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Vía crucis
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén
Acto de contrición
Introducción
Oremos.
Pilato les preguntó: «¿y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?» Contestaron todos:
«¡que lo crucifiquen!» Pilato insistió :«pues ¿qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaban
más fuerte: «¡que lo crucifiquen!» Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después
de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Meditemos
El Juez del mundo, está allí, humillado, deshonrado e indefenso delante del juez
terreno. Pilato no es un monstruo de maldad. Sabe que este condenado es inocente;
busca el modo de liberarlo. Pero su corazón está dividido. Y al final prefiere su
posición personal, su propio interés, al derecho. También los hombres que gritan y
piden la muerte de Jesús no son monstruos de maldad. Pero en aquel momento
están sometidos a la influencia de la muchedumbre. Gritan porque gritan los demás
y como gritan los demás. Y así, la justicia es pisoteada por la perversidad, por la
Canto
“En aquel tiempo, Jesús, cargando con la cruz, se dirigió hacia el sitio llamado ‘la
Calavera’ (que en hebreo se dice Gólgota)”.
Meditemos
Jesús, Siervo del Señor, por tus llagas hemos sido curados
R/. Señor, ten piedad
Canto
Meditemos
Canto
No te vimos en el hermano,
fuimos ciegos, no lo negamos,
fuimos duros de corazón:
de nosotros, piedad, Señor.
Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que
muchos en Israel caigan y se levanten; será una bandera discutida: así quedará
clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma». Su
madre conservaba todo esto en su corazón.
Meditemos
En el Vía crucis de Jesús está también María, su Madre. Durante su vida, María
debió ver y escuchar tantas cosas de su Hijo, pero también muchas cosas sobre su
Hijo, pero de manera especial las palabras que le dijo anciano Simeón: «y a ti, una
espada te traspasará el alma» (Lc 2, 35). Esto le haría recordar palabras de los
profetas como éstas: «Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca;
como un cordero llevado al matadero» (Is 53, 7). Ahora se hace realidad. En su
Canto
Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de
Alejandro y de Rufo, a que llevara su cruz. Le conducen al lugar del Gólgota,
que quiere decir: Calvario.
Meditemos
Canto:
Meditemos
«Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro » (Sal 26, 8-9). La Verónica
encarna este anhelo de toda persona piadosa: ver el rostro de Dios. Ella, en
principio, en el Vía crucis de Jesús no hace más que prestar un servicio de bondad
femenina: ofrece un paño a Jesús. No se deja contagiar ni por la brutalidad de los
soldados, ni inmovilizar por el miedo de los discípulos. Es la imagen de la mujer
buena que, en la turbación y en la oscuridad del corazón, mantiene el brío de la
bondad, sin permitir que su corazón se oscurezca. «Bienaventurados los limpios de
corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5, 8). Verónica ve un rostro maltratado y
Canto
Meditemos
Cuando la Verónica enjugó el rostro de Jesús con un paño, ese rostro no debía ser
ciertamente atractivo: era un rostro desfigurado. Ese rostro podía provocar burla
y desprecio, aunque también compasión e incluso amor, deseo de ayudarlo. La
Verónica es el símbolo de esos sentimientos. A pesar de estar muy desfigurado, el
rostro de Jesús es siempre el rostro del Hijo de Dios. Es un rostro desfigurado por
nosotros, por el cúmulo enorme de la maldad humana. Pero es también un rostro
Canto
El amor es comprensivo,
El amor es servicial,
El amor no tiene Envidia,
El amor no busca el mal.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por
vosotras y por vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán:
«dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los pechos que no han
criado». Entonces empezarán a decirles a los montes: «Desplomaos sobre nosotros»;
y a las colinas: «Sepultadnos»; porque si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el
seco?
Meditemos
Oír a Jesús cuando exhorta a las mujeres de Jerusalén que lo siguen y lloran por
él, nos hace reflexionar. ¿Cómo entenderlo? ¿Se tratará quizás de una advertencia
ante una piedad puramente sentimental, que no llega a ser conversión y fe vivida?
De nada sirve compadecer con palabras y sentimientos los sufrimientos de este
mundo, si nuestra vida continúa como siempre. Por esto el Señor nos advierte del
Por no ser
El testigo fiel de tu voz
Señor ten piedad.
Si al hermano negué
La paz que nos das
Señor ten piedad.
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Hoy perdóname,
hoy por siempre,
sin mirar la mentira
el vacío en nuestras vidas
nuestra falta de amor y caridad.
Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas
de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado el mensaje de la reconciliación… En
nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado,
Dios lo hizo expiar nuestros pecados, para que nosotros, unidos a él, recibamos la
salvación de Dios.
Meditemos
He aquí el motivo más profundo de las repetidas caídas de Jesús: no sólo los
sufrimientos físicos y las traiciones humanas, sino la voluntad del Padre. Esa
voluntad misteriosa y humanamente incomprensible, pero infinitamente buena y
generosa, por la cual Jesús se hizo “pecado por nosotros”; todas las culpas de la
humanidad recaen sobre él, realizándose ese misterioso intercambio que hace de
nosotros pecadores “justicia de Dios”.
Canto
Si al enfermo visitamos,
al enfermo consolamos.
En la vida Y la muerte,
Dios nos ama para siempre.
Meditemos
Canto
Meditemos
Jesús es clavado en la cruz vive una tortura tremenda. Y mientras está colgado en
la cruz hay muchos que se burlan de él e incluso lo provocan. Pero, en su interior,
Jesús experimenta un sufrimiento incomparablemente mayor, que le hace
manifestar en un grito: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc
15, 34). Se trata, en verdad, de las palabras iniciales de un salmo, que se concluye
con la reafirmación de la plena confianza en Dios. Y, sin embargo, son palabras que
hay que tomar totalmente en serio, ya que expresan la prueba más grande a la que
fue sometido Jesús. Cuántas veces, frente a una prueba, pensamos que hemos sido
El Hijo de Dios, que bebió hasta el fondo su amargo cáliz y luego resucitó de entre
los muertos, nos dice, en cambio, con todo su ser, con su vida y su muerte, que
debemos fiarnos de Dios hasta el final. En él sí que podemos creer.
Cristo, crucificado por el odio, hecho por el amor signo de contradicción y de paz.
R/. Señor, ten piedad
Canto
Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. A la
hora nona gritó Jesús con fuerte voz: "Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?", que quiere decir
- "¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado? " Pero Jesús lanzando un
fuerte grito, expiró. Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado
de esa manera, dijo: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios".
Meditemos
Cuando la muerte llega después de una dolorosa enfermedad, se suele decir con
alivio: “Ha terminado de sufrir”. En cierto sentido, estas palabras sirven también
para Jesús, pero sufre por amor hasta el final para la redención de la humanidad.
Efectivamente, cuando Jesús muere, el velo del templo de Jerusalén se rasga en
dos mientras tienen lugar otros signos, que hacen exclamar al centurión romano
que estaba de guardia en la cruz: “Realmente éste era Hijo de Dios” (cf. Mt 27, 51-
Canto
Meditemos
Santa María, Madre de la inmensa piedad, contigo abrimos los brazos a la Vida
y suplicantes imploramos.
R/. Señor, ten piedad
Canto
María de Nazaret
María me cautivo
hizo más fuerte mi fe
y por hijo me adopto.
Al anochecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también
discípulo de Jesús. Este acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó
que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana
limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una
piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó.
Meditemos
Con la piedra que cierra la entrada del sepulcro, parece que todo haya acabado
realmente. ¿Pero podía quedar prisionero de la muerte el Autor de la vida? Por eso,
el sepulcro de Jesús, desde entonces hasta hoy, no sólo se ha convertido en el objeto
de la más conmovedora devoción, sino que también ha provocado la más profunda
división de las inteligencias y de los corazones: aquí se divide el camino que separa
a los que creen en Cristo de los que, por el contrario, no creen en él, aunque a
menudo lo consideren un hombre maravilloso. Efectivamente, aquel sepulcro
Canto
Oración final