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CON JESUS SE INICIA EL REINO

Tema 3 DE DIOS
Cuando escuchas la palabra “reino”,
¿en qué piensas? Tal vez en un palacio, en
reyes y príncipes, en carruajes y otros
lujos. ¿Jesús se refería a un lugar así
cuando hablaba del Reino de Dios? Pues,
no.
Al leer los Evangelios, es fácil
encontrar en varios pasajes expresiones
como estas: “El Reino de Dios está cerca”; “El Reino de Dios se parece a…”; “Busca
primero el Reino de Dios”; Mi Reino no es de este mundo” … etc.
No es de extrañar que no acabemos de comprender bien qué significa el Reino de
Dios, y al parecer ni siquiera los mismos Apóstoles lo habían entendido bien al principio.
Pero, a pesar de ello, podemos hacernos una idea.
La manera más sencilla es entendiéndolo como el “reinado de Dios”, es decir, un
estado en el que Dios sea quien gobierne nuestras vidas; una vida en la que el bien venza
sobre el mal. Cuando eso ocurre, podemos decir que el Reino de Dios ha llegado a
nosotros.
Por eso, cuando Jesús vino al mundo, llegó con un mensaje de salvación: «El tiempo se
ha cumplido. El Reino de Dios está cerca. Cambien su vida y su corazón. Conviértanse y
crean en la Buena Nueva.» (Mc 1,15). Al decir que “el reino de Dios está cerca”, Cristo
estaba comenzando a describir aspectos más profundos del Reino. Estaba diciendo que
ahora Él mismo, como portavoz de su futuro Reino, estaba disponible para enseñarle al
mundo de qué se trataba el Reino de Dios. Con Jesús se inicia entonces el Reino de Dios.

¿CÓMO PUEDO HACER PRESENTE EL REINO DE DIOS?


En alguna ocasión Jesús dijo: “Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidan;
porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos” (Mateo 19,14). Esa es la actitud
exigida a los discípulos. Ser como niños es mantener la inocencia de esa etapa, es tener
un corazón puro, sin maldad, obediente.
Además, para entrar al reino de Dios, o mejor dicho, para que Dios reine en nosotros,
es necesario vivir con rectitud. Esto es:
▪ Siendo felices al buscar la felicidad de los demás.
▪ Siendo positivos.
▪ Orando y leyendo diariamente las Escrituras.
▪ Reconociendo nuestros pecados y arrepintiéndonos de ellos.
▪ Llevando a la práctica el mandamiento del amor.
Si nuestra vida es gobernada por Dios, los demás nos verán y comprenderán lo que es
el Reino de Dios.

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