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1. EN LOS PROLEGÓMENOS
En los meses previos al Cordobazo hubo un incremento de conflictos laborales, cuyos reclamos
recaían en la defensa de las condiciones de trabajo ante el aumento de la racionalización y los
despidos y acciones por aumentos salariales, tales como el trabajo a reglamento, los paros parciales o
quites de colaboración. Este escenario daba cuenta del surgimiento de una nueva camada de militantes
que trascendían las estructuras sindicales tradicionales y resurgían tras el ciclo de derrotas del 1966.
El Partido Comunista destacó la importancia de las protestas vividas en diversas provincias del
interior del país. Sostuvieron que fueron las propias masas movilizadas las que impusieron la unidad
de acción y forjaron un inicio de coordinación entre las tendencias de una CGT atomizada y,
por otro lado, que el éxito de esos conflictos obedeció a su gestación en el seno del movimiento
obrero y popular mediante la formación de comisiones coordinadoras en las fábricas (embriones de
articulación entre vecinos, estudiantes, obreros y fuerzas políticas) dando por tierra con la política de
colaboración sindical propiciada por Onganía. La mayor debilidad recaía en la desconexión entre sí,
por lo cual se imponía la unificación de distintas fuerzas antidictatoriales en un Centro Coordinador
nucleado bajo acuerdos mínimos.
Dentro del trotskismo, la conflictividad fue identificada como expresiones de una reanimación
desarrollada desde las bases en los ámbitos fabriles con ciertos rasgos de “espontaneísmo” y
“desorganización”, a partir de consignas reivindicatorias. Este partido vislumbró la aparición de una
nueva vanguardia obrera que comprendía la necesidad de desarrollar metodologías más contundentes,
extender los conflictos y coronar las luchas sindicales con un cambio político. Se vivenciaba un giro
en el desarrollo de las movilizaciones contra la dictadura y la necesidad de que las vertientes de la
CGT impulsaran un paro conjunto al que también se volcara el movimiento estudiantil. Política
Obrera destacó el proceso de Córdoba como anticipo de la explosión por llegar, un fenómeno de
maduración política de la clase obrera visualizado en las huelgas automotrices dónde se tomaba
conciencia del papel y los métodos de las direcciones sindicales burocratizadas y se generaba una
ligazón con las luchas estudiantiles. El salto de la lucha obrera contra el régimen militar encontraba
como debilidad central la ausencia de una dirección revolucionaria del movimiento obrero y el vacío
que la burocracia había realizado ante el reclamo de paro nacional en solidaridad con Córdoba.
5. BALANCES Y PERSPECTIVAS
El levantamiento cordobés abrió un ciclo de protestas en el país que, partiendo de reivindicaciones
locales, pusieron en tela de juicio al régimen militar y contaron con el protagonismo de amplios
sectores. Para el PC, el aniversario del Cordobazo lo llevó a concluir que este estallido modificó el
panorama político y marcó un quiebre ante el ascenso de la lucha de masas y la descomposición de la
dictadura. Los sucesos posteriores le sirvieron para justificar su hipótesis de “giro a la izquierda” de
las masas, identificado en ciertas prácticas e, ideológicamente, en el desprestigio de las dirigencias
sindicales “de derecha” del peronismo. Luego de un año, el PRT-LV, la protesta comenzaba a
extenderse hacia Buenos Aires en rubros como los bancarios, telefónicos o docentes lo que reflejaba
la radicalización de la pequeña burguesía. Política Obrera evaluó que el país había ingresado en un
período de guerra civil entre el proletariado y la burguesía con una politización de las masas que ya no
podría frenarse por medio de un intervencionismo estatal conciliador. El PRT-EC reflexionó que la
clase obrera comprendió que los tradicionales aparatos sindicales crecieron a sus expensas bajo la
tolerancia de la burguesía y adaptados el régimen capitalista. El PCR aseveró que ya podía
vislumbrarse la influencia de la organización sobre el proletariado en detrimento de “corrientes
populistas”. Identificó como rasgos superadores la tendencia al enfrentamiento directo y la
utilización de formas elevadas de lucha. También visualizó un avance en el movimiento estudiantil al
cobrar sus luchas un creciente tono antidictatorial y antiimperialista.
La crisis acelerada del régimen político posibilitó a las izquierdas proyectar diversas perspectivas.
El PC recayó en la necesidad de derrocamiento del onganiato a través de la acción de masas y la
constitución de un nuevo tipo de gobierno provisional de amplia coalición en su reemplazo, en el que
participaran diversas fuerzas antidictatoriales y democráticas. El PRT-LV pronosticó la posibilidad
de un recambio dentro del sistema consistente en la búsqueda de una salida democrática por parte de
diversas facciones de la burguesía y el ejército. Su argumento recayó en no dejar libradas las
demandas de elecciones democráticas a “organizaciones burguesas o burocráticas” sino tomarlas
como propias y ligarlas a la necesidad de la movilización para efectivizarlas. Política Obrera se
propuso la gestación de un programa revolucionario que contemplara al conjunto de las
reivindicaciones inmediatas, sindicales o económicas, en combinación con consignas políticas
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directas pugnando por unificar a todas ellas con los métodos de la acción de masas y de la guerra civil
revolucionaria. El PRT-EC destacó la consagración de la violencia como una forma de lucha
legítima e inevitable por parte de sectores cada vez más amplios que simpatizaban con las acciones
realizadas. Aceleró los tiempos de formación de un ejército revolucionario, el Ejército Revolucionario
del Pueblo (ERP), una herramienta subsidiaria del partido que posibilitara la preparación y el inicio de
la guerra
revolucionaria.