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Sin excluir otras posibles denominaciones, hay tres calificativos del paro
comúnmente aceptados: paro friccional, paro cíclico y paro estructural.
Paro friccional es el que se deriva de los cambios de trabajo de las personas o
de sus distintas decisiones a lo largo del ciclo vital. De forma continua, hay
trabajadores que abandonan su empleo para buscar otro o que necesitan
trasladarse de lugar geográfico y han de variar de empleo por tal razón; o
mujeres que, liberadas del cuidado de los hijos, vuelven al mercado de trabajo.
Paro cíclico es el que resulta del lento ritmo de expansión de una economía y
que por tanto, puede reabsorberse con la elevación de ese ritmo. Recibe
también el nombre de paro keynesiano porque trae causa del nivel insuficiente
de la demanda global.
Paro estructural es el que no puede reducirse con un más rápido crecimiento,
lo que significa que todo intento de recortarlo mediante los estímulos de
demanda tendrá como necesario resultado un aumento de la inflación. El paro
estructural depende de una serie de circunstancias económicas y sociales,
como son, por ejemplo, los mecanismos de fijación de salarios o la amplitud de
la cobertura de desempleo.
Hasta finales de los años setenta del siglo XX, las ideas imperantes sobre el
nivel de empleo de una economía reproducían dos modelos simples: el
neoclásico y el keynesiano. El primero, anclado en las características de los
mercados, y el segundo, en el ritmo de la actividad económica.
Para los neoclásicos existe en cada uno de los mercados de trabajo una curva
de oferta y una de demanda. La curva de la oferta (es decir, la que representa
las pretensiones de los trabajadores) es la que iguala, en cada uno de sus
puntos, el salario real y la desutilidad marginal del trabajo; es una curva
creciente con el nivel de salarios reales, puesto que, a mayor salario, el
trabajador estará dispuesto a realizar un mayor esfuerzo, a soportar una
desutilidad mayor. La intersección de las dos curvas fijará, por tanto, un punto
de equilibrio que determinará el nivel de empleo y el de salarios reales.
Para los keynesianos la formulación es radicalmente distinta, puesto que el
nivel de empleo no se determina en función de las curvas de oferta y demanda
de trabajo. El nivel de empleo es una demanda derivada que depende del nivel
de actividad económica, nivel de actividad económica que a su vez, depende
de la demanda global de la economía. En este caso, que el nivel de empelo se
determina en el conjunto de la actividad económica; tiene por tanto una
dimensión macroeconómica.
Las cifras de desempleo del área OCDE mostraban en el año 2000 una ligera
mejoría con relación a las de 1993. Y ello peso a la ampliación del número de
países, algunos de los cuales sufren de elevadas tasas de paro.
En buena medida, esa mejoría deriva de la reducción del desempleo cíclico,
consecuencia, a su vez, del crecimiento rápido de algunas economías sobre
todo en la segunda mitad de los años noventa del siglo pasado.
Hay que tener en cuenta que USA goza de muchas ventajas relacionadas con
la innovación:
Ocupa el primer lugar en el campo de la investigación básica; por ser una
potencia militar donde toma gran importancia el Internet por medio del cual
podían compartir información por más alejados que estuvieran así reducían
gastos y evitar riesgos; todo esto es una ventaja para la economía
norteamericana teniendo en cuenta que la asimilación de la red se hizo
antes que en cualquier otro país.
Pero aun así estados Unidos siempre tendrá la ventaja por la inversión en
investigación básica y la flexibilidad de sus mercados.
INFORME
INVESTIGACION I