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Teorías de la Gran depresión y el Monetarismo

Las principales teorías que han intentado explicar lo que sucedió en los años treinta.
Dejando a un lado interpretaciones radicales sobre la crisis global del capitalismo y su
hundimiento, dos modelos fueron los protagonistas del debate en aquellos años. El primero tenía
como fundamento la teoría austriaca del ciclo económico, de acuerdo con la cual una política
monetaria en exceso expansiva habría hecho caer, de forma artificial, los tipos de interés; y esto
habría producido un desplazamiento de la inversión hacia procesos relativamente intensivos en
capital que sólo serían sostenibles con tipos de interés bajos. Un aumento de tipos o una
reducción de los fondos prestables tendrían como resultado inevitable una crisis, seguida por un
ajuste de la economía real.

La explicación formulada por John M. Keynes. Su modelo se basaba en la insuficiencia


de la demanda agregada; en otras palabras, el PIB se habría reducido porque no había suficiente
demanda efectiva, es decir, demanda apoyada por poder de compra. Era preciso, por tanto, hacer
que esta demanda aumentara. Y, para ello, en su opinión, el Estado debería intervenir y
convertirse en el protagonista de la política de estabilización.

Cuando a principios de los años sesenta Milton Friedman estudió la Gran Depresión, era
el modelo de Keynes el que, claramente, dominaba tanto el mundo de la teoría económica como
el de la política. Pero en este enfoque, había al menos dos elementos que eran inaceptables para
el profesor de Chicago. El primero, la idea de que la causa de la recesión fue una insuficiencia de
demanda efectiva, que sólo el Estado podía solucionar; el segundo, el hecho de que, en la política
económica keynesiana, el dinero desempeñaba un papel secundario, lo que chocaba abiertamente
con el modelo monetarista que él defendía. En su opinión, la auténtica causa de la depresión fue
la desastrosa política de la Reserva Federal, que permitió una fuerte caída de la oferta monetaria,
que tuvo efectos muy graves en los precios, la producción y el consumo (CABRILLO, 2016)

El monetarismo evolucionó al compás de la llamada “controversia monetarista” (Laidler


1990), como una alternativa a los modelos keynesianos, que fueron dominantes en
macroeconomía desde los años treinta (Johnson 1971). En los cincuenta, Friedman (1956, 1961a)
presentó la tesis de que el dinero era importante y de que su demanda era una función estable de
unas pocas variables (Laidler 1993). Las primeras escaramuzas de la controversia se centraron en
la evidencia empírica sobre esa función (Friedman 1966a), pero se extendieron pronto al impacto
de los impulsos monetarios sobre variables reales y precios, la existencia de un intercambio a
largo plazo entre inflación y desempleo, el mecanismo de transmisión de la política monetaria, la
endogeneidad y controlabilidad de la oferta de dinero y la idoneidad de los modelos IS-LM
(Brunner 1968; cfr. Argandoña 1981, caps. 10 y 11). El auge del monetarismo como escuela tuvo
lugar en los años setenta, debido a tres factores:

1. La acentuación de los problemas macroeconómicos —alta inflación, shocks de oferta,


estanflación, inestabilidad de la relación entre inflación y desempleo)— que los
monetaristas habían anunciado.
2. La incapacidad de los modelos vigentes para dar cuenta de esos problemas, y de las
políticas keynesianas para ofrecer soluciones eficaces. La lista incluye el repetido fracaso
de los controles de precios y salarios (Friedman 1966b); el esfuerzo infructuoso por
mantener bajos los tipos de interés, a fin de facilitar la financiación del déficit público, y
el recurso a políticas de stop and go, que desembocaron en sucesivos episodios de
inflación y recesión.
3. Ante la necesidad de una renovación conceptual y práctica, el monetarismo ofrecía un
marco teórico novedoso, apoyado en evidencias empíricas. Además, “los años anteriores
a 1981 constituyeron un periodo extraordinario para confirmar las hipótesis monetaristas”
(Hetzel 2017, 7): la demanda de dinero fue estable y los agregados monetarios mostraron
una relación estable con el producto nominal (Ramiz, 2020).

La teoría de Friedman indica la dirección en la que la corriente principal en economía va


a desarrollar un sistema macroeconómico completo, que debe basarse en los mismos axiomas
que la teoría macroeconómica, marcando así el inicio de la disolución de los límites entre
macroeconomía y microeconomía.

Desde el principio existió una línea de oposición a Keynes que cuestionó, desde diversos
ángulos y con intensidad creciente, la validez de la interpretación keynesiana sobre el
funcionamiento económico y su corolario: la eficacia (y la necesidad) de una política económica
orientada al mantenimiento de niveles de empleo aceptables y con capacidad para evitar las
fluctuaciones violentas de la actividad económica.
Para los monetaristas, oponerse al planteamiento keynesiano era un dictado de su
presupuesto ideológico básico: el liberalismo, que no concibe la intervención estatal más que
para garantizar la seguridad interna y externa del Estado, administrar justicia y realizar algunas
obras públicas de infraestructura económica esenciales para el desenvolvimiento de la economía.
En consecuencia, el mayor peso de la crítica al keynesianismo se enfocó a negar la validez del
concepto de no-neutralidad de la política de administración de la demanda (Lopes, 2010).

Los así llamados monetaristas le asignan a la cantidad de dinero el papel fundamental,


sosteniendo -con acierto- que la oferta monetaria es el determinante clave de los movimientos a
corto plazo de lo que un país produce y, además, del nivel de los precios a largo plazo.

La base de su razonamiento descansa en una serie de hipótesis, a saber:

El mercado produce la mejor asignación de recursos. Ningún funcionario podría obtener


otro resultado que no sea una distorsión o la ineficiencia.

Nada afecta más a la eficiencia que la inestabilidad en los precios.

La economía sería estable, de no ser por las intervenciones de los gobiernos.

Sólo reglas monetarias permanentes y estables hacen una economía estable.

Sólo reglas monetarias permanentes y estables crean expectativas favorables.

Sólo reglas monetarias permanentes y estables impiden a los políticos las manipulaciones
electorales

Bibliografía
CABRILLO, F. (11 de 07 de 2016). https://www.expansion.com:
https://www.expansion.com/directivos/2016/07/11/5783ca76ca47419d5d8b4589.html#:~
:text=Su%20modelo%20se%20basaba%20en,hacer%20que%20esta%20demanda
%20aumentara.

Lopes, T. M. (25 de 08 de 2010). Una guía moderna para el pensamiento económico. Una
introducción a las escuelas comparativas de pensamiento en economía :
https://www.academia.edu/3655159/Gu%C3%ADa_de_Historia_del_Pensamiento_Econ
%C3%B3mico

Ramiz, A. A. (12 de 05 de 2020). https://doi.org: https://doi.org/10.5209/ijhe.65959

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