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DATOS GENERALES:

Nombre: Carmen Eulalia

Apellido: Campoamor Rodríguez

Fecha y lugar de nacimiento: 12 de febrero de 1888, Madrid, España

Fecha y lugar de muerte: 30 de abril de 1972, Lausana, Suiza

Progenitores: Manuel Campoamor Martínez, Pilar Rodríguez Martínez

Hermanos: Ignacio Campoamor

Conyugue:

Fue: una abogada, escritora, política y defensora de los derechos de la mujer española

INTRODUCCION:

conseguir el voto femenino una meta mundial, tal vez no al mismo tiempo, pero poco a poco
algunas mujeres empezaron a salir de sus capullos y se dieron cuenta que no tenían los
mismos derechos que el hombre y se empezaron a preguntar por qué y ahí es cuando algunas
mujeres como Clara Campoamor alzan su voz sin miedo todo en busca de un mundo mejor.
Pero en la actualidad todavía hay muchas sociedades que son machistas o que la mujer es
tratada como inferior así que hay y puede haber mas mujeres como clara, en este trabajo se va
a ver la vida de una mujer que lucho por el voto femenino y que lamentablemente fue
olvidada.

Clara Campoamor la mujer olvidada

INFANCIA:

Clara Campoamor nació el 12 de febrero de 1888 en Madrid España, falleció el 30 de abril de


1972, Lausana, suiza. Creció en el ceno de una familia modesta y trabajadora. La bautizaron
con el nombre de Carmen Eulalia, pero ese nombre ella nunca lo adopto y tomo el nombre
Clara de su abuela.

Su padre mostro desde su nacimiento el deseo de que ella fuera a la escuela y que algún día
fuera a la universidad, un pensamiento un tanto revolucionario para esos tiempos, ya que en
esos tiempos las mujeres no estudiaban, solo se quedaban en el hogar, cuidando a los hijos.

Pero la vida dio un giro ya que su padre se enferma y muere, cuando ella solo tenia 10 años, su
madre con mucho esfuerzo internarla en una escuela para monjas, pero dos años después deja
la escuela para ayudar a su madre, sin dejar de lado la esperanza de que cuando vengan
mejores tiempos volvería a estudiar.

Cuando ella deja la escuela una de sus maestras le regala el libro “la mujer de provenir” de
concepción arenal, ella le explica que ese libro había sido escrito en 1861 y que esa mujer se
había disfrazado de hombre para poder entrar a la universidad y había defendido los derechos
de la mujer hasta su muerte, este libro fue un punto fundamental para su educación y siguió
los pasos de esta mujer.

A los trece años se pone a ayudar a su madre en el negocio, a coser y a ser dependienta de
varios negocios. Son años de trabajo sobre todo de auténtica formación autodidacta, ya que en
esa época se hace asidua en la biblioteca de su barrio y con la ayuda del librero empieza a
interesarse en la política y en defensa de los derechos de la mujer gracias a libros como “la
inferioridad mental de la mujer” y otros por los que entiende que en la sociedad que vive debe
cambiar. Especialmente inverosímil es la afirmación de un libro llamado la higiene en el
matrimonio refiriéndose a las mujeres que ocupan cargos diferentes a los que según la época
eran los adecuados para ellas y dice así:

“Mujeres hay en quienes el clítoris adquiere un desarrollo considerable, como de tres, cuatro, y
hasta cinco pulgadas de largo; en este caso su semejanza con un pene es completa…así es que,
por lo general, esas mujeres tienen poco pecho, facciones varoniles, velo o pelo en la barba, y
aficiones extrañas a su sexo.”

JUVENTUD:

En su juventud deja de ser dependienta y se una al cuerpo auxiliar de telégrafos en el año de la


semana trágica de Barcelona, 1909. Clara para un tiempo como funcionaria en Zaragoza y mas
tarde en San Sebastián donde se establece por cuatro años. Ya en 1914 vuelve a Madrid donde
trabaja como profesora de mecanografía y ortografía en la escuela de mujeres adultas y
también como secretaria del periódico “la tribuna”. En la escuela vio la oportunidad de
enseñarle a las mujeres que no habían tenido la oportunidad de hacerlo cuando eran niñas, y
ahora después de tanto tiempo y trabajo lo podrían hacer, en este momento se da cuenta de
que no solo es necesario educar a las niñas, sino para que cambie conciencia también hay que
educar a las madres.

En 19021, con 33 años, clara decide iniciar sus estudios de bachillerato y en cuatro años logra
acabarlos junto con la carrera de Derecho.

ADULTES:

La descomposición del sistema de la restauración desemboca en una dictadura con el


consentimiento del rey Alfonso XIII. El 21 de septiembre de 1923 el general Miguel Primo de
Rivera pone fin al ficticio sistema parlamentario para dejar paso a una dictadura que duraría 8
años. No era el contexto más favorable para una lucha feminista pues el dictador buscaba una
España viril, un movimiento de hombres según decía su discurso.

Mientras tanto clara sigue con su frenética actividad y en 1925, ya como abogada imparte su
primera conferencia en la Academia de Jurisprudencia. Abrió un bufete de abogados en
Madrid, al mismo tiempo que al mismo tiempo que su futura compañera diputada Victoria
Kent. Se estrenará en los tribunales y defenderá algún caso incluso en tribunal supremo donde
conocerá al que futuramente será el presidente de la republica Alcalá Zamora.

Su bufete se ocupará de casos relacionados con la paternidad de ellos niños ya que en esos
tiempos la única adultera era la mujer y no se podía demostrar la paternidad del padre, por lo
que siempre ganaban ellos.

Clara en desacuerdo con la dictadura, no colabora con el régimen: no acepta formar parte de
la dirección del ateneo impuesta por el gobierno, ni de los comités del ministerio de trabajo y
rechazara la cruz d Alfonso XIII que le concedió la Academia de Jurisprudencia. Ella siempre
tuvo claras sus preferencias políticas y cuando un periodista le pregunto ella respondió:
“Republica siempre república. Me parece la forma de gobierno más conforme con la evolución
de los pueblos. Y, en muchos casos la mas adecuada a la situación de un país como España. La
republica me parece superior a cualquier otro régimen.”

Llegamos así al 12 de abril de 1931 y la proclamación de la segunda república. Mientras que


todo el país lo celebraba en las calles Alfonso XIII huía hacia el exilio, pero eso sí, con muchos
millones para sus gastos. La republica tan ansiada por los españoles abría paso a nuevas
esperanzas, ¿pero se cumplirían sus expectativas?

Lo primero que hizo el gobierno provisional fue modificar la ley electoral de 1907 con el
decreto del 9 de abril de 1931: rebajaba la edad electoral a los 23 años, pero seguía
reservando el derecho de voto solo para los hombres. La gran concesión del gobierno era
declarar elegibles a las mujeres y a los curas. Clara pensó que eran un derecho a medias, pero
quiso aprovecharlo para poder cambiar las cosas.

Clara formaba parte del partido Acción Republicana de Manuel Azaña, desde 1929, pero
cuando planteo estar en las litas, el partido le negó su petición. La noticia se esparció por lo
cual es Partido Radical de Alejandro Lerroux le da la oportunidad de estar en las litas de su
partido por Madrid. Finalmente, el 28 de junio consiguió el apoyo de 56.371. Clara Campoamor
y Victoria Kent fueron las únicas y primeras mujeres diputadas en la historia de España.

Clara formo parte de la comisión que se encargaría de redactar el proyecto de la nueva


constitución. Parecía que los dirigentes de la republica eran muy progresistas y que estaban de
acuerdo con la igualdad de género, pero no era así.

El primer problema con el que se topo fue cuando se discutía el artículo que tenía que tratar el
derecho a la igualdad:

” No podrá ser fundamento de privilegio jurídico: el nacimiento, la clase social, las riquezas, las
ideas políticas y las creencias religiosas. Se reconoce, en principio, en la igualdad de derechos
de los dos sexos.”

Ese “en principio” no le gusto a Clara ya que dejaba la lectura del articulo al juicio de quien lo
leyera, y por lo tanto podía ser utilizado en su contra. Clara propuso incluir el sexo como
condición que no seria motivo de privilegio jurídico y eliminar el en principio.

El primer obstáculo fue pasado y ara sorpresa de la diputada las leyes que convertían a la
mujer en ciudadana en pleno derecho estaban siendo aprobadas: derecho a la nacionalidad, a
la igualdad entre hombres y mujeres en el matrimonio, a la investigación de la paternidad y la
protección de la maternidad, al divorcio, al voto…

Pero seguida de esta aparente calma de la comisión llego la tempestad en la cámara algunas d
las intervenciones en contra del derecho del voto de la mujer fueron las siguientes:

“Traéis a la Constitución el voto de las mujeres. Permitidme que, rindiendo fervoroso culto a
esa mitad del genero humano, os diga que el voto de las mujeres es un elemento peligrosísimo
para la república; que la mujer española merece hoy toda clase de respeto dentro de aquel
hogar español cantón Gabriel y Galán como ama de casa; que como educadora de sus hijos
también merece alabanzas de los poetas; pero que la mujer como política es retardaría y
retrograda; todavía no se ha separado de la influencia da la sacristía y del confesionario, y al
dar el voto a las mujeres se pone en sus manos un arma política que acabara con la Republica…
Nosotros queremos realidades, no hablamos ara la galería. Yo creo que a la mujer puede
dársele el derecho pasivo, el derecho de ser elegida, pero nunca el derecho a ser electora”
(palabras del diputado de su partido, José Álvarez Buylla)

La diputada contestará a su compañero de filas y será la primera vez que una mujer habla en el
parlamento español el 1 de septiembre de 1931:

“Sr Álvarez Buylla toda constitución tiene mucho de reparación, toda constitución es el triunfo
que implanta el derecho de un sector o de una clase oprimida, desconocida, anulada…la teoría
democrática es que el representante sea la figura exacta del representado. Si su idea pasara, el
primer artículo de nuestra constitución podría decir que España es una república democrática y
que todos los poderes emanan del pueblo; pero para mí, para la mujer, para los hombres que
estiman el principio democrático como obligatorio, ese artículo no diría más que una cosa:
España es una república aristocrática, de privilegio masculino. Todos sus derechos emanan
exclusivamente del hombre…yo me he regocijado pensando que en esta constitución será, por
su época y su espíritu, la mejor hasta ahora de las que existen en el mundo civilizado, la mas
libre, la mas avanzada. Me he regocijado pensando que España será el primer país latino en
que el derecho de la mujer sea reconocido, marcando el rumbo a otros países. No dejéis que
sea otra nación la que se pueda poner a la cabeza de su constitución, en días próximos, la
libertad de la mujer vuestra compañera”.

Otra intervención digna de mención es la del diputado Gallego Roberto Novoa Santos,
conocido doctor que había hecho un estudio particular titulado “La indigencia particular del
sexo femenino”. Sus palabras no dejan indiferente a nadie:

“Por qué hemos de conceder a la mujer los mismos títulos y los mismos derechos políticos que
al hombre? ¿Son por ventura ecuación? ¿Son acaso organismos igualmente capacitados? Por
mi parte, no he sido nunca sospechoso, de largos años acá, defendiendo o postulando un
criterio acerca de la inferioridad o de la capacidad mental del sexo femenino. Y esto no huele a
reacción, esto no es un retorno ancestral, no es una posición reaccionaria ante un régimen o
ante una convicción profundamente liberal y sentida, es la expresión de una convicción
biológica de que los sexos no son desiguales, sino diversos simplemente, y que la única
estructura biológica es la pareja humana. La mujer es toda pasión, toda emoción, toda
sensibilidad; no es, en cambio, reflexión, no es espíritu crítico, no es ponderación. Por mi parte,
creo que podría concederse en el régimen electoral que la mujer fuese siempre elegible por los
hombres, pero, en cambio, que la mujer no fuese electora. Hoy, la mujer española, lo mismo la
mujer campesina que la mujer urbana, está bajo la presión de las instituciones religiosas; hay
una fuerza incoercible, un movimiento absorbente para que la mujer siga una cierta
trayectoria en el concierto vital, y yo pregunto: ¿Cuál ser el destino de la República si
concedemos el voto a las mujeres? Seguramente una reversión, un salto atrás. Y es que a la
mujer no la dominan la reflexión y el espíritu crítico, la mujer se deja llevar siempre de la
emoción. Por eso, yo creo que, en cierto modo, no le faltaba razón a mi amigo D. Basilio
Álvarez al afirmar que se haría del histerismo una ley. La mujer es eso, histerismo, y por ello es
voluble, versátil...Y por eso me pregunto: ¿En qué despeñadero nos meteremos si concedemos
el voto a la mujer?”
Los argumentos básicos de otros diputados eran: que la mujer es retrograda e inculta, que
estaba sometida al confesionario (es decir, a la Iglesia) y a su naturaleza histérica.

Clara tuvo que escuchar muchos argumentos más en contra del voto. En primer lugar, se
presentó una enmienda que proponía un voto desigual entre los hombres y mujeres, éstos
votarían con 23 años y las mujeres a los 45, no se aprobó, pero se defendió de la siguiente
forma:

” ...No ha muchos años, en un congreso internacional se estimó que la edad crítica de las
mujeres latinas se producía, poco más o menos, a los 45 años. Pues bien, cuando en el
Parlamento de mi patria se va a tratar de dar plenitud de los derechos electorales a la mujer,
traigo la cuestión de si se cree de buena fe que antes de esa edad crítica- no sé si quiero
emplear otra palabra- está perfectamente capacitada la bella mitad del género humano...”

En segundo lugar, apareció otra propuesta que pretendía posponer el derecho a una futura ley
de regulación del voto. Se defendió de la siguiente forma:

“Nosotros compartimos los deseos y los anhelos de cuantos aspiran a la igualdad de sexos en
materia electoral, pero tememos que el voto de la mujer venga a unirse a los que aquí forman
la extrema derecha. Negar el voto a la mujer, no; pero que se reserve la República un arma
defensiva: el derecho para concederlo en una ley electoral, para negarlo al día siguiente si la
mujer vota con los curas y con la reacción”.

A lo que Clara respondió:

“Sres. Diputados: yo no creo, no puedo creer, que la mujer sea un peligro para la República. En
otras partes, digo yo, está el peligro del cura y de la reacción, no en la mujer. Yo he visto a la
mujer reaccionar frente a la dictadura y con la República. Sres. Diputados, después de haber
afirmado que todos los españoles son iguales, ¿os atrevéis ahora a que el problema del voto lo
resuelvan otras Cortes más decididas que las actuales? Hacedlo, pero habréis echado en el
hemiciclo, en jirones y destrozadas, la lógica y la equidad.”

Especialmente duro para Clara fue escuchar a su compañera del Partido Radical Socialista
Victoria Kent diciendo que sería recomendable para la Republica aplazar el voto de la mujer:

“Señores Diputados, no es cuestión de capacidad, es una cuestión de oportunidad para la


República. Entiendo que la mujer, para encariñarse con un ideal, necesita algún tiempo de
convivencia con el mismo ideal. La mujer no se lanza a las cuestiones que no ve claras y por
esto entiendo que son necesarios algunos años de convivencia con la República, y cuando
transcurra este tiempo y vea la mujer los frutos de la República en su educación y en la vida de
sus hijos, la mujer será la más ferviente, la más ardiente defensora de la República”.

Lo último que diría Clara el 1 de octubre de 1931 antes de la votación fue el discurso que ha
pasado a la historia, como el que consiguió el voto femenino en España, que a 22pesar de ser
muy largo merece ser leído:

“Señores diputados: lejos yo de censurar ni de atacar las manifestaciones de mi colega,


señorita Kent, comprendo, por el contrario, la tortura de su espíritu al haberse visto hoy en
trance de negar la capacidad inicial de la mujer. Creo que por su pensamiento ha debido de
pasar, en alguna forma, la amarga frase de Anatole France cuando nos habla de aquellos
socialistas que, forzados por la necesidad, iban al Parlamento a legislar contra los suyos.
Respecto a la serie de afirmaciones que se han hecho esta tarde contra el voto de la mujer, he
de decir, con toda la consideración necesaria, que no están apoyadas en la realidad. Tomemos
al azar algunas de ellas. ¿Qué cuándo las mujeres se han levantado para protestar de la guerra
de Marruecos? Primero: ¿y por qué no los hombres? Segundo: ¿quién protestó y se levantó en
Zaragoza cuando la guerra de Cuba más que las mujeres? ¿Quién nutrió la manifestación pro
responsabilidades del Ateneo, con motivo del desastre de Anual, más que las mujeres, que iban
en mayor número que los hombres?¡Las mujeres! ¿Cómo puede decirse que cuando las mujeres
den señales de vida por la República se les concederá como premio el derecho a votar? ¿Es que
no han luchado las mujeres por la República? ¿Es que al hablar con elogio de las mujeres
obreras y de las mujeres universitarias no está cantando su capacidad? Además, al hablar de
las mujeres obreras y universitarias, ¿se va a ignorar a todas las que no pertenecen a una clase
ni a la otra? ¿No sufren éstas las consecuencias de la legislación? ¿No pagan los impuestos
para sostener al Estado en la misma forma que las otras y que los varones? ¿No refluye sobre
ellas toda la consecuencia de la legislación que se elabora aquí para los dos sexos, pero
solamente dirigida y matizada por uno? ¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que
necesita una época, largos años de República, para demostrar su capacidad? Y ¿por qué no los
hombres? ¿Por qué el hombre, al advenimiento de la República, ha de tener sus derechos y han
de ponerse en un lazareto los de la mujer? Pero, además, señores diputados, los que votasteis
por la República, y a quienes os votaron los republicanos, meditad un momento y decid si
habéis votado solos, si os votaron sólo los hombres. ¿Ha estado ausente del voto la mujer?
Pues entonces, si afirmáis que la mujer no influye para nada en la vida política del hombre,
estáis -fijaos bien- afirmando su personalidad, afirmando la resistencia a acatarlos. ¿Y es en
nombre de esa personalidad, que con vuestra repulsa reconocéis y declaráis, por lo que cerráis
las puertas a la mujer en materia electoral? ¿Es que tenéis derecho a hacer eso? No; tenéis el
derecho que os ha dado la ley, la ley que hicisteis vosotros, pero no tenéis el derecho natural
fundamental, que se basa en el respeto a todo ser humano, y lo que hacéis es detentar un
poder; dejad que la mujer se manifieste y veréis como ese poder no podéis seguir
detentándolo. No se trata aquí esta cuestión desde el punto de vista del principio, que harto
claro está, y en vuestras conciencias repercute, que es un problema de ética, de pura ética
reconocer a la mujer, ser humano, todos sus derechos, porque ya desde Fitche, en 1796, se ha
aceptado, en principio también, el postulado de que sólo aquel que no considere a la mujer un
ser humano es capaz de afirmar que todos los derechos del hombre y del ciudadano no deben
ser los mismos para la mujer que para el hombre. Y en el Parlamento francés, en 1848, Víctor
Considerant se levantó para decir que una Constitución que concede el voto al mendigo, al
doméstico y al analfabeto -que en España existe- no puede negárselo a la mujer. No es desde el
punto de vista del principio, es desde el temor que aquí se ha expuesto, fuera del ámbito del
principio -cosa dolorosa para un abogado-, como se puede venir a discutir el derecho de la
mujer a que sea reconocido en la Constitución el de sufragio. Y desde el punto de vista práctico,
utilitario, ¿de qué acusáis a la mujer? ¿Es de ignorancia? Pues yo no puedo, por enojosas que
sean las estadísticas, dejar de referirme a un estudio del señor Luzuriaga acerca del
analfabetismo en España. Hace él un estudio cíclico desde 1868 hasta el año 1910, nada más,
porque las estadísticas van muy lentamente y no hay en España otras. ¿Y sabéis lo que dice esa
estadística? Pues dice que, tomando los números globales en el ciclo de 1860 a 1910, se
observa que mientras el número total de analfabetos varones, lejos de disminuir, ha
aumentado en 73.082, el de la mujer analfabeta ha disminuido en 48.098; y refiriéndose a la
proporcionalidad del analfabetismo en la población global, la disminución en los varones es
sólo de 12,7 por cien, en tanto que en las hembras es del 20,2 por cien. Esto quiere decir
simplemente que la disminución del analfabetismo es más rápida en las mujeres que en los
hombres y que de continuar ese proceso de disminución en los dos sexos, no sólo llegarán a
alcanzar las mujeres el grado de cultura elemental de los hombres, sino que lo sobrepasarán.
Eso en 1910. Y desde 1910 ha seguido la curva ascendente, y la mujer, hoy día, es menos
analfabeta que el varón. No es, pues, desde el punto de vista de la ignorancia desde el que se
puede negar a la mujer la entrada en la obtención de este derecho. Otra cosa, además, al
varón que ha de votar. No olvidéis que no sois hijos de varón tan sólo, sino que se reúne en
vosotros el producto de los dos sexos. En ausencia mía y leyendo el diario de sesiones, pude ver
en él que un doctor hablaba aquí de que no había ecuación posible y, con espíritu heredado de
Moebius y Aristóteles, declaraba la incapacidad de la mujer. A eso, un solo argumento: aunque
no queráis y si por acaso admitís la incapacidad femenina, votáis con la mitad de vuestro ser
incapaz. Yo y todas las mujeres a quienes represento queremos votar con nuestra mitad
masculina, porque no hay degeneración de sexos, porque todos somos hijos de hombre y mujer
y recibimos por igual las dos partes de nuestro ser, argumento que han desarrollado los
biólogos. Somos producto de dos seres; no hay incapacidad posible de vosotros a mí, ni de mí a
vosotros. Desconocer esto es negar la realidad evidente. Negadlo si queréis; sois libres de ello,
pero sólo en virtud de un derecho que habéis (perdonadme la palabra, que digo sólo por su
claridad y no con espíritu agresivo) detentado, porque os disteis a vosotros mismos las leyes;
pero no porque tengáis un derecho natural para poner al margen a la mujer. Yo, señores
diputados, me siento ciudadano antes que mujer, y considero que sería un profundo error
político dejar a la mujer al margen de ese derecho, a la mujer que espera y confía en vosotros;
a la mujer que, como ocurrió con otras fuerzas nuevas en 24la revolución francesa, será
indiscutiblemente una nueva fuerza que se incorpora al derecho y no hay, sino que empujarla a
que siga su camino. No dejéis a la mujer que, si es regresiva, piense que su esperanza estuvo en
la dictadura; no dejéis a la mujer que piense, si es avanzada, que su esperanza de igualdad está
en el comunismo. No cometáis, señores diputados, ese error político de gravísimas
consecuencias. Salváis a la República, ayudáis a la República atrayéndoos y sumándoos esa
fuerza que espera ansiosa el momento de su redención. Cada uno habla en virtud de una
experiencia y yo os hablo en nombre de la mía propia. Yo soy diputado por la provincia de
Madrid; la he recorrido, no sólo en cumplimiento de mi deber, sino por cariño, y muchas veces,
siempre, he visto que a los actos públicos acudía una concurrencia femenina muy superior a la
masculina, y he visto en los ojos de esas mujeres la esperanza de redención, he visto el deseo
de ayudar a la República, he visto la pasión y la emoción que ponen en sus ideales. La mujer
española espera hoy de la República la redención suya y la redención del hijo. No cometáis un
error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar; que no tendréis nunca
bastante tiempo para llorar al dejar al margen de la República a la mujer, que representa una
fuerza nueva, una fuerza joven; que ha sido simpatía y apoyo para los hombres que estaban en
las cárceles; que ha sufrido en muchos casos como vosotros mismos, y que está anhelante,
aplicándose a sí misma la frase de Humboldt de que la única manera de madurarse para el
ejercicio de la libertad y de hacerla accesible a todos es caminar dentro de ella. Señores
diputados, he pronunciado mis últimas palabras en este debate. Perdonadme si os molesté,
considero que es mi convicción la que habla; que ante un ideal lo defendería hasta la muerte;
que pondría, como dije ayer, la cabeza y el corazón en el platillo de la balanza, de igual modo
Breno colocó su espada, para que se inclinara en favor del voto de la mujer, y que además sigo
pensando, y no por vanidad, sino por íntima convicción, que nadie como yo sirve en estos
momentos a la República española.”
Por un estrecho margen de 40 votos el día 1 de octubre de 1931 el voto femenino fue
aprobado y con él el auténtico sufragio universal por primera vez en la historia de España.

La Asociación Nacional de Mujeres Españolas regaló una placa a Clara Campoamor en la que
figuraban dos fechas, una era el día en que una mujer habló por primera vez en las Cortes (el 1
de septiembre de 1931) y la otra fecha era el día en que se aprobó el derecho al voto para la
mujer (1 de octubre de 1931).

No obstante, habrá muchos intentos fallidos para lograr retrasar este derecho, por medio de la
introducción de disposiciones transitorias: unas pedían que se retrasara el derecho durante 8
años, otras hablaban de que una mujer solo podría votar en las elecciones generales si
previamente había votado en dos convocatorias de las municipales…en definitiva, intentaban
atrasar el derecho fuera como fuera.

Estas disposiciones fueron discutidas el día 1 de diciembre. Para estas alturas Clara ya estaba
agotada de esta lucha y tenía el ánimo algo caído. Cuenta ella misma que antes de entrar al
Congreso se encontró a un diputado que le preguntó por su estado de ánimo y después de
intercambiar impresiones él le dijo:

“Está luchando contra la historia. Y la historia siempre se resiste a cambiar, sobre todo cuando
sólo se puede usar la palabra para combatirla”.

Ese diputado era Pi y Arsuaga, que había defendido el derecho al voto, pero con restricciones.

El debate fue largo y denso, y antes de las votaciones Clara, respondiendo a otro diputado que
había traído unos supuestos estudios sobre la incapacidad de la mujer para votar, dijo:

“No sé en virtud de qué cálculos cree el diputado Peñalba que hay cinco millones de españolas
que no tienen preparación política. Y de los hombres, ¿Cuántos millones de ellos están
preparados? Exactamente los mismos. Los hombres no están preparados ni ciudadana ni
políticamente en España; tuvo mucho cuidado la monarquía de no prepararlos, y ésa es
nuestra labor presente. No habéis tenido tiempo de educar a los hombres siquiera, y claro está
que no podéis hablar de educar a las mujeres. Medís al país por vuestro miedo, pero yo os digo:
no seguéis el trigo verde. Una cuestión de tanta envergadura, como la de no cortar el camino
del derecho a más de la mitad de la raza, se ha tratado en este sentido. Unos: la mujer votará
bajo la égida del confesionario; otros: la mujer votará a los socialistas. Es decir, condicionáis el
voto de la mujer por miedo de que no os vote a vosotros. Este es todo vuestro contenido
filosófico.”

Finalmente, las disposiciones transitorias perdieron por cuatro votos, 131 frente a 127. De esta
manera el derecho al voto de la mujer quedaba reconocido y plasmado en la Constitución.

Y en las siguientes elecciones en las que las mujeres ejercieron por primera vez este derecho,
el 19 de noviembre de 1933, ganaron las derechas. Pasamos entonces del bienio Reformista al
bienio Restaurador o Negro.

Ni Clara Campo Amor ni Victoria Kent volvieron a ser elegidas, pero si aumentó el número de
mujeres en la Cámara, era cinco, y Margarita Nelken renovó escaño. Como se puede imaginar
se culpó a la mujer del triunfo de las derechas, y, por lo tanto, directamente a Clara
Campoamor, ignorando que la verdadera causa era que las derechas se habían mantenido
unidas en todo momento y que las izquierdas habían mostrado opiniones desiguales y no
habían colaborado en la campaña electoral. De hecho, las próximas elecciones de 1936 darán
el triunfo al Frente Popular, opción electoral de izquierdas unidas, mientras que la derecha se
mostró dividida.

” ...Las derechas españolas anticonstitucionales, enemigas resueltas de la República, no


encuentran en usted, ante mis ojos estupefactos, el menor dique, la más leve barrera.

Más que colaboradores, el Partido Radical ha descendido a ser el triste servidor de esas
derechas. Son ellas las que han invadido, absorbido, desmenuzado y contrahecho el Partido
Radical. ¿A qué secreto designio, propósito o anhelo sacrifica usted tantas cosas, señor
Lerroux?...Hoy ya no me es posible transigir y callar. Perdida la confianza y la fe, nada puede
retenerme en el Partido Radical...”

Unos meses después Clara pedirá el ingreso en el partido de Izquierda Republicana que había
salido de la unión de Acción Republicana y el Radical Socialista, pero será rechazada, con la
consiguiente desilusión que esto le proporciona. No encontrará lugar para militar en las
elecciones de 1936 y se irá a Londres desde donde vivirá el triunfo del Frente Popular. Este
triunfo le supuso una gran alegría y compensación a la derrota de 1933. Ella misma escribe en
su libro: “la mujer votó como quiso y como supo. Igual que lo habían hecho los hombres a lo
largo de la historia”.

En Londres escribirá “Mi pecado mortal” donde dejará plasmada toda su lucha por conseguir el
voto femenino, y su experiencia personal llena de alegrías y amarguras. El libro llegará a las
librerías en junio de 1936 y Clara volverá a España. Vivirá el Golpe de Estado del 18 de julio en
Madrid y sufrirá el exilio dos meses después.

EXILIO:

Después de dos años de exilio en Suiza, Clara se va a Argentina donde llega con 50 años.
Volverá dos veces a España, en 1947 y en 1951. Su intención era quedarse, pero las
acusaciones de masonería por parte del régimen se lo impiden. La ley para la prevención de la
masonería preveía hasta 30 años de presión. La otra opción era renegar de sus ideales y ser
mostrada por el régimen como ejemplo de republicana arrepentida. Su coherencia y sus
ideales fuertemente arraigados le hacen vivir en el exilio y vuelve a Suiza en 1955 hasta que en
finales de 1972 muere en Suiza en casa de una amiga suya, estando prácticamente ciega, sola
(aunque tiene a su amiga) y viendo como el régimen hunde su querida España y todos los
derechos por los que luchó. Sus restos descansan en el cementerio de Polloe en San Sebastián
en una tumba prestada.

LOGROS:

Son pocos, pero muy importantes, porque además del derecho al voto de la mujer Clara luchó
por otros derechos del ser humano, como por ejemplo la abolición de la prostitución, sueño
que consigue con la llegada de la República, después de infructuosos intentos; cambiar la
jurisprudencia para abolir la pena de muerte, el empleo infantil, el divorcio y por los mismos
derechos a los hijos fuera del matrimonio. Son derechos que, a pesar de no ser ella sola la que
luchó por ellos, como en el caso del derecho al voto, hizo un papel importante y ayudó a que
España evolucionara y pasara a ser un país mejor, uno de los más progresistas de la época.
SE PARECE A MI:

Por que lucha por algo sin cambiar sus ideales y nunca se rebaja a agredir verbalmente a
alguien que piensa distinto a ella. Y que estoy a favor de la igualdad de derechos de ambos
sexos por lo cual si yo hubiera vivido en esos tiempos también hubiera alzado mi voz.

CONCLUSIONES:

Al ver la historia de la vida de esta mujer que lucho por el derecho a voto femenino, sola sin
apoyo de nadie veo lo valiente que fue ya que se enfrentó a toda una sociedad machista.

A largo de la historia las mujeres han sido olvidadas y dejadas de lado solo por ser mujeres, a
lo que yo no le encuentro una razón muy razonable, ya que ambos géneros son totalmente
iguales la única diferencia que yo veo es que el hombre no puede tener hijos. me doy cuenta
que los hombres mismos se dieron ese podio, con su único argumento que es: la mujer es
mentalmente inferior, pero este ya fue derribado y dejando que la mujer y el hombre son
totalmente iguales y que ese pedestal en el que se ha puesto debería desaparecer. qué pasaría
si hubiera sido al revés ósea los hombres luchando por sus derechos lo ven mal verdad, no es
normal, pero si se ve a la mujer siendo golpeada rechazada y sin derechos eso se ve más
normal, porque, no entiendo quien empezó esto fue alguien que no sabía apreciar su propia
existencia ya que sin mujer no podría haber nacido así que observando de más cerca no tiene
sentido el machismo y la desigualdad de derechos.

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