Está en la página 1de 165

REGIMENES MATRIMONIALES 1

SUMARIO:
INTRODUCCIÓN.
1.- Generalidades.
2.- Régimen de comunidad.
3.- Régimen de separación total de bienes.
4.- Régimen de participación en los gananciales.
5.- Régimen sin comunidad.
6.- Régimen dotal.
7.- Régimen adoptado por el Código Civil Chileno.
RÉGIMEN DE SOCIEDAD CONYUGAL.
CAPÍTULO I: DE LAS CONVENCIONES MATRIMONIALES.
I.- GENERALIDADES.
1.- Concepto.
2.- Clasificación.
II.- REQUISITOS DE VALIDEZ DE LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES.
1.- Enumeración de los requisitos.
2.- Acerca de la capacidad de las partes.
3.- De las solemnidades.
III.- CONTENIDO DE LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES.
1.- Capitulaciones celebradas antes de contraer matrimonio.
2.- Capitulaciones celebradas al contraer matrimonio.
3.- Estipulaciones prohibidas en las capitulaciones matrimoniales.
IV.- EFECTOS Y REVOCABILIDAD DE LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES.
1.- Momento en que las capitulaciones producen efecto.
2.- Modificación de las capitulaciones matrimoniales.
3.- Irrevocabilidad de las capitulaciones matrimoniales.
CAPÍTULO II: CONCEPTO, REGULACIÓN, NATURALEZA Y CARACTERES DE LA
SOCIEDAD CONYUGAL.
1.- Concepto.
2.- Regulación.
3.- Naturaleza jurídica de la sociedad conyugal.
4.- Diferencias entre la sociedad conyugal y la sociedad común.
5.- La sociedad conyugal no es persona jurídica.
6.- La sociedad conyugal no es una especie de copropiedad.
7.- Características de la sociedad conyugal.
CAPÍTULO III: DEL PATRIMONIO DE LA SOCIEDAD CONYUGAL.
CLASIFICACIÓN DE LOS ELEMENTOS DEL PATRIMONIO SOCIAL.
SECCIÓN PRIMERA: DEL HABER O ACTIVO DE LA SOCIEDAD CONYUGAL.
I.- DEL HABER REAL O ABSOLUTO DE LA SOCIEDAD CONYUGAL.
1.- Concepto.
2.- Enumeración.
II.- DEL HABER APARENTE O RELATIVO DE LA SOCIEDAD CONYUGAL.
1.- Concepto.
2.- Enumeración.
III.- DEL HABER PROPIO DE CADA CÓNYUGE.
1.- Bienes que lo forman y consecuencias jurídicas.
2.- Enumeración.

1
Fecha de última modificación: 6 de enero de 2023.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 1


IV.- PRESUNCIONES EN FAVOR DE LA SOCIEDAD CONYUGAL Y A FAVOR DE
TERCEROS.
1.- Presunciones a favor de la sociedad conyugal.
1.1. Presunción de dominio.
1.2. Presunción en orden a que los bienes adquiridos a título oneroso se han adquirido
con bienes sociales.
2.- Presunción a favor de terceros.
V.- DE LA SUBROGACIÓN REAL.
1.- Concepto.
2.- Formas en que puede operar.
2.1. Subrogación de inmueble a inmueble.
2.2. Subrogación de inmueble a valores.
3.- Elemento común a todas las formas de subrogación.
SECCIÓN SEGUNDA: DEL PASIVO DE LA SOCIEDAD CONYUGAL.
I.- DEL PASIVO DE LA SOCIEDAD CONYUGAL Y DE LOS CÓNYUGES EN RELACIÓN CON
LA OBLIGACIÓN A LAS DEUDAS.
1.- Fundamento de la distinción.
2.- Obligaciones que dan acción sobre los bienes sociales y sobre los bienes propios del
marido.
2.1. Toda deuda contraída por el marido durante la vigencia de la sociedad conyugal.
2.2. Las obligaciones contraídas por el marido antes del matrimonio.
2.3. Toda deuda contraída por la mujer con mandato general o especial del marido.
2.4. Toda deuda contraída por los cónyuges conjuntamente o en que la mujer se
obligue solidaria o subsidiariamente con el marido.
3.- Obligaciones que dan acción sobre los bienes sociales, sobre los bienes propios del
marido y además, sobre los bienes propios de la mujer.
3.1. Las contraídas por el marido durante la vigencia de la sociedad conyugal, en
virtud de un contrato que cede en beneficio personal de la mujer.
3.2. Las obligaciones contraídas por la mujer antes del matrimonio.
3.3. Las obligaciones que tienen por fuente un delito o cuasidelito cometido por la
mujer.
3.4. Las obligaciones de la mujer que tienen por fuente la ley o un cuasicontrato.
II.- DEL PASIVO DE LA SOCIEDAD CONYUGAL Y DE LOS CÓNYUGES EN RELACIÓN
CON LA CONTRIBUCIÓN A LAS DEUDAS.
1.- Fundamento de la distinción.
2.- El pasivo absoluto o definitivo.
3.- El pasivo relativo o provisional.
CAPÍTULO IV: DE LAS RECOMPENSAS.
I.- CONCEPTO, OBJETO Y CLASIFICACIÓN.
II.- RECOMPENSAS QUE LA SOCIEDAD DEBE A LOS CÓNYUGES.
1.- Incorporación de bienes de los cónyuges al patrimonio social.
2.- Valor del bien propio del cónyuge, vendido durante la vigencia de la sociedad.
3.- Pago de deudas sociales con bienes propios.
4.- Enriquecimiento sin causa.
III.- RECOMPENSAS QUE LOS CÓNYUGES DEBEN A LA SOCIEDAD.
1.- Pago de las deudas personales de los cónyuges.
2.- Donación de bienes sociales.
3.- Gastos causados en la adquisición o cobro de los bienes o créditos de los cónyuges.
4.- Expensas hechas en los bienes propios.
5.- Perjuicios causados a la sociedad con dolo o culpa grave.
IV.- RECOMPENSAS DE CÓNYUGE A CÓNYUGE.
1.- Pago de las deudas personales.
2.- Deterioro de los bienes propios.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 2


3.- Venta de bienes propios.
CAPÍTULO V: DE LA ADMINISTRACIÓN DE LA SOCIEDAD CONYUGAL
CLASIFICACIÓN.
SECCIÓN PRIMERA: DE LA ADMINISTRACIÓN ORDINARIA DE LA SOCIEDAD
CONYUGAL.
I.- ADMINISTRACIÓN ORDINARIA DE LOS BIENES SOCIALES.
1.- Facultades que corresponden al marido.
2.- Limitaciones impuestas por la ley a la administración ordinaria del marido.
3.- Formas y requisitos de la autorización de la mujer.
4.- Forma de suplir la autorización de la mujer.
5.- Sanciones por la falta de autorización.
6.- Efectos que se producen, cuando la mujer celebra el contrato con prescindencia del
marido.
7.- Intervención de la mujer en el manejo de los bienes sociales.
8.- Correctivos y ventajas que corresponden a la mujer.
II.- ADMINISTRACIÓN ORDINARIA DE LOS BIENES PROPIOS DE LA MUJER Y DEL
MARIDO.
1.- Facultades del marido en relación con sus bienes propios.
2.- Facultades de administración del marido en relación con los bienes propios de su
mujer.
3.- Actos de administración que el marido ejecuta por sí solo.
4.- Actos de administración que el marido no puede ejecutar por sí solo.
SECCIÓN SEGUNDA: DE LA ADMINISTRACIÓN EXTRAORDINARIA DE LA SOCIEDAD
CONYUGAL.
I.- ADMINISTRACIÓN EXTRAORDINARIA EJERCIDA POR LA MUJER.
1.- Casos en que tiene lugar.
2.- Facultades administrativas de la mujer sobre los bienes sociales.
3.- Facultades administrativas de la mujer sobre sus bienes propios.
4.- Facultades administrativas de la mujer sobre los bienes propios del marido.
5.- Efectos de los actos realizados por la mujer en ejercicio de la administración
ordinaria.
II.- ADMINISTRACIÓN EXTRAORDINARIA EJERCIDA POR UN TERCERO.
1.- Casos en que procede.
2.- Derecho de la mujer a pedir separación de bienes.
3.- Casos en que la administración es ejercida por el liquidador, en el procedimiento
concursal de liquidación.
4.- Término de la administración extraordinaria.
CAPÍTULO VI: DE LA DISOLUCIÓN DE LA SOCIEDAD CONYUGAL.
I.- DE LAS CAUSALES DE DISOLUCIÓN.
1.- Muerte natural de uno de los cónyuges.
2.- Declaración de muerte presunta.
3.- Sentencia de separación judicial de los cónyuges.
4.- Sentencia de separación total de bienes.
5.- Declaración de nulidad del matrimonio.
6.- Pacto de participación en los gananciales.
7.- Pacto de separación total de bienes.
8.- Sentencia que declara el divorcio de los cónyuges.
II.- EFECTOS QUE PRODUCE LA DISOLUCIÓN DE LA SOCIEDAD CONYUGAL.
1.- Nacimiento de una comunidad.
2.- Término de la administración ordinaria o extraordinaria.
3.- Liquidación de la sociedad conyugal.
4.- Época a que se retrotraen los efectos de las adjudicaciones, de haber liquidación.
5.- En cuanto a la renuncia a los gananciales.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 3


III.- DE LA RENUNCIA DE GANANCIALES.
1.- Concepto.
2.- Oportunidades para renunciar a los gananciales.
3.- ¿Puede la mujer renunciar a los gananciales en la misma escritura pública en virtud
de la cual se pacta separación total de bienes?
4.- Requisitos y características de la renuncia.
5.- Efectos de la renuncia.
6.- Rescisión de la renuncia.
IV.- DE LA ACEPTACIÓN DE LOS GANANCIALES.
1.- Concepto.
2.- Características.
3.- Efectos de la aceptación.
CAPÍTULO VII: DE LA LIQUIDACIÓN DE LA SOCIEDAD CONYUGAL
1.- Concepto.
2.- Operaciones que comprende.
I.- FACCIÓN DE INVENTARIO Y TASACIÓN.
1.- Normas legales que la regulan.
2.- Forma del inventario.
3.- Contenido del inventario.
4.- Sanciones.
5.- Tasación.
II.- FORMACIÓN DEL ACERVO LÍQUIDO.
1.- Operaciones que comprende.
2.- Formación del acervo bruto.
3.- Restitución de los bienes propios.
4.- Liquidación y deducción de las recompensas.
5.- Cálculo y deducción del pasivo.
6.- División de los gananciales.
7.- División del pasivo.
8.- beneficio de emolumento.
9.- La liquidación de la sociedad conyugal es un acto que no admite resciliación.
10.- Esquema de escritura de separación de bienes y de liquidación de sociedad
conyugal y de escritura de liquidación de sociedad conyugal y partición de bienes.
CAPÍTULO VIII: DE LOS BIENES RESERVADOS DE LA MUJER CASADA
I.- GENERALIDADES.
1.- Concepto.
2.- Condiciones de existencia del patrimonio reservado.
3.- No es condición de existencia del patrimonio reservado, la autorización del marido.
4.- Características del patrimonio reservado.
II.- ACTIVO DEL PATRIMONIO RESERVADO.
III.- PASIVO DEL PATRIMONIO RESERVADO.
IV.- ADMINISTRACIÓN DEL PATRIMONIO RESERVADO.
V.- PRUEBA DEL PATRIMONIO RESERVADO.
1.- Importancia y objeto de la prueba.
2.-Prueba de las facultades de la mujer y de la existencia del patrimonio reservado.
3.- Prueba sobre la calidad de reservado de determinado bien.
VI.- SUERTE DE LOS BIENES RESERVADOS A LA DISOLUCIÓN DE LA SOCIEDAD
CONYUGAL.
1.- Aceptación de los gananciales.
2.- Renuncia de los gananciales.
3.- Liquidación del pasivo del patrimonio reservado en el caso de la aceptación de los
gananciales.
DE LA SEPARACIÓN DE BIENES.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 4


CLASIFICACIÓN.
CAPÍTULO I: DE LA SEPARACIÓN JUDICIAL DE BIENES.
I.- GENERALIDADES.
1.- Concepto.
2.- Características.
II.- CAUSALES QUE AUTORIZAN LA SEPARACIÓN JUDICIAL DE BIENES.
1.- Ante la administración extraordinaria de la sociedad conyugal.
2.- Ante el no pago de pensiones alimenticias.
3.- Ante el riesgo inminente del mal estado de los negocios del marido.
4.- Ante la insolvencia del marido.
5.- Ante la administración fraudulenta.
6.- Ante el incumplimiento culpable del marido, de los deberes o de las obligaciones
que le imponen los artículos 131 y 134 del Código Civil.
7.- Si el marido incurre en alguna de las causales de separación judicial según los
términos de la Ley de Matrimonio Civil.
8.- Ante la ausencia injustificada del marido, por más de un año.
9.- Ante la separación de hecho de los cónyuges.
10.- Ante la interdicción del marido por disipación.
III.- EFECTOS DE LA SEPARACIÓN JUDICIAL DE BIENES.
1.- Disolución de la sociedad conyugal.
2.- Subsistencia del vínculo matrimonial.
3.- Efectos en relación a los bienes.
4.- Efectos de las obligaciones contraídas por la mujer.
IV.- IRREVOCABILIDAD DE LA SEPARACIÓN JUDICIAL DE BIENES.
CAPÍTULO II: DE LA SEPARACIÓN LEGAL DE BIENES.
I.- GENERALIDADES.
II.- CAUSALES DE SEPARACIÓN LEGAL TOTAL.
1.- La sentencia que declara a los cónyuges judicialmente separados.
2.- Separación de bienes establecida en el art. 135, inc. 2º del Código Civil.
3.- Separación de bienes establecida en el art. 135, inc. 3º del Código Civil.
4.- Separación de bienes a consecuencia de una sentencia que declara la muerte
presunta de uno de los cónyuges.
III.- CAUSALES DE SEPARACIÓN LEGAL PARCIAL.
1.- Caso establecido en el art. 166 del Código Civil.
2.- Caso de separación parcial de bienes, establecido en el art. 252, inc. 3º del Código
Civil.
3.- Caso de separación parcial de bienes, establecido en el art. 150 del Código Civil.
4.- Caso de separación parcial de bienes, establecido en el art. 1724 del Código Civil.
5.- Caso contemplado en el art. 37 del Decreto Ley Nº 2.695.
CAPÍTULO III: DE LA SEPARACIÓN CONVENCIONAL DE BIENES.
I.- SEPARACIÓN CONVENCIONAL TOTAL.
1.- Separación total convenida en las capitulaciones matrimoniales.
2.- Separación total convenida durante el matrimonio.
II.- SEPARACIÓN CONVENCIONAL PARCIAL.
1.- Separación parcial establecida en el art. 1720, inc. 2º del Código Civil.
2.- Separación parcial establecida en el art. 167 del Código Civil.
PARTICIPACIÓN EN LOS GANANCIALES.
I.- DEFINICIÓN.
II.- OPORTUNIDAD EN QUE PUEDE PACTARSE Y CARACTERÍSTICAS.
1.- oportunidad en que se puede pactar el régimen.
1.1. Acceso ordinario.
1.2. Acceso extraordinario.
2.- Características del régimen.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 5


III.- DE LA ADMINISTRACIÓN DEL PATRIMONIO DE LOS CÓNYUGES.
1.- Principio fundamental.
2.- Limitación para otorgar cauciones personales.
3.- Sanción por la infracción de la limitación de otorgar cauciones personales.
4.- Los patrimonios de los cónyuges se mantienen siempre separados.
IV.- MUTABILIDAD DEL RÉGIMEN DE PARTICIPACIÓN EN LOS GANANCIALES Y DE LOS
REGÍMENES MATRIMONIALES EN GENERAL.
1.- Mutaciones admisibles.
2.- Mutaciones inadmisibles.
V.- DETERMINACIÓN Y CÁLCULO DE LOS GANANCIALES.
1.- Concepto de gananciales, en el marco de este régimen matrimonial.
2.- Determinación del patrimonio originario.
3.- Determinación del patrimonio final.
4.- Avaluación de los patrimonios originario y final.
5.- Comparación de los patrimonios originario y final.
VI.- DEL CRÉDITO DE PARTICIPACIÓN EN LOS GANANCIALES.
1.- Concepto.
2.- Cuando se origina el crédito.
3.- Características del crédito de participación.
4.- Liquidación del crédito.
5.- Prescripción de la acción para pedir la liquidación del crédito de participación en los
gananciales y de la acción para cobrar el crédito ya determinado.
5.1. Acción para pedir la liquidación del crédito de participación en los gananciales.
5.2. Acción para cobrar el crédito ya determinado.
6.- Cumplimiento de la obligación de pago del crédito de participación.
7.- Concurrencia con otros acreedores.
VII.- PACTOS LÍCITOS Y PACTOS PROHIBIDOS, EN EL RÉGIMEN DE PARTICIPACIÓN
EN LOS GANANCIALES.
1.- Pactos lícitos.
2.- Pactos nulos.
VIII.- TÉRMINO DEL RÉGIMEN DE PARTICIPACIÓN EN LOS GANANCIALES.
1.- Causales de disolución.
2.- Efectos del término del régimen.
IX.- ALGUNAS CRÍTICAS FORMULADAS AL RÉGIMEN.
X.- DIFERENCIAS ENTRE EL RÉGIMEN DE PARTICIPACIÓN EN LOS GANANCIALES Y EL
RÉGIMEN DE SOCIEDAD CONYUGAL.
XI.- DIFERENCIAS ENTRE EL RÉGIMEN DE PARTICIPACIÓN EN LOS GANANCIALES Y EL
RÉGIMEN DE SEPARACIÓN TOTAL DE BIENES.
CUESTIONARIO.

INTRODUCCIÓN

1.- Generalidades.

Hemos constatado que el matrimonio genera tanto efectos personales como


efectos patrimoniales entre los cónyuges. En la materia que comenzamos a revisar,
analizaremos un aspecto de los efectos patrimoniales, como es el concerniente al
régimen de bienes que existirá entre los cónyuges.
Dicho régimen de bienes tiene importancia tanto en la relación entre los
cónyuges, como también en las vinculaciones jurídicas que se originen entre los
cónyuges y terceros que con ellos contraten.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 6


Se ha definido el régimen patrimonial como el estatuto jurídico que regla los
intereses pecuniarios de los cónyuges entre sí y respecto de terceros. 2
Los principales regímenes patrimoniales son:
a) Régimen de comunidad.
b) Régimen de separación de bienes.
c) Régimen de participación en los gananciales.
d) Régimen sin comunidad.
e) Régimen dotal.
Los analizaremos, en sus características esenciales, en los números siguientes.

2.- Régimen de comunidad.

Se caracteriza porque todos los bienes aportados por los cónyuges al


matrimonio y los adquiridos durante el mismo, forman un solo patrimonio,
perteneciente a una comunidad integrada por aquellos; dicha comunidad,
históricamente, fue administrada por el marido. En efecto, en el régimen de
comunidad, el marido administraba los bienes comunes y la mujer era incapaz o siendo
capaz, no podía intervenir en la administración, por regla general.
En nuestros días, sin embargo, fruto de los avances en materia de principio de
igualdad conyugal, las legislaciones suelen establecer que los cónyuges podrán
estipular cuál de ellos asumirá dicha administración, o en otros casos, que la
administración será conjunta.
Se disuelve esta comunidad cuando termina el matrimonio o antes de su
término, en ciertos casos.
Este régimen ofrece variantes, según ingresen a la comunidad todos los bienes
de los cónyuges (comunidad universal) o sólo algunos de ellos (comunidad
restringida).
La comunidad universal presenta el grave inconveniente de que los cónyuges
que aportan bienes al matrimonio pierden la mitad de ellos, en favor del otro cónyuge,
quien puede no haber aportado nada. Existe este régimen en Holanda, Noruega,
Portugal y Brasil.
Pero no obstante la crítica apuntada, el régimen de comunidad es más solidario
que los otros regímenes.
La comunidad restringida supone la existencia, junto al patrimonio de la
comunidad, de patrimonios personales de cada cónyuge. Al terminar la comunidad, los
cónyuges retiran sus bienes personales y los bienes comunes, después de pagarse las
deudas, pasan a ser gananciales que se dividen en partes iguales entre los cónyuges.
Dentro de este sistema de comunidad restringida se distinguen la comunidad de
muebles y gananciales y la comunidad reducida a los gananciales.
La comunidad de muebles y gananciales supone un patrimonio común, al que
ingresan todos los bienes muebles de los cónyuges aportados al matrimonio y los
muebles o inmuebles adquiridos durante la vigencia de él a título oneroso. Ingresan
también todas las utilidades y frutos producidos durante el matrimonio, tanto por los
bienes sociales cuanto por los bienes propios. Los inmuebles aportados o adquiridos
durante el matrimonio a título gratuito tienen el carácter de propios y quedan excluidos
de la comunidad. Este régimen se funda en el falso concepto de que la base de la
fortuna es la propiedad inmobiliaria.
La comunidad de gananciales supone un haber común al que sólo ingresan los
bienes raíces y muebles adquiridos durante el matrimonio a título oneroso, los frutos
de estos bienes y los que produzcan los bienes propios de los cónyuges. Ingresan

2
Rossel Saavedra, Enrique, Manual de Derecho de Familia, 7ª edición actualizada, Santiago de Chile,
Editorial Jurídica de Chile, 1994, Nº 131, p. 85.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 7


también las utilidades producidas por el trabajo de cada cónyuge. El marido administra
el patrimonio social. Los bienes raíces y muebles que los cónyuges tengan al momento
de casarse o los que adquieran a título gratuito durante el matrimonio, forman el haber
propio de cada cónyuge.
Usualmente, el régimen de comunidad se establece como el régimen supletorio,
a falta de voluntad en otro sentido de los cónyuges. Así, por citar algunos ejemplos,
dispone el art. 463 del Código Civil y Comercial de la República argentina: “Carácter
supletorio. A falta de opción hecha en la convención matrimonial, los cónyuges quedan
sometidos desde la celebración del matrimonio al régimen de comunidad de ganancias
reglamentado en este Capítulo. No puede estipularse que la comunidad comience antes
o después, excepto el caso de cambio de régimen matrimonial previsto en el artículo
449”. Por su parte, el art. 295 del Código Civil peruano, establece: “Elección del
régimen patrimonial. Artículo 295º.- Antes de la celebración del matrimonio, los
futuros cónyuges pueden optar libremente por el régimen de sociedad de gananciales o
por el de separación de patrimonios, el cual comenzará a regir al celebrarse el
casamiento. / Si los futuros cónyuges optan por el régimen de separación de
patrimonios, deben otorgar escritura pública, bajo sanción de nulidad. / Para que surta
efecto debe inscribirse en el registro personal. / A falta de escritura pública se
presume que los interesados han optado por el régimen de sociedad de gananciales”. A
su vez, el art. 1316 del Código Civil español, expresa: “A falta de capitulaciones o
cuando éstas sean ineficaces, el régimen será el de la sociedad de gananciales”. Ésta
es definida en el art. 1344: “Mediante la sociedad de gananciales se hacen comunes
para el marido y la mujer las ganancias o beneficios obtenidos indistintamente por
cualquiera de ellos, que les serán atribuidos por mitad al disolverse aquélla” (se trata
de por ende de una comunidad de gananciales).

3.- Régimen de separación total de bienes.

Se caracteriza porque no existe un patrimonio común: cada cónyuge es dueño


de los bienes que aporta al matrimonio, así como de aquellos que durante él adquiera,
a cualquier título.
Cada cual administra lo suyo, de manera que la mujer es plenamente capaz.
Existe, como régimen normal, en Inglaterra, Escocia, USA, Italia, Panamá, etc.
En Chile, es uno de los regímenes alternativos al de comunidad.

4.- Régimen de participación en los gananciales.

Es una combinación de los dos regímenes anteriores y consiste en que durante


el matrimonio los cónyuges se miran como separados de bienes, pero a la época de su
disolución, las legislaciones contemplan dos posibles “salidas”: en algunas, las
utilidades que cada uno produjo forman un fondo común que se divide entre ellos en
partes iguales; en otras, se comparan las utilidades de ambos cónyuges y aquél que
obtuvo menos o simplemente no las obtuvo, tiene un crédito en contra de aquél que si
las obtuvo o las obtuvo en mayor cuantía.
Permite este régimen la plena capacidad de la mujer, con lo que se eliminan los
inconvenientes de la comunidad. Asimismo, da participación a la mujer en las
utilidades producidas por el marido. Con ello, se elimina el inconveniente más grave
del régimen de separación, en el cual en ocasiones la mujer, por estar impedida de
producir por sus afanes domésticos, pierde toda expectativa en participar en las
utilidades obtenidas por el marido, las que no pocas veces la mujer contribuyó a
formar.
Existe en Suecia y Colombia y con carácter convencional, en Francia, Uruguay y
Chile.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 8


Se afirma que, si bien este régimen es el que más ventajas ofrece desde un
punto de vista abstracto, en la práctica coloca en peor situación al cónyuge que
trabaja, produce y ahorra, frente al que consume, mal o bien, el producto de su
actividad. El primero deberá contribuir con la mitad de sus bienes a sustentar la vida
del que nada tiene. Puede constituir por ende un seguro a favor de la desidia y de la
imprevisión.

5.- Régimen sin comunidad.

Llamado también de comunidad de administración, es un régimen intermedio


entre el de comunidad y el de separación. Se caracteriza porque excluye la comunidad
de bienes, es decir, cada cónyuge conserva el dominio de los bienes aportados al
matrimonio y los adquiridos durante su vigencia.
Los bienes de la mujer se dividen en bienes de aporte y bienes reservados.
Los bienes de aporte, o sea los que llevó al matrimonio y los que adquirió
durante su vigencia, son administrados y usufructuados por el marido; con el producto
de tales bienes y de los suyos, efectúa los gastos de mantenimiento de la familia.
Los bienes reservados están formados por el producto del trabajo de la mujer,
sus vestidos y alhajas, y aquellos donados por un tercero con este carácter. Tales
bienes serán administrados exclusivamente por ella.
El régimen existe en Alemania y Suiza. 3

6.- Régimen dotal.

En el no existe patrimonio común, pero la mujer entrega al marido un conjunto


de bienes que él administra y destina a solventar las necesidades del matrimonio.
Estos bienes, llamados dotales, son administrados por el marido y deben restituirse al
producirse la disolución del matrimonio, para lo cual se establece una hipoteca legal
sobre los bienes, que asegura la restitución.
Los bienes que la mujer conserva en dominio y administración se llaman
parafernales.
Durante largo tiempo, este régimen fue el común en Roma, aunque allí la dote
se recibía en propiedad. Hoy existe en Francia, Alemania, Portugal e Italia. 4

7.- Régimen adoptado por el Código Civil Chileno.

En realidad, la sociedad conyugal chilena es un régimen de “comunidad


diferida”, pues ésta nace sólo a su disolución. Antes, no hay verdadera comunidad,
pues el marido es considerado dueño exclusivo de todos los bienes “sociales” respecto
de terceros (art. 1750).
Se establece en el art. 135, inc. 1º y en el art. 1718, que por el solo hecho del
matrimonio, se contrae sociedad de bienes entre los cónyuges. Se trata del régimen
conocido como comunidad diferida y restringida de muebles y gananciales (o para
otros, comunidad de gananciales), con algunas variantes. Se estructura este régimen
en la distinción entre haber absoluto o real y haber aparente o relativo. De tal forma,
en nuestro Derecho, los bienes raíces llevados al matrimonio no entran al haber de la
comunidad (ni al real ni al aparente) y sí lo hacen los bienes muebles que aportan los
cónyuges, con cargo a restituir su valor a la disolución de la sociedad conyugal. Es
decir, estos últimos ingresan al haber aparente o relativo.

3
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., Nº 135, p. 88.
4
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., Nº 136, p. 88; Ramos Pazos, René, Derecho de Familia, Tomo I, 7ª
edición actualizada, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 2010, Nº 181, p. 158.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 9


Tampoco entran al haber social real o al aparente los bienes raíces adquiridos
durante el matrimonio a título gratuito. Los bienes muebles adquiridos a título gratuito,
ingresan al haber aparente o relativo de la sociedad conyugal. Ingresan al haber real o
absoluto los frutos de los bienes sociales, de los bienes propios y el producto del
trabajo de los cónyuges.
De esta manera, y según detallaremos, distinguimos según se trate de bienes
aportados al matrimonio y bienes adquiridos durante el matrimonio.
Respecto de los bienes aportados: los muebles, ingresan al haber relativo o
aparente, y los inmuebles, al haber propio del cónyuge.
Respecto a los bienes adquiridos: distinguimos según se trate de los adquiridos
a título gratuito o a título oneroso. Si se trata de muebles adquiridos a título gratuito,
ingresan al haber relativo o aparente, y si son inmuebles, ingresan al haber propio. Si
se trata de bienes muebles o inmuebles adquiridos a título oneroso, ingresan al haber
real o absoluto (excepciones: arts. 1728, 1729, 1733 y 1736).
Diversas leyes han ido modificando el régimen del Código Civil, estableciendo,
entre otras materias:
i.- La autorización de la celebración de pactos que producen la separación total (antes
del matrimonio o después de celebrado) o parcial (sólo antes de la celebración del
matrimonio) de bienes.
ii.- El patrimonio reservado de la mujer casada.
iii.- El otorgamiento de la plena capacidad a la mujer casada en sociedad conyugal
(aunque teórica en algunos aspectos).
iv.- Consagrando la institución de los bienes familiares; y
v.- Estableciendo un nuevo régimen patrimonial alternativo, el de participación en los
gananciales.

RÉGIMEN DE SOCIEDAD CONYUGAL

CAPITULO I: DE LAS CONVENCIONES MATRIMONIALES. 5

I.- GENERALIDADES.

1.- Concepto.

Son convenciones de carácter patrimonial que celebran los esposos antes de


contraer matrimonio o en el acto de su celebración (art. 1715, inc. 1º).
Se deduce de tal concepto que estas convenciones tienen por objeto modificar
el régimen de bienes establecido por la ley.
El Código Civil las llama “convenciones”, pues en realidad si bien se trata de
actos jurídicos bilaterales, no siempre se trata de contratos. Serán contratos cuando
impongan obligaciones a los contrayentes (por ejemplo, cuando el futuro marido se
obliga a pagar a su futura cónyuge una pensión periódica durante el matrimonio). En
otras ocasiones, sólo serán convenciones, especialmente cuando se limitan a meras
declaraciones (por ejemplo, cuando los esposos inventarían y tasan los bienes muebles
que aportarán al matrimonio o especifican sus obligaciones vigentes).

2.- Clasificación.

Las capitulaciones pueden convenirse antes del matrimonio o durante su


celebración. En cada caso, las solemnidades y las finalidades serán distintas:

5
Las convenciones o capitulaciones matrimoniales no son exclusivas del régimen de sociedad conyugal, pero
cuando se pactan, usualmente anteceden a dicho régimen matrimonial. Por ello, las tratamos dentro del
expresado régimen matrimonial.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 10


i.- Las capitulaciones que se celebran junto con el matrimonio sólo pueden tener por
objeto el pacto de separación total de bienes o estipular el régimen de participación en
los gananciales (art. 1715, inc. 2º).
ii.- En cambio, las capitulaciones que se celebran antes del matrimonio pueden
contener esas y otras estipulaciones patrimoniales que los esposos quieran acordar.
Con todo, el inc. 3º del art. 1715 expresa que “Los esposos del mismo sexo
podrán celebrar capitulaciones matrimoniales, pero en caso alguno podrán pactar el
régimen de sociedad conyugal”.

II.- REQUISITOS DE VALIDEZ DE LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES.

1.- Enumeración de los requisitos.

Analizaremos aquellos requisitos que implican una alteración de los principios


que rigen la celebración de toda convención y que por tal causa, son peculiares a las
capitulaciones matrimoniales. Ellos son:
a) La capacidad de las partes.
b) Las solemnidades.

2.- Acerca de la capacidad de las partes.

Las capitulaciones sólo pueden ser pactadas por los esposos (expresión que el
art. 1715 no toma en su sentido estricto, de aquellos que han celebrado los
esponsales, sino más bien como sinónimo de “novios”), y a diferencia de lo que
acontece en las demás convenciones, las celebran dichos esposos personalmente,
aunque sean incapaces, sin perjuicio de obtener en este caso la autorización que
indicaremos
Dispone el art. 1721: “El que se halla bajo curaduría necesitará de la
autorización de su curador para las capitulaciones matrimoniales”.
No comparecen los esposos incapaces por lo tanto a través de sus
representantes legales (curadores), sino que actúan directamente, pero deben requerir
la autorización de tales representantes.
Pueden celebrar capitulaciones matrimoniales todos los que son hábiles para
contraer matrimonio.
En otras palabras, los hombres y mujeres mayores de edad pueden celebrar
capitulaciones matrimoniales, de acuerdo con las siguientes reglas:
a) Por regla general, celebrarán la convención sin necesidad de la autorización o
aprobación de persona alguna.
b) Los esposos que estén bajo guarda (concretamente, los interdictos por disipación),
pueden celebrar capitulaciones, pero con autorización de su curador (art. 1721). El
incapaz bajo guarda, en todo caso, obra personalmente y ello que da en claro desde el
momento en que requiere de la autorización de su curador. En otras palabras, si el
curador autoriza al interdicto por disipación, es porque el último actúa personalmente.
Obtenida la autorización, el disipador interdicto, en principio, puede pactar en
las capitulaciones todas las cláusulas que desee, como si actuare su curador. Sin
embargo, para todos aquellos actos jurídicos en los que el curador deba obtener
autorización judicial, será necesario cumplir con esta formalidad habilitante, conforme
a las reglas generales.

3.- De las solemnidades.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 11


Las capitulaciones matrimoniales son siempre solemnes, pero las solemnidades
varían, según se convengan dichas capitulaciones antes o durante la celebración del
matrimonio.
a) Capitulaciones celebradas antes de contraer el matrimonio: se otorgan por escritura
pública, que debe subinscribirse al margen de la inscripción de matrimonio, una vez
efectuada. La subinscripción debe hacerse al momento de celebrarse el matrimonio o
dentro de los 30 días siguientes a dicha celebración.
Si no se efectúa la subinscripción en tiempo y forma, las capitulaciones no
tendrán valor, ni entre las partes ni respecto de terceros (art. 1716, inc. 1º).
Si el matrimonio se hubiere celebrado en el extranjero, para hacer la
subinscripción será necesario proceder antes a la inscripción del matrimonio en la
Primera sección de la Comuna de Santiago, exhibiéndose al Oficial Civil certificado de
matrimonio debidamente legalizado (por el Cónsul chileno en el país respectivo o de no
haberlo por el de nación amiga y por el Ministerio de Relaciones Exteriores, en Chile).
En este caso, el plazo de 30 días para hacer la subinscripción, deberá contarse desde
la fecha en que se inscriba el matrimonio en Chile (art. 1716, inc. 2°).
b) Capitulaciones celebradas al contraer matrimonio: deben hacerse constar en la
inscripción del matrimonio y sin este requisito no tendrán valor alguno (art. 1716, inc.
1º).

III.- CONTENIDO DE LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES.

En cuanto a las estipulaciones permitidas, distinguimos también, según se trate


de capitulaciones celebradas antes o durante el acto por el cual se contrae matrimonio:
a) Capitulaciones celebradas antes de contraer matrimonio: en ellas, los esposos
pueden celebrar las siguientes convenciones:
a.1) Adopción de un régimen matrimonial: si se trata de esposos de distinto sexo,
podrán pactar el régimen de sociedad conyugal modificado, el de separación total o
parcial de bienes; y el de participación en los gananciales (art. 1720, inc. 1º). En
cambio, si se trata de esposos del mismo sexo, “en caso alguno podrán pactar régimen
de sociedad conyugal” (art. 1715, inc. 3º). Lo anterior, considerando que éstos últimos
no pueden contraer matrimonio bajo el régimen de sociedad conyugal.
a.2) Enumeración de los bienes que los futuros cónyuges aportan al matrimonio (si son
inmuebles quedarán en el haber propio del aportante y si son muebles ingresarán al
haber relativo) o de las deudas que tiene cada cual (que pesarán sobre el pasivo
relativo o provisional de la sociedad conyugal).
a.3) Pueden referirse a las donaciones “por causa de matrimonio”, reglamentadas en
los arts. 1786 y siguientes (también pueden otorgarse donaciones irrevocables, pero
sólo para que tengan efecto antes del matrimonio, pues las que se hagan durante el
mismo siempre serán revocables).
a.4) Pueden hacerse concesiones recíprocas, como renuncia por la mujer a los
gananciales (art. 1719), goce de pensiones periódicas (art. 1720, inc. 2º), etc.
a.5) Pueden los esposos eximir de la comunidad (es decir, del haber relativo de la
sociedad conyugal) una parte de sus bienes muebles (art. 1725, N° 4).
a.6) Pueden hacer ingresar a la sociedad conyugal bienes raíces de su dominio.
Cualquiera de los cónyuges puede aportar inmuebles a la sociedad conyugal para que
ésta le restituya su valor en dinero o en especie, a elección de cualquiera de ellos (o
sea, ingresan al haber relativo o aparente).
a.7) Pueden destinarse valores propios para comprar, durante el matrimonio, con
dichos valores, bienes raíces o muebles que no entrarán a formar parte del haber de la
sociedad conyugal (art. 1727, N° 2). Lo anterior, con el fin de realizar, vigente la
sociedad conyugal, una subrogación real (art. 1733).

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 12


La enumeración anterior no es taxativa, pero debemos recordar que el
contenido de las capitulaciones matrimoniales está limitado por su propia naturaleza
(convenciones pecuniarias relacionadas con el régimen de bienes del futuro
matrimonio) y además por el propio legislador, que prohíbe ciertos pactos por
estimarlos contrarios al orden público.
b) Capitulaciones celebradas al contraer matrimonio: en ellas, sólo puede pactarse
separación total de bienes o régimen de participación en los gananciales (art. 1715,
inc. 2º, modificado por la Ley N° 19.335).
c) Estipulaciones prohibidas en las capitulaciones matrimoniales:
c.1) Estipulaciones contrarias a las buenas costumbres o a las leyes (art. 1717). Tales
estipulaciones serían, por ejemplo:
i.- Que la mujer renunciara a pedir separación de bienes, ya que tal derecho es
irrenunciable (art. 153).
ii.- Que se renunciare a la acción de divorcio (art. 57 de la Ley de Matrimonio Civil).
iii.- Que se establecieran pactos sobre sucesión futura. 6
iv.- Que los esposos del mismo sexo pacten régimen de sociedad conyugal.
c.2) Estipulaciones en detrimento de los derechos, deberes y obligaciones de los
cónyuges (art. 1717). Entre ellos, los derechos-deberes de fidelidad, socorro,
asistencia, vida común, respeto, etc.
c.3) Estipulaciones en detrimento de los derechos, deberes y obligaciones con respecto
a los descendientes comunes (art. 1717). Así, por ejemplo, no podría pactarse que el
padre se abstenga de intervenir en la crianza y educación de sus hijos (art. 229).
c.4) Estipulaciones relativas a la vigencia de la sociedad conyugal (art. 1721, inc. 3º).
No permite la ley adelantar o retrasar la vigencia de la sociedad conyugal o crear
causales especiales de extinción, si los esposos optan por tal régimen. Lo mismo cabe
señalar respecto del régimen de participación en los gananciales: aunque la ley no lo
señale expresamente, entendemos que aquí se aplica el aforismo “donde existe la
misma razón, rige la misma disposición”, operando una interpretación por analogía.

IV.- EFECTOS Y REVOCABILIDAD DE LAS CAPITULACIONES MATRIMONIALES.

1.- Momento en que las capitulaciones producen efecto.

Conforme a lo dispuesto en el art. 1716, las capitulaciones matrimoniales


comienzan a producir sus efectos desde el momento en que se celebra el matrimonio y
se efectúe la subinscripción ordenada en el citado precepto. Efectuada la subinscripción
(que forzosamente será posterior al matrimonio), los efectos de las capitulaciones, que
se encontraban suspendidos o “congelados”, se retrotraerán al momento de la
celebración 7. Recordemos que sin tratarse de un contrato accesorio (pues no aseguran
el cumplimiento de una obligación principal), las capitulaciones constituyen un acto
jurídico “dependiente”, que requiere la celebración de otro contrato, el de matrimonio,
para producir sus efectos. Por ende, las capitulaciones no producirán sus efectos si el
matrimonio no se celebra o si fuere declarado nulo. En este último caso, se producirán
sus efectos sin embargo, en la medida que el matrimonio nulo fuere putativo (así, por
ejemplo, si la mujer celebró el matrimonio de buena fe y con justa causa de error, y en
las capitulaciones matrimoniales se había pactado el pago a favor de aquella de una
pensión mensual, tiene derecho a que se le entere dicha pensión, hasta que el
matrimonio se declare nulo o al menos hasta que cese su buena fe).

6
Ni siquiera podría operar el caso excepcional previsto en el art. 1204, relativo al pacto de no disponer de la
cuarta de mejoras, pues tal convenio exige que una de las partes sea legitimario de la otra parte, y antes del
matrimonio, no se tiene tal calidad por los novios o esposos.
7
Distinta es la solución, según veremos, tratándose del pacto regulado por el artículo 1723 del Código Civil.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 13


2.- Modificación de las capitulaciones matrimoniales.

También debemos trazar una línea fronteriza antes y después de celebrado el


matrimonio. Antes, los esposos serán libres de modificar las capitulaciones. Después,
carecen de tal facultad, pues las capitulaciones se tornan irrevocables desde la
celebración del matrimonio. Lo anterior, con la excepción que señalaremos (art. 1716,
inc. 3º).
Las modificaciones que realicen los esposos a las capitulaciones matrimoniales
valdrán entre ellos y respecto de terceros, siempre que se otorguen con las mismas
solemnidades que se exigen para las propias capitulaciones (art. 1722).

3.- Irrevocabilidad de las capitulaciones matrimoniales.

Como señalábamos, celebrado el matrimonio, las capitulaciones matrimoniales


no podrán alterarse. El único pacto que puede modificarlas, es el contemplado en el
art. 1723, en virtud del cual puede cambiarse el régimen de sociedad conyugal o de
separación parcial de bienes por el de separación total de bienes o por el de
participación en los gananciales; asimismo, podrán sustituir el régimen de separación
total de bienes por el de participación en los gananciales (art. 1792-1).
El pacto en referencia, como vemos, modifica las capitulaciones sólo en cuanto
a sustituir el régimen de bienes, pero en las demás estipulaciones que puedan
contener (por ejemplo, donaciones, aportes de bienes o valores para los fines
pactados, etc.) se mantendrá inalterable.

CAPITULO II: CONCEPTO, REGULACIÓN, NATURALEZA Y


CARACTERES DE LA SOCIEDAD CONYUGAL.

1.- Concepto.

Puede definirse como la sociedad de bienes que se forma entre los cónyuges,
bajo la modalidad de comunidad diferida y restringida de muebles y gananciales, por el
hecho de contraer matrimonio y a falta de pacto en contrario (arts. 135 y 1718).
La sociedad conyugal se forma de pleno derecho, sin necesidad de declaración
de voluntad (salvo en el caso del artículo 135, inc. 3º, caso que también constituye
una excepción a la regla en virtud de la cual no puede originarse la sociedad conyugal
después de celebrado el matrimonio).
Su duración está determinada por la ley: comienza con el matrimonio y
concluye sólo por alguna de las causales establecidas en el art. 1764. Los cónyuges no
pueden acelerar o retardar su disolución, salvo si ejercen los derechos que les confiere
el art. 1723, sustituyendo el régimen por uno de los dos alternativos.
Cabe advertir que si quienes contraen matrimonio fueren personas del mismo
sexo, se entenderán separadas totalmente de bienes, a menos que optaren por el
régimen de participación en los gananciales. Estas personas, no podrán casarse bajo el
régimen de sociedad conyugal (arts. 135, inc. 2º y 1715, inc. 3º).

2.- Regulación.

Está regulada la sociedad conyugal en los arts. 135 a 140 del Título VI “De las
obligaciones y derechos entre los cónyuges”, del Libro I, y en el Título XXII del Libro
IV. Se denomina este último Título “De las convenciones matrimoniales y de la
sociedad conyugal”. De los siete párrafos en que se divide este Título, los seis primeros
se refieren a la sociedad conyugal, y versan sobre las siguientes materias:
1º Reglas generales (arts. 1715 a 1724).

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 14


2º Del haber de la sociedad conyugal y de sus cargas (arts. 1725 a 1748).
3º De la administración ordinaria de los bienes de la sociedad conyugal (arts. 1749 a
1757).
4º De la administración extraordinaria de la sociedad conyugal (arts. 1758 a 1763).
5º De la disolución de la sociedad conyugal y partición de gananciales (arts. 1764 a
1780).
6º De la renuncia de los gananciales hecha por parte de la mujer después de la
disolución de la sociedad (arts. 1781 a 1785).

3.- Naturaleza jurídica de la sociedad conyugal.

Se dice que la sociedad conyugal no tiene de sociedad sino el nombre, aun


cuando el art. 2056, inc. 2º, se refiere a ella impropiamente para señalar que es una
sociedad de gananciales a título universal. En verdad, es una institución que no es ni
sociedad, ni comunidad, ni persona jurídica, y que tiene características que la
diferencian de las figuras jurídicas señaladas. Así lo ha declarado la jurisprudencia.
Esta institución tiene en realidad dos aspectos: uno para los terceros y otro
para los cónyuges.
Para los terceros, no hay más que dos patrimonios, el del marido y el de la
mujer. No existe el patrimonio social.
Para los cónyuges, existen al menos tres patrimonios: el social y el propio de
cada uno. Pero sobre el patrimonio social la mujer carece de todo derecho mientras
dure la sociedad. Ello no impide que este patrimonio exista para ciertos efectos, tenga
algunas manifestaciones de importancia. Si se sostuviera que el patrimonio social no
existe en forma alguna respecto de la mujer, no se explicaría ni la renuncia de
gananciales (ya que no puede renunciarse lo que no se tiene), ni la separación de
bienes, ni la administración ordinaria o extraordinaria de la sociedad conyugal, ni las
limitaciones para enajenar o gravar ciertos bienes consignados en el artículo 1749, o la
existencia del patrimonio reservado o de otros patrimonios especiales, etc.

4.- Diferencias entre la sociedad conyugal y la sociedad común.

Las diferencias principales son las siguientes:


a) La sociedad conyugal no nace, como la común, de la voluntad de las partes, sino de
la ley y por el hecho de contraer matrimonio, salvo pacto en contrario (art. 1718).
Excepcionalmente, se requiere voluntad de los cónyuges en el caso del art. 135, inc.
3º. En cambio, la verdadera sociedad requiere del acuerdo de las voluntades para
generarla.
b) La sociedad conyugal sólo puede existir entre los cónyuges y termina ipso facto, si
muere uno de ellos. La sociedad corriente puede continuar en cambio con los
herederos de uno de los socios fallecido, si así se hubiere pactado. En la sociedad
conyugal, muerto uno de los cónyuges, se forma usualmente una comunidad entre el
cónyuge sobreviviente y los herederos del difunto (a menos que el único heredero
fuere el cónyuge sobreviviente).
c) La sociedad común no puede pactarse a título universal, es decir, no puede
comprender todo el patrimonio de una persona (art. 2056). En otras palabras: es
necesario singularizar el aporte que hace cada uno de los socios. Por el contrario, el
mismo artículo autoriza la sociedad de ganancias a título universal entre cónyuges.
Estos no señalan qué bienes aportan a la sociedad conyugal ni tampoco aquellos que
van a adquirir vigente la misma.
d) En la sociedad conyugal, la mujer puede renunciar anticipadamente a los beneficios
que dicha sociedad produzca (gananciales) sin que por ello la sociedad deje de existir.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 15


Lo anterior no es admisible en la sociedad común, en la cual la participación en los
beneficios es tan esencial que sin ella no hay sociedad.
e) En la sociedad común, cada socio debe poner o prometer poner algo en común (art.
2055); la sociedad conyugal no necesita estipulación de aportes ni tampoco hacer
aporte alguno.
f) En las sociedades de personas usualmente los beneficios se reparten a prorrata de
los aportes; en la sociedad conyugal, los gananciales se dividen por mitades,
cualquiera sea el monto de los aportes y aunque alguno de los cónyuges no haya
aportado nada (art. 1774).
g) En las sociedades de personas, por regla general todos los bienes de los socios
responden de las obligaciones sociales (no acontece lo anterior, si se trata de una
sociedad de responsabilidad limitada); en la sociedad conyugal, sólo el marido
responde ilimitadamente. La mujer no responde sino hasta la concurrencia de su mitad
de gananciales y sólo con sus bienes propios cuando reporta beneficios del acto o
contrato (artículos 1777 y 1778). Si la mujer renuncia a los gananciales, cesa su
responsabilidad.
h) En la sociedad común y salvo estipulación en contrario, todos los socios administran
con iguales facultades; en la sociedad conyugal, sólo administra el marido, con amplias
facultades, sin perjuicio de ciertas limitaciones para ejecutar o celebrar determinados
actos o contratos (art. 1749).
i) En la sociedad común, el patrimonio social es distinto al patrimonio de los socios
individualmente considerados. En la sociedad conyugal, el patrimonio de la misma se
confunde con el patrimonio del marido, de tal forma que éste es, respecto de terceros,
dueño de los bienes sociales (art. 1750).

5.- La sociedad conyugal no es otra clase de persona jurídica.

La sociedad conyugal, a diferencia de la sociedad común, no constituye una


entidad distinta de los socios individualmente considerados, sino que se confunde con
el marido.
Los terceros no ven más que al marido, de manera que con él contratan. Es él
quien se obliga personalmente con todos sus bienes. El marido en particular y los
cónyuges en general no actúan en representación o a nombre de la sociedad, sino a
nombre propio, y los acreedores no ven más patrimonio que el del marido, en el que
se confunden el patrimonio social y el patrimonio propio de la mujer. De lo anterior, se
deduce que no hay acreedores de la sociedad conyugal, sino del marido y de la mujer,
según corresponda.
La sociedad conyugal tampoco existe como persona jurídica respecto de la
mujer. El art. 1752 le niega todo derecho sobre los bienes sociales durante su vigencia,
salvo en los casos de los arts. 138 (antiguo art. 145) y 138 bis (incorporado por la Ley
número 19.335), este último respecto de sus bienes propios (la referencia al art. 145
que mantiene el art. 1752 obedece a una inadvertencia del legislador). Por su parte, el
art. 1749 da al marido la libre administración de los bienes sociales (Bello, en sus
comentarios, apunta que “durante la sociedad se ha descartado el dominio de la
mujer; este dominio es una ficción que a nada conduce”, frase que, a decir verdad, ya
no se condice con el actual estado de las cosas en nuestra sociedad, en la que la mujer
se ha equiparado al marido en la contribución a la economía familiar).
En otras palabras, la mujer no ve a un ente ficticio, independiente, llamado
sociedad conyugal, sino sólo a su marido.
Únicamente cuando la sociedad conyugal se disuelve, podemos distinguir con
nitidez el patrimonio social y el patrimonio particular de cada uno de los cónyuges,
estableciéndose en esos patrimonios las correspondientes compensaciones. De ahí que

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 16


se diga que la sociedad conyugal sólo existe para disolverse (lo mismo podemos
afirmar a propósito del régimen de participación en los gananciales).

6.- La sociedad conyugal no es una especie de copropiedad.

En el ámbito del derecho francés, numerosos tratadistas (Planiol y Ripert,


Josserand), sostienen que la sociedad conyugal es una copropiedad especial
caracterizada porque la cuota de cada cónyuge no es transferible mientras ella dura y
no puede pedirse su división sino en los casos señalados en la ley.
Entre nosotros, como apunta Rossel, esta teoría de la copropiedad especial no
tiene asidero, porque ella supone dos personas copropietarias que tienen iguales
derechos sobre un bien común. 8
El art. 1752 niega a la mujer, mientras dure la sociedad conyugal, todo derecho
sobre los bienes sociales. Por su parte, el art. 1750 establece que el marido es,
respecto de terceros, el único dueño de estos bienes, durante la vigencia de la
sociedad. Estos principios excluyen la idea de una comunidad o copropiedad sobre los
bienes sociales. Ahora bien, una vez terminada la sociedad conyugal, se originará
efectivamente entre los cónyuges o ex cónyuges, una comunidad regida por las
normas de dicho cuasicontrato (artículos 2304 a 2313).
Que la sociedad conyugal no sea una comunidad, y que ésta nazca sólo una vez
disuelta aquélla, tiene importancia respecto de las adjudicaciones que se realicen en el
marco de la liquidación de la sociedad conyugal: ellas se retrotraen al momento de la
disolución de la sociedad conyugal, y no al momento en que el bien adjudicado fue
adquirido por uno de los cónyuges. Profundizaremos en este punto al tratar de la
liquidación de la sociedad conyugal.

7.- Características de la sociedad conyugal.

De lo expuesto en este capítulo, nos parece que las características más


relevantes de la sociedad conyugal son las siguientes:
a) Existe por el solo ministerio de la ley, por el hecho de contraer matrimonio, y a falta
de pacto en contrario.
b) Es una “sociedad” aparente, pues son múltiples los puntos en los que difiere del
verdadero contrato de sociedad.
c) Durante su vigencia, los bienes “sociales” pertenecen en realidad al marido.
d) Sólo al disolverse, los bienes “sociales” pasan a ser comunes.
e) Durante su vigencia, la mujer, por regla general, no tiene derecho alguno sobre los
bienes “sociales”.
f) Durante su vigencia, los bienes “sociales” son administrados, por regla general, por
el marido, aunque con limitaciones.

CAPITULO III: DEL PATRIMONIO DE LA SOCIEDAD CONYUGAL.

1.- Clasificación de los elementos del patrimonio social.

Distinguimos tres patrimonios en el matrimonio: el social, el del marido y el de


la mujer. Eventualmente, si la mujer ejerce una profesión, industria o comercio
separado del de su marido, se formará un cuarto patrimonio compuesto por los bienes
por ella adquiridos. También se contempla la posibilidad de que se originen otros
patrimonios especiales, que administrará la mujer con independencia del marido. Cada
uno de estos patrimonios tiene un activo y un pasivo.

8
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., p. 102.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 17


El haber de la sociedad conyugal admite una importante clasificación,
atendiendo a la forma en que los bienes entran a formar parte de ella. Hay bienes que
entran irrevocablemente a formar dicho haber y son, en general, los frutos y ganancias
producidos y obtenidos durante el matrimonio: constituyen el haber real y efectivo de
la sociedad conyugal. Hay otros bienes que si bien entran al haber social, el cónyuge
que los hizo ingresar conserva un crédito por el valor de los bienes referidos, que hará
efectivo al disolverse la sociedad conyugal y que se denomina “recompensa”. Estos
bienes forman un haber aparente y son, principalmente, los bienes muebles que los
cónyuges tenían al momento de casarse y los bienes muebles adquiridos a título
gratuito durante el matrimonio. El art. 1725 regula, fundamentalmente, el activo de la
sociedad.
Paralelamente, distinguimos un pasivo social y un pasivo personal del marido y
de la mujer. Pero tratándose del pasivo, la deuda puede ser personal del marido o de
la mujer y sin embargo estar obligada a su pago la sociedad, sin perjuicio de las
compensaciones correspondientes. Es distinta la situación según consideremos el
pasivo entre los cónyuges y respecto de terceros. Entre los cónyuges, es un problema
de contribución a la deuda. Respecto de terceros, es un problema de obligación a la
deuda. La contribución a la deuda, vale decir la determinación del patrimonio que en
definitiva soportará el gravamen, es una cuestión de relaciones internas o privadas
entre los cónyuges. La obligación a la deuda es una cuestión entre la sociedad deudora
y el tercero acreedor, y consiste en determinar si el tercero acreedor tiene derecho a
perseguir el patrimonio social o sólo puede accionar contra el patrimonio personal de
los cónyuges (a partir del distingo anterior, estudiaremos el “pasivo definitivo” y el
“pasivo provisional” de la sociedad conyugal). El pasivo se encuentra reglamentado,
esencialmente, en el art. 1740.

SECCION PRIMERA: DEL HABER O ACTIVO DE LA SOCIEDAD CONYUGAL

I.- DEL HABER REAL O ABSOLUTO DE LA SOCIEDAD CONYUGAL.

1.- Concepto.

Forman el haber real o absoluto aquellos bienes que entran al patrimonio de la


sociedad conyugal de manera definitiva e irrevocable, sin derecho a recompensa en
favor del cónyuge que los hizo ingresar.

2.- Enumeración.

Integran el haber real las siguientes partidas:


2.1. El producto directo del trabajo de los cónyuges.
a) Regla general.
Dispone el N° 1 del art. 1725 que componen el haber de la sociedad conyugal
los “salarios” y emolumentos de todo género de empleos y oficios, devengados durante
el matrimonio.
Quedan comprendidos los productos del trabajo de los cónyuges, cualquiera que
sea su importancia, su duración y la forma de la remuneración o ingreso. Por lo tanto,
integran este rubro las remuneraciones de los trabajadores, las utilidades de
cualquiera industria o comercio, los honorarios de los profesionales y la remuneración
de los tutores y curadores.
La expresión “salarios”, debe entenderse hoy referida a las remuneraciones
obtenidas por cualquiera de los cónyuges, por el trabajo que realice bajo vínculo de
subordinación o dependencia. La “remuneración”, se encuentra definida en el art. 41
del Código del Trabajo, en los siguientes términos: “Se entiende por remuneración las

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 18


contraprestaciones en dinero y las adicionales en especie avaluables en dinero que
debe percibir el trabajador del empleador por causa del contrato de trabajo. / No
constituyen remuneración las asignaciones de movilización, de pérdida de caja, de
desgaste de herramientas y de colación, los viáticos, las prestaciones familiares
otorgadas en conformidad a la ley, la indemnización por años de servicios establecida
en el artículo 163 y las demás que proceda pagar al extinguirse la relación contractual
ni, en general, las devoluciones de gastos en que se incurra por causa del trabajo”.
La expresión “emolumentos”, incluye otros ingresos que puedan percibir los
cónyuges, como honorarios por servicios profesionales o utilidades por desarrollar una
actividad comercial, industrial, etc. La palabra “emolumentos” no tiene definición legal,
de manera que debemos entenderla en su sentido natural y obvio, conforme al art. 20
del Código Civil, es decir, según el uso general de las mismas palabras. Tal “uso
general”, como ha señalado nuestra jurisprudencia, es aquél que se establece en el
Diccionario de la Lengua Española, que entiende por “emolumento”, la “utilidad,
retribución”, o “remuneración adicional que corresponde a un cargo o empleo”. De esta
manera, si se trata de un cónyuge profesional o independiente, percibirá una “renta”
en lugar de una remuneración, debiendo entenderse que dicha renta también se
encuentra comprendida en el N° 1 del art. 1725. En relación a lo anterior, conviene
tener presente la definición de renta del art. 2 de la Ley de Impuesto a la Renta: “Para
los efectos de la presente ley se aplicarán, en lo que no sean contrarias a ella, las
definiciones establecidas en el Código Tributario y, además, salvo que la naturaleza del
texto implique otro significado, se entenderá: 1.- Por “renta”, los ingresos que
constituyan utilidades o beneficios que rinda una cosa o actividad y todos los
beneficios, utilidades e incrementos de patrimonio que se perciban o devenguen,
cualquiera que sea su naturaleza, origen o denominación”.
Pero no toda remuneración o renta que obtenga uno de los cónyuges casados
en sociedad conyugal ingresará al haber de ésta, sino sólo aquellos ingresos
“devengados durante el matrimonio”, según expresa la parte final del N° 1 del art.
1725. La expresión “devengar”, significa “adquirir derecho a alguna percepción o
retribución por razón de trabajo, servicio u otro título” (Diccionario de la Lengua
Española).
De esta manera, dos son los requisitos copulativos para que opere la partida
establecida en el N° 1 del art. 1725 y consecuencialmente, para que los bienes a que
éste se refiere ingresen efectivamente al haber de la sociedad conyugal: i) que se trate
de salarios y emolumentos (es decir, en lenguaje contemporáneo, remuneraciones y
rentas) de todo género de empleos y oficios; y, ii) devengados durante el matrimonio.
b) Situación que se refiere a los capitales que un cónyuge tenga en sus cuentas
previsionales.
Ahora bien, habría que preguntarse si la cotizaciones obligatorias que el
empleador debe enterar en una Cuenta de Capitalización Individual que el trabajador
tenga en una Administradora de Fondos de Pensiones, forman o no parte de las
“remuneraciones” o de las “rentas”, y si se encuentran efectivamente “devengadas”
durante el matrimonio. En cuanto a lo primero, dispone el art. 17 del Decreto Ley N°
3.500 que los trabajadores afiliados al Sistema, estarán obligados a cotizar en su
Cuenta de Capitalización Individual el diez por ciento de sus remuneraciones y rentas
imponibles. A su vez, el art. 15 del mismo cuerpo legal señala que “Renta es la
cantidad de dinero que declara un afiliado independiente como base de cálculo de su
cotización, de acuerdo a las normas que se establecen en el Título IX”. El inc. 1° del
art. 89, establece por su parte que “Toda persona natural que, sin estar subordinada a
un empleador, ejerza individualmente una actividad mediante la cual obtiene rentas
del trabajo de las señaladas en el inciso primero del artículo siguiente, deberá afiliarse
al Sistema que establece esta ley”. El art. 92 consigna que “Los trabajadores
independientes que en el año respectivo perciban ingresos de los señalados en el inciso

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 19


primero del artículo 90, estarán afectos a las cotizaciones que se establecen en el
Título III y a un siete por ciento destinado a financiar prestaciones de salud, las que se
enterarán en el Fondo Nacional de Salud, cuando correspondan. Dichas cotizaciones se
pagarán de acuerdo a lo establecido en los incisos cuarto y quinto del presente artículo
y en el artículo 92 F. Los afiliados independientes a que se refiere el inciso tercero del
artículo 90, estarán afectos a las cotizaciones que se establecen en el Título III y a un
siete por ciento destinado a financiar prestaciones de salud, que será recaudado por la
Administradora y enterado en el Fondo Nacional de Salud”.
Se colige de las normas precedentemente citadas, que la cotización forma parte
de la remuneración o de las rentas, es decir, se deduce de ellas. Se cumple entonces el
primero de los requisitos exigidos por el N° 1 del art. 1725. En cuanto al segundo
requisito, esto es, que se trate de ingresos “devengados durante el matrimonio”, es
necesario preguntarse cuándo nace para el trabajador dependiente o independiente, el
derecho a percibir los montos acumulados en su Cuenta de Capitalización Individual.
De lo que expondremos en la letra b) de este numeral, no cabe sino concluir que tal
derecho se origina una vez que el trabajador jubila, y obtiene alguna de las pensiones
que el sistema contempla al efecto (pensión de vejez, pensión de invalidez, y en caso
de fallecer el trabajador, pensión de sobrevivencia para los beneficiarios que señala la
ley). Antes de que jubile y obtenga la respectiva pensión, su derecho no se ha
devengado, y por ende, los montos que corresponden a su fondo previsional no han
ingresado al haber de la sociedad conyugal.
Se cumple entonces el primero de los requisitos exigidos por el N° 1 del art.
1725, más no el segundo, conforme a lo expuesto y lo que se expondrá. Por ende, las
“cotizaciones”, mientras mantienen tal condición jurídica, no se encuentran
comprendidas en el N° 1 del art. 1725 del Código Civil. Sólo lo estarán, una vez que
devienen en “pensiones”, es decir, en sumas que se devengan periódicamente, una
vez que el trabajador ha obtenido su respectiva jubilación, usualmente la “pensión de
vejez”.
Así lo ha entendido siempre nuestra doctrina. Al efecto, señala Enrique Rossel
Saavedra, al aludir al haber real de la sociedad conyugal, que forman parte del mismo
“las jubilaciones y pensiones de retiro” 9. Arturo Alessandri Rodríguez, por su parte,
también recoge el distingo con la claridad habitual que caracteriza sus escritos:
“Jubilaciones y pensiones de retiro concedidas en virtud de leyes de carácter general y
permanente. Otra es la solución si la jubilación o la pensión de retiro es concedida al
cónyuge en aplicación de una ley de carácter general y permanente, por haber servido
cierto número de años y concurrir los demás requisitos legales. Estas jubilaciones y
pensiones, sean fiscales o municipales 10, representan, en cierto modo, el sueldo que
ganaba el empleado. Hay que distinguir entre el derecho mismo a la jubilación o retiro
y las rentas devengadas durante el matrimonio. El derecho mismo es personalísimo:
compete exclusivamente al cónyuge favorecido y no ingresa al haber social aunque se
haya declarado durante la vigencia de la sociedad. De ahí que disuelta ésta, aquél
continuará percibiendo su jubilación o pensión sin que nada tenga que abonar, por este
motivo, al otro cónyuge o a sus herederos. Las rentas devengadas durante el
matrimonio ingresan al haber social conforme al N° 1 del art. 1725, porque
representan, como dijimos, parte del sueldo del empleado y son, hasta cierto punto,
producto del trabajo personal del cónyuge que las percibe” 11.

9
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., p. 104.
10
Téngase presente que, en la época en que escribe Alessandri, las pensiones de jubilación se otorgaban
preferentemente por el Estado. Pero agrega en una nota: “Lo mismo cabe decir de las jubilaciones que
algunas instituciones particulares acuerdan a sus empleados que han servido cierto número de años”.
11
Alessandri Rodríguez, Arturo, Tratado práctico de las capitulaciones matrimoniales, de la sociedad
conyugal y de los bienes reservados de la mujer casada (Artículo 150 y Título 22 del Libro IV del Código
Civil), Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1935, pp. 143 y 144.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 20


Nótese que como señala Alessandri, “el derecho a la jubilación”, es
personalísimo, aún en el caso que se haya “declarado” durante la sociedad conyugal,
de manera que no ingresa a ésta. Por tanto, si todavía no se ha declarado tal derecho
–porque el cónyuge respectivo aún no cumple los requisitos previstos en la ley para
pensionarse-, con mayor razón la conclusión ha de ser que nada ha ingresado al haber
de la sociedad conyugal.
Si se estimare que las jubilaciones forman parte del haber de la sociedad
conyugal no en virtud del N° 1 sino que de conformidad al N° 2 del art. 1725 del
Código Civil, en nada cambia la conclusión precedente. En efecto, dispone este
numeral: “El haber de la sociedad conyugal se compone: (…) 2°. De todos los frutos,
réditos, pensiones, intereses y lucros de cualquiera naturaleza, que provengan, sea de
los bienes sociales, sea de los bienes propios de cada uno de los cónyuges, y que se
devenguen durante el matrimonio”. Así, si se trata de las “pensiones”, ellas formarán
parte del haber social una vez que adquieran tal calidad (es decir, una vez que las
“cotizaciones” se transformen en “pensiones”) y se devenguen. Y ello acontecerá,
según se dejó en claro, cuando el trabajador obtenga una de las pensiones
contempladas en la legislación previsional. Antes, no existen “pensiones”. Ergo, nada
puede ingresar al haber de la sociedad conyugal.
A su vez, cabe referirse aquí al Decreto Ley N° 3.500, del Ministerio del Trabajo
y Previsión Social, de 1980, que creó un Sistema de Pensiones de Vejez, de Invalidez y
de Sobrevivencia derivado de la capitalización individual que se regirá por las normas
del citado decreto ley. La capitalización se efectuará en organismos denominados
Administradoras de Fondos de Pensiones (artículo 1°). El artículo 2°, dispone que el
inicio de la labor del trabajador no afiliado genera la afiliación automática al Sistema y
la obligación de cotizar en una Administradora de Fondos de Pensiones, sin perjuicio de
lo dispuesto para los afiliados voluntarios. La afiliación es definida en este cuerpo legal
como la relación jurídica entre un trabajador y el Sistema de Pensiones de Vejez,
Invalidez y Sobrevivencia que origina los derechos y obligaciones que la ley establece,
en especial, el derecho a las prestaciones y la obligación de cotización. Agrega el art. 3
que tendrán derecho a pensión de vejez los afiliados que hayan cumplido sesenta y
cinco años de edad si son hombres, y sesenta años de edad si son mujeres, sin
perjuicio de lo establecido en el art. 68. Este último precepto, admite la posibilidad que
los afiliados puedan pensionarse en las condiciones prescritas en la ley antes de
cumplir las edades establecidas en el art. 3 siempre que, acogiéndose a algunas de las
modalidades de pensión señaladas en el art. 61, cumplan con los siguientes requisitos:
a) Obtener una pensión igual o superior al setenta por ciento del promedio de las
remuneraciones imponibles percibidas y rentas declaradas, calculado según lo
dispuesto en el art. 63, y b) Obtener una pensión igual o superior al ochenta por ciento
de la pensión máxima con aporte solidario, vigente a la fecha en que se acoja a
pensión. Por su parte, el art. 17, citado, dispone que los trabajadores afiliados al
Sistema, menores de 65 años de edad si son hombres, y menores de 60 años de edad
si son mujeres, estarán obligados a cotizar en su cuenta de capitalización individual el
diez por ciento de sus remuneraciones y rentas imponibles. Además, se deberá
efectuar una cotización adicional en la misma cuenta y calculada sobre la misma base
que será determinada por cada Administradora y que estará destinada a su
financiamiento, incluido el pago de la prima de seguro a que se refiere el art. 59. El
art. 61, por su parte, dispone que los afiliados que cumplan los requisitos establecidos
en el art. 3 (ya citados), los afiliados declarados inválidos totales y los afiliados
declarados inválidos parciales, una vez ejecutoriado el segundo dictamen, podrán
disponer del saldo de su cuenta de capitalización individual con el objeto de constituir
una pensión. La Administradora verificará el cumplimiento de dichos requisitos,
reconocerá el beneficio y emitirá el correspondiente certificado. Por su parte, para
hacer efectiva su pensión, cada afiliado podrá optar por una de las siguientes

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 21


modalidades: a) Renta Vitalicia Inmediata; b) Renta Temporal con Renta Vitalicia
Diferida; c) Retiro Programado, o d) Renta Vitalicia Inmediata con Retiro Programado.
De lo expuesto en los párrafos precedentes, puede deducirse que el sistema
previsional no permite que el trabajador afiliado a él, pueda efectuar retiros totales o
parciales en cualquier tiempo, respecto de sus cotizaciones obligatorias. Conforme a
las normas que regulan el sistema de pensiones vigente, las sumas depositadas en las
cuentas de capitalización individual sólo están destinadas al financiamiento de tres
tipos de pensiones: la de vejez, la de invalidez y la de sobrevivencia, sin perjuicio del
otorgamiento de otras prestaciones tales como los retiros de excedentes de libre
disposición, en el caso que así lo solicitare el afiliado al pensionarse y le asista el
derecho, el pago de cuota mortuoria o el pago de los fondos bajo la forma de la
herencia. En consecuencia, una administradora de fondos de pensiones está impedida
de acceder a la solicitud de retiro de los expresados fondos, en un contexto diverso a
los recién señalados, sin que importe la causa que invoque el afiliado para fundar su
petición. La Superintendencia de Pensiones tampoco está facultada para ordenar a una
administradora de fondos de pensiones para que acceda a la petición del afiliado. Dicho
en otros términos: la única manera de retirar el fondo acumulado en la cuenta de
capitalización individual, será cumpliendo los requisitos legales para obtener una
pensión de vejez, o de vejez anticipada, de invalidez o de sobrevivencia, optando por
la respectiva modalidad de pensión.
De esta manera, puede observarse que el afiliado tiene un derecho o crédito en
contra de la respectiva administradora de fondo de pensiones, para retirar sus fondos
acumulados en su cuenta de capitalización individual, pero sólo cumpliéndose los
requisitos previstos en la ley, a los que hemos hecho referencia. El derecho o crédito,
en consecuencia, no es disponible sino en la medida que se cumplan los presupuestos
contemplados en la ley, y de ocurrir ello, la disposición está además limitada, pues
debe ajustarse a una de las modalidades de pensión previstas en el sistema.
Con el mérito de lo expuesto, debe concluirse que no es posible incluir entre los
bienes objeto de la partición o liquidación de la sociedad conyugal, los fondos de la
cotización obligatoria que cualquiera de los cónyuges mantenga en su Cuenta de
Capitalización Individual, pues la ley ha previsto los requisitos bajo los cuales es
posible la disposición de tales fondos y ha delimitado la finalidad que ellos tienen: el
financiamiento de una pensión, bajo alguna de las modalidades previstas en el Decreto
Ley N° 3.500. Así las cosas, la ley reconoce que el afiliado tiene un derecho sobre los
fondos acumulados en su Cuenta de Capitalización Individual, pero al mismo tiempo lo
sujeta, en cuanto a su ejercicio, a una serie de limitaciones. Ello no tiene nada de
particular, pues tal es lo que ocurre frecuentemente en nuestro ordenamiento jurídico.
Aún más, el único caso en que la ley permite que se disponga de parte (y en
ningún caso de la totalidad) de los fondos en cuestión, dice relación con la
compensación económica que uno de los cónyuges podría demandar, en el marco de
un juicio de divorcio o de nulidad de matrimonio, si puede acreditar para ello lo
previsto en el art. 61 de la Ley de Matrimonio Civil. En efecto, cabe tener presente aquí
lo dispuesto en los arts. 80 y 81 de la Ley Nº 20.255, publicada en el Diario Oficial de
fecha 17 de marzo de 2008, que posibilitan el pago de la compensación económica
traspasando hasta un 50% de los fondos previsionales del cónyuge deudor a favor del
cónyuge acreedor, pero siempre que se trate de “los fondos acumulados durante el
matrimonio”. Por ende, el señalado porcentaje máximo no se aplicará sobre fondos que
el cónyuge haya acumulado antes de contraer matrimonio con el cónyuge acreedor.
Dispone el primero: “Al considerar la situación en materia de beneficios previsionales a
que se refiere el artículo 62 de la ley N° 19.947, sobre Matrimonio Civil, y ello origine
total o parcialmente un menoscabo económico del que resulte una compensación, el
juez, cualquiera haya sido el régimen patrimonial del matrimonio, podrá ordenar el
traspaso de fondos desde la cuenta de capitalización individual afecta al decreto ley N°

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 22


3.500, de 1980, del cónyuge que deba compensar a la cuenta de capitalización del
cónyuge compensado o de no existir ésta, a una cuenta de capitalización individual,
que se abra al efecto. / Dicho traspaso, no podrá exceder del 50% de los recursos
acumulados en la cuenta de capitalización individual del cónyuge que debe compensar,
respecto de los fondos acumulados durante el matrimonio.” Establece por su parte el
segundo: “La Superintendencia de Pensiones deberá tener a disposición de los
tribunales estudios técnicos generales que contribuyan a resolver con bases objetivas
la situación previsional que involucre a cónyuges. De estimarlo necesario, el juez podrá
requerir al citado organismo antecedentes específicos adicionales. La Superintendencia
establecerá, mediante norma de carácter general, los procedimientos aplicables en los
traspasos de fondos, apertura de las cuentas de capitalización individual que se
requirieran y demás aspectos administrativos que procedan.” Nótese, por tanto, que
en el caso descrito, la ley autoriza un traspaso parcial de los fondos de un cónyuge al
otro, pero para un fin determinado. Vale decir, aún en este caso, la ley no autoriza la
disposición de los fondos al arbitrio del cónyuge que los recibe, sino que sólo para
incrementar su cuenta de capitalización individual o para proceder a la apertura de
ésta, en caso de no tenerla. Pero ello solamente puede ocurrir en el contexto en que la
ley lo autoriza: al demandarse compensación económica en un juicio de divorcio o de
nulidad de matrimonio. En cualquier otro caso, el acto de disposición de los fondos
acumulados está prohibido por la ley, y por ende, de ocurrir, estaríamos ante una
hipótesis de objeto ilícito, de conformidad a lo previsto en el artículo 1466 del Código
Civil, al señalar: “Hay asimismo objeto ilícito (…) generalmente en todo contrato
prohibido por las leyes”. Y puesto que estaríamos ante objeto ilícito, el acto adolecería
de nulidad absoluta, según se desprende de los artículos 10 y 1682 del mismo cuerpo
legal.
Guardando armonía con lo expuesto, en orden a la indisponibilidad de los
fondos acumulados en una cuenta de capitalización individual, consigna el inc. 1° del
art. 35 del Decreto Ley N° 3.500 que “El valor de cada uno de los Fondos de Pensiones
se expresará en cuotas. Todas las cuotas de un Fondo de Pensiones serán de igual
monto y características, y serán, además, inembargables”. Esta inembargabilidad, se
extiende incluso al ahorro previsional voluntario, según se aprecia en el artículo 20 d
del mismo Decreto, que dispone: “Los recursos mantenidos por los afiliados en
cualquier plan de ahorro previsional voluntario serán inembargables”. Esta
inembargabilidad se fundamenta, por una parte, en la protección del bien jurídico que
consiste en asegurar a los trabajadores que en su vejez, dispongan de una pensión
que les permita solventar sus necesidades básicas, así como en el carácter inalienable
de los fondos. Esta inalienabilidad es absoluta, es decir, no puede haber enajenación
voluntaria de los fondos –estamos, como expresaba Alessandri con claridad meridiana
ante un derecho personalísimo-, como tampoco enajenación forzada, y por ello, no
cabe el embargo, dado que éste sería del todo inútil, pues el ejecutante estará
impedido de solicitar que su crédito se pague con cargo a dichos fondos.
En lo atinente a los fondos acumulados en la Cuenta de Ahorro Previsional
voluntario que mantenga un trabajador dependiente o independiente en una
Administradora de Fondos de Pensiones, cabe formular las siguientes observaciones. El
N° 2 del Título III del Decreto Ley N° 3.500, artículos 20 y siguientes, regula lo
concerniente a las Cotizaciones Voluntarias, los Depósitos Convenidos y los Depósitos
de Ahorro Previsional Voluntario. El inciso 1° del artículo 20 del Decreto Ley N° 3.500
se refiere a la primera y la tercera modalidad de ahorro previsional, disponiendo al
efecto: “Cada trabajador podrá efectuar cotizaciones voluntarias en su cuenta de
capitalización individual, en cualquier fondo de la administradora en la que se
encuentra afiliado o depósitos de ahorro previsional voluntario en los planes de ahorro
previsional voluntario autorizados por las superintendencias de Bancos e Instituciones
Financieras o de Valores y Seguros, según corresponda, que ofrezcan los bancos e

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 23


instituciones financieras, las administradoras de fondos mutuos, las compañías de
seguros de vida, las administradoras de fondos de inversión y las administradoras de
fondos para la vivienda. A su vez, la Superintendencia de Valores y Seguros podrá
autorizar otras instituciones y planes de ahorro con este mismo fin”. El inciso 3° del
mismo artículo, alude por su parte a los “Depósitos Convenidos”, que a diferencia de
las otras dos modalidades, se acuerdan entre el trabajador y su empleador, con el
objeto de incrementar el capital requerido para financiar una pensión anticipada o para
incrementar el monto de la pensión. El inciso 2° del artículo 20 B del mismo cuerpo
legal, consagra la libre disponibilidad de las Cotizaciones Voluntarias y de los Depósitos
de Ahorro Previsional Voluntario: “Los trabajadores podrán retirar, todo o parte de los
recursos originados en cotizaciones voluntarias y depósitos de ahorro previsional
voluntario. No obstante, los recursos originados en depósitos convenidos se sujetarán
a lo dispuesto en el inciso tercero del artículo 20. Dichos retiros quedarán afectos al
impuesto establecido en el número 3 del artículo 42ºbis de la Ley sobre Impuesto a la
Renta”. En cambio, tratándose de los “Depósitos Convenidos”, según se previene en el
precepto recién citado, ellos deben sujetarse a lo previsto en el inciso 3° del artículo
20. Expresa al afecto la parte final de este inciso: “Con todo, los depósitos convenidos
y la rentabilidad generada por ellos, podrán retirarse como excedente de libre
disposición, cumpliendo los requisitos específicos establecidos en esta ley”.
De esta manera:
i.- Los trabajadores o pensionados pueden solicitar, en cualquier tiempo, el retiro de
todo o parte de los recursos que llevan ahorrados en los planes de ahorro previsional
voluntario (modalidades de Cotizaciones Voluntarias y Depósitos de Ahorro Previsional
Voluntario). Con todo, “Los retiros realizados por personas que no cumplan los
requisitos para pensionarse están afectos a un impuesto único, que se paga en la
misma forma y oportunidad que el global complementario. El impuesto único grava el
retiro con una tasa incrementada respecto a la tasa de impuesto a la renta a la que
está afecta la persona que realiza el retiro. Al momento de liquidar cualquier retiro, la
institución autorizada realizará una retención correspondiente al 15% del monto de
retiro en concepto de pago provisional del impuesto único”. 12
ii.- Distinta es la situación, tratándose de los Depósitos Convenidos que se efectúan
por cuenta del empleador, pues “… éstos no se pueden retirar durante la vida activa y
se integran al saldo de la cuenta de capitalización individual al momento de
pensionarse. En ese momento el trabajador los puede retirar como pensión o como
excedente de libre disposición si cumple los requisitos (alcanzar una pensión de al
menos 150% de la pensión mínima y de 70% de la remuneración imponible promedio
de los últimos 10 años), en este último caso sin derecho a exención tributaria”. 13
Considerando lo expuesto en este punto, se puede concluir que los capitales
correspondientes a las Cotizaciones Voluntarias y los Depósitos de Ahorro Previsional
Voluntario, dado que pueden retirarse en cualquier tiempo por aquél de los cónyuges
que los haya enterado, forman parte del haber de la sociedad conyugal, pues tienen la
calidad de “emolumentos”, que además están “devengados” durante el matrimonio. A
su vez, los intereses que se obtengan por el titular de estas cuentas, siguen la misma
suerte de los capitales, en cuanto a la posibilidad de retirarse en cualquier tiempo. Los
capitales depositados, forman parte del haber de la sociedad conyugal de conformidad
al N° 1 del artículo 1725 del Código Civil. Los intereses, también, pero de conformidad
al N° 2 del mismo precepto, pues constituyen un fruto civil. Siendo entonces estos
fondos de libre disponibilidad, es decir encontrándose “devengados” o con derecho a

12
“Ahorro Previsional Voluntario. Guía del Ahorrante”, Superintendencia de AFP, Superintendencia de Bancos
e Instituciones Financieras y Superintendencia de Valores y Seguros, p. 3.
13
“Ahorro Previsional Voluntario. Guía del Ahorrante”, Superintendencia de AFP, Superintendencia de Bancos
e Instituciones Financieras y Superintendencia de Valores y Seguros, p. 3.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 24


ser cobrados en cualquier tiempo, deben formar parte de la liquidación de la sociedad
conyugal, si existieren a la época de su disolución.
Con todo, debe formularse una prevención final: la bonificación fiscal,
equivalente a un 15% del monto ahorrado, se perderá en caso de retiro de los fondos.
En efecto, el ahorro previsional voluntario goza de un beneficio tributario, para
aquellos trabajadores que opten por el régimen tributario contemplado en el N° 1 del
artículo 42 bis de la Ley de Impuesto a la Renta (los aportes no se rebajan de la base
imponible del impuesto de segunda categoría). En este caso, los trabajadores recibirán
una bonificación del Estado, por el ahorro que destinen a adelantar o aumentar la
pensión (artículo 20 L del Decreto Ley N° 3.500). Dicha bonificación será de cargo
fiscal y equivalente al 15% de todo o parte del ahorro del trabajador, con un máximo
de 6 UTM anuales. La bonificación anual se hará respecto de la suma de ahorro
previsional voluntario que realice el trabajador, que no superen en conjunto la suma
equivalente a diez veces el total de cotizaciones efectuadas por éste. Dicho en otros
términos: este beneficio fiscal sólo se hace efectivo cuando los fondos ahorrados se
destinan a pensión. En caso contrario, es decir cuando se retiran antes de pensionarse
el trabajador, se devuelven al Estado. Esto implica que la bonificación fiscal no formará
parte de la cantidad retirada ni podrá computarse en la liquidación de la sociedad
conyugal.
De lo expuesto, es posible concluir que forman parte del haber de la sociedad
conyugal y por ende deben considerarse en su liquidación o partición, los montos
correspondientes al ahorro previsional voluntario, descontando de ellos la bonificación
fiscal del 15%. A contrario sensu, no integran el haber de la sociedad conyugal y
consecuencialmente no deben incluirse en su liquidación, los montos que los cónyuges
mantengan en sus cuentas de capitalización individual, en una Administradora de
Fondos de Pensiones.
c) Excepción eventual en favor de los productos del trabajo de la mujer.
Lo señalado con anterioridad es aplicable al trabajo del marido y al que ejecuten
conjuntamente marido y mujer. No se aplica al producto del trabajo de la mujer que
ésta realiza separadamente del marido. Estos bienes quedan bajo la administración de
la mujer y no entran al haber de la sociedad conyugal. Al disolverse ésta, podrán pasar
a formar parte de los gananciales, si la mujer no renuncia a ellos. De otro modo, serán
bienes propios de ella. De lo dicho, puede inferirse que los bienes que integran el
patrimonio reservado, son sociales, pues lo normal es que la mujer acepte los
gananciales, pero podrían dejar de serlo, si ella renuncia a los gananciales.
d) Época en que debe ejecutarse el trabajo.
Debe haberse prestado durante la vigencia de la sociedad conyugal, aunque se
pague después de su disolución. Si se prestó antes del matrimonio y se paga durante
su vigencia, este dinero será del cónyuge respectivo, y si entra a la sociedad, dará
lugar a una recompensa en su favor (en tal caso, el cónyuge aportó un crédito).
Cuando el trabajo comienza a prestarse antes de la vigencia de la sociedad
conyugal y termina durante ella, debemos distinguir si la obra es o no divisible:
i.- Si fuere divisible, entran al haber relativo las remuneraciones por la parte de la obra
realizada antes de entrar en vigencia la sociedad conyugal (serán muebles aportados al
matrimonio) y al haber real las remuneraciones por la parte de la obra realizada
durante la vigencia de la sociedad conyugal.
ii.- Si se tratare de un trabajo indivisible (como la pintura de un cuadro que se termina
durante la vigencia de la sociedad conyugal y cuyo pago se estipuló una vez aprobada
la obra, o el honorario de un abogado pactado contra resultado y el juicio concluye
durante la vigencia de la sociedad conyugal), la remuneración ingresa al haber real,
porque el derecho a la remuneración nació en ese momento.
2.2. Las donaciones remuneratorias.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 25


Son donaciones remuneratorias las que expresamente se hicieren en
remuneración de servicios específicos, siempre que éstos sean de aquellos que suelen
pagarse (art. 1433, inc. 1º). Dicho de otra forma, la donación remuneratoria es aquella
liberalidad hecha en consideración a servicios prestados al donante, cuando tales
servicios, en condiciones normales, hubieran generado un crédito a favor del cónyuge
que los prestó.
La expresión “donación remuneratoria” parece contradictoria, es un oxímoron,
pues alude a una gratuidad, por una parte, y a lo que se paga como contrapartida de
un trabajo.
Somarriva proporciona el siguiente ejemplo: “Es el caso, por ejemplo, del
abogado que defiende en juicio a un amigo, y no le cobra honorarios. El amigo lo
recompensa haciéndole un regalo de valor. Este regalo constituye una donación
remuneratoria. Como se ve, estas donaciones en el fondo no tienen mucho de
gratuitas, porque equivalen a una forma especial de remuneración del servicio
prestado”. 14 Ello explica que en materia de sociedad conyugal, según se estudió, el
Código incluya las donaciones remuneratorias en el haber real o absoluto de la misma,
cuando se trate de servicios prestados durante la vigencia de la sociedad y que
hubieran dado acción contra la persona servida (art. 1738).
Las donaciones remuneratorias están sujetas al cumplimiento de las siguientes
solemnidades, sin las cuales se entenderá que la donación no es “remuneratoria” sino
“gratuita” (art. 1433, inc. 2º):
i) Deben pactarse por escritura privada o pública, según si tienen por objeto una cosa
mueble o una cosa inmueble.
ii) Debe constar en la escritura que la donación es remuneratoria o especificar en ella
los servicios que justifican la donación.
iii) Por regla general, no requieren insinuación, salvo si lo donado excediere el valor del
servicio prestado: “Las donaciones remuneratorias, en cuanto equivalgan al valor de
los servicios remunerados, no son rescindibles ni revocables, y en cuanto excedan a
este valor, deberán insinuarse” (art. 1434).
iv) “En lo demás, las donaciones remuneratorias quedan sujetas a las reglas de este
título” (art. 1436), es decir, a las reglas generales de las donaciones. 15
En materia de sociedad conyugal, se refiere a ellas el art. 1738, que establece
las siguientes reglas:
i.- Las donaciones remuneratorias de bienes raíces hechas a uno de los cónyuges o a
ambos, por servicios que no daban acción contra la persona servida, no aumentan el
haber social. En este caso, dado que el servicio “no daba acción”, prevale la “donación”
por sobre la “remuneración”. El inmueble se entiende adquirido a título gratuito, e
ingresa por tanto al haber propio del cónyuge que lo recibe.
ii.- Las donaciones remuneratorias de bienes raíces hechas a uno de los cónyuges o a
ambos, por servicios que hubieran dado acción contra la persona servida, aumentan el
haber social, hasta concurrencia “de lo que hubiera habido acción a pedir por ellos”, y
no más. Si el valor del inmueble es inferior o equivalente a lo que podría haberse
cobrado por el servicio, ingresará a la sociedad conyugal en su integridad. Lo donado
ingresará al haber real. Pero si el valor del inmueble objeto de la donación
remuneratoria excediere lo que podría haberse cobrado por el servicio prestado, se
originará una recompensa en favor del cónyuge que prestó el servicio, equivalente al
exceso de lo que pudo cobrarse a la persona servida.
iii.- Las donaciones remuneratorias de bienes raíces hechas a uno de los cónyuges o a
ambos, por servicios que no hubieran dado acción o hubieran dado acción contra la
persona servida, pero que se hubieren prestado antes de la sociedad, no se

14
Somarriva Undurraga, Manuel, “Derecho Sucesorio”, versión de René Abeliuk M., 7ª edición actualizada,
Tomo II, Santiago de Chile, Editorial Jurídica, 2009, p. 715.
15
Meza Barros, Ramón, ob. cit., p. 518.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 26


adjudicarán a la sociedad en parte alguna. El inmueble donado, ingresará entonces al
haber propio del cónyuge que prestó el servicio antes del matrimonio.
iv.- Las donaciones remuneratorias de bienes muebles hechas a uno de los cónyuges o
a ambos, por servicios que hubieran dado acción contra la persona servida, aumentan
el haber social. La donación remuneratoria, en este caso, ingresará al haber real.
v.- Las donaciones remuneratorias de bienes muebles hechas a uno de los cónyuges o
a ambos, por servicios que no hubieran dado acción contra la persona servida,
aumentan el haber social, pero no el real o absoluto, sino el aparente o relativo,
debiendo la sociedad recompensa al cónyuge que prestó el servicio.
vi.- Las donaciones remuneratorias de bienes muebles hechas a uno de los cónyuges o
a ambos, por servicios prestados antes de la sociedad, aumentan el haber social, pero
no el real o absoluto, sino el aparente o relativo, debiendo la sociedad recompensa al
cónyuge que prestó el servicio.
Se desprende entonces de las reglas anteriores, que la donación remuneratoria
hecha a uno o a ambos cónyuges, ingresa al haber real de la sociedad siempre y
cuando:
a) Los servicios se hayan prestado durante la vigencia de la sociedad conyugal;
b) Fue hecha en razón de servicios que hubieran dado acción en contra de la persona
servida;
c) El valor de tal servicio, equivalga al valor de lo donado.
Concurriendo estas circunstancias, estas donaciones son el pago de un servicio
o trabajo ejecutado por los cónyuges, y por ello, quedan comprendidas en el N° 1 del
art. 1725. 16
Por el contrario, si los servicios no daban acción o se prestaron antes del
matrimonio, para determinar el destino de los bienes donados debe distinguirse si se
trata de muebles o inmuebles:
a) Si se trata de bienes inmuebles: ingresan al haber propio del cónyuge donatario;
b) Si se trata de bienes muebles: ingresan al haber relativo de la sociedad conyugal.
Alessandri se refiere a recompensas especiales acordadas por ley, en
remuneración de servicios prestados al país. Así, por ejemplo, la otorgada a don
Andrés Bello en premio por su proyecto de Código Civil 17, o la otorgada al general
Manuel Bulnes por los servicios prestados en la crisis de 1851 (conato de revolución en
contra del Presidente Montt), ascendente a $50.000.-, o la conferida en 1919 al
teniente 1° Dagoberto Godoy, de $50.000.-, por haber atravesado en aeroplano la
cordillera de los Andes. Estas recompensas, señala Alessandri, “… participan, en cierto
modo, del carácter de donaciones remuneratorias, porque son gratuitas y tienen por
objeto remunerar servicios. Pero como éstos no son de los que dan acción contra el
Estado, esas recompensas no aumentan el haber social y pertenecen al cónyuge
favorecido con ellas. Si, por consistir en dinero, ingresan al haber social, la sociedad
quedará obligada a restituir igual suma (art. 1725, N.° 3)” 18. En otros términos, si se
trata de dinero u otros muebles, ingresarán al haber relativo o aparente de la
sociedad, no al real o absoluto.

16
Alessandri Rodríguez, Arturo, “Tratado práctico de las capitulaciones matrimoniales, de la sociedad
conyugal y de los bienes reservados de la mujer casada”, Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, año
1935, p. 141.
17
“Santiago, 14 de diciembre de 1855.- Por cuanto el Congreso Nacional ha acordado el siguiente proyecto
de lei: ‘Artículo 1.° El Congreso Nacional concede un voto de gracias al autor del proyecto de Código Civil,
por la perseverancia i eficaz contracción que ha dedicado a este trabajo, i a los miembros colaboradores de
la Comisión Revisora del mismo Código, por la solicitud, esmero i constancia con que han concurrido al
examen i revisión de toda la obra, hasta llevarla a su término. Art. 2.° Acuérdanse al autor del proyecto de
Código Civil, senador don Andrés Bello, veinte mil pesos, por una sola vez, i se le abona el tiempo de servicio
necesario para que pueda jubilarse del empleo de oficial mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores, con
su sueldo íntegro”.
18
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., p. 142.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 27


2.3. Otras indemnizaciones obtenidas a consecuencia del trabajo.
Ingresan también al haber social real las jubilaciones y pensiones de retiro,
según lo que hemos expuesto, una vez que se devenguen. Ellas representan la
remuneración que ganaba el trabajador. No siguen esta regla las jubilaciones o
pensiones de gracia, dado que son donaciones o gratuidades.
Ingresan igualmente al haber social real la indemnización por accidentes del
trabajo y la suma que se pague al trabajador por años de servicio, al ponerse término
al contrato de trabajo.
2.4. Bienes raíces o muebles adquiridos a título oneroso.
a) Regla general.
Ingresan estos bienes al haber real, conforme lo preceptuado en el art. 1725,
N° 5.
En la denominación de bienes muebles, se comprenden las cosas corporales,
fungibles o no, los créditos, las acciones muebles, los establecimientos de comercio
que son muebles y la propiedad intelectual o industrial. Los premios de lotería o en
general los juegos de azar que supongan un pago, quedarán en esta condición, por ser
bienes adquiridos a título oneroso.
Los bienes raíces adquiridos a título oneroso durante la vigencia de la sociedad
conyugal siguen la misma regla, sin importar que los compre el marido o la mujer o
que se inscriban a nombre de ésta última: de todas maneras serán sociales.
Para aplicar esta regla, no se toma en cuenta tampoco si los bienes fueron
adquiridos con bienes sociales o con bienes propios de alguno de los cónyuges; si el
título es oneroso, el bien adquirido será social, sin perjuicio de la recompensa a que
pueda tener derecho el cónyuge dueño del dinero.
b) Excepciones a la regla del art. 1725, Nº 5.
Los casos son los siguientes:
b.1) Caso del art. 1733.
Excepcionalmente, no acontecerá lo dispuesto en el Nº 5 del art. 1725 y el bien
adquirido a título oneroso ingresará al haber propio de uno de los cónyuges, cuando
opera la subrogación real de la que trataremos oportunamente (art. 1733).
b.2) Caso del art. 1736.
Es necesario, para que opere el art. 1725, Nº 5, que el bien raíz haya sido
adquirido durante la vigencia de la sociedad para que ingrese al haber real. Con todo,
distinto será el efecto si la causa o título de la adquisición fuere anterior al inicio del
matrimonio. En efecto, si el proceso de la adquisición comenzó antes que la sociedad
conyugal existiera y se completa durante su vigencia, el bien así adquirido pertenecerá
al haber del cónyuge respectivo (si es inmueble) o al haber aparente (si es mueble),
según los casos. El art. 1736, inc. 1º, dispone en este sentido: “La especie adquirida
durante la sociedad, no pertenece a ella aunque se haya adquirido a título oneroso,
cuando la causa o título de la adquisición ha precedido a ella”. Por tanto, por ejemplo,
si uno de los cónyuges, antes del matrimonio, compró un inmueble, pero se inscribió
después del matrimonio, será bien propio del cónyuge y no bien social. El art. 1736,
después de enunciar la regla general transcrita, contempla, aunque no de manera
taxativa, otros casos de excepción:
Primero: Los bienes adquiridos por prescripción, si la posesión se inicia antes de la
vigencia de la sociedad conyugal, aunque el plazo de prescripción se cumpla durante la
vigencia de la sociedad (art. 1736, N° 1). 19 El mismo principio se aplica a las cosas que

19
¿Por qué el art. 1736, N° 1, alude a la prescripción adquisitiva, si se trata, como usualmente se afirma, de
un modo de adquirir que opera a título gratuito y no oneroso, dado que “no entraña para el prescribiente
ningún desembolso económico, ninguna prestación”? (Alessandri Rodríguez, Arturo, Somarriva Undurraga,
Manuel, Vodanovic H., Antonio, “Tratado de los Derechos Reales. Bienes”, quinta edición, Santiago de Chile,
Editorial Jurídica de Chile, 1993, p. 17; Rozas Vial, Fernando, “Los Bienes”, cuarta edición, Santiago de Chile,
LexisNexis, 2007, p. 251; Peñailillo Arévalo, Daniel, “Los Bienes. La propiedad y otros derechos reales”,

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 28


poseía un cónyuge antes del matrimonio si la transacción con que perfeccionó su
dominio opera durante el matrimonio. En este último caso, la norma guarda armonía
con lo dispuesto en la parte final del art. 703, que incluye a la transacción entre los
títulos declarativos, cuando recae sobre la cosa disputada. Si es título declarativo,
opera con efecto retroactivo, atribuyendo el domino al cónyuge respectivo y no al
haber real.
En síntesis, cuando opera la prescripción adquisitiva, habría que formular los
siguientes distingos:
i.- Si el cónyuge entró en posesión del bien inmueble antes de la celebración del
matrimonio y completa el tiempo de prescripción durante el matrimonio, ingresará al
haber propio del cónyuge.
ii.- Si el cónyuge entró en posesión del bien inmueble después de celebrado el
matrimonio y durante la vigencia del mismo completa el tiempo de prescripción, habría
que subdistinguir:
i) Si el título posesorio fue gratuito, el bien ingresa al haber propio del cónyuge.
ii) Si el título posesorio fue oneroso, el bien ingresa al haber real de la sociedad
conyugal.
Segundo: los bienes que los cónyuges poseían antes del matrimonio con título vicioso,
pero cuyo vicio se ratifica o sanea por otro remedio legal durante el matrimonio (art.
1736, N° 2). La ratificación, que como sabemos opera tratándose de la nulidad

Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 2007, p. 408; este autor introduce un matiz, pues después de
señalar que la prescripción adquisitiva es un modo de adquirir a título gratuito, agrega en una nota lo
siguiente: “Aunque también podría sostenerse que, por su naturaleza, es ajena a la distinción entre actos
gratuitos y onerosos; en todo caso, no es a título oneroso”). De lo expuesto, habría que colegir que todo
inmueble adquirido por prescripción, lo será siempre y en toda circunstancia a título gratuito. Recordemos a
su vez que los inmuebles adquiridos a título gratuito no ingresan al haber social, sino que al haber del
cónyuge adquirente, según se desprende, a contrario sensu, del art. 1725, Nº 5, en relación al inc. 2º del
art. 1726. Cabe tener presente también que esta norma del Nº 1 del art. 1736 es la única a partir de la cual
se deduce que operando la prescripción, ha de entenderse que el dominio se adquirió al entrar en posesión,
y no cuando se cumplió el plazo de la misma. Dicho de otra forma: la prescripción adquisitiva retrotrae la
adquisición del dominio al momento inicial de la posesión. Pareciera, entonces, existir un error del Código, al
haber incluido en el art. 1736, la prescripción que opere en favor de un cónyuge. Sin embargo, la cuestión
no es tan simple para algunos. En efecto, ¿qué ocurre si la posesión se inicia durante la vigencia de la
sociedad conyugal? En principio, debiéramos concluir que el inmueble no será tampoco social, sino propio del
cónyuge poseedor y prescribiente. Pero esta conclusión privaría al numeral de toda utilidad, pues daría igual
si la posesión se inició antes o después de la vigencia de la sociedad conyugal; por eso, en opinión de
algunos, habría que distinguir según si el título que posibilitó al cónyuge entrar en posesión lo fue a título
gratuito o a título oneroso. En el primer caso, el inmueble ingresará al haber propio del cónyuge; en el
segundo caso, el inmueble ingresará al haber absoluto de la sociedad conyugal. Para esta opinión, la
prescripción, entonces, podría operar a título oneroso (por ejemplo, si el cónyuge entró en posesión a
consecuencia de una compraventa de cosa ajena que logró inscribir a su favor). Así concluye Arturo
Alessandri Rodríguez, en su obra que dedica al estudio de la sociedad conyugal, denominada “Tratado
práctico de las capitulaciones matrimoniales, de la sociedad conyugal y de los bienes reservados de la mujer
casada” (Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1935), nota, p. 196. Expresa este autor, al aludir al Nº 1
del art. 1736: “Para que tenga lugar esta excepción es menester que el cónyuge, al tiempo del matrimonio,
sea poseedor de la especie, que la tenga desde antes del matrimonio con ánimo de señor o dueño. El
número 1 del artículo 1736 habla de las especies que uno de los cónyuges poseía a título de señor antes de
la sociedad. La mera tenencia no sirve, aunque durante la sociedad sea reemplazada por posesión con
arreglo al Nº 3 del artículo. 2510. Por consiguiente, si el esposo, al tiempo del matrimonio, era un mero
tenedor de la especie y el carácter de poseedor lo adquiere durante la sociedad, no tiene lugar la excepción y
la especie adquirida por prescripción se reputará adquirida durante ella. Y enseguida agrega Alessandri la
siguiente nota al pié de página: La especie, en este caso, será un bien propio o social según que la posesión
se haya adquirido a título oneroso o gratuito. Advertimos sin embargo un lapsus del autor citado: la nota
debió decir: La especie, en este caso, será un bien propio o social según que la posesión se haya adquirido a
título gratuito u oneroso. De esta manera, siguiendo esta tesis de Alessandri, a la que adherimos, no
podríamos formular a priori, como característica general, que la prescripción adquisitiva es un modo de
adquirir que opera siempre a título gratuito. Habría que concluir que es un modo de adquirir que puede
operar indistintamente a título gratuito o a título oneroso, según la naturaleza que tenga el título que sirvió
de antecedente para entrar en posesión. El título posesorio, determinará si el modo denominado prescripción
adquisitiva, operó en definitiva a título gratuito o a título oneroso.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 29


relativa, sanea el contrato, entendiéndose que éste nunca adoleció de vicio alguno. La
expresión “…o por otro remedio legal”, la entendemos referida a la prescripción de las
acciones de nulidad, tanto absoluta como relativa, que “purgan” el vicio que afectaba
al contrato o título respectivo.
Cabe señalar también una situación especial, en relación a la prescripción de
inmuebles que opere en favor de la mujer casada en sociedad conyugal: aquella
prevista en el art. 37 del Decreto Ley Nº 2.695 de 1979. Aludiremos a ella más
adelante, al tratar del haber propio de cada cónyuge.
Tercero: los bienes que una persona, siendo soltera, vendió, permutó, donó o aportó a
una sociedad y que vuelven a su dominio una vez casada, por nulidad o resolución o
revocación del contrato respectivo. (Art. 1736, N° 3).
Así, por ejemplo, uno de los cónyuges, antes del matrimonio, había vendido un
inmueble, y después del matrimonio, la compraventa se declara nula, a consecuencia
de un vicio de lesión enorme.
Cuarto: los bienes litigiosos, es decir cuya propiedad se litigaba. La sentencia que
reconoce el derecho del cónyuge es declarativa del dominio preexistente. En este
caso, al momento de contraerse matrimonio, uno de los contrayentes litigaba con un
tercero acerca del dominio de un inmueble. La sentencia le reconoce su calidad de
dueño, como si lo hubiera sido al casarse. Es un bien propio por lo tanto (Art. 1736, N°
4).
Quinto: el derecho de usufructo que durante el matrimonio se consolida con la nuda
propiedad que un cónyuge tenía de soltero, cualquiera sea la razón de terminación del
usufructo y aun cuando termine por título oneroso. De no existir esta excepción, el
cónyuge tendría la nuda propiedad en su haber propio y el usufructo ingresaría al
haber real. Con todo, los frutos pertenecerán a la sociedad, regla que guarda armonía
con lo dispuesto en el art. 1725, N° 2 (Art. 1736, N° 5).
Sexto: lo que durante el matrimonio se pague a un cónyuge por capitales adeudados
antes del matrimonio o por intereses devengados siendo soltero y pagados después de
casado (art. 1736, N° 6). Por ejemplo, una dación en pago que recae en un inmueble.
Si bien el crédito era mueble (porque se debía una suma de dinero), conservó el
carácter de propio por habérsele excluido de la sociedad con arreglo al N° 4 del art.
1725, vale decir, en capitulación matrimonial. La causa o título de la adquisición del
inmueble –el crédito- precedió a la sociedad. 20
Séptimo: los bienes adquiridos por el cónyuge durante la vigencia de la sociedad
conyugal, en virtud de un acto o contrato cuya celebración se hubiere prometido con
anterioridad a ella, siempre que la promesa conste en escritura pública o en
instrumento privado cuya fecha sea oponible a terceros conforme al art. 1703 (art.
1736, N° 7).
Por el contrario, si la causa o título de la adquisición tiene lugar durante la
sociedad y la adquisición se retarda por ignorancia o por haberse impedido o
entorpecido injustamente, el bien ingresa al haber real, aunque la sociedad conyugal
se hubiere disuelto, conforme lo establece el art. 1737, inc. 1º, que dispone: “Se
reputan adquiridos durante la sociedad los bienes que durante ella debieron adquirirse
por uno de los cónyuges, y que de hecho no se adquirieron sino después de disuelta la
sociedad, por no haberse tenido noticias de ellos o por haberse embarazado
injustamente su adquisición o goce”. ¿Sólo ingresará el bien al haber común en los dos
casos previstos en el inc. transcrito? Nos parece que no: e nuestra opinión, cualquiera
fuere le causa, el bien ingresará al haber común si la causa o título de la adquisición
fue previa al término de la sociedad conyugal. Se trataría de un caso de interpretación
extensiva de la ley, pues el legislador dice menos de lo que quiso decir. Así, por
ejemplo, si el marido compra un inmueble encontrándose vigente la sociedad

20
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., p. 203.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 30


conyugal, pero al disolverse la misma la escritura pública aún no estaba inscrita, y
dicha inscripción se produce cuando la sociedad conyugal ya no existe, el bien
inmueble será común.
El principio enunciado se aplica a los frutos que, sin esta ignorancia o
embarazo, hubiera debido percibir la sociedad y que después de disuelta, se hubieren
restituido al cónyuge o a sus herederos (art. 1737, inc. 2º).
La Ley N° 18.802 agregó dos incisos al art. 1736, destinados a aclarar el
sentido y alcance de los numerales que anteceden, estableciendo:
i.- Si la adquisición se hiciere con bienes de la sociedad y del cónyuge, éste deberá la
recompensa respectiva. Por ejemplo, en el caso del Nº 7, si el precio de la
compraventa que se celebra en cumplimiento del contrato de promesa, se pagare en
parte con capitales de la sociedad conyugal y en parte con capitales del cónyuge que
adquiere el inmueble.
ii.- Si los bienes a que se refieren los números anteriores son muebles, entrarán al
haber de la sociedad, la que deberá al cónyuge adquirente la correspondiente
recompensa. En otras palabras, los bienes muebles ingresarán al haber relativo de la
sociedad conyugal. Por ende, las excepciones del artículo 1736 sólo rigen en su
integridad para los bienes inmuebles.
b.3) Caso del art. 1728.
El art. 1728 se refiere al cónyuge que, teniendo un inmueble, adquiere durante
la vigencia de la sociedad conyugal, a título oneroso, un terreno contiguo a dicho
predio. Distinguimos al respecto:
i.- Si ambos predios conservan su individualidad, el nuevo terreno será social.
Por ejemplo, el cónyuge compra el inmueble contiguo, que permanece separado
del inmueble propio por un muro. Jurídica y materialmente, son inmuebles distintos.
ii.- Si ambos predios han formado un solo todo, de manera que el nuevo terreno no
pueda desmembrarse sin grave daño, se formará una comunidad entre el cónyuge y la
sociedad conyugal, en la que ambos serán codueños del todo a prorrata de los valores
aportados al tiempo de la incorporación.
Por ejemplo, madre e hija son dueñas, cada una, de terrenos contiguos, que sin
embargo no están separados por ningún muro y en los cuales se han levantado
construcciones emplazadas parte en un terreno y parte en el otro, como si se tratare
de un solo predio. Posteriormente, la hija compra a su madre su inmueble.
Materialmente, antes de la compraventa, ambos inmuebles ya eran un solo predio. Sin
embargo, para que se origine la comunidad, sería necesario, en nuestra opinión, que
ambos predios se fusionen, de manera que la situación fáctica (un solo inmueble) se
refleje también en el Conservador de Bienes Raíces respectivo. Hecha la fusión, se
entenderá formada la comunidad a la que alude el art. 1728. En términos prácticos, al
enajenar o gravar más adelante el inmueble resultante de la fusión, habría que asumir
que se trata de un bien sobre el cual, en parte, uno de los cónyuges tiene derechos
radicados en su haber propio, y en parte la sociedad conyugal –es decir el marido-,
tiene los restantes derechos.
b.4) Caso del art. 1729.
El art. 1729 contempla el caso de que un cónyuge tenga un bien propio pro
indiviso con otros comuneros y durante la vigencia de la sociedad conyugal adquiera a
título oneroso las cuotas de los restantes comuneros. La cuota que se adquiera, en
lugar de ingresar al haber real, sigue la suerte indicada en el caso del art. 1728. Por lo
tanto, todo el bien (no sólo la cuota que se adquirió) pasa a ser del dominio de una
comunidad formada por la sociedad y el cónyuge, a prorrata del valor de la cuota que
perteneció a dicho cónyuge y de lo que costó adquirir las cuotas de los restantes
comuneros.
2.5. Los frutos de los bienes sociales y propios, devengados durante el matrimonio.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 31


Ingresan al haber real todos los frutos, réditos, pensiones, intereses y lucros de
cualquier naturaleza, devengados durante el matrimonio, sea que provengan de los
bienes sociales, sea que provengan de los bienes propios de cada cónyuge (art. 1725,
N° 2).
Para determinar si el fruto se devengó o no durante la vigencia de la sociedad,
aplicamos la regla del art. 1737, inc. 2º, ya estudiada.
Ingresan al haber real tanto los frutos naturales como civiles y tanto los que
provienen de los bienes propios de cada cónyuge como de los bienes sociales. Los
frutos de los bienes sociales y de los bienes propios del marido son de la sociedad por
accesión (arts. 643, 646 y 648). En efecto, en el primer caso, tratándose de los frutos
generados por los bienes sociales, porque el marido es considerado dueño de tales
bienes. En el segundo caso, con mayor razón el modo será el de la accesión,
tratándose de los frutos que se devengan por los bienes propios del marido.
¿A qué título y a qué modo se hace dueña la sociedad de los frutos producidos
por los bienes propios de la mujer? Aquí, el modo no puede ser el de la accesión, pues
quien adquiere el dominio de los frutos (el marido, en cuanto administrador de la
sociedad), es una persona distinta de aquella dueña del bien fructífero (la mujer). En
realidad, es un derecho de goce especial que la ley, que opera directamente como
modo de adquirir, confiere a la sociedad conyugal (por ende, al marido), como una
justa compensación a los desembolsos que debe hacer para el mantenimiento de la
familia común. No constituye un usufructo.
Se ha sostenido que el marido es usufructuario de tales bienes,
fundamentándose esta opinión en los arts. 810 (que, dicho sea de paso, contiene una
frase –“de familia”- que debió eliminarse en la reforma del año 1998) y 2466, referidos
al usufructo del marido sobre los bienes de la mujer. Opina Rossel que aun en
presencia de estas disposiciones, puede sostenerse que el marido no es usufructuario
de los bienes de la mujer, y que si el legislador pensó darle este carácter, en el hecho
no lo hizo. Para concluir que el marido no es usufructuario, bastan dos razones a juicio
del citado autor:
Primera: si el bien sale del poder o dominio de la mujer, el marido pierde el derecho de
percibir los frutos, concepto evidentemente contrario a la noción del derecho real de
usufructo; en cambio, en el verdadero usufructo, el usufructuario conserva su derecho
a percibir los frutos si el nudo propietario enajenare la cosa.
Segunda: si el marido fuere usufructuario, no tendría obligación de dividirse por
mitades con la mujer, los frutos existentes a la disolución de la sociedad conyugal;
serían de él exclusivamente; en cambio, en el verdadero usufructo, el usufructuario
tendrá derecho a los frutos existentes al expirar su derecho. 21
Hay sin embargo otras razones, que se suman a las dos indicadas, para concluir
en idénticos términos a los de Rossel:
i.- El derecho del marido es un derecho personalísimo. En consecuencia, el marido
carece de la facultad de transferirlo (y menos de transmitirlo, por cierto). El usufructo,
en cambio, puede transferirse a cualquier título o arrendarse, salvo prohibición del
constituyente (art. 793).
ii.- El marido no está obligado a rendir fianza o caución de conservación o restitución.
El usufructuario, en cambio, debe rendir fianza o caución, salvo que el constituyente o
propietario lo exonere de tal obligación (art. 775).
iii.- El marido no está obligado a confeccionar inventario solemne. El usufructuario, en
cambio, debe confeccionar inventario solemne, salvo que el constituyente o propietario
lo exonere de tal obligación (art. 775).
iv.- El derecho legal de goce o “usufructo legal” es inembargable (art. 2466, inc. final).
El usufructo propiamente tal, es embargable.

21
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., Nº 162, pp. 109 y 110.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 32


v.- Su duración está limitada por la ley: no puede extenderse más allá del momento en
que se disuelve la sociedad conyugal. El usufructo puede durar lo que dure la vida del
usufructuario.
vi.- El marido, como titular del derecho legal de goce, sólo responde por hechos
constitutivos de culpa lata o grave, mientras que el usufructuario responde hasta de
culpa leve.
En resumen, la sociedad conyugal (y de manera concreta el marido) tiene un
derecho de goce sui géneris sobre los bienes propios de la mujer. El marido percibe
estos frutos por ser administrador de los intereses sociales y no por ser dueño de
dichos bienes. Lo mismo acontecerá con la mujer, si pasa a sus manos la
administración de la sociedad conyugal, pero con una importante diferencia: ella no se
hará dueña de los frutos, y deberá rendir cuenta de los mismos, al término de su
administración, pues actuará como curadora de su marido.
2.6. El tesoro.
La parte del tesoro que, según la ley, pertenece al dueño del terreno, ingresará
al haber real de la sociedad conyugal si dicho terreno pertenece a ella.
Recuérdese que el Código Civil regula lo concerniente al descubrimiento de un
tesoro, en los arts. 625 a 628, en el ámbito de la ocupación.
2.7. Las minas.
Las minas denunciadas durante la vigencia de la sociedad por uno de los
cónyuges o por ambos, ingresan al haber real de la sociedad conyugal (art. 1730).

II.- DEL HABER APARENTE O RELATIVO DE LA SOCIEDAD CONYUGAL.

1.- Concepto.

El haber aparente, llamado también “relativo”, es aquél integrado por aquellos


bienes que entran a formar parte del patrimonio social, pero confieren al cónyuge
propietario un crédito contra la sociedad conyugal, que se hace efectivo a la época de
su disolución.

2.- Enumeración.

2.1. Bienes muebles aportados al matrimonio.


Entran a formar parte del haber relativo los bienes muebles que cualquiera de
los cónyuges aportare al matrimonio (art. 1725, Nº 3, 1ª parte y Nº 4, 1ª parte).
Excepcionalmente, pueden ingresar al haber propio, si los cónyuges así lo hubieren
pactado en las capitulaciones matrimoniales previas al matrimonio (art. 1725 N° 4, inc.
2º).
2.2. Bienes muebles adquiridos durante el matrimonio, a título gratuito.
Ingresan igualmente al haber relativo de la sociedad conyugal los bienes
muebles que durante ella adquiriere cualquiera de los cónyuges a título gratuito,
obligándose la sociedad a la correspondiente recompensa (arts. 1725, Nº 3 y Nº 4;
1726, inc. 2º y 1732, inc. 2º).
De acuerdo con lo expuesto, entran al “haber aparente” las cosas corporales
muebles, fungibles o no; los créditos que tienen por objeto un bien mueble y las
acciones para perseguir el cobro de perjuicios (porque son muebles); los créditos por
obligaciones de hacer (porque los hechos que se deben se reputan muebles, art. 581);
el derecho de prenda, el derecho de usufructo que recae en muebles, etc.
Como se ha indicado, el cónyuge que haya hecho ingresar estos bienes
adquiere un crédito en contra de la sociedad, el que hará efectivo, debidamente
reajustado, cuando se disuelva dicha sociedad.
Las hipótesis serían las siguientes:

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 33


i.- Bienes muebles adquiridos en virtud de una donación.
ii.- Bienes muebles adquiridos en virtud de una herencia.
iii.- Bienes muebles adquiridos en virtud de un legado.
iv.- Bienes muebles adquiridos mediante la prescripción, cuando el título posesorio
invocado fuere uno de carácter gratuito (nos remitimos al alcance que hicimos
respecto del art. 1736 N° 1).
2.3. Ciertas donaciones remuneratorias de cosas muebles.
En el estudio del haber real o absoluto, hemos visto que ingresan a él las
donaciones remuneratorias, por servicios que hubiesen dado acción, en la parte que la
donación sea equivalente al servicio prestado, y siempre que dicho servicio se haya
realizado durante la vigencia de la sociedad conyugal.
En cambio, las donaciones remuneratorias forman parte del haber aparente o
relativo, de conformidad a lo dispuesto en el art. 1738, en los siguientes casos:
i.- En cuanto representan el pago de servicios que no dan acción para exigir
remuneración (por ejemplo, honorarios prescritos);
ii.- En cuanto exceden el monto de la remuneración a que podría tener derecho el que
prestó el servicio, si tuviera acción para cobrar sus honorarios.
iii.- Si los servicios se prestaron antes de la sociedad.
2.4. El tesoro.
Finalmente, integra el haber relativo:
i.- La parte del tesoro que la ley asigna al descubridor (art. 1731). Si uno de los
cónyuges descubre un tesoro en bienes de la sociedad conyugal o de un tercero, la
parte que corresponde al descubridor ingresará al haber relativo de la sociedad
conyugal (art. 1731). La parte que se asigna por la ley al descubridor no ingresa al
haber real, porque la ley asimila el hallazgo de un tesoro a una adquisición a título
gratuito; como se trata de bienes muebles, ingresan al haber relativo o aparente de la
sociedad conyugal.
ii.- Si el tesoro se encuentra en un bien perteneciente a uno de los cónyuges, la parte
que corresponde al dueño del suelo ingresará al haber relativo de la sociedad
conyugal.

III.- DEL HABER PROPIO DE CADA CONYUGE.

1.- Bienes que lo forman y consecuencias jurídicas.

Se encuentra formado por aquellos bienes que no entran al haber real o


absoluto ni al haber aparente o relativo de la sociedad conyugal. El dominio de estos
bienes corresponde al cónyuge que los adquirió.
Lo anterior no quiere decir que siempre sean administrados por el cónyuge
propietario. Como oportunamente veremos, el haber propio de la mujer casada en
sociedad conyugal, es administrado por su marido, por regla general. Sin embargo,
veremos que la ley reconoce ciertos patrimonios “especiales”, que administra
directamente la mujer (por ejemplo, arts. 166 y 167 del Código Civil).
La situación jurídica en que se encuentran estos bienes, produce las siguientes
consecuencias:
a) Los aumentos y mejoras que experimenten, pertenecen al cónyuge propietario (los
frutos, sin embargo, serán de la sociedad);
b) Su pérdida fortuita afecta también al cónyuge propietario;
c) La administración de tales bienes, mediando sociedad conyugal, corresponde al
marido;
d) Los acreedores del cónyuge no propietario, no pueden embargar dichos bienes;
e) Disuelta la sociedad conyugal, dichos bienes se “retiran” en especie, es decir, no
ingresan a la comunidad ni a la futura liquidación.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 34


2.- Enumeración.

2.1. Los bienes raíces que los cónyuges tienen al momento de contraer matrimonio.
Aun cuando la ley no lo dice explícitamente, se deduce, a contrario sensu, del
art. 1725, que hace ingresar al haber social los bienes muebles aportados al
matrimonio, no los raíces (art. 1725 números 3 y 4).
Con todo, los esposos pueden haber estipulado, en sus capitulaciones
matrimoniales previas al matrimonio, que un inmueble aportado al matrimonio ingrese
al haber de la sociedad conyugal, la que deberá al cónyuge aportante la respectiva
recompensa.
2.2. Los bienes raíces adquiridos durante la vigencia de la sociedad conyugal a título
gratuito.
Así lo establecen los arts. 1726 inc. 1º y 1732 inc. 1º.
Se incluyen aquí, por ejemplo, los inmuebles que se adquieran por donación,
herencia, o legado. En el caso de la prescripción, también se incluirá en la medida que
el título posesorio invocado fuere uno de carácter gratuito (art. 1736, N° 1).
La parte final del inciso primero de ambos artículos tiene gran importancia
práctica, porque resuelve el problema de las donaciones conjuntas. La donación hecha
a un cónyuge, aunque sea hecha en consideración al otro, incrementa su haber propio,
y la misma regla se aplica a otras gratuidades, como las herencias o legados.
Si la donación fuere hecha a los dos cónyuges, incrementará el haber de cada
uno. Igual ocurrirá con las herencias y legados.
2.3. Los aumentos experimentados por los bienes propios de cada cónyuge.
No forman parte del haber social los aumentos materiales que acrecen a
cualquier especie de uno de los cónyuges, formando un mismo cuerpo con ella, por
aluvión, edificación, plantación o cualquiera otra causa (art. 1727, N° 3).
Quedan comprendidos tanto los aumentos producidos por obra de la naturaleza
o por la industria humana, pero con una importante diferencia:
i.- El aumento debido a la industria humana, da lugar a una recompensa en favor de la
sociedad conyugal (art. 1746).
ii.- El aumento que proviene de causas naturales no da lugar a recompensa alguna
(art. 1771, inc. 2º).
2.4. Los bienes muebles excluidos de la comunidad.
Recordemos que los esposos pueden excluir de la comunidad cualquiera parte
de sus bienes muebles, designándolos en las capitulaciones (art. 1725, N° 4, inc. 2º).
Dado que la ley exige “designar” los bienes excluidos, la exclusión ha de ser a
título singular, pudiendo comprender sólo bienes propios de los esposos, presentes o
futuros, corporales o incorporales. También se podría pactar que estos bienes sean
administrados por la mujer (art. 167).
2.5. Bienes que ingresan al haber propio a consecuencia de una subrogación.
También forman parte del haber propio de cada cónyuge, los bienes que entran
a sustituir a otros bienes propios del cónyuge, a consecuencia del fenómeno llamado
subrogación, regulado en el art. 1727, números 1 y 2 en relación al art. 1733, que más
adelante estudiaremos.
2.6. Bienes inmuebles adquiridos durante la sociedad conyugal, aún a título oneroso,
pero cuya causa o título es anterior a ella (art. 1736).
Nos remitimos a lo expresado acerca de esta hipótesis al tratar del haber real o
absoluto.
2.7. Bienes muebles e inmuebles adquiridos por la mujer en virtud del art. 166 del
Código Civil.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 35


Según estudiaremos, se trata de bienes que adquiere la mujer en virtud de una
donación, herencia o legado, con la condición precisa de que en estos bienes no tenga
la administración el marido.
Estos bienes pertenecerán a la mujer, pero no así los frutos y los bienes
adquiridos con dichos frutos, los que podrán ser sociales, si la mujer acepta los
gananciales.
El art. 166 es una excepción a la regla general, en virtud de la cual los bienes
muebles adquiridos a título gratuito durante la vigencia de la sociedad conyugal,
ingresan al haber relativo de la sociedad conyugal.
En cambio, desde el punto de vista del dominio, el art. 166 carece de relevancia
en lo que concierne a los bienes inmuebles, pues estos de todas maneras serán de la
mujer si los adquiere a título gratuito (punto 2.2., que antecede). En este caso, la
importancia del art. 166 dice relación con la administración de estos bienes, que
corresponderá a la mujer, con las facultades del art. 150.
2.8. Bienes inmuebles adquiridos por la mujer por prescripción, en virtud del
procedimiento de regularización de la pequeña propiedad raíz.
Según revisaremos, de conformidad al art. 37 del Decreto Ley Nº 2.695, del
año 1979, la mujer se hará dueña de los inmuebles que adquiera por la prescripción
especial consagrada en este cuerpo legal.
En cambio, si fuere el marido el que adquiere por la prescripción especial
establecida en este Decreto Ley, habrá que remitirse a los distingos que ya hemos
formulado conforme al art. 1736 Nº 1, para determinar dónde ingresa al inmueble.

IV.- PRESUNCIONES EN FAVOR DE LA SOCIEDAD CONYUGAL Y EN FAVOR DE


TERCEROS.

1.- Presunciones a favor de la sociedad conyugal.

Son dos:
1.1. Presunción de dominio: establece el art. 1739, inc. 1º una presunción de dominio
en favor de la sociedad conyugal, que comprende toda cantidad de dinero, de cosas
fungibles, de especies, créditos, derechos y acciones que existan en poder de
cualquiera de los cónyuges al disolverse la sociedad. Esta presunción, referida a los
bienes muebles, obedece al hecho de que ellos por lo general son sociales.
Esta presunción es de gran utilidad para los acreedores, pues no están
obligados a probar que los bienes que persiguen son sociales, presumiendo la ley tal
carácter.
Se trata de una presunción simplemente legal, pues se podrá probar en
contrario. Por ejemplo, la mujer prueba que se trata de bienes muebles que se
excluyeron del patrimonio de la sociedad conyugal en capitulaciones matrimoniales.
La ley admite cualquier medio de prueba, salvo la confesión de los cónyuges (en
especial del marido), sea personal o de consuno (art. 1739, inc. 2º). Esta confesión,
por sí sola, no será oponible a terceros, pero entre los cónyuges tendría valor, según
se ha resuelto en algunos fallos.
Agrega el inciso 3º del precepto que la confesión se mirará como una donación
revocable, que una vez confirmada por la muerte del cónyuge donante, se ejecutará en
su parte de gananciales o en sus bienes propios. Vemos en consecuencia que la
confesión no atribuye al otro cónyuge el dominio del bien objeto de dicha confesión,
sino que implica un acto de disposición que sólo se hará irrevocable a la muerte del
confesante-donante, pudiendo éste dejarla sin efecto mientras viva.

1.2. Presunción en orden a que los bienes adquiridos a título oneroso, se han adquirido
con bienes sociales (es decir con capitales sociales): el último inciso del art. 1739,

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 36


contempla una presunción a favor de la sociedad, que opera respecto de los bienes que
cualquiera de los cónyuges adquiera a título oneroso una vez disuelta la sociedad
conyugal y antes de su liquidación. Se debe entender que la sociedad conyugal financió
la adquisición de los bienes. Por consiguiente, el cónyuge adquirente deberá
recompensar a la sociedad, salvo que acredite que realizó dicha adquisición con bienes
propios o que provengan de su sola actividad personal. Por ende, al igual que en el
caso anterior, nos encontramos ante una presunción simplemente legal.
Esta norma, indirectamente, fomenta liquidar lo antes posible la sociedad
conyugal que hubiere expirado).
Esta hipótesis puede operar tanto respecto de bienes muebles como inmuebles,
pues el inciso señala que “todo bien” adquirido a título oneroso, se ha adquirido con
bienes sociales.

2.- Presunción a favor de terceros.

El citado art. 1739 establece también una presunción en favor de los terceros
que celebren contratos a título oneroso con alguno de los cónyuges; establecen los
incs. 4º y 5º del precepto:
a) Tratándose de bienes muebles, si el cónyuge contratante hizo al tercero de buena fe
entrega o tradición del bien respectivo, y siempre y cuando el bien no figure en un
registro público a nombre del otro cónyuge o de otra persona, dicho tercero estará a
cubierto de toda reclamación que los cónyuges intentaren fundada en que el bien es
social o del cónyuge que no contrató (inc. 4º). En este caso, nos encontramos ante
una presunción de derecho. En cambio, si no hubo entrega o tradición, la presunción
admite prueba en contrario. Será simplemente legal.
El mismo principio se consagra en el pago de lo no debido, art. 2303, que
protege al tercero que recibió un pago de buena fe, a título oneroso.
b) Sin embargo, como adelantamos, no se presumirá la buena fe del tercero, cuando el
bien objeto del contrato figure inscrito a nombre del otro cónyuge en un registro
abierto al público (por ejemplo, el de automóviles, el de accionistas de sociedades
anónimas, el de naves o aeronaves, armas de fuego, marcas, ciertos animales, etc.).
Las normas anteriores buscan proteger a los terceros que de buena fe contratan
con uno de los cónyuges; dicha buena fe no podría invocarse, si el bien figura en un
registro público a nombre del otro cónyuge.
Si no hay entrega o tradición al tercero, la presunción, según dijimos, es
simplemente legal, de manera que podrá acreditarse que el bien es propio de la mujer
o del marido. La prueba podrá producirse por un tercero que desea perseguir bienes
propios de la mujer por ser su acreedor o por los mismos cónyuges cuando hay
dificultades sobre el dominio de los bienes durante la liquidación de la sociedad
conyugal.

V.- DE LA SUBROGACION REAL.

1.- Concepto.

Si se adquiere un bien raíz a título oneroso durante la vigencia de la sociedad


conyugal, no entrará al haber de dicha sociedad, si es debidamente subrogado a otro
inmueble de propiedad de alguno de los cónyuges o si es comprado con valores
propios de alguno de ellos, destinados a este objeto en las capitulaciones
matrimoniales o en una donación por causa de matrimonio (art. 1727 números 1 y 2).
La subrogación tiene por objeto conservar la integridad del patrimonio de los
cónyuges, pues si no existiera, los bienes adquiridos con dineros propios de ellos
serían sociales, conforme al art. 1725 N° 5. Al mismo tiempo, permite dar “elasticidad”

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 37


a los patrimonios de cada cónyuge, al poder vender algunos bienes y reemplazarlos
por otros.
La subrogación puede definirse como la sustitución de un inmueble a otro o a
valores que pasa a ocupar la situación jurídica del anterior o anteriores. Su
fundamento se encuentra en la equidad, pues si se vende un inmueble propio de uno
de los cónyuges para comprar otro, el adquirido le debería pertenecer en las mismas
condiciones.
No es una institución exclusiva de la sociedad conyugal, presentándose en otros
ámbitos del Derecho. Así, por ejemplo, en la pérdida de la cosa que se debe, si el
cuerpo cierto que se debe perece por culpa o durante la mora del deudor, el precio de
dicho bien subroga la cosa que pereció (art. 1672). A su vez, dispone el art. 565 del
Código de Comercio, que la cosa asegurada es subrogada por la cantidad asegurada
para el efecto de ejercitar sobre ésta los privilegios e hipotecas constituidos sobre
aquélla.
En la sociedad conyugal, el Código Civil sólo reglamentó la subrogación de
inmueble a inmueble o de inmueble a valores, y nada dijo respecto a subrogar muebles
por otros muebles (art. 1733). Arturo Alessandri Rodríguez, dado el silencio del
legislador, niega tal posibilidad, mientras que Pablo Rodríguez Grez la admite, atendido
lo dispuesto en el art. 1727 N° 2 del Código Civil, que reza: “No obstante lo dispuesto
en el art. 1725 no entrarán a componer el haber social: (...) 2º Las cosas compradas
con valores propios de uno de los cónyuges, destinados a ello en las capitulaciones
matrimoniales o en una donación por causa de matrimonio”. Como el precepto no
distingue entre muebles e inmuebles, sino que alude a “Las cosas”, Rodríguez Grez
concluye que se refiere la ley tanto a muebles como inmuebles. 22 Sin perjuicio de lo
recién expuesto, centraremos el análisis en los inmuebles, atendido lo señalado en el
art. 1733.

2.- Formas en que puede operar.

La subrogación real puede operar de dos formas:


2.1. Según que se cambie un inmueble por otro: llamada “subrogación de inmueble a
inmueble”: art. 1727, Nº 1.
2.2. Según se compre un inmueble (o mueble, según Rodríguez Grez) con valores
propios: llamada “subrogación de inmueble (o mueble) a valores”: art. 1727, Nº 2.

2.1. Subrogación de inmueble a inmueble.


Consiste en cambiar un inmueble propio por otro que se adquiere durante el
matrimonio y que viene a ocupar el lugar del bien propio en el haber del cónyuge. Esta
sustitución puede hacerse:
a) Por permuta; o
b) Por compra.
a) Subrogación por permuta.
Se refiere a ella el art. 1733. Es necesario que en la escritura de permuta se
exprese el ánimo de operar la subrogación (art. 1733, inc. 1º). Si la subrogación se
hace en bienes de la mujer, exige además la ley la autorización de ésta (art. 1733, inc.
7º).
Debe existir cierta proporcionalidad entre los valores de los bienes permutados
(art. 1733, inc. 6º).
b) Subrogación por compra.

22
Rodríguez Grez, Pablo, Regímenes Patrimoniales, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 1997, p.
87.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 38


Se efectúa esta subrogación cuando, vendido un inmueble propio de alguno de
los cónyuges, se ha comprado con el precio pagado un nuevo inmueble (art. 1733, inc.
1º).
Para que opere, es necesario:
i.- Que se venda un inmueble propio de alguno de los cónyuges.
ii.- Que con su precio se adquiera otro inmueble.
iii.- Que se exprese el ánimo de subrogar, tanto en la escritura de venta como en la de
compra. Se establece esta exigencia, para determinar claramente si el bien raíz
adquirido durante la vigencia de la sociedad es social o propio, lo que interesa
especialmente a la mujer y a los terceros que contraten con ella o con el marido.
iv.- Si el inmueble vendido pertenece a la mujer, se requiere autorización de ésta (art.
1733, inc. 7º).
v.- Que exista cierta proporcionalidad entre los valores de los bienes que se subrogan.
Una variante de la subrogación por compra es la llamada subrogación por
anticipación. Consiste en comprar primero un bien raíz y después vender un inmueble
propio para pagar su precio. En un fallo de la Corte Suprema, se indica que en este
caso no hay subrogación, sin dar razones para tal conclusión.
Rossel considera lo contrario, porque si concurren todos los requisitos de la
subrogación, especialmente el ánimo de subrogar, no es jurídico desconocer los efectos
de ella por una simple razón de precedencia en la realización de las operaciones de
compraventa. 23

2.2. Subrogación de inmueble (o de mueble) a valores.


Está contemplada en los arts. 1727 N° 2 y 1733, inc. 2º.
Para que opere, deben cumplirse los siguientes requisitos:
a) Que, durante la vigencia de la sociedad conyugal, se adquiera un inmueble con
valores propios de alguno de los cónyuges.
b) Que estos valores propios hayan sido destinados a la subrogación en las
capitulaciones matrimoniales o en una donación por causa de matrimonio.
Se ha resuelto por la jurisprudencia que si los valores propios provienen de una
asignación testamentaria -por ejemplo, un legado-, también habrá subrogación,
porque aun cuando no se trata de una donación, ambas son liberalidades, y donde
existe la misma razón debe existir la misma disposición. Se aplicaría por analogía a los
legados, por ende, las normas de los arts. 1727 y 1733.
c) En la escritura de compraventa del inmueble, deberá dejarse constancia de la
inversión de los valores destinados a la subrogación (art. 1733, inc. 2º). En otras
palabras, debe señalarse que el precio se paga con esos valores.
d) En la escritura de compraventa también deberá dejarse constancia del ánimo de
subrogar, vale decir, de la intención de que el inmueble comprado reemplace
jurídicamente a los valores propios.
e) Si la subrogación se hace con valores propios de la mujer, se requiere su
autorización (art. 1733, inc. 7º).
f) Debe haber cierta proporcionalidad entre los valores y el inmueble que se adquiere
(art. 1733, inc. 6º).

3.- Elemento común a todas las formas de subrogación.

La ley acepta un margen de desproporción entre el valor del inmueble propio y


el subrogado o entre los valores propios y el inmueble adquirido por ellos. Esta
desproporción puede llegar hasta el monto señalado en el art. 1733, inc. 6º, y se
determina comparando la diferencia de valor entre los bienes subrogados y el inmueble

23
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., Nº 179, p. 120.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 39


que se adquiere. Si esta diferencia excede a la mitad del precio del inmueble que se
adquiere, no habrá subrogación. Así, por ejemplo, si el predio propio vale
$80.000.000.- y el inmueble adquirido $200.000.000.-, la diferencia es de
$120.000.000.-, que excede a la mitad del valor del predio adquirido, que es de
$100.000.000.- En este caso, no habrá subrogación real y el inmueble adquirido
ingresará al haber de la sociedad conyugal (sin perjuicio que ésta le deberá
recompensa al cónyuge que vendió su inmueble: la recompensa ascenderá a
$80.000.000.-). En cambio, si por ejemplo el precio del inmueble adquirido asciende a
$120.000.000.-, la diferencia es de $40.000.000.-, inferior a la mitad de dicho precio -
$60.000.000.-, y habrá por ende subrogación (sin perjuicio que el cónyuge que
adquiere el inmueble, le deberá a la sociedad recompensa por $40.000.000.-).
Cuando no se produce la subrogación por no existir la proporcionalidad que se
indicó, el bien adquirido será social, siguiendo la regla general del art. 1733, inc. 6º.
Pero como en la adquisición se invirtieron valores propios de un cónyuge, la sociedad
conyugal le deberá recompensa por esos valores.
Si los valores propios del cónyuge no se invirtieron totalmente en la adquisición
del inmueble (lo que ocurrirá cuando el bien propio valga mucho y el bien adquirido
valga poco), éste conservará el derecho de llevar adelante la subrogación comprando
otra finca: art. 1733, inc. 6º.
Este artículo reglamenta finalmente la situación en que quedan los saldos de la
subrogación cuando ella opera:
i.- Si el bien propio vale más que el adquirido, el saldo que resulte a favor del cónyuge
ingresa al haber de la sociedad conyugal y ésta queda debiéndolo (se vendió un
inmueble en $70.000.000.- y después se compró otro en $60.000.000.-);
ii.- Si el bien propio vale menos que el inmueble adquirido, la sociedad conyugal
deberá pagar la diferencia, pero el cónyuge subrogante deberá una recompensa a la
sociedad equivalente al monto de ese pago (se vendió un inmueble en $80.000.000.- y
después se compró otro en $90.000.000.-). La misma regla opera en el caso de que,
permutándose dos inmuebles, haya alguna diferencia de valor que cubrir en dinero o
que existan estas diferencias al operar la subrogación de inmueble a valores.

SECCION SEGUNDA: DEL PASIVO DE LA SOCIEDAD CONYUGAL.

En el estudio del pasivo de la sociedad conyugal, resulta indispensable formular


un distingo, según si se trata de la obligación a las deudas o de la contribución a las
deudas. La obligación a las deudas, dice relación a la situación en la que se encuentran
los cónyuges frente a sus acreedores, y supone determinar qué bienes pueden
perseguir éstos, es decir, si sólo los bienes del marido (bienes propios o sociales), o si
también pueden ejerce su derecho sobre los bienes de la mujer. La contribución a las
deudas, alude al ajuste interno de cuentas que corresponde hacer entre los cónyuges,
una vez que la obligación se pagó o se extinguió mediante un modo equivalente al
pago. En otras palabras, se trata de establecer qué patrimonio ha de soportar en
definitiva dicho pago: si el de la sociedad conyugal (caso en el cual el pago deberá
imputarse al pasivo absoluto o definitivo de la sociedad conyugal, sin derecho a
recompensa en favor de ella) o el de alguno de los cónyuges (caso en el cual el pago
deberá imputarse al pasivo relativo o provisional de la sociedad conyugal, con derecho
a recompensa en favor de ella).
El distingo entre la obligación a las deudas y la contribución a las deudas
también debe considerar que opera en momentos distintos: la obligación a las deudas
opera mientras la sociedad conyugal está vigente, mientras que la contribución a las
deudas opera una vez disuelta la sociedad conyugal, pues es a partir de este último
momento en que debe determinarse si existen o no recompensas.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 40


I.- DEL PASIVO DE LA SOCIEDAD CONYUGAL Y DE LOS CONYUGES EN
RELACION CON LA OBLIGACION A LAS DEUDAS.

1.- Fundamento de la distinción.

Desde el punto de vista del tercero acreedor, no hay pasivo social, porque a su
respecto la sociedad conyugal no existe.
El acreedor puede perseguir el patrimonio del marido o si corresponde los
bienes propios de la mujer, pero no le es posible demandar el cumplimiento de su
crédito en el patrimonio social, porque éste se confunde con el del marido (art. 1750).
En otras palabras, el deudor del acreedor no es “la sociedad conyugal”, sino que
el marido o la mujer o ambos.
La cuestión consiste entonces en determinar cuáles son las deudas que el
tercero puede perseguir en el patrimonio del marido (y de la sociedad confundidos) y
cuáles puede perseguir, además, en el patrimonio de la mujer.

2.- Obligaciones que dan acción sobre los bienes sociales y sobre los bienes
propios del marido.

Constituyen la regla general:


2.1. Toda deuda contraída por el marido durante la vigencia de la sociedad conyugal
(art. 1740, N° 2).
Esta es la típica deuda social. Los acreedores del marido podrán perseguir todos
sus bienes, es decir, tanto los propios como los sociales (art. 1750).
2.2. Las obligaciones contraídas por el marido antes del matrimonio (art. 1740, N° 3).
En virtud del art. 1750, el marido no podría alegar que por estas deudas, sólo
pueden perseguirse sus bienes propios y que los bienes sociales no responden por
tales obligaciones, pues se consideran pertenecerle a él. 24 Los acreedores del marido
podrán perseguir ambas clases de bienes, de conformidad al derecho de prenda
general que les asiste (art. 2465).
En todo caso, a diferencia del caso anterior, aquí estamos ante una “deuda
personal” del marido.
2.3. Toda deuda contraída por la mujer con mandato general o especial del marido
(art. 1751, inc. 1º).
Se entiende que así sea, pues al actuar la mujer como mandataria de su
marido, ella no compromete su patrimonio sino el de su mandante. Como mandataria
que es de su marido, actúa “por cuenta y riesgo” de éste (artículos 1448 y 2116).
Con todo, en dos casos la mujer mandataria de su marido comprometerá
también algunos de sus bienes propios (y sus bienes reservados, de tenerlos):
i.- Si los terceros con quienes contrató la mujer mandataria, logran probar que el
contrato cedió en utilidad personal de la mujer (art. 1750, inc. 2º); y
ii.- Si la mujer actuare, al ejecutar el mandato, “a nombre propio”, es decir, contrata a
su propio nombre, sin dar a conocer a los terceros con quienes contrata su calidad de
mandataria de su marido (art. 1751, inc. 2º y art. 2151, inc. 2º).
De cualquier manera, los “bienes propios” de la mujer que ésta compromete al
pago de las obligaciones contraídas en los dos casos precedentes, sólo serán aquellos

24
A propósito de los casos signados como 2.1. y 2.2., expresa Alessandri: “Las deudas sociales son, a la
vez, deudas personales del marido.- Pero como respecto de terceros la sociedad no existe y sus bienes y
los del marido se confunden formando un solo patrimonio, en realidad no hay deudas sociales. Sólo hay
deudas del marido y de la mujer. Las deudas sociales son deudas del marido, por cuyo motivo sus
acreedores personales y los de la sociedad pueden perseguir indistintamente sus bienes propios y los
sociales, de donde resulta que, en el hecho, toda deuda de la sociedad es personal del marido y toda deuda
personal suya es social”: Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., p. 265.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 41


que se encuentren bajo su administración (fundamentalmente, los bienes a que aluden
los artículos 166 y 167, a los cuáles haremos referencia más adelante), y no los bienes
propios de la mujer que están administrados por el marido, conforme se puede
desprender del art. 137, inc. 1º, del Código Civil. 25 Responderá también, en este caso,
con los bienes de su patrimonio reservado (art. 150).
2.4. Toda deuda contraída por los cónyuges conjuntamente o en que la mujer se
obligue solidaria o subsidiariamente con el marido (art. 1751, inc. 3º).
En cualquiera de estos tres casos, previene la ley que estos contratos “no
valdrán contra los bienes de la mujer” sino en la medida que los terceros con quienes
contrataron los cónyuges, logran probar que el contrato cedió en utilidad personal de
la mujer y bajo el entendido que en tal hipótesis, sólo podrán perseguir los bienes de
la mujer que se encuentran bajo la administración de ésta, y no bajo la administración
del marido.

3.- Obligaciones que dan acción sobre los bienes sociales, sobre los bienes
propios del marido y además, sobre los bienes propios de la mujer.

3.1. Las contraídas por el marido durante la vigencia de la sociedad conyugal, en virtud
de un contrato que cede en beneficio personal de la mujer (art. 1750, inc. 2º: “Podrán,
con todo, los acreedores perseguir sus derechos sobre los bienes de la mujer, en virtud
de un contrato celebrado por ellos con el marido, en cuanto se probare haber cedido el
contrato en utilidad personal de la mujer, como en el pago de sus deudas anteriores al
matrimonio”).
Serán de este tipo, por ejemplo, las obligaciones contraídas por el marido para
pagar las deudas de la mujer anteriores al matrimonio, o aquella deuda contraída por
el marido para pagar los estudios universitarios de la mujer. Se trata, por ende, de
acreedores del marido.
¿Qué “bienes de la mujer” son éstos? ¿Se trata tanto de los bienes
administrados por el marido como también por la mujer en los casos de los artículos
150, 166 y 167, es decir como separada parcialmente de bienes? Pareciera que se
trata sólo de los primeros. De esta manera, el sistema del Código implicaría que si el
contrato lo celebró el marido pero cedió en utilidad de la mujer, los acreedores tendrán
acción sobre los bienes de ésta administrados por el marido, pero no sobre los bienes
que la mujer administra separadamente de su cónyuge, pues si así se permitiera, esta
administración separada se tornaría puramente teórica. Por el contrario, si la mujer
contrata, como en las situaciones contempladas en el tercero y cuarto caso del punto
dos, sólo comprometerá los bienes que se encuentran bajo su administración, y no los
bienes propios de la mujer que administra el marido. Así, cada cónyuge sólo puede
comprometer los bienes de la mujer que se encuentren bajo su directa administración,
y no bajo la administración de aquél cónyuge que no ha contratado.
3.2. Las obligaciones contraídas por la mujer antes del matrimonio.
Se trata, en este caso, de acreedores de la mujer.
Estas deudas deben pagarse por la sociedad conyugal -art. 1740, N° 3: “La
sociedad es obligada al pago: (…) 3º. De las deudas personales de cada uno de los
cónyuges, quedando el deudor obligado a compensar a la sociedad lo que ésta invierta
en ello”-, pero pueden perseguirse también sobre los bienes propios de la mujer.
Si el patrimonio de la mujer estaba afecto al cumplimiento de la obligación
mientras se encontraba soltera, viuda o divorciada, y después contrae matrimonio, no
hay razón para que deje de estar afecto al pago de las acreencias de sus acreedores
por un hecho ajeno a la obligación, como es el contraer matrimonio la deudora. De lo

25
Ramos Pazos, René, “Derecho de Familia”, Tomo II, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, séptima
edición actualizada, 2010, Tomo I, p. 203.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 42


contrario, habría que aceptar que el matrimonio es un modo sui géneris de extinguir
las obligaciones.
Se comprenden también en este grupo las deudas propiamente personales de la
mujer en todo lo que cedan en beneficio del marido o de la sociedad.
En este segundo caso, los acreedores pueden dirigirse tanto sobre los bienes
propios de la mujer administrados por el marido, como también sobre los bienes que
administra aquélla. Esto es una consecuencia del derecho de prenda general que tiene
el acreedor sobre todos los bienes de su deudor.
3.3. Las obligaciones que tienen por fuente un delito o cuasidelito cometido por la
mujer.
Al igual que en el segundo caso, se trata de un acreedor de la mujer.
Estas deudas deben ser pagadas por la sociedad (arts. 1740, N° 3 y 1748),
pero también pueden perseguirse en los bienes propios de la mujer, conforme al
derecho de prenda general de que goza todo acreedor (arts. 2465 y 2469).
3.4. Las obligaciones de la mujer que tienen por fuente la ley o un cuasicontrato.
Al igual que en los dos casos precedentes, estamos ante un acreedor de la
mujer (art. 1740 Nº 3).
Será por ejemplo una obligación que tenga por fuente la ley, los alimentos o la
compensación económica que deba pagar la mujer; y una obligación que tenga por
fuente un cuasicontrato, lo que deba la mujer a los otros comuneros, por las
reparaciones hechas en la cosa que se posea pro-indiviso.

II.- DEL PASIVO DE LA SOCIEDAD CONYUGAL Y DE LOS CONYUGES EN


RELACION CON LA CONTRIBUCION A LAS DEUDAS.

1.- Fundamento de la distinción.

Después de pagada la deuda al tercero, hay que determinar a qué patrimonio


debe imputarse en definitiva el desembolso. Esta es una cuestión interna, que
concierne a los cónyuges solamente. Se plantea al momento de la disolución de la
sociedad conyugal. Es por tanto un problema de “contribución a las deudas”.
El principio general es que todas las deudas contraídas durante la vigencia de la
sociedad conyugal por el marido o por la mujer, con mandato especial o general de
éste, son deudas sociales (art. 1740, N° 2). La excepción es que las deudas pesen en
definitiva sobre los bienes propios de cada cónyuge.
Cabe prevenir que la referencia contenida en el N° 2 del art. 1740 a los actos de
la mujer “con autorización del marido”, ha perdido vigencia, desde el momento en que
la Ley N° 18.802 otorgó a esta plena capacidad.
De lo señalado se infiere que hay deudas que pesan sobre el patrimonio social,
sin derecho a reembolso o recompensa y otras que la sociedad paga provisionalmente,
pero de cuyo monto tiene derecho a reembolsarse.
Distinguimos por tanto en la sociedad conyugal un pasivo definitivo y un pasivo
provisorio. El definitivo, está formado por las deudas sociales; el provisorio, por las
deudas personales de cada cónyuge, que la sociedad pagó en su oportunidad.

2.- El pasivo absoluto o definitivo.

Está compuesto por aquellas deudas que paga la sociedad durante su vigencia y
que, a su disolución, afectan a su patrimonio, sin derecho a recompensa. Tales son:
a) Las pensiones e intereses que corran, sea contra la sociedad, sea contra cualquiera
de los cónyuges, y que se devenguen durante la sociedad (art. 1740, N° 1).
Distingamos según si se trata del pago de pensiones o del pago de intereses:
i.- Pago de pensiones.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 43


Respecto de las “pensiones”, un hijo, por ejemplo, podría demandar a su padre
o a su madre o a ambos, para obtener el pago de una pensión de alimentos. Los
desembolsos que deban hacerse por los demandados por este concepto gravarán el
pasivo absoluto o definitivo de la sociedad conyugal. Otro ejemplo podría corresponder
a una renta vitalicia que uno de los cónyuges deba pagar a una persona hasta su
fallecimiento, como contrapartida por la transferencia de un inmueble hecha por la
segunda al primero.
ii.- Pago de intereses.
Esta obligación, viene a ser la contrapartida, del derecho de la sociedad para
aprovecharse de los frutos de los bienes propios (art. 1725, N° 2).
La obligación se refiere sólo a los intereses y no a la amortización de capital.
Abarca cualquiera clase de intereses, devengados por cualquiera obligación.
Por ejemplo: los intereses de un mutuo contraído por uno de los cónyuges
antes del matrimonio; el cánon anual a pagar por el censo que grave un inmueble de
uno de los cónyuges; los intereses de saldos de precios por adquisiciones hechas por
un cónyuge, etc.
b) Las deudas contraídas durante el matrimonio por el marido o por la mujer con
mandato general o especial del marido (art. 1740, N° 2).
Con todo, hacen excepción a esta regla las deudas personales del marido o de
la mujer, y son tales las derivadas de actos o contratos que reportan un beneficio
exclusivo al cónyuge que los celebró, beneficio que recibe sin que haya texto legal que
obligue a la sociedad a proporcionárselo.
Dichas obligaciones pueden ser cobradas a la sociedad, pero ésta tendrá
derecho a recompensa contra el cónyuge respectivo. Ejemplo de tales obligaciones: las
deudas contraídas para el establecimiento de los hijos de un matrimonio anterior de
uno de los cónyuges.
c) El lasto de toda fianza, hipoteca o prenda constituida por el marido (art. 1740, N°
2).
Lastar es suplir lo que otro debe pagar con el derecho de reintegrarse. Como
expresa Alessandri, “Lastar es pagar por otro con derecho a reembolso. Lasto es el
recibo o carta de pago que se da a quien paga por otro para que pueda reembolsarse
de lo que pagó cobrándoselo a éste. El lasto de una fianza, es, pues, su pago con
derecho a reembolso”. 26
Si se paga una obligación caucionada con una fianza, hipoteca o prenda
constituida por el marido, debemos distinguir el objeto por el cual se constituyó la
garantía, para saber qué deuda se pagó:
i.- Si la garantía se constituyó para caucionar obligaciones sociales, se habrá pagado
una deuda social;
ii.- Si la garantía se constituyó para caucionar obligaciones personales, habrá derecho
a recompensa a favor de la sociedad.
d) Las cargas y reparaciones usufructuarias de los bienes sociales o de cada cónyuge
(art. 1740, N° 4).
Se entienden por cargas usufructuarias las expensas ordinarias de conservación
y cultivo; las pensiones, cánones y, en general, las cargas periódicas con que hubiere
sido gravada la cosa con antelación; el pago de los impuestos periódicos fiscales y
municipales.
Estas reglas se establecen en los arts. 795 y 796, en el usufructo y que
imponen estas cargas al usufructuario, razón por la cual se llaman “cargas
usufructuarias”.
Es lógico que la sociedad conyugal las soporte, porque ella goza de los frutos
producidos por los bienes propios de los cónyuges, de los que, en cierta forma, es

26
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., N° 418, p. 303.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 44


usufructuaria. Se trata de una manifestación del principio ubi emolumentum ibi onus,
es decir “donde está el beneficio está la carga”.
e) De los gastos que origine el mantenimiento de los cónyuges; el mantenimiento,
educación y establecimiento de los descendientes comunes y de toda otra carga de
familia (art. 1740, N° 5).
La sociedad está obligada a solventar el mantenimiento de ambos cónyuges, lo
que incluye habitación, vestuario, medicinas, gastos de enfermedad, etc.
Debe cubrir también los gastos de mantenimiento, educación y establecimiento
de los descendientes comunes.
Estos gastos comprenden la alimentación, vestuario y atención médica, los que
siempre son expensas ordinarias, de cargo de la sociedad conyugal.
Los gastos de educación y de establecimiento pueden ser expensas ordinarias o
extraordinarias. Ambos son de cargo de la sociedad conyugal, pero cabe tener
presente que las expensas extraordinarias se imputarán con preferencia a los bienes
del hijo y sólo en el caso de no ser suficientes dichos bienes, se imputarán al
patrimonio social.
A pesar de que las expensas ordinarias y aun las extraordinarias son de cargo
de la sociedad, los cónyuges pueden convenir en hacerlas con sus bienes propios (art.
1744, inc. 1º).
Será también de cargo de la sociedad “toda otra carga de familia”, como dice la
parte final del inc. 1º del N° 5 del art. 1740. Quedan comprendidos en esta
denominación las remuneraciones de los trabajadores de casa particular, los gastos de
veraneo, los regalos que es costumbre hacer en ciertos días, los alimentos que uno de
los cónyuges deba por ley a sus descendientes o ascendientes, aunque los primeros no
lo sean de ambos, siempre que sean moderados (art. 1740, N° 5, inc. 2º). Podrá el
juez moderar el gasto si le pareciere excesivo, imputando el exceso al haber del
cónyuge respectivo.
Son también de cargo de la sociedad conyugal, los gastos de crianza y los
ordinarios de educación de los hijos de filiación no matrimonial. Los gastos
extraordinarios de educación y los gastos de establecimiento de tales hijos, serán
personales del cónyuge.
f) De los dineros que deban entregarse a la mujer periódicamente o por una vez, si así
se estipuló en las capitulaciones matrimoniales (art. 1740, N° 5, inc. 3º).
Se trata de un pacto efectuado en las capitulaciones matrimoniales, en cuya
virtud la mujer podrá disponer a su arbitrio de los dineros.
Con todo, si en las capitulaciones matrimoniales se impuso la obligación al
marido, de él será la obligación de solventar este gasto, y si paga con dineros de la
sociedad, ésta tendrá derecho a recompensa en contra del marido. Lo anterior, en el
entendido que una vez disuelta la sociedad conyugal la mujer no renuncie a los
gananciales, pues de hacerlo, la recompensa que debe el marido se extinguirá por
confusión, al reunirse en él las calidades de deudor y de acreedor.

3.- El pasivo relativo o provisional.

Se compone por aquellas deudas que la sociedad paga en virtud de los


principios que rigen la “obligación a las deudas”, pero que, en definitiva, debe soportar
el patrimonio de cada cónyuge (“contribución a las deudas”). Estos pagos dan derecho
a una recompensa a favor de la sociedad.
Son los siguientes:
a) Las deudas personales de cada cónyuge (art. 1740, N° 3).
Son deudas personales, aquellas que emanan de actos o contratos que han
cedido en beneficio exclusivo de un cónyuge sin que la sociedad conyugal tenga
obligación de proporcionarle este beneficio (éste último caso, por ejemplo, tratándose

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 45


de un préstamo para financiar un viaje a Europa de un hijo de uno de los cónyuges).
Tienen también el carácter de deudas personales las contraídas por uno de los
cónyuges antes del matrimonio.
Por el contrario, toda deuda contraída durante el matrimonio por el marido o
por la mujer con mandato del marido, se presume social y pesa por ende en el pasivo
definitivo. Así se desprende de los arts. 1750 y 1751 y lo establece el art. 1778, al
declarar que el marido es responsable de todas las deudas contraídas durante el
ejercicio social.
Para destruir esta presunción, será necesario demostrar que el contrato cedió
en beneficio exclusivo de alguno de los cónyuges (art. 1750, inc. 2º).
b) Las deudas contraídas para establecer a un hijo de anterior matrimonio, o de
filiación no matrimonial o expensas de educación extraordinarias. En este caso, la
deuda no grava el pasivo definitivo, pues no se trata de un descendiente común de los
cónyuges, sino de uno sólo de ellos.
c) Las erogaciones gratuitas y cuantiosas a favor de un tercero que no sea
descendiente común (art. 1747). Sólo pueden hacerse con cargo al haber social
donaciones de poca monta, atendidas las fuerzas del haber social, o aquellas hechas
para un objeto de eminente piedad o beneficencia y sin causar un grave menoscabo a
dicho haber (art. 1742).
Del tenor de los art. 1744 y 1747, se deduce a contrario sensu que la erogación
gratuita y cuantiosa hecha a un descendiente común, es deuda social, pesando sobre
el pasivo definitivo.
d) Los precios, saldos, costas judiciales y expensas de toda clase que se hicieren en la
adquisición o cobro de los bienes, derechos o créditos que pertenezcan a cualquiera de
los cónyuges (art. 1745): por ejemplo, las cargas hereditarias o testamentarias que un
cónyuge deba satisfacer al aceptar una herencia o lo que pague en razón de una
transacción que le permite adquirir cierto bien; o los egresos que se hagan para que
uno de los cónyuges obtenga lo que le adeudaba un tercero
No quedan comprendidas aquí las reparaciones usufructuarias, que conforme a
lo indicado, son de cargo de la sociedad.
e) Las expensas de toda clase que se hayan hecho en los bienes de cualquiera de los
cónyuges, cuando las expensas aumentaron el valor de los bienes y en cuanto
subsistiere este valor a la época de la disolución de la sociedad (art. 1746).
Si el aumento del valor excede el valor de las expensas, se deberá sólo lo
invertido en éstas (así, por ejemplo, si se invierten 20 millones de pesos para ampliar
un inmueble, pero gracias a dichos arreglos, el predio aumenta su valor comercial en
40 millones de pesos, se debe la primera suma).
Tampoco quedan comprendidas aquí las cargas o reparaciones usufructuarias.
f) La indemnización por los perjuicios causados a la sociedad con dolo o culpa grave y
el pago de las multas y reparaciones pecuniarias que hiciere la sociedad en razón de
un delito o cuasidelito cometido por alguno de los cónyuges (art. 1748).
Desde el punto de vista de la “contribución a las deudas”, es decir en las
relaciones entre los cónyuges, la indemnización que ha debido pagar la sociedad
origina siempre derecho a recompensa, por tratarse de una deuda personal del
cónyuge que cometió el ilícito.
g) Los saldos que la sociedad se vea obligada a pagar por la subrogación hecha en
bienes de alguno de los cónyuges (arts. 1727 y 1733).
Así, por ejemplo, el inmueble que pertenecía al cónyuge se vendió en 150
millones de pesos y se compró otro en 160 millones, los 10 millones financiados por la
sociedad deberán ser reembolsados por el cónyuge adquirente del inmueble, al
momento de disolverse la comunidad.

CAPITULO IV: DE LAS RECOMPENSAS.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 46


I.- CONCEPTO, OBJETO Y CLASIFICACION.

a) Concepto: las recompensas son las indemnizaciones pecuniarias a que los


patrimonios del marido, de la mujer y de la sociedad conyugal, están obligados entre
sí.
Las recompensas emanan del concepto relativo del activo y pasivo de la
sociedad conyugal, puesto que hay bienes que entran a ella transformándose en un
crédito a favor del cónyuge aportante y hay deudas personales que la sociedad está
obligada a pagar con derecho a reembolsarse.
b) El objeto de las recompensas es:
i.- Evitar el enriquecimiento de un patrimonio a expensas de otro;
ii.- Evitar las donaciones disimuladas que pudieran hacerse los cónyuges entre sí para
perjudicar a los terceros;
iii.- Evitar los abusos del marido, que podría emplear los dineros de la mujer en su
propio beneficio; y
iv.- Corregir los excesos de una administración mal intencionada, ya que como se dijo,
se debe recompensa a la sociedad por los perjuicios que se le causen con dolo o culpa
grave (art. 1748).
Durante la vigencia del matrimonio no puede alterarse el régimen de
recompensas, lo que no impide que un cónyuge renuncie a ellas por acto que surta
efectos después de la disolución de la sociedad conyugal.
c) Clasificación: existen recompensas:
i.- De la sociedad a favor de los cónyuges;
ii.- De los cónyuges a favor de la sociedad; y
iii.- De los cónyuges entre sí.
Cabe consignar que la Ley N° 18.802, hizo reajustables las recompensas,
modificando el principio nominalista vigente en el Código Civil y solucionando así los
inconvenientes de la inflación (art. 1734). Será al partidor a quien corresponda fijar el
monto de la recompensa en conformidad a las normas de la equidad. En otras
palabras, no hay un sistema de reajustabilidad establecido en la ley, debiendo en cada
caso fijar la forma de reajustar las recompensas.
Las recompensas se harán exigibles a partir de la disolución de la sociedad
conyugal, y no existiendo reglas especiales, las acciones prescribirán conforme a las
reglas generales, en los plazos de 3 y 5 años (arts. 2514 y 2515).

II.- RECOMPENSAS QUE LA SOCIEDAD DEBE A LOS CONYUGES.

1.- Incorporación de bienes de los cónyuges al patrimonio social.

La sociedad conyugal debe recompensar a los cónyuges, cuando incrementa su


patrimonio con bienes de aquellos, lo que ocurre:
i.- Con el dinero, cosas fungibles y especies muebles que los cónyuges aportan al
matrimonio;
ii.- Con el dinero, cosas fungibles y especies muebles que los cónyuges adquieren a
título gratuito durante la vigencia de la sociedad conyugal;
iii.- Con los bienes inmuebles apreciados en las capitulaciones matrimoniales para que
la sociedad restituya su valor en dinero;
iv.- Con las pensiones de gracia y con las donaciones remuneratorias por servicios
prestados antes del matrimonio o durante su vigencia, pero en la parte que no dan
acción para exigir su pago.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 47


2.- Valor del bien propio del cónyuge, vendido durante la vigencia de la
sociedad.

Hay lugar a recompensa, cuando la sociedad recibe el valor de un bien propio


de uno de los cónyuges (art. 1741), salvo:
i.- Que este valor se haya empleado en hacer una subrogación de que habla el art.
1733; o,
ii.- Que se haya empleado en otro negocio personal del cónyuge del cual era la cosa
vendida (como en el pago de sus deudas personales o en el establecimiento de sus
descendientes de un matrimonio anterior).

3.- Pago de deudas sociales con bienes propios.

Hay lugar a recompensa contra la sociedad, cuando uno de los cónyuges paga
deudas sociales con sus bienes propios.

4.- Enriquecimiento sin causa.

Debe la sociedad recompensa al cónyuge, cuando la primera obtiene un


provecho injustificado con los bienes propios de éste. Así ocurrirá, por ejemplo, si un
edificio propio del cónyuge se demoliera y la sociedad recibiera el precio de los
materiales, o si se vendiere leña que proviene de un bosque propio del cónyuge.
Habrá lugar a la recompensa siempre que el provecho no consista en frutos
naturales de los bienes propios (como sería la explotación racional del bosque, sin
menoscabo de su sustancia), ya que en tal caso, se trataría de bienes sociales (art.
1725, N° 2).

III.- RECOMPENSAS QUE LOS CONYUGES DEBEN A LA SOCIEDAD.

1.- Pago de las deudas personales de los cónyuges.

Conforme a lo dispuesto en el art. 1740, N° 3, la sociedad está obligada al pago


de las deudas personales de cada cónyuge, quedando el deudor obligado a compensar
a la sociedad lo que ésta invierta en ello.
La recompensa es equivalente a lo que desembolsó la sociedad, sin abonar los
intereses devengados durante el matrimonio, porque tales intereses son de cargo de la
sociedad sin derecho a recompensa (art. 1740, N° 1). En todo caso, la suma a pagar
deberá reajustarse, en la forma establecida en el art. 1734.

2.- Donación de bienes sociales.

El marido o la mujer deberán recompensar a la sociedad por el valor de toda


donación que hicieren de cualquier parte del haber social y por toda erogación gratuita
y cuantiosa a favor de un tercero que no sea descendiente común (artículos 1742 y
1747).
Se excluyen del régimen de recompensas:
a) La donación hecha a un descendiente común, aunque sea cuantiosa; esta donación
se imputará, por regla general, a gananciales, a menos que conste de un modo
auténtico (o sea, en instrumento público) que el marido o la mujer han querido hacerla
con sus bienes propios (art. 1744).
b) La donación hecha a un tercero, cuando es de poca monta, considerando las fuerzas
del patrimonio social (art. 1742), o,

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 48


c) La donación que se haga para un objeto de eminente piedad o beneficencia y sin
que cause un grave menoscabo al haber social (art. 1742).

3.- Gastos causados en la adquisición o cobro de los bienes o créditos de los


cónyuges.

Se debe recompensa a la sociedad por los precios, saldos, costas judiciales y


expensas que se hicieren en la adquisición o cobro de los bienes, derechos o créditos
que pertenezcan a cualquiera de los cónyuges y por todas las deudas y cargas
hereditarias o testamentarias que ella cubra, anexas a la adquisición de una herencia
que se les defiera (art. 1745).
De esta manera, el precepto se pone en dos casos:
i.- Egresos hechos para que uno de los cónyuges adquiera un bien (por ejemplo, el
pago del precio de la compraventa).
ii.- Egresos en que se incurra para que uno de los cónyuges cobre el crédito que tiene
contra su deudor (por ejemplo, el pago de costas judiciales).
De conformidad con el art. 1740 N° 3, estos gastos se presumen efectuados por
la sociedad, pero el cónyuge puede probar que los cubrió con bienes propios o con los
mismos bienes hereditarios.

4.- Expensas hechas en los bienes propios.

Los cónyuges deben recompensa a la sociedad por las expensas de toda clase
que se hayan hecho en sus bienes propios (art. 1746). El monto de la recompensa se
determina de la siguiente forma:
a) La recompensa equivale al desembolso efectuado, no al aumento de valor real. Si
este aumento de valor excede al desembolso, sólo se adeudará lo efectivamente
gastado.
b) El aumento de valor debe subsistir a la época de la disolución de la sociedad.
No dan lugar a recompensa las cargas o reparaciones usufructuarias hechas en
los bienes de los cónyuges, que son de cargo de la sociedad sin derecho a recompensa,
y el aumento de valor de los bienes propios que se deba a causas naturales.
A su vez, se ha fallado que las expensas hechas por el marido en bienes
reservados de la mujer, que ésta conserva como propietaria exclusiva al renunciar a
los gananciales, no generan recompensas a favor de la sociedad conyugal, sino que un
crédito sujeto a las reglas generales, que el marido deberá cobrar a la mujer como lo
haría cualquier acreedor. Lo anterior, porque si procediere recompensa en contra de la
mujer por expensas hechas en bienes reservados, podría ocurrir que, de no renunciar
la mujer a los gananciales, estos bienes no le pertenecerían en forma exclusiva, sino
en común a los cónyuges. En tal contexto, no resulta lógico que la sociedad conyugal
pueda exigirle a la mujer pagar por inversiones que también redundarían a favor del
marido (sentencia de la Corte de Apelaciones de San Miguel de fecha 13 de noviembre
de 2013, Rol N°433-2013. Casación en el fondo fue rechazada por sentencia de la
Corte Suprema de fecha 11 de marzo de 2014, autos Rol N° 16.342-2013). 27
La importancia de determinar, -en el caso de las expensas hechas por el marido
en bienes reservados de la mujer- que estamos ante un crédito que sigue las reglas
generales, y no ante una recompensa, se visualiza, al menos, en las siguientes
materias:
i.- Prescripción de las acciones: la acción que el marido tiene en contra de la mujer
para cobrar el valor de las expensas, prescribirá en cinco años, contados desde que se

27
Revisar en nuestra página web www.juanandresorrego.cl, “Criterios jurisprudenciales en materia de
sociedad conyugal”, sentencia N° 14.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 49


hizo exigible la obligación de la mujer (en cambio, si fuere una recompensa, el plazo
de prescripción sólo comenzará a correr a partir de la disolución de la sociedad
conyugal).
ii.- El crédito no se reajustará (en cambio, si fuere una recompensa, debe aplicársele el
reajuste previsto en el art. 1734).
iii.- El juez competente: la demanda debe interponerse ante el Juez de Letras en lo
Civil (en cambio, las recompensas se cobran en el juicio de partición, seguido ante el
juez árbitro).

5.- Perjuicios causados a la sociedad con dolo o culpa grave.

Cada cónyuge debe recompensa a la sociedad por los perjuicios que le hubiere
causado con dolo o culpa grave. La recompensa ascenderá al monto del perjuicio (art.
1748).
Dado que estamos ante culpa extracontractual, corresponderá probar los
elementos de la indemnización, incluyendo el dolo o la culpa grave, a quien alega
haber sufrido el daño.

IV.- RECOMPENSAS DE CONYUGE A CONYUGE.

1.- Pago de deudas personales.

Hay lugar a recompensa cuando con los bienes de un cónyuge, se pagan deudas
del otro, sea de manera voluntaria o forzada.

2.- Deterioros en bienes propios.

Las pérdidas o deterioros ocurridos en los bienes propios de un cónyuge deberá


sufrirlos él, porque las cosas se pierden para su dueño. Excepcionalmente, la pérdida
deberá ser resarcida por el otro cónyuge, cuando se debe a dolo o culpa grave de éste
(art. 1771)

3.- Venta de bienes propios.

La enajenación de bienes propios de un cónyuge da lugar a recompensa en su


favor cuando, durante la vigencia de la sociedad conyugal, se destina el producido de
tales bienes a la adquisición de bienes para el otro cónyuge o a la reparación de bienes
del otro cónyuge.

CAPITULO V: DE LA ADMINISTRACION
DE LA SOCIEDAD CONYUGAL

CLASIFICACION.

Corresponde al marido, como jefe de la sociedad conyugal, la administración de


los bienes sociales y los de la mujer, sujeto a las limitaciones que estudiaremos (art.
1749, inc. 1º). Esta administración se denomina “ordinaria”. Cabe indicar que la Ley
N° 18.802, al modificar el art. 145 (actual art. 138), introdujo una situación novedosa:
excepcionalmente, la mujer tendrá a su cargo la administración ordinaria, cuando se
cumplan los siguientes requisitos (art. 138, incs. 2º y 3º):
i.- Que afecte al marido un impedimento;
ii.- Que el impedimento del marido no fuere de larga e indefinida duración;

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 50


iii.- Que de la demora en contratar se siga perjuicio a la sociedad conyugal; 28
iv.- Que el juez autorice a la mujer, con conocimiento de causa; y
v.- Que se trate de celebrar por la mujer determinados actos o contratos,
comprendidos en la autorización judicial.
En contraposición a la anterior, existe la administración “extraordinaria”, que se
produce cuando es nombrado un curador al marido, que entra a administrar los bienes
sociales. Tal curador puede o no ser la mujer, de manera que la administración
extraordinaria no se caracteriza porque necesariamente administre la mujer, sino
porque en lugar del marido, administre su curador.

SECCION PRIMERA: DE LA ADMINISTRACION


ORDINARIA DE LA SOCIEDAD CONYUGAL

Conceptos fundamentales.
Corresponde esta administración al marido, por el solo hecho del matrimonio.
La administración ordinaria comprende los bienes sociales y los bienes propios
de la mujer (art. 1749). Con todo, las facultades de administración serán distintas en
uno y otro caso.
Se extiende la administración ordinaria hasta la disolución de la sociedad
conyugal, a menos que durante su vigencia el marido caiga en interdicción o se
ausente o sea sometido a un procedimiento concursal de liquidación, circunstancias en
las cuales la administración será ejercida por el curador o por el liquidador, en el
último caso.
Al término de la administración, el marido no está obligado a rendir cuenta a su
mujer; aún más, la ley dice que administra como dueño, o sea sin el deber de rendir
cuentas a nadie.
Lo anterior no significa que el marido pueda cometer actos dolosos; los arts.
1748 y 1771 obligan al cónyuge a indemnizar a la sociedad conyugal o al otro cónyuge
de los perjuicios que se les haya causado con dolo o culpa grave.
Estudiaremos por separado las facultades administrativas del marido sobre los
bienes sociales y sobre los bienes propios de la mujer.

I.- ADMINISTRACION ORDINARIA DE LOS BIENES SOCIALES.

1.- Facultades que corresponden al marido.

Sus facultades de administración sobre los bienes sociales son amplias, sin
perjuicio de requerir en numerosos casos de la autorización de la mujer para realizar
ciertos negocios jurídicos. 29
La mujer, por sí sola, no tiene derecho alguno sobre los bienes sociales (art.
1752).

28
En el caso previsto en el art. 19 de la Ley N° 14.908, sobre “Abandono de familia y pago de pensiones
alimenticias”, la mujer no deberá probar el perjuicio, si en la respectiva causa de alimentos, se hubiere
decretado dos o más veces, apremios en contra del marido para el pago de las pensiones adeudadas: “Art.
19. Si constare en el proceso que en contra del alimentante su hubiere decretado dos veces alguno de los
apremios señalados en los artículos 14 y 16, procederá en su caso, ante el tribunal que corresponda y
siempre a petición del titular de la acción respectiva, lo siguiente: (…) 2. Autorizar a la mujer para actuar
conforme a lo dispuesto en el inciso segundo del artículo 138 del Código Civil, sin que sea necesario acreditar
el perjuicio a que se refiere dicho inciso”.
29
En el texto original del Código, el art. 1749 tenía un solo inciso y ninguna limitación se contemplaba para
la administración del marido: “El marido es jefe de la sociedad conyugal, i como tal administra libremente los
bienes sociales i los de su mujer; sujeto, empero, a las obligaciones que por el presente título se le imponen
i a las que haya contraído por las capitulaciones matrimoniales”.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 51


Los bienes muebles de toda especie, salvo en el caso de los derechos
hereditarios de la mujer y de las donaciones, quedan entregados a la omnipotencia
administrativa del marido, quien además ejercerá los derechos que le correspondan a
la mujer que, siendo socia de una sociedad civil o comercial, se casare, sin perjuicio de
lo dispuesto en el art. 150 (art. 1749, inc. 2º).

2.- Limitaciones impuestas por la ley a la administración ordinaria del marido.

El marido necesita autorización de la mujer para los siguientes efectos:


a) Para enajenar los bienes raíces sociales. La limitación se refiere a las enajenaciones
voluntarias y no a las decretadas por la justicia en juicios ejecutivos o en un
procedimiento concursal de liquidación.
b) Para gravar dichos bienes con hipotecas, censos o servidumbres u otros
gravámenes reales (usufructo, uso o habitación, anticresis, derecho real de
conservación).
c) Para prometer enajenar o gravar los bienes raíces sociales (incorporado en 1989 por
la Ley Nº 18.802).
d) Para enajenar o gravar los derechos hereditarios de la mujer: en principio,
podríamos entender que este caso (incorporado por el legislador en el año 1989, en
virtud de la Ley N° 18.802) no debió incluirse en el art. 1749, pues no se trataría de
un bien de la sociedad conyugal, sino de la mujer. Sin embargo, se ha dicho que el
legislador de 1989 lo incluyó en este artículo, bajo el entendido que el derecho real de
herencia, al no poder calificarse como mueble o inmueble, debe regirse por las normas
de los muebles, que constituyen el estatuto jurídico general de los bienes (dándole de
este modo consagración legal a la tesis de Leopoldo Urrutia, en cuanto la herencia
escapa de la clasificación de derecho mueble o inmueble, establecida en el art. 580 del
Código Civil). Y siendo un derecho mueble adquirido a título gratuito durante la
vigencia de la sociedad conyugal, ingresaría al haber aparente o relativo de la misma y
no al haber propio del heredero. Pero sería un bien mueble social, para el cual el
marido, si pretendiere enajenarlo, excepcionalmente, requiere autorización de la
mujer.
Refiere al efecto Fabián Elorriaga: “Se puede afirmar que, a partir de 1989, la
tesis de URRUTIA tiene consagración legal. La Ley N° 18.802 de 1989, modificó el
artículo 1749 del Código Civil, aumentando las limitaciones del marido como
administrador de la sociedad conyugal. Una de estas limitaciones agregadas consiste
en que el marido no puede disponer de los derechos hereditarios de su mujer sin la
autorización de ella. Lo cierto es que este artículo 1749 se refiere a la administración
de bienes sociales; luego, la única manera de explicar que el marido tenga esta
limitante es entendiendo, al igual que lo ha hecho el legislador, que este derecho es un
bien que se rige por las normas de los bienes muebles, y que por ello ingresó al haber
social y no al haber propio de la mujer. Recuérdese que, según el artículo 1725 N° 4,
en relación con el artículo 1732, los bienes muebles adquiridos a título gratuito durante
la vigencia de la sociedad conyugal, ingresan al haber social, con cargo a la
correspondiente recompensa en favor del aportante (haber relativo). En este caso lo
que ocurre es que el derecho real de herencia sería un bien mueble adquirido durante
la vigencia de la sociedad conyugal, y como tal, ingresa al haber social”. 30
Con todo, si vigente su derecho de herencia, se le adjudicare a la mujer un
inmueble hereditario, debemos entender que éste ingresa a su haber propio y no al
haber social. Agrega Elorriaga al efecto: “Si sobreviene la partición de la herencia y a
la mujer se le adjudica un inmueble, la situación cambia totalmente. Por el efecto
declarativo y retroactivo de la partición debe entenderse que la mujer jamás fue

30
Elorriaga de Bonis, Fabián, Derecho Sucesorio, Santiago de Chile, LexisNexis, 2005, pp. 94 y 95.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 52


comunera y que siempre fue propietaria exclusiva del bien adjudicado (artículo 1344),
(y) dicho bien ingresa al patrimonio personal de la mujer. Se trata de un bien inmueble
adquirido por ella a título gratuito durante la vigencia de la sociedad conyugal. Lo
mismo ocurrirá cuando la mujer sea legataria de un bien inmueble. Ella (en este último
caso) no adquiere el derecho real de herencia, sino que el derecho de dominio sobre
un bien raíz a título gratuito (artículo 1726)”. 31
En cambio, si se trata de un derecho real de herencia adquirido por el marido,
aunque debamos entender –siguiendo la lógica anterior-, que también ingresó al haber
aparente o relativo, podía éste enajenarlo libremente, sin intervención de la mujer,
pues por regla general, el marido puede enajenar los bienes muebles sociales sin
autorización de la mujer.
e) Para donar bienes sociales, salvo que se trate de donaciones de poca monta,
atendidas las fuerzas del haber social. La restricción operará, sea que se trate de
muebles o inmuebles, pues la ley no distingue.
f) Para arrendar o ceder la tenencia (comodato, por ejemplo) de los bienes raíces
sociales, los urbanos por más de cinco años, y los rústicos por más de 8 años, incluidas
las prórrogas que hubiere pactado el marido.
g) Para obligar los bienes sociales, constituyéndose avalista, codeudor solidario, fiador
u otorgar cualquier otra caución respecto a obligaciones contraídas por terceros. Sin
esta autorización, el marido obliga solamente sus bienes propios. No debemos
circunscribir el numeral a las cauciones personales, pues el Código alude a “cualquier
otra caución”, de manera que también debemos incluir las prendas.

3.- Formas y requisitos de la autorización de la mujer.

a) La autorización de la mujer puede ser expresa o tácita, previa o coetánea a la


celebración del contrato por el marido o en el acto de su celebración.
Si fuere anticipada la autorización, debe ser expresa. Si fuere coetánea a la
celebración del contrato, podrá ser expresa o tácita.
b) La autorización expresa y previa, es siempre solemne, debiendo constar por escrito
y por escritura pública, si el acto que autoriza exige esa solemnidad.
c) La autorización debe ser específica.
Debe además ser específica, es decir, no es idónea una autorización otorgada
en forma general y de manera anticipada. Así, por ejemplo, la mujer debe autorizar la
enajenación del inmueble ubicado en tal parte, inscrito a fojas tanto número tanto año
tanto, no siendo idónea una autorización genérica, para enajenar todos los inmuebles
que pertenecen o pertenezcan en el futuro a la sociedad, sin que ellos sean
debidamente singularizados. Aún más, se ha dicho que, si se trata de una
compraventa, la autorización debiera señalar un precio mínimo de venta. Todo lo
anterior carece de importancia, si la mujer comparece al acto mismo de venta, pero
cobra trascendencia, si su autorización la otorga por instrumento separado o a través
de un mandatario.
d) La autorización tácita resulta de la intervención de la mujer, directa y de cualquier
modo en la celebración del acto. Se sostiene que la simple comparecencia de la mujer,
cualquiera sea la calidad en que interviene, constituye autorización tácita.
e) La autorización puede prestarla la mujer de manera personal o a través de
mandatario.
La mujer también puede prestar su autorización por mandatario. El mandato
deberá ser especial y constar por escrito o por escritura pública, según sea la
naturaleza del acto que se autoriza.

31
Elorriaga de Bonis, Fabián, ob. cit., nota en la p. 95.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 53


4.- Forma de suplir la autorización de la mujer.

La autorización de la mujer puede ser suplida por la justicia, en los casos


siguientes:
a) Cuando la mujer se niega a prestarla, sin justo motivo.
b) Cuando la mujer se encuentra impedida de prestarla, como acontece por su
demencia, o su ausencia real o aparente u otro impedimento, si de la demora se
siguiere perjuicio a la sociedad conyugal.
En el caso de negativa injustificada de la mujer, el juez dará la autorización
previa audiencia a la que será citada ésta, lo que implica que debe ser notificada y oída
en el respectivo proceso.
La citación sólo es necesaria en caso de negativa de la mujer y no cuando la
justicia autoriza al marido por impedimento de la mujer.
Sin embargo, la autorización de la mujer para que se donen bienes sociales, no
puede ser suplida por el juez (a menos que se recurra al juez por estar impedida la
mujer de manifestar su voluntad). En todo caso, la negativa de ésta, en el supuesto
que pueda manifestar su voluntad, impide la donación.
Será juez competente el civil, del domicilio de la mujer (la Ley N° 20.286, del
año 2008, al modificar el art. 8 de la Ley N° 19.968, sobre Tribunales de Familia,
traspasó desde la esfera de competencia de los Tribunales de Familia a la esfera de
competencia de los Tribunales Civiles, esta materia).

5.- Sanciones por la falta de autorización.

a) Nulidad relativa.

La falta de autorización, en los cinco primeros casos mencionados en el Nº 2,


ocasiona la nulidad relativa del acto o contrato realizado por el marido, pues se
infringe una formalidad habilitante. La acción prescribe en el plazo de 4 años, contados
desde la disolución de la sociedad conyugal. Si la mujer o sus herederos fueren
incapaces, el cuadrienio empezará a correr desde que cese la incapacidad. Con todo,
en ningún caso se podrá pedir la declaración de nulidad, pasados 10 años desde la
celebración del acto o contrato (art. 1757). El art. 1757 guarda perfecta armonía con
los artículos 2509 y 2520, de los que se desprende que la suspensión de la
prescripción no se extiende más allá de diez años.
Si el tercero que adquirió el bien de manos del marido aún conserva la cosa, la
sentencia de nulidad lo afectará, pues la demanda de nulidad se interpondrá por la
mujer en contra del marido y de su adquirente. En cambio, si el adquirente hubiere a
su vez enajenado la cosa, la mujer tendría que deducir la acción de nulidad y también
la acción reivindicatoria. En cuanto a esta posibilidad de que la mujer pueda deducir
acción reivindicatoria, contra el tercero que hubiere adquirido el bien social de manos
del primer comprador o de otro posterior, del marido, podrían plantearse dos
escenarios:
i.- Sería necesario que previamente se decrete la separación judicial de bienes (art.
155) y por ende expire la sociedad conyugal (la causal sería el fraude en perjuicio de la
mujer). En efecto, vigente la sociedad conyugal, frente a los terceros, el marido se
mira como dueño exclusivo de los bienes sociales (art. 1750). Fallaría entonces el
requisito indispensable para que prospere la acción reivindicatoria: que el reivindicante
sea dueño de la cosa. Disuelta que sea la sociedad conyugal, la mujer será titular de
derechos equivalentes al 50% de la cosa, y tendrá entonces legitimación activa para
interponer la acción reivindicatoria. Una sentencia de la Corte de Apelaciones de San
Miguel de 9 de agosto de 2007, autos Rol N° 1.730-2002, rechaza demanda de

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 54


reivindicación deducida por la mujer casada en sociedad conyugal. 32 El mismo principio
se asienta en una sentencia de la Corte de Apelaciones de Rancagua de fecha 1 de
junio de 2015, autos Rol N° 2.793-2014. 33
ii.- Excepcionalmente, estaríamos ante un caso en el que, para los efectos previstos en
los artículos 1749 y 1757 del Código Civil, la mujer, no obstante que no es la dueña del
inmueble, puede sin embargo reivindicarlo, bajo el entendido que lo hace con el
propósito de que dicho bien se reintegre a la sociedad conyugal que forma con su
marido. Ello, habida cuenta de lo dispuesto en el art. 1689, en las normas de la
nulidad, y de que en el art. 1757 no se establece, como presupuesto de la acción de
que goza la mujer, la circunstancia de que el bien no haya salido de las manos de
aquél que lo adquirió directamente del marido. Una sentencia de la Corte Suprema de
fecha 1 de septiembre de 2009, dictada en los autos Rol N° 1.719-2009, acoge tanto la
acción de nulidad relativa cuanto la acción reivindicatoria, deducidas por la mujer. 34
Cabe advertir que se ha sostenido por algunos que la mujer no podría
demandar la nulidad relativa del contrato celebrado por el marido con infracción al art.
1749, aún en el caso de que el tercero que haya adquirido el bien inmueble del marido
(en el caso de una enajenación voluntaria) lo conserve en su patrimonio, mientras se
encuentre vigente la sociedad conyugal. En otras palabras, sostienen quienes adhieren
a esta tesis que la acción sólo nace a partir de la disolución de la sociedad conyugal.
Aducen para ello las siguientes razones: 35
i.- En primer término, por una clara razón de texto legal, ya que el inciso tercero del
art. 1757 establece que “el cuadrienio para impetrar la nulidad se contará desde la
disolución de la sociedad conyugal”, de manera tal que, considerar que ésta se ha
podido solicitar antes de tal suceso, significaría afirmar que la acción de nulidad dura
más de cuatro años, lo que violenta la aplicación de la norma indicada en relación al
inciso primero del artículo 1691 del Código Civil.
ii.- En segundo término, se invoca una razón histórica. En efecto, hasta la modificación
introducida al Código Civil por la Ley N° 18.802, la mujer casada en sociedad conyugal
era relativamente incapaz y el art. 1757 establecía que el cuadrienio para impetrar la
nulidad relativa se contaría desde el cese de la incapacidad relativa de la mujer, lo que
sólo podía ocurrir con la disolución de la sociedad conyugal. Con la dictación de la ley
mencionada, se estableció la plena capacidad de la mujer casada en régimen de
sociedad conyugal. Sin embargo, también se modificó el referido art. 1757, en cuanto
se agregó que la nulidad o inoponibilidad podrán hacerlas valer la mujer, sus herederos
o cesionarios y que el cuadrienio para impetrar la nulidad se contará desde la
disolución de la sociedad conyugal o desde que cese la incapacidad de la mujer o sus
herederos, y que en ningún caso se podrá pedir la nulidad pasados diez años desde la
celebración del acto o contrato. De lo anterior, se concluye que al haberse incorporado
a la norma la frase “desde la disolución de la sociedad conyugal”, el legislador
pretendió mantener la situación anterior respecto del ejercicio de la acción, es decir,
que durante la vigencia de la sociedad conyugal la mujer careciera de la posibilidad de
ejercitarla.
iii.- Además, conforme al art. 1752 del Código Civil “La mujer por sí sola no tiene
derecho alguno sobre los bienes sociales durante la sociedad”, lo que concuerda con el

32
Cfr. en www.juanandresorrego.cl, “Criterios jurisprudenciales en materia de sociedad conyugal”, sentencia
N° 19.
33
Cfr. en www.juanandresorrego.cl, “Criterios jurisprudenciales en materia de sociedad conyugal”, sentencia
N° 20.
34
Ver en mi página web www.juanandresorrego,cl, “Criterios jurisprudenciales en materia de sociedad
conyugal”, sentencia N° 18.
35
Argumentos extraídos de las alegaciones de la parte demandada, y recogidos en la sentencia de la Corte
Suprema de fecha 21 de julio de 2005, autos Rol N° 3.541-2003, que corresponde a la N° 17 de “Criterios
jurisprudenciales en materia de sociedad conyugal”.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 55


inciso primero del art. 1750 que indica que “El marido es, respecto de terceros, dueño
de los bienes sociales, como si ellos y sus bienes propios formaren un solo patrimonio”.
iv.- Se añade que, durante la vigencia de la sociedad conyugal, la mujer carece de
interés patrimonial y jurídico en la declaración de nulidad relativa del contrato
celebrado por el marido, por cuanto quien ejerce la acción de nulidad de un contrato
no se conforma con la mera declaración de nulidad sino que ejerce simultáneamente la
acción reivindicatoria contra el demandado, tercer poseedor del bien objeto del
contrato impugnado, careciendo la mujer de ésta acción reivindicatoria porque ella no
es dueña.
En esta posición, Rodríguez Grez, quien a propósito de la posibilidad de que la
mujer pueda demandar la nulidad absoluta de un contrato celebrado por el marido,
estando vigente la sociedad conyugal (cuestión que admite), se refiere acto seguido a
demandar la mujer la nulidad relativa (cuestión que no admite): “Particularmente
interesante resulta establecer si puede la mujer demandar la nulidad absoluta de un
acto ejecutado por el marido como administrador de la sociedad conyugal. Si el acto
adolece de rescisión, es indudable que ello no es posible, toda vez que la acción de
nulidad surge desde el momento en que se disuelve la sociedad conyugal o desde que
cesa la incapacidad de la mujer o de sus herederos, como establece expresamente el
artículo 1757 inciso tercero. Si transcurren más de diez años, como ya se dijo, el acto
no podrá ser atacado, quedando a la mujer o a sus herederos sólo la acción de
perjuicios en contra del marido. Pero no sucede lo mismo si el acto adolece de nulidad
absoluta. En este caso, el artículo 1683 concede la acción de nulidad a todo aquel que
tenga interés en ello. El problema consiste, por lo tanto, en establecer si la mujer,
durante la vigencia de la sociedad conyugal, tiene interés en la nulidad de un acto
ejecutado por el marido o, en razón de lo previsto en los artículos 1750 y 1752, carece
de dicho interés y, por consiguiente, de acción de nulidad. A juicio nuestro, es
incuestionable que la mujer, durante la sociedad, carece de derechos respecto de los
bienes sociales, pero no carece de interés, que es una cuestión distinta. El interés de
la mujer surge de que disuelta la sociedad conyugal ella tendrá derechos sobre una
parte de los gananciales y, por lo mismo, sobre el bien afectado por el contrato nulo. El
interés jurídico de la mujer es coetáneo a la celebración del acto, puesto que para ello
basta con que éste haya sido ejecutado durante la sociedad conyugal (…). Por último,
digamos que la nulidad absoluta es de orden público, en la mayor parte de los casos, y
que nadie puede negar el interés real de la mujer si se considera que es en virtud de
éste interés que la ley es la llamada a autorizar la ejecución de ciertos actos (…) En
suma, si el marido celebra un acto o contrato que adolece de nulidad absoluta, 36 puede
la mujer demandar la nulidad absoluta del mismo, invocando el interés que exige el
artículo 1683 y del cual se deriva la acción respectiva. Del mismo modo, puede
demandar la separación judicial de bienes si estima que el marido mal administra los
bienes sociales y concurre alguna de las causales de que trata el artículo 155 del
Código Civil. Si el acto adolece de nulidad relativa, la cuestión es más difusa, ya que la
mujer no puede reclamar la nulidad, de lo cual se sigue que sólo podrá demandar, si
corresponde, la separación judicial de bienes durante la vigencia de la sociedad
conyugal, o bien, al extinguirse, exigir la responsabilidad del marido, siempre que el
acto le haya causado perjuicio y pueda imputarse al administrador de la sociedad
conyugal culpa grave o dolo (artículo 1748)”. 37
Estos planteamientos, sin embargo, se han criticado, pues pugnan en verdad
con el tenor del art. 1757. Por sentencia de la Corte Suprema de fecha 21 de julio de
2005, dictada en los autos Rol N° 3.541-2003, se rechazan, expresándose al efecto:
“OCTAVO: Que, el primer grupo de errores de derecho denunciados por el recurrente,

36
Por ejemplo, una compraventa simulada o vende un inmueble a un hijo menor de edad (que no es de su
cónyuge), quien compra representado por su madre.
37
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., pp. 122-124.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 56


relativos a la falta de legitimación activa de la actora por aplicación del artículo 1757
del Código Civil debe ser desestimado, por cuanto, tal como lo resuelven los jueces del
fondo, sostener que la acción para impetrar la nulidad relativa no nace para la mujer
sino una vez disuelta la sociedad conyugal, es incompatible con lo dispuesto en el
inciso final de la norma en cuestión, que expresa que, ‘en ningún caso se podrá pedir
la declaración de nulidad pasados diez años desde la celebración del acto o contrato’.
En efecto y atendida la limitación señalada en el inciso final del artículo 1757 del
Código Civil, sólo es posible concluir que la mujer casada en sociedad conyugal, que no
tenga otros presupuestos de incapacidad, es titular de la acción prevista en la norma,
desde que se produce el acto o contrato que estima nulo, hasta el cuadrienio siguiente
a la disolución de la sociedad conyugal, puesto que, de entenderlo de la manera que
pretende el recurrente, se estaría sujetando una declaración de nulidad de un contrato,
además, a la existencia de causales que permitan disolver la sociedad conyugal y,
lógicamente, al proceso judicial respectivo en que la mujer casada pudiera acreditarlo,
mientras que, aquellos que incurrieron en el vicio al contratar, se beneficiarían con el
simple transcurso de diez años”.
Leonor Etcheberry Court comenta favorablemente lo concluido por esta
sentencia, señalando: “Nos parece que la Corte llega a la solución adecuada, ya que en
un buen número de matrimonios la sociedad conyugal dura más de diez años, por lo
cual cualquier contrato que el marido suscriba sin autorización de la mujer, se
validaría, sin que a ningún posible titular le haya nacido la posibilidad siquiera de
entablar la acción, esto es, el marido puede burlar libremente las limitaciones que
tiene para administrar bienes sociales y bienes propios de la mujer, impuestos en los
artículos 1749, 1754 y 1755, sin que reciba sanción alguna de parte del ordenamiento
jurídico; está en lo correcto la Corte al señalar que la nulidad no puede quedar sujeta a
la existencia de causales que permitan la disolución de la sociedad conyugal.
Recordemos que los cónyuges pueden cambiar el régimen de sociedad conyugal por el
de separación de bienes, de acuerdo con el artículo 1723, siempre y cuando ambos
estén de acuerdo en hacerlo, lo que en el caso de autos y en ninguno en que el marido
haya actuado sin el consentimiento de la mujer ocurriría; y en el otro supuesto la
mujer puede solicitar la separación judicial de bienes, pero debe pedirla por algunas de
las causales del artículo 155, entre ellas se podría utilizar la del inciso primero que
señala: ‘El juez decretará la separación de bienes en el caso de insolvencia o
administración fraudulenta del marido’; el término ‘administración’ evoca, por regla
general, una serie de actos realizados por el marido: ¿qué pasa si es el único acto que
realiza [y] se considerara por parte del tribunal que ese solo acto constituye una
administración fraudulenta? Si es así, cosa que no es segura, la mujer tendrá que
someterse al proceso judicial para poder, luego de la separación, pedir la nulidad del
acto. El hecho de no tener interés según la recurrente, no se sostiene en la práctica, la
acción de nulidad una vez acogida permite que las partes vuelvan al estado anterior;
en este caso preciso, la venta realizada por el marido sin autorización quedaría sin
efecto y el bien volvería a pertenecer al haber de la sociedad conyugal, donde la mujer
tiene el 50% de ellos por concepto de gananciales; no es necesario, en este caso,
accionar de reivindicatoria, ya que con los efectos de la nulidad la mujer consigue que
el bien continúe en el haber social y que una vez que se disuelva la sociedad conyugal,
pueda ser contabilizado dentro de los gananciales”. 38
La discusión en torno a si la mujer puede o no demandar la nulidad relativa
encontrándose vigente la sociedad conyugal, se explica por los cambios que han
experimentado los artículos 1749 y 1757 del Código Civil. Recordemos que en su texto
original, el art. 1749 no contenía limitaciones en la administración ordinaria del marido

38
Etcheberry Court, Leonor, “Derecho de Familia, Sucesorio y Regímenes Matrimoniales”, en Revista Chilena
de Derecho Privado, N° 19, 00. 215-220 [diciembre 2012], pp. 219-220.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 57


(salvo las que pudieran emanar de las obligaciones que hubiere contraído en
capitulaciones matrimoniales). Ello explica que el tenor originario del art. 1757, se
refiriera a otra materia: las limitaciones que tenía el marido para arrendar los
inmuebles de la mujer por más de ocho o cinco años, según si fueren rústicos o
urbanos. Será la Ley N° 10.271, de 2 de abril de 1952 (misma que reformó, entre
otros, el art. 1749, estableciendo una serie de limitaciones a la administración del
marido), la que modifique el art. 1757, quedando su texto en los siguientes términos:
“Los actos ejecutados sin cumplir con los requisitos prescritos en los artículos 1749,
1754, 1755 y 1756, adolecerán de nulidad relativa. / El cuadrienio para impetrar la
nulidad se contará desde que cese la incapacidad de la mujer”. Posteriormente, la Ley
N° 18.802, de 9 de junio de 1989 (que terminó con la incapacidad relativa de la mujer
casada en sociedad conyugal), modificó nuevamente el art. 1757, fijando su texto
actual, que reza: “Los actos ejecutados sin cumplir con los requisitos prescritos en los
artículos 1749, 1754 y 1755 adolecerán de nulidad relativa. En el caso del
arrendamiento o de la cesión de la tenencia, el contrato regirá sólo por el tiempo
señalado en los artículos 1749 y 1756. / La nulidad o inoponibilidad anteriores podrán
hacerlas valer la mujer, sus herederos o cesionarios. / El cuadrienio para impetrar la
nulidad se contará desde la disolución de la sociedad conyugal, o desde que cese la
incapacidad de la mujer o de sus herederos. / En ningún caso se podrá pedir la
declaración de nulidad pasados diez años desde la celebración del acto o contrato”.
Personalmente, creemos que no se desprende del tenor actual del art. 1757 que
la mujer esté imposibilitada de demandar la nulidad relativa, vigente la sociedad
conyugal. La circunstancia que el plazo de prescripción para interponer dicha acción
sólo comience a correr una vez disuelta la sociedad conyugal o desde que cese la
incapacidad que la pudiere afectar, se explica para guardar la armonía entre este
precepto y lo dispuesto en los arts. 2509 y 2520 del Código Civil, relativos a la
suspensión de la prescripción. Una interpretación distinta, que concluya que carece la
mujer de acción mientras esté vigente la sociedad conyugal, podría dejar a ésta en
total indefensión, si hubieren transcurrido más de diez años desde la fecha del acto o
contrato celebrado por el marido con infracción a lo previsto en los arts. 1749, 1754 y
1755.

b) Inoponibilidad.

Si el marido arrienda o cede la tenencia de un bien raíz por un plazo que exceda
los máximos establecidos por el art. 1749, sin autorización de la mujer, el contrato
será inoponible a la mujer en el exceso (artículos 1756, inc. 1º y 1757, inc. 1º).
Considerando lo anterior, habría que preguntarse cuál debiera ser la acción de la mujer
o de sus herederos o cesionarios para invocar la inoponibilidad. Creemos que debe
demandarse la restitución del inmueble, por haber expirado el contrato. Ahora bien,
estando vigente la sociedad conyugal, podría estimarse que carece la mujer o sus
causahabientes de legitimación activa, pues ella no fue parte del contrato de
arrendamiento y no puede tampoco considerársele dueña de una cuota en el inmueble,
pues el art. 1750 del Código Civil le atribuye al marido el dominio de los bienes
sociales, respecto de terceros. Por ello, parece prudente que previamente demande y
obtenga la terminación de la sociedad conyugal, fundándose en la causal de separación
de hecho –si fuere el caso- (art. 155, inc. 3º del Código Civil), o en la causal de
administración fraudulenta del marido (art. 155, inc. 1º del Código Civil), cuyo sería el
caso, en nuestra opinión, pues el marido, a sabiendas, ha procedido sin obtener la
autorización de su mujer. Luego, disuelta la sociedad conyugal, será copropietaria del
inmueble cuya restitución demanda, debiendo en tal hipótesis prosperar la acción.
Otra interpretación podría ser que excepcionalmente, el art. 1757 le otorga a la
mujer acción para hacer valer la inoponibilidad del contrato de arrendamiento o de

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 58


comodato, aunque no sea parte en el contrato ni copropietaria del bien. La acción de
inoponibilidad, en este caso, también debiera ser la restitutoria. Pero subsiste la
siguiente duda: ¿a quién debe restituirse el inmueble? Resulta evidente que el marido
no exigirá tal restitución, pues él fue quien infringió el art. 1749. No quedaría otra
posibilidad que entender que el inmueble debe ser restituido a la mujer.
En fin, si el marido constituye una caución personal o real sobre muebles para
garantizar obligaciones de terceros sin obtener la autorización de la mujer, la sanción
consiste en que sólo resultarán obligados sus bienes propios, no pudiendo hacerse
efectiva la caución en los bienes sociales (art. 1749, inc. 5º). En otras palabras, la
caución será inoponible a la sociedad conyugal. En este caso, no opera la confusión
entre los bienes del marido y los de la sociedad conyugal, que consagra el art. 1750.
En consecuencia, si el acreedor del marido embargare bienes de la sociedad conyugal,
la mujer podrá interponer la pertinente tercería, con el objeto de que el embargo se
deje sin efecto.
Cabe preguntarse qué ocurre si constituye una prenda, sobre un bien mueble de
la sociedad, para garantizar la obligación de un tercero. Si el mueble prendado fuere
de la sociedad conyugal, no podría en la práctica el acreedor hacer efectivo su derecho
real sobre ella, debiendo limitarse a intentar el embargo de los bienes propios del
marido, sobre los cuales, obviamente, carece de toda preferencia en el pago de su
crédito. En los hechos, la prenda sería en tal caso completamente ineficaz.

6.- Efectos que se producen, cuando la mujer celebra un contrato que recae
sobre un bien social con prescindencia del marido.

Cabe preguntarse qué consecuencias se producen, cuando la mujer,


encontrándose vigente la administración ordinaria de la sociedad conyugal en manos
del marido, celebra un contrato que recae sobre un bien de la sociedad conyugal, sin
que haya mediado mandato de éste o autorización de la justicia, en los casos previstos
en la ley. Así, por ejemplo, si la mujer vende un inmueble de la sociedad conyugal. La
hipótesis podría darse, especialmente cuando el inmueble se encontraba inscrito en el
Conservador de Bienes Raíces a nombre de la mujer, pero formaba parte del haber de
la sociedad conyugal (lo que ocurrirá, si la mujer lo compró durante la vigencia de la
sociedad conyugal sin invocar existencia de patrimonio reservado, o si el marido lo
compró “para su mujer”: en ambos casos, aunque el inmueble se inscriba a nombre de
la mujer, ingresa al haber de la sociedad conyugal y en realidad pertenece al marido,
conforme al art. 1750, desde la óptica de los terceros).
Recordemos al efecto lo dispuesto en el art. 1752 del Código Civil: “La mujer
por sí sola no tiene derecho alguno sobre los bienes sociales durante la sociedad, salvo
en los casos del artículo 145”. Téngase presente, también, que la referencia al artículo
145 es errónea, y debe entenderse a los artículos 138 y 138 bis, a los que ya
aludimos. A su vez, el artículo 1750 consigna, en su parte inicial: “El marido es,
respecto de terceros, dueño de los bienes sociales, como si ellos y sus bienes propios
formasen un solo patrimonio…” Así las cosas, hay buenas razones para concluir que en
el caso planteado, el contrato de compraventa celebrado entre la mujer y un tercero
no será nulo, sino que inoponible al marido: estaremos ante una compraventa de cosa
ajena, prevista en el artículo 1815 del Código Civil.
El mismo criterio, relativo a un contrato de hipoteca, plantea René Ramos
Pazos, criticando de paso una sentencia de la Corte Suprema de fecha 17 de octubre
de 2006, en la que se concluye que la hipoteca adolece de nulidad relativa. Expresa
Ramos Pazos que “A nuestro juicio, la sentencia que venimos comentando es
equivocada. En efecto, al tratarse de un inmueble social en que la mujer por sí sola no
tiene derecho alguno durante la sociedad, según lo preceptúa el art. 1752 del Código
Civil, quiere decir que al hipotecarlo está hipotecando una cosa ajena, y la doctrina

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 59


entiende que en tal caso la hipoteca es válida pero inoponible al dueño”. 39 El profesor
Hernán Corral Talciani adhiere también a esta tesis, en su blog jurídico,
corraltalciani.wordpress.com (consultado en enero de 2015). Expresa al respecto el
profesor Corral -comentando una sentencia de la Corte Suprema de fecha 9 de
diciembre de 2014 (autos Rol N° 179-14), en la que se reitera que la sanción sería la
de la nulidad relativa, dándose una lectura amplia al artículo 1757, que establece tal
sanción- que dicha doctrina jurisprudencial no es la correcta 40: “No estamos
convencidos de que esta tesis sea la correcta. Hay que considerar que si se aplicara el
art. 1757 al caso en comento: actuación de la mujer por sí sola sobre bienes sociales,
el marido no dispondría de legitimación, según esta norma, para demandar dicha
nulidad. El inciso 2° del art. 1757 señala categóricamente que quienes disponen de
esta acción de nulidad son la mujer, sus herederos o cesionarios. No menciona al
marido. Pero tampoco coincidimos con el planteamiento del demandante de que se
trate de la nulidad absoluta. El art. 1752 del Código Civil no contiene una prohibición
absoluta de intervención de la mujer en la disposición de bienes de la sociedad
conyugal, ya que admite excepciones. Lo que a nuestro juicio debiera aplicarse es la
consecuencia de lo que se dispone en el art. 1750: ‘El marido es, respecto de terceros,
dueño de los bienes sociales, como si ellos y sus bienes propios formasen un solo

39
Ramos Pazos, René, Derecho de Familia, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 7ª edición
actualizada, 2007, reimpresa en el año 2010, Tomo I, pp. 234 y 235.
40
La sentencia de primera instancia se dictó con fecha 9 de septiembre de 2011 por el Juez del 6° Juzgado
Civil de Santiago, en los autos Rol N° 13.039-2006. Se había demandado la nulidad absoluta del contrato de
compraventa celebrado por la mujer y reivindicación en contra del tercero adquirente. En el caso, la mujer
había adquirido un inmueble en el año 1993, en virtud del artículo 41 de la Ley N° 18.196. Los cónyuges se
separaron de hecho en el año 1996, quedando el inmueble bajo la posesión de la mujer, quien, en el año
2006, lo vendió, sin que en dicho acto interviniera el marido. El artículo 41 citado se había dictado en su
época, para que pudiera contratar la mujer, a pesar de que a la sazón –antes de la reforma del año 1989,
Ley 18.802-, era relativamente incapaz; si bien en el año 1993 la mujer casada en sociedad conyugal ya era
capaz, la discusión en torno a dicho artículo decía relación a si el inmueble por ella adquirido había ingresado
a la sociedad conyugal o al haber propio de la mujer. Dice la norma en su inciso 2°: “La mujer casada
beneficiaria del subsidio habitacional del Estado se presumirá separada de bienes para la celebración de los
contratos de compraventa, mutuo e hipotecas relacionados exclusivamente con la adquisición de la vivienda
para la cual se le haya otorgado dicho subsidio”. Se ha entendido que el inmueble es social y no propio, pues
como expresa la sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago de fecha 15 de noviembre de 2013,
dictada en este mismo juicio, “El bien raíz vendido (por la mujer) era social en cuanto fue adquirido durante
la vigencia de la sociedad conyugal y, según dispone el art. 1725 N° 5 del Código Civil, debe integrarse al
haber social. La circunstancia de que el bien referido haya sido adquirido en conformidad al régimen
dispuesto en el art. 41 de la Ley 18.196 en nada altera esa conclusión, desde que la presunción de
separación de bienes que esa norma dispone lo es sólo para la adquisición de esa vivienda, no para su
disposición posterior”. En definitiva, el fallo de primera instancia acogió la demanda en cuanto a la nulidad
absoluta, ordenando la cancelación de la inscripción hecha a nombre de quien había comprado a la mujer. La
sentencia de segunda instancia revocó el fallo de primer grado, sosteniendo que la nulidad que correspondía
demandar era la relativa y no la absoluta. La Corte Suprema, pronunciándose sobre un recurso de casación
en el fondo interpuesto por el actor, lo desestimó y ratificó el criterio de la Corte de Apelaciones de Santiago.
Según los fallos de segunda instancia y el de la Corte Suprema, procedía demandar la nulidad relativa de la
compraventa, por las siguientes razones: a) La falta de comparecencia del marido a la venta de un bien
adquirido por la mujer, y convenida sólo por ella, da lugar a la nulidad relativa del acto respectivo, acorde
con el artículo 1757 e inciso final del artículo 1682 del Código Civil, en conexión con el inciso 3° de su
artículo 1754, por cuanto, en tal caso, el vicio consiste en la omisión de una formalidad habilitante para la
ejecución de un acto o contrato. En efecto, si se estimare que el predio objeto del negocio fue adquirido por
aquélla para la sociedad conyugal, debe concluirse que, al enajenar más tarde a título oneroso ese mismo
bien, se requería de la autorización del cónyuge, por ordenarlo así el artículo 1749 del Código Civil, so pena
de incurrir en un vicio de nulidad relativa, salvo que la vendedora hubiese concurrido en calidad de
mandataria de aquél, cuyo no es el caso de autos; b) Los artículos 1681 y 1682 del Código Civil preceptúan
que la nulidad relativa ha de entenderse como la sanción que el compendio civil prevé para el caso de
constatarse la omisión de requisitos legales entronizados en consideración a la calidad o estado de las
personas que los ejecutan o acuerdan; c) La nulidad relativa es la regla general en nuestro Derecho, porque
la omisión de todo requisito exigido para la validez de un acto o contrato que no produzca nulidad absoluta,
por no estar señalado así entre las causales que taxativamente mencionan los dos primeros incisos del
artículo 1682, produce la nulidad relativa.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 60


patrimonio…’ Si la mujer vende un bien social, lo que está haciendo es vendiendo una
cosa que le es ajena. Se aplicará, por tanto, el art. 1815 del Código Civil, en cuanto a
que la venta de cosa ajena vale, sin perjuicio de los derechos del dueño. Es decir, la
sanción no es la nulidad, sino la inoponibilidad al marido de la enajenación al tercero.
El marido (dueño de los bienes sociales) podría reivindicar la cosa mientras el tercero
no la haya adquirido por prescripción”.
En la tesis que plantea la inoponibilidad y no la nulidad como sanción para el
caso descrito, se enmarca una sentencia de la Corte de Apelaciones de Temuco de
fecha 2 de septiembre de 1936, en la que se expresa: “es venta de cosa ajena la que
hace la mujer de un bien que ella adquirió a título oneroso durante la sociedad
conyugal, porque dicho bien entró al haber de ésta y respecto de terceros se considera
como del marido y la mujer no tiene derecho alguno mientras subsiste la sociedad
conyugal. En dicho caso el marido ejercita contra los terceros la acción reivindicatoria,
sin necesidad de entablar la acción de nulidad del contrato, que no es nulo, porque la
venta de cosa ajena es válida y sólo no afecta en dicho caso al marido”. 41
Ciertamente, lo que se dice de la compraventa es también aplicable a cualquier
otro contrato.

7.- Intervención de la mujer en el manejo de los bienes sociales.

No obstante la regla del art. 1752, que advierte que la mujer, por sí sola, “no
tiene derecho alguno sobre los bienes sociales” durante la vigencia de la sociedad
conyugal, hay ciertos casos en que se le faculta para realizar algunos actos jurídicos
que inciden en dichos bienes.
En efecto, aparte de la autorización que debe prestar la mujer en los actos
precedentemente indicados, actúa ella por sí sola en los siguientes casos:
a) Puede disponer de los bienes sociales, por causa de muerte (art. 1743). Si en la
liquidación de la sociedad conyugal la especie legada se adjudica a los herederos del
testador, el asignatario podrá reclamarla en especie; si se adjudica al otro cónyuge, el
asignatario sólo podrá reclamar su valor. Este artículo constituye una excepción al art.
1107, que establece que el legado de cosa ajena no vale.
b) La mujer sólo puede comprometer los bienes sociales cuando actúa con mandato
general o especial del marido; si actúa a nombre propio, no obliga al marido respecto
de terceros (art. 1751 con relación al art. 2151).
c) La mujer obliga los bienes sociales, cuando actúa conjuntamente con su marido o se
constituye en fiadora o en codeudora solidaria con el marido (art. 1751, inc. 3º).
d) La mujer obliga a los bienes sociales, cuando compra al fiado, bienes muebles
destinados al consumo ordinario de la familia, hasta concurrencia del beneficio que ella
hubiere obtenido del acto. Queda comprendido dentro de este beneficio, el de la familia
común, en la parte en que de derecho haya ella debido proveer a las necesidades de
ésta (art. 137).
e) Compromete finalmente la mujer los bienes sociales, conforme lo autoriza el art.
1752, cuando por impedimento del marido, que no sea de larga e indefinida duración,
asume la administración ordinaria de los bienes sociales, los propios del marido y de
los suyos que administre el marido, a fin de evitar los perjuicios que se sigan de la
demora, actuando autorizada por el juez con conocimiento de causa (art. 138, inc. 2º,
antiguo art. 145, al que erróneamente todavía alude el art. 1752). Será juez
competente el civil.

8.- Correctivos y ventajas que corresponden a la mujer.

41
Repertorio de Derecho y Jurisprudencia del Código Civil, Tomo VII, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de
Chile, 1997, 3ª edición, p. 262.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 61


Frente a las facultades casi omnímodas que la ley confiere al marido, se otorgan
a la mujer ciertas medidas de defensa, que constituyen una manifestación del principio
de protección del cónyuge más débil. Son las siguientes:
a) La mujer puede impedir los actos de mala administración o de administración
fraudulenta, solicitando la separación judicial de bienes. Además, la Ley N° 19.335,
modificó el art. 155, permitiendo a la mujer pedir la separación de bienes, ante el
riesgo inminente del mal estado de los negocios del marido, a consecuencia de
especulaciones aventuradas o de una administración errónea o descuidada. En este
caso, el marido podrá sin embargo oponerse a la separación, caucionando
suficientemente los intereses de la mujer. Se trata de un correctivo.
b) Disuelta la sociedad conyugal, la mujer goza del llamado “beneficio de
emolumento”, en virtud del cual sólo responde de las deudas sociales hasta
concurrencia de lo que recibe por gananciales (art. 1777). Se trata de una ventaja.
c) La mujer puede renunciar a los gananciales y con ello, no responder de ninguna
deuda social (arts. 1781 a 1785). Se trata de una ventaja.
d) La mujer se paga antes que el marido de las recompensas que le adeude la
sociedad, y este crédito aún puede hacerlo efectivo en los bienes propios del marido
(art. 1773). Es una ventaja.
e) La mujer goza de un crédito privilegiado de cuarta clase para perseguir la
responsabilidad del marido, que le permite pagarse con preferencia a los acreedores
valistas, con los bienes sociales y los de su marido (art. 2481 N° 3). Es una ventaja.
f) La ley ha excluido de la administración del marido, ciertos bienes que por su
naturaleza deberían ser sociales, sometiéndolos a un estatuto especial: ellos son los
bienes que forman el patrimonio reservado de la mujer (art. 150) y los demás bienes
respecto de los cuales la ley la considera parcialmente separada de bienes (artículos
166, 167, 252 y 1724, a los que haremos referencia al estudiar la separación de
bienes). Es un correctivo.
g) Disuelta la sociedad conyugal, la mujer puede perseguir criminalmente a su marido
por los actos dolosos de su administración, que constituyan delito, con la salvedad de
lo dispuesto en el art. 489 del Código Penal 42; puede perseguir también civilmente la
nulidad de los actos simulados o aparentes que el marido hubiera realizado para
perjudicarla; y le corresponde ser indemnizada por los perjuicios que se le ocasionaren
por los delitos o cuasidelitos cometidos por el marido durante la administración. Es un
correctivo.

II.- ADMINISTRACION ORDINARIA DE LOS BIENES PROPIOS DE LA MUJER Y


DEL MARIDO.

1.- Facultades del marido en relación con sus bienes propios.

Conserva las mismas facultades que tenía sobre dichos bienes siendo soltero,
con dos salvedades:

42
Art. 489 del Código Penal: “Están exentos de responsabilidad criminal y sujetos únicamente a la civil por
los hurtos, defraudaciones o daños que recíprocamente se causaren:
1.º Los parientes consanguíneos en toda la línea recta.
2.º Los parientes consanguíneos hasta el segundo grado inclusive de la línea colateral.
3.° Los parientes afines en toda la línea recta.
4.° Derogado.
5.° Los cónyuges.
6.° Los convivientes civiles.
La excepción de este artículo no es aplicable a extraños que participaren del delito, ni tampoco entre
cónyuges cuando se trate de los delitos de daños indicados en el párrafo anterior.
Además, esta exención no será aplicable cuando la víctima sea una persona mayor de sesenta años”.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 62


a) Los frutos de esos bienes ingresan al haber social y quedan sujetos a las
limitaciones de administración que se han señalado; y
b) Algunos de sus bienes pueden quedar afectados como bienes familiares.

2.- Facultades de administración del marido en relación con los bienes propios
de su mujer.

Conforme a lo dispuesto en el art. 1749, el marido también administra


ordinariamente los bienes propios de su mujer. La mujer conserva el dominio, pero no
tiene facultades de administración. Las características de esta administración, podemos
sintetizarlas en la siguiente forma:
a) El marido administra estos bienes con menos facultades que los bienes sociales,
pero siempre con mayores que las de un administrador común. Desde luego, no está
obligado a rendir cuenta y sólo responde de los perjuicios que cause en los bienes de la
mujer con dolo o culpa grave. En otras palabras, está exonerado de la responsabilidad
de culpa leve, que compete a todo administrador.
b) Aun cuando la ley confiere al marido la facultad de administrar los bienes de su
mujer, esta facultad no es de orden público y puede modificarse antes y durante el
matrimonio. En las capitulaciones matrimoniales pueden ampliarse o restringirse las
facultades de administración del marido; puede asimismo facultarse a la mujer para
administrar sus bienes propios en todo o en parte o para disponer libremente de una
determinada pensión periódica (art. 167).
c) Durante el matrimonio, los terceros pueden alterar este régimen de administración,
haciendo donaciones a la mujer o dejándole una herencia o legado con la condición
expresa de que no administre el marido (art. 166).
d) El marido también puede facultar o “autorizar” a su mujer, para que administre sus
bienes propios, en todo o en parte. Lo anterior se concretará confiriéndole un mandato
el marido a la mujer.
e) En caso de negativa injustificada del marido a realizar un acto que tenga por objeto
alguno de los bienes de la mujer que administra, ésta podrá recurrir a la justicia, para
que se la autorice a actuar por sí misma. Lo anterior se estableció por la Ley N°
19.335, específicamente en el art. 138 bis agregado al Código Civil, remediándose la
situación provocada por la Ley N° 18.802, que privó a la mujer de este derecho de
recurrir a la justicia. La materia será conocida y resuelta por el juez civil (Ley N°
20.286).
Distingamos al efecto, entre aquellos casos en que la mujer obtiene la
autorización judicial pertinente, y aquellos en que no lo hace. En el primer caso, el
contrato que celebre será válido. En el segundo, será nulo (veremos que está dividida
la doctrina acerca de la clase de nulidad de que se trata).
e.1) La mujer actúa con autorización de la justicia.
Precisemos que la mujer sólo puede recurrir al juez cuando se trate de actos
que conciernen exclusivamente a sus bienes y no a los sociales (si se hubiere facultado
a la mujer para recurrir a la justicia tratándose de bienes sociales, habría implicado
que en la práctica la mujer sería coadministradora de la sociedad conyugal).
Vemos en esta facultad de la mujer, una excepción al art. 1754, inc. 4º, que
prohíbe a la mujer realizar actos jurídicos sobre sus bienes propios, que administre su
marido.
El art. 138 bis dispone también que podrá la mujer recurrir a la justicia en caso
de negativa del marido para nombrar partidor, provocar la partición o concurrir a ella
cuando la mujer tenga parte en la herencia. Llama la atención -al decir de Hernán
Corral-, el que se permita a la mujer pedir autorización para “concurrir” a una partición
-se entiende- ya provocada. Seguramente, la ley se está poniendo en el caso de una

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 63


partición que ha sido provocada por otro coasignatario, y en la que el marido se niega
a participar como administrador de los bienes propios de la mujer.
Agrega Corral que resulta criticable que el nuevo art. 138 bis se refiera sólo a la
partición de bienes “hereditarios”, sin que haya resuelto la situación de otras
comunidades en las que participe la mujer. Por analogía, debiera propiciarse la misma
solución, máxime si el art. 2313 somete la división de toda comunidad a las reglas de
la partición de la herencia. Para nosotros, se trata de un caso en el que debe hacerse
una interpretación extensiva de la ley, de manera de aplicar el precepto a toda clase
de comunidades.
La mujer, al actuar autorizada por la justicia, pero contra la voluntad del
marido, obligará sólo sus bienes propios, incluyendo los activos de sus patrimonios
reservados o especiales de los arts. 150, 166, 167, 252 y 1724. Los bienes sociales y
los bienes propios del marido sólo resultan obligados hasta concurrencia del beneficio
que la sociedad o el marido hubieran obtenido del acto (art. 138 bis, inc. 2º), lo que
tendrá que acreditar el acreedor.
Se trata por tanto de una deuda personal, que no corresponde pagar a la sociedad
–a diferencia de lo que ocurre por regla general con las deudas personales de los
cónyuges, que sí debe pagar la sociedad, conforme al art. 1740 N° 3-, ni respecto de
terceros (obligación a las deudas) ni entre los cónyuges (contribución a las deudas). La
reforma de la Ley N° 19.335 omitió modificar en tal sentido el N° 2 del art. 1740
(también olvidado por la Ley N° 18.802), norma que sigue disponiendo que “la
sociedad es obligada al pago: 2º De las deudas y obligaciones contraídas durante el
matrimonio por (...) la mujer con autorización del marido, o de la justicia en
subsidio...”. El numeral debiera decir: “la sociedad es obligada al pago: 2º De las
deudas y obligaciones contraídas durante el matrimonio por (...) la mujer con
autorización del marido, o de la justicia en subsidio, salvo en el caso del artículo 138
bis...”. A pesar del texto, opina Corral que debe prevalecer, por ser norma especial, el
art. 138 bis, de manera que las deudas contraídas por la mujer con autorización
judicial por negativa del marido, no serán sociales sino hasta concurrencia del beneficio
que reporte la sociedad o el marido.
e.2) La mujer actúa sin haber obtenido autorización previa de la justicia.
A su vez, frente al tenor del art. 1754, inciso final (redactado por la Ley N°
18.802), se ha discutido cual es la sanción de los actos realizados por la mujer sobre
sus bienes propios sin autorización de la justicia. Dispone dicho artículo: “No se podrán
enajenar ni gravar los bienes raíces de la mujer, sino con su voluntad. / La voluntad de
la mujer deberá ser específica y otorgada por escritura pública, o interviniendo expresa
y directamente de cualquier modo en el acto. Podrá prestarse, en todo caso, por medio
de mandato especial que conste de escritura pública. / Podrá suplirse por el juez el
consentimiento de la mujer cuando ésta se hallare imposibilitada de manifestar su
voluntad. / La mujer, por su parte, no podrá enajenar o gravar ni dar en
arrendamiento o ceder la tenencia de los bienes de su propiedad que administre el
marido, sino en los casos de los artículos 138 y 138 bis.” Respecto de la sanción, dos
posiciones se han planteado en nuestra doctrina:
e.2.1) Doctrina que plantea que la sanción es la nulidad relativa. Es cierto, plantean
quienes defienden esta doctrina, que algunos han sostenido que la sanción, para el
caso de enajenar un inmueble de la mujer, sería la nulidad absoluta y no la nulidad
relativa. Pero no es menos cierto que el fundamento de quienes sostienen esta
doctrina, se apoya en afirmar que la norma del artículo 1754 sería, supuestamente,
prohibitiva.
Sobre el particular, nos parece pertinente citar al profesor Pablo Rodríguez
Grez, quien plantea al efecto: “Para determinar qué tipo de nulidad corresponde aplicar
en caso de que la mujer enajene (…) sus bienes propios que administra el marido,
debe precisarse, previamente, si el inciso final del artículo 1754, en el día de hoy, es

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 64


una norma prohibitiva o imperativa. A juicio nuestro, antes de la reforma de la Ley
número 19.335 dicha disposición era indudablemente una norma prohibitiva. Es cierto
que la misma hacía posible que la mujer ejecutara actos jurídicos sobre los bienes de
su propiedad que administra el marido, pero esto sucedía en los casos señalados en el
artículo 145 (hoy 138), vale decir, cuando la mujer tomaba la administración
ordinaria de la sociedad conyugal (por impedimento del marido que no fuere de larga
o indefinida duración), o cuando tomaba la administración extraordinaria
(impedimento del marido de larga e indefinida duración). Por consiguiente, en ambos
casos el estatuto jurídico establecido para la sociedad conyugal cambiaba
sustancialmente, puesto que era la mujer quien asumía la dirección de la sociedad
conyugal. Por lo mismo, las hipótesis del artículo 145 no constituían un requisito para
la ejecución del acto, sino una alteración de la situación regulada en la ley. La norma,
entonces, era prohibitiva, ya que la mujer no podía ejecutar ninguno de los actos
referidos en el inciso final del artículo 1754, bajo ningún supuesto (alude al período
transcurrido entre 1989, al entrar en vigencia la Ley N° 18.802 y 1994, al modificarse
el artículo por la Ley número 19.335) 43. La situación, en el día de hoy, ha variado,
fruto de la reforma introducida en el artículo 138 bis. En efecto, dicho artículo hace
posible que la mujer, sin ejercer la administración ordinaria ni extraordinaria de la
sociedad conyugal, ejecute actos o celebre contratos respecto de sus bienes propios,
por la negativa ‘injustificada’ del marido y previa autorización del juez. De este
modo, una norma prohibitiva ha devenido en imperativa y, por ende, la nulidad
absoluta ha sido sustituida por la nulidad relativa.” 44
Por su parte, Marco Antonio Sepúlveda Larroucau 45, sostiene (el subrayado es
nuestro): “En todo caso, en el evento de aceptarse la tesis de la nulidad absoluta,
estimamos que no puede ser llevada a extremos absurdos, ya que en algún momento
se ha pretendido, por ejemplo, que si en una escritura de compraventa comparece
como vendedora la mujer e interviene el marido dando su autorización, tal acto
adolecería de nulidad absoluta porque se estaría invirtiendo el estatuto jurídico
establecido en el artículo 1754 del Código Civil. Pensamos que dicho acto es
totalmente válido, ya que en ese caso el marido da su autorización, no ya en su
calidad de representante legal de la mujer, sino en su calidad de administrador de los
bienes propios de ésta. De hecho, el marido, sin necesidad de intervenir directamente
en la celebración del acto, conforme a las reglas generales, perfectamente, podría
conferir un mandato a la mujer para que lo ejecute; en consecuencia, con mayor
razón, debe concluirse que el acto es válido si él interviene expresa y
directamente dando su autorización o, mejor dicho, facultándola para celebrar
el acto. Estimamos que en este caso estamos en presencia de la hipótesis
contemplada en el inciso 1° del artículo 1749 del Código Civil en relación con los
incisos 1° y 2° del artículo 1754 del mismo Código, y no en la del inciso final de esta
última norma. A mayor abundamiento, podemos agregar que la Corte Suprema, con
fecha 11 de abril de 1994, ante la negativa del Conservador de Bienes Raíces de
Quilpué a practicar la respectiva inscripción de dominio (la negativa se basó en que en

43
La Ley N° 18.802, de 9 de junio del año 1989, otorgó –al menos en teoría-, plena capacidad a la mujer
casada en sociedad conyugal. Conforme a lo anterior, derogó el art. 143 originario, que facultaba a la mujer
para recurrir al juez en caso de que su marido negare sin justo motivo la autorización que la primera
requería para celebrar un contrato (conforme al antiguo art. 137). El problema fue que a pesar de
conferírsele plena capacidad, continuó la mujer (y continúa hasta el presente) privada de la administración
de sus bienes propios. Esta siguió (y sigue) radicada en el marido, pero ahora con el agravante que no tenía
la mujer la facultad que le otorgaba el antiguo art. 143, derogado, como se dijo, por la Ley N° 18.802. Este
error del legislador se subsanó cinco años después, por la Ley Nº 19.335, de septiembre de 1994, que
introdujo el art. 138 bis, precepto que restableció el derecho de la mujer para recurrir a la justicia, en caso
de negativa injustificada del marido.
44
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., pp. 138-140.
45
Sepúlveda Larrocau, Marco Antonio, Derecho de Familia y su evolución en el Código Civil, Santiago de
Chile, Metropolitana Ediciones, 2000, p. 90.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 65


la escritura de compraventa de un inmueble comparecieron como vendedoras las
cónyuges, dando su autorización los respectivos maridos), acogió el recurso de queja
presentado por la peticionaria de la inscripción, considerando que del tenor de los
documentos presentados, se desprende que ha quedado claramente manifestada la
voluntad del marido y de la mujer para la realización del acto celebrado; y que basta la
presencia material y simultánea de ambos para la celebración del acto jurídico.”
La opinión del profesor Sepúlveda es doblemente valiosa, pues más allá de sus
argumentos, que compartimos, alude al criterio más reciente que en esta materia,
sustenta nuestro más alto tribunal de justicia. Adicionalmente, aún en la hipótesis de
aceptar que la sanción es la nulidad absoluta, llegaríamos a la conclusión que no habría
personas con legitimación activa. En efecto, no podría demandar la nulidad absoluta la
mujer que hubiere celebrado el contrato, pues a ella se le aplicaría la restricción
establecida en el art. 1683, al advertirse ahí que no puede alegarse la nulidad absoluta
por aquél que ha ejecutado o celebrado el contrato, sabiendo o debiendo saber el vicio
que lo invalidaba. El marido tampoco podría accionar, pues si compareció al contrato
ratificando lo actuado por su mujer, hizo suyo dicho contrato, y en consecuencia, le
afectaría igual impedimento para demandar la nulidad. En cuanto a los herederos o
cesionarios del marido o de la mujer, los tribunales han señalado, mayoritariamente,
que no pueden alegar la nulidad en la hipótesis planteada, por dos razones
fundamentales: i) El causante o cedente no tenía tal derecho, y por lo tanto, mal pudo
transmitirlo o transferirlo; ii) Se tiene presente también que cuando un incapaz incurre
en dolo, ni éste ni sus herederos o cesionarios pueden alegar la nulidad (art. 1685 del
Código Civil). Por ende, con mayor razón no podrían alegarla los herederos o
cesionarios de una persona capaz.
La jurisprudencia mayoritaria se sintetiza en los siguientes términos: “Están
inhabilitados para alegar la nulidad absoluta los herederos del que ejecutó el acto o
celebró el contrato sabiendo o debiendo saber el vicio que lo invalidaba. Los herederos
no podrían invocar por una parte el carácter de herederos para demostrar el interés
que tienen para pedir la declaración de la nulidad absoluta del acto, y desentenderse
de ese carácter para evitar que le alcance la prohibición que gravita sobre sus
antecesores para alegar la nulidad. Los herederos representan y continúan la persona
del difunto sin solución de continuidad alguna; le suceden en todos sus derechos y
obligaciones contractuales y transmisibles con las mismas calidades y vicios; salvo
ciertas situaciones personalísimas del de cujus, son la misma persona que él, no
pueden ni más ni menos que éste en lo que actúan en su representación y sin derecho
propio: el muerto vive en el heredero. No procede conferir al heredero un derecho que
no sólo no radicaba en su causante, sino que le empecía a él una expresa prohibición
(...) Si se facultara a los herederos para alegar la nulidad por no haber tenido
injerencia en el dolo que la origina, con la misma lógica habría que concederles la
facultad para excepcionarse sosteniendo que la nulidad que se solicita en su contra es
consecuencia de un dolo que no han cometido y no les debe perjudicar. Si aún
tratándose de incapaces que han inducido con dolo al acto o contrato, no se les
permite a ellos ni a sus herederos o cesionarios alegar la nulidad, con mayor razón
debe sostenerse que tal prohibición abarca también a los herederos y cesionarios de
los capaces” 46
Finalmente, el propio tenor del inciso tercero del art. 1757 del Código Civil, deja
en claro, a nuestro juicio, que la acción es de nulidad relativa y por ende, sólo podrán
hacerla valer la mujer (entendiéndose también que además de la posibilidad de
accionar la mujer, podrá actuar por ella el marido, como administrador de sus bienes,
cuando ella misma hubiere celebrado el contrato que adolece del vicio de nulidad

46
Repertorio de Derecho y Jurisprudencia del Código Civil, Tomo VI, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de
Chile, 1997, tercera edición, p. 240.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 66


relativa y precisamente por la causal de haber actuado personalmente la mujer y no el
marido), sus herederos o cesionarios. Se trata de una norma similar a la del art. 1684
del Código Civil, que establece los titulares de la acción de nulidad relativa. Atendidos
los argumentos expuestos, estimo que aquellos contratos celebrados directamente por
la mujer casada en sociedad conyugal y que inciden en sus bienes propios, adolecen de
nulidad relativa, saneable por la ratificación que de aquél contrato, pueda hacer el
marido, entendiéndose que si éste compareció “presente al acto” o de cualquier otra
forma, se ha purgado el vicio.
e.2.2) Doctrina que plantea que la sanción es la nulidad absoluta: postula en cambio la
tesis contraria, esto es, que la sanción ha de ser la nulidad absoluta, el profesor René
Ramos Pazos. Recoge los siguientes argumentos de Ramón Domínguez Benavente y
Ramón Domínguez Águila, favorables a la tesis de la nulidad absoluta:
i.- No cabe aplicar la regla del art. 1757, porque dicha norma sanciona con nulidad
relativa la falta de cumplimiento de requisitos del art. 1754, mientras que el inciso final
del art. 1754 no establece requisito alguno, sino una enfática orden: la mujer, en
principio, no puede celebrar contratos que incidan en sus bienes que administra el
marido;
ii.- El art. 1754 contiene requisitos para aquellos casos en que es el marido quien
celebra el negocio y ese requisito consiste en contar con la voluntad de la mujer.
Luego, la nulidad relativa se produce cuando es el marido quien celebre el negocio sin
el consentimiento de la mujer. Pero en el caso que nos preocupa, el acto lo celebra la
mujer.
iii.- Finalmente, la nulidad relativa del art. 1757 está establecida en interés de la mujer
y no de su marido. Ahora bien, si ahora la nulidad relativa del art. 1757 se concede a
la mujer, no es posible aplicarla para el caso en que sea ella quien enajene sus bienes
sin intervención del marido, porque se daría el absurdo de que quien concurre en el
vicio sería la titular de la acción. 47
Se enmarcan también en esta doctrina de la nulidad absoluta Fernando Rozas
Vial y Hernán Troncoso Larronde. Rozas Vial concluye que la sanción es la nulidad
absoluta “ya que el inciso final del artículo 1754 es una disposición prohibitiva. Si la
enajenación la hace la mujer a través de una compraventa, ésta es nula por disponerlo
así el artículo 1810, que prohíbe la compraventa de cosas cuya enajenación esté
prohibida por la ley; y ese es el caso del inciso final del artículo 1754”. 48 Hernán
Troncoso Larronde, por su parte, se inclina también por la nulidad absoluta, por
razones similares a las expuestas por Domínguez padre e hijo:
i.- No cabe aplicar en este caso la sanción de nulidad relativa contemplada en el art.
1757, pues dicha sanción opera para el caso de haber omitido alguno de los requisitos
prescritos en los artículos 1749, 1754 y 1755, y en el caso que analizamos, la sanción
se aplica no por haber omitido un requisito, sino por haber vulnerado lo dispuesto en el
inciso final del art. 1754; y,
ii.- La infracción a que se refiere el art. 1757 se aplica en el caso de que el marido
enajene sin autorización de la mujer, no en el caso contrario. 49 Ramos Pazos, a su vez,
declara que “En la primera edición de este libro nos pronunciamos por la tesis de la
nulidad relativa. Hoy creemos mejor fundada la idea de que la sanción es la nulidad
absoluta, a pesar de que el inciso final del art. 1754 fue modificado por la Ley Nº
19.335, haciendo menos estricta la prohibición.” 50

47
Ramos Pazos, René, Derecho de Familia, Tomo II, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 7ª edición
actualizada, 2010, pp. 238 a 241.
48
Rozas Vial, Fernando, Análisis de las reformas que introdujo la Ley Nº 18.802, Editorial Jurídica de Chile,
1990, p. 58, citado a su vez por Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 238.
49
Citado por Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 238.
50
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 240.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 67


e.2.3) Posición de la jurisprudencia: tampoco es pacífica, existiendo fallos en uno u
otro sentido. En efecto, en una sentencia de la Corte de Apelaciones de Concepción, de
fecha 28 de septiembre de 1994, causa Rol 14-94, se pronuncia por la nulidad
absoluta 51: “la compraventa de derechos hereditarios que recaen en un inmueble
perteneciente a la mujer casada en sociedad conyugal y hecha por ésta sin la
intervención del marido, adolece de nulidad absoluta. El inciso final del artículo 1754
del Código Civil prohíbe a la mujer gravar, enajenar o ceder la tenencia de los bienes
de su propiedad que administre el marido y, por lo mismo, tratándose de una ley
prohibitiva, su infracción produce la nulidad absoluta del negocio que la contraviene,
por mandato de los artículos 10, 1466 y 1682 del Código Civil. Esta sanción aparece
más conforme con los principios generales de la clasificación de las leyes, pues el
artículo 1754 inciso final no permite a la mujer enajenar por sí sola sus bienes
inmuebles bajo ningún pretexto”. 52
Sin embargo, en una sentencia de la Corte Suprema, de fecha 20 de marzo de
2006, autos Rol número 496-04, el máximo Tribunal concluye que la sanción es la
nulidad relativa. La causa se inició ante el 3º Juzgado Civil de Antofagasta, por
demanda de nulidad absoluta que el marido dedujo en contra de su mujer y de quien
le compró a ésta un inmueble de su propiedad. La acción de fundó en haber vendido la
cónyuge un inmueble de su propiedad, sin intervención de su marido, administrador de
los bienes propios de la vendedora. La sentencia de primera instancia rechazó la
demanda. Apelada la sentencia, la Corte de Antofagasta la revocó y en su lugar acogió
la demanda, declarando la nulidad absoluta del contrato de compraventa. En contra de
esta sentencia, la demandada dedujo casación en el fondo. La Corte Suprema expresa
en algunos considerandos de su fallo: “CUARTO: Que la sentencia de segundo grado
discurre a partir del supuesto de que pesa sobre la mujer casada la prohibición de
enajenar bienes de su propiedad si la administración de la sociedad conyugal
corresponde al marido (…); concluye de esa manera, en atención a que el inciso final
del artículo 1754 establece que la mujer no podrá enajenar o gravar ni dar en
arrendamiento o ceder la tenencia de los bienes de su propiedad que administre, de lo
que se sigue que la venta realizada sin concurrencia del marido sería nula
absolutamente por contravención del artículo 1810 del Código Civil. QUINTO: Que la
sentencia llega a esa conclusión sin tomar en consideración lo dispuesto por el artículo
1757 del Código Civil, en cuya virtud los actos ejecutados sin cumplir con los requisitos
prescritos en los artículos 1749, 1754 y 1755 del Código Civil adolecerán de nulidad
relativa, ni por el artículo 1682 inciso final, que dispone que cualquier vicio del acto o
contrato que no esté sancionado con nulidad absoluta, de lugar a nulidad relativa.
SEXTO: Que los sentenciadores tampoco discurren acerca de la naturaleza jurídica de
la norma del artículo 1754, a la que atribuyen el carácter de prohibitiva, en
circunstancias de que es desde antiguo reconocido que los bienes de la mujer pueden
ser enajenados por ésta con autorización del marido (Manuel Somarriva, Derecho de
Familia, Santiago, Nascimento, 1946, página 254). En consecuencia, hay razones para
entender la norma del artículo 1754 como imperativa, de lo cual se sigue que no
resulta aplicable el art. 1810 del Código Civil que declara nula la compraventa de las
cosas cuya enajenación está prohibida por la ley. SÉPTIMO: Que, finalmente, la norma
del artículo 1810 se refiere inequívocamente a la cosa vendida, que debe ser
comerciable, y no a la condición de las partes que convienen el contrato, de modo que
no puede tenerse por aplicable a este caso, cuestión que tampoco es analizada en el
fallo recurrido. OCTAVO: Que de las consideraciones anteriores se desprende que la
sentencia impugnada ha incurrido en la causal de casación formal a que se refiere el
art. 768 Nº 5 en relación con el art. 170 Nº 4 del Código de Procedimiento Civil,

51
Cabe advertir, sin embargo, que ésta sentencia se dictó teniendo en consideración el tenor del art. 1754
antes de la reforma que le introdujo la Ley N° 19.335.
52
Citada por Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 239.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 68


porque su fundamentación es incompleta al omitir la relación de los fundamentos en
cuya virtud no tiene por aplicables al caso los artículos 1682 inciso tercero y 1757 del
Código Civil, que sancionan con nulidad relativa los actos ejecutados sin cumplir con
las formalidades habilitantes que la ley establece en protección de los incapaces”. 53
f) El marido administra los bienes propios de la mujer, pero en opinión de Rossel no es
usufructuario de los mismos. Señala que no obstante que los arts. 810 y 2466
nombran al marido como usufructuario de tales bienes, no se ha reglamentado la
institución en parte alguna, de manera que a este autor parece lógico concluir que el
legislador pensó establecerla, pero no lo hizo.
Si el marido percibe los frutos de estos bienes propios, lo hace como
administrador de la sociedad conyugal, no por ser dueño de dichos bienes.
Agrega que el usufructo supone la existencia de dos derechos reales que giran
en órbitas distintas: el del usufructuario y el del nudo propietario. En este caso, si sale
el bien del dominio de la mujer, el marido deja de percibir sus frutos; luego, no tiene
un derecho real independiente del dominio de la mujer.
Este derecho especial del marido tampoco es embargable por sus acreedores,
como acontecería si fuere un usufructo verdadero. Finalmente, el marido no está
obligado a rendir caución ni hacer inventario, como deben hacerlo los usufructuarios.

3.- Actos de administración que el marido ejecuta por sí solo.

Para ejecutar o celebrar los siguientes actos o contratos, el marido no necesita


la autorización de su mujer:
a) Actos de mera administración. Quedan comprendidos en éstos los actos de mera
conservación de los bienes, como las reparaciones necesarias, cobro de rentas,
contratación de seguros, la interrupción de prescripciones, el pago de impuestos y
contribuciones, pago de gastos comunes, etc.
b) Percepción de capitales (art. 1579). El marido está facultado para recibir los pagos
que a la mujer puedan hacerse, aún cuando fueren créditos que ésta tenía antes de su
matrimonio.
c) Adquisición de bienes raíces. Puede el marido adquirir por sí solo bienes inmuebles
para su mujer, que sean objeto de subrogación. De no haber subrogación, la
adquisición será para la sociedad conyugal.
d) Adquisición de bienes muebles. Puede el marido adquirir bienes muebles para su
mujer, por el precio y en las condiciones que estime convenientes (para ello, será
necesario haber destinado una suma en las capitulaciones matrimoniales).
e) Arrendamiento o cesión de la tenencia de bienes raíces. Puede el marido arrendar o
ceder la tenencia de los bienes raíces, los urbanos por menos de 5 años y los rústicos
por menos de 8 años, incluidas las prórrogas pactadas. Si los plazos excedieren los
señalados, el exceso será inoponible a la mujer.
Podrán arrendarse por mayor tiempo estos bienes, si el contrato es celebrado
de consuno por marido y mujer, o si la mujer se encuentra imposibilitada y se suple su
consentimiento por el de la justicia (art. 1757).

4.- Actos de administración que el marido no puede ejecutar por sí solo.

Hay ciertos actos o contratos que el marido no puede ejecutar o celebrar por sí
solo, y que necesitan, para su validez, del consentimiento de la mujer o de la
autorización de la justicia.
Son ellos los siguientes:

53
Sentencia pronunciada por la Primera Sala de la Corte Suprema, integrada por los Ministros Sres. Enrique
Tapia W., Eleodoro Ortíz S. y Jorge Rodríguez A. y Abogados Integrantes Sres. Oscar Carrasco A. y Enrique
Barros B. Redacción del último.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 69


a) Enajenación y gravamen de ciertos bienes muebles.
Conforme a lo dispuesto en el art. 1755, el marido no puede enajenar los bienes
muebles de la mujer, que esté o pueda estar obligado a restituir en especie, sin el
consentimiento de la mujer o de la justicia cuando la primera se encuentra
imposibilitada para prestarlo.
Aun cuando el art. 1755 no se refiere expresamente a los bienes muebles, se
deduce lo anterior de relacionarlo con el art. 1754, que alude a los bienes inmuebles.
Ello, al señalar el art. 1755: “Para enajenar o gravar otros bienes...”.
El art. 1755 se refiere sólo a los bienes muebles que el marido esté o pueda
estar obligado a restituir en especie, vale decir, aquellos que no han entrado a formar
parte del haber social, pues los que ingresan pueden ser enajenados libremente por el
marido.
Hoy, tales bienes muebles serían los siguientes:
i.- Los derechos de la mujer que, siendo socia de una sociedad civil o mercantil, se
casó: art. 1749, inc. 2º.
ii.- Los muebles eximidos de la comunidad en las capitulaciones matrimoniales previas
al matrimonio (art. 1725, N° 4, inc. 2º).
iii.- Los bienes muebles adquiridos en virtud de una subrogación real (si atendemos a
la doctrina del profesor Rodríguez Grez).
Tales bienes muebles no pueden ser enajenados por el marido sin autorización
de la mujer.
Dado que la ley no ha reglamentado la forma como ha de prestar dicha
autorización la mujer, se concluye que puede hacerlo en cualquier forma.
La justicia puede suplir la autorización de la mujer, cuando ella está
imposibilitada de prestarla por demencia, ausencia o enfermedad; pero si la mujer
niega su autorización, la justicia no podrá suplirla. En efecto, nada dice el art. 1755 en
cuanto al caso de que la mujer niegue su autorización, careciendo por ende el juez de
texto legal que le permita otorgar una autorización subsidiaria.
Se requiere también la autorización de la mujer, para constituir gravámenes
sobre estos bienes (constitución de prendas).
La sanción por la falta de autorización de la mujer o de la justicia cuando
proceda, será la nulidad relativa del acto o contrato.

b) Enajenación y gravamen de los bienes inmuebles.


El marido no puede enajenar ni gravar los bienes inmuebles de la mujer, sino
con su voluntad (art. 1754, inc. 1º).
El consentimiento de la mujer puede ser expreso o tácito y además específico
(art. 1754, inc. 2º).
Dentro de la expresión “bienes raíces”, deben comprenderse los bienes raíces
corporales e incorporales, predios rústicos o urbanos, pertenencias mineras y acciones
o derechos que comprendan o afecten bienes raíces.
Serán bienes inmuebles de la mujer:
i.- Los bienes raíces que tenía al momento de contraer matrimonio;
ii.- Los adquiridos durante el matrimonio a título gratuito;
iii.- Los que, habiéndose adquirido a título oneroso, han venido a subrogar algún bien
raíz propio o valores de la mujer destinados a la subrogación en las capitulaciones
matrimoniales o en una donación por causa de matrimonio (art. 1733); y
iv.- Los adquiridos durante la vigencia de la sociedad conyugal, pero cuya causa o
título fuere anterior al inicio de dicho régimen (art. 1736).
Para que el marido enajene o grave los bienes raíces de la mujer, requiere de
su consentimiento (hasta la entrada en vigencia de la Ley Nº 18.802, requería además
de la autorización de la justicia, exigencia que se suprimió, considerando la plena
capacidad de la mujer). Dicho consentimiento ha de ser específico, vale decir, referido

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 70


al acto o contrato que se ejecute o celebre. Se requiere entonces contar con la
voluntad de la mujer, manifestada autorizando la enajenación o el gravamen. La
voluntad de la mujer puede manifestarse en dos formas:
i.- O bien expresamente, caso en el cual la manifestación de voluntad debe constar por
escritura pública;
ii.- O bien tácitamente, interviniendo la mujer expresa y directamente, de cualquier
modo, en el acto jurídico.
En el caso de ser expresa, la voluntad puede prestarse personalmente o por
mandato especial otorgado por escritura pública.
La sanción que tiene la omisión de la autorización de la mujer, es la nulidad
relativa del acto o contrato, que puede hacer valer en el plazo de 4 años, contados
desde la disolución de la sociedad conyugal, o desde que cese la incapacidad que la
afecta o de sus herederos. Transcurridos 10 años, no podrá pedirse la declaración de
nulidad (art. 1757).
La nulidad podrá hacerse valer por la mujer, sus herederos o cesionarios, y la
acción prescribirá de acuerdo a lo dispuesto en los incisos 3º y 4º del art. 1757.
Si la mujer no puede manifestar su voluntad, por encontrarse imposibilitada
para hacerlo, el juez podrá suplirla (art. 1754, inc. 3º).

c) Arrendamiento o cesión de la tenencia de inmuebles de la mujer.


Si el marido da en arrendamiento o cede la tenencia de bienes raíces de la
mujer, por un plazo que excede los indicados en el art. 1756 y sin la autorización de
ella, el arrendamiento o la cesión no le será oponible a la mujer, en el exceso del
plazo.
La nulidad (en los casos de las letras a) y b) que preceden) e inoponibilidad
podrán hacerse valer por la mujer, sus herederos o cesionarios, y la acción prescribirá
de acuerdo a lo dispuesto en los incisos 3º y 4º del art. 1757.
Si la mujer no puede manifestar su voluntad, por encontrarse imposibilitada
para hacerlo, el juez podrá suplirla (art. 1754, inc. 3º).
La inoponibilidad podrá hacerse valer por la mujer, sus herederos o cesionarios,
y la acción prescribirá de acuerdo a lo dispuesto en los incisos 3º y 4º del art. 1757.
Si la mujer no puede manifestar su voluntad, por encontrarse imposibilitada
para hacerlo, el juez podrá suplirla (art. 1754, inc. 3º).
El marido, en cambio, puede arrendar o dar en comodato los bienes muebles de
la mujer sin que sea necesario que ella preste su autorización.

d) Enajenación y gravamen de los derechos hereditarios de la mujer.


De conformidad a lo dispuesto en el inc. 3º del art. 1749 del Código Civil, el
marido no podrá enajenar o gravar los derechos hereditarios de la mujer, sin su
autorización. Nótese que ha de ser de todas formas el marido quien enajene o grave
los derechos hereditarios, y no la mujer, sin perjuicio que ésta debe autorizar el acto.
En este caso, no se trata de enajenar o gravar bienes muebles o inmuebles, aunque la
herencia sobre la que recae el derecho de herencia los contenga, sino que el derecho
de herencia en sí mismo, es decir, considerado como una universalidad jurídica que
escapa a la clasificación de muebles e inmuebles, pero a la que en definitiva debe
aplicársele el estatuto jurídico de los muebles, según se refirió al estudiar el art. 1749.

e) Partición en que tenga interés la mujer.


El marido no puede provocar la partición en que tenga interés la mujer, sin su
consentimiento (art. 1322, inc. 2º). Si la mujer fuere menor de edad o se hallare
impedida de prestarlo, será suplida por el juez. Esta regla rige para todos los bienes,
raíces o muebles, en que la mujer sea comunera. La mujer puede prestar su
consentimiento en cualquier forma.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 71


La falta de este consentimiento, anula la partición.
No será necesaria esta autorización, cuando la partición ha sido provocada por
otro copartícipe, ya que la exigencia legal sólo opera cuando la iniciativa de la partición
parte en la mujer.

f) Nombramiento del partidor.


El marido no puede proceder a nombrar partidor de los bienes en que su mujer
sea comunera, sean raíces o muebles, sin el consentimiento de ella, que podrá ser
suplido por el juez en caso de impedimento (art. 1326, inc. 2º).
Si fuere el juez quien nombra al partidor, este requisito será innecesario.

g) Subrogación en los bienes de la mujer.


La subrogación que haga el marido en los bienes propios de su mujer debe ser
autorizada por ésta (art. 1733).

En relación a los casos señalados en las letras d), e) y f), nos remitimos a lo
expuesto, en el caso regulado por el art. 138 bis, que dispone también que podrá la
mujer recurrir a la justicia en caso de negativa del marido para nombrar partidor,
provocar la partición o concurrir a ella cuando la mujer tenga parte en la herencia.

SECCION SEGUNDA: DE LA ADMINISTRACION


EXTRAORDINARIA DE LA SOCIEDAD CONYUGAL.

Cuándo procede.
La administración extraordinaria tiene lugar cuando por incapacidad o ausencia
del marido, se nombra curador de su persona o bienes. En tal caso, se suspende la
administración ordinaria y el curador (sea la mujer o un tercero), entra a administrar
extraordinariamente (arts. 138, inc. 1º y 1758).
La administración extraordinaria puede ser ejercitada por la mujer o por un
tercero. Si la mujer no puede ser curadora de su marido, no podrá ser administradora
extraordinaria, porque dicha administración es una consecuencia de la calidad de
curador. Por ello, no es necesario dictar un decreto o sentencia para conferir la
administración; basta el discernimiento de la curatela, para que ella se produzca por el
solo ministerio de la ley (el discernimiento es el decreto judicial que autoriza al tutor o
curador para ejercer su cargo. Dicho decreto judicial debe reducirse a escritura pública,
que firmará el juez que lo concede, arts. 373, inc. 2º del Código Civil, en relación al
854 del Código de Procedimiento Civil).

I.- ADMINISTRACION EXTRAORDINARIA EJERCIDA POR LA MUJER.

1.- Casos en que tiene lugar.

La mujer administra la sociedad conyugal, cuando se le nombra curadora de su


marido. Ello ocurre en los siguientes casos:
a) Cuando el marido ha sido declarado en interdicción por demencia (arts. 462 Nº 1,
503 y 463).
b) Cuando el marido ha sido puesto en interdicción por sordera o sordomudez (el art.
470 hace aplicable a este caso, los arts. 462 y 463).
c) Cuando hay prolongada ausencia del marido (arts. 138, inc. 1º y 1758).
El art. 473 señala por su parte los requisitos necesarios para que un ausente
sea sometido a curatela:
i.- Ignorancia de su paradero;
ii.- La falta de comunicación con los suyos;

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 72


iii.- El perjuicio grave causado por esta ausencia al mismo ausente o a terceros; y
iv.- El hecho de que el ausente no haya dejado apoderados o que sólo los haya
constituido para negocios especiales. En otras palabras, que no haya dejado
mandatarios generales.
Por su parte, el art. 475 confiere esta curatela, en primer lugar, a la mujer, al
remitirse al art. 462.
En caso de que la ausencia no dure lo suficiente como para justificar la curatela,
el art. 138, inc. 2º, prescribe que la mujer podrá actuar respecto de los bienes del
marido, los sociales y los suyos que administra el marido, con autorización del juez,
con conocimiento de causa, cuando de la demora se siguiere perjuicio. En este caso,
como lo señalamos oportunamente, no hay administración extraordinaria sino
ordinaria.

2.- Facultades administrativas de la mujer sobre los bienes sociales.

Distintas serán las facultades de la mujer administradora de la sociedad


conyugal, según se ejerciten sobre los bienes sociales, sobre los bienes propios del
marido y sobre su patrimonio personal, que, dentro de la administración ordinaria, era
manejado por éste.
Con respecto a los bienes sociales, dispone el art. 1759, inc. 1º, que la mujer
administrará con iguales facultades que el marido 54. De ahí que la mujer, en la
administración de los bienes sociales, está sujeta a limitaciones análogas a las del
marido en la administración ordinaria, estableciéndose que requiere autorización
judicial (juez civil), con conocimiento de causa, en los casos en que el marido debe
actuar autorizado por la mujer.
Tales casos son:
a) Enajenar o gravar voluntariamente los bienes raíces sociales;
b) Prometer enajenar o gravar los bienes raíces sociales;
c) Disponer entre vivos a título gratuito de los bienes sociales, salvo en el caso de
donaciones de poca monta, atendidas las fuerzas del patrimonio social (art. 1735).
d) Avalar o afianzar, obligarse solidariamente o rendir cualquier especie de caución
respecto a obligaciones contraídas por terceros; y
e) Arrendar o ceder la tenencia de los inmuebles sociales, por más de 8 años si son
rurales y de 5 años si son urbanos (art. 1761). En este caso, para que el juez autorice
a la mujer para arrendar o ceder la tenencia por plazos superiores a los indicados,
deberá rendirse previamente información de utilidad.
La sanción que acarrea la omisión de esta formalidad habilitante, es la misma
que afecta a los actos del marido realizados sin la autorización de la mujer: la nulidad
relativa, salvo en los casos señalados en las letras d) y e). Tratándose del caso de la
letra d), la mujer sólo obliga sus bienes propios y los que administra conforme a los
arts. 150, 166, 167, 252 y 1724; tratándose del caso de la letra e), el exceso en el
plazo será inoponible al marido y a sus herederos.
La acción de nulidad, en los tres primeros casos, corresponde al marido, sus
herederos y cesionarios y prescribe en 4 años, contados desde que cesa el hecho que
motivó la curaduría (art. 1759, inc. 4º).
En ningún caso se podrá solicitar la nulidad, transcurridos 10 años desde la
celebración del acto o contrato.

3.- Facultades administrativas de la mujer sobre sus bienes propios.

54
Lo que no es del todo cierto, desde el momento en que la mujer administra no como dueña, sino que
como curadora, es decir, administra bienes ajenos.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 73


Siendo plenamente capaz, administra libremente sus bienes propios, sean
muebles o inmuebles 55.

4.- Facultades administrativas de la mujer sobre los bienes propios del


marido.

Los administra, sujetándose a las reglas de la curaduría (art. 1759, inc. final).
Por lo tanto, la mujer deberá rendir cuenta de su administración, al expirar,
porque ella es curadora de su marido y como tal administra (arts. 415 y 417).
Cabe consignar que, por ser la mujer curadora de su marido, responde de culpa
leve en la administración, a diferencia de lo que ocurre con el marido, que sólo
responde del dolo o culpa grave.
Además, la mujer no se hace dueña de los frutos que produzcan los bienes
propios del marido.
En cuanto curadora, podría la mujer obtener el pago de una remuneración por
su gestión.
Así las cosas, se observan las siguientes diferencias entre el marido y la mujer,
en lo tocante a la administración de la sociedad conyugal:
i.- El marido administra como si fuere dueño de los bienes sociales (art. 1750), aunque
con algunas restricciones (art. 1749). La mujer en cambio administra no como dueña,
sino conforme a las reglas de los curadores, o sea, como si administrare bienes ajenos
(art. 1759, inc. 1º).
ii.- El marido no está obligado a rendir cuenta de su administración, al culminar ésta.
La mujer sí debe hacerlo.
iii.- El marido se hace dueño de los frutos que producen los bienes sociales y también
de aquellos generados por los bienes propios de la mujer. La mujer no adquiere el
dominio de dichos frutos, los que ingresan al haber de la sociedad.
iv.- El marido sólo responde en su administración del dolo o culpa lata. La mujer
responde hasta de culpa leve.
v.- El marido no tiene derecho a obtener una remuneración por su administración,
aunque el Código le confiere un derecho legal de goce sobre los frutos que generen los
bienes sociales y los bienes propios de la mujer. Ésta, en cuanto curadora del marido,
carece de tal derecho legal de goce, pero podría obtener el pago de una remuneración
por su gestión.
Hay actos que la mujer no puede realizar por sí sola, requiriendo autorización
judicial:
a) Enajenación de bienes raíces o de los bienes muebles preciosos o con valor de
afección, o constitución de gravámenes sobre los mismos.
Cabe consignar que, en estos casos, la mujer, además de obtener autorización
judicial, debe proceder a vender estos bienes en pública subasta, conforme lo disponen
los artículos 393 y 394 del Código Civil, en las reglas de los curadores 56. De no
cumplirse lo anterior, el acto adolecerá de nulidad relativa. Como se aplican, según
expresamos, las reglas de la curaduría, la acción del marido o de sus herederos (que
no sean la mujer), prescribirá en 4 años, contados desde que haya cesado la
interdicción (art. 425).
b) Arrendamiento o cesión de la tenencia de bienes raíces, por más de 5 y 8 años,
según se trate de predios urbanos y rústicos (art. 1761).
c) Aceptación o repudiación de herencias o legados (arts. 397, 398, 1225, 1236 y
1411).

55
Rodríguez Grez, Pablo, “Regímenes Matrimoniales”, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1997, pp. 152 y
153.
56
Ramos Pazos, René, “Derecho de Familia”, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2000, Tomo I, Tercera
Edición, p. 233.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 74


A su vez, para aceptar una donación, herencia o legado, deberá sujetarse a las
reglas de los arts. 397 y 398, en relación a los arts. 1225, 1250 y 1411. La mujer,
entonces, debe aceptar las herencias que se defieran al marido, con beneficio de
inventario (art. 397). Reiteran los arts. 1225 y 1250 que sólo podrá aceptar la mujer y
no el marido personalmente, ni siquiera con beneficio de inventario. En cuanto a la
aceptación de donaciones y legados (asimilados para estos efectos por el art. 1411),
debemos distinguir:
i) Si la donación o legado no impone gravámenes, la mujer acepta libremente;
ii) Si los impone, no podrán aceptarse sin antes tasar las cosas donadas o legadas (art.
398)
Para repudiar una herencia o legado deferidos al marido, la mujer debe obtener
autorización judicial (artículos 1225 y 1236). Las mismas reglas se aplicarán para
repudiar una donación (art. 1411, inc. 3º).

5.- Efectos de los actos realizados por la mujer en ejercicio de la


administración extraordinaria.

Distinguimos según si la mujer actuó dentro o fuera de las limitaciones


precedentemente estudiadas:
a) Si actúa dentro de las normas, se considera equiparada al marido en cuanto a las
consecuencias y efectos de los actos que ejecute. De tal forma, dichos actos se
mirarán como ejecutados por el marido y obligarán a la sociedad y al marido, a menos
que se pruebe que tales actos o contratos cedieron en utilidad de la mujer (art. 1760).
b) Si la mujer contraviene los arts. analizados, sus actos adolecerán de nulidad relativa
y su patrimonio quedará obligado a las indemnizaciones y restituciones derivadas de la
nulidad (art. 1759, inc. 4º); o serán inoponibles (art. 1759, inc. 6º) al marido o a sus
herederos, según los casos (art. 1761).

II.- ADMINISTRACION EXTRAORDINARIA EJERCIDA POR UN TERCERO.

1.- Casos en que procede.

a) Respecto del marido menor de edad, cuando una de las personas que indica el
artículo 367, llamadas a la guarda legítima del menor con preferencia de la mujer,
acepta.
b) Respecto del marido interdicto por disipación, pues en tal caso la mujer no puede
ser su curadora (art. 450).
c) Cuando la mujer a quien le corresponde la guarda, se excusa o es incapaz de
desempeñarla.
En estos tres casos, el curador del marido administrará también la sociedad
conyugal, conforme a las reglas establecidas para la administración de los curadores.

2.- Derecho de la mujer a pedir separación de bienes.

Cuando la administración de la sociedad conyugal es asumida por un tercero, la


mujer tiene derecho a pedir la separación de bienes (art. 1762).
Este derecho de la mujer puede ejercitarse tanto cuando ella no desea
someterse a la autoridad del curador, como cuando no quiere tomar la administración
de la sociedad conyugal.
Cabe consignar que la mujer no puede pedir la separación de bienes, cuando la
administración de la sociedad conyugal se debe a la menor edad del marido. En efecto,
dado que el derecho de la mujer para pedir la separación de bienes constituye una
excepción a las normas generales, sólo puede ejercitarse cuando la ley expresamente

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 75


lo autoriza. Tratándose del marido disipador, establece el derecho a pedir la separación
de bienes el art. 450; en el caso del marido demente, el art. 463; tratándose del sordo
o sordomudo, el art. 470; y en el caso del marido ausente, el art. 477, en relación con
los arts. 1758 y 1762.
Nada dice la ley respecto del marido menor, de manera que puede concluirse
que no le asiste a la mujer el derecho en análisis.
Para pedir la separación de bienes, la mujer deberá tener más de 18 años. Si
fuere menor, no tendría razón de ser la separación de bienes, ya que la mujer no
podría administrar su patrimonio y debería someterse a la autoridad de un curador.

3.- Casos en que la administración es ejercida por el liquidador, en el


procedimiento concursal de liquidación.

Dispone el art. 130 de la Ley N° 20.720, “Ley de Reorganización y Liquidación


de Empresas y Personas”, que la administración de que es privado el deudor, pasa de
pleno derecho al liquidador. Sin embargo, esta administración presenta caracteres
especiales, pues si bien los bienes sociales y los bienes propios del marido son
administrados libremente por el liquidador, no acontece lo mismo con los bienes
propios de la mujer, conforme lo previsto en el artículo 132 de la misma Ley. 57 El
marido conserva esta administración, pero intervenida por el liquidador, quien cuidará
que los frutos de ella incrementen la masa, dejando una parte de dichos frutos para la
congrua subsistencia del marido y su familia.
En este caso, tiene la mujer el derecho de pedir la separación de bienes,
conforme lo dispuesto en el art. 155, inc. 1º (insolvencia del marido). En este caso, el
liquidador podrá actuar como coadyuvante, en el juicio de separación de bienes.

4.- Término de la administración extraordinaria.

Cesa cuando desaparece la causa que la produjo, es decir:


i.- Cuando el marido llega a la mayor edad;
ii.- Cuando el marido interdicto por demencia, prodigalidad, sordera o sordomudez, es
rehabilitado;
iii.- Cuando el marido ausente regresa o fallece;
iv.- Cuando se concede la posesión provisoria de sus bienes, en el marco del
procedimiento de muerte presunta;
v.- Cuando reaparece e instituye una persona con poder suficiente para que se haga
cargo de sus negocios.
Cesando la causa de la administración extraordinaria, el marido recobra sus
facultades de administración, previo decreto judicial (art. 1763). Será innecesario este
decreto, cuando el marido cumpla 18 años.
En todos los casos anteriores, cesa la administración extraordinaria, pero no la
sociedad conyugal.
Cesa también la administración extraordinaria cuando se extingue la sociedad
conyugal, por cualquiera de las causas previstas en la ley, que seguidamente veremos.

57
Dispone el art. 132 de la Ley N° 20.720: “Administración de bienes en caso de usufructo legal. La
administración que conserva el Deudor sobre los bienes personales de la mujer o hijos de los que tenga el
usufructo legal, quedará sujeta a la intervención del Liquidador mientras subsista el derecho del marido,
padre o madre sujeto al Procedimiento Concursal de Liquidación. / El Liquidador cuidará que los frutos
líquidos que produzcan estos bienes ingresen a la masa, deducidas las cargas legales o convencionales que
los graven. / El tribunal, con audiencia del Liquidador y del Deudor, determinará la cuota de los frutos que
correspondan a este último para su subsistencia y la de su familia, habida consideración de sus necesidades
y la cuantía de los bienes bajo intervención. / El Liquidador podrá comparecer como parte coadyuvante en
los juicios de separación de bienes y de divorcio en que el Deudor sea demandado o demandante”.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 76


CAPITULO VI: DE LA DISOLUCION DE LA SOCIEDAD CONYUGAL.

I.- DE LAS CAUSALES DE DISOLUCION.

Se disuelve la sociedad conyugal por dos tipos de causales: aquellas propias


que no afectan el vínculo matrimonial y aquellas que producen la disolución del
matrimonio. De los arts. 1764 del Código Civil y 37 y 38 de la Ley de Matrimonio Civil,
deducimos que las causales de disolución de la sociedad conyugal (sea que obren
directamente o indirectamente a consecuencia de la disolución del matrimonio), son las
siguientes:
a) Muerte natural de cualquiera de los cónyuges. 58
b) Muerte presunta de uno de los cónyuges.
c) La sentencia de separación judicial de los cónyuges.
d) La sentencia que declara la separación de bienes.
e) El pacto de separación de bienes.
f) El pacto de participación en los gananciales.
g) La declaración de nulidad del matrimonio.
h) La sentencia que declara el divorcio de los cónyuges.

Revisaremos seguidamente cada una de estas causales.

1.- Muerte natural de uno de los cónyuges.

Dispone el art. 1764 Nº 1, que la sociedad se disuelve “por la disolución del


matrimonio”. En realidad, alude aquí el artículo a la muerte natural y al divorcio, pues
las otras causales de disolución del matrimonio, están contempladas en otros
numerales del artículo.
Muerto uno de los cónyuges, termina la sociedad conyugal, sin perjuicio de su
liquidación, entre el cónyuge sobreviviente y los otros herederos del cónyuge fallecido.
Un régimen de comunidad, entendida como cuasicontrato, sustituirá al de sociedad
conyugal.
No vale el pacto por el cual se estipule que la sociedad conyugal se mantendrá,
no obstante la muerte de uno de los cónyuges. Tampoco se entenderá subsistir ésta,
por el hecho de mantener en indivisión los bienes que pertenecían a la sociedad: su
disolución se produce de modo definitivo e irrevocable, a la muerte de uno de los
cónyuges.

2.- Declaración de muerte presunta.

Dispone el Nº 2 del art. 1764 que la sociedad conyugal se disuelve “por la


presunción de muerte de uno de los cónyuges”. La sociedad conyugal se disuelve, no
obstante que el matrimonio perdure. Si el matrimonio termina, con mayor razón se
disolverá la sociedad conyugal.
Distinguimos en esta hipótesis los siguientes casos:
a) Dictado el decreto que concede la posesión provisoria de los bienes del
desaparecido, se disuelve la sociedad conyugal (art. 84). En este caso, el matrimonio
subsiste.
b) En los casos en que no proceda dictar decreto de posesión provisoria sino definitiva
de los bienes del desaparecido. En estos casos, la sociedad conyugal se disuelve a
consecuencia de la disolución del matrimonio. Regula la materia la Ley de Matrimonio
Civil.

58
Incluimos aquí la muerte comprobada judicialmente, prevista en los artículos 95 a 97 del Código Civil.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 77


De conformidad con el art. 42 N° 2 de la Ley de Matrimonio Civil, se disuelve
también el matrimonio a consecuencia de la declaración de muerte presunta.
No basta sin embargo con la sola declaración de muerte presunta para que
opere la disolución del matrimonio; se requiere, además, conforme al artículo 43 de la
Ley de Matrimonio Civil:
i.- Que hayan transcurrido cinco años desde las últimas noticias y setenta años desde
el nacimiento del desaparecido (en relación con el artículo 82 del Código Civil, que
establece que, en este caso, se concederá directamente la posesión definitiva de los
bienes del desaparecido);
ii.- Que hayan transcurrido cinco años desde que una persona recibió una herida grave
en la guerra, o le sobrevino otro peligro semejante, y no se ha sabido más de ella (en
relación al art. 81 N° 7 del Código Civil, caso en el cual también se concederá de
inmediato la posesión definitiva de los bienes del desaparecido) 59;
iii.- Que hayan transcurrido diez años desde la fecha de las últimas noticias, fijada en
la sentencia que declara la presunción de muerte, cualquiera que fuese la edad del
desaparecido si viviere (ahora, la disposición concuerda con la del art. 82 del Código
Civil, que dispone que también se concederá la posesión definitiva de los bienes del
desaparecido, una vez transcurridos diez años desde la fecha de las últimas noticias) 60.
En este caso, la sociedad conyugal se disuelve al dictarse el decreto de posesión
provisoria (transcurridos al menos cinco años desde la fecha de las últimas noticias).
iv.- Que haya transcurrido un año, desde el día presuntivo de la muerte, en el caso de
la pérdida de una nave o aeronave que no apareciere dentro de tres meses (art. 81 N°
8 del Código Civil) 61; en este caso, la sociedad conyugal expirará al decretarse la
muerte presunta, lo que podrá ocurrir cuando transcurrido el mencionado plazo de tres
meses, cualquier interesado solicite la aludida declaración y así lo establezca la
respectiva resolución judicial. 62
v.- Que haya transcurrido un año, desde el día presuntivo de la muerte, en el caso de
la muerte presunta decretada después de seis meses de haber ocurrido un sismo o
catástrofe; en este caso, la sociedad conyugal expirará al decretarse la muerte
presunta, lo que podrá ocurrir cuando transcurrido el mencionado plazo de seis meses,
cualquier interesado solicite la aludida declaración y así lo establezca la respectiva
resolución judicial (art. 81 N° 9 del Código Civil) 63. 64
En los tres primeros casos, la disolución del matrimonio coincide con la dictación
del decreto de posesión definitiva. En el cuarto, se puede conceder la posesión
definitiva a los tres meses de desaparecida la persona y se disuelve el matrimonio
transcurrido que sea un año desde el desaparecimiento. En el quinto, se puede
conceder la posesión definitiva a los seis meses de desaparecida la persona y se
disuelve el matrimonio transcurrido que sea un año desde el desaparecimiento.

59
Este caso no se encontraba contemplado en el antiguo art. 38 de la Ley de 1884, de manera que había
que aplicar la regla general que ella contemplaba, esto es, que el matrimonio terminaba sólo después de
haber transcurrido quince años, desde la fecha del desaparecimiento en la acción de guerra o peligro
semejante.
60
El art. 38 de la Ley de 1884, establecía que el plazo de disolución del matrimonio por muerte presunta, era
de quince años, por regla general. La Ley Nº 19.947 (Diario Oficial de fecha 17 de noviembre de 2004)
redujo este plazo a 10 años.
61
El art. 38 de la Ley de 1884, disponía que el plazo de disolución del matrimonio por muerte presunta, era
de dos años contados desde la fecha presuntiva de muerte, cuando la persona había desaparecido a
consecuencia de la pérdida de una nave o aeronave. La Ley Nº 19.947 redujo este plazo a un año.
62
Conforme a la modificación hecha al art. 81 Nº 8 del Código Civil, por la Ley Nº 20.577, publicada en el
Diario Oficial de fecha 8 de febrero de 2012.
63
Nada disponía, en este caso, la Ley de 1884, de manera que había que esperar que transcurrieran los
quince años, conforme a la antigua regla general.
64
Conforme a la modificación hecha al art. 81 Nº 8 del Código Civil, por la Ley N° 20.577, publicada en el
Diario Oficial de fecha 8 de febrero de 2012.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 78


Del tenor de los artículos 42 y 43 de la Ley de Matrimonio Civil, se deduce que
la disolución del matrimonio opera ipso iure, cuando, declarada la muerte presunta,
transcurren los plazos de uno, cinco y diez años, sin que sea necesario que se dicte el
decreto de posesión definitiva o que se dicte otra resolución judicial que declare la
disolución del matrimonio. El Servicio de Registro Civil e Identificación, por ende, a
solicitud del interesado, deberá practicar la pertinente subinscripción, dejando
constancia que terminó el matrimonio, si al presentar la solicitud, se prueba que han
transcurrido los plazos legales.
La declaración de muerte presunta, usualmente, da lugar a una comunidad
hereditaria formada por los hijos y el cónyuge sobreviviente.
Disuelta la sociedad conyugal en los casos señalados a propósito de la muerte
presunta, se procede a su liquidación, es decir, a la enajenación y reparto ordenado de
los bienes. Rossel señala que el patrimonio que se liquida no es el que existe al
momento de la disolución del matrimonio, sino el existente al declararse la muerte
presunta (art. 85 del Código Civil).
Si decretada la posesión provisoria reaparece el desaparecido antes de dictar el
decreto de posesión definitiva, deberá reanudarse la sociedad conyugal. En cambio, los
efectos del decreto que concede la posesión definitiva son irrevocables: el
desaparecido recupera sus bienes en el estado en que se encuentran (art. 94 Nº 4). 65

3.- Sentencia de separación judicial de los cónyuges.

Establece el art. 1764 Nº 3 que la sociedad conyugal se disuelve por la


sentencia de separación judicial.
Dispone al efecto el art. 173 del Código Civil, que “Los cónyuges separados
judicialmente administran sus bienes con plena independencia uno del otro, en los
términos del artículo 159” (más adelante aludiremos a este último precepto).
A consecuencia de esta sentencia, entonces, se restituyen a la mujer sus bienes
(sus bienes propios que el marido estaba administrando) y se dispone de los
gananciales como en el caso de la disolución por causa de muerte (bienes sociales).
En virtud de esta causal, el régimen de sociedad conyugal es sustituido por el
régimen de separación total de bienes, lo que no ocurre en los dos casos anteriores, en
los cuales una comunidad reemplaza a la sociedad conyugal.

4.- Sentencia de separación total de bienes.

Establece el art. 1764 Nº 3 que la sociedad conyugal se disuelve por la


sentencia de separación total de bienes. Conforme a lo dispuesto en el art. 158, inc.
2º, se procederá a la división de los gananciales y al pago de recompensas.
Al igual que en el caso anterior, el régimen de sociedad conyugal, será
reemplazado por el de separación total de bienes.

5.- Declaración de nulidad del matrimonio.

Consigna el art. 1764 Nº 4 que la sociedad conyugal se disuelve por la


declaración de nulidad del matrimonio. Esta causal debemos relacionarla con el art. 51
de la Ley de Matrimonio Civil, en cuanto sólo se refiere al matrimonio putativo. El
matrimonio simplemente nulo no origina sociedad conyugal.
Si sólo uno de los cónyuges está de buena fe, o sea si sólo respecto a él el
matrimonio es putativo, podrá a su arbitrio pedir la liquidación, de acuerdo a las reglas
de la sociedad conyugal o del cuasicontrato de comunidad.

65
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., Nº 232, p. 159.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 79


6.- Pacto de participación en los gananciales.

Señala el art. 1764 Nº 5 (en su actual texto, modificado por la Ley Nº 19.335),
que la sociedad conyugal se disuelve por el pacto de participación en los gananciales y
en el caso del art. 1723. Conforme a lo preceptuado en el inc. 1° de este último
artículo, durante el matrimonio los cónyuges mayores de edad podrán sustituir el
régimen de sociedad de bienes por el de participación en los gananciales.
La condición de mayoría de edad es sine qua non, no pudiendo suplirse de
modo alguno.
El pacto deberá otorgarse por escritura pública y no surtirá efectos entre los
cónyuges ni respecto de terceros, sino desde que se subinscriba al margen de la
respectiva inscripción matrimonial, dentro de los 30 días siguientes a la escritura.
En la escritura pública en que se pacte participación en los gananciales, podrán
los cónyuges liquidar la sociedad conyugal o celebrar otros pactos lícitos. Lo anterior
sólo producirá efectos entre las partes y terceros, si se efectúa la subinscripción a que
precedentemente se aludía, en tiempo y forma.

7.- Pacto de separación total de bienes.

Establece el art. 1764 Nº 5 que la sociedad conyugal se disuelve por el pacto de


separación total de bienes, en el caso del art. 1723.
Al respecto, rigen los mismos requisitos señalados en el caso anterior.

8.- Sentencia que declara el divorcio de los cónyuges.

Esta causal, está contemplada en el Nº 1 del art. 1764, que alude a la


“disolución del matrimonio”. Terminado el matrimonio, se entiende que ha expirado
también la sociedad conyugal. Recordemos que de conformidad al art. 60 de la Ley de
Matrimonio Civil, “El divorcio pone fin a las obligaciones y derechos de carácter
patrimonial cuya titularidad y ejercicio se funda en la existencia del matrimonio…”, y
entre ellos, están los derivados de la sociedad conyugal.

II.- EFECTOS QUE PRODUCE LA DISOLUCION DE LA SOCIEDAD CONYUGAL.

1.- Nacimiento de una comunidad.

Disuelta la sociedad conyugal, marido y mujer, o los ex cónyuges (si hubo


divorcio), o los ex presuntos cónyuges (si hubo nulidad), o uno de los anteriores y los
herederos del otro, pasan a ser codueños de los bienes sociales. 66 La comunidad
comprende los siguientes bienes:
a) Todos los bienes sociales, ahora “bienes comunes”.
b) Los bienes reservados de la mujer y los frutos de dichos bienes producidos hasta el
día de la disolución (salvo que la mujer renuncie a los gananciales).
c) Los frutos de los bienes sociales y los producidos por los bienes que la mujer
administre como separada parcialmente de bienes. Estos últimos sólo son sociales
hasta el día en que se produzca la disolución.

66
Debe destacarse el diferente estatuto jurídico que se aplica a los bienes “sociales”, mientras tenían tal
calidad, y después a los bienes “comunes”, nombre que pasan a tener los bienes sociales desde el momento
en que se disuelve la sociedad conyugal (a menos que no se forme comunidad). En efecto, a los primeros se
les aplicarán las normas especiales contenidas en el Título XXII del Libro IV del Código Civil, artículos 1715 a
1792, que hemos estudiado. A los segundos, se les aplicarán las normas del cuasicontrato de comunidad,
contempladas en el Título XXXIV, párrafo 3, artículos 2304 a 2313.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 80


Si la causal de disolución es la muerte de uno de los cónyuges, la comunidad se
forma entre el cónyuge sobreviviente y los herederos del cónyuge fallecido.
Como consecuencia de lo expuesto, el día de la disolución fija irrevocablemente
el activo y pasivo de la sociedad, que será objeto de liquidación, sin que los actos o
contratos ejecutados o celebrados con posterioridad, tengan influencia en él. De esta
manera:
i.- Los bienes que se adquieran después de la disolución no serán de esta comunidad
sino del cónyuge adquirente, salvo que la adquisición se haga de consuno. Sin
embargo, el cónyuge adquirente deberá probar que nada le debe a la sociedad
conyugal a raíz de la adquisición, atendida la presunción en favor de la sociedad
conyugal, establecida en el último inciso del art. 1739, respecto de los bienes muebles
o inmuebles que cualquiera de los cónyuges adquiera a título oneroso una vez disuelta
la sociedad conyugal y antes de su liquidación (recuérdese que la presunción consiste
en entender que la cosa se adquirió “con bienes sociales”, debiéndose a la sociedad
conyugal la respectiva recompensa).
ii.- A su vez, las obligaciones contraídas por el marido o por la mujer después de la
disolución sólo pueden perseguirse sobre los bienes que tenga el respectivo deudor y
también sobre las cuotas que tengan en los bienes comunes.
iii.- En cuanto a los frutos producidos por los bienes propios, pendientes al tiempo de
la restitución y todos los percibidos desde la disolución de la sociedad, pertenecerán al
dueño de las respectivas especies (art. 1772, inc. 1º).
En este punto, nos parece que, respecto de los frutos civiles, existe una
contradicción con lo dispuesto en el Nº 2 del art. 1725, que señala que integran el
haber de la sociedad “todos los frutos (…) sea de los bienes sociales, sea de los bienes
propios de cada uno de los cónyuges, y que se devenguen durante el matrimonio”.
Ahora bien, los frutos “devengados” son aquellos a los cuales se ha adquirido derecho
por cualquier título; es decir, sería otra forma de aludir a los frutos pendientes. Así,
estarán pendientes o devengadas, las rentas de arrendamiento de un contrato, que
corresponden a los meses ya expirados, pero que no se han pagado, que el
arrendatario adeuda al arrendador (cónyuge dueño del bien propio). Por ende, si por
ejemplo al terminar la sociedad conyugal el arrendatario adeudaba seis meses de
rentas (frutos civiles), éstas serán de la sociedad conforme al Nº 2 del art. 1725. Sin
embargo, conforme al art. 1772, pertenecerían al cónyuge dueño de la respectiva
especie. ¿Cómo solucionar esta contradicción? Nos parece que en el caso planteado,
las aludidas rentas de arrendamiento serán de la sociedad conyugal. Siendo así, la
regla del art. 1772 que atribuye los frutos pendientes al cónyuge propietario, debiera
entenderse referida sólo a los frutos naturales.
iv.- En cuanto a los frutos de los bienes sociales, ahora bienes comunes, percibidos
desde la disolución de la sociedad conyugal, pertenecerán al haber social o común (art.
1772, inc. 2º).
El art. 1772 no es más que una aplicación del principio general del art. 648, en
cuanto a la atribución del dominio de los frutos al dueño de la cosa que los produce.
De lo dicho, se infiere que el derecho de la sociedad a percibir los frutos de los
bienes propios de los cónyuges dura hasta el momento de la disolución.
No nace una comunidad, cuando a la muerte de uno de los cónyuges, no
hubiere descendientes ni ascendientes del cónyuge fallecido ni herederos de la cuarta
de libre disposición.

2.- Término de la administración ordinaria o extraordinaria.

Disuelta la sociedad, cesan las facultades administrativas que la ley confiere al


marido o a su curador en caso de administración extraordinaria. A partir de la
disolución de la sociedad, la administración se rige por las reglas de la comunidad, es

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 81


decir, por el art. 2305, que aplica a la comunidad las reglas de la sociedad colectiva
(art. 2081). Para vender cualquier bien de la comunidad, se requerirá la voluntad de
ambos cónyuges o ex cónyuges. De no existir acuerdo de voluntades, cada cónyuge o
ex cónyuge podrá vender su cuota en un bien determinado (art. 1812).
De lo señalado, se concluye que el marido o ex marido no podrá ya enajenar los
bienes muebles de la comunidad y si lo hiciere, no venderá sino su cuota, quedando a
salvo el derecho de la mujer o de sus herederos para reivindicar la cuota de ellos que
no ha sido vendida por su dueño (art. 892).
Por su parte, la mujer podrá enajenar libremente sus bienes propios, cuya
administración ha recuperado.

3.- Liquidación de la sociedad conyugal.

Este es en realidad un efecto eventual, que puede o no ocurrir. En efecto, se


procederá a liquidar la sociedad conyugal, salvo que:
i.- La mujer o sus herederos renuncien a los gananciales;
ii.- Que los cónyuges, o ex cónyuges (si hubo divorcio) o ex presuntos cónyuges (si
hubo nulidad del matrimonio), o demás miembros de la comunidad, de haberlos,
enajenen de consuno los bienes comunes; y
iii.- Cuando el único heredero de uno de los cónyuges sea el viudo o viuda.

4.- Época a que se retrotraen los efectos de las adjudicaciones, de haber


liquidación.

Según veremos, los efectos declarativos de las adjudicaciones que se hagan en


favor de los cónyuges, se retrotraen al momento en que quedó disuelta la sociedad
conyugal, pues según vimos, tal es la época que marca el comienzo de la comunidad
existente entre los cónyuges.

5.- En cuanto a la renuncia a los gananciales.

Conforme estudiaremos en el acápite que sigue, a partir de la disolución de la


sociedad conyugal podrá la mujer o sus herederos, renunciar a los gananciales habidos
durante la vigencia de la sociedad conyugal.

III.- DE LA RENUNCIA DE GANANCIALES.

1.- Concepto.

Entendemos por tal el acto jurídico unilateral mediante el cual la mujer


manifiesta su voluntad de no llevar parte alguna de los gananciales habidos durante la
sociedad conyugal. 67

67
Como refiere Manuel Somarriva, el origen de la renuncia a los gananciales y del derecho de la mujer a
renunciar a ellos, se encuentra en la Edad Media: “El origen histórico de [la renuncia a] los gananciales es
sumamente curioso y casual: en la época de las cruzadas los caballeros equipaban verdaderos ejércitos en
los cuales invertían cantidades fabulosas de dinero que muchas veces salían de manos de los prestamistas
de la época. Con el objeto de evitar que las mujeres cargaran con las enormes deudas de sus maridos, se
ideó esta institución jurídica llamada renuncia de los gananciales. A causa de su origen, la renuncia de los
gananciales se aplicó primero entre los nobles. Más tarde se hizo extensiva a todas las clases sociales (…) En
los primeros tiempos, la renuncia era un acto en extremo solemne. Fallecido el marido, la mujer que quería
renunciar a los gananciales debía hacerlo de la siguiente manera: tenía que llegar hasta la tumba de su
marido, donde depositaba una llave y una bolsita. Hechas estas ceremonias, se presumía que renunciaba a
los gananciales”: Somarriva Undurraga, Manuel, Derecho de Familia, Santiago de Chile, Editorial
Nascimento, 1936, p. 309.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 82


2.- Oportunidades para renunciar a los gananciales.

La mujer tiene dos oportunidades para renunciar a los gananciales: en las


capitulaciones matrimoniales y después de disolverse la sociedad conyugal (art. 1719).
Mientras ésta se encuentre vigente, no podrá hacer tal renuncia.

3.- ¿Puede la mujer renunciar a los gananciales en la misma escritura pública


en virtud de la cual se pacta separación total de bienes?

Cabe señalar que, si la sociedad conyugal expira por el pacto previsto en el art.
1723 del Código Civil, en nuestra opinión la renuncia a los gananciales no podrá
hacerse sino una vez subinscrita la escritura en el plazo de 30 días corridos previsto en
dicho precepto. En efecto, el orden de los instrumentos debiera ser:
1. Escritura en virtud de la cual los cónyuges pactan separación total de bienes,
conforme al art. 1723 del Código Civil.
2. Proceder a subinscribirla, dentro del plazo previsto en el citado artículo.
3. Otorgar una escritura pública mediante la cual la mujer renuncie a los gananciales.
En esta escritura, si fuere el caso, deben singularizarse los muebles e inmuebles que
ella adquirió en virtud del art. 150 del Código Civil.
La renuncia debe hacerse después del paso 2, pues el art. 1719 dice que la
mujer podrá renunciar “después de la disolución de la sociedad”, y ésta quedará
disuelta una vez subinscrita la escritura señalada en el punto 1 (el art. 1723, inc. 2º,
deja en claro que la escritura de separación de bienes sólo surtirá efectos una vez
subinscrita; por ende, antes de ello no está disuelta la sociedad conyugal y no podría la
mujer renunciar a los gananciales).
Sin embargo, otra opinión se ha sustentado en nuestra doctrina. En efecto,
señala René Ramos Pazos que sería posible renunciar a los gananciales en el mismo
pacto previsto en dicho artículo, fundado su opinión en el inc. 3º del art. 1723, que
dice “En la escritura pública de separación total de bienes, o en la que se pacte
participación en los gananciales, según sea el caso, podrán los cónyuges liquidar la
sociedad conyugal o proceder a determinar el crédito de participación o celebrar otros
pactos lícitos, o una y otra cosa; pero todo ello no producirá efecto alguno entre las
partes ni respecto de terceros, sino desde la subinscripción a que se refiere el inciso
anterior”. Señala Ramos Pazos que “El ejemplo que siempre se pone sobre estos otros
pactos lícitos es la renuncia de gananciales, que en esa oportunidad podría hacer la
mujer”. 68 La misma opinión sostiene Rodrigo Barcia Lehmann, al señalar que “La mujer
o sus herederos pueden renunciar a los gananciales en los siguientes instantes: (…) b)
En la escritura pública en que los cónyuges sustituyen el régimen de sociedad
conyugal, por el de separación total de bienes, o de participación en los gananciales”. 69
La cuestión exige una explicación previa: antes de la reforma hecha al Código
Civil por la Ley N° 10.271, del año 1952, se discutía en nuestra doctrina si era posible
que en la misma escritura en que se pactaba separación de bienes, 70 se liquidare la
sociedad conyugal. Manuel Somarriva respondía negativamente, pues la liquidación
exigía que previamente se hubiera disuelto la sociedad conyugal, lo que ocurría sólo

68
Ramos Pazos, René, Derecho de Familia, Tomo I, séptima edición actualizada, Santiago de Chile, Editorial
Jurídica de Chile, 2010, p. 270.
69
Barcia Lehmann, Rodrigo, Fundamentos del Derecho de Familia y de la Infancia, Santiago de Chile, Punto
Lex Thomson Reuters, 2011, p. 187.
70
Cabe advertir que en el Código Civil originario, la sociedad conyugal no podía disolverse por acuerdo de los
cónyuges. Ello sólo fue posible con la reforma que se introdujo por la Ley Nº 7.612, de 21 de octubre de
1943. Sin embargo, nada se dijo en esta oportunidad, acerca de la posibilidad de liquidar la sociedad
conyugal por la misma escritura en virtud de la cual los cónyuges pactaban separación total de bienes.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 83


con la subinscripción del pacto. 71 El punto quedó zanjado con la Ley N° 10.271, al
modificarse el inc. 3º del art. 1723, incorporando expresamente en éste la facultad de
los cónyuges para liquidar la sociedad conyugal “…y celebrar entre ellos cualesquier
otros pactos que estén permitidos a los cónyuges separados de bienes”.
Posteriormente, la Ley N° 19.335, de 23 de septiembre de 1994, fijó el texto actual,
reemplazándose la frase recién transcrita por “… o celebrar otros pactos lícitos…”. En la
historia de la Ley N° 19.335, nada se indica en relación a este cambio.
En cuanto a la jurisprudencia, una sentencia de la Corte Suprema de fecha 10
de abril de 1959, admite la posibilidad de renunciar la mujer a los gananciales en la
misma escritura de separación de bienes, entendiendo que en tal caso, el acto de
renuncia que se incorpora como una cláusula del convenio de separación de bienes
pasa a ser un acto accesorio de tal convenio, del cual no puede separarse, pues el
consentimiento de las partes en los contratos recae sobre todos sus términos. Agrega
la sentencia que la renuncia está incluida entre aquellas estipulaciones que el inc. 3º
del art. 1723 permite expresamente convenir en el mismo contrato de separación total
de bienes. 72 Otra sentencia, de fecha 18 de enero de 2002, de la Corte de Apelaciones
de Santiago, concluye en los mismos términos. 73
No concordamos con la conclusión de los autores citados y de las sentencias
mencionadas, por las siguientes razones:
1. La ley es clara: para que la mujer o sus herederos renuncien a los gananciales, la
sociedad conyugal debe estar disuelta, y no lo estará sino con la subinscripción del
pacto a que alude el art. 1723, no antes.
2. La reforma hecha al Código Civil por la Ley N° 10.271 no desmiente la conclusión
anterior, sino que la refuerza, pues se limitó ella a admitir que en la misma escritura
se liquide la sociedad conyugal, a pesar de que en verdad aún no está disuelta. Nada
se dijo acerca de un acto jurídico diverso a la liquidación, como es el de renuncia a los
gananciales.
3. La frase que se incorporó por la Ley N° 10.271 “…y celebrar entre ellos cualesquier
otros pactos que estén permitidos a los cónyuges separados de bienes”, podría haber
servido de fundamento para la tesis favorable a la renuncia en la misma escritura, pero
no así su tenor actual, hoy expresado bajo la fórmula más neutra “… o celebrar otros
pactos lícitos…” En nuestra opinión, no sería un pacto lícito aquél por el cual en la
misma escritura de separación total de bienes, la mujer renuncie a los gananciales. Por
lo demás, la sentencia del año 1959 se dictó cuando la frase vigente era la primera y
en razón de la misma podría haberse estimado ajustada a derecho (dicho sea de paso,
la sentencia el año 2002 se limitó a reiterar los argumentos de la del año 1959). Sin
embargo, como está dicho, la frase actual alude a “…celebrar otros pactos lícitos…”.
4. El art. 1719 del Código Civil, señala con toda claridad en su inciso inicial: “La mujer,
no obstante la sociedad conyugal, podrá renunciar su derecho a los gananciales que
resulten de la administración del marido, con tal que haga esta renuncia antes del
matrimonio o después de la disolución de la sociedad”.
5. El párrafo 6 del título XXII del Libro IV, se titula, precisamente, “De la renuncia de
los gananciales hecha por parte de la mujer después de la disolución de la sociedad”. A
su vez, el art. 1781, que encabeza dicho párrafo 6, establece: “Disuelta la sociedad, la
mujer mayor o sus herederos mayores tendrán la facultad de renunciar los gananciales
a que tuvieren derecho. No se permite esta renuncia a la mujer menor, ni a sus
herederos menores, sino con aprobación judicial”.

71
Somarriva Undurraga, Manuel, Evolución del Código Civil Chileno, Santiago de Chile, Editorial Nascimento,
1955, pp. 326 y 327.
72
Repertorio de Legislación y Jurisprudencia Chilenas. Código Civil y Leyes Complementarias, Tomo VII,
tercera edición, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 1997.
73
Revista de Derecho y Jurisprudencia y Gaceta de los Tribunales, Nº 1-2002, marzo de 2002, pp. 1-5.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 84


6. El art. 1767, por su parte, expresa: “la mujer que no haya renunciado los
gananciales antes del matrimonio o después de disolverse la sociedad, se entenderá
que los acepta con beneficio de inventario”.
7. La renuncia a los gananciales, según ha expresado de manera uniforme nuestra
doctrina, es un acto jurídico puro y simple. Expresa al efecto Pablo Rodríguez Grez: “La
renuncia debe hacerse pura y simplemente, sin que se admita condición, plazo ni
modo. Así se desprende de lo prevenido en los artículos 1227 y 1228, que, aun cuando
se refieren a las asignaciones por causa de muerte, obedecen a los mismos
principios”. 74 Pues bien, si se admitiera la renuncia en la escritura que contiene el
pacto de separación de bienes, aquella quedaría sujeta a dos modalidades: un plazo
(hasta de treinta días) y una condición suspensiva (que efectivamente se inscriba la
escritura dentro del expresado plazo). No se cumpliría entonces con la exigencia
aludida, en orden a que el acto ha de ser puro y simple.
8. En fin, un último argumento, nos parece que por sí solo, puede esgrimirse para
controvertir la doctrina imperante. Según hemos visto, la doctrina que admite la
renuncia en la escritura de separación de bienes, se funda en la frase “o celebrar otros
pactos lícitos”. Ahora bien, ocurre que la renuncia es un acto jurídico unilateral, y mal
podría, entonces, quedar comprendida dentro de la aludida frase. No estamos ante un
pacto, sino ante un acto que emana de la voluntad de una persona, la mujer, o el
heredero o los respectivos herederos, y en este último caso, cada uno de ellos otorga
un acto jurídico unilateral. La palabra “pacto” no se encuentra definida en el Código
Civil, de manera que debemos entenderla en su sentido natural y obvio, según el uso
general de la locución, conforme al art. 20 del Código Civil. Al efecto, el Diccionario de
la Lengua Española, define la voz “pacto”, en su primera entrada, como “concierto o
tratado entre dos o más partes que se comprometen a cumplir lo estipulado”. 75 Nada
tiene que ver la expresión con un acto jurídico unilateral. Entonces, ¿cómo podría
considerarse que la renuncia de los gananciales corresponde a un “pacto” celebrado
entre los cónyuges? Evidentemente, no es así. Ello demuestra, a nuestro juicio, que el
legislador nunca pensó en extender la frase en cuestión al acto unilateral que nos
ocupa.
De esta manera, se aprecia que siempre, en cada una de las disposiciones que
hemos citado, el legislador discurre sobre la base que, celebrado el matrimonio, la
renuncia a los gananciales sólo puede realizarse, una vez disuelta la sociedad
conyugal, y ello ocurrirá siempre y cuando el pacto previsto en el art. 1723, se
subinscriba en el plazo legal. El elemento gramatical (tenor de los artículos 1719,
1723, 1767 y 1781) y el elemento lógico (relación entre estos preceptos), de
interpretación de la ley, refrendan nuestra conclusión.
En virtud de la renuncia a los gananciales, la mujer pierde todo derecho a
participar en las utilidades producidas por la administración del marido. Por eso, si la
renuncia se hiciere en las capitulaciones matrimoniales, el marido será dueño de los
bienes sociales no sólo respecto a terceros, sino también respecto a la mujer (art.
1783).
El derecho a renunciar a los gananciales compete solamente a la mujer o a sus
herederos. Así lo ha entendido la mayoría de nuestra doctrina y nuestra
jurisprudencia. 76

74
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., p. 170.
75
Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española, tomo II, 22ª edición, Buenos Aires, Espasa
Calpe S.A., 2001, p. 1.645.
76
Señala Alessandri que “La renuncia de los gananciales con el objeto señalado por la ley, de liberar a la
mujer de toda responsabilidad por las deudas sociales, es una facultad que compete exclusivamente a ella,
y, después de disuelta la sociedad conyugal, a ella o a sus herederos (art. 1781). El marido no puede
renunciarlos. Si lo hiciere, su renuncia no lo liberaría de esa responsabilidad; el marido es deudor personal
de las obligaciones sociales y el deudor no puede liberarse por su exclusiva voluntad. Por eso, el Código no
la menciona. Los artículos que tratan de esta materia se refieren únicamente a la renuncia de los gananciales

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 85


4.- Requisitos y características de la renuncia.

La renuncia es un acto jurídico unilateral, que debe reunir las siguientes


características:

a) Es solemne, si se efectúa antes del matrimonio: la renuncia efectuada antes de


contraer matrimonio, constituye una capitulación matrimonial y dado que ésta debe
constar por escritura pública, concluimos que en este caso la renuncia es un acto
solemne. Consistirá la solemnidad en el otorgamiento de escritura pública y en su
inscripción al margen de la inscripción del matrimonio, al momento de su celebración o
dentro de los 30 días siguientes.
Es consensual, si la renuncia se efectúa después de disuelta la sociedad
conyugal, dado que la ley no ha establecido una solemnidad especial. Idealmente, la
renuncia debiera constar en una escritura pública (que, según dijimos, no puede ser en
nuestra opinión aquella que contiene el pacto de separación total de bienes, sino que
una otorgada después que dicho pacto sea subinscrito) especialmente otorgada para
estos efectos. De esta forma, se evitan las dificultades probatorias que pudieren
ocasionarse ante una renuncia que no consta documentalmente.
b) Debe ser pura y simple. Ello se desprende –refiere Ramos Pazos 77-, aplicando por
analogía el art. 1227 del Código Civil, relativo a la repudiación de las asignaciones
testamentarias. 78 Rossel también considera que es un acto puro y simple, pero no
fundamenta su conclusión. 79 Otro tanto ocurre con el profesor Rodríguez Grez, ya
citado al respecto.
c) Debe ser hecha por persona capaz. En consecuencia:

hecha por la mujer (arts. 1719, 1753, 1767 y 1781). Esto no obsta a que el marido pueda renunciar su
mitad de gananciales en favor de la mujer o de los herederos de ésta; la ley no se lo prohíbe. Pero esta
renuncia no tendría el efecto que la ley atribuye a la de la mujer. No obstante ella, el marido siempre sería
responsable del total de las deudas de la sociedad y sólo valdría entre los cónyuges, como una liberalidad del
marido para con la mujer: hecha antes del matrimonio, en las capitulaciones matrimoniales, sería una
concesión otorgada a su favor; efectuada después de la disolución de la sociedad, sería una donación
sometida a las reglas generales de las donaciones entre cónyuges”: Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit.,
pp. 603 y 604. Manuel Somarriva, en su obra “Derecho de Familia”, se pregunta también si el marido puede
renunciar a los gananciales, señalando que, en principio, tal posibilidad podría desprenderse del artículo
1721, que alude al menor hábil para contraer matrimonio, sin distinguir entre varón o mujer, y permitiendo
el precepto que dicho menor renuncie a los gananciales, con autorización de la justicia (cita también el
antiguo artículo 1176, sobre la porción conyugal, hoy derogado, que aludía al “cónyuge sobreviviente” –es
decir, tanto el marido como la mujer- que renunciare a su mitad de gananciales). Con todo, concluía que el
marido no podía renunciar a los gananciales, por tres razones: a) Porque en el Derecho francés esta materia
ni siquiera se discute, y bien sabemos que el Código francés fue la principal fuente del nuestro; b) Porque la
renuncia de los gananciales es una institución que se ha establecido en todas las legislaciones en beneficio
exclusivo de la mujer, para defenderla de los poderes omnímodos que la ley le confiere al marido; y c)
Porque el párrafo 6° del Título XXII del Libro IV del Código Civil se intitula “De la renuncia de los gananciales
hecha por parte de la mujer después de la disolución de la sociedad”. Trata de la renuncia de los gananciales
por la mujer y ni siquiera da a entender que se refiera al marido. De aceptar que el marido pueda renunciar
a los gananciales, el único efecto que esta renuncia produciría sería el de considerarla como una donación
revocable del marido a la mujer. No podría tener otro efecto, porque a pesar de la renuncia que hiciera el
marido de los gananciales, no por eso quedaría exento del pago de las obligaciones sociales: pp. 310 y 311.
Más recientemente, René Ramos Pazos llega a la misma conclusión: “Dada la finalidad de esta institución, no
procede que el marido renuncie a los gananciales. Se podrá decir, sin embargo, que por qué no podría
hacerlo, si es un derecho que sólo a él compete (art. 12 del Código Civil). Ello es cierto, el marido podría
renunciar a los gananciales, pero tal renuncia no produce el efecto de liberarlo de responsabilidad por las
deudas sociales. Hecha después de la disolución de la sociedad constituiría una donación revocable del
marido a la mujer que no requiere de confirmación para que subsista después de la muerte del primero
(artículo 1137).”: ob. cit., tomo I, pp. 294 y 295.
77
Ramos Pazos, René, ob. cit., Tomo I, 7ª edición actualizada, p. 296.
78
Art. 1227 del Código Civil: “No se puede aceptar o repudiar condicionalmente, ni hasta o desde cierto día”.
79
Rossel Saavedra, Enrique, Manual de Derecho de Familia, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 7ª
edición actualizada, 1994, p. 165.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 86


i.- La mujer, renuncia libremente;
ii.- Sólo podrán renunciar a los gananciales los herederos mayores de la mujer (art.
1781).
iii.- Si la mujer fuere incapaz, deberá proceder por medio de curador.
d) Debe ser oportuna: la renuncia puede hacerse en las capitulaciones matrimoniales
celebradas antes del matrimonio o después de disuelta la sociedad. En este último
caso, se podrá renunciar siempre que no haya entrado al patrimonio de la renunciante
parte alguna del haber social a título de gananciales (art. 1782, inc. 1º). Así, por
ejemplo, si fallece el marido y la viuda y los hijos constituyen una sociedad aportando
a ésta un inmueble transmitido por el causante, que había adquirido vigente la
sociedad conyugal, ya no podrá la mujer renunciar a los gananciales, porque incorporó
en su patrimonio bienes (derechos en el inmueble aportado) “a título de gananciales”.
Otro tanto ocurrirá si los cónyuges hubiesen liquidado la sociedad conyugal y en el
marco de dicha liquidación se adjudicaron los bienes a cada uno de ellos.
e) Debe ser total, si quien renuncia es la mujer. La mujer no puede renunciar a los
gananciales por partes. Los herederos de la mujer, en cambio, pueden efectuar una
renuncia parcial (art. 1785). Algunos herederos pueden renunciar a los gananciales y
otros no; la parte de los que renuncian, acrece a la porción del marido. En realidad,
usualmente, la renuncia de los herederos será parcial, pues si entre ellos se encuentra
el viudo, éste no podrá jamás renunciar a los gananciales. En cuanto a los restantes
herederos (normalmente, los hijos), podrán renunciar todos o sólo alguno o algunos de
ellos.
f) No hay plazo legal para renunciar, mientras no se proceda a liquidar la sociedad
conyugal o mientras no haya entrado al patrimonio de la mujer ningún bien a título de
gananciales.
g) Es irrevocable. La mujer o sus herederos que renuncian, no pueden revocar dicho
acto, entendiéndose que de manera definitiva, la totalidad de los gananciales se han
radicado en el patrimonio del marido. Ello, sin perjuicio de que la renuncia se deje sin
efecto en virtud de una sentencia judicial, según veremos, si se demanda su rescisión.
h) No implica donación. Cabe señalar –siguiendo a Arturo Alessandri- que la renuncia a
los gananciales hecha por la mujer o sus herederos, no es una donación. Para que
haya donación, es menester que exista disminución del patrimonio del donante y
aumento del patrimonio del donatario (art. 1398). Esto no ocurre cuando la mujer
renuncia a los gananciales en las capitulaciones matrimoniales, porque mediante ella
no se desprende de un bien existente en su patrimonio, sino de un derecho futuro e
incierto, de una mera expectativa. 80 Lo mismo ocurre si la mujer o sus herederos
renuncian a los gananciales después de disuelta la sociedad conyugal, pues en tal
caso, debemos entender que los gananciales siempre pertenecieron al marido o viudo
y nunca a la mujer o a los herederos de ésta. En efecto, según consignaremos en el
numeral que sigue, la renuncia opera retroactivamente, y sus efectos se retrotraen a la
época de la disolución de la sociedad conyugal. 81

5.- Efectos de la renuncia.

A consecuencia de la renuncia, los bienes de la sociedad conyugal y del marido


se confunden, aun respecto de la mujer (art. 1783).
La mujer pierde todo derecho a los gananciales y en general a todos los bienes
sociales, incluso los frutos de sus bienes propios que se entienden conferidos al marido
para el mantenimiento de la familia común (art. 1753). Este efecto se produce desde
la disolución de la sociedad, aunque la renuncia de los gananciales sea posterior.

80
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., p. 606.
81
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., p. 613.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 87


Pero si bien es cierto que por la renuncia, la mujer pierde todo derecho a los
frutos de sus bienes propios, ello no significa:
i.- Que pierda el dominio de tales bienes, los que oportunamente deberán ser
restituidos por el marido;
ii.- Tampoco pierde el dominio de sus bienes reservados ni los frutos que tales bienes
produzcan, ni los bienes adquiridos con dichos bienes reservados;
iii.- Tampoco pierde el derecho a cobrar las recompensas que le adeude la sociedad
(art. 1784).
Desde otro punto de vista, con la renuncia la mujer se desliga de toda
responsabilidad en el pasivo social, que sólo será cubierto por el marido, sin derecho a
reintegro alguno contra la mujer. Lo anterior no significa que la mujer se libere:
i.- De sus deudas personales;
ii.- De las deudas que afecten sus bienes reservados; y
iii.- De las recompensas que adeude a la sociedad o al marido.

6.- Rescisión de la renuncia.

Si bien la renuncia de gananciales es irrevocable, puede rescindirse en los


siguientes casos:
a) Si la renuncia se obtuvo por engaño, o sea dolosamente;
b) Si hubo error al renunciar: reglamenta y califica el error el art. 1782, estableciendo
que basta para rescindir la renuncia un justificable error 82 acerca del verdadero estado
de los negocios sociales;
c) Si hubo fuerza: aunque nada dice al respecto el art. 1782, viciaría la renuncia por
tratarse de una declaración de voluntad como cualquier otra.
d) Si la renuncia se hace sin las formalidades establecidas por la ley respecto de la
mujer incapaz.
La acción para pedir la rescisión prescribe en 4 años, contados desde la
disolución de la sociedad (art. 1782, inc. 3º).
Apunta Rossel que tal plazo es curioso, pues la renuncia puede hacerse mucho
después de la disolución de la sociedad. 83 Podría ocurrir, entonces, que si la mujer o
sus herederos renuncian después de transcurridos los cuatro años contados desde la
disolución, no habría acción para intentar rescindir dicha renuncia, aunque ella se
hubiere obtenido por dolo, fuerza o a consecuencia del error. En realidad, más lógico
habría resultado que el plazo se hubiese contado desde la renuncia, pues en tal
momento se produjo el vicio que afectó la voluntad.

IV.- DE LA ACEPTACION DE LOS GANANCIALES.

1.- Concepto.

Podemos definir la aceptación de los gananciales como el acto jurídico


unilateral, en virtud del cual la mujer consiente en incorporar en su patrimonio los
gananciales obtenidos durante la vigencia de la sociedad conyugal.
La voluntad de la mujer puede ser expresa, tácita o incluso presunta. En efecto,
conforme al art. 1767, la mujer que no haya renunciado a los gananciales se
entenderá que los acepta con beneficio de inventario. La expresión “se entenderá”,
implica que nos encontramos ante una presunción, en este caso simplemente legal.

82
La expresión “justificable error”, es similar a la de “un justo error” empleada en el art. 706, respecto del
error de hecho del poseedor. En ambos casos, se trata de un error plausible, en el cual, razonablemente,
habría incurrido un hombre o mujer actuando con diligencia ordinaria.
83
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., p. 166.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 88


2.- Características.

A pesar de que el Código Civil no reglamenta la aceptación de los gananciales y


sus efectos (dado que se trata de la situación normal), pueden señalarse las siguientes
características:
a) La aceptación puede ser expresa, tácita o presunta (art. 1767).
Puesto que la aceptación expresa no es un acto solemne, aplicando por analogía
las reglas de la herencia, se podrá hacer en escritura pública o privada o en un acto de
tramitación judicial (art. 1242).
La aceptación tácita resulta de la ejecución de actos que presupongan la calidad
de socio de la sociedad conyugal, como por ejemplo si los cónyuges o ex cónyuges
venden en conjunto un bien de la comunidad; o si cualquiera de ellos pide la
liquidación de la misma; también implica aceptación tácita la incorporación al
patrimonio de cualquiera parte de los gananciales (art. 1782).
La aceptación presunta resulta del solo hecho de no renunciar a los gananciales
en las oportunidades establecidas por la ley; esta actitud negativa se presume
aceptación (art. 1767).
b) La aceptación de los gananciales no requiere autorización judicial.
En todo caso, si la mujer fuere menor o incapaz por otra causa, no podrá
aceptar los gananciales por sí misma; deberá actuar en la liquidación de la sociedad
conyugal representada por su respectivo curador.
c) La aceptación debe ser pura y simple y referirse a la totalidad de los gananciales: se
desprende lo anterior del art. 1782, que establece que, si entra al patrimonio de la
mujer cualquier parte del haber social, ya no podrá renunciar a los gananciales. En
otras palabras, se entienden totalmente aceptados.
d) La aceptación de los gananciales es irrevocable, aunque rescindible: no puede
dejarse sin efecto por la sola voluntad de la aceptante, pero sí rescindirse, si la
aceptación adoleciere de un vicio de la voluntad.

3.- Efectos de la aceptación.

a) La aceptación opera retroactivamente: se entiende hecha el día de la disolución de


la sociedad (lo mismo ocurre tratándose de la aceptación de una herencia: artículo
1239).
b) Los gananciales se entienden siempre aceptados por la mujer con beneficio de
inventario: art. 1767. La mujer responde de las deudas sociales hasta el monto de lo
que recibe a título de gananciales (art. 1777). Esta limitación de responsabilidad se
denomina “beneficio de emolumento”.

CAPITULO VII: DE LA LIQUIDACION DE LA SOCIEDAD CONYUGAL.

1.- Concepto.

Corresponde al conjunto de operaciones destinadas a separar los bienes de los


cónyuges y los de la sociedad, dividir sus utilidades y pagar sus deudas.

2.- Operaciones que comprende.

Comprende el conjunto de operaciones destinadas a tres objetivos:


i.- Separar los bienes de los cónyuges y de la sociedad;
ii.- Dividir las utilidades llamadas gananciales; y
iii.- Reglamentar el pago de las deudas.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 89


Para los efectos de la liquidación de la sociedad conyugal, las normas dadas en
el Título de la misma se complementan con las de la sucesión por causa de muerte
(arts. 1317 y siguientes). Así lo establece el art. 1776.
Cabe consignar que si la mujer llega a ser heredera universal y exclusiva de su
marido (dos condiciones que no necesariamente convergen), no hay necesidad de
proceder a la liquidación de la sociedad, pues la mujer reúne en su persona la calidad
de todos los interesados en la liquidación (lo mismo ocurrirá, a la inversa, si el marido
fuere heredero universal y exclusivo de su mujer). Así lo resolvió la Corte Suprema.
Tampoco se procederá a liquidar la sociedad conyugal, si la mujer o sus herederos
renuncian a los gananciales, o si los cónyuges o el cónyuge sobreviviente y los
herederos del cónyuge fallecido, enajenan todos los bienes comunes.
La liquidación comprende tres operaciones principales:
a) Facción de inventario y tasación;
b) Formación de la masa partible mediante las acumulaciones y deducciones legales; y
c) División del activo y del pasivo comunes, entre los cónyuges o ex cónyuges (si hubo
divorcio) o ex presuntos cónyuges (o si hubo nulidad) o sus herederos.

I.- FACCION DE INVENTARIO Y TASACION.

1.- Normas legales que la regulan.

Una vez disuelta la sociedad, se procederá inmediatamente a confeccionar un


inventario y a tasar todos los bienes que usufructuaba o de que era responsable la
primera. Lo anterior, en el plazo y en la forma establecida en la sucesión por causa de
muerte (art. 1765). En realidad, no hay plazo en esta última.
La norma se remite entonces al art. 1253 84, el que a su vez se remite a los arts.
382 y siguientes del Código Civil y a los arts. 858 a 865 del Código de Procedimiento
85

Civil 86.

84
Art. 1253 del Código Civil: “En la confección del inventario se observará lo prevenido para el de los tutores
y curadores en los artículos 382 y siguientes, y lo que en el Código de Enjuiciamiento se prescribe para los
inventarios solemnes”.
85
Tales artículos son los siguientes:
“Art. 382. El inventario hará relación de todos los bienes raíces y muebles de la persona cuya hacienda se
inventaría, particularizándolos uno a uno, o señalando colectivamente los que consisten en número, peso o
medida, con expresión de la cantidad y calidad; sin perjuicio de hacer las explicaciones necesarias para
poner a cubierto la responsabilidad del guardador. / Comprenderá asimismo los títulos de propiedad, las
escrituras públicas y privadas, los créditos y deudas del pupilo de que hubiere comprobante o sólo noticia,
los libros de comercio o de cuentas, y en general todos los objetos presentes, exceptuados los que fueren
conocidamente de ningún valor o utilidad, o que sea necesario destruir con algún fin moral”.
“Art. 383. Si después de hecho el inventario se encontraren bienes de que al hacerlo no se tuvo noticia, o
por cualquier título acrecieren nuevos bienes a la hacienda inventariada, se hará un inventario solemne de
ellos, y se agregará al anterior”.
“Art. 384. Debe comprender el inventario aun las cosas que no fueren propias de la persona cuya hacienda
se inventaría, si se encontraren entre las que lo son; y la responsabilidad del tutor o curador se extenderá a
las unas como a las otras”.
“Art. 385. La mera aserción que se haga en el inventario de pertenecer a determinadas personas los objetos
que se enumeran, no hace prueba en cuanto al verdadero dominio de ellos”.
“Art. 386. Si el tutor o curador alegare que por error se han relacionado en el inventario cosas que no
existían, o se ha exagerado el número, peso, o medida de las existentes, o se les ha atribuido una materia o
calidad de que carecían, no le valdrá esta excepción; salvo que pruebe no haberse podido evitar el error con
el debido cuidado de su parte, o sin conocimientos o experimentos científicos”.
“Art. 387. El tutor o curador que alegare haber puesto a sabiendas en el inventario cosas que no le fueron
entregadas realmente, no será oído, aunque ofrezca probar que tuvo en ello algún fin provechoso al pupilo”.
“Art. 388. Los pasajes obscuros o dudosos del inventario se interpretarán a favor del pupilo, a menos de
prueba contraria”.
“Art. 389. El tutor o curador que sucede a otro, recibirá los bienes por el inventario anterior y anotará en él
las diferencias. Esta operación se hará con las mismas solemnidades que el anterior inventario, el cual
pasará a ser así el inventario del sucesor”.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 90


No señala plazo el Código Civil para hacer inventario, pero se deduce que habrá
que hacerlo antes de las operaciones destinadas a liquidar la sociedad y en todo caso,
apenas se produzca la disolución de la misma (el art. 1765 manda hacerlo
“inmediatamente”, cuestión que en la práctica suele no cumplirse).

2.- Forma del inventario.

Distinguimos según la condición de los partícipes de la sociedad que se


liquidará:
a) Si hay cónyuge o herederos menores, dementes u otras personas inhábiles: deberá
hacerse inventario solemne. Si así no se hiciere, el que omitió la formalidad responderá
de todo perjuicio y además deberá legalizar el inventario lo antes posible; la omisión,
como vemos, no invalida la liquidación, sin perjuicio de la sanción de indemnizar los
perjuicios (art. 1766, inc. 2º).
b) Si los partícipes de la liquidación son capaces, no es necesario hacer inventario
solemne; sin embargo, como el inventario simple no es más que un instrumento
privado, sólo tendrá valor en juicio contra el cónyuge, los herederos y los acreedores
que lo hubieren debidamente aprobado y firmado (art. 1766, inc. 1º).
De ahí la importancia del inventario solemne, pues si sólo hay inventario simple,
la mujer no podría invocar el “beneficio de emolumento” que le confiere el art. 1777,
sino sólo respecto del acreedor que hubiere aceptado el inventario. En cambio, si se

86
Disponen los artículos 858 a 865 del Código de Procedimiento Civil, que integran el Título VII del Libro IV
del señalado Código, que trata de los actos judiciales no contenciosos:
“Art. 858. (1037). Es inventario solemne el que se hace, previo decreto judicial, por el funcionario
competente y con los requisitos que en el artículo siguiente se expresan. Pueden decretar su formación los
jueces árbitros en los asuntos de que conocen”.
“Art. 859. (1038). El inventario solemne se extenderá con los requisitos que siguen:
1°. Se hará ante un notario y dos testigos mayores de dieciocho años, que sepan leer y escribir y sean
conocidos del notario. Con autorización del tribunal podrá hacer las veces de notario otro ministro de fe o un
juez de menor cuantía;
2°. El notario o el funcionario que lo reemplace, si no conoce a la persona que hace la manifestación, la cual
deberá ser, siempre que esté presente, el tenedor de los bienes, se cerciorará ante todo de su identidad y la
hará constar en la diligencia;
3°. Se expresará en letras el lugar, día, mes y año en que comienza y concluye cada parte del inventario;
4°. Antes de cerrado, el tenedor de los bienes o el que hace la manifestación de ello, declarará bajo
juramento que no tiene otros que manifestar y que deban figurar en el inventario; y
5°. Será firmado por dicho tenedor o manifestante, por los interesados que hayan asistido, por el ministro de
fe y por los testigos”.
“Art. 860. (1039). Se citará a todos los interesados conocidos y que según la ley tengan derecho de asistir al
inventario. / Esta citación se hará personalmente a los que sean condueños de los bienes que deban
inventariarse, si residen en el mismo territorio jurisdiccional. A los otros condueños y a los demás
interesados, se les citará por medio de avisos publicados durante tres días en un diario de la comuna, o de la
capital de la provincia o de la capital de la región, cuando allí no lo haya. / En representación de los que
residan en país extranjero se citará al defensor de ausentes, a menos que por ellos se presente procurador
con poder bastante. / El ministro de fe que practique el inventario dejará constancia en la diligencia de
haberse hecho la citación en forma legal”.
“Art. 861. (1040). Todo inventario comprenderá la descripción o noticia de los bienes inventariados en la
forma prevenida por los artículos 382 y 384 del Código Civil. / Pueden figurar en el inventario los bienes que
existan fuera del territorio jurisdiccional, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo siguiente”.
“Art. 862. (1041). Si hay bienes que inventariar en otro territorio jurisdiccional y lo pide algún interesado
presente, se expedirán exhortos a los jueces respectivos, a fin de que los hagan inventariar y remitan
originales las diligencias obradas para unirlas a las principales”.
“Art. 863. (1042) Concluido el inventario, se protocolizará en el registro del notario que lo haya formado, o
en caso de haber intervenido otro ministro de fe, en el protocolo que designe el tribunal. / El notario deberá
dejar constancia de la protocolización en el inventario mismo”.
“Art. 864. (1043). Es extensiva a todo inventario la disposición del artículo 383 del Código Civil”.
“Art. 865. (1044). Cuando la ley ordene que al inventario se agregue la tasación de los bienes, podrá el
tribunal, al tiempo de disponer que se inventaríen, designar también peritos para que hagan la tasación, o
reservar para más tarde esta operación. / Si se trata de objetos muebles podrá designarse al mismo notario
o funcionario que haga sus veces para que practique la tasación”.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 91


hizo inventario solemne, podría oponerlo respecto de cualquier acreedor. Además, si el
inventario fuere solemne, y se embargaren bienes adjudicados a uno de los cónyuges
por las deudas del otro de los cónyuges, el primero podrá oponer eficazmente la
respectiva tercería, en el juicio ejecutivo de que se trate. En cambio, si el inventario
hubiere sido simple, tal tercería no prosperará.
En efecto, revisemos el tenor del art. 1766 del Código Civil: “El inventario y
tasación, que se hubieren hecho sin solemnidad judicial, no tendrán valor en juicio,
sino contra el cónyuge, los herederos o los acreedores que los hubieren debidamente
aprobado y firmado”.
¿En qué se traduce la frase “El inventario y la tasación…no tendrán valor en
juicio…? Se ha entendido que no podría el cónyuge adjudicatario de ciertos bienes,
oponer una tercería de dominio o de posesión, frente al embargo obtenido por los
acreedores del otro de los cónyuges. Es decir, a pesar de que los bienes se adjudicaron
al cónyuge no deudor, serán igualmente subastados, si formaban parte del patrimonio
de la sociedad, al tiempo en que el cónyuge deudor contrajo su obligación.
La cuestión se vincula también con lo dispuesto en el inc. 2° del art. 1723,
referido al pacto sustitutivo del régimen de sociedad conyugal por el de separación
total de bienes o por el de participación en los gananciales, en cuanto ahí se advierte
que “El pacto (…) no perjudicará, en caso alguno, los derechos válidamente adquiridos
por terceros respecto del marido o de la mujer …”.
Considerando lo expuesto, Claro Solar dice que “Si los cónyuges se hallaban
casados bajo el régimen de sociedad conyugal y pactan separación total de bienes, los
bienes que correspondan a la mujer y que formaban parte del haber social podrán ser
perseguidos por los acreedores como si la separación de bienes no se hubiere pactado;
y la mujer no podrá oponerles el nuevo pacto e invocar el nuevo régimen de bienes en
él pactado para liberarse de la responsabilidad que afectaba a estos bienes, ni para
desconocer los derechos reales que sobre ellos se hubieren constituido por el marido a
favor de los terceros”. 87
Esta postura de la doctrina, implica permitir el embargo de los bienes de la
mujer, cuando se le han adjudicado, como si el pacto del art. 1723 no existiese. Ello,
supone entender la inoponibilidad del pacto a los acreedores del marido como una
sanción que opera de pleno derecho. 88
A dicha conclusión arriba también Ramos Pazos: “Conveniencia de practicar
inventario solemne. Estando claro que sólo cuando hay incapaces debe realizarse
inventario solemne, no se crea que en los demás casos da lo mismo realizar uno u
otro. Claramente no da lo mismo, puesto que el inciso 1° del artículo 1766 señala que
(…) De manera que el inventario simple no es oponible a los acreedores que no lo
hubiesen firmado. Y existe variada y reciente jurisprudencia que ha desechado
tercerías de dominio interpuestas por la mujer, cuando la tercería se funda en
adjudicaciones hechas en una liquidación practicada sin inventario solemne. Dados los
términos en que está redactada la norma ‘no tendrá valor en juicio’, pensamos que la
oponibilidad (sic) 89 opera de pleno derecho. Finalmente conviene precisar que la
‘sanción de inoponibilidad establecida en el inciso 1° del artículo 1766 del Código Civil
sólo beneficia a aquel que tenga la calidad de acreedor al momento en que se efectúe
el inventario y tasación de los bienes, que formaban parte del patrimonio de la
sociedad conyugal’. También se ha fallado que ‘la acción deducida por la tercerista será
desestimada, por considerar que el pacto de separación de bienes y liquidación de la

87
Claro Solar, Luis, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, Santiago de Chile, Universitarias,
1977, t. II, p. 273.
88
Aedo Barrena, Cristián, “Algunos problemas relativos a la disolución y liquidación de la sociedad conyugal.
Una especial referencia al pacto de sustitución de régimen”, en Revista de Derecho, Universidad Católica del
Norte, Sección Estudios, Año 18, N° 2, 2011, p. 44.
89
Entendemos que quiso decir “inoponibilidad”.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 92


sociedad conyugal en que se funda, le resulta inoponible al acreedor y ejecutante en
estos autos, quien podrá perseguir el cobro de la deuda en los bienes embargados,
como si no se hubiere celebrado el pacto y adjudicación mencionados”. 90
Esta línea doctrinaria, ha tenido recepción en diversas sentencias, v. gr., fallo
de la Corte Suprema de 6 de junio de 2006 91; sentencia de la Corte de Concepción de
6 de septiembre de 1994; fallo de la Corte Suprema de 23 de enero de 1990;
sentencia de la misma Corte de 9 de abril de 2002. 92
Otra corriente, si bien también admite le persecución de bienes que fueron
adjudicados a la mujer, por deudas del marido, exige que en forma previa se deduzca
una acción de inoponibilidad, sosteniendo que, en dicho supuesto, el acreedor debe
acreditar el perjuicio. 93 Vale decir, la inoponibilidad no operaría de pleno derecho. Pero
más allá de este matiz, el resultado final puede ser el mismo: que se rechace la
tercería de posesión o de dominio opuesta por la mujer a los acreedores de su marido.
Así las cosas, si por ejemplo se adjudica a la mujer un inmueble, el riesgo
jurídico consiste en que, a la fecha de la liquidación de la sociedad conyugal, hayan
existido acreedores del marido, que intentaren cobrar sus acreencias en el inmueble
que se le adjudicó a la cónyuge. Como hemos visto, sus acciones tendrían soporte
doctrinario y jurisprudencial.

3.- Contenido del inventario.

Debe comprender una relación completa de los bienes sociales y además de los
bienes propios de los cónyuges. De ahí que el art. 1765 aluda a “todos los bienes que
(la sociedad) usufructuaba o de que era responsable”.
Deberá comprender también los bienes reservados que pasan a ser gananciales,
al disolverse la sociedad. No ingresarán sin embargo aquellos otros bienes que la
mujer administra como separada de bienes, porque ellos no pueden formar parte de
las operaciones de liquidación (por ejemplo, los bienes contemplados en los artículos
166 y 167).

4.- Sanciones.

Como señalábamos, la omisión del inventario solemne, en los casos en que es


obligatorio, hace al infractor responsable de todo perjuicio.
Sanciona también la ley la omisión dolosa de bienes que debieron inventariarse.
Si la omisión no constituye fraude, se completa el inventario con las partidas excluidas.
Por su parte, el art. 1768 sanciona la distracción 94 u ocultación dolosa de bienes
que deben ser objeto de la liquidación. La sanción consiste en que el cónyuge que
incurrió en el dolo perderá su porción en dicha cosa, la que además deberá restituirla
doblada.
La acción para reclamar la indemnización de perjuicios, prescribe en 4 años,
contados desde que se consumó la ocultación, o sea, el dolo. En efecto, como expresa
Alessandri, la ocultación o distracción dolosa de un bien social es un delito civil. La

90
Ramos Pazos, René, Derecho de Familia, 7ª edición actualizada, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de
Chile, 2010, tomo I, pp. 278 y 279.
91
Citada por Ramos Pazos, René, ob. cit.
92
Citadas por Aedo Barrena, Cristián, ob. cit.
93
Aedo Barrena, Cristián, ob. cit., p. 45.
94
La distracción, en términos estrictos, consiste en la desviación de bienes que corresponden a otra persona
hacia el propio patrimonio. Arturo Alessandri Rodríguez, señala que “Hay distracción cuando alguno de los
cónyuges o de sus herederos sustrae un bien social para apropiárselo o exclusivamente en perjuicio del otro,
de sus herederos o de los acreedores sociales”: Tratado Práctico de las Capitulaciones Matrimoniales, de la
Sociedad Conyugal y de los Bienes Reservados de la Mujer Casada, citado a su vez por Ramos Pazos René,
ob. cit., p. 279.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 93


acción a que da origen es personal: sólo puede intentarse contra el autor de la
ocultación o distracción o sus herederos. Agrega que como su objeto es obtener la
restitución de los bienes, o su valor, y la pérdida de la porción que el culpable tenga en
ellos, es de rigor que el cónyuge inocente demande su aplicación ante la justicia
ordinaria o ante el partidor. Se trata de una cuestión que servirá de base para la
repartición y que la ley no ha sometido de un modo expreso al conocimiento de aquélla
(art. 651 del Código de Procedimiento Civil). No cabe tampoco invocar el art. 1331 del
Código Civil para excluir la cuestión de la competencia del partidor, pues este precepto
se refiere al caso en que se alegue que un bien no es partible, porque no forma parte
de la sociedad conyugal, lo que aquí no sucede. Por el contrario, el bien es social,
forma parte del haber partible, y si debe adjudicarse íntegramente a uno de los
cónyuges es a título de pena y no porque tenga su dominio exclusivo. La acción podrán
intentarla el cónyuge inocente, sus herederos (salvo el culpable) y los acreedores de la
sociedad: todos ellos son perjudicados. 95
Hemos señalado que la acción prescribe en 4 años, plazo contemplado en el art.
2332, en las normas de los delitos y cuasidelitos civiles. Ahora bien, dicho precepto
señala que los cuatro años se contarán “desde la perpetración del acto”. Por ello, dice
Alessandri que el plazo se contará desde que la ocultación o distracción se cometió, a
menos que ésta se realice durante la sociedad. Como en este caso sólo la habrá si
subsiste hasta su liquidación, ese plazo se contará desde que ésta termine o desde que
se hizo el inventario en que la cosa se omitió, según la naturaleza del hecho
constitutivo de la distracción u ocultación. 96 Ahora bien, recordemos que la
prescripción en materia extracontractual no se suspende, habida cuenta que se trata
de una prescripción de corto tiempo (art. 2524).
Sin embargo, en opinión de Pablo Rodríguez Grez, en un caso la prescripción de
la acción emanada de un delito o cuasidelito, se suspendería: si se trata de la
prescripción que correría entre los cónyuges, pues debe prevalecer el art. 2509, inciso
final, en cuanto a que “La prescripción se suspende siempre entre cónyuges”. En abono
a su tesis, alude a los artículos 1748 y 1771 del Código Civil. El primero, se refiere a
los delitos y cuasidelitos cometidos por uno de los cónyuges en perjuicio de la sociedad
conyugal, caso en el cual el cónyuge autor del hecho ilícito “… deberá asimismo
recompensa a la sociedad por los perjuicios que le hubiere causado con dolo o culpa
grave, y por el pago que ella hiciere de las multas y reparaciones pecuniarias a que
fuere condenado por algún delito o cuasidelito”; el segundo, en su inciso inicial,
dispone que respecto de los bienes propios de cada cónyuge, “Las pérdidas o
deterioros ocurridos en dichas especies o cuerpos ciertos deberá sufrirlos el dueño,
salvo que se deban a dolo o culpa grave del otro cónyuge, en cuyo caso deberá éste
resarcirlos.” Estos preceptos, dice Rodríguez Grez, “… son coherentes y excluyen la
prescripción entre cónyuges o, por lo menos, no mencionan esta hipótesis. Por último,
contraviene los valores amparados en la ley colocar a los cónyuges en situación
confrontacional, obligando a cualquiera de ellos, durante el matrimonio, a iniciar
demanda para interrumpir las prescripciones que pudieren estar corriendo. Lo anterior
es contrario al espíritu que prevalece en la vida común y la unidad de la familia.” 97
Pues bien, a los dos casos que menciona Rodríguez Grez, ciertamente que podemos
agregar el del art. 1768. Esta suspensión, conforme a lo estudiado en materia de
prescripción, no podría extenderse más allá de diez años, a juicio de algunos, o se
mantendría en forma indefinida, a juicio de otros (nos remitimos a los planteamientos
expuestos al estudiar la suspensión de la prescripción, específicamente en lo tocante a
la frase final del art. 2509, “La prescripción se suspende siempre entre cónyuges”).

95
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., p. 524.
96
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., pp. 524 y 525.
97
Rodríguez Grez, Pablo, Responsabilidad extracontractual, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile,
1999, pp. 485 y 486.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 94


Sin embargo, debe advertirse que la jurisprudencia nacional ha concluido que la
norma del inciso final del art. 2509 es exclusiva de la prescripción adquisitiva, no
correspondiendo aplicarla a la prescripción extintiva, pues el art. 2520, que se refiere a
ésta última, sólo alude a las personas enumeradas en los números 1 y 2 del art. 2509,
y no a quienes menciona el inciso final del mismo artículo, pues ellas (los cónyuges) no
están detrás de un número.

5.- Tasación.

También debe procederse a tasar los bienes comprendidos en el inventario, de


acuerdo a las reglas de la sucesión por causa de muerte (art. 1765). En principio y de
conformidad al art. 1325, inc. 2º del Código Civil, la tasación debiera hacerse por
peritos. Sin embargo, el art. 657 del Código de Procedimiento Civil, en las normas del
juicio de partición, autoriza a los copartícipes para prescindir de la tasación a través de
peritos, aunque entre ellos haya incapaces, si el valor de los bienes se fija de común
acuerdo, con tal que existan en los autos antecedentes que justifiquen la apreciación.
¿Cuáles son estos antecedentes? Citamos a Pedro Lira: “La ley no los indicó pero se
entiende que se trata de documentos públicos o privados que existan o se hayan
incorporado al expediente particional. Tales son, entre otros, las tasaciones periciales
hechas por instituciones bancarias o de previsión; el avalúo fiscal, el precio de venta
de una propiedad similar y vecina, un contrato de arrendamiento de reciente fecha”. 98
Cabe indicar que la expresión “autos” no debemos entenderla sólo como referida al
juicio de partición, sino que también a la propia escritura pública de partición, como ha
concluido nuestra jurisprudencia. De esta manera, los cónyuges, excónyuges o ex
presuntos cónyuges, podrán avaluar de común acuerdo los bienes sociales, cuya suma
determinará el activo, correspondiendo a cada uno la mitad.
También puede omitirse la tasación pericial, si se quiere licitar bienes muebles o
fijar un mínimo para licitar bienes raíces con admisión de postores extraños (o sea,
vendiéndolos en pública subasta).

II.- FORMACION DEL ACERVO LÍQUIDO.

1.- Operaciones que comprende.

El acervo líquido es aquél que se dividirá entre los cónyuges. Se forma


mediante una serie de operaciones, que consisten en formar un acervo bruto o común
y después deducir los bienes propios de los cónyuges, los precios, saldos y
recompensas y el pasivo social.

2.- Formación del acervo bruto.

Se forma acumulando imaginariamente los siguientes bienes:


a) Todos los bienes muebles e inmuebles que existan en poder de los cónyuges al
disolverse la sociedad, sean propios, sociales o reservados de la mujer.
Con ello, se da aplicación práctica al art. 1739, que establece una presunción de
dominio a favor de la sociedad respecto de toda cantidad de dinero y cosas fungibles y
de toda especie de crédito o derecho que exista en poder de cualquiera de los
cónyuges al disolverse la sociedad.
b) Los frutos de los bienes que los cónyuges parcialmente separados administran y las
cosas adquiridas con dichos frutos.

98
Lira Urquieta, Pedro, La partición de bienes, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 1948, p. 120.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 95


c) Todos los créditos que se adeudan a la sociedad y las recompensas que los
cónyuges puedan adeudarle o las indemnizaciones que procedan a su favor (art.
1769).
La acumulación procede, aunque ambos cónyuges adeuden recompensas a la
sociedad. No cabe compensar entre ellos las recompensas y acumular sólo el saldo.

3.- Restitución de los bienes propios.

Para determinar el acervo líquido, deben deducirse del bruto los bienes propios
de los cónyuges. Cada cónyuge, por sí o por sus herederos, tendrá derecho a sacar de
la masa de bienes, las especies o cuerpos ciertos que le pertenezcan (art. 1770).
Esta restitución se refiere a los bienes propios de cada cónyuge, que la sociedad
detentaba sólo para percibir sus frutos. En consecuencia, esta restitución, como lo ha
resuelto la jurisprudencia, no constituye adjudicación.
La restitución de dichas especies deberá hacerse tan pronto fuere posible,
después de terminarse el inventario y tasación. Los bienes se restituyen en el estado
en que se encuentran a la época de la disolución de la sociedad.
Los aumentos que experimenten las especies por causas naturales, aprovechan
al cónyuge propietario, sin que éste adeude indemnización alguna a la sociedad (art.
1771, inciso 2º). Esto es una justa contrapartida, al hecho de soportar el cónyuge
propietario las pérdidas o deterioros, salvo que se debieren a dolo o culpa grave del
otro cónyuge, caso en el cual el responsable deberá la correspondiente indemnización
(art. 1771, inc. 1º).
Pero por los aumentos que se deban a la industria humana (es decir, por
mejoras), se deberá recompensa a la sociedad (art. 1746).

4.- Liquidación y deducción de las recompensas.

Frecuentemente, la sociedad debe recompensa a los cónyuges y éstos también


se la deben a la sociedad.
Si los cónyuges son en definitiva deudores de la sociedad, la deuda se
acumulará imaginariamente al haber social (art. 1769).
Si el cónyuge es, en definitiva, acreedor de la sociedad, procede efectuar la
correspondiente deducción del acervo bruto. La deducción se hace dentro de un año,
contado desde que el inventario y la tasación concluyan (art. 1770). El juez puede
ampliar o restringir este plazo a petición de los interesados, por motivos fundados y
con conocimiento de causa.
La deducción se hace por el cónyuge en su calidad de acreedor de la sociedad,
pudiendo ejecutarla sobre los bienes sociales que, disuelta la sociedad, son comunes
de los cónyuges.
El art. 1773 establece un orden de prelación para hacer valer estos saldos. Se
harán efectivos:
Primero: sobre los dineros y muebles de la sociedad;
Subsidiariamente: sobre los inmuebles de la misma.
La prelación indicada puede alterarse por acuerdo de los cónyuges.
En estos casos, el cónyuge recibe el bien como adjudicatario, siendo su título
declarativo y no traslaticio de dominio, pues se limita a singularizar el dominio del
cónyuge sobre un bien perteneciente al patrimonio social del que pasó a ser comunero.
La ley consagra ciertos derechos especiales de la mujer para efectuar estas
deducciones; se los otorgan en esta materia los arts. 1773 y 2481 y son los siguientes:
i.- Tiene derecho a efectuar estas deducciones antes que el marido. Por lo tanto, el
marido cobrará su saldo de recompensa una vez que la mujer se haya pagado.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 96


ii.- Si los bienes sociales son insuficientes, la mujer puede hacer efectivo su saldo de
recompensas sobre los bienes propios del marido, elegidos de común acuerdo o por el
juez si discreparen. Si en definitiva el marido paga con sus bienes propios el crédito de
la mujer, ésta adquirirá tales bienes por dación en pago, no por adjudicación. El título
será entonces traslaticio y no declarativo de dominio.
3º La mujer tiene un privilegio de cuarta clase para pagarse de este saldo (art. 2481
Nº 3).
Se ha impugnado el alcance de este privilegio, sosteniendo algunos que no
puede hacerse efectivo sobre los bienes sociales, sino sólo sobre los bienes propios del
marido. Opina Rossel que el privilegio se ejercita sobre ambas clases de bienes, como
lo prueba la historia fidedigna del establecimiento de la ley. Además, disuelta la
sociedad conyugal desaparecen los bienes sociales y los bienes son de la mujer y del
marido, de manera que la ley, al hablar de “bienes del marido”, involucra los que
fueron bienes sociales en la parte que pasan a ser del marido. Así lo ha resuelto la
jurisprudencia. 99
Recordemos que el derecho a cobrar las recompensas e indemnizaciones asiste
a la mujer, aunque haya renunciado a los gananciales.

5.- Cálculo y deducción del pasivo.

Efectuadas las operaciones anteriores, se determinará la cuantía del pasivo de


la sociedad conyugal y se deducirá del activo, para determinar si aquella es o no
solvente.
Sólo se toman en cuenta las deudas sociales, no las personales de los
cónyuges, pues éstas afectan el patrimonio de cada cual, no el de la sociedad.
No es necesario pagar el pasivo; basta con deducirlo imaginariamente. En la
práctica, conviene pagarlo, pues en tal caso sólo se dividirán los bienes. Si no se paga,
habrá que dividir también el pasivo entre los cónyuges.

6.- División de los gananciales.

Efectuadas las operaciones anteriores, háyanse o no pagado las deudas, y como


en todo caso ellas estarán imaginariamente deducidas, se formará el haber líquido, que
recibe el nombre de “gananciales”. Estos se dividen por mitad entre los cónyuges (art.
1774).
a) Excepciones a la división de gananciales por mitad:
i.- Si en las capitulaciones matrimoniales los esposos hubieren convenido otra forma
de división.
ii.- Si alguno de los cónyuges pierde su porción en una o más cosas, por haberla
distraído u ocultado dolosamente (art. 1768).
b) Naturaleza del título en virtud del cual los cónyuges reciben bienes en la liquidación
de la sociedad conyugal.
La liquidación de sociedad conyugal no es más que una forma especial de
partición, a la que se le aplican las normas que respecto a ésta contempla el Código
Civil en el Título X del Libro III, cuando se trata de la partición de la comunidad
hereditaria (artículos 1317 a 1377). Así lo dispone el art. 1776: “La división de los
bienes sociales se sujetará a las reglas dadas para la partición de los bienes
hereditarios”.
Ahora bien, cabe preguntarse qué clase de título es el acto de adjudicación, que
opera en el marco de la liquidación de la sociedad conyugal. Recordemos que el Código
Civil clasifica los títulos en el art. 703, en las normas de la posesión, distinguiendo

99
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., p. 175.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 97


entre títulos “constitutivos de dominio” y títulos “translaticios de dominio”. A estos dos,
la doctrina y la jurisprudencia agregan una tercera clase, la de los “títulos declarativos
de dominio”, no explicitada en el art. 703. En este último artículo, después de definirse
en su inc. 3° los títulos translaticios de dominio, agrega el inc. 4°: “Pertenecen a esta
clase las sentencias de adjudicación en juicios divisorios, y los actos legales de
partición”. Pues bien, las adjudicaciones que operan en la liquidación de la sociedad
conyugal, constituyen “actos legales de partición”. Entonces, conforme al tenor del art.
703, las referidas adjudicaciones serían títulos translaticios de dominio. Sin embargo,
la cuestión se complica, si consideramos el tenor del art. 1344, en las normas de la
partición de bienes hereditarios, aplicable a la liquidación de la sociedad conyugal,
según hemos visto, por mandato del art. 1776: “Cada asignatario se reputará haber
sucedido inmediata y exclusivamente al difunto en todos los efectos que le hubieren
cabido, y no haber tenido jamás parte alguna en los otros efectos de la sucesión. / Por
consiguiente, si alguno de los coasignatarios ha enajenado una cosa que en la partición
se adjudica a otro de ellos, se podrá proceder como en el caso de la venta de cosa
ajena”. A su vez, el art. 718, también en las normas posesorias, consigna: “Cada uno
de los partícipes de una cosa que se poseía proindiviso, se entenderá haber poseído
exclusivamente la parte que por la división le cupiere, durante todo el tiempo que duró
la indivisión. / Podrá pues añadir este tiempo al de su posesión exclusiva, y las
enajenaciones que haya hecho por sí solo de la cosa común y los derechos reales con
que la haya gravado, subsistirán sobre dicha parte si hubiere sido comprendida en la
enajenación o gravamen. Pero si lo enajenado o gravado se extendiere a más, no
subsistirá la enajenación o gravamen contra la voluntad de los respectivos
adjudicatarios”. Estos dos artículos, junto al art. 2417 en la hipoteca, son los que
permiten sostener que existe una tercera clase de títulos, llamados “declarativos de
dominio”. Y si los tenemos presente, resultaría que “los actos legales de partición”
serían más bien un título declarativo y no translaticio de dominio. ¿Cómo resolver este
conflicto normativo? Hay tres respuestas: 100
i.- Algunos entienden que estamos ante un título declarativo de dominio: intentando
explicar el alcance del art. 703 en esta materia, se ha dicho que el legislador quiso
aludir a que pertenecen a los títulos “derivativos de dominio”, en contraposición a los
constitutivos, a los que se alude en los incisos 1º y 2º del artículo, entendiendo que en
el caso de los derivativos, existió un dominio anterior. Claro Solar expresa al respecto:
“La adjudicación en las particiones de bienes comunes no es atributiva sino declarativa
de propiedad; y por consiguiente, no puede decirse que sea un título translaticio de
dominio. La ley no dice que las sentencias de adjudicación en juicios divisorios y los
actos legales de partición sean títulos translaticios de dominio; sino que pertenecen a
esta clase, porque evidentemente no son constitutivos de dominio desde que se
refieren a cosas ya apropiadas y el adjudicatario adquiere el dominio que tenía su
antecesor a quien sucede inmediata y exclusivamente”. El autor citado atribuye efecto
declarativo a toda partición, sea aquella que se realiza en una comunidad hereditaria o
cuando se trate de la partición de una cosa singular perteneciente proindiviso a varias
personas, cualquiera sea el origen de la indivisión, como un legado, una compraventa,
donación, etc. En todos estos casos, “cada uno de los partícipes se entiende haber
sucedido directamente al anterior propietario en la parte que por la división le cupiere
y no haber tenido parte alguna en lo que se adjudica a los otros partícipes”. 101
Asimismo, se ha entendido que el legislador alude al caso en que el adjudicatario es un
extraño y no uno de los comuneros, porque para éstos tales títulos sólo pueden ser
declarativos de dominio. En este sentido, también se invoca la historia de la ley. El art.

100
Estos conceptos se exponen también en nuestro apunte relativo a “La Posesión”, pero por razones
didácticas, los reiteramos en esta materia.
101
Claro Solar, Luis, Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado, tomo 7°, “De los Bienes”, II,
Santiago de Chile, Imprenta Cervantes, 1932, pp. 480 y 481.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 98


836 del Proyecto de 1853, correspondiente al actual 703, establecía que entre los
títulos traslaticios de dominio se encontraba la “adjudicación judicial”, expresiones con
las cuales Bello habría querido aludir a una adjudicación en juicio ejecutivo, es decir a
compraventa en remate, sin duda título traslaticio. La Comisión Revisora habría
tergiversado la idea al cambiar estas expresiones por la errónea fórmula actual. 102
Alessandri, refiriéndose específicamente a la adjudicación que opera en la liquidación
de la sociedad conyugal, expresa: “Efecto declarativo.- La consecuencia más
importante que deriva de aplicar a la división del haber social las reglas dadas para la
partición de los bienes hereditarios, es que esa división, al igual que toda partición,
produce efectos declarativos (arts. 1344 y 1776). Las adjudicaciones en los bienes
sociales (muebles o inmuebles, corporales o incorporales) a favor de los cónyuges o
sus herederos, aunque se hagan en pública subasta y su precio se pague al contado,
no importan enajenación de un cónyuge a otro, sino la determinación o singularización
de un derecho poseído en común”. 103
ii.- Otros concluyen que la adjudicación que opera en el marco de la liquidación de la
sociedad conyugal, es un título translaticio de dominio: se afirma que “… si las
sentencias de adjudicación y los actos legales de partición son de la clase de los títulos
translaticios, es porque sus efectos son los mismos. No existe fundamento de texto
que permita la interpretación que han sostenido algunos de nuestros Tribunales y la
aparente contradicción que con esta tesis se busca evitar, en la práctica no existe. Es
así como el artículo 1344 se está refiriendo a la situación que se plantea en las
comunidades que encuentran origen en las sucesiones por causa de muerte y en las
cuales el modo de adquirir es precisamente la sucesión. Es en este ámbito en que las
sentencias de adjudicación y los actos legales de partición no constituyen títulos
translaticios ya que no existe tradición que efectuar. Es en este tipo de comunidades
en las cuales las sentencias de adjudicación y los actos de partición son títulos
meramente declarativos. En efecto, el dominio de estos comuneros deriva
directamente del causante y no de la comunidad, que a su fallecimiento se forma”. 104
En cambio, se agrega, en las comunidades que no encuentran razón en el fallecimiento
de una persona, sino que se han formado por acto entre vivos, las sentencias de
adjudicación y los actos de partición, serían efectivamente títulos translaticios de
dominio. En otras palabras, habría que formular un distingo, según si se trata de la
partición de bienes de una comunidad hereditaria, en cuyo caso las adjudicaciones
serán título declarativo de dominio, por mandato del art. 1344, y si se trata de una
partición de una comunidad de distinto origen, en cuyo caso las adjudicaciones serán
título translaticio de dominio, por mandato del art. 703. A su vez, en el primer caso, el
modo de adquirir para el heredero adjudicatario será la sucesión por causa de muerte,
mientras que, en el segundo caso, el modo será la tradición. Así, “En conclusión, las
adjudicaciones y actos de partición serán títulos meramente declarativos cuando
pretendan la disolución de una comunidad que encuentra su origen en la muerte de
una persona, pero serán títulos translaticios de dominio en el resto de los casos”. 105
iii.- Otros, en fin, sostienen un planteamiento en cierto modo ecléctico, distinguiendo
según se trate del dominio y de la posesión: expresa Peñailillo que para aislar el
problema, conviene precisar que respecto del dominio, debe prevalecer el art. 1344,
que no tiene contradictor: “Respecto del dominio la adjudicación tiene sin duda un
efecto declarativo (el adjudicatario es considerado dueño de lo que recibe en

102
El art. 836 del Proyecto de 1853, expresaba: “El título puede ser constitutivo o traslaticio de dominio. /
Son constitutivos de dominio la ocupación y la accesión. / Son traslaticios de dominio los que consisten en
un contrato idóneo para transferir el dominio, como la venta, la permuta, la donación, etc.; o en una
adjudicación judicial”.
103
Alessandri Rodríguez Arturo, ob. cit., p. 576.
104
Acuña Fernández, Christian, Estudio de los Bienes y Derechos Reales, Santiago de Chile, Metropolitana
Ediciones, 2000, p. 199.
105
Acuña Fernández, Christian, ob. cit., p. 202.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 99


adjudicación desde el día en que se originó la comunidad y no desde el día en que se le
adjudicó)”. Distinto es el caso de la posesión: “Pero respecto de la posesión la
calificación de estos actos queda como un problema, al menos aparente, al enfrentarse
el citado inc. 4° del art. 703 con el art. 718. Según el 703, estos títulos pertenecen a
los traslaticios, y según el 718 son declarativos. En definitiva, respecto de la posesión
la adjudicación (sea proveniente de la sentencia del partidor o del acuerdo de los
comuneros), ¿tiene un efecto traslaticio o declarativo? Se ha sostenido que si bien
respecto del dominio el efecto declarativo es claro (por el art. 1344), en materia
posesoria se le considera título traslaticio. Y es así por el tenor del 703, que
simplemente la asimila a los traslaticios. Y en cuanto al 718, por los efectos que señala
se estaría refiriendo, igual que el art. 1344, al efecto declarativo respecto del dominio.
En contra se ha sostenido que, en materia posesoria, igual que en el dominio, la
adjudicación tiene efecto declarativo (es título declarativo); es así por el tenor del art.
718. Y cuando el art. 703 la considera título traslaticio se estaría refiriendo a las
‘adjudicaciones’ efectuadas en el proceso particional a extraños. Esta última afirmación
requiere una aclaración. En la práctica –y a veces en los textos legales-en el proceso
particional suele emplearse impropiamente el término ‘adjudicación’ para designar a
transferencias de bienes comunes a terceros (por ejemplo, por remate). Auténtica
adjudicación existe sólo entre comuneros. Entonces, como el término suele usarse en
ese sentido impropio, se estima que ése sería el sentido empleado en el 703 y se
aplicaría, por tanto, sólo a esas ‘adjudicaciones’ a extraños. Por cierto, dirimir la
disyuntiva trae consecuencias prácticas. Puede verse en el siguiente ejemplo: en 1980
A, B y C compran un mueble en común y lo reciben en tradición. En 1983 parten la
comunidad y A se adjudica el bien. Ocurre que la cosa no era del vendedor y, en 1984,
el dueño la reivindica. El reivindicante sostiene que la adjudicación es título traslaticio
para poseer; de modo que el adjudicatario sólo es poseedor desde 1983, teniendo a la
fecha de la demanda sólo un año de posesión. El demandado A sostiene que la
adjudicación es título declarativo para poseer y, por tanto, él es poseedor exclusivo
desde 1980 y que, por reunir los demás requisitos de la posesión regular, ya ha
ganado la cosa por prescripción, de dos años, que cumplió en 1982”. 106
c) Posición de la jurisprudencia: en una sentencia de fecha 15 de diciembre de 1921 de
la Corte Suprema, se concluye que “La sentencia de adjudicación dictada por el juez
competente en un juicio de liquidación de la sociedad conyugal es un título traslaticio
de dominio. Por tanto, y habiéndose ordenado judicialmente la inscripción de ese título
para efectuar la tradición de la cosa raíz adjudicada y llenados en la inscripción todos
los otros requisitos exigidos para las de su clase, la tradición se consuma y la
adjudicataria adquiere desde ese momento el carácter de única y exclusiva dueña del
fundo, quedando con ella también cancelada, legalmente, por resolución judicial, la
inscripción que existía a favor del antiguo dueño, aunque en la nueva no se haya
estampado el detalle reglamentario de haberse cancelado la antigua”. Pero
posteriormente, por sentencia de 29 de septiembre de 1938, se sostiene la tesis
contraria, atribuyéndose a la adjudicación el carácter de título declarativo, siguiendo
los postulados ya citados de Claro Solar: “De acuerdo con el artículo 718, resulta que
la adjudicación tiene un carácter meramente declarativo y no atributivo de propiedad.
El artículo 703 se limita a declarar que las sentencias de adjudicación en juicios
divisorios, pertenecen a la clase de títulos traslaticios, pero sin incluirlos entre ellos y
sin darles expresamente esa calidad ni reconocerles que por su naturaleza sirvan para
transferir el dominio, como la venta, la permuta, la donación entre vivos. Si bien el
artículo 703 expresa que pertenecen a la clase de títulos traslaticios de dominio, las
sentencias de adjudicación en juicios divisorios y los actos legales de partición, ello

106
Penailillo Arévalo, Daniel, “Los Bienes. La propiedad y otros derechos reales”, Santiago de Chile, Editorial
Jurídica de Chile, 2007, pp. 342 y 343.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 100


tiene aplicación respecto de los terceros que adquieren la posesión, derivándola de la
sucesión del difunto; pero para los coasignatarios tales títulos sólo pueden ser
declarativos o determinativos de dominio, si se atiende a que el artículo 718 dispone
que cada uno de los copartícipes de una cosa que se poseía proindiviso, se entenderá
haber poseído exclusivamente la parte que por la división le cupiere, durante todo el
tiempo que duró la indivisión. Refuerza este aserto el artículo 1344”. 107
d) Momento a partir del cual el cónyuge o ex cónyuge adjudicatario, se entiende
propietario exclusivo del bien que se le adjudica. Efectos respecto de los embargos y
prohibiciones.
Aún aceptando que la adjudicación que opera en la liquidación de la sociedad
conyugal fuere un título declarativo de dominio, cabe advertir, como expresa
Alessandri, que “Los efectos declarativos de las adjudicaciones hechas en la liquidación
de la sociedad conyugal se retrotraen a la fecha en que ésta se disolvió y no a aquella
en que el bien adjudicado ingresó al haber social. Lo creemos así:
i.- Porque según el art. 718 del C.C., concordantes con el 1344, los efectos de la
adjudicación se retrotraen a la época en que comenzó la indivisión; ésta, en materia de
sociedad conyugal, principia a su disolución. Durante su vigencia, no hay indivisión, el
marido y la mujer no son comuneros ni copropietarios de los bienes sociales. La mujer
por sí sola no tiene derecho alguno sobre ellos durante la sociedad (art. 1752), lo que
corrobora el propio Bello cuando dice: ‘se ha descartado el dominio de la mujer en los
bienes sociales durante la sociedad; ese dominio es una ficción que a nada conduce’.
La mujer, durante la sociedad, sólo tiene la expectativa de llegar a ser comunera en
los bienes que existan a su disolución.
ii.- Porque, de lo contrario, se desconocerían las facultades del marido y de la mujer
respecto de la administración de los bienes sociales y reservados, respectivamente, y
estas facultades derivan de disposiciones de orden público que las partes no pueden
modificar”. 108
Dado este efecto declarativo, aunque acotado al momento en que se disolvió la
sociedad conyugal y no antes, cabe tener presente las siguientes hipótesis:
i.- Embargos y prohibiciones decretados sobre la cuota de uno de los cónyuges en los
bienes comunes o sobre toda la cosa con posterioridad a la disolución de la sociedad
conyugal y por obligaciones personales del cónyuge o contraídas cuando la sociedad
conyugal ya había cesado.
Señala Alessandri que “La adjudicación a favor de uno de los cónyuges o sus
herederos es válida, aunque la cuota o los derechos del otro u otros estén embargados
o prohibidos de enajenar por obligaciones personales suyas o contraídas con
posterioridad a la disolución de la sociedad; efectuada la adjudicación, caduca el
embargo o la prohibición y el adjudicatario puede solicitar su alzamiento mediante la
correspondiente tercería de dominio o por la vía incidental, según el caso. El art. 1464
del Código Civil es inaplicable: se refiere a la enajenación y la adjudicación entre
comuneros no lo es”. 109
En este caso, consigna Alessandri, “La eficacia de este embargo o prohibición
depende del resultado de la partición, al igual que la de los derechos reales que los
comuneros constituyan por sí solos sobre la cosa común durante la indivisión.
Adjudicada la cosa al otro cónyuge, se reputa que el deudor, al decretarse ese
embargo o prohibición, no tenía su dominio; no ha podido, por lo tanto, ser objeto de
embargos o de medidas precautorias para asegurar el pago de sus obligaciones

107
Repertorio de Legislación y Jurisprudencia Chilenas, Código Civil y Leyes Complementarias, Tomo III,
Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 1996, pp. 163 y 164.
108
Alessandri Rodríguez Arturo, ob. cit., p. 579.
109
Alessandri Rodríguez Arturo, ob. cit., p. 577.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 101


personales: unos y otras sólo pueden recaer sobre bienes del deudor y no de
terceros”. 110
Así, por ejemplo, se disuelve la sociedad conyugal el 15 de marzo de 2020. El
30 de julio del mismo año, el marido obtiene un préstamo en cierto Banco. Después de
caer en mora en el pago de la obligación el 10 de febrero de 2021, el Banco acreedor
embarga el 31 de julio de 2021 un inmueble inscrito en el Registro de Propiedad a
nombre del deudor. El 10 de septiembre de 2021, los cónyuges proceden a liquidar la
sociedad conyugal, adjudicándose a la mujer dicho inmueble. El dominio exclusivo de
la mujer se retrotrae al 15 de marzo de 2020. En consecuencia, en el momento en que
se produjo el embargo (31 de julio de 2021), debe entenderse que el marido no tenía
derecho alguno sobre dicho bien. El embargo, entonces, deberá dejarse sin efecto.
ii.- Embargos y prohibiciones decretados sobre bienes sociales durante la vigencia de
la sociedad conyugal.
A su vez, refiere Alessandri, los embargos y prohibiciones que se decreten
durante la sociedad no obstan a la adjudicación de los bienes sobre que recaen ni a su
inscripción en el Registro Conservatorio; el art. 1464 no la comprende. La adjudicación
que se haga al otro cónyuge del bien embargado o prohibido de enajenar es válida;
pero el embargo o la prohibición subsiste, no obstante la adjudicación, a diferencia de
lo que ocurre cuando el embargo o la prohibición se hubieren decretado después de
disuelta la sociedad. 111 Ello será así, pues según se expresó, el efecto declarativo de la
adjudicación no se retrotrae al momento en que el cónyuge respectivo hubiere
adquirido el bien, sino que al momento en que la sociedad se disolvió y nació la
comunidad.
Así, por ejemplo, el 30 de enero del año 2019, el marido obtiene un préstamo
en cierto Banco. Después de caer en mora en el pago de la obligación el 10 de
septiembre de 2019, el Banco acreedor embarga el 30 de octubre de 2019 un
inmueble inscrito en el Registro de Propiedad a nombre del deudor. Se disuelve la
sociedad conyugal el 15 de marzo de 2020. El 10 de septiembre de 2021, los cónyuges
proceden a liquidar la sociedad conyugal, adjudicándose a la mujer dicho inmueble. El
dominio exclusivo de la mujer se retrotrae al 15 de marzo de 2020. En consecuencia,
en el momento en que se produjo el embargo (30 de octubre de 2019), el marido era
propietario de dicho bien. El embargo, entonces, seguirá vigente.
iii.- Embargos y prohibiciones decretados sobre bienes sociales después de disuelta la
sociedad y antes de la liquidación, por deudas contraídas antes de la disolución.
Por otra parte, y tal como ya se refirió al aludir al inventario de los bienes
sociales, subsistirán también los embargos y prohibiciones que se hubieren decretado
sobre los bienes sociales con posterioridad a la disolución de la sociedad y antes de su
adjudicación, cuando las obligaciones que los motivaron se hubieren contraído antes de
la disolución de la sociedad. Todos los bienes de la sociedad –dice Alessandri- estarán
afectos al pago de estas deudas y su disolución no los releva de esta responsabilidad ni
altera el derecho de los acreedores. Y agrega: “Por el contrario, esa responsabilidad
subsiste, como lo prueba los arts. 1777 y 1778, que hacen responsable al marido del
total de las deudas de la sociedad y a la mujer, hasta concurrencia de su mitad de
gananciales, es decir, de la parte de bienes sociales que, a título de tales, ingresen a
su patrimonio. Admitir que por la adjudicación caduquen los embargos o prohibiciones
que se hayan decretado sobre los bienes sociales con posterioridad a la disolución, a
petición de acreedores de la misma, sería abrir puerta al fraude y permitir que los
cónyuges los birlaren fácilmente, y aunque los acreedores podrían perseguirlos en su
poder, si la mujer fuere responsable por las deudas sociales con arreglo al art. 1777,

110
Alessandri Rodríguez Arturo, ob. cit., p. 582.
111
Alessandri Rodríguez Arturo, ob. cit., p. 581.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 102


podrían llegar tarde, ya que en el intervalo la mujer habría podido enajenarlos a un
tercero”. 112
Otro artículo que debe tenerse presente en esta tercera hipótesis, es el 1723,
inc. 2º, referido al pacto por el cual los cónyuges acuerdan poner término a la sociedad
conyugal, en aquella parte que expresa: “El pacto que en ella conste no perjudicará,
en caso alguno, los derechos válidamente adquiridos por terceros respecto del marido
o de la mujer”.
Así, por ejemplo, el marido recibe un préstamo en noviembre de 2019. La
sociedad conyugal expiró el 20 de abril de 2020. El deudor cae en mora el 15 de julio
de 2020, y el acreedor obtiene el embargo de un inmueble el 20 de septiembre de
2020. El 15 de noviembre de 2020, los cónyuges disuelven la sociedad conyugal y se
adjudica a la mujer el inmueble. El embargo subsistirá sin embargo, pues aunque al
momento de producirse el embargo el inmueble debe entenderse que pertenecía a la
mujer, la disolución de la sociedad conyugal no puede perjudicar a los acreedores que
tenían los cónyuges, de conformidad a los arts. 1723, 1777 y 1778.

7.- División del pasivo.

Si el pasivo no hubiere sido pagado, debe también dividirse entre los cónyuges
de conformidad a las siguientes reglas:
a) Desde el punto de vista de la obligación a las deudas, el marido es responsable
frente a terceros del total de las deudas sociales (art. 1778). Esta regla tiene las
siguientes excepciones:
i.- Las deudas personales de la mujer pueden perseguirse en los bienes propios de
ésta;
ii.- Si se trata de una obligación indivisible, el acreedor podrá perseguir su pago
indistintamente en el patrimonio del marido y en el de la mujer.
iii.- La obligación caucionada con hipoteca o prenda, se hará efectiva en contra del
cónyuge adjudicatario del bien gravado (art. 1779).
b) Desde el punto de vista de la contribución a las deudas, los cónyuges deben
soportarlas por mitad. Así se establece en el art. 1778, norma que no obstante
responsabilizar al marido por el pago total de las deudas, deja a salvo su acción contra
la mujer para que ésta le reembolse la mitad.
Tal principio de la división de las deudas por mitad sufre alteraciones:
i.- Si los cónyuges acuerdan otra forma de división de las deudas; y
ii.- En el caso del beneficio de emolumento de que goza la mujer, en cuya virtud
soportará las deudas sociales sólo hasta concurrencia de su mitad de gananciales.
Esta división no es obligatoria para los terceros acreedores, quienes podrán
cobrar sus créditos con las mismas facultades que tenían antes de disolverse la
sociedad. Por ende, el marido seguirá siendo responsable de todas las deudas sociales
(art. 1778). La mujer también podrá ser demandada y estará obligada a pagarlas
hasta su mitad de gananciales (art. 1777).
Observamos que el acreedor no está obligado a respetar la división que los
cónyuges hagan de las deudas sociales, porque la liquidación de la sociedad conyugal
no es un modo de extinguir las obligaciones ni supone una especie de novación por
cambio de deudor 113.

8.- Beneficio de emolumento.

112
Alessandri Rodríguez Arturo, ob. cit., p. 582.
113
El mismo principio opera tratándose de las deudas hereditarias.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 103


Establecido en favor de la mujer, mediante este beneficio ella sólo responde de
las deudas sociales frente a terceros, hasta concurrencia de su mitad de gananciales
(art. 1777).
Este beneficio puede ser opuesto por la mujer contra los terceros acreedores
que pretendan exigir de la mujer una contribución mayor. En este caso, corresponderá
a la mujer probar el exceso de la contribución que se le exige sobre su mitad de
gananciales, sea por el inventario y tasación, sea por otros documentos auténticos. Al
respecto, se ha fallado que es documento auténtico la sentencia del juez árbitro que
liquidó la sociedad conyugal. Si la sociedad conyugal se hubiere liquidado de común
acuerdo por los cónyuges, sería necesario, sin embargo, que el inventario fuere
solemne, de conformidad a lo expuesto al tratar del art. 1766.
El beneficio también puede ser opuesto por la mujer contra el marido, como
excepción, cuando éste, después de cancelar el pasivo social, pretende exigirle el
reembolso de la mitad de lo pagado conforme al derecho que le otorga al marido el art.
1778, pero esta mitad excede los gananciales que le correspondieron a la mujer.
Este beneficio no puede renunciarse en las capitulaciones matrimoniales, pero
nada impide que la mujer lo renuncie después de disuelta la sociedad.

9.- La liquidación de la sociedad conyugal es un acto que no admite


resciliación.

¿Admite resciliación la liquidación de la sociedad conyugal? El art. 1723 del


Código Civil, al referirse al pacto sustitutivo del régimen de bienes, advierte que una
vez celebrado, no podrá dejarse sin efecto por el mutuo consentimiento de los
cónyuges. Pero el mismo artículo alude a la liquidación de la sociedad conyugal que se
hubiere hecho por el mismo pacto en el inciso siguiente, de manera que podríamos
entender que la sustitución del régimen es irrevocable (aunque hoy ello no es
absoluto, dados los términos de los artículos 165 del Código Civil y 40 de la Ley de
Matrimonio Civil), pero la liquidación de la sociedad conyugal podría en teoría
resciliarse. Ahora bien, -siempre a modo de hipótesis-, dado que la resciliación es un
modo de extinguir obligaciones, sería necesario que subsistiera alguna obligación entre
los cónyuges, para que aquella pudiere operar. Así las cosas, de lo que llevamos
razonado, sería posible resciliar la liquidación de la sociedad conyugal, a menos que al
liquidar la sociedad no hubiere subsistido obligación alguna entre los cónyuges o si se
hubieren originaron, todas las obligaciones contraídas entre los cónyuges con motivo
de la liquidación se hubiere con posterioridad extinguido. Sin embargo, una conclusión
como esta, pugna con lo dispuesto en los artículos 1781 a 1785 del Código Civil,
párrafo 6 del Título XXII del Libro IV, “De la renuncia de los gananciales hecha por
parte de la mujer después de la disolución de la sociedad”. En efecto, advierte el inc.
1° del art. 1782 que “Podrá la mujer renunciar mientras no haya entrado en su poder
ninguna parte del haber social a título de gananciales”. Pues bien, desde el momento
en que se liquidó la sociedad conyugal e ingresó a su patrimonio a título de
gananciales el inmueble objeto de la misma, se extinguió el derecho que hasta ese
momento tenía la mujer para renunciar a los gananciales. Ello, habida cuenta que
medió por parte de la mujer aceptación de los gananciales. Y tanto la renuncia como la
aceptación son actos jurídicos irrevocables, lo que es lo mismo, para nuestros efectos,
que afirmar que no es posible resciliar la liquidación de la sociedad conyugal, pues ella
contiene precisamente el acto de aceptación de los gananciales por parte de la mujer.
En la especie, se trató de una aceptación expresa de los gananciales. Dice Alessandri al
efecto: “Aceptación expresa. La aceptación es expresa cuando la mujer o sus
herederos declaran en forma explícita su voluntad de aceptar los gananciales o toman
la calidad de comuneros en escritura pública o privada obligándose como tales, o en un

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 104


acto de tramitación judicial, como si demandan el pago del crédito social”. 114 Y agrega:
“Irrevocabilidad. La aceptación, una vez efectuada, es irrevocable. No puede
rescindirse sino por error, fuerza o dolo o por incapacidad del aceptante, en
conformidad a las reglas generales”. 115 La propia definición dada por nuestra doctrina
de la liquidación de la sociedad conyugal, denota que ella es el paradigma de la
aceptación de los gananciales: “Podríamos decir que es el conjunto de operaciones que
tienen por objeto establecer si existen o no gananciales, y en caso afirmativo, partirlo
por mitad entre los cónyuges; reintegrar las recompensas que la sociedad adeude a los
cónyuges o que éstos adeuden a la sociedad; y reglamentar el pasivo de la sociedad
conyugal”. 116
Por las razones expuestas, consideramos que la liquidación de la sociedad
conyugal no es un acto jurídico susceptible de resciliación.
Si de hecho se resciliare, tal convención adolecería de un vicio de nulidad
absoluta, siendo causal de la misma el objeto ilícito, conforme a lo previsto en la parte
final del art. 1466 del Código Civil (“hay asimismo objeto ilícito (…) generalmente en
todo contrato prohibido por las leyes”, debiendo entenderse que la expresión
“contrato” alude también a una convención que no tenga naturaleza contractual), en
relación con los artículos 10 y 1682 del mismo cuerpo legal, pues de las normas que
hemos citado, se desprende que la ley prohíbe dejar sin efecto por la sola voluntad de
los cónyuges, tanto la renuncia, cuando la aceptación de los gananciales. Y el haber
liquidado la sociedad conyugal, supuso aceptación de los gananciales por parte de la
mujer, acto jurídico que fijó de manera irrevocable el destino de los bienes que
integraron el haber de la sociedad conyugal.

10.- Esquema de escritura de separación de bienes y de liquidación de


sociedad conyugal y de escritura de liquidación de sociedad conyugal y
partición de bienes. 117

a) Escritura de separación de bienes y de liquidación de sociedad conyugal.

En Santiago de Chile, a _______________, ante mí, _______________________,


abogado, Notario Público, Titular de la _____________ Notaría de Santiago, con oficio en
___________________, comparecen: don ___________________________,
chileno, casado, _____________, cédula nacional de identidad número
_______________ y doña _________________________, chilena, casada,
_______________, cédula nacional de identidad número _____________, ambos con
domicilio en esta ciudad, calle ______________ número _________, Comuna de
___________, a quienes conozco por haber exhibido sus cédulas de identidad y
exponen lo siguiente: PRIMERO: Los comparecientes con fecha __________ de
__________ del año ________, contrajeron matrimonio ante el Oficial del Registro
Civil de la Circunscripción _________, inscribiéndose su matrimonio bajo el número
____________, bajo el régimen de sociedad conyugal.- SEGUNDO: Conforme lo
autoriza el artículo mil setecientos veintitrés del Código Civil, por el presente
instrumento los comparecientes vienen en sustituir el régimen patrimonial de sociedad
conyugal por el de separación total de bienes.- TERCERO: En este mismo acto, los
comparecientes vienen en liquidar de común acuerdo la sociedad conyugal existente
hasta la fecha, en la forma que pasa a expresarse.- CUARTO: La sociedad conyugal
referida era dueña de los siguientes bienes, de que ahora son comuneros los

114
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., p. 485.
115
Alessandri Rodríguez, Arturo, ob. cit., p. 486.
116
Somarriva Undurraga, Manuel, Derecho de Familia, Santiago de Chile, Editorial Nascimento, 1936, p. 313.
117
Si los cónyuges ya se encontraban separados de bienes, la escritura sólo será de liquidación de sociedad
conyugal.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 105


comparecientes: A) BIENES RAÍCES.- 1) Inmueble ubicado en calle __________
número __________, Comuna de ____________, que corresponde
____________________________. Los deslindes del inmueble son según sus títulos,
los siguientes: AL NORTE, ________________________; AL SUR,
________________________, AL ORIENTE, ____________________________; y,
AL PONIENTE, _____________________. El dominio del inmueble se adquirió por
compraventa que se hizo a _________________________ según consta de la
escritura pública de fecha _____________ del año __________, otorgada en la
Notaría de Santiago de don ______________________, Repertorio número
_________. El título rola inscrito a fojas _________________ número ____________
del Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces de _________________,
correspondiente al año _______. Rol de Avalúo Fiscal número ___________ de la
comuna de ____________. 2) Inmueble ubicado en calle _______________ número
___________, Comuna de ___________, que corresponde a
_______________________________________________________. Los deslindes
del inmueble según sus títulos, son los siguientes: AL NORTE,
____________________; AL SUR, _________________________; AL ORIENTE,
___________________________; y AL PONIENTE, _________________________.
El dominio del inmueble se adquirió por compraventa que se hizo a
___________________________ según consta de la escritura pública de fecha
______ de ______________________, otorgada en Notaría de Santiago de
don_______________________, Repertorio número ____________. El título rola
inscrito a fojas _____________, número ___________________ del Registro de
Propiedad del Conservador de Bienes Raíces de ________________, correspondiente
al año ________. Rol de Avalúo Fiscal número ___________ de la comuna de
________. B) AUTOMOVILES.- (DATOS QUE APARECEN EN EL PADRÓN DEL AUTO)
Automóvil marca ________; modelo _______; Año: __________; Número de motor:
____________; Número de chasis: ___________; Color: __________; Número de
inscripción en el Registro Nacional de Vehículos Motorizados: ______________ guión
_____. C) BIENES MUEBLES.- La totalidad de los bienes muebles que guarnecen el
inmueble singularizado en la letra A) 1), precedente, que se detallan conforme a
inventario que las partes suscriben conjuntamente con la presente escritura pública y
que se protocoliza con el número __________, con esta misma fecha y bajo el mismo
repertorio. QUINTO: Los bienes antes referidos se avalúan entre las partes, de común
acuerdo, en las siguientes sumas: A).- BIENES RAICES.- El inmueble singularizado
en la cláusula cuarta, numero uno precedente, en la suma de
___________________________ pesos. El inmueble singularizado en la cláusula
cuarta, numero dos precedente, en la suma de ______________________ pesos- B).-
AUTOMOVILES.- El automóvil marca ________, singularizado con la letra B de la
cláusula cuarta precedente, en la suma de _______________ pesos. C).- BIENES
MUEBLES.- La totalidad de los bienes muebles que guarnecen el inmueble
singularizado en la cláusula precedente en la suma de ________________________
pesos.- Las partes dejan constancia que han considerado, para avaluar los bienes
inmuebles su avalúo fiscal, incrementando en un treinta por ciento. Para los efectos de
dar cumplimiento a lo dispuesto en el artículo 657 del Código de Procedimiento Civil,
se insertan al final de la presente escritura, sendos certificados de avalúo fiscal
referidos a dichos inmuebles. Asimismo, han avaluado de común acuerdo los bienes
muebles que poseen en comunidad según su avalúo y tasación comercial a la fecha de
otorgamiento del presente instrumento. SEXTO: Como consecuencia de lo expuesto en
las cláusulas precedentes, el haber de la sociedad conyugal asciende a la suma de
____________________________ pesos. Por lo tanto, a cada cónyuge corresponde la
mitad del referido haber que asciende a la suma de
_____________________________ pesos.- SEPTIMO: La hijuela de la cónyuge doña

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 106


__________________________________ se completa de la manera siguiente: A)
Con la adjudicación del inmueble singularizado en la cláusula Cuarta número uno del
presente instrumento, avaluado en la suma de ________________________. B) Con
la adjudicación del inmueble singularizado en la cláusula Cuarta número dos del
presente instrumento, avaluado en la suma de ________________________ pesos. El
valor total de esta adjudicación es la suma de
__________________________________ pesos.- Queda completada esta hijuela.-
OCTAVO: La hijuela de don ____________________________________, se entera
de la siguiente manera: A) Con la adjudicación del automóvil singularizado en la letra
B de la cláusula Cuarta del presente instrumento, avaluados en la suma
_______________________ pesos. B) Con la adjudicación de los bienes muebles que
guarnecen el inmueble de calle ______________ número ________________,
referidos en la cláusula Cuarta del presente instrumento y que se encuentran
detallados en el Inventario de Bienes Muebles que las partes suscriben conjuntamente
con la presente escritura pública y que se protocoliza con esta misma fecha y bajo el
repertorio número ___________, avaluados en la suma de __________________
pesos. El valor total de estas adjudicaciones es la suma de
_____________________________ pesos.- Queda completada esta hijuela.
NOVENO: Las partes aceptan las adjudicaciones en la forma relacionada y declaran
haber recibido conforme los bienes adjudicados.- DECIMO: Las adjudicaciones se
hacen como cuerpos ciertos, en el estado en que se encuentran los bienes, estado que
es conocido de los adjudicatarios, con todos sus usos, costumbres y servidumbres
activas y pasivas. Declaran los cónyuges que los bienes inmuebles singularizados en la
cláusula cuarta no han sido declarados bien familiar y que no han presentado ninguna
petición en tal sentido.- UNDECIMO: No se forma hijuela de frutos porque estos se
han consumido en la subsistencia de la familia común, no existiendo reclamo ni
alcance alguno que formular por este concepto ni por ningún otro.- DUODECIMO: Los
gastos de esta escritura y demás inscripciones se harán por iguales partes entre los
comparecientes.- DECIMO TERCERO: Se faculta al portador de copia autorizada de
esta escritura para requerir las inscripciones y anotaciones que procedan.- En
comprobante y previa lectura, firman los comparecientes, conjuntamente con el
funcionario de esta Notaría, don ____________________. Se da copia. Se deja
constancia que la presente escritura se anotó con el Repertorio número
_________________. Doy fe.-

b) Escritura de liquidación de sociedad conyugal y de partición de bienes.

En el caso de que la sociedad conyugal hubiere expirado por la muerte de uno


de los cónyuges, será necesario que el cónyuge sobreviviente y los herederos del
cónyuge premuerto, hagan la liquidación de los bienes sociales, y después, la
correspondiente partición de bienes, todo en una misma escritura. Ello, porque el
cónyuge sobreviviente tiene –por así decirlo- un doble derecho sobre los bienes
sociales: tiene derecho a la mitad de ellos, a título de gananciales de la sociedad
conyugal, y después, tiene derecho a la cuota que le corresponda en su calidad de
legitimario, en la sucesión de su marido o mujer. El esquema de la escritura, es el que
sigue (viudo y cuatro hijos):

En Santiago, República de Chile, a ____ de ___________ de dos mil _____, ante mí:
________________________, Abogado, Notario Público, Titular de la
___________ notaría de Santiago, con oficio en ______________________, Santiago,
comparecen: Don ________________________, chileno, _______________,
viudo, cédula nacional de Identidad ____________, domiciliado en esta
ciudad, calle _______________ número _____, comuna de

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 107


_______________; Don ____________________, chileno, ___________,
casado bajo el régimen de separación total de bienes, cédula nacional de
Identidad _____________, domiciliado en _____________, calle
________________, número __________, comuna de
__________________; Don ___________________________, chileno,
soltero, cédula nacional de Identidad __________________, domiciliado en
esta ciudad, calle ______________ número _____, comuna de
_______________; Doña _____________________, chilena, _________,
soltera, cédula nacional de Identidad ______________,domiciliada en esta
ciudad, calle __________ número ______, comuna de ___________, y Don
________________________, chileno, _____________, casado bajo el
régimen de separación total de bienes, cédula nacional de Identidad
_____________, domiciliado en calle ________________ número _____,
comuna de _____________; los comparecientes mayores de edad, quienes
acreditan su identidad con las cédulas mencionadas y exponen: PRIMERO: que por la
presente escritura han convenido en proceder a la liquidación de la sociedad conyugal
que existió entre el compareciente don ___________________________ y doña
___________________________, fallecida con fecha ___ de ____________ de
20___, y a la partición de su herencia. La p oses i ón e fect iv a fue conce di d a por el
Director Regional, Región Metropolitana del Servicio del Registro Civil e Identificación
de Chile, por Re s olu ci ón Exenta de P oses i ón Efe cti va nú mero __ _ __ __ , de
fe ch a _ __ _ de _ __ _ __ _ __ __ _ de 2 0_ _ _, i ns cri pc ión nac ional nú me ro
_ _ __ _ __ _. L a p oses i ón efe cti va se i ns c ri bi ó a fojas ___________ número
________ de l Regi str o de Prop ied ad del Conse rvad or de Biene s Raíce s de
S an ti ag o, c or res p on diente al añ o d os mi l _ __ _ __ _ _, y en el la c onst a que
l os c omp arec ientes s on l os ún ic os he rede ros de l a caus ante . La refe ri d a
se dec laró exent a de l p ago de l i mp ues t o a las He renc ias y D on ac iones .
S EGU NDO : La mas a c omún de bienes de l a soc ied ad conyu g al hab id a
ent re d on ___________________________ y doñ a
__________________________ es t á const itu id a p or l os bie nes i nventari ad os
en l a citad a p oses i ón efect iv a, y que se sing ul ariz an en l a cláus ul a
c uarta de e st a es cr i tur a. TE RCER O: Nin gun o de l os cónyu ges a p o rt ó
b ienes al mat ri monio, de modo q ue t odos l os biene s exi stente s al tiemp o
de l f alle ci mient o e in vent ariad os c omo que da d ic ho, pertene cen a l a
s ocie dad c on yug al. CUARTO: La sociedad conyugal referida era dueña de los
siguientes bienes, de que ahora son comuneros los comparecientes:
____________________________ (similar a lo expuesto en la cláusula 4ª de la
escritura precedente).
QUINTO: Los referidos bienes se avalúan entre las partes de común acuerdo en las
siguientes sumas: ______________________________ (similar a lo expuesto en la
cláusula 5ª de la escritura precedente). SEXTA: Declaran los comparecientes que no
existen bajas que deducir del acervo de bienes antes singularizados. SEPTIMO: Los
gananciales ascienden en consecuencia a la suma de $ ___________________,
correspondiendo a don ___________________________, su mitad en ellos, esto es la
suma de $ _________________________. OCTAVO: La herencia propiamente tal
quedada al fallecimiento de doña ___________________________ asciende a su vez
a la suma de $ ___________________.- Siendo la sucesión intestada y aplicándose
las reglas contenidas en el Libro II, Título III, artículos 980 y siguientes del Código
Civil, los porcentajes que corresponden a cada uno de los herederos en la sucesión,
son los siguientes: dos sextos de la herencia para el heredero don
______________________, equivalentes a $ ______________; y un sexto de la
herencia para cada uno de los siguientes herederos: ____________, ____________,
_____________ y ________, todos de apellidos ___________________, ya

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 108


individualizados, estos es la suma de $ _______________.- para cada uno de ellos.
NOVENO: No se forma hijuela de frutos, pues los bienes comunes han sido
usufructuados por todos los comuneros en su proporción correspondiente, y el saldo ha
sido repartido, de modo que no hay saldo crédito ni cargo de ninguna especie.
DECIMO: De este modo a don _____________________________ corresponde la
suma total de $ ___________________.- por concepto de gananciales y de herencia;
a ___________, ___________, __________ y _____________, todos de apellidos
____________________, ya individualizados, para cada uno la suma de $
________________.- por concepto de herencia. UNDECIMO: La hijuela de don
________________________________, se entera y paga de la siguiente manera: A)
adjudicándole en dominio pleno el inmueble singularizado en la letra A de la cláusula
Cuarta precedente, en su valor de tasación de $ ____________________.-. B)
adjudicándole en dominio pleno ______________________ (etc.). Conforme a lo
expuesto la hijuela de don ___________________________ queda enterada y pagada
a su completa satisfacción. DUODECIMO: Las hijuelas correspondientes a los
herederos _____________, _____________, __________________ y
__________________, todos de apellidos ______________________, ya
individualizados ascienden para cada uno de ellos a la suma de $ ______________.-,
es decir en total a la suma de $ ____________________.-, que se enteran y pagan
adjudicándoles en dominio pleno y en partes iguales, el inmueble singularizado en la
letra B) de la cláusula Cuarta precedente, en su valor de tasación de $
____________________.- De esta manera quedan enteradas y pagadas las hijuelas
de los herederos _____________, _______________, ____________ y
_______________, todos de apellidos _________________, ya individualizados a su
entera conformidad. DECIMO TERCERO: Las adjudicaciones se hacen como cuerpos
ciertos, en el estado en que se encuentran los bienes que es conocido de las partes,
con todos sus usos, costumbres y servidumbres, libres de todo gravamen, prohibición
y embargo. DECIMO CUARTO: Las partes aceptan las adjudicaciones en la forma
relacionada. DECIMO QUINTO: Se deja expresa constancia que la entrega material
de los bienes adjudicados, se efectuó a cada una de los adjudicatarios con anterioridad
a este acto, a su entera conformidad. DECIMO SEXTO: L os c omp arec iente s se
ot org an rec íp roc o y c omp leto fin iqu ito re spe cto de e st a li qui d ac ión de
s ocie dad c on yug al y p art ic ión, decl aran do que n ad a se ade ud an por tal
c on cep t o. DEC I MO SE PT I MO : Mandato. Las partes comparecientes vienen en
otorgar mandato irrevocable al abogado don __________________________ para que
suscriba en su representación todos los instrumentos públicos o privados, escrituras o
minutas necesarias que se requieran para rectificar los términos de la presente
escritura pública, de manera de subsanar los errores u omisiones en los que
involuntariamente se hubieren incurrido, sin alterar la esencia y la naturaleza de esta
convención. El mandatario queda especialmente facultado para suscribir todos los
instrumentos públicos y privados que fueren necesarios para el cumplimiento de su
cometido, como para requerir del Conservador de Bienes Raíces, Notario Público y
Archivero Judicial respectivos, todas las inscripciones, subinscripciones y anotaciones
que procedan. DÉCIMO OCTAVO: Todos los gastos, derechos e impuestos a que se
encuentren afectos el otorgamiento y la inscripción del presente instrumento serán de
cargo de los comparecientes, en la proporción de sus cuotas. DECIMO NOVENO: Para
todos los efectos de este contrato, las partes constituyen domicilio en la ciudad y
Comuna de SANTIAGO, prorrogando expresamente competencia a sus Tribunales de
Justicia. VIGESIMO: Se faculta al portador de copia autorizada de la presente
escritura para requerir y firmar inscripciones, subinscripciones, anotaciones,
alzamientos y cancelaciones que fueren procedentes en el Conservador de Bienes
Raíces correspondiente.-
NOTA: INSERTAR EN NOTARIA CERTIFICADO DE AVALUO FISCAL.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 109


CAPITULO VIII: DE LOS BIENES RESERVADOS DE LA MUJER CASADA.

I.- GENERALIDADES.

1.- Concepto.

Establece el art. 150 que la mujer casada, de cualquier edad, puede dedicarse
libremente al ejercicio de un empleo, oficio, profesión o industria y que se mira como
separada de bienes respecto del ejercicio de ese empleo, oficio, profesión o industria y
de lo que en ellos adquiera.
El patrimonio que la mujer forma en tales condiciones se denomina “patrimonio
reservado”. Se ha dicho que esta expresión es más general que la de “peculio
profesional o industrial” que puede tener un menor adulto, porque el patrimonio
reservado no sólo está compuesto por el producto del trabajo de la mujer, sino
también por los bienes adquiridos por ésta con dichos productos. 118
Podríamos definir en consecuencia el patrimonio reservado como aquel
patrimonio especial que se forma con los bienes que la mujer adquiere con el producto
de su trabajo, con aquellos que adquiere con dichos bienes y con los frutos de unos y
otros, y que ella administra con autonomía del marido, como si fuere separada de
bienes.
El art. 150 supuso una modificación al régimen de sociedad conyugal, puesto
que hasta antes de entrar en vigencia (Decreto Ley N° 328 de 1925, que después fue
reemplazado por la Ley Nº 5.521, del año 1934) los bienes que lo componen
ingresaban al haber de la sociedad conyugal (art. 1725 Nº 1), percibiéndolos el marido
como representante de la sociedad (artículos 1758 Nº 1 y 1759) y administrándolos
libremente (art. 1749).

2.- Condiciones de existencia del patrimonio reservado.

Para que exista, deben concurrir las siguientes circunstancias respecto de la


mujer casada:
a) La mujer debe ejercitar o haber ejercitado un trabajo.
Cabe señalar que no ingresarán a este patrimonio, los bienes que la mujer
adquiera por ocupación ni las utilidades que perciba por las acciones que posea en
sociedades anónimas, pues no provienen de su trabajo (salvo que se trate de acciones
adquiridas con el producto de su trabajo, pues en tal caso, los dividendos que se
devenguen ingresarán al patrimonio reservado).
Pero no todos los trabajos de la mujer están comprendidos en el art. 150. Así,
tampoco forman parte del patrimonio reservado las remuneraciones que reciba la
mujer como guardadora o albacea, porque estas actividades no constituyen empleos,
oficios, profesiones o industrias.
b) El trabajo que la mujer realiza debe ser separado del de su marido. No ingresan a
este patrimonio, lo que obtenga la mujer al colaborar con su marido en cualquier
actividad productiva.
c) El trabajo debe realizarse durante el matrimonio y durante la vigencia de la sociedad
conyugal.
d) El trabajo debe ser remunerado o generar honorarios o rentas.

3.- No es condición de existencia del patrimonio, la autorización del marido.

118
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., Nº 260, p. 178.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 110


La mujer puede dedicarse libremente a cualquier profesión, oficio, industria o
comercio, sin requerir del consentimiento del marido. Hoy la mujer no tiene
limitaciones en este campo, después que la Ley Nº 18.802 de 1989 suprimió la
facultad del marido para solicitar al juez que prohibiera desempeñar a la mujer un
determinado oficio o profesión 119 (esta misma ley, modificó el inc. 5º del art. 150, de
manera que hoy día los actos que realiza la mujer en la gestión de su patrimonio
reservado, obligan no sólo los bienes que lo conforman, sino también aquellos que
administra como separada de bienes conforme a lo dispuesto en los arts. 166 y 167).

4.- Características del patrimonio reservado.

a) Sólo corresponde a la mujer.


b) Existe por el solo ministerio de la ley y las disposiciones que lo establecen son de
orden público. Por lo tanto, los cónyuges no pueden pactar que dejen de ser bienes
reservados bienes que tienen tal calidad, y a la inversa, no pueden estipular que la
adquieran bienes que no tienen tal calidad.
c) Sólo se concibe en el régimen de sociedad conyugal.
d) Da origen a una separación sui géneris, pues durante la vigencia de la sociedad
conyugal la mujer administra estos bienes y dispone de ellos como si fuere separada
de bienes, pero al disolverse dicha sociedad, nace para la mujer un derecho de opción,
en virtud del cual puede conservarlos renunciando a los gananciales de la sociedad
conyugal o abandonarlos. Si opta por lo segundo, entran a confundirse con los
gananciales y se dividirán por mitad entre el marido y la mujer.

II.- ACTIVO DEL PATRIMONIO RESERVADO.

Integran el haber del patrimonio reservado los siguientes bienes:


a) Todas las remuneraciones o emolumentos que provengan del trabajo realizado por
la mujer, separado del trabajo de su marido, incluyéndose las remuneraciones
propiamente tales, honorarios, comisiones, etc. También quedan comprendidos en este
concepto los desahucios, indemnizaciones por accidentes de trabajo o por término de
contrato de trabajo; las utilidades que obtenga la mujer con una explotación minera o
agrícola. Si el fundo o la mina fueren de la sociedad conyugal, de todas formas la
utilidad que obtenga la mujer, si ella está a cargo de la explotación, será un bien
reservado de ella.
b) Todos los bienes muebles e inmuebles que la mujer adquiera con dineros obtenidos
en su actividad productiva. Igualmente, la cantidad que se le pague por concepto de
seguros, en caso de destrucción de un bien reservado; y el precio que reciba por la
venta o expropiación de los mismos.
c) Los frutos naturales y civiles que produzcan los bienes reservados, conforme al
principio de que lo accesorio sigue la suerte de lo principal.

III.- PASIVO DEL PATRIMONIO RESERVADO.

Afectan al patrimonio y por ende pueden perseguirse en él, las siguientes


obligaciones:
a) Las deudas contraídas por la mujer durante su administración separada (art. 150,
inc. 5º).

119
Decía el art. 150 originario del Código Civil: “Si la mujer casada ejerce públicamente una profesión o
industria cualquiera, (como la de directora de colejio, maestra de escuela, actriz, obstetriz, posadera,
nodriza), se presume la autorización jeneral del marido para todos los actos i contratos concernientes a su
profesión o industria, mientras no intervenga reclamación o protesta de su marido, notificada de antemano
al público, o especialmente al que contratare con la mujer.”

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 111


Estas obligaciones no pueden perseguirse en los bienes propios de la mujer, que
administra el marido como jefe de la sociedad conyugal. Si la ley así lo hubiera
autorizado, el derecho de administración y usufructo del marido sobre tales bienes, se
tornaría ilusorio.
Sí pueden perseguirse estas obligaciones en los bienes que la mujer administra
como separada de bienes: art. 150, inc. 5º, art. 166, art. 167.
b) Las deudas personales de la mujer.
Son tales:
i.- Las contraídas antes del matrimonio;
ii.- Las que provengan de un delito o cuasidelito;
iii.- Las que vengan anexas a una donación, herencia o legado deferido a la mujer en
los casos contemplados en el art. 166.
Estas deudas pueden perseguirse tanto en los bienes propios de la mujer que
administra el marido, como en los bienes que integran su patrimonio reservado y en
los demás bienes que ella administra como separada parcialmente de bienes (artículos
166, 167 y 252).
Por ende, el acreedor de una deuda personal de la mujer, está en mejor
posición que el acreedor que ella tenga por una deuda de su patrimonio reservado, en
lo que respecta al abanico de bienes sobre los cuáles hacer efectivo su crédito.

IV.- ADMINISTRACION DEL PATRIMONIO RESERVADO.

a) Regla general: administra la mujer.


Corresponde dicha administración exclusivamente a la mujer. Las facultades de
administración son las que corresponden a la mujer separada de bienes (art. 159).
Por lo tanto, puede la mujer ejecutar libremente cualquier acto de mera
administración y enajenar sus bienes reservados, a cualquier título.
Con todo, una limitación puede originarse para la disposición o constitución de
gravámenes sobre un inmueble perteneciente al patrimonio reservado, cuando dicho
bien raíz se declare “bien familiar”, a petición del marido, en la medida que sirva de
residencia principal de la familia. En tal caso, se requerirá el consentimiento del
marido, para enajenar o gravar o arrendar el inmueble. Igual puede acontecer con los
muebles que guarnecen el hogar común.
En el ámbito judicial, la mujer puede comparecer libremente en juicio en
defensa de su patrimonio reservado, sea como demandante o como demandada. Los
acreedores deberán dirigir su acción contra la mujer.

b) Situaciones excepcionales.
Por regla general, ningún acto del marido puede afectar al patrimonio
reservado. A la inversa, ningún acto de la mujer puede afectar el patrimonio social o el
del marido. Las salvedades son las siguientes:
i.- Actos del marido que afectan el patrimonio reservado: cuando la mujer le haya
conferido poder: en cuyo caso, el acto o contrato realizado por el marido afectará al
patrimonio reservado, lo que es lógico, pues en realidad es un acto jurídico de la
mujer, de manera que estamos ante una excepción aparente (art. 1448).
ii.- Actos de la mujer que afectan el patrimonio social o el del marido:
i) Que se haya constituido el marido fiador o codeudor solidario de una obligación
contraída por su mujer.
ii) Que él o la familia común haya reportado beneficio del acto o contrato celebrado por
la mujer (art. 150, inc. 5º, que se remite al art. 161).
En estos dos últimos casos, el acto o contrato realizado por el marido o por la
mujer, respectivamente, afectará al patrimonio social o al del marido.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 112


Considerando que el marido no tiene injerencia en el patrimonio reservado,
ninguna obligación originada en el ejercicio de dicho patrimonio puede afectarlo en sus
bienes, salvo en los dos últimos casos señalados precedentemente.

V.- PRUEBA DEL PATRIMONIO RESERVADO.

1.- Importancia y objeto de la prueba.

a) Importancia de la prueba.
La prueba del patrimonio reservado es un elemento de gran importancia. Sin un
sistema de prueba adecuado, los terceros no contratarían con la mujer, o exigirían la
concurrencia del marido en el acto o contrato, tornando ineficaz la institución.
Interesa la prueba de la existencia del patrimonio reservado y de los actos o
contratos en él ejercidos, tanto a los cónyuges como a los terceros.
Interesará al marido, cuando se pretenda hacer gravitar sobre la sociedad
conyugal deudas que afectan los bienes reservados.
Interesará a la mujer, cuando el marido pretenda ejercitar sobre los bienes
reservados derechos que no le corresponden o cuando se desconozca por los terceros
su facultad para actuar y contratar por sí sola.
Interesará a los terceros, cuando se pretenda por la mujer o el marido atacar la
validez del acto realizado al amparo del art. 150, alegándose la supuesta insuficiencia
de las facultades de la mujer o la inexistencia de su patrimonio reservado.
b) Objeto de la prueba.
La prueba puede referirse:
i.- A la facultad de la mujer para ejercitar determinados actos o contratos sobre su
patrimonio reservado;
ii.- A la existencia del patrimonio reservado; o
iii.- A la calidad de reservado de determinado bien.
Distintas normas reglan la prueba de estas situaciones.

2.- Prueba de las facultades de la mujer y de la existencia del patrimonio


reservado.

Si la mujer necesita concluir un acto o contrato (por ejemplo, abrir una cuenta
corriente, hipotecar, etc.), pueden suscitarse dudas sobre si puede o no ejecutar el
acto jurídico.
Diferentes serán las reglas probatorias, según si la prueba es producida por la
mujer o por el tercero.
a) Prueba producida por la mujer: deberá hacerlo cuando se desconocen sus facultades
para gestionar los bienes reservados. Como la regla general es que la mujer casada en
sociedad conyugal carezca de facultades de administración y disposición sobre sus
bienes, acreditar la existencia del patrimonio reservado es una situación excepcional,
que debe ser probada por la mujer. Usualmente, la prueba se producirá con
documentos que acrediten la actividad separada del marido (contratos de trabajo,
liquidaciones mensuales de remuneraciones, patentes profesionales, comerciales o
industriales, declaraciones de pago de impuestos, etc.).
b) Prueba producida por un tercero: puede verse obligado a probar que la mujer actuó
en el ámbito de su patrimonio reservado, cuando ésta o su marido pretendan
desconocer la validez del acto concluido dentro de su actividad separada. Concurriendo
las siguientes circunstancias, la ley ampara al tercero con una presunción de derecho:
i.- Que el bien objeto del contrato no sea un bien propio de la mujer que el marido esté
o pueda estar obligado a restituir en especie (es decir, que no sea de aquellos
indicados en los arts. 1754 y 1755). Así, el tercero deberá concluir que el bien no

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 113


puede ser reservado, cuando, por ejemplo, fue adquirido a título gratuito durante la
vigencia de la sociedad conyugal o a título oneroso antes del matrimonio, o si se trata
de bienes muebles excluidos de la comunidad en las capitulaciones matrimoniales.
ii.- Que la mujer acredite, mediante instrumentos públicos o privados, que ejerce o ha
ejercido una profesión, industria o comercio separado de su marido.
iii.- Que el acto se otorgue por escrito y en él se haga referencia a los documentos
anteriormente indicados (en la práctica, ellos se insertan al final del instrumento).
Concurriendo estos requisitos, se presume de derecho la suficiencia de facultad
de la mujer para ejecutar o celebrar el acto jurídico y no podrá prosperar la acción de
nulidad en la que pretenda invocarse que la mujer actuó fuera del ámbito de su
patrimonio reservado.
De faltar alguno de los requisitos, el tercero, si bien no estará favorecido por la
presunción, podrá acudir a los medios ordinarios de prueba para acreditar que el acto
fue realizado por la mujer dentro del ámbito de su patrimonio reservado.

3.- Prueba sobre la calidad de reservado de determinado bien.

Corresponde ordinariamente a la mujer o sus herederos, dada la naturaleza


excepcional de los bienes reservados. Para acreditar esta calidad excepcional, la mujer
podrá recurrir a cualquier medio de prueba y acreditar que el bien en cuestión fue
adquirido con el producto de su trabajo profesional o industrial.
Será inadmisible, sin embargo, la confesión de los cónyuges (art. 1739).

VI.- SUERTE DE LOS BIENES RESERVADOS A LA DISOLUCION DE LA SOCIEDAD


CONYUGAL.

La situación del patrimonio reservado será distinta, según que la mujer acepte o
renuncie los gananciales.

1.- Aceptación de los gananciales.

Los bienes reservados pasan a formar parte de dichos gananciales y se dividirán


entre los cónyuges de conformidad con las reglas generales (art. 150, inc. 7º).
Los actos ejecutados por la mujer, mientras administró los bienes reservados,
se miran como válidos, pudiendo ahora los acreedores perseguir sus créditos no sólo
sobre la parte de los bienes reservados que recibe la mujer, sino sobre todos los
demás bienes que le correspondan en la liquidación. Lo anterior es una consecuencia
del hecho de no existir ya división de bienes propios y sociales. Los bienes propios y
reservados se confunden.
El marido, por su parte, que recibe su cuota de bienes reservados, también se
hace responsable de las deudas que afectaban al patrimonio reservado, pero sólo
hasta concurrencia de lo que haya recibido por tal motivo. Si se le exigiere mayor
cantidad, puede oponer el beneficio de emolumento de que goza la mujer (art. 1777),
beneficio que el marido podrá renunciar (art. 150, inc. final).

2.- Renuncia de los gananciales.

Si la mujer o sus herederos renuncian los gananciales, conservarán la totalidad


de sus bienes reservados (art. 150, inc. 7º), respondiendo con ellos de la totalidad de
las obligaciones que afecten al patrimonio reservado. El marido no tendrá
responsabilidad alguna en dichas obligaciones.
La mujer, por su parte, no tendrá derecho alguno a los gananciales de la
sociedad conyugal.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 114


Los acreedores del marido o de la sociedad no podrán perseguir los bienes
reservados, a menos que la obligación contraída por el marido, hubiere cedido en
utilidad de la mujer.

3.- Liquidación del pasivo del patrimonio reservado en el caso de la


aceptación de los gananciales.

Al aceptar la mujer o sus herederos los gananciales, los bienes reservados


ingresan al haber de la sociedad conyugal. Cabe determinar aquí qué derecho asiste a
los acreedores de dicho patrimonio reservado, por las deudas contraídas por la mujer
durante su administración. La situación puede resumirse de la siguiente forma:
a) La mujer responde con todo su patrimonio del pasivo del patrimonio reservado; el
marido, responde de dicho pasivo hasta concurrencia de la mitad del haber del
patrimonio reservado que entró a la liquidación.
b) El derecho de emolumento que se confiere al marido por el art. 150, inc. 8º, puede
ser hecho valer como acción o como excepción, y a él le corresponderá probar el
exceso de contribución que se le exige, conforme al art. 1777.
En los siguientes casos, podrá exigirse al marido una cuota mayor en las
obligaciones del pasivo del patrimonio reservado:
i.- Cuando no pueda probar el exceso de contribución que se le exige;
ii.- Cuando renuncia al beneficio de emolumento;
iii.- Cuando se ha constituido fiador o codeudor solidario de su mujer;
iv.- Cuando garantizó la obligación de la mujer con prenda o hipoteca; o
v.- cuando dicha obligación cedió en su exclusivo beneficio o en el de la familia común.

DE LA SEPARACION DE BIENES.

CLASIFICACIÓN.

Ante el régimen normal de bienes del matrimonio, esto es la sociedad conyugal,


la separación es un régimen de excepción. Puede pactarse para sustituir al régimen de
comunidad, emanando a veces de la ley o de una sentencia judicial. La separación
podrá ser entonces convencional, legal o judicial. Dispone al efecto el art. 152 del
Código Civil: “Separación de bienes es la que se efectúa sin separación judicial, en
virtud de decreto del tribunal competente, por disposición de la ley, o por convención
de las partes”.
Como se desprende del precepto citado, no debemos confundir la separación de
bienes, con la separación judicial, mucho más radical que la primera, y que estudiamos
en el capítulo relativo a La Familia y el matrimonio.
Puede estar referida la separación de bienes a todo el patrimonio de los
cónyuges o puede abarcar sólo determinados bienes, siendo entonces la separación de
bienes total o parcial.
La separación convencional de bienes puede ser total o parcial; igual cosa
ocurre con la separación legal. La judicial es siempre total.

CAPÍTULO I: DE LA SEPARACION JUDICIAL DE BIENES.

I.- GENERALIDADES.

1.- Concepto.

Es la que se produce en virtud de una sentencia, a petición de la mujer, en los


casos determinados por la ley.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 115


2.- Características.

a) Sólo compete a la mujer, si hay sociedad conyugal.


b) La facultad es irrenunciable, en forma anticipada (art. 153).
c) Es imprescriptible: en cualquier momento la mujer, habiendo causa legal, puede
pedir la separación de bienes.
d) Sólo procede por las causales taxativamente establecidas por el legislador. Los
cónyuges no pueden solicitar de común acuerdo la separación judicial. Tampoco lo
necesitan, pues bastaría con pactar separación convencional.
e) Esta forma de separación es siempre total, es decir, pone fin al régimen de sociedad
conyugal.

II.- CAUSALES QUE AUTORIZAN LA SEPARACION JUDICIAL DE BIENES.

1.- Ante la administración extraordinaria de la sociedad conyugal.

Conforme al art. 1762, la mujer podrá solicitarla, cuando:


a) No quisiere tomar sobre sí la administración de la sociedad conyugal;
b) No quisiere someterse a la dirección de un curador que entrará a administrar la
sociedad conyugal.
Para ejercer este derecho, la mujer ha de ser mayor de edad, ya que, en caso
contrario, necesitaría un curador para administrar sus bienes (art. 450, relativo al
marido disipador, que aplicamos aquí por analogía).
La cuestión se tramitará ante el juez de familia (art. 8, N° 14, letra a), Ley N°
19.968).
La mujer podrá renunciar a su derecho, pero siempre a posteriori.

2.- Ante el no pago de pensiones alimenticias.

Conforme al art. 19 de la Ley N° 14.908, en caso de haberse decretado en


contra del alimentante, por dos veces, alguno de los apremios señalados en el artículo
14 del mismo cuerpo legal, podrá solicitarse la separación de bienes de los cónyuges.
Procederá “a petición del titular de la acción respectiva”. Por ende, si se trata del
régimen de sociedad conyugal, sólo podrá demandar la separación de bienes la mujer
(considerando lo dispuesto en los artículos 152 y siguientes del Código Civil); si en
cambio se trata del régimen de participación en los gananciales, cualquiera de los
cónyuges tendrá legitimación activa. No es necesario que los apremios hayan sido
consecutivos.

3.- Ante el riesgo inminente del mal estado de los negocios del marido.

Hasta la dictación de la Ley Nº 19.335, la causal exigía “el mal estado” de los
negocios del marido. Después de la modificación efectuada al art. 155 por dicha ley, la
mujer puede solicitar la separación judicial ante el “riesgo inminente” del mal estado
de los negocios del marido, pero sólo por dos causas, aunque la segunda es genérica:
a) Por especulaciones aventuradas; o
b) Por administración errónea o descuidada (art. 155, inc. final).
La carga probatoria, es ambos casos, es de la mujer.
Esta causal es irrenunciable (art. 153).
El marido podrá oponerse a la separación prestando garantías suficientes a los
intereses de la mujer, consistentes en fianzas o hipotecas (nada dice la ley de las
prendas. En opinión de E. Rossel, porque dado el principio de la especialidad de la

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 116


prenda, sólo pueden garantizarse con ellas obligaciones determinadas, mientras que
en este caso, debe caucionarse una gestión que envuelve responsabilidades
ilimitadas). 120
Parece lógico concluir que la caución del marido, si fuere una hipoteca, debe
constituirse sobre un inmueble propio de éste, y no social.
La garantía ha de ser suficiente: no sólo debe asegurar la restitución de los
bienes propios de la mujer que administra el marido, sino las recompensas y posibles
gananciales.
El juicio se tramitará ante el juez de familia (art. 8, N° 14, letra a), Ley N°
19.968) y no se admitirá como medio de prueba la confesión del marido (art. 157).

4.- Ante la insolvencia del marido.

Está en insolvencia quien no puede cumplir sus obligaciones por insuficiencia de


su activo. No es necesaria la resolución de liquidación, en un procedimiento concursal
(art. 155, inc. 1º). También deberá probar la insolvencia la mujer.
Se aplican las reglas precedentes, en cuanto a la capacidad para pedir la
separación y la tramitación del juicio.
En este caso, el marido no podrá impedir la separación constituyendo
cauciones.
Conocerá el juez de familia (art. 8, N° 14, letra a), Ley N° 19.968).
Tampoco se admitirá en este caso como medio de prueba la confesión del
marido.

5.- Ante la administración fraudulenta.

Procederá la separación, cuando el marido administra fraudulentamente, ya


sean los bienes sociales o los bienes propios de la mujer (art. 155, inc. 1º). Actos
fraudulentos serán aquellos realizados por el marido con el fin de perjudicar a la mujer
en sus intereses actuales o en sus expectativas de gananciales.
La cuestión se tramitará ante el juez de familia (art. 8, N° 14, letra a), Ley N°
19.968). Podrá invocarse en este caso la confesión del marido, pues el art. 157 no se
refiere a la administración fraudulenta.
Esta causal es irrenunciable. Si la mujer renunciare a pedir separación de
bienes por esta causal, estaríamos ante la condonación del dolo futuro, prohibida por la
ley (art. 1465).
Tampoco puede el marido en este caso enervar la acción de la mujer, rindiendo
cauciones para asegurar sus intereses.

6.- Ante el incumplimiento culpable del marido, de los deberes o de las


obligaciones que le imponen los artículos 131 y 134 del Código Civil.

Esta causal fue creada por la Ley Nº 18.802, modificándose el art. 155, inc. 2º.
Se trata especialmente de los deberes establecidos en relación a la persona de los
cónyuges: fidelidad, socorro mutuo, respeto.

7.- Si el marido incurre en alguna de las causales de separación judicial según


los términos de la Ley de Matrimonio Civil.

Así lo dispone el art. 155, inc. 2°. Nos remitimos a lo estudiado a propósito de
la separación judicial.

120
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., p. 195.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 117


8.- Ante la ausencia injustificada del marido, por más de un año.

Conforme lo establece el art. 155, inc. 3° del Código Civil. La ausencia del
marido implica que se desconoce su paradero.

9.- Ante la separación de hecho de los cónyuges.

Esta es una causal introducida por la Ley Nº 19.335, modificando el último


inciso del art. 155, hoy inc. 3°.
En este caso, se ha concluido que la separación de hecho ha de haberse
prolongado también por un año al menos.

10.- Ante la interdicción del marido por disipación.

La Ley Nº 19.585 agregó un inciso 2º al art. 450, estableciendo que la mujer


casada en sociedad conyugal cuyo marido disipador sea sujeto a curaduría tendrá
derecho para pedir separación de bienes, si es mayor de 18 años o después de la
interdicción los cumpliere.

- Medidas precautorias durante los juicios de separación de bienes.


Durante la tramitación del juicio de separación de bienes, el juez puede adoptar
todas las providencias necesarias para asegurar los intereses de la mujer mientras
dure el juicio (art. 156). Incluso, tratándose de las causales establecidas en el inciso 3º
del art. 155, la mujer podrá pedir que se decreten tales medidas, con carácter
prejudicial, exigiendo el juez caución de resultas, si lo estimare conveniente (art. 156,
2º).

III.- EFECTOS DE LA SEPARACION JUDICIAL DE BIENES.

1.- Disolución de la sociedad conyugal.

Es el primer efecto (arts. 1764 y 158). En virtud de esta disolución, se


entregarán a la mujer sus bienes y aportes, se dividen los gananciales, se pagan las
recompensas y entra la mujer a administrar sus bienes, con independencia del marido
(art. 158).
La disolución se produce el día en que queda ejecutoriada la sentencia de
separación y no opera con efecto retroactivo.
La sentencia que decreta la separación de bienes, debe inscribirse al margen de
la respectiva partida de matrimonio (art. 4º, Ley de Registro Civil).

2.- Subsistencia del vínculo matrimonial.

La separación de bienes no afecta el vínculo matrimonial, quedando vigentes


todos los derechos, los deberes y las obligaciones inherentes al estado de casados.
Sólo sufre alteración el deber de asistir a la familia común. Dado que ya no
existe el patrimonio social, el marido ya no será el primero que está obligado a la
subsistencia de la familia, y cada cónyuge contribuye con una cuota en proporción a
sus facultades. De no haber acuerdo entre los cónyuges, el juez reglará la respectiva
contribución (art. 160).

3.- Efectos en relación a los bienes.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 118


El art. 159 establece que los cónyuges separados de bienes, administrarán con
plena independencia:
a) Aquellos bienes raíces que tenían antes del matrimonio; y
b) Los bienes que adquieran durante éste, a cualquier título (inciso 1°). Aquí quedarían
comprendidos los bienes que adquieran los cónyuges después de la separación, o
aquellos que se les haya adjudicado, en el caso de haberse liquidado la sociedad
conyugal (inciso 2°).
Pueden por tanto los cónyuges, ejecutar cualquier acto de administración y
enajenación de bienes muebles o inmuebles.
Todo lo anterior, sin perjuicio de lo dispuesto en las normas relativas a los
bienes familiares.

4.- Efectos de las obligaciones contraídas por la mujer.

Los actos y contratos que la mujer ejecute o celebre, estando separada de


bienes, obligan su propio patrimonio (art. 161, inc. 1º).
Excepcionalmente, los bienes del marido pueden obligarse en los siguientes
casos:
a) Si el marido se constituyó fiador o codeudor solidario o conjunto (art. 161, inc. 2º).
b) En virtud de la acción in rem verso, cuando el contrato celebrado por la mujer ha
cedido en utilidad del marido (art. 161, inc. 3º).
c) Cuando el contrato ha cedido en utilidad de la familia común (art. 161, inc. 3º). A la
inversa, en el evento que las obligaciones contraídas por el marido cedan en beneficio
de la mujer o de la familia común, los bienes de ésta resultarán obligados en virtud del
mismo principio que rige los casos anteriores: nadie puede enriquecerse a costa ajena
(art. 161, inc. final).

IV.- IRREVOCABILIDAD DE LA SEPARACION JUDICIAL DE BIENES.

La ley Nº 18.802, suprimió la posibilidad de volver al régimen de sociedad


conyugal, habiendo operado la separación judicial de bienes, al derogar el art. 164 y
establecer el art. 165 la irrevocabilidad de dicha separación, la que no podrá quedar
sin efecto ni por acuerdo de los cónyuges ni por resolución judicial.
Con todo, la cuestión reconoce dos excepciones, que derivan del art. 40 de la
Ley N° 19.947, y del propio art. 165 del Código Civil, modificado por la Ley de
Matrimonio Civil.
En efecto, de conformidad a lo dispuesto en el artículo 40 de la Ley de
Matrimonio Civil, la reanudación de la vida en común no revive la sociedad conyugal ni
el régimen de participación en los gananciales, que hubiere existido entre los
cónyuges, al momento de producirse la separación judicial. Los cónyuges quedan
irrevocablemente separados de bienes. Sin embargo, respecto al segundo régimen, los
cónyuges podrán volver a pactarlo, con sujeción a lo dispuesto en el art. 1723 del
Código Civil, vale decir, estipulándolo a través de una escritura pública, que deberá
subinscribirse al margen de la inscripción de matrimonio, en el plazo fatal de treinta
días, contado desde la celebración del pacto. De no cumplirse con este requisito, la
estipulación no surtirá efectos ni entre las partes ni respecto de terceros. Dicho pacto
no podrá dejarse sin efecto por acuerdo de los cónyuges. Esta situación configura una
excepción al principio que se desprende del art. 1723 del Código Civil, en orden al cual,
el pacto contemplado en ese precepto, sólo puede estipularse por una sola vez,
agotándose la posibilidad de los cónyuges para recurrir nuevamente a dicha norma con
la intención de sustituir el régimen patrimonial del matrimonio. Excepcionalmente, en
el caso del art. 40 de la Ley de Matrimonio Civil, podrá emplearse por segunda vez, el
art. 1723 del Código Civil, para pactar nuevamente el régimen de participación en los

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 119


gananciales. La excepción se justifica, pues el primero de los pactos no expiró por
voluntad de los cónyuges, sino a consecuencia de la sentencia que los declaró
separados judicialmente.
Como una consecuencia de lo dispuesto en el art. 40 de la Ley de Matrimonio
Civil, se modificó el art. 165 del Código Civil, que consagraba la irrevocabilidad de la
separación de bienes. Al modificar este precepto, se agregó una segunda excepción al
principio en virtud del cual el art. 1723 sólo puede emplearse por una sola vez, pues a
la excepción ya referida, que se desprende del art. 40 de la Ley de Matrimonio Civil, se
adiciona el caso en que la separación de bienes hubiere sido convencional, caso en el
cual, los cónyuges podrán dejarla sin efecto, adscribiéndose, por una sola vez, al
régimen de participación en los gananciales.
Las reglas pueden sintetizarse en los siguientes términos:
i.- Si se trata de la separación de bienes efectuada en virtud de decreto judicial, ésta,
en principio, es irrevocable. No podrá quedar sin efecto por acuerdo de los cónyuges ni
por resolución judicial;
ii.- Si se trata de la separación de bienes efectuada por disposición de la ley, será
irrevocable;
iii.- Si se trata de una separación convencional de bienes, los cónyuges, por una sola
vez, podrán pactar el régimen de participación en los gananciales, en conformidad a lo
dispuesto en el art. 1723 del Código Civil;
iv.- Lo mismo ocurrirá, en el caso del art. 40 de la Ley de Matrimonio Civil, conforme
ya lo explicamos.

CAPÍTULO II: DE LA SEPARACION LEGAL DE BIENES.

I.- GENERALIDADES.

Se produce la separación de bienes por el solo ministerio de la ley, cuando


concurren las circunstancias para que opere la respectiva causal. A diferencia de la
separación judicial, la legal puede ser total o parcial.
Es total, cuando se declara la separación judicial de los cónyuges (art. 1764 Nº
3) y en los casos contemplados en los artículos 84 y 135, inc. 2º.
Es parcial, en los casos del art. 150, del art. 166, del art. 252 (establecido por
la Ley Nº 19.585), del art. 1724, todos del Código Civil, y del art. 37 del Decreto Ley
Nº 2.695 de 1979.

II.- CAUSALES DE SEPARACION LEGAL TOTAL.

1.- La sentencia que declara a los cónyuges judicialmente separados.

El art. 1764 establece que la sentencia de separación judicial, disuelve la


sociedad conyugal. Dado que en este caso el matrimonio subsiste, la sociedad es
sustituida por el régimen de separación de bienes.
En una primera impresión, podría estimarse que estamos aquí ante otro caso de
separación judicial de bienes. Sin embargo, la separación es legal y no judicial, pues el
juez no decreta la separación de bienes, sino la separación judicial de los cónyuges. La
separación de bienes es una consecuencia de la separación judicial.
Cabe prevenir que aun cuando la separación judicial termine por reanudación de
la vida en común de los cónyuges, subsistirá la separación de bienes (art. 178, el que
se remite al art. 165, ya visto). Con todo, reiteramos que este principio tiene hoy dos
excepciones, derivadas del art. 40 de la Ley de Matrimonio Civil y del mismo art. 165
del Código Civil.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 120


2.- Separación de bienes establecida en el art. 135, inc. 2 del Código Civil.

Dispone esta norma que si contraen matrimonio dos personas del mismo sexo,
éstas, “por el hecho del matrimonio, se entenderán separadas totalmente de bienes”,
sin perjuicio de la facultad que les confiere el art. 1715 de optar por el régimen de
participación en los gananciales en las capitulaciones matrimoniales estipuladas antes
del matrimonio o de sustituir, durante la vigencia del matrimonio, el régimen de
separación total de bienes por el régimen de participación en los gananciales, de
conformidad al art. 1723.

3.- Separación de bienes establecida en el art. 135, inc. 3º del Código Civil.

Se miran como separados de bienes aquellos casados en el extranjero, a menos


que al inscribir su matrimonio en el Registro Civil, Primera Sección de la Comuna de
Santiago, pacten sociedad conyugal o régimen de participación en los gananciales,
dejándose constancia de dicho pacto en la inscripción. Pero si quienes se casaron en el
extranjero fueren personas del mismo sexo, sólo podrán pactar régimen de
participación en los gananciales.
Con todo, advertimos que fallos recientes de la Corte Suprema han circunscrito
esta hipótesis al caso de cónyuges extranjeros, y no chilenos. Respecto a éstos, se ha
dicho que cabe aplicarles el art. 15 del Código Civil, y por ende, si nada dicen al
momento de inscribir su matrimonio en Chile, se entenderán casados bajo el régimen
de sociedad conyugal. 121

4.- Separación de bienes a consecuencia de la sentencia que declara la muerte


presunta de uno de los cónyuges.

Uno de los efectos de la sentencia que declara presuntivamente muerta a una


persona, a partir de la cual por regla general se inicia el período de posesión
provisoria, es poner término al régimen de sociedad conyugal o de participación en los

121
En sentencia de fecha 31 de marzo de 2008 de la Corte Suprema, autor Rol Nº 16-2008, después de
aludir a los artículos 15 y 135, inciso 2º del Código Civil, se concluye (el énfasis es nuestro): “6º) Que de
acuerdo a las normas citadas los chilenos, aunque residan o tengan su domicilio en país extranjero, quedan
sujetos al estatuto personal que establecen las leyes patrias en cuanto a las obligaciones y derechos que
nacen de sus relaciones de familia, situación que en este caso afecta a ambos cónyuges, por haber nacido en
territorio nacional como se acredita con el mérito del certificado de matrimonio debidamente traducido que
rola a fojas 175. 7º) Que un efecto del matrimonio, según la legislación patria, salvo acuerdo en contrario,
es la formación de una sociedad de bienes o sociedad conyugal, como lo disponen los artículos 135 inciso
primero y 1718 del Código Civil. 8º) Que si bien es efectivo que el inciso segundo del citado artículo 135,
preceptuaba que tratándose de un matrimonio celebrado en país extranjero en donde no impere el sistema
de comunidad de bienes, se mirará a los cónyuges como separados de bienes, no lo es menos, que la
legislación nacional impone a los contrayentes como régimen legal, el de la sociedad conyugal, de lo que se
infiere que el señalado inciso segundo no tiene aplicación entre cónyuges chilenos, quienes por
aplicación del artículo 15 del Código del ramo, no pueden quedar en una situación diversa a la
que hubiesen tenido de casarse en Chile, pues la interpretación contraria llevaría al absurdo de aceptar
que los nacionales pueden incurrir en fraude a la ley por el solo hecho de contraer nupcias en el extranjero,
sobre todo si se considera el sistema imperante en el país a esa data. 9º) Que, de lo que se viene
razonando, es dable concluir que al caso de autos correspondía aplicar la norma del inciso primero del
artículo 135 del Código Civil y al no decidirlo así y por el contrario, al resolver los sentenciadores el conflicto
sobre la base de una disposición establecida para el matrimonio de extranjeros fuera del territorio nacional,
han incurrido en falsa aplicación de la ley con influencia sustancial en lo dispositivo del fallo, desde que tal
error de derecho condujo a los jueces a estimar a los cónyuges chilenos como casados en separación de
bienes, lo que como ya se dijo, no es efectivo. 10º) Que, en estas condiciones, corresponde anular la
sentencia de segunda instancia dictada en estos autos para la corrección necesaria”. Sin embargo, una
sentencia de la misma Corte Suprema, de fecha 3 de octubre de 2016, autos Rol Nº 31.455-2016, concluye
en sentido opuesto, es decir, en ella se afirma que el art. 135, inc. 3º, también se aplica a los chilenos
casados en el extranjero.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 121


gananciales que haya existido en el matrimonio del desaparecido (art. 84 del Código
Civil). Por ende, durante todo este período de posesión provisoria, y hasta que se
produzca el término del matrimonio, el régimen de bienes será, por el solo ministerio
de la ley, el de separación total. Al igual que en el primer caso, este es un caso de
separación legal y no judicial, porque si bien existe una sentencia, ella no tiene como
objetivo declarar la separación de bienes, siendo ésta una consecuencia legal de
aquella.

III.- CAUSALES DE SEPARACION LEGAL PARCIAL.

1.- Caso establecido en el art. 166 del Código Civil.

Dispone este precepto que se produce una separación parcial de bienes, cuando
se hace a la mujer una donación, herencia o legado, con la condición precisa de que en
las cosas donadas, heredadas o legadas no tenga la administración el marido.
La ley, interpretando la voluntad del causante o donante, genera un estado de
separación parcial de bienes.
Dado que el efecto de la manifestación de voluntad del causante o donante es
determinado por la ley, estamos ante un caso de separación legal de bienes.
A su vez, la separación es parcial, porque sólo comprende una parte de los
bienes de la mujer: los comprendidos en la donación, herencia o legado.
La mujer, naturalmente, deberá aceptar esta liberalidad.

- Efectos que produce esta forma de separación de bienes.


a) Las cargas anexas a la liberalidad, no afectan a la sociedad conyugal.
b) La mujer se mira como separada de bienes, para la administración y goce de los
bienes que constituyen la liberalidad, aplicándose los arts. 159 y 163. Por lo tanto:
i.- La mujer puede disponer libremente de estos bienes;
ii.- Los acreedores de la mujer no podrán ejercitar sus derechos sino sobre el
patrimonio separado, mientras subsista la sociedad conyugal;
iii.- Si la mujer adoleciere de alguna causal de incapacidad, se le dará curador para la
administración de este patrimonio.
c) Los acreedores del marido no tendrán acción sobre este patrimonio, a menos que
acreditaren que el contrato celebrado cedió en utilidad de la mujer o de la familia
común (art. 166 Nº 2).
d) Los frutos de los bienes que administra la mujer, y todo lo que con ellos adquiera, le
pertenecerán; pero disuelta la sociedad conyugal, dichos frutos y bienes incrementarán
el haber social, a menos que la mujer renuncie a sus gananciales. Lo anterior, dado
que se aplican al efecto las mismas reglas que respecto del patrimonio reservado (art.
166 Nº 3).
En todo caso, cabe advertir que la regla anterior sólo se aplica a los frutos y a
las cosas que con ellos adquiera, pero no afecta a los bienes donados, heredados o
legados, los que permanecerán en el dominio de la mujer: se trata de bienes propios,
que no entran al haber social, aunque la mujer acepte los gananciales.

2.- Caso de separación parcial de bienes, establecido en el art. 252, inc. 3º del
Código Civil.

Si la patria potestad se ejerciere por la madre y en virtud de la misma ejerciera


el derecho legal de goce sobre los bienes del hijo, establecido en los artículos 250 y
siguientes del Código Civil, y si ésta estuviere casada en sociedad conyugal, se
considerará separada parcialmente de bienes respecto de su ejercicio y de lo que en él
obtenga. Esta separación se regirá por las normas del art. 150.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 122


3.- Caso de separación parcial de bienes, establecido en el art. 150 del Código
Civil.

Nos remitimos a lo expuesto en su oportunidad a propósito del patrimonio


reservado.

4.- Caso de separación parcial de bienes, establecido en el art. 1724 del


Código Civil.

Establece el art. 1724 que si a cualquiera de los cónyuges se hiciere una


donación o se dejare una herencia o legado con la condición impuesta por el donante o
testador de que los frutos de las cosas donadas, heredadas o legadas no pertenezcan a
la sociedad conyugal, valdrá la condición, con una excepción: no valdrá, si los bienes
han sido donados o asignados a título de legítima rigorosa (lo que se explica, ya que
esta asignación forzosa no puede ser objeto de condición, plazo, modo o gravamen
alguno, conforme lo establece el art. 1192).
Así las cosas, dado que los frutos no ingresarán al haber de la sociedad
conyugal, forman un patrimonio separado, que administra el cónyuge beneficiario de la
liberalidad. Se trata de una excepción a la regla general, en virtud de la cual los frutos
de los bienes propios de los cónyuges, ingresan al haber real de la sociedad conyugal.

5.- Caso contemplado en el art. 37 del Decreto Ley Nº 2.695.

El Decreto Ley Nº 2.695, de 1979, sobre regularización de la posesión de la


pequeña propiedad raíz, dispone en su art. 37: “La mujer casada se considerará
separada de bienes para los efectos de ejercitar los derechos que establece esta ley en
favor de los poseedores materiales, y para todos los efectos legales referentes al bien
objeto de la regularización”.
De esta manera, si fuere una mujer casada bajo el régimen de sociedad
conyugal quien regulariza su posesión ante el Ministerio de Bienes Nacionales,
acogiéndose al procedimiento administrativo consagrado en el citado Decreto Ley,
administrará con independencia de su marido el inmueble cuyo dominio adquiera por
prescripción. Así, por ejemplo, podrá arrendarlo, gravarlo o enajenarlo, sin que se
requiera la intervención de su cónyuge, habida cuenta de la frase “y para todos los
efectos legales referentes al bien objeto de la regularización”.
Para el profesor Hernán Corral, el inmueble se regiría por el art. 166 del Código
Civil, ya estudiado. En efecto, el art. 37, en su tenor original, expresaba: “La mujer
casada se considerará separada de bienes en los términos del artículo 150 del Código
Civil para los efectos de ejercer los derechos que establece esta ley en favor de los
poseedores materiales”. La norma fue modificada por la Ley Nº 19.455, de 25 de mayo
de 1996. Señala el profesor Corral que la idea de modificar el art. 37, tenía como
propósito dejar en claro “que la mujer se consideraría separada de bienes conforme al
art. 150, no sólo para ejercer el derecho a regularizar un bien raíz, sino ‘para todos los
efectos legales referentes al bien objeto de la regularización”. Así fue aprobado el
proyecto por el Senado. Quedaba claro entonces que el estatuto que se aplicaría al
bien regularizado era el del patrimonio reservado. Pero en segundo trámite (…) se
acordó además suprimir en el art. 37 la referencia al art. 150 del Código Civil. El
Informe de la Comisión no entrega luces sobre cuál fue el propósito de esta
eliminación; sólo nos dice en general que ‘la sustitución [del art. 37] se funda en el
hecho de que la tendencia actual es dar plena capacidad a la mujer casada’ (Informe
de 4 de abril de 1995). Más adelante, esta alteración introducida por la Cámara, será
aceptada por el senado sin mayor discusión, y así se convirtió en ley. Tratando de

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 123


salvar la torpeza de esta supresión habría que convenir que el legislador no quiso que
se aplicara al bien regularizado por la mujer casada en sociedad conyugal el estatuto
de la separación legal parcial regulada por el artículo 150 del Código Civil y que, no
habiendo otra separación legal parcial más que la del art. 166 del mismo Código, la
regularización originaría un nuevo supuesto de este tipo de separación legal parcial. El
inmueble pertenecerá a la mujer sin que pueda exigírsele que repudie los gananciales
para que mantenga el dominio. La mujer, por tanto, puede enajenar o gravar el
inmueble por sí sola, sin necesidad de autorización del marido o de la justicia en
subsidio. No se trata de un bien propio administrado por el marido, sino de un bien
separado de la mujer que se rige por el art. 166 del Código Civil”. 122
En lo sustantivo, concuerdo con el profesor Corral. Sólo difiero en aplicar el art.
166 del Código Civil a esta especie de separación legal parcial de bienes. Pienso que
derechamente la fuente de este caso de separación legal parcial de bienes, es el art.
37 del decreto Ley 2.695, sin necesidad de vincularlo con precepto alguno del Código
Civil. Adicionalmente, el art. 166 no es el único otro caso de separación legal parcial,
pues también lo son los arts. 252 y 1724.
Por cierto, tratándose del marido, en cambio, si regulariza la posesión de un
inmueble adquirido a título oneroso durante la vigencia de la sociedad conyugal, el
bien en cuestión ingresará al haber real o absoluto de la sociedad conyugal. Empero, si
la posesión fue adquirida a título gratuito o iniciada antes de la vigencia de la sociedad
conyugal, el inmueble será propio de él (art. 1736 del Código Civil). La Corte Suprema,
sin embargo, ha sostenido que si el marido entró en posesión durante la vigencia de la
sociedad conyugal (sin importar si el título posesorio fue oneroso o gratuito), el
inmueble será social. No estamos de acuerdo con esta conclusión. 123

CAPÍTULO III: DE LA SEPARACION CONVENCIONAL DE BIENES.

Clasificación.
Puede ser total o parcial, y puede originarse por pactos celebrados antes del
matrimonio o durante su vigencia.

I.- SEPARACION CONVENCIONAL TOTAL.

1.- Separación total convenida en las capitulaciones matrimoniales.

Conforme al art. 1720, los esposos pueden pactar, en las capitulaciones


matrimoniales, separación total de bienes.
Esta separación convencional produce los efectos de la separación judicial total,
atendidas las normas que hace aplicables el art. 1720.
Recordemos que de acuerdo a lo dispuesto en el art. 1715, el pacto de
separación total de bienes puede hacerse en el momento de celebrarse el matrimonio,
bastando para ello hacerlo constar en la respectiva inscripción.

2.- Separación total convenida durante el matrimonio.

a) Naturaleza y características del pacto.

122
Https://corraltalciani.wordpress.com/tag/haber-propio. Blog “Derecho y Academia”.
123
Cfr. lo que al afecto señalamos en el apunte de “Los Modos de Adquirir” (www.juanandresorrego.cl) y
nuestro trabajo “¿A qué haber ingresa el inmueble que uno de los cónyuges adquiere por prescripción
vigente la sociedad conyugal?”, en Estudios de Derecho Civil X, Jornadas Nacionales de Derecho Civil,
Valparaíso, 2014, Thompson Reuters, 2015, pp.207-214.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 124


La separación total también puede pactarse durante el matrimonio. Dicho pacto
sólo puede ser concluido por los cónyuges mayores de edad. El art. 1723 regula este
pacto.
El contenido del pacto es el establecimiento entre los cónyuges del régimen de
separación total de bienes, el que sustituye al de sociedad conyugal, a un estado de
separación parcial o al régimen de participación en los gananciales.
El pacto ha de ser puro y simple; no cabe a su respecto pactar modalidades.
b) Solemnidades del pacto.
El pacto es solemne, en dos aspectos:
i.- Ha de constar por escritura pública;
ii.- Dicha escritura debe subinscribirse al margen de la respectiva inscripción de
matrimonio, en el plazo de 30 días, contado desde la fecha de la escritura pública.
La omisión de estas solemnidades produce la nulidad absoluta del pacto o la
inexistencia del mismo, según la doctrina que se acepte (art. 1723, inc. 2º).
c) Efectos del pacto.
Produce la disolución de la sociedad conyugal o el término del régimen de
participación en los gananciales. En la misma escritura de separación total de bienes,
se podrá liquidar la sociedad conyugal o proceder a determinar el crédito de
participación o celebrar otros pactos lícitos (art. 1723, inc. 3º).
En todo caso, las convenciones sólo serán válidas y eficaces desde el momento
en que se subinscriba la escritura dentro de plazo. El pacto, por ende, en cuanto a sus
efectos, no se retrotrae a la fecha en que se estipuló. Los efectos sólo se producirán a
partir de la fecha de subinscripción.
El pacto de separación de bienes no admite modalidades y es irrevocable, en lo
que respecta a la imposibilidad de volver a la sociedad conyugal. No es irrevocable sin
embargo, en lo que respecta a sustituir la separación de bienes por el régimen de
participación en los gananciales, o en lo que respecta a volver a pactar el régimen de
participación en los gananciales, cuando dicho régimen hubiere expirado a
consecuencia de la sentencia que declaró judicialmente separados a los cónyuges (art.
165 del Código Civil y art. 40 de la Ley de Matrimonio Civil, ya analizados).
Los actos o contratos ejecutados por el marido o por la mujer durante la
vigencia de la sociedad conyugal o el régimen de participación en los gananciales, son
válidos, sin que los afecte en modo alguno el pacto de separación de bienes que
sustituya a cualquiera de dichos regímenes patrimoniales.

II.- SEPARACION CONVENCIONAL PARCIAL.

Tiene lugar en dos casos:

1º.- En las capitulaciones matrimoniales previas al matrimonio, cuando se


estipula que la mujer dispondrá libremente de una suma de dinero o de una
pensión periódica (art. 1720, inc. 2º).

2º.- En las capitulaciones matrimoniales previas al matrimonio, se puede


estipular que la mujer administre separadamente una parte de sus bienes (art.
167).

En ambos casos, la mujer se mira como separada de bienes, rigiéndose esta


separación parcial por el art. 166 (por ende, por las normas del art. 150).

PARTICIPACION EN LOS GANANCIALES

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 125


La Ley N° 19.335, publicada en el Diario Oficial de fecha 23 de septiembre de
1994, y que entró en vigencia respecto a la materia que analizaremos el 24 de
diciembre del mismo año, incorporó en nuestro Derecho de Familia un nuevo régimen
patrimonial matrimonial, alternativo al de sociedad conyugal, denominado régimen de
participación en los gananciales.

Se encuentra normado en los artículos 1792-1 a 1792-27 del Código Civil.

I.- DEFINICIÓN.

Pablo Rodríguez Grez, lo define como “aquel en el cual ambos cónyuges


conservan la facultad de administrar sus bienes, sin otras restricciones que aquellas
consagradas expresamente en la ley, debiendo, al momento de su extinción,
compensarse las utilidades que cada uno obtuvo a título oneroso, configurándose un
crédito en numerario a favor de aquel que obtuvo menos gananciales, de modo que
ambos participen por mitades en el excedente líquido”. 124
En términos más sucintos, se define también como una combinación del
régimen de sociedad conyugal y el de separación total de bienes y consiste en que
durante el matrimonio los cónyuges se miran como separados de bienes, pero a la
época de su disolución, las utilidades que cada uno produjo forman un fondo común
que se divide entre ellos en partes iguales. 125 Sin embargo, debemos advertir que en
esta definición, se incurre en un error, al aludir que forma “un fondo común”, pues ello
no es efectivo en la legislación chilena, según lo estudiaremos.
Permite este régimen la plena capacidad de la mujer, con lo que se eliminan los
inconvenientes de la comunidad. Asimismo, da participación a la mujer en las
utilidades producidas por el marido. Con ello, se elimina el inconveniente más grave
del régimen de separación, en el cual en ocasiones la mujer, por estar impedida de
producir por sus afanes domésticos, pierde toda expectativa en participar en las
utilidades obtenidas por el marido, las que no pocas veces la mujer contribuyó a
formar.
Existe en Suecia y Colombia, y con carácter convencional, en Francia, Uruguay
y Chile.
Se afirma que si bien este régimen es el que más ventajas ofrece desde un
punto de vista abstracto, en la práctica coloca en peor situación al cónyuge que
trabaja, produce y ahorra, frente al que consume, mal o bien, el producto de su
actividad. El primero deberá contribuir con la mitad de sus bienes a sustentar la vida
del que nada tiene. Puede constituir, por ende, un seguro a favor de la desidia y de la
imprevisión. 126

II.- OPORTUNIDAD EN QUE PUEDE PACTARSE Y CARACTERÍSTICAS.

1.- Oportunidad en que se puede pactar el régimen.

Hernán Corral distingue entre un acceso ordinario y otro extraordinario 127.

124
Rodríguez Grez, Pablo, Regímenes Patrimoniales, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1996, p. 236.
125
Rossel Saavedra Enrique, Manual de Derecho de Familia, Editorial Jurídica de Chile, séptima edición,
Santiago, 1994, p. 87.
126
Rossel Saavedra, Enrique, ob. cit., p. 88.
127
Corral Talciani, Hernán, “Bienes familiares y participación en los gananciales. La reforma de la Ley N°
19.335, de 1994, a las relaciones personales y al régimen económico del matrimonio”, Editorial Jurídica de
Chile, Santiago, 1996, pp. 99 y siguientes.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 126


1.1. Acceso ordinario.

Establece el art. 1792-1, que los esposos y los cónyuges podrán pactar el régimen:

a) En las capitulaciones matrimoniales pactadas con anterioridad al matrimonio.

b) En las capitulaciones matrimoniales pactadas al momento de contraer matrimonio


(recordemos que este pacto, y aquél mediante el cual se estipula separación total de
bienes, son los únicos susceptibles de acordar en las capitulaciones coetáneas al
matrimonio).

c) Por escritura pública, de acuerdo al art. 1723 del Código Civil, durante el
matrimonio, sustituyendo el régimen de sociedad conyugal o el de separación total de
bienes.

1.2. Acceso extraordinario.

Las personas casadas en el extranjero, pueden acceder al régimen de participación


en los gananciales, mediante un pacto formalizado al momento de inscribir su
matrimonio en la Primera Sección de la Comuna de Santiago del Registro Civil (art.
135, inc. 3º del Código Civil).
Esta norma debe armonizarse con la del art. 1723, inc. 4, que permite pactar
participación en los gananciales o separación total de bienes por escritura pública
subinscrita al margen de la inscripción matrimonial, a matrimonios celebrados en el
extranjero. Se observa, en consecuencia, una discordancia, pues el art. 135, inc. 3º
deja en claro que aquellos casados en el extranjero, se mirarán en Chile como
separados de bienes, si no pactaron, al momento de la inscripción del matrimonio, otro
régimen, mientras que, según el art. 1723 inc. 4°, sería necesario que pactaren
separación total de bienes. Intentando resolver esta discordancia, debemos entender,
dice Hernán Corral, que el art. 1723 se refiere a aquellos matrimonios celebrados
en el extranjero pero entre chilenos, a los cuales se les aplica la ley nacional,
atenida la extraterritorialidad personal consagrada al respecto en el art. 15 del Código
Civil, chilenos que, si nada dicen, se entienden casados en sociedad conyugal, atendido
lo dispuesto en el art. 135, inc. 1, y en el art. 1718. El art. 135, inc. 3º, se aplicaría
entonces, a juicio de Corral, exclusivamente a los matrimonios celebrados en el
extranjero entre extranjeros o entre un chileno y un extranjero. Sólo con esta
interpretación, agrega Corral, tendría sentido el inc. 4 del art. 1723 128. De la misma
forma se ha concluido en algunas sentencias: así, en un fallo de la Corte Suprema, de
fecha 31 de marzo de 2008, se afirma que: “…los chilenos, aunque residan o tengan su
domicilio en país extranjero, quedan sujetos al estatuto personal que establecen las
leyes patrias en cuanto a las obligaciones y derechos que nacen de sus relaciones de
familia, situación que en este caso afecta a ambos cónyuges, por haber nacido en
territorio nacional (…) 7º) Que un efecto del matrimonio, según la legislación patria,
salvo acuerdo en contrario, es la formación de una sociedad de bienes o sociedad
conyugal, como lo disponen los artículos 135 inciso primero y 1718 del Código Civil;
8º) Que si bien es efectivo que el inciso segundo del citado artículo 135, preceptuaba
que tratándose de un matrimonio celebrado en país extranjero en donde no impere el
sistema de comunidad de bienes, se mirará a los cónyuges como separados de bienes,
no lo es menos, que la legislación nacional impone a los contrayentes como régimen

128
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 102, quien a su vez, cita a Guzmán Latorre, Diego, Tratado de
Derecho Internacional Privado, Editorial Jurídica de Chile, Segunda Edición, Santiago, 1989, pp. 484 y
siguientes.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 127


legal, el de la sociedad conyugal, de lo que se infiere que el señalado inciso segundo
no tiene aplicación entre cónyuges chilenos, quienes por aplicación del artículo 15 del
Código del ramo, no pueden quedar en una situación diversa a la que hubiesen tenido
de casarse en Chile, pues la interpretación contraria llevaría al absurdo de aceptar que
los nacionales pueden incurrir en fraude a la ley por el solo hecho de contraer nupcias
en el extranjero”. Sin embargo, nos parece discutible tal planteamiento, pues el
artículo 135 no distingue entre chilenos y extranjeros, refiriéndose genéricamente a
“Los que se hayan casado en país extranjero…”. Creemos por tanto que el art. 135,
inc. 2 [hoy inc. 3º], prevalece sobre el art. 15. Por ende, podrían los cónyuges,
chilenos o extranjeros, recurrir al art. 1723, para sustituir el régimen de separación
total de bienes por el de participación en los gananciales, o éste último o el de
sociedad conyugal (si hubieren pactado cualquiera de tales regímenes al momento de
inscribir el matrimonio en Chile), por el de separación total de bienes. Tampoco
creemos que en este caso sea pertinente aludir a un eventual fraude a la ley, pues tal
ocurre cuando se elude el cumplimiento de una norma imperativa, y no es éste el caso,
pues quienes se casan en Chile, pueden o no casarse bajo el régimen de comunidad de
bienes.

2.- Características del régimen.

Sus características fundamentales, son las siguientes, a juicio de Corral 129:

a) Es un régimen económico matrimonial de carácter legal o de regulación


predeterminada: los cónyuges no pueden alterar las normas legales que regulan el
régimen (se trata por ende de normas de orden público).

b) Se trata de un régimen alternativo y subsidiario a la sociedad conyugal.

c) Es un régimen de acceso convencional: requiere de pacto expreso de los cónyuges.

d) Su mutabilidad está prevista en la ley: mudará, por voluntad de los cónyuges, en


los casos y con las limitaciones que indicaremos.

e) Consiste en un régimen de participación restringida de ganancias y adquisiciones:


por regla general, sólo son considerados como gananciales, los bienes muebles e
inmuebles, adquiridos a título oneroso durante el matrimonio.

f) Es un régimen de participación en su modalidad crediticia: al finalizar el régimen, no


se forma comunidad de bienes entre los cónyuges, sino que la participación se traduce
en el surgimiento de un crédito.

g) Durante su vigencia, los cónyuges están separados de bienes: dispone el artículo


1792-2 que durante la vigencia del régimen de participación en los gananciales, los
patrimonios del marido y de la mujer se mantienen separados. En consecuencia, cada
uno de los cónyuges administra libremente lo suyo (con la limitación que apuntaremos
respecto al otorgamiento de cauciones personales y teniendo presente la institución de
los bienes familiares).

h) Al finalizar el régimen, se compensa el valor de los gananciales obtenidos por los


cónyuges. Hecha la compensación, la mitad del excedente, se reparte en partes
iguales.

129
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 98.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 128


III.- DE LA ADMINISTRACIÓN DEL PATRIMONIO DE LOS CÓNYUGES.

1.- Principio fundamental.

En su funcionamiento, el régimen de participación en los gananciales se


identifica con el de separación total de bienes. La administración, goce y disposición de
los bienes corresponde al cónyuge propietario de dichos bienes.
No es extraño por tanto que se haya modificado la Ley de la Renta, para
disponer que los cónyuges casados en este régimen, deben declarar sus rentas en
forma independiente (art. 53º, inc. 1º de la Ley de la Renta, modificado por la Ley Nº
19.347).
Las restricciones a la administración individual que contempla el régimen de
participación en los gananciales son las que provienen de la existencia de bienes
declarados familiares y de la limitación para otorgar cauciones personales, punto al
que nos referimos a continuación.

2.- Limitación para otorgar cauciones personales.

Establece el art. 1792-3 una limitación a los cónyuges: ninguno podrá otorgar
cauciones personales a obligaciones de terceros, sin el consentimiento del otro
cónyuge. Según estudiaremos, la razón de esta limitación estriba en impedir que
cualquiera de los cónyuges abulte sus deudas indirectas, “licuando” o rebajando
mañosamente su activo, lo que incidirá directamente en la existencia de gananciales y
en la obligación de pagar al cónyuge más pobre, el crédito de gananciales.
La autorización deberá otorgarse de conformidad a los artículos 142 a 144 del
Código Civil, referidos a los bienes familiares (es posible, por lo tanto, en caso de
imposibilidad o negativa no fundada “en el interés de la familia”, que el juez supla la
autorización). Si la autorización se otorga a través de mandatario, el mandato ha de
ser especial y solemne, pues debe constar por escrito o por escritura pública, según lo
requiera el acto que debe autorizarse.
Dado que la limitación se refiere a las cauciones personales, los cónyuges
pueden constituir cauciones reales sin restricciones, incluso para caucionar
obligaciones de terceros. En este punto, encontramos una nueva diferencia entre el
régimen de participación en los gananciales y la sociedad conyugal, pues en la última,
la limitación también abarca la constitución de cauciones reales, cuando se garantizan
deudas de terceros.

3.- Sanción por la infracción de la limitación de otorgar cauciones personales.

En caso de otorgarse la caución personal infringiendo el art. 1792-3, el acto


adolecerá de nulidad relativa, a diferencia de lo dispuesto en los incisos 5º y 6º del
art. 1749 del Código Civil respecto de la sociedad conyugal, en los cuales la sanción es
la inoponibilidad respecto a los bienes de la sociedad y de la mujer, obligando el
marido sólo sus bienes propios (art. 1792-4). Otra diferencia con la sociedad conyugal,
consiste en que en ésta, la restricción sólo opera para las cauciones que constituye el
marido, mientras que en el régimen de participación en los gananciales, la limitación
afecta a los dos cónyuges; finalmente, en la sociedad conyugal la restricción abarca
toda clase de cauciones que el marido constituya para garantizar obligaciones de
terceros, tanto personales (que usualmente se otorgan para caucionar obligaciones de

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 129


terceros 130) como reales (que pueden otorgarse para caucionar obligaciones propias o
de terceros).
El cuadrienio dentro del cual debe entablarse la acción rescisoria, se cuenta
desde que el cónyuge que alega la nulidad, tuvo conocimiento del acto o contrato
ejecutado o celebrado por el otro cónyuge (art. 1792-4, inc. 2º). Esta fórmula para
computar el plazo ha sido criticada por la doctrina, pues “introduce un nuevo factor de
incertidumbre jurídica” 131. Distinta es la solución, tratándose de la sociedad conyugal,
pues en ella, la mujer o sus herederos deben accionar dentro del plazo de cuatro años,
contado desde la disolución de la sociedad conyugal o desde que cesa la incapacidad
que pueda afectar a la mujer o a sus herederos (art. 1757, inc. 3º). En todo caso, igual
que en la sociedad conyugal, pasados diez años desde la ejecución o celebración del
acto o contrato, no podrá perseguirse la rescisión (art. 1792-4, inc. 3º).

4.- Los patrimonios de los cónyuges se mantienen siempre separados.

Ratifica el art. 1792-5 que al término del régimen, los patrimonios se mantienen
separados, determinándose a la misma fecha los gananciales.

IV.- MUTABILIDAD DEL RÉGIMEN DE PARTICIPACIÓN EN LOS GANANCIALES Y DE LOS


REGÍMENES MATRIMONIALES EN GENERAL.

Debemos distinguir entre aquellas mutaciones admisibles y aquellas


inadmisibles.

1.- Mutaciones admisibles.

Las variaciones del régimen de participación en los gananciales, son las


siguientes:

a) La sociedad conyugal puede ser sustituida por un pacto de separación total o de


participación en los gananciales (art. 1723, inc. 1º y art. 1792-1; art. 1764 Nº 5);

b) La separación total pactada antes o en el acto del matrimonio puede ser sustituida
por el régimen de participación en los gananciales pactado durante el matrimonio (art.
1723, inc. 1º y art. 1792-1);

c) El régimen de participación en los gananciales pactado antes o en el acto del


matrimonio puede ser sustituido por un pacto de separación total de bienes acordado
durante el matrimonio (art. 1792-1, inc. 3º y art. 1792-27).

d) La sociedad conyugal vigente en un matrimonio celebrado en el extranjero, puede


sustituirse por el régimen de separación total de bienes (en el silencio de los cónyuges)
o por el régimen de participación en los gananciales, si así se pactare, al momento de
inscribir el matrimonio en Chile. En la misma oportunidad, podría sustituirse el régimen
de participación en los gananciales vigente en el matrimonio celebrado en el
extranjero, por el régimen de separación total de bienes (en el silencio de los
cónyuges) o por el régimen de sociedad conyugal (art. 135, inc. 3º), si así se pactare.

A estos casos, debemos agregar dos nuevos, dado lo dispuesto en la Ley N°


19.947, Ley de Matrimonio Civil:

130
Tratándose de una cláusula penal, la caución puede garantizar obligaciones propias o ajenas.
131
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., p. 278, quien cita a su vez a César Parada Guzmán, quien expuso la
crítica en un Seminario organizado por el Colegio de Abogados de Chile, el 13 de octubre de 1994.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 130


e) El régimen de participación en los gananciales que hubiere expirado a consecuencia
de la sentencia que declaró a los cónyuges separados judicialmente, podrá volver a
pactarse por una sola vez, de conformidad al art. 1723 del Código Civil, si los cónyuges
reanudan la vida en común (art. 40 de la Ley de Matrimonio Civil); aquí, entonces,
hubo régimen de participación en los gananciales, después separación total de bienes
(como una consecuencia de la sentencia que declaró la separación judicial de los
cónyuges) y, finalmente, otra vez régimen de participación en los gananciales, si los
cónyuges así lo estipulan (la secuencia descrita podría ser de cuatro fases, si el
régimen de inicio hubiere sido el de sociedad conyugal);

f) El régimen de separación total de bienes, acordado convencionalmente por los


cónyuges durante el matrimonio, podrá sustituirse por una sola vez, por el régimen de
participación en los gananciales, de conformidad al art. 1723 del Código Civil (art. 165,
inc. 2° del Código Civil).

2.- Mutaciones inadmisibles.

No se admiten por la ley las siguientes mutaciones:

a) No puede sustituirse el régimen de separación total por el de sociedad conyugal


(con la salvedad del art. 135, inc. 3º);

b) No puede sustituirse el régimen de participación en los gananciales por el de


sociedad conyugal (con la salvedad del art. 135, inc. 3º);

c) No puede sustituirse por ningún otro el régimen de separación total pactado durante
el matrimonio, salvo si se trata de pactar el régimen de participación en los
gananciales, por una sola vez;

d) No puede sustituirse por ningún otro el régimen de participación en los gananciales


pactado durante el matrimonio (salvo, si se declara la separación judicial de los
cónyuges).

Los casos señalados en las letras a) y b), responden al principio de que la


sociedad conyugal, sólo es un régimen de inicio, o sea, o existe desde un comienzo,
o ya no puede existir (salvo, si se trata de aquellos que habiéndose casado en el
extranjero bajo el régimen de separación total de bienes o de participación en los
gananciales u otro no consagrado en la ley chilena, pactaren sociedad conyugal al
momento de subinscribir el matrimonio en Chile, de acuerdo al inc. 3° del art. 135 del
Código Civil).
Los casos señalados en las letras c) y d), responden al principio de que el
régimen que se estipule durante el matrimonio, en ejercicio del art. 1723, ya no
puede alterarse, por regla general. Esta conclusión, como admite Hernán Corral, podría
discutirse sobre la base del art. 1792-1, que faculta para sustituir la separación total
de bienes por participación en los gananciales y viceversa, sin entrar en mayores
distinciones. Pero agrega Corral –en lo que concordamos- que debe considerarse que
la sustitución se permite “...con sujeción a lo dispuesto en el artículo 1723”, norma
que perentoriamente establece que este pacto “una vez celebrado, no podrá dejarse
sin efecto por el mutuo consentimiento de los cónyuges”. Por ello, una vez celebrada la
convención a que alude el art. 1723, que debe estar destinada a pactar cualquiera de
los regímenes alternativos mencionados, su contenido queda irrevocablemente fijo, sin
que se permita un nuevo pacto entre los cónyuges para transitar de la separación total

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 131


de bienes a la participación en los gananciales o de ésta a aquella 132. En otras
palabras, empleado que sea el art. 1723 por los cónyuges, se agotan las posibilidades
de recurrir a él nuevamente.
Distinta es la opinión de René Ramos Pazos. Al plantear la hipótesis de los
cónyuges casados en régimen de sociedad conyugal y posteriormente hubieren hecho
separación de bienes (se entiende durante el matrimonio, a través del pacto previsto
en el artículo 1723), se pregunta a continuación: “¿podrían sustituir esa separación por
el régimen de participación en los gananciales? (se entiende, recurriendo ahora por
segunda vez al pacto consagrado en el artículo 1723) Hay dos soluciones posibles al
problema:
a) Una primera, según la cual ello no se puede hacer en razón de que el artículo 1723
inciso 2º prescribe que este pacto ‘no podrá dejarse sin efecto por el mutuo
consentimiento de los cónyuges’. Abona esta tesis el principio de la inmutabilidad del
régimen matrimonial consagrado en el artículo 1716 inciso final.
b) Pero también puede estimarse que ello sería factible, en razón de que para la recta
interpretación de la frase final del inciso 2º del art. 1723 –‘no podrá dejarse sin efecto
por el mutuo consentimiento de los cónyuges’- debe tenerse presente que ella ya se
encontraba en el art. 1723 con anterioridad a la Ley 19.335, siendo entonces su
significación muy clara en orden a que si los cónyuges habían sustituido la sociedad
conyugal por el pacto de separación total de bienes, les estaba vedado volver al
régimen de sociedad conyugal. Pero en el caso que nos ocupa el problema es distinto:
los cónyuges se casaron en régimen de sociedad conyugal, hicieron uso del artículo
1723 y sustituyeron ese régimen por el de separación de bienes. Ahora, encontrándose
casados en separación de bienes, desean sustituirlo por el de participación en los
gananciales. Como se ve, no se trata de dejar sin efecto el pacto anterior volviendo al
régimen de sociedad conyugal, sino de celebrar un nuevo pacto en conformidad al
artículo 1723 para reemplazar el régimen de separación de bienes por el de
participación en los gananciales. Y esta situación no está prohibida por la ley”. 133
Pablo Rodríguez Grez, por su parte, concluye en iguales términos que Ramos
Pazos, aunque reconociendo que ello podría perjudicar a los terceros. Afirma al efecto:
“…es posible que los cónyuges hayan hecho uso de la facultad conferida en el artículo -
se refiere al 1723- (…) y hayan sustituido el régimen de sociedad conyugal por el de
separación total de bienes. ¿Pueden posteriormente ejercer esta facultad para pactar
‘participación en los gananciales’? Parece evidente que ello puede ocurrir sin obstáculo
alguno, no obstante el hecho de que se afecta gravemente la inmutabilidad del
régimen patrimonial, lo cual está consagrado en beneficio de los terceros que hayan
contratado con el marido o con la mujer.” 134
Acerca del mismo punto, Francisco Merino indicaba las ventajas y los
inconvenientes de adoptar la tesis contraria a Corral y favorable a Ramos y a
Rodríguez Grez: “posee la ventaja que hace accesible al nuevo régimen de
participación en los gananciales a los actuales matrimonios que hoy se encuentran
casados bajo el régimen de separación total como consecuencia de haber ya optado
por él luego de haberse casado en sociedad de bienes, lo que sería imposible si damos
a la oración ‘no podrá dejarse sin efecto por el mutuo consentimiento de los cónyuges’
un alcance más amplio que el señalado”. En cuanto a las desventajas, agrega Merino
que dicha interpretación “presenta como contrapartida que atentaría contra el principio
de la estabilidad conveniente en todo régimen matrimonial, en cuya virtud se debe
propender a otorgar al sistema adoptado por los cónyuges la mayor fijeza posible, en

132
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 105.
133
Ramos Pazos, René, Derecho de Familia, Tomo I, Tercera Edición, Editorial Jurídica de Chile, Santiago,
2000, p. 294.
134
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., p. 242.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 132


atención a los múltiples intereses que en ellos se conjugan y que trascienden a los
particulares del marido y de la mujer”. 135
Hay sin embargo, dos excepciones al principio en virtud del cual los cónyuges
sólo pueden recurrir por una sola vez al art. 1723. Son los casos contemplados en el
art. 165 del Código Civil y en el art. 40 de la Ley de Matrimonio Civil, que estudiamos a
propósito de la Separación de Bienes, de manera que nos remitimos a lo allí
consignado.
Ciertamente, el pacto de participación en los gananciales, aún el realizado
durante el matrimonio, será sustituido por la separación total de bienes, en el caso de
dictarse una sentencia de separación judicial de los cónyuges o de separación de
bienes (art. 1792-27 números 4 y 5). Pero en estos supuestos, la sustitución no opera
por voluntad de los cónyuges, sino por mandato de la ley, a consecuencia de una
resolución judicial.

V.- DETERMINACIÓN Y CÁLCULO DE LOS GANANCIALES.

1.- Concepto de gananciales, en el marco de este régimen matrimonial.

El art. 1792-6, inc. 1º, define qué se entiende por gananciales. Establece que
consisten en la diferencia de valor neto entre el patrimonio originario y el
patrimonio final de cada cónyuge.
Dada esta definición, resulta imprescindible determinar qué se entiende por
patrimonio originario y qué por patrimonio final.

2.- Determinación del patrimonio originario.

El art. 1792-6, inc. 2º, define el patrimonio originario. Los artículos 1792-7 al
1792-10, se refieren a la determinación del patrimonio originario.

a) Concepto de patrimonio originario.

Se entiende por patrimonio originario de cada cónyuge, el existente al momento


de optar por el régimen de participación en los gananciales (artículo 1792-6, inciso 2º).

b) Bienes que lo integran.

Todos los bienes que integran el patrimonio de cada uno de los cónyuges al
momento de iniciarse el régimen, integran el patrimonio originario (artículo 1792-7).
Se excluyen, en principio, todos los bienes o derechos cuya adquisición es
posterior al inicio del régimen.
Precisó la ley que los frutos, incluso los que provengan de bienes originarios,
no se incorporarán al patrimonio originario (art. 1792-9). La solución no podía ser
distinta, ya que los frutos son ganancias producidas durante la vigencia del régimen.
Se entiende que se trata de los frutos percibidos durante la vigencia del régimen.
Destaca también la ley que no se incorporan al patrimonio originario, las minas
denunciadas por uno de los cónyuges (art. 1792-9). Se entiende que se trata de las
minas denunciadas durante la vigencia del régimen y no antes de su inicio, ya que
estas últimas se incorporarán en el patrimonio originario.

135
Ramos Pazos, René, ob. cit., pp. 294 y 295, quien a su vez cita a Merino Scheihing, Francisco,
“Consideraciones en torno al régimen de participación en los gananciales en el derecho chileno”, contenido
en el libro de homenaje a Fernando Fueyo Laneri, “Instituciones Modernas del Derecho Civil”, Editorial
Jurídica ConoSur, 1996.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 133


c) Agregaciones.

Al patrimonio originario, deben agregarse algunos bienes que, aunque


adquiridos después del inicio del régimen, no son propiamente ganancias obtenidas
durante su vigencia. Tales son:

c.1) Bienes adquiridos a título gratuito.

Establece el art. 1792-7, inc. 2º, que se agregarán al patrimonio originario las
adquisiciones a título gratuito efectuadas durante la vigencia del régimen.
Si se trata de liberalidades con gravámenes (una donación con cargas o un
legado con un modo, por ejemplo), la agregación debe hacerse deduciendo el valor de
las cargas con que estuvieren gravadas (art. 1792-7, inc. 2º, última parte). Por ende,
sólo se considerará el valor de aquello que es propiamente una liberalidad. Dentro de
la expresión “cargas”, entendemos las cargas modales propiamente tales, las deudas
hereditarias o testamentarias, los impuestos, y en general, todo otro valor que debe
pagar el cónyuge beneficiado con la liberalidad.
A su vez, si la adquisición a título gratuito hubiere sido hecha por ambos
cónyuges, los derechos se agregarán a los respectivos patrimonios originarios en la
proporción que establezca el título respectivo, o en partes iguales, si el título nada
estableció al respecto (art. 1792-10).
Excepcionalmente, las donaciones remuneratorias por servicios que
hubieren dado acción contra la persona servida, no se agregan al patrimonio
originario (art. 1792-9). La ley debió precisar que no se agregan hasta concurrencia
del valor efectivo de los servicios, pues en el exceso hay una verdadera liberalidad
(art. 1738) 136.

c.2) Bienes cuya causa o título de adquisición es anterior al inicio del régimen.
Dispone el art. 1792-8 que los bienes adquiridos durante la vigencia del
régimen de participación en los gananciales se agregarán al activo del patrimonio
originario del respectivo cónyuge, aunque la adquisición hubiere sido a título oneroso,
cuando la causa o título de la adquisición sea anterior al inicio del citado
régimen de bienes.
Señala el precepto que se agregarán en consecuencia al activo del patrimonio
originario, sin que la enumeración que sigue sea taxativa, los siguientes bienes (se
trata de una enumeración similar a la del art. 1736, en la sociedad conyugal):
1º Los bienes que estaban en posesión de un cónyuge antes del régimen,
adquiridos durante su vigencia por prescripción o transacción (art. 1792-8 Nº
1, que reproduce el art. 1736 Nº 1). La norma se explica, porque tanto la prescripción
como la transacción que recaen en la cosa de la que se estaba en posesión, operan con
efecto retroactivo, pues la sentencia que declara la primera, se retrotrae al momento
en que se inició la posesión (este efecto retroactivo no está expresamente enunciado
por la ley, pero se deduce, por ejemplo, del mismo art. 1736 N° 1, según ha señalado
nuestra doctrina), mientras que la transacción, cuando recae en el objeto disputado,
constituye un título declarativo (art. 703, parte final).

2º Los bienes que se poseían antes del régimen de bienes por un título
vicioso, cuando el vicio se ha purgado durante la vigencia del régimen por la
ratificación o por otro medio legal (art. 1792-8 Nº 2, norma idéntica a la del art.
1736 Nº 2, respecto de la sociedad conyugal). La ratificación, que como sabemos
opera tratándose de la nulidad relativa, sanea el contrato, entendiéndose que éste

136
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 122.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 134


nunca adoleció de vicio alguno. La expresión “…o por otro medio legal”, la entendemos
referida a la prescripción de las acciones de nulidad, tanto absoluta como relativa, que
“purgan” el vicio que afectaba al contrato o título respectivo.

3º Los bienes que vuelven a uno de los cónyuges por la nulidad o resolución
de un contrato o por haberse revocado una donación (art. 1792-8 Nº 3, norma
idéntica a la del art. 1736 Nº 3, respecto de la sociedad conyugal). Sabemos que
decretada que sea la nulidad o la resolución del contrato, el actual poseedor debe
restituir la cosa al demandante, retrotrayéndose las partes al estado previo al del
contrato (art. 1687, respecto de la nulidad y art. 1487, respecto de la resolución). La
revocación es un medio en virtud del cual, excepcionalmente, una de las partes puede
dejar sin efecto un contrato, en este caso el donante, recuperando entonces el dominio
de la especie que había sido objeto de la gratuidad (art. 1428 del Código Civil).

4º Los bienes litigiosos, cuya posesión pacífica haya adquirido cualquiera de


los cónyuges durante la vigencia del régimen (art. 1792-8 Nº 4, norma idéntica a
la del art. 1736 Nº 4, respecto de la sociedad conyugal). Se entiende por “bienes
litigiosos”, para estos efectos, aquellos cuya propiedad era objeto de un juicio, que ha
sido ganado en definitiva por uno de los cónyuges.

5º El derecho de usufructo que se haya consolidado con la nuda propiedad que


pertenece al mismo cónyuge (art. 1792-8 Nº 5, norma idéntica a la del art. 1736
Nº 5, respecto de la sociedad conyugal). Extinguido el usufructo, el uso y goce se
radican ahora en el patrimonio del cónyuge nudo propietario, quien pasa a ser pleno
propietario.

6º Lo que se paga a cualquiera de los cónyuges por capitales de créditos


constituidos antes de la vigencia del régimen. Lo mismo se aplicará a los
intereses devengados antes y pagados después (art. 1792-8 Nº 6, norma idéntica
a la del art. 1736 Nº 6, respecto de la sociedad conyugal). El pago que recibe el
cónyuge debe ser:
● Por concepto de capital, y no de intereses, por regla general;
● Excepcionalmente lo será a título de intereses, pero siempre y cuando se trate de
intereses que se devengaron antes del inicio del régimen (o sea, que se hicieron
exigibles), pero que se pagan después de iniciado éste; si se trata de intereses
devengados después de comenzado el régimen, deben incorporarse al patrimonio final,
según ya lo expresamos (art. 1792-9).

7º La proporción del precio pagado con anterioridad al inicio del régimen, por
los bienes adquiridos de resultas de contratos de promesa (art. 1792-8 Nº 7,
norma similar a la del art. 1736 Nº 7, respecto de la sociedad conyugal). Como bien
señala Hernán Corral, la redacción de este numeral es poco feliz. Es obvio que con él
se pretende que se computen en el patrimonio originario los bienes adquiridos durante
el régimen en virtud de contratos de promesa de compraventa suscritos con
anterioridad a él. Pero la norma resulta de difícil interpretación, pues habla de agregar
“la proporción del precio” y no especifica a qué proporción se refiere. Lo más simple
hubiera sido –concluye Corral- acumular el valor de la parte del precio pagada con
anterioridad, pero la ley habla de “proporción” y no de “porción”. Una interpretación
que a juicio de Corral pueda respetar esta exigencia, y que parece razonable, sería
entender que lo que se acumula no es el valor total del bien adquirido, sino el valor
proporcional de éste en relación con la parte del precio que hubiere sido pagada con
anterioridad al inicio del régimen. Es decir, si se pagó anticipadamente un tercio del

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 135


precio, al patrimonio originario deberá acumularse un tercio, pero no del precio, sino
del valor del bien a la fecha de su adquisición efectiva 137.
Cabe indicar que la ley no exige, como en el art. 1736 Nº 7 respecto de la
sociedad conyugal, que la promesa conste de instrumento público o privado cuya fecha
sea oponible a terceros, pero ello debe entenderse implícito, a juicio de Hernán Corral,
atendido el requisito general de toda promesa de constar por escrito (art. 1554 Nº 1) y
la norma probatoria general del art. 1703, en cuanto a la fecha cierta de los
instrumentos privados 138. René Ramos Pazos no concluye en términos tan categóricos,
limitándose a advertir que “llama la atención, sin embargo, que el N° 7 (del art. 1792-
8) no haya adoptado en el caso de las promesas, la precaución –que sí tomó el art.
1736 N° 7- de que tuvieran que constar en un instrumento público o en un
instrumento privado cuya fecha sea oponible a terceros”. 139 Personalmente, no
creemos posible exigir estos requisitos, en el caso del régimen de participación en los
gananciales, pues se trata de formalidades, y estas son de derecho estricto, no
admiten interpretación y aplicación por analogía. Por lo demás, el art. 1792-8 es
posterior al art. 1736, y si en el primero el legislador optó por no insistir en los
requisitos contenidos en el segundo, debe entenderse que la voluntad de aquél fue
descargar la promesa de las aludidas formalidades. Por ende, tratándose del régimen
de participación en los gananciales, no nos parece razonable excluir las promesas que
consten por instrumento privado, cuya fecha no sea oponible a terceros en los
términos del art. 1703 del Código Civil. Lo anterior, sin perjuicio de considerar que
dicho instrumento privado, en principio, carecerá de mérito probatorio, de acuerdo a
las reglas generales estudiadas en la Teoría de la Prueba, mientras no sea reconocido o
se mande tener por reconocido.
Otra diferencia que cabe destacar entre el N° 7 del art. 1736 y el N° 7 del art.
1792-8, dice relación a que el primero, se refiere sólo a los bienes inmuebles (atendido
lo dispuesto en el último inciso del art. 1736), mientras que el segundo se refiere tanto
a los bienes muebles como inmuebles (pues el precepto no hace distingo alguno).

d) Deducciones.

Conforme a lo dispuesto en el art. 1792-7, para determinar el patrimonio


originario debemos deducir, del valor total de los bienes de que el cónyuge sea titular
al momento de iniciarse el régimen, el valor total de las obligaciones de que el
cónyuge sea deudor, en la misma fecha.
Cabe precisar que dentro del “valor total” de los bienes de que era titular el
cónyuge, se entienden incorporados los bienes que deben agregarse a los bienes
iniciales, conforme a lo referido.
No detalló la ley si las obligaciones debían ser civiles o también naturales,
líquidas e ilíquidas, directas e indirectas, puras y simples y sujetas a modalidades, etc.
Estima Hernán Corral que podría inferirse que la norma se refiere sólo a deudas
líquidas, actualmente exigibles y avaluables en dinero. De lo contrario, no podría
efectuarse la deducción ordenada por la ley. Pero el mismo autor agrega que también
debe tenerse en cuenta que una deuda que al momento de iniciarse el régimen era
ilíquida o no exigible, puede llegar a serlo durante la vigencia de él y tal determinación
operar con efecto retroactivo. De este modo, si se cumple la condición suspensiva, la
obligación nacerá con efecto retroactivo y se reputará existente al momento de
celebrarse el contrato. Lo mismo acontece con una deuda ilíquida que posteriormente
es liquidada 140.

137
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 123.
138
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 124.
139
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 301.
140
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 125.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 136


También se deducen del activo, como se indicó, las deudas que constituyen
cargas de las adquisiciones a título gratuito realizadas durante la vigencia del régimen
(art. 1792-7, inc. 2º).
Deducidas las obligaciones, el monto que resulte será el valor del patrimonio
originario.
Si el valor de las obligaciones excede al valor de los bienes, el patrimonio
originario se estimará carente de valor.
De lo anteriormente expuesto, podemos visualizar dos patrimonios originarios:
uno, que podríamos denominar como patrimonio originario “preliminar”, existente al
inicio del régimen, y otro que podríamos llamar patrimonio originario “consolidado”,
existente al término del régimen, compuesto por el patrimonio originario “preliminar”,
más las agregaciones que manda hacer la ley y menos la deducción de las deudas que
se hicieron líquidas después del inicio del régimen, pero que existían al momento en
que éste comenzó.

e) Prueba del patrimonio originario.

Establece el art. 1792-11 la obligación de cada cónyuge, de hacer inventario


simple de los bienes que componen el patrimonio originario. Tal inventario será el
medio normal de probar la composición del patrimonio originario.
Aunque la ley no lo dice expresamente, se entiende que cada inventario será
suscrito por ambos cónyuges; también podría tratarse de un solo instrumento para
ambos, desglosando el inventario de cada uno 141.
A falta de inventario, el patrimonio originario puede probarse por otros
instrumentos, como registros, facturas, títulos de créditos, etc.
Subsidiariamente, a falta de otros instrumentos y si se acredita que atendidas
las circunstancias, el esposo o cónyuge no estuvo en situación de procurarse un
instrumento, serán admitidos otros medios de prueba.
Observamos entonces, como señala René Ramos Pazos, una jerarquía de
pruebas, que operan conforme al siguiente orden:
1º El inventario;
2º A falta de inventario, otros instrumentos;
3º Si se prueba que no fue posible procurarse un instrumento, por cualquier medio de
prueba, sin limitaciones. 142
Como es obvio, el inventario no podrá servir de prueba, tratándose de aquellos
bienes adquiridos durante la vigencia del régimen y que no obstante se incorporan al
patrimonio originario (por ejemplo, según veíamos, los adquiridos a título gratuito). En
este caso, para probar su adquisición, se deberán ocupar las pruebas supletorias que
acabamos de mencionar. Dicho de otra forma, el inventario servirá para acreditar la
composición del patrimonio originario “preliminar”, pero no la composición del
patrimonio originario “consolidado”, respecto del cual habrá que recurrir a los otros
medios de prueba.
Las normas probatorias, que afectan sin duda a los cónyuges, parecieran no ser
oponibles a terceros. Desde ya, consignemos que el inventario sólo sería oponible a los
terceros que lo hayan aprobado y firmado (aplicando el mismo principio que para la
liquidación de la sociedad conyugal, consagra el art. 1766).
En cuanto a la confesión del otro cónyuge, advierte Hernán Corral que la ley no
la excluye expresamente, de manera que, en su opinión, sería procedente entre
cónyuges (se aplicaría por ende un criterio diverso al de la sociedad conyugal: art.
1739, inc. 2º). En cambio, la confesión no sería plena prueba, contra los eventuales

141
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 126.
142
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 303.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 137


acreedores, por aplicación del art. 2485, que establece, en cuanto al privilegio de
cuarta clase reconocido al crédito de gananciales, que la confesión de alguno de los
cónyuges no hará prueba por sí sola contra los acreedores 143.

3.- Determinación del patrimonio final.

a) Concepto.

Se entiende por patrimonio final, el que exista al término del régimen de


participación en los gananciales (art. 1792-6, inc. 2º).

b) Bienes que lo componen.

Integran el patrimonio final, en principio, todos los bienes de que el cónyuge


sea dueño al momento de terminar el régimen (art. 1792-14).
La ley se preocupa de disponer que las comunidades entre los cónyuges
sobre ciertos bienes deben ser consideradas para establecer el patrimonio final. En una
norma de redacción defectuosa (art. 1792-10), dispone la ley que los cónyuges son
comuneros, según las reglas generales, de los bienes adquiridos en conjunto, a título
oneroso. Como señala Hernán Corral, la norma es inútil y perturbadora, ya que da pie
para preguntarse, a contrario sensu, si los bienes adquiridos en comunidad a título
gratuito, no se rigen por las reglas generales. Como la conclusión anterior sería
absurda, debe concluirse que toda comunidad, cualquiera sea el título de adquisición,
gratuito u oneroso, se computará también, si subsiste al término del régimen en el
patrimonio final de cada cónyuge en la parte que de derecho corresponda 144. Dado que
el mismo art. 1792-10 ordena computar la parte adquirida gratuitamente en el
patrimonio originario, el cónyuge no presentará gananciales por este concepto.

c) Agregaciones.

El Código Civil, en su art. 1792-15, ordena acumular imaginariamente al


patrimonio final de cada cónyuge, el valor de ciertos bienes enajenados por éste y que
por lo tanto ya no subsisten a la fecha del término del régimen. Esta acumulación en
valor tiene por objeto precaver que un cónyuge distorsione voluntariamente su
patrimonio final para eludir el pago de gananciales, enajenando bienes con ese fin, así
como considerar gananciales gastos que hayan sido realizados en utilidad exclusiva de
uno de los cónyuges y no de la familia común.

c.1) Montos que deberán agregarse imaginariamente.

1º Los montos de las donaciones irrevocables que no correspondan al


cumplimiento proporcionado de deberes morales o de usos sociales, en
consideración a la persona del donatario.
Se exceptúan sólo las liberalidades de uso (por ejemplo, regalos de
cumpleaños, matrimonio, etc.) y las que tuvieron por objeto el cumplimiento de
deberes morales (la norma es muy amplia, abarcando desde una donación efectuada a
una institución de caridad, hasta aquella que se realiza a quien en el pasado, ayudó
significativamente al donante, cuando se encontraba desprovisto de fortuna). De todas
formas, la ley se refiere “al cumplimiento proporcionado” de los deberes morales o de

143
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 127.
144
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 129.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 138


los usos sociales, de manera que, según el caso, habrá que considerar la fuerza del
patrimonio del donante y las circunstancias que expliquen el acto de liberalidad.

2º Los montos correspondientes a cualquier especie de actos fraudulentos o


de dilapidación en perjuicio del otro cónyuge.
Conforme a las reglas generales, será necesario probar el fraude, pues el dolo
no se presume (art. 1459). Lo mismo acontecerá con la ocurrencia de perjuicios.
En cuanto a los actos de dilapidación, es decir de administración imprudente o
irracional, corresponderá al juez determinar si estamos o no ante tal hipótesis. El juez
podrá utilizar los criterios que el art. 445 establece en relación con la interdicción del
pródigo.

3º Los montos correspondientes al pago de precios de rentas vitalicias u otros


gastos que persigan asegurar una renta futura al cónyuge que haya incurrido
en ellos.
Hace excepción a lo anterior, las rentas vitalicias convenidas al amparo del
Decreto Ley Nº 3.500, salvo la cotización adicional voluntaria en la cuenta de
capitalización individual y los depósitos en cuentas de ahorro voluntario, los que
deberán agregarse imaginariamente conforme a la regla general.
No habrá lugar a la agregación imaginaria, si el acto hubiere sido autorizado por
el otro cónyuge.
Como indica René Ramos Pazos, “La explicación de agregar cada uno de estos
valores es proteger al otro cónyuge de actos que impliquen indebida generosidad
(artículo 1792-15 número 1), fraude (artículo 1792-15 número 2) o que persiguen sólo
la utilidad del cónyuge que los hace (artículo 1792-15 número 3). Y por esta misma
razón, no se siguen estas reglas si el otro cónyuge los autoriza”. 145

c.2) Requisitos de la agregación.

Para que proceda la agregación imaginaria de valores, es necesario:

1º Que se produzca una disminución del activo del patrimonio final de uno de los
cónyuges, como consecuencia de alguno de los actos precedentemente indicados;
2º Que el acto haya sido ejecutado durante la vigencia del régimen de participación en
los gananciales;

3º Que el acto no haya sido autorizado por el otro cónyuge, expresa o tácitamente.

c.3) Valor acumulable.

Las agregaciones serán efectuadas considerando el estado que tenían las cosas
al momento de su enajenación. En otras palabras, el importe acumulable será el valor
en dinero que tendrían las cosas al momento del término del régimen, pero
considerando su estado en la época en que fueron enajenadas.

d) Sanción por la distracción u ocultación de bienes o por la simulación de


obligaciones.

Establece el art. 1792-18 una sanción, para el cónyuge que intenta hacer
aparecer sus gananciales como de menor valor que el real.
Tres son las conductas sancionadas por la ley:

145
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 304.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 139


● Distraer bienes;
● Ocultar bienes;
● Simular obligaciones.
La ocultación consiste en hacer desaparecer un bien del patrimonio propio. La
distracción, en términos estrictos, consiste en la desviación de bienes que
corresponden a otra persona hacia el propio patrimonio 146, situación que no parece
corresponder a la palabra empleada en el art. 1792-18, pues resultaría absurdo que
uno de los cónyuges aumente artificialmente su patrimonio y con ello sus gananciales,
pues en tal caso, se verá perjudicado, frente al otro cónyuge. Por ende, parece lógico
concluir que en este caso, la expresión “distraer” no es más que un sinónimo de
“ocultar”. La simulación de obligaciones no es más que la creación ficticia de una
deuda, a fin de disminuir el activo del patrimonio.
En los dos primeros casos, se pretende exhibir un activo menor al que en realidad
existe. En el tercer caso, se pretende abultar el pasivo, para que de esta forma,
disminuya el activo neto, es decir, los gananciales.
La sanción prevista por la ley para el cónyuge infractor, consiste en obligarlo a
sumar, a su patrimonio final, el doble del valor de los bienes que se distraen u ocultan
o de las supuestas deudas. Se trata de una norma similar a la del art. 1768, respecto
de la sociedad conyugal, aunque en este último caso, la sanción es más rigurosa, pues
además de la restitución doblada, dispone la pérdida de los derechos que
correspondían al culpable en la cosa distraída u ocultada.
Aunque el art. 1792-18 se refiere sólo a los cónyuges y no menciona a los
herederos (a diferencia del art. 1768), es razonable estimar que la sanción también
procederá si son éstos los que intentan disminuir los gananciales del difunto en
perjuicio del cónyuge sobreviviente.
En cuanto a la prescripción de la acción destinada a hacer efectiva la sanción,
Ramos Pazos opina que debiera aplicarse el art. 2332, esto es, la regla concerniente a
la responsabilidad extracontractual, pues estaríamos ante un hecho ilícito 147. Por ende,
prescribiría la acción en cuatro años, contados desde el acto que supuso la distracción,
ocultación o simulación.

e) Deducciones.

Del valor del activo del patrimonio final, debemos deducir el valor de todas las
obligaciones que el cónyuge tenga a la fecha de terminación del régimen (art. 1792-
14). Puesto que la ley no distingue, debemos deducir tanto las obligaciones directas
como las indirectas (respecto a éstas últimas, cobra importancia lo que expresamos,
en cuanto a la limitación para constituir cauciones personales, que pesa sobre los
cónyuges, sin autorización del otro).
Siguiendo el mismo criterio aplicado respecto del patrimonio originario, Hernán
Corral estima que se deducirán las obligaciones avaluables en dinero que sean líquidas
y actualmente exigibles al momento de la finalización del régimen. Las obligaciones
que sean liquidadas o se hagan exigibles con posterioridad a esa fecha podrán ser
computadas sólo si existían al término del régimen, y siempre que ello ocurra antes de
su liquidación y la determinación del crédito de participación.

146
Arturo Alessandri Rodríguez, señala que “Hay distracción cuando alguno de los cónyuges o de sus
herederos sustrae un bien social para apropiárselo o exclusivamente en perjuicio del otro, de sus herederos
o de los acreedores sociales”: “Tratado Práctico de las Capitulaciones Matrimoniales, de la Sociedad
Conyugal y de los Bienes Reservados de la Mujer Casada”, citado a su vez por Ramos Pazos René, ob. cit., p.
255.
147
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 306.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 140


Se deducen, incluso, las obligaciones que un cónyuge tenga respecto del otro,
ya que conforme al art. 1792-19, inciso final, la existencia del crédito de participación
“será sin perjuicio de otros créditos y obligaciones entre los cónyuges”.

f) Prueba del patrimonio final.

f.1) Obligación de hacer inventario.

El art. 1792-16 establece la obligación de cada cónyuge, de proporcionar, al


término del régimen de participación en los gananciales, un inventario simple
valorado de su patrimonio final, esto es, de sus bienes y obligaciones. Tal será el
medio de prueba primordial de la composición del patrimonio final.
Si el régimen termina por muerte de uno de los cónyuges, la obligación pesará
sobre sus herederos o causahabientes.

f.2) Plazo para la facción de inventario.

Para cumplir esta obligación, los cónyuges tienen un plazo de tres meses,
siguientes al término del régimen. Este plazo podrá ser ampliado por el juez, por una
sola vez y hasta tres meses más.

f.3) Valor probatorio del inventario.

El inventario simple, firmado por el cónyuge, hace prueba a favor del otro en
cuanto al patrimonio final del primero. En todo caso, de conformidad a las normas
generales acerca del valor probatorio de los instrumentos privados en juicio, el
inventario deberá estar reconocido o mandado tener por reconocido (art. 1702 del
Código Civil y art. 346 del Código de Procedimiento Civil).

f.4) Objeción del valor probatorio del inventario.

El cónyuge que recibe el inventario puede objetarlo, alegando que no es


fidedigno. La objeción podría fundarse en haberse omitido bienes, o haberse
subvalorado algunos bienes, o haber sobrevalorado deudas, etc. Aunque la ley se
refiere sólo a esta hipótesis (“no es fidedigno”), no habría inconveniente, aplicando
reglas generales, para objetar el inventario por falta de autenticidad o por defectos de
confección (por ejemplo, si no estuviere firmado).
Objetado que sea el inventario, total o parcialmente, la composición o
valoración efectiva del patrimonio final podrá probarse con todos los medios de prueba
admisibles.
En cuanto a la confesión de uno de los cónyuges, habría que aplicar la misma
fórmula que respecto a la prueba del patrimonio originario.

f.5) Petición de facción de inventario solemne.

Dispone el art. 1792-16, inc. 3º, que cualquiera de los cónyuges podrá solicitar
la facción de inventario de conformidad con las reglas del Código de Procedimiento
Civil (vale decir, aquellas contenidas en los artículos 858 a 865 del citado Código). En
este caso, el inventario constituirá plena prueba, por tratarse de un instrumento
público. Se trata de un inventario solemne.

4.- Avaluación de los patrimonios originario y final.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 141


a) Criterios de valoración del patrimonio originario.

Se valoran los bienes que lo integran según su estado al momento de la entrada


en vigencia del régimen de bienes (art. 1792-13, inc. 1º). A su vez, los bienes que se
adquieren durante el régimen pero que se agregan al patrimonio originario (los
adquiridos a título gratuito y los que tienen una causa de adquisición anterior al inicio
del régimen), se valoran según el estado en que se encontraban al momento de su
adquisición.
El precio (en realidad “el valor”) que tenían los bienes al momento de
incorporarse al patrimonio originario, será prudencialmente actualizado a la fecha de
terminación del régimen (art. 1792-13, inc. 1º).
La valoración podrá ser hecha:
● Por los cónyuges, lo que por cierto constituye la hipótesis usual;
● Por un tercero designado por ellos (norma similar a la determinación del precio, en la
compraventa); o
● Por el juez, en subsidio. En este último caso, debemos entender que la valoración
judicial se efectuará en el juicio incoado para la determinación del crédito de
participación en los gananciales, de acuerdo al art. 1792-26.
Las mismas reglas rigen para la valoración del pasivo.

b) Criterios de valoración del patrimonio final.

La avaluación de los bienes y las deudas que componen el patrimonio final, se


realiza con similares criterios a los indicados respecto del patrimonio originario
(artículo 1792-17). Los bienes deben avaluarse según el estado en que se encuentren,
al término del régimen. Respecto de los bienes que se deben agregar imaginariamente
al patrimonio final (artículo 1792-15), deben avaluarse considerando el estado de
aquellos al momento de la enajenación.

5.- Comparación de los patrimonios originario y final.

Valorados los patrimonios originario y final, pueden darse dos eventos:


● El valor del patrimonio originario es igual o superior al valor del patrimonio final, en
cuyo caso el cónyuge no habrá logrado ganancias; o
● El valor del patrimonio final es superior al del patrimonio originario, en cuyo caso
este excedente será reputado gananciales.
Determinada la situación de cada cónyuge (de ganancia o pérdida), la ley ordena
comparar estas dos situaciones, produciéndose distintos efectos. Las hipótesis que
pueden presentarse son tres:

a) Ambos cónyuges presentan pérdidas.

Ejemplo: el cónyuge A tiene un patrimonio originario avaluado en


$15.000.000.- y un patrimonio final de $ 13.000.000.- El cónyuge B tiene un
patrimonio originario avaluado en $14.000.000.- y un patrimonio final de
$10.000.000.- En este caso, las pérdidas no se comparten; cada cónyuge deberá
enfrentar separadamente las obligaciones que contrajo durante la vigencia del
régimen. En este aspecto, el régimen parece menos solidario que el de la sociedad
conyugal, en el cual, sin perjuicio del beneficio de emolumento de que goza la mujer,
el pasivo social es soportado por ambos cónyuges.

b) Uno de los cónyuges presenta ganancias y el otro presenta pérdidas.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 142


En este caso, aquél de los cónyuges que obtuvo ganancias, deberá compartir
con el otro la mitad de las mismas. Así, por ejemplo, el cónyuge A tiene un patrimonio
originario de $15.000.000.- y un patrimonio final de $10.000.000.-; y el cónyuge B
tiene un patrimonio originario de $20.000.000.- y un patrimonio final de $40.000.000.-
Las ganancias obtenidas por el cónyuge B, ascendentes a $20.000.000.-, deberán
compartirse con el cónyuge A, quien tiene un crédito de $10.000.000.- contra el
cónyuge B.

c) Ambos cónyuges presentan ganancias.

En este caso, compensamos las ganancias obtenidas por los cónyuges, y la


diferencia, correspondiente al cónyuge que obtuvo mayores utilidades, se reparte por
mitades.
Ejemplo: el cónyuge A tiene un patrimonio originario de $20.000.000.- y un
patrimonio final de $ 80.000.000.- El cónyuge B tiene un patrimonio originario de
$10.000.000.- y un patrimonio final de $30.000.000.- Para determinar a cuánto
asciende el crédito de participación en los gananciales, ejecutamos la siguiente
operación:
● Sumamos los gananciales obtenidos por cada cónyuge, de manera que obtenemos
$80.000.000.- Debemos compensar primero los gananciales obtenidos por ambos, es
decir, la suma de $60.000.000.- obtenidos por el cónyuge A con la suma de
$20.000.000.- obtenidos por el cónyuge B.
● Efectuada la compensación, surge una diferencia de $40.000.000.-, que corresponde
a las mayores ganancias obtenidas por el cónyuge A;
● El cónyuge B, entonces, tiene derecho a la mitad de esta diferencia, esto es, tiene
derecho a $20.000.000.-
● De esta forma, ambos cónyuges obtienen, en definitiva, gananciales por $
40.000.000.- El cónyuge A había ganado $ 60.000.000.-, pero baja a $40.000.000.-,
pues debió entregar $20.000.000.- al cónyuge B. Este, a su vez, había ganado
$20.000.000.-, pero obtiene otros $20.000.000.- del cónyuge A.
Se pregunta Hernán Corral si es o no posible que los cónyuges, de común
acuerdo, puedan alterar la participación por iguales partes, al momento de pactar el
régimen. Del tenor imperativo de los artículos 1792-2 y 1792-19, pareciera, dice este
autor, que la respuesta ha de ser negativa 148. Parece razonable tal conclusión,
considerando además que prohibió el artículo 1792-20 la renuncia anticipada por
alguno de los cónyuges a su crédito de participación, renuncia que total o parcialmente
podría operar de manera anticipada, si los cónyuges tuvieren la libertad para alterar la
regla de distribución de los gananciales prevista en el Código Civil. Se trataría entonces
de una norma de orden público. Pablo Rodríguez Grez concuerda con Corral, señalando
al efecto: “¿Pueden los cónyuges, en este caso (se refiere al caso en que se celebra
por los cónyuges el pacto consagrado en el artículo 1723) alterar la participación
paritaria dispuesta en la ley? Es indudable que ello no es posible, atendido el inciso
final del artículo 1723 (que reza: “Los pactos a que se refiere este artículo y el inciso
2º del artículo 1715, no son susceptibles de condición, plazo o modo alguno”). En
consecuencia, los pactos que se celebren entre los cónyuges que sustituyen la sociedad
conyugal o la separación de bienes por la participación en los gananciales deben ser
puros y simples y no afectar las bases del sistema”. 149
Recordemos que distinta es la solución en el ámbito de la sociedad conyugal, en la
que la mujer puede renunciar a los gananciales al pactar capitulaciones matrimoniales;

148
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 147.
149
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., p. 243.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 143


y en la que también se podría pactar una distribución no paritaria de gananciales,
siempre que ello conste en las capitulaciones matrimoniales previas al matrimonio.

VI.- DEL CRÉDITO DE PARTICIPACIÓN EN LOS GANANCIALES.

1.- Concepto.

Ramos Pazos lo define en los siguientes términos: “es el que la ley otorga al
cónyuge que a la expiración del régimen de participación en los gananciales ha
obtenido gananciales por monto inferior a los del otro cónyuge (o, agregamos
nosotros, no los ha obtenido), con el objeto de que este último le pague, en dinero
efectivo, a título de participación, la mitad del exceso” (o la mitad de lo que obtuvo, si
el primero nada obtuvo). 150

2.- Cuando se origina el crédito.

Dispone el artículo 1792-20 que el crédito de participación en los gananciales se


origina al término del régimen. Estamos ante un derecho cuya fuente es la ley (artículo
578 del Código Civil).
Durante el régimen, el crédito no existe (la ley lo califica de “eventual”,
expresión que en estricto rigor no es correcta, estima Hernán Corral, pues no cabe
impetrar medidas conservativas, como las que se permite invocar a todo acreedor
condicional). 151
En todo caso, sí podrían solicitarse medidas conservativas, cuando el régimen
de participación en los gananciales esté llegando a su término en virtud de un juicio de
separación de bienes (artículos 156 y 158).
No se admite por la ley convención alguna respecto de este crédito “eventual”,
antes del término del régimen. La infracción a esta prohibición, conforme a las normas
generales (artículos 10, 1466 y 1682) ocasionará nulidad absoluta.
Después de terminado el régimen, es posible cederlo, renunciarlo, etc.

3.- Características del crédito de participación.

a) Se trata de un crédito ilíquido, que deberá determinarse por los procedimientos


establecidos por la ley.

b) Es un derecho renunciable y transferible: lo anterior, siempre y cuando hubiere


finalizado el régimen.

c) Es un derecho transmisible: y lo es, aún cuando sea la muerte del titular la que
produzca la disolución del régimen.

d) El crédito es susceptible de extinguirse por prescripción: operarán las normas


generales.

e) Es un crédito puro y simple, en principio. Excepcionalmente, puede someterse a un


plazo, por resolución judicial.

f) Por regla general, sólo puede pagarse en dinero. Excepcionalmente, podrá pagarse
en especie.

150
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 307.
151
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 148.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 144


g) Es un crédito independiente de otros créditos u obligaciones existentes entre los
cónyuges.

h) Goza de una preferencia de cuarta clase.

i) No constituye renta, para los efectos de la Ley de Impuesto a la Renta (artículo 17


Nº 30 de la Ley de la Renta).

4.- Liquidación del crédito.

Se efectuará, en primer lugar, por acuerdo entre los cónyuges. Si el


régimen termina en virtud de un pacto de separación total de bienes, de conformidad
al artículo 1723, los cónyuges podrán determinar el crédito de participación en la
misma escritura pública en la que se pacte la separación total.
En caso de no haber acuerdo, la liquidación se efectuará por el juez, en
juicio sumario (artículo 1792-26). Esta materia, no se incluyó por el artículo 8° de la
Ley 19.968, en aquellas que son de competencia de los Tribunales de Familia.
¿Puede someterse la liquidación del crédito al conocimiento de jueces árbitros?
Nada dijo la ley al respecto. En verdad, nada impediría que los cónyuges se acojan a
un arbitraje voluntario, ya que no se trata de una materia incluida entre aquellas de
arbitraje prohibido (artículos 229 y 230 del Código Orgánico de Tribunales). Cabe
indicar que encontramos aquí una nueva diferencia con la sociedad conyugal, pues en
ésta, la liquidación es materia de arbitraje forzoso (artículo 227 Nº 1 del Código
Orgánico de Tribunales) 152. Lo anterior, sin perjuicio de la posibilidad de pedir los
cónyuges, de común acuerdo, la liquidación del crédito, en el respectivo juicio de
separación judicial, de divorcio o de nulidad de matrimonio (artículo 31 de la Ley de
Matrimonio Civil y artículo 227 del Código Orgánico de Tribunales).
El juez determinará y valorará los patrimonios originales y finales de cada
cónyuge y fijará la existencia y cuantía del crédito de participación.
Establece la ley que si se hubieren constituido derechos reales sobre bienes
familiares en conformidad al artículo 147 (derechos de usufructo, uso o habitación),
ellos serán valorados prudencialmente por el juez (artículo 1792-23). Esto se verificará
en la medida en que los derechos reales constituidos se mantengan después de la
expiración del régimen de participación.

5.- Prescripción de la acción para pedir la liquidación del crédito de participación en los
gananciales y de la acción para cobrar el crédito ya determinado.

5.1. Acción para pedir la liquidación del crédito de participación en los gananciales.

La acción para pedir la liquidación del crédito prescribe en el plazo de cinco


años, contados desde la terminación del régimen. En cuanto a la eventual suspensión
del plazo de prescripción extintiva antes señalado, cabe distinguir:
● No se suspende entre cónyuges 153 (con todo, antes de la reforma hecha por la
Ley N° 21.515, la doctrina se preguntaba si operaba la suspensión, cuando se trataba
de un cónyuge menor de edad; en principio, se decía, la respuesta debía ser negativa,
considerando que la ley no distinguía. Sin embargo, tampoco era razonable concluir
que la prescripción corría contra un incapaz, pues ello habría contravenido el principio
fundamental que se desprende del art. 2509, en cuanto a que “al impedido o incapaz

Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 151.


152
153
Nótese que el artículo 1792-26 altera el principio general consagrado en el último inciso del artículo 2509,
que establece: “La prescripción se suspende siempre entre cónyuges”.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 145


no le corre plazo”. Por ello, César Frigerio afirmaba que “si puede suspenderse a favor
de los herederos menores del cónyuge fallecido, con mayor razón debiera suspenderse
también a favor del cónyuge menor de edad, lo cual es perfectamente posible,
atendida la edad mínima exigible para contraer matrimonio. En tal caso, el cónyuge
menor deberá estar bajo curaduría y entonces cabría a su respecto la suspensión de la
prescripción, conforme lo dispuesto en el artículo 2520 en relación con el Nº 1 del
artículo 2509”. 154
● Sí se suspende respecto de los herederos menores de edad (artículo 1792-26).
En este último caso, no aclara la ley si la suspensión será indefinida hasta que los
herederos alcancen la mayoría de edad, de manera que pareciera procedente aplicar
las reglas generales, no extendiéndose más allá de los diez años, contados desde el
término del régimen (artículo 2520).

5.2. Acción para cobrar el crédito ya determinado.

Nada dijo la ley respecto de la prescripción de la acción para exigir el pago del
crédito ya determinado convencional o judicialmente, pero aplicando las reglas
generales de la prescripción, se concluye que el plazo será de cinco años. El plazo se
contará:
● En el caso de liquidación judicial, desde que quede a firme la sentencia que liquidó el
crédito;
● En el caso de liquidación convencional, desde el vencimiento del plazo que se haya
fijado para su pago.
En otras palabras, desde que la deuda se haya hecho exigible.

6.- Cumplimiento de la obligación de pago del crédito de participación.

a) Forma de pago.

El pago del crédito debe hacerse en dinero (artículo 1792-21, inciso 1º).
Excepcionalmente, dispone el artículo 1792-22 que para solucionar la deuda, el
cónyuge deudor podrá convenir con el cónyuge acreedor o con sus herederos,
daciones en pago. Si la cosa dada en pago fuere evicta, renacerá el crédito, salvo
que el cónyuge acreedor hubiere tomado sobre sí el riesgo de la evicción,
especificándolo (norma similar al artículo 1852, en la compraventa). Al decir la ley
expresamente que renace el crédito en caso de evicción de la cosa que se dio en pago,
se zanja, para los efectos de esta institución, la duda planteada por la doctrina en esta
hipótesis. Recordemos que aquellos que ven en la dación en pago una novación por
cambio de objeto, concluyen que la evicción sobreviviente no puede hacer renacer el
primitivo derecho, irrevocablemente extinguido. En cambio, para los efectos de la
institución en estudio, se ve en la dación en pago una modalidad del pago, de
manera que si la cosa con que se pagó no pertenecía al deudor y fue evicta estando en
manos del acreedor, el crédito sigue vigente, para todos los efectos legales, con todos
sus accesorios (así, por ejemplo, si el marido era deudor del crédito de participación en
los gananciales y pactó con su mujer un plazo de seis meses para pagar, y al hacerlo,
el suegro de ésta se constituyó en codeudor solidario de su hijo, tal condición se
mantiene después de producida la evicción, pues la obligación no ha sido extinguida;
distinto habría sido el resultado, si la dación en pago hubiere supuesto una novación
objetiva por cambio de objeto, habida cuenta de lo dispuesto en los artículos 1519 y

154
Frigerio, César, “Regímenes Matrimoniales”, Editorial ConoSur, 1995, p. 142, citado a su vez por Ramos
Pazos, ob. cit., p. 307.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 146


1645 del Código Civil). Importa también la solución a que llega la ley, porque se
mantiene el carácter preferente del crédito de participación en los gananciales.

b) Oportunidad del pago.

Establece el artículo 1792-21 que el crédito de participación en los gananciales


es puro y simple. Por ende, ha de pagarse inmediatamente, una vez determinado,
culminada que sea la liquidación.
Excepcionalmente, el juez podrá fijar un plazo no superior a un año para el
pago del crédito, cumpliendo los siguientes requisitos copulativos:
1º Si se probare que el pago inmediato causa grave perjuicio al cónyuge deudor o a los
hijos comunes (se trata de una manifestación del interés superior de los hijos);
2º Que el crédito se exprese en unidades tributarias mensuales;
3º Que se asegure por el deudor o un tercero, que el crédito del cónyuge acreedor
quedará indemne. Tocará al juez determinar la caución que deberá rendirse; y
4º Que el plazo no sea superior a un año. El término se contará desde que quede firme
la resolución judicial que liquida el crédito.

c) Ejecución del crédito.

Si la obligación no se cumple espontáneamente por el deudor, el pago se


realizará conforme a las reglas generales, de manera forzada. Establece el artículo
1792-24 un orden de prelación para perseguir bienes del cónyuge deudor:
1º En el dinero del deudor;
2º En los muebles;
3º En los bienes inmuebles; y
4º En los bienes donados entre vivos (donaciones irrevocables) sin consentimiento del
cónyuge acreedor o en los bienes enajenados en fraude de sus derechos. Nos
referiremos a este caso en la letra siguiente.
En los tres primeros casos, la norma es similar a la del artículo 1773, en la
sociedad conyugal.
Si se ejerciere la acción sobre un bien que tuviere la calidad de familiar, se
plantea la duda de si el cónyuge deudor puede oponer el beneficio de excusión al
cónyuge acreedor (artículo 148). Este beneficio no pareciera aplicable a los créditos
entre cónyuges, por lo que no procedería invocarlo en contra de la demanda que
persigue el pago del crédito de participación.

d) Acción revocatoria especial (Corral) o acciones de inoficiosa donación y pauliana


(Ramos Pazos y Rodríguez Grez).

Además de los derechos auxiliares que competen a todo acreedor, dispone el


artículo 1792-24, inciso 2º, una acción, que Corral llama revocatoria especial 155, o
dos acciones, la de inoficiosa donación y la pauliana, a juicio de Ramos Pazos 156 y
de Rodríguez Grez 157, todas ellas para obtener el pago del crédito de participación en
los gananciales. Establece la ley que a falta de otros bienes, podrá el cónyuge acreedor
perseguir su crédito en los bienes donados entre vivos, o enajenados en fraude de sus
derechos.
Si se persiguen bienes donados, debe procederse contra los donatarios en un
orden inverso al de las fechas de las donaciones, o sea, primero accionando para
revocar las donaciones más recientes. La acción presenta semejanzas con la pauliana

155
Corral Talciani, Hernán, ob. cit., p. 156.
156
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 310.
157
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., p. 246.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 147


(artículo 2468) y con la de inoficiosa donación (artículo 1187), aunque en esta última,
no se persiguen “bienes”, sino los valores de lo excesivamente donado.
Aunque la ley nada dijo, es razonable estimar que los terceros adquirentes en
virtud de actos onerosos, sólo resultarán afectados cuando se compruebe su mala fe
(aplicando por analogía el artículo 2468 número 1).
En cuanto a las donaciones, debería aplicarse también por analogía el artículo
1187, inciso 2º, que establece que la insolvencia de un donatario no gravará a los
otros.
Armonizando los artículos 1792-24 y 1792-15, debe concluirse que la
revocación que permite el primer precepto, sólo procederá para obtener la
acumulación real de lo que ya fue computado imaginariamente en virtud del artículo
1792-15.
La acción revocatoria especial del artículo 1792-24, señala Hernán Corral,
prescribe siempre en cuatro años, contados desde la fecha del acto que se pretende
revocar, según se deja en claro en la parte final del precepto 158. No se suspende el
plazo, atendido a que se trata de una prescripción de corto tiempo (artículo 2524).
Ramos Pazos, por su parte, coincide con Corral en cuanto al plazo de prescripción de la
acción de inoficiosa donación –cuatro años contados desde la fecha del contrato de
donación- pero no en cuanto al plazo de prescripción de la acción pauliana, pues ella,
conforme a la regla general del artículo 2468 Nº 3, prescribiría en un año, contado
desde la fecha del acto o contrato 159. Cabe consignar que estas acciones podrían
encontrarse prescritas, al momento de liquidarse el crédito de participación en los
gananciales.

7.- Concurrencia con otros acreedores.

a) Acreedores anteriores al término del régimen.

El artículo 1792-25 constituye una norma destinada a proteger a los terceros


acreedores. Establece que los créditos contra el cónyuge deudor, anteriores al término
del régimen, prefieren a los generados por éste. Esta preferencia general viene a
complementar la enunciación del artículo 1723 inciso 2°, en cuanto a que no se
perjudicará los derechos válidamente adquiridos por terceros respecto de uno de los
cónyuges.
Para que opere la preferencia, basta que la causa del crédito anteceda a la
fecha de término del régimen. También se aplicaría a los créditos que posea un
cónyuge en contra del otro, ya que el artículo 1792-19, inciso final, dispone que el
crédito de participación será sin perjuicio de otros créditos entre los cónyuges.

b) Acreedores posteriores al término del régimen.

El cónyuge acreedor del crédito de participación, es protegido por la ley frente a


aquellos acreedores cuyos créditos tengan una causa posterior al término del
régimen (a contrario sensu, el privilegio será inoponible a los créditos cuyas causas
sean anteriores al término del régimen). Se previene así que el cónyuge acreedor no
vea perjudicado su derecho por las deudas que pueda contraer el cónyuge deudor,
después de la terminación del régimen y la determinación del crédito de participación.

158
Un plazo de prescripción distinto de aquél que opera tratándose de la acción de inoficiosa donación del
artículo 1187 del Código Civil, pues en este caso, los cuatro o cinco años (según la doctrina que adoptemos)
se cuentan desde el fallecimiento del donante.
159
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 310.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 148


En este caso, dispone el artículo 2481 Nº 3 que el crédito de participación en los
gananciales tendrá una preferencia de cuarta clase. Cabe notar que aquí, la
preferencia no corresponderá sólo a la mujer, como acontece en la sociedad conyugal,
sino a cualquiera de los cónyuges.

VII.- PACTOS LÍCITOS Y PACTOS PROHIBIDOS, EN EL RÉGIMEN DE PARTICIPACIÓN


EN LOS GANANCIALES.

A juicio de Pablo Rodríguez Grez 160, los siguientes serían, respectivamente,


pactos lícitos y pactos prohibidos, en relación al régimen de participación en los
gananciales.

1.- Pactos lícitos.

a) Los cónyuges pueden convenir que un determinado bien, que por disposición
de la ley, debe incorporarse al patrimonio originario, sea, sin embargo,
considerado ganancial. Así, por ejemplo, cualquiera de los bienes a que se refiere el
artículo 1792-8, que se incorporan, conforme a dicho precepto, al patrimonio
originario, por ser la causa o título de la adquisición anterior al inicio del régimen,
podrían incorporarse al patrimonio final del cónyuge respectivo. De igual forma,
podrían convenir los cónyuges que un bien adquirido a título gratuito, durante la
vigencia del régimen, se incorpore al patrimonio final del cónyuge adquirente, en lugar
de ingresar al patrimonio originario, como lo establece el artículo 1792-7, inciso 2º.
Tres razones da Rodríguez Grez, para reconocer la legitimidad de este pacto:
* No está prohibido por la ley;
* No afecta derechos de terceros; y
* No altera el régimen de dominio, durante la vigencia del régimen de participación en
los gananciales.

b) Los esposos o cónyuges pueden establecer el patrimonio originario de cada uno,


mediante la facción de un inventario realizado de consuno. Nada impide hacerlo,
habida cuenta del tenor del artículo 1792-11.

c) Los cónyuges pueden pactar que alguno de los actos a que se refiere el artículo
1792-15, -casos de inoponibilidad-, no tengan este carácter. El inciso final del
precepto, señala, en efecto, que “Lo dispuesto en este artículo no rige si el acto
hubiese sido autorizado por el otro cónyuge”. Un pacto de esta naturaleza, supondría
entonces que el acto quedaría a firme, y que los bienes enajenados no se agregarían
imaginariamente al patrimonio final del cónyuge que los hubiere enajenado. Con todo,
hay una importante limitación en esta materia: ninguno de los cónyuges puede
renunciar anticipadamente –antes de la celebración del contrato- a pedir la declaración
de nulidad de que pueda adolecer la respectiva enajenación.

d) Pueden los esposos o cónyuges pactar que la valoración del patrimonio originario
y del patrimonio final, sea hecha por una determinada persona, o siguiendo un
determinado procedimiento (artículos 1792-13 inciso 2º y 1792-17 inciso 3º).

e) Pueden los esposos o los cónyuges pactar que al término del régimen de
participación en los gananciales, se levantará inventario solemne o simple por
un tercero, quien podrá haberse designado previamente o al momento de concluir el
régimen.

160
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., pp. 271 y siguientes.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 149


f) Pueden los esposos o cónyuges someter a arbitraje toda cuestión que se promueva
durante la vigencia del régimen o a su terminación, sin limitación alguna. El pacto
podría celebrarse antes o después del término del régimen.

2.- Pactos nulos.

a) Aquellos en que los esposos o los cónyuges convengan en que la participación sea
anterior al matrimonio o se extienda más allá del matrimonio. Dicho pacto sería ilícito,
por dos razones:
* Tratándose de un régimen patrimonial, éste sólo puede tener fuerza vinculante a
condición que los afectados estén ligados por el vínculo matrimonial; y
* La misma consecuencia se establece en el artículo 1721, inciso final, respecto a las
capitulaciones matrimoniales previas al matrimonio, cuando su régimen patrimonial es
la sociedad conyugal. Aunque no lo dice Pablo Rodríguez, entendemos que aquí se
aplica el aforismo “donde existe la misma razón, rige la misma disposición”, operando
una interpretación por analogía.

b) No pueden los esposos o cónyuges, alterar el porcentaje de participación en los


gananciales, esto es, la mitad del excedente para cada uno. El artículo 1792-19 es de
orden público, a diferencia de lo que acontece en la sociedad conyugal, donde nada
impide que los esposos convengan, en las capitulaciones previas al matrimonio, que la
mujer renuncia a los gananciales (artículo 1719), aunque conviene aclarar, señala
Rodríguez Grez, que en la sociedad conyugal no se puede fijar una distribución distinta
de los gananciales, porque la renuncia que hace la mujer siempre es total. Hemos visto
que otra es nuestra opinión, pues si se trata de las capitulaciones matrimoniales
previas al matrimonio, podría convenirse una distribución no paritaria de los
gananciales.

c) No pueden los esposos o cónyuges convenir que quedan autorizados para otorgar
cauciones personales, sin que sea necesario el consentimiento del otro cónyuge. Ello,
porque esta autorización está sometida a los artículos 142, inciso 2º y 144, normas
correspondientes a “Los Bienes Familiares”, de orden público.

d) No puede convenirse que el patrimonio originario sea diverso del configurado en los
artículos 1792-7, 1792-8, 1792-9 y 1792-10. Así, por ejemplo, es ilícito estipular que
los frutos de los bienes que componen el patrimonio originario se incorporen a éste y
no al activo final. A propósito de este pacto, Rodríguez Grez, según entendemos,
pareciera decir que no puede aumentarse, por voluntad de los esposos o cónyuges, el
patrimonio originario, en desmedro del patrimonio final, pero sí podría ocurrir lo
contrario, esto es, que a consecuencia de un pacto, disminuya el patrimonio originario
y aumente el patrimonio final, según se desprende del primer caso de pacto lícito,
señalado en la letra a) del Nº 1 precedente.

e) No puede estipularse válidamente, en forma anticipada, que los actos a que se


refiere el artículo 1792-15 serán considerados oponibles y/o no estarán afectos a
nulidad. Ello implicaría, además, en el caso del Nº 2 del artículo 1792-15, una
condonación anticipada del dolo futuro, lo que, bien sabemos, constituye un caso de
objeto ilícito. Pero nada impide que la estipulación sea posterior a la celebración del
acto o contrato, pacto lícito, según lo expresado en la letra c) del Nº 1.

f) No puede convenirse que se deja a una de las partes:


* La facultad de establecer los bienes que componen el patrimonio originario;

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 150


* La facultad de establecer los bienes que componen el patrimonio final;
* La valoración de los patrimonios originario y final;
* La determinación de los gananciales; o
* La determinación del crédito de participación.

g) No puede pactarse que se renuncia anticipadamente a la facción de inventario


solemne al terminar el régimen de participación en los gananciales (artículo 1792-16,
inciso 3º). Se trata del cónyuge que no está conforme con el inventario simple
presentado por el otro de los cónyuges. Nada dice Rodríguez Grez acerca del eventual
pacto, en virtud del cual se renuncia anticipadamente a impetrar medidas precautorias,
según lo indicado en el mismo inciso recién citado, pero nos parece que también sería
ilícito, pues dichas medidas precautorias, al igual que el inventario solemne, apuntan a
asegurar la integridad del patrimonio final del cónyuge de quien se duda acerca de la
información que ha proporcionado.

h) No puede pactarse que se renuncia anticipadamente a la presunción consagrada en


el artículo 1792-12, concerniente a que se presumen comunes, los bienes muebles
adquiridos durante el régimen.

i) No puede estipularse válidamente y en forma anticipada que se renuncia a pedir que


se imponga la sanción consagrada en el artículo 1792-18, cuando uno de los cónyuges
ocultó o distrajo bienes o simuló obligaciones, porque ello implicaría la condonación del
dolo futuro.

j) No puede celebrarse pacto alguno, durante la vigencia del régimen, concerniente al


crédito de participación en los gananciales (artículo 1792-20, inciso 2º).

k) No puede estipularse modalidad alguna respecto del crédito de participación en los


gananciales, antes de su determinación (artículo 1792-21, inciso 1º).

l) Aunque no lo señala Rodríguez Grez, tampoco sería lícito el pacto en virtud del cual
se estipule, anticipadamente, que el crédito no se pagará en dinero (artículo 1792-21,
inciso 1°).

m) No se puede pactar que el cónyuge deudor, renuncia anticipadamente a su derecho


a pedir un plazo –no superior a un año y cuando se cumplan las circunstancias
previstas en el artículo 1792-21-, para el pago del crédito de participación en los
gananciales.

n) No puede convenirse que no serán valoradas las atribuciones de derechos sobre


bienes familiares (artículo 1792-23).

ñ) No puede renunciarse anticipadamente la acción de inoficiosa donación (artículo


1792-24, inciso 2º).

o) No pueden los esposos ni los cónyuges alterar los plazos de prescripción


establecidos en la ley.

VIII.- TÉRMINO DEL RÉGIMEN DE PARTICIPACIÓN EN LOS GANANCIALES.

1.- Causales de disolución.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 151


Están establecidas en el artículo 1792-27. Algunas ponen término al régimen a
consecuencia de la extinción del matrimonio (muerte de uno o ambos cónyuges,
sentencia de divorcio y declaración de nulidad). Otras suponen la subsistencia del
matrimonio, pero bajo otro régimen patrimonial matrimonial: el de separación total de
bienes (y no otro).

Son pues tales causales:

a) Muerte de uno de los cónyuges (artículo 1792-27 Nº 1). Se refiere a la muerte


natural y a la declarada judicialmente.

b) Presunción de muerte de uno de los cónyuges (artículo 1792-27 Nº 2).

En virtud del decreto de posesión provisoria, terminará el régimen de


participación en los gananciales (art. 84). Con mayor razón termina el régimen,
cuando se decreta la posesión definitiva en los casos en que se omitió el período de
posesión provisoria. Se discute en la doctrina (igual que acontece respecto de la
sociedad conyugal) cual es el momento exacto en que debe liquidarse el régimen
patrimonial matrimonial: si a la fecha del decreto que otorga la posesión provisoria o
definitiva, según corresponda, o si a la fecha presuntiva de muerte fijada por la
sentencia que declara el fallecimiento presunto.

c) Declaración de nulidad del matrimonio (artículo 1792-27 Nº 3).

Cabe señalar (al igual que respecto de la sociedad conyugal) que esta causal de
término sólo puede operar cuando el matrimonio que se declara como nulo haya
producido efectos civiles por considerársele putativo, en los términos del artículo 51 de
la Ley de Matrimonio Civil. Si el matrimonio no produjo efectos civiles, no nació
régimen patrimonial alguno y por ende nada se disuelve. En todo caso, considerando la
presunción general de buena fe en el Código Civil (artículo 707) y lo dispuesto en el
artículo 52 de la Ley de Matrimonio Civil, se entiende que el matrimonio declarado
nulo, será “putativo”, a menos que la sentencia declare que no hubo buena fe ni justa
causa de error de los cónyuges, al celebrar el matrimonio.

d) Sentencia de separación judicial de los cónyuges (artículo 1792-27 Nº 4).

La terminación tendrá lugar cuando quede ejecutoriada la sentencia. Los


cónyuges separados judicialmente se considerarán separados totalmente de bienes.
Tal régimen será irrevocable, en principio (según hemos estudiado, excepcionalmente
podrán volver a pactar el régimen de participación en los gananciales, artículo 165 del
Código Civil y artículo 40 de la Ley de Matrimonio Civil) y no se alterará aunque medie
reanudación de la vida en común que extinga el estado de separación judicial (artículos
40 de la Ley de Matrimonio Civil y 178 y 165 del Código Civil).

e) Sentencia que declara la separación de bienes (artículo 1792-27 Nº 5).

Tratándose del régimen de participación en los gananciales, cualquiera de los


cónyuges puede solicitar la separación judicial (a diferencia de lo que acontece con la
sociedad conyugal, donde sólo puede solicitarla la mujer), aplicándose las mismas
causales que rigen para la sociedad conyugal (artículo 158, inciso 1º).

f) Pacto de separación total de bienes (artículo 1792-27 número 6).

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 152


Nos remitimos a lo expuesto con anterioridad, al estudiar el artículo 1723 del
Código Civil.

g) Por la sentencia que decreta el divorcio (artículo 1792-27 número 3).

El divorcio pone fin al matrimonio, y consecuencialmente, al respectivo régimen


de bienes que lo regulaba.

2.- Efectos del término del régimen.

Se producen las siguientes consecuencias jurídicas:

a) Continuación de la separación patrimonial.

Los cónyuges o sus causahabientes conservarán plenas facultades de


administración y disposición de sus bienes.
Lo anterior, sin perjuicio de las restricciones derivadas de la existencia de
bienes familiares, los que mantienen su calidad aunque se sustituya un régimen
patrimonial por otro (artículo 141 del Código Civil) e incluso aunque el matrimonio se
haya disuelto (artículo 145, inciso 3º del Código Civil).

b) Comunidad sobre bienes muebles.

Al término del régimen, se presumen comunes los bienes muebles adquiridos


durante él, salvo los que son de uso personal de los cónyuges (artículo 1792-12).
Recordemos que en la sociedad conyugal, existe una norma parecida, pues el artículo
1739, inciso 1º, establece que “Toda cantidad de dinero y de cosas fungibles, todas las
especies, créditos, derechos y acciones que existieren en poder de cualquiera de los
cónyuges durante la sociedad o al tiempo de su disolución, se presumirán pertenecer a
ella, a menos que aparezca o se pruebe lo contrario”.
Se aplica la presunción de comunidad a los bienes muebles adquiridos durante
la vigencia del régimen y que existan al momento de su terminación en poder de
cualquiera de los cónyuges.
Se trata de una presunción simplemente legal, pero la prueba en contrario debe
fundarse en antecedentes escritos (artículo 1792-12), por lo que no bastará ni la
prueba testifical ni la confesión (cabe señalar que en la sociedad conyugal, el artículo
1739 no exige que la prueba se funde en antecedentes escritos). La prueba contraria
debe ser producida por el cónyuge (o sus causahabientes) que aleguen dominio
exclusivo o por los terceros que invoquen derechos sobre dichos bienes derivados de
actos del cónyuge que suponían propietario.
Si la presunción no es destruida, se formará un cuasicontrato de comunidad,
que deberá liquidarse de conformidad a las reglas generales.

c) Fijación de los gananciales de cada cónyuge.

Así lo dispone el artículo 1792-5, inciso 2º. Los bienes que componen el
patrimonio de los cónyuges a la fecha de disolución del régimen, deducidas las deudas
existentes, constituyen el patrimonio final que se comparará con el originario, para
determinar entonces el monto de los gananciales.
Los bienes adquiridos y las deudas contraídas con posterioridad, no se tomarán
en cuenta para la determinación de dichos gananciales.

d) Compensación del valor de los gananciales.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 153


Artículo 1792-2. Nos remitimos a lo expuesto.

e) Crédito de participación.

Puede surgir un crédito a favor de uno de los cónyuges que obtuvo menos
ganancias (artículo 1792-20, inciso 1º). Una parte de la doctrina critica esta “salida”
del régimen, señalando que habría sido más adecuado y conforme con nuestra
tradición jurídica, que el régimen de participación diere origen a una comunidad de
bienes. Habría una mayor protección al cónyuge que tiene menos bienes, si fuere
copropietario de los bienes finales, en lugar de ser un simple acreedor.
En efecto, en la doctrina y en el derecho comparado, los regímenes de
participación en los gananciales suelen tener dos “salidas”:
● Una salida, concebida como una comunidad de bienes que se forma al momento
de disolverse el régimen. Se entiende que los cónyuges (o los causahabientes) son
comuneros en todos los gananciales obtenidos por uno y otro. Ramos Pazos habla de
un sistema de comunidad diferida, pues la comunidad se posterga hasta la extinción
del régimen 161. Sobre tal comunidad se efectúa luego la pertinente atribución en el
dominio, en términos igualitarios. La Ley Nº 19.335 no optó por esta vía,
especialmente por los problemas que se habrían originado en relación a los derechos
de los terceros sobre los bienes que cada cónyuge obtuvo durante la vigencia del
régimen (en cierta medida, como compensación por no haber optado por la
comunidad, se creó la institución de los bienes familiares, estatuto comunitario en la
práctica).
● Otra salida, concebida como un mero crédito o derecho personal que tiene el
cónyuge más pobre contra el más rico. Tal es la salida por la que opta nuestro Código
Civil (artículos 1792-20 a 26). Esta salida del régimen ha sido criticada por parte de
nuestra doctrina. En ese sentido, César Parada ha señalado que ella adolece de tres
defectos: “a) Se aparta de nuestras tradiciones jurídicas, ya que para mantenerlas tal
como hoy se concibe, al disolverse la sociedad conyugal, era preferible establecer un
régimen de comunidad y no de compensación y de crédito de gananciales (...); b) Que
(...) al momento de terminar el régimen, los cónyuges o sus herederos no tendrán
ningún derecho real sobre los bienes objeto de la ganancia, sino que sólo tendrán un
derecho personal o de crédito, que, a nuestro juicio, es notoriamente más débil que
tener un derecho real; y c) Además el régimen de comunidad final parece más acorde
con lo que es el matrimonio, que constituye una comunidad espiritual y sólo por
consecuencia, una comunidad patrimonial...” 162 Otros autores, disienten de las
conclusiones de Parada. Así, Carlos Peña afirma que “desde el punto de vista del
derecho común y constitucional, tanto los derechos reales como los personales están
igualmente garantidos”. No cree tampoco Peña que exista una tradición de comunidad
fuertemente arraigada, como afirma Parada. Ramos Pazos, igual que Peña y en contra
de Parada, se pronuncia también por la variante crediticia, señalando al efecto que “si
los cónyuges adoptaron el régimen de participación en los gananciales y no el de
sociedad conyugal, es porque desean que los bienes que cada uno adquiera sean de su
dominio exclusivo y ello en forma definitiva, idea que se desvirtúa en la alternativa de
la comunidad diferida”. 163

IX.- ALGUNAS CRÍTICAS FORMULADAS AL RÉGIMEN.

161
Ramos Pazos, René, ob. cit., pp. 295 y 296.
162
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 297, quien a su vez cita a Parada César, Conferencia dictada en el Colegio
de Abogados de Chile.
163
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 298.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 154


Algunos autores han formulado críticas al régimen de participación en los
gananciales, poniendo énfasis en el hecho que no se obtiene con su normativa, la
finalidad que tuvo en cuenta el legislador, al promulgarla: mejorar la situación de la
mujer casada, desde un punto de vista patrimonial o al menos maximizar el principio
de igualdad entre los cónyuges.
En efecto, frente a la interrogante acerca de si el régimen en comento beneficia
realmente a la mujer casada, se ha sostenido:
a) El régimen beneficiaría sólo a la mujer casada que posee bienes al momento de
contraer matrimonio o que durante el matrimonio los adquiera, especialmente por un
título lucrativo. Dichos bienes, propios, podrán ser administrados y enajenados
libremente por la mujer que se acoja al régimen de participación en los gananciales. En
cambio, en el ámbito de la sociedad conyugal, dichos bienes son administrados por el
marido (artículo 1754).

b) ¿Beneficia el régimen a la mujer casada que se dedica exclusivamente a las labores


del hogar común? Sí, porque al término del régimen, tendrá derecho a la mitad de las
ganancias que obtenga el marido. No, a juicio de algunos, porque al término del
régimen, sólo tendrá contra su marido un crédito o derecho personal, las más de las
veces ilusorio.

c) ¿Beneficia el régimen a la mujer que realiza una actividad remunerada separada de


su marido? No, porque si actúa en el ámbito del artículo 150, puede renunciar a los
gananciales y optar por conservar para su exclusivo peculio los bienes que hubiere
adquirido por su trabajo. En el régimen de participación en los gananciales, en cambio,
los bienes que hubiere adquirido a título oneroso integrarán su patrimonio final, sin
posibilidad de sustraerlos a dicha determinación. En otras palabras, no puede renunciar
a los gananciales.

d) Se enfatiza que el régimen adolece de poco sentido de solidaridad patrimonial, al


estar ausentes las recompensas. Además, a su término transforma a un cónyuge en
acreedor del otro, lo que no se condice con la naturaleza de la institución matrimonial,
en la que se genera una comunidad de bienes y de vida. Asimismo, se hace presente la
inconveniencia de haber permitido que el crédito del cónyuge por la parte no
compensada de gananciales, pueda cederse, lo que implica admitir a un tercero como
eventual acreedor, en un ajuste patrimonial que sólo debería involucrar a los
cónyuges.

e) ¿Protege el régimen a los terceros acreedores? No, puesto que el artículo 1792-12,
al término del régimen, presume comunes los bienes muebles adquiridos durante él,
salvo aquellos de uso personal de los cónyuges. Para romper la presunción, los
terceros deberán acreditar, en base a un antecedente escrito, que el bien mueble de
que se trate es de uno u otro cónyuge, exclusivamente. Se visualiza la dificultad
probatoria.

f) Para quienes creen que el artículo 1723 puede utilizarse más de una vez –opinión
que no compartimos-, la instauración del régimen de participación en los gananciales
“ha alterado gravemente el principio fundamental, que exige que en materia de
regímenes patrimoniales exista inmutabilidad de los mismos. Al permitirse que los
cónyuges sustituyan la sociedad conyugal por el régimen de separación de bienes y
éste por el de participación, se ha afectado la certidumbre que requieren las relaciones
con los terceros acreedores”. 164

164
Rodríguez Grez, Pablo, ob. cit., p. 277, quien recoge una opinión de César Parada Guzmán.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 155


X.- DIFERENCIAS ENTRE EL RÉGIMEN DE PARTICIPACIÓN EN LOS GANANCIALES Y EL
RÉGIMEN DE SOCIEDAD CONYUGAL.

Conviene, para concluir este capítulo, revisar las diferencias más notorias, entre
ambos regímenes:

a) El régimen de participación en los gananciales puede adoptarse al inicio del


matrimonio o con posterioridad; la sociedad conyugal, sólo al inicio del matrimonio
(con la salvedad de lo contemplado en el inciso 2 del artículo 135).

b) Durante el régimen de participación en los gananciales, los cónyuges están


separados de bienes. Cada cónyuge, por regla general, administra su patrimonio con
plena libertad. Durante la sociedad conyugal, se forma un haber común, que impone
restricciones a la administración de los bienes que lo integran.

c) Distinto es el concepto de gananciales en uno y otro régimen. En el régimen de


participación en los gananciales, vimos que lo son la diferencia entre el patrimonio
originario y el patrimonio final; en la sociedad conyugal, de conformidad a los artículos
1770 a 1774, se entiende por gananciales, el acervo líquido o partible, conformado por
los bienes ingresados al haber social, y habiendo retirado previamente del acervo bruto
los bienes propios de los cónyuges, pagado las recompensas que la sociedad adeudaba
a los cónyuges y el pasivo común 165.

d) Distinta es la sanción en uno y otro régimen, para el caso de que se constituyan


cauciones personales, sin autorización del otro cónyuge. En el régimen de participación
en los gananciales, la sanción será la nulidad relativa; en la sociedad conyugal, será la
inoponibilidad.

e) En el régimen de participación en los gananciales, los cónyuges no tienen


restricciones para constituir cauciones reales, incluso para caucionar obligaciones de
terceros. En la sociedad conyugal, se requiere autorización del otro cónyuge, si la
caución se constituye para garantizar deudas de terceros.

f) En el régimen de participación en los gananciales, para probar la composición del


patrimonio originario, la ley no excluye expresamente la confesión del otro cónyuge,
de manera que sería procedente entre cónyuges. En cambio, se aplica un criterio
diverso en la sociedad conyugal, pues el artículo 1739, inciso 2º, excluye
explícitamente esta prueba, para acreditar la composición de los patrimonios de cada
cónyuge.
En todo caso, según lo estudiamos, en el régimen de participación en los
gananciales la confesión no sería plena prueba, contra los eventuales acreedores, por
aplicación del artículo 2485, que establece, en cuanto al privilegio de cuarta clase
reconocido al crédito de gananciales, que la confesión de alguno de los cónyuges no
hará prueba por sí sola contra los acreedores.

g) En el régimen de participación en los gananciales, la sanción prevista por la ley para


el cónyuge que intenta hacer aparecer sus gananciales como de menor valor mediante
la distracción u ocultación de bienes o la simulación de deudas, consiste en obligarlo a
sumar, a su patrimonio final, el doble del valor de los bienes que se distraen u ocultan

165
Ramos Pazos, René, ob. cit., p. 299, quien cita a Schmidt Hot, Claudia, “Nuevo Régimen Matrimonial”,
Editorial ConoSur, 1995, p. 31.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 156


o de las supuestas deudas. Si bien se trata de una norma similar a la del artículo 1768,
respecto de la sociedad conyugal, en este último caso, la sanción es más rigurosa,
pues además de la restitución doblada, dispone la pérdida de los derechos que
correspondían al culpable en la cosa distraída u ocultada.

h) Según lo estudiamos, pareciera que del tenor imperativo de los artículos 1792-2 y
1792-19, los cónyuges no pueden, de común acuerdo, alterar la participación en los
gananciales por iguales partes, una vez efectuada la compensación. Conclusión que se
refuerza, afirmábamos, considerando además que prohibió el artículo 1792-20 la
renuncia anticipada por alguno de los cónyuges a su crédito de participación, renuncia
que total o parcialmente podría haber operado de manera anticipada, si los cónyuges
hubieren tenido la libertad para alterar la regla de distribución de los gananciales
prevista en el Código Civil. Se trataría entonces de una norma de orden público.
Distinta es la solución en el ámbito de la sociedad conyugal, en la cual la mujer puede
renunciar a los gananciales al pactar capitulaciones matrimoniales.

i) En el régimen de participación en los gananciales, el artículo 1792-24, inciso 2º,


otorga al cónyuge más débil una acción revocatoria especial, semejante a la acción
pauliana o a la acción de inoficiosa donación, mediante la cual pueden dejarse sin
efecto las donaciones efectuadas por el cónyuge deudor o dejar sin efecto los actos y
contratos que se refieran a los bienes enajenados en fraude de los derechos del
cónyuge más débil. En la sociedad conyugal, el artículo 1773 no confiere una acción
semejante a la mujer, para obtener el pago de los créditos que tenga en contra del
marido.

j) Como lo señalamos, el cónyuge acreedor del crédito de participación, es protegido


por la ley frente a aquellos acreedores cuyos créditos tengan una causa posterior al
término del régimen. En este caso, vimos que el artículo 2481 Nº 3 establece que el
crédito de participación en los gananciales tendrá una preferencia de cuarta clase.
Esta preferencia, tratándose del régimen de participación en los gananciales, no
corresponderá sólo a la mujer, como acontece en la sociedad conyugal, sino a
cualquiera de los cónyuges.

k) Tratándose del régimen de participación en los gananciales, cualquiera de los


cónyuges puede solicitar la separación judicial de bienes, a diferencia de lo que
acontece con la sociedad conyugal, donde sólo puede solicitarla la mujer. En todo caso,
según lo expresamos, al régimen de participación en los gananciales se aplicarán las
mismas causales que rigen para la sociedad conyugal (artículo 158, inciso 1º).

l) En el régimen de participación en los gananciales, no operan las recompensas, que sí


pueden presentarse en la sociedad conyugal.

m) El régimen de participación en los gananciales parece menos solidario que el de la


sociedad conyugal, en el cual, sin perjuicio del beneficio de emolumento de que goza la
mujer, el pasivo social es soportado por ambos cónyuges.

n) En lo concerniente a las agregaciones que deben hacerse al patrimonio originario,


cuando la causa o título de la adquisición es anterior al inicio del régimen, cabe indicar
que el artículo 1792-8 número 7, no exige, tratándose del régimen de participación en
los gananciales, como en el artículo 1736 Nº 7 respecto de la sociedad conyugal, que
la promesa conste de instrumento público o privado cuya fecha sea oponible a
terceros.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 157


ñ) Difieren además el número 7 del artículo 1736 y el número 7 artículo 1792-8, en
que el primero, se refiere sólo a los bienes inmuebles (atendido lo dispuesto en el
último inciso del artículo 1736), mientras que el segundo se refiere tanto a los bienes
muebles como inmuebles (pues el precepto no hace distingo alguno).

o) En la sociedad conyugal, la acción de nulidad que la ley franquea en algunos casos a


la mujer o a sus herederos, prescribe en cuatro años, contados desde la disolución de
la sociedad conyugal o desde que cesa la incapacidad que pueda afectar a la mujer o a
sus herederos (artículo 1757). En el régimen de participación en los gananciales, la
acción de nulidad que puede deducir cualquiera de los cónyuges cuando el otro
constituyó cauciones personales sin la autorización del demandante, prescribe en
cuatro años, contados desde el día en que el cónyuge que alega la nulidad, tuvo
conocimiento del acto (artículo 1792-4). En todo caso, en ambos regímenes, la acción
no prosperará, transcurrido que sean diez años, contados desde la ejecución o
celebración del acto o contrato.

p) En el régimen de participación en los gananciales, los muebles adquiridos a título


gratuito durante la vigencia del régimen no son gananciales, pues se agregan al
patrimonio originario (a menos que se trate de las donaciones remuneratorias por
servicios que hubieren dado acción contra la persona servida, pues según lo
expresamos, no se agregan al patrimonio originario -artículo 1792-9-, hasta
concurrencia del valor efectivo de los servicios). En cambio, en la sociedad conyugal,
los muebles adquiridos a título gratuito ingresan al haber relativo y constituyen por
ende gananciales (sin perjuicio de la recompensa que opere al liquidarse la sociedad
conyugal).

q) Es posible repactar el régimen de participación en los gananciales, cuando los


cónyuges separados judicialmente, reanudan la vida en común. Jamás puede
repactarse la sociedad conyugal, que se entiende haber expirado irrevocablemente, al
dictarse la sentencia que declara a los cónyuges separados judicialmente (artículo 40
de la Ley de Matrimonio Civil).

XI.- DIFERENCIAS ENTRE EL RÉGIMEN DE PARTICIPACIÓN EN LOS GANANCIALES Y EL


RÉGIMEN DE SEPARACIÓN TOTAL DE BIENES.

Aunque el artículo 1792-2 dispone que en el régimen de participación en los


gananciales los patrimonios del marido y de la mujer se mantienen separados y cada
uno de los cónyuges administra el suyo, hay dos diferencias sustanciales entre ambos
regímenes:

a) En el régimen de separación total de bienes, la ley no contempla ninguna clase de


compensación de utilidades obtenidas por los cónyuges al concluir el régimen, ni
tampoco reconoce crédito alguno, por tal concepto, a favor de un cónyuge y en contra
del otro.

b) En el régimen de separación total de bienes, no existen restricciones para constituir


cauciones, reales o personales, y aunque ellas garanticen deudas de terceros.

BIBLIOGRAFÍA:

- CORRAL Talciani, Hernán, “Bienes familiares y participación en los gananciales. La


reforma de la Ley N° 19.335, de 1994, a las relaciones personales y al régimen
económico del matrimonio” (Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1996).

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 158


- FRIGERIO, César, “Regímenes Matrimoniales” (Santiago, Editorial ConoSur, 1995).
- RAMOS Pazos, René, “Derecho de Familia” (Santiago, Editorial Jurídica de Chile,
2000), Tomo I, Tercera Edición.
- RODRIGUEZ Grez, Pablo, “Regímenes Patrimoniales” (Santiago, Editorial Jurídica de
Chile, 1996).
- ROSSEL Saavedra, Enrique, “Manual de Derecho de Familia” (Santiago, Editorial
Jurídica de Chile, 1994), séptima edición.
- SCHMIDT Hot, Claudia, “Nuevo Régimen Matrimonial” (Santiago, Editorial ConoSur,
1995).

_______________________*****_______________________

CUESTIONARIO:

1.- ¿Cómo se define, en general, un régimen matrimonial? ¿Cuáles son los regímenes
matrimoniales contemplados en nuestro Código Civil?
2.- ¿Qué variantes ofrecen los regímenes de comunidad en el Derecho comparado?
¿Cuáles son sus principales diferencias, en cuanto a los bienes que se entienden
comunes en cada caso?
3.- ¿Qué caracteriza al régimen de separación total de bienes?
4.- ¿Qué caracteriza al régimen de participación en los gananciales? ¿Qué posibles
salidas puede tener este régimen en el Derecho comparado? ¿Qué ventajas tiene y qué
críticas se le han formulado?
5.- ¿A qué régimen cabe asimilar la sociedad conyugal? ¿Cuál es el destino de los
bienes aportados al matrimonio y cuál el de los bienes adquiridos durante la sociedad
conyugal?
6.- ¿Cómo se definen las convenciones o capitulaciones matrimoniales? ¿De qué clases
pueden ser?
7.- ¿Qué reglas de capacidad se establecen respecto de las convenciones o
capitulaciones matrimoniales?
8.- ¿Qué solemnidades deben cumplirse al celebrarse convenciones o capitulaciones
matrimoniales?
9.- ¿Qué estipulaciones se permiten, tratándose de convenciones o capitulaciones
matrimoniales celebradas antes del matrimonio? ¿Qué se puede estipular, si se
pactaren al contraer matrimonio?
10.- ¿Qué estipulaciones se prohíben pactar, al convenir capitulaciones matrimoniales?
11.- ¿A partir de qué momento producen efecto las convenciones o capitulaciones
matrimoniales?
12.- ¿Pueden modificarse las estipulaciones contenidas en las convenciones o
capitulaciones matrimoniales?
13.- ¿Cómo puede definirse la sociedad conyugal?
14.- ¿Qué se establece en el inc. 2º del art. 135 del Código Civil? ¿Por qué afirmamos
que esta norma es doblemente excepcional?
15.- ¿Por qué se afirma que la sociedad conyugal tiene dos aspectos?
16.- Señale siete diferencias entre el contrato de sociedad y la sociedad conyugal.
17.- ¿Puede afirmarse que la sociedad conyugal es una persona jurídica? Fundamente
su respuesta en los preceptos del Código Civil que corresponda.
18.- ¿Puede afirmarse en nuestro Derecho que la sociedad conyugal, mientras está
vigente, constituye una comunidad? Fundamente su respuesta.
19.- ¿Cuáles son las características más relevantes de la sociedad conyugal?
20.- ¿Qué haberes y qué pasivos se distinguen en el patrimonio de la sociedad
conyugal?
21.- ¿Qué se entiende por haber real o absoluto?

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 159


22.- Enumere los bienes que forman parte del haber real o absoluto.
23.- ¿Qué requisitos deben cumplirse, para que los ingresos de los cónyuges formen
parte del haber real o absoluto?
24.- ¿Qué excepción contempla el art. 150 del Código Civil, respecto de los ingresos
que se obtengan durante la vigencia de la sociedad conyugal? ¿Cuál puede ser el
destino de los bienes a que se refiere esta excepción?
25.- ¿Dónde ingresan las rentas que obtenga un cónyuge por trabajos iniciados antes
del matrimonio y concluidos una vez celebrado?
26.- ¿Cómo se definen las donaciones remuneratorias? ¿Qué ejemplo podría
proporcionar?
27.- ¿Qué solemnidades deben cumplirse, para encontrarnos ante una donación
remuneratoria? De no cumplirse estas solemnidades, ¿qué debemos entender?
28.- ¿Qué requisitos deben cumplirse, para que una donación remuneratoria hecha a
un cónyuge ingrese al haber real de la sociedad conyugal?
29.- El art. 1736 establece varios casos en los que el bien adquirido por uno de los
cónyuges no ingresa al haber real. Al respecto: ¿A qué haber ingresará el bien? ¿Cuál
es la razón en virtud de la que no ingresará al haber real? ¿Cuáles son estos casos?
¿De qué clase de bienes se trata?
30.- Los arts. 1728 y 1729 del Código Civil establecen dos excepciones a la regla
general, en virtud de la cual el bien adquirido a título oneroso durante la vigencia de la
sociedad conyugal ingresa al haber real de la misma. Explique brevemente los dos
casos.
31.- ¿Qué frutos ingresan al haber real de la sociedad conyugal? ¿Qué modos de
adquirir operarán, según el caso?
32.- El Código Civil dispone que el marido es titular de un usufructo legal sobre los
bienes propios de su mujer, vigente la sociedad conyugal. Mencione al menos cinco
razones, en virtud de las cuales puede concluirse que no nos encontramos ante un
verdadero usufructo. ¿Cómo sería más correcto denominar a este derecho?
33.- ¿Qué parte de un tesoro ingresa al haber real de la sociedad conyugal?
34.- ¿Cómo se define el haber aparente o relativo de la sociedad conyugal?
35.- Enumere los bienes que forman parte del haber aparente o relativo de la sociedad
conyugal.
36.- ¿Qué bienes muebles se entienden adquiridos a título gratuito durante la vigencia
de la sociedad conyugal y por ende a qué haber ingresarán?
37.- ¿Qué donaciones remuneratorias ingresan al haber aparente o relativo de la
sociedad conyugal?
38.- ¿Qué parte del tesoro ingresa al haber aparente o relativo de la sociedad
conyugal?
39.- Explique brevemente las presunciones que establece el art. 1739 del Código Civil
y señale en cada caso en favor de quién.
40.- ¿Qué se entiende por haber propio de cada cónyuge?
41.- Enumere los bienes que conforman el haber propio de cada cónyuge, vigente la
sociedad conyugal.
42.- ¿Dónde ingresan los aumentos experimentados por los bienes propios de cada
cónyuge? ¿Qué distingo cabe formular al efecto?
43.- ¿Cómo se define la subrogación real? ¿La subrogación de qué clase de bienes
reguló el Código Civil en el art. 1733? ¿Qué plantea el profesor Pablo Rodríguez Grez, a
partir de lo expuesto en el art. 1727, Nº 2 del Código Civil?
44.- ¿Bajo qué formas puede operar la subrogación real?
45.- ¿De qué clases puede ser la subrogación de inmueble a inmueble?
46.- ¿Qué requisitos deben cumplirse para que opere la subrogación por permuta?
47.- ¿Qué requisitos deben cumplirse para que opere la subrogación por compra?

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 160


48.- ¿Qué requisitos deben cumplirse para que opere la subrogación de inmueble a
valores?
49.- ¿Qué margen de desproporción acepta la ley, como elemento común a toda clase
de subrogación?
50.- ¿Qué obligaciones dan acción sobre los bienes sociales y sobre los bienes propios
del marido?
51.- ¿En qué casos la mujer que actúa como mandataria de su marido, compromete
también sus bienes propios y sus bienes reservados?
52.- ¿Qué obligaciones dan acción sobre los bienes sociales, sobre los bienes propios
del marido y además sobre los bienes propios de la mujer?
53.- ¿Cómo se define el pasivo definitivo?
54.- ¿Qué deudas, una vez pagadas, deben imputarse al pasivo definitivo o absoluto
de la sociedad conyugal?
55.- ¿Qué deudas, una vez pagadas, deben imputarse al pasivo provisional o relativo
de la sociedad conyugal?
56.- ¿Qué se entiende por recompensas? ¿Qué objeto tienen? ¿Cómo se clasifican?
57.- ¿Qué recompensas debe la sociedad a los cónyuges?
58.- ¿Qué recompensas deben los cónyuges a la sociedad conyugal?
59.- ¿Qué donaciones no generan recompensa en favor de la sociedad conyugal?
60.- ¿Qué recompensas se deben los cónyuges entre sí?
61.- ¿De qué clases puede ser la administración de la sociedad conyugal? ¿A quién
corresponde por regla general? ¿Qué bienes se comprenden en esta administración?
62.- ¿Qué requisitos deben cumplirse para que la mujer, excepcionalmente, asuma la
administración ordinaria de la sociedad conyugal?
63.- ¿Hasta cuándo se extiende la administración ordinaria de la sociedad conyugal,
por regla general? ¿En qué casos se altera dicha regla general?
64.- ¿Qué responsabilidad tiene el marido por la administración ordinaria de la
sociedad conyugal?
65.- ¿Para qué actos jurídicos necesita el marido la autorización de la mujer o de la
justicia en subsidio?
66.- ¿De qué clases puede ser la autorización de la mujer al marido, para que éste
pueda realizar alguno de los actos jurídicos indicados en el art. 1749 del Código Civil?
¿En qué momento podría otorgarla?
67.- ¿Qué carácter tiene la autorización expresa? ¿Cómo debe otorgarse?
68.- ¿Qué quiere decir que la autorización dada por la mujer al marido sea
“específica”? Explique brevemente este requisito.
69.- ¿Cuándo nos encontramos ante una autorización tácita de la mujer al marido?
70.- Si la mujer presta su autorización a través de un mandatario, ¿cómo debe
otorgarse este mandato?
71.- ¿En qué casos la autorización de la mujer puede ser suplida por la justicia?
Explique brevemente la hipótesis.
72.- ¿Qué sanciones cabe aplicar, para el caso de que el marido otorgue o celebre un
acto o contrato, sin haber obtenido la pertinente autorización?
73.- ¿Qué escenarios podrían plantearse, respecto de la posibilidad de que la mujer
puede deducir acción reivindicatoria, conjuntamente con la acción de nulidad?
74.- ¿Qué opiniones se han planteado, acerca de la posibilidad de que la mujer
demande la nulidad relativa del contrato celebrado por su marido, mientras está
vigente la sociedad conyugal?
75.- Tratándose de la inoponibilidad a la mujer del contrato de arrendamiento
celebrado por el marido en contravención al art. 1749 del Código Civil, ¿cuál debiera
ser la acción que la mujer o sus herederos o cesionarios para invocar la inoponibilidad?
¿Eventualmente, qué sería necesario hacer antes de deducir la acción en la que se
haga valer la inoponibilidad?

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 161


76.- ¿Qué efectos se producen, cuando la mujer celebra un contrato que recae en un
bien social, con prescindencia del marido?
77.- ¿En qué casos puede intervenir la mujer en el manejo de los bienes sociales?
78.- ¿Qué correctivos y ventajas se establecen en favor de la mujer, tratándose del
régimen de sociedad conyugal?
79.- ¿Qué facultades tiene el marido, vigente la sociedad conyugal, en la
administración de sus bienes propios?
80.- ¿Qué características tiene la administración por parte del marido de los bienes
propios de su mujer?
81.- ¿Qué puede hacer la mujer, en caso de negativa de su marido a realizar un acto
jurídico que tenga por objeto alguno de los bienes propios de la primera, que están
bajo la administración del segundo? ¿Qué artículo regula esta situación?
82.- ¿Qué efectos se producen, si la mujer, previa autorización judicial, celebra un
contrato que recae sobre un bien de su propiedad que administra el marido?
83.- ¿Qué efectos se producen, si la mujer, sin previa autorización judicial, celebra un
contrato que recae sobre un bien de su propiedad que administra el marido? Resuma
los postulados de la doctrina.
84.- ¿Qué actos de administración que se refieren a bienes propios de la mujer,
pueden celebrarse por el marido por sí solo?
85.- ¿Qué actos de administración que se refieren a bienes propios de la mujer, no
pueden celebrarse por el marido por sí solo?
86.- ¿Cuándo tiene lugar la administración extraordinaria de la sociedad conyugal?
¿Quiénes pueden ejercitarla?
87.- ¿En qué casos corresponde designar a la mujer como curadora de su marido, con
preferencia a cualquier otra persona? ¿En qué caso puede ser designada, pero sólo si
las personas que la ley llama con preferencia a la mujer no aceptan asumir como
curadores? ¿En qué caso jamás podrá ser designada la mujer curadora de su marido?
88.- ¿Qué facultades tiene la mujer sobre los bienes sociales, como administradora
extraordinaria de la sociedad conyugal? ¿Qué sanciones dispone la ley, para el caso de
que la mujer infrinja lo dispuesto en el art. 1759 del Código Civil? ¿Quiénes pueden
accionar en este caso y en qué plazo?
89.- ¿Qué facultades tiene la mujer sobre sus bienes propios, como administradora
extraordinaria de la sociedad conyugal?
90.- ¿Qué facultades tiene la mujer sobre los bienes propios de su marido, como
administradora extraordinaria de la sociedad conyugal?
91.- ¿Qué diferencias se observan entre el marido y la mujer, en lo tocante a la
administración de la sociedad conyugal?
92.- ¿Qué actos que recaen sobre los bienes propios de su marido, no puede realizar la
mujer por sí sola, sino que con previa autorización judicial?
93.- Refiérase a los efectos de los actos realizados por la mujer en ejercicio de su
administración extraordinaria de la sociedad conyugal.
94.- ¿En qué casos procede que un tercero asuma la administración extraordinaria de
la sociedad conyugal?
95.- ¿Qué derecho le asiste a la mujer, cuando un tercero asume la administración
extraordinaria de la sociedad conyugal? ¿En qué caso no tiene este derecho?
96.- ¿Qué dispone la Ley Nº 20.720 sobre “Insolvencia y Reemprendimiento”, en
relación a la administración de la sociedad conyugal?
97.- ¿En qué casos termina la administración extraordinaria de la sociedad conyugal?
98.- Enumere las causales de disolución de la sociedad conyugal.
99.- En el marco de la declaración de muerte presunta, ¿en qué casos se disuelve la
sociedad conyugal existente entre la persona presuntivamente muerta y su cónyuge?
100.- ¿Qué efectos produce la disolución de la sociedad conyugal?

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 162


101.- Una vez disuelta la sociedad conyugal, ¿qué bienes tienen el carácter de
comunes?
102.- El día de la disolución de la sociedad conyugal fija irrevocablemente el activo y
pasivo de la sociedad, sin que los actos celebrados con posterioridad influyan en ellos.
¿Qué consecuencias se derivan de lo anterior?
103.- ¿En qué casos no procederá liquidar la sociedad conyugal?
104.- ¿Qué se entiende por renuncia de gananciales?
105.- ¿Quién o quiénes pueden renunciar a los gananciales y en qué oportunidades?
106.- ¿Puede la mujer renunciar a los gananciales en la misma escritura pública en
virtud de la cual se pacta separación total de bienes? Explique brevemente la opinión
de la cátedra y la de la doctrina tradicional.
107.- Señale y explique brevemente los requisitos y las características de la renuncia a
los gananciales.
108.- Refiérase a los efectos que se producen cuando la mujer o sus herederos
renuncian a los gananciales.
109.- ¿En qué casos puede rescindirse el acto por el cual la mujer o sus herederos
renuncian a los gananciales? ¿En qué plazo prescribe la acción? ¿Qué crítica se ha
formulado a esta regla de prescripción?
110.- Señale las reglas concernientes a la aceptación de los gananciales.
111.- ¿Cómo puede definirse la liquidación de la sociedad conyugal? Incluya en tal
definición los objetivos de la liquidación. ¿Qué normas la regulan?
112.- ¿Qué operaciones principales se comprenden en la liquidación de la sociedad
conyugal?
113.- Refiérase a las normas que regulan la facción de inventario y tasación que deben
practicarse, en el marco de la liquidación de la sociedad conyugal.
114.- Refiérase a la forma del inventario, según los casos, en el marco de la liquidación
de la sociedad conyugal.
115.- ¿Qué importancia tiene el inventario solemne, practicado en el marco de la
liquidación de la sociedad conyugal? ¿De qué manera se vinculan los arts. 1766 y 1723
del Código Civil?
116.- ¿Qué contenido debe tener el inventario que se practique en el marco de la
liquidación de la sociedad conyugal?
117.- ¿Qué conductas sanciona el art. 1768 del Código Civil, en relación al contenido
del inventario practicado en el marco de la liquidación de la sociedad conyugal? En el
mismo caso, ¿en qué plazo prescribe la acción y qué puede reclamarse por intermedio
de la misma? A juicio del profesor Pablo Rodríguez Grez el plazo de prescripción se
suspendería. ¿En virtud de qué argumentos llega a esta conclusión?
118.- ¿Qué se dispone en el Código Civil y en el Código de Procedimiento Civil, acerca
de la tasación de los bienes objeto de la liquidación de la sociedad conyugal?
119.- ¿Qué bienes deben acumularse para formar el acervo bruto, en el marco de la
liquidación de la sociedad conyugal?
120.- ¿Qué operaciones deben realizarse para pasar del acervo bruto al acervo líquido,
en el marco de la liquidación de la sociedad conyugal? Explique brevemente cada una
de estas operaciones.
121.- ¿Cuál es la regla general acerca de la división de los gananciales, en el marco de
la liquidación de la sociedad conyugal? ¿Cuáles son las excepciones?
122.- Respecto de la naturaleza del título en virtud del cual los cónyuges reciben
bienes en adjudicación la liquidación de la sociedad conyugal, resuma los tres
planteamientos formulados en la doctrina. ¿Cuál de estos ha prevalecido?
123.- En cuanto al momento a partir del cual el cónyuge adjudicatario se entiende
propietario exclusivo del bien que se le adjudica en la liquidación de la sociedad
conyugal, ¿qué importancia tiene determinar dicho momento, respecto de los

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 163


embargos y de las prohibiciones decretados sobre el bien adjudicado? Formule los
distingos del caso.
124.- Respecto del pago del pasivo de la sociedad conyugal, explique las reglas que
operan desde el punto de vista de la “obligación a las deudas”.
125.- Respecto del pago del pasivo de la sociedad conyugal, explique las reglas que
operan desde el punto de vista de la “contribución a las deudas”.
126.- Refiérase al beneficio de emolumento consagrado en favor de la mujer casada en
sociedad conyugal.
127.- ¿Puede resciliarse la liquidación de la sociedad conyugal? Fundamente su
respuesta.
128.- ¿En qué términos consagran los incisos 1º y 2º del art. 150 del Código Civil el
patrimonio reservado de la mujer casada en sociedad conyugal?
129.- ¿Por qué se afirma que el patrimonio reservado de la mujer casada es más
amplio que el peculio profesional o industrial que pueda tener un menor adulto?
130.- ¿Por qué se afirma que la consagración en nuestra legislación del patrimonio
reservado supuso una modificación al régimen de sociedad conyugal?
131.- ¿Qué condiciones se requieren para que exista patrimonio reservado?
132.- ¿Es condición de existencia del patrimonio reservado la autorización del marido?
Fundamente su respuesta.
133.- ¿Qué características tiene el patrimonio reservado?
134.- ¿Qué bienes integran el activo del patrimonio reservado?
135.- ¿Qué deudas pueden cobrarse en el patrimonio reservado? Formule los distingos
del caso.
136.- Refiérase a la administración del patrimonio reservado. ¿Qué limitaciones
podrían presentarse al respecto?
137.- ¿Qué acto jurídico del marido puede afectar al patrimonio reservado de la mujer?
¿Qué actos jurídicos de la mujer pueden afectar al patrimonio social o al del marido?
138.- Refiérase a la importancia de la prueba acerca del patrimonio reservado.
139.- ¿Qué objeto puede tener la prueba del patrimonio reservado?
140.- ¿Cuándo debe probar la mujer la existencia de su patrimonio reservado? ¿Cómo
puede probar la mujer la existencia de su patrimonio reservado?
141.- ¿Cuándo debe probar un tercero la existencia del patrimonio reservado de la
mujer? ¿Qué circunstancias deben concurrir para que pueda operar la presunción de
derecho que consagra el art. 150 del Código Civil en favor de dicho tercero?
142.- Refiérase a la prueba sobre la calidad de reservado de un determinado bien.
143.- Refiérase a la suerte de los bienes reservados, una vez disuelta la sociedad
conyugal.
144.- Refiérase a la liquidación del pasivo del patrimonio reservado, en el caso de la
aceptación de los gananciales.
145.- ¿Cómo se clasifica la separación de bienes atendiendo a su origen? ¿Cómo se
clasifica atendiendo a su extensión? ¿Cómo se combinan ambas clasificaciones?
146.- ¿Cómo se define la separación judicial de bienes? ¿Cuáles son sus
características?
147.- Enumere las causales que autorizan demandar la separación judicial de bienes.
148.- ¿Cuándo puede la mujer demandar la separación judicial de bienes, ante la
administración extraordinaria de la sociedad conyugal?
149.- ¿Cuándo puede la mujer demandar la separación judicial de bienes, ante el
incumplimiento de la obligación de alimentos?
150.- ¿Cuándo puede la mujer demandar la separación judicial de bienes, ante el
riesgo inminente del mal estado de los negocios del marido? ¿Qué podría hacer el
marido en este caso?
151.- Refiérase a la demanda de separación judicial de bienes de la mujer, tratándose
de la insolvencia del marido.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 164


152.- Refiérase a la demanda de separación judicial de bienes de la mujer, tratándose
de una administración fraudulenta del marido.
153.- Señale y explique brevemente los efectos de la separación judicial de bienes.
154.- Decretada la separación por bienes por sentencia judicial, ¿cómo pueden
sintetizarse las reglas acerca del carácter irrevocable que por regla general tiene dicha
resolución judicial?
155.- Señale y explique brevemente las causales de separación legal total de bienes.
156.- Señale y explique brevemente las causales de separación legal parcial de bienes.
157.- Señale y explique brevemente los casos de separación convencional total de
bienes.
158.- Señale y explique brevemente los casos de separación convencional parcial de
bienes.

Regímenes Matrimoniales – Juan Andrés Orrego Acuña 165

También podría gustarte