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LECTURA 1: LA SEGURIDAD Y SUS AMENAZAS EN LA BAJA EDAD MEDIA

En Europa, durante la Edad Media, prevalecía el sistema feudal y existía una


fuerte asociación entre el Imperio y la Iglesia. La vida académica e intelectual se
encontraba en los monasterios. En ese contexto, durante la Baja Edad Media
(S.XIII), nace uno de los sistemas más significativos en la historia del castigo y la
pena: el proceso inquisitorio, practicado por un tribunal integrado por sacerdotes
juristas para investigar la mala conducta de los clérigos (entendida como cualquier
conducta apartada de la ortodoxia). Al pasar del tiempo se fue expandiendo
geográficamente y fortaleciendo sus instituciones para investigar, perseguir y
castigar cualquier tipo de herejía (por ejemplo, oponerse a la idea del pecado,
cuestionar las estructuras de poder, promover la igualdad de bienes, practicar la
libertad sexual, etc.).
El proceso tenía como objetivo principal de actuación la persecución y represión
de la brujería y estaba caracterizado por actuaciones secretas, escritas, en las que
se decretaba la prisión preventiva del imputado, es decir, de quien se encontrara
en situación de pecado, a quien muchas veces se lesecuestraban sus bienes y se
torturaba para descubrir la verdad. La tortura aparece minuciosamente indicada
para obtener la confesión o para lograr la delación de supuestos cómplices. La
investigación se iniciaba de oficio o por denuncias anónimas. Frecuentemente, se
buscaba engañar al acusado con falsas promesas y pruebas inexistentes. Si la
acusada o acusado no confesaba, se interpretaba que era efectivamente culpable
pues sólo el diablo podía ayudar a resistir la presión de la tortura. La pena final era
morir en la hoguera.
Las ventajas políticas de este sistema eran muchas: permitía reprimir la disidencia
política y religiosa, mantener el orden, lograr la unidad de la Iglesia, además de
procurar beneficios económicos al poder político religioso.
En este tipo de procedimientos fue emblemática la “cacería de brujas”, en la que el
inquisidor tenía amplios poderes para arrancar la verdad en los peores delitos
(pecados) mediante la tortura.
La brujería se consideraba uno de los peores y más gravísimos pecados,
contagioso e imitable, pues según los discursos que justificaban su castigo, la
brujería se fundamentaba en un pacto con el diablo. La magia era efectuada con el
auxilio del diablo para causar a los hombres muchos y horribles daños. En
general, se consideraba la negación de la fe cristiana como una grave amenaza
contra la humanidad que había que extinguir y, para ello, todo método para
combatirla era permitido. Si no se atacaba, la humanidad correría el riesgo de
desaparecer, y esta grave situación generaba una emergencia basada en el miedo
que justificaba cualquier intervención por parte del poder, bajo la creencia de que
el enemigo no merece trato de persona. Justamente, una de las características del
discurso de emergencia es la magnificación de la gravedad de la amenaza.
Se decía que quien dudara del poder de las brujas, también era un hereje. Por
eso, el mismo defensor evitaba hacer una defensa demasiado calurosa para no
provocar la sospecha de pertenecer él mismo al gremio brujo. Sin duda, era una
herramienta útil para evitar cualquier intento de deslegitimar esos métodos y
eliminar la disidencia.
Lo imposible y lo irreal, como el pacto diabólico, los amores con el diablo y los
viajes de brujas sólo podían adquirir apariencia de verdad gracias a la confesión
de los supuestos culpables. Semejante confesión de culpa tan sólo podía
arrancarse a discreción mediante las torturas; sólo en rarísimos casos era el
inculpado suficientemente fuerte para resistirlas. Cabalmente esto se interpretaba
en su mayor perjuicio; como empecinamiento por la ayuda del diablo, provocando
esta conducta torturas repetidas y más crueles, para quebrantar y vencer la
resistencia del diablo que vivía en la bruja. Pues en losprocesos de brujas
quedaban derogados los principios relativos a la intensidad y repetición de la
tortura, porque la brujería era mirada como un delito de excepción
(delitumexceptum) en el cual para la prueba de culpabilidad todo medio era lícito.
Una fórmula de los procesos de brujas decía: Serás torturada hasta que estés tan
delgada que a través de ti se vea el sol (Radbruch y Gwinner 1955).
Entre las principales críticas realizadas a este tipo de sistema, se decía que el
poder perseguir y castigar a las brujas era utilizado para otros fines que no se
revelan, que se mostraba indiferencia frente al dolor ajeno, que era el poder
religioso el que decidía quiénes eran consideradas o considerados una amenaza y
que una vez capturada la amenaza, se abrían espacios policiales de arbitrariedad
y corrupción en los que participaban los príncipes (poder político) a través de la
confiscación de los bienes. También se critica el intuicionismo policial, según el
cual, los inquisidores aseguraban la culpabilidad de las brujas mediante
argumentos intuitivos o subjetivos (equivalente a lo que llaman algunos “olfato
policial”), que valía como prueba de cargo.
LECTURA 2: LA DOCTRINA DE LA SEGURIDAD NACIONAL Y EL CONTROL
SOCIAL EN VENEZUELA
Durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (hasta 1958) hubo fuertes
restricciones de las libertades y garantías civiles y políticas, y en momentos de
crisis políticas y sociales el aparato policial asumió un rol protagónico en el
mantenimiento del orden público, funcionando abiertamente como el arma
principal del poder político del Estado y soporte en el cual descansaba el régimen
dictatorial, cediendo al proceso de politización, participando activamente en el
funcionamiento del sistema político como una “fuente de información objetiva del
poder”. La violencia institucional se impuso ante la necesidad de cumplir con el
principal atributo del aparato policial, el cual era el mantenimiento del orden
público (político), fortaleciéndose un modelo policial autoritario en el que los
intereses sociales quedaban subordinados a los políticos. Hasta el final del
período, se desplegó una brutal represión, particularmente contra la clase obrera y
los partidos disidentes.
El in de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, en 1958, no supuso el inal de la
represiva y violenta historia política venezolana. Venezuela, a diferencia de otros
países latinoamericanos, escapa al autoritarismo burocrático característico de los
regímenes militares de la década de los sesenta y setenta, pero la ideología del
control y la represión se mantendría, sólo que vestida de civil.
A partir de los años sesenta penetra definitivamente en Venezuela -así como en
otros países latinoamericanos- la Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN), que
definía los problemas de subsistencia y mantenimiento de la soberanía que se
presentan en todo Estado nacional (García Méndez 1987). A través de esta
Doctrina, los cuerpos militares y policiales venezolanos adquirieron conceptos y
herramientas ideológicas y operativas para actuar contra los disidentes políticos,
considerados enemigos internos.
Esta nueva concepción de seguridad surgida a partir de la Segunda Guerra
Mundial “introduce cambios sustanciales en las referencias teóricas de los
planificadores de las políticas de seguridad de los países del continente
latinoamericano” (Manrique 1996:41). El impacto que tuvo en Venezuela se siente
con fuerza durante los primeros años de esta década, como consecuencia de la
“recepción de ideas de origen principalmente argentino y brasileño, transmitidas a
través del Colegio Interamericano de Defensa de Washington y que van a influir
decisivamente sobre la doctrina y metodología de planificación de la Seguridad y
Defensa que se van a difundir en el país” (Rey 1998:168). Desde entonces, el
aparato represivo del Estado adquirió conceptos y herramientas, tanto ideológicas
como operativas, para actuar contra los disidentes políticos. Para Bergalli 1983, en
todo el continente, la política criminal que emerge de la DSN es una política del
miedo, del terror de Estado.
El politólogo Miguel Manrique distingue, dentro del esquema de la seguridad
nacional, lo que será la distribución de funciones entre los Estados dependiendo
del poder de cada uno de ellos- para asumir la responsabilidad de resguardar la
seguridad nacional. En este sentido, señala que “El Estado eje del hemisferio tiene
la responsabilidad de la seguridad exterior del conjunto del sistema; en cambio, los
Estados con menos poder se encargan, básicamente, de garantizar su seguridad
interna; la cual podría verse amenazada por los efectos de la “Estrategia Indirecta
del contrario” (1996:23). En este sentido y para los Estados menores en poderío,
por decirlo de alguna manera, la inseguridad nacional se traduciría en la amenaza
interior a la estabilidad política de esos Estados.
Entonces, apoyados en la DSN y amparados en la suspensión de las garantías,
actuaron los cuerpos de seguridad del Estado en la procura del mantenimiento del
orden interno y como respuesta a las protestas populares (muchas de ellas a raíz
de la misma suspensión de garantías constitucionales).
Las políticasgubernamentales se centraron en la búsqueda de la estabilidad
democrática y en elcombate contra el comunismo.
Mientras una nueva Constitución es promulgada en 1961 -caracterizada por el
equilibrio de los poderes del Estado, por consagrar los más avanzados derechos
fundamentales y por establecer la armonía entre los derechos de los ciudadanos y
las necesidades sociales- se desempolva y renueva el viejo aparato de represión
política (el mismo del que fueran víctimas durante la dictadura los integrantes del
partido de gobierno), sólo que con otro nombre y bajo otra autoridad.
El gobierno de Betancourt se ve gravemente afectado por la lucha de los distintos
movimientos sociales y repetidas rebeliones militares que ocupan la atención del
gobierno, trayendo como consecuencia la periódica suspensión de las recién
estrenadas garantías constitucionales. Los nuevos cuerpos de seguridad del
Estado actuaron apoyados en la DSN y amparados en la suspensión de las
garantías, en la procura del orden público y como respuesta a las protestas
populares (muchas de ellas a raíz de la misma suspensión). Las políticas
gubernamentales se centraron en la búsqueda de la estabilidad del recién
instaurado régimen democrático.
La DSN le otorgaba a la seguridad interna un valor supremo, en el que el objetivo
de guerra era el “enemigo” (disidente), al cual había que neutralizar y reducir. En
los momentos de crisis política descritos, el nuevo gobierno democrático fue capaz
de violar los mecanismos jurídicos e incluso ideológicos que ellos mismos habían
creado para asegurarse la adhesión popular, utilizando contra la sociedad los
instrumentos de coerción y violencia propios de los regímenes autoritarios.
Según Maza Zavala y Malavé, durante el gobierno de Betancourt se negó la
audiencia a planteamientos de verdaderas reformas, se clausuró el espacio
político de la izquierda revolucionaria y se quebrantaron los términos de la
“represión tolerable” (1980:20-21). En este sentido, y ante las constantes
manifestaciones de malestar social y de protestas colectivas, el gobierno
democrático revive la represión sistemática sobre los partidos disidentes y declara
la censura política, ilegalizando algunos partidos de izquierda. Al rechazo político
del gobierno siguió la declaración abierta de la lucha armada comunista.
Mientras los partidos de izquierda eran censurados, los grupos gubernamentales
de presión política continuaron actuando y la acción política violenta
contrarrevolucionaria se fortaleció. Gobierno y oposición utilizaron la violencia
como medio de comunicación, estableciéndose, de esta manera, un círculo vicioso
y destructivo que, al menos para el Estado y algunos centros de poder, puede
resultar funcional, por cuanto puede justificar la reacción, la emergencia y la
represión.En este contexto la violencia, como reacción al conflicto, fue la opción
elegida por el gobierno para “calmar los ánimos”, y mientras se exaltaban los
atributos del Ejército como “garante de la integridad territorial de la Nación,
protector de la Constitución, de las leyes y de los gobiernos del pueblo”, éstos -
junto al renovado aparato de violencia- respondieron respaldando las políticas
represivas del gobierno.
Consecuentemente, las medidas gubernamentales en materia de seguridad se
tradujeron en mayores dotaciones para las Fuerzas Armadas Nacionales, en el
llamamiento a las islas de nuevos contingentes para asegurar el orden público y
en la intensificación de la lucha antiguerrillas (Velásquez y otros 1980).
A pesar de los intentos de racionalizar la violencia estatal -justiciada por algunos
por la amenaza permanente al sistema democrático y al sistema económico
capitalista- el fracaso de la legalidad y de las instituciones democráticas en
general se puso en evidencia a través del terrorismo de Estado, la utilización
masiva de los recursos de fuerza y la impunidad.
Durante los gobiernos siguientes, la figura del Estado interventor se intensificó y
fortaleció, los innovadores programas económicos se caracterizaron por el olvido y
,en cuanto al papel del Estado con respecto a la seguridad nacional, habiendo
disminuido considerablemente la existencia de focos guerrilleros y aumentado la
participación de los partidos políticos en el fortalecimiento de la democracia, las
fuerzas represivas del Estado se abocaron a la búsqueda de un nuevo enemigo
interno, ya no político. En este estado de cosas, la violencia institucional toma
nuevos tintes, ahora menos políticos, pero mucho más generalizada
Referencia bibliográfica:
Tomado de Núñez, G. (2006). Orígenes y desarrollo del aparato policial
venezolano. En Revista de ciencias Políticas Política. nº 37, vol. 29. Tomado de:
Material didáctico de la Unidad curricular “Historia de la Seguridad” del Programa
nacional de Formación Policial y adaptado con fines pedagógicos para este
material.
LECTURA 3: EL ORDEN Y LA SEGURIDAD EN UN CONTEXTO
GLOBALIZADO
Los cambios económicos, tecnológicos, sociales y de otra índole que propician el
fenómeno de la globalización están creando nuevos espacios, nuevas formas de
conflicto que se suman a los ya existentes, y en consecuencia abren nuevas vías
de resolución de los mismos. Ello ha modificado el concepto y sentimiento de
seguridad y, por ende, las condiciones y el entorno en que se pueden desarrollar
las políticas de seguridad.
Los fenómenos de globalización abren una nueva perspectiva sobre los espacios
de la seguridad pero, por otro lado y como la otra cara de la misma moneda, la
toma de consciencia cada vez mayor de los ciudadanos respecto de sus derechos
y el incremento de la conflictividad especialmente urbanas generado una demanda
creciente de seguridad en los espacios más reducidos. Ante esta situación ya no
son válidos los viejos esquemas políticos y organizativos centralizados. Se
requiere mayor agilidad y celeridad de respuesta, más interacción entre los
diversos actores. Estamos ante cambios en la estructura social y política que
pasan por conceptos como comunidad y prevención, que generan nuevas formas
de relación entre las esferas pública y privada y cuestionan el monopolio estatal de
la violencia.
Tradicionalmente, el orden público, entendido como actividad meramente puntual
y represiva de ciertas acciones, está comprendido por un conjunto de técnicas y
procedimientos, generalmente de corte policial-represivo, con el in de evitar que
personas o grupos concretos provoquen alteraciones que impidan de manera
forzada el libre ejercicio de los derechos y libertades de los demás ciudadanos. Se
trata de un mantenimiento del orden que se diferencia de la actual tendencia a
concebir el orden público en el marco constitucional, entendido como un conjunto
de principios constitucionales que garantizan el ejercicio de derechos y libertades
en el marco del Estado Social y Democrático de Derecho. No tiene nada que ver
con la idea de una actividad, sino que se trata de principios informadores de un
sistema político y sus garantías. Es, por tanto, radicalmente distinto del orden
público tradicional.
La seguridad ciudadana, por otro lado, se refiere a una garantía (prevención,
protección o en su caso reparación) de la integridad y el legítimo disfrute y
posesión de sus bienes por parte de los ciudadanos, como realización efectiva del
ejercicio de los derechos y libertades. Su desarrollo se logra a través de políticas
aplicadas.
Referencia bibliográfica:
Amadeu Recasens. (2007). La seguridad y sus políticas. Barcelona, España.
Editorial Atelier. Tomado de: Material didáctico de la Unidad curricular “Historia de
la Seguridad” del Programa nacional de Formación Policial y adaptado con fines
pedagógicos para este material.
LECTURA 4
La ilustración fue un movimiento intelectual y reformista promovido por pensadores
de los siglos XVII y XVIII que planteaban serias críticas al sistema instaurado en la
modernidad, en el que un sistema estatal despótico crecía y se fortalecía cada vez
más desvinculado del pueblo, y en el que la idea de seguridad giraba alrededor de
intereses dominantes del poder político y económico y a espaldas de la población
más vulnerable. En ese contexto, el ilósofo inglés John Locke promueve el
reconocimiento de los derechos naturales (para salvaguardar la vida, la libertad y
las posesiones) como límite del accionar de los gobiernos, asegurando que el
Estado sólo existe para asegurar esos derechos.
En este mismo sentido, el autor italiano Cesare Beccaria (1738-1794) promovió un
concepto liberal de seguridad desde el cual se prevé un Estado limitado, un
Estado de derecho cuyos límites surgen de la ley. Desde este sentido garantista,
el Estado debía respetar los derechos de las personas, es decir, garantizar su
seguridad, la seguridad de sus derechos. En cuanto al castigo, una forma de
garantizar esos derechos era a través de leyes claras y escritas para reducir la
arbitrariedad, con penas determinadas, modernas (lo cual implicaba suprimir el
tormento y la tortura), castigando hechos concretos y no personalidades (formas
de ser), entendiendo que el sujeto que infringía la ley era un ser racional, con
capacidad de decidir.
Lamentablemente, durante los siglos XIX y XX esta idea de seguridad de todos
frente al Estado y la garantía de la seguridad de los derechos en general había
sido desplazada por la ideología de la defensa social, según la cual el individuo es
un ser enfermo, que atenta contra la sociedad, sin que fueran consideradas las
injusticias sociales producidas por la revolución industrial, que mostraba que a una
mayor acumulación de riqueza seguía una gran acumulación de miserias. El
sistema capitalista comienza a manifestar crisis, pero sin cuestionar el orden social
ni económico como generador de desigualdades, se le asigna el atributo de
“peligrosos” a los pobres (considerados biológica y antropológicamente
predeterminados al delito), justificando actuaciones de corte autoritario por parte
de los Estados que proponían, entre otras cosas, penas indeterminadas y pena de
muerte contra los considerados incorregibles.
La aplicación de estas ideas secundarias se dio durante el nacionalsocialismo
alemán, cuando se consideraba que la mejor solución para los asociales (quienes
se apartaban de los valores y principios de la sociedad, tanto porque cometían
delitos como porque llevaban una vida disoluta, de vagabundaje, mendicidad o
refractaria al trabajo) era la aplicación de medidas esterilizadoras para evitar la
procreación y reproducción de estas personas, a las que se internaba en casas de
trabajo y campos de concentración para aprovechar su fuerza de trabajo y luego
exterminarlas. También leyes autoritarias, que promueven la arbitrariedad policial
y la “aplicación injusta de la justicia”, que criminalizan la vagancia y la pobreza, se
produjeron en Europa y en América Latina, por considerarlas una amenaza para la
seguridad (por ejemplo, las leyes de vagos y maleantes).
Referencia bibliográfica:
Giner, Salvador. (1999). Historia del pensamiento social. Barcelona, España. Ariel.
Pavarini, Massimo. (1998). Control y dominación. Teorías criminológicas
burguesas y proyecto hegemónico. Madrid. Siglo XXI.
Muñoz c, Francisco. (2006). La esterilización de los asociales en el
nacionalsocialismo. ¿Un paso para la “solución final de la cuestión social?. Buenos
Aires. Ediar
LECTURA 5: POLÍTICA DE SEGURIDAD CIUDADANA
Los cambios del Estado venezolano a partir de 1999, luego de la promulgación de
la constitución de la República Bolivariana de Venezuela, proponen redimensionar
la tradicional idea de ciudadanía, que más allá del reconocimiento expreso de
unos derechos, se consolida con su ejercicio.
La perspectiva teórica en políticas de seguridad ciudadana se estima de gran
valor, en tanto que la evaluación de los contenidos y resultados de los
mecanismos de intervención del Estado a través del Derecho penal para
garantizar la protección de la seguridad ciudadana, genera valiosa información
sobre la organización y funcionamiento de las instancias del sistema de justicia
penal, y resulta fundamental para desarrollar herramientas que permitan la
ejecución de prácticas, orientadas al logro de los objetivos de una política de
seguridad ciudadana en el marco del Estado social y democrático de derecho,
evitando el grave riesgo de acudir a políticas que signifiquen retomar la herencia
de una larga tradición política arraigada en el orden público, o ser presa de nuevas
políticas que emergen de tendencias punitivas globalizadas, que suponen la
homogeneización de las políticas públicas de seguridad, pudiendo desembocar en
modelos y prácticas no solamente ajenos a la realidad social venezolana, sino
contrarios a los imperativos éticos configurados en la constitución.
Ambas perspectivas apuntan a la severidad de la política penal en su conjunto y
se encuentran vinculadas al uso ineficaz del poder, y ante la creciente necesidad
de relegitimación del Estado a través de la política pública de seguridad.
Del orden público a la seguridad ciudadana
En la constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) de 1999 se
consagra por primera vez a nivel constitucional la seguridad ciudadana (artículo
55), entendida en sentido amplio como la protección de los derechos, libertades y
garantías constitucionales. Ello implica -al menos conceptualmente- la superación
del tradicional modelo de seguridad basado en el orden público acuñado durante
largo tiempo en el país, que garantizaba sobre todo el normal funcionamiento de
las instituciones del Estado y bajo el cual se protegía (distorsionadamente) el
orden económico y político, tanto en gobiernos dictatoriales como democráticos,
incluso por encima de los derechos y garantías civiles (Núñez 2001).
A partir de 1999, el constituyente parece redefinir las relaciones entre el individuo
y el Estado en materia de seguridad, en el seno de un modelo constitucional
propio de un Estado democrático y social de derecho y de justicia “que propugna
como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la
libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad
social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el
pluralismo político” (Artículo 2, CRBV).
La amplia gama de derechos reconocidos en la constitución no sólo tiende a
fortalecer la tradicional noción de ciudadanía, sino que también es una franca
invitación a la seguridad, suponiendo que, ante cualquier amenaza o coerción
ilegítima contra la libertad y los derechos, prevalecerá el orden constitucional
(Borrego 2002). La introducción de este nuevo concepto en materia de seguridad
debía representar un aliciente para la sociedad venezolana y una guía para las
políticas públicas a desarrollar por la nueva República entrado el nuevo milenio,
quebrando la trágica historia de control del Estado, atacando un fenómeno
presente en las sociedades modernas -la inseguridad- y asumiendo el reto de
garantizar la seguridad de los derechos de sus ciudadanos, reto para el cual
cualquier política de Estado basada en el modelo del orden público resultaría
ineficaz.
Siendo así las cosas y siguiendo el esquema de conceptos contrarios expuesto
por Recasens 2000, frente a un modelo basado en el orden público, que tenga
como objetivo fundamental perpetuar la norma y mantener la autoridad, y como
misión, forzar la obediencia de los ciudadanos a la norma, se contrapone un
modelo basado en la seguridad ciudadana, que tendría como objetivo preservar
derechos y libertades, a la vez que se ofrece un servicio público a la ciudadanía, y
cuya misión fundamental sería la protección de la seguridad de los ciudadanos,
todo ello en procura de una mejor calidad de vida.
En este sentido, la seguridad ciudadana -siguiendo a Zúñiga- viene a ser un
“concepto instrumental para el desarrollo de los derechos fundamentales”
(1995:459) y el orden público, un instrumento al servicio de la seguridad, pero
nunca un in en sí mismo.
Evidentemente, el sentido que asume la seguridad ciudadana en cuanto a la
conservación, fomento y protección de los derechos y libertades de los
ciudadanos, dista mucho del tradicional concepto de orden público. Entendiéndola
como una garantía más del actual modelo de Estado, a través de la seguridad
ciudadana, la democracia venezolana intenta consolidarse en función de la
garantía de los derechos y asume tácitamente como compromiso el
mantenimiento de la vigencia de los mismos.
Desde este punto de vista, se abren nuevas puertas para el desarrollo de una
democracia de la ciudadanía, entendida como una manera de organizar la
sociedad con el objeto de asegurar y expandir los derechos de los cuales son
portadores los individuos (PnUD 2004:54). En un sistema tal, la violencia y la
inseguridad son consideradas como una seria amenaza para la estabilidad
democrática y para la gobernabilidad, no sólo porque ponen en evidencia las
limitaciones del Estado para erigirse como garante de los derechos reconocidos
como democráticos, sino porque tal situación genera rechazo social hacia el
sistema político y hacia las decisiones de los gobernantes y representantes
políticos. En tal escenario, el efectivo desarrollo de la noción de ciudadanía
basada en el ejercicio de los derechos agoniza, frente a la falta de protección y
garantía de esos mismos derechos (ver Pulido 2000).
Si se considera que “en un Estado Democrático, la seguridad es sólo concebible
en tanto que deber de protección del Estado en relación con los derechos”
(Rosales 2002a:300) y que la medida del desarrollo de una democracia está dada
por su “capacidad de dar vigencia a los derechos de los ciudadanos” (PnUD
2004:50), entonces un contexto de inseguridad, que amenace la vigencia del
Estado de Derecho, representaría un grave déficit democrático a superar
Democracia, ciudadanía y seguridad ciudadana son conceptos que deben ser
desarrollados, y su cristalización depende de condiciones sociales, políticas,
económicas, culturales e institucionales, que serán determinantes para el
fortalecimiento (o debilitamiento) del Estado social y democrático de derecho.
Ahora bien, el contenido de estos conceptos (democracia, ciudadanía y seguridad
ciudadana) no se agota con el reconocimiento expreso de unos derechos y de
unas libertades.
La seguridad ciudadana y las políticas públicas
El marco constitucional y la consecuente regulación de aspectos sociales, políticos
y civiles, entre otros, implica la ampliación del campo de acción del Estado, en el
sentido en que se ve incrementada su actividad e intervención en algunos
asuntos. Esto implica importantes transformaciones en las distintas áreas de
acción del Poder Público nacional y en la estructura del Estado venezolano en
general.
En el proceso de reforma del Estado y en la redefinición de un sistema tendente a
garantizar la seguridad personal de los ciudadanos, las políticas públicas juegan
un papel fundamental y se propone considerarlas para este estudio como unidad
de análisis, no sólo del sector público y del Estado nacional en general, sino del
Gobierno nacional en particular, siendo éste considerado como la unidad
estratégica del sistema político (Bouza-Brey 1996) y como un instrumento para la
realización de las políticas públicas (Lahera 2002).
Si bien la seguridad ciudadana es una responsabilidad concurrente de los distintos
ámbitos político territoriales del poder público -y así lo prevé la CRBV- la política
nacional de seguridad ciudadana representa un buen revelador de las prioridades
y valores del Estado en el tratamiento específico de la materia y, en general, de
los objetivos del sistema político como parte del sistema social global. Al in y al
cabo, “lo importante para caracterizar a un gobierno no son los criterios
tradicionales de quién y cómo se ejerce el poder, sino el contenido de las políticas
públicas” (Rey 1998:3).
ciertamente, cuando se habla de seguridad ciudadana, se ven involucrados
distintos actores: distintas instancias públicas y privadas, organizaciones
gubernamentales y no gubernamentales y ,sobre todo, la sociedad civil como parte
importante para la solución de los asuntos públicos; sin embargo -y muy
especialmente- son las actividades desarrolladas por (y desde) el Estado las que
ponen a prueba la coherencia política e institucional de todo el sistema, por cuanto
el desarrollo de la política de seguridad requiere de la intervención de una
multiplicidad de organismos y, en su debida articulación, el Estado tiene una gran
responsabilidad. Específicamente a los organismos del Poder Público nacional
(Asamblea nacional, Ministerio del Interior y Justicia, Ministerio Público y
Tribunales de la República entre otros) les corresponde desempeñar un papel
fundamental en el desarrollo de la política nacional de seguridad.
A los fines de hacer una aproximación al tema de estudio, se entiende que una
política nacional de seguridad ciudadana comprende -en sentido restringido- todos
aquellos programas, proyectos y actividades destinadas a disminuir los índices de
criminalidad, llevados a cabo por el gobierno nacional, a través de cualquiera de
las ramas del Poder Público.
Tanto en su planteamiento como en sus resultados, la política nacional de
seguridad debe ser valorada en cuanto a su eficiencia en la prevención de la
criminalidad y la violencia, en la legitimidad de los medios empleados y, sobre
todo, por el respeto de los derechos humanos. Deben ser criterios a considerar, de
forma transversal, para la evaluación de la política venezolana en la materia.
Muchos han sido los planes de seguridad desde la entrada en vigencia de la
constitución del 99; sin embargo, los planes no garantizan el cumplimiento de la
política pública, pues formular una política es una cosa y poder asegurar la
intervención que ella requiere es otra (Lahera 2002), y es importante tener en
cuenta que, en este proceso, intervienen variables políticas, sociales, económicas
y culturales que determinan el desarrollo de esa política.
La política de seguridad ciudadana se presenta entonces como producto de un
proceso que se desarrolla en un tiempo y marco específico que van definiendo el
tipo y el nivel de los recursos disponibles y empleados, y en el que a través de
complejos esquemas de interpretación y de juicios de valor, se va definiendo tanto
la naturaleza de los problemas planteados como las orientaciones de la acción en
materia de seguridad.
La complejidad social, las demandas de seguridad ciudadana y el modelo de
Estado venezolano imponen un gran reto: el desarrollo de un nuevo modelo de
seguridad basado en el paradigma de la protección de los derechos humanos
(Baratta 2000; Aniyar 2005). Esto es así, sobre todo cuando no pueden ocultarse
más las profundas desigualdades sociales existentes y donde el sistema penal ha
servido de instrumento para profundizar esas desigualdades; nada más lejano a la
ideología del Estado social de derecho.
Un nuevo enfoque de seguridad ciudadana implica más que un reto, un desafío
cultural, y las mismas características que ha asumido la función gubernamental
invitan a reflexionar sobre qué concepto de seguridad se está manejando, qué uso
se le está dando a la capacidad de gobernar, cómo y cuáles han sido los recursos
empleados, para así plantear los procesos de reformas necesarios a ser
desarrollados en el marco de unos objetivos y mecanismos éticos para cumplir las
metas trazadas.
Un nuevo enfoque en la política legislativa de seguridad ciudadana requiere la
conciencia de que ésta no puede apoyarse más en el pensamiento conservador,
cuyas líneas principales se desarrollan casi exclusivamente alrededor del control
punitivo.
Referencia bibliográfica: Tomado de Gilda Núñez. (2006). Política de seguridad
ciudadana en Venezuela. Especial referencia al desarrollo jurídico penal. En
Capítulo Criminológico, vol. 34, nº 3. Tomado de: Material didáctico de la Unidad
curricular “Historia de la Seguridad” del Programa nacional de Formación Policial y
adaptado para fines pedagógicos de este material.
LA SEGURIDAD CIUDADANA EN VENEZUELA HASTA EL AÑO 1999
LECTURA 6: HISTORIA POLICIAL DE VENEZUELA
Fue el 10 de Marzo de 1810 cuando la Junta Suprema de Caracas recomienda
crear un cuerpo armado para la salva y custodia del Congreso, configurándose el
mismo el 9 de Marzo de 1811, al crearse una Compañía denominada Guardia
Nacional. En Julio de ese mismo año se le atribuye, además, un Servicio Rural
para proteger a los propietarios de tierras y evitar robos y crímenes.
En Venezuela la Policía Rural es centenaria y fue concebida como un cuerpo
armado, con base en un esquema militar cuyas funciones estaban orientadas para
operar con represión.
Luego de la independencia y bajo el amparo de la Constitución de 1811, se
buscaba establecer el orden y que los habitantes adquirieran conciencia
ciudadana y se reconocieran en la nueva República
En su génesis, los primeros cuerpos policiales se desempeñaron a pie.
Más tarde, se dotó de caballos y se uniformó con mudrines alemanes, una especie
de traje con capa que se complementó con sombrero y espada, “para que haga
respetar su carácter”, indica el decreto de ley
Sus atribuciones fueron aprehender a los infractores, recolectar impuestos,
señalar a los sospechosos de rebeldía, cuidar mercados, alumbrar y empedrar
calles.
Con motivo de la desaparición de la Primera República, la Guardia Nacional es
olvidada por carencia de recursos. En 1820 vuelve a resurgir en el panorama
Independentista con el triunfo de las Armas en Carabobo.
En 1839, desaparece esta primera Guardia Nacional. La institución resurge
nuevamente bajo al mandato del General José Antonio Páez en el año 1841,
denominándose La Guardia Nacional de Policía cuya función era la seguridad y el
orden, especialmente del medio rural, además la misma tenía unas funciones
adicionales como evitar crímenes, la protección de la vida de las personas y de
sus bienes y la vigilancia y custodia de los presos. Debido a la carencia de
recursos económicos para su mantenimiento, ésta desaparece por medio de la
derogación de la Ley que la creó en el año 1847
En 1915 surge un aparato policial embrionario conocido como “La Sagrada” una
policía secreta, centralizada, politizada, consagrada al mantenimiento y la
supervivencia del gobierno gomecista y que escapaba al proceso de
burocratización del Estado. A través de la información recaudada por los agentes
de “La Sagrada”, se lograba un control más amplio a través del cual era posible
detectar y reprimir a los enemigos políticos que pudieran amenazar con alterar el
orden.
Con la muerte de Gómez desaparece “La Sagrada”, los cuerpos policiales de
algunos estados y del Distrito Federal se abocaron al resguardo del orden público
El 10 de mayo de 1938 se inicia la creación de la Escuela Municipal de la Policía
Montada.
El Servicio Nacional de Seguridad marcó la pauta en el desarrollo institucional de
la policía venezolana, significó el desarrollo de los cuerpos policiales
frecuentemente centralizados, rígidamente jerarquizados, con cobertura en todo el
territorio nacional y con estilos militarizados de gestión
Concebido legalmente como una institución autónoma de carácter apolítico y
técnico, el Servicio Nacional de Seguridad es perfeccionado como cuerpo
investigador en 1946 (aunque no sufre cambios significativos en su organización)
con asesoría de la Seguridad Nacional francesa
Es así como durante el mandato de la Junta Revolucionaria presidida por Rómulo
Betancourt, desde la cual se ordena la disolución de las policías municipales que
fueron reorganizadas durante el Gobierno de Medina Angarita (1941-1945)
Surge la Seguridad Nacional, que como aparato policial se distinguirá aún más por
su estructura piramidal, altos niveles de burocratización y escasa flexibilidad y
permeabilidad ante las exigencias sociales
En este punto es importante destacar la doble dimensión de la función policial,
según la cual, por un lado, se protegerían importantes objetivos para el conjunto
social, así como los derechos de las personas reconocidos en la Constitución y las
leyes, y por el otro también cumpliría determinados objetivos políticos, a través de
la preservación del orden público y el mantenimiento de un grupo en el ejercicio
del poder político.
Marcos Evangelista Pérez Jiménez creó en 1952 la fuerza de la “Seguridad
nacional” (Policía civil subordinada al Gobierno); sin embargo, no fue probada
judicialmente su responsabilidad personal en tales hechos ocurridos en la Historia.
Desde este punto de vista, el ejercicio de toda función policial se debate
naturalmente entre motivaciones políticas y sociales, pero será la ruptura de este
equilibrio en beneficio de la lógica política, orientada principalmente hacia la
protección de las instituciones y autoridades políticas establecidas, lo que, como
se tratará más adelante, definirá y consolidará el desarrollo del aparato policial en
Venezuela.
En 1956, se creó la Escuela Municipal de Policía y fue trasladada al Km. 23 de El
Junquito
En 1958, cambia su denominación por Centro de Instrucción Policial, según
Gaceta Municipal Nº 11.740 de fecha 08 de noviembre del mismo año.
Finalizada la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, el 23 de enero de 1958,
la policía municipal de aquel entonces fue desintegrada, para abrir paso a otro
sistema de vigilancia democrática. Uno de los objetivos inmediatos fue la
reestructuración de todas las policías a nivel nacional
La formación de los funcionarios policiales estaba a cargo de la antigua Escuela
de Policía de El junquito y para el 30 de Mayo de 1959, se graduó el primer curso
mixto de agentes, donde 50 hombres y 24 mujeres recibieron su cargo de
funcionario en la promoción “5 de Julio de 1811”. Este grupo de mujeres fue el
pionero de la creación de la Brigada Femenina, que ocurrió ocho años más tarde
Dicho programa se denominó “Alianza para el Progreso” y ya para el año 1961
llego a nuestro país una misión de Carabineros de Chile, con la misión de brindar
asesoría a la policía de aquel entonces. Dicho programa y la misión de
Carabineros de Chile que se encontraban en nuestro país, generó un detallado
estudio de la situación del cuerpo de seguridad y solicitaron al gobierno que se
dictara una ley u ordenanzas, que hasta los momentos no existía, que fuera base
legal de la policía.
Para el año 1964 la policía cuenta con una ordenanza en la que se especifican las
jerarquías del personal, planes de vigilancia, estructuración del batallón,
reglamento sobre funcionamiento, entre otras materias relacionadas con la misión
del cuerpo de seguridad. Todo esto va dándole otra forma y estructura a la policía
de entonces.
La policía en la ciudad de Caracas fue evolucionando como una policía municipal,
que transitó por los pasajes de la dictadura, pero en definitiva, durante el periodo
democrático, y más específicamente a partir de 1969, durante el primer mandato
gubernamental del doctor Rafael Caldera, es cuando comienza a sentarse las
bases de la Policía Metropolitana que hoy tenemos.
En 1969, durante la primera gestión del doctor Rafael Caldera, se crea
formalmente la Policía Metropolitana, el acto se llevó a cabo el 21 de diciembre, en
esta oportunidad se firma un convenio Constitutivo entre los Gobernadores del
Distrito Federal, del estado Miranda y la Policía Municipal, para ejercer con mayor
eficiencia las funciones y ampliar su radio de acción.
El 9 de Octubre de 1981 según Decreto Presidencial 1.232 eleva su categoría a
Instituto Universitario de la Policía Metropolitana, ofreciendo la carrera de Técnico
Superior Policial y el 17 de marzo de 1987, según resolución Nº 184 del Ministerio
de Educación es autorizado para impartir la Carrera de Licenciado en Tecnología
Policial en las menciones Administración Policial y Sistemas de Seguridad.
En 1985 se inició el proceso de nivelación de los oficiales de policía a Técnico
Superior Policial
En 1993, por autorización del Ministerio de Educación mediante un oficio Nº
00001683, se inicia la administración de Licenciatura en Tecnología a los oficiales
de carrera activos y jubilados de la Policía Metropolitana.
En 1996 se aprueba el rediseño del Plan de Estudios de la Licenciatura en
Tecnología Policial y su cambio de denominación por Ciencias Policiales mención:
Seguridad y Orden Público
El 18 de septiembre de 1996, mediante oficio Nº. 00003967 emanado de la
Dirección Sectorial de Educación Superior se autoriza al Instituto Universitario de
la Policía Metropolitana para la “implantación del diseño curricular modificado de la
carrera, que de acuerdo a lo planteado en el informe se cambia su denominación y
orden público”, a partir del año lectivo 1996-1997
El 18 de septiembre de 1996, mediante oficio Nº. 00003967 emanado de la
Dirección Sectorial de Educación Superior se autoriza al Instituto Universitario de
la Policía Metropolitana para la “implantación del diseño curricular modiicado de la
carrera, que de acuerdo a lo planteado en el informe se cambia su denominación y
orden público”, a partir del año lectivo 1996-1997
Tomado y adaptado para este material de: “Historia policial venezolana”.
Disponible en: http://historiapolicialdevenezuela.blogspot.com/
LECTURA 7: ANTECEDENTES DE LA INVESTIGACIÓN CRIMINAL EN
VENEZUELA A PARTIR DE LA CREACIÓN DEL CUERPO TÉCNICO DE
POLICÍA JUDICIAL, AÑO 1958
La investigación de los delitos de acción penal en Venezuela, a mediados del siglo
XX, se institucionaliza el 20 de febrero de 1958 cuando el presidente provisional
de la Junta de Gobierno Contralmirante Wolfgang Larrazábal, dentro del esquema
político del momento, promulga el decreto Nº 48 con Fuerza de Ley, que
estableció la base legal para la creación de un Cuerpo de Policía especializado
para la investigación de los delitos de Acción Penal. Organismo que dependería
del Ministerio de Justicia asignándosele el nombre de Cuerpo Técnico de Policía
Judicial.
Asumió la dirección de este nuevo cuerpo de investigación criminal el Abogado
Rodolfo Plaza Márquez; constituyéndose su estructuración y organización para
ese momento difícil, debido a que la policía político civil que le antecedió
denominada Seguridad Nacional al momento de ser desmantelada, como
consecuencia del derrocamiento del gobierno del General Marcos Pérez Jiménez,
no contó con una edificación adecuada ni un instituto académico para la formación
científica de los investigadores.
El Cuerpo Técnico de Policía Judicial empezó a funcionar en un pequeño local del
centro de Caracas ubicado en el Pasaje Capitolio, con tan sólo doce funcionarios
se crean las primeras delegaciones: Chacao, La Guaira y Los Teques. Para la
formación académica del personal a ingresar para trabajar en el campo
investigativo y dando cumplimiento a lo establecido en el decreto, se pone en
funcionamiento la primera escuela en fecha 6 de agosto de 1958, ubicada entre
las esquinas de Principal y Santa Capilla en la antigua Casa Guipuzcoana.
Ya a partir de los años 70 hasta los 80, el Cuerpo Técnico de Policía Judicial va en
avanzada, constituyéndose como una de las mejores policías de investigación
criminal a nivel mundial en lo técnico-científico, contando con una serie de
recursos, pero a partir de los años 80, a causa de la indiferencia del organismo
gubernamental encargado, con respecto a la seguridad ciudadana se va
produciendo un deterioro.
Tomado y adaptado para este material de: Antecedentes de la Investigación
criminal en Venezuela a partir de la creación del cuerpo Técnico de Policía Judicial
(cTPJ) año 1958. Disponible en: http://www.cicpc.gob.ve/historia

LECTURA 8: HISTORIA DE LOS CUERPOS DE BOMBEROS EN VENEZUELA


Transcurría la década de los años 20 y Caracas se desenvolvía pacíficamente.
Sus habitantes se recogían a tempranas horas de la noche
Pero muchas veces la quietud de los días y las noches se interrumpía con el sonar
de las campanas de las iglesias, avisando que un incendio se había producido en
la vecindad y amenazaba con propagarse, muchas de las veces sin poder hacer
nada al respecto por la falta de una acción organizada que arremetiera contra el
fuego que consumía todo lo que consiguiera a su paso, arrojando fuertes pérdidas.
Cuando se originaba un incendio, cosa frecuente, el método usado era trasladar al
sitio un viejo carro cisterna llamado La Benemérita, del cual bajaban un recipiente
o tonel grande, con un pitón y una rustica goma adaptada y llenándolo
pacientemente con baldes de agua, mientras dos personas subiendo y bajando un
balancín lanzaban agua a baja presión
Las llamadas de emergencia se hacían directamente a la policía, donde se
guardaban las cisternas y el personal que salía a combatir el incendio eran civiles
y agentes del orden público.
Con el crecimiento de los pueblos y ciudades, se va presentando también el
peligro de las calamidades y tragedias públicas: incendios, derrumbes,
inundaciones, temblores, etc.
Es por esto que surge la necesidad de crear el Cuerpo de Bomberos para
enfrentar esas emergencias, disminuyendo las secuelas negativas que dejan en el
seno de la población. En las principales ciudades del país se han organizado, a tal
efecto, las instituciones bomberiles, que día a día prestan invalorables servicios a
la colectividad.
Fue el 24 de febrero de 1936, cuando se crea la Junta Organizadora,
compenetrándose con las necesidades de la comunidad. El Gobierno del General
López Contreras emitió una Resolución por la cual se creaba una Comisión de
Estudios que se encargara de organizar una institución bomberil, siendo su Primer
Comandante el Sr. Enrique Paris Ambard
Esta Junta estuvo integrada por los Señores Carlos Anglade, R. Chirinos, Eliodoro
Ocanto y el mismo E. Paris Ambard. Realizados los primeros estudios, fue invitado
por el Gobierno del Distrito Federal, para visitar a caracas, el Comandante Primer
Jefe del Cuerpo de Bomberos de Panamá, Coronel Juan Antonio Guizado, la
invitación fue aceptada y así se tuvo la ventaja de una cooperación técnica
La Comisión de Estudios preparó una organización definitiva del Cuerpo de
Bomberos de Caracas. Creyó conveniente el Gobierno del Distrito Federal enviar a
Panamá a una persona que se encargara de estudiar la organización del Cuerpo
de Bomberos de esa localidad y comisionó al Sr. Enrique Paris Ambard, quien a
su regreso trajo un vasto material para la organización de la institución bomberil
local, también tramitó lo conducente para la venida de un Oficial de Panamá a in
de que ejerciera el cargo de Instructor General.
El instructor que llego a Caracas fue el Sub-Teniente Roberto Martínez León,
quien estuvo ocho meses ofreciendo magníficos resultados sobre las técnicas de
combate de incendios, tácticas, recursos materiales, planificación y otros
conocimientos sobre la ciencia o arte de bomberos.
Fue remplazado por el Capitán Ruino Loscher Blanco, quien fue contratado hasta
ines de 1948.
El Cuerpo de Bomberos de Caracas tiene como misión primordial, responder por
la seguridad de las vidas y los bienes de la población de la jurisdicción, en casos
de las calamidades como las ya mencionadas. Fue creado el 5 de julio de 1937,
feliz coincidencia de que su fundación fuese un Aniversario de la Firma del Acta
que declaro nuestra Independencia.
La primera guardia permanente fue inaugurada el 1° de mayo de 1937, con una
dotación de 37 hombres y 5 carros bombas, en esa oportunidad fue nombrado
Comandante el Sr. Enrique Paris Ambard
Entre otros, han sido Comandantes del Cuerpo de Bomberos de Caracas: Carlos
Anglade, Carlos Basalo Rodríguez, Ernesto López, Capitán Evencio Pulgar,
Coronel Victoriano JordanPetit, Teniente Coronel Humberto Ovalles, Teniente
Coronel José Octavio González, Coronel Publio Alvarado Ruiz y el Coronel Ángel
Ramón Freytes.
El carro bomba Broakway (Modelo 1936) fue el pionero fundador del Cuerpo de
Bomberos de Caracas, estuvo prestando sus servicios en forma ininterrumpida
hasta 1958. En la actualidad se encuentra mecánicamente en buenas condiciones
y en exhibición en el Museo del Transporte
Por sus meritorias intervenciones, ha salvado numerosas vidas y bienes
materiales. Larga es la lista de los integrantes que a través de los años han
ofrendado sus vidas al servicio de esa causa tan noble y desinteresada.
Cabe destacar la sensibilidad social y la vocación profesional de esta institución,
ya que su desempeño exige sacrificios innegables, que no los compensa
remuneración económica ni beneficio social alguno. Solamente la satisfacción del
deber cumplido, el respeto, admiración, cariño y agradecimiento que el pueblo
concede pueden retribuir a esta digna y honrosa organización, los desvelos, que
por el bienestar de la comunidad realizan constantemente. Es la compleja labor
del bombero
Tomado y adaptado para este material del libro Graterol, R. (1976). 40 años de
historia: cuerpo de Bomberos del Distrito Federal 1936- 1976. El cuerpo.
LECTURA 9: HISTORIA DE LA PROTECCIÓN CIVIL EN VENEZUELA
En la época de nuestra Independencia, se formaron en Caracas las llamadas
“Juntas de Subsistencias”, como medida de protección a la población civil, en
virtud del desabastecimiento creado por el estado de guerra interna imperante. El
23 de marzo de 1936, bajo el gobierno del General Eleazar López Contreras, se
conformó el “Puesto de Socorro para prestar Servicio Médico a las víctimas de
accidentes” (Gaceta Oficial 18.913).
En ese mismo año, dada la preocupación del Estado venezolano en lo referente a
los aspectos preventivos, se creó el Botiquín de Emergencias.
El 17 de julio 1938 se dicta la Ley de Servicio Nacional de Seguridad, en la cual se
le asignan misiones a la Guardia Nacional y se establece que el Servicio de
Sanidad es el órgano competente para cooperar con las autoridades civiles
encargadas de las calamidades públicas (Gaceta Oicial 19.637)
El 7 de septiembre de 1943 se dictó el Decreto 175, mediante el cual se crea la
Junta Nacional de Socorro, adscrita al Ministerio de Sanidad y Asistencia Social,
para atender a las personas que resultaron afectadas a consecuencia de las
inundaciones producidas por el río Orinoco en esa época; siendo ésta, la primera
referencia histórica en nuestro país, sobre la creación de un ente del estado
destinado a la atención de situaciones de desastres.
Y el 16 de noviembre de 1943, se dicta una resolución donde se reglamenta su
campo de acción para que se encargue de centralizar los fondos voluntarios y del
tesoro a in de atender damnificados por inundaciones (Gaceta Oficial 21.199).
Aún, para esa fecha el término “Defensa civil” no se había utilizado como símbolo
de preparación y atención de desastres en el país
Corresponde al Dr. Espíritu Santos Mendoza, quien actuando como Ministro de
Sanidad y Asistencia Social, por resolución, crea el 21 de mayo de 1958, la
“División de Socorro y Defensa civil”, adscrita a la Dirección de Asuntos Sociales
A raíz del terremoto ocurrido el 29 de julio de 1967, es creado el “comando
Unificado Médico Asistencial” (CUMA), presidido por el otrora Ministerio de
Sanidad e integrado por Representantes de todos los Organismos del Estado y el
16 de junio de 1969, por decreto Presidencial Nº 96, se crea el “Fondo de
Solidaridad Social” (Funda Social), con el objeto de prevenir y reparar en lo
posible, los daños ocasionados por calamidades y catástrofes que pudieran
afectar a grupos apreciables de la colectividad.
El 7 de septiembre de 1971, según Decreto Presidencial Nº 702, se crea la
“comisión de Defensa civil”, con la función de Planificar y Coordinar las acciones
tendentes a prevenir, reducir, atender y reparar los daños a personas y bienes
causados por calamidades públicas por cualquier origen, socorriendo
simultáneamente a la población afectada.
A partir del 8 de junio de 1975, el Ministerio de la Defensa emite lineamientos que
incluyen el apoyo de las Fuerzas Armadas Nacionales a las operaciones de
Defensa Civil durante emergencias causadas por fenómenos naturales
catalogadas como calamidades públicas.
El 18 de agosto de 1976 se dicta la Ley Orgánica de Seguridad y Defensa, la cual
en su Artículo V, establece que la Defensa Civil estará regulada por el Presidente
de la República y sugiere que los ciudadanos que no estén alistados en las
Fuerzas Armadas deberán incorporarse a la Defensa Civil en caso de
requerírseles.
Para el 10 de agosto de 1979, según Decreto Presidencial Nº 231, la Comisión
Nacional de Defensa Civil pasa a formar parte Integrante del “Consejo Nacional de
Seguridad y Defensa”, Organismo responsable de la Administración Pública a in
de coordinar la acción de los Organismos competentes, ajustando su actuación a
los Planes de Seguridad y Defensa
En 1996 fue aprobado, en Consejo de Ministros, el Reglamento Parcial No.3 de la
Ley Orgánica de Seguridad y Defensa relacionado con la Defensa Civil
Venezolana, publicada en marzo de 1997, en la Gaceta Oficial No. 36.164, por vez
primera se señala a Defensa Civil como un “Sistema Nacional”
En 1999, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela establece en
su Artículo 332, ordinal 4° el “nacimiento” de “Una Organización de Protección
Civil y Administración de Desastres”; como órgano de seguridad ciudadana,
cristalizando un deber del Estado y un derecho del ciudadano.
Según el Decreto Presidencial Nº 1.557 con fuerza de Ley del Sistema Nacional
de Protección Civil y Administración de Desastres, en fecha 13 de noviembre de
2001 publicada en Gaceta Oficial Extraordinaria de la República Bolivariana de
Venezuela Nº 5.557, el Decreto con Fuerza de Ley de la “Organización nacional
de Protección civil y Administración de Desastres”; como un órgano de seguridad
ciudadana, adscrito al Ministerio del Interior y Justicia.
Tomado y adaptado para este material. Disponible en:
http://www.pcivil.gob.ve/historia.html
LECTURA 10: LOS ÁMBITOS DE LA SEGURIDAD
Se pueden distinguir dos grandes tipos de protecciones. Las protecciones civiles
garantizan las libertades fundamentales y la seguridad de los bienes y de las
personas en el marco de un estado de Derecho. Las protecciones sociales
“cubren” contra los principales riesgos capaces de entrañar una degradación de la
situación de los individuos, como la enfermedad, el accidente, la vejez
empobrecida, dado que las contingencias de la vida pueden culminar en una
decadencia social.
Aunque las formas más masivas de violencia y de decadencia social hayan sido
neutralizadas, la preocupación por la seguridad es de naturaleza popular. Las
sociedades modernas están construidas sobre el terreno fértil de la inseguridad,
porque son sociedades de individuos que no encuentran ni en ellos mismos ni en
su medio inmediato la capacidad de asegurar su protección. Si bien es cierto que
estas sociedades se han dedicado a la promoción del individuo, promueven
también su vulnerabilidad, al mismo tiempo que lo valorizan. De esto resulta que la
búsqueda de las protecciones es consustancial al desarrollo de este tipo de
sociedades.
La sensación de inseguridad no es exactamente proporcional a los peligros reales
que amenazan a una población. Es más bien el efecto de un desfase entre una
expectativa socialmente construida de protecciones y las capacidades efectivas de
una sociedad dada para ponerlas en funcionamiento y, algunas veces, la
sensación de inseguridad y la demanda de seguridad puede traducirse en una
demanda de autoridad que, liberada a sus impulsos, puede amenazar la propia
democracia.
Existe una infinita aspiración a la seguridad en nuestras sociedades, pero ello no
debe conducir a cuestionar la legitimidad de la búsqueda de protecciones. Todo lo
contrario, es la etapa crítica necesaria que hay que atravesar para definir las
acciones que hoy se requieren para hacer frente del modo más realista a las
inseguridades: combatir los factores de disociación social que están en la raíz
tanto de la inseguridad civil como de la inseguridad social. No conseguiremos la
seguridad de estar liberados de todos los peligros, pero se podría ganar la
oportunidad de habitar en un mundo menos injusto y más humano.
Estar protegido no es un estado “natural”. Es una situación construida, porque la
inseguridad no es un imponderable que adviene de manera más o menos
accidental, sino una dimensión consustancial a la coexistencia de los individuos en
una sociedad moderna y que, necesariamente, hay que combatirla para que éstos
puedan coexistir en el seno de un mismo conjunto.
Para ello, se debe instituir un Estado dotado de un poder efectivo para
desempeñar ese rol de proveedor de protecciones y garante de la seguridad.
Pero un Estado democrático no puede ser protector a cualquier precio, porque ese
precio sería equivalente al absolutismo del poder del Estado. La existencia de
principios constitucionales, la institucionalización de la separación de los poderes,
la preocupación por respetar el derecho en el uso de la fuerza ponen otros tantos
límites al ejercicio de un poder absoluto y crean las condiciones de cierta
inseguridad.
Referencia bibliográfica: Castel, Robert. (2004). La inseguridad social. Buenos
Aires. Manantial. Tomado de: Material didáctico de la Unidad Curricular “Historia
de la Seguridad” del Programa Nacional de Formación Policial y adaptado con
fines pedagógicos para este material
LECTURA 11: BREVE RESUMEN, EL CARACAZO:
El 2 de febrero de 1989 el presidente electo, Carlos Andrés Pérez, tomó posesión
en el teatro Teresa Carreño. Por primera vez un Presidente venezolano se
posesionó fuera del recinto del Congreso Nacional. Algunos encontraron que el
acto fue similar a una coronación imperial.
El 16 de febrero –apenas 14 días después de la toma de posesión–, el Presidente
anunció el paquete de las penurias económicas: aumento de precios y
congelación de salarios, entre otras. Según algunos analistas, con ese paquete
“empezamos a transitar el camino hacia el 27 de febrero”.
Muchos de los que votaron por Pérez comenzaban a desilusionarse y no las
tenían todas consigo: habían creído que con Carlos Andrés regresaría la viajadera
a Miami para seguir comprando “tan’ barato, dame dos”, pero la dura realidad
asomó la llegada de una época de privaciones. En el ambiente del país se palpaba
una sensación de malestar generalizado, el disgusto colectivo era evidente.
El lunes 27 de febrero de 1989 amaneció como todos los lunes: con grandísima
lajera. Todo comenzó cerca del Nuevo Circo de Caracas cuando los usuarios de la
ruta de autobuses Caracas-Guarenas-Guatire se enteraron de las nuevas tarifas -
más altas que las reguladas por el Gobierno– que estaban cobrando los choferes
porque los nuevos precios de la gasolina habían entrado en vigencia el domingo
anterior. El Gobierno había aprobado 10 bolívares para la ruta Caracas-Guarenas
y 12 bolívares para la Caracas-Guatire, los conductores estaban cobrando 16 y 18
bolívares respectivamente. (Hoy el pasaje de Guatire a Caracas cuesta Bs. 1.800
y... ¡ni pío!).
Los pasajeros se sintieron burlados y, desde las seis de la mañana, se
concentraron en la avenida Lecuna (frente al coso de San Agustín) para protestar
pacíficamente, luego se les unieron los estudiantes del tecnológico Luis Caballero
Mejías. La protesta se fue de bruces, se volvió violenta y se generalizó en Caracas
y llegó a otras ciudades.
Fueron días –“casi una semana”– de batallas campales que comenzaron con
manifestaciones “espontáneas” (aunque algunos aseguran haber visto a
agitadores que luego participaron en el golpe de estado del 4 febrero de 1992).
La cuota de dolor y muerte fue grande: la cifra oficial fue de trescientos muertos.
Otros opinan que las muertes pasaron de tres mil.
La calma comenzó a regresar el 3 de marzo.
Referencia bibliográfica del caracazo Tomado y adaptado para este material:
Disponible en: http://caracazovenezuela.blogspot.com/2009/03/breve-
resumen.html
LECTURA 12: LA VIOLENCIA Y SUS DIMENSIONES
La violencia estalla, ya sea en la forma colectiva de la guerra con la participación
de dos o más gobiernos, o en el interior de la familia o en las calles. El daño
visible, tanto material como somático, se acumula y es deplorado por los
involucrados y por las personas ajenas al conflicto.
La violencia directa, física y/o verbal se hace visible a través del comportamiento.
Pero la acción humana no surge de la nada: tiene sus raíces. Dos de ellas son
indicativas: la cultura de la violencia (heroica, patriótica, patriarcal, etc.) y la
estructura violenta en sí misma por ser demasiado represiva, explotadora o
alienante; demasiado estricta o permisiva para la comodidad del pueblo.
Es necesario rechazar el malentendido popular que asegura que «la violencia es
propia de la naturaleza humana». El potencial para la violencia, así como para el
amor, son propios de la naturaleza humana; pero las circunstancias condicionan la
realización de dicho potencial.
Las grandes variantes de la violencia pueden explicarse fácilmente en función de
la cultura y estructura: violencia cultural y estructural causan violencia directa.
La violencia estructural es entendida como la violencia indirecta, originada por la
injusticia y la desigualdad como consecuencia de la propia estructura social, ya
sea dentro de la propia sociedad o entre el conjunto de las sociedades (alianzas,
relaciones entre Estados, etc.).
Violencia cultural denota aspectos de la cultura, materializados por medio de la
religión y la ideología, el lenguaje y el arte, y las ciencias en sus diferentes
manifestaciones, que justician o legitiman la violencia directa o la estructural. Este
tipo de cultura hace que los otros tipos de violencia parezcan correctos o al menos
no equivocados.
Pero el triángulo de la violencia tiene sus propios ciclos viciosos. Los efectos
visibles de la violencia directa son conocidos: los muertos, los heridos, los
desplazados, los daños materiales; todo ello afectando cada vez más a los civiles.
Pero es posible que los efectos invisibles sean aún más viciosos: la violencia
directa refuerza la violencia estructural y cultural. En especial, el odio y la adicción
a la venganza a causa del trauma sufrido por parte de los perdedores, así como la
sed de más victorias y gloria por parte de los vencedores.
Referencia bibliográfica: Johan Galtung. La violencia, guerra y su impacto. Sobre
los efectos visibles e invisibles de la violencia. polylog. Foro para filosofía
intercultural 5 (2004). Online: http://them.polylog.org/5/fgj-es. htm ISSN 1616-
2943© 2004 Autor &polyloge.V.
Tomado de: Material didáctico de la Unidad curricular “Historia de la Seguridad”
del Programa nacional de Formación Policial y adaptado para ines pedagógicos de
este material.
LA SEGURIDAD CIUDADANA EN MARCO DE LA CONSTITUCIÓN DE 1999
LECTURA 13: CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE
VENEZUELA
Sección II
Capítulo III
De los Derechos civiles
Artículo 55. Toda persona tiene derecho a la protección por parte del Estado a
través de los órganos de seguridad ciudadana regulados por ley, frente a
situaciones que constituyan amenaza, vulnerabilidad o riesgo para la integridad
física de las personas, sus propiedades, el disfrute de sus derechos y el
cumplimiento de sus deberes.
La participación de los ciudadanos y ciudadanas en los programas destinados a la
prevención, seguridad ciudadana y administración de emergencias será regulada
por una ley especial.
Los cuerpos de seguridad del Estado respetarán la dignidad y los derechos
humanos de todas las personas. El uso de armas o sustancias tóxicas por parte
del funcionario policial y de seguridad estará limitado por principios de necesidad,
conveniencia, oportunidad y proporcionalidad, conforme a la ley.
TÍTULO VII
De la seguridad de la nación
Capítulo I
De las Disposiciones Generales
Artículo 322. La seguridad de la nación es competencia esencial y responsabilidad
del Estado, fundamentada en el desarrollo integral de ésta y su defensa es
responsabilidad de los venezolanos y venezolanas; también de las personas
naturales y jurídicas, tanto de derecho público como de derecho privado, que se
encuentren en el espacio geográfico nacional.
Capítulo IV
De los órganos de Seguridad ciudadana
Artículo 332. El Ejecutivo nacional, para mantener y restablecer el orden público,
proteger a los ciudadanos y ciudadanas, hogares y familias, apoyar las decisiones
de las autoridades competentes y asegurar el pacífico disfrute de las garantías y
derechos constitucionales, de conformidad con la ley, organizará:
1. Un cuerpo uniformado de policía nacional.
2. Un cuerpo de investigaciones científicas, penales y criminalísticas.
3. Un cuerpo de bomberos y bomberas y administración de emergencias de
carácter civil.
4. Una organización de protección civil y administración de desastres.
Los órganos de seguridad ciudadana son de carácter civil y respetarán la dignidad
y los derechos humanos, sin discriminación alguna
La función de los órganos de seguridad ciudadana constituye una competencia
concurrente con los Estados y Municipios en los términos establecidos en esta
constitución y en la ley
Culminada la lectura, la o el educador propiciará el “cuchicheo” de un o una
estudiante con el más próximo(a), más tarde con otro(a) y después con él o la
otra; hasta lograr que todos y cada uno hayan tenido la oportunidad de comentar
y/o reflexionar sobre los siguientes planteamientos:
LECTURA 14: TRAGEDIA DE VARGAS (1999)
Deslaves en la costa del litoral, estado Vargas
La Tragedia de Vargas, denominada también como el Desastre de Vargas o los
Deslaves de Vargas, es como se le conoce al conjunto de deslaves, corrimientos
de tierra e inundaciones ocurridas en las costas caribeñas de Venezuela en
diciembre de 1999 y especialmente trágica en el estado Vargas, de donde recibe
la denominación, pero que afecta a otras regiones del país.
Éste es considerado el peor desastre natural ocurrido en Venezuela durante el
siglo XX. Las cifras de fallecidos aunque sin carácter oficial se calculan en miles
(van de 10.000 hasta 50.000 muertos dependiendo de la fuente), mientras que los
damnificados tampoco confirmadasoficialmente se cuentan en decenas de miles.
Este hecho aparece en el Libro Guiñes de los récords como el mayor número de
víctimas mortales por un alud de barro.
Las zonas más afectadas por el desastre natural del 15, 16 y 17 de diciembre son
las costas de los estados Vargas, Miranda y Falcón. Miles de personas fueron
desplazadas y pueblos enteros quedaron devastados, entre la infraestructura
perdida por el desastre se cuentan universidades, grandes hoteles, clubes,
importantes comunidades, vialidad, entre otros. Tomado y adaptado para este
programa. Disponible:
: http://es.wikipedia.org/wiki/Tragedia_de_Vargas_%281999%29

LECTURA 14: POLÍTICAS DE SEGURIDAD

Tomado de: Recasens, A. (2007) La seguridad y sus políticas.

Barcelona: Atelier. (Adaptado para fines pedagógicos de este material).

Cuando hablamos de seguridad o de temas relacionados con ella, a menudo se


constatan confusiones semánticas y conceptuales entre modelos, métodos,
políticas, técnicas, etc. Un modelo es una construcción sobre una experiencia de
la realidad y dicha realidad no puede ser o no ser, sino que sencillamente es. En
toda realidad hay siempre elementos para construir un modelo. Toda institución
como la policía o todo programa de acción como una política, en tanto que
construcciones, contienen un modelo subyacente, ya sea, manifiesto o latente,
pretendido o espontáneo. Lo verdaderamente importante consiste en saber
reconocer si nos hallamos ante un modelo preconcebido y ejecutado para
transformar la realidad y orientarla a partir de unos objetivos predeterminados, o
por el contrario se trata tan sólo de un intento de sistematizar o explicar lo ya
existente, que se ha ido perfilando con la mera actividad de los actores sociales.

Si no existe una política concreta de seguridad establecida y ejecutada por quien


tiene tal responsabilidad, las instancias operativas como la policía no dejan por
ello de actuar, sino que con su quehacer perfilan, de manera asilvestrada pero no
por ello menos cierta, formas, modelos y elementos constitutivos de lo que
podríamos denominar una pseudo política. Ésta contiene o incorpora algunos
elementos incluso estratégicos, que a nivel muy primario se constituyen en
apariencias subsidiarias de una inexistente auténtica política.

Las políticas de seguridad forman parte de las políticas públicas, y éstas a su vez
de la política en general. En un modelo democrático, puede sostenerse que
quienes ejercen el poder político tienen una capacidad –y la obligación- de tomar
decisiones legítimas en el marco de dicho modelo, que deben orientarse a la
consecución de un bien común, pero que no pueden ser separadas de las
finalidades (objetivos, metas) espaciotemporales propuestas por aquellos que han
sido elegidos y encargados de gobernar.

Las políticas públicas de seguridad son políticas sectoriales, sin que ello signifique
que puedan desligarse de otras políticas públicas (como las de bienestar social,
sanidad, urbanismo, defensa, educación, etc.). Entonces, por políticas públicas de
seguridad se puede entender un conjunto de iniciativas y decisiones basadas en
una lectura interpretativa de la realidad, mediante las cuales quienes ejercen el
poder político, constituidos en poder público, intentan dirigir las actividades y los
recursos de los órganos y de las instituciones dedicados a garantizar la integridad
de los ciudadanos y la preservación legítima de sus bienes con la finalidad de
transformar la realidad.

La política de seguridad no debe estar enfocada en posicionamientos a remolque


de los sucesos de la realidad. En tal caso lo que se produce no son políticas, sino
falsas políticas,detrás de las cuales no hay una voluntad real de llevarlas a cabo y
esa falta de voluntad de realización la convierte en una política simbólica para
tratar de comprar tiempo.

Las verdaderas políticas de seguridad tienen por objeto transformar la realidad a


partir de cierta prospectiva, tratando de evitar que el problema detectado llegue a
plantearse o, al menos, que se expanda. Deben operar de manera que se
alcancen y mantengan estados de seguridad soportables (sostenibles) para la
sociedad en la que se desarrollan. En general, el diseño y la ejecución de las
políticas de seguridad transformadoras requieren de un proceso de elaboración
específico que pasa forzosamente por la investigación y la evaluación.

Un estado de seguridad no responde a situaciones espontáneas. Sólo puede


responder al diseño y ejecución de políticas de seguridad previstas al efecto y en
constante proceso de evaluación y revisión para adaptarlas a los cambios y
necesidades sociales. Por lo tanto, un estado de seguridad no puede en modo
alguno ser neutro; es el producto de una actividad pública en un entorno social
concreto. (Recasens, 2007).

LECTURA 15: EL-BOMBERO MÁS VALIENTE DEL MUNDO

Lo llamaban así simplemente porque "mundo" rima con "Raimundo", pero no porque fuese
tan valiente. Más bien era tímido y pequeñito y de ninguna manera parecía uno de
esos héroes, intrépidos, valientes y audaces.

Sin embargo, Raimundo sabía cumplir muy bien con su deber y era el primero envestirse y
subir al camión de bomberos cuando sonaba la alarma.

Todos creen que los bomberos sólo apagan los incendios, pero no es así: tambiénlos llaman
para resolver otro tipo de problemas.Por ejemplo, los llamaron cuando el perro del Sr. González
corrió al gato de doñaEtelvina y el animal se asustó tanto que se trepó al árbol más
alto del vecindario.Después no se pudo bajar y se pasó toda la noche maullando allá arriba.
Y fueRaimundo quien lo rescató.

Cuando el hijo de doña Ágata metió la cabeza entre los barrotes del balcón y sequedó allí
atorado, también llamaron a los bomberos y hubo que desarmar medio balcón para sacar al
travieso.

Y aquella vez que se rompió un caño en la casa de doña Eduviges y se inundó elsótano, ¿a
quienes llamaron? Sí, a los bomberos y fueron ellos quienes lodesagotaron.

Lo mismo sucedió cuando el Sr. Galimbertti quedó atrapado en el ascensor,entre el noveno y el


décimo piso... por supuesto fueron los bomberos los que solucionaron el problema y lo
rescataron, ¡siempre los bomberos!

Raimundo, era un bombero cumplidor y servicial, siempre dispuesto a socorrer a quien lo


necesitara y no le gustaba que se rieran de él llamándolo "Raimundo, el bombero más
valiente del mundo". Era una burla porque después de todo no es necesario ser un
gigantón lleno de músculos para ser valiente. Y Raimundo esperaba poder demostrarlo algún
día.

Y ese día llegó sin que nadie lo esperase. En el cuartel de bomberos recibieron una llamada
urgente: ¡el circo se estaba incendiando! Era una situación realmente grave, las llamas
eran enormes y todos trabajaban para apagarlas y, para salvar a los animales,
alguien les había abierto las jaulas.Las fieras sueltas se habían escapado y
andaban por toda la ciudad.

Alguien tenía que atraparlas, pero todos tenían miedo de hacerlo. Finalmente, el capitán ordenó
a Raimundo que se ocupara del asunto.

El momento de demostrar que era valiente de verdad, ¡había llegado! ¡Por fin una situación
bien difícil que necesitaba audacia y valentía!
Raimundo recordó haber oído que "la música amansa a las fieras" y corrió asu casa en busca
de su violín. Su única preocupación era que entre tantas fieras hubiese alguna sorda, pero por
suerte todas tenían buen oído.

Raimundo recorrió las calles tocando el violín y las fieras comenzaron aseguirlo para
escuchar su música.

Así llegó hasta el circo, cuando ya estaba apagado el incendio y pudieron hacer entrar a
cada animal en su jaula.

Al día siguiente la foto de "Raimundo, el bombero más valiente del mundo “estaba en la
televisión, los diarios y, ¡hasta en Internet!

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