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¿CÓMO SOBREVIVE EL LATÍN EN NUESTRO LÉXICO?

B. APL, 44. 2007 (11-30)

¿CÓMO SOBREVIVE EL LATÍN EN NUESTRO LÉXICO?

COMMENT LE LATIN A-T-IL SURVÉCU DANS NOTRE


LEXIQUE?

Gertrud Schumacher de Peña


Universidad Nacional Mayor de San Marcos

Resumen:
Este artículo trata, dentro del marco de la lingüística histórico comparativa, de la
importancia de la etimología para la reconstrucción de etapas lingüísticas anteriores,
y de la problemática de estos estudios.

Recurriendo a algunas etimologías de Harri Meier y de su escuela, se muestran las


dificultades y sus soluciones en el trabajo etimológico a partir del estudio de las
palabras castellanas macho! ¡so!, chamba.

Résumé:
Cet article aborde, dans le cadre de la linguistique historique et comparative,
la question de l’importance de l’étymologie dans la reconstruction des étapes
linguistiques précédentes et la question de la problématique de ces types d’études.

En se basant sur certaines étymologies réalisées par Harri Meier et par son école, il
est démontré ici les difficultés et les solutions liées au travail étymologique à travers
l’analyse de mots espagnols, tels que, macho !, ¡so !, chamba.

Palabras clave:
Latín vulgar, etimología, peruanismos.

Mots clef:
Latin vulgaire, étymologie, péruanismes.

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GERTRUD SCHUMACHER DE PEÑA

Desde tiempos remotos, algunas personas con el conocimiento


de más de un idioma, se han preguntado por el origen de las palabras.
Entonces, o se quedaban simplemente satisfechas si podían relacionar
alguna palabra con una de otro idioma, o se lanzaban a buscar el verdadero
origen.

De alrededor del año 600 d. C. tenemos un testimonio latino


valioso, un libro escrito por el famoso obispo Isidoro de Sevilla, que se
llama Etymologiae y que es considerado como una enciclopedia de los
conocimientos de su época. A nosotros nos interesan sus propuestas
etimológicas sólo por mera curiosidad. Al tratar de buscar alguna vez el
origen de la palabra latina cattus, encontré en este libro de Isidoro una
etimología que me sorprendió por su ingenuidad: el gato se llama cattus,
porque captat, ‘caza, agarra (ratoncitos)’. Vemos que se trata de una
explicación que toma en cuenta tanto el significante como el significado,
pero que tiene muy poco en común con el tipo de etimologías que se han
hecho posteriormente.

Desde el nacimiento del historicismo, se ha desarrollado en el siglo


XIX una lingüística cuyo máximo interés se ha centrado en la historia de
la lengua. La búsqueda de las lenguas «originales», la reconstrucción del
protoindo-europeo, por ejemplo, y las relaciones de parentesco entre las
diferentes ramas de un tal «árbol genealógico» han sido acompañadas por
la elaboración de gramáticas históricas, manuales sobre la formación de
las palabras y diccionarios etimológicos. La palabra clave fue reconstrucción.
Basándose en formas actuales, tanto de lenguas nacionales como de
dialectos, y con el apoyo de formas antiguas documentadas, había que
reconstruir estados anteriores de las lenguas. Si se conocía la lengua base,
como el latín en el caso de las lenguas románicas, se simplificaba la tarea,
aparentemente por lo menos. En todo caso había que descubrir las reglas
de los cambios ocurridos. En una cierta época se habló de «leyes fonéticas»,
y se creyó erróneamente que eran universales y sin excepciones. Ante todo
interesaban los cambios fonéticos. ¿Cómo podían ser conocidos?

Quiero mostrar como ejemplo el caso de un grupo de consonantes en


latín, PL- inicial de palabra. Veamos los resultados románicos de PLATTUS,

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PLANUS, PLANTA, PLAGA: rumano platã, -, -, plagã; italiano piatto,


piano, pianta, piaga; sardo piattu, pranu, pranta, piae; retorrománico plat,
pla(u)n, plaunta, pleja / playe; francés plat, plain, plante, plaie; provenzal
plat, pla, planta, plaga; catalán plat, pla, planta, -; castellano chato, llano,
llanta, llaga; portugués chato, chao, chanta, chaga / praga.

Observamos una cierta regularidad y si tomáramos más ejemplos,


tendríamos más seguridad al derivar las reglas fonéticas. En la mayoría
de las lenguas se conserva la p- inicial, mientras que la -l- siguiente puede
mantenerse o transformarse en una yod o r. Sin embargo vemos que en
castellano y portugués hay cambios diferentes. Nos encontramos con
la africada palatal č y la ë en castellano, y con la sibilante fricativa š en
portugués. No he tomado en cuenta, en castellano, la palabra culta planta,
porque ha sido prestada más tarde directamente del latín escrito. Para
descubrir las reglas de los cambios fonéticos, debemos tomar palabras
populares, originales, que muestran los cambios sufridos en el paso del
latín vulgar al romance.

Si encontramos reglas con excepciones, éstas deben ser explicadas a


su vez por otras reglas o a través de la historia de la palabra respectiva.

Pero desde luego, el asunto sería mucho más claro y sencillo, si todos
los sonidos o pequeños grupos de sonidos se hubiesen transformado en otros
sin importar su vecindad en la cadena hablada. Pero esta vecindad juega a
menudo un rol importante, como muestran los siguientes ejemplos.

¿Qué pasa con la T latina en castellano?

En las palabras TARDE > tarde; TERRAM > tierra; TAURUM >
toro, la regla es clara: en posición inicial de palabra, la T se conserva. En
las palabras TOTUM > todo; AMATUM > amado; ROTAM > rueda, la
regla dice: en posición intervocálica, la T se sonoriza. Al ver los siguientes
ejemplos: TANTUM > tanto; QUARTUM > cuarto; NOCTEM > noche;
LACTEM > leche; MULTUM > mucho; MATREM > madre; PATREM >
padre, el análisis muestra que en el interior de palabras hay que diferenciar
entre varias reglas:

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1) La T se conserva después de algunas consonantes, en este


caso después de N y R.
2) Los grupos latinos CT y (U)LT cambian en ch.
3) La T, seguida de R, se comporta como en posición intervocálica,
se sonoriza.

En los casos de CAPUT > cabo; AMAT > ama; AMANT > aman,
la T en posición final de palabra desaparece.

En los casos de PUTEUM > castellano pozo; MARTIUM >


antiguo castellano março, castellano marzo, la combinación vocal + TY1
da en castellano antiguo la africada sonora z [dz], mientras que consonante
+ TY cambia en la africada sorda ç [ts]; ambos se confunden pronto por
la desonorización de las sibilantes y dan como resultado, en el castellano
hispanoamericano, la s, mientras que en España se transforman en la
interdental [θ].

Estos ejemplos nos muestran que tenemos que observar la posición


de los sonidos dentro de la palabra y de la cadena hablada, además del rol
de los sonidos vecinos.

Tampoco debemos olvidarnos, especialmente en el caso de las vocales,


de su posición con respecto al acento. Las vocales tónicas se desarrollan de
manera diferente de las átonas. Además, los que están familiarizados con la
fonética histórica, saben que el rol sintáctico de una palabra es importante
también para su desarrollo formal. Podemos encontrar diferentes formas que
continuan una forma latina; por ejemplo: ILLAM > castellano ella procede
exactamente como lo esperamos. Pero, ¿cómo explicamos la forma reducida
la en el contexto la rosa? Proviene, sin duda, de ILLAM ROSAM. ¿Pero por
qué sólo se ha conservado la segunda sílaba? Por la posición átona del artículo
dentro del contexto de la oración. Esta posición átona es la culpable de lo que
parece ser una mutilación de la palabra original. Es algo tan común y pasa aun
hoy. Si decimos Doña Bárbara y comparamos esta forma del título con la de la

1
La Y representa aquí la yod que es el resultado de la E latina delante de otra vocal.

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famosa Ña Catita o Ña Pancha, vemos lo que puede ocurrir a una palabra


cuando se encuentra en una posición átona, o con menor intensidad.

Sin estas reglas de los cambios fonéticos era imposible hacer


etimologías.

Por eso insiste Friedrich Diez2, el autor del primer diccionario


etimológico románico, en la importancia de su método crítico, que no se
basa en una cierta semejanza formal de dos palabras, sino en los «principios
y reglas de la fonética» (histórica).

Bueno, imaginemos conocer todas las reglas. ¡Qué fácil sería


entonces hacer etimologías! Pero no es así. No podemos conocer todas las
reglas mientras no hayamos solucionado el problema del origen de todas
las palabras. Cito otra vez a Friedrich Diez cuando habla de su intento de
escribir un diccionario etimológico románico. Lo considera un progreso
y dice: «der lautlehre, die sich an den schätzen, welche die etymologie zu
tage fördert, erfrischt und belebt, wird dies dereinst zu gute kommen.»3
Traduzco: «la fonética (histórica) se renueva y revive con los tesoros que
la etimología descubre; algún día redundará eso en provecho de ella.» Eso
significa, en otras palabras, que nuevas etimologías pueden contribuir a
aumentar nuestros conocimientos acerca de los cambios ocurridos.

Si el campo fonético ya parece complicado, debemos, sin embargo,


prepararnos para complicaciones mayores. Ingenuamente podríamos pensar
que conocemos la base de nuestro léxico, el léxico latino. Pero éste nos es,
lamentablemente, sólo conocido en parte. Y ni siquiera sobreviven todas
las palabras encontradas en la literatura clásica latina. Las lenguas romances
no son una continuación del latín clásico literario, sino del mal llamado
«latín vulgar», que es diferente de aquél. Según E. Coseriu4 se trata de una
lengua en constante evolución, no de un sistema funcional único, sino de

2
Friedrich Diez. Etymologisches Wörterbuch der romanischen Sprachen, p. III.
3
Ibid. p. V.
4
E. Coseriu, El llamado ‘Latín Vulgar’ y las primeras diferenciaciones romances. Montevideo
1954.

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un latín altamente diferenciado según lugar, época, estilo y substrato.


Si FORMOSU, -A sobrevive en rumano como frumos / frumoasã y
en castellano como hermoso, -a, continúa una etapa latina anterior
a la de BELLUS, que es un diminutivo de BONUS / BENE, y logró
introducirse como neologismo en Italia y Francia en bello, -a, beau
/ belle.

La palabra latina CAPUT ‘cabeza’ continúa en romance, pero


a menudo no concretamente como ‘cabeza’, sino en sentido figurado
como ‘jefe, cabo’. Mientras que en francés este chef fue reemplazado
por tête ‘cabeza’ < TESTA ‘cacharro, tiestas, pedazo de éstas’ que en
el habla popular latino designaba al cráneo y a la cabeza, en castellano
encontramos cabeza que remonta a un derivado de CAPUT, a CAPITIA
‘perteneciente a la cabeza’. Con esto no ha terminado la historia de
CAPUT en castellano. Hace relativamente poco, que en el Perú se
usa como préstamo del francés, chef [čêf] con el significado de ‘jefe de
cocina’, en especial de un restaurante’.

La formación de palabras no ha sido en vano una de las preocupaciones


de los lingüistas con interés histórico. ¿Cuáles eran los prefijos, infijos, sufijos
usados en latín vulgar en las diferentes zonas del gran Imperium Romanum?
¿Cómo modificaban ellos fonéticamente las raíces? ¿Qué significado tenían?
¿A qué clase de palabras se unían?

Hasta hoy podemos afirmar que nuestro conocimiento de este tema


es aún limitado y que los etimólogos futuros descubrirán seguramente en
el latín vulgar una gran vitalidad con posibilidades de creación de nuevas
palabras.

Hasta ahora, casi no nos hemos ocupado del significado de las palabras;
nos hemos referido primero a la forma, sabiendo, que un lingüista con fantasía
es capaz de imaginar cambios de significado muy poco comunes.

La corriente antihistoricista a fines del siglo XIX y principios


del siguiente puso el significado en el centro de su interés: creaciones
metafóricas, expresiones afectivas, creaciones debidas a tabúes lingüísticos,

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fantasía de los hablantes, todo esto era, según los «idealistas», mucho más
importante que las reglas fonéticas.

Al jugar con el idioma, no existían reglas para ellos, la etimología


popular era más interesante que la etimología científica. Nadie va a dudar
de su existencia. Puede llevar a confusiones y explicar, en algunos casos, las
así llamadas cruces de palabras. Así menciona J. Corominas en su DCLC5,
que SERARE (latín tardío), derivado de SERA ‘cerrojo, cerradura’ se
haya convertido en el actual cerrar por confusión popular con SERRARE
‘aserrar’.

Pero así como los sonidos solos no relacionan palabras


etimológicamente, los significados solos tampoco. Sólo si en ambos lados
de la palabra hay suficientes pruebas, podemos presentar una etimología.
Presentarla, pero sin estar seguros de su veracidad. Citaré otra vez a Friedrich
Diez cuando explica en la introducción a su diccionario etimológico (loc. cit.)
la etimología según su método crítico: «Und doch, wie wenig vermag sie oft,
wie zweifelhaft sind ihre erfolge! Das höchste, was der etymologe erreicht, ist
das bewusstsein wissenschaftlich gehandelt zu haben; für absolute gewissheit
hat er keine gewähr, eine unbedeutende notiz kann ihm das mühsam
erworbene zu seiner beschämung unversehens unter den füssen wegziehen.
Dergleichen wird bei jeder forschung vorkommen, bei der etymologischen
gehört es zu den täglichen Erfahrungen, die auch dem scharfsinnigsten nicht
erlassen weerden. Darum bescheidenheit, selbst wo alles unsre deutungen
zu unterstützen scheint!» (Mi traducción): «Y, sin embargo, ¡qué poco puede
ella [la etimología crítica] hacer a menudo, qué dudosos son sus éxitos!
Lo máximo que alcanza el etimólogo, es la conciencia de haber trabajado
científicamente; no tiene empero la garantía de una certeza absoluta; una
noticia insignificante puede —para su vergüenza— hacer tambalear lo que
ha adquirido penosamente. Casos semejantes habrá en cada investigación,
pero en el trabajo etimológico, éstos forman parte de la experiencia diaria,
de la que no está exento ni el más sagaz. Por eso: ¡modestia, incluso ahí
donde todo parece apoyar nuestras interpretaciones!»

5
Joan Corominas, Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana.

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De suerte pues que la investigación etimológica no es fácil, sino


harto complicada. Consiste en un trabajo de detective paciente, ingenioso
e inteligente.

Propongo ahora ver algunos casos. En homenaje a mi «Doktorvater»


y maestro, Harri Meier, presentaré materiales de dos de sus interpretaciones
etimológicas y terminaré con una etimología de la misma escuela, hecha
por Udo L. Figge. En las tres etimologías se trata, entre otras, de palabras
castellanas conocidas en nuestro ambiente, cuya problemática es diferente
en cada caso. Sin embargo, tienen algo en común: remontan al latín vulgar
y postulan formas hipotéticas, derivadas de raíces conocidas que explican
formal y semánticamente de manera satisfactoria las palabras románicas
respectivas.

Varios lectores de este artículo conocerán, supongo, las tres clases


de so. Antonio Gálvez hace hablar a una negra «En eta vida hay tre clase de
so: so de prata, so de cielo y so de borica».6 «¡So borica!», así había insultado
anteriormente a su burra. Este último so nos interesa aquí. Harri Meier
trata el portugués seu mentiroso! y el castellano ¡so mentiroso! en su
trabajo sobre fantasía del pueblo y fantasía de los etimólogos7 ¿De dónde
vienen so / seu en este contexto? Desde los años 80 del siglo XIX, existen
dos explicaciones.

1) Carolina Michaelis de Vasconcelos8 propone una etimología


para ambas palabras iberrorrománicas, interpretando al seu, sua en oh seu
maroto! como forma reducida de un sustantivo, usado como proclítico, eso
es, en posición átona. Cita formas paralelas: hi de perro, en cas de, nao de
Deus. Cito a la autora «Según las leyes de la fonética sintáctica, senhor(a)
son tratados así [en forma reducida] en los idiomas hispánicos, allá, donde se
encuentran como vocativos del tratamiento, acompañados por otra palabra
que lleva el tono.» Seu viene entonces de séo < seió < senhó < senhor. La
6
A. Gálvez, Monólogo desde las tinieblas. Lima.
7
H. Meier, «Phantasie des Volkes und Phantasie der Etymologen». En: IN MEMORIAM
ANTONIO JORGE DIAS, Vol. II, 317-337, Lisboa 1974.
8
Carolina Michaelis de Vasconcelos, en Miscellanea di filologia e linguistica in memoria di
Napoleone Caix e Ugo Angelo Canello, Firenze 1885, p. 142.

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autora no se refiere específicamente al castellano, pero menciona la forma


andaluza so que proviene de señor y se subentiende que su propuesta debe
valer también para el castellano.

2) Poco después y tal vez sin conocer esta explicación, Adolf Tobler9
propone otra interpretación. Al explicar la construcción francesa ils sentent
leurs bourgeois! (= les bourgeois qu’ils sont), dice lo siguiente (lo traduzco)
«es seguro que el portugués usa su posesivo en el mismo sentido, ... al lado
de burro, sua besta ‘burro, bestia que es Ud.’, seu medroso ‘Ud., miedoso’,
seu ingrato... etc.» Lo compara con un pasaje de Lope de Vega, que no me
parece ser tan convincente como para citarlo aquí, pero no cita los insultos
castellanos del tipo so bruto, pero sí el sueco din stygga! ¡tú fea!

J. Corominas (DCELC, s.v.), basándose en F. de Haan, T. Navarro


Tomás, Amado Alonso, Ch. Kany, R. Lapesa y otros, no pone en duda la
primera etimología y afirma: «...seor...sor - finalmente so (pues conmigo se
las corta, so soldado, Vélez de Guevara). De ahí posteriormente el empleo
so con insultos, para reforzarlos (so cochino, so majadero); el portugués
cambia seor en seu, empleado luego con el mismo valor interpelativo.» Así
también los encontramos en el DRAE y en la Historia de la lengua española
de R. Lapesa.

Sin citar más nombres, trataré de resumir la problemática, siguiendo


a H. Meier.

(1) En portugués y en castellano, la reducción de señor / senhor a


so / seu se da en ciertos estilos y regionalmente. En este contexto, el portugués
seu y castellano so ‘señor’ son homónimos del posesivo portugués seu y
del antiguo castellano so < SUUM / SUAM, que sólo ha sobrevivido en
esta fórmula de insulto.

9
Adolf Tobler, «Possesive Adjektive in seltneren Verwendungsarten.» En: Zeitschrift für
Romanische Philologie 12, 1888, pp. 431 ss.

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Si no se acepta esto, como lo hace Leif Sletsjøe10, quedan otras


dificultades, tanto formales como funcionales: no se entiende por qué en
castellano se usa el masculino so ‘señor’ también como un insulto a una persona
femenina: so mentirosa, mientras que en portugués existe, al lado de seu burro,
un sua burra. Funcionalmente sorprende que las formas reducidas, estilística y
regionalmente limitadas, hayan pasado estos límites en la fórmula de insulto.

(2) Otras dudas, que se presentan cuando partimos de la base


SENIOREM, quedan sin explicación: ¿por qué sobreviven sólo so, resp. seu
de las tantas formas reducidas? No hay ningún seó, seió o algo parecido de las
tantas formas reducidas; además, faltan formas que remontan directamente
a señor / senhora.

(3) Si aceptamos que so / seu < SENIOREM y so / seu < SUUM / *SEUM
llegaron a ser homónimos en un determinado momento de su evolución, lo
vemos confirmado por diferencias básicas en su uso: la primera pareja se
usa delante de nombres propios o títulos: seu Angelo, so Reinaldo, la segunda
delante de adjetivos o sustantivos usados metafóricamente como adjetivos: ¡so /
seu mentiroso, so / seu burro!

(4) Aunque so / seu < SENIOREM pueden ser diferenciados


netamente en su origen de so / seu < SUUM / *SEUM, pueden acercarse
semánticamente en sus usos. Esto se da, porque una fórmula de respeto
puede usarse también irónicamente; ¡so concejal!, por ejemplo, cuando se
alude a un concejal que no merece ningún respeto. Por su lado, una fórmula
de insulto puede también usarse con fines afectivos, por ejemplo ¡so ladrón!
(se subentiende: de corazones).

(5) Para entender bien el origen de so / seu como pronombres


posesivos, debemos ocuparnos de la sintaxis pronominal. Como sabemos,
la función de los pronombres posesivos es, como dice el nombre, expresar
relaciones de posesión, así como la función de los pronombres personales
consiste en la identificación de las personas.

10
Leif Sletsjøe, So malandro – Seu burro – Din idiot!, en: Mélanges de philologie, offerts à
Alf Lombard, 1969, pp. 196-215.

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En los idiomas románicos están, sin embargo, desde tiempos latinos,


ambos tipos de pronombres en competencia, lo que se ve en castellano, donde
en diferentes niveles estilísticos se dan hasta hoy los siguientes casos:
en su favor - en favor suyo - en favor de él
en su delante - delante suyo - delante de él
en su encima - encima suyo - encima de él
nuestra casa - la casa nuestra - la casa de nosotros

A esta concurrencia debemos nuestra fórmula de insulto con el


pronombre posesivo, y posiblemente, este uso se ha originado cuando el
portugués y el castellano no se habían diferenciado.

El uso negativo se debe seguramente al deseo de marcar bien


claramente la dirección hacia el insultado (los alemanes señalan la dirección
con el dedo). ¡Idiota! puede referirse hasta al hablante mismo, mientras
que ¡so idiota! excluye totalmente esta posibilidad. Además es mucho más
corta que *idiota de Ud. o *idiota que es Ud..

Resumamos: H. Meier ha separado etimológicamente el tipo de ¡so / seu


mentiroso! del tipo so / seu José, sa / siá María por su función y formas diferentes.
Con esto no se excluye una posterior confusión de ambos tipos, porque siempre
ha sido posible usar un título respetuoso delante de algo irrespetuoso. (Leo Spitzer
citó al italiano Sor bestia). Pero una etimología no sólo se hace tomando en cuenta
el afecto del ser humano y su fantasía creativa; es necesario que una propuesta
etimológica tenga una base sólida formal y funcional.

Después de haber visto cómo diferentes formas latinas han originado


palabras romances que posteriormente se han confundido, vemos ahora
cómo conviven varias formas derivadas de una misma base latina.

(1) Nadie duda del origen latino (MASCULUM) de las siguientes


palabras castellanas: (1) macho que como adjetivo significa ya, en un
testimonio de 1251, ‘de sexo masculino, igual que el latín masculus’. Como
sustantivo designa a un ‘animal de sexo masculino’, a un ‘hombre necio’, al
‘mulo’, a ‘una planta que fecunda a otra con su polen’, a diferentes ‘partes
de artefactos’, al ‘tronco de la cola de los cuadrúpedos’ y a otros.

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(2) El último significado lo encontramos también como propio


de la palabra maslo, que antiguamente (s. 13) significaba ‘animal de sexo
masculino’ y que hoy tiene un segundo significado ‘astil o tallo de una
planta’.

(3) La tercera palabra es marlo, documentada en América: en


Argentina, Colombia y Venezuela con el significado de ‘coronta, espiga de
maíz desgranada’. Según Cororminas viene de maslo.

W. Meyer-Lübke11 que se basa en la Gramática histórica del español


de Gottfried Baist (1904), cita a maslo como continuación directa de
MASCULUS, y a macho como préstamo del antiguo portugués, donde
el grupo latino -SCL- tuvo, con seguridad, el resultado -ch-. Se trata, como
vemos, de un problema fonético, del resultado de -SC’L- en castellano.
Echemos una mirada a las gramáticas históricas del castellano.

F. Hanssen12 no ve ningún problema y dice «SCL, RCL se convierten


en ch.» El explica como excepciones *MASCLUM > maslo, *MUSCLUM
> muslo, *MISCLARE > mesclar (mezclar). Quiero aclarar lo siguiente:
SC’L- es un grupo consonántico románico debido a una síncopa.

Ramón Menéndez Pidal13 explica como voces semicultas a mezclar y


al anticuado malso < MASCULU; cito: «que dan al grupo de consonantes
SC’L tres soluciones diferentes». El considera a macho como resultado regular
de MASCULU (regla: «[el grupo] cons. C’L ... produce un sonido palatal
sordo...La primera consonante del grupo puede desaparecer.»)

V. García de Diego14 dice «SCL convirtió cl en ch, perdiendo luego la


s: MASCULU > macho, ACISCULA > achiche. El santanderino convierte
el grupo en ll, perdiendo la s: MASCULU > mallo ‘el maslo de la cola’.»

11
REW = Romanisches etymologisches Wörterbuch. Heidelberg 3ª ed. 1935.
12
F. Hanssen. Gramática histórica de la lengua castellana, Halle 1913, p. 60.
13
Ramón Menéndez Pidal. Manual de gramática histórica española. Madrid 16ª ed. 1980, pp.
12, 164.
14
V. García de Diego. Gramática histórica española. Madrid 1951, pp. 98, 118.

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Acerca de la forma maslo dice «[en] grupos romances de tres [consonantes]:


lo normal es la pérdida de la consonante interior, SC’L MASCULU > maslo
y por metátesis el ant. malso, MUSCULU > muslo.»

Resumo: Hanssen y García de Diego distinguen entre desarrollo


regular y excepciones. Hanssen considera a macho, García de Diego a
maslo como resultado regular. R. Menéndez Pilar explica macho como
continuación directa vulgar («Erbwort») de MASCULU, y a maslo como
forma semiculta.

J. Corominas, DCELC s.v. no explica nada, sólo comenta brevemente


«es erróneo creer con M.-L. (REW 5392) que macho sea portuguesismo, pues
el cambio de CL, PL o FL en ch es regular tras consonante.» Sin mayores
explicaciones habla de la «variante maslo».

En 1984, Steven Lee Hartman15 intentó fundamentar mejor la tesis


de Baist y de Meyer-Lübke, de que macho sea un préstamo del portugués.
Afirmó que en castellano sólo la forma maslo es la autóctona, porque
mientras que el portugués CL desarrolla la africada palatal ch tanto después
de una consonante sorda como sonora, en castellano sólo tenemos este
resultado después de una consonante sonora + CL.

Además él ha demostrado, luego de haber estudiado manuscritos


medievales, que en los siglos 13 y 14 maslo ha sido la forma preferida,
mientras que macho la ha reemplazado desde el s. 15. Según él, maslo es
la continuación directa castellana; macho, la correspondiente portuguesa
del lat. MASCULUM.

Todos los autores piensan que una palabra latina puede tener
sólo una continuación directa, popular, en una lengua. Si, como en este
caso, existen dos o más formas, se las explica como variantes semicultas o
préstamos de idiomas o dialectos vecinos. Sin embargo sabemos, todos los
que leemos textos en castellano antiguo, que allí hay con frecuencia lo que
yo llamo dobletes, por ejemplo: ambos – amos; troxiesse – truxiesse; ombres

15
En: Hispanic Linguistics 1, 1984, pp. 97-114.

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– omnes – ome; Juanillo – Juanico; laores – loores, etc. Existen razones,


diversas causas, para tales divergencias. Tienen que ver con la falta de una
norma bien establecida, con circunstancias en la morfología, formación de
palabras, fonética sintáctica, etc.

Pero en nuestro caso específico podemos pensar en una propuesta


de H. Meier16 que retoma ideas suyas de 1930 y 1941. El había distinguido
cuatro fases en el desarrollo del castellano. Pasaré a caracterizar brevemente
tres de ellas.

(1) Castilla forma la parte oriental de la provincia romana en


Galicia, y comparte originariamente la herencia latina con el oeste de la
Península.

(2) Esta base lingüística es transformada por rasgos típicamente


castellanos, que provienen del extremo norte de Castilla, de Cantabria.

(3) Este proto-castellano se extiende, por el proceso de la Reconquista,


al resto de Castilla la Vieja, que había pertenecido en época romana a la
Tarraconensis oriental. Allí se produjo un proceso de nivelación, primero
de conflicto, entre las diferentes formas, las orientales y las occidentales.
Los resultados los vemos documentados en textos y documentos en antiguo
castellano (fuent – fuente, noch – noche; manu – mano; ambos – amos;
perdía – perdié, etc.).

Indudablemente, macho refleja la evolución occidental de


MASCULU. La forma oriental, presente en el catalán mascle y en masclo
de un antiguo documento bíblico oriental del s. 13, no ha sido conservada
en castellano.

H. Meier entiende la palabra maslo (cuya forma paralela muslo es


más conocida) como palabra castellana, resp. cantábrica original, popular,
como «Erbwort». Por razones semánticas y formales (en antiguo castellano
ya existe la forma con metátesis malso); él se pronuncia en contra de la

16
H. Meier. Etymologische Aufzeichnungen, Anstösse und Anstössiges. Bonn 1988, pp. 66ss.

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tesis de R. Menéndez Pidal (palabra semiculta). Además, maslo es la base


de la forma santanderina mallo ‘maslo’ y de las formas latinoamericanas
marlo y derivados.

Como última etimología, quiero mencionar brevemente una


propuesta de U. L. Figge.17 Me limitaré a señalar las grandes líneas de la
argumentación y a centrarme, en la medida de lo posible, en palabras
castellanas. He escogido esta etimología por varias razones: en primer lugar,
porque muestra cómo etimologías bien establecidas pueden ser reemplazadas
por otras; y luego, porque aquí están también en juego explicaciones para
el origen de palabras que son familiares y populares en el Perú.

La etimología céltica del verbo románico cambiare ‘trocar’,


documentado tardíamente en latín, no ha sido puesta en duda, porque
se fundamenta en un breve glosario en latín tardío «De nominibus gallicis»
del siglo V, donde se encuentran, según el comentario de H. Zimmer,
generalmente palabras del latín vulgar de origen céltico, que existían en el
lenguaje popular de entonces. Allí se define a cambiare con ‘rem pro re
dare’. Es una de las pocas palabras que no pueden explicarse inmediatamente
con raíces célticas.

Puesto que esta palabra, que continua en italiano cambiare, friulano


gam(y)á, francés changer, provenzal, catalán, castellano cambiar, antiguo
castellano camear, no remonta directamente a un verbo céltico, ha sido
interpretada como derivada de una raíz céltica *kamb ‘corvo, curvo,
doblado’. Walde-Hofmann18 trataron de explicar el cambio semántico,
postulando para ‘cambiar, trocar’ un significado originario de ‘girar’. Pero
los verbos célticos derivados de *kamb no significan ‘girar’, sino ‘torcer,
doblar’, lo que es algo bien distinto. De modo que, por un lado, esta

17
U. L. Figge, Rom. cambiare ‘tauschen, wechseln’, en: Romanische Etymologien 1. Vermischte
Beiträge I, Heidelberg 1968. pp. 27-38.
18
A. Walde, J. B. Hofmann, Lateinisches etymologisches Wörterbuch. 3 ts. Heidelberg 3ª ed.
1938-1956.

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GERTRUD SCHUMACHER DE PEÑA

explicación no satisface; por el otro, parece sorprendente que los romanos


no hayan tenido una palabra latina para ‘trocar’. La explicación que sostiene
que cambiare haya sido prestado del céltico como palabra técnica del
vocabulario comercial (Ernout-Meillet)19 no convence tampoco, porque en
el mismo siglo de su primera documentación, que es el siglo II d.C., no
sólo significaba ‘trocar’, sino también ‘prestarse ayuda mútuamente’. Y este
significado ha sobrevivido en el retorrománico en un derivado *cambium
> bajo engadino far chomma, alto engadino fer chammi, ladino central
far tgomi, obwalden far comi. La ayuda mutua se hacía en faenas mayores
en el campo y en casa.

Frente a tales circunstancias, Figge propone una etimología latina


sobre la base de AMBO ‘ambos’. Como desarrollo paralelo cita a los verbos
derivados de BINI ‘dos a dos’ que son

*BINARE ‘hacer algo entre dos > besarse, dormir juntos’;


*BINARE ‘hacer algo dos veces > trabajar el campo dos veces’;
*BINARE ‘unir’
*COMBINARE ‘unir’.

Figge postula, sobre la base de AMBO, *COAMBARE ‘hacer algo


mútua-mente > ayudarse mútuamente’, ‘cambiar, trocar’; y *(CO)AMBARE
‘unir’.

El problema formal, es decir, cómo explicar el paso de *COAMBARE


a *CAMBARE y no a *QUAMBARE, no presenta dificultades, porque
hay suficientes palabras que testifican el mismo paso; acá mencionaré sólo
*CAGULUM < *COAGULUM.

Basándose en los continuadores románicos, Figge postula las


siguientes bases: *CAMBARE, CAMBIARE, CAMBIRE (documentado,
pero sin continuadores), y *CAMBULARE, *CAMBICULARE,

19
Alfred Ernout, Antoine Meillet, Dictionnaire étymologique de la langue latine. Paris 4ª ed.
1959.

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¿CÓMO SOBREVIVE EL LATÍN EN NUESTRO LÉXICO?

*CAMBICARE. La diversificación de las bases se explica mejor con la


etimología propuesta que con la idea del préstamo de un verbo técnico
céltico.

Veamos los verbos que nos interesan aquí; no trataré los verbos que
significan ‘unir’.

(a) *CAMBARE y derivados tienen continuadores en sardo, en


dialectos italianos y retorrrománicos, en antiguo francés y en provenzal.
Continúan en el gallego / portugués (es)cambar ‘trocar, cambiar’ y en el
castellano cambalache ‘trueque’. Corominas deriva en su Diccionario crítico
etimológico de la lengua castellana cambalache del anticuado cambalachar
‘trocar’, probablemente tomado del portugués, donde deriva del anticuado
cambar por ‘cambiar’.

(b) *CAMBlLARE > *CAMBLARE > *CLAMBARE continuan en


rumano schimba, sardo cambá, provenzal klambá y en gallego y castellano
cham(b)ar. El antiguo castellano chambar ‘trocar’ y el castellano chamar
‘íd.’ han sido derivados por García de Diego en su Diccionario etimológico
español e hispánico de un antiguo francés chambar, que parece no haber
existido jamás.20 La explicación de Corominas para el gallego chambar
(cruce entre el portugués cambar y el francés changer) es inverosímil. Más
bien, postulando un verbo *CLAMBARE < *CAMBULARE, se explica
sin dificultades el nexo inicial ch-.

Los derivados postverbales tienen en parte el significado ‘trueque’.


Son riojano.y navarro chamba; castellano (jerga), riojano, navarro chama,
gallego chambo y se refieren especialmente al cambio de granos y semillas
por otra mercadería. En México, chambo significa también ‘negocio, venta’;
el riojano chambo es un ‘buen trueque, con ganancia’, el riojano chama
un ‘buen negocio, una ganga’; el navarro y el castellano chamba significan
‘chiripa, buena suerte’.

20
Cf. W. von Wartburg, Französisches etymologisches Wörterbuch. Tübingen 1948ss.
21
V. García de Diego, Diccionario etimológico español e hispánico, Madrid 1954, loc. cit.; íd.
en Revista de Filología Española 39. 1955, p. 125.

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Figge no cita el peruano chamba ‘trabajo’ y su derivado chambear.

En el ambiente académico, como en tantos otros, ‘tener chamba’


es ‘tener suerte’. Pero pienso que tener chamba puede tal vez derivarse del
significado de ‘tener ganancia, hacer un buen negocio’.

Una diversificación semántica parecida se da en las palabras que


García de Diego21 ofrece bajo changa que es para él una variante de chamba.
Se trata del andaluz changa ‘trueque, cambalache’; castellano changa
‘trueque o negocio con algo de poco valor’; gallego changa ‘negocio’, facer
changa ‘negociar’; navarro changa ‘trueque con ganancia, ganga, buen
negocio, buena compra’. Corominas quiere interpretar en su diccionario
etimológico esta changa como resultado de un cruce entre chamba y
ganga. Pero la variante de *CAMBULARE, un *CAMBICULARE >
*CAMBICLARE > *CLAMBICARE > *changar, explica más fácilmente
este grupo de palabras.

La última propuesta de Figge, que mencionaremos, se refiere a la


palabra ganga. Tanto cham(b)a como changa han sido parafraseadas como
‘gangas’. Por su significado podrían pertenecer a la familia de *CAMBARE;
un *CAMBICARE explicaría un *gangar, no documentado. Ganga no
existe con el significado de ‘trueque’, pero sí con el de ‘buen negocio’. Las
etimologías propuestas hasta la fecha son poco convincentes, cf. Corominas
en su Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana s.v. ganga (I, II).
Tanto ‘la materia que acompaña a los minerales y que es inútil’ como ‘un
pájaro con carne poco apreciada’ no explican bien el significado de ganga.
En favor de la etimología latina puede señalarse que *CAMBICARE es el
intermediario entre *CAMBARE y *CAMBICULARE.

Espero que tal vez algunos de nuestros lectores prosigan en la


búsqueda de los orígenes de nuestras palabras y propongan etimologías
bien fundadas y originales.

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¿CÓMO SOBREVIVE EL LATÍN EN NUESTRO LÉXICO?

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