DIVERSIDAD

Lu, Lucy, Lucía

Lu, Lucy, Lucía Hinde Pomeraniec
Hinde Pomeraniec
Ilustraciones
A partir de los 7 años

Lu, Lucy, Lucía Hinde Pomeraniec

Ilustraciones de Adriana Keselman
Adriana Keselman

Aunque son hermanos, Tincho y

Lucy no reciben el mismo trato.
Y a Lucy eso le parece injusto.
Lucy vive con su mamá, su papá, su hermano y su
perro Wilson. Como sus abuelos tienen una linda
casa en una ciudad balnearia, cuando la familia viaja
a visitarlos aprovechan para ir a la playa y nadar en
el mar.
Pero Lucy se hace algunas preguntas que no logra
responder: ¿por qué sus papás la llaman “Lucía”
cuando se enojan? ¿Y por qué nunca se enojan
con su hermano Tincho?

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 Lu, Lucy, Lucía
Hinde Pomeraniec
Ilustraciones
Adriana Keselman

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 A M. F. H., amiga y maestra.
A todas las Lucys y los Tinchos.
A mis hijos.
H. P.

A Martu, Keki, Pame, Maru, Ámbar y Tomy,

que siempre están.
A “mi amor”, que me acompaña e incentiva.
A mis amigas, las viejas y las nuevas;
mis colegas ilustradores, escritores,
maestros: son de fierro.
A todos los mencionados arriba
que se emocionan conmigo en cada logro.
A. K.

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 Una calle con rima

P ocas cosas le gustan tanto a Lucy como

ir a la casa de los abuelos que viven en la
costa. Disfruta de los paseos por el bosque
y de jugar entre los árboles, pero sobre
todo adora salir a caminar con su mamá y
con su hermano Tincho por las calles que
los llevan al mar.
Todas las tardes, cuando baja un poco
el sol, arrancan la caminata con las gorras
en la cabeza y las mochilas en la espalda:
¡es una gran aventura! Durante la marcha
van señalando pájaros, bichos y plantas
de algunos jardines: su mamá siempre le
dice que si son tan hermosos es porque

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 alguien los cuida con mucho amor y pa-
ciencia.
¡Cómo se divierten durante esos pa-
seos! Y siempre, siempre, se empiezan a
reír cuando doblan por Gallareta. Les cau-
sa gracia el nombre de ese pájaro desde
el día en que Lucy lo descubrió en uno
de los carteles que indican los nombres de
las calles.
—¡Mira, ma! —leyó Lucy esa tarde—, ahí
dice “Gaaa-lla-reee-ta”.

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 Y agregó:
—¿Y si jugamos a hacer rimas como en
la escuela? “Gallareta” rima con “chaque-
ta”, con “paleta”... ¡y con “colchoneta”!
—Y con “violeta”. Y con “croqueta”. Y
también con “calceta” —respondió risue-
ña la mamá.
Desde aquel día, cada vez que llegan a
la esquina con nombre divertido inventan
poemas y frases hasta que no pueden más
de la risa. Casi siempre empieza la mamá.

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 —La gallareta se tira a la...
—... ¡pileta! —grita Lucy.
—Y se quita la...
—... ¡camiseta!
—Y toma notas en su libreta, y se va a la
playa en...
—... ¡en chancletas!

Lucy siempre camina unos pasos ade-

lante. Cada vez que termina la frase se da
vuelta y ve a su mamá con los ojos finitos,
finitos, al borde de una carcajada:
—¿Las gallaretas leen historietas? —pre-
gunta Lucy, con lagrimitas de risa en los
ojos.
—Gallareta. Gallareta. Gallareta.
El que habla es Tincho.

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 Los caracoles de Tincho

T incho es el hermano de Lucy y por

momentos parece entender cuando ellas
juegan con las palabras o comentan algo
sobre una flor que acaban de descubrir, o
también todas las veces que se ríen por-
que el perrito lanudo y blanco de la casa
de las hortensias las sigue durante un
trecho. Pero es apenas un instante. Ense-
guida Tincho vuelve a mirar el suelo o a
hacer ruiditos o a repetir palabras que ella
o su mamá dijeron. Repite una palabra
una vez, otra vez y otra vez. Muchas veces.
Pero es sólo eso.
—Gallareta. Gallareta. Gallareta.

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 Ni bien atraviesan el médano cuando
ya están en la playa. Entonces Tincho co-
mienza a correr dando vueltas en el mis-
mo lugar. Sólo deja que su mamá o Lucy le
saquen los tenis cuando llegan a la orilla;
ahí sí apoya sus pies descalzos en la arena
mojada y firme. A veces camina sobre las
puntas de los pies.
Además de correr y dar vueltas, a Tin-
cho le gusta juntar caracoles.

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 La que lleva siempre la cubeta roja con
los caracoles es Lucy, mientras su herma-
no va en busca de los más grandes, los
más hermosos o los que son diferentes a
todos los demás. Su mamá los mira, senta-
da en una toalla de rayas extendida sobre
la arena, mientras les prepara un chocola-
te frío con galletitas.
A Lucy le hace feliz ver a su mamá con
el traje de baño de lunares rojos y blan-
cos, el que compraron una tarde que sa-
lieron a pasear las dos solas.
—¡Te ves muy linda, mami! Me gustan
tus lentes de sol nuevos. ¿Después me los
prestas?
La mamá le dice que sí, que claro que se
los presta. Y el sol se refleja entero y re-
dondo en la sonrisa de Lucy.

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