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SUMARIO:
INTRODUCCIÓN.
1.- Generalidades.
2.- Régimen de comunidad.
3.- Régimen de separación total de bienes.
4.- Régimen de participación en los gananciales.
5.- Régimen sin comunidad.
6.- Régimen dotal.
7.- Régimen adoptado por el Código Civil Chileno.
RÉGIMEN DE SOCIEDAD CONYUGAL.
CAPÍTULO I: DE LAS CONVENCIONES MATRIMONIALES.
I.- GENERALIDADES.
1.- Concepto.
2.- Clasificación.
II.- REQUISITOS DE VALIDEZ DE LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES.
1.- Enumeración de los requisitos.
2.- Acerca de la capacidad de las partes.
3.- De las solemnidades.
III.- CONTENIDO DE LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES.
1.- Capitulaciones celebradas antes de contraer matrimonio.
2.- Capitulaciones celebradas al contraer matrimonio.
3.- Estipulaciones prohibidas en las capitulaciones matrimoniales.
IV.- EFECTOS Y REVOCABILIDAD DE LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES.
1.- Momento en que las capitulaciones producen efecto.
2.- Modificación de las capitulaciones matrimoniales.
3.- Irrevocabilidad de las capitulaciones matrimoniales.
CAPÍTULO II: CONCEPTO, REGULACIÓN, NATURALEZA Y CARACTERES DE LA
SOCIEDAD CONYUGAL.
1.- Concepto.
2.- Regulación.
3.- Naturaleza jurídica de la sociedad conyugal.
4.- Diferencias entre la sociedad conyugal y la sociedad común.
5.- La sociedad conyugal no es persona jurídica.
6.- La sociedad conyugal no es una especie de copropiedad.
7.- Características de la sociedad conyugal.
CAPÍTULO III: DEL PATRIMONIO DE LA SOCIEDAD CONYUGAL.
CLASIFICACIÓN DE LOS ELEMENTOS DEL PATRIMONIO SOCIAL.
SECCIÓN PRIMERA: DEL HABER O ACTIVO DE LA SOCIEDAD CONYUGAL.
I.- DEL HABER REAL O ABSOLUTO DE LA SOCIEDAD CONYUGAL.
1.- Concepto.
2.- Enumeración.
II.- DEL HABER APARENTE O RELATIVO DE LA SOCIEDAD CONYUGAL.
1.- Concepto.
2.- Enumeración.
III.- DEL HABER PROPIO DE CADA CÓNYUGE.
1.- Bienes que lo forman y consecuencias jurídicas.
2.- Enumeración.
1
Fecha de última modificación: 6 de enero de 2023.
INTRODUCCIÓN
1.- Generalidades.
2
Rossel Saavedra, Enrique, Manual de Derecho de Familia, 7ª edición actualizada, Santiago de Chile,
Editorial Jurídica de Chile, 1994, Nº 131, p. 85.
3
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., Nº 135, p. 88.
4
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., Nº 136, p. 88; Ramos Pazos, René, Derecho de Familia, Tomo I, 7ª
edición actualizada, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 2010, Nº 181, p. 158.
I.- GENERALIDADES.
1.- Concepto.
2.- Clasificación.
5
Las convenciones o capitulaciones matrimoniales no son exclusivas del régimen de sociedad conyugal, pero
cuando se pactan, usualmente anteceden a dicho régimen matrimonial. Por ello, las tratamos dentro del
expresado régimen matrimonial.
Las capitulaciones sólo pueden ser pactadas por los esposos (expresión que el
art. 1715 no toma en su sentido estricto, de aquellos que han celebrado los
esponsales, sino más bien como sinónimo de “novios”), y a diferencia de lo que
acontece en las demás convenciones, las celebran dichos esposos personalmente,
aunque sean incapaces, sin perjuicio de obtener en este caso la autorización que
indicaremos
Dispone el art. 1721: “El que se halla bajo curaduría necesitará de la
autorización de su curador para las capitulaciones matrimoniales”.
No comparecen los esposos incapaces por lo tanto a través de sus
representantes legales (curadores), sino que actúan directamente, pero deben requerir
la autorización de tales representantes.
Pueden celebrar capitulaciones matrimoniales todos los que son hábiles para
contraer matrimonio.
En otras palabras, los hombres y mujeres mayores de edad pueden celebrar
capitulaciones matrimoniales, de acuerdo con las siguientes reglas:
a) Por regla general, celebrarán la convención sin necesidad de la autorización o
aprobación de persona alguna.
b) Los esposos que estén bajo guarda (concretamente, los interdictos por disipación),
pueden celebrar capitulaciones, pero con autorización de su curador (art. 1721). El
incapaz bajo guarda, en todo caso, obra personalmente y ello que da en claro desde el
momento en que requiere de la autorización de su curador. En otras palabras, si el
curador autoriza al interdicto por disipación, es porque el último actúa personalmente.
Obtenida la autorización, el disipador interdicto, en principio, puede pactar en
las capitulaciones todas las cláusulas que desee, como si actuare su curador. Sin
embargo, para todos aquellos actos jurídicos en los que el curador deba obtener
autorización judicial, será necesario cumplir con esta formalidad habilitante, conforme
a las reglas generales.
6
Ni siquiera podría operar el caso excepcional previsto en el art. 1204, relativo al pacto de no disponer de la
cuarta de mejoras, pues tal convenio exige que una de las partes sea legitimario de la otra parte, y antes del
matrimonio, no se tiene tal calidad por los novios o esposos.
7
Distinta es la solución, según veremos, tratándose del pacto regulado por el artículo 1723 del Código Civil.
1.- Concepto.
Puede definirse como la sociedad de bienes que se forma entre los cónyuges,
bajo la modalidad de comunidad diferida y restringida de muebles y gananciales, por el
hecho de contraer matrimonio y a falta de pacto en contrario (arts. 135 y 1718).
La sociedad conyugal se forma de pleno derecho, sin necesidad de declaración
de voluntad (salvo en el caso del artículo 135, inc. 3º, caso que también constituye
una excepción a la regla en virtud de la cual no puede originarse la sociedad conyugal
después de celebrado el matrimonio).
Su duración está determinada por la ley: comienza con el matrimonio y
concluye sólo por alguna de las causales establecidas en el art. 1764. Los cónyuges no
pueden acelerar o retardar su disolución, salvo si ejercen los derechos que les confiere
el art. 1723, sustituyendo el régimen por uno de los dos alternativos.
Cabe advertir que si quienes contraen matrimonio fueren personas del mismo
sexo, se entenderán separadas totalmente de bienes, a menos que optaren por el
régimen de participación en los gananciales. Estas personas, no podrán casarse bajo el
régimen de sociedad conyugal (arts. 135, inc. 2º y 1715, inc. 3º).
2.- Regulación.
Está regulada la sociedad conyugal en los arts. 135 a 140 del Título VI “De las
obligaciones y derechos entre los cónyuges”, del Libro I, y en el Título XXII del Libro
IV. Se denomina este último Título “De las convenciones matrimoniales y de la
sociedad conyugal”. De los siete párrafos en que se divide este Título, los seis primeros
se refieren a la sociedad conyugal, y versan sobre las siguientes materias:
1º Reglas generales (arts. 1715 a 1724).
8
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., p. 102.
1.- Concepto.
2.- Enumeración.
9
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., p. 104.
10
Téngase presente que, en la época en que escribe Alessandri, las pensiones de jubilación se otorgaban
preferentemente por el Estado. Pero agrega en una nota: “Lo mismo cabe decir de las jubilaciones que
algunas instituciones particulares acuerdan a sus empleados que han servido cierto número de años”.
11
Alessandri Rodríguez, Arturo, Tratado práctico de las capitulaciones matrimoniales, de la sociedad
conyugal y de los bienes reservados de la mujer casada (Artículo 150 y Título 22 del Libro IV del Código
Civil), Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1935, pp. 143 y 144.
12
“Ahorro Previsional Voluntario. Guía del Ahorrante”, Superintendencia de AFP, Superintendencia de Bancos
e Instituciones Financieras y Superintendencia de Valores y Seguros, p. 3.
13
“Ahorro Previsional Voluntario. Guía del Ahorrante”, Superintendencia de AFP, Superintendencia de Bancos
e Instituciones Financieras y Superintendencia de Valores y Seguros, p. 3.
14
Somarriva Undurraga, Manuel, “Derecho Sucesorio”, versión de René Abeliuk M., 7ª edición actualizada,
Tomo II, Santiago de Chile, Editorial Jurídica, 2009, p. 715.
15
Meza Barros, Ramón, ob. cit., p. 518.
16
Alessandri Rodríguez, Arturo, “Tratado práctico de las capitulaciones matrimoniales, de la sociedad
conyugal y de los bienes reservados de la mujer casada”, Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, año
1935, p. 141.
17
“Santiago, 14 de diciembre de 1855.- Por cuanto el Congreso Nacional ha acordado el siguiente proyecto
de lei: ‘Artículo 1.° El Congreso Nacional concede un voto de gracias al autor del proyecto de Código Civil,
por la perseverancia i eficaz contracción que ha dedicado a este trabajo, i a los miembros colaboradores de
la Comisión Revisora del mismo Código, por la solicitud, esmero i constancia con que han concurrido al
examen i revisión de toda la obra, hasta llevarla a su término. Art. 2.° Acuérdanse al autor del proyecto de
Código Civil, senador don Andrés Bello, veinte mil pesos, por una sola vez, i se le abona el tiempo de servicio
necesario para que pueda jubilarse del empleo de oficial mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores, con
su sueldo íntegro”.
18
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., p. 142.
19
¿Por qué el art. 1736, N° 1, alude a la prescripción adquisitiva, si se trata, como usualmente se afirma, de
un modo de adquirir que opera a título gratuito y no oneroso, dado que “no entraña para el prescribiente
ningún desembolso económico, ninguna prestación”? (Alessandri Rodríguez, Arturo, Somarriva Undurraga,
Manuel, Vodanovic H., Antonio, “Tratado de los Derechos Reales. Bienes”, quinta edición, Santiago de Chile,
Editorial Jurídica de Chile, 1993, p. 17; Rozas Vial, Fernando, “Los Bienes”, cuarta edición, Santiago de Chile,
LexisNexis, 2007, p. 251; Peñailillo Arévalo, Daniel, “Los Bienes. La propiedad y otros derechos reales”,
Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 2007, p. 408; este autor introduce un matiz, pues después de
señalar que la prescripción adquisitiva es un modo de adquirir a título gratuito, agrega en una nota lo
siguiente: “Aunque también podría sostenerse que, por su naturaleza, es ajena a la distinción entre actos
gratuitos y onerosos; en todo caso, no es a título oneroso”). De lo expuesto, habría que colegir que todo
inmueble adquirido por prescripción, lo será siempre y en toda circunstancia a título gratuito. Recordemos a
su vez que los inmuebles adquiridos a título gratuito no ingresan al haber social, sino que al haber del
cónyuge adquirente, según se desprende, a contrario sensu, del art. 1725, Nº 5, en relación al inc. 2º del
art. 1726. Cabe tener presente también que esta norma del Nº 1 del art. 1736 es la única a partir de la cual
se deduce que operando la prescripción, ha de entenderse que el dominio se adquirió al entrar en posesión,
y no cuando se cumplió el plazo de la misma. Dicho de otra forma: la prescripción adquisitiva retrotrae la
adquisición del dominio al momento inicial de la posesión. Pareciera, entonces, existir un error del Código, al
haber incluido en el art. 1736, la prescripción que opere en favor de un cónyuge. Sin embargo, la cuestión
no es tan simple para algunos. En efecto, ¿qué ocurre si la posesión se inicia durante la vigencia de la
sociedad conyugal? En principio, debiéramos concluir que el inmueble no será tampoco social, sino propio del
cónyuge poseedor y prescribiente. Pero esta conclusión privaría al numeral de toda utilidad, pues daría igual
si la posesión se inició antes o después de la vigencia de la sociedad conyugal; por eso, en opinión de
algunos, habría que distinguir según si el título que posibilitó al cónyuge entrar en posesión lo fue a título
gratuito o a título oneroso. En el primer caso, el inmueble ingresará al haber propio del cónyuge; en el
segundo caso, el inmueble ingresará al haber absoluto de la sociedad conyugal. Para esta opinión, la
prescripción, entonces, podría operar a título oneroso (por ejemplo, si el cónyuge entró en posesión a
consecuencia de una compraventa de cosa ajena que logró inscribir a su favor). Así concluye Arturo
Alessandri Rodríguez, en su obra que dedica al estudio de la sociedad conyugal, denominada “Tratado
práctico de las capitulaciones matrimoniales, de la sociedad conyugal y de los bienes reservados de la mujer
casada” (Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1935), nota, p. 196. Expresa este autor, al aludir al Nº 1
del art. 1736: “Para que tenga lugar esta excepción es menester que el cónyuge, al tiempo del matrimonio,
sea poseedor de la especie, que la tenga desde antes del matrimonio con ánimo de señor o dueño. El
número 1 del artículo 1736 habla de las especies que uno de los cónyuges poseía a título de señor antes de
la sociedad. La mera tenencia no sirve, aunque durante la sociedad sea reemplazada por posesión con
arreglo al Nº 3 del artículo. 2510. Por consiguiente, si el esposo, al tiempo del matrimonio, era un mero
tenedor de la especie y el carácter de poseedor lo adquiere durante la sociedad, no tiene lugar la excepción y
la especie adquirida por prescripción se reputará adquirida durante ella. Y enseguida agrega Alessandri la
siguiente nota al pié de página: La especie, en este caso, será un bien propio o social según que la posesión
se haya adquirido a título oneroso o gratuito. Advertimos sin embargo un lapsus del autor citado: la nota
debió decir: La especie, en este caso, será un bien propio o social según que la posesión se haya adquirido a
título gratuito u oneroso. De esta manera, siguiendo esta tesis de Alessandri, a la que adherimos, no
podríamos formular a priori, como característica general, que la prescripción adquisitiva es un modo de
adquirir que opera siempre a título gratuito. Habría que concluir que es un modo de adquirir que puede
operar indistintamente a título gratuito o a título oneroso, según la naturaleza que tenga el título que sirvió
de antecedente para entrar en posesión. El título posesorio, determinará si el modo denominado prescripción
adquisitiva, operó en definitiva a título gratuito o a título oneroso.
20
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., p. 203.
21
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., Nº 162, pp. 109 y 110.
1.- Concepto.
2.- Enumeración.
2.1. Los bienes raíces que los cónyuges tienen al momento de contraer matrimonio.
Aun cuando la ley no lo dice explícitamente, se deduce, a contrario sensu, del
art. 1725, que hace ingresar al haber social los bienes muebles aportados al
matrimonio, no los raíces (art. 1725 números 3 y 4).
Con todo, los esposos pueden haber estipulado, en sus capitulaciones
matrimoniales previas al matrimonio, que un inmueble aportado al matrimonio ingrese
al haber de la sociedad conyugal, la que deberá al cónyuge aportante la respectiva
recompensa.
2.2. Los bienes raíces adquiridos durante la vigencia de la sociedad conyugal a título
gratuito.
Así lo establecen los arts. 1726 inc. 1º y 1732 inc. 1º.
Se incluyen aquí, por ejemplo, los inmuebles que se adquieran por donación,
herencia, o legado. En el caso de la prescripción, también se incluirá en la medida que
el título posesorio invocado fuere uno de carácter gratuito (art. 1736, N° 1).
La parte final del inciso primero de ambos artículos tiene gran importancia
práctica, porque resuelve el problema de las donaciones conjuntas. La donación hecha
a un cónyuge, aunque sea hecha en consideración al otro, incrementa su haber propio,
y la misma regla se aplica a otras gratuidades, como las herencias o legados.
Si la donación fuere hecha a los dos cónyuges, incrementará el haber de cada
uno. Igual ocurrirá con las herencias y legados.
2.3. Los aumentos experimentados por los bienes propios de cada cónyuge.
No forman parte del haber social los aumentos materiales que acrecen a
cualquier especie de uno de los cónyuges, formando un mismo cuerpo con ella, por
aluvión, edificación, plantación o cualquiera otra causa (art. 1727, N° 3).
Quedan comprendidos tanto los aumentos producidos por obra de la naturaleza
o por la industria humana, pero con una importante diferencia:
i.- El aumento debido a la industria humana, da lugar a una recompensa en favor de la
sociedad conyugal (art. 1746).
ii.- El aumento que proviene de causas naturales no da lugar a recompensa alguna
(art. 1771, inc. 2º).
2.4. Los bienes muebles excluidos de la comunidad.
Recordemos que los esposos pueden excluir de la comunidad cualquiera parte
de sus bienes muebles, designándolos en las capitulaciones (art. 1725, N° 4, inc. 2º).
Dado que la ley exige “designar” los bienes excluidos, la exclusión ha de ser a
título singular, pudiendo comprender sólo bienes propios de los esposos, presentes o
futuros, corporales o incorporales. También se podría pactar que estos bienes sean
administrados por la mujer (art. 167).
2.5. Bienes que ingresan al haber propio a consecuencia de una subrogación.
También forman parte del haber propio de cada cónyuge, los bienes que entran
a sustituir a otros bienes propios del cónyuge, a consecuencia del fenómeno llamado
subrogación, regulado en el art. 1727, números 1 y 2 en relación al art. 1733, que más
adelante estudiaremos.
2.6. Bienes inmuebles adquiridos durante la sociedad conyugal, aún a título oneroso,
pero cuya causa o título es anterior a ella (art. 1736).
Nos remitimos a lo expresado acerca de esta hipótesis al tratar del haber real o
absoluto.
2.7. Bienes muebles e inmuebles adquiridos por la mujer en virtud del art. 166 del
Código Civil.
Son dos:
1.1. Presunción de dominio: establece el art. 1739, inc. 1º una presunción de dominio
en favor de la sociedad conyugal, que comprende toda cantidad de dinero, de cosas
fungibles, de especies, créditos, derechos y acciones que existan en poder de
cualquiera de los cónyuges al disolverse la sociedad. Esta presunción, referida a los
bienes muebles, obedece al hecho de que ellos por lo general son sociales.
Esta presunción es de gran utilidad para los acreedores, pues no están
obligados a probar que los bienes que persiguen son sociales, presumiendo la ley tal
carácter.
Se trata de una presunción simplemente legal, pues se podrá probar en
contrario. Por ejemplo, la mujer prueba que se trata de bienes muebles que se
excluyeron del patrimonio de la sociedad conyugal en capitulaciones matrimoniales.
La ley admite cualquier medio de prueba, salvo la confesión de los cónyuges (en
especial del marido), sea personal o de consuno (art. 1739, inc. 2º). Esta confesión,
por sí sola, no será oponible a terceros, pero entre los cónyuges tendría valor, según
se ha resuelto en algunos fallos.
Agrega el inciso 3º del precepto que la confesión se mirará como una donación
revocable, que una vez confirmada por la muerte del cónyuge donante, se ejecutará en
su parte de gananciales o en sus bienes propios. Vemos en consecuencia que la
confesión no atribuye al otro cónyuge el dominio del bien objeto de dicha confesión,
sino que implica un acto de disposición que sólo se hará irrevocable a la muerte del
confesante-donante, pudiendo éste dejarla sin efecto mientras viva.
1.2. Presunción en orden a que los bienes adquiridos a título oneroso, se han adquirido
con bienes sociales (es decir con capitales sociales): el último inciso del art. 1739,
El citado art. 1739 establece también una presunción en favor de los terceros
que celebren contratos a título oneroso con alguno de los cónyuges; establecen los
incs. 4º y 5º del precepto:
a) Tratándose de bienes muebles, si el cónyuge contratante hizo al tercero de buena fe
entrega o tradición del bien respectivo, y siempre y cuando el bien no figure en un
registro público a nombre del otro cónyuge o de otra persona, dicho tercero estará a
cubierto de toda reclamación que los cónyuges intentaren fundada en que el bien es
social o del cónyuge que no contrató (inc. 4º). En este caso, nos encontramos ante
una presunción de derecho. En cambio, si no hubo entrega o tradición, la presunción
admite prueba en contrario. Será simplemente legal.
El mismo principio se consagra en el pago de lo no debido, art. 2303, que
protege al tercero que recibió un pago de buena fe, a título oneroso.
b) Sin embargo, como adelantamos, no se presumirá la buena fe del tercero, cuando el
bien objeto del contrato figure inscrito a nombre del otro cónyuge en un registro
abierto al público (por ejemplo, el de automóviles, el de accionistas de sociedades
anónimas, el de naves o aeronaves, armas de fuego, marcas, ciertos animales, etc.).
Las normas anteriores buscan proteger a los terceros que de buena fe contratan
con uno de los cónyuges; dicha buena fe no podría invocarse, si el bien figura en un
registro público a nombre del otro cónyuge.
Si no hay entrega o tradición al tercero, la presunción, según dijimos, es
simplemente legal, de manera que podrá acreditarse que el bien es propio de la mujer
o del marido. La prueba podrá producirse por un tercero que desea perseguir bienes
propios de la mujer por ser su acreedor o por los mismos cónyuges cuando hay
dificultades sobre el dominio de los bienes durante la liquidación de la sociedad
conyugal.
1.- Concepto.
22
Rodríguez Grez, Pablo, Regímenes Patrimoniales, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 1997, p.
87.
23
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., Nº 179, p. 120.
Desde el punto de vista del tercero acreedor, no hay pasivo social, porque a su
respecto la sociedad conyugal no existe.
El acreedor puede perseguir el patrimonio del marido o si corresponde los
bienes propios de la mujer, pero no le es posible demandar el cumplimiento de su
crédito en el patrimonio social, porque éste se confunde con el del marido (art. 1750).
En otras palabras, el deudor del acreedor no es “la sociedad conyugal”, sino que
el marido o la mujer o ambos.
La cuestión consiste entonces en determinar cuáles son las deudas que el
tercero puede perseguir en el patrimonio del marido (y de la sociedad confundidos) y
cuáles puede perseguir, además, en el patrimonio de la mujer.
2.- Obligaciones que dan acción sobre los bienes sociales y sobre los bienes
propios del marido.
24
A propósito de los casos signados como 2.1. y 2.2., expresa Alessandri: “Las deudas sociales son, a la
vez, deudas personales del marido.- Pero como respecto de terceros la sociedad no existe y sus bienes y
los del marido se confunden formando un solo patrimonio, en realidad no hay deudas sociales. Sólo hay
deudas del marido y de la mujer. Las deudas sociales son deudas del marido, por cuyo motivo sus
acreedores personales y los de la sociedad pueden perseguir indistintamente sus bienes propios y los
sociales, de donde resulta que, en el hecho, toda deuda de la sociedad es personal del marido y toda deuda
personal suya es social”: Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., p. 265.
3.- Obligaciones que dan acción sobre los bienes sociales, sobre los bienes
propios del marido y además, sobre los bienes propios de la mujer.
3.1. Las contraídas por el marido durante la vigencia de la sociedad conyugal, en virtud
de un contrato que cede en beneficio personal de la mujer (art. 1750, inc. 2º: “Podrán,
con todo, los acreedores perseguir sus derechos sobre los bienes de la mujer, en virtud
de un contrato celebrado por ellos con el marido, en cuanto se probare haber cedido el
contrato en utilidad personal de la mujer, como en el pago de sus deudas anteriores al
matrimonio”).
Serán de este tipo, por ejemplo, las obligaciones contraídas por el marido para
pagar las deudas de la mujer anteriores al matrimonio, o aquella deuda contraída por
el marido para pagar los estudios universitarios de la mujer. Se trata, por ende, de
acreedores del marido.
¿Qué “bienes de la mujer” son éstos? ¿Se trata tanto de los bienes
administrados por el marido como también por la mujer en los casos de los artículos
150, 166 y 167, es decir como separada parcialmente de bienes? Pareciera que se
trata sólo de los primeros. De esta manera, el sistema del Código implicaría que si el
contrato lo celebró el marido pero cedió en utilidad de la mujer, los acreedores tendrán
acción sobre los bienes de ésta administrados por el marido, pero no sobre los bienes
que la mujer administra separadamente de su cónyuge, pues si así se permitiera, esta
administración separada se tornaría puramente teórica. Por el contrario, si la mujer
contrata, como en las situaciones contempladas en el tercero y cuarto caso del punto
dos, sólo comprometerá los bienes que se encuentran bajo su administración, y no los
bienes propios de la mujer que administra el marido. Así, cada cónyuge sólo puede
comprometer los bienes de la mujer que se encuentren bajo su directa administración,
y no bajo la administración de aquél cónyuge que no ha contratado.
3.2. Las obligaciones contraídas por la mujer antes del matrimonio.
Se trata, en este caso, de acreedores de la mujer.
Estas deudas deben pagarse por la sociedad conyugal -art. 1740, N° 3: “La
sociedad es obligada al pago: (…) 3º. De las deudas personales de cada uno de los
cónyuges, quedando el deudor obligado a compensar a la sociedad lo que ésta invierta
en ello”-, pero pueden perseguirse también sobre los bienes propios de la mujer.
Si el patrimonio de la mujer estaba afecto al cumplimiento de la obligación
mientras se encontraba soltera, viuda o divorciada, y después contrae matrimonio, no
hay razón para que deje de estar afecto al pago de las acreencias de sus acreedores
por un hecho ajeno a la obligación, como es el contraer matrimonio la deudora. De lo
25
Ramos Pazos, René, “Derecho de Familia”, Tomo II, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, séptima
edición actualizada, 2010, Tomo I, p. 203.
Está compuesto por aquellas deudas que paga la sociedad durante su vigencia y
que, a su disolución, afectan a su patrimonio, sin derecho a recompensa. Tales son:
a) Las pensiones e intereses que corran, sea contra la sociedad, sea contra cualquiera
de los cónyuges, y que se devenguen durante la sociedad (art. 1740, N° 1).
Distingamos según si se trata del pago de pensiones o del pago de intereses:
i.- Pago de pensiones.
26
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., N° 418, p. 303.
Hay lugar a recompensa contra la sociedad, cuando uno de los cónyuges paga
deudas sociales con sus bienes propios.
Los cónyuges deben recompensa a la sociedad por las expensas de toda clase
que se hayan hecho en sus bienes propios (art. 1746). El monto de la recompensa se
determina de la siguiente forma:
a) La recompensa equivale al desembolso efectuado, no al aumento de valor real. Si
este aumento de valor excede al desembolso, sólo se adeudará lo efectivamente
gastado.
b) El aumento de valor debe subsistir a la época de la disolución de la sociedad.
No dan lugar a recompensa las cargas o reparaciones usufructuarias hechas en
los bienes de los cónyuges, que son de cargo de la sociedad sin derecho a recompensa,
y el aumento de valor de los bienes propios que se deba a causas naturales.
A su vez, se ha fallado que las expensas hechas por el marido en bienes
reservados de la mujer, que ésta conserva como propietaria exclusiva al renunciar a
los gananciales, no generan recompensas a favor de la sociedad conyugal, sino que un
crédito sujeto a las reglas generales, que el marido deberá cobrar a la mujer como lo
haría cualquier acreedor. Lo anterior, porque si procediere recompensa en contra de la
mujer por expensas hechas en bienes reservados, podría ocurrir que, de no renunciar
la mujer a los gananciales, estos bienes no le pertenecerían en forma exclusiva, sino
en común a los cónyuges. En tal contexto, no resulta lógico que la sociedad conyugal
pueda exigirle a la mujer pagar por inversiones que también redundarían a favor del
marido (sentencia de la Corte de Apelaciones de San Miguel de fecha 13 de noviembre
de 2013, Rol N°433-2013. Casación en el fondo fue rechazada por sentencia de la
Corte Suprema de fecha 11 de marzo de 2014, autos Rol N° 16.342-2013). 27
La importancia de determinar, -en el caso de las expensas hechas por el marido
en bienes reservados de la mujer- que estamos ante un crédito que sigue las reglas
generales, y no ante una recompensa, se visualiza, al menos, en las siguientes
materias:
i.- Prescripción de las acciones: la acción que el marido tiene en contra de la mujer
para cobrar el valor de las expensas, prescribirá en cinco años, contados desde que se
27
Revisar en nuestra página web www.juanandresorrego.cl, “Criterios jurisprudenciales en materia de
sociedad conyugal”, sentencia N° 14.
Cada cónyuge debe recompensa a la sociedad por los perjuicios que le hubiere
causado con dolo o culpa grave. La recompensa ascenderá al monto del perjuicio (art.
1748).
Dado que estamos ante culpa extracontractual, corresponderá probar los
elementos de la indemnización, incluyendo el dolo o la culpa grave, a quien alega
haber sufrido el daño.
Hay lugar a recompensa cuando con los bienes de un cónyuge, se pagan deudas
del otro, sea de manera voluntaria o forzada.
CAPITULO V: DE LA ADMINISTRACION
DE LA SOCIEDAD CONYUGAL
CLASIFICACION.
Conceptos fundamentales.
Corresponde esta administración al marido, por el solo hecho del matrimonio.
La administración ordinaria comprende los bienes sociales y los bienes propios
de la mujer (art. 1749). Con todo, las facultades de administración serán distintas en
uno y otro caso.
Se extiende la administración ordinaria hasta la disolución de la sociedad
conyugal, a menos que durante su vigencia el marido caiga en interdicción o se
ausente o sea sometido a un procedimiento concursal de liquidación, circunstancias en
las cuales la administración será ejercida por el curador o por el liquidador, en el
último caso.
Al término de la administración, el marido no está obligado a rendir cuenta a su
mujer; aún más, la ley dice que administra como dueño, o sea sin el deber de rendir
cuentas a nadie.
Lo anterior no significa que el marido pueda cometer actos dolosos; los arts.
1748 y 1771 obligan al cónyuge a indemnizar a la sociedad conyugal o al otro cónyuge
de los perjuicios que se les haya causado con dolo o culpa grave.
Estudiaremos por separado las facultades administrativas del marido sobre los
bienes sociales y sobre los bienes propios de la mujer.
Sus facultades de administración sobre los bienes sociales son amplias, sin
perjuicio de requerir en numerosos casos de la autorización de la mujer para realizar
ciertos negocios jurídicos. 29
La mujer, por sí sola, no tiene derecho alguno sobre los bienes sociales (art.
1752).
28
En el caso previsto en el art. 19 de la Ley N° 14.908, sobre “Abandono de familia y pago de pensiones
alimenticias”, la mujer no deberá probar el perjuicio, si en la respectiva causa de alimentos, se hubiere
decretado dos o más veces, apremios en contra del marido para el pago de las pensiones adeudadas: “Art.
19. Si constare en el proceso que en contra del alimentante su hubiere decretado dos veces alguno de los
apremios señalados en los artículos 14 y 16, procederá en su caso, ante el tribunal que corresponda y
siempre a petición del titular de la acción respectiva, lo siguiente: (…) 2. Autorizar a la mujer para actuar
conforme a lo dispuesto en el inciso segundo del artículo 138 del Código Civil, sin que sea necesario acreditar
el perjuicio a que se refiere dicho inciso”.
29
En el texto original del Código, el art. 1749 tenía un solo inciso y ninguna limitación se contemplaba para
la administración del marido: “El marido es jefe de la sociedad conyugal, i como tal administra libremente los
bienes sociales i los de su mujer; sujeto, empero, a las obligaciones que por el presente título se le imponen
i a las que haya contraído por las capitulaciones matrimoniales”.
30
Elorriaga de Bonis, Fabián, Derecho Sucesorio, Santiago de Chile, LexisNexis, 2005, pp. 94 y 95.
31
Elorriaga de Bonis, Fabián, ob. cit., nota en la p. 95.
a) Nulidad relativa.
32
Cfr. en www.juanandresorrego.cl, “Criterios jurisprudenciales en materia de sociedad conyugal”, sentencia
N° 19.
33
Cfr. en www.juanandresorrego.cl, “Criterios jurisprudenciales en materia de sociedad conyugal”, sentencia
N° 20.
34
Ver en mi página web www.juanandresorrego,cl, “Criterios jurisprudenciales en materia de sociedad
conyugal”, sentencia N° 18.
35
Argumentos extraídos de las alegaciones de la parte demandada, y recogidos en la sentencia de la Corte
Suprema de fecha 21 de julio de 2005, autos Rol N° 3.541-2003, que corresponde a la N° 17 de “Criterios
jurisprudenciales en materia de sociedad conyugal”.
36
Por ejemplo, una compraventa simulada o vende un inmueble a un hijo menor de edad (que no es de su
cónyuge), quien compra representado por su madre.
37
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., pp. 122-124.
38
Etcheberry Court, Leonor, “Derecho de Familia, Sucesorio y Regímenes Matrimoniales”, en Revista Chilena
de Derecho Privado, N° 19, 00. 215-220 [diciembre 2012], pp. 219-220.
b) Inoponibilidad.
Si el marido arrienda o cede la tenencia de un bien raíz por un plazo que exceda
los máximos establecidos por el art. 1749, sin autorización de la mujer, el contrato
será inoponible a la mujer en el exceso (artículos 1756, inc. 1º y 1757, inc. 1º).
Considerando lo anterior, habría que preguntarse cuál debiera ser la acción de la mujer
o de sus herederos o cesionarios para invocar la inoponibilidad. Creemos que debe
demandarse la restitución del inmueble, por haber expirado el contrato. Ahora bien,
estando vigente la sociedad conyugal, podría estimarse que carece la mujer o sus
causahabientes de legitimación activa, pues ella no fue parte del contrato de
arrendamiento y no puede tampoco considerársele dueña de una cuota en el inmueble,
pues el art. 1750 del Código Civil le atribuye al marido el dominio de los bienes
sociales, respecto de terceros. Por ello, parece prudente que previamente demande y
obtenga la terminación de la sociedad conyugal, fundándose en la causal de separación
de hecho –si fuere el caso- (art. 155, inc. 3º del Código Civil), o en la causal de
administración fraudulenta del marido (art. 155, inc. 1º del Código Civil), cuyo sería el
caso, en nuestra opinión, pues el marido, a sabiendas, ha procedido sin obtener la
autorización de su mujer. Luego, disuelta la sociedad conyugal, será copropietaria del
inmueble cuya restitución demanda, debiendo en tal hipótesis prosperar la acción.
Otra interpretación podría ser que excepcionalmente, el art. 1757 le otorga a la
mujer acción para hacer valer la inoponibilidad del contrato de arrendamiento o de
6.- Efectos que se producen, cuando la mujer celebra un contrato que recae
sobre un bien social con prescindencia del marido.
39
Ramos Pazos, René, Derecho de Familia, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 7ª edición
actualizada, 2007, reimpresa en el año 2010, Tomo I, pp. 234 y 235.
40
La sentencia de primera instancia se dictó con fecha 9 de septiembre de 2011 por el Juez del 6° Juzgado
Civil de Santiago, en los autos Rol N° 13.039-2006. Se había demandado la nulidad absoluta del contrato de
compraventa celebrado por la mujer y reivindicación en contra del tercero adquirente. En el caso, la mujer
había adquirido un inmueble en el año 1993, en virtud del artículo 41 de la Ley N° 18.196. Los cónyuges se
separaron de hecho en el año 1996, quedando el inmueble bajo la posesión de la mujer, quien, en el año
2006, lo vendió, sin que en dicho acto interviniera el marido. El artículo 41 citado se había dictado en su
época, para que pudiera contratar la mujer, a pesar de que a la sazón –antes de la reforma del año 1989,
Ley 18.802-, era relativamente incapaz; si bien en el año 1993 la mujer casada en sociedad conyugal ya era
capaz, la discusión en torno a dicho artículo decía relación a si el inmueble por ella adquirido había ingresado
a la sociedad conyugal o al haber propio de la mujer. Dice la norma en su inciso 2°: “La mujer casada
beneficiaria del subsidio habitacional del Estado se presumirá separada de bienes para la celebración de los
contratos de compraventa, mutuo e hipotecas relacionados exclusivamente con la adquisición de la vivienda
para la cual se le haya otorgado dicho subsidio”. Se ha entendido que el inmueble es social y no propio, pues
como expresa la sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago de fecha 15 de noviembre de 2013,
dictada en este mismo juicio, “El bien raíz vendido (por la mujer) era social en cuanto fue adquirido durante
la vigencia de la sociedad conyugal y, según dispone el art. 1725 N° 5 del Código Civil, debe integrarse al
haber social. La circunstancia de que el bien referido haya sido adquirido en conformidad al régimen
dispuesto en el art. 41 de la Ley 18.196 en nada altera esa conclusión, desde que la presunción de
separación de bienes que esa norma dispone lo es sólo para la adquisición de esa vivienda, no para su
disposición posterior”. En definitiva, el fallo de primera instancia acogió la demanda en cuanto a la nulidad
absoluta, ordenando la cancelación de la inscripción hecha a nombre de quien había comprado a la mujer. La
sentencia de segunda instancia revocó el fallo de primer grado, sosteniendo que la nulidad que correspondía
demandar era la relativa y no la absoluta. La Corte Suprema, pronunciándose sobre un recurso de casación
en el fondo interpuesto por el actor, lo desestimó y ratificó el criterio de la Corte de Apelaciones de Santiago.
Según los fallos de segunda instancia y el de la Corte Suprema, procedía demandar la nulidad relativa de la
compraventa, por las siguientes razones: a) La falta de comparecencia del marido a la venta de un bien
adquirido por la mujer, y convenida sólo por ella, da lugar a la nulidad relativa del acto respectivo, acorde
con el artículo 1757 e inciso final del artículo 1682 del Código Civil, en conexión con el inciso 3° de su
artículo 1754, por cuanto, en tal caso, el vicio consiste en la omisión de una formalidad habilitante para la
ejecución de un acto o contrato. En efecto, si se estimare que el predio objeto del negocio fue adquirido por
aquélla para la sociedad conyugal, debe concluirse que, al enajenar más tarde a título oneroso ese mismo
bien, se requería de la autorización del cónyuge, por ordenarlo así el artículo 1749 del Código Civil, so pena
de incurrir en un vicio de nulidad relativa, salvo que la vendedora hubiese concurrido en calidad de
mandataria de aquél, cuyo no es el caso de autos; b) Los artículos 1681 y 1682 del Código Civil preceptúan
que la nulidad relativa ha de entenderse como la sanción que el compendio civil prevé para el caso de
constatarse la omisión de requisitos legales entronizados en consideración a la calidad o estado de las
personas que los ejecutan o acuerdan; c) La nulidad relativa es la regla general en nuestro Derecho, porque
la omisión de todo requisito exigido para la validez de un acto o contrato que no produzca nulidad absoluta,
por no estar señalado así entre las causales que taxativamente mencionan los dos primeros incisos del
artículo 1682, produce la nulidad relativa.
No obstante la regla del art. 1752, que advierte que la mujer, por sí sola, “no
tiene derecho alguno sobre los bienes sociales” durante la vigencia de la sociedad
conyugal, hay ciertos casos en que se le faculta para realizar algunos actos jurídicos
que inciden en dichos bienes.
En efecto, aparte de la autorización que debe prestar la mujer en los actos
precedentemente indicados, actúa ella por sí sola en los siguientes casos:
a) Puede disponer de los bienes sociales, por causa de muerte (art. 1743). Si en la
liquidación de la sociedad conyugal la especie legada se adjudica a los herederos del
testador, el asignatario podrá reclamarla en especie; si se adjudica al otro cónyuge, el
asignatario sólo podrá reclamar su valor. Este artículo constituye una excepción al art.
1107, que establece que el legado de cosa ajena no vale.
b) La mujer sólo puede comprometer los bienes sociales cuando actúa con mandato
general o especial del marido; si actúa a nombre propio, no obliga al marido respecto
de terceros (art. 1751 con relación al art. 2151).
c) La mujer obliga los bienes sociales, cuando actúa conjuntamente con su marido o se
constituye en fiadora o en codeudora solidaria con el marido (art. 1751, inc. 3º).
d) La mujer obliga a los bienes sociales, cuando compra al fiado, bienes muebles
destinados al consumo ordinario de la familia, hasta concurrencia del beneficio que ella
hubiere obtenido del acto. Queda comprendido dentro de este beneficio, el de la familia
común, en la parte en que de derecho haya ella debido proveer a las necesidades de
ésta (art. 137).
e) Compromete finalmente la mujer los bienes sociales, conforme lo autoriza el art.
1752, cuando por impedimento del marido, que no sea de larga e indefinida duración,
asume la administración ordinaria de los bienes sociales, los propios del marido y de
los suyos que administre el marido, a fin de evitar los perjuicios que se sigan de la
demora, actuando autorizada por el juez con conocimiento de causa (art. 138, inc. 2º,
antiguo art. 145, al que erróneamente todavía alude el art. 1752). Será juez
competente el civil.
41
Repertorio de Derecho y Jurisprudencia del Código Civil, Tomo VII, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de
Chile, 1997, 3ª edición, p. 262.
Conserva las mismas facultades que tenía sobre dichos bienes siendo soltero,
con dos salvedades:
42
Art. 489 del Código Penal: “Están exentos de responsabilidad criminal y sujetos únicamente a la civil por
los hurtos, defraudaciones o daños que recíprocamente se causaren:
1.º Los parientes consanguíneos en toda la línea recta.
2.º Los parientes consanguíneos hasta el segundo grado inclusive de la línea colateral.
3.° Los parientes afines en toda la línea recta.
4.° Derogado.
5.° Los cónyuges.
6.° Los convivientes civiles.
La excepción de este artículo no es aplicable a extraños que participaren del delito, ni tampoco entre
cónyuges cuando se trate de los delitos de daños indicados en el párrafo anterior.
Además, esta exención no será aplicable cuando la víctima sea una persona mayor de sesenta años”.
2.- Facultades de administración del marido en relación con los bienes propios
de su mujer.
43
La Ley N° 18.802, de 9 de junio del año 1989, otorgó –al menos en teoría-, plena capacidad a la mujer
casada en sociedad conyugal. Conforme a lo anterior, derogó el art. 143 originario, que facultaba a la mujer
para recurrir al juez en caso de que su marido negare sin justo motivo la autorización que la primera
requería para celebrar un contrato (conforme al antiguo art. 137). El problema fue que a pesar de
conferírsele plena capacidad, continuó la mujer (y continúa hasta el presente) privada de la administración
de sus bienes propios. Esta siguió (y sigue) radicada en el marido, pero ahora con el agravante que no tenía
la mujer la facultad que le otorgaba el antiguo art. 143, derogado, como se dijo, por la Ley N° 18.802. Este
error del legislador se subsanó cinco años después, por la Ley Nº 19.335, de septiembre de 1994, que
introdujo el art. 138 bis, precepto que restableció el derecho de la mujer para recurrir a la justicia, en caso
de negativa injustificada del marido.
44
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., pp. 138-140.
45
Sepúlveda Larrocau, Marco Antonio, Derecho de Familia y su evolución en el Código Civil, Santiago de
Chile, Metropolitana Ediciones, 2000, p. 90.
46
Repertorio de Derecho y Jurisprudencia del Código Civil, Tomo VI, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de
Chile, 1997, tercera edición, p. 240.
47
Ramos Pazos, René, Derecho de Familia, Tomo II, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 7ª edición
actualizada, 2010, pp. 238 a 241.
48
Rozas Vial, Fernando, Análisis de las reformas que introdujo la Ley Nº 18.802, Editorial Jurídica de Chile,
1990, p. 58, citado a su vez por Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 238.
49
Citado por Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 238.
50
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 240.
51
Cabe advertir, sin embargo, que ésta sentencia se dictó teniendo en consideración el tenor del art. 1754
antes de la reforma que le introdujo la Ley N° 19.335.
52
Citada por Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 239.
Hay ciertos actos o contratos que el marido no puede ejecutar o celebrar por sí
solo, y que necesitan, para su validez, del consentimiento de la mujer o de la
autorización de la justicia.
Son ellos los siguientes:
53
Sentencia pronunciada por la Primera Sala de la Corte Suprema, integrada por los Ministros Sres. Enrique
Tapia W., Eleodoro Ortíz S. y Jorge Rodríguez A. y Abogados Integrantes Sres. Oscar Carrasco A. y Enrique
Barros B. Redacción del último.
En relación a los casos señalados en las letras d), e) y f), nos remitimos a lo
expuesto, en el caso regulado por el art. 138 bis, que dispone también que podrá la
mujer recurrir a la justicia en caso de negativa del marido para nombrar partidor,
provocar la partición o concurrir a ella cuando la mujer tenga parte en la herencia.
Cuándo procede.
La administración extraordinaria tiene lugar cuando por incapacidad o ausencia
del marido, se nombra curador de su persona o bienes. En tal caso, se suspende la
administración ordinaria y el curador (sea la mujer o un tercero), entra a administrar
extraordinariamente (arts. 138, inc. 1º y 1758).
La administración extraordinaria puede ser ejercitada por la mujer o por un
tercero. Si la mujer no puede ser curadora de su marido, no podrá ser administradora
extraordinaria, porque dicha administración es una consecuencia de la calidad de
curador. Por ello, no es necesario dictar un decreto o sentencia para conferir la
administración; basta el discernimiento de la curatela, para que ella se produzca por el
solo ministerio de la ley (el discernimiento es el decreto judicial que autoriza al tutor o
curador para ejercer su cargo. Dicho decreto judicial debe reducirse a escritura pública,
que firmará el juez que lo concede, arts. 373, inc. 2º del Código Civil, en relación al
854 del Código de Procedimiento Civil).
54
Lo que no es del todo cierto, desde el momento en que la mujer administra no como dueña, sino que
como curadora, es decir, administra bienes ajenos.
Los administra, sujetándose a las reglas de la curaduría (art. 1759, inc. final).
Por lo tanto, la mujer deberá rendir cuenta de su administración, al expirar,
porque ella es curadora de su marido y como tal administra (arts. 415 y 417).
Cabe consignar que, por ser la mujer curadora de su marido, responde de culpa
leve en la administración, a diferencia de lo que ocurre con el marido, que sólo
responde del dolo o culpa grave.
Además, la mujer no se hace dueña de los frutos que produzcan los bienes
propios del marido.
En cuanto curadora, podría la mujer obtener el pago de una remuneración por
su gestión.
Así las cosas, se observan las siguientes diferencias entre el marido y la mujer,
en lo tocante a la administración de la sociedad conyugal:
i.- El marido administra como si fuere dueño de los bienes sociales (art. 1750), aunque
con algunas restricciones (art. 1749). La mujer en cambio administra no como dueña,
sino conforme a las reglas de los curadores, o sea, como si administrare bienes ajenos
(art. 1759, inc. 1º).
ii.- El marido no está obligado a rendir cuenta de su administración, al culminar ésta.
La mujer sí debe hacerlo.
iii.- El marido se hace dueño de los frutos que producen los bienes sociales y también
de aquellos generados por los bienes propios de la mujer. La mujer no adquiere el
dominio de dichos frutos, los que ingresan al haber de la sociedad.
iv.- El marido sólo responde en su administración del dolo o culpa lata. La mujer
responde hasta de culpa leve.
v.- El marido no tiene derecho a obtener una remuneración por su administración,
aunque el Código le confiere un derecho legal de goce sobre los frutos que generen los
bienes sociales y los bienes propios de la mujer. Ésta, en cuanto curadora del marido,
carece de tal derecho legal de goce, pero podría obtener el pago de una remuneración
por su gestión.
Hay actos que la mujer no puede realizar por sí sola, requiriendo autorización
judicial:
a) Enajenación de bienes raíces o de los bienes muebles preciosos o con valor de
afección, o constitución de gravámenes sobre los mismos.
Cabe consignar que, en estos casos, la mujer, además de obtener autorización
judicial, debe proceder a vender estos bienes en pública subasta, conforme lo disponen
los artículos 393 y 394 del Código Civil, en las reglas de los curadores 56. De no
cumplirse lo anterior, el acto adolecerá de nulidad relativa. Como se aplican, según
expresamos, las reglas de la curaduría, la acción del marido o de sus herederos (que
no sean la mujer), prescribirá en 4 años, contados desde que haya cesado la
interdicción (art. 425).
b) Arrendamiento o cesión de la tenencia de bienes raíces, por más de 5 y 8 años,
según se trate de predios urbanos y rústicos (art. 1761).
c) Aceptación o repudiación de herencias o legados (arts. 397, 398, 1225, 1236 y
1411).
55
Rodríguez Grez, Pablo, “Regímenes Matrimoniales”, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1997, pp. 152 y
153.
56
Ramos Pazos, René, “Derecho de Familia”, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2000, Tomo I, Tercera
Edición, p. 233.
a) Respecto del marido menor de edad, cuando una de las personas que indica el
artículo 367, llamadas a la guarda legítima del menor con preferencia de la mujer,
acepta.
b) Respecto del marido interdicto por disipación, pues en tal caso la mujer no puede
ser su curadora (art. 450).
c) Cuando la mujer a quien le corresponde la guarda, se excusa o es incapaz de
desempeñarla.
En estos tres casos, el curador del marido administrará también la sociedad
conyugal, conforme a las reglas establecidas para la administración de los curadores.
57
Dispone el art. 132 de la Ley N° 20.720: “Administración de bienes en caso de usufructo legal. La
administración que conserva el Deudor sobre los bienes personales de la mujer o hijos de los que tenga el
usufructo legal, quedará sujeta a la intervención del Liquidador mientras subsista el derecho del marido,
padre o madre sujeto al Procedimiento Concursal de Liquidación. / El Liquidador cuidará que los frutos
líquidos que produzcan estos bienes ingresen a la masa, deducidas las cargas legales o convencionales que
los graven. / El tribunal, con audiencia del Liquidador y del Deudor, determinará la cuota de los frutos que
correspondan a este último para su subsistencia y la de su familia, habida consideración de sus necesidades
y la cuantía de los bienes bajo intervención. / El Liquidador podrá comparecer como parte coadyuvante en
los juicios de separación de bienes y de divorcio en que el Deudor sea demandado o demandante”.
58
Incluimos aquí la muerte comprobada judicialmente, prevista en los artículos 95 a 97 del Código Civil.
59
Este caso no se encontraba contemplado en el antiguo art. 38 de la Ley de 1884, de manera que había
que aplicar la regla general que ella contemplaba, esto es, que el matrimonio terminaba sólo después de
haber transcurrido quince años, desde la fecha del desaparecimiento en la acción de guerra o peligro
semejante.
60
El art. 38 de la Ley de 1884, establecía que el plazo de disolución del matrimonio por muerte presunta, era
de quince años, por regla general. La Ley Nº 19.947 (Diario Oficial de fecha 17 de noviembre de 2004)
redujo este plazo a 10 años.
61
El art. 38 de la Ley de 1884, disponía que el plazo de disolución del matrimonio por muerte presunta, era
de dos años contados desde la fecha presuntiva de muerte, cuando la persona había desaparecido a
consecuencia de la pérdida de una nave o aeronave. La Ley Nº 19.947 redujo este plazo a un año.
62
Conforme a la modificación hecha al art. 81 Nº 8 del Código Civil, por la Ley Nº 20.577, publicada en el
Diario Oficial de fecha 8 de febrero de 2012.
63
Nada disponía, en este caso, la Ley de 1884, de manera que había que esperar que transcurrieran los
quince años, conforme a la antigua regla general.
64
Conforme a la modificación hecha al art. 81 Nº 8 del Código Civil, por la Ley N° 20.577, publicada en el
Diario Oficial de fecha 8 de febrero de 2012.
65
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., Nº 232, p. 159.
Señala el art. 1764 Nº 5 (en su actual texto, modificado por la Ley Nº 19.335),
que la sociedad conyugal se disuelve por el pacto de participación en los gananciales y
en el caso del art. 1723. Conforme a lo preceptuado en el inc. 1° de este último
artículo, durante el matrimonio los cónyuges mayores de edad podrán sustituir el
régimen de sociedad de bienes por el de participación en los gananciales.
La condición de mayoría de edad es sine qua non, no pudiendo suplirse de
modo alguno.
El pacto deberá otorgarse por escritura pública y no surtirá efectos entre los
cónyuges ni respecto de terceros, sino desde que se subinscriba al margen de la
respectiva inscripción matrimonial, dentro de los 30 días siguientes a la escritura.
En la escritura pública en que se pacte participación en los gananciales, podrán
los cónyuges liquidar la sociedad conyugal o celebrar otros pactos lícitos. Lo anterior
sólo producirá efectos entre las partes y terceros, si se efectúa la subinscripción a que
precedentemente se aludía, en tiempo y forma.
66
Debe destacarse el diferente estatuto jurídico que se aplica a los bienes “sociales”, mientras tenían tal
calidad, y después a los bienes “comunes”, nombre que pasan a tener los bienes sociales desde el momento
en que se disuelve la sociedad conyugal (a menos que no se forme comunidad). En efecto, a los primeros se
les aplicarán las normas especiales contenidas en el Título XXII del Libro IV del Código Civil, artículos 1715 a
1792, que hemos estudiado. A los segundos, se les aplicarán las normas del cuasicontrato de comunidad,
contempladas en el Título XXXIV, párrafo 3, artículos 2304 a 2313.
1.- Concepto.
67
Como refiere Manuel Somarriva, el origen de la renuncia a los gananciales y del derecho de la mujer a
renunciar a ellos, se encuentra en la Edad Media: “El origen histórico de [la renuncia a] los gananciales es
sumamente curioso y casual: en la época de las cruzadas los caballeros equipaban verdaderos ejércitos en
los cuales invertían cantidades fabulosas de dinero que muchas veces salían de manos de los prestamistas
de la época. Con el objeto de evitar que las mujeres cargaran con las enormes deudas de sus maridos, se
ideó esta institución jurídica llamada renuncia de los gananciales. A causa de su origen, la renuncia de los
gananciales se aplicó primero entre los nobles. Más tarde se hizo extensiva a todas las clases sociales (…) En
los primeros tiempos, la renuncia era un acto en extremo solemne. Fallecido el marido, la mujer que quería
renunciar a los gananciales debía hacerlo de la siguiente manera: tenía que llegar hasta la tumba de su
marido, donde depositaba una llave y una bolsita. Hechas estas ceremonias, se presumía que renunciaba a
los gananciales”: Somarriva Undurraga, Manuel, Derecho de Familia, Santiago de Chile, Editorial
Nascimento, 1936, p. 309.
Cabe señalar que, si la sociedad conyugal expira por el pacto previsto en el art.
1723 del Código Civil, en nuestra opinión la renuncia a los gananciales no podrá
hacerse sino una vez subinscrita la escritura en el plazo de 30 días corridos previsto en
dicho precepto. En efecto, el orden de los instrumentos debiera ser:
1. Escritura en virtud de la cual los cónyuges pactan separación total de bienes,
conforme al art. 1723 del Código Civil.
2. Proceder a subinscribirla, dentro del plazo previsto en el citado artículo.
3. Otorgar una escritura pública mediante la cual la mujer renuncie a los gananciales.
En esta escritura, si fuere el caso, deben singularizarse los muebles e inmuebles que
ella adquirió en virtud del art. 150 del Código Civil.
La renuncia debe hacerse después del paso 2, pues el art. 1719 dice que la
mujer podrá renunciar “después de la disolución de la sociedad”, y ésta quedará
disuelta una vez subinscrita la escritura señalada en el punto 1 (el art. 1723, inc. 2º,
deja en claro que la escritura de separación de bienes sólo surtirá efectos una vez
subinscrita; por ende, antes de ello no está disuelta la sociedad conyugal y no podría la
mujer renunciar a los gananciales).
Sin embargo, otra opinión se ha sustentado en nuestra doctrina. En efecto,
señala René Ramos Pazos que sería posible renunciar a los gananciales en el mismo
pacto previsto en dicho artículo, fundado su opinión en el inc. 3º del art. 1723, que
dice “En la escritura pública de separación total de bienes, o en la que se pacte
participación en los gananciales, según sea el caso, podrán los cónyuges liquidar la
sociedad conyugal o proceder a determinar el crédito de participación o celebrar otros
pactos lícitos, o una y otra cosa; pero todo ello no producirá efecto alguno entre las
partes ni respecto de terceros, sino desde la subinscripción a que se refiere el inciso
anterior”. Señala Ramos Pazos que “El ejemplo que siempre se pone sobre estos otros
pactos lícitos es la renuncia de gananciales, que en esa oportunidad podría hacer la
mujer”. 68 La misma opinión sostiene Rodrigo Barcia Lehmann, al señalar que “La mujer
o sus herederos pueden renunciar a los gananciales en los siguientes instantes: (…) b)
En la escritura pública en que los cónyuges sustituyen el régimen de sociedad
conyugal, por el de separación total de bienes, o de participación en los gananciales”. 69
La cuestión exige una explicación previa: antes de la reforma hecha al Código
Civil por la Ley N° 10.271, del año 1952, se discutía en nuestra doctrina si era posible
que en la misma escritura en que se pactaba separación de bienes, 70 se liquidare la
sociedad conyugal. Manuel Somarriva respondía negativamente, pues la liquidación
exigía que previamente se hubiera disuelto la sociedad conyugal, lo que ocurría sólo
68
Ramos Pazos, René, Derecho de Familia, Tomo I, séptima edición actualizada, Santiago de Chile, Editorial
Jurídica de Chile, 2010, p. 270.
69
Barcia Lehmann, Rodrigo, Fundamentos del Derecho de Familia y de la Infancia, Santiago de Chile, Punto
Lex Thomson Reuters, 2011, p. 187.
70
Cabe advertir que en el Código Civil originario, la sociedad conyugal no podía disolverse por acuerdo de los
cónyuges. Ello sólo fue posible con la reforma que se introdujo por la Ley Nº 7.612, de 21 de octubre de
1943. Sin embargo, nada se dijo en esta oportunidad, acerca de la posibilidad de liquidar la sociedad
conyugal por la misma escritura en virtud de la cual los cónyuges pactaban separación total de bienes.
71
Somarriva Undurraga, Manuel, Evolución del Código Civil Chileno, Santiago de Chile, Editorial Nascimento,
1955, pp. 326 y 327.
72
Repertorio de Legislación y Jurisprudencia Chilenas. Código Civil y Leyes Complementarias, Tomo VII,
tercera edición, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 1997.
73
Revista de Derecho y Jurisprudencia y Gaceta de los Tribunales, Nº 1-2002, marzo de 2002, pp. 1-5.
74
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., p. 170.
75
Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española, tomo II, 22ª edición, Buenos Aires, Espasa
Calpe S.A., 2001, p. 1.645.
76
Señala Alessandri que “La renuncia de los gananciales con el objeto señalado por la ley, de liberar a la
mujer de toda responsabilidad por las deudas sociales, es una facultad que compete exclusivamente a ella,
y, después de disuelta la sociedad conyugal, a ella o a sus herederos (art. 1781). El marido no puede
renunciarlos. Si lo hiciere, su renuncia no lo liberaría de esa responsabilidad; el marido es deudor personal
de las obligaciones sociales y el deudor no puede liberarse por su exclusiva voluntad. Por eso, el Código no
la menciona. Los artículos que tratan de esta materia se refieren únicamente a la renuncia de los gananciales
hecha por la mujer (arts. 1719, 1753, 1767 y 1781). Esto no obsta a que el marido pueda renunciar su
mitad de gananciales en favor de la mujer o de los herederos de ésta; la ley no se lo prohíbe. Pero esta
renuncia no tendría el efecto que la ley atribuye a la de la mujer. No obstante ella, el marido siempre sería
responsable del total de las deudas de la sociedad y sólo valdría entre los cónyuges, como una liberalidad del
marido para con la mujer: hecha antes del matrimonio, en las capitulaciones matrimoniales, sería una
concesión otorgada a su favor; efectuada después de la disolución de la sociedad, sería una donación
sometida a las reglas generales de las donaciones entre cónyuges”: Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit.,
pp. 603 y 604. Manuel Somarriva, en su obra “Derecho de Familia”, se pregunta también si el marido puede
renunciar a los gananciales, señalando que, en principio, tal posibilidad podría desprenderse del artículo
1721, que alude al menor hábil para contraer matrimonio, sin distinguir entre varón o mujer, y permitiendo
el precepto que dicho menor renuncie a los gananciales, con autorización de la justicia (cita también el
antiguo artículo 1176, sobre la porción conyugal, hoy derogado, que aludía al “cónyuge sobreviviente” –es
decir, tanto el marido como la mujer- que renunciare a su mitad de gananciales). Con todo, concluía que el
marido no podía renunciar a los gananciales, por tres razones: a) Porque en el Derecho francés esta materia
ni siquiera se discute, y bien sabemos que el Código francés fue la principal fuente del nuestro; b) Porque la
renuncia de los gananciales es una institución que se ha establecido en todas las legislaciones en beneficio
exclusivo de la mujer, para defenderla de los poderes omnímodos que la ley le confiere al marido; y c)
Porque el párrafo 6° del Título XXII del Libro IV del Código Civil se intitula “De la renuncia de los gananciales
hecha por parte de la mujer después de la disolución de la sociedad”. Trata de la renuncia de los gananciales
por la mujer y ni siquiera da a entender que se refiera al marido. De aceptar que el marido pueda renunciar
a los gananciales, el único efecto que esta renuncia produciría sería el de considerarla como una donación
revocable del marido a la mujer. No podría tener otro efecto, porque a pesar de la renuncia que hiciera el
marido de los gananciales, no por eso quedaría exento del pago de las obligaciones sociales: pp. 310 y 311.
Más recientemente, René Ramos Pazos llega a la misma conclusión: “Dada la finalidad de esta institución, no
procede que el marido renuncie a los gananciales. Se podrá decir, sin embargo, que por qué no podría
hacerlo, si es un derecho que sólo a él compete (art. 12 del Código Civil). Ello es cierto, el marido podría
renunciar a los gananciales, pero tal renuncia no produce el efecto de liberarlo de responsabilidad por las
deudas sociales. Hecha después de la disolución de la sociedad constituiría una donación revocable del
marido a la mujer que no requiere de confirmación para que subsista después de la muerte del primero
(artículo 1137).”: ob. cit., tomo I, pp. 294 y 295.
77
Ramos Pazos, René, ob. cit., Tomo I, 7ª edición actualizada, p. 296.
78
Art. 1227 del Código Civil: “No se puede aceptar o repudiar condicionalmente, ni hasta o desde cierto día”.
79
Rossel Saavedra, Enrique, Manual de Derecho de Familia, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 7ª
edición actualizada, 1994, p. 165.
80
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., p. 606.
81
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., p. 613.
1.- Concepto.
82
La expresión “justificable error”, es similar a la de “un justo error” empleada en el art. 706, respecto del
error de hecho del poseedor. En ambos casos, se trata de un error plausible, en el cual, razonablemente,
habría incurrido un hombre o mujer actuando con diligencia ordinaria.
83
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., p. 166.
1.- Concepto.
Civil 86.
84
Art. 1253 del Código Civil: “En la confección del inventario se observará lo prevenido para el de los tutores
y curadores en los artículos 382 y siguientes, y lo que en el Código de Enjuiciamiento se prescribe para los
inventarios solemnes”.
85
Tales artículos son los siguientes:
“Art. 382. El inventario hará relación de todos los bienes raíces y muebles de la persona cuya hacienda se
inventaría, particularizándolos uno a uno, o señalando colectivamente los que consisten en número, peso o
medida, con expresión de la cantidad y calidad; sin perjuicio de hacer las explicaciones necesarias para
poner a cubierto la responsabilidad del guardador. / Comprenderá asimismo los títulos de propiedad, las
escrituras públicas y privadas, los créditos y deudas del pupilo de que hubiere comprobante o sólo noticia,
los libros de comercio o de cuentas, y en general todos los objetos presentes, exceptuados los que fueren
conocidamente de ningún valor o utilidad, o que sea necesario destruir con algún fin moral”.
“Art. 383. Si después de hecho el inventario se encontraren bienes de que al hacerlo no se tuvo noticia, o
por cualquier título acrecieren nuevos bienes a la hacienda inventariada, se hará un inventario solemne de
ellos, y se agregará al anterior”.
“Art. 384. Debe comprender el inventario aun las cosas que no fueren propias de la persona cuya hacienda
se inventaría, si se encontraren entre las que lo son; y la responsabilidad del tutor o curador se extenderá a
las unas como a las otras”.
“Art. 385. La mera aserción que se haga en el inventario de pertenecer a determinadas personas los objetos
que se enumeran, no hace prueba en cuanto al verdadero dominio de ellos”.
“Art. 386. Si el tutor o curador alegare que por error se han relacionado en el inventario cosas que no
existían, o se ha exagerado el número, peso, o medida de las existentes, o se les ha atribuido una materia o
calidad de que carecían, no le valdrá esta excepción; salvo que pruebe no haberse podido evitar el error con
el debido cuidado de su parte, o sin conocimientos o experimentos científicos”.
“Art. 387. El tutor o curador que alegare haber puesto a sabiendas en el inventario cosas que no le fueron
entregadas realmente, no será oído, aunque ofrezca probar que tuvo en ello algún fin provechoso al pupilo”.
“Art. 388. Los pasajes obscuros o dudosos del inventario se interpretarán a favor del pupilo, a menos de
prueba contraria”.
“Art. 389. El tutor o curador que sucede a otro, recibirá los bienes por el inventario anterior y anotará en él
las diferencias. Esta operación se hará con las mismas solemnidades que el anterior inventario, el cual
pasará a ser así el inventario del sucesor”.
86
Disponen los artículos 858 a 865 del Código de Procedimiento Civil, que integran el Título VII del Libro IV
del señalado Código, que trata de los actos judiciales no contenciosos:
“Art. 858. (1037). Es inventario solemne el que se hace, previo decreto judicial, por el funcionario
competente y con los requisitos que en el artículo siguiente se expresan. Pueden decretar su formación los
jueces árbitros en los asuntos de que conocen”.
“Art. 859. (1038). El inventario solemne se extenderá con los requisitos que siguen:
1°. Se hará ante un notario y dos testigos mayores de dieciocho años, que sepan leer y escribir y sean
conocidos del notario. Con autorización del tribunal podrá hacer las veces de notario otro ministro de fe o un
juez de menor cuantía;
2°. El notario o el funcionario que lo reemplace, si no conoce a la persona que hace la manifestación, la cual
deberá ser, siempre que esté presente, el tenedor de los bienes, se cerciorará ante todo de su identidad y la
hará constar en la diligencia;
3°. Se expresará en letras el lugar, día, mes y año en que comienza y concluye cada parte del inventario;
4°. Antes de cerrado, el tenedor de los bienes o el que hace la manifestación de ello, declarará bajo
juramento que no tiene otros que manifestar y que deban figurar en el inventario; y
5°. Será firmado por dicho tenedor o manifestante, por los interesados que hayan asistido, por el ministro de
fe y por los testigos”.
“Art. 860. (1039). Se citará a todos los interesados conocidos y que según la ley tengan derecho de asistir al
inventario. / Esta citación se hará personalmente a los que sean condueños de los bienes que deban
inventariarse, si residen en el mismo territorio jurisdiccional. A los otros condueños y a los demás
interesados, se les citará por medio de avisos publicados durante tres días en un diario de la comuna, o de la
capital de la provincia o de la capital de la región, cuando allí no lo haya. / En representación de los que
residan en país extranjero se citará al defensor de ausentes, a menos que por ellos se presente procurador
con poder bastante. / El ministro de fe que practique el inventario dejará constancia en la diligencia de
haberse hecho la citación en forma legal”.
“Art. 861. (1040). Todo inventario comprenderá la descripción o noticia de los bienes inventariados en la
forma prevenida por los artículos 382 y 384 del Código Civil. / Pueden figurar en el inventario los bienes que
existan fuera del territorio jurisdiccional, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo siguiente”.
“Art. 862. (1041). Si hay bienes que inventariar en otro territorio jurisdiccional y lo pide algún interesado
presente, se expedirán exhortos a los jueces respectivos, a fin de que los hagan inventariar y remitan
originales las diligencias obradas para unirlas a las principales”.
“Art. 863. (1042) Concluido el inventario, se protocolizará en el registro del notario que lo haya formado, o
en caso de haber intervenido otro ministro de fe, en el protocolo que designe el tribunal. / El notario deberá
dejar constancia de la protocolización en el inventario mismo”.
“Art. 864. (1043). Es extensiva a todo inventario la disposición del artículo 383 del Código Civil”.
“Art. 865. (1044). Cuando la ley ordene que al inventario se agregue la tasación de los bienes, podrá el
tribunal, al tiempo de disponer que se inventaríen, designar también peritos para que hagan la tasación, o
reservar para más tarde esta operación. / Si se trata de objetos muebles podrá designarse al mismo notario
o funcionario que haga sus veces para que practique la tasación”.
87
Claro Solar, Luis, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, Santiago de Chile, Universitarias,
1977, t. II, p. 273.
88
Aedo Barrena, Cristián, “Algunos problemas relativos a la disolución y liquidación de la sociedad conyugal.
Una especial referencia al pacto de sustitución de régimen”, en Revista de Derecho, Universidad Católica del
Norte, Sección Estudios, Año 18, N° 2, 2011, p. 44.
89
Entendemos que quiso decir “inoponibilidad”.
Debe comprender una relación completa de los bienes sociales y además de los
bienes propios de los cónyuges. De ahí que el art. 1765 aluda a “todos los bienes que
(la sociedad) usufructuaba o de que era responsable”.
Deberá comprender también los bienes reservados que pasan a ser gananciales,
al disolverse la sociedad. No ingresarán sin embargo aquellos otros bienes que la
mujer administra como separada de bienes, porque ellos no pueden formar parte de
las operaciones de liquidación (por ejemplo, los bienes contemplados en los artículos
166 y 167).
4.- Sanciones.
90
Ramos Pazos, René, Derecho de Familia, 7ª edición actualizada, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de
Chile, 2010, tomo I, pp. 278 y 279.
91
Citada por Ramos Pazos, René, ob. cit.
92
Citadas por Aedo Barrena, Cristián, ob. cit.
93
Aedo Barrena, Cristián, ob. cit., p. 45.
94
La distracción, en términos estrictos, consiste en la desviación de bienes que corresponden a otra persona
hacia el propio patrimonio. Arturo Alessandri Rodríguez, señala que “Hay distracción cuando alguno de los
cónyuges o de sus herederos sustrae un bien social para apropiárselo o exclusivamente en perjuicio del otro,
de sus herederos o de los acreedores sociales”: Tratado Práctico de las Capitulaciones Matrimoniales, de la
Sociedad Conyugal y de los Bienes Reservados de la Mujer Casada, citado a su vez por Ramos Pazos René,
ob. cit., p. 279.
95
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., p. 524.
96
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., pp. 524 y 525.
97
Rodríguez Grez, Pablo, Responsabilidad extracontractual, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile,
1999, pp. 485 y 486.
5.- Tasación.
98
Lira Urquieta, Pedro, La partición de bienes, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 1948, p. 120.
Para determinar el acervo líquido, deben deducirse del bruto los bienes propios
de los cónyuges. Cada cónyuge, por sí o por sus herederos, tendrá derecho a sacar de
la masa de bienes, las especies o cuerpos ciertos que le pertenezcan (art. 1770).
Esta restitución se refiere a los bienes propios de cada cónyuge, que la sociedad
detentaba sólo para percibir sus frutos. En consecuencia, esta restitución, como lo ha
resuelto la jurisprudencia, no constituye adjudicación.
La restitución de dichas especies deberá hacerse tan pronto fuere posible,
después de terminarse el inventario y tasación. Los bienes se restituyen en el estado
en que se encuentran a la época de la disolución de la sociedad.
Los aumentos que experimenten las especies por causas naturales, aprovechan
al cónyuge propietario, sin que éste adeude indemnización alguna a la sociedad (art.
1771, inciso 2º). Esto es una justa contrapartida, al hecho de soportar el cónyuge
propietario las pérdidas o deterioros, salvo que se debieren a dolo o culpa grave del
otro cónyuge, caso en el cual el responsable deberá la correspondiente indemnización
(art. 1771, inc. 1º).
Pero por los aumentos que se deban a la industria humana (es decir, por
mejoras), se deberá recompensa a la sociedad (art. 1746).
99
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., p. 175.
100
Estos conceptos se exponen también en nuestro apunte relativo a “La Posesión”, pero por razones
didácticas, los reiteramos en esta materia.
101
Claro Solar, Luis, Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado, tomo 7°, “De los Bienes”, II,
Santiago de Chile, Imprenta Cervantes, 1932, pp. 480 y 481.
102
El art. 836 del Proyecto de 1853, expresaba: “El título puede ser constitutivo o traslaticio de dominio. /
Son constitutivos de dominio la ocupación y la accesión. / Son traslaticios de dominio los que consisten en
un contrato idóneo para transferir el dominio, como la venta, la permuta, la donación, etc.; o en una
adjudicación judicial”.
103
Alessandri Rodríguez Arturo, ob. cit., p. 576.
104
Acuña Fernández, Christian, Estudio de los Bienes y Derechos Reales, Santiago de Chile, Metropolitana
Ediciones, 2000, p. 199.
105
Acuña Fernández, Christian, ob. cit., p. 202.
106
Penailillo Arévalo, Daniel, “Los Bienes. La propiedad y otros derechos reales”, Santiago de Chile, Editorial
Jurídica de Chile, 2007, pp. 342 y 343.
107
Repertorio de Legislación y Jurisprudencia Chilenas, Código Civil y Leyes Complementarias, Tomo III,
Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 1996, pp. 163 y 164.
108
Alessandri Rodríguez Arturo, ob. cit., p. 579.
109
Alessandri Rodríguez Arturo, ob. cit., p. 577.
110
Alessandri Rodríguez Arturo, ob. cit., p. 582.
111
Alessandri Rodríguez Arturo, ob. cit., p. 581.
Si el pasivo no hubiere sido pagado, debe también dividirse entre los cónyuges
de conformidad a las siguientes reglas:
a) Desde el punto de vista de la obligación a las deudas, el marido es responsable
frente a terceros del total de las deudas sociales (art. 1778). Esta regla tiene las
siguientes excepciones:
i.- Las deudas personales de la mujer pueden perseguirse en los bienes propios de
ésta;
ii.- Si se trata de una obligación indivisible, el acreedor podrá perseguir su pago
indistintamente en el patrimonio del marido y en el de la mujer.
iii.- La obligación caucionada con hipoteca o prenda, se hará efectiva en contra del
cónyuge adjudicatario del bien gravado (art. 1779).
b) Desde el punto de vista de la contribución a las deudas, los cónyuges deben
soportarlas por mitad. Así se establece en el art. 1778, norma que no obstante
responsabilizar al marido por el pago total de las deudas, deja a salvo su acción contra
la mujer para que ésta le reembolse la mitad.
Tal principio de la división de las deudas por mitad sufre alteraciones:
i.- Si los cónyuges acuerdan otra forma de división de las deudas; y
ii.- En el caso del beneficio de emolumento de que goza la mujer, en cuya virtud
soportará las deudas sociales sólo hasta concurrencia de su mitad de gananciales.
Esta división no es obligatoria para los terceros acreedores, quienes podrán
cobrar sus créditos con las mismas facultades que tenían antes de disolverse la
sociedad. Por ende, el marido seguirá siendo responsable de todas las deudas sociales
(art. 1778). La mujer también podrá ser demandada y estará obligada a pagarlas
hasta su mitad de gananciales (art. 1777).
Observamos que el acreedor no está obligado a respetar la división que los
cónyuges hagan de las deudas sociales, porque la liquidación de la sociedad conyugal
no es un modo de extinguir las obligaciones ni supone una especie de novación por
cambio de deudor 113.
112
Alessandri Rodríguez Arturo, ob. cit., p. 582.
113
El mismo principio opera tratándose de las deudas hereditarias.
114
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., p. 485.
115
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., p. 486.
116
Somarriva Undurraga, Manuel, Derecho de Familia, Santiago de Chile, Editorial Nascimento, 1936, p. 313.
117
Si los cónyuges ya se encontraban separados de bienes, la escritura sólo será de liquidación de sociedad
conyugal.
En Santiago, República de Chile, a ____ de ___________ de dos mil _____, ante mí:
________________________, Abogado, Notario Público, Titular de la
___________ notaría de Santiago, con oficio en ______________________, Santiago,
comparecen: Don ________________________, chileno, _______________,
viudo, cédula nacional de Identidad ____________, domiciliado en esta
ciudad, calle _______________ número _____, comuna de
I.- GENERALIDADES.
1.- Concepto.
Establece el art. 150 que la mujer casada, de cualquier edad, puede dedicarse
libremente al ejercicio de un empleo, oficio, profesión o industria y que se mira como
separada de bienes respecto del ejercicio de ese empleo, oficio, profesión o industria y
de lo que en ellos adquiera.
El patrimonio que la mujer forma en tales condiciones se denomina “patrimonio
reservado”. Se ha dicho que esta expresión es más general que la de “peculio
profesional o industrial” que puede tener un menor adulto, porque el patrimonio
reservado no sólo está compuesto por el producto del trabajo de la mujer, sino
también por los bienes adquiridos por ésta con dichos productos. 118
Podríamos definir en consecuencia el patrimonio reservado como aquel
patrimonio especial que se forma con los bienes que la mujer adquiere con el producto
de su trabajo, con aquellos que adquiere con dichos bienes y con los frutos de unos y
otros, y que ella administra con autonomía del marido, como si fuere separada de
bienes.
El art. 150 supuso una modificación al régimen de sociedad conyugal, puesto
que hasta antes de entrar en vigencia (Decreto Ley N° 328 de 1925, que después fue
reemplazado por la Ley Nº 5.521, del año 1934) los bienes que lo componen
ingresaban al haber de la sociedad conyugal (art. 1725 Nº 1), percibiéndolos el marido
como representante de la sociedad (artículos 1758 Nº 1 y 1759) y administrándolos
libremente (art. 1749).
118
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., Nº 260, p. 178.
119
Decía el art. 150 originario del Código Civil: “Si la mujer casada ejerce públicamente una profesión o
industria cualquiera, (como la de directora de colejio, maestra de escuela, actriz, obstetriz, posadera,
nodriza), se presume la autorización jeneral del marido para todos los actos i contratos concernientes a su
profesión o industria, mientras no intervenga reclamación o protesta de su marido, notificada de antemano
al público, o especialmente al que contratare con la mujer.”
b) Situaciones excepcionales.
Por regla general, ningún acto del marido puede afectar al patrimonio
reservado. A la inversa, ningún acto de la mujer puede afectar el patrimonio social o el
del marido. Las salvedades son las siguientes:
i.- Actos del marido que afectan el patrimonio reservado: cuando la mujer le haya
conferido poder: en cuyo caso, el acto o contrato realizado por el marido afectará al
patrimonio reservado, lo que es lógico, pues en realidad es un acto jurídico de la
mujer, de manera que estamos ante una excepción aparente (art. 1448).
ii.- Actos de la mujer que afectan el patrimonio social o el del marido:
i) Que se haya constituido el marido fiador o codeudor solidario de una obligación
contraída por su mujer.
ii) Que él o la familia común haya reportado beneficio del acto o contrato celebrado por
la mujer (art. 150, inc. 5º, que se remite al art. 161).
En estos dos últimos casos, el acto o contrato realizado por el marido o por la
mujer, respectivamente, afectará al patrimonio social o al del marido.
a) Importancia de la prueba.
La prueba del patrimonio reservado es un elemento de gran importancia. Sin un
sistema de prueba adecuado, los terceros no contratarían con la mujer, o exigirían la
concurrencia del marido en el acto o contrato, tornando ineficaz la institución.
Interesa la prueba de la existencia del patrimonio reservado y de los actos o
contratos en él ejercidos, tanto a los cónyuges como a los terceros.
Interesará al marido, cuando se pretenda hacer gravitar sobre la sociedad
conyugal deudas que afectan los bienes reservados.
Interesará a la mujer, cuando el marido pretenda ejercitar sobre los bienes
reservados derechos que no le corresponden o cuando se desconozca por los terceros
su facultad para actuar y contratar por sí sola.
Interesará a los terceros, cuando se pretenda por la mujer o el marido atacar la
validez del acto realizado al amparo del art. 150, alegándose la supuesta insuficiencia
de las facultades de la mujer o la inexistencia de su patrimonio reservado.
b) Objeto de la prueba.
La prueba puede referirse:
i.- A la facultad de la mujer para ejercitar determinados actos o contratos sobre su
patrimonio reservado;
ii.- A la existencia del patrimonio reservado; o
iii.- A la calidad de reservado de determinado bien.
Distintas normas reglan la prueba de estas situaciones.
Si la mujer necesita concluir un acto o contrato (por ejemplo, abrir una cuenta
corriente, hipotecar, etc.), pueden suscitarse dudas sobre si puede o no ejecutar el
acto jurídico.
Diferentes serán las reglas probatorias, según si la prueba es producida por la
mujer o por el tercero.
a) Prueba producida por la mujer: deberá hacerlo cuando se desconocen sus facultades
para gestionar los bienes reservados. Como la regla general es que la mujer casada en
sociedad conyugal carezca de facultades de administración y disposición sobre sus
bienes, acreditar la existencia del patrimonio reservado es una situación excepcional,
que debe ser probada por la mujer. Usualmente, la prueba se producirá con
documentos que acrediten la actividad separada del marido (contratos de trabajo,
liquidaciones mensuales de remuneraciones, patentes profesionales, comerciales o
industriales, declaraciones de pago de impuestos, etc.).
b) Prueba producida por un tercero: puede verse obligado a probar que la mujer actuó
en el ámbito de su patrimonio reservado, cuando ésta o su marido pretendan
desconocer la validez del acto concluido dentro de su actividad separada. Concurriendo
las siguientes circunstancias, la ley ampara al tercero con una presunción de derecho:
i.- Que el bien objeto del contrato no sea un bien propio de la mujer que el marido esté
o pueda estar obligado a restituir en especie (es decir, que no sea de aquellos
indicados en los arts. 1754 y 1755). Así, el tercero deberá concluir que el bien no
La situación del patrimonio reservado será distinta, según que la mujer acepte o
renuncie los gananciales.
DE LA SEPARACION DE BIENES.
CLASIFICACIÓN.
I.- GENERALIDADES.
1.- Concepto.
3.- Ante el riesgo inminente del mal estado de los negocios del marido.
Hasta la dictación de la Ley Nº 19.335, la causal exigía “el mal estado” de los
negocios del marido. Después de la modificación efectuada al art. 155 por dicha ley, la
mujer puede solicitar la separación judicial ante el “riesgo inminente” del mal estado
de los negocios del marido, pero sólo por dos causas, aunque la segunda es genérica:
a) Por especulaciones aventuradas; o
b) Por administración errónea o descuidada (art. 155, inc. final).
La carga probatoria, es ambos casos, es de la mujer.
Esta causal es irrenunciable (art. 153).
El marido podrá oponerse a la separación prestando garantías suficientes a los
intereses de la mujer, consistentes en fianzas o hipotecas (nada dice la ley de las
prendas. En opinión de E. Rossel, porque dado el principio de la especialidad de la
Esta causal fue creada por la Ley Nº 18.802, modificándose el art. 155, inc. 2º.
Se trata especialmente de los deberes establecidos en relación a la persona de los
cónyuges: fidelidad, socorro mutuo, respeto.
Así lo dispone el art. 155, inc. 2°. Nos remitimos a lo estudiado a propósito de
la separación judicial.
120
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., p. 195.
Conforme lo establece el art. 155, inc. 3° del Código Civil. La ausencia del
marido implica que se desconoce su paradero.
I.- GENERALIDADES.
Dispone esta norma que si contraen matrimonio dos personas del mismo sexo,
éstas, “por el hecho del matrimonio, se entenderán separadas totalmente de bienes”,
sin perjuicio de la facultad que les confiere el art. 1715 de optar por el régimen de
participación en los gananciales en las capitulaciones matrimoniales estipuladas antes
del matrimonio o de sustituir, durante la vigencia del matrimonio, el régimen de
separación total de bienes por el régimen de participación en los gananciales, de
conformidad al art. 1723.
3.- Separación de bienes establecida en el art. 135, inc. 3º del Código Civil.
121
En sentencia de fecha 31 de marzo de 2008 de la Corte Suprema, autor Rol Nº 16-2008, después de
aludir a los artículos 15 y 135, inciso 2º del Código Civil, se concluye (el énfasis es nuestro): “6º) Que de
acuerdo a las normas citadas los chilenos, aunque residan o tengan su domicilio en país extranjero, quedan
sujetos al estatuto personal que establecen las leyes patrias en cuanto a las obligaciones y derechos que
nacen de sus relaciones de familia, situación que en este caso afecta a ambos cónyuges, por haber nacido en
territorio nacional como se acredita con el mérito del certificado de matrimonio debidamente traducido que
rola a fojas 175. 7º) Que un efecto del matrimonio, según la legislación patria, salvo acuerdo en contrario,
es la formación de una sociedad de bienes o sociedad conyugal, como lo disponen los artículos 135 inciso
primero y 1718 del Código Civil. 8º) Que si bien es efectivo que el inciso segundo del citado artículo 135,
preceptuaba que tratándose de un matrimonio celebrado en país extranjero en donde no impere el sistema
de comunidad de bienes, se mirará a los cónyuges como separados de bienes, no lo es menos, que la
legislación nacional impone a los contrayentes como régimen legal, el de la sociedad conyugal, de lo que se
infiere que el señalado inciso segundo no tiene aplicación entre cónyuges chilenos, quienes por
aplicación del artículo 15 del Código del ramo, no pueden quedar en una situación diversa a la
que hubiesen tenido de casarse en Chile, pues la interpretación contraria llevaría al absurdo de aceptar
que los nacionales pueden incurrir en fraude a la ley por el solo hecho de contraer nupcias en el extranjero,
sobre todo si se considera el sistema imperante en el país a esa data. 9º) Que, de lo que se viene
razonando, es dable concluir que al caso de autos correspondía aplicar la norma del inciso primero del
artículo 135 del Código Civil y al no decidirlo así y por el contrario, al resolver los sentenciadores el conflicto
sobre la base de una disposición establecida para el matrimonio de extranjeros fuera del territorio nacional,
han incurrido en falsa aplicación de la ley con influencia sustancial en lo dispositivo del fallo, desde que tal
error de derecho condujo a los jueces a estimar a los cónyuges chilenos como casados en separación de
bienes, lo que como ya se dijo, no es efectivo. 10º) Que, en estas condiciones, corresponde anular la
sentencia de segunda instancia dictada en estos autos para la corrección necesaria”. Sin embargo, una
sentencia de la misma Corte Suprema, de fecha 3 de octubre de 2016, autos Rol Nº 31.455-2016, concluye
en sentido opuesto, es decir, en ella se afirma que el art. 135, inc. 3º, también se aplica a los chilenos
casados en el extranjero.
Dispone este precepto que se produce una separación parcial de bienes, cuando
se hace a la mujer una donación, herencia o legado, con la condición precisa de que en
las cosas donadas, heredadas o legadas no tenga la administración el marido.
La ley, interpretando la voluntad del causante o donante, genera un estado de
separación parcial de bienes.
Dado que el efecto de la manifestación de voluntad del causante o donante es
determinado por la ley, estamos ante un caso de separación legal de bienes.
A su vez, la separación es parcial, porque sólo comprende una parte de los
bienes de la mujer: los comprendidos en la donación, herencia o legado.
La mujer, naturalmente, deberá aceptar esta liberalidad.
2.- Caso de separación parcial de bienes, establecido en el art. 252, inc. 3º del
Código Civil.
Clasificación.
Puede ser total o parcial, y puede originarse por pactos celebrados antes del
matrimonio o durante su vigencia.
122
Https://corraltalciani.wordpress.com/tag/haber-propio. Blog “Derecho y Academia”.
123
Cfr. lo que al afecto señalamos en el apunte de “Los Modos de Adquirir” (www.juanandresorrego.cl) y
nuestro trabajo “¿A qué haber ingresa el inmueble que uno de los cónyuges adquiere por prescripción
vigente la sociedad conyugal?”, en Estudios de Derecho Civil X, Jornadas Nacionales de Derecho Civil,
Valparaíso, 2014, Thompson Reuters, 2015, pp.207-214.
I.- DEFINICIÓN.
124
Rodríguez Grez, Pablo, Regímenes Patrimoniales, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1996, p. 236.
125
Rossel Saavedra Enrique, Manual de Derecho de Familia, Editorial Jurídica de Chile, séptima edición,
Santiago, 1994, p. 87.
126
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., p. 88.
127
Corral Talciani, Hernán, “Bienes familiares y participación en los gananciales. La reforma de la Ley N°
19.335, de 1994, a las relaciones personales y al régimen económico del matrimonio”, Editorial Jurídica de
Chile, Santiago, 1996, pp. 99 y siguientes.
Establece el art. 1792-1, que los esposos y los cónyuges podrán pactar el régimen:
c) Por escritura pública, de acuerdo al art. 1723 del Código Civil, durante el
matrimonio, sustituyendo el régimen de sociedad conyugal o el de separación total de
bienes.
128
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 102, quien a su vez, cita a Guzmán Latorre, Diego, Tratado de
Derecho Internacional Privado, Editorial Jurídica de Chile, Segunda Edición, Santiago, 1989, pp. 484 y
siguientes.
129
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 98.
Establece el art. 1792-3 una limitación a los cónyuges: ninguno podrá otorgar
cauciones personales a obligaciones de terceros, sin el consentimiento del otro
cónyuge. Según estudiaremos, la razón de esta limitación estriba en impedir que
cualquiera de los cónyuges abulte sus deudas indirectas, “licuando” o rebajando
mañosamente su activo, lo que incidirá directamente en la existencia de gananciales y
en la obligación de pagar al cónyuge más pobre, el crédito de gananciales.
La autorización deberá otorgarse de conformidad a los artículos 142 a 144 del
Código Civil, referidos a los bienes familiares (es posible, por lo tanto, en caso de
imposibilidad o negativa no fundada “en el interés de la familia”, que el juez supla la
autorización). Si la autorización se otorga a través de mandatario, el mandato ha de
ser especial y solemne, pues debe constar por escrito o por escritura pública, según lo
requiera el acto que debe autorizarse.
Dado que la limitación se refiere a las cauciones personales, los cónyuges
pueden constituir cauciones reales sin restricciones, incluso para caucionar
obligaciones de terceros. En este punto, encontramos una nueva diferencia entre el
régimen de participación en los gananciales y la sociedad conyugal, pues en la última,
la limitación también abarca la constitución de cauciones reales, cuando se garantizan
deudas de terceros.
Ratifica el art. 1792-5 que al término del régimen, los patrimonios se mantienen
separados, determinándose a la misma fecha los gananciales.
b) La separación total pactada antes o en el acto del matrimonio puede ser sustituida
por el régimen de participación en los gananciales pactado durante el matrimonio (art.
1723, inc. 1º y art. 1792-1);
130
Tratándose de una cláusula penal, la caución puede garantizar obligaciones propias o ajenas.
131
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., p. 278, quien cita a su vez a César Parada Guzmán, quien expuso la
crítica en un Seminario organizado por el Colegio de Abogados de Chile, el 13 de octubre de 1994.
c) No puede sustituirse por ningún otro el régimen de separación total pactado durante
el matrimonio, salvo si se trata de pactar el régimen de participación en los
gananciales, por una sola vez;
132
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 105.
133
Ramos Pazos, René, Derecho de Familia, Tomo I, Tercera Edición, Editorial Jurídica de Chile, Santiago,
2000, p. 294.
134
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., p. 242.
El art. 1792-6, inc. 1º, define qué se entiende por gananciales. Establece que
consisten en la diferencia de valor neto entre el patrimonio originario y el
patrimonio final de cada cónyuge.
Dada esta definición, resulta imprescindible determinar qué se entiende por
patrimonio originario y qué por patrimonio final.
El art. 1792-6, inc. 2º, define el patrimonio originario. Los artículos 1792-7 al
1792-10, se refieren a la determinación del patrimonio originario.
Todos los bienes que integran el patrimonio de cada uno de los cónyuges al
momento de iniciarse el régimen, integran el patrimonio originario (artículo 1792-7).
Se excluyen, en principio, todos los bienes o derechos cuya adquisición es
posterior al inicio del régimen.
Precisó la ley que los frutos, incluso los que provengan de bienes originarios,
no se incorporarán al patrimonio originario (art. 1792-9). La solución no podía ser
distinta, ya que los frutos son ganancias producidas durante la vigencia del régimen.
Se entiende que se trata de los frutos percibidos durante la vigencia del régimen.
Destaca también la ley que no se incorporan al patrimonio originario, las minas
denunciadas por uno de los cónyuges (art. 1792-9). Se entiende que se trata de las
minas denunciadas durante la vigencia del régimen y no antes de su inicio, ya que
estas últimas se incorporarán en el patrimonio originario.
135
Ramos Pazos, René, ob. cit., pp. 294 y 295, quien a su vez cita a Merino Scheihing, Francisco,
“Consideraciones en torno al régimen de participación en los gananciales en el derecho chileno”, contenido
en el libro de homenaje a Fernando Fueyo Laneri, “Instituciones Modernas del Derecho Civil”, Editorial
Jurídica ConoSur, 1996.
Establece el art. 1792-7, inc. 2º, que se agregarán al patrimonio originario las
adquisiciones a título gratuito efectuadas durante la vigencia del régimen.
Si se trata de liberalidades con gravámenes (una donación con cargas o un
legado con un modo, por ejemplo), la agregación debe hacerse deduciendo el valor de
las cargas con que estuvieren gravadas (art. 1792-7, inc. 2º, última parte). Por ende,
sólo se considerará el valor de aquello que es propiamente una liberalidad. Dentro de
la expresión “cargas”, entendemos las cargas modales propiamente tales, las deudas
hereditarias o testamentarias, los impuestos, y en general, todo otro valor que debe
pagar el cónyuge beneficiado con la liberalidad.
A su vez, si la adquisición a título gratuito hubiere sido hecha por ambos
cónyuges, los derechos se agregarán a los respectivos patrimonios originarios en la
proporción que establezca el título respectivo, o en partes iguales, si el título nada
estableció al respecto (art. 1792-10).
Excepcionalmente, las donaciones remuneratorias por servicios que
hubieren dado acción contra la persona servida, no se agregan al patrimonio
originario (art. 1792-9). La ley debió precisar que no se agregan hasta concurrencia
del valor efectivo de los servicios, pues en el exceso hay una verdadera liberalidad
(art. 1738) 136.
c.2) Bienes cuya causa o título de adquisición es anterior al inicio del régimen.
Dispone el art. 1792-8 que los bienes adquiridos durante la vigencia del
régimen de participación en los gananciales se agregarán al activo del patrimonio
originario del respectivo cónyuge, aunque la adquisición hubiere sido a título oneroso,
cuando la causa o título de la adquisición sea anterior al inicio del citado
régimen de bienes.
Señala el precepto que se agregarán en consecuencia al activo del patrimonio
originario, sin que la enumeración que sigue sea taxativa, los siguientes bienes (se
trata de una enumeración similar a la del art. 1736, en la sociedad conyugal):
1º Los bienes que estaban en posesión de un cónyuge antes del régimen,
adquiridos durante su vigencia por prescripción o transacción (art. 1792-8 Nº
1, que reproduce el art. 1736 Nº 1). La norma se explica, porque tanto la prescripción
como la transacción que recaen en la cosa de la que se estaba en posesión, operan con
efecto retroactivo, pues la sentencia que declara la primera, se retrotrae al momento
en que se inició la posesión (este efecto retroactivo no está expresamente enunciado
por la ley, pero se deduce, por ejemplo, del mismo art. 1736 N° 1, según ha señalado
nuestra doctrina), mientras que la transacción, cuando recae en el objeto disputado,
constituye un título declarativo (art. 703, parte final).
2º Los bienes que se poseían antes del régimen de bienes por un título
vicioso, cuando el vicio se ha purgado durante la vigencia del régimen por la
ratificación o por otro medio legal (art. 1792-8 Nº 2, norma idéntica a la del art.
1736 Nº 2, respecto de la sociedad conyugal). La ratificación, que como sabemos
opera tratándose de la nulidad relativa, sanea el contrato, entendiéndose que éste
136
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 122.
3º Los bienes que vuelven a uno de los cónyuges por la nulidad o resolución
de un contrato o por haberse revocado una donación (art. 1792-8 Nº 3, norma
idéntica a la del art. 1736 Nº 3, respecto de la sociedad conyugal). Sabemos que
decretada que sea la nulidad o la resolución del contrato, el actual poseedor debe
restituir la cosa al demandante, retrotrayéndose las partes al estado previo al del
contrato (art. 1687, respecto de la nulidad y art. 1487, respecto de la resolución). La
revocación es un medio en virtud del cual, excepcionalmente, una de las partes puede
dejar sin efecto un contrato, en este caso el donante, recuperando entonces el dominio
de la especie que había sido objeto de la gratuidad (art. 1428 del Código Civil).
7º La proporción del precio pagado con anterioridad al inicio del régimen, por
los bienes adquiridos de resultas de contratos de promesa (art. 1792-8 Nº 7,
norma similar a la del art. 1736 Nº 7, respecto de la sociedad conyugal). Como bien
señala Hernán Corral, la redacción de este numeral es poco feliz. Es obvio que con él
se pretende que se computen en el patrimonio originario los bienes adquiridos durante
el régimen en virtud de contratos de promesa de compraventa suscritos con
anterioridad a él. Pero la norma resulta de difícil interpretación, pues habla de agregar
“la proporción del precio” y no especifica a qué proporción se refiere. Lo más simple
hubiera sido –concluye Corral- acumular el valor de la parte del precio pagada con
anterioridad, pero la ley habla de “proporción” y no de “porción”. Una interpretación
que a juicio de Corral pueda respetar esta exigencia, y que parece razonable, sería
entender que lo que se acumula no es el valor total del bien adquirido, sino el valor
proporcional de éste en relación con la parte del precio que hubiere sido pagada con
anterioridad al inicio del régimen. Es decir, si se pagó anticipadamente un tercio del
d) Deducciones.
137
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 123.
138
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 124.
139
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 301.
140
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 125.
141
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 126.
142
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 303.
a) Concepto.
c) Agregaciones.
143
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 127.
144
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 129.
1º Que se produzca una disminución del activo del patrimonio final de uno de los
cónyuges, como consecuencia de alguno de los actos precedentemente indicados;
2º Que el acto haya sido ejecutado durante la vigencia del régimen de participación en
los gananciales;
3º Que el acto no haya sido autorizado por el otro cónyuge, expresa o tácitamente.
Las agregaciones serán efectuadas considerando el estado que tenían las cosas
al momento de su enajenación. En otras palabras, el importe acumulable será el valor
en dinero que tendrían las cosas al momento del término del régimen, pero
considerando su estado en la época en que fueron enajenadas.
Establece el art. 1792-18 una sanción, para el cónyuge que intenta hacer
aparecer sus gananciales como de menor valor que el real.
Tres son las conductas sancionadas por la ley:
145
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 304.
e) Deducciones.
Del valor del activo del patrimonio final, debemos deducir el valor de todas las
obligaciones que el cónyuge tenga a la fecha de terminación del régimen (art. 1792-
14). Puesto que la ley no distingue, debemos deducir tanto las obligaciones directas
como las indirectas (respecto a éstas últimas, cobra importancia lo que expresamos,
en cuanto a la limitación para constituir cauciones personales, que pesa sobre los
cónyuges, sin autorización del otro).
Siguiendo el mismo criterio aplicado respecto del patrimonio originario, Hernán
Corral estima que se deducirán las obligaciones avaluables en dinero que sean líquidas
y actualmente exigibles al momento de la finalización del régimen. Las obligaciones
que sean liquidadas o se hagan exigibles con posterioridad a esa fecha podrán ser
computadas sólo si existían al término del régimen, y siempre que ello ocurra antes de
su liquidación y la determinación del crédito de participación.
146
Arturo Alessandri Rodríguez, señala que “Hay distracción cuando alguno de los cónyuges o de sus
herederos sustrae un bien social para apropiárselo o exclusivamente en perjuicio del otro, de sus herederos
o de los acreedores sociales”: “Tratado Práctico de las Capitulaciones Matrimoniales, de la Sociedad
Conyugal y de los Bienes Reservados de la Mujer Casada”, citado a su vez por Ramos Pazos René, ob. cit., p.
255.
147
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 306.
Para cumplir esta obligación, los cónyuges tienen un plazo de tres meses,
siguientes al término del régimen. Este plazo podrá ser ampliado por el juez, por una
sola vez y hasta tres meses más.
El inventario simple, firmado por el cónyuge, hace prueba a favor del otro en
cuanto al patrimonio final del primero. En todo caso, de conformidad a las normas
generales acerca del valor probatorio de los instrumentos privados en juicio, el
inventario deberá estar reconocido o mandado tener por reconocido (art. 1702 del
Código Civil y art. 346 del Código de Procedimiento Civil).
Dispone el art. 1792-16, inc. 3º, que cualquiera de los cónyuges podrá solicitar
la facción de inventario de conformidad con las reglas del Código de Procedimiento
Civil (vale decir, aquellas contenidas en los artículos 858 a 865 del citado Código). En
este caso, el inventario constituirá plena prueba, por tratarse de un instrumento
público. Se trata de un inventario solemne.
148
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 147.
149
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., p. 243.
1.- Concepto.
Ramos Pazos lo define en los siguientes términos: “es el que la ley otorga al
cónyuge que a la expiración del régimen de participación en los gananciales ha
obtenido gananciales por monto inferior a los del otro cónyuge (o, agregamos
nosotros, no los ha obtenido), con el objeto de que este último le pague, en dinero
efectivo, a título de participación, la mitad del exceso” (o la mitad de lo que obtuvo, si
el primero nada obtuvo). 150
c) Es un derecho transmisible: y lo es, aún cuando sea la muerte del titular la que
produzca la disolución del régimen.
f) Por regla general, sólo puede pagarse en dinero. Excepcionalmente, podrá pagarse
en especie.
150
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 307.
151
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 148.
5.- Prescripción de la acción para pedir la liquidación del crédito de participación en los
gananciales y de la acción para cobrar el crédito ya determinado.
5.1. Acción para pedir la liquidación del crédito de participación en los gananciales.
Nada dijo la ley respecto de la prescripción de la acción para exigir el pago del
crédito ya determinado convencional o judicialmente, pero aplicando las reglas
generales de la prescripción, se concluye que el plazo será de cinco años. El plazo se
contará:
● En el caso de liquidación judicial, desde que quede a firme la sentencia que liquidó el
crédito;
● En el caso de liquidación convencional, desde el vencimiento del plazo que se haya
fijado para su pago.
En otras palabras, desde que la deuda se haya hecho exigible.
a) Forma de pago.
El pago del crédito debe hacerse en dinero (artículo 1792-21, inciso 1º).
Excepcionalmente, dispone el artículo 1792-22 que para solucionar la deuda, el
cónyuge deudor podrá convenir con el cónyuge acreedor o con sus herederos,
daciones en pago. Si la cosa dada en pago fuere evicta, renacerá el crédito, salvo
que el cónyuge acreedor hubiere tomado sobre sí el riesgo de la evicción,
especificándolo (norma similar al artículo 1852, en la compraventa). Al decir la ley
expresamente que renace el crédito en caso de evicción de la cosa que se dio en pago,
se zanja, para los efectos de esta institución, la duda planteada por la doctrina en esta
hipótesis. Recordemos que aquellos que ven en la dación en pago una novación por
cambio de objeto, concluyen que la evicción sobreviviente no puede hacer renacer el
primitivo derecho, irrevocablemente extinguido. En cambio, para los efectos de la
institución en estudio, se ve en la dación en pago una modalidad del pago, de
manera que si la cosa con que se pagó no pertenecía al deudor y fue evicta estando en
manos del acreedor, el crédito sigue vigente, para todos los efectos legales, con todos
sus accesorios (así, por ejemplo, si el marido era deudor del crédito de participación en
los gananciales y pactó con su mujer un plazo de seis meses para pagar, y al hacerlo,
el suegro de ésta se constituyó en codeudor solidario de su hijo, tal condición se
mantiene después de producida la evicción, pues la obligación no ha sido extinguida;
distinto habría sido el resultado, si la dación en pago hubiere supuesto una novación
objetiva por cambio de objeto, habida cuenta de lo dispuesto en los artículos 1519 y
154
Frigerio, César, “Regímenes Matrimoniales”, Editorial ConoSur, 1995, p. 142, citado a su vez por Ramos
Pazos, ob. cit., p. 307.
155
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 156.
156
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 310.
157
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., p. 246.
158
Un plazo de prescripción distinto de aquél que opera tratándose de la acción de inoficiosa donación del
artículo 1187 del Código Civil, pues en este caso, los cuatro o cinco años (según la doctrina que adoptemos)
se cuentan desde el fallecimiento del donante.
159
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 310.
a) Los cónyuges pueden convenir que un determinado bien, que por disposición
de la ley, debe incorporarse al patrimonio originario, sea, sin embargo,
considerado ganancial. Así, por ejemplo, cualquiera de los bienes a que se refiere el
artículo 1792-8, que se incorporan, conforme a dicho precepto, al patrimonio
originario, por ser la causa o título de la adquisición anterior al inicio del régimen,
podrían incorporarse al patrimonio final del cónyuge respectivo. De igual forma,
podrían convenir los cónyuges que un bien adquirido a título gratuito, durante la
vigencia del régimen, se incorpore al patrimonio final del cónyuge adquirente, en lugar
de ingresar al patrimonio originario, como lo establece el artículo 1792-7, inciso 2º.
Tres razones da Rodríguez Grez, para reconocer la legitimidad de este pacto:
* No está prohibido por la ley;
* No afecta derechos de terceros; y
* No altera el régimen de dominio, durante la vigencia del régimen de participación en
los gananciales.
c) Los cónyuges pueden pactar que alguno de los actos a que se refiere el artículo
1792-15, -casos de inoponibilidad-, no tengan este carácter. El inciso final del
precepto, señala, en efecto, que “Lo dispuesto en este artículo no rige si el acto
hubiese sido autorizado por el otro cónyuge”. Un pacto de esta naturaleza, supondría
entonces que el acto quedaría a firme, y que los bienes enajenados no se agregarían
imaginariamente al patrimonio final del cónyuge que los hubiere enajenado. Con todo,
hay una importante limitación en esta materia: ninguno de los cónyuges puede
renunciar anticipadamente –antes de la celebración del contrato- a pedir la declaración
de nulidad de que pueda adolecer la respectiva enajenación.
d) Pueden los esposos o cónyuges pactar que la valoración del patrimonio originario
y del patrimonio final, sea hecha por una determinada persona, o siguiendo un
determinado procedimiento (artículos 1792-13 inciso 2º y 1792-17 inciso 3º).
e) Pueden los esposos o los cónyuges pactar que al término del régimen de
participación en los gananciales, se levantará inventario solemne o simple por
un tercero, quien podrá haberse designado previamente o al momento de concluir el
régimen.
160
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., pp. 271 y siguientes.
a) Aquellos en que los esposos o los cónyuges convengan en que la participación sea
anterior al matrimonio o se extienda más allá del matrimonio. Dicho pacto sería ilícito,
por dos razones:
* Tratándose de un régimen patrimonial, éste sólo puede tener fuerza vinculante a
condición que los afectados estén ligados por el vínculo matrimonial; y
* La misma consecuencia se establece en el artículo 1721, inciso final, respecto a las
capitulaciones matrimoniales previas al matrimonio, cuando su régimen patrimonial es
la sociedad conyugal. Aunque no lo dice Pablo Rodríguez, entendemos que aquí se
aplica el aforismo “donde existe la misma razón, rige la misma disposición”, operando
una interpretación por analogía.
c) No pueden los esposos o cónyuges convenir que quedan autorizados para otorgar
cauciones personales, sin que sea necesario el consentimiento del otro cónyuge. Ello,
porque esta autorización está sometida a los artículos 142, inciso 2º y 144, normas
correspondientes a “Los Bienes Familiares”, de orden público.
d) No puede convenirse que el patrimonio originario sea diverso del configurado en los
artículos 1792-7, 1792-8, 1792-9 y 1792-10. Así, por ejemplo, es ilícito estipular que
los frutos de los bienes que componen el patrimonio originario se incorporen a éste y
no al activo final. A propósito de este pacto, Rodríguez Grez, según entendemos,
pareciera decir que no puede aumentarse, por voluntad de los esposos o cónyuges, el
patrimonio originario, en desmedro del patrimonio final, pero sí podría ocurrir lo
contrario, esto es, que a consecuencia de un pacto, disminuya el patrimonio originario
y aumente el patrimonio final, según se desprende del primer caso de pacto lícito,
señalado en la letra a) del Nº 1 precedente.
l) Aunque no lo señala Rodríguez Grez, tampoco sería lícito el pacto en virtud del cual
se estipule, anticipadamente, que el crédito no se pagará en dinero (artículo 1792-21,
inciso 1°).
Cabe señalar (al igual que respecto de la sociedad conyugal) que esta causal de
término sólo puede operar cuando el matrimonio que se declara como nulo haya
producido efectos civiles por considerársele putativo, en los términos del artículo 51 de
la Ley de Matrimonio Civil. Si el matrimonio no produjo efectos civiles, no nació
régimen patrimonial alguno y por ende nada se disuelve. En todo caso, considerando la
presunción general de buena fe en el Código Civil (artículo 707) y lo dispuesto en el
artículo 52 de la Ley de Matrimonio Civil, se entiende que el matrimonio declarado
nulo, será “putativo”, a menos que la sentencia declare que no hubo buena fe ni justa
causa de error de los cónyuges, al celebrar el matrimonio.
Así lo dispone el artículo 1792-5, inciso 2º. Los bienes que componen el
patrimonio de los cónyuges a la fecha de disolución del régimen, deducidas las deudas
existentes, constituyen el patrimonio final que se comparará con el originario, para
determinar entonces el monto de los gananciales.
Los bienes adquiridos y las deudas contraídas con posterioridad, no se tomarán
en cuenta para la determinación de dichos gananciales.
e) Crédito de participación.
Puede surgir un crédito a favor de uno de los cónyuges que obtuvo menos
ganancias (artículo 1792-20, inciso 1º). Una parte de la doctrina critica esta “salida”
del régimen, señalando que habría sido más adecuado y conforme con nuestra
tradición jurídica, que el régimen de participación diere origen a una comunidad de
bienes. Habría una mayor protección al cónyuge que tiene menos bienes, si fuere
copropietario de los bienes finales, en lugar de ser un simple acreedor.
En efecto, en la doctrina y en el derecho comparado, los regímenes de
participación en los gananciales suelen tener dos “salidas”:
● Una salida, concebida como una comunidad de bienes que se forma al momento
de disolverse el régimen. Se entiende que los cónyuges (o los causahabientes) son
comuneros en todos los gananciales obtenidos por uno y otro. Ramos Pazos habla de
un sistema de comunidad diferida, pues la comunidad se posterga hasta la extinción
del régimen 161. Sobre tal comunidad se efectúa luego la pertinente atribución en el
dominio, en términos igualitarios. La Ley Nº 19.335 no optó por esta vía,
especialmente por los problemas que se habrían originado en relación a los derechos
de los terceros sobre los bienes que cada cónyuge obtuvo durante la vigencia del
régimen (en cierta medida, como compensación por no haber optado por la
comunidad, se creó la institución de los bienes familiares, estatuto comunitario en la
práctica).
● Otra salida, concebida como un mero crédito o derecho personal que tiene el
cónyuge más pobre contra el más rico. Tal es la salida por la que opta nuestro Código
Civil (artículos 1792-20 a 26). Esta salida del régimen ha sido criticada por parte de
nuestra doctrina. En ese sentido, César Parada ha señalado que ella adolece de tres
defectos: “a) Se aparta de nuestras tradiciones jurídicas, ya que para mantenerlas tal
como hoy se concibe, al disolverse la sociedad conyugal, era preferible establecer un
régimen de comunidad y no de compensación y de crédito de gananciales (...); b) Que
(...) al momento de terminar el régimen, los cónyuges o sus herederos no tendrán
ningún derecho real sobre los bienes objeto de la ganancia, sino que sólo tendrán un
derecho personal o de crédito, que, a nuestro juicio, es notoriamente más débil que
tener un derecho real; y c) Además el régimen de comunidad final parece más acorde
con lo que es el matrimonio, que constituye una comunidad espiritual y sólo por
consecuencia, una comunidad patrimonial...” 162 Otros autores, disienten de las
conclusiones de Parada. Así, Carlos Peña afirma que “desde el punto de vista del
derecho común y constitucional, tanto los derechos reales como los personales están
igualmente garantidos”. No cree tampoco Peña que exista una tradición de comunidad
fuertemente arraigada, como afirma Parada. Ramos Pazos, igual que Peña y en contra
de Parada, se pronuncia también por la variante crediticia, señalando al efecto que “si
los cónyuges adoptaron el régimen de participación en los gananciales y no el de
sociedad conyugal, es porque desean que los bienes que cada uno adquiera sean de su
dominio exclusivo y ello en forma definitiva, idea que se desvirtúa en la alternativa de
la comunidad diferida”. 163
161
Ramos Pazos, René, ob. cit., pp. 295 y 296.
162
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 297, quien a su vez cita a Parada César, Conferencia dictada en el Colegio
de Abogados de Chile.
163
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 298.
e) ¿Protege el régimen a los terceros acreedores? No, puesto que el artículo 1792-12,
al término del régimen, presume comunes los bienes muebles adquiridos durante él,
salvo aquellos de uso personal de los cónyuges. Para romper la presunción, los
terceros deberán acreditar, en base a un antecedente escrito, que el bien mueble de
que se trate es de uno u otro cónyuge, exclusivamente. Se visualiza la dificultad
probatoria.
f) Para quienes creen que el artículo 1723 puede utilizarse más de una vez –opinión
que no compartimos-, la instauración del régimen de participación en los gananciales
“ha alterado gravemente el principio fundamental, que exige que en materia de
regímenes patrimoniales exista inmutabilidad de los mismos. Al permitirse que los
cónyuges sustituyan la sociedad conyugal por el régimen de separación de bienes y
éste por el de participación, se ha afectado la certidumbre que requieren las relaciones
con los terceros acreedores”. 164
164
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., p. 277, quien recoge una opinión de César Parada Guzmán.
Conviene, para concluir este capítulo, revisar las diferencias más notorias, entre
ambos regímenes:
165
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 299, quien cita a Schmidt Hot, Claudia, “Nuevo Régimen Matrimonial”,
Editorial ConoSur, 1995, p. 31.
h) Según lo estudiamos, pareciera que del tenor imperativo de los artículos 1792-2 y
1792-19, los cónyuges no pueden, de común acuerdo, alterar la participación en los
gananciales por iguales partes, una vez efectuada la compensación. Conclusión que se
refuerza, afirmábamos, considerando además que prohibió el artículo 1792-20 la
renuncia anticipada por alguno de los cónyuges a su crédito de participación, renuncia
que total o parcialmente podría haber operado de manera anticipada, si los cónyuges
hubieren tenido la libertad para alterar la regla de distribución de los gananciales
prevista en el Código Civil. Se trataría entonces de una norma de orden público.
Distinta es la solución en el ámbito de la sociedad conyugal, en la cual la mujer puede
renunciar a los gananciales al pactar capitulaciones matrimoniales.
BIBLIOGRAFÍA:
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CUESTIONARIO:
1.- ¿Cómo se define, en general, un régimen matrimonial? ¿Cuáles son los regímenes
matrimoniales contemplados en nuestro Código Civil?
2.- ¿Qué variantes ofrecen los regímenes de comunidad en el Derecho comparado?
¿Cuáles son sus principales diferencias, en cuanto a los bienes que se entienden
comunes en cada caso?
3.- ¿Qué caracteriza al régimen de separación total de bienes?
4.- ¿Qué caracteriza al régimen de participación en los gananciales? ¿Qué posibles
salidas puede tener este régimen en el Derecho comparado? ¿Qué ventajas tiene y qué
críticas se le han formulado?
5.- ¿A qué régimen cabe asimilar la sociedad conyugal? ¿Cuál es el destino de los
bienes aportados al matrimonio y cuál el de los bienes adquiridos durante la sociedad
conyugal?
6.- ¿Cómo se definen las convenciones o capitulaciones matrimoniales? ¿De qué clases
pueden ser?
7.- ¿Qué reglas de capacidad se establecen respecto de las convenciones o
capitulaciones matrimoniales?
8.- ¿Qué solemnidades deben cumplirse al celebrarse convenciones o capitulaciones
matrimoniales?
9.- ¿Qué estipulaciones se permiten, tratándose de convenciones o capitulaciones
matrimoniales celebradas antes del matrimonio? ¿Qué se puede estipular, si se
pactaren al contraer matrimonio?
10.- ¿Qué estipulaciones se prohíben pactar, al convenir capitulaciones matrimoniales?
11.- ¿A partir de qué momento producen efecto las convenciones o capitulaciones
matrimoniales?
12.- ¿Pueden modificarse las estipulaciones contenidas en las convenciones o
capitulaciones matrimoniales?
13.- ¿Cómo puede definirse la sociedad conyugal?
14.- ¿Qué se establece en el inc. 2º del art. 135 del Código Civil? ¿Por qué afirmamos
que esta norma es doblemente excepcional?
15.- ¿Por qué se afirma que la sociedad conyugal tiene dos aspectos?
16.- Señale siete diferencias entre el contrato de sociedad y la sociedad conyugal.
17.- ¿Puede afirmarse que la sociedad conyugal es una persona jurídica? Fundamente
su respuesta en los preceptos del Código Civil que corresponda.
18.- ¿Puede afirmarse en nuestro Derecho que la sociedad conyugal, mientras está
vigente, constituye una comunidad? Fundamente su respuesta.
19.- ¿Cuáles son las características más relevantes de la sociedad conyugal?
20.- ¿Qué haberes y qué pasivos se distinguen en el patrimonio de la sociedad
conyugal?
21.- ¿Qué se entiende por haber real o absoluto?