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Individualismos metodológicos Ricardo F. Crespo (U.

Austral y
CONICET)

Un viejo profesor me aconsejaba poner en plural los conceptos sociales claves. Los términos
que los expresan suelen tener diversas acepciones, la mayor de las veces análogas, pero
también otras equívocas. La palabra “individualismo” es uno de esos casos. En el campo
social y tomado como método, “individualismo” tiene un significado diverso, por ejemplo,
al que adopta en el campo antropológico, el ético o el político.

También la expresión “individualismo metodológico” ha tomado diversas acepciones a lo


largo de su historia: desde una postura metodológica con consecuencias o raíces en una
concepción ontológica de lo social, a una metodología más, entre todas las posibles, para el
análisis de la realidad social. Por otra parte, se pueden encontrar antecedentes del
individualismo metodológico, previos al nacimiento de esta denominación, en concepciones
más antiguas de lo social y de su método.

Por todo lo anterior, en esta ponencia primero se hace una revisión histórica de la expresión
y el concepto correspondiente, segundo, una elaboración teórica acerca de estos, incluida una
valoración de su validez y, finalmente, un balance conclusivo.

I. Historia de una denominación y de un concepto

La expresión “Individualismo metodológico” fue acuñada por Joseph Schumpeter en su libro


Das Wessen und der Hauptinhalt der theoretischen Nationalökonomie (1908) y fue escrita
por primera vez en inglés en su artículo sobre el valor social (1909). La introduce para
defender la teoría de la utilidad marginal que, aunque individualista desde un punto de vista
metodológico, no lo es, sostiene Schumpeter, desde el punto de vista político. Sin embargo,
como explica Lars Udehn (2001: 106), Schumpeter fue un pluralista metodológico. Con la
expresión “individualismo metodológico” sólo pretendía describir un método concreto de la
economía teórica.

Schumpeter describió el método que, sin este nombre, pero con intenciones más abarcativas,
postuló su maestro y amigo Max Weber. Weber sostiene la importancia de la Verstehen como
método de comprensión de los fenómenos sociales. Pero también entiende el carácter
individualista del método económico. El tipo ideal constituye la herramienta adecuada para
cumplir con ambas convicciones. El carácter atómico del comprender mediante tipos ideales
queda particularmente claro en su ensayo sobre la sociología comprensiva, de 1913 (1973,
175). El método individualista vuelve a aparecer ya de modo definitivo en Economía y
sociedad, de 1922: toda acción humana, aún la social, es acción de una o varias personas
individuales (1998, 12). El sentido de la acción humana es la clave interpretativa de toda
realidad cultural o social.

Weber nos conduce a Menger. Es claro que toma de él la idea del individualismo en el método
(cfr. Udehn 2001, 97). En Menger, sin embargo, por una parte, la cuestión va más allá del
método hasta una explicación del origen de las instituciones sociales y, por otra, tiene
implicancias políticas. El método en Menger depende del objeto de estudio. Para Menger hay
dos grandes tipos de fenómenos sociales: los que surgen espontáneamente y los que se
originan intencionalmente. Los primeros son los creados orgánicamente: el dinero, el
lenguaje, la ley, la moral, las ciudades y los Estados. Son “el resultado social no intencional
de factores teleológicos individuales”. El resto de los fenómenos sociales, los que se originan
en el cálculo humano, son comparables más bien con mecanismos, según Menger. Es el caso
de las instituciones que surgen por la “legislación positiva”. La “interpretación pragmática”
se ocupa del estudio de estos últimos fenómenos surgidos intencionadamente. Por su parte,
la “interpretación orgánica” estudia los fenómenos que surgieron no intencionadamente.
Para Menger, la comprensión teórica del origen y cambio de las estructuras sociales orgánicas
se realiza mediante el método que denomina “atomista” (1985, 139, 141, 145, 151),
“genético-causal” (94) y “compositivo” (en algunas notas manuscritas, citadas por Hayek).

Este método se detiene en los motivos individuales que provienen de la interacción entre las
tendencias de la naturaleza humana y las condiciones externas. Se intenta reconducir los
fenómenos sociales a fuerzas e impulsos de la naturaleza humana más generales y originales
que actúan individualmente. Dice en el Prefacio de los Principios de Economía Política: “en
lo que sigue he intentado reconducir los fenómenos complejos de la actividad humana a los
elementos más simples para aplicar a esos elementos la medida correspondiente a su
naturaleza, (...) para investigar el modo en que los fenómenos económicos más complejos
evolucionan desde sus elementos de acuerdo con principios definidos” (1950, 46-7, cursiva
nuestra.). Es importante el uso de la traducción “reconducir” –no “reducir” como consta en
la edición española–, pues la intención no es reduccionista de lo social a lo psicológico –
como en el individualismo metodológico de J. W. N. Watkins– sino sólo explicativa del modo
en que se origina lo social (Cubeddu 1997, 133, 135ss). Es una confusión en la que caen otros
autores. Por ejemplo, Ernest Nagel al glosar a Watkins –siendo crítico al respecto–, considera
que el individualismo metodológico es por definición reductivista (Nagel 1968, 487).

Por otra parte, esta posición tiene consecuencias de orden político. En efecto, para Menger
el error de los historicistas es aplicar los métodos propios de los fenómenos pragmáticos a
los orgánicos, intentando imponer leyes a lo económico. Es un “pragmatismo que, contra la
intención de sus representantes, conduce inexorablemente al socialismo” (1985, 177).
Proviene de una deficiente comprensión de la naturaleza de lo social –lo económico incluido–
y de la consiguiente confusión en el método adecuado para su estudio y control, ya que la
economía ha de usar los métodos de la comprensión exacta del origen de las estructuras
sociales creadas orgánicamente (1985, 159). El interés económico de los individuos basado
en sus intereses individuales conduce a la conducta económica más adecuada (1985, 154).
Hayek considera que el pensamiento metodológico de Menger es un importante antecedente
del individualismo metodológico aplicado a los fenómenos económicos (cfr. 1973, 8).
Cuando en “Scientism and the Study of Society”, de 1942-4, se refiere al individualismo
metodológico (1979, 64), lo describe como método compositivo o sintético y cita a Menger
en relación a la primera denominación (1979, 67). Este método parte de los conceptos que
guían a los individuos en sus acciones, no del fenómeno complejo ya constituido (1979, 65-
7). De este modo es posible entender cómo se originan estos fenómenos complejos: sin una
intencionalidad directamente dirigida a su conformación, como el resultado de las acciones
individuales que buscan objetivos particulares. La idea, heredada de Menger, es aplicada a
los mismos fines políticos: el “falso individualismo”, que es un tipo de racionalismo, es el
que trata de planear lo social; el “verdadero individualismo” es el que lo deja crecer
espontáneamente (cfr. “Individualism: True and False” en 1948, 1-32). Idea a la que agrega
la de la comprensión –la verstehen– y los tipos ideales de Weber para entender la acción
humana, clave de comprensión de todo lo social. Detrás de ésta están la intencionalidad y el
pensamiento humanos. Los hechos sociales no son datos empíricos sino elaboraciones
conceptuales: debemos analizar qué impulsa a actuar a las personas.

Para Hayek, los fenómenos sociales complejos son sólo “generalizaciones populares” (1979,
65), que no existen más allá de las ideas, intenciones y acciones individuales. Además, el
estudio de estas últimas es clave para entender aquéllos. Por ello hay un matiz más acentuado
en este sentido ontológico en Hayek, que el que se encuentra en Menger y en Weber. Para
estos últimos autores, el individualismo metodológico no implica necesariamente un
individualismo antropológico o ético. Es decir, “individualismo metodológico”, en la
concepción de ellos, no significa necesariamente que los hombres sean seres a-sociales o
egoístas, sino más, bien al contrario, que son sociales, pero que las instituciones que ellos
constituyen no son el resultado de un plan previamente diseñado, sino de acciones humanas
individuales dirigidas a otros objetivos, y que, para entenderlas, se debe acudir a la
comprensión de esos resortes individuales subjetivos. En Hayek, los hombres también son
sociales, pero resulta más enfático o radical al sostener que las instituciones no son hechos,
sino las mismas ideas e interacciones de esos individuos. Hacia los años 60 Hayek recurre a
explicaciones de selección grupal que relativizan su individualismo metodológico. Sin
embargo, en opinión de Caldwell, siempre fue un individualista ontológico, aunque ecléctico
a la hora de la explicación (Caldwell 2004, 284-5).

A pesar de sus diferencias metodológicas, no cabe duda de que tanto “Scientism and the
Study of Society” de Hayek como las Investigaciones sobre el método de Menger influyeron
en La miseria del historicismo y en la Sociedad abierta y sus enemigos de Karl Popper (cfr.,
por ejemplo, Cubeddu 1987). Pero estas diferencias metodológicas son relevantes y tienen
consecuencias para su concepción del individualismo metodológico. Se trata de la exclusión
del elemento típico humano, la clave comprensiva de los austríacos. El individualismo
metodológico en esta versión asume entonces una clara dimensión ontológica. No se trata ya
de una explicación del surgimiento de los fenómenos sociales complejos, sino de decir cómo
se compone la sociedad, supuesto que ésta no existe realmente (cfr. Heath 2005, 5). Esta
concepción está relacionada con la prédica de Popper en las obras citadas contra el pretendido
carácter científico del marxismo. Las ideas de Popper sobre esta cuestión fueron interpretadas
y continuadas por Watkins. El individualismo metodológico en estas versiones se apoya en
el individualismo ontológico y es reduccionista según Blaug (1992, 45). Sin embargo, Boland
quien recoge de la interpretación de Joseph Agassi, alumno de Popper, la denominación de
“individualismo psicologista” para el individualismo metodológico de Mill-Pareto y de
“individualismo institucional”, para el de Popper, sostiene que este último no sería
necesariamente reduccionista (Boland, 1982, 27-43). Esto no es así para Udehn (2001, 204)
o Heath (2005, 6).

Un autor bastante más reciente que ha de mencionarse en torno a la cuestión del


individualismo metodológico es Jon Elster. Sostiene el individualismo metodológico no para
oponerse a los totalitarismos sino para evitar conclusiones equivocadas a partir de la dinámica
de la acción colectiva. Elster se propone superar la pobreza del funcionalismo marxista con
la aplicación de la teoría de juegos (Elster 1982). Con él resucita la idea de Weber del carácter
central de la acción humana en la explicación de lo social: “Explicar las instituciones y el
cambio sociales, dice Elster, es mostrar cómo surgen como el resultado de las acciones e
interacciones de los individuos” (Elster 1989, 13). “Sólo” las propiedades, objetivos y
creencias de los individuos pueden explicar todos los fenómenos sociales, su estructura y
cambio (Elster 1982, 453).

Digamos finalmente en este apartado histórico que por su impacto en la teoría de la elección
racional, el individualismo metodológico es un supuesto implícito de buena parte de la
ciencia social contemporánea.

II. Individualismos metodológicos

Ya habremos podido vislumbrar que esta noción es analógica. Los dos grandes extremos en
esta se deben buscar a nivel de ontología social implícita: mientras que algunos tienden a
suponer una posición individualista en la que sólo existen los individuos y la sociedad no
tiene entidad alguna, otros piensan más bien que la sociedad tiene una cierta existencia, aún
dependiendo ésta de la interacción de los individuos. Los primeros tienden a concebir un
individuo aislado, en una visión atomista de lo que llamamos sociedad; los segundos
conciben a un individuo más social, esencialmente interactivo. El común denominador de las
diversas nociones es que sea por uno u otro motivo, tienden a pensar que la explicación de lo
social (sea ésta la única, la mejor, a la que se reducen las otras, o una más, pero bien relevante)
parte de los individuos (sea de sus acciones, y/o intenciones, y/o decisiones). El núcleo del
individualismo metodológico sostiene entonces que la explicación de los procesos sociales
debe analizarse como el resultado de la interacción de decisiones individuales independientes
que pueden, no obstante, tener como una fuente, dato o razón más, las acciones de los demás.

Los principios ontológicos en que se basa el individualismo metodológico pueden parecer


triviales. De aquí proviene su aceptación intuitiva general. Pero si los analizamos mejor,
podemos captar que no lo son tanto. Que la sociedad esté compuesta por individuos y no
pueda existir sin éstos no significa necesariamente que no sea nada (una posición
“eliminativista”: Kincaid 2004, 301). O que los procesos sociales estén determinados por
procesos individuales tampoco significa necesariamente que siempre requieran una
explicación individualista (Kincaid 1998, 295). El límite ontológico que marca el paso del
individualismo metodológico al holismo metodológico y ontológico u organicismo es la
consideración de que en la sociedad hay algo más que la sumatoria de los individuos y de
que ésta puede tener acciones propias independientes de aquéllos e inexplicables en términos
individualistas.

Por eso, el individualismo metodológico la mayoría de las veces no supone una posición
eliminativista. Es así, por ejemplo, que según la concepción del sociólogo francés Raymond
Boudon (1986, 50 y Boudon y Bourricaud 1982, 288), la metodología individualista no
implica una visión atomista de las sociedades. No sólo no impide, sino que también supone
que los individuos sean concebidos como formando parte de una sociedad.

El holismo metodológico, por el contrario, presupone siempre un holismo ontológico.


Concibe a la sociedad como regida por un principio organizador de tipo estructural, cultural
o ideológico que incide fuertemente a nivel individual. Considera, al menos, que hay un plus
en lo social que hay que tener en cuenta; una explicación que se base sólo en lo individual
no alcanza. Por eso, para esta postura, resulta más importante el análisis macro que el micro.
Se da más entre sociólogos y antropólogos que entre economistas.

Las demandas de explicación individualistas, independientemente de los presupuestos


ontológicos, pueden ser mayores o menores. Un caso extremo es el reduccionismo que
sostiene, por ejemplo, que una teoría sociológica podría ser explicada en términos
psicológicos; la teoría psicológica en términos biológicos, y la biológica en términos
químicos. Hoy día nos encontramos con varias tendencias de este estilo que no siempre tienen
en cuenta, y menos aún se cuestionan, la diferencia entre correlación y causalidad. Por otra
parte, de hecho, la complejidad de los fenómenos no hace posible una explicación
reduccionista completa (Kincaid 2004, 304-8). Menos extremas son las demandas que
reclaman que las explicaciones en términos individuales son fundamentales, son las mejores
y/o son suficientes. O la postura que propone al individualismo metodológico como la
aproximación heurística más adecuada para las ciencias sociales. No podemos decir que, en
Menger, cuyo individualismo metodológico tenía la intención de explicar la “genética”
social, o en Weber, quien trataba de comprender lo social a través de lo subjetivo, se den
posturas reduccionistas, como las que encontrábamos en Watkins y Nagel.

Todas estas posiciones, con todos los diversos posibles matices intermedios, conviven hoy
día. Por eso se hace necesario, cuando se estudia o propone un individualismo metodológico,
determinar cuál es la ontología implícita y cuáles son las demandas metodológicas concretas
que éste lleva consigo. Si no, nos encontraremos en una verdadera Babel.

Lo que interesa determinar previamente son los supuestos ontológicos que condicionan la
posición metodológica. En este sentido parece destacable una posición que resulta diversa de
ambas – individualismo y holismo–, pero es conciliatoria. Se trata de consideración de las
relaciones sociales como relaciones accidentales pero reales que agregan a los individuos –
únicos componentes sustanciales de la sociedad– una orientación real a un fin compartido
(Pithod 1984-5 y Lachance 2001, passim). La relación real, sin ser una sustancia, subsiste
independientemente del hecho de ser conocida o no y agrega algo real: por ejemplo, no es lo
mismo que dos personas sean padres e hijo y/o amigos. Lo social resulta entonces un todo
relacional compuesto de individuos sustantivos y una relación real entre éstos. Esta relación
agrega un “orden hacia”, sin el que no se puede explicar la acción individual. Constituye una
“unidad de orden”, más “tenue” (accidental) que la unidad propia de un organismo
(sustancial), propias de buena parte del organicismo u holismo ontológicos. Ese “todo de
orden” es dinámico, comportamental. Esta posición quizás sea más cercana a la ontología
social implícita en Menger, quien reconoce tipos y relaciones típicas reales, que a la de Weber
o Simmel (y también Boudon), para quienes los tipos y relaciones típicas son ideales,
construidas, lo que no nos da una pauta acerca de cómo sea la realidad social. Recuérdese
que, en cambio, los tipos y leyes de Menger captaban naturalezas. Las relaciones reales –
unas veces dadas, otras elegidas– influyen realmente en los individuos. Su reconocimiento y
consideración en el análisis de lo social puede dar origen a un método que vaya de lo
individual a lo social y, a la inversa, de lo social a lo individual, repetitivamente.

III. Resumen y conclusiones


El individualismo metodológico ha sido el sistema preferido para explicar los fenómenos
sociales por parte de los científicos sociales del siglo XX, especialmente los economistas.
Esto supone que han pensado que es el método más adecuado para explicar lo social. A su
vez, esta idea se basa en una cierta concepción ontológica acerca de la sociedad. En gran
parte (dejando de lado a Menger), esta concepción parece tributaria de un cierto
constructivismo derivado del pensamiento kantiano (Udehn 2001, 322). Es así que lo más
que tiende a reconocer como real es una cierta sociabilidad humana, pero muy poco o nada
de una existencia independiente de los fenómenos sociales, fuera de lo que se puede encontrar
de éstos en los individuos. Parecería más prudente reconocer que la sociedad no es un mero
agregado de individuos, sino que más bien, cuando se produce esta unión de individuos, surge
de algún modo un plus que tiene una cierta entidad y que ha de considerarse para arribar a
una explicación satisfactoria: ese plus no es sustancial: es el orden en función de un fin.
Tampoco parece prudente caer en la posición opuesta que prescinde de lo individual dando
un papel predominante a ese principio social, como si se lo considerara sustancial.
Queda claro que lo que empezó –al menos en la expresión acuñada por Schumpeter– siendo
una mera denominación metodológica, terminó invadiendo el campo de la ontología social y
en algunos casos también la esfera política. Por eso importa al hablar de individualismo
metodológico, aclarar de qué estamos hablando: si supone una posición ontológica implícita
y qué alcance se pretende que tenga en el ámbito metodológico.

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