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Desde su inicio hasta su culminación, la gestión gubernamental de Alan García estuvo acompañada
por el fenómeno subversivo en su doble expresión: Sendero Luminoso y el MRTA. Pero, a diferencia
del régimen precedente, puede decirse que entonces la insanía terrorista se extendió e intensificó casi
a escala nacional. Un resumen nos muestra el siguiente panorama:
Hacia mediados de 1989 (un año antes de culminar el mandato aprista), los atentados terroristas se
habían multiplicado a lo largo y ancho del territorio y –según cifras oficiales– habían causado 18 mil
muertes. Regiones enteras como la del Huallaga, en la selva, y casi todas las alturas de los Andes
centrales, estaban prácticamente controladas por las hordas subversivas. ¿Las víctimas? Gente
humilde, “esos seres del montón que en todas partes son las víctimas privilegiadas del terrorismo”,
según anota Mario Vargas Llosa en su libro El pez en el agua. Según fuentes confiables, del total de
20 mil muertes causadas por la subversión hasta ese momento, el 90% eran campesinos, los más
pobres entre los pobres del Perú. El terror campeaba en los Andes y en enormes sectores de la
Amazonía. En esas circunstancias, viajar a dichos parajes era difícil y peligroso. Como bien se
recuerda, los escasos caminos iban desapareciendo por falta de mantenimiento, producto de la crisis
económica; y en muchos lugares, Sendero Luminoso había dinamitado puentes y obstruido las
trochas. (…)
Pero, evidentemente, los estragos no quedaron ahí ni se limitaron a alejadas regiones. El terrorismo
también había destruido plantas experimentales de agricultura y ganadería, destrozado las
instalaciones y exterminado a centenares de vicuñas de la reserva de Pampa Galeras, saqueado las
cooperativas agrícolas del valle del Mantaro (las más dinámicas y prósperas de toda la sierra);
asesinado a promotores agrarios del Ministerio de Agricultura y a técnicos extranjeros venidos al Perú
en programas de cooperación, ahuyentado o asesinado a pequeños agricultores y pequeños mineros,
volado maquinaria, plantas eléctricas e hidroeléctricas; y liquidado en muchos lugares el ganado y a
cooperativistas y mineros que pretendían oponerse a su política de “barbarie y destrucción”. ¿El
objetivo? Aislar y asfixiar a las ciudades, sobre todo a Lima, para dejarlas sin alimentos. (…)
A estas alturas, la audacia de Sendero Luminoso lo había llevado a enseñorearse en la propia capital
limeña “símbolo antiguo del poder político formal”. Su presencia se había esparcido en fábricas,
sindicatos, colegios, universidades, cárceles y pueblos jóvenes, donde sus centros de adoctrinamiento
funcionaban a la vista de todo el mundo. Sus atentados nocturnos, precedidos por la voladura de
torres de electricidad de alta tensión, eran diarios, así como sus asesinatos selectivos.
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do gobierno de F.
Belaúnde
(1980-1985)
Primer gobierno de A.
L García
a (1985-1990)
d
Origen Desarrollo Acciones
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antisubversivas
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l Violencia terrorista
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