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Pintura de Atlatlahuca, 1588. Un análisis espacial

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Federico Fernández-Christlieb Gustavo G. Garza


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131

Pintura de Atlatlahuca, 1588:


un análisis espacial(1)

Ana Elsa Chávez Peón Herrero


Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Nacional Autónoma de México

Gustavo Garza Merodio


Departamento de Geografía Social
Instituto de Geografía
Universidad Nacional Autónoma de México

Federico Fernández Christlieb


Departamento de Geografía Social
Instituto de Geografía
Universidad Nacional Autónoma de México

Introducción

San Bartolomé Atlatlahuca(2) es la segunda comunidad en relevancia dentro del


actual municipio de Tenango del Valle, en el centro­‑sur del Estado de México y rivaliza
históricamente con su cabecera: Tenango de Arista (Figura 1). En esta última localidad,
se ubica el impresionante sitio arqueológico de Teotenango al que sin duda estuvo ligado
Atlatlahuca en tiempo prehispánico (Obregón, 2001; Chávez Peón, 2008); al poniente
de ambas localidades se localiza el Xinantecatl(3) o Nevado de Toluca, eminencia oro‑
gráfica más importante y referente imprescindible para comprender los tipos de paisaje
y estructuras territoriales que se han sucedido en estas comarcas desde hace cientos de
años (Rosenzweig, et al, 1987; Romero, 2001; Atlas, 2002). Nuestro análisis no sólo se
ocupa de la pintura sino del territorio que representa de manera que nos fue necesario
realizar un sistemático trabajo de campo contrastando la fuente con la corografía.
Tomando en cuenta la tradición urbana mesoamericana y lo hallado en trabajo de
campo, proponemos que el asentamiento prehispánico de Atlatlahuca fue establecido
sobre el pie de monte, abarcando las tres laderas que hoy se hallan detrás del pueblo
(al norte, al sur y al poniente) y siguiendo un patrón disperso en función del relieve y

(1)
  Este texto constituye un avance de una investigación más amplia apoyada por el Proyecto “Sabe‑
res locales y manejo de la diversidad eco­‑geográfica en áreas rurales de tradición indígena (PAPIIT
IN306806­‑3) de la DGAPA, con sede en el Centro Investigaciones en Geografía Ambiental, UNAM,
Morelia.
(2) 
Atlatlahuca o Atlatlauhcan, según otras formas de escribirlo en náhuatl.
(3) 
Para Javier Romero Quiroz, la palabra náhuatl Xinantécatl, viene del gentilicio del pueblo de
Zinacantepec (cerro del murciélago), cercano al volcán (Romero, 1979). Salvador Sánchez Colín, lo
interpreta como “el señor desnudo” de xipetztic: desnudo y técatl: señor (Sánchez, 1951).
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de los recursos existentes. Los recorridos por los parajes de “La Pila” (Noroeste), “La
Capillita” (oeste), “Tierra Colorada” y “San Miguel” (suroeste) confirmaron la presencia
de elementos arquitectónicos y yacimientos de cerámica en el área.(4)
En cuanto a la composición étnica de Atlatlahuca suponemos que fue primordial‑
mente matlatzinca hasta el dominio mexica (década de 1470) y que a partir de entonces
sus parcialidades estuvieron también conformadas por hablantes de náhuatl.

Figura 1. Ubicación de Atlatlahuca, elaboración propia.

(4)  Como resultado de entrevistas con habitantes de Atlatlauca sabemos de la presencia de restos
arqueológicos en casi todos los cerros cercanos al pueblo estudiado. Generalmente la gente sabe de su
existencia y guarda tepalcates o figuritas encontrados en sus recorridos. Sin embargo, no conocemos
resultados de investigaciones –si las ha habido— por parte del INAH u otra institución.
Pintura de Atlatlahuca, 1588: un análisis espacial �����
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Los conquistadores españoles se dirigieron al valle del Matalcingo(5) durante el


mismo verano en que sitiaban a México­‑Tenochtitlan; hacerse de las áreas abastecedoras
de la gran capital mexica era fundamental para lograr la caída de la ciudad. A Hernán
Cortés le interesaron desde un principio estas fértiles tierras y trató de adjudicarlas al
del Marquesado del Valle de Oaxaca (Cartas… 1866), sin embargo, sólo logró el con‑
trol directo de Toluca, Metepec y Atenco. Por su parte, Atlatlahuca quedó más tarde en
encomienda de Hernando Gómez de Xerez y pasó a la Corona hacia 1544 (Gerhard,
1986:279). Coincidente con el traspaso de Atlatlahuca a la Corona, fue la terrible epi‑
demia que azotó a la población mesoamericana por aquellos años (Garza, 2000:197).
Hacia 1560 comenzó la realización de la traza y congregación del “pueblo de indios”
de Atlatlahuca (Gerhard, op cit :280; García Castro, 1999:154; Jarquín, 1994), a la que
siguió otro capítulo de epidemia, en la década de 1570.(6)
Hacia 1588, Atlatlahuca ya ha sufrido la encomienda, la pérdida de la mayor
parte de sus habitantes y la congregación de los sobrevivientes en una traza al centro
del pequeño valle intermontano que alberga a este pueblo. Para aquel entonces, la po‑
blación continuaba siendo mayoritariamente matlatzinca. El escrito que acompaña la
pintura, afirma que cuando todo el pueblo se encontraba reunido en la iglesia local se le
dirigieron palabras en esa lengua (AGN, Tierras, vol. 2679 A, exp.5, 1588). Asimismo,
se apunta la presencia de un principal hablante del náhuatl, por lo que posiblemente se
trataba de una población cuyos macehuales(7) eran de origen otomiano y su dirigencia,
al menos en parte, nahua.
El mapa que analizamos fue pintado con el objeto de ilustrar el primer trámite
de una petición de merced de tierras de dos caballerías(8) por parte de Don Francisco
Vasques Coronado, vecino de la ciudad de México al corregidor de Atlatlahuca, y es
acompañado de un documento escrito, arriba citado, el cual trata en lo fundamental
sobre el testimonio de los naturales de este pueblo, en el sentido de que dichas tierras
no pertenecían a nadie y que ninguno se vería afectado con el eventual otorgamiento de
la merced (AGN, Tierras, vol. 2679 A, exp.5).(9) De este documento hablaremos hacia
el final de este escrito.
En la primera parte de este artículo describiremos el mapa dando los datos que
se conocen sobre su manufactura. En la segunda haremos una somera interpretación del
mismo tras seccionarlo en las partes que lo componen y contrastarlas con nuestra expe‑
riencia en trabajo de campo. En la tercera analizaremos el contexto histórico y geográfico
del área representada destacando su carácter estratégico.

(5) 
Matalcingo es la castellanización de Matlatzinco, apelativo con el que los mexica reconocían a lo
que hoy en día denominamos cuenca alta del Lerma o valle de Toluca (Basalenque, 1640).
(6) 
Es posible que la cantidad de habitantes de Atlaltahuca, para la época en que fue lograda esta
pintura, fuese sólo entre el diez y el veinte por ciento de quienes moraban aquí antes de la invasión
europea.
(7) 
Macehual es el término utilizado en lengua náhuatl para denotar a la gente común de una localidad.
(8) 
Para el siglo XVI en distintas partes de Hispanoamérica, Richard Konetzke, define una caballería
como una superficie de 43 hectáreas (Konetzke, 1984:44). En el caso de Atlatlahuca, 2 caballerías
así definidas se nos hace demasiada extensión que no parece concordar con las tierras solicitadas en
el documento.
(9) 
Agradecemos la paleografía del documento al historiador Juan Pedro Rivera Pizano.
134 Ana Elsa Chávez Peón Herrero, Gustavo Garza Merodio, Federico Fernández Christlieb

Descripción técnica de la pintura

La pintura de Atlatlahuca fechada en 1588, se localiza actualmente en la mapo‑


teca del Archivo General de la Nación, catalogada con el número 1572 y vinculada al
expediente de Tierras: vol. 2679, exp. 5, f. 9. Se desconoce el nombre del autor, pero
por las representaciones utilizadas, posiblemente fue de manufactura indígena aunque
se hizo sobre papel europeo. Para su ejecución se utilizaron tinta negra y acuarelas roja,
amarilla, azul y verde. Aun no existe un análisis químico de las tintas utilizadas pero
pudiera tratarse de productos de origen indígena, quizá similares a los utilizados para
pintar otros mapas de la zona en esa misma época. Recordemos que, además del mapa
que nos ocupa, existe otra pintura que acompañó la Relación Geográfica de Atlatlahuca
fechada en 1579 (Solís, 1579 [1985]) y de la cual existe ya un análisis realizado por Mary
Elizabeth Haude (Haude, 1998)(10). La autora revela que las composiciones químicas de
los tintes utilizados en este segundo mapa, son efectivamente de origen indígena. Ella
plantea que la tinta negra es nacazcolotl (destilado en seco de madera de pinus teocote);
la roja es mineral color rojo ocre; que el amarillo es un extracto de los pétalos de la flor
de zacatlaxcalli y que para el azul y el verde se utilizaban los tintes extraídos de las
platas de xuiquilitl (añil) y matlalquauitl.

Figura 2. Pintura de Atlatlahuca, 1588. De izquierda a derecha, la parte central constituye uno de
los ejes que nos sirve para analizar el mapa, mientras que de arriba abajo, el otro eje está dado por
el camino en línea recta que se bifurca dos veces. Fuente: Archivo General de la Nación, México,
Tierras, Vol. 2679 A, exp. 5.

(10) 
Sobre esta otra pintura ver también las Relaciones Geográficas del siglo XVI (Acuña: 1985:47)
Pintura de Atlatlahuca, 1588: un análisis espacial �����
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En la pintura de 43 x 59cm., se representa de manera principal al pueblo de Atla‑


tlahuca formado por líneas que dibujan seis rectángulos en torno a una iglesia central
(Figura 2). A la izquierda del pueblo figura un glifo de altépetl (Fernández, 2006c;
Reyes, 2000) y a la derecha un rectángulo color azul ubicado casi exactamente al centro
del papel. A la derecha de dicho rectángulo aparece una bifurcación de caminos y una
pequeña cruz, y más allá, en la misma dirección, una milpa rectangular pintada con el
mismo tono azulado del rectángulo central. Todos estos elementos forman un eje de
orientación oeste­‑este que remata en este último punto cardinal con dos cerros arbola‑
dos. Este es el eje principal de la representación, mismo que se intersecta con el camino
recto de dirección norte­‑sur que pasa entre los dos rectángulos azules. Otros elementos
(manantiales, montes y campos de cultivo) complementan la pintura y todo ello será
analizado en el apartado siguiente. Por ahora basta insistir en que el objeto de este mapa
era el de documentar e ilustrar una petición de tierras en los linderos de Atlatlahuca y
Tenango, por lo que es importante observar las dos líneas (una más elaborada que la
otra) que surcan la pintura en dirección este­‑oeste por encima del eje descrito y que en
el segmento noroeste alcanzan a empatarse. Un dato adicional referente a estas líneas
consiste en decir que probablemente una de ellas fue enmendada mediante una tira de
papel que está aun pegada encima de un trazo previo.
Como muchos mapas de la época, la pintura de Atlatlahuca de 1588 está marcada
con una serie de glosas manuscritas en lengua castellana (Figura 3), que a continuación
reproducimos según aparecen ubicadas en el documento, de arriba abajo y de izquierda
a derecha:
a)  “Pueblo de Atlatlahuca”
b)  “Las tierras comienzan desde estos dos caminos”
c)  “Los ojuelos de agua y tierras que piden”
d)  “Camino de Tecualoya”
e)  “Camino de cuitepec”
f)  “Estos son baldíos que confinan con las tierras y monte”.

La pintura que nos ocupa ha sido trabajada, o al menos citada, en algunos trabajos
contemporáneos sin que exista un análisis formal y sistemático de su contenido y su
significación. Entre los trabajos que la mencionan está el Atlas General del Estado de
México, vol. 1 apareciendo como parte de la “Cartografía histórica del Estado de Mé‑
xico” recogida por Víctor Manuel Ruiz Naufal (Atlas, 1993). No se conocen mayores
antecedentes que interpreten el contenido y significado de esta pintura.

El análisis formal de la pintura

Para estudiar la pintura hemos seguido la experiencia obtenida de otras investiga‑


ciones comenzando por el estudio del área en su contexto histórico y siguiendo con un
análisis de los mapas topográficos modernos elaborados por INEGI en escalas 1:250,000
y 1:50,000 (Fernández y Garza, 2006a). Posteriormente hemos confrontado la información
que se lee en el mapa antiguo con las eminencias del paisaje en el terreno representado
sin dejar de investigar las fuentes documentales de otro tipo que hablan sobre la zona
de nuestro estudio (Albores, 1995; Albores, 2002; Lechuga, 2001; Menegus,1986; Qui‑
roz,1963; García Castro, op cit).
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Figura 3. Pintura de Atlatlahuca 1588. Ubicación de las glosas. Fuente: Archivo General de la Nación,
México, Tierras, Vol. 2679 A, exp. 5.

La de Atlatlahuca forma parte de una generación de pinturas del siglo XVI que
destacan por su valor testimonial. Tales pinturas nos hablan de una época en la que se
está verificando una profunda transformación territorial por parte de las autoridades es‑
pañolas que afecta a muchísimos pueblos originarios (Fernández, 2006b; Lockhart, 1999).
En ese sentido el mapa analizado es, además de una obra de arte y de un documento
geográfico, una muestra del mestizaje que se está operando en ese momento y por ello
aparecen representados sin problema, algunos glifos prehispánicos como el del manantial
(ameyalli) o el de la casa (calli) al lado de construcciones cristianas como las iglesias o
las cruces levantadas en distintos puntos del mapa. Es pues, también un documento que
interesa a los historiadores del arte.
Para realizar el análisis del mapa, lo hemos dividido en 7 partes que iremos des‑
cribiendo e interpretando a continuación:
1.  –  En el centro del mapa figura un rectángulo color azul turquesa que atrae
inmediatamente la vista del lector. Por nuestro trabajo de campo y por la posición de
dicho rectángulo, parecería que se trata de un antiguo lago o ciénaga en la que hoy día
está establecido un centro deportivo con canchas de futbol cuyo terreno es efectivamente
muy plano, como si se tratase de un suelo de origen lacustre (Figura 4).
Pintura de Atlatlahuca, 1588: un análisis espacial �����
137

Figura 4. Paraje San Martín Zepayatenco. Zona actual donde proponemos se encuentra el cuadroazul del
mapa de Atlatlahuca de 1588.

2.  –  Con los números 2 y 2.1 hemos marcado el complejo que conforma propia‑
mente el pueblo de Atlatlahuca y que está compuesto por una traza urbana, por un cerro
y por los campos de cultivo que lo flanquean. La traza formada por 7 u 8 calles dibuja 5
o 6 rectángulos internos (según se cuente) que pudieran representar los barrios coloniales
o simplemente las manzanas que conformaban la traza original (Figuras 5 y 5.1). Tres
de estos rectángulos presentan cuatro glifos de casa (calli) cada uno y los restantes tres
tienen dos glifos de casa cada uno. En el centro de la traza aparece una iglesia con una
torre de campanario y una cruz bajo un arco, como si la representación de este templo
permitiera ver su interior. Flanqueando la traza aparecen 9 rectángulos que dan la idea
de ser milpas o tierras de cultivo (5 al norte y 4 al sur de la traza urbana). Dos de las
milpas del lado norte se hallan semiocultas por una tira de papel adherida de la que ha‑
blaremos más adelante. En la parte más occidental del pueblo, fuera de la traza, figura un
glifo de altepetl que suponemos representa al pueblo de Atlatlahuca pero además parece
señalar el sitio donde proponemos que estuvieron los asentamientos originales antes de la
congregación (Garza et al, en prensa) que tuvo lugar en la década de 1560 (Gerhard, op
cit: 280­‑281). Se trata de lo que Marcelo Ramírez ha llamado “pueblo viejo”, es decir,
el sitio donde moraron los habitantes de Atlatlahuca antes de la congregación (Ramírez
et al, 2006:114­‑167).
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Figura 5. Pintura de Atlatlahuca, 1588. 2: Traza del pueblo de Atlatlahuca. 2.1: altepetl de Atlatlahuca.
Fuente: Archivo General de la Nación, México, Tierras, Vol. 2679 A, exp. 5.

Figura 5.1. Fotografía tomada desde el atrio de la iglesia de San Bartolomé, con vista a la “Capillita”. 2:
Traza del pueblo de Atlatlahuca. 2.1 altepetl de atlatlahuca.
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3.  –  Los caminos (Figura 6) que aparecen en el mapa han sido marcados con el
número 3: uno de ellos cruza el mapa de norte a sur procedente de Toluca y en direc‑
ción a Tecualoya (Villa Guerrero) que podría proseguirse hasta Tenancingo, lugar que
con el tiempo cobraría fuerza debido a su dinámica económica (Iracheta, 1996). Este
camino presenta una primera bifurcación (marcada con el número 3.1) hacia el suroeste
del mapa que curvea posteriormente hacia el oeste para entrar en la traza de Atlatlahuca
directamente hasta la iglesia. Una segunda bifurcación del camino (marcada con el 3.2) se
dirige hacia el sur del mapa y conduce, según la glosa adyacente, a Zictepec (“cuitepec”
en la glosa). Los tres caminos están marcados con las huellas humanas que caracterizan
la pictografía de tradición prehispánica. El primero de ellos las tiene en dirección de sur
a norte lo mismo que la primera bifurcación, mientras que en la segunda las huellas van
en sentido contrario.

Figura 6. Pintura de Atlatlahuca 1588. Caminos Fuente: Archivo General de la Nación, México, Tierras,
Vol. 2679 A, exp. 5.

4.  –  Los cuerpos de agua (Figura 7) que aparecen en la pintura son dos: al sur,
marcado con el número 4.1, aparece un manantial grande cuya agua corre rumbo al sur
hacia la cuenca del río Balsas y se encuentra teñido de rojo, seguramente por causa de
su salinidad. La Relación Geográfica de 1580 señala que:

“esta agua se pierde, porque della no se aprovechan ni la beben por


ser salada; y que, en tiempo de su infidelidad, los indios que en la guerra
140 Ana Elsa Chávez Peón Herrero, Gustavo Garza Merodio, Federico Fernández Christlieb

peleaban y quedaban heridos y llagados, que, lavándose con aquella agua


deste nacimiento, hallaban remedio” (Solis, op cit:48)

Este manantial mayor de hecho, está vinculado al topónimo del lugar, pues según
René Acuña, Atlatlauhca significa “agua colorada y, con mayor exactitud [añade], lugar
de agua muy bermeja” (Acuña, 1985:48). Otro cuerpo de agua menor, también un ma‑
nantial (marcado con el número 4.2), mana hacia el norte, en dirección de la cuenca del
río Lerma y pudiera tratarse del otro ojo de agua mencionado en la Relación de 1580:
un “manantial que se les seca los ocho meses del año, y tan solamente tiene agua cuando
llueve, y que, por esto, es tierra seca” (Solis, op cit:50). En trabajo de campo se nos
señaló un paraje que pudiera corresponder al representado en el mapa.
Si bien el mapa no tiene señaladas las pendientes y acaso marca los cerros en los
extremos derecho e izquierdo, lo cierto es que los escurrimientos, uno hacia el norte y
otro hacia el sur, revelan que el sitio donde está Atlatlahuca es precisamente una divi‑
soria de aguas. En concreto, es el parteaguas de las cuencas del Lerma y del Balsas, de
manera que se confirma que se trata del mismo sitio que hoy ocupa el pueblo de San
Bartolomé Atlatlahuca.

Figura 7. Pintura de Atlatlahuca, 1588. Ojos de Agua. Fuente: Archivo General de la Nación, México,
Tierras, Vol. 2679 A, exp. 5.

5.  –  El Cerro Tenango (figura 8) aparece representado también con el glifo altepetl
pero señalando esta vez los dos volcanes que conforman el macizo: del lado poniente
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el Tenango propiamente dicho y del lado oriente, de cara a Tepexoxuca, el cerro Azul,
también llamado Xuxtepetl. Como se aprecia en la fotografía, se trata todavía de un
monte bastante arbolado del que se dice obtenían la madera que formaba parte central
de sus granjerías (Solís, op cit).
El autor de la pintura hizo el esfuerzo de dibujar gran cantidad de árboles en el
macizo que no aparecen en ningún otro rincón de este mapa. Al respecto, la Relación
dice:

“Hay en estos montes, que son muy grandes, árboles muy grandes
y gruesos, y llámanse encinos, y algunos robles y muchos pinos. Y destos
montes se aprovechan de vigas, tablas y leña que hacen y véndenla en su
comarca [...] y son muy preciados esos montes, y guárdanlos, porque no se
aprovechen dellos sin licencia suya” (Solís, op cit: 49­‑50)

Figura 8. Cerro Tenango. Fotografía tomada desde el paraje “Tierra Colorada”

6.  –  Tres elementos (Figura 9) aparentemente aislados aparecen en la pintura: 6.1


pudiera ser un barrio dividido en cuatro partes con una capilla en el centro representada
con el mismo recurso estético de la iglesia de Atlatlahuca, es decir, abierta y mostrando
su interior. No pudimos constatar la existencia antigua de un barrio semejante y, desde
luego, en la actualidad no parece haber ninguno en ese sector del terreno. Sobre la Cruz
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grande, marcada en nuestras figuras con el número 6.2., nada pudimos averiguar. Sobre
la Cruz pequeña (6.3), se nos indicó que podríamos encontrarla hacia las faldas del cerro
Tenango pero no pudimos constatar su permanencia.

Figura 9. Pintura de Atlatlahuca, 1588. Elementos aparentemente aislados. Fuente: Archivo General de la
Nación, México, Tierras, Vol. 2679 A, exp. 5.

7.­‑ Zona de la petición de tierras en merced que reclama Don Francisco Vásques,
y probables líneas limítrofes (Figura 10). Una primera línea (7.1) podría ser un límite
que va de este a oeste, y la otra (7.2), presumiblemente flechada, pudiera ser un lindero
original entre pueblos. Además figura (7.3) una enmendadura con papel cuyo significado
ignoramos.

No obstante, es de suponerse que estos límites no gozaban del acuerdo de ambas


comunidades. No sólo la pintura ha sido enmendada y por lo tanto se presta a suspicacia,
sino que además, nos hemos percatado, después de realizar entrevistas a los pobladores de
Atlatlahuca, entre ellos Heriberto Alvarado Villa García, Erasto Bobadilla, Cruz Hernán‑
dez Loyola y Lauro Hernández Martínez, que en el ánimo actual de ambas comunidades
hay una abierta rivalidad que se basa en la memoria que parecen guardar los vecinos de
esta población del momento en que su comunidad perdiera facultades administrativas ante
Tenango. Finalmente, como veremos al final del apartado siguiente, Vasques Coronado
Pintura de Atlatlahuca, 1588: un análisis espacial �����
143

pedía unas tierras haciendo uso de ciertos estratgemas que se revelan en la lectura del
texto que acompaña esta pintura.

Figura 10. Actual localización de las tierras pedidas como merced. Fotografía tomada desde el límite ter‑
ritorial entre Tenango y Atlatlahuca.

Contexto histórico y geográfico de Atlatlahuca: un espacio estratégico

El espacio representado en esta pintura resulta ser, de acuerdo a argumentos es‑


grimidos por nosotros en un trabajo anterior, uno de los puntos más estratégicos del
borde meridional del Altiplano central de México (Garza, et al, en prensa). Se trata de
un pequeño valle intermontano que desagua hacia la cuenca del río Balsas por las par‑
tes más elevadas del valle de Tenancingo y que por su costado noreste permite el paso
hacia la cuenca alta del río Lerma. Así, este paraje es uno de los elementos centrales
del “corredor” que vincula ambas cuencas y que fue un elemento estructurador para las
distintas culturas que habitaron el área; el tránsito por este valle es, a la fecha, uno de
los accesos más expeditos entre el altiplano y las tierras cálidas del sur. Asimismo, este
espacio privilegiado, fue tan relevante en la organización del territorio de la cuenca alta
del Lerma durante siglos, como lo fue el área lacustre de la misma (Piña Chan, 1975;
Sugiura, 2005; Quezada, 1996; García Castro op. cit., 2000; Albores, 1995). Sin embargo,
mientras el área lacustre ha sido estudiada con gran detalle y ponderada como el núcleo
144 Ana Elsa Chávez Peón Herrero, Gustavo Garza Merodio, Federico Fernández Christlieb

en donde surgen y se consolidan los grupos humanos del área, el corredor que pasa por
Atlatlahuca ha sido desestimado como un eje estructurador de estos territorios probable‑
mente desde el epiclásico mesoamericano y hasta bien entrada la época independiente
de México (Garza, op. cit.).
La principal bondad del área en la que está enclavado Atlatlahuca es la suave
forma en que se desciende hacia las tierras bajas, a través de terrazas ígneas, que de
acuerdo con la altura ofrecen, ya recursos bióticos de los climas templados, ya recursos
de la franja de transición a los climas cálidos. A diferencia del altiplano –y en concreto
de la planicie lacustre del alto Lerma­‑, los valles por debajo de Atlatlahuca cuentan con
una menor recurrencia de heladas; el propio valle de Atlatlahuca se ve menos castigado
por los vientos, al ser un espacio flanqueado por elevaciones prácticamente en todos sus
rumbos y contar con un tamaño relativamente reducido. El valle que es la dimensión
plasmada en la pintura que nos ocupa, abarca en su parte llana unos seis kilómetros de
norte a sur y unos tres y medio kilómetros, en promedio, de este a oeste. Desde este
pequeño valle partían milenariamente dos rutas para descender a la Tierra Caliente: una
para Malinalco y Tenancingo, y otra para Tecualoyan. Estos caminos eran la vinculación
fundamental de los reinos matlatzincas y su reconocimiento ayuda a explicar la larga
pervivencia de los mismos al este y sur del Xinantécatl.
La relevancia de los puertos de montaña localizados al oriente del Xinantécatl,
trascendía más allá de las regiones que vinculaban, ya que durante siglos, también sirvió
a los intereses económicos y políticos de las urbes localizadas en las cuencas de México,
Tula, y Amacuzac (Drenan, 1998). En contraposición, las laderas de la vertiente occidental
de este volcán resultaron mucho más marginales y se convirtieron en un área fronteriza
entre mexicas y purépechas (García Castro, 1999:57­‑65). Para acceder a posiciones es‑
tratégicas como la ciudad­‑fortaleza de Oztuma y otras posiciones en Tierra Caliente, se
recurría a las ya mencionadas rutas, cuya bifurcación es uno de los elementos resaltados
en la pintura bajo análisis (Silverstein, 2001).
La importancia del área en que se ubica el segmento de espacio trazado en la
pintura, también se refleja en el elevado número de unidades políticas de alta jerarquía
ubicadas dentro de ella hacía el posclásico tardío. Los poco menos de 200 kilómetros
cuadrados que abarcan el extremo suroccidental de la cuenca alta del Lerma, los valles
intermontanos de Atlatlahuca y Xochiaca y el sector norte de la meseta de Tenancin‑
go albergaron seis asentamientos principales, que fueron reconocidos como cabeceras
durante el período colonial temprano: Teotenango, Atlatlahuca, Joquicingo, Xochiaca,
Tenancingo y Tecualoyan ­‑Villa Guerrero­‑ (García Castro, op cit :48) e incluso contaba,
antes de la conquista española, después del sometimiento a la Triple Alianza, con dos
unidades políticas que conformaban parte del territorio integral de Tacuba: Zictepec y
Zepayautla (Gerhard, op cit :278; Acuña, 1985:46).
Durante la época colonial, los españoles no mostraron gran interés por el espacio
representado en la pintura de Atlatlahuca y prefirieron las áreas en donde podían desar‑
rollar de manera más favorable la agricultura y la ganadería. Así fue como se vincularon
más a diversas áreas de la cuenca alta del Lerma y del semi­‑cálido y extenso valle de
Tenancingo.
Para terminar, queremos reflexionar sobre los motivos que llevaron a Don Francisco
Vasques a promover la escritura y pintura del documento que estamos analizando. Hasta
ahora, no se ha dado a conocer ninguna investigación que ubique la solicitud de tierras y
Pintura de Atlatlahuca, 1588: un análisis espacial �����
145

a los personajes involucrados. Todo lo que podemos constatar en el sitio es cierta animad‑
versión general de los habitantes de Atlatlahuca respecto de aquellos de Tenango. En las
entrevistas que sostuvimos, con frecuencia se mencionaba que Tenango había arrebatado
tierras a Atlatlahuca. No hay pruebas de ello. Sin embargo, el hecho de que exista un
mapa colonial temprano cuyo tema sea el de los límites entre ambas comunidades y que
además, dicho mapa presente enmendaduras que desplazan el lindero de su colindancia,
nos hace pensar que los problemas son bastante añejos. Tomemos en cuenta que Don
Francisco Vasques, quien solicita tierras en Atlatlahuca, detentó el cargo de encomendero
de Tenango. Entre 1538 y 1554 tuvo en encomienda la mitad de ese pueblo, cargo que
pasó después a manos de sus hijas hasta 1597, (Gerhard, op cit:279; Menegus, 1994).
Por otro lado resulta interesante que los trámites no sean realizados por el mismo Don
Francisco sino por Don Rodrigo Morán, dueño de una estancia muy cercana a las tierras
que se piden. Aunado a lo anterior, no sabemos que tan de acuerdo estaban los habitantes
de Atlatlahuca de ceder estas tierras que aparentemente “eran baldías y sin labrar” pues
todos los testigos españoles e indígenas que declaran en el documento habitan en otros
pueblos del valle de Toluca, ignorando la voz de los verdaderos afectados. En otras
palabras, la solicitud parece bastante sospechosa de modo que este documento escrito y
el mapa que lo acompaña puede verse como parte de un longevo problema de límites
entre Tenango y Atlatlahuca que perdura hasta nuestros días.

Conclusión

Atlatlahuca tuvo una importancia central en el panorama político de la cuenca alta


del río Lerma y de la cuenca media del Balsas a fines del posclásico mesoamericano y
aun a principios de la época colonial (Sugiura, 1998; Quezada y Lastra, 1998). Su papel
fue francamente estructurador en la medida en que constituyó una bisagra entre ambas
cuencas, permitiendo intercambios entre la planicie lacustre templada y las áreas bajas
más cálidas. De ahí que, un pueblo relativamente poco importante en nuestros días, haya
contado, en una sola década, la de 1580, con al menos dos mapas que han sobrevivi‑
do, y con dos documentos que describen de una u otra forma el entorno representado
cartográficamente. En este artículo nos hemos concentrado en la descripción de uno de
ellos que es el menos conocido de los dos pero quizá el más revelador respecto de la
concepción que la comunidad local tenía de su paisaje.
Como vimos, el mapa en cuestión ilustra una petición de tierras pero permite trans‑
parentar el momento en que los ingredientes europeos y los mesoamericanos se están
fundiendo para crear una nueva territorialidad. Las disputas por límites y los reclamos de
tierras serán cada vez más álgidos y muchos de ellos permanecerán hasta nuestros días.
En el caso de Atlatlahuca y su colindancia con Tenango, la pintura analizada muestra
discordancias que, más allá de tema del documento, refleja el cambio en el concepto de
frontera y de soberanía entre la época prehispánica y la colonial. Recordemos que, hacia
1670, Atlatlahuca perdió por decisión de las autoridades españolas la preeminencia que
tenía como alcaldía mayor y se fusionó administrativamente con Tenango, lo que generó
una animadversión que perdura históricamente (Gerhard, op cit:280).
Por otro lado, la propia pintura refleja una nueva manera de representar el espacio y
por tanto es objeto de interés de la historia del arte. En el mapa se ve, como señalamos,
trazos de manufactura indígena sobre un papel europeo y también formas estéticas de
146 Ana Elsa Chávez Peón Herrero, Gustavo Garza Merodio, Federico Fernández Christlieb

ambos mundos. El análisis de dicho documento dista mucho de ser definitivo y en el


momento en que presentamos este artículo seguimos trabajando no sólo en el análisis de
las fuentes sino también en el estudio del territorio y del paisaje del área que nos ocupa.

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