¡Cuán a menudo los
errores de los padres producen los efectos más
desastrosos sobre sus hijos y sobre los hijos de sus hijos,
mucho después de bajar a la tumba los protagonistas
mismos! Cada uno ejerce cierta influencia sobre los
LOS PRIMEROS JUECES 683
demás, y se le tendrá por responsable del resultado de esa
influencia. Las palabras y los hechos ejercen gran poder y
en el largo más allá se verán los efectos de la [599]
existencia que vivimos aquí. La impresión causada por
nuestras palabras y nuestras acciones redundará
seguramente en bendición o maldición para nosotros. Este
pensamiento da una, pavorosa solemnidad a la vida, y
debe impulsamos a rogar humildemente a Dios que nos
guíe por su sabiduría.
Los que ocupan puestos elevados pueden desviar a
otros. Aun los más sabios se equivocan; los más fuertes
pueden vacilar y tropezar. Es necesario que la luz del cielo
se derrame constantemente sobre nuestro sendero.
Nuestra única seguridad estriba en confiar implícitamente
nuestro camino a Aquel que dijo: "Sígueme."
Después de la muerte de Gedeón, "no se acordaron los
hijos de Israel de Jehová su Dios, que los había librado de
todos sus enemigos alrededor: ni hicieron misericordia en
la casa de Jerobaal Gedeón, conforme a todo el bien que
él había hecho a Israel." Olvidándose de todo lo que
debían a Gedeón, su juez y libertador, el pueblo de Israel
aceptó por rey a su hijo ilegítimo, Abimelec, quien, para
poder sostenerse en el poder, asesinó a todos menos uno
de los hijos legítimos de Gedeón. Cuando los hombres
desechan el temor de Dios, no tardan en alejarse del honor
y la integridad. El aprecio por la misericordia del Señor le
inducirá a uno a apreciar a aquellos que, como Gedeón,
han sido empleados como instrumentos para beneficiar a
su pueblo. El cruel proceder de Israel hacia la casa de
Gedeón era lo que podía esperarse de un pueblo que
manifestaba tan enorme ingratitud hacia Dios.
Después de la muerte de Abimelec, el gobierno de
algunos jueces que temían al Señor mantuvo por un
684 PATRIARCAS Y PROFETAS

tiempo en jaque a la idolatría; pero antes de mucho el


pueblo volvió a practicar las costumbres de las
comunidades paganas circundantes. Entre las tribus del
norte, los dioses de Siria y de Sidón tenían muchos
adoradores. Al sudoeste, los ídolos de los filisteos, y al
este los de Moab y Ammón, habían desviado del Dios de
sus padres el corazón de Israel. Pero la apostasía acarreó
rápidamente su castigo. Los amonitas subyugaron las
tribus [600] orientales, y cruzando el Jordán, invadieron el
territorio de Judá y el de Efraín. Al occidente, los filisteos,
ascendiendo de su llanura a orillas del mar, lo saqueaban y
quemaban todo por doquiera. Una vez más Israel parecía
haber sido abandonado al poder de enemigos implacables.
Nuevamente el pueblo pidió ayuda a Aquel a quien
había abandonado e insultado. "Y los hijos de Israel
clamaron a Jehová, diciendo: Nosotros hemos pecado
contra ti; porque hemos dejado a nuestro Dios, y servido a
los Baales." (Jue. 10: 10-16.) Pero el pesar no había
obrado en ellos un arrepentimiento verdadero. El pueblo
se lamentaba porque sus pecados le había traído
sufrimientos, y no por haber deshonrado a Dios y violado
su santa ley. El verdadero arrepentimiento es algo más
que sentir pesar por el pecado. Consiste en apartarse
resueltamente del mal.
El Señor les contestó por medio de uno de sus profetas:
¿No habéis sido oprimidos de Egipto, de los Amorrheos,
de los Ammonitas, de los Filisteos, de los de Sidón, de
Amalec y de Maón, y clamando a mí os he librado de sus
manos? Mas vosotros me habéis dejado, y habéis servido
a dioses ajenos; por tanto yo no os libraré más. Andad, y
clamad a los dioses que os habéis elegido, que os libren
en el tiempo de vuestra aflicción. Estas palabras solemnes
y temibles encauzan el pensamiento hacia otra escena: la
del gran día del juicio final, cuando los que rechazaron la
LOS PRIMEROS JUECES 685
misericordia de Dios y menospreciaron su gracia serán
puestos frente a su justicia. En aquel tribunal, los que
dedicaron al servicio de los dioses de este mundo los
talentos que Dios les dio, deberán rendir cuenta del
empleó de su tiempo, sus recursos y su intelecto.
Abandonaron a su verdadero y tierno Amigo, para seguir el
sendero de la conveniencia y del placer mundano. Se
proponían volver a Dios alguna vez; pero el mundo, con
sus locuras y engaños, absorbió su atención. Las
diversiones frívolas, el orgullo de los atavíos y la
satisfacción de los apetitos endurecieron su corazón y
embotaron su conciencia, de tal manera que ya no [601]
oyeron la voz de la verdad. Menospreciaron el deber.
Tuvieron en poco las cosas de valor infinito, hasta que
desapareció de su corazón todo deseo de hacer sacrificios
por Aquel que tanto dio para el hombre. Pero en el tiempo
de la siega cosecharán lo que sembraron.
El Señor dijo: "Por cuanto llamé, y no quisisteis; extendí
mi mano, y no hubo quien escuchase; antes desechasteis
todo consejo mío y mi reprensión no quisisteis; también yo
me reiré en vuestra calamidad, y me burlaré cuando os
viniere lo que teméis; cuando viniere como una destrucción
lo que teméis, y vuestra calamidad llegare como un
torbellino; cuando sobre vosotros viniere tribulación y
angustia. Entonces me llamarán, y no responderé;
buscarme han de mañana, y no me hallarán: por cuanto
aborrecieron la sabiduría, y no escogieron el temor de
Jehová, ni quisieron mi consejo, y menospreciaron toda
reprensión mía: comerán pues del fruto de su camino, y se
hartarán de sus consejos." "Mas el que me oyere, habitará
confiadamente, y vivirá reposado, sin temor de mal." (Prov.
1: 24-31, 33.)
Los israelitas se humillaron entonces ante el Señor. "Y
quitaron de entre sí los dioses ajenos, y sirvieron a
686 PATRIARCAS Y PROFETAS

Jehová." Y el corazón amoroso del Señor se acongojó, "su


alma fue angustiada a causa del trabajo de Israel." ¡Oh!
¡cuán longánime es la misericordia de nuestro Dios!
Cuando su pueblo se apartó de los pecados que le habían
privado de la presencia de Dios, él oyó sus oraciones y en
seguida comenzó a obrar en su favor.
Le suscitó un libertador en la persona de Jefté el
galaadita, quien hizo guerra contra los amonitas, y
quebrantó eficazmente su poder. Durante dieciocho años,
Israel había sufrido bajo la opresión de sus enemigos, y sin
embargo volvió a olvidar la lección ensenada por los
padecimientos.
Cuando su pueblo volvió a sus malos caminos, el Señor
permitió que nuevamente lo oprimiesen sus poderosos
enemigos los filisteos. Durante muchos años fueron
acosados [602] constantemente, y a veces completamente
subyugados, por esta nación cruel y belicosa. Habían
acompañado a estos idólatras en sus placeres y en su
culto, a tal grado que parecían unificados con ellos en
espíritu e intereses. Entonces estos pretensos amigos de
Israel se trocaron en sus enemigos más acérrimos, y por
todos los medios procuraron su completa destrucción.
Como Israel, los cristianos ceden a menudo a la
influencia del mundo, y se amoldan a sus principios y
costumbres para ganar la amistad de los impíos; pero al fin
se verá que estos supuestos amigos son sus enemigos
más peligrosos. La Biblia enseña clara y expresamente
que no puede haber armonía entre el pueblo de Dios y el
mundo. "Hermanos míos, no os maravilléis si el mundo os
aborrece." (1 Juan 3: 13.) Nuestro Salvador dice: "Si el
mundo os aborrece, sabed que a mí me aborreció antes
que a vosotros." (Juan 15: 18.) Satanás obra por medio de
los impíos, bajo el disfraz de una presunta amistad, para
LOS PRIMEROS JUECES 687
seducir a los hijos de Dios y hacerlos pecar, a fin de
separarlos de él, y una vez eliminada la defensa de ellos,
inducirá a sus agentes a volverse contra ellos y procurar su
destrucción. [603]

También podría gustarte