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FUENTE 1

LA INTERPRETACIÓN DEL PASADO

El pasado es por definición algo que ya no será modificado por nada. Pero el conocimiento del pasado
es una cosa en progreso que no deja de transformarse y perfeccionarse. A quién dudara de ello, bastaría con
recordarle lo que hemos presenciado desde hace más de un siglo: Egipto y Caldea sacudieron sus sudarios.
Las ciudades muertas de Asia central revelaron sus lenguas, ya que nadie sabía hablar, así como sus
religiones, hace tiempo apagadas. También cuenta la ingeniosidad de los investigadores que indagan aún más
en las bibliotecas, que abren en los viejos suelos nuevas zanjas.

Sin embargo, los exploradores del pasado no son hombres del todo libres. El pasado es su tirano. No
les permite conocer de él sino lo que él mismo les proporciona. Nunca podremos establecer una estadística de
precios de la época merovingia, porque ningún documento registró estos precios en cantidad suficiente.
Tampoco podremos penetrar en la mentalidad de los hombres del siglo XI europeo. Tal es la suerte común de
todos los estudiosos cuya misión es la de escrutar fenómenos pasados. Así, el prehistoriador que carece de
escritos no es más capaz de restituir las glándulas internas de un plesiosaurio del que no queda más que el
esqueleto. Siempre es desagradable decir: “No sé, no puedo saber”. Pero hay momentos en que el deber más
imperioso del científico es resignarse a la ignorancia y confesarlo honestamente.

(Bloch, 1982, pp. 49-50)

FUENTE 2

CASOS DE MANIPULACIÓN HISTÓRICA EN LA ANTIGÜEDAD

En el pasado era frecuente ocultar o alterar la información acerca de un periodo histórico. Los antiguos
gobernantes egipcios, por ejemplo, no aceptan una derrota militar, por lo que no dejaban constancia de ellas
o, en algunos casos, incluso metían y hacían escribir que habían ganado. Un caso ilustrativo al respecto fue el
tratamiento histórico que recibió la batalla de Qadesh, que enfrentó a los imperios egipcio e hitita. Ambos
pueblos se declararon vencedores de dicho enfrentamiento en sus momentos y documentos oficiales.

En la Roma imperial, existía una condena emitida por el Senado según la cual se eliminaba cualquier
vestigio de la existencia de algún personaje considerado enemigo del Estado. Este castigo era llamado
damnatio memoriae (condena de la memoria, en latín). Así, eran destruidas imágenes, inscripciones y
estatuas. Hasta se prohibía el uso del nombre del condenado a la damnatio memoriae. Incluso algunos
emperadores sufrieron tal condena por parte del Senado.

(Santillana, 2015, pág. 13)

Relieve que muestra a guerreros Asirios en


su lucha con los Elamitas. Muchas de las
fuentes que dejaron los antiguos
gobernantes buscaban exaltar sus hazañas
bélicas, lo que lograban mostrando sólo
una visión de los hechos.

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