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La filosofía en la historia

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Richard Rorty, J. B. Schneewind, Quentin Skinner
PAlDOS STUDIO/BASICA (compiladores)

LA FILOSOFIA EN LA HISTORIA
Títulos publicados: Ensayos de historiografia de la filosofía
1. K. R. Popper - La sociedad abierta y sus enemigos
2. A McIntyre - Historia de la ética
3. C. Lévi-Strauss - Las estructuras elementales del parentesco Colaboraciones de:
4. E. Nagel - La estructura de la ciencia
5. G. H. Mead - Espíritu, persona y sociedad
6. B. Malinowski - Estudios de psicología primitiva Charles Taylor
7. K. R. Popper - Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento cientifico Alasdair MacIntyre
8. M. Mead - Sexo y temperamento
9. L. A White - La ciencia de la cultura Richard Rorty
10. F. N. Cornford - La teoría platonica del conocimiento Lorenz Krüger
11. E. Jaques - La forma del tiempo
12. L. White - Tecnología medieval y cambio social Ian Hacking
13. C. G. Hempel - La explicación cient(jica Bruce Kuklick
14. P. Honigsheim - Max Weber
15. R. D. Laing y D. G. Cooper - Razón y violencia 1
Wolf Lepenies
16. C. K. Ogden y l. A Richards - El significado del significado J. B. Schneewind
17. D. 1. Slobin - Introducción a la psico/ingüLI'tica
18. M. Deutsch y R. M. K.rauss - Teorías en psicología social Quentin Skinner
19. H. Gerth y C. Wright Milis - Carácter y estructura social
20. Ch. L. Stevenson - Etica y lenguaje
21. A. A. Moles - Sociodinámica de la cultura
22. C. S. Nino - Etica y derechos humanos
23. G. Deleuze y F. Guattari - El Anti-Edipo
24. G. S. Kirk - El mito. Su significado y funciones en la Antigüedad y otras culturas
25. K. W. Deutsch - Las nervios del gobierno
26. M. Mead - Educación y cultura en Nueva Guinea
27. K. Lorcnz - Fundamentos de la etologia
28. G. Clark - La identidad del hombre
29. 1. Kogan - Filosofia de la imaginación
30. G. S. Kirk - Los poemas de Hornero
31. M. Austin y P. Vidal-Naquet - Economía y sociedad en la antigua Grecia
32. B. Russell - Introducción a la filosofía matemática
33. G. Duby - Europa en la Edad Media
34. C. Lévi-Strauss - La alfarera celosa
35. 1. W. Vander Zanden - Manual de psicología social
36. 1. Piaget y otros - Construcción y validación de las teorías cienttficas
37. S. 1. Taylor y R. Bogdan - Introducción a los métodos cualitativos de investigación
38. H. M. Feinstein - La formación de William James
39. H. Gardner - Arte, mente y cerebro
40. W. H. Newton-Smith - La racionalidad de la ciencia
41. C. Lévi-Strauss - Antropología estructural ~
42. L. Festinger y D. Katz - Los métodos de investigación en las ciencias sociales
43. Torrens - La naturaleza del conocer
ediciones
44. M. Mead - Experiencias personales y cientlficas de una antropáloga PAIDOS
45. C. Lévi-Strauss - Tristes trópicos Barcelona
46. G. Deleuze - Lógica del sentido Buenos Aires
47. R. Wuthnow - Análisis cultural México
48. G. De1euze - El pliegue
49. R. Rorty, J. B. Schneewind, Q. Skinner - La filosofía en la historia
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1'"101,, ,•• 1" ,'1\ ;,,¡'.Ic's por Cambridge University Press, Cambridge

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SUMARIO

j Idlli"'!.1 de Julio Vivas PREFACIO 11


COLABORADORES 13
INTRODUCCIÓN 15
/990 1. La filosofía y su historia, Charles Taylor
/ "'/If'/fllI,
31
2. La relación de la filosofía con su pasado, Alasdair Macintyre 49
3. La historiografía de la filosofía: cuatro géneros, Richard
Rorty 69
4. ¿Por qué estudiamos la historia de la filosofía?, Lorenz
Krüger 99
5. Cinco parábolas, Jan Hacking 127
6. Siete pensadores y cómo crecieron: Descartes, Espinoza,
Leibniz; Locke, Berkeley, Hume; Kant, Bruce Kuklick . 153
7. "Cuestiones interesantes» en la historia de la filosofía y en
otros ámbitos, Wolt Lepenies 171
8. La Corporación Divina y la historia de la ética, J. B. Schnee-
• '11. ,1.11I llj'lIIIIS;lllll'ntl'prohibidas. sin la autorización escrita de los titulares del «Copyright». windt 205
L." ·..IIH"jlllll~:- establecidas en las leyes. la reproducción total o parcial tic esta obra por cual-
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'p.,< , d." proccdiruicnto. comprendidos la repmgrafia y el tratamiento informático. y la dis-


1111 11
9. La idea de libertad negativa: perspectivas filosóficas e his-
11th" 11111tI!- \"jt"lnplan.:s de ella mediante alquiler o préstamo públicos. tóricas, Quentin Skinner 227
INDICE ANALíTICO 261
1'''';,1 Ioy ('ambridge University Press, Cambridge
, ,01, las ediciones en castellano,
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1 oI,,"OIH'S Puidós Ibérica, S, A;
1\1;" ';01\0 Cubí, 92 - 08021 Barcelona
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I{",';on'do, 2 - 08005 Barcelona

I,,,!,,,';,,, en España - Printed in Spain


A Maurice Mandelbaum
PREFACIO

Las conferencias publicadas aquí fueron dictadas como ciclo con


el título general de «La filosofía en la historia» en la Universidad
Johns Hopkins durante 1982 y 1983. Ese ciclo fue posible gracias
a una subvención de la Fundación Exxon para la Educación, cuyo
presidente, doctor Robert Payton, hizo cuanto un amigo generoso y
paciente podía hacer para ayudarnos en cada una de las etapas de
nuestra empresa. Su estímulo y su fe en el proyecto nos alentaron
constantemente a lo largo de todos nuestros cambios de planes. Esta-
mos profundamente agradecidos por esa confianza y por la genero-
sidad de la Fundación.
Deseamos expresar nuestro agradecimiento a la Universidad Johns
Hopkins por habernos permitido el uso de sus servicios de contabi-
lidad y por habernos proporcionado los medios para celebrar nues-
tras reuniones. De los cuidados prácticos de la organización se hizo
cargo la señora Nancy Thompson, del Departamento de Filosofía de
la Universidad Johns Hopkins, quien resolvió las dificultades del
otro lado del Océano y las contingencias locales con igual habilidad
y paciencia. Le expresamos nuestro más cálido agradecimiento. De-
seamos también expresar nuestra gratitud al señor T. Cleveland por
su ayuda, y nuestro profundo agradecimiento a Jonathan Sinclair-
Wilson, nuestro editor en la Cambridge University Press, y a Elizabeth
O'Beirne-Ranelagh, quien corrigió los manuscritos, por el cuidado y
la eficiencia que pusieron de manifiesto en todas las etapas de la
producción de este libro.

RICHARD RORTY
J. B. SCHNEEWIND
QUENTIN SKINNER
COLABORADORES

Ian Hacking es Profesor de Historia de la Filosofía de la Ciencia y


la Tecnología en la Universidad de Toronto. Sus libros comprenden
The Emergence of Probability (1975) y Representing and Intervening:
Introductory Topics in the Philosophy of Natural Science (1984).

Lorenz Krüger es Profesor de Filosofía en la Universidad Libre de


Berlín. Sus publicaciones comprenden artículos acerca de la filosofía
de la ciencia y acerca de la historia de la filosofía moderna, y dos
libros: Rationalismus und Entwurt einer universalen Logik bei Leib-
ni; (1969) y Der Begriff des Empirismus: Erkenntnistheoretische Stu-
dien am Beispiel John Lockes (1973).
Bruce Kuklick es Profesor de Historia en la Universidad de Pennsyl-
vania. Sus libros comprenden: Josiah Royce: An Intellectual Biogra-
phy (1972), The Rise of American Philosophy: Cambridge Massachus-
sets, 1860-1930 (1977) Y un estudio de próxima aparición, Churchmen
and Philosophers: From Ionathan Edwards tia John Dewey, 1746-1934.
Wolf Lepenies es Profesor de Sociología en la Universidad Libre de
Berlín y actualmente miembro de la Escuela de Ciencias Sociales del
Instituto de Estudios Superiores de Princeton. Sus libros incluyen
Melancholie und Gesellschait (1969), Soziologische Anthropologie
(1971) y Das Ende der Naturgeschichte (1976).

Alasdair Maclntyre es Profesor de Filosofía en la Universidad Van-


derbilt. Sus libros incluyen A Short History of Ethics (1966) y After
Virtue (1981)
Richard Rorty es Profesor de Humanidades en la Universidad de
Virginia. Sus libros incluyen Philosophy and the Mirror of Natu-
re (1979) y The Consequences of Pragmatism (1982).
J. B. Scheneewind es Profesor de Filosofía en la Universidad Johns
Hopkins. Sus libros incluyen Backgrounds of English Victorian Lite-
rature (1970) y Sidgwick's Ethics and Victorian Moral Philosophy
(1977).
Quentin Skinner es Profesor de Ciencias Políticas en la Universidad
de Cambridge y. miembro del Christ's College. Sus publicaciones in-
cluyen Foundations oj Modern Political Thought (1978) y Machiave-
lli (1981).

Charles Taylor es Profesor de Filosofía en la Universidad McGill


Sus libros comprenden The Explanatiori ot Behaviour (1964), Hegei
(1975), Hegel and Modern Society (1979). Dos volúmenes de sus Philo-
sophical Papers aparecerán próximamente en la Cambridge Uníver-
sity Press.
INTRODUCCION

Imagine el lector una obra en mil volúmenes titulada Historia


intelectual de Europa. Imagine además una gran asamblea de pensa-
dores redivivos en la cual a cada una de las personas mencionadas
en las páginas de esa obra se le entrega un ejemplar y se le pide
que comience por leer las secciones referentes a él mismo y después
lea alternativamente hacia atrás y hacia delante hasta que llegue
a dominar los mil volúmenes. Una obra ideal con ese título tendría
que llenar las siguientes condiciones:
1. La persona cuyas actividades y cuyos escritos son tratados en
ella halla ese tratamiento inteligible, salvo las observaciones inciden-
tales que dicen cosas como: "Más tarde esto fue conocido como ... ",
y: "Puesto que aún no se había establecido la distinción entre X e Y,
el empleo que A hace de "Z" no puede ser interpretado como ... »,
y llega a entender aun esas observaciones cuando continúa leyendo.
2. Al concluir el libro cada una de las personas tratadas avala el
tratamiento que se ha hecho de él como, por lo menos, razonable-
mente preciso y benévolo, por más que, por supuesto, no lo en-
cuentre lo bastante detallado.
3. En el momento en que han leído el libro de cabo a rabo los
miembros de la asamblea se hallan en tan buenas condiciones de
intercambiar opiniones, argumentar y tomar parte en una investiga-
ción colectiva acerca de temas de interés común, como las fuentes
secundarias para las obras de sus colegas lo permitan.
Ello parece constituir un ideal plausible de la historia intelectual
porque esperamos que una historia así nos permita percibir a Europa
como {para decirlo con la frase de Hólderlin adaptada por Gadamer)
«la conversación que somos». Tenemos la esperanza de que esa histo-
ria intelectual urdirá un hilo de creencias y de deseos superpuestos
lo bastante grueso para que podamos remontarnos en la lectura a
través de los siglos sin tener que preguntarnos nunca: «¿Por qué
hombres y mujeres dotados de razón han pensado (o han hecho)
eso?» Pensamos pues que una Historia intelectual de Europa ideal
debiera permitir que, por ejemplo, Paracelso se pusiese en comu-
nicacióricon Arquímedes por un lado y con Boyle por el otro. Debie-
ra hacer que Cicerón, Marsilío de Padua y Bentham pudiesen iniciar
16 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA INTRODUCCIÓN 17

una .discusión. R~nunciar a t~les esperanzas, creer que en puntos traordinariamente imaginativo y productivo que ha urdido un relato
crucIa~es no habra concordancia y que en algún sentido se registrará desmesuradamente extenso y divagatorio que debe ser reconstruido a
una «I~conmen~urabilidad» tan grande que impida el diálogo, es partir de las cartas del escritor a sus amigos, los recuerdos de esos
r~nuncIar a la Idea de progreso intelectual. Tal pesimismo debe re- amigos, anotaciones hechas en viejos papeles de envolver, cartas de
SIgnarse. a v.e,ren <da historia del pensamiento europeo» una errónea rechazo de los editores y, asimismo, a partir de los manuscritos con-
caracterízacíon de 10 que en realidad es una miscelánea de tradicio- servados. Aquel albacea debe penetrar en el mundo de los textos
nes encerradas cada una en sí misma. De acuerdo con ese modo de con la decisión de pegar unos con otros los fragmentos y obtener la
ver, no deb.iéramos emprender una historia intelectual, porque lo versión idealmente completa de esa obra de ficción. No debe permi-
que se, requiere es algo que se parece más a una serie de informes tirse indagar cuáles de sus partes se basan en caracteres de la vida
etn?grafic~s. Tal pesimi,smo es caracteristico de aquellos a quienes real ni si aprueba su tono moral. No se ve a sí mismo como si estu-
ha impresionado el caracter marcadamente extraño de algunas for- viese escribiendo un relato de progreso o de declinación porque, para
mas de expresarse y de actuar del pasado europeo y el carácter mar- los propósitos de su trabajo, no sustenta ninguna opinión acerca
cadamente anacronístico (esto es, ininteligible para las figuras que cómo debe ser el desenlace.
son tratadas) de gran parte de la historia intelectual. Para sus lectores, en cambio, las cosas son distintas. Lo típico es
. Se .ha discu~ido mucho entre los filósofos de la ciencia y entre los que lean su libro como el relato de un progreso: un progreso en el
hIst~rIa?ores SI tal pesimismo está justificado, es decir, si las dis- campo de su especial interés o de cuestiones que les incumben espe-
c?~tlllmdades, las ,revoluciones intelectuales y las rupturas epistemo- cialmente. (Algunos, por cierto, pueden leerlo como el relato de una
lógicas deben ser lllterpretadas simplemente como momentos en los declinación, pero también ellos lo ven como poseyendo una dirección.
cuales la comunicación se. torna. difícil o como momentos en los que Se preocupan por cómo ha de ser el desenlace.) Sus lectores automá-
se ~o~na .verdaderamente imposible. Creemos que ese pesimismo no ticamente comentan distintas secciones con frases como: «primer
esta JustIfi~ado, que siempre hay lo que se ha llamado «cabezas de reconocimiento del hecho de que p», «primera aprehensión clara del
pu~nte. racionales» -no criterios de alto nivel sino trivialidades de concepto e» y «falta de reconocimiento de la irrelevancia de p para P>.
bajo mvel- que han posibilitado el diálogo por encima de los abis- Si el lector es un filósofo que está moderadamente satisfecho con el
mos .. Pue~ n.o deseamos discutir la cuestión de si es posible escribir estado actual de su disciplina, se sorprenderá diciendo cosas como
la. Historia znt~l~~tual de Europa, sino más bien la cuestión siguien- «Aquí la filosofía se disocia de ... y comienza a tener una historia por
te. en l~ SUP?SICIOnde que la hubiera escrito, ¿cuál sería su relación sí misma» o «Ahora me doy cuenta de que las figuras realmente im-
con la historia de la filosofía? portantes de la historia de la filosofía fueron ... ». Todos los juicios
Tal cuesti~n se plantearia igualmente si se sustituyese «filosofía» de ese tipo son intentos de poner las opiniones propias acerca de lo
p~r «~co~OlnIa», «ley», «moralidad» o <da novela». Porque en la que se trate, en conexión con un relato acerca del descubrimiento
Hlstorza. zntelectual de Europa no se trazan líneas de demarcación gradual de esos hechos y del descubrimiento, aun más gradual, de un
entre, generos, temas o disciplinas. En realidad, un libro ideal con léxico en el cual se puedan formular las preguntas para las cuales
e~e tlt~lo no s~ podría escribir sin haber puesto entre paréntesis la sus propias opiniones son respuestas.
d,Is~usIOn ?e SI determinada cuestión era filosófica, científica o teo- Cuando un filósofo se dirige a la Historia intelectual de Europa en
10.gIca, o SI,de~erminado problema lo era de moral o de costumbres. busca de materiales para una Historia de la filosofía occidental, la
DICho en términos más generales, en una historia como ésa debieran selección que él haga no dependerá únicamente de la década y del
ponerse entr~ paréntesis la mayoría de las cuestiones concernientes país en los que escribe, sino también de sus intereses especiales en
a la referencia y a la verdad. Para los propósitos de su trabajo el el ámbito de la filosofía. Si está interesado fundamentalmente en la
autor de una historia así no se preocupa por comprobar si Paracelso metafísica, en la epistemología y en la filosofía del lenguaje, tenderá
estaba acertado respecto del sulfuro o Cicerón respecto de la re- a pasar por alto los vínculos en cuanto a convicciones y a léxico que
pública. Sólo le interesa conocer lo que cada uno hubiera dicho en en la Historia intelectual de Europa unen entre sí a Espinoza y a
respuesta a sus contemporáneos, y facilitar la comunicación entre Séneca. Estará más interesado en los lazos que unen a Espinoza con
todos ellos y sus predecesores y sus sucesores. En sus mil volúmenes Descartes. Si se dedica fundamentalmente a la filosofía de la religión,
nunca se prestaría atención a la pregunta: «¿De qué hablan esas prestará atención a las conexiones existentes entre Espinoza y Filón,
p~rsonas?», y mucho menos a la pregunta: «¿Cuál de ellas tenía ra- y se interesará menos por las que vinculan entre sí a Espinoza y
zon?» Por eso su autor deb~ escr.ibir una crónica antes que un tra- Huygens. Si se especializa en filosofía social, atenderá más a la re-
tado. Es como el albacea Iiterario de un escritor de ficciones ex- lación de Espinoza con Hobbes que a su relación con Leibniz.
18 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
1, INTRODUCCIÓN 19

Espinoza representó un punto nodal en un tejido de relaciones y ro corno el significado de una frase dada y confrontar entonces ese
de preocupaciones para el que no es fácil hallar un equivalente en la significado con los hechos. Pero no es evidente que la Historia inte-
organización de la vida intelectual del presente. A Espinoza no podría lectual de Europa nos hable acerca de lo que las frases del pasado
haberle sido sencillo responder a la pregunta de si lo que se hallaba significan. La lectura completa de la versión ideal de ese libro (actua-
«en el centro de su filosofía» era su interés en el tema de Dios, en lizada hasta el año anterior) colocaría al supuesto historiador de la
el del Estado, en el de las pasiones, en el de la física matemática filosofía en condiciones óptimas para asignar un significado a una
o en el de lo que más tarde se conoció como «teoría de las Ideas». frase incluida en un texto del pasado. Pero eso es como decir que el
Pero el autor de una Historia de la filosofía occidental se ve en la pasar años de su vida con los miembros de una tribu, charlando con
necesidad de formular preguntas tales. El debe mirar los escritos ellos, coloca al antropólogo en la posición óptima para traducir sus
de Espinoza como organizados en torno de ciertos problemas defi- expresiones. Es así, pero le puede quedar aún muchísimo trabajo por
nidamente filosóficos y separar la discusión de esos problemas de realizar antes de ser capaz de actualizar esa capacidad. Una cosa es
«los intereses transitorios de la época de Espinoza», estar de acuerdo con el juego del lenguaje de otro, y una cosa dife-
El hecho de que el autor de la Historia intelectual de Europa pueda rente traducir ese lenguaje al propio. De igual manera, una cosa es
ignorar tales cuestiones aligera su tarea y, en el fondo, la hace po- haber llegado a conocer a fondo la Historia intelectual de Europa, y
sible. En su obra no se caracteriza a Espinoza como «filósofo» --en una cosa diferente es saber cómo formular una de las frases citadas
tanto opuesto a «científicos-e- ni como «rabino renegado» ni como en ella de modo tal que permita confrontarla con la realidad del
«racionalista» o «pan-psiquista». Se hace mención de esos términos, mundo.
pero no se los emplea. La medida de su tino y, por tanto, el grado Esa laguna existe en la medida en que el léxico empleado en las
en que su obra se acerca al ideal, reside en gran medida en su em- frases nos choca a nosotros, modernos, como una manera inadecuada,
pleo de las comillas. Su libro no es de ayuda si se trata de construir desmañada, de describir el mundo o de plantear los problemas por
un reticulado en el que Espinoza halle su lugar, es decir, que mues- tratar. Por eso estamos tentados de decir cosas corno: «Bien, si se
tre que era un «gran filósofo» o que no lo era. considera que eso significa p, entonces es ciertamente verdadero, y
Construir un reticulado así -esto es, elaborar los criterios que en realidad trivial; pero si se considera que significa q, entonces ... »
sirvan para responder a preguntas como: «¿Debemos incluir a Es- La lectura de la Historia intelectual de Europa no nos ayuda, por sí
pinoza (o, para considerar casos más problemáticos, a Montaigne o a misma, a saber cómo debemos considerarlo. Pues si bien ese libro
Emerson) entre los filósofos?» o «¿Debemos incluirlos entre los gran- puede permitirnos saber lo que el emisor original de la frase quiso
des filósofos?»- supone disponer de una concepción acerca de la decir con ella, lo que habría respondido ante toda una serie de pre-
relación entre la historia intelectual y la realidad de las cosas. Por- guntas formuladas por sus contemporáneos a propósito del tipo de
que la idea de un «lugar propio» requiere un mundo intelectual rela- acto de habla que estaba llevando a cabo y a propósito de la audien-
tivamente cerrado, esto es, un determinado esquema de la realidad cia y la incidencia que aguardaba, toda esa información nos sería de
y, por tanto, de los problemas que la realidad plantea a la inteligen- de poca utilidad en el momento de optar entre la interpretación de
cia que la indaga. Exige que uno sepa bastante acerca del modo en la frase, con vistas a su confrontación con la realidad, corno p o
que el mundo (y justamente no el mundo de las estrellas, los vege- corno q. «P,> y «q» son frases de nuestro lenguaje, frases adecuadas
tales y el barro, sino el de los poemas, los dilemas morales y políti- y elegantes destinadas a ajustarse a los perfiles del mundo tal como
cos también) se divide en áreas y en problemas, problemas resueltos nosotros lo conocemos. Los predicados que ellas contienen registran
o por resolver. El autor de la Historia intelectual de Europa tiene las especies de cosas en las que sabemos que el mundo se divide
que hacer de cuenta que no sabe cómo es el mundo. (por ejemplo: estrellas y galaxias, prudencia y moralidad). La facili-
Es tentador expresar la diferencia existente entre nuestro histo- dad para emplear modos de hablar inadecuados y desmañados que
riador intelectual ideal y el autor de una Historia de la filosofía occi- proporciona una acabada familiaridad con la Historia intelectual de
dental diciendo que el primero se ocupa con los significados de ex- Europa nos ayuda muy poco en el momento de saber cuál de esas
presiones pasadas en tanto que el segundo se ocupa asimismo con su elegantes alternativas hay que preferir.
verdad y con su importancia. El primero presta atención a las pautas Es tentador plantear la cuestión de si el significado o la referencia,
para el empleo de los términos; el segundo, a la relación entre ese o ambas cosas, de los términos empleados en una frase así han cam-
empleo y la realidad de los mundos físico y moral. Pero tal manera biado en lo que va desde los tiempos del autor a los nuestros. Pero
de formular la cuestión es, y ha sido, muy errónea. Porque sugiere no es evidente que uno u otro tipo de historiador deba formular ne-
que el segundo de los autores puede considerar Ia palabra del prime- cesariamente esa cuestión. El reciente debate de tales temas por par-
20 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA
INTRODUCCIÓN 21
te de los filósofos de la ciencia y de los filósofos del lenguaje fue
inspirado indudablemente por problemas suscitados en la historio- tal pasado.» * Mediante la exclusión de algunas frases como irrelevan-
tes para sus propósitos y para los propósitos que el propio autor se
grafía de las ciencias naturales. Pero si bien ese debate ha servido
hubiera fijado en caso de conocer mejor las cosas, y haciendo una
para ampliar y para profundizar el ámbito de consideraciones y ejem-
benévola presentación de lo restante, ayuda al filósofo muerto a
plos juzgados relevantes en la semántica filosófica, no ha producido actuar ante un nuevo público.
resultados que permitan a los historiadores comprender con mayor Ese modo de depurar y de parafrasear da lugar a una historia que
claridad sus tareas o sus métodos. Tampoco parece probable que ello en nada se asemeja a una selección de textos de la Historia intelec-
vaya a ocurrir en el futuro. Pues si bien ha sido la historia de la tual de Europa. Pero es menester recurrir a él si se desea disponer
ciencia la que originó muchas de las discusiones actuales acerca de de una historia «de la filosofía» o «del problema de la relación entre
la significación y la referencia, esas discusiones se han apartado aho- el alma y el cuerpo» o «del empirismo. o «de la moral secular».
ra tanto de la práctica de la interpretación, que resulta dudoso que ~ecir que tales historias son anacronísticas es decir una verdad, pero
los historiadores puedan esperar que surja algo así como una «teoría Irrelevante. Se da por sentado que son anacronísticas. El antropólo-
de la interpretación». Ni la controversia entre Gadamer y Betti acer- go no lleva a cabo su tarea si meramente nos propone enseñarnos
ca de la objetividad de la interpretación, ni la de Charles Taylor y a charlar con su tribu favorita, a iniciarnos en sus ritos, etcétera.
Mary Hesse acerca de la distinción entre Geisteswissenschaften y. Na- Lo que queremos que se nos diga es si esa tribu tiene algo intere-
turwissenschajten, ni la de Davidson y Dummett respecto del holismo sante para contarnos: interesante para nuestras perspectivas, que
en semántica, ni la concerniente a la variabilidad de una teoría causal responden a nuestras preocupaciones, que nos informa acerca de lo
de la referencia, parecen tener la probabilidad de informar al preten- que nosotros sabemos que existe. El antropólogo que rechace esa
dido historiador de la filosofía más de lo que él ya sabe acerca del tarea aduciendo que la depuración y la paráfrasis distorsionarán y
modo de utilizar la Historia intelectual de Europa para hallar la ma- traicionarán la integridad de la cultura de la tribu, ya no será antro-
teria prima que necesita. Los mil volúmenes que ha leído le informan pólogo sino algo así como devoto de un culto esotérico. Después de
de cuanto se puede saber acerca de los cambios producidos en el todo, trabaja para nosotros, no para ellos. De modo semejante, el his-
empleo de los términos que a él le interesan. Puede estar excusado toriador de X, donde X es algo que nos consta que es real e im-
de decir que no le interesa el modo en que, sobre la base de ese em- portante, trabaja para aquellos de nosotros que comparten ese saber,
pleo, la semántica procede a distribuir significado y referencia. y no para nuestros desdichados antecesores que no lo hacen.
Antes que «fundamentos filosóficos de la práctica de la interpreta- Por tanto, el que desee escribir una Historia de la filosofía occi-
ción», lo que ese historiador necesita es poder percibir cuándo le dental debe, o bien negar que la filosofía contemporánea es algo real
está permitido excluir simplemente las frases en las que tales pro- e importante (en cuyo caso escribirá una historia de la filosofía como
blemas de interpretación parecen ser insolubles, y limitarse a aque- quien escribe una historia de la brujería) o bien proceder a depurar
llas frases en las que es posible forjar una traducción a una lengua las frases que no merecen ser traducidas y traducir el resto con la
moderna que armonice nítidamente con la traducción de otras fra- conciencia de incurrir en anacronismos. La mayoría de tales escri-
ses. Lo típico es que una traducción así no sea literal, pero, con todo, tores hace un poco de cada una de las dos cosas, pues los más de
puede ser enteramente correcta. El antropólogo tiene que decir a ellos no tienen la esperanza de narrar una historia coherente a partir
menudo cosas como: «Lo que dijo fue: "El otro dios blanco murió de todos los textos que ésta o aquella escuela filosófica contempo-
porque riñó con el espíritu que habita el mburi", pero lo que quiso ránea llama «filosóficos». Historia coherente será la que nos muestre
decir era que Pogson Smith murió porque, como idiota, comió algu- que algunos de esos textos son centrales y otros periféricos, algunos
nas de las bayas que crecen por allí.» A menudo el historiador de la genuinamente filosóficos y otros meramente pseudoglosóficos (o sólo
filosofía tiene que decir cosas como: «Lo que Kant dijo fue: "Esta tangencial y momentáneamente filosóficos). El historiador de la filo-
identidad permanente de la apercepción de una diversidad dada en sofía habrá de tener un parecer en cuanto a si, por ejemplo, la filoso-
la intuición contiene una síntesis de representaciones y sólo es posi- fía moral es central y la epistemología relativamente periférica para
ble mediante la conciencia de esta síntesis ..;", pero lo que quiso el tema, o inversamente. También tendrá que tener una opinión acerca
decir es que, no obstante lo primitiva y desordenada que se supone de cuáles de las escuelas o movimientos de la filosofía contemporánea
que es la experiencia, si está acompañada de autoconciencia, enton- * La frase que comienza con las palabras «Esta identidad permanente» pro-
ces tendrá que admitir al menos el grado de organización intelectual cede de Kant, Crítica de la razón pura, B 113. Lo que viene después de «Lo que
involucrada en la capacidad de afirmar como propio un estado men- quiso decir es» está tomado de Jonathan Bennett, Kant's Analytic, Cambridge,
Cambridge University Press, 1966,pág. 119.
- INTRODUCCIÓN 23
LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
22
Nada erróneo hay en la afirmación de que «la historia nos da la
deben ser considerados filosofía «genuina» o <dmportante». Precisa- verdad acerca del pasado», aparte de su trivialidad. Surgen, empero,
mente debido a sus divergencias en torno de tales temas los histo- falsos problemas cuando se intenta hacer una distinción entre el co-
riadores de la filosofía desechan textos que sus rivales ponen de re- n~cimiento de la relación del pasado con el presente y el conocí-
lieve. Todo historiador de la filosofía trabaja para un «nosotros» miento acerca del pas~do en sí mismo. Esos son casos especiales
que está compuesto, básicamente, por aquellos 9-ue ven la escen~ d~l .fals? problema mas general que se suscita cuando se intenta
filosófica contemporánea tal como ellos la ven. ASI, cada uno tratara distinguir entre el conocimiento acerca de la relación de la realidad
como brujería lo que otro tratará como antecede.nte de algún ele-
c~n. nuestras ment~s, .nuestros lenguajes y nuestros intereses y pro-
mento real e importante de la filosofía contemporanea. pósítos, y el conocimiento acerca de la realidad tal como es en sí
De la caracterización que hemos hecho podría deducirse que el
~is~a. Esos son falsos problemas, porque no puede establecerse
historiador intelectual y el historiador de la filosofía realizan tra- m?gun contraste entre el conocimiento acerca de X y el conoci-
bajos tan diferentes que resulta difícil. pen~ar que pr<:>ducen dos miento acerca de las relaciones entre X e Y, Z, etcétera. Nada puede
especies de un mismo género llamado «hlstona». En realidad a~bos conoce~se acerca de X aparte del modo en que lo describimos en un
expresan dudas de ese tipo acerca de lo que su contraparte esta. ha- lenguaje que muestra sus relaciones con Y, Z, etcétera. La idea de
ciendo. Así, el historiador de la filosofía puede despreCIar al histo- «la :verdad acerca del pasado, no contaminada por las perspectivas y
riador intelectual por considerarlo un mero anticuario. A su vez, el los mte~eses del presente» es semejante a la idea de «esencia real, no
segundo puede despreciar al primero por considerarlo un mero pro- contaminada por los preconceptos y los intereses constituidos en
pagandista: alguien que reescribe el pasado en favor de una de las cualquier .lenguaj e hu~ano». Es un ideal romántico de pureza que no
facciones del presente. El historiador de la filosofía puede pensar guarda ninguna relación con indagación real alguna que los seres
del historiador intelectual que es una persona que no se interesa
human?s hayan emprendido o puedan emprender.
por la verdad filosófica, y éste puede pens~r ~~ aquél qu.e es una ~a Idea de «perseverar en los problemas filosóficos y evitar la
persona que no se interesa por la verdad históríca. Tales mtercam-
afición a las antigüedades» es menos absurda que la de «perseverar
bias de recriminaciones han dado lugar a intentos por arrebatar la
en el pasado y evitar su relación con el presente», y ello sólo debido
historia de la filosofía de las manos de los historiadores intelectua-
a que es posible simplemente enumerar lo que ha de considerarse
les y a intentos inversos por rehabilitar la historia intelectual argu-
como «los problemas filosóficos», mientras que no es posible señalar
mentando que el primer deber del historiador es evitar el anacroms-
«el pasado». En otras palabras: es posible delimitar una cosa a la
mo. Se sugiere a veces que debiéramos desarrollar un tercer género,
cual. denominar «filosofía», especificando claramente lo que ha de
un justo medio más filosófico que la Historia intel~ctual de l!-uro~a
con~Iderar~e !' lo que no ha de considerarse como tal, pero no es
e históricamente más preciso que cualquier Historia de la fllosofta
posible delimitar cosa alguna a la cual denominar «historia» haciendo
occidental conocida o actualmente imaginable. un ges~o para indi~ar lo que está a nuestras espaldas. El término
No es nuestra intención sugerir que se intente lo uno o lo otro,
«filosofía» es .suficientemente flexible, de modo que nadie se sor-
ni sugerir que es menester un tercer género. Una oposición entre los
pren~e demasiado cuando un filósofo proclama que debe desecharse
historiadores intelectuales Ylos historiadores de la filosofía nos parece la mItad del canon de «grandes filósofos» admitido hasta entonces
una oposición tan ficticia como lo sería una oposición entre científi-
porque se ha descubierto que los problemas de la filosofía son dife-
cos e ingenieros, o entre bibliotecarios Y eruditos, o entre desbasta-
rentes de como se había pensado anteriormente. Por lo común un
dores y talladores. Es una apariencia creada por el intento de ser
filósofo así aclarará que lo que se excluye debe ser asumido como
conceptuoso a propósito de «la naturaleza de la historia» o de «.la una cosa distinta de la filosofía (<<religión»,«ciencia» o «Iiteratura»).
naturaleza de la filosofía», o a propósito de ambas, tratando «hIS-
Pero esa misma flexibilidad constituye la razón por la que no cabe
toria» y «filosofía» como designaciones de especies naturales, disci-
tener esperanzas en la posibilidad de decir algo general y de interés
plinas cuyos temas y cuyos objetivos son bien conocidos y se ha:lan
acerca de la relación entre filosofía e historia.
fuera de discusión. Tales intentos provocan acalorados resoplIdos
Algo puede decirse en cambio acerca de la relación existente en-
en el sentido de que determinado libro «no es lo que yo llamo his-
tre libro.s a l?s ~ue es sumamente fácil ver como grandes fragmentos
toria» o <<00 cuenta como filosofía». En tales casos se da por sentado de la Historia intelectual de Europa y libros que pretenden ofrecer
que existe una parte bien conocida del mundo -el pasado- que es toda l~ historia de la filosofía occidental o un gran segmento de ella.
el dominio de la historia, y otra parte, igualmente bien conocida,
Lo pnmero que debe señalarse es que nuestra anterior caracteriza-
concebida por lo común como un conjunto de «problemas atempo-
ción de esos dos géneros ha sido la caracterización de dos tipos idea-
rales», que es el dominio de la filosofía.
-
24 LA FILOSOFíA EN LA ~ISTORlA INTRODUCCIÓN 25

les imposibles de realizar. Nuestro historiador int~lect,:al, al que Así como la necesidad de seleccionar implica que el historiador
no interesa el desenlace de la historia, y nuestro historiador .de la intelectual no puede ignorar, aun cuando se lo propusiese, la filo-
filosofía, que sabe perfectamente bien qué es filosofía y de u~ ~I~tazo sofía de su propia época cuando escribe acerca de Espinoza del mis-
puede distinguir un problema filosófico central de uno penfenco y mo modo, la necesidad de escribir acerca de Espinoza (antes que
de uno no filosófico, son caricaturas. Pero hemos procurado conver- acerca de lo que se diría al formular ahora una de las frases de
tirlas en caricaturas simpáticas porque vemos a ambo~ como ca~os Espinoza) implica que el historiador de la filosofía no puede ignorar
extremos de esfuerzos enteramente encomiables y en Igual medida la historia intelectual. Ni, por cierto, lo hará por mucho tiempo. La
indispensables para la prosperidad de la república de la,s l~tras. pose que tales historiadores adoptan -« Bien, veamos si este mu-
Cada uno de ellos suele verse llevado a la caricatura por SI mIs~,o, chacho ha tenido razón en algo>)- es sólo una pose, siempre efímera.
pero tal es la autocaricaturización a la que una honesta devoción No es posible estimar si Espinoza tuvo razón en algo antes de esti-
por un fin valioso puede inducir. . ., mar de qué hablaba. Puesto que el propio Espinoza puede no haber
Nunca existirá un libro como la Historia intelectual de Europa, sabido acerca de qué estaba hablando al escribir una frase determi-
y ello no sólo porque el ideal que he.m?S estipula,do no po.dría ser nada (porque estaba muy confundido en cuanto a la verdadera reali-
alcanzado con sólo un millar (o un mIllon) de volúmenes, smo t~I?- dad del mundo), no será posible proyectar su frase en el mundo
bién porque -tal es la dimensión de ~uestro cer.ebro y la extensión tal como sabemos que es sin leer muchísimas frases de ésas de
de nuestras vidas- nadie que haya leido o escnto algunos de esos acuerdo con el modesto método hermenéutica y reconstructivo ca-
volúmenes podría leer o escribir la mayor par~e de los restan~e~ .. El racterístico de los historiadores intelectuales. No importa cuán filis-
hecho de que todo historiador deba ser selectivo para poder miciar teo el historiador de la filosofía se proponga ser: necesitará traduc-
su trabajo -escogiendo algunos textos com~ centrales. y relegando ciones de lo que Espinoza dijo, traducciones que le permitan captar
otros a las notas al pie- basta para desenganarnos del Ideal que he- el valor de verdad de las frases de Espinoza. Ello le exigirá examinar
mos erigido. Pensar en que el estudio del dis~urso político. en la críticamente las traducciones actuales para ver si están influidas por
Francia del siglo XII, la metafísica alemana del SIglo XIX y la pmtu~a las filosofías de alguna de las épocas que nos separan de Espinoza, y
de Urbino del siglo xv puedan un día confluir para for-;nar un tapiz eventualmente elaborar sus propias traducciones. Lo desee o no, se
único que sería nuestra Historia intelectual de Europa Ideal, es algo convertirá en un erudito en historia y en un retraductor. Se verá
alentador. Pero es la idea de un libro no escrito por mano ?~mana. llevado a leer en la obra de los historiadores intelectuales los estu-
Puesto que todo libro referente a tales ten:as esta.rá condIcI~nado dios referentes al ambiente intelectual de Espinoza para saber cómo
por el sentido que su autor tiene de la relevancIa, sentido determmado debe hacer sus traducciones, de la misma manera en que el histo-
por todo lo que él conoce -no simplemente las cosas que conoce riador intelectual derivará, consciente o inconscientemente, de los
acerca de su propia época sino por todo lo que ~o~lOce a.c~rca de movimientos filosóficos contemporáneos su visión de lo que merece
todo=-, ninguna obra de esa índole se compagmara mconsutIlm~nte ser traducido.
con otras obras acerca de períodos o de temas adyacentes escnt.os Así, el resultado de la elaboración de esos dos tipos ideales, y de
por una generación precedente o, por ~na generaci~n. posterior. Nm- la comprobación de que son meramente ideales, estriba en advertir
gún historiador intelectual podra eludir esa selectlVld.ad 9-ue surge que no puede haber una división tajante entre las funciones de la
automáticamente del saber que posee acerca de la cle~cla, .la .teo- historia intelectual y las de la historia de la filosofía. En lugar de
logía, la filosofía y la literatura de .la actualidad. La historia ínte- ello, cada uno de estos dos géneros será corregido y actualizado per-
lectual no puede ser escrita por quienes desconocen la cult~ra ~e manentemente por el otro. Es posible expresar esta moraleja con
sus presuntos lectores, porque una cosa es poner entre paren:esls otros términos diciendo que bien podríamos olvidar los cucos del
cuestiones de verdad y de referencia, y otra cosa es desco~ocer cuando «anacronismo» y de la «afición por las antigüedades». Si ser anacro-
surgen esas cuestiones. Poner a los lectores de la actualidad en co~- nístico consiste en enlazar el pasado X con el presente Y en lugar
tacto con una figura del pasado es precisamente ser capaz de decir de estudiarlo aisladamente, entonces todo historiador lo es siempre.
cosas como: «Más tarde esto se conoció como ... » y «Puesto que En la práctica el cargo de anacronismo significa que se ha relacio-
aún no se había establecido una distinción entre X e Y, el empleo nado el pasado X con un contemporáneo Y en lugar de hacerlo con
que A hace de "2" no puede ser interpretado como ... », Pero saber un contemporáneo Z, lo cual habría estado mejor. Es siempre cues-
cuándo deben indicarse cosas así, o saber qué es lo. que debe p0.ner- tión de seleccionar entre los intereses contemporáneos con los cuales
se entre paréntesis y cuándo se lo debe hacer, exige saber que ha asociar X, y no cuestión de abjurar de tales intereses. Sin alguna
ocurrido recientemente en áreas de todo tipo. forma de selección, el historiador está reducido a repetir los textos
r

INTRODUCCIÓN 27
26 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA
tud así da lugar a una historia de la filosofía que elude la narración
que constituyen el pasado relevante. Pero, ¿por qu~ hacer eso? Nos continua, pero que se parece más bien a una colección de anécdotas:
dirigimos al historiador porque no entendemos el ejemplar del texto anécdotas acerca de hombres que tropezaron con las cuestiones filo-
que ya tenemos. Darnos un segundo ejemplar no nos será de ayuda. sóficas «reales» pero no cayeron en la cuenta de lo que habían descu-
Comprender el texto es precisamente relacionarlo provechosamente bierto. Es difícil lograr que una secuencia de tales anécdotas se com-
con otra cosa. La única cuestión es la de cuál ha de ser esa otra cosa. pagine con narraciones como las que elaboran los historiadores in-
Inversamente si ser un aficionado a las antigüedades consiste en telectuales. Es inevitable de tal modo que tales narraciones choquen
estudiar X sin considerar tales intereses, nadie ha logrado jamás ser a los filósofos analíticos por «no dar con la cuestión filosófica», y
un aficionado a las antigüedades. A lo sumo se habrá logrado ~elacio- que los historiadores intelectuales perciban a los filósofos analíticos
nar X con algún Y que torna a X menos inter~sante que SI ~e lo como personas que «anacronísticamente» leen las preocupaciones ac-
hubiera relacionado con Z. Algún interés debe dictar las cuestiones tuales allá, en el pasado.
que planteamos y los criterios de relevancia qu~ emple~mos: y. los Como hemos dicho, «anacronismo» no es el cargo correcto que debe
intereses contemporáneos apuntan, al menos, hacía una historia ínte- formularse. Lo deplorable sería, más bien, que esas historias acerca
resante. El evitarlos meramente hará que en su lugar se coloquen de hombres que casi han dado con lo que ahora sabemos que es
los intereses de alguna generación precedente. Es posible hacerla, por filosofía, son como historias acerca de personas que habrían descu-
supuesto, pero, a no ser que ésos sean también nuestros intereses, no bierto América si se hubieran largado a navegar un poco después.
hay ninguna razón para hacerla. Una colección de tales relatos no puede ser historia de nada. De acuer-
A nuestro modo de ver, nada puede decirse de manera general en do con el modo en que los propios filósofos analíticos presentan la
respuesta a la pregunta: «¿Cómo debe escrib.irse. la hi:toria de la situación, no hay en realidad nada a lo que corresponda llamar «la
filosofía?», excepto: «Con la mayor autoconscíencra pos~ble: con el historia de la filosofía», sino únicamente una historia de la casi-filo-
conocimiento más pleno que pueda a1canzarse de la variedad. de los sofía, únicamente una prehistoria de la filosofía. Si los filósofos ana-
intereses contemporáneos para los cuales una figura del pasado pueda líticos estuvieran dispuestos a aceptar esta consecuencia, si estuvieran
ser relevante.» No obstante, una vez que se desciende del nivel de las dispuestos a conceder la elaboración de narraciones coherentes a los
cuestiones referentes a «la naturaleza de la historia de la filosofía», historiadores intelectuales y no les inquietara si éstos en efecto han
resta mucho por decir acerca de las tendencias contemporáneas en la advertido «la cuestión filosófica», todo podría estar muy bien. Pero
historiografía de la filosofía. Podríamos sostener que en G;an Br~ta- no están dispuestos a eso. Ellos quisieran hacer las dos cosas.
ña y en los Estados Unidos la hístoriografía de la filosofta .ha sido Eso no marchará. Los filósofos analíticos no pueden ser los des-
en los últimos tiempos menos autoconsciente de lo que debiera. En cubridores de lo que Descartes y Kant realmente estaban haciendo,
particular la filosofía analítica ha ob;ado en co?,~ra de la autocon~- y, a la vez, la culminación de una gran tradición, los actores del epi-
ciencia de la especie deseada. Los filosofos analíticos no han. ~xpen- sodio final del relato de un progreso. No pueden elaborar una narra-
mentado necesidad alguna de situarse dentro de «la conversacron que ción así excluyendo, por ejemplo, a la mayoría de los pensadores
somos» señalada por Gadamer, porque se consideran los primer~s en que vivieron entre Occam y Descartes o entre Kant y Frege. Una
haber comprendido qué es la filosofía y cuáles son las cuesttones narración llena de lagunas como ésa no dará cuenta de «cómo ma-
auténticamente filosóficas. duró la filosofía» sino que meramente mostrará cómo, en varias oca-
El resultado de tener tal imagen de sí mismo ha sido un intento de siones, estuvo próxima a madurar.
entresacar los «elementos auténticamente filosóficos» presentes en La preferencia por tales colecciones de anécdotas suscita impa-
la obra de figuras del pasado, apa~tand~ como ir:~levantes ~us i~t~- ciencia ante los intentos de los historiadores intelectuales por pre-
reses «religiosos», «científicos», «literarios», «pohtlCOS» o «ldeolo~l- sentar una narración continuada. Los filósofos analíticos perciben
cos». Se ha tornado habitual considerar los intereses de la filosofía tales intentos como una combinación indebida de lo que es filosofía
analítica contemporánea como el foco de la atención y hacer a un con lo que no lo es, como una comprensión errónea de las cuestio-
lado las preocupaciones religiosas, científicas, literarias,_ políticas o nes filosóficas en la que se las mezcla con cuestiones religiosas, lite-
ideológicas de la actualidad, al igual q~e las de _l?s filosofos de la rarias o de otra naturaleza. Esta actitud no es tanto resultado del
actualidad que no pertenecen a la cornente analítica. A su vez ello tratamiento de la filosofía como una «ciencia rigurosa» recientemente
acarrea como consecuencia una división de los filósofos del pasado en desarrollada, cuanto de continuar sosteniendo una concepción pre-
aquellos que anticiparon las cuestiones planteadas por los filósofos kuhniana de la historiografía de las ciencias rigurosas. Para una
analíticos contemporáneos y aquellos que demoraron. la madurez d~ concepción así, no varían las preguntas sino las respuestas. En cam-
la filosofía distrayendo su atención hacia otras cuestiones. Una acti-
-
LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA INTRODUCCIÓN 29
28

bio, para una concepción kuhniana la principal tarea de un, histo- ción en la especialidad era entonces mucho más histórica. En períodos
riador de una disciplina científica es la de comprender cuando y anteriores, la re interpretación de los filósofos del pasado en forma
por qué variaron las cuestiones. La principal defi~iencia, ~e la moda- tal de modificar la explicación del «progreso filosófico» heredada, era
lidad de historia de la filosofía a la que la filosofía analítica ha dado una modalidad habitual de expresión filosófica. Tal enfoque de la
lugar, es su falta de interés por el surgimiento y.la decadenci.a de las filosofía generaba a veces el exceso de autoconsciencia histórica que
cuestiones. Para comprender por qué determmadas cuestiones, a Nietzsche caracterizó como «un perjuicio que la historia produce a
las que alguna vez se llamó «filosóficas», fueron sustitui?as por otras, la vida». Pero tuvo el beneficio de inculcar un sentido de la contingen-
y por qué las antiguas cue~tione~ pasaro~ a, s.er claslfi~adas como cia histórica, una cierta sensibilidad al hecho de que «filosofía» ha
«religiosas», «ideológicas», «Iiterarras», «sociológicas», .e~cetera, es. me- designado a cosas enteramente diversas. Sugería que la filosofía podía
nester conocer muchísimo acerca de los procesos relIgIOSOS,SOCiales no ser una especie natural, una cosa que poseyese una esencia real,
o literarios. Requiere que se vea a los Xs pasados en términos Zs no y que la palabra «filosofía» funciona como un demostrativo -que
filosóficos presentes y, asimismo,en términos de los Ys que son los delimita el área de un espacio lógico que el hablante ocupa- antes
tópicos de la filosofía analítica contemporánea. . que un rígido designador.
Es una pena que los filósofos analíticos hayan mtentado conc~- No estamos sugiriendo que a la filosofía se la ejerza mejor en la
birse a sí mismos como culminación del desarrollo de una especie forma de un comentario histórico, ni mucho menos que deba dejar
natural de la actividad humana (<<reflexión fílosófica»), antes. que de ser «analítica». Pero sí sugerimos que los filósofos analíticos pa-
simplemente como los actores de una iniciativa. intelectua,l reciente sarán por alto una forma positiva de autoconsciencia en tanto ig-
y brillante. Ese intento ha tenido efectos negativos no solo en las noren los intentos de los historiadores intelectuales por inculcar un
relaciones entre filósofos e historiadores intelectuales (y, por tanto, sentido de la contingencia histórica. Por las razones que hemos refe-
con mucho Sprachstreit acerca de lo que debe considerarse como rido en lo que precede pensamos que no es útil para la filosofía o
«historia de la filosof'ía»), sino también en la filosofía misma. Por- para la historia intelectual pretender que ellas puedan operar de
que la matriz disciplinaria de la filosofía analítica ha hec~o que para manera recíprocamente independiente. No presentamos ninguna su-
los que se hallan dentro de ella se tornase cada vez mas arduo r~- gerencia concreta respecto del modo en que habría que modificar las
conocer que las cuestiones planteadas una vez por los grandes f~- matrices disciplinarias actuales a fin de hacer más manifiesta la
lósofos ya muertos, siguen siendo aún p~anteadas P?r contempora- inevitable interdependencia de esos campos, pero tenemos la espe-
neos ... contemporáneos que no cuentan III como «filósofos» III como ranza de que los ensayos incluidos en este volumen hagan que quie-
«científicos». La filosofía analítica heredó del positivismo la idea ,d~ nes trabajan en ambos campos sean más conscientes de la posibilidad
que los únicos interlocutores aptos de los.,filósof.os eran los cie.ntIfI- de tales reformas.
cos y así la reciente historia de la filosofía ha mdagado relaciones
ent~e Kant y Helrnholtz, pero no entre Kant y Valéry, entr~ Hume
y G. E. Moore pero no entre Hume y Jefferson. ~a misma Idea ha
hecho que les resultara difícil a los filósofos anal~tlcos p~nsar en su
relación con la cultura en su conjunto y, en cambio, particularmente
fácil hacer a un lado, como distracción inútil, la cuestión de su rel~-
ción con el resto de las humanidades. Al procurar interpretar las fi-
guras del pasado como quienes hacían cosas que. culminaron ,~n lo
que ahora hace la filosofía analítica, los filósofos Cierran muchísimos
de los caminos a través de los cuales las obras de figuras del pasado
tradicionalmente rotuladas como «filósofos» conducen a muchísimas
otras cosas que prosiguen en la actualidad. Al limitar el campo de los
y s contemporáneos a aquellos con los que los X.s del pasado pueden
ser puestos en relación, limitan ta.nt~ su .cap~~Idad p~ra leer a los
filósofos del pasado como su propia ímaginacion filosofica.
Este problema de falta de autoconsciencia en cuanto ~l ~ugar
que se ocupa en la historia era menos agudo antes del surgimiento
de la filosofía analítica, y ello debido simplemente a que la forma-
CAPíTULO 1

LA FlLOSOFIA y SU HISTORIA

Charles Taylor

Ha]: un ideal,una meta que atlora de vez en cuando en la filosofía.


Su rnspTrad6í:i ésTa de-barrer con el pasado y tener de las cosas una
comprensión que sea enteramente contemporánea. Subyace a ello la
atractiva idea de liberarse del peso muerto de los errores y las ilu-
siones del pasado. El pensamiento se sacude las cadenas. Ello puede
requerir cierta austera valentía puesto que, naturalmente, nos hemos
puesto cómodos, hemos llegado a sentirnos seguros en la prisión del
pasado. Pero es también estimulante.
Un gran modelo de una cosa así es la ruptura galileana en la cien-
cia. Los sociólogos y los psicólocos anuncian periódicamente algo se-
mejante, o bien nos aseguran su inminencia. Pero la última vez que
en nuestra cultura esos vientos empujaron a la filosofía fue cuando
el surgimiento del positivismo lógico, hace casi medio siglo. Como
doctrina, pronto debió ponerse a la defensiva y desde entonces se
bate en retirada. -Pero el hábito de encarar la filosofía como una acti-
vidad que debe ser llevada a cabo en términos enteramente contem-
poráneos, subsistió y se halla aún muy difundido ..Pueden leerse auto-
res del pasado, pero se los debe tratar como si fueran contempo-
ráneos. Ellos se ganan el derecho de participar en el diálogo porque
es el caso que ofrecen buenas formulaciones de tal o cual posición
que merece ser escuchada. No se los examina como orígenes, sino
como fuentes intemporales.
La concepción de la naturaleza de la filosofía que se opone a ésa
es la que tan vigorosamente enunció Hegel. De acuerdo con ella, la
filosofía y la historia de la filosofía son una sola cosa. Uno no puede
ejercer la primera sin ejercer también la segunda. Dicho de otro
modo, para comprender adecuadamente ciertos problemas, ciertas
cuestiones, ciertas conclusiones, es esencial hacerlo genéticamente.
Sin adherir a las razones precisas de Hegel, es una visión de este
-
32 LA FILOSoFíA EN LA HISTORIA
e LA FILOSOFíA Y SU HISTORIA 33
tipo la que me propongo defender aquí. Quisiera mostrar que este
hecho concerniente a la filosofía, el que sea intrínsecamente históri- En lo que se refiere, ahora, a los que adoptan una actitud crítica
ca, es manifestación de una verdad más general concerniente a la respecto de este modelo, parece manifiesto que la situación es la
vida y a la sociedad humana, de la cual, según pienso, se derivan cier- siguiente: los que lo proponen son impermeables a las objeciones
tas conclusiones acerca de la validez y de la argumentación en el que podrían formulárseles -por ejemplo, ni siquiera entienden la
terreno de la filosofía. intención de quien pone en tela de juicio el supuesto de que nuestra
En primer lugar, permítaseme presentar nuevamente la cuestión comprensión mutua en la conversación pueda ser analizada en tér-
desde la perspectiva de la visión histórica. La filosofía es una activi- minos de teorías que cada uno sostiene respecto del otro-, porque
dad que involucra esencialmente, entre otras cosas, el examen de lo no ven en qué puede consistir una alternativa concebible de ese
que hacemos, pensamos, creemos y suponemos, en forma tal que sa- modelo epistemológico. Ese es el desafío al que hace frente el que
camos más claramente a la luz nuestras razones, o bien tornamos formula la objeción. Para él, lo que resulta manifiesto es que tene-
más visibles las alternativas, o, de un modo u otro, nos ponemos en mos gran necesidad de un replanteo claro que muestre al modelo
mejores condiciones para dar debida cuenta de nuestra acción, de epistemológico como una posible interpretación entre otras, y no
nuestros pensamientos, de nuestras creencias o de nuestras suposi- como la única imagen concebible de la mente en el mundo.
ciones. En buena medida, la filosofía involucra la explicitación de lo Ahora bien: es una cuestión de hecho que los que hicieron un
que inicialmente se halla tácito. acertado análisis de ese tipo -por ejemplo, Hegel, Heidegger, Mar-
Ahora bien: una de las formas de sostener la tesis histórica acerca leau-Ponty- recurrieron a la historia. Esto es, sus análisis involu-
de la filosofía consiste en argumentar que una acertada explicitación craron la recuperación de las formulaciones que se hallaban en los
reclama a menudo -aunque nunca se reduce simplemente a ello-- orígenes del modelo epistemológico. Y, en particular, la restitución
recuperar las articulaciones anteriores que han caído en el olvido. y la reinterpretación de Descartes y de Kant han desempeñado un
En otras palabras, el tipo de análisis que necesitamos a fin de ha- papel de importancia en esa crítica. Pero -podría argumentar se- no
llamos en mejores condiciones para asumir laposición debida, exige" tenía que ser así: fue precisamente el hecho de que los críticos eran
que recuperemos formulaciones anteriores: exactamente, las que ne- profesores de filosofía, los cuales en esas culturas (la alemana y la
cesitamos para dar cuenta de los orígenes de nuestros pensamientos, francesa) padecen una notoria deformación profesional, lo que los
de nuestras creencias, de nuestras suposiciones y de nuestras accio- condujo compulsivamente a exponer y reinterpretar los textos ca-
nes presentes. nónicos. La tarea podría haber sido llevada a cabo de otro modo.
. Quisiera convencer al lector de que es así, ante todo atendiendo a Yo no acepto ese punto de vista. No pienso que sea accidental
un par de ejemplos. Ellos son, por cierto, discutibles, pero en tal que se recurra a la historia en ese punto. Ello se debe a que allí ha
caso mi tesis fundamental lo es igualmente. tenido lugar un olvido. En opinión del crítico, el partidario del mo-
Tomemos primero un haz de suposiciones, muy atacado en la ac- delo epistemológico está, por así decir, aprisionado por su modelo,
tualidad (y con razón), al que denominaré «el modelo epistemológi- pues no advierte en absoluto qué alternativa podría presentarse. Pero
co». Las nociones fundamentales que lo definen son las de que nues- en ello está, en un aspecto de importancia, menos apercibido que los
tro saber acerca del mundo, ya sea que ese saber asuma la forma pensadores que fundaron ese modelo. Es verdad que también pueden
organizada, reglamentada, que llamaremos ciencia, o las formas más haber sostenido la opinión de que cualquier otra explicación del co-
laxas del saber común cotidiano, debe entenderse en términos de nocimiento era confusa e incoherente y que había que adoptar su
representaciones formativas -ya sean ellas ideas de la mente, esta- concepción. Esta parece haber sido por cierto la perspectiva de Des-
dos del cerebro, afirmaciones que aceptamos, o cualquier otra cosa- cartes. Y uno de los hechos más llamativos en el panorama intelec-
de la realidad «externa». Un corolario de esta concepción es que po- l ual en el cual actuó, era el de que el modelo aristotélico-escolástico
demos analizar el saber y la comprensión que tenemos de los demás de conocimiento, originariamente muy distinto, fue siendo entendido
de acuerdo con el mismo modelo representacional, de manera tal ("11 el Renacimiento de manera progresivamente más errónea y ex-
que, por ejemplo, puedo aclarar la comprensión del idiolecto emplea- puesto cada vez más como si fuera una teoría representacionaJ.!
do por otra persona al hablar, describiéndolo en los términos de una Subsiste, con todo, entre un Descartes y un Quine una diferencia,
teoría que yo sostengo acerca de la persona en cuestión y de los ;1 saber, que por dogmática que haya sido la creencia del primero en
significados de sus palabras. Si buscamos un ejemplo destacado de
un filósofo de influencia asociado a este modelo epistemológico, el l. Léase lo señalado por Gilson acerca de Eustaquio de Saint Paul, proba-
h"·lIIente la figura de la escolástica tardía cuyas obras podrían haber influido
nombre de Quine nos viene de manera natural a la mente. ,." Descartes en La Fleche. E. Gilson, Eludes sur le rol e de la pensée mediévale
ilnrt» la [ormation du systéme cartesien, París, Vrin, 1930.
=
34 LA FILOSoFíA EN LA HISTORIA ~ FILOSoFíA y SU HISTORIA 35

que su explicación era la única coherente, de todos modos llegó a tóteles. Pero, ¿he convencido al lector de que debe hacérselo resti-
ella por medio de uno de aquellos análisis creativos que, según sos- tuyendo a Descartes? Acaso le he dado las razones por las cuales
tengo, constituyen la esencia de la filosofía. ése es un modo adecuado de hacer las cosas, pero, ¿le he demostrado
Al decir esto no quiero en modo alguno impugnar o minimizar que ése es el modo de hacerlas? ¿Por qué no se pueden reconstruir
la originalidad de Quine. El mismo Quine ha estado en el origen de y enunciar razones puramente contemporáneas por las que los parti-
algunos notables análisis creativos; por ejemplo, los que abren el ca- darios del modelo epistemológico se aferran a él y, al hacerlo, seña-
mino a una epistemología «naturalizada». Pero ellos se encuentran lar alternativas puramente contemporáneas, sin retroceder en la his-
sólidamente establecidos dentro del modelo epistemológico, en tanto toria? ¿No es en cierto modo lo que también han hecho, por ejemplo,
que los de Descartes son los que fundan ese modelo. Los análisis de Heidegger y Merleau-Ponty? El famoso análisis de Heidegger del
Quine nos resultarán suficientes si el modelo nos parece indiscutible. «ser-el-mundo», pongamos por caso, ofrece una explicación alterna-
Pero si se lo quiere poner en cuestión, entonces tenemos que recu- tiva de la mente-en-el-mundo (si los heideggerianos me perdonan la
rrir a los de Descartes. expresión), que parece hallarse exenta de historia.
En otras palabras, si se quiere escapar de la prisión epistemológi- La razón por la que la explicación gen ética es indispensable se
ea, si se quiere estar en condiciones de no ver ya ese modelo como relaciona en parte con la naturaleza que el olvido reviste aquí.
un mapa en el que se indica cómo son obviamente las cosas en re- ¿En qué forma un modelo como el epistemológico deja de ser un
lación con la mente en el mundo, sino como una opción entre otras, excitante logro del análisis creativo para convertirse en la cosa más
entonces un primer paso es el de ver que es algo a lo que se puede obvia del mundo? ¿Cómo se media al olvido? Ello acontece porque
llegar a adherir a partir de un nuevo análisis creativo, algo cuyas el modelo pasa a ser el principio organizador de un amplio sector
razones se podrían indicar. Yeso se logra volviendo a las formula- de las prácticas por medio de las cuales pensamos, actuamos y man-
dones que lo han fundado. Lenemos trato con el mundo. En este caso particular el modelo se
Pero, por supuesto, ni siquiera eso bastará en este caso. Si que- insertó en nuestra manera de cultivar la ciencia natural, en nuestra
remos ser capaces de concebir alternativas genuinas para ese modelo, tecnología, en al menos algunas de las formas predominantes en que
entonces tampoco podemos tomar la formulación de Descartes como organizamos la vida política (las atomísticas), también en muchos de
definitiva. Lo que necesitamos es una nueva re formulación de lo que los modos en que curamos, reglamentamos y organizamos a los hom-
hizo, que haga justicia a las alternativas que él relegó a los desechos bres en la sociedad y en otras esferas que no es posible mencionar
de la historia, principalmente, en este caso, a la concepción aristo- por ser demasiado numerosas. Esa es la forma en que el modelo pudo
télíca.s Tenemos que situar la concepción aristotélica en el centro de alcanzar el nivel de un indiscutible presupuesto de fondo. Lo que
la atención más allá de las deformaciones del Renacimiento tardío organiza y da sentido a una parte tan grande de nuestra vida no
que hicieron de ella fácil presa de la naciente concepción epistemo- puede sino aparecer incuestionable a primera vista, y como algo para
lógica. Sólo de ese modo podemos llegar a ver verdaderamente la em- lo cual es difícil incluso concebir una alternativa.
presa cartesiana como una de una serie de alternativas posibles: Se tiene una impresión irónica de cómo han cambiado las cosas
porque, en términos del mismo Descartes, se presenta como el único cuando se lee la advertencia que Descartes dirige a sus lectores, de
modo sensato de ver las cosas. Si uno vuelve a abrir las salidas que «studiar con detenimiento las Meditaciones y aun dedicar un mes a
él excluyó, en parte restituyendo sus formulaciones (esto es, los reflexionar acerca de la primera: tan arduo le parecía romper con
pasos a través de los cuales las excluyó), uno tiene que reinterpretar la actitud mental anterior y captar la verdad del dualismo. En la
esos pasos. Y ello significa una nueva restitución, la cual nos lleva a actualidad, filósofos que comparten mi convicción se pasan años
remontar aún más la historia: en este caso, hasta Aristóteles y intentando lograr que los estudiantes (y décadas intentado lograr
Santo Tomás. que los colegas) vean que hay una alternativa. En cambio, el dualis-
Una cosa es evidente: si en el intento de escapar del modelo 1110 cartesiano puede ser comprendido en un día por estudiantes que
epistemológico uno se remonta a Descartes, entonces no se puede aún no se han graduado. La idea de que sólo puede haber dos alter-
aceptar sin más el juicio de éste. Uno debe re interpretar su destruc- nativas viables -Hobbes o Descartes- es admitida por muchos, y
ción creativa del pasado, lo cual significa restituir ese pasado. No res- constituye una tesis perfectamente comprensible aun para aquellos
tituir a Descartes para ese cometido sin restituir también a Aris- que la rechazan con fervor. Sienten su fuerza y la necesidad de refu-
larla. La situación en la década de 1640 no era así.
Si se intenta establecer las razones de este cambio en la atribu-
2. Aunque no sólo la aristotélica; había concepciones platónicas a las que
igualmente se debiera volver. ción de la carga de la prueba en distintas épocas -de por qué
-"'--,-----,-,-~~------------

36 LA FILOSoFíA y SU HISTORIA 37
LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA

algunas concepciones deben luchar para alcanzar aceptación y cómo Pero la restitución histórica no sólo es importante cuando uno
adquieren carácter de admisibles a través de un análisis creativo quiere librarse de una imagen determinada. Es muy importante para
mientras que otras, por así decir, son creíbles desde el comienzo-e- mi tesis que aun en ese caso negativo, en el que se quiere escapar
ha de hallarse la respuesta en el trasfondo de las prácticas -cien- d(~algo, es menester comprender el pasado a fin de liberarse. Pero
tí!icas, tecnológicas y de acción- y en la naturaleza de los princi- 1;) liberación no es el único motivo posible. También podemos ver-
pIOS que las organizan. Ciertamente, éstos nunca son monolíticos; IIOS conducidos a formulaciones más tempranas a fin de restituir
pero en una sociedad y en un momento dados, las interpretaciones una imagen, o las prácticas que se piensan que ella informa. Esa es
I;¡ razón, por ejemplo, de por qué algunos se dirigen a las formula-
y las prácticas dominantes pueden estar vinculadas en tal forma con
un modelo determinado, que éste, por así decir, es constantemente .iones paradigmáticas de la tradición cívica humanista. 0, sin pro-
proyectado por sus miembros como siendo ése el modo en que las .-ura.r un franco rechazo o una plena restitución, podemos buscar
cosas manifiestamente son. Creo que tal es el caso del modelo epis- Ila ra nuestro tiempo una reformulación clara de alguna doctrina tra-
temológico -y ello tanto directamente como a través de su conexión dicional, y también esto puede requerir que retrocedamos. Para te-
con concepciones modernas, de gran influencia, acerca del individuo 1((''-una visión más adecuada de toda la gama de posibilidades, qui-
y de la libertad y dignidad. ·.i(,(,éldecir algo en términos generales acerca de las prácticas y sus
Pero si es así, entonces no es posible librarse del modelo sólo vxpiicitaciones.
señalando una alternativa. Lo que se requiere es superar el presu-
p~esto de que la imagen establecida es la única que puedeconce-
bírse. Pero para hacerla debemos tomar una nueva posición respecto
de nuestras prácticas. En lugar de vivir en ellas y tomar la versión 11
de las cosas implícita en ellas como el modo en que las cosas son,
tenemos que comprender cómo han llegado esas prácticas a la exis-
tencia, cómo llegaron a encerrar una determinada visión de las cosas. Creo que nos ayudará a entender esta forma de indagación filosó-
En otras palabras, para anular el olvido debemos explicarnos a no- 1Il';), y la manera en que ella nos remite a nuestros orígenes, si nos
sotros mismos cómo ocurrió, llegar a saber de qué modo una ima- '.llllamOS en el contexto de la necesidad, que a menudo experimen-
gen fue deslizándose desde su carácter de descubrimiento al de 1.1l110S, de formular el sentido de nuestras prácticas, necesidad que
presupuesto tácito, a la condición de hecho demasiado obvio para que '"11 frecuencia debe ser satisfecha a su vez mediante una considera-
se lo mencione. Pero ello representa una explicación genética, una '11111 histórica.
explicación que restituya las formulaciones a través de las cuales El contexto en el cual surge esa necesidad está dado por el hecho
tuvo lugar su fijación en la práctica. Librarnos del presupuesto del d,' que una de las formas básicas -desearía demostrar que es la
carácter único del modelo exige que pongamos al descubierto los 11I1'lllabásica- en que reconocemos y señalamos las cosas que son
orígenes. Esa es la razón por la cual la filosofía es ine1udiblemente uuportantes para nosotros en el contexto humano tiene lugar por
histórica. 1I1,'dio de lo que podemos llamar las prácticas sociales. Con esto
He procurado exponer esta tesis en relación con el modelo episte- 1d 1 imo quiero decir en líneas generales: formas en que regularmente
mológico, pero podría haber escogido muchos otros ejemplos. Así, III1Scomportamos los unos en relación con los otros, o los unos fren-
1,' ;) los otros, las cuales (a) involucran cierta comprensión mutua y
podría haber mencionado los presupuestos atomistas o los presupues-
tos acerca de los derechos individuales que constituyen el punto de (11) permiten discriminar entre lo correcto y lo erróneo, entre lo
partida de muchas teorías morales y políticas contemporáneas (pién- .uuo piado y lo inapropiado.
sese, por ejemplo, en Nozick y Rawls). Verse libre del presupuesto Ahora bien: las prácticas sociales pueden ser en buena medida
del carácter único del modelo exige, también aquí, que retroceda- I:'¡,'ilas, Ello no quiere decir que las llevemos a cabo sin el lenguaje.
I ';)';i no hay práctica que uno pueda imaginar que no requiera alguna
mos, por ejemplo, a Kant y a Locke. En cada caso se debe retroceder
hasta la última formulación claramente expresada, una formulación IOJlll;! de intercambio verbal. Quiero decir en cambio que el bien, el
que no descansa en un trasfondo de prácticas que otorga a la imagen v.rlr u: incorporado en una práctica, su sentido o propósito, puede
un aspecto altruístico carente de toda problematicidad, esto es, que 11"SlT expresamente formulado. Las personas que intervienen en ella
1 il'l(('1Ique percibir el bien o el propósito en alguna forma: esto se
no descansa en un trasfondo que virtualmente asegura que, sin un
nr.vn ifics ta, por ejemplo, en las recriminaciones que se hacen las unas
especial esfuerzo de recuperación, no podrá decirse mucho, o mucho
no parecerá digno de ser dicho. " las otras cuando yerran (o en las aprobaciones que se fromulan
-- ------- -------"---------~
38 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA FILOSOFÍA Y SU HISTORIA 39

cuando se actúa bien). Pero pueden no disponer de una forma de cación de ellas, hecha en términos filosóficos, que incluye, acaso, la
decir en qué consiste el bien. . teoría que se halla en su base.
Así pues, los que practican un arte -ya sea el de tocar gUltar:a Ahora bien: el fin tácito de esa escala es en cierto modo primario.
flamenca o el de la filosofía- formulan ciertos juicios de excelencia. Esto es, somos introducidos en los bienes de nuestra sociedad y
Pueden haber expresado o no en qué consiste la excelencia. En el se- somos iniciados en sus propósitos mucho más, y mucho antes, por
gundo de los casos mencionados es probable que se lo haya hecho, medio de sus prácticas no explicitadas que por medio de formula-
porque los filósofos se hallan compulsivamente inclinados a hacer ciones.
explícitas las cosas, mientras que en el primero lo es menos. En Ontogenéticamente hablando, ello es perfectamente claro. Nuestro
éste puede responderse por medio del aplauso o de alguna otra .f~r- lenguaje mismo está entretejido con un vasto conjunto de prácticas
ma de reconocimiento,como la imitación, la aceptación de la pericia, sociales: conversación, intercambio, el dar y el recibir órdenes, etcéte-
etcétera. Pueden disponer de términos para designar las diferentes ra. Lo aprendemos sólo a través de esos intercambios. En especial,
formas de excelencia, o ni siquiera eso. Pero aun en este último caso aprendemos los términos que designan virtudes, excelencias, cosas
hay no obstante discriminaciones no arbitrarias. Se es inducido a dignas de admiración o de desprecio, etcétera, primeramente a tra-
tener una percepción de ellas mientras se es introducido en la prác- ves de su aplicación a casos particulares en el curso de tales inter-
tica. Se las aprende al aprender el cante jondo mismo; se las apren- cambios.
de de un maestro. La práctica involucra esas discriminaciones, y ello Ello quiere decir que, aun cuando más tarde desarrollemos nues-
de manera esencial; en otro caso, no es la práctica que ella es. Pero 11'0 propio punto de vista, nuestra propia comprensión y nuestra pro-
las normas pueden ser en gran medida no explícitas. pia interpretación, originariamente aprehendemos esos términos a
Tómese el ejemplo del caballero; o el de su aparente opuesto, el I ravés de los juicios encerrados en la calificación de los actos formu-
hombre «machista». En uno y otro caso la explicitación de las normas lada por los otros, y después por nosotros mismos, en los intercam-
que indican cómo se debe actuar y sentir para ser un verdadero bios por medio de los cuales aprendemos las prácticas. Aun el vo-
caballero o un verdadero machista, puede ser muy escasa. Pero esa cabulario necesario para una formulación más profunda es el que
explicitación tendrá lugar en el modo ~n que se actúa respe~to de podemos adquirir en las prácticas de formación en las que apren-
los otros, respecto de las mujeres, etcetera; y en buena medida se (lemas, por ejemplo, a reflexionar acerca de las cuestiones morales
la llevará a cabo también en el modo en que nos mostramos a los y a describirlas, o aprendemos el empleo de los vocabularios cien-
otros, en el modo en que nos presentamos en el espacio pú?lico. El I iticos y metafísicos, etcétera.
estilo tiene aquí muchísima importancia. Es éste otro conjunto de Esto nos ayuda -a aclarar el proceso que anteriormente llamé
prácticas que hemos aprendido, como el lenguaje, de los otros, con «olvido histórico». Cuando una perspectiva obtenida inicialmente
un mínimo de explicitación formal. En realidad, el verdadero rasgo por medio de un heroico esfuerzo de sobreexplicitación pasa a cons-
de un caballero es el vivir según reglas no escritas. Quien necesita I iluir la base de una práctica social ampliamente difundida, puede
que las reglas sean explícitas, no es un caballero. c()ntinuar informando la vida de una sociedad -el sentido común
Existe una escala de explicitación. El extremo inferior corresponde puede llegar a verla incluso como virtualmente inmodificable-, aun
al caso en el que no se emplea absolutamente ninguna palabra des- cuundo las formulaciones originarias, y especialmente el trasfondo
criptiva. Por así decir, vivimos nuestro machismo enteramente en el de razones en que se apoyaban, hayan sido acaso enteramente aban-
modo en que permanecemos de pie, caminamos, nos dirigimos a las donadas y sean recordadas sólo por especialistas, Y aun estos últi-
mujeres o a otros hombres. Se lo lleva en el estilo y en el modo de IIIOS, empujados por el sentido común de su época, no reconocerán
presentarse a sí mismo. Podemos suponer ahora que nos desplaza- '"' significado de algunos de los argumentos originarios, formulados
mos hasta llegar al punto en el que se emplean términos que designan iuicialmente en un mundo cuyos presupuestos fundamentales. eran
virtudes -por ejemplo, «machista» y «caballero»- y acaso también 1l111y distintos. Sostengo que una cosa así ocurrió con la perspectiva
un vocabulario más variado -«galante», «valeroso», etcétera-, pero .uomista, centrada en la epistemología, cuyo precursor fue Desear-
sin que la explicitación vaya más allá. O hallamos un lenguaje en el les, entre otros, en el siglo XVII.
que los aciertos y las incorrecciones posee~ nombr~s, pero ~o se Poner en tela de juicio una perspectiva así equivale a anular ese
formula aún qué es lo que hace que sean aciertos e incorrecciones. proceso de olvido. De nada servirá sólo presentar una alternativa en
En el extremo superior hallamos prácticas en las que se ha deter-
la medida en que sigamos siendo prisioneros de los términos de cier-
minado plenamente el sentido de la actividad -los bienes c;tue.l~ lo «sentido común» heredado. Porque, si éste nos retiene por hallarse
subyacen o los propósitos insertos en ella- y una elaborada justífi-
inserto en nuestras prácticas, entonces, para neutralizar sus efectos,
,"~:."'".••."
·......• _-----------
40 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA FILOSoFíA y SU HISTORIA 41

tenemos que hacer explícito lo que' ellas encarnan. De otro modo nacionales y las estructuras estatales contemporáneas. Pero como la
seguiremos estando aprisionados, por así decir, en el campo de fuer- realidad actual es resultado de la evolución, y del hiperdesarrollo,
zas de un sentido común que frustra todos nuestros intentos por de una sociedad informada por el modelo originario, es esencial volver
tomar una posición crítica respecto de sus supuestos básicos. Ese a éste para hallarse en condiciones de entender lo que hoy existe.
campo distorsiona las alternativas, hace que parezcan extravagantes I.a sociedad no coincide con el original. Pero es exactamente eso.
o inconcebibles. Para tomar cierta distancia respecto de él, debemos Nos las habemos con una sociedad que no coincide con ese original.
formular lo que hoy se halla tácito. Ello hace que, para entender a la sociedad, lo más importante sea
Ello nos ayuda a aclarar por qué este proceso de reformulación entender el original.
involucra tan a menudo un retroceso en la historia. Con mucha fre- Así, el capitalismo moderno no está en fase con el sistema des-
cuencia no podemos suscitar de manera realmente efectiva una nueva crito y propuesto por Adam Smith. Eso hace que sea esencial sa-
c.uestión mientras no hayamos vuelto a hacer explícita nuestras prác- ber con claridad lo que Adam Smith dijo. Ello se debe a que (a) la
ticas reales. Pero muchas veces éstas son deudoras de un punto de suya fue una explicitación paradigmática de las prácticas y de la
vista que fue formulado mejor o más plenamente o de manera más autocomprensión que colaboraron en la formación del capitalismo
clara, en el pasado. Lograr una aclaración respecto de ellas supone moderno en buena parte del planeta, y (b) esa explícitación fue a su
volver a esa formulación. Y ello puede no ser fácil. Porque aun vez realmente recogida y colaboró en la configuración del proceso.
cuando las fórmulas de pensadores anteriores son repetidas con Aun cuando Adam Smith no hubiese publicado La riqueza de las
veneración por los especialistas, con frecuencia las razones en que se naciones en 1776, la lectura del manuscrito seguiría siendo muy im-
apoyaban se tornan opacas en un período posterior. portante en la actualidad por la razón (a); pero también la conside-
Por supuesto, la recuperación de una fórmula anterior jamás es ramos sumamente importante en virtud de la razón (b).
suficiente para volver a hacer explícita una práctica. Sería una visión
Esto no equivale en absoluto a decir que Adam Smith nos ofrezca
insensatamente idealista la de entender que todas las prácticas ac- la teoría del capitalismo contemporáneo. Los que lo piensan no de-
tuales son de algún modo la concreción de teorías explícitas anterio-
hen de estar en sus cabales, por muchos que sean los Premios Nobel
res. Pero el caso que planteo aquí no depende de una tesis tan ex-
que ganen o por grandes que sean los Estados que desgobiernen.
traña. Basta con que, por la razón que fuere, se hayan recogido
Pero sí equivale a decir que una teoría que determina de ese modo
formulaciones anteriores y se les haya concedido la condición
la forma que adquiere un desarrollo se torna indispensable para
de formulaciones fundamentales o paradigmáticas en el desarrollo de
entender verdaderamente ese desarrollo y lo que deriva de él, por
una práctica. Entonces, aunque el cambio social, los impulsos, la
discordante que llegue a ser el resultado final. Lo que hace falta es
presión de las otras prácticas, los aciertos inesperados, las modifi-
comprender claramente las teorías con las cuales nuestra cambiante
caciones de la escala social y el olvido histórico hayan producido sus
realidad presente no concuerda. Con ello no aludimos a teorías re-
efectos -de modo tal que el resultado final llegue a ser enteramente
lcrentes a ellos que no sean correctas, sino a las que desempeñaron,
irreconocible para quienes establecieron por primera vez aquellas
.Y aún pueden desempeñar, un papel formativo.
fórmulas-, no obstante puede que la recuperación de sus formula-
ciones sea una condición esencial para comprender ese resultado. ASÍ, para entendernos a nosotros mismos en el presente nos ve-
IIIOS llevados al pasado en busca de las afirmaciones paradigmáticas
Para tomar un ejemplo conocido, la sociedad moderna, basada
en la noción de agentes individuales libres relacionados entre sí por de nuestras explicitaciones formativas. Nos vemos forzados a retro-
contratos, colaboró en la formación del trasfondo en el cual se ceder hasta el descubrimiento pleno de aquello en lo que hemos es-
desarrolló el capitalismo tecnológico. Pero este desarrollo ha modi- Lado, o en lo que nuestras prácticas fueron forjadas. He señalado
ficado el contexto de la práctica. Quienes hoy practican la teoría que esta necesidad puede surgir como resultado de un cambio o de
originaria no pueden entenderla de la misma manera en que lo hacían un desarrollo. Pero también puede surgir en razón del modo en que
sus predecesores; el intento de hacerlo desemboca en la confusión las explicitaciones pueden distorsionar u ocultar en parte lo que está
y en la oscuridad. Hace falta forzosamente una reformulación. implícito en las prácticas.
Pero tal reformulación requiere que uno acierte con la forma Ese puede ser el caso de una explicitación formativa en un pe-
originaria. No se trata de que la formulación originaria constituya de ríodo dado. Puede ser la explicitación dominante y generalmente
algún modo la verdadera expresión de lo que está en la base de la aceptada y ser formativa por ese motivo; pero puede oscurecer o
realidad actual. Por el contrario, ha tenido lugar un cambio muy negar partes importantes de la realidad implícita en nuestras prác-
grande al surgir las gigantescas y burocráticas corporaciones multi- ticas. Será distorsiva en cuanto esas prácticas siguen siendo llevadas

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42 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA FILOSOFíA Y SU HISTORIA 43

a cabo; continuamos obedeciendo a otros bienes, pero de manera con- miendo de este modo. Hay que repetir que ello no se debe a que sólo
fusa y reconocida sólo a medias. podamos leer la realidad corno la encarnación de aquélla. Por el
Podemos hallar un buen ejemplo de ello atendiendo a las demo- contrario, sólo puede haber habido una distorsión en la práctica
cracias liberales modernas. Hay tres grandes formulaciones, o tipos como resultado de esa ceguera y esa parcialidad en la formulación.
de teoría, que han desempeñado un papel de importancia en el desa- Pero como esa última formulación plena nos dará la teoría con la
rrollo de esas sociedades. La fuente decisiva fue la teoría originaria cual nuestra sociedad no concuerda, ella es una parte indispensable
del hombre -una teoría de base medieval- que entiende a éste corno de la historia.
portador de derechos y sometido al imperium y a la ley, cuyo télos y así, de todas esas formas, el hecho de que nuestras prácticas
básico era la defensa y la protección de aquellos derechos. La se- estén modeladas por formulaciones y que éstas impriman una deter-
gunda fue la atomista, la cual ve a los hombres corno seres que bus- minada dirección a su desarrollo, hace que autocomprensión y re-
can la prosperidad, cada uno de acuerdo con su estrategia individual, Iormulación nos remitan al pasado: a los paradigmas que ha dado
y que se unen para vivir sometidos a la ley en razón del interés co- forma al desarrollo o a los bienes reprimidos que han estado actuan-
mún y de las necesidades de seguridad que son sentidas igualmente (lo. La represión puede hacer que el pasado se vuelva irrelevante allí
por todos ..La tercera es el modelo humanista cívico, que nos ve como donde realmente logra abolir totalmente las prácticas cuyos bienes
ciudadanos de una república, bajo una ley común que nos da iden- uuplícitos encubre. Pero eso ocurre mucho más raramente de lo
tidad. que podría pensarse. Nuestras prácticas son en realidad muy flexibles
Las tres han desempeñado diferentes papeles en el desarrollo de y persistentes. Además, se hallan con frecuencia vinculadas entre
la sociedad moderna. Han tenido gravitación en épocas diferentes; sí, de manera que es virtualmente imposible suprimir algunas y, al
el modelo humanista cívico sufrió incluso un eclipse para reaparecer mismo tiempo, mantener otras. Las prácticas interrelacionadas de
I más tarde. Pero todos ellos han dejado su sedimento en las prácticas
de las repúblicas modernas. Puede ocurrir, no obstante, que para un
1;1 democracia liberal es un ejemplo de ello. ¿ Cómo eliminar la ciuda-
rlauía y conservar a la vez la sociedad de derechos o de actores indi-
grupo dado por un tiempo una de ellas se eclipse. La herencia cívica viduales estratégicos? Tal cosa no es fácil de imaginar. Para tener
\
humanista fue poco reconocida en las democracias anglosajonas de lo uno sin lo otro, es menester que se trate de sociedades con una
I las últimas décadas, no sólo en los medios académicos sino también hixtor'ia muy diferente de la nuestra. Acaso algunas sociedades Iati-
I en muchos sectores de la población. Corno resultado de ello tendió a uoamericanas sean así, o algunas otras sociedades del Tercer Mundo.
predominar una concepción atomista del interés, una noción de la Estos ejemplos ilustran lo que señalé al final de la primera sección
vida política corno la conciliación de los intereses de los individuos y ,le este trabajo. Podemos vernos llevados a una recuperación histó-
de los grupos, la cual sin duda fue exacta hasta cierto punto, pero rica no sólo por la necesidad de escapar de una determinada forma so-
también ciega a la inmensa importancia de la ciudadanía para los "i;tI, sino también por el deseo de restituir o restaurar una forma
hombres modernos, no sólo corno una barrera instrumental contra '.ncial que se halla sometida a una presión y corre el peligro de per-
la explotación por parte del gobierno. Ello deja en la sombra todas .k.rse. Tal es la intención con la que en nuestra época los partidarios
las prácticas, simbólicas y transactívas, mediante las cuales se evoca .k-l humanismo cívico frecuentemente recurren a la historia. O po-
que la ciudadanía es parte de la dignidad de una persona libre, que d('1I10S no estar seguros y desear orientarnos respecto de la realidad
I uno no es enteramente libre y adulto si vive bajo tutela. Ello se ateso- .'.,«.ial dominante. Ello puede motivar una recuperación histórica
:I ra en innumerables sitios: en la corrección y en la incorrección del '"1\ el objeto, por ejemplo, de producir una teoría más adecuada del
:I obrar en nuestra vida social y política; en nuestras exigencias de
ser oídos; en la importancia que se adjudica a la honestidad con que
'-;lpiLalismo desarrollado actual.
1.0 común a todas esas empresas es la necesidad de hacer explíci-
se lleve acabo la elección de los gobernantes; en la celosa vigilancia 111 lo que en las prácticas actuales es tácito. En todos esos casos
:\ de la responsabilidad de los servidores públicos; en el desafío de la I \( IS vemos conducidos a lo que podemos llamar la última -esto es,
, autoridad por los subordinados, no sólo en la esfera política sino I;¡ más reciente- formulación clara del bien o del propósito inserto
1 "

i
también en las universidades, en la familia, en los lugares de traba- ,'11 la práctica. Y ello a veces puede hacernos retroceder aun más,
1, jo, etcétera. h.rxt a la perspectiva contra la cual fue elaborada aquella formulación.
Aquí tenemos el típico caso de una formulación distorsiva o par-
¡ cial que actúa corno pantalla. Para entender qué es lo que está ocu-
, I rriendo en un caso corno éste, tenemos que ir hacia atrás. Debemos
recuperar la última formulación pura del aspecto que se está supri-
~._-----

I
I 44 LA FILOSOfÍA EN LA HISTORIA LA FILOSoFíA y SU HISTORIA 45
11
1, Ahora bien: creo que hay un gran error en esa concepción no
li III
realista. No comprende enteramente el sentido de lo que hemos
aprendido al poner en tela de juicio el modelo epistemológico. Ello
no es simplemente que Ia noción de verdad, de fidelidad a la realidad,
no deba ser analizado de acuerdo con el modelo basado en el con-
Me propongo ahora situar sobre ese trasfondo lo que en la pri- cepto de correspondencia. Es, más fundamentalmente, que si se
mera sección denominé «nuevos análisis creativos». Las reformulacio- opta por esa visión no realista, se entiende erróneamente, por ejem-
nes filosóficas que nos permiten hallar una posición más apta para plo, la naturaleza misma del discurso por el que escapamos de la
dar justificada cuenta de una creencia, un supuesto o un conjunto prisión epistemológica.
de ideas, tienen algo de la naturaleza de nuestras formulaciones de La cuestión es que no se trata de un debate entre dos proposicio-
las prácticas subsistentes. Ellas convierten lo que se ha sumergido nes antagónicas en el sentido ordinario en que lo son las hipótesis
hasta alcanzar el nivel de principio organizador de nuestras prácticas empíricas; por ejemplo, la cosmológica hipótesis del big bang y
actuales -y por eso se halla más allá de todo examen- en una con- las que sostienen el estado uniforme. En este último caso, la verdad
cepción para la cual puede haber razones, en favor o en contra. Y son de la una es incompatible con la verdad de la otra, pero no con su
genéticas e históricas por el mismo motivo. Para entender acabada- inteligibilidad. Pero en nuestro caso la oposición es más aguda. Toda
mente dónde nos hallamos, tenemos que entender cómo hemos lle-
la validez del modelo epistemológico se apoya en la supuesta ininte-
gado al lugar en que estamos. Tenemos que regresar al último descu-
ligibilidad de la teoría antagónica. Es esta suposición lo que una ex-
brimiento nítido, el cual, en el caso de las cuestiones filosóficas, será
plicación menos distorsionada de la historia desbarata.
una formulación. Por ello hacer filosofía, al menos si ello involucra
La verdad está involucrada aquí en dos niveles: se libera a la ex-
tales nuevos análisis creativos, es inseparable de hacer historia de
plicación de la historia de ciertas distorsiones -por ejemplo, se re-
la filosofía.
dime a Aristóteles de los comentarios de la escolástica tardía- y con
El análisis tiene ramificaciones interesantes en relación con la
cuestión de la verdad y de la relatividad de las cuestiones filosóficas. ello es menos falsa; y se muestra que es falso el supuesto de la
En los últimos años la corriente de la crítica contra el modelo epis- unicidad. Ello no determina necesariamente una nueva respuesta
temo lógico se ha incrementado. Se ha advertido cada vez más am- única al enigma de la mente-en-el-mundo. Probablemente nunca es-
pliamente que ese modelo no constituye la única imagen concebible lemas en esa situación. Pero sí significa que las concepciones filoso-
de la mente-en-el-mundo, Existen alternativas. Pero en algunos casos licas que estaban basadas en el supuesto de la unicidad no pueden
SlT ya sostenidas en su forma actual. Por ejemplo, ya no se podrá
el descubrimiento de esas alternativas ha sido considerado como un
argumento en favor de una especie de relativismo filosófico o, al me- suponer que cada uno de los interlocutores posee una teoría respecto
nos, de una concepción que podría catalogarse como no realista, de clel otro, teoría que cada uno de ellos aplica cuando sostienen un
acuerdo con la cual la razón no podría actuar como árbitro para deci- d iálogo comprensible.
'1
dir entre las distintas alternativas. El profesor Rorty parece defen- Pasar a tratar la cuestión como si, al haber entendido a ambos
:I
I der una concepción así. Las distintas imágenes de la mente-en-el- iutcrlocutores. uno pudiera ser auténticamente agnóstico frente a
1I ¡ mundo pueden ser sustentadas en términos de los modos de vida, los ¡o( los -como sin duda ocurre en el caso de las dos hipótesis cosmo-
1
1' modos de sentir, etcétera, que ellas involucran. Podemos elaborar logicas- es haber olvidado cuál es la naturaleza de la cuestión:
'! : una argumentación persuasiva en favor de una o de otra a la luz '1I1C la inteligibilidad de uno implica la falsedad del otro.
1'
de las preferencias de los hombres en materia de formas de vida. Tratarlas como hipótesis antagónicas entre las cuales uno no pue-
I
,i Pero no podemos sostener que una es más verdadera que otra, más de dirimir por medio de la razón equivale verdaderamente a recaer
fiel a la realidad o a cómo son las cosas. ell la perspectiva epistemológica. Ese es el punto de vista que con-
Se considera, incluso, que decir algo como esto último equivale a I inuó dando lugar a argumentos escépticos, y que propende a ha-
adherirse a un modo de expresión que sólo cobra sentido dentro del «ernos ver a toda pretensión de conocimiento como concerniente a
punto de vista representacional, en razón de que tiene cierto dejo del 1111 dominio de entidades que se hallan más allá de nuestras repre-
modelo de la verdad como correspondencia, que es el que de ma- ~.'·lllaciones; y que, a su vez, nos empuja a las famosas propuestas: al
:1:
'11 nera más natural surge cuando uno se emplaza en aquel punto de r-sccp ticismo, a una distinción entre lo trascendental y lo empírico,
1: vista. Pero un criterio que sólo cobra sentido dentro de un modelo, a una reducción de la cuestión de la verdad a la eficacia, o a la que
'l.
difícilmente pueda arbitrar entre distintos modelos. lucse. Todas esas propuestas tienen sentido dentro del paradigma
1 '

,1
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,1
r--~%~- LA FILosoFíA EN LA HISTORIA LA FILOSOFíA Y SU HISTORIA 47

\
epistemológico. Y se hallan fuera de propósito una vez que aquél ha mente sin conexiones y equidistante de todas las culturas. La imagen
I sido puesto en tela de juicio. Continuamos sustentándolas sólo si no de un sujeto así es, por supuesto, otra de las nociones originadas
'1
1
hemos llegado a comprender lo que implica el desbaratamiento del por la tradición epistemológica. Y éste es acaso otro de los aspectos
111 supuesto de la unicidad. en que los que del derrumbe del modelo epistemológico concluyen
1, ,
1 Pero de este análisis deriva una cuestión aun más importante, con- una suerte de concepción no realista última, ponen de manifiesto que
1
I cerniente a los límites de la razón filosófica. No estamos condenados aún no se han emancipado enteramente de aquél.
1
al agnosticismo frente a esas dos explicaciones de la mente-en-el-
1 mundo. En realidad, no podemos permanecer indecisos después de
I haber comprendido qué es lo que está en juego, a causa de la rela-
ción existente entre las dos concepciones antagónicas, la verdad de
\111
una de las cuales impugna la inteligibilidad de la otra. Esas dos con-
I:I!
,1 cepciones se hallan, empero, en esa relación debido al modo en que
I¡i han llegado a insertarse en la historia y en las prácticas de nuestra
". civilización. La exclusividad del modelo epistemológico fue un instru-
¡ti
i¡1 mento polémico de importancia al establecerse nuevas formas de
pensamiento científico y nuevas prácticas tecnológicas, políticas y
Irll
1',11
éticas. La cuestión es si podemos formular una explicación menos
distorsionada del surgimiento y de la continuación de esas prácticas
'1\1
abandonando el presupuesto de su exclusividad. La cuestión surge
I1
dentro de una cultura y de una historia; dentro de un conjunto de
prácticas, tal como entre formulaciones antagónicas de esas prác-
I ticas.
Ello quiere decir que nos encontraremos en una situación muy
distinta si oponemos dos concepciones filosóficas procedentes de
culturas y de historias muy diversas. Si se nos llama a decidir entre
la visión budista del yo y las concepciones occidentales de la per-
sonalidad, nos hallaremos en dificultades. No estoy diciendo que
cuestiones como ésa sean finalmente imposibles de decidir; pero es
claro que al encararlas no tenemos la más remota idea acerca de
cómo manejarse en la tarea de dirimirla. Imaginemos que se pide a un
extraterrestre que establezca cuál es la civilización que ha de llevarse
la palma por sustentar la concepción más plausible de la naturaleza
humana. Inmediatamente partiría de regreso a Sirio. Una decisión
de ese tipo presupone que hemos elaborado un lenguaje común. Y esto
quiere decir: un conjunto de prácticas en común. Tendríamos que
haber crecido juntos como civilizaciones para que pudiésemos ver
cómo juzgar.
Pero la comprobación de estos límites de la razón filosófica mues-
tra otro modo de identificar el error de la concepción filosófica no
realista. Es el de asimilar todas las cuestiones filosóficas, inclusive
las comparables a la referente al modelo epistemológico, al tipo de
cuestiones que nuestro extraterrestre debería enfrentar. Pero podría-
mos considerar que todas las discusiones son así sólo si de hecho en
ninguna parte estuviéramos en casa, esto es, si no perteneciéramos
a ninguna cultura o a ningún conjunto de prácticas. Una concepción
filosófica no realista pura sólo tendría sentido para un sujeto entera-
CAPíTULO 2

LA RELACION DE LA FILOSOFIA CON SU PASADO

Alasdair Macintyre

Desdichadamente es fácil encerrarse en el siguiente dilema: o bien


Icemos las filosofías del pasado en forma tal que ellas se tornen
relevantes para nuestros problemas y nuestras empresas contempo-
ráneas, transformándolas, en la medida de lo posible, en lo que ellas
habrían sido en caso de formar parte de la filosofía actual, y mi-
nirnizando o ignorando o, incluso, presentando a veces erróneamente
lo que se resiste a tal transformación porque se halla inextricable-
urente ligado con los elementos del pasado que lo tornan radical-
urente distinto de la filosofía actual; o bien, en lugar de ello, nos to-
mames gran cuidado en leerlas en sus propios términos, preservando
meticulosamente su carácter idiosincrásico y específico, de modo tal
que no puedan aparecer en el presente sino corno un conjunto de
piezas de museo. Es posible estimar la fuerza de este dilema obser-
v.mdo que, aunque su mera formulación basta para que ambas alter-
nutivas nos resulten insatisfactorias, en la práctica sucumbimos, no
obstante, muy a menudo a la una o a la otra. El hecho de que lo
hagamos es sin duda consecuencia tanto de la variedad como de la
I'yavitación del modo en que nos hallemos separados o alejados de las
I .iscs pasadas de la historia de la filosofía.
Considérese ante todo el efecto de los cambios verificados en la
división académica del trabajo. Es característico que en la actualidad
distingamos los problemas y las investigaciones filosóficas de los
problemas y las investigaciones científicas, históricas o teológicas.
1'l'1"O ello no siempre ha sido así. La ambición de Hume era la de
Sl~r· el Newton de las ciencias morales; y Descartes pensó que la re-
lación de su metafísica con su física era la existente entre el tronco
V las ramas de un mismo árbol. Lo que tendemos a tratar como his-
Inria de la filosofía en el sentido propio de la expresión, involucra
b.istante a menudo la selección de lo que nosotros ahora considera-
"'Os que son las partes auténticamente filosóficas de todos más am-
plios. Pero al hacerla no podemos evitar la distorsión; las afirmacio-
IlCS conceptuales, por una parte, y las afirmaciones empíricas y teóri-
50 LAFILOSOFíA
EN LA HISTORIA
LA RELACIÓN
DE LA FILOSoFíACONSU PASADO 51

cas, por otra, son en buena medida insel:'ara~les: ésa es una lecció? telectual; Dante y Pope, en forma poética; Espinoza, en lo que él
que puede aprenderse tanto de la hist~~la mIsma. como de ~a .C0I!~I- consideraba que era la forma de la geometría; Hegel, como historia;
deración de las implicaciones de la critíca de Ouine a la distinción George Eliot, Dostoeivsky y Sartre, bajo la forma de novelas, y mu-
entre lo analítico y lo sintético. El tema de la filosofía moral de los chos de nosotros en ese género más tardío, el más excéntrico de to-
siglos XVII y XVIII proporciona un ejemplo elocuente. Sus herederas dos los géneros filosóficos: el artículo destinado a una revista espe-
y beneficiarias intelectuales del siglo xx abarcan no só!o la e~?o- cializada.
brecida y disminuida disciplina en que se ha convertido la ética Los cambios verificados en la totalidad de la división académica
filosófica moderna en las manos de la mayor parte de sus cultores, del trabajo, en la estructuración interna de la filosofía y en el género
sino también la psicología y las restantes ciencias sociales. Y~por su- literario, se hallan por cierto estrechamente relacionados con el cam-
puesto, ello no ha dado lugar simplemente a un reord.enamlento. de bio conceptual y también entre sí, aunque no como tres procesos
temas y cuestiones. El proceso mismo de re ordenamiento ha sido en interacción mutua y en interacción con un cuarto proceso, sino
transformador, y las transformaciones se han extendido, más allá de como aspecto de una y la misma realidad, compleja pero unitaria, que
las disciplinas académicas, a la lengua de la vida cotidiana. Es carac- es la historia. El grado que alcanza el cambio conceptual se corres-
terístico que los análisis de costos y beneficios, las evaluaciones ponde con el grado de dificultad con que se tropieza cuando se in-
psicológicas de los rasgos de la personalidad y los estudios del orden tenta traducir o parafrasear los conceptos propios de una cultura
y del desorden político se lleven a cabo en la actualidad en una forma lingüística y filosófica específica por medio de los conceptos de que
que supone que ésas no son actividades esencialmente morales. ~l disponen o que pueden elaborar los miembros de una cultura lingüís-
campo de la moralidad se ha reducido junto con el de la filosofía tica y filosófica muy distinta. Pienso, por ejemplo, en innovaciones
moral. lingüísticas como las necesarias en la historia de la filosofía griega
Una segunda dimensión de la diferencia histórica es igualmente primitiva de George Thomson, escrita en irlandés moderno, y, asi-
obvia: la del cambio en la estructuración interna de la filosofía en mismo, en sus traducciones de Platón a la misma lengua. Los pro-
el sentido de cuáles son las discusiones que deben considerarse cen- blemas con que debe de haber tropezado Thomson se aclaran si se
trales y cuáles marginales, cuáles métodos son fecundos y cuáles es- considera el resultado de la resolución de problemas paralelos que
tériles. Me refiero aquí a discusiones antes que a problemas porque se plantean en la traducción de poesía. Tómese un pasaje homérico;
lo que suscita una discusión pueden ser precisamente concepcione.s por ejemplo, las palabras que Sarpedón dirige a Glauco en Ilia-
divergentes acerca de lo que es problemático. Y probablemente una di- da XII, 309-328; Y compárense las interpretaciones de Chapman en
vergencia acerca de lo que es problemático sea inseparable de una el siglo XVIcon la de Pope en el siglo XVIII y la de Fitzgerald en el
divergencia acerca de los fines que la actividad filosófica debe per- siglo xx. Hay, por cierto, puntos en los cuales uno de ellos desfigura
seguir. De tal modo, lo que es o parece ser la misma argumentación, el original griego y otro no. Pero en muchos aspectos no compiten
o una argumentación muy parecida, formulada en dos épocas filo- entre sí: Fitzgerald es para su época un excelente traductor, y
sóficas distintas, puede tener significados muy distintos. El empleo Chapman y Pope lo son también para las suyas. La noción de una
que San Agustín hace del cogito no es en absoluto el mismo que d~ traducción intemporal perfecta carece de sentido. Y no veo razones
él hace Descartes. La concepción agustiniana del lugar que la definí- para suponer que ello no sea verdad a propósito de Platón, como lo
ción ostensiva ocupa en el aprendizaje del lenguaje apunta a la ilu- es a propósito de Homero (la veneración de Jowett compite maravi-
minación divina de la inteligencia; la concepción, muy similar, de llosamente con la veneración de Lang, Leaf o Myers).
!: Wittgenstein (el hecho de que Wittgenstein considere erróneamente Sería completamente erróneo deducir de las consideraciones pre-
¡¡ que su explicación está reñida con la de San Agustín da más fuerza sentadas hasta aquí que algún sector del pasado nos sea necesaria-
11 a mi tesis central) apunta al concepto de forma de vida. mente inaccesible aquí y ahora. Pero ellas sí sugieren la amplitud
'!I Estos dos tipos de .diferencia se hallan reforzados por una tercera: y la ingeniosidad de las estratagemas que debemos emplear para no
I1 la del género literario. Platón, Berke1ey, Diderot y John Wisdom permanecer prisioneros del presente, como a menudo ocurre en pro-
escribieron textos filosóficos con la forma de diálogo. Pero los diálo- porción insospechada, al pretender volvernos hacia el pasado. Con
I1 gos de Platón constituyen un género filosófico muy distinto de cuant? ello acentúan el dilema que formulé al comienzo. Pues la argumen-
1I fuese posible en los siglos XVIII o xx: y en el curso de la cornposi- lación sugiere hasta ahora que en buena medida el sentimiento de
1 ción de su diálogo Platón mismo modificó el género. Tanto San Agus- continuidad que tantas historias clásicas de la filosofía nos propor-
'1 tín como San Anse1mo escribieron textos filosóficos con la forma de cionan, es ilusorio y depende del uso erróneo, aunque sin duda incons-
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una plegaria; Santo Tomás y Duns Escota, con la de un debate in- ciente, de un conjunto de artificios destinados a ocultar la diferencia,
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52 LA FILOSOFíA EN LA HlSTORIA LAR~LACIÓN DE LA FILOSOFÍA CON SU PASADO 53
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a llenar la discontinuidad y a disimular la ininteli~ib~lídad. ~ero aun modos específicos de pensamiento y de investigación filosóficos, mien-
1: ese falaz sentimiento de continuidad puede ser eliminado SI leemos tras que, debido precisamente a su pertenencia tan íntima al con-
1
1 muchas historias clásicas de la filosofía escritas en diferentes époc~s texto de aquellos modos, jamás habrían parecido racionalmente jus-
11,1 y lugares. Empréndase el ejercicio de leer la historia de la filosofía tificables -y acaso jamás les habrían parecido inteligible s- a aque-
desde la época de Kant en alemán, desde la é?oca de Dug~ld Stewart llos cuyo modo de pensamiento y de investigación filosóficos, extraño
111I en inglés, y desde la época de Victo! ,Cousm. en fr.~nces, hasta el para nosotros, es uno de aquellos con los cuales nos proponemos en-
presente, e inmediatamente se advertirá una dimensión complemen- tablar una discusión racional. Pero si esto ocurriera, entonces se pon-
taria de la diferencia. Cada época, a veces hasta cada generaclOn, dría en tela de juicio la racionalidad de nuestros propios modos de
:1'1
Li tiene su propio canon de los grandes autores ~losóficos y has~a de pensamiento y de investigación filosóficos. Porque tomaríamos cono-
11I
las grandes obras filosóficas. Considérese el ~Iferen.te tratamiento cimiento de la existencia de otro conjunto antagónico de conviccio-
\11
III!II¡ de que en diferentes épocas y lugar.es. son obJ~to GlOrdan? Bruno, nes, actitudes y formas filosóficas de investigación cuyas pretensiones
Hume, Port-Royal o Hegel. O considérese cuanto. h~ vana~? por implícitas o explícitas a la hegemonía racional serían incompati-
liil momentos la importancia relativa asignada a los distintos dIalo~os bles con las pretensiones paralelas encarnadas en nuestra propia
de Platón desde el Renacimiento. Estas diferencias en parte refleJ~n actividad filosófica, sin que se pudiese demostrar por medio de una
:111 y en parte refuerzan algunas de las ?tras. diferencias q~e ya he sena- argumentación racional -pues toda argumentación válida y relevante
lado. Sugieren el modo en que la historia de la filo S of.Ia, ~~mo sub-
1[I,l il disciplina, puede ocasionalmente colaborar en la consolidación de los
nos haría presuponer lo que debemos demostrar- que se refutan o
11, se anulan aquellas pretensiones en favor de las nuestras. (Por cierto,
I!I prejuicios del presente aislándonos de l.os elementos del pasado que los antropólogos han advertido en ocasiones que cuando se intenta
más podrían perturbarnos. Debo repetir que nada hay en la argu- definir nuestra relación con el modo de actividad filosófica ejercida
'Iil mentación precedente que sugiera que al?u~a ~~rte del pasado es en una tradición cultural ajena a la nuestra, pueden plantearse pre-
111.11
necesariamente inasequible. Pero la multiplicación de lo~ factores cisamente cuestiones del mismo tipo; pero aquí me interesan sólo
1'1 contingentes sugiere también que no podemos descartar nmguna de los problemas específicos que se suscitan cuando nos ocupamos de
1

II:!
1
las dos posibilidades siguientes. Una es ~a de que puede haber pe- períodos pasados de nuestra propia tradición cultural.)
11, ríodos de la historia de la filosofía tan ajenos el uno al otro que el El hecho es, por supuesto, que en situaciones como las que estoy
"1
1 posterior no pueda tener la esperanza de llegar .a compren~er ade- considerando, razones exactamente de la misma índole que las que
.lli.
I1
1
cuadamente al otro, sino que inevitablemente lo interpretara de ma-
nera errónea. Esto parece haber ocurrido ya, por ejemplo, en la
IlOS impiden aducir una garantía racional para afirmar la superiori-
dad de nuestro modo de ejercer la actividad filosófica respecto del
incomprensión de la Ilustración francesa del siglo X~III respecto d~l de algún período de nuestro pasado que diverja de aquél, impedirán
pensamiento medieval. Sin embargo, podemos sentir que esa ~OSI- asimismo aducir una garantía racional para preferir sus pretensio-
bilidad no nos amenaza a nosotros, puesto que nuestra capacidad nes a las nuestras. Pero es muy poco el consuelo que eso puede pro-
111!i
de identificar acertadamente tales casos de interpretación errónea porcionar. Porque fue, al menos en parte, el descubrimiento de mo-
~:lII.
1,1,
'11
sugiere que podemos superar las barreras y elu~ir los obstáculos dalidades teológicas de investigación divergente, inserta en formas
que nuestros predecesores del siglo XVIII no pudieron vencer. Por divergentes de práctica religiosa, e igualmente incapaces -y por mo-
:·:!:I supuesto, tal orgullo cultural puede estar fuera de .l~~ar. Pero aun Iivos semejantes-, de refutar la una las tesis fundamentales de la
II\i cuando no 10 esté, se nos presenta una segunda posibilidad, a sa~er, otra por medio de argumentos racionales, 10 que condujo, durante
la de que el buen éxito mismo que obtengaJ?os ~l interpretar ~oClal, la Ilustración y en el período siguiente a ella, al descrédito de la
I,¡I,I cultural e intelectualmente períodos de la historia de la filosofía que
1
teología como modo de investigación racional. Se suscita así necesa-
1 ,1'[11 nos son extraños, nos permita conocer modos del pensamiento y de riamente la pregunta de por qué no ha de sufrir la filosofía el mismo
,1: 1 la investigación filosóficos cuyas formas y cuyos presupuestos s~n descrédito.
'1111r
tan diferentes de los nuestros, que no seamos capaces de descubnr Esta pregunta tiene su fuerza a causa de dos razones distintas. La
en los conceptos y en las normas un acuerd? s~ficiente par~ propor- primera es que ella representa una versión más artificios a de una
1\111111
cionar las razones para decidir entre las teSIS ~hvergentes e I?-~~mpa- pregunta planteada ya a menudo por quienes no son filósofos. La filo-
I,¡I[I tibles encarnadas en tales modos sin incurnr en una petición d~ sofía -suele sostenerse- se diferencia de las ciencias naturales por
,,1'1 principio. Porque, sea cual fuere la norma o el criterio al. qu~ consi- su incapacidad de resolver desacuerdos fundamentales; si los filósofos
',I!.II deremos racional apelar, ha de ser una norma o un criterio c~yo se dirigen al mundo con voces variables y disonantes, ¿por qué ha de
!.I.fl
.,1 empleo presuponga ya la justificabilidad racional de nuestros propios prestárseles atención? En segundo lugar, consideraciones del género

1,1.11111
II,I¡

",.'I.I.!.;.·

I 1111
!.!:I
54 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA LA RELACIÓN DE LA FILOSOFíA CON SU PASADO 55

de las que he estado aduciendo refuerzan ese intento, burdo pero ~o que, en la versión platónica, Sócrates hace y dice, ha debido
común, de desacreditar a la filosofía. Examínese con mayor deteni- sufrir dos transformaciones para que Hare haya podido encontrar
miento cómo es posible lograr buen éxito en la tarea de corregir las e~ Sócrates una víctima propiciatoria. El contexto original del Pro-
interpretaciones erróneas de que es objeto algún período particular tagoras es de carácter dialéctico, y en él el propósito inmediato de
del pasado filosófico, estableciendo las diferencias radicales que lo Sócrates es refutar la creencia de hoi polloí según la cual los hombres
separan de nosotros, en forma tal que parezca que no somos racio- p~eden verse apartados de la persecución de lo que saben que es el
nalmente capaces de resolver la cuestión de cuál de los puntos de bien .al sucumbir a la atracción del placer, en tanto que el propósito
vista fundamentales es el correcto. Extraigo nuevamente un ejemplo ulterior de Sócrates se refiere al lugar que el conocimiento ocupa
de la filosofía moral. entre las virtudes. Calificar al contexto de dialéctico equivale a decir
En un capítulo de Freedom and Reason titulado «Backslidíng- que entendemos erróneamente a Sócrates si consideramos que en esos
[«Reincidencia»] el profesor R. M. Hare subraya lo siguiente: lugares formula afirmaciones en el curso de un desarrollo que apun-
ta a determinadas conclusiones, error a menudo alentado por los
Existen analogías... entre expresiones como «considero bueno» y traductores. Al final del Protágoras se presenta a Sócrates diciendo:
«considero que debo» por una parte y la palabra «quiero» por otra ... «Me parece que ahora la salida de nuestros argumentos de hace
No obstante, las analogías entre el querer y el hacer juicios de valor un momento -he árti éxodos- es como un hombre que nos acusa
no deben obsesionamos tanto que ignoremos sus diferencias. Acaso .Y se burla de nosotros ... » (361a, 4). C. C. W. Taylor traduce «he árti
el haber hecho esto último condujo a Sócrates a sus famosas di-
ficultades acerca de la debilidad moral. Los juicios de valor difieren éxodo» como <das conclusiones que acabamos de alcanzar», traduc-
de los deseos por el hecho de que pueden ser universalizados ... y ción que elimina la connotación dramática de esa expresión -una
casi todas las dificultades de Sócrates provienen de no haberlo cxodos es, entre otras cosas, el final de una pieza teatral, y el empleo
advertido. (Hare, 1963: 71.) de esa palabra aquí se relaciona con el empleo de términos propios
de la comedia en otros lugares del diálogo- y da lugar a la falsa
La nota al pie de la página de Hare correspondiente a este texto suposición de que Sócrates ha intentado llegar a una conclusión y
no remite a la fuente platónica original, el Protágoras, sino a la discu- reconoce ahora su fracaso. Pero la actividad filosófica de Sócrates al
sión aristotélica del libro VII de la Etiea nieomaquea (1145b, 25). menos según se la representa en estos lugares del Protágoras, era' de
Entiendo que las «famosas dificultades» de Sócrates que se mencio- na turaleza muy distinta de la que los filósofos posteriores empren-
nan son las de su afirmación de que nadie actúa en forma contraria dían al afirmar premisas y extraer de ellas conclusiones, y el prime-
a lo que es lo mejor, salvo por ignorancia, lo cual permite a Aris- n) de los filósofos posteriores en entenderlo equivocadamente fue
tóteles sugerir inicialmente que lo que él considera como la tesis !\ ristóteles,
de Sócrates está completamente reñida con ta phainómena de akrasía; En realidad, Aristóteles no se refería a ninguna de las dificulta-
y que la afirmación de Hare según la cual, con sólo reconocer la dis- des de Sócrates, famosas o no, ni consideraba que estuviese haciendo
tinción entre deseo y formulación de juicios de valor en que el mismo 1;11cosa. Porque cuando señala que la concepción que él atribuye
Hare insiste, Sócrates habría entendido que si yo quiero algo al ;1 Sócrates está reñida con ta phainámena, lo que quiere decir no
punto de que lo persigo aun cuando obrar así es contrario al juicio ,'s que ella esté reñida con «los hechos observados» (traducción de
de valor acerca del modo en que los hombres deben comportarse W. D. Ross) o con <dos meros hechos» (traducción de R. Rackham),
en ese tipo particular de situaciones, y al cual hasta ese momento '.illo con las opiniones recibidas (Owen, 1961), algo que el Sócrates
me he sometido, entonces, puesto que está en mi poder no intentar .1<'1Protágoras ya comprendía muy bien. Y lo que Aristóteles con-
satisfacer ese deseo particular, no puede ser que ahora yo real- ,Iuye -y, por cierto, él sí está formulando afirmaciones y extra-
mente acepte el juicio de valor. Así, de acuerdo con el punto de vvudo conclusiones- es, explícitamente (1147b, 15), que Sócrates
vista de Hare, nadie actúa jamás en forma tal que implique el u-nia razón, que quien parece hacer lo que es contrario a lo que él sabe
desprecio de sus propios juicios de valor, porque «es tautológico 'lile es lo mejor para él, no puede saber en realidad que es así.
decir que no podemos asentir sinceramente a un mandato dirigido 1',ir supuesto, al manifestar su acuerdo con Sócrates Aristóteles se
a nosotros, y al mismo tiempo no llevarlo a cabo si ahora es la 11;1anticipado a sus descendientes modernos en ignorar los pasos
ocasión de llevarlo a cabo y está en nuestro poder (físico y psíquico) 1111;lIcs del Protágoras y la naturaleza dialéctica de la actividad filo-
hacerlo» (Hare, 1952, citado en Hare, 1963: 79). Así pues, si Sócrates ·...lica de Sócrates, exponiendo, por tanto, erróneamente la doctrina
hubiese tenido el mismo grado de penetración que Hare, jamás ha- d," éste. Pero esta exposición errónea es a su vez erróneamente ex-
bría incurrido en sus famosas dificultades. pucxta cuando la discusión aristotélica de la akrasia es tratada por
56 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA LA RELACIÓN DE LA FILOSOFíA CON SU PASADO 57

Hare como una discusión acerca de los mismos temas que Hare dis- característica una reincidente. Es alguien cuya educación moral es
cute bajo los títulos de «reincidencia» y «debilidad de la voluntad», aún incompleta e imperfecta, cuyo movimiento hacia el télos que es su
de manera que la explicación de Hare acerca de esos temas puede verdadero bien y el bien por él ya reconocido -aunque acaso reco-
ser utilizada -como lo es por el propio Hare- para aclararnos lo nocido de manera aún implícita más que explícita=-, es desviado por
que hay de verdadero y lo que hay de erróneo en la teoría socrática su falta de control sobre las páthe que experimenta. Por tanto, el
(y, por implicación, en la aristotélica) acerca de la akrasía. akratés ocupa un lugar muy distinto, en un orden modal muy dis-
Lo que en ello se ignora son las decisivas diferencias en el con- tinto, del que tanto la teoría moral normativa como la práctica moral
texto moral y cultural, que hacen que el lugar que la reincidencia moderna acuerdan al reincidente. Pero haber comprendido esto
ocupa en la moralidad moderna tenga que ser muy distinto de la equivale a haber corregido interpretaciones erróneas a costa de tener
akrasía en el pensamiento y en la acción ateniense. El contexto de que enfrentar una situación que, según la he caracterizado anterior-
¡ la teoría de Aristóteles -se advertirá que en mi opinión se debe ser mente, pone en tela de juicio la garantía racional de puntos de
muy cauteloso al adjudicar una teoría a Sócrates- es un enfoque vista filosóficos fundamentales.
il teleológico de las virtudes en el cual es necesario dar cuenta de cómo En el corazón de la moral filosófica griega se halla la figura del
11 un hombre puede llevar a cabo acciones justas sin ser, sin embargo, agente moral educado cuyos deseos y cuyas elecciones son dirigidas
justo, y asimismo de cómo un hombre puede llevar a cabo acciones por las virtudes hacia bienes auténticos y, en última instancia, hacia
!I injustas sin ser simplemente un hombre injusto. La explicación de el bien. En el corazón de la filosofía moral típicamente moderna se
1,
d esto último es al menos una de las funciones centrales de la expli- halla la figura del individuo autónomo cuyas elecciones son soberanas
cación aristotélica de la akrasía (1151a, 11). La akrasía nada tiene y últimas, y cuyos deseos, según una de las versiones de tal teoría
il que ver con las condiciones para aceptar juicios de valor. Su apari- moral, deben ser balanceados con los de toda otra persona o, según
ción presupone una distinción entre la persona que posee las vir- otra de las versiones de la misma teoría, deben ser limitados por
tudes y la persona que, aunque tiene una opinión correcta y acaso reglas categóricas que imponen restricciones neutrales en todos los
conocimiento del fin al que las virtudes están subordinadas, carece deseos y en todos los intereses. En la concepción característica de
de ellas. Una condición para que una persona muestre akrasia es los griegos la justicia es una cuestión de mérito: se trata de asignar
que sus convicciones morales no requieran corrección en cuanto a su bienes en concordancia con la contribución que uno hace a aquella
contenido. Aquello de lo que una persona que manifiesta akrasía ca- forma de comunidad política que constituye la arena moral. En la
rece, es la plena epistéme operativa en esta ocasión particular y la concepción típicamente moderna, la justicia es una cuestión de igual-
plena disposición del carácter necesaria para sostener y realizar esa dad fundamental. En cada uno de los cuerpos de teorías los con-
operación. En cambio, en un enfoque normativo moderno de la ccptos nucleares están interrelacionados de tal modo con un com-
moralidad, como lo es el de Hare, no sólo puede no haber un lugar plejo cuerpo de creencias, actitudes y prácticas, que abstraer cada
para las especies de epistéme relevantes y, en realidad, ni siquiera diferencia conceptual con el objeto de resolver las cuestiones una
una concepción de ellas, sino que puede no existir la posibilidad por una, implica necesariamente, en la mayoría de los casos, un fal-
lógica de un hiato entre conocimiento y acción como el que ejempli- seamiento y una distorsión, en tanto que ver cada cuerpo de teorías
fica la akrasía. En una concepción normativa aceptar principios es como un todo es descubrir que cada uno trae consigo su propia
actuar según ellos, salvo en las ocasiones en las que no está en el explicación de la justificación racional de los juicios acerca de la
poder de uno hacerla. Pero la akrasía no es sólo cuestión de deter- práctica moral.
minadas ocasiones; es un rasgo de carácter. Este ejemplo particular del dilema suscitado por la relación de
El hecho de que la akrasía y la debilidad de la voluntad o reinci- '" filosofía del presente con la del pasado, pone de manifiesto las
dencia sean tan distintas entre sí es algo que no ha de sorprendernos dist intas dimensiones de la diferencia que he enumerado anterior-
si reparamos en la radical diferencia que separa a los contextos urente. El pensamiento griego, lo mismo que la práctica griega, en-
culturales y morales. Una moralidad normativa de principios está en I icnde la moral y la política como objeto unitario de investigación; la
su elemento en un mundo social esencialmente poskantiano en el Il'ol'Ía moral moderna se distingue de la filosofía política y asimis--
que la moralidad establecida es una moralidad de reglas morales que IIIU, y con mayor claridad, de la ciencia política. De tal modo,
el agente se prescribe a sí mismo y en la cual el obrar en forma 1;1 división académica del trabajo nos permite proceder como si nues-
distinta de la concordante con la propia protestación moral de obe- Irus alumnos pudieran entender la Etica de Aristóteles sin leer la
diencia a reglas específicas, es manifestar lo que Hare llama «reinci- Potitica e inversamente. El pensamiento moral griego considera como
dencia», Pero en modo alguno es el akratés de manera necesaria o cosas centrales para su esfera de intereses cuestiones referentes a
LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA LA RELf\CIÓN DE LA FILOSoFíA CON SU PASADO 59
58

la psicología de la naturaleza humana que son tan extrañas a l~ filo- ción que se continúa a través de las generaciones, sino que se han
sofía moral típicamente moderna, como algunas de la~ ~ue~~IOnes apartado de la investigación filosófica activa para convertirse en mero
centrales para esta última filosofía -por ejemplo, la distinción en- I~~made los historiadores. Quine ha dicho, en chiste, que hay dos
tre hecho y valor o la relación entre moralidad y uti~idad- lo '~on 1Ipos de personas que se interesan por la filosofía: las que se intere-
para Platón y Aristóteles. Apenas si hace falta menCIOna: las. dife- san por la filosofía y las que se interesan por la historia de la filoso-
rencias que derivan del empleo distinto de los gén~ros hterar!-os y ría. En la concepción que acabo de esbozar, el chiste que sirve de
de la canonización de determinados cuerpos de escntos. Las dificul- réplica al anterior es el de que las personas interesadas ahora por la
tades de la paráfrasis conceptual se hallan en el nú.cleo mis~? del Iilosofía están predestinadas a convertirse en aquellos por quienes
problema. De modo que el que vemos aquí ~s un e~emplo VIVIdoy h.m de interesarse sólo los que se interesen por la historia de la
elocuente de lo que es producto de nuestra incapacidad para resol- tilosofía dentro de cien años. De tal modo, la anulación filosófica del
ver el dilema inicial: la consiguiente incapacidad para encarar la pasado debida a esa concepción de la relación entre el pasado y el
filosofía moral del patrimonio cultural a partir del cual nuestra presente, resulta ser un modo de anularnos a nosotros mismos de
I propia filosofía moral fue posible. ¿ Qué podríamos responder ante antemano. Esta particular división del trabajo entre el historiador
positivo y el filósofo asegura que con el tiempo todo quede librado
eso?
1\ Una estrategia atractiva consiste en ignorar toda la situación, cos~ a la positividad histórica.
que, al fin y al cabo, la mayoría de nosotros ya hace. Esto es, ~ony- Parece, pues, que no es posible ignorar el dilema; también la inac-
1
nuaremos tratando nuestro pasado filosófico de dos maneras distin- ción tendrá drásticas consecuencias negativas. Sólo una convincente
taso Por una parte, como filósofos, definiendo .nuestra. discip~ina de explicación acerca del modo en que es posible encarar filosófica-
acuerdo con lo que los miembros de la Amencan Philosophical As- rucnte el pasado filosófico, además de hacerlo históricamente, nos
sociation regularmente hacen, admitiremos a los filósofos del pasado proporcionará lo que necesitamos. Pero una explicación así deberá
en nuestras discusiones sólo en nuestros propios términos, y si ello dar cuenta del modo en que una perspectiva filosófica de gran alcance
supone una distorsión histórica, acaso tanto mejor. Haremos al pa- puede ponerse en relación con otra en los casos en que caela una de
sado el cumplido de suponer que es filosóficamente tan agudo como "lIas involucra su propia concepción acerca de lo que es superioridad
lo somos nosotros. Por otra parte, como historiadores de la filosofía r.icional, de modo tal que aparentemente no sea posible recurrir a
procuraremos con verdadero escrúpulo entender. el pasado tal como IlIIa pauta neutral o independiente. Pero no somos ciertamente los
realmente fue y, si con ello el pasado se torna Irrelevante desde el primeros en necesitar de tal explicación. Los problemas referentes
punto de vista filosófico, simplemente desacreditaremos la relevan- ;¡ I modo en que pueden resolverse racionalmente las discusiones
cia y, donde otros hablan de afición de anticuarios, nosotros habla- 'liando éstas separan a quienes se adhieren a puntos de vista amplios
remos de erudición. v comprensivos cuyos desacuerdos sistemáticos abarcan desacuer-
Podemos así felicitamos por el momento de que lo que parecía dos acerca del modo en que deban caracterizarse aquellos desacuerdos
ser un problema agudo se ha convertido en realidad en una hábil so- .Yni qué decir acerca de resolverlos=-, han sido ya encarados por
lución. Pero ese placer no puede ser sino momentáneo. Porque tal I"s historiadores y por los filósofos de la ciencia natural bajo el título
solución acarrea una clara y -espero-- inaceptable consecuenCIa. El qlll: les confirió Thomas Kuhn. Son problemas de inconmensurabi-
pasado se habrá convertido en nada ~ás que el r~ino d::l de tacto. li.Ind. Por tanto, vale la pena preguntarse cuál es -o acaso cuál de-
Sólo el presente será el reino del de iure. Se hab:a defimdo el. estu- "¡CI'a ser- la situación del debate, para ver si podemos extraer de
dio del pasado en forma tal que de él quede excluida toda considera- d algo que nos ayude a resolver nuestro propio problema.
ción acerca de lo que es verdadero o bueno o está racionalmente Las características de las ciencias naturales -características cuya
garantizado, sustituyéndosela por la de lo que los homb~es d~l pasado, Identificación llevó a Kuhn a sus afirmaciones iniciales acerca de la
con sus peculiares conceptos de verdad, bondad y racionalidad, cre- j¡H'onmensurabilidad- tenían, por cierto, un alcance mucho más li-
yeron que era así. La indagación de lo que realmente es bu~no, ver- 111 i 1 ado que las características de la filosofía que dan lugar a nuestro
dadero y racional se reservará al presente. Pero debe advertir se que III'!'scnte problema. En primer lugar, aun en un historiador tan am-
para toda generación filosófica particular su ocupación con el pre- plio como Kuhn, de acuerdo con la visión de ciencia natural que
sente sólo puede ser temporaria; en un futuro no muy distante se nu ima al conjunto de su argumentación, las concepciones modernas
habrá convertido en una parte más del pasado filosófico. Sus pregun- d•. esa ciencia pueden determinar ampliamente cuáles son las teorías
tas y sus respuestas de iure se transformarán en un marco de refe- y cuáles las actividades de las sociedades premodernas que deben
rencia de tacto. Resultará que no han contribuido a una investiga- «ontarse como precursoras de la historia de la ciencia natural. Y ello
LA RELACI6N DE LA FILOSOFÍA CON SU PASADO 61
LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
60
c?-al pudiésemos evaluar las tesis enfrentadas. Tales cuerpos de teo-
está, por cierto, enteramente legitimado, porque nuestro propio C?~-
rtas parecen ser mutuamente inconmensurables.
cepto de ciencia natural es un concepto claramente moderno, on~l-
Las reacciones de los filósofos de la ciencia a la identificación
nado entre los siglos XVI y XIX, en tanto que el concepto de ñlosoña
del fenómen~ de la inc~nmensurabilidad hecha por Kuhn, han sido
no lo es. No obstante, la forma que adquirió inicialmente el problema
en su ma!ona. de dos tipos. Algunos han sostenido que en realidad
en Kuhn fue precisamente la misma del nuestro: ¿cómo es posible
~uhn est~ eq';llvocado y que el concepto de inconmensurabilidad no
tratar como antagónicas tesis insertas en contextos tan distintos que
tIe~e aplicación en la historia de la ciencia. Otros han aceptado la
no es posible disponer de ningún criterio o de ninguna n~rma neu-
tes~s de Kuhn y han defendido derivaciones extraídas de ella que
tral de argumentación, tal como, según Kuhn, suele ocurrrr cuando
revisten un cará~ter más radical que las que él hubiese aceptado.
se confrontan entre sí dos amplios cuerpos de teorías científicas,
Unos ~ ot:os están de ~cuerdo en la validez de la siguiente conse-
como la cosmología física de Aristóteles y la de Galileo? En tales
cuencia: SI, y en la medida en que, el concepto de inconmensurabili-
casos no podemos recurrir a datos neutrales e independientes pro-
dad pued~ aplicarse a la elección entre cuerpos teóricos contrapues-
porcionados por la observación, pues el modo en que caractericemos
tos, no ,dIs~onemos de fundamentos racionales para aceptar uno de
y aun el modo en que percibamos los datos pertinentes y, aparte
ellos mas bien que el otro. Quisiera poner en duda esa consecuencia.
de eso, cuáles datos que consideremos pertinente observar, depen-
El argumento que me propongo desarrollar exige que primeramente
derán de cuál de las perspectivas teóricas en disputa hayamos adop- subrayemos dos puntos a los que los filósofos de la ciencia quizá
tado primero: «cuando Aristóteles y Galileo observaban una piedra no han prestado suficiente atención.
a la que se hacía oscilar, el primero veía un movimiento forzado y El primero es que en las ciencias naturales, como en otros ámbi-
el segundo un péndulo», escribió Kuhn en su primera formulación tos, las teorías tienen una existencia esencialmente histórica. No exis-
de esta cuestión. Más tarde concluyó que debe rechazarse toda idea l~ ~~a cosa como la teoría cinética de los gases; existe sólo la teoría
de una lucha «entre las entidades con las que la teoría puebla la CIne~ICa tal como era en 1850, la teoría tal como era en 1870, la
naturaleza», por un lado, y «lo que realmente existe», por otro: «No leona tal como es ahora, etcétera. Y de igual modo no existe una
hay, según pienso, ninguna manera de interpretar expresiones como cosa como la teoría física (aristotélica) medieval como tal sino sólo
"realmente existe" que sea independiente de toda teoría» (Kuhn, 1970: esa teoría tal como fue sostenida en París a comienzos del siglo XIV
121 y 206). Ello equivale a decir que todo cuerpo de teorías de gran 1) en Padua a fines del xv. Esto es, las teorías progresan o dejan de
amplitud, como los indicados, llega a nosotros provisto de su propia progres~r, y l? hac~n porque -y en la medida en que- por medio
conceptualización acerca de la realidad observable que ella explica. de sus ínconsístencías y sus insuficiencias -inconsistencias e insufi-
De ahí que no sea posible recurrir, más allá del cuerpo de teorías, a ciencias )uzgadas de acuerdo con las normas de la propia teoría-
una realidad que pueda ser observada con independencia Y neutra- p.t'OporcIOnan una definición de los problemas cuya solución propor-
lidad. ('lona a su vez una orientación para formular y reformular esa misma
Por otra parte, Kuhn presenta también argumentos destinados a teoría. Esto es, las inconsistencia s y las insuficiencias de una teoría
mostrar que la utilización de criterios en apariencia independientes, IlIlI1Cadeben ser consideradas como aspectos meramente negativos
como el grado de confirmación de un cuerpo teórico en relación con de la teoría en cuestión. Constituyen, en efecto, los puntos en los
otro por medio de la observación, o como la comparación de grado ("aJes la teoría se provee a sí misma de problemas, de aquellos pro-
y el tipo de anomalía que es posible identificar en cada uno de los hlcmas en cuyo tratamiento ella se muestra aún capaz de crecer, aún
dos cuerpos teóricos en disputa, no nos proporciona los criterios .I(·ntíficamente fértil o, por otra parte, incapaz de crecer y estéril.
neutrales e independientes Y racionalmente garantizados que aspira- 1\1 proveerse a sí misma de problemas, una teoría se provee a sí mis-
lila de metas y de una cierta pauta para su progreso o para su falta
mos a descubrir. Pues tanto la elección de lo que consideremos como
casos significativos confirmatorio s de una teoría como la de las ano- (le progreso en dirección de esas metas. La importancia de este punto
p¡lra el problema de la inconmensurabilidad se advertirá claramente
malías que consideremos de importancia central, y no de importancia
• uundo añadamos el segundo.
secundaria, en una teoría o en la relación de una teoría con la ob-
servación, dependerán también de manera decisiva de cuál de las I.as. teorías particulares de pequeña escala nos llegan en su mayor
p.ut c Insertas en cuerpos de teorías más amplios; estos últimos se
perspectivas teóricas en disputa adoptemos. Por tanto, si nos atene-
h.i llan a su vez insertos en un sistema de supuestos aún más corn-
mos a los argumentos de Kuhn, nos vemos obligados, según parece, a
I >Il'llsivos. Son estos sistemas los que proporcionan el entramado de
concluir que en opciones teóricas como las indicadas carecemos ver-
(Illllinuidad en el tiempo dentro del cual se opera la transición de un
daderamente de todo criterio independiente y neutral por medio del
n
62 LA FILOsoFíA EN LA HISTORIA LA RELACI6N DB LA FILOSOFÍA CON SU PASADO 63

cuerpo de teorías a otro cuerpo de teorías con el cual el primero fracaso, y la victoria y la derrota, en términos de las normas del
es inconmensurable. Tiene que existir un entramado así, porque sin éxito y del fracaso, y de la victoria y de la derrota, proporcionadas
los recursos conceptuales que él provee no podríamos entender a por lo que antes he denominado la problemática interna del segundo
ambos cuerpos de teorías como cuerpos de teorías antagónicos que cuerpo de teorías. No es el éxito y el fracaso, el progreso y la este-
presentan explicaciones alternativas e incompatibles de un mismo y rilidad, tal como los identificamos al formular nuestros juicios desde
único objeto y ofrecen medios incompatibles y divergentes para la perspectiva de la teoría racionalmente superior, lo que nos pro-
alcanzar un mismo y único conjunto de metas teóricas. Una condi- porcionará el material para que esa teoría explique. Se trata del
ción para que dos cuerpos de teorías antagónicos sean auténticamente éxito y el fracaso, del progreso y la esterilidad en términos tanto de
inconmensurables es que la especificación del objeto y de las metas los problemas como de los fines que fueron o pudieron haber sido
teóricas que comparten no sea tal que nos proporcione motivos identificados por los adherentes de la teoría racionalmente inferior.
para optar racionalmente entre ellos; pero sin la común, especificación ASÍ, desde el punto de vista de la mecánica newtoniana es posible
del objeto y de las metas teóricas en el nivel del entramado de su- explicar por qué los teóricos del ímpetu, al no disponer del concepto
puestos -en el nivel de la Weltanschauung- las teorías sencillamen- de inercia, pudieron avanzar sólo hasta determinado punto y no
te caracerán de las propiedades lógicas necesarias para que con se- más allá en la solución de aquellos problemas que obstaculizaban su
guridad podamos clasificarlas como antagónicas. Así, en la teoría marcha hacia la meta de formular las ecuaciones generales del mo-
física los conceptos de peso, de masa tal como la define Newtori y vimiento.
de masa tal como es definida en la mecánica cuántica -conceptos Lo que sostengo es, pues, que un cuerpo inconmensurable de
insertos en cuerpos de teorías inconmensurables- deben ser igual- teorías científicas puede comunicarse con otro a través del tiempo,
mente entendidos como conceptos de la propiedad de los cuerpos que no sólo porque proporciona un conjunto de soluciones más aptas
determina su movimiento relativo si hemos de poder entender lo para sus problemas centrales -puesto que, naturalmente, es en la
que hace que ambas sean teorías antagónicas. Y es este léxico común, definición de lo que constituye un problema central donde con toda
perteneciente a un nivel superior, este repertorio de sentidos, y de probabilidad dos teorías inconmensurables discrepen-, sino porque
referencias que se halla en el plano de la Weltanschauung, lo que proporciona una explicación histórica de por qué algunas de las expe-
hace que los que se adhieren a teorías antagónicas inconmensurables riencias fundamentales de sus adherentes, verificadas cuando éstos
reconozcan que se dirigen a lo que en ese nivel puede definirse como luchaban con sus propios problemas, fueron como fueron. La apli-
las mismas metas. Así, el físico medieval enredado en los problemas cación de esta prueba de superioridad racional es más simple en los
internos de la teoría del ímpetu, los seguidores renacentistas de Ga- casos en que es posible complementarla con otra prueba que por sí
lileo y los científicos del siglo xx que contribuyeron a la mecánica misma no es ni necesaria ni suficiente para decidir entre las tesis
cuántica, dispusieron o disponen de un léxico más o menos común de dos cuerpos de teorías antagónicas e inconmensurables. En los
que les permite reconocerse comprometidos en el intento' de alcan- casos en que la tradición investigativa definida por un determinado
zar la explicación más general y más completa posible del movi- cuerpo de teorías ha degenerado en lo que se refiere a la coherencia
miento de los cuerpos. ¿Por qué tiene esto importancia? o a la esterilidad, o no puede adaptarse a los nuevos descubrimien-
La tiene porque hace falta una formulación adecuada de esos tos sin caer en la incoherencia (éste es en 10 esencial el significado
dos puntos no sólo para el planteo de los problemas a que da lugar de los intentos iniciales de Galileo de armonizar los nuevos descu-
la inconmensurabilidad de dos cuerpos de teorías antagónicos, sino brimientos con la antigua física), los propios partidarios de ese cuer-
también para su solución. Y es posible formular ahora esa solución po de teorías pueden tener buenos motivos para rechazarla, sin que
bajo la forma de un criterio por medio del cual puede juzgarse la adviertan aún con claridad buenas razones para optar por una alter-
superioridad racional de un cuerpo de teorías de gran escala respec- nativa determinada como merecedora de su adhesión. (Hago esta
to de otro. Un cuerpo de teorías de ese tipo -por ejemplo, la me- observación para corregir lo que sostuve en mi. trabajo de 1977, si
cánica newtoniana-- puede ser juzgado como decisivamente superior bien en general veo este argumento como un desarrollo de algunas
a otro -por ejemplo, la mecánica de la doctrina medieval del ímpe- afirmaciones incluidas en él.) Vale la pena notar que en realidad no
tu- si y sólo si el primer cuerpo de teorías nos permite dar una necesitamos añadir a los criterios formulados el requisito comple-
explicación adecuada y -de acuerdo con las mejores normas de que mentario de que el cuerpo de teorías juzgado racionalmente superior
dispongamos- verdadera de por qué el segundo cuerpo de teorías deba ser relativamente coherente (no, por cierto, demasiado cohe-
gozó de los éxitos y de las victorias que obtuvo y sufrió las derrotas rente, pues, como he sugerido, la incoherencia es fuente del pro-
y las frustraciones que padeció, definiéndose en ello el éxito y el greso intelectual) y fecundo en la resolución de problemas, porque
64 LA FILOSoFíA EN LA HISTORIA LA REI.ACI6N DE LA FILOSOFíA CON SU PASADO 65

ningún cuerpo de teorías que deje de satisfacer este requisito puede, una definición mínima y unitaria semejante de su punto de partida.
de hecho, ofrecer la explicación histórica cuyo proporClOnamIento es No puede considerarse como filósofo a nadie que finalmente no tenga
la prueba de la superioridad racional. que ser juzgado según las normas establecidas por Platón. No digo
Lo que, de manera acaso sorpresiva, se desprende, pues: de lo que esto sólo porque, en extraordinaria medida, Platón realmente pro-
precede, es que la historia de la ciencia natural tiene en cierto modo porcionó a la filosofía tanto su punto de partida como la definición
la primacía respecto de las ciencias· naturales. Al menos ~n l? qu~ de su campo y de su objeto. Además Platón trasciende, en la forma
se refiere a los grandes cuerpos inconmensurables de teonas identi- que he indicado, las limitaciones de la filosofía presocrática y, al
ficados primeramente por Kuhn, en el ámbito de la ci~ncia natur~l hacerla, establece una norma para todo intento ulterior de trascen-
es superior la teoría que suministra las razones par~ ,clerta especie der a su vez sus limitaciones. Así hizo posible a Aristóteles; en reali-
de explicación histórica: la que confiere a la ,narracIOn del pas~~o dad, así hizo posible a la filosofía. De ahí que todos los filósofos pos-
una inteligibilidad que de ot.ro modo no ten?r~a. En una .proporcl.on teriores a Platón deban enfrentar una situación en la cual, si uno no
decisiva la superioridad racional de la mecamca newtomana .der~va puede trascender las limitaciones de las posiciones fundamentales
de su aptitud para proveernos de una explic~ción de l.as experiencias de Platón, o lo que uno considere como tales limitaciones, entonces
de frustración intelectual de fines del penado medieval. El modo uno no tiene suficientes razones para no reconocerse a sí mismo como
en que juzgamos la posición de la ciencia depende del modo en .que platónico, a no ser, claro está, que uno abandone definitivamente la
juzgamos la calidad de la historia que ella ayuda a lograr. Se sigue filosofía. Coleridge se equivocó al pensar que todo hombre es o pla-
de ello que en el terreno de la ciencia natural ninguna teoría es tónico o aristotélico, pero habría tenido razón si hubiese afirmado
defendida como tal; lo es, o deja de serlo, sólo en relación con aque- que todo hombre es o platónico o una cosa distinta, lo cual constitu-
llas de entre sus predecesoras con las que hasta entonces han con- ye una disyunción exhaustiva no trivial, porque toda filosofía debe
tendido. Las razones más poderosas que tenemos para aceptar la contener esa insuprimible referencia retrospectiva a los diálogos de
mecánica cuántica son una conjunción de su explicación de la natu- Platón. Reconocerlo es proporcionar a la filosofía una unidad míni-
raleza y de la explicación histórica con la que aquella explicación lila en sentido tanto prospectivo como retrospectivo, unidad mínima
de la naturaleza puede colaborar para dar cu~nta de! ~errumbe de ~a que la situación actual de las ciencias naturales proporciona sólo en
mecánica newtoniana. Existe, entonces, una msupnmlble referencia sentido retrospectivo.
histórica retrospectiva que une a cada perspectiva científica con la En segundo lugar, un aspecto importante de mi tesis acerca de
predecesora con la que es inconmensurable. Las ciencias nat,:ra~es, las ciencias naturales era la afirmación de que los fenómenos de
a pesar de la mentalidad antihistórica que con tanta f.recuencla im- discontinuidad que representa la inconmensurabilidad, se registran
pregna su enseñanza y su transmisión, no pueden evadirse de su pa- dentro de un entramado de continuidad que se da en el nivel de lo
sado. Pero haber reconocido eso equivale a haber alcanzado un punto que llamé Weltanschauung, esto es, el conjunto de supuestos y de
en el cual es posible volver de la historia de las ciencias naturales puntos de referencia compartidos por todos y que no son puestos
a la de la filosofía y examinar si la relación entre el pasado y el pre- en tela de juicio aun cuando muchas otras cosas lo sean. Podría
sente en el ámbito de la filosofía puede ser entendida, si no de la sugerirse que, como las grandes controversias filosóficas suelen in-
misma manera, al menos de manera muy análoga. cluir en su esfera lo que he llamado Weltanschauung, podrían faltar,
Una condición para poder hacerla sería la de dar una respuesta en episodios por lo demás muy semejantes de la historia de la filo-
de manera al menos mínimamente satisfactoria a las cuestiones sus- sofía, los elementos de continuidad necesarios, los supuestos y los
citadas por tres diferencias decisivas existentes entre los problem~s puntos de referencia compartidos necesarios, cuya caracterización
planteados por las ciencias naturales y los planteados por la filosoffa. \·s esencial aun para las afirmaciones y mucho más para la solución
En primer lugar, según señalé al comienzo, Kuhn pudo apoya~se. en de determinados problemas de inconmensurabilidad. No me propon-
una definición moderna de las ciencias naturales a fin de delimitar I~(), por cierto, discutir la tesis según la cual las grandes controver-
en el pasado lo que puede considerarse como su historia. Pero en sias filosóficas tienen un alcance mayor que las más radicales dispu-
filosofía, por razones que ahora son obvias, sería fatal par~ todo nues- las en el terreno de las ciencias naturales, y que a menudo abarcan
tro proyecto dejar que el presente de la ~losofía determm~se lo q~e lo que he llamado Weltanschauung. Pero aun las disputas filosófi-
deba considerarse como el pasado filosofico. Ello no quiere decir, eas más radicales tienen lugar en el contexto de elementos de con-
empero, que no contemos con ningún recurso. Porque, mientras que I inuidad que no son distintos. La verdad filosófica -y es en efecto
las ciencias naturales extraen su definición mínima y unitaria del IIlIa verdad- de que no es posible poner en tela de juicio todas las
punto que han alcanzado en la actualidad, la filosofía puede extraer cosas a la vez, tiene su importancia; y cuando, por ejemplo, aborda-
66 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA LA RELACIÓN DE LA FILOSOFíA CON SU PASADO 67

mas los fenómenos de discontinuidad que se registran en la historia cierto, los ~artidarios de una perspectiva determinada pueden no
de las páthe aristotélicas, las pasiones del siglo XVII, los sentimientos reconocer SIempre lo que envolucraría la aplicación de sus propias
del siglo XVIII y las emociones del siglo xx, lo hacemos sabiendo que pautas, y no ha~e falta que nos limitemos a lo que de hecho reco-
ira y temor, o sus equivalentes, tienen que figurar en el catálogo noc~n .o reCOn?CIerOn, a fin de afirmar que lo que constituye la su-
de cada una de ellas, y que aun cuando tengamos nuestras reservas perioridad racIO~al de una perspectiva filosófica de gran escala sobre
para traducir, por ejemplo, ira directamente como «ira» y timar como o~ra es su capacidad d~ trascender las limitaciones de ésta propor-
«temor», nuestras reservas deben ser expresadas en forma tal que CIOna~?O de~de su propio punto de vista una explicación y una com-
se advierta tanto lo que esa traducción logra como lo que no logra. prension n:as adecuada de las deficiencias, las frustraciones y las
Ello equivale a decir que las formas de discontinuidad y de diferen- I~co~erencIas del otro punto de vista (esto es, de lo que son defi-
cia que he enumerado al comienzo de mi argumentación exigen como ciencias, frustraciones e incoherencias de acuerdo con las pautas in-
contraparte un catálogo igualmente comprensivo de las formas de t~rnas de ese otro punto de vista) que las que ese otro punto de
continuidad, de semejanza y de recurrencia. El problema suscitado vISt~ puede ~ar, ~e por sí, en forma tal que nos permite dar una
por los hechos de discontinuidad y por las diferencias no habría ex~h~aCIO? .histórica más acabada, una exposición más adecuada y
quedado en modo alguno eliminado o atenuado si hubiésemos seña- mas inteligible de ese otro punto de vista y de sus éxitos y de sus
lado antes ese hecho. Pero advertirlo en este momento ulterior de fallas, que las que él puede proporcionar de por sí.
mi argumentación es una condición previa para pasar de una con- Resulta entonces que, así como los logros de las ciencias natu-
clusión referente a la historia de las ciencias naturales a una conclu- r~les ?nalmente d~ben. ser juzgados en términos de los logros de la
sión referente a la historia de la filosofía. historia de esas ciencias, de igual modo los logros de la filosofía
En tercer lugar, mi explicación de la relación entre las ciencias ~eben , ser juzgados en términos de los logros de la historia de la
naturales y su historia da por sentado que en esa historia casi uni- filosofía. De acuerdo con esta concepción, la historia de la filosofía
versalmente lo anterior es derrotado por lo posterior. Pero si bien es la parte de la filosofía que señorea sobre el resto de esta disci-
de hecho ello ha sido así, no fue ni es necesariamente así. Y en filo- plina. Es ésta ~na c0r;tclusión q~e a algunos parecerá paradójica y a
sofía veo muchas menos razones para creer que ha sido así, y no muchos nada bienvenida, Pero tíene al menos un mérito: no es ori-
veo absolutamente ninguna razón para partir del supuesto de que ginal. Vico, Hegel y Collingwood llegaron, en muchos puntos, a tesis
ha sido así. Pero, tras haber expresado esta advertencia, no encuen- notablemente parecidas, y ello, por cierto, no fue en modo alguno
tro mayores obstáculos para reformular la explicación antes dada casual. Pero al CImentar su punto de vista cada uno de ellos aceptó,
acerca de lo que en el terreno de las ciencias naturales acredita a tal como yo debo hacerla, que la prueba decisiva de tesis así no tiene
un gran cuerpo de teorías como racionalmente superior a otro, en lugar en el nivel de argumentación en el que yo me he manejado
forma tal que ella se convierte en una explicación de lo que acredita hasta ahora y en el que ellos mismos a menudo se manejaron. La
a un gran cuerpo de teorías filosóficas como racionalmente superior pregunta decisiva es la de si realmente es posible escribir una histo-
a otro. Esa reformulación es como sigue. ria de la especie requerida. Y la única forma de responder a esa
Debe reconocerse que los argumentos, las controversias y los en- rr~gunta es la de intentar escríbirla, ya sea que salga mal o se tenga
frentamientos filosóficos son al menos de dos especies distintas. éxito.
Están, por cierto, los que se desenvuelven dentro de un conjunto de
supuestos ampliamente compartidos concernientes al trasfondo de
creencias, a las normas de argumentación, a los modos de caracte- BIBLIOGRAFIA
rizar los contraejemplos, a los modelos de refutación, etcétera. Pero
están también las controversias y los enfrentamiento s entre perspec- IJARE,R. M.: The Language of Morals, Oxford, Oxford University Press,
tivas antagónicas de gran escala que he señalado anteriormente, en 1952.
=, Freedom. and Reason, Oxford, Clarendon Press, 1963.
las que el desacuerdo es sistemático, de manera tal que parece eli-
KUHN, T. S.: The Structure of Scientific Revolutions, 2." ed., Chicago, Uní-
minarse la posibilidad de toda pauta común para la resolución ra-
versity of Chicago Press, 1970.
cional del desacuerdo. Cada una de las perspectivas opuestas en tales
MAcINTYRE, ALASDAIR: «Epistemological erises, dramatic narrative and the
confrontaciones de gran escala tendrá su propia problemática inter- philosophy of science», The Monist, 60(4), 1977, págs. 453-472.
na, sus momentos de incoherencia, sus problemas aún no resueltos, OWEN,G. E. L.: «Tithenaí ta Phainomena», en S. Mansion (comp.), Aris-
juzgando todo ello por sus propias pautas de lo que es problemático, tote et les problémes de methode. Actas del segundo simposio arista-
de lo que es coherente y de lo que es una solución satisfactoria. Por télico, Lovaina, 1961.
CAPíTULO 3

LA HISTORIOGRAFIA DE LA FILOSOFIA:
CUATRO GENEROS

Richard Rorty

I. Reconstrucciones racionales e históricas

Los filósofos analíticos que han emprendido «reconstrucciones


racionales» de los argumentos de grandes filósofos ya muertos lo han
hecho con la esperanza de tratar a estos filósofos como contempo-
ráneos, como colegas con los cuales pueden intercambiar puntos de
vista. Han argumentado que, a no ser que se proceda así, se podría
poner a la historia de la filosofía en manos de los historiadores, a
quienes presentan como simples doxógrafos antes que como busca-
dores de la verdad filosófica. No obstante, tales reconstrucciones han
dado lugar a reproches de anacronismo. A menudo se acusa a los
historiadores analíticos de la filosofía de alterar los textos dándoles
la forma de proposiciones como las que comúnmente se discuten
en las revistas de filosofía. Se sostiene que no habría que obligar a
Aristóteles o a Kant a tomar partido en las discusiones actuales de
la filosofía del lenguaje o de la meta ética. Parece darse un dilema:
o bien imponemos al filósofo muerto nuestros problemas y nuestro
léxico lo bastante para hacer de él un interlocutor, o bien limitamos
nuestra actividad interpretativa a hacer que sus errores parezcan
menos ingenuos colocándolos en el contexto de los oscuros tiempos
en que fueron escritos.
Sin embargo, esas alternativas no constituyen un dilema. Debiéra-
mos hacer ambas cosas, pero por separado. Debiéramos tratar la
historia de la filosofía como tratamos la historia de la ciencia. En
este último terreno no nos rehusamos a decir que conocemos mejor
que nuestros antepasados aquello de lo cual éstos hablaban. No
pensamos que se incurra en un anacronismo al decir que Aristóteles
sostenía un modelo falso de los cielos, o que Galeno no entendía el
modo en que funciona el sistema circulatorio. Damos por sentada la
perdonable ignorancia de los grandes científicos muertos. Debiéramos
estar igualmente dispuestos a decir que Aristóteles desdichadamente

tr
70 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA LA HISTORIOGRAFÍA DE LA FILOSOFíA 71

ignoraba que no existen cosas tales como las esencias reales o Leib- de la conducta de Aristóteles o de Locke que se ajuste a esa restric-
niz que ~ios no existe, o Descartes que la mente no es sino' el siste- ción, tendremos que Iimitarnos, no obstante, a una que, en su lími-
ma nervioso central en una descripción alternativa. Vacilamos sólo le ideal, nos diga qué podrían haber dicho en respuesta a todas las
porque ~enemos colegas que también ignoran esos hechos, y a quie- criticas o a las preguntas que podrían haberles dirigido sus contem-
nes cortesmente no caracterizamos como «ignorantes» sino como per- poráneos (o, más precisamente, el sector determinado de sus con-
s~mas «que sustentan concepciones filosóficas diferentes». Los histo- rcmporáneos o casi contemporáneos cuyas críticas y cuyas preguntas
na?ores de la ciencia no tienen colegas que crean en las esferas cris- dios podrían haber comprendido en seguida de manera correcta,
talinas o que duden de la explicación de la circulación sanguínea dada cxto es, todos los hombres que, para decirlo en términos generales,
por Harvey, y se hallan por tanto libres de tales restricciones. ((hablaban la misma lengua», entre otras cosas porque eran tan ig-
No hay nad.a erró~e.o en la actitud de dejar deliberadamente que norantes de lo que ahora nosotros sabemos como lo era el gran fi-
nuestras propias opiniones filosóficas determinen los términos en losofo mismo). Podemos desear seguir adelante y formular preguntas
que se describan las ideas del filósofo que ha muerto. Pero existen «omo: «¿Qué habría dicho Aristóteles de las lunas de Júpiter (o del
r~zo~es para describirlos también en otros términos, en sus propios antiesencialismo de Ouine)?», o: «¿Qué habría dicho Locke de los
términos, Es provechoso ~ecrear el escenario intelectual en el que siudicatos (o acerca de Rawls)?», o: «¿Qué habría dicho Berkeley
los muertos VIVIeron sus VIdas, en particular las conversaciones rea- .lcl intento de Ayer o de Bennett de "Iingüistificar" sus opiniones
l~s o imaginarias, que pudieron haber mantenido con sus conte~po- acerca de la percepción sensible y de la materia?», Pero no definire-
raneos (o casi c?ntemporaneos). Para ciertos propósitos es prove- I! lOS las respuestas que nos imaginamos que ellos darían a tales pre-
choso conocer como hablaban hombres que no sabían tanto como I':llntas como descripciones de lo que «dijeron o hicieron» en el sen-
nosotros ~abe~os, y conocerlo con bastante detalle, de manera que I ido que Skinner da a esta expresión.
po~amos Imagmarnos, a nosotros mismos hablando la misma lengua La principal razón por la que procuramos un conocimiento his-
antIcua~a. El. a~tropolo?o desea saber cómo hablan los primitivos ioricc de lo que primitivos no reeducados o filósofos o científicos
entre SI'y: asimismo, como reaccionan a la educación que reciben ruuertos se habrían dicho los unos a los otros, reside en que ello nos
de los mIsIO~er~s. Con es~ pr?pósi~o i?tenta meterse en s~s cabezas y .iyuda a reconocer que han tenido formas de vida intelectual dis-
pensar en ~erm~nos que jarnas sonarra emplear en su pais. De igual I iutas de las nuestras. Como correctamente dice Skinner (1969:
~odo, el hI~tonador ~e la ciencia que puede imaginar lo que Aris- 'il-53), «el valor indispensable del estudio de la historia de las ideas»
toteles podría haber dicho en un diálogo acerca del cielo con Aristar- ,'s aprender <da distinción entre lo que es necesario y lo que mera-
co y ~t~lomeo, cono.ce algo de interés que permanece oculto para el urente es producto de nuestras propias y contingentes convenciones»,
~strof¡slco, «progresista» que sólo ve cómo los argumentos de Ga- I,!) último es, según continúa diciendo, «la clave de la conciencia
lileo habrían anonadado a Aristóteles. Hay un conocimiento -un misrna». Pero también deseamos imaginarnos conversaciones entre
conoci~ient~ histórico~, .al cual puede llegarse sólo si uno pone en- nosotros mismos (cuyas contingentes convenciones incluyen el acuer-
tre paréntesis el conocurnento, más adecuado, que posee, por ejem- do general en cuanto a que, por ejemplo, no hay esencias reales, no
plo, acerca del movimiento de los cielos o la existencia de Dios. -x iste Dios, etc.) y los poderosos muertos, Lo deseamos no sólo por-
La búsqueda de tal conocimiento histórico debe obedecer a la 'lile es agradable estar a la altura de nuestros superiores, sino porque
regla formulada por Ouentin Skinner: quisiéramos ser capaces de ver la historia de nuestra especie como
1111 prolongado diálogo, Queremos ser capaces de verla de esa ma-
De ningún agente puede decirse finalmente que haya dicho o hecho ncra a fin de asegurarnos de que en el curso de la historia de la
al~o ~,e lo que nunca se lo pueda inducir a aceptar que es una des- que tenemos constancia ha habido un progreso racional, y que nos
cripcion correcta de lo que ha dicho o ha hecho. (Skinner, 1960: 28.) d istinguimos de nuestros antepasados por razones que ellos podrían
'>l:¡- llevados a aceptar. La necesidad de restablecer la confianza en
~kim:~r dice que esta máxima excluye «Ia posibilidad de que una "ste punto es tan grande como la necesidad de conciencia. Necesita-
e:cp~IcacIon aceptable de la conducta de un agente pueda jamás sub- IIIOS imaginar a Aristóteles estudiando a Galileo o a Quine y cam-
sistír tras la demostración de que esa explicación dependía de crite- biando de opinión, a Santo Tomás leyendo a Newton o a Hume y
ri.os de, descripción y de clasificación de los que el propio agente no .ambiando la suya, etcétera, Necesitamos pensar que, en la filosofía
d~spoma». Hay un sentido fundamental de «lo que el agente dijo o corno en la ciencia, los poderosos muertos equivocados contemplan
hIZO», así como de «explicación de la conducta del agente», para el .lcsde el cielo nuestros recientes aciertos y se sienten dichosos al ver
cual ésta es una restricción ineludible. Si deseamos una explicación que sus errores han sido corregidos.
72 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA LA HISTORIOGRAFíA DE LA FILOSOFíA 73

Ello quiere decir que no estamos interesados solamente en 10 que ple aquí una vez más el deseo natural de hablar con hombres
el Aristóteles que caminaba las calles de Atenas «pudo ser inducido cuyas ideas son en parte muy semejantes a las nuestras, con la es-
a aceptar como una descripción correcta de lo que dijo o hizo», sino peranza de inducirlos a aceptar que tenemos esas ideas más claras, o
en lo que un Aristóteles idealmente razonable y educable puede ser con la esperanza de tenerlas más claras en el curso del diálogo.'
inducido a aceptar como una descripción así. El aborigen ideal puede Tales intentos de conmensuración son, por cierto, anacronísticos.
eventualmente ser inducido a aceptar como una descripción de él Pero si se los lleva a cabo con pleno conocimiento de que tienen
la de quien ha cooperado en la continuación de un sistema monár- 1. Por tanto, no puedo estar de acuerdo con las severas críticas que Michael
quico destinado a facilitar los injustos arreglos económicos de su ti vcrs dirige a tales intentos, ni con su afirmación de que es una «ilusión. el
tribu. Un guardián ideal del Gulag puede eventualmente ser llevado a ,T('er que las ideas de la metafísica, de la lógica y de la epistemología com-
verse a sí mismo como quien ha traicionado la lealtad que debía I'"rlcn con las ideas matemáticas de Euclides «una independencia respecto de
1"" accidentes de la historia» (Ayers, 1978: 46). Estoy de acuerdo con la afirma-
a sus compatriotas rusos. Un Aristóteles ideal puede ser inducido a ,í,,1t de Bennett, citada por Ayers en la página 54 de ese ensayo, según la
describirse a sí mismo como quien erróneamente ha considerado los <1,,11 «comprendemos a Kant sólo en la medida en que podemos decir, clara-
estadios taxonómicos preparatorios de la investigación biológica como uuutc y en términos contemporáneos, cuáles eran los problemas que trataba,
la esencia de toda investigación científica. En el momento en que es "",''¡cs de ellos son aún problemas y cuál es la contribución de Kant a su solu-
,í,),,». La réplica de Ayers es que «de acuerdo con su interpretación natural,
llevada a aceptar una nueva descripción como ésas de lo que dijo "":1 afirmación [la de Bennett] implica que no es posible una cosa tal como la
o hizo, cada una de esas personas imaginarias se ha transformado en ,0'llprensión de un filósofo en sus propios términos en tanto algo distinto de
«uno de nosotros», Es nuestro contemporáneo o nuestro conciuda- 1;, difícil proeza de poner en relación su pensamiento con lo que nosotros mis-
dano o un miembro más de la misma matriz disciplinaria a la que »,OS quisiéramos decir, y anterior, a ella». Yo añadiría, en apoyo de Bennett,
pertenecemos. '1"" en cierto sentido podemos en efecto comprender en sus propios términos
lo que un filósofo dice antes de poner en relación su pensamiento con el nues-
Puede hallarse un ejemplo de un diálogo semejante con un muer- 11'0, pero que se trata de una forma mínima de comprensión comparable con
to «reeducado» en la obra de Strawson (1966) acerca de Kant. The i;, capacidad de intercambiar cortesías en una lengua distinta de la nuestra
Bounds ot Sense está inspirado en los mismos motivos que Indivi- '.í» ser capaz de traducir a ésta lo que se está diciendo. De manera semejante
,." posible aprender a demostrar los teoremas matemáticos de Euclides en
duals: la convicción de que la psicología atomista de Hume está I,,.íq,;o antes de aprender a traducirlos a la terminología especial de las ma-
completamente errada y es artificial, y que los intentos de reemplazar "'»,úticas contemporáneas. La traducción es necesaria si «comprenden> significa
la estructura «aristotélica» de las cosas, reconocida por el sentido ,ligo más que tomar parte en rituales cuyo sentido se nos escapa, y si traducir
común, por «hechos» o por «estímulos» (a la manera de Whitehead unn expresión equivale a ponerla en armonía con nuestras prácticas. (Véase la
»ola 3 más abajo.) Sólo puede llevarse a cabo con éxito una reconstrucción
y Quine) están totalmente desencaminados. Puesto que Kant coinci-
histórica si se tiene una idea de lo que uno mismo piensa acerca de las cues-
de con esta línea de pensamiento y gran parte de la «Analítica tras- I ioncs en discusión, aunque ello sólo sea que éstas sean falsos problemas. Los
cendental» está dedicada a la formulación de observaciones simila- ,,,1cntos de una reconstrucción histórica que no se vincule con los intereses del
les, es natural que alguien con los intereses de Strawson se proponga .uu or en este sentido (por ejemplo, la obra de Wolfson acerca de Espinoza ) no
'.<>11 tanto reconstrucciones históricas cuanto recopilaciones de material en bruto
mostrar a Kant que puede hacer esas observaciones sin decir otras
ir.ua tales reconstrucciones. Así, ante la afirmación de Ayers (pág. 61), de que
cosas, menos plausibles, que él dice. Estas últimas son cosas que el ",." lugar de sostener la terminología de Locke en contra de la de nuestras
progreso de la filosofía desde los días de Kant nos ha librado de la p'opias teorías, debiéramos intentar comprender sus propósitos poniendo en
tentación de afirmar. Strawson puede mostrar a Kant, por ejemplo, r.-Iución pensamiento y sensación tal como él lo hace», yo subrayaría que no
cómo prescindir de nociones como «en la mente» o «creado por la 1""lemos hacer mucho de esto último mientras no hayamos hecho bastante de
1" primero. Si uno no cree que existen facultades mentales tales como «pensa-
mente)}, nociones de las cuales Wittgenstein y Ryle nos han liberado. "' icnto. y «sensación» (como es el caso de muchos de nosotros, filósofos de la
El diálogo de Strawson con Kant es como el que uno puede mantener mcrrte posteriores a Wittgenstein), uno deberá dedicar cierto tiempo a imagi-
con alguien que está brillante y originalmente en lo cierto acerca de "'II'Se los equivalentes aceptables de los términos de Locke antes de seguir
algo que es muy querido para uno, pero que de manera exasperante l.-vcndo para ver cómo los emplea: lo mismo que los ateos hacemos al leer
obras de teología moral. En general creo que Ayers se excede en la oposición
mezcla ese tema con gran cantidad de tonterías obsoletas. Otros «utr'e «nuestros términos» y «sus términos» al decir que es posible hacer pri-
ejemplos de tales diálogos son los de Ayer (1936) y Bennett (1971) "'lTO una reconstrucción histórica y dejar la reconstrucción racional para des-
con los empiristas ingleses acerca del fenomenalismo, diálogos en pués. Ambos géneros no,P:ueden ser tan independientes, porque no podremos
';;¡ her mucho acerca de lo que un filósofo muerto ha dicho antes de figurarnos
los que se intenta extraer la esencia pura del fenomenalismo sepa-
qllé sabía de cierto. Estos dos temas deben ser vistos como dos momentos
rándola de cuestiones referentes a la fisiología de la percepción y ele un movimiento continuo en torno del círculo hermenéutico, un círculo en el
a la existencia de Dios (temas acerca de los cuales estamos ahora me- «ual es necesario girar muchas veces antes de emprender cualquiera de los dos
jor informados y podemos por tanto advertir su irrelevancia). Se cum- tipos de reconstrucción.
LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA !iISTORIOGRAFÍA DE LA FILOSOFíA 75
74

ese carácter, son ip.objetables. Los únicos problemas que suscitan muertos como alternando entre la reconstrucción histórica, que de-
-son~'eí problema verbal de si debe considerarse que las reconstruc- pende de la obediencia a la regla de Skinner, y la reconstrucción ra-
ciones racionales «aclaran lo que los filósofos muertos realmente han cional, que depende de que se la ignora, no habrá necesariamente
dicho», y el problema, asimismo verbal, de si quienes llevan a cabo las un conflicto entre ambas. Cuando respetemos la regla de Skinner, da-
reconstrucciones racionales están «realmente» haciendo historia. Nada remos del pensador muerto una explicación «en sus propios térrni-
depende de la respuesta a una u otra de estas preguntas. Es natu- IIOS»,haciendo caso omiso del hecho de que pensaríamos mal de
ral describir a Colón como el descubridor de América y no de Catay, quien aún hoy emplease esos términos. Cuando ignoramos la regla
no sabiendo que lo hacía. Casi tan natural como eso es caracterizar de Skinner, damos una explicación en nuestros propios términos,
a Aristóteles como quien, ignorándolo, describía los efectos de la haciendo caso omiso del hecho de que el pensador muerto, dados los
gravedad más bien que el movimiento natural hacia abajo. Es algo hábitos lingüístícos en los que vivió, rechazaría esos términos como
apenas más forzado -pero con ello sólo se da un paso más adelante extraños a sus intereses y a sus intenciones. Empero, el contraste
en la misma línea- describir aPlatón como quien inconscientemente entre esas dos tareas no debe ser entendido como el que existe entre
creía que todas las palabras eran nombres (o cualquier otra premi- la tarea de descubrir lo que el pensador del pasado pensó y la de des-
sa que los comentadores modernos de orientación semántica halle~ a cubrir si lo que dijo era verdad. Descubrir lo que una persona dice
mano al reconstruir sus argumentos). Es muy claro que en el sentido equivale a descubrir de qué manera su expresión se acomoda a sus
que Skinner da a «decir» Platón no dijo nada semejante. Cuando pautas generales de conducta lingüística y de otro orden; esto es,
en forma ana crónica decimos que «realmente» sostuvo tales doc- equivale más o menos a descubrir lo que habría dicho al responder
trinas, queremos dar a entender que, en una discusión imaginaria ;¡ preguntas acerca de lo que dijo anteriormente. ASÍ, «lo que dice»
con filósofos de la actualidad acerca de si él habría sostenido alguna varía según quién formule esas preguntas. Dicho en términos más
otra concepción, se vería llevado a una premisa que nunca formuló I';cnerales: <do dicho» varía según la amplitud de la gama de con-
y que se refiere a un tema que nunca consideró: una premisa que ductas reales o posibles que uno tiene en cuenta. Suele decirse,
acaso debe serle sugerida por un benévolo representante de las re- ('011 mucha razonabilidad, que uno descubre lo que dijo atendiendo a
construcciones racionales. 1,) uno, después agrega, cuando se escucha reaccionar a las consecuen-
Las reconstrucciones históricas de lo que pensadores muertos cias de su expresión original. Es perfectamente razonable describir
«no reeducados» habrían dicho a sus contemporáneos -reconstruc- ;) Locke descubriendo lo que él realmente decía, lo que realmente
ciones que se atienen a la regla de Skinner- son, idealmente, recons- ('staba estableciendo en el Segundo Tratado, sólo después de haber
trucciones con las que todos los historiadores pueden estar de acuer- «onversado en el cielo sucesivamente con Jefferson, Marx y Rawls.
do. Si la cuestión es la de lo que Locke probablemente habría dicho También es perfectamente razonable hacer a un lado la cuestión de
a un Hobbes que hubiese vivido y conservado sus facultades algunas lo que un Locke ideal e inmortal habría decidido que decía. Hace-
décadas más, no hay razón por la que los historiadores no lleguen a 1I10Sesto último si estamos interesados en las diferencias entre lo que
un acuerdo, acuerdo que podría ser confirmado por el descubrimie~to era ser pensador político en la Inglaterra de Locke y en nuestra
de un manuscrito de Locke en el que éste imaginase una conversación cultura del siglo XX de este lado del Atlántico.
entre él y Hobbes. Las reconstrucciones racionales, por otra parte, Podemos, por cierto, limitar el término «significado» a lo que nos
no tienden a coincidir, y no hay motivo por el que debiesen hacerla. proponemos hallar en la segunda empresa, esto es, en la skinneriana,
Una persona que piensa que la cuestión de si todas las palabra~ son ('11lugar de emplearlo en forma tal que permita que un texto tenga
nombres, o cualquier otra tesis semántica, es una de las cuestiones I;111tos significados cuantos contextos dialéctícos haya en los que
decisivas para su propia concepción acerca de muchos otros temas, pueda ser situado. Si deseamos limitarlo de ese modo, podemos adop-
mantendrá con Platón un diálogo imaginario muy distinto del que lar la distinción entre «significado» (meaning) y «significación» (sig-
sostendría una persona que piensa que la filosofía del lenguaje es uiiicance ) establecida por E. D. Hirsch, y restringir el primer término
:1 lo que está de acuerdo con las intenciones del autor en la época de
una moda pasajera, irrelevante para las verdaderas discrepancias que
separan a Platón de sus grandes antagonistas modernos (Whitehe~d, la composición del texto, y emplear «significación» para el caso en
Heidegger o Popper, por ejemplo). El partidario de Frege, el de Krip- el que se lo inserta en algún otro contexto.s Pero nada depende de
ke, el de Popper, el de Whitehead y el de Heidegger desean, ca~a
uno de ellos, «reeducar» a Platón de una manera en cada caso dIS- 2. A propósito de esta distinción, véase Hirsch (1976: 2 y sigs.). Debo decir
tinta antes de empezar a discutir con él. no estoy de acuerdo con la afirmación de Hirsch, semejante a la de Ayers,
'lile
Si nos representamos la discusión entre los grandes filósofos de que no podemos descubrir la significación sin haber descubierto antes el
76 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA JlISTORIOGRAFÍA DE LA FILOSOFÍA 77

eso, salvo que optemos por insistir en que la tarea del «historiador» hecho, carente de interés, de que algunos de esos distintos contex-
es la de descubrir el «significado» y (en el caso de los textos filosó- tos representan las diferentes opiniones de miembros de la misma
ficos) la del «filósofo» indagar la «significación» y eventualmente la profesión. Por eso, acerca de cuántas verdades pueden descubrirse
verdad. Lo que importa es aclarar que la captación del significado de e~ los. escritos de Aristóteles, hallamos mayor desacuerdo entre los
una afirmación depende de que se sitúe a ésta en un contexto, y no hlstonado~~s de la filos~fía que entre los historiadores de la biología.
es cuestión de escarbar en la cabeza de quien la formula para sacar La resolución de esas discrepancias es una cuestión más "filosófica»
una pepita de sentido. Que privilegiemos el contexto constituido por que "histórica». Si entre los historiadores de la biología se arribara
lo que el que la formuló pensaba al respecto en la época en que lo a un desacuerdo semejante, su resolución sería un tema "biológico»
hizo, depende de lo que nos propongamos alcanzar pensando acerca antes que «histórico».
de la afirmación. Si lo que nos proponemos es, como dice Skinner,
«consciencia», entonces debemos evitar el anacronismo tanto cuanto
sea posible. Si nos proponemos una autojustificación por medio de II. La Geistesgeschichte como formación del canon
un diálogo con los pensadores muertos acerca de nuestros proble-
mas actuales, entonces somos libres de entregarnos a ello tanto cuan- Hasta ahora he sugerido que la historia de la filosofía difiere de
to queramos mientras nos demos cuenta de que estamos procedien- la historia de una ciencia natural sólo incidentalmente. En ambas
do así. encontramos un contraste entre explicaciones contextualistas que cie-
¿Y qué, pues, en cuanto a establecer si lo que el pensador muerto rran el paso a desarrollos ulteriores, y explicaciones "progresistas»
dice es verdad? Así como la determinación del significado es cues- que recu!"ren a nuestro mejor conocimiento. La única diferencia que
tión de colocar una afirmación en el contexto de una conducta real he mencionado es la de que, como la filosofía es una disciplina más
o posible, de igual modo, la determinación de la verdad es cuestión polémica que la biología, las reconstrucciones anacrónicas de los
de colocada en el contexto de las afirmaciones que nosotros mismos g:~des filósofos del pasado son más variadas que las de los grandes
estaríamos dispuestos a formular. Puesto que lo que consideremos biólogos del pasado. Pero hasta ahora he omitido en mi discusión
pauta inteligible de conducta está en función de lo que creemos que d problema de cómo distinguir a quien cuenta corno un gran filósofo
es verdad, no es posible establecer la verdad y el significado como del pasado, en tanto opuesto a un gran hombre del pasado que no
cosas independientes la una de la otra.' Habrá tantas reconstruc- I(~sea: He pasad? po:, alto, pues, el problema de cómo distinguir la
ciones racionales que pretendan descubrir verdades significativas, historia de la [ilosofia de la historia del «pensamiento» o de la
o fecundas e importantes falsedades, en las obras de los grandes «cultura». En la historia de la biología no se suscitan problemas de
filósofos muertos, cuantos contextos significativamente distintos haya, este último tipo porque la historia de la biología es coextensiva con
en los cuales puedan insertarse esas obras. Para repetir mi observa- la historia de los escritos acerca de plantas y animales. El problema
ción inicial: la aparente diferencia que existe entre la historia de la surge sólo en la historia de la química, pero de manera relativa-
ciencia y la historia de la filosofía es poco más que un reflejo del mente trivial, porque nadie se preocupa demasiado de si llamamos
a Paracelso «químico», «alquimista» o ambas cosas. Cuestiones como
I:t de si Plinio era biólogo en el mismo sentido en que lo era Mendel
significado, y ello por las mismas razones, de inspiración davidsoniana, por las 1) si el De generatione et corruptione de Aristóteles debe considerarse
que me he manifestado en desacuerdo con Ayers en la nota precedente,
3, En los artículos de Donald Davidson reunidos en su lnquiries Into lnter-
una obra de química, no inspiran profundas pasiones. Ello se debe
pretation and Truth, que aparecerá próximamente, se hallarán razones en favor a que en esas áreas claramente podemos narrar la historia de un
de la afirmación que he consignado en las notas precedentes, de acuerdo con progreso. No tiene mayor importancia en qué momento se inicia esa
la cual no podemos descubrir lo que alguien dice sin descubrir antes en qué II,istoria, esto es, en qué momento vemos que de un caos de especula-
sentido sus prácticas, tanto lingüísticas como de otro carácter, se asemejan a ción surge una «disciplina».
las nuestras y difieren de ellas, ni podemos hacerla tampoco al margen de la
generosa suposición de que la mayoría de sus c~nviccio~es,s.on correctas, Tanto Ello es importante, en cambio, si pasamos a la historia de la filo-
la suposición de Ayers, de que las recon~trucclOnes histoncas pre~e~en natu- xofía. Ello se debe a que «historia de la filosofía» abarca un tercer
ralmente a las racionales como la de Hirsch, de que el descubrimiento del I","nero, aparte de los dos que he discutido hasta ahora. Al lado de
significado precede natura'tmente al descubrimiento de la signi~cación, de.scan- I;IS reconstrucciones históricas de carácter skinneriano, como la de
san, a mi modo de ver, en una teoría insuficienteme~te holística de la I~ter-
pretación, teoría que he defendido en otro lugar (por ejemplo, en «Pragrnatisrn, r ,(.)ckehecha por John Dunn o la de Sidgwick hecha por J. B. Schnee-
Davidson and truth», que aparecerá en un volumen de ensayos acerca de Da- wind, y al lado de las reconstrucciones racionales como la de los
vidson compilados por Ernest Lepore). cmpirisras ingleses escrita por Bennett o la de Kant, de Strawson,
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:11 78 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA HISTORIOGRAFÍA DE LA FILOSOFíA 79
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se hallan la~ grandes y vastas narraciones geistesgeschichtlich, género sideren que la filosofía es lo que ellos consideran que es-, antes
I cuyo paradigma es Hegel. En nuestro tiempo este género está repre- que el que den a los problemas filosóficos las soluciones particulares
sentado, entre otros, por Heidegger, Reichenbach, Foucault, Blumen- que ellos dan. Procuran otorgar plausibilidad a una determinada
berg y Mac.I,ntyre.4• Apunta a la autojustificacíón, lo mismo que la imagen de la filosofía, antes que otorgar plausibilidad a determinada
reconstrucción .raclOnal, pero en una escala diferente. Es típico de solución a un problema filosófico destacando cómo un gran filósofo
la~ reconstrucciones racionales que tiendan a decir que los grandes del pasado anticipó esa solución o, curiosamente, que no lo haya
filosofos muertos han tenido algunas ideas excelentes, pero que la- hecho.
mentablemente no eran correctas debido a «las limitaciones de su La existencia de esta tercera, geistesgeschichtlich, forma de his-
época». Regularmente se limitan a una sección relativamente pequeña toria de la filosofía es una razón complementaria de la diferencia que
de l.a obra del filósofo; por ejemplo, la relación entre apariencia y prima [acie se registra entre la historia de la ciencia y la historia de
r7alIda? en ~ant, o la modalidad en Leibniz, o las nociones de esen- la filosofía. Los historiadores de las ciencias no experimentan la
CIa, existencia y predicación en Aristóteles. Se las escribe a la luz menor necesidad de justificar que, como físicos, estemos interesados
de algunas obras filosóficas recientes de las que puede decirse razo- en las partículas elementales o, como biólogos, en el ADN. Si uno
nablemente que t~ata~ «acer~a de las mismas cuestiones» que el gran puede sintetizar esteroides, no necesita de una legitimación histórica.
filósofo ?Iuer~o discutía, Est.an destinadas a mostrar que la respues- Pero los filósofos sí necesitan justificar su interés por la semántica,
ta .que este dio a esas cuestiones, aunque plausibles y atractivas, re- por la percepción o por la unidad de sujeto y objeto o por el ensan-
qmeren. una re formulación o una depuración, o, acaso, una precisa chamiento de la libertad humana o por aquello en lo que esté de
refutaCIón. como la que recientemente otra obra de la especialidad ha hecho interesado el filósofo que nos esté narrando la enorme y vasta
hecho posible. En cambio, la Geistesgeschichte actúa en el nivel de historia. Las cuestiones a las que las historias geistesgeschichtlich
las problemáticas antes que en el de las soluciones de los problemas. de la filosofía están principalmente consagradas son la de cuáles
Dedica mayor parte del tiempo a preguntar: «¿Por qué la cuestión problemas son «los problemas de la filosofía», la de cuáles cuestiones
de ... fue una cuestión central para el pensamiento de este filósofo?», son las cuestiones filosóficas. En cambio, las historias de la biología
o: «¿Por qué alguien consideró seriamente el problema de ... ?», que o de la química pueden descartar esas cuestiones por ser sólo
a preguntarse en qué sentido la respuesta o la solución propuesta verbales. Pueden tomar simplemente los sectores generalmente no po-
por un gran filósofo del pasado concuerda con la de filósofos contem- lémicas de la disciplina en cuestión como aquello a lo cual la his-
poráneos. Es típico que exponga al filósofo en términos de toda su toria conduce. El terminus ad quem de la-historia-de-la-ciencia-como-
obra ~ntes que en los términos de sus argumentos más célebres historia-de-progreso, no está en disputa.
(por. ejemplo, a Kant como el autor de las tres Críticas, partidario He dicho anteriormente que una razón de la aparente diferencia
apasionado de la Revolución Francesa, precursor de la teología de existente entre la historia de la ciencia y la historia de la filosofía
Schleiermacher, etcétera, antes que a Kant como autor de la «Ana- derivaba del hecho de que los filósofos que discrepan, por ejemplo,
lítica trascendental»). Procura justificar que el historiador y sus acerca de la existencia de Dios son, no obstante, colegas profesiona-
amigos tengan el tipo de intereses filosóficos que tienen -que con- les. La segunda razón de la aparente diferencia estriba en que quie-
nes discrepan acerca de si la existencia de Dios es una cuestión
4. Piens~ en Heidegger (1973) y en el modo en que en sus obras posterio- importante, interesante o «real», son asimismo colegas profesionales.
res. c0!l~reto. esos esbozos. He discutido el libro de Reichenbach The Rise ot La disciplina académica llamada «filosofía» engloba no sólo respues-
SClent¡flC, Philosophy (la versión más amplia de la historia positivista de cómo tas distintas a las cuestiones filosóficas, sino también un total desa-
la filosofla, emergió g.radualmente del prejuicio y la confusión) en mi trabajo
d~ 1982(pags. 211 y sigs.). The Order oi Things, de Foucault, es discutido como cuerdo acerca de qué cuestiones son filosóficas. Desde este punto de
eJemp!o de Geistesgeschichte en la última sección del presente trabajo. Mis re- vista, las reconstrucciones racionales y las reinterpretaciones geistes-
ferencias a Blumenberg y a MacIntyre lo son respectivamente a sus obras The geschichtlich difieren sólo en grado: en el grado de desacuerdo con
Legitimacy of the Modern Age y a After Virtue. Al afirmar que ésas son obras los grandes filósofos muertos que son objeto de reconstrucción o de
de autojustificación no quiero dar a entender, por cierto, que justifiquen el
actual estado de cosas, sino más bien que justifican la actitud del autor res-
reinterpretación. Si uno está en desacuerdo con él principalmente en
pecto ese estado de cosas. Las melancólicas historias de Heidegger, Foucault y las soluciones de los problemas, antes que en cuáles son los proble-
McIntyre condenan las prácticas presentes pero justifican los pareceres que mas que requieren discusión, uno pensará que lo está reconstruyendo
s~~ autores adoptan respecto de esas prácticas y, con ello, justifican la selec- (como, por ejemplo, Ayer reconstruyó a Berkeley). Si uno piensa
cion que ellos hacen de lo que debe considerarse como una discusión filoso-
que está mostrando lo que no se debe pensar acerca de lo que él
fic~ apremiante. La misma función cumplen las historias optimistas de Hegel,
Reichenbach y Blumenberg. intentó pensar (como, por ejemplo, en la recusatoria interpretación
1,1 80 LA FILoSOFÍA EN LA HISTORIA LA HISTORIOGRAFÍA DE LA FILOSOFíA 81
I 1,
de las aves o de las variedades de la locura. Para los fines de la
que Ayer hace de Heidegger o en la recusatoria descripción que Hei-
"1 degger hace de Kierkegaard como «escritor religioso» antes que como reconstrucción racional y de la consiguiente discusión no es necesa-
«pensador»), entonces uno pensará que está explicando por qué no rio inquietarse por saber si un tema es «ineludible». Para la Geiste-
debiera considerárselo como un colega filósofo. Uno redefinirá «fi- sgeschichte, esto es, para la historia intelectual con moraleja, existe
losofía» en forma tal de leerlo a partir del canon. en cambio tal necesidad. Porque la moraleja por extraer es la de
La formación del canon no es un problema para la historia de la que hemos mantenido -o no hemos mantenido- el rumbo correcto al
ciencia. No hay necesidad de asociar la propia actividad científica plantear las cuestiones filosóficas que últimamente hemos planteado,
con la de algún gran científico muerto a fin de que parezca más digna y que el Geisteshistoriker está justificado al adoptar determinada pro-
de respeto, ni de desacreditar a algún predecesor presuntamente dis- blemática. Mientras que el que cultiva la reconstrucción racional sien-
tinguido presentándolo como pseudocientífico a fin de legitimar los te tan poco la necesidad de preguntarse si la filosofía anda en el
propios intereses. La formación de un canon es importante en la his- rumbo correcto, como el historiador de la ciencia la de preguntarse
toria de la filosofía porque «filosofía», además de sus empleos des- si la condición de la bioquímica contemporánea es buena.
criptivos, tiene un importante empleo honorífico. Empleada descrip- El empleo honorífico de «filosofía» es también irrelevante, en
tivamente, la expresión «cuestión filosófica» puede designar a una teoría para la reconstrucción histórica. Si la Geistesgeschichte lee a
cuestión comúnmente debatida por alguna «escuela» contemporánea, Locke o a Kierkegaard a partir del canon filosófico, los historiadores
o puede designar a una cuestión debatida por todas o por muchas contextualistas pueden continuar describiendo, imperturbables, cómo
de las figuras históricas habitualmente catalogadas como «filósofos». era ser Locke o Kierkegaard. Desde el punto de vista de la historia
Empleada honoríficamente, sin embargo, designa a cuestiones que contextualista no hay necesidad de enormes historias que abarquen
deben ser debatidas: que son tan generales y tan importantes que varios siglos para insertar en ellas una explicación de lo que sig-
debieran haber estado en la mente de los pensadores de todos los uiíicaba ocuparse de la política en la Inglaterra del siglo XVII o de
tiempos y de todos los lugares, ya sea que esos pensadores hayan la religión en la Dinamarca del siglo XIX. Para tales historiadores, la
procurado formularlas explícitamente o no.? «ucstíón de si las figuras que ellos escogen «realmente» eran un filó-
Este empleo honorífico de la expresión «cuestión filosófica» es, en sofo fundamental o un filósofo secundario, un político, un teólogo o
teoría, irrelevante para las reconstrucciones racionales. Un filósofo 1111 literato, es tan irrelevante como lo son las actividades taxonórni-
contemporáneo que se propone discutir con Descartes acerca del dua- ,'as de la Sociedad Ornitológica Americana para el naturalista de
lismo del alma y el cuerpo, o con Kant acerca de la distinción en- campo que toma notas acerca de la conducta de apareamiento de un
tre apariencia y realidad, o con Aristóteles acerca de la significación pájaro carpintero que aquella sociedad acaba de reclasificar a sus
y la referencia, no necesita afirmar -y habitualmente no afirma- l·spaldas. Uno podría, según la propia capacidad filosófica, compartir
que esos temas son ineludibles toda vez que un ser humano reflexio- 1;1 convicción anglosajona de que ningún progreso filosófico se pro-
na acerca de su condición y de su destino. Lo típico es que el que dujo en lo que va de Kant a Frege, y, como historiador, complacerse
lleva a cabo una reconstrucción racional se limite a decir que (le todos modos en revivir las preocupaciones de Schiller y Schelling.
ésos son temas que han hecho una interesante carrera, y que acerca Pero esa independencia teórica, común a las reconstrucciones his-
de ellos siguen escribiéndose obras interesantes, tal como un histo- ióricas y a las racionales, respecto de la formación de un canon,
riador de la ciencia podría decir lo mismo acerca de la taxonomía rnramente es llevada a la práctica. Los que cultivan la reconstruc-
ción racional en realidad no se molestan en reconstruir filósofos
5. La necesidad de un empleo honorífico de «filosofía», de un canon, y de menores y en discutir con ellos. Los que cultivan la reconstrucción
una autojustificación, me parece que explica lo que John Dunn llama <da mis-
teriosa tendencia, que se observa especialmente en la historia del pensamiento histórica desean reconstruir figuras que fueron «significativas» en el
político, a hacer que los textos consistan en la indicación de a qué propo- desarrollo de algo: si no de la filosofía, acaso del "pensamiento
siciones de qué obra importante remite el autor de qué proposición en qué otra vuropeo» o del «pensamiento moderno». En ambos géneros recons-
obra importante» (1980: 15). Esa tendencia es la nota característica de la ma- I ructivos se trabaja siempre buscando la obra más reciente referida
yoría de las Geistesgeschichte, y no me parece que sea misteriosa. Es la ten-
;¡ la formación del canon, y éste es el privilegio del Geisteshistoriker,
dencia a la que tanto los historiadores como los filósofos dan rienda suelta
cuando se quitan la toga y conversan acerca de lo que han encontrado de útil porque él es quien maneja expresiones como «filosofía» o «cuestión
en sus grandes libros favoritos. A mi modo de ver, lo bueno de la Geistesge- filosófica» en su sentido honorífico. Es él por tanto el que decide
schichte -lo que la hace indispensable- es que satisface necesidades que ni la cuáles son los temas (dignos de ser objeto del pensamiento, esto es,
historia no filosófica ni la filosofía no histórica pueden colmar. (En la última
sección del presente ensayo puede hallarse una discusión de la posibilidad de d que establece cuáles cuestiones son las que pertenecen a las «con-
que reprimamos esas necesidades.) vcncionescontingentes» de la actualidad y cuáles las que nos vinculan
82 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA H~STORIOGRAFíA DE LA FILOSOFÍA 83

con nuestros predecesores). Como persona que decide quién «descu- dejan escritos, éstos pasan a formar un canon, un catálogo de lec t.u-
bría» lo que realmente era importante y quién meramente se distraía ras que uno debe haber examinado cuidadosamente para justificar 10
con los epifenómenos de su época, desempeña el papel que en el que se es.
mundo antiguo desempeñaba el sabio. Una diferencia que separa Puedo resumir lo que he estado diciendo acerca del tercer géne:ro
a ese mundo del nuestro estriba en el hecho de que la elevada cultura de la historiografía de la filosofía, señalando que es el género que se
de los tiempos modernos ha llegado a tomar consciencia de que hace responsable de identificar qué escritores son «los grandes filós. o-
las cuestiones que los hombres pensaban que eran ineludibles, han ros del pasado». En ese papel se halla en una relación parasitaria
cambiado en el transcurso de los siglos. Hemos llegado a tomar con los otros dos géneros -las reconstrucciones históricas y 1as
consciencia -cosa que el mundo antiguo no logró- de que podemos reconstrucciones racionales, y también a diferencia de la historia de
no saber cuáles son las cuestiones realmente importantes. Tememos la ciencia, debe precaverse de incurrir en anacronismos, porque no
que acaso estemos trabajando aún con vocabularios filosóficos cuya puede encarar la cuestión de quién debe ser considerado como filósofo
relación con «los verdaderos» problemas sea la misma que, por ejem- como una cuestión ya resuelta por la práctica de quienes más tarde
plo, el vocabulario de Aristóteles guarda con «el verdadero» objeto íueron caracterizados así. No obstante, a diferencia de las recoras-
de la astrofísica. La percepción de que la elección del vocabulario es Irucciones históricas, no puede quedarse con el vocabulario empleado
por menos tan importante como las respuestas a las preguntas plan- por una figura del pasado. Debe «situar» ese vocabulario en una serie
teadas con un vocabulario determinado, ha hecho que el Geisteshis- (le vocabularios y estimar su importancia insertándolo en una narra-
toriker desplazase al filósofo (o, como en el caso de Hegel, Nietzsche «ión que sigue el hilo de los cambios de vocabulario. Se justifica a sí
y Heidegger, ha hecho que el término «filosofía» se emplee como misma, de manera similar a como lo hace la reconstrucción racional,
designación de cierta especie, particularmente abstracta y de juego pero la empuja el mismo anhelo de mayor consciencia que lleva a
libre, de la historia intelectual). los hombres a emprender reconstrucciones históricas. Pues la Geist ess-
Este último punto puede ser expresado de manera más simple ¡:t'schichte se propone mantenernos conscientes del hecho de que
diciendo que en la actualidad nadie está seguro de que el sentido .11'111 estamos en camino, y de que el dramático relato que nos ofrece
descriptivo de «cuestión filosófica» tenga mucho que ver con su lid de ser continuado por nuestros descendientes. Cuando es plena-
sentido honorífico. Nadie está demasiado seguro de si las cuestiones urente consciente, se pregunta si acaso todas las cuestiones discu. ti-
discutidas por los profesores de filosofía (de una escuela) contem- ,bs hasta ahora no han sido parte de «convenciones contingentes»
poráneos, «necesariamente» o meramente forman parte de nues- ti,· épocas pasadas. Insiste en el hecho de que aun cuando algunas de
tras «convenciones contingentes». Por otra parte, nadie está seguro "'las hayan sido necesarias e ineludibles, no sabemos con certeza
de si las cuestiones discutidas por todo o por la mayor parte del , uáles lo fueron.
canon de grandes filósofos muertos que nos ofrecen libros denomina-
dos Historia de la filosofía occidental -cuestiones como: los uni-
versales, el alma y el cuerpo, el libre arbitrio, apariencia y realidad, 1 11 . Doxografía
hecho y valor, etcétera- son cuestiones importantes. A veces, tanto
dentro como fuera de la filosofía, se escucha formular la sospecha Los tres géneros que he descrito hasta aquí apenas si están re la.
de que algunas de ellas, o todas, son «meramente filosóficas»: expre- 'l"llados con el primero que nos viene a mientes cuando se emplea
sión empleada con el mismo sentido peyorativo con que un químico 1.1 expresión «historia de la filosofía». Este género -el cuarto para
dice «alquímico», un marxista «superestructural» o un aristócrata 1111 -- es el más conocido y el más dudoso. Lo llamaré «doxografí.a».
«clase media». La consciencia que nos dan las reconstrucciones his- 1:1 cjernplifican libros que parten de Tales o de Descartes y van a
tóricas es la consciencia de que hombres que fueron nuestros pares 1'.11';11' a alguna figura más o menos contemporánea del autor, enurrie-
intelectuales y morales, no estaban interesados en cuestiones que nos 1.llldo lo que diversas figuras tradicionalmente llamadas «filósofos»
parecen inevitables y profundas. Como tales reconstrucciones históri- 011 ¡('ron acerca de problemas tradicionalmente llamados «filosóficos».
cas son una fuente de duda en cuanto a si la filosofía (en cualquiera de ¡,.; éste el género que provoca aburrimiento y desesperación. A él
sus sentidos descriptivos) es importante, es el Geisteshistoriker el ,tlllde Gilbert Ryle (1971: x) al señalar abruptamente, como una excu-
que asigna su lugar al filósofo, más bien que a la inversa. Y lo hace ' •• 1 de su propia aventurada reconstrucción racional de Platón y de
elaborando un elenco de personajes históricos, y un dramático rela- ,011'IS filósofos, que «Ia existencia de nuestras clásicas historias de la
to, que muestra en qué forma hemos llegado a plantearnos preguntas I¡¡"sofía» era «una calamidad, y no el mero riesgo de una calamidad».
que hoy creemos ineludibles y profundas. Cuando esos personajes '" '~;pecho que la mayoría de sus lectores estaban sinceramente de
I
84 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA HISTORIOGRAF1A DE LA FILOSOFÍA 85

acuerdo con él. Aun los más honestos, escrupulosos y exhaustivos li- r-eadaptar el canon de manera que se ajuste a los nuevos descubri-
bros titulados Historia de la filosofía --especialmente ésos, en reali- mientos.
dad- parecen descortezar a los pensadores que discuten. Es a esta La principal razón de esta reiterada tibieza es la idea de que «fi-
calamidad a lo que los defensores de la reconstrucción histórica losofía» es el nombre de una especie natural: el nombre de una:
responden insistiendo en la necesidad de estudiar el contexto en que disciplina que, en todos los tiempos y en todos los lugares, se ha
cada texto fue escrito, y al que los defensores de la reconstrucción propuesto ahondar en las mismas profundas y fundamentales cues-
racional responden insistiendo en que observamos a los grandes filó- t iones. Así, una vez que de alguna manera se ha identificado a al-
sofos del pasado a la luz «de las mejores obras que hoy se producen guien como un «gran filósofo» (por oposición al gran poeta, al gran
acerca de los problemas que ellos discutieron». Ambos son intentos científico, al gran teólogo, al gran teórico de la política, o lo que
de dar nueva vida a figuras a las que sin querer se ha momificado. luere), debe presentárselo como investigando aquellas cuestiones.s
La explicación de esta calamidad estriba, según pienso, en que la Puesto que cada nueva generación de filósofos pretende haber des-
mayor parte de los historiadores de la filosofía que intentan narrar cubierto cuáles son en realidad esas cuestiones profundas y funda-
«la historia de la filosofía desde los presocráticos hasta nuestros inentales, cada una tiene que imaginar la manera de ver al gran filóso-
días» saben de antemano cuáles han de ser los títulos de la mayoría fo como habiéndose ocupado con ellas. De ese modo obtenemos
de sus capítulos. En realidad, saben que sus editores no aceptarían nuevas doxografías animosas que, pocas generaciones más tarde, se
sus manuscritos si se omitiera buen número de los títulos esperados. muestran tan calamitosas como sus predecesoras.
Es típico que trabajen con un canon que tenía sentido en el marco Para desembarazarnos de esa idea de que la filosofía es una es-
de las nociones neokantianas del siglo XIX de <dos problemas centra- pecie natural hacen falta, por un lado, más y mejores reconstruc-
les de la filosofía», nociones que pocos lectores actuales toman en .iones históricas y, por otro, más Geistesgeschichte segura de sí.
serio. Ello ha dado lugar al desesperado intento de hacer que Leibniz Debemos darnos cuenta de que las cuestiones que las «contingentes
y Hegel, Mill y Nietzsche, Descartes y Carnap hablen acerca de temas convenciones» de la época presente nos hace ver como las cuestiones,
comunes, tengan el historiador o sus lectores algún interés por esos son cuestiones que pueden ser mejores que las que nuestros predece-
.temas o no. sores se plantearon, pero no necesitan ser las mismas. No son cues-
En el sentido en que emplearé aquí el término, la doxografía es Iiones con las que cualquier ser humano pensante necesariamente
:;l~ haya topado. Debemos vernos, no como respondiendo a los mis-
el intento de imponer una problemática a un canon elaborado al mar-
gen de esa problemática, o, inversarnente, de imponer un canon a una IIIOS estímulos a los que nuestros predecesores respondieron, sino
problemática establecida al margen de ese canon. Diógenes Laercio el.mo habiendo creado para nosotros mismos estímulos nuevos y más
dio mala fama a la doxografía al insistir en responder a la pregunta ¡nteresantes. Debiéramos justificarnos afirmando que formulamos me-
«¿Qué pensó X que era el bien?» para todo X incluido en un canon jores cuestiones, no afirmando que damos mejores respuestas a las
"cuestiones profundas y fundamentales» permanentes a las que nues-
previamente formulado. Los historiadores del siglo XIX le dieron una
Irus antepasados respondieron mal. Podemos pensar que las cues-
fama aun peor al insistir en responder a la pregunta: «¿Cuál pensó X
Iiones fundamentales de la filosofía son cuestiones que en realidad
que era la naturaleza del conocimiento?» para todo X incluido en
Iodos los hombres deben haberse formulado, o cuestiones que todos
un canon similar. Los filósofos analíticos están bien encaminados en
los hombres se habrían formulado de haber podido, pero no que las
el sentido de empeorar la situación al insistir en obtener una respues- vucstiones que todos los hombres se formularon efectivamente, lo
ta a la pregunta: «¿Cuál era la teoría del significado de X?», lo mismo xupíesen o no. Una cosa es decir que el gran filósofo del pasado
que los heideggerianos al insistir en obtener una respuesta a la pre- se habría visto llevado a sostener determinada concepción acerca de
gunta: «¿Qué pensó X que era el Ser?» Tales desmañados intentos de «icrto tema si hubiéramos tenido la posibilidad de hablar con él y po-
hacer, no obstante, que las nuevas doxografías se iniciaron habitual-
mente como intentos revisionistas, novedosos y decididos, de disipar
la somnolencia de la tradición doxográfica precedente, intentos inspi- Ó. En Jonathan Rée se halla mucha información acerca del desarrollo de
la idea de que existe un conjunto común ahistórico de cuestiones a las que
rados por la convicción de que finalmente se había descubierto la I"s filósofos han de responder. En su excelente ensayo «Philosophy and the
verdadera problemática de la filosofía. La dificultad de la doxografía hixt ory of the philosophy» Rée habla de la convicción de Renouvier de que «la
es, pues, que ella representa un intento tibio de contarnos una nueva tl.uuada historia de la filosofía era en realidad sólo la historia de individuos
'lile optan por diferentes posiciones filosóficas; las posiciones mismas se en-
historia del progreso intelectual describiendo todos los textos a la "lIentran siempre allí, eternamente disponibles e invariables» (Rée, 1978: 17).
luz de descubrimientos recientes. Es tibio porque le falta valentía para I:.sees el supuesto que orienta a lo que llamo doxografía.
86 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA ):IISTORIOGRAFÍA DE LA FILOSOFíA 87

nerlo en condiciones de ver cuáles son en realidad las cuestiones originado cierto desprecio por la biología primera como disciplina
fundamentales de la filosofía. Otra cosa es decir que sostuvo acerca autónoma.
de ese tema una concepción «implícita» que podemos extraer de lo Las analogías que he intentado establecer relacionan a la «biolo-
que escribió. A menudo lo que interesa en él es que jamás se le cruzó gía primera» con la «historia de la filosofía» y a la «biología segun-
por la mente que debía tener una concepción acerca de ese tema. da» con la «historia intelectual». Desconectada de la historia, más
Es precisamente la información de ese tipo la información de interés amplia, de los intelectuales, la historia de la filosofía cobra cierto
que obtenemos de las reconstrucciones históricas contextualistas. sentido si abarca sólo uno o dos siglos; si es, por ejemplo, una his-
Mi afirmación de que la filosofía no es una especie natural puede toria de los pasos que condujeron de Descartes a Kant. La historia
ser reformulada en relación con la noción corriente según la cual del desarrollo que lleva de la subjetividad cartesiana hasta la filosofía
la filosofía se ocupa con metaproblemas «rnetodológicos» o «concep- trascendental, elaborada por Hegel, o la historia, debida a Gilson,
tuales» desechados por las disciplinas especiales o, más generalmente, de la reductio ad absurdum de las teorías representacionalistas del
por otras áreas de la cultura. Tal afirmación es plausible si lo que conocimiento, son ejemplos de interesantes narraciones que pueden
con ella se da a entender es que en todas las épocas ha habido cues- ser elaboradas ignorando contextos más amplios. Esas son precisa-
tiones surgidas de la colisión entre las viejas ideas y las nuevas mente dos de las muchas formas aceptables e interesantes de regis-
(en las ciencias, en las artes, en la política, etc.), y que esas cues- trar similitudes y diferencias en un conjunto de figuras notorias e
tiones constituyen el ámbito de competencia de los intelectuales más impresionantes que abarcan alrededor de ciento setenta y cinco años
originales, diletante s e imaginativos del momento. Pero se torna ina- (Descartes, Hobbes, Malebranche, Locke, Condillac, Leibniz, Wolff,
ceptable si con ella se da a entender que esas cuestiones se refieren Berkeley, Hume y Kant, añadiendo o quitando algunos nombres a
siempre a los mismos temas, por ejemplo, la naturaleza del conoci- discreción del historiador de la filosofía). Pero si se intenta enlazar
miento, la realidad, la verdad, la significación o alguna otra abstrac- en Hegel mismo uno de los extremos de esa historia, o en Bacon y
ción lo suficientemente oscura para diluir las diferencias existentes Ramus el otro, entonces las cosas se tornan más bien tendenciosas.
entre las diversas épocas históricas. Puede parodiarse esa noción Cuando uno se propone poner en relación a Platón y Aristóteles, pare-
de filosofía imaginando que en los comienzos del estudio de los ani- ce haber tantas formas distintas de hacerlo -dependiendo ello del
males se hubiese establecido una distinción entre una «biología pri- diálogo platónico o del tratado aristotélico que uno considere «fun-
mera» y una «biología segunda», análoga a la distinción aristotélica damental s=-, que las historias alternativas comienzan a proliferar
entre una «filosofía primera» y una «física». De acuerdo con esa desenfrenadamente. Además, Platón y Aristóteles son tan enormes e
concepción, los animales más grandes, más notorios, más impresio- impresionantes, que describirlos mediante términos originariamente
nantes y paradigmáticos, serían objeto de una disciplina especial. Se elaborados para su empleo a propósito de hombres como Hobbes y
hubieran desarrollado así teorías acerca de los rasgos comunes a la Berkeley comienza a parecer un poco extraño. Después está el pro-
pitón, al oso, al león, al águila, al avestruz y a la ballena. Tales teo- blema de si debe tratarse a San Agustín o a Santo Tomás y a Occam
rías, formuladas con la ayuda de abstracciones adecuadamente oscu- como filósofos o como teólogos, para no mencionar los problemas
ras, serían bastante ingeniosas e interesantes. Pero se hubiera conti- provocados por Lao Tsé, Shankara y especímenes exóticos parecidos.
nuado descubriendo cosas que podían ajustarse al canon de «ani- Para empeorar las cosas, mientras los historiadores de la filosofía se
males primeros». La rata gigante de Sumatra, las mariposas gigantes preguntan cómo meter a toda esa gente bajo los antiguos rubros,
del Brasil, y (de manera más polémica) el unicornio, tendrían que malignos intelectuales continúan urdiendo nuevos compuestos inte-
haber sido tomados en consideración. Los criterios de adecuación lectuales y desafiando a los historiadores de la filosofía a que se nie-
de las teorías de la biología primera se hubieran vuelto menos claros ,~uen a llamarlos «filosofías». Cuando se ha tornado necesario idear
a medida que se fuese ampliando el canon. Entonces vendrían los una historia que conecte a todos los nombres mencionados, o a la
huesos del dínornis y del mamut. Las cosas se hubieran complicado mayoría de ellos, con G. E. Moore, Saul Kripke y Gilles Deleuze,
aún más. Eventualmente, los especialistas en biología segunda ha- los historiadores de la filosofía ya están casi dispuestos a renunciar.
brían tenido tanto éxito en la producción de nuevas formas de vida Debieran renunciar. Debiéramos dejar de intentar escribir libros
en tubos de ensayo, que se divertirían haciendo crecer sus gigantes- con el título de Historia de la filosofía que empiecen con Tales y con-
cas nuevas creaciones y exigiendo a los aturdidos especialistas en bio- cluyan, por ejemplo, con Wittgenstein. En tales libros se hallan a
logía primera que les hiciesen un lugar. El contemplar las contor- cada paso excusas desesperadamente artificiosas por no discutir, por
siones de los especialistas en biología primera cuando intentasen ejemplo, a Platino, Comte o Kierkegaard. Valerosamente intentan
idear teorías que admitiesen esos nuevos ítems canónicos habría encontrar algunas «preocupaciones» que se extienden a lo largo de
88 LAFILOSOFÍA
EN LAHISTORIA LA HISTORIOGRAFÍA
o DE LAFILOSOFÍA 89

los grandes filósofos incluidos. Pero continuamente se ven embara- equivale a decir que el desacuerdo es incompatible con esa perte-
zados por el ~echo de que aun las figuras más prominentes e insos- nencia. Por ejemplo, en los Estados Unidos la elección de la persona
layables no discuten algunos de esos temas, o por la existencia de por quien ha de votarse es «una cuestión de opinión», pero sabemos
e~?s prolongados lapsos est~riles en los que esta o aquella preocupa- que la prensa debe estar libre de censura oficial. Rusos bienpensan-
cI~n parece habe: desaparecido de la mente de todos. (Tienen que in- tes saben que tal censura es necesaria, pero ven como una cuestión
~Uletarse, por e}emplo, ~or la au~encia o la escasez de capítulos de opinión la de si ha de enviarse a los disidentes a campos de
titulados «La epistemología en el SIglo XVI»o «La filosofía moral en trabaja o a asilos. Esas dDS comunidades no aceptan como miembros
en el. sigl~ XII» o. «La lógica en el siglo XVIII».)No es llamativo que de ellas a aquellos que no afirman que sea conocimiento lo que [[P;-
los hlstonadores. Inte~ectuale~ ge~stesgeschichtlich -los que escribie- neralmente es considerado como tal. De manera análoga, decir que la
ron las vastas historias autojustificatortas-c- a menudo desdeñen la existencia de las esencias reales o la de Dios es, en los Institutos de
doxografía del tipo que es común a Windelband y Russell. Ni lo es lilosofía, una «cuestión de opinión» es decir que personas que disien-
~ampoco el hecho de que los filósofos analíticos y los heideggerianos ren en ese punto pueden no obstante obtener subvenciones o empleos
mtenten -cada uno. de l?s dos grupos ,a su manera- descubrir algo en las mismas instituciones, otorgar títulos a los mismos estudian-
nuevo para que la historia de la filosofía exista. El intento de desna- les, etcétera. En cambio, las que sustentan las ideas de Ptolomeo acer-
tar la historia intelectual escribiendo una historia «de la filosofía» ca de los planetas o las de William J ennings Bryan acerca del origen
está t.an.condenad~ de antemano como el intento de mis imaginarios de las especies, son excluidos de todo Instituto de astronomía y de
espe~Iahstas en «biología primera» de desnatar el reino animal. Am- hiología que se precie, porque la pertenencia a ellos requiere que
bos Intentos suponen que determinados componentes elementales de lino sepa que esas opiniones son falsas. De esa manera, alguien puede
una materia heteróclita que se agita en el fondo naturalmente han legitimar el empleo que hace de la expresión «conocimiento filosófico»
de emerger a la superficie. «on sólo remitir a una comunidad de filósofos consciente de sí, la ad-
~a a~terio~ imagen del desnatamiento supone un contraste entre misión a la cual exija un acuerdo acerca de ciertos puntos (por ejem-
la historia, mas pura y elevada, de una cosa llamada «filosofía» -la plo, que existen, o que no existen, esencias reales, o derechos huma-
húsqueda de un conocimiento acerca de temas permanentes y peren- IIOS inalienables, o Dios). Dentro de esa comunidad habrá acuerdo
~es por parte de hombres especializados en tal cosa- y la «historia .icerca de premisas conocidas, y búsqueda de más conocimiento, exac-
l1~~electuah>como crónica de extravagantes tergiversaciones de opi- I a mente en el sentido en que hallamos tales premisas y tal búsqueda
mon entre hombres que eran, en el mejor de los casos literatos ac- ('n los Institutos de biología y de astronomía.
tivistas políticos o clérigos. Cuando se ponen en tela 'de juicio' esa No obstante, la existencia de una comunidad así es completa-
imagen y el contraste implícito en ella, suele experimentarse como mente irrelevante para la cuestión de si algo la vincula con Aristóte-
un ag:a,:io la s~lgerencia de que la filosofía no es la búsqueda de un ks, Plotino, Descartes, Kant, Moore, Kripke o Deleuze. Tales cornu-
co~oclmlento, s~~o (como. s~elen decir los estudiantes de primer año) nidades serían libres de establecer sus propios antecesores íntelec-
«~o.louna cuestión de opmrones». O bien se expresa la misma ofensa t uales sin referirse a un canon, previamente fijado, de grandes filó-
diciendo que si eliminásemos el tradicional contraste, reduciríamos sofos del pasado. También podrían sustentar no tener absolutamente
la. filosofía a «retórica» (como opuesta a «Iógica») o «persuasión» ningún antecesor. Podrían sentirse en libertad de extraer del pasado
(co:n0 opuesta a «argumen.taci?n») o a alguna otra cosa baja y lite- los segmentos que a ellas les gusten y llamarlas «la historia de la
rar~a a.ntes que .ele,:ada y científica. Puesto que la imagen que la filo- lilosofía» sin remitirse a nada que alguien previamente haya deno-
sofía tiene de SI misma como disciplina profesional depende aún de urinado «filosofía», o también de ignorar enteramente el pasado.
su carácter ?uasi científico, la ~rítica dirigida al supuesto que se halla Ouien esté dispuesto a renunciar al intento de hallar intereses co-
tras la metafora del desnatamiento es considerada como un cuestio- ruunes que lo unan a la American Philosophical Association o a la
namiento dirigido a la filosofía misma como actividad profesional, Mind Associa tion o a la Deutsche Philosophische Gesellschaft (y uno
y no meramente a una rama de ella llamada «historia de la filosofía» u-ndría que estar un poco loco para no estar dispuesto a renunciar
Es posible mitigar la ofensa, y evitar, a la vez la metáfora del des~ ;] ese intento), es libre entonces de renunciar al intento de escribir
natamiento, adoptando una visión sociológica de la distinción entre IlIIa Historia de la filosofía con los acostumbrados títulos de capítu-
conocimiento, o saber, y opinión. De acuerdo con esa visión decir lo. Esa persona tiene la libertad de crear un nuevo canon en la me-
que algo es cuestión de opinión equivale a decir que el hecho de apar- dida en que respete el derecho de los otros para crear cánones alter-
tarse del ~onsenso habitu~l acerca de ese tema es compatible con la n.u ivos. Debiéramos saludar la aparición de hombres que, como
pertenencia a una comunidad relevante. Decir que es conocimiento Rcichenbach, desechan a Hegel. Debiéramos alentar a los que sienten
90 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA HISTORIOGRAFÍA DE LA FILOSOFÍA 91

la t~r;tación de deshacerse de Aristóteles como de un biólogo que se descripciones que, en su mayor parte, ponen entre paréntesis la cues-
metió en honduras o de Berkeley como de un obispo excéntrico, o de tión de qué actividades desarrollaban qué intelectuales. La historia
Frege ,c~mo de un lógico original con injustificadas pretensiones epis- intelectual puede pasar por alto ciertos problemas que hace falta
temológicas, o de Moore como de un encantador aficionado que nun- plantear para escribir la historia de una disciplina, a saber, problemas
ca entendió muy bien lo que hacían los profesionales. Debiéramos ur- como el de establecer quién es un científico, quién un poeta, quién un
girlos a que lo intenten, y ver qué tipo de historia pueden contarnos lilósofo, etcétera. Descripciones como las que tengo en mente pueden
cuand? se d~ja afuera a aquellas figuras y se incluyen otras menos aparecer en obras con títulos como «La vida intelectual en la Bolonia
conocidas. Solo con la ayuda de tales alteraciones experimentales del del siglo xv», pero también en algunos raros capítulos o apartados de
c~non puede eludirse la doxografía. Son precisamente tales altera- historias políticas, sociales, económicas o diplomáticas, y aun en
ciones las que hacen posible la Geistesgeschichte y desalientan la algunos raros capítulos o apartados de las historias de la filosofía
doxografía. (de cualquiera de los cuatro géneros distinguidos más arriba). Cuan-
do son leídos y ponderados por quien está interesado en determinado
xcgmento espacio temporal, tales obras, capítulos y apartados permi-
IV. Historia intelectual 1en percibir en qué consistía ser un intelectual en ese momento y en
('se lugar: qué libros se leían, cuáles eran las inquietudes, cuáles eran
Has~a ahora he distinguido cuatro géneros y he sugerido que pode- los vocabularios, las esperanzas, los amigos, los enemigos y las ca-
mos dejar que uno de ellos perezca. Los tres restantes son indispen- rreras posibles.
sables y no se excluyen entre sí, Las reconstrucciones racionales son Para percibir lo que era ser una persona joven e intelectualmente
necesarias pues colaboran a que los filósofos actuales pensemos nues- ("{Iriosaen determinado momento y en determinado lugar hace falta
tros problemas íntegramente. Las reconstrucciones históricas son ne- vonocer' mucha historia social, política y económica, y asimismo mu-
c~s~rias porque nos advierten que esos problemas son productos his- ('lla historia de la disciplina. Un libro como Making of the English
tonco~, al demm~trar que no eran visibles para nuestros predecesores. Wurking Class (1963), de E. P. Thompson, nos dice mucho acerca de
La Geistesgeschichte es necesaria para legitimar nuestra convicción Lis posibilidades y los públicos a que tenían acceso Paine y Cobbett,
de que nos hallamos en mejor situación que esos predecesores debido v asimismo, acerca de los salarios y de las condiciones de vida de
a q.ue hemos llegado a reparar en esos problemas. Todo libro de his- I.,~ mineros y de los tejedores, y acerca de las tácticas de los políti-
toria de la filosofía consistirá, por supuesto, en una mezcla de esos 'os, Un libro como Moral Philosophy at Seventeent-Century Har-
tres géneros. Pero por 10 común predominará a uno u otro motivo, ya v.ud (1981), de Norman Fiering, nos dice mucho acerca del tipo de
que hay tres tareas distintas por llevar a cabo. La distinción de esas uuclcctual que uno podía ser en Harvard durante ese período. El
tres .t,areas es impo~tante y no debe eliminársela. Es precisamente la IrI11'0 de Fiering abunda en secciones referentes a las biografías de
tensión entre el ammoso «progresismo» de los partidarios de las re- I.xtores de Harvard y de gobernadores de Massachusetts, lo cual per-
construcci?nes racionales y la reflexiva e irónica empatía de los II111 e percibir cómo han cambiado esas posibilidades. El de Thompson
contextuahstas -entre la necesidad de llevarse bien con la tarea u nIuve muchas secciones referentes a las biografías de Bentham y
emprendida y la necesidad de ver todo, incluso esa tarea, como ,1" Mclbourne que ponen de manifiesto cómo han cambiado otras po-
un~ convenc~ón contingente- lo que da lugar a la necesidad de una ',rI.ilidades, La totalidad de esos libros y de esas secciones se reúnen
Gels~esgeschlchte, de la auto justificación que este tercer género pro- ,'111:1mente de quien los lee en forma tal que puede percibir las dife-
porciona. No obstante, cada una de tales justificaciones provoca la I"ll!'ias entre las opciones que se le presentan a un intelectual en dife-
even.tual aparición de una nueva serie de complacientes doxografías, "'llles épocas y lugares.
el disgusto por las cuales inspirará nuevas reconstrucciones racio- Bajo el lema «historia intelectual» yo incluiría libros acerca de
nale~ bajo la égida de nuevas problemáticas filosóficas que habrán 1, "I,.s aquellos hombres que ejercieron una extraordinaria influencia
s~rgIdo entre tanto. Estos tres géneros constituyen por tanto un lindo v 110forman parte del canon de los grandes filósofos del pasado, si
ejemplo de la clásica tríada dialéctica hegeliana. 1""11suele llamárselos «filósofos», ya sea porque ocuparon cátedras
Quisiera emplear la expresión «historia intelectual» para designar d,' lilosofía, o simplemente a falta de mejor idea: hombres como Duns
un género mucho más rico y difuso: un género que cae fuera de esa 1:',,010, Bruno, Ramus, Mersenne, Wolff, Diderot, Cousin, Schopen-
tríada. En mi opinión, la historia intelectual consiste en descripcio- II.III(T,Hamilton, McCosh, Bergson y Austin. La discusión de estas
nes de aquello en lo que los intelectuales estaban empeñados en una "III',III'<lS
menores» se une a menudo a una prolija descripción de or-
época determinada, y de su interacción con el resto de la sociedad , '¡"II:llllientos institucionales y de modelos disciplinarios, porque parte
LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
LA HISTORIOGRAFÍA DE LA FILOSOFÍA 93
92
. ,. 11 lantean es la explicación de :por fos», y eventualmente esas rectificaciones originan nuevos cánones de
del problema históríco que e as ~ filé ofos o que son cuasi filoso- grandes filósofos del pasado. Lo mismo que la historia de cualquier
qué esos filósofos que r:o son gr~~ eS oScon tanta mayor seriedad otra cosa, la historia de la filosofía es escrita por los vencedores. Los
d
fos, debieran haber sido consi era r~~des de su época. Después es- vencedores logran elegir a sus antepasados -en el sentido de que
que los filósofos comprobadameJ?-te t g la influencia de hombres que deciden cuáles de sus demasiado numerosos antepasados mencio-
tán los libros acerca del pensaml~<~l~!ofOS)},pero que son al menos nar-, escriben sus biografías y las transmiten a sus descendientes.
habitualmente no son 11a~ados h bres que en realidad, hicieron En la medida en que el término «filosofía» tenga un empleo ho-
casos limítrofes de la especie. Son om que los filósofos hacen: pro- norífico, importará qué figuras son consideradas como «filósofos».
los trabajos que vulgarmente se supone nuevos léxicos para la refle- Así, si las cosas marchan bien, podemos esperar continuas revisiones
.al proporcIOnar . .
mover la re form~ SOCl, d las disciplinas científicas Y hter~nas <Id canon filosófico con el fin de armonizarlo con las necesidades pre-
xión moral, desviar el curso e . m lo a Paracelso, Montmgne, sentes de la cultura superior. Si marchan mal, cabe esperar la obsti-
hacia nuevos canale~. Incluyen, ¿of ~J; P Aíejandro von Humboldt, liada perpetuación de un canon que parecerá más arcaico y ficticio a
en
Grocio, Bayle, Lessing, Pame, °A l~e,Weber Freud Franz Boas, medida que pasan las décadas. En la imagen que de ella me he pro-
Emerson, T. H. Huxley, Mathew r~o S' Kuhn ~ara n¿ mencionar a puesto presentar, la historia intelectual es el material en bruto de la
Walter Lippman, D. H. Lawrence Y t' ~onocicÍos (por ejemplo, los historiograña de la filosofía o, para variar de metáfora, el suelo a
todos aquellos nombres escasamen e de los fundamentos filosóficos
autores de influyentes tratados acerca n en las notas al pie de página
"a rtir del cual pueden crecer las historias de la filosofía. La tríada
hcgeliana que he esbozado se torna posible sólo una vez que, teniendo
de la Polizeiwissensehaft) que apar~ce prender qué era ser un "11cuenta tanto las necesidades contemporáneas como las obras re-
de los libros de Fouc~ult. Si. ulno ~sea~~rr;,ensador político en los , i.-ntes de los historiadores intelectuales revisionistas, hemos formu-
erudito en la Alemar:la del sig o xv ,.0 tífi o en la Francia de fines hdo un canon filosófico. Por otra parte, la doxografía, como género
Estados Unidos del slgl? X.VIII, o ~n ~:~:te~ra de comienzos del si- '11 le pretende hallar una vena continua de mineral filosófico que corre
del siglo XIX o un penodlsta ef a · ensiones las tentaciones Y los I ravés de todos los segmentos espacio temporales descritos por la
glo XX -si uno desea conocer as. dis
d
uería formar parte de 1 u-. 1 uria intelectual, es relativamente independiente de los desarrollos
dilemas con que. se enfrenta?a U~sJov: ;~es [ugares-, son hombres ,1I111~des de la historia intelectual. Sus raíces se hallan en el pasado,
la cultura supenor de e~os tiemp Y S· uno sabe bastante acerca ,'11la olvidada combinación de necesidades culturales ya trascendidas
como ésos los que uno tiene q~e conocer ~n: historia y detallada his- v dc historia intelectual obsoleta que dio lugar al canon que ella
de muchos de ellos, uno pu~, e ~~r~~ro a, una historia en la cual vrucra.
toria acerca de la conversacIO~ men~ionados sólo de paso. Sin embargo, la utilidad de la historia intelectual no estriba sólo
Descartes, Hume, Kant y Heged so; 1 nivel del salto-de-cumbre-en- '11';11 papel de inspirar la reformulación de cánones (filosóficos o de
Una vez que descendemos es e e , de la historia inte- ,,11,¡ carácter). Ella es útil también porque desempeña, respecto de
. hi hi al áspero corazon
cumbre de la Gerstesgese re e d filósofos y los filósofos me- l.i Geistesgeschichte, el mismo papel dialéctico que la reconstrucción
lectual, las distinciones entre los gray r~ss y los casos fronterizos de 1II',Il'll'icadesempeña respecto de la reconstrucción racional. He se-
nores ~el pasado, e~~re ~~s ~~:e~:t~:a, política, religión, y .ciencias u.il.u lo que las reconstrucciones históricas nos traen a la memoria
«filosofía>, Y entre oso la,. tantes La cuestión de SI Weber 1", L 1.<; esas curiosas discusiones menores que inquietaron a lo filósofos
sociales, s~~ cada vez ~,en~s 1:r~~~d un ~rítico literario o un filóso- 01,' 1',I'an nombre, las que los distrajeron de los problemas «reales»
fue un socIOlogo o un oso o,fil ' fo Lippman un filósofo o un pe- \ "IHTsistentes» que nosotros, los modernos, hemos logrado poner
O
fo Freud un psicólogo o un dOS '. luir' a Francis Bacon como l r.r 10 una luz más clara. Al recordárnoslas, inducen un sano escepti-
, . ' 1 de si po emos mc .
riodista. así como a. R bert Fludd, son obviamente cuestIOn~s , ¡',IJI()acerca de si nuestros problemas no son tan etéreos y son tan
filósofo cuando exclUImos a ? d ue hayamos escrito nuestra his- 1,.dl·s, En forma análoga, Ong a propósito de Ramus, Yates a pro-
que se deben plantear despues e q, o no aparecerán interesan- I",',II() de Lull, Fiering a propósito de Mather, Wartofsky a propósito
. . 1 antes Apareceran, ' ,
ton a mtelectua, Y no . f onterizos con casos mas claros 01, ""IIcrbach, etcétera, nos recuerdan que los grandes filósofos del
.' e enlacen esoS casos r
tes filiaciones qu d s filiaciones rectificaremos nues- l'i1'..lllo a cuya reconstrucción dedicamos nuestro tiempo, tuvieron a
de «filosofía» Y sobre, la bas~ue:;:acasos paradigmáticos de filosofía 1111 1IIIdo menos influencia -ocuparon un lugar menos central en la
tra taxonomla. Ademas, los t les ñlíacíones Las nuevas ex- , ,,¡ Iv,-rsación de sus propias generaciones y en la de varias generacio-
" nuevos para a .
dan lugar a terml~os. . telectual interactúan con los desarro~los 11,', ';il',llientes- que muchísimos hombres en los que jamás hemos
posiciones de la historia .lfin de manera continua la lista de «filoso- l"IJ"lIdo. Ellos también nos hacen ver a los hombres que figuran en
contemporáneos para rectí car
94 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA LA HISTORIOGRAFíA DE LA FILOSOFÍA 95

nuestro canon usual como menos originales, menos característicos nuportante para los alumnos entender lo que nosotros, los filósofos
de lo que nos había parecido antes. Pasamos a verlos como espe- ,'()ntemporáneos, estamos haciendo. Es una honesta duda acerca de
címenes en los que se reitera un tipo extinguido, antes que como "í mismo como ésa la que da a los hombres el motivo y el valor de
cumbres de montañas. Así la historia intelectual hace que la Geis- escribir una Geistesgeschichte radicalmente innovadora tal como se
tesgeschichte se mantenga honesta, tal como las reconstrucciones la halla ejemplificada en The Order of Things, de Foucault, con su
históricas lo hacen con las reconstrucciones racionales. !;11110Sa referencia a «la figura que llamamos Hume».
La honestidad consiste aquí en tener presente la posibilidad de Los partidarios de Foucault pueden objetar mi caracterización de
que nuestra conversación autojustificatoria sea con criaturas de .-xc libro como Geistesgeschichte, pero es importante para mi argu-
nuestra propia fantasía antes que con personajes históricos, aun cuan- rucntación agruparla junto con las historias de Hegel y de Blumen-
do éstos sean personajes históricos idealmente reeducados. Tal posi- Iwrg, por ejemplo. A pesar de la insistencia de Foucault en la mate-
bilidad debe ser reconocida por aquellos que declaran escribir Geis- n;didad y en la contingencia, y de su consciente oposición al carácter
tesgeschichte, porque deben preocuparse por ver si los títulos de sus ¡:,'istlich y dialéctico de la historia de Hegel, hay muchas seme-
capítulos acaso no han sido demasiado influidos por los de las doxo- i.urzas entre esta historia y la suya. Ambas ayudan a responder a la
grafías. En particular, cuando un profesor de filosofía se propone pregunta que la doxografía evade: ¿en qué sentido estamos en mejor
emprender un proyecto autojustificatorio así, habitualmente lo hace '.i (Ilación y en qué sentido estamos en peor situación que este o aquel
sólo después de haber dado durante décadas cursos acerca de varios I/llIjunto de predecesores? Ambos nos asignan un lugar en una epo-
grandes filósofos del pasado: acerca de aquellos cuyos nombres apa- I"'-ya, en la epopeya de la Europa moderna, si bien en el caso de
recen en el programa de exámeries de sus estudiantes, un programa Ji,lllcault se trata de una epopeya que ningún Geschick preside. La
que él quizás ha heredado antes que compuesto. Es natural para .1(' Foucault, lo mismo que la de Hegel, es una historia con una mo-
él escribir Geistesgeschichte enhebrando unas con otras muchas de i.rlcja: es verdad que tanto Foucault como sus lectores hallan di-
sus anotaciones, esto es, saltando de una a otra de las viejas altas (1l'lIltades para formular esa moraleja, pero debemos recordar que
cumbres y pasando en silencio las llanuras filosóficas de, por ejem- 1,. mismo fue cierto a propósito de Hegel y de sus lectores. Foucault
plo, los siglos XIII Y xv. Cosas de este tipo han llevado a casos ex- .i.ocia <da figura que llamamos Hume. con lo que los médicos y la
tremos como el intento de Heidegger de escribir «la historia del Ser» I,,"ida hacían en esa época, tal como Hegel vincula a varios filósofos
comentando textos mencionados en los exámenes de doctorado en 11111 lo que hacían los sacerdotes y los tiranos de su época. La sub-
filosofía de las universidades alemanas a comienzos de este siglo. -uución de lo material en lo espiritual en Hegel cumple la misma fun-
Cuando ha pasado la impresión que deja el drama puesto en escena 1il.11que la explicación de la verdad en términos de poder en Foucault.
por Heidegger, uno puede empezar a hallar sospechoso ese Ser tan Aurbos intentan convencernos a nosotros, los intelectuales, de algo
estrechamente atado al programa. I "le urgen temen te necesitamos creer: que la cultura superior de un
Los seguidores de Heidegger modificaron el programa a fin de 1"'I'íodo determinado no es algo insustancial, sino, antes bien, ex-
hacer que todo condujese a Nietzsche y a Heidegger, tal como los 1"«xión de algo que siempre va a lo profundo.
seguidores de Russell cambiaron el suyo para hacer que todo con- l nsistoen este punto porque el ejemplo de Foucault, unido a la
dujese a Frege y a Russell. La Geistesgeschichte puede cambiar los ',II';pccha que he formulado acerca de la filosofía como especie na-
cánones de una manera que en la doxografía no se observa. Pero tal 1111'<1 l, Y acerca del modelo del desna tamien to para la relación entre
revisión parcial del canon pone de relieve que Nietzsche sólo puede l.. historia intelectual y la historia de la filosofía, podría conducir a
parecer tan importante a personas muy impresionadas por la ética 1.1sugerencia de que si la doxografía marcha, se lleva a la Geistesge-
kantiana, así como Frege sólo puede parecer tan importante a perso- .ihichte consigo. Muchos admiradores de Foucault están inclinados
nas impresionadas por la epistemología kantiana. Con todo, nos deja iI pensar que ya no necesitamos explicaciones acerca de cómo die
cavilando en la cuestión de cómo Kant llegó a ser primeramente tan t ,'¡'fel sehert einander. En realidad, uno podría sentir la tentación
importante. Propendemos a explicar a nuestros alumnos que su pen- dI' .ivanzar aún más y sugerir que «la historiografía de la filosofía»
samiento filosófico debe penetrar a Kant y no girar en torno de él. ¡", e-lla misma una noción que ha sobrevivido a su utilidad, porque,
Pero no es claro que demos a entender otra cosa aparte de que no 111l':cneral, el empleo honorífico de «filosofía» ha sobrevivido a la
han de entender nuestros propios libros si no han leído los de Kant. '.IIY;1.Si disponemos de esa especie de historia intelectual compleja,
Cuando nos apartamos del canon filosófico en la forma en que lo '!I.'lisa, cautelosa con los cánones (filosóficos) literarios, científicos
hace posible la lectura de las detalladas e intrincadas narraciones que 11111 ros), ¿no tenemos bastante? ¿Hay más necesidad de la historia
se hallan en la historia intelectual, podemos preguntarnos si es tan ¡ ¡,. una cosa especial llamada «filosofía» que de ejercer una disci-
96 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA HISTORIOGRAFÍA DE LA FILOSOFÍA 97

plina que ostenta ese mismo nombre? Si realmente creemos que no En esa suposición, lo que necesitamos es ver la historia de la
existe Dios ni las esencias reales ni sustituto alguno de esas cosas, Jilosofía como la historia de los hombres que han hecho intentos
si seguimos a Foucault y somos consecuentemente materialistas y espléndidos pero muy fallidos de formular las preguntas que noso-
norninalistas, ¿no querremos revolver las cosas al punto de que no tros debemos formular. Esos serán los candidatos para un canon,
haya forma de distinguir la nata de la leche, lo conceptual y filosófi- esto es, para una lista de los autores que uno debiera saber muy bien
co de lo empírico e histórico? 7 que debe leer antes de intentar imaginarse cuáles son las cuestiones
Como buen materialista y nominalista, obviamente simpatizo con lilosóficas en el sentido honorífico de «filosofía». Por supuesto, un
esa línea de pensamiento. Pero como aficionado a la Geistesgeschich- candidato determinado puede compartir los intereses de éste o de
te quisiera resistirme a ella. Soy enteramente partidario de desem- aquel grupo de filósofos contemporáneos, o no hacerla. Uno no estará
barazarse de cánones que se han vuelto meramente anticuados, pero en condiciones de saber si la falla es de él o del grupo en cuestión
no creo que podamos pasarla sin cánones. Ello se debe a que no po- hasta que uno haya leído a todos los otros candidatos y establecido
demos pasarla sin héroes. Necesitamos de las cimas de las montañas su propio canon, o relatado la propia Geistesgeschichte. Cuanto ma-
para elevar la mirada hacia ellas. Necesitamos contarnos a nosotros yor sea el carácter de historia intelectual de la historia que obten-
mismos detalladas historias acerca de los poderosos muertos para I~amos,y del tipo de aquellas en las que no inquieta qué cuestiones
hacer que nuestras esperanzas de sobrepasarlos se concreten. Nece- son filosóficas y quién debe ser considerado filósofo, tanto mejores
sitamos también la idea de que existe algo tal como «filosofía» en el serán nuestras posibílidades de disponer de una lista conveniente-
sentido honorífico del término, la idea de que hay -si tuviéramos mente amplia de candidatos para un canon. Cuanto más variados sean
el talento de plantearlas- ciertas cuestiones que todos los hombres los cánones que adoptemos -cuanto más rivalicen con las Geiste-
deben de haberse formulado siempre. No podemos renunciar a esa sgeschichten que tengamos a mano- tanto mayor será nuestra apti-
idea sin renunciar a la noción de que los intelectuales de las épocas i ud para reconstruir, primero racionalmente y después histórica-
anteriores de la historia europea forman una comunidad, una comu- mente, a los pensadores de interés. A medida que ese certamen se
nidad de la que es bueno ser miembro. Si hemos de persistir en vuelva más intenso, la tendencia a escribir doxografías será menos
esta imagen de nosotros mismos, tenemos que sostener conversacio- fuerte, y con ello tendremos de sobra. No es probable que el certa-
nes imaginarias con los muertos, y, asimismo, la convicción de que men concluya alguna vez, pero mientras persista no habremos per-
hemos visto más que ellos. Ello quiere decir que necesitamos de la dido ese sentido de comunidad que únicamente el diálogo apasionado
Geistesgeschichte, de conversaciones autojustificatorias. La alterna- hace posible,"
tiva es el intento que Foucault una vez anunció, pero al cual, espero,
ha renunciado: el intento de no tener rostro, de trascender la comu-
nidad de los intelectuales europeos fingiendo una anonimidad sin
contexto, como esos personajes de Beckett que han renunciado a la
auto justificación, al intercambio dialógico y a la esperanza. Si uno BIBUOGRAFIA
en efecto desea emprender ese intento, entonces, por supuesto, la
Geistesgeschichte -aun la variedad de una Geistesgeschichte mate-
rialista, nominalista, entzauberte, que estoy adjudicando a Foucault- i\ VER, A. l.: Language, Truth and Logic, Londres, Gollancz, 1936.
es una de las primeras cosas de las cuales uno debe deshacerse. He i\ Vlm.s,MICHAEL: «Analytical philosophy and the history of philosophy», en
escrito lo anterior en la suposición de que no queremos llevar a cabo Jonathan Rée, Michael Ayers y Adam Westoby, Philosophy and its
Past, Brighton, Hervester Press, 1978.
ese intento, sino que, por el contrario, queremos hacer que nues-
III':NNETT, JONATHAN: Locke, Berkeley, Hume: Central Themes, Oxford, Ox-
tro diálogo con los muertos sea más rico y pleno. í'ord University Press, 1971.
IlIINN, lo HN: Political Obligation in its Historical Context, Cambridge,
7. Una expresión de esa línea escéptica de pensamiento es la polémica de Cambridge University Press, 1980.
Jonathan Rée contra el papel de «la idea de la Historia de la Filosofía» al pre- IlliRING, NORMAN: Moral Philosophy at Seventeenth-Century Harvard:
sentar a «la filosofía como un sector autónomo y eterno de la producción inte- A Discipline in Transition, Chapel Hill, University of North Carolina
lectual» Y como poseyendo «una historia de sí misma que se interna en el pa- Press, 1981.
sado como un túnel a través de los siglos» (Rée, 1978: 32). Estoy enteramente
de acuerdo con Rée, pero pienso que es posible evitar ese mito, continuando los
tres géneros que he encomendado, simplemente por medio del uso consciente de R. Agradezco a David Hollinger por sus útiles observaciones acerca de la
«filosofía» como término honorífico antes que descriptivo. ".-¡mera versión de este trabajo, y al Center [or Advanced Study in the Beha-
vioral Sciences por proporcionarme las condiciones ideales para su redacción.
f -,

98 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA

HEIDEGGER, M.: «Sketches for a history of being», en The End 01 Philoso-


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RÉE JONATHAN: «Philoscphy and the history of phílosophy», en Jonathan
Rée, Michael Ayers y Adam Westoby, Philosophy and its Past, Brighton,
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THOMPSON,E. P.: The Making of the Englisñ Workmg Class, Baltlmore,
Penguin Books, 1963.
Difícilmente pueda discutirse que en la actualidad la abrumadora
mayoría de los filósofos se dedica, al menos en parte, al estudio de
la historia de su campo. En este aspecto el proceder de otras disci-
plinas es diferente, y en una época el proceder de los filósofos era
asimismo diferente. ¿Existen buenas razones para ese cambio? ¿Co-
nocemos esas razones? ¿Disponemos de una concepción bien fundada
y compartida por todos acerca de por qué y con qué objeto la mayoría
de los filósofos o la profesión en general estudiamos la historia de
la filosofía? No lo creo. He obtenido esta impresión a partir de mu-
chas conversaciones que he sostenido y a partir de mis lecturas, in-
cluyendo la lectura de lo que yo mismo he escrito.
Mi primera sospecha de que hay algo de dudoso en nuestra apa-
rente afinidad con la historia filosófica surgió al leer estudios filosófi-
cos enteramente correctos e interesantes en sí mismos, pero precedi-
dos por rápidas y vagas declaraciones -de un tipo muy conocido- en
el sentido de que esos estudios eran emprendidos desde una perspec-
tiva sistemática o teniendo presente una finalidad sistemática. La de
decir una cosa así es, al parecer, una actitud prestigiosa reciente-
mente adoptada por los filósofos, actitud que se torna cada vez más
1narcada a medida que los intereses de la profesión se vuelven más
históricos. Debemos preguntarnos hasta qué punto esa estrategia co-
11100 de reconciliar los estudios históricos con las tareas actuales es
convincente. Me parece que a veces puede alcanzarse esa reconci-
liación de mejor manera por medio de una simple indagación de
la historia tal como puedan sugerirla los contingentes intereses in-
di viduales y dejando que entonces la historia hable por sí misma.
En ocasiones aquella actitud delata una mala consciencia, advertida
,) inadvertida, que deriva de saber que las cuestiones urgentes que-
dan sin respuesta, deficiencia que es posible ocultar o, al menos, jus-
I ificar con éxito por medio de retorcidos desvíos hacia el pasado.
Con frecuencia aquella actitud meramente revela, por cierto, el buen
100 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA EL ESTUDIO DE LA HISTOR'1A DE LA FILOSOFÍA 101

sentido de un autor que ha advertido la profundidad del problema <l:ue aquí en Hegel ? o en la Aufbau der geschichtlichen Welt in den
trata y de ese modo se ve llevado a la conclusión de que lo mejor Geisteswissenscahften, de Dilthey [Dilthey, 1910] o, más reciente-
que puede hacer es volverse hacia sus grandes predecesores a fin mente, en Gadamer [Gadarner, 1960], cuya obra consideraremos más
de abordarlo. detalladamente en lo que sigue.) Por tanto, mi intento de poner en
Sea como fuese, advierto una discrepancia o un desequilibrio en- relación la historicidad de la filosofía primariamente con las ciencias
tre la impresionante cantidad de estudios históri~?s (a menu.do 7xce- naturales parecerá estar erróneamente orientado. Creo, no obstante,
lentes) por un lado, y el alcance de la comprension y de la Ju~t~fic~- que un enfoque más tradicional y atendible no acertará en la demos-
ción de tales estudios por otro. La importancia de ese desequ~hbno tración, a la que me propongo llegar, de que la filosofía es esencial-
no sería tan grande si no fuera por el hecho de que los filosofos mente de naturaleza histórica.'
estudian la historia a partir de una cierta consciencia de sus nece- En el desarrollo y en la defensa de esta inaceptable tesis avan-
sidades y de sus obligaciones profesionales. No ?bstante, esa ~ons- zaré dando distintos pasos: (1) discutiré la concepción de la his-
ciencia está lejos de ser clara y distinta: antes bien, ella constituye toria de la filosofía más ampliamente difundida y de más fácil acep-
por sí un problema filosófico. Dicho en pocas pala.b.ras, creo q~e es tación: la concepción que la presenta fundamentalmente como una
indispensable comprender, si no superar, el desequilibrio o la d~scre- «historia de los problemas». Espero demostrar su insuficiencia y,
panciaentre la práctica de la investigación y las autovaloraciones en particular, también su carácter fundamentalmente ahistórico.
teóricas. ., (II) Añadiré algunas observaciones referentes a la relación existente
En este trabajo, mi intento de hacer frente a esa ,últim~ cuestión entre la ciencia moderna y la filosofía que pueden aclarar los motivos
estará guiado por la idea de que al menos una razor: de lmport~n- por los que se vincula a la historia de la filosofía con disciplinas
cia si no la más importante, del hecho de que los filosofos estudien distintas de las ciencias naturales. (III) A continuación discutiré
la historia de la filosofía estriba en que las ciencias naturales y la una versión, reciente y de peso, de la afinidad entre la filosofía en-
tecnología basada en las ciencias naturales P?seen una i~~eductible tendida históricamente y las Geisteswissenschajten: la filosofía her-
dimensión histórica. Esto no equivale a la trivial observación de que menéutica de Hans-Georg Gadamer, e intentaré señalar las limitacio-
la ciencia y la tecnología no emergen repentinamente como Palas nes de esa concepción. (IV) Me vuelvo entonces a la cuestión de' si
Atenea de la cabeza de Zeus. La cuestión es, más bien, que no se la.s las ciencias naturales y la tecnología no son también ellas intrínseca-
puede comprender adecuadamente si no se las ve como aconteci- mente históricas, concepción que espero poder presentar como plau-
mientos históricos únicos. sible. (V) En la última sección extraeré algunas conclusiones que ha-
A primera vista puede parecer enteramente inaceptable s,:po~er blan en favor de la historicidad de la filosofía misma, y pondré en
que la filosofía recibe su irreductible hist.oricidad .de las ciencias relación esta tesis con las figuras y con los temas fundamentales de
naturales. Pues estas disciplinas se caracterízan precisamente por s~ la filosofía alemana de este siglo.
capacidad de desarrollarse exitosamente sin preocuparse por su on-
gen o por su historia. Se las estima justamente porque sus re u,lta-
dos remiten firmemente a los hechos naturales, los cuales se sitúan
7
más allá de la historia. Por ello podría parecer que si la filosofía pue- 1
de vincularse con esas disciplinas, o en la medida en que ello. sea
posible, deberá ser capaz de superar las contingencias de la histo-
ria de la razón y de alcanzar finalmente una verdad firme. (Uno La idea de escribir historias de problemas filosóficos (o «historias
piensa aquí en Kant como uno de los filósofos que. se propuso re- problemáticas» de la filosofía) se desarrolló poco a poco en el curso
formar la filosofía de acuerdo con el modelo de la ciencia natural a de la elaboración de las más complicadas historias de los sistemas
fin de «colocar a la metafísica en el camino seguro de la ciencia-.) 1
2. Una concisa fórmula dice: «La filosofía [es] su tiempo aprehendido en
Inversamente, cabría esperar que sólo en la medida en ~ue. s~ la el pensamiento», Hegel, 1920, Vorrede, Bubner, 1982, presenta un iluminador
disocia de la ciencia natural y se la vincula con otras disciplinas análisis de la conexión entre la filosofía y las ciencias sociales establecidas por
académicas o con el conjunto de la vida social o cultural, la filosofía Hegel, en el que se pone especial énfasis en esa sentencia hegeliana.
se vuelve esencial e irreductiblemente histórica. (Podemos pensar 3. Doy por sentado que (casi) todos admitirán que en ocasiones hay razones
prácticas para estudiar el material histórico a fin de lograr una comprensión
filosófica transhistórica. El objetivo del presente trabajo es mostrar que esa
posición es demasiado débil: no hace justicia con nuestros compromisos his-
1. Kant, 1781y 1787, B XXIII-XXIV. tóricos reales ni revela el alcance y la importancia de nuestras tareas históricas.
102 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFíA 103

filosóficos. Fue formulada por Windelband y difundida más tarde requisito previo para reconocer la existencia de una y la misma dis-
por Nicolai Hartmann en Alemania.' En la actualidad ejerce un pre- ciplina que se desarrolla continuada mente a lo largo del tiempo, a
dominio casi indiscutido, en especial en los países de habla inglesa. saber, métodos y teorías. Cabe conjeturar que la restricción a los
Simplificando un poco las cosas puede decirse que el núcleo común problemas y a los enfoques tiene algo que ver con la creciente opo-
de las distintas variedades de esta concepción reside en el supuesto sición a la metafísica que tuvo lugar tras la declinación de los gran-
de que la filosofía se caracteriza por un conjunto específico de tareas des sistemas idealistas. En efecto, el tema de los «problemas» rea-
que se mantiene constante a lo largo de la historia. Ese conjunto, se parece una y otra vez entre los críticos de Hegel en torno del paso
sostiene, se pone de manifiesto en la constante recurrencia de ciertos al siglo presente. A los nombres de los historiadores alemanes de pro-
problemas típicos y, asimismo, en la persistencia de ciertos enfoques blemas pueden añadirse nombres ingleses: en 1910 y 1911 G. E. Moore
alternativos fundamentales para su solución. En un nivel de sufi- dicta un curso con el título So me Main Problems ot Philosophy, y en
ciente generalidad es posible ilustrar fácilmente esa concepción me- 1912 B. Russell publica The Problems ot Philosophy» La nueva es-
diante ejemplos: desde Platón formulamos preguntas como «¿Qué trategia del análisis filosófico (como opuesto a la construcción de
es el conocimiento?» o «¿Cuáles son los fundamentos de la conduc- teorías y de sistemas) conduce eventualmente a los aforismos en
ta moral?», etcétera. Es quizá menos claro cómo deba indicarse la los que el último Wittgenstein proponía para la filosofía un papel
tipología de actitudes alternativas que recurren como respuesta a meramente terapéutico, entendiendo que su función se limita a la
tales problemas. Presumiblemente debemos pensar en pares de con- disolución de rompecabezas o de problemas aislados. Estas rápidas
ceptos como «neologismo dogmático» y «empirismo escéptico» (según observaciones apuntan sólo a mostrar el precio que el historiador de
la terminología empleada por Kant en su historia de la razónj," o problemas tiene que pagar: renuncia a la búsqueda de una continui-
«idealismo» y «materialismo», «libertad» y «deterrninismo» (Renou- dad teórica para salvar la continuidad en el nivel de los problemas.
vier, 1885-1886),etcétera. No obstante, en el siglo XIX difícilmente podían preverse tales
Sin embargo, no es necesario aceptar tales esquematizaciones para costos. Por el contrario: debe de haberse considerado que el centrar
explicar la idea central de la historia de «problemas». Maurice Man- la atención en los problemas constituía un procedimiento típicamen-
delbaum (1965) ha explicado esa idea distinguiendo entre «historias te científico y, por tanto, una estrategia que debía ser introducida en
evolutivas» espacial y temporalmente continuas por una parte, e «his- las ciencias sociales, en las humanidades y, asimismo, en la historia
torias parciales» o «especiales» discontinuas por otra parte. La histo- y en la filosofía. Los problemas deben haberse presentado entonces
ria cultural es un ejemplo del primer tipo; la historia de la filosofía como el tópico natural y, en realidad como el tópico conductor, de
es un ejemplo del segundo. Las conexiones internas en las historias la historiografía.
de la segunda especie consisten en argumentos recíprocamente rela- Probablemente pueda hallarse una razón complementaria de la
cionados que cubren las lagunas espaciotemporales y proporcionan, decisión de limitarse a los problemas en la falta de sistemas filosó-
al mismo tiempo, los nexos causales. La existencia de tales conexiones ficos que hiciesen frente a la rápida expansión del conocimiento cien-
da cuenta también de la independencia o la autonomía intelectual tífico en diversas disciplinas que tuvo lugar durante el siglo XIX.
de la disciplina, la cual, por cierto, no tiene por qué desconocer las Los filósofos deben de haber sentido que era cada vez más difícil
excepciones o ser absoluta. Esta concepción es muy conocida y am- mantener el prestigio y la aceptabilidad intelectual de su trabajo en
pliamente aceptada. Cuenta, además, con una innegable base en la el mundo científico. El modelo historiográfico de la historia de los
realidad: un filósofo lee y critica al otro. problemas sirvió, entre otras cosas, para hacer lugar a algo semejan-
Puede ser más interesante preguntarse cómo y por qué ha surgi- te al progreso en la investigación filosófica. Windelband, por ejemplo,
do el creciente interés por los problemas como algo opuesto a las observa que «cada uno de los grandes sistemas filosóficos emprende
doctrinas, las teorías o los sistemas. Por qué un conjunto de proble- la resolución de su tarea reformulándola nuevamente ab ovo como
mas, un conjunto de términos en los cuales pueden formularse los si apenas hubiesen existido otros sistemas» (Windelband, 1889:
problemas, más un conjunto de enfoques básicos de esos problemas, Einleitung, § 2.1, pág. 7), mientras intenta, sin embargo, a través de
son datos que constituyen una base todavía muy pobre para la con- la historia de los sistemas anteriores, descubrir la estructura perma-
tinuidad, en comparación con lo que en otros casos se considera como nente de la razón humana (Windelband, 1889: Einleitung, § 2.6, pág. 16;

4. Esta corriente de la historiografía de la filosofía se halla pormenoriza- 6. Agradezco a Ian Hacking por haberrne hecho reparar en este rasgo de
damente descrita en Geldsetzer, 1968b. Otras fuentes se citan en Oehler, 1957; la reciente historia de la filosofía. Hasta donde sé. no hay hasta ahora estudios
véase especialmente su nota 29 en pág. 521. detallados y aclaratorios al respecto. Agradezco a Lorraine Daston sus ilumi-
5. Immanuel Kant, 1781y 1787,A 852/B 880 Y sigs. nadores comentarios.
;a

104 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA EL ESTUDW DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFíA 105

cf. págs. 11 a 14). En su artículo « Philosophy, Historiography of» siglo XVII. La situación de un problema en una ciencia natural no
del diccionario inglés de filosofía John Passmore codifica, por así está determinada por la pugna entre concepciones básicas alternati-
decir, la concepción de que la historia de los problemas es progre- vas (por ejemplo, estructura continua versus estructura atomísti-
siva; dice: «el historiador de la filosofía, a diferencia del historiador ca); por ello no permanece invariable a lo largo del tiempo, sino que
de la cultura, se interesa especialmente en los períodos de progre- es transformada esencialmente por la teoría precedente. El atomista
SO».7 La filosofía, se halla aquí caracterizada en forma análoga a moderno no pone en relación su obra con la de Demócr ito, aun cuan-
otras disciplinas, esto es, como una investigación (relativamente) do pueda decirse que comparte con este filósofo el enfoque funda-
autónoma. Es eso, por cierto, lo que hace que la concepción de la mental, sino, antes bien, con ciertos aspectos de la mecánica del
historia de la filosofía como historia de problemas esté tan divulgada," continuum; por ejemplo, con la mecánica de las ondas. El carácter
Pasaré ahora a estimar críticamente esa concepción. Estoy lejos progresivo de la investigación científica parece depender de la exis-
de sustentar que sea erróneo en todos los casos cultivar la historia tencia de una serie de teorías, las cuales pueden no ser mutuamente
de los problemas; tal historia constituye una forma a menudo útil, compatibles, pero son susceptibles de ser puestas en relación y me-
y a veces excelente, de filosofía. No obstante, creo que la correspon- joradas poco a poco. En cambio, la pretensión del historiador de pro-
diente posición historiográfica, considerada como componente de blemas descansa en el supuesto de que en la filosofía no se registra
una teoría filosófica, es muy deficiente. A causa de esa deficiencia la una continuidad teórica de ese tipo.
historia de los problemas omite enfrentar un aspecto central de la Respecto de (2), esto es, respecto de la autonomía de la filosofía,
tarea histórica. La idea rectora de mi crítica es la de que la con- uno deberá preguntarse de dónde provienen los problemas de la filo-
cepción de la historia de la filosofía como una historia de los pro- sofía. Por su propia naturaleza, la concepción de la historia de la
blemas sustituye el desarrollo auténticamente temporal por un espu- filosofía como historia de problemas no deja lugar para una expli-
rio presente. Para explicar esta afirmación discutiré tres cuestiones cación filosófica del origen y de la importancia (relativa) de esos
concatenadas: 1) la asimilación de la filosofía a la investigación problemas. En los textos de los historiadores de los problemas que
usual es errónea; 2) la filosofía no es autónoma; y 3) la concepción he leído, el origen de los nuevos problemas aparece siempre como
que asimila la filosofía a la investigación usual, autónoma, elimina la una suposición fáctica adicional; en realidad, como una concesión
verdadera dimensión histórica de la filosofía. que en buena medida se acerca a la aceptación de objeciones contra
Respecto de (1) puede observarse, de paso, que la propia suposi- la autonomía de la filosofía. Dejaré que Windelband, uno de los más
ción de una persistencia de los problemas no armoniza con la afir- decididos defensores de la autonomía, hable en favor de su posición:
mación de que la filosofía progresa. El progreso parecería implicar
que los problemas son resueltos, y no que recurren. Podría repli- La filosofía recibe sus problemas, lo mismo que el material para
carse que también en la historia de la investigación usual -por ejem- su solución, de las ideas de la consciencia general de la época y de
plo, en el ámbito de la teoría física- los problemas recurren; tal es las necesidades de la sociedad. Las grandes realizaciones y las cues-
el caso, entre otros, del problema de la estructura de la materia. tiones nuevas de las ciencias particulares, el movimiento de la cons-
Para responder a esa objeción debo hacer una observación más ciencia religiosa, las revoluciones de la vida social y política dan
repentinamente a la filosofía nuevos impulsos y determinan las
esencial, a saber, que plantear el problema de la materia en la actua- direcciones en que ha de orientarse su interés (...) y, en medida
lidad es una cosa distinta de plantearla en la Antigüedad o en el no inferior, los cambios de las preguntas y de las respuestas a lo
largo del tiempo."
7. Passrnore, 1967,22. El texto citado se refiere al historiador de problemas,
tal como lo muestra el contexto.
S. Jürgen Mittelstrauss ha defendido recientemente la concepción de la his- No sólo la autonomía, sino también la existencia o, al menos, la
toria de la filosofía como historia de problemas sosteniendo que es la única importancia de los problemas recurrentes parecen ser puestos en tela
que nos permite interpretar a la historia de la filosofía como disciplina de la de juicio aquí. (Más adelante discutiremos brevemente el modo en que
que podemos extraer una enseñanza (Mittelstrass, 1977). Este autor está de
acuerdo con John Passmore, quien había afirmado que «sólo de la historia de
Windelband intenta escapar de esta dificultad.) Si el contexto histórico
los problemas tiene el filósofo algo que aprender» (Passamore, 1965; la cita es es un contexto formado por problemas, y no por doctrinas o por
de la pág. 31). Lo que debe aclararse aquí es la siguiente pregunta: ¿enseñar teorías, entonces no es posible explicar o evaluar la selección, la gra-
acerca de qué o para qué? Passmore y Mittelstrass parecen suponer para esa vitación y la interrelación de esos problemas con la ayuda de una
pregunta una respuesta que es independiente del conoc~miento histórico y que
determina si una historiografía dada conduce a la ensenanza o no. Lo que me
teoría filosófica previa. En lugar de ello, necesitaremos una evalua-
propongo poner en tela de juicio en este trabajo es precisamente el supuesto de
tal independencia. 9. Windelband, 1889,Einleitung, § 2.4, pág. 11.
106 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 107

ción permanente de la situación del problema actual de acuerdo con autónoma, y que constituyó el vehículo de lo que él denomina «un
las necesidades que se advierten en el presente. Nada erróneo pa- intento de escapar de la historia»."
rece haber en ello en el supuesto de que la capacidad de advertir Estoy de acuerdo con Rorty en dos de sus tesis fundamentales:
las necesidades sea suficientemente aguda. Pero en esta concepción a) que el grandioso intento de la filosofía moderna por constituirse
no se indica el motivo por el cual los problemas deban reaparecer, en una disciplina independiente y fundamental era hostil a la ver-
o sean en algún sentido específicamente filosóficos. Además, la esen- dadera historicidad, y b) que ese intento fracasó. El fracaso se debió
cial referencia al presente reducirá el pasado (o, más exactamente, en parte a la exitosa competencia que con ella protagonizó la ciencia
los problemas del pasado tal como hayan sido seleccionados para exitosamente, la cual puso en tela de juicio el carácter a priori de
su estudio) a un presente espurio. la filosofía, y en parte y, acaso, principalmente, a una importante
Por último, en relación con (3), esto es, a propósito de un tema inadvertencia: ex hypothesi los problemas y los enfoques posibles
de la filosofía que sea invariable en el tiempo, debemos conside- para su solución son ellos mismos ahistóricos. Pueden surgir en el
rar la posibilidad de reclamar un dominio de la realidad como espe- curso de la historia, pero sólo como posibles nuevos temas de una
cífico de la filosofía. La existencia de una cosa así explicaría la per- consideración filosófica transhistórica. Somos nosotros, que vivimos
sistencia de las cuestiones aun sin que se diese una continuidad en en la actualidad, quienes tenemos nuestros problemas. Modesta y
las teorías. Puesto que no hay aspecto o parte de la realidad que no sabiamente decidimos ampliar el círculo de participantes en la dis-
sea reclamado también al menos por alguna otra disciplina, la suge- cusión filosófica a quienes prestamos atención, para incluir en él a
rencia de que exista un tema específico de la filosofía parece no tener muchos de nuestros notables colegas del pasado. Tal es -dicho rápi-
mucho sustento. Podemos considerar, de todos modos, el tema que damente- la actitud implícita en la concepción de la historia de la
tiene mayores probabilidades de constituir el tema específico de la filosofía como historia de problemas; esa actitud corresponde en gran
filosofía. Si nos limitamos al período moderno, ese tema es sin duda medida a su práctica historiográfica real y, a veces, también a sus
el intelecto y la consciencia humanos, la mente humana o, en términos autoevaluaciones teóricas."
más generales, la naturaleza humana. La mayor parte de los grandes Para evitar malentendidos debo subrayar que no estoy objetando
filósofos modernos considera que el examen de ese tema constituye el ocasional tratamiento de nuestros grandes predecesores como si
el número teórico de sus doctrinas. Kant expresó de la mejor mane- fuesen contemporáneos; podemos, por cierto, aprender directamente
ra cuál era el objetivo que la crítica de la facultad humana de co- de ellos. La suposición de que existen problemas comunes a ellos
nocimiento se proponía alcanzar: convertir a la metafísica en una y a nosotros puede incluso descubrir una comprensión histórica. Lo
ciencia.'? No tenemos que sorprendernos, por tanto, si hallamos ves- que para mí constituye un intrincado problema son las condiciones
tigios de esa idea en un historiador de problemas puntualmente de posibilidad de aquel aprendizaje y de esta comprensión. La histo-
kantiano como Windelband, quien señala, por ejemplo, lo siguiente: ria de los problemas los deja como hechos sin explicación. A esta
«Constituyen el tema de la historia de la filosofía aquellas formacio- limitación corresponde otra: las razones para producir obras his-
nes cognitivas que, consistiendo en formas de concebir o de juzgar, se tóricas siguen siendo ad hoc y meramente pragmáticas. La historia
han mantenido vivas permanentemente y por ello han puesto de no se presenta como un componente esencial de la filosofía, o bien
manifiesto claramente la estructura interna de la razón.» 11 El cono- la propia filosofía no es concebida como algo histórico.
cimiento que la razón tiene de sí misma vuelve a aparecer en el cen- El resultado de mi crítica es, en pocas palabras, el siguiente: la
tro mismo de la aparente historicidad de la historia de los proble- historia de la filosofía tal como es concebida por el historiador de
mas.P Richard Rorty ha sostenido recientemente que el supuesto problemas carece del contexto teórico indispensable para que se la
de una razón humana o de una naturaleza humana intemporal es pueda asimilar a la investigación científica (lo cual constituía el obje-
esencial para la propia idea de la filosofía moderna como disciplina tivo del historiador de problemas). El contexto ausente puede ser

13. Rorty, 1978, 8-9. Los historiadores contemporáneos de problemas pare-


10. Kant, 1781 y 1787, B XXIII-XXIV. «en estar de acuerdo: Passmore, por ejemplo, explica la recurrencia de los
11. Windelband, 1889, Einleitung, § 2.1, pág. 7. problemas desde Platón aduciendo el hecho de que todos somos seres hu-
12. Cabe notar que los historiadores de problemas posteriores que desecha-
manos (1965, pág. 13).
ron el residuo de trascendentalismo de la historiografía de Windelband, no
14. Michael Ayers expone en forma crítica un ejemplo saliente: P. F. Straw-
disponen ya de una fundamentación conceptual de la autonomía de la filosofí~, y
son elogia a J. Bennett por tratar a Kant como «un gran contemporá~eo; ..
de la identidad de los problemas. La posibilidad de defender esta concepcion
.on el cual podemos discutir», tal como podemos hacerla con Locke, Leibniz,
está mucho más íntimamente ligada a la epistemología tradicional de lo que a
Berkeley y Hume no menos que con Ryle, Ayer y Quine. Así en Bennett (1968)
menudo se advierte. acerca de Kant; la exposición está tomada de Rée, Ayers y Westoby, 1978, 55.
108 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFíA 109

suplido desde afuera, ya sea desde la ciencia o desde la historia De homine y De cive ilustran con mucha claridad aquello a lo que
cultural y social en general. Pero el historiad<:>: de proble~as no aludo. Por otra parte, ha sido una cosa muy manifiesta desde la bri-
puede, como filósofo, aceptar esa suplementación, po~que viola ,la llante época de la ciencia griega que las matemáticas y las ciencias
autonomía de la filosofía, cosa que él considera muy valiosa. Además, exactas pueden guardarse a sí mismas. Ellas contienen en sí las
contradice su fundamental convicción de que existen problemas per- normas de sus propias verdades y de sus acciones. Dicho brevemente,
manentes. Por otra parte, el intento de suplir el contexto faltante aspiran a la autonomía y son capaces de poseerla.
de la historia de la filosofía desde el interior de la filosofía y estable- El término «autonomía» se opone aquí al término «tradicionali-
cer de ese modo su autonomía, reposa en una evaluación de la situa- dad», esto es, a la propiedad de ser determinado por la tradición.
ción actual del problema. Ello conduce así a la reducción del pasado Esta oposición es un aspecto conocido de la caracterización que la
a un presente espurio; ello involucra la pérdida d~, la histori.a. . Ilustración hacía de sí misma, pero requiere de todos modos un
Una consecuencia de todo eso es que la concepcion de la hístoría comentario. Las ciencias exactas, ¿no tienen y necesitan de sus pro-
de la filosofía como historia de problemas retiene la discrepancia, pias tradiciones? Parece bastante evidente que sí; pero entonces debe
antes mencionada, entre una práctica historiográfica y su compren- resolverse la difícil cuestión de cómo pueden evitar recurrir a la
sión o su justificación filosófica, pace la difundida tesis de acuerdo tradición para justificarse a sí mismas. Un camino muy sencillo para
con la cual sólo esa concepción puede superar la discrepancia." Otra hacerlo consiste en aducir la presencia y la permanente disponibili-
consecuencia, acaso más importante, es que una justificación fil~- dad del objeto de estudio: la naturaleza. En realidad parece existir
sófica aun cuando lo sea del conjunto actual de los problemas fi- un solo ejemplo en sentido contrario de una ciencia 16 que no tiene
Iosóficos, está condenada a fracasar. Para que fuese exitosa la filoso- dificultades con la tradicionalidad sino que hace de ella un uso esen-
fía debiera disponer de una estructura teórica tan firme como la de cial para su legitimación: la teología. Su «objeto», Dios, es concebido
las ciencias que han llegado a un buen resultado. Puesto que, como como siempre presente e inmutable (más que la naturaleza) pero
es reconocido, no es posible disponer de nada semejante, cab~ pr~- carente del rasgo de la disponibilidad. .
guntarse si la búsqueda de una analogía entre la filos?fía y la cIen.c,la Ahora bien: la teología suministró un marco de referencia con-
no estaba quizá mal orientada. ¿Acaso debe concebirse la relacI<:>n fiable para todo conocimiento y para toda acción hasta el surgimien-
entre la ciencia y la filosofía de una manera completamente dIS- to de la ciencia moderna. A los efectos de mi argumento, daré por
tinta? sentado que la confianza que se tenía en ese marco tiene que haber
ido pareciendo cada vez más discutible a medida que se reconocía
la autonomía de la ciencia. La filosofía, que se hallaba entrelazada con
las ciencias que afirmaban su autonomía y era aún casi inseparable
II de ellas, se libró de su posición ancillar respecto de la teología y en
forma muy natural asumió el papel de ser la única fuente alterna-
tiva de orientación para el conocimiento y para la acción. Sin em-
En este punto pueden ser pertinentes algunas observaciones re- bargo, en un aspecto decisivo la filosofía no pudo asemejarse a la
ferentes a la relación entre la filosofía y otras disciplinas. Espero que teología: no pudo someterse a la tradicionalidad. En ese aspecto la
ellas puedan preparar el camino para una concepción más acabada filosofía europea no sólo se inició como disciplina secular, sino que
del carácter histórico de la filosofía. Originariamente, y durante también se reafirmó como tal, al margen de todo lo que, por lo
largo tiempo, fue muy di~ícil, si no ~m:po~ible, t~a~ar una línea de demás, pueda distinguirla de las ciencias corrientes y útiles.
separación entre la filosofía y otras disciplinas ~eoncas. Esto es ver- A consecuencia de ello la filosofía se vio frente al problema de su
dad al menos para la tradición europea, partlculan:neI?'t~ par~ los relación con el mundo, esto es, como un objeto de estudio que posee
grandes innovadores de la filosofía moderna. Los Principia Philoso- la presencia y la disponibilidad necesarias para hacer posible la
phiae de Descartes y la trilogía de Hobbes formada por De corpore, autonomía. El rápido crecimiento de las ciencias naturales entrañó

15. Así, John Passmore identifica «la historia pr~blemáti~a d.e la filoso~ía» 16. En este punto debo solicitar del lector permiso para emplear el término
con la «historia real de la filosofía», y afirma que solo la historia de ese tipo «ciencia» para designar toda disciplina con pautas profesionales y pretensiones
puede ayudar al filósofo a convertirse en mejor filósofo (Passmore, 1965,30-31). cognoscitivas reconocibles que se enseña en instituciones de altos estudios; en
En Alemania Klaus Oehler ha sostenido la tes~s de. que «el problema es el ~azo una palabra, para designar todo lo que en alemán se denomina e wissenschatt».
verdadero y esencial entre la filosofía y su historia» (Oehler, 1957,524). Vease
Para mi presente propósito este uso inflacionario del término tiene una venta-
también la nota 8 más arriba. ja: no presupone una determinada clasificación de las disciplinas académicas .

..
110 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 111

para la filosofía una singularización institucional y sustancial cada de algunos de los pensadores posthegelianos más sobresalientes, corno
vez mayor, lo cual obligó a los filósofos a procurar una fundamenta; Marx, Nietzsche, Dilthey y Heidegger. La obra de Hans-Georg Ga-
ción independiente y específicamente filosófica de la autonomía. La damer representa una fase reciente de ese desarrollo y una expre-
filosofía derivó hacia una filosofía trascendental, esto es, hacia un sión particularmente explícita de sus supuestos fundamentales. Por
intento de justificar toda pretensión de objetividad mediante la in- ello me propongo examinar su concepción de la inevitable historici-
dagación que el sujeto cognoscente hace de sí mismo. La filosofía dad de la filosofía a fin de esbozar con la mayor claridad posible
halla su propio objeto en el intelecto humano y en la consciencia una alternativa de la concepción de la historia de la filosofía corno
humana, o en la razón en sus dos aspectos, el teórico y el práctico, historia de problemas, concepción de la que he afirmado que es
con el objeto de conectarlos en una estructura conceptual unitaria. au fond ahistórica.
Con ello pareció posible un conocimiento filosófico que no apela a
la tradicionalídad, puesto que otras ciencias habían alcanzado la
autonomía estableciendo una relación específica con determinados
aspectos o partes de la naturaleza (no humana). III
No me propongo indagar las dificultades y el eventual fracaso de
la filosofía trascendental. (Creo que es posible y necesario continuar
examinando las cuestiones y los argumentos trascendentales, pero
no disponer de una teoría o una disciplina trascendental.) Ya hemos Puesto que me refiero a Gadamer sólo corno ejemplo de determi-
dado por sentado ese fracaso al reconocer la inicial plausibilidad de nado tipo de filosofía de mentalidad histórica, estoy eximido de la
la concepción de la historia de la filosofía como historia de proble- tarea de estimar su obra en general. Me limitaré a algunos rasgos de
mas. El recurrente conflicto de las afirmaciones filosóficas a priori su pensamiento que considero especialmente sugerentes y útiles. El
con los descubrimientos científicos no es la menos importante de las principal libro de Gadamer (Gadamer, 1967a) contiene un intento de
razones de ese fracaso. Los principios de la ciencia natural de Kant descubrir la verdadera naturaleza de la filosofía, en particular su
representan uno de los casos a los que se refiere 10 anterior. Se trata, historicidad, relacionándola con el arte y con las Geisteswissenschai-
no obstante, de un fracaso que se produjo debido a razones de mu- ten. En buena medida el carácter diferencial de estas últimas es
cho peso, entre las cuales se destacan el entrelazamiento de la filo- establecido por medio de su contraste con las ciencias naturales.
sofía con otras ciencias y su orientación hacia una autonomía. En todo ello la intención de Gadamer no es la de elaborar una
Con estas breves observaciones históricas no pretendo ofrecer metodología de la Geisteswissenschajten ni una teoría estética, sino
sino perspectivas conocidas; no obstante, pueden permitimos advertir fundamentalmente un nuevo enfoque filosófico e incluso una nueva
con mayor claridad las posibilidades que se ofrecen para una cap- ontología. Trata de la universalidad de la hermenéutica y de la on-
tación teórica de la historicidad, firmemente establecida, de la filo- tología del Ienguaje.P
sofía del presente que se observa en la práctica académica actual Si, como he sostenido, es lícito caracterizar a la filosofía pre-
y, ocasionalmente, en la auto evaluación consciente de los filósofos. hegeliana por su estrecho vínculo con las ciencias naturales, puede
Veo dos posibilidades de esa Índole: a) romper los vínculos que ser muy aclaratorio examinar el modo en que Gadamer señala el
unen a la filosofía con las ciencias naturales (presuntamente) ahistó- contraste entre las ciencias naturales y las Geisteswissenschaiten.
ricas y ligarla con las ciencias históricas y sociales, disciplinas algo Es posible resumir el núcleo de su concepción en dos tesis: 1) La for-
más recientes pero en vigoroso desarrollo, o b) mostrar la historici- ma típica y, asimismo, más elevada de conocimiento en el ámbito
dad intrínseca de todas las ciencias, en particular y principalmente humano o social no es el establecimiento y la explicación de los
de las ciencias naturales. Discutiré ambas posibilidades en ese orden. hechos, sino su comprensión. 2) La comprensión no es una actividad
Puede decirse que la posibilidad a) fue puesta de manifiesto por que se lleve a cabo de acuerdo con determinadas reglas metodológi-
primera vez por Hegel. Este filósofo se mantuvo dentro del marco cas, sino que consiste más bien en desplazarse a la situación de uno
de la filosofía trascendental, pero dio ya por sentada la prioridad en la tradición. Una frase subrayada por Gadamer en Wahrheit und
de la comprensión histórica respecto de la de la ciencia natural y Methode reza: «No debe concebirse la comprensión misma tanto
preparó con ello el terreno para la posterior alianza de la principal como un acto de la subjetividad, sino más bien corno un ingreso
corriente de la filosofía continental con las Geisteswissenschaiteri
históricas. Si bien las tesis trascendentales de Hegel y su idealismo 17. Gadamer, 1960, Vorworr: véase también «Die Universalitat des herrne-
fueron duramente criticados, esa nueva alianza arraigó en la mente neutischen Problems» en Gadamer, 1967a, 101-112.
I
1

I
EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
112 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA

ner con una tercera persona (Gadamer, 1960: 340 y sigs.). Sólo
en el acontecimiento de la tradición.» 18 Para ver en qué sentido estos
mismo tiempo descubro y determino activamente mi situación
principios rompen radicalmente con el modelo epistemológico tra-
pecto de otro me hallo en condiciones de adquirir conocimiento
dicional es útil observar que, de acuerdo con Gadamer, un simple I
mí mismo y de la otra persona. Sólo si descubrimos y, al mismo
cambio de lado, esto es, de las ciencias naturales a las ciencias so-
tiempo, determinamos nuestra situación respecto del pasado alcan-
ciales e históricas, no habría sido suficiente para transformar la
zamos un auténtico conocimiento histórico. La unicidad de esta expe-
filosofía dándole su nueva configuración. En una detenida discusión
riencia hermenéutica se opone a la repetibilidad de las experiencias
de las ideas de Dilthey, Gadamer muestra que los estudios históricos
en las ciencias experimentales."
amplios y una autovaloración historicista no bastan de por sí para
De tal modo, otro rasgo de este enfoque -rasgo implicado en las
poner de manifiesto una verdadera dimensión histórica en el conoci-
tesis 1) y 2) consignadas más arriba- es el siguiente: 3) queda su-
miento. De acuerdo con este análisis, la principal razón de esa insu-
perada la oposición epistemológica tradicional entre lo subjetivo y
ficiencia debe buscarse en el hecho de que Dilthey hubiese invocado
lo objetivo. Ya no se trata de preguntarse si una concepción es
el paradigma de las ciencias naturales. Di1they cree que sólo es
aceptada porque se ajusta con los llamados hechos o porque se
posible asegurar el carácter científico y cognoscitivo de la historia
ajusta con teorías previas. El modelo que permite lograr esa descon-
alcanzando una objetividad. Se propone completar la empresa ini-
certante fusión no es algo en absoluto misterioso sino un aconte-
ciada bajo la égida de las ciencias naturales con una Ilustración
cimiento histórico de carácter enteramente usual: la interpretación
histórica. En la práctica ello significa sencillamente que Dilthey per-
tea lógica y legal. Las fuentes -libros sagrados o determinadas le-
sigue el ideal de entender los testimonios del pasado de manera
acabada y en total coherencia con los hechos que ellos expresan.
19. Gadamer, 1960, parte 2, n. 3.b, especialmente págs. 330 y 340. Es ése un
Una cita aclarará lo que Gadamer tiene en mente: «El intérprete es rasgo decisivo de la concepción de Gadamer que éste torna de Heidegger. Nin-
enteramente contemporáneo del autor. Ese es el triunfo del método guno de los dos filósofos procura hallar verdades antropológicas universaliza-
filológico, ( ... ) Di1they está enteramente poseído por la idea de ese bles. Dicho más precisamente: para ellos la antropología tiene un carácter inelu-
diblemente histórico. David Hoy se equivoca en su fino análisis de la concep-
triunfo. En él apoya la equivalencia de las Geisteswissenschaften
ción heideggeriana de la historia (Hoy, 1978) cuando espera hallar en Ser y
[con las ciencias naturales ]» (Gadamer, 1960: 227). Esta interpreta- Tiempo una antropología transhistórica, esto es, «un análisis ontológico [que]
ción de Di1they hecha por Gadamer armoniza con el hecho, subra- produce una categoría característica de la existencia humana en general y no
yado por los historiadores de los problemas, de que el método his- es aplicable sólo a una cultura o a una tradición histórica específicas como la
de Europa occidental» (pág. 344). David Hoy continúa diciendo: «[Heidegger]
tórico crítico surgió al mismo tiempo que la Nueva Ciencia. (El
no sugiere que la historia se refiera a la unicidad de los hechos pasados. Para
tratamiento crítico de la Biblia hecho por Hobbes y por Espinoza Heidegger el historiador debiera recuperar para su propia época las posibili-
son ejemplos de ello.) Concuerda, además, con la idea de que una dades existenciales de la época pasada» (pág. 347). La recuperación de las posi-
historia de problemas realistas depende esencialmente de la posi- bilidades del pasado es en realidad todo el objeto de la tarea de hacer histo-
bilidad de una filología objetiva (Brehier, 1975: especialmente pági- ria; pero cuáles sean esas posibilidades, es una cuestión de la «[aktische exis-
tentielle Wahz" única que se origina a partir del futuro: «Die Histoire. zeitigt
na 170). Lo mismo que la historia de los problemas, el historicismo sich aus der Zukunit» (Heidegger, 1926, 395). Entiendo que esta extraña frase
de Dilthey no transgrede los límites de un presente espurio amplia- quiere decir algo así corno la simple verdad de que escribir historia es inevita-
do. Ni aun una percepción agudizada de la historia como cambio blemente también continuar la historia activamente con vistas a un futuro
objetivo muestra por qué tenemos que estudiar la historia. Gada- anticipado. Es ése el sentido en que la historiografía carece de «validez uni-
versal» (Heidegger, 1926, 395), afirmación que Hoy correctamente percibe como
mer cree que tal razón surge sólo de un modelo epistemológico enigmática (pág. 348). Por tanto, no es «subjetiva»; porque cada individuo per-
radicalmente distinto: el de la comprensión (Verstehen). tenece a una cultura social integrada. No obstante, es específica y única para
La comprensión, entendida como desplazamiento a la situación que una situación histórica (por oposición a situación individual) dada. ¿Cómo pudo
se ocupa en la tradición, rompe con la idea de un observador impa- haber creído Heidegger , si no, hacer una contribución a la filosofía ahondando
en las profundidades de una tradición histórica única y llamarla «historia del
sible. La experiencia obtenida en ese desplazamiento es analizada SeD>? Rorty ha expresado una idea decisiva al escribir: «Toda la fuerza del
según el modelo de la relación personal que cada uno de nosotros pensamiento de Heidegger reside en su concepción de la historia de la filosofía»
puede mantener con otra persona: la relación de ser un tú para un (Rorty, 1978, 257; véase también 243). Todo ello es asimismo aceptado delibe-
yo, la cual difiere de toda relación que un tú o un yo pueda mante- radamente por Gadamer. Para mí es una cuestión importante la de establecer
hasta qué punto eso implica un imperialismo intelectual europeo en nuestra
18. Gadamer, 1960, 275. Hay que citar esta afirmación, particularmente im- situación histórica presente. Esa cuestión haría que nos resulte bastante mo-
portante, en su original alemán: «Das Verstehen ist selber nicht so sehr als lesta la búsqueda de conceptos alternativos de la historicidad esencial aun
eine Handlung der Subjektivitiit zu denken, sondern als Einrücken in ein Vber- cuando no podamos aguardar un retorno a algo semejante a la antropología
lieferungsgeschehen, ... » universal.
114 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA FILOSOfÍA 115

yes- son aplicadas a situaciones nuevas, y de ese modo se crean propongo expresar mi inquietud ante la autosuficiencia de un cosmos
nuevos dogmas o nuevos precedentes legales. El logro filosófico de intellígibilis de aspecto idealista. Me parece que esa tendencia idea-
Gadamer consiste en haber conferido a esos acontecimientos digni- lista, si bien puede ser separada de la actividad de la hermenéutica,
dad ontológica, esto es, en habernos enseñado que se los puede ver no puede serlo de la tesis de la universalidad de la herrnenéutica.P
como fenómenos que representan la estructura general de todo lo pero en tal caso el análisis, estructuralmente atractivo, de la historici-
histórico. dad se logra a un alto precio: el confinamiento de lo histórico en la
Un último rasgo debe mencionarse ahora: 4) como sólo puede esfera del lenguaje y del significado o, dicho en términos algo dis-
alcanzarse la comprensión mediante un intento, siempre renovado, tintos, la concepción de que la historia se agota en la continuación
de re definir las relaciones entre la persona que comprende y la que de sí misma de la cultura consciente a la manera de una levadura
es comprendida, "finalmente -señala Gadamer- toda comprensión que aparentemente crece desde sí misma.
es comprensión de sí rnismov.P ¿Es ésa una concepción perjudicial? Rorty, nuevo defensor de la
Preguntémonos ahora si la re orientación de la filosofía que la hermenéutica, cree que «los acontecimientos que nos tornan capaces
aparta de las ciencias naturales y la acerca a las ciencias históricas de decir cosas nuevas e interesantes acerca de nosotros mismos son
fue exitosa. En vistas de 4), parece claro que un éxito pleno reque- ... más "esenciales" para nosotros ( ... ) que los acontecimientos que
rirá que todo lo histórico pueda ajustarse al modelo de la auto- modifican nuestras formas o nuestras normas de vida» (Rorty, 1979:
comprensión. ¿En qué consiste la historia humana consciente? O me- 359). Tal afirmación sería increíblemente fuerte e inaceptable si no
jor, ¿cuál es el objeto de la comprensión? (Hasta aquí me he 'refe- fuera por la restricción señalada entre paréntesis y omitida en la
rido únicamente a la estructura formal del conocimiento histórico.) cita precedente, la cual dice: «al menos para nosotros, intelectua-
Probablemente la breve respuesta de Gadamer sería: toda la he- les relativamente ociosos que habitamos una región del mundo esta-
:encia cultural. en la medida en que está incorporada en el lengua- ble y próspera». Si eliminamos esa restricción, o con sólo dudar de
Je, una herencia que abarca también a la naturaleza, pero la natu- la estabilidad (para lo cual existen más razones de las que posible-
raleza tal como la conocemos o la naturaleza tal como hemos llegado mente cualquiera desearía), se insinúan dos peligros de la concepción
a poder hablar de ella. Así dice Gadamer: "El ser que puede ser hermenéutica: 1) la subestimación de las innovaciones materiales y
contendido es lenguaje» (Gadamer, 1960: 450). 2) la falta de adaptación al pluralismo histórico o cultural.
. Esa sentencia provoca dudas: ¿basta con comprender el lengua- Respecto de (1), podemos conceder que los cambios más dramá-
je? ,¿Realmente nada comprendemos aparte del lenguaje? ¿Compren- ticos e irrevocables que se producen en la historia dependen, entre
denamos el lenguaje si comprendiéramos sólo lenguaje? Después otras cosas, de las condiciones de la comprensión y de la autocom-
de todo, el lenguaje se refiere a algo que sólo ocasionalmente es a prensión que caracterizan a una cultura determinada; pero no se
su vez lenguaje o la actividad inteligible de un hablante. El lenguaje los puede comprender únicamente en relación con esas condiciones,
se refiere también a aquellas condiciones de las acciones y del habla y mucho menos pueden producirse a partir de ellas. El mundo
que se hallan más allá del alcance de la acción humana, esto es, a tecnológico y científico de la actualidad no es por cierto resultado
la naturaleza. ¿No comprendemos la naturaleza, por limitada que de una transformación de nuestras consciencias, aun cuando tales
pueda ser nuestra comprensión? 21 Con estas preguntas retóricas me transformaciones desempeñan sin duda un papel en ello. Una de las

20. Gadamer, 1960,246. Es iluminador comparar esta afirmación con la no-


ción. de Gadamer de dos especies de experiencias (1960,parte 2, IlJ.b). Gadamer se dirige precisamente a esa suerte de especulación poskantiana referente a
sostiene que, mientras que la experiencia repetible de las ciencias naturales ne- la unidad del mundo, el lenguaje y la conciencia reflexiva.
cesariamente elimina toda historicidad, la experiencia hermenéutica resulta ser 22. La observación de que la idea de un mundo amplio y cerrado de la com-
la «propia» porque sólo ella transforma nuestra consciencia y crea con ello el prensión trae consigo connotaciones idealistas se halla explícitamente formulada,
carácter irreductiblemente histórico de todo conocimiento. por ejemplo, en Geldsetzer, 1968a (véanse págs. 10-11).Karl-Otto Apel h? seña-
21. Tengo conocimiento del contexto en que Gadamer presenta su tesis lado las raíces idealistas de las Geisteswissenschatten (Apel, 1967, especialmen-
de que todo lo que puede ser comprendido es lenguaje. Ampliando la expe- te 35-53).Richard Rorty cita estos textos y sostiene que la asociación del idea-
riencia con textos y conversaciones llega a hablar de la acción de las cosas lismo con la hermenéutica está fuera de lugar (Rorty, 1979,VII.4); pero puede
mismas (<<dasTun. der Sache selbst») que se apodera de nosotros, que podemos decir tal cosa sólo porque desea defender la necesidad de la hermenéutica, no
hablar, de manera que en este sentido las cosas acerca de las cuales puede su universalidad. Además, considera a la hermenéutica como vehículo de edi-
haber un lenguaje poseen ellas mismas la estructura de un lenguaje. Dicho ficación antes que de la verdad, en tanto que Gadamer es mucho más ambi-
aún más exactamente: «El lenguaje es el medio en el cual el yo y el mundo ... cioso al decir: «La comprensión ... es auténtica experiencia, esto es, un encuen-
se muestran como originariamente unidos (Gadamer, 1960,449 y sig.). Mi crítica tro con algo que se afirma como verdadero» (1960,463).
116 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 117
tareas principales de nuestra comprensión es no reflexiva: concierne
a la interacción material entre el hombre y la naturaleza y a las con- forma imp.erc~ptible debido a la lentitud de su cambio, parecería na-
diciones naturales que gobiernan a la conducta humana en esa in- tu~al seguir VIendo a la ciencia y a la tecnología como el descubrí-
teracción. miento y la utilización graduales de un territorio hasta entonces des-
En cuanto a 2), el programa hermenéutico (el de Gadamer, no el conoci~o .. Ante este cuadro parecería posible en principio, al menos
de Rorty), por su propia lógica interna (aunque quizá contra su a propOSIto de sectores ~:terminados de ese territorio, trazar algo
propio espíritu), se refiere siempre a una tradición particular, a sa- aSI como un mapa defirritivo y pensar en algo así como una lista
ber, la tradición respecto de la cual el ocupar la propia situación exhaustiva de los usos de sus productos.
constituye el acontecimiento de la comprensión. En el enfoque de Nada hay en nuestro conocimiento científico del presente que
Gadamer queda como problema sin resolver el análisis de la es- h~ble en. contra de la concepción ontológica que subyace a esa me-
tructura de los acontecimientos de comunicación que unen a dos tafora. Sin embargo, nuestra experiencia real de la ciencia no coincide
tradiciones independientes, salvo en términos de subordinación de con ella. Puesto que las disciplinas que prosperan y progresan son
una a otra. Bien podría ser que la comprensión transcultural de la fundamen~almente disciplinas teóricas, esto es, sus objetos son co-
naturaleza y de la relación del hombre con la naturaleza resulte ser sas o fenomenos que nunca hemos de percibir de manera directa
un elemento esencial en el análisis de esos acontecimientos. o de manera, semejante a como se dice que un descubridor percibe
Como conclusión de las consideraciones precedentes deseo consig- un .n~evo pars, Aparte de la percepción de las cosas y de los acon-
nar lo que sigue: acaso pueda retenerse la estructura de la histori- tecírnientos corrientes, identificamos los objetos únicamente a través
cidad descrita por Gadamer rechazando al mismo tiempo su exclu- del medio que constituyen las teorías. Además, el uso técnico de la
siva orientación hacia las Geisteswissenschaften históricas. El con- ~aturaleza más desarrollado es inseparable de esa forma de iden-
traste entre las ciencias naturales y las Geisteswissenschaiten en lo tificar lo invisible. En una era a la que hemos llegado a denominar
que se refiere a la historicidad bien puede ser erróneo. De ello con- «edad atómica» no es difícil hallar un fácil ejemplo de aquello a lo
cluyo que vale la pena considerar la posibilidad b), mencionada al que aludo.
final de la sección II, esto es, la historicidad intrínseca de las ~ien- , Una co~sec~encia del carácter teórico de la ciencia que la filoso-
cias naturales. ha de la CIenCIa ha comprobado recientemente de manera clara es
lo que pode~os ll.amar la «historicidad local» de la investigación:
nunca es posible juzgar una nueva teoría sólo en relación con los
fenómenos empíricos para cuya explicación ha sido formulada; hace
IV falta, aparte de eso, una comparación con las teorías previamente
a d rmitid
las: 23 A demás,
' generalmente se emplean las teorías posterio-
r,es .para interpretar a las que les han precedido y para estimar los
Durante el apogeo de la filosofía trascendental y de la autonomía límites de s~ ap!icabilidad. La contraposición de la teoría de la gra-
de las ciencias habría sido insultante poner en tela de juicio el vedad de Einstein con la de Newton es un ejemplo clásico.
carácter transhistórico de la ciencia natural. El triunfo del pensa- . Es~e. ejemplo nos permite pasar a otra observación referente a la
miento evolucionista en el siglo XIX no modificó en principio esa hIstoncIdad de la ciencia, observación mucho menos frecuentemente
situación. Pero la creciente incidencia de la ciencia en la vida y en h~cha y mucho más discutible. Me propongo sostener que las cien-
las instituciones sociales hizo que se dirigiera la atención a las con- eras naturales no sólo tienen la propiedad de poseer una historicí-
diciones de la producción social de la ciencia y de la tecnología. dad. local sino también una «historicidad global». Con ello quiero
Sólo entonces se tornó atrayente pensar en términos de modelos de decir que tanto el descubrimiento como la justificación de toda nue-
desarrollo científico esencialmente históricos, esto es, no acumulati- va. teoría necesita de la teoría precedente, o, más bien, del encadena-
vos y no convergentes. Después de The Structure of Scientific Revo- n:lento o de la red formada por las teorías precedentes. A primera
lutions de Thomas Kuhn (1962), la nueva concepción historicista, VIsta, tal afirmaci.ón: si bien acas,o resulte aceptable en lo que se
aun cuando no se hallase fuera de toda discusión, pasó a ser pro- refi:re al de.sCU?nml~?to, ~arec~ra. manifiestamente falsa en lo que
piedad intelectual común de los filósofos de la ciencia. No obstan- atan~ a la justificación. SI la justificación de una teoría empírica
te, en la medida en que continuamos suponiendo que existe afuera consiste nada mas que en su adecuación empírica, las teorías prece-
una realidad llamada «naturaleza» que es invariable o que a lo
largo de la historia de la ciencia y de la tecnología cambia sólo en . 2~. En esta conclusión coinciden enteramente filósofos fundamentales tan
distintos entre si como Karl Popper y Thomas Kuhn.
118 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA EL ESTtlDIO DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 119

dentes son irrelevantes. Ahora bien: en esa forma la objeción ni si- raleza de la verdad científica. Sólo las proposiciones acerca de las
quiera es compatible con la historicidad local. Más importante es que es posible, en principio, decidir de manera directa, pueden ser
advertir que la variedad de teorías empíricamente adecuadas que verdaderas o falsas en el sentido corriente y no problemático del
pueden concebirse, es mucho más amplia. Sus límites son siempre término; en el caso de las teorías científicas -en realidad, ya en el
evasivos. Es probable que esa variedad ni siquiera sea finita. ¿ Cómo caso de las afirmaciones teóricas particulares que adquieren signi-
las reducimos, entonces, en la investigación real, a medidas maneja- ficado y verificabilidad sólo en el marco de una teoría- ello no es
bles? En todas las disciplinas que avanzan exitosamente ello se logra así. Ni la teoría de la gravitación de Newton ni (probablemente) la
con la ayuda de teorías ya existentes y (en parte) exitosas. (Por cier- de Einstein son simplemente verdaderas o falsas, si bien alguna pro-
to, no todas las teorías de esas características sirven a tal propósito; piedad que guarda cierta relación con la diferencia entre «verdade-
la cuestión es que algunas sí. Sólo en el caso de disciplinas cuyo ro» y «falso» es común a ambas y las distingue, por ejemplo, de la
progreso es dudoso puede estar ausente la historicidad global, y ser teoría de la gravitación de Descartes (cuya refutación consideró
su historicidad de una especie distinta: no intrínseca sino extrínse- Newton que merecía todo un libro de sus Principia).
ca.) Para ilustrarlo podemos remitirnos nuevamente a Newton y a Por tanto, es imposible interpretar las teorías científicas como
Einstein: de no haber sido por la mecánica y la teoría de la gravi- entidades que, al final de la investigación o en un caso fáctico ideal
tación newtonianas, sería difícil entender que se haya descubierto en sentido contrario, quepa entender como una imagen de la reali-
la relatividad general o se haya considerado atractiva su estructura dad que sea verdadera en el sentido corriente del término. No sólo
conceptual.> el sueño filosófico de una ciencia a priori fue una ilusión: la con-
Sólo la historicidad global nos permite considerar a cada teoría cepción teleológica del conocimiento científico, tal como es defendi-
nueva no como una teoría que compite con las anteriores, sino como da por Charles Sanders Pierce o por Karl Raimund Popper no es
su continuación corregida. Sin ello difícilmente podría presentarse menos imposible." Me propongo sostener la concepción opuesta:
como aceptable una tesis que, por cierto, es compatible con el cono- no es posible evaluar el objeto de la ciencia y el conocimiento que
cimiento científico actual, aunque no acreditado por él, a saber, la tenemos de él en relación con un punto imaginario de convergencia
de que las teorías sucesivas tratan de la misma realidad; por fjem- situado en el futuro, sino en relación con el camino cognoscitivo de
plo, la gravitación. (Se admite, por supuesto, que se refieren, al me- experiencia y de teorización recorrido en el pasado.
nos en parte, a los mismos fenómenos observables.) Sólo la histori- Una elaboración y una defensa más detalladas de esta tesis se
cidad global, entonces, hace posible el progreso teórico, puesto que hallan más allá de los propósitos de este trabajo." No obstante, pue-
la admisión del progreso excluye la visión del cambio teórico como de ser provechoso concluir esta parte de mi ensayo con el agregado
la simple sustitución de una teoría por otra. de una breve lista de los puntos que a mi juicio merecen un examen
Si consideramos asimismo el progreso tecnológico, esto es, el cre- ulterior y que pueden avalar mi tesis ante el lector. 1) La tesis armo-
cimiento, en alcance y en intensidad, de la interacción entre hombre niza con la realidad de la investigación en el sentido de que los
y naturaleza (<<progreso» no es aquí un término que exprese un logros científicos siempre tienen un comienzo pero nunca tienen un
valor), tendremos que admitir la combinación de dos cosas: 1) una fin. 2) Es un lugar común atribuir a la ciencia un papel (auto-)crítico,
naturaleza invariable (o cuya variación es imperceptible por su len-
titud) más allá del poder humano, y 2) una historia única de la 25. Debe observarse en este contexto que esa concepción ayuda a Gadamer
investigación de la naturaleza y de su utilización. La ciencia es acce- a establecer el contraste entre la ciencia y las disciplinas hermenéutica s que
sible sólo como algo histórico, incluyendo en ello sus afirmaciones estoy intentando destruir. Escribe Gadamer: «El objeto de las ciencias natu-
rales puede ser determinado idealiter como lo que se conocería una vez concluida
referentes a algo transhistórico. la investigación» (Gadamer, 1960,269).
Este simple estado de cosas está íntimamente ligado con la natu- 26. Uno de los puntos fundamentales de esa elaboración y de esa defensa
sería la explicación de por qué el carácter histórico de la ciencia, que sostengo
que es esencial, no involucra, sin embargo, la práctica de una investigación
24. Es mucho lo que podría añadirse en este respecto; por ejemplo, que histórica en la ciencia. Parece necesario invocar aquí el carácter no reflexivo
algunos elementos específicos de la teoría de Newton, como la equivalencia de la ciencia: jamás una disciplina científica incluye una investigación de su
entre la masa inercial y la masa gravitacional, hallan una explicación por medio propia actividad y de su desarrollo. Si, como he d~ sostener, en la divi~ión del
de la teoría de Einstein; o que no es posible determinar la adecuación empíri- traba] o de investigación la filosofía se ha convertIdo (o ha de convertirse) en
ca de la teoría de Einstein sino mediante el empleo de la de Newton (suponién- la consciencia del mundo científico, tiene que cargar con todo el peso de la
dose entonces la compatibilidad conceptual y numérica de ambas teorías), como historicidad. La práctica de la filosofía ostentará ese rasgo en mayor o menor
en el caso del cálculo del valor observando del movimiento del perihelio de grado, según las condiciones histór!cas (más abajo, en la sección V, se hallarán
Mercurio. indicaciones referentes a lo que quiero dar a entender).
120 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA EL EST\JDIO DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 121

esto es, restar credibilidad a cualquier sugerencia en el sentido de problemas particulares e investigarlos separados de su contexto y,
que un logro científico pueda ser definitivo. 3) Nuestra relación prác- en especial, separados de su desarrollo histórico, la filosofía se verá
tica con el mundo, en la medida en que está determinada por la estimulada -y ha sido estimulada- a llevar a cabo el mismo intento.
ciencia, es la de enfrentar un futuro abierto, antes que la de apuntar Con frecuencia, tanto en el pasado como en la actualidad, esa estra-
a una meta preconcebida; ello es verdad tanto a propósito de la tegia ha tenido sentido y ha sido tan exitosa cuanto la filosofía puede
orientación intelectual como a propósito de la aplicación tecnológica. serlo. Pero en una perspectiva ahistórica o en la perspectiva de la
En este sentido la ciencia se asemeja al lenguaje natural. Este último historia de la filosofía como historia de los problemas, se distorsio-
sirve permanentemente para hacer frente a situaciones nuevas, y ello nará a algunos de éstos, y otros ni siquiera serán planteados. La
basta para que nunca pueda convertirse en un lenguaje completo o distorsión amenaza a aquellos problemas de gran generalidad que
ideal, o nunca pueda admitirse la aproximación a un lenguaje tal mencioné anteriormente, tales como: «¿Qué es el conocimiento?» o
como medida de su adecuación. De igual modo, la ciencia no admite «¿Cuáles son los fundamentos de la moral?» ¿Cómo podemos hablar
la aproximación a un tipo ideal de conocimiento como medida de con sentido acerca del conocimiento sin considerar el caso paradig-
su progreso. Por último, 4) la ciencia sólo es posible como experien- mático del conocimiento, es decir, el conocimiento científico, con su
cia. La experiencia de un individuo no se desarrolla en un lapso breve, dinámica histórica? ¿Cómo podemos cultivar exitosamente la ética
sino sólo en el curso de la vida. Por ser una especie de experiencia en la actualidad sin colocar en el lugar central la pluralidad cultural
social o colectiva, la ciencia no es, ni siquiera en principio, pro- del planeta o el novedoso hecho de que las consecuencias de nuestras
ducto del presente (de un momento afortunado, por así decir), sino acciones afectan a muchas de las generaciones futuras? Los proble-
sólo de una prolongada historia. Sólo cuando se la ve como tal es mas que en la perspectiva de la historia de la filosofía como historia
posible entenderla y también, cabe esperar, controlarla. de los problemas ni siquiera se plantean, comprenden a los que po-
seen en sí mismos un contenido histórico, ante todo la cuestión de
las fuentes y las metas de la ciencia y de la tecnología.
Esta última observación me conduce al punto con el que deseo
v concluir este ensayo. Me parece que el radical giro histórico de la
filosofía que he esbozado con especial referencia a Gadamer, se
originó a partir de una fuente que en Gadamer mismo no se torna
~s momento de volver a la filosofía y aplicar a ella la lección que suficientemente perceptible, debido a que este filósofo centra su
he mtentado extraer de la ciencia. Hemos discutido ya la íntima atención principalmente en las Geisteswissenschaften. Esa fuente es
relación que existe entre la ciencia y la filosofía, especialmente du- la experiencia de la ciencia y de la tecnología como fuerzas históricas
rante la época moderna. Ahora podemos extraer de ella una conclu- o, en realidad, como nuestro sino histórico. Sólo si se reconoce esa
sión: cabría esperar que la filosofía mantuviese con la historia una experiencia puede tenerse la esperanza de dar una explicación ade-
relación muy semejante a la que las ciencias mantienen con la his- cuada de la intransigente historicidad de algunas de las tendencias
toria. En la medida en que las ciencias tuvieron como meta el des- filosóficas más recientes. Heidegger yel último Husserl ofrecen ejem-
cubrimiento de un orden atemporal y eterno de las cosas, la filoso- plos salientes de ello.
fía se vio llevada a concebir su tarea en los mismos términos e La obra de Husserl acerca de la crisis de las ciencias europeas
inversamente. (No se supone con ello una distinción rígida entre' la (Husserl, 1934-1936) atestigua con la máxima claridad deseable que
filosofía y la ciencia, y mucho menos una orientación causal.) La fi- fue su inquietud ante la ciencia (natural) moderna lo que lo llevó
losofía investigó la estructura, que trasciende al tiempo, de la ra- a estudiar la historia del pensamiento moderno. Husserl, sostenedor
zón o de la naturaleza humanas. Cuando las ciencias transgredieron de un análisis a priori de la consciencia humana, llegó a escribir, al
los esquemas ontológicos preconcebidos, pero parecieron acercarse término de su carrera, afirmaciones como las siguientes: «Puesto
poco a poco a la Verdad, también la filosofía pudo tener la espe- que no sólo tenemos una herencia cultural y espiritual, sino que,
ranza de hallar la ley de su desarrollo en suposiciones o en antici- además, no somos otra cosa aparte de lo que hemos llegado a ser a
paciones de una fase definitiva y perfecta. Este modelo puede ob- través de nuestra historia cultural y espiritual, tenemos una tarea
servarse desde Hegel hasta la actualidad; nombres tan diferentes que es auténticamente nuestra. Podemos encararla con propiedad ...
como los de Charles Sanders Pierce, Karl Popper y Jürgen Habermas únicamente a través de una comprensión crítica de la totalidad de
ocurren a la mente en relación con ello. la historia: de nuestra historia» (Husserl, 1934-1936: 72; edición
Además, en la medida en que en las ciencias sea posible aislar los de Stroker, pág. 77). Estas frases se hallan en medio de un análisis de
122 LA FILOSoFíA EN LA HISTORIA EL ESTVDIO DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFíA 123

la ciencia natural y de la filosofía modernas desde Galileo a Kant." o con la recusable idiosincrasia de Heidegger. Más bien me refiero a
El oscuro, y a menudo repelente misticismo de Heidegger se desa- lo que considero concepciones erróneas residuales de la ciencia y
rrolla a partrr de una preocupación similar: la desesperada búsqueda de la filosofía que se hallan en muchos de los llamados enfoques
de una nueva forma de lenguaje o de pensamiento (<<Denken» como «trascendentales» adoptados en la tradición alemana, especialmente
o~~~sto ,a«~losofía», a la cual él ve indisolublemente unida a la tra- por Husserl, Heidegger y Gadamer. Esos autores parecen pensar que
dIc~on científica) que pueda dar cuenta de la ciencia v de la tecno- para ver a la ciencia y a la tecnología como algo así como nuestro
log~a como nuestro destino, histórico. Esa es la razó~ por la cual sino o nuestra tarea histórica hace falta, ante todo, cierta distancia
HeIdegger n~ se vuelve a ninguna forma de sabiduría extracientífica respecto de la ciencia; por así decir, un espacio libre de ciencia para
como, por ejemplo, el ~udismo, sino a los presocráticos, y piensa maniobrar intelectualmente. Aunque difieren mucho entre sí en otros
que para captar la .contlllgencia histórica de la civilización europea aspectos, Husserl, Heidegger y Gadamer coinciden en su enfoque
y, P?r t~nto, mundial moderna, es necesaria una «destrucción» de fundamental de este problema: buscan el espacio de maniobras en
la historia de la metafísica europea.e la experiencia precientífica o extracientífica, en el «Leb enswelt», que
. ,E.stos. dos. ejemplos ilustran el motivo por el cual consideramos incluye al arte y a la cultura." Intentan, además, apresar esas expe-
dIf¡~il, SI no írnposible, modelar a la filosofía de acuerdo con el pa- riencias en una disciplina filosófica autónoma: una teoría «trascen-
r~dIg~a tr.adIc,lOnal. (es decir, ahistórico) de la investigación cien- dental» dirigida a demostrar, en primer lugar, las condiciones que
tífica: la CIenCIa misma como fenómeno histórico se ha convertido hacen posible todas las investigaciones metodológicas de la natura-
en un? .de los temas fundamentales de la fílosoña.> Debido a la inse- leza y del hombre." (Debe notarse que el último Heidegger reem-
par,abIll~ad. de la ciencia y la tecnología, este hecho afecta a la filo- plazó la distinción entre la filosofía trascendental y las disciplinas
sofía practica no menos que a la teórica. particulares por la oposición entre todas las disciplinas tradiciona-
¿Acas~ .debemos entonces seguir a Heidegger y convertirnos en les, incluida la filosofía, y una nueva forma de pensar el ser; pero
posmetaffsicos de la ciencia? no me propongo discutir aquí esa decisión. Hasta donde se me al-
Al poner énfasis en la importancia de Heidegger para nuestro canza, ello no afecta al siguiente argumento.)
tema no me propongo implicar una respuesta afirmativa a la pre- Ahora bien: es indudablemente cierto que todas las disciplinas
gunt~ precedente, si b~en ello no se debe tanto a razones obvias, metodológicas se originan en la vida común, y que posiblemente no
r~~aclOnadas con las dificultades para identificarme con una tradi- pueda introducirse ningún lenguaje científico si no es con la ayuda
cion cultural determinada de la Alemania de entre las dos Guerras del habla cotidiana. Pero es erróneo tomar este truismo como punto
de partida de una crítica filosófica, independiente, de la ciencia y lo
es en dos aspectos. 1) El Lebenswelt precíentífico, extra científico o
.27. J0Il:athan R~e (Rée, Aye~s, Westoby, 1978, 18) agrupa a Husserl junto con exento de ciencia, es un artificio. Nuestra vida ha pasado a estar,
WIttgenstem, el CIrc~,lo de Viena y otros revolucionarios antihistóricos. Eso
es co.rrecto en ,re!aclOn con el primer Husserl, y muestra lo drástico de su
cambio en los úl tirno s años de su carrera. 30. Husserl (ya bajo la influencia de su discípulo Heidegger) toma a la
28. El germen del enfoque de Heidegger se encuentra ya en su obra de Lebenswelt como punto de partida de su crítica trascendental de la ciencia
1~26;. en ella contr~sta la vida cotidiana con la experiencia científica. Su diag- (Husserl, 1934-1936, parte 111); su propósito es el de recuperar la «Lebensbedeut-
nostIco del pensamiento mo~erno (1950a) representa una fase ulterior. En 1949, samkeit» de la ciencia, cuya pérdida es el problema fundamental de su inves-
1953a y . 1953~ se hallan tesis salientes acerca de la consecuencia fundamental tigación (ibid., § 3). El famoso análisis de la experiencia cotidiana que Heideg-
de l~ h~stona del Ser: ~a tecnolo~ía. Hay mucho material disperso acerca de gel' presenta en su obra de 1926 señala el punto de partida de su posterior
la ciencia y la tecnología en Heídegger: un estudio al respecto se halla en crítica a la tecnología, en la cual establece el contraste entre la vida sencilla,
Franzen, 1975, 4.2.1. El de Loscerbo (1981) es un amplio estudio en el que se la experiencia poética, etcétera, por una parte, y la representación científica,
muestr.a la persistencia del tema a lo largo de gran parte del pensamiento el dominio tecnológico, etcétera, por la otra. (Un ejemplo particularmente elo-
de Heidegger. cuente, entre muchos otros, puede hallarse en Heidegger, 1950b.) Gadamer ex-
29. Si Windel,?~nd ~o hubiese trabajado aún bajo la irresistible influencia tiende notablemente el ámbito de las experiencias relevantes; desea incluir el
de Kant, y ~ambIen bajo la de Hegel, o si hubiera vivido en una época en la arte y la cultura en tanto son configuradas por la tradición histórica. Tal amo
que !a ambivalente dinámica de la ciencia fuese tan clara como lo es ahora pliación constituye el motivo y la justificación más profundas de su orientación
podría I;aber extraído ya la misma conclusión. Al menos él vio ya en la cienci~ hacia las Geisteswissenschaften; su interés primario no es el de desarrollar una
l~ principal p.reocupación de la filosofía, según se puede ver en textos como el metodología o una filosofía de esas disciplinas (Gadamer, 1960, Einleitung,
siguiente: «Die Geschichte des Namens Philosophie ist die Gaschichte der Kul- págs. XXV-XXVI; 1967b, especialmente 119).
turbedeut~ng der Wissenschaft» (Windelband, 1882, 20). El objetivo fundamental 31. Husserl, 1934·1936, 34a, 38-42; Heidcgger. 1926. También Gadamer apunta a
de~ estudio de. la .filoso~ía antigua es, para él, el de permitir «comprender el «algo que precede a la ciencia moderna y la hace posible» (1960, XV; véase
origen d.e la CI~nCIa OCCIdental en general» (Windelband, 1893, 1). Ese es ya un también 1967b, 119). De acuerdo con ello procura establecer la universalidad
tema heídeggeriano. de la hermenéutica con la ayuda de una «ontología» del lenguaje (1960, parte UI).
124 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA EL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFÍA 125

por así decir, empapada de ciencia y de tecnología. No sólo los peli- c~ón será válida entonces también a propósito de la filosofía. Nece-
gros y las promesas de hoy, nuestros temores y nuestras esperanzas, sítamos estudiar la historia de la filosofía no sólo para sacar pro-
son muy distintos de lo que solían ser en siglos pasados: también vecho ~e la presencia virtual de nuestros grandes colegas del pasado,
las convicciones, los proyectos de acción y de vida han variado fun- y no solo para mejorar nuestra comprensión de la génesis del es-
damentalmente. Por eso en la actualidad apenas si es posible separar píritu (y, en ese sentido, nuestro autoconocimiento). La historia de
el Lebenswelt del mundo tal como es visto y modelado por la cien- ~a filosofía es necesaria si la filosofía ha de obrar como algo serne-
cia. El punto de partida del análisis filosófico sólo puede ser una jante a la consciencia profesionalizada del mundo científico y tec-
«Lebenswelt científica». 2) La separación entre las disciplinas o las nológico, y, cabe esperar, como su consciencia rnoral.s
ciencias particulares y una teoría filosófica trascendental, es suma-
mente discutible. Hay buenas razones para admitir cuestiones tras-
cendentales y argumentos trascendentales; pero después de dos si-
glos de teorías trascendentales supuestamente a priori, mas en rea- BIBLIOGRAFIA
lidad variables, debiéramos concluir que el intento de establecer una
autoridad filosófica independiente ha fracasado. En caso de conflicto
entre un científico y un filósofo, normalmente este último perderá APEL,K.-O.: Analytic Philosophy Language and the Geisteswissenschaften.
Dordrecht, Reidel, 1967.
la batalla, a no ser que el primero extrapole su especialidad para
hacer de ella una teoría única y omnicomprensiva del mundo, en cuyo BENNETT, J.: «Strawson on Kant», Philosophical Review 77: 340-349,1968.
BRÉHIER, .E.: «The foundations of our history of philosophy», en Philosophy
caso sencillamente se convertirá en un filósofo del a priori.
and History - Essays presented. lo Ernst Cassirer, comps. R. Klibansky
Además, el enfoque trascendental, especialmente en su versión y H. J. Paton, Gloucester, Mass., Smith, págs. 159-172,1975.
hermenéutica (Verstehen como existenciario -Heidegger- o una BUBNER, R.: «On Hegel's significance for the social sciences» Graduate
ontología del lenguaje -Gadamer-), se presenta como conceptual- Faculty Philosophy Iournal 8: 1-25, 1982. '
mente inadecuado para tratar apropiadamente la novedad histórica. DILTHEY,W.: «Aufbau der geschichtlichen Welt in den Geísteswissen-
La interacción y el descubrimiento materiales requieren un estatuto schaf'ten», en Gesammelte Schiften, vol. VII, Leipzig/Berhn, Teubner,
conceptual coordinado, al lado de las estructuras reflexivas de la 1910y 1927.
autoexperiencia. Ya he formulado este reparo contra Gadamer al FRANZEN, W.: Von der Existentialontologie zur Seinsgeschichte, Meisen-
referirme a las implicaciones idealistas de la hermenéutica universa- heim am Glan, A. Hain, 1975.
GADAMER, H.-G.: Wahrbeit und Methode, Tubinga, Mohr, 1960.Todas las
lista. Parece poder ser aplicado en general a todos los enfoques
citas son de la 2: ed., publicada en 1965.
trascendentales en los que «trascendental» remite a una teoría a - Kleine Schriften 1: Philosophie, Hermeneutik; Tubinga, Mohr, 1967a.
priori de la subjetividad. - «Rhetorik, Hermeneutik, un Ideologiekr itlk», en Gadamer 1967a: 113-
Por tanto, una cosa es conceder que Heidegger y Gadamer ofre- 130, 1967b.
cen una profunda percepción de la historicidad de la filosofía, y GELDSETZER, L.: Was heisst Philosophiegeschichte? Düsseldorf, Philoso-
otra cosa es aceptar sus argumentos específicos. Ambos se concen- phia-Verlag, 1968a.
tran en la experiencia extracientífica de la vida, o en las Geisteswis- - Die Philosophie der Philosophiegeschichte im 19. Iahrhundert - Zur
senschajten, en forma tal que pasan por alto el irresuelto problema Wissenschaftsheorie der Philosophiegeschichtsschreibung und -betrach-
filosófico de comprender adecuadamente la relación entre esos do- tung, Meisenheim am Glan, A. Hain, 1968b.
minios: el de la experiencia científica y la acción científicamente fun- HEGEL, G. W. F.: Grundlinien der Philosophie des Fechts, ed. E. Gans, 1820.
dada. Yo sugeriría que tal comprensión entrañaría el reconocimiento
32. Nancy Cartwirght, Jan Haking y Lorraine Daston tuvieron la amabili-
de la historicidad del conocimiento científico. dad de leer un borrador de este trabajo y me ayudaron a aclarar mis pensa-
Para resumir brevemente: he intentado sostener que en nuestra mientos; sé, empero, que no pude habérmelas debidamente con sus críticas
tradición la filosofía está inseparablemente entrelazada con las cien- y con sus preguntas. Fueron muy instructivas para mí las discusiones que
cias (en el sentido amplio del término), y que, por ello, la historia de mantuve en la Universidad Johns Hopkins y en la Universidad de Tubinga, y
es mucho lo que aprendí especialmente de Jerome Schneewind, Richard Rorty y
la filosofía es igualmente inseparable de la historia de las ciencias. Rüdiger Bubner, y asimismo de las conversaciones que sostuvo con Hans-Georg
Las ciencias, especialmente las ciencias naturales en su relación con Gadamer y con Hans-Friedrich Fulda. Norton Wise me ayudó en la traducción
la tecnología, no pueden ser entendidas -y mucho menos maneja- de las citas de autores alemanes. Por último -aunque no es lo menos irn-
das- adecuadamente, salvo sobre la base de nuestra experiencia portante-, debo mencionar mi deuda con Richard Rorty por su meticulosa
corrección estilística, sin la cual el texto de este trabajo difícilmente habría
histórica (si acaso pueden ser entendidas y manejadas). Esta afirma- resultado legible.
126 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA

La cita es de Hegel, Sdmtliche Werke, ed. H. Glockner, vol. VII, Stutt-


gart, Fromann, 1928.
HEIDEGGER, M.: Sein und Zeit, 1926. Con notas de la 11: ed., Tubinga,
Mohr, 1967.
_ «Die Kehre», en Die Technik und die Kehre, págs. 37-47,1949, Pfulligen,
Neske, 1962.
_ «Die Zeit des Weltbildes», en Holzwege, Francfort, Klostermann, pági-
nas 69-104,1950a.
_ «Das Ding», publicado por primera vez en 1951. Las notas son de la CAPíTULO 5
edic. posterior en Vortriige und Auisiitze, Pfullingen, Neske, 1954, 4.-
ed., 1978, págs. 157-179,1950b. CINCO PARABOLAS
~ «Die Frage nach der Technik», en Vortriíge und Auisátze, Pfullingen,
Neske, 1954, 4: ed., 1978, págs. 9-40, 1953a. Jan Hacking
_ «Wissenschaft und Besinnung», en Vortrdge und Auisiitze, Pullingen,
Neske, 1954, 4: ed., 1978, págs. 41-66, 1953b.
Hoy, D.: «History, historicity, and historiography en "Being and Time"»,
en Heidegger and Modern Philosophy, ed. M. Murray, New Haven, Yale Este libro no presenta una doctrina monolítica, pero sí tiene un
University Press, págs. 329-353, 1978. tono subversivo. Promoverá algunas actitudes iconoclastas, ensan-
HUSSERL,E.: «Die Krisis der europaischen Wissenschaften und die trans- chará algunos horizontes y procurará que los filósofos conozcan me-
zendentale Phanomenologíe», en Husserliana, ed. W. Biemel, vol. VI, La jor el fermento contenido en las propuestas actuales para la escritu-
Haya, Nijhoff, 1962. Se publicó una relación de este libro por E. Stró- ra de la historia. Mis propias ideas son lo suficientemente exóticas
ker, Hamburgo, Meiner, 1977, 1934-1936. para que se me incluya en este libro, pero en tal compañía debiera
KANr, 1.: Kritik der reinen Vernunjt, 1781 y 1878. primero confesar cierto respeto por más lecturas obstinadas y ana-
LOSCERBO, J.: Being and Technology - A Study in the Philosophy af Mar- crónicas del canon de los grandes filósofos. El enfoque que de la
tin Heidegger, La Haya, 1981. ~ historia de la filosofía tienen las amistades epistolares puede irritar-
MANDELBAUM, M.: «Hístory of ideas, and the history of philosophy», His-
tory and Theory, Beihejs 5: The Historiography oi Philosophy, 33-66, me tanto como a cualquiera. A través de los mares del tiempo se
destacan como corresponsales algunos héroes cuyas palabras deben
1965.
MITTELSTRASS, J.: «Das Interesse der Philosophie an ihrer Geschichte», leerse como la obra de niños, brillantes pero en situación de des-
Studia Philosophica 36: 3-15, 1977. ventaja, de un campo de refugiados, profundamente instructivas pero
OEHLER,K.: «Die Geschichtlichkeit der Philosophie», Zeitschriit für Philo- necesitadas de firme corrección. Detesto eso, pero mi primera pa-
sophische Forschung 11: 504-526, 1957. . rábola, titulada «La familia verde», expresa precisamente un men-
PASSMORE, J.: «The idea of a history of phílosophy». History and Theory, saje antihistórico así. Descartes (por ejemplo) vive, o yo opino que
Beiheit 5: The Historiography oi Philosophy: 1-.32,1965.. es así. Mi segunda parábola es un antídoto instantáneo. Se llama
_ «Philosophy historiography of», en Encyclopedza oi Philosophy, ed.
«La paradoja de Brecht», y está elaborada en torno del hecho de que
P. Edwards: vol. VI: 226-230,Nueva York/Londres, Macmillan, 1967.
RÉE, J.; AYERS,M. Y WESTOBY, A.: Philosophy and its Past., Brighton, Har- Brecht, al leer a Descartes, no pudo dejar de exclamar que Des-
cartes vivió en un mundo completamente distinto del nuestro (o en
vester Press, 1978. .
RENOUVIER, CH.: Esquisse d'une classiiication systématique des áoctrines todo caso del de Brecht).
philosophiques, París, 1885-1886. . Mi tercera parábola, titulada «Demasiadas palabras» es una auto-
RORTY,R.: «Overcoming the tradition: Heidegger and Dewey», en Heideg- flagelación. Se refiere a una concepción claramente radical acerca
ger and Modern Philosophy, ed. M. Murray, New Haven, Yaye Ilniversí- del modo en que la historia del conocimiento determina la natura-
ty Press, págs. 239-258,1978. . ., leza de los problemas filosóficos. Una vez esa concepción fue la mía.
_ Philosophy and the Mirror of Nature, Pn~cet(:)ll Umversl~y Press, !979. La repito ahora para repudiar la visión idealista y verbalista de la
WINDELBAND, W.: «Was ist Philosophy?», en Prdludien, vol I, 9. ed., Tubinga, filosofía de la cual deriva.
Mohr, 1924, 1882. Las dos últimas parábolas, llamadas «Rehacer el mundo» y «Crear
_ Lehrbuch der Geschichte der Philosophie, 1889. Todas las notas son de
la 9.~ ed. de E. Rothacker, Tubinga, Mohr, 1921. seres humanos», son asimismo complementarias y antitéticas. En
_ Geschichte der abendliindischen Philosophie im Altertum, 1893. Notas resumen, a pesar de cuanto he aprendido de T. S. Kuhn, creo que en
de la 4." ed. de A. Goedeckemeyer, Munich, Beck, 1923. un respecto fundamental la historia no importa para la filosofía
_ Einleitung in die Philosophie, Tubinga, Mohr, 1914. de las ciencias naturales, mientras que sí importa para la filosofía de
f

128 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA CINCO PARÁBOLAS 129

por lo menos algunas de las ciencias humanas. Estas serán, entre Conozco poco de porcelana. Consigno, sin la menor pretensión de
mis ideas, las más difíciles de aclarar, pero, al menos para quienes discernimiento, que en Dresde mis ojos fueron cautivados especial-
prefieren las tesis a las parábolas, hay allí una tesis. En cierto sen- mente por las obras hechas en el estilo llamado <da familia verde».
tido es una castaña vieja pero tostada -espero- en carbones nuevos. En una de las grandes regiones exportadoras se desarrollaron nue-
Las parábolas pueden ser evasivas, pero las cinco parábolas que vas técnicas de esmaltado. Los resultados fueron maravillosamente
a continuación presento, al menos, se refieren a distintas relaciones bellos. No destaco las piezas de Augusto der Stark como la culmi-
entre la filosofía y su pasado. La primera es una advertencia en nación del arte chino. Suelen ser más estimadas en Occidente las
cuanto a que la lectura anacrónica de algunos textos canónicos pue- obras algo posteriores, y sé muy bien que obras mucho más tem-
de poseer de por sí un valor fundamental. La segunda recuerda que pranas tienen una gracia y una simplicidad que afectan al espíritu
esos mismos textos pueden hablar en favor de una completa dislo- más profundamente. Recurro a la familia verde más bien como pa-
cación de nuestra parte respecto de nuestro pasado. La tercera con- rábola de la variación de los gustos y de la persistencia de los va-
cierne al uso exagerado de la historia en el análisis de conceptos y lores.
de problemas filosóficos. La cuarta se refiere a la historia y a la Augusto der Stark pudo haber amado sus porcelanas chinas al
filosofía y de la ciencia natural, mientras que la quinta versa acerca punto de haber hecho construir un palacio para ellas, pero los con-
de la historia y la filosofía de algunas de las ciencias sociales y naisseurs posteriores consideraron que no tenían más valor que una
humanas. La cuarta recurre más a T. S. Kuhn; la quinta, a Michel colección de muñecas. Durante un siglo se agostaron en una bodega
Foucault. abarrotada en la que en días oscuros apenas si se pueden columbrar
las formas salientes de algunas de las piezas de mayor tamaño. Un
hombre en especial custodió este oscuro tesoro: el Dr. Gustav Klemm;
1. La familia verde él canjeó duplicados de piezas con otros polvorientos conservadores
para ampliar la que se convertiría en la colección de este género
Hace no mucho tiempo visité la ciudad fénix de Dresde, la cual, de obras más nobles de Europa. Sólo hacia fines del siglo XIX se
aparte de sus colecciones de arte europeo, alberga una notable ex- la devolvió a la luz. Entonces se hizo pública para maravilla y de-
posición de porcelana china. Debemos ambas cosas al hombre que leite no sólo de especialistas sino también de personas de paso como
en Sajonia todos llaman Augusto der Stark, si bien técnicamente yo. Durante la Segunda Guerra Mundial las piezas de cerámica china
es Augusto II (1670c1733), en algún tiempo rey de Polonia, y Federico regresaron a las bodegas y sobrevivieron a la destrucción de Dresde.
Augusto 1, elector de Sajonia. Es menos admirado por su habilidad Todas las colecciones de esta ciudad fueron llevadas entonces a
como político y como guerrero que por su profusa colección de Moscú para su cuidado y custodia. En 1958 regresaron para ser alber-
obras de arte, por su prodigiosa fuerza y (en algunos lugares) por gadas en las reconstruidas nobles habitaciones del palacio Zwinger.
haber procreado la más grande cantidad de niños que se registre Es posible emplear esta contingencia para relatar dos historias
en la historia. Augusto compró cuanta porcelana de calidad llegó a opuestas. Una dice: he aquí una típica historia humana de opulencia,
sus manos. El ámbito a que corresponden sus piezas es limitado: la codicia, cambios del gusto, destrucción, supervivencia. Sólo una se-
mayoría de ellas proceden del período de K'ang Hsi, 1662-1722.En cuencia de accidentes creó el comercio chino de exportación de ob-
1717 mandó construir un pequeño palacio para sus porcelanas chi- jetos apropiados para cierta moda europea de las cosas chinas alre-
nas, y ese mismo año canjeó a Federico Guillermo 1 de Prusia un dedor de 1700, llevó algunos ejemplares característicos bajo pródigo
granado regimiento de Dragones por 151 jarrones conocidos aún como techo, vio a la preferencia pública apartarse de ellos, fue testigo de
los Dragonenvasen. Si bien es verdad que empuñó, no muy eficaz- un renacimiento, de una tempestad de fuego y de un regreso. Es un
mente, su espada, no era ningún prusiano. Augusto der Stark hizo mero hecho histórico que Leibniz (por ejemplo) tuviera gran afición
fundamentalmente el amor, no la guerra. Empleó el dinero desti- por las obras chinas, pues tal era la moda de su tiempo. De igual
nado a la investigación y el desarrollo, no en el cañón, sino en la modo yo, más insipientemente, me embobo también ante ellas, con-
química, apoyando financieramente el redes cubrimiento del antiguo dicionado por las tendencias actuales. En cambio, para Wolff, Kant
secreto chino de la manufactura de porcelana, con lo que Meissen, o Hegel no eran dignas de admiración. En pocas palabras: hubo
en Sajonia, se convirtió en la principal fábrica europea de porcelana. períodos en que esas piezas fueron valoradas y períodos en que
(Ello tenía tanto un interés comercial como estético, pues en aque- se las despreció, se las olvidó, no se las amó. Lo mismo ocurrirá
llos días la porcelana era la principal mercancía manufacturada que nuevamente, no sólo en Europa sino también en el país en el que
se importaba a Europa.) se las fabricó. En pocos años se las condenará como ejemplo de
r
130 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA CINCO PARÁBOLAS 131

temprana subordinación a la burguesía europea y a sus colonias entre esos grandes libros; digo, como los de Descartes ... » Amaban
(la familia verde tuvo enorme éxito entre las familias de colonos a Descartes y sus Meditaciones.
de Indonesia). Años más tarde se las sacará de las bodegas chinas Ocurre que doy terribles lecciones acerca de Descartes, pues
y se las investirá de un aura totalmente distinta. Evidentemente, no siempre refunfuño diciendo que no lo entiendo demasiado. Pero eso
hay en esos chismes valor intrínseco alguno: ascienden y descienden no importa. Descartes habla de manera directa a esos jóvenes que
en la escala de la admiración humana según soplen los vientos. acerca de Descartes y de su época conocen tan poco como yo acerca
Raramente los relativistas afirman su posición de manera tan de la familia verde y de su época. Pero así como la familia verde se
burda, pero eso es en líneas generales lo que piensan. Nadie pretende me mostró a mí por sí misma, de igual modo Descartes se les muestra
que la conclusión: «no hay en esos chismes valor intrínseco algu- por sí mismo a ellos. Mi lista de lecturas cumple l.a función de la
galería Zwinger: es la propia porcelana, o la propia lectura, y no
no» se siga de los hechos presentados en mi ejemplo; pero me pro-
la galería o el aula, lo que produce la exhibición. El valor de Des-
pongo establecer, en contra de esa conclusión, una afirmación algo
cartes para esos estudiantes es enteramente anacrónico, fuera del
más empírica, apoyada, según pienso, por los he-chos históricos. Sos-
tiempo. La mitad de ellos habrá comenzado con la idea de que Des-
tengo que, sea cual fuere la duración de las edades oscuras, mien-
cartes y Sartre eran contemporáneos, por ser ambos franceses. Descar-
tras las bodegas nos preserven una buena colección de obras del
tes, mucho más que Sartre, puede hablarles directamente a tr~vés
estilo de la familia verde, habrá generaciones que las redescubran.
de los mares del tiempo. El historicismo, aun el de Rorty, lo olvida.
Se harán ver una y otra vez. No hace falta recordar que esa porce- Un principiante necesita alimentos; después, espacio; después:
lana se hará ver sólo en determinadas condiciones de prosperidad,
tiempo; después, un incentivo para leer, y a menudo eso ape~as SI
orgullo y excentricidades humanas (tales como la extravagante prác- basta, porque, lo mismo que la familia verde, Descartes tendra sus
tica de atravesar desapa-cibles regiones para dar vueltas en una ex- ascensos y sus descensos. Hace ciento cincuenta años, en Lon~res,
traña institución que llamamos «rnuseo»). Espinoza causaba furor y Descartes era ignorado. ~n la actuahd~d
No pretendo para la familia verde un ¡¡alar intrínseco que se halle ninguno de los dos cae bien en Dresde o en Cantan. Ambos seran
en los cielos, sino sólo un valor esencialmente humano, un minúscu- muy leídos allí en el futuro si las condiciones físicas y humanas lo
lo ejemplo de un haz de valores intrínsecamente humanos, algunos permiten; eso es al menos lo que creo. . .'
de los cuales se manifiestan más vigorosamente en un momento y En lo que se refiere a nuestras circunstancias más inmediatas,
otros más vigorosamente en otro momento. Las creaciones de los uno de diez mil cursos de conferencias servirá como la galería en
hombres poseen una extraña persistencia que contrasta con la moda. la que Descartes se exhiba. Puede ser mi balbucean te intento de
La mayor parte de la hojarasca que creamos no tiene ese valor. situar a Descartes en la problemática de sus días; puede ser la des-
Una experiencia suficientemente amplia de las viejas colecciones pri- trucción de Rorty; o pu~de ser alguno de ~os clásicos cursos de l.os
vadas europeas --cuyas piezas son conservadas más por razones de amigos-epistolares-a-traves-de-los-mares-del-tlempo. No present~ n~n-
piedad histórica que por razones de gusto-- nos asegura que el he- gún argumento para avalar mi convicción, sino que solamente invito
cho de ser «rnuseificado» es de valor casi irrelevante. La colección a dirigirse a la experiencia. Remedo a G. E. Moore cuando alzaba su
de Augusto es especial, como lo atestigua su sistemática supervi- mano ante una audiencia de ansiosos escépticos. La mayoría de no-
vencia y renacimiento. sotros estamos también demasiado ansiosos aún para recordar el
¿ Qué tiene que ver esto con la filosofía? El resurgimiento del his- modo en que Descartes nos habló inicialmente. Ese es el punto al
toricismo en la filosofía acarrea el relativismo que le es propio. que se refiere mi parábola. Extraigo de mi pasado rec~ente un pa-
Richard Rorty lo ha atrapado --o se piensa que lo ha hecho-- en ralelo de esa primera expresión. Invito a los lectores a mventar o a
su vigoroso libro Philosophy and the Mirror 01 Nature. Yo era di- rememorar sus propios paralelos personales. Pero si se resisten
chosamente inmune a ese mensaje. Poco antes de la aparición de la a ello, permítaseme señalarlo una vez más; Hegel dominó en la for-
obra de Rorty yo dictaba a los estudiantes un curso de introducción mación de Dewey y acaso en la de Pierce y también en la de los
a los filósofos que fueron contemporáneos de la familia verde y de encumbrados Moore y Russell, quienes en pocos años los arrasaron.
Augusto der Stark. Mi héroe había sido Leibniz, y, como de cos- No obstante, Hegel permaneció largo tiempo inadvertido entre quie-
tumbre, mi audiencia me miraba con pena. Pero después de la últi- nes leen y escriben en inglés. Pero me basta con señalar al. ~utor
ma clase algunos estudiantes me rodearon y comenzaron con el con- del capítulo inicial de este libro, Charles Taylor (cuyas exposiciones
vencional «[Carainba, qué buen curso!». Las observaciones posterio- tienen mucho que ver con la nueva práctica anglohablante de leer
res eran más instructivas: «Pero usted no podía hacer menos ... a Hegel) para recordar al lector que Hegel está de regreso. Poco
132 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA CINCO PARÁBOLAS 133

antes el lector de habla francesa hallaba dificultades aun mayores al Pero sería un poco molesto si no existieran árboles o cosas seme-
intentar la lectura de Hegel, hasta que Jean Hyppolite proporcionó jantes, porque entonces estaríamos muertos por falta de oxígeno.
la galería en la que Hegel se mostraría nuevamente. Pero ahora has- Esa verdad puede ser conocida por medio de la teoría, pero es la
ta hallamos a Michel Foucault -por más que en sus publicaciones interacción práctica con los árboles lo que constituye el núcleo
pueda aparecer como denegador de la sustancialidad del «textos-e- de esa certeza.
dispuesto a admitir con júbilo en un diálogo, al preguntársele por su Alguno sentirá que Brecht vive en otro mundo, un mundo menos
reacción a la Fenomenología del espíritu, que es un beau livre. Como familiar que el de Descartes. El lector puede disentir de la ideología
en efecto lo es. Para un escritor como Hegel eso es hablar otra vez aparentemente ingenua de Brecht, y sentir aún su grito de asombro
directamente, primero a los franceses y después a nosotros, tras ante la expresión de Descartes. No estoy diciendo que el pirronismo
décadas de olvido. sea impensable. Los hombres pasan por operaciones intelectuales
que los conducen a expresiones escépticas, y pasan después por otras
operaciones tales que los alivian del escepticismo. No me opongo. a
Il. La paradoja de Brecht eso. No estoy esgrimiendo los argumentos lingüísticos del «caso
paradigmático» de hace un par de generaciones, en los que se sos-
Después de haber expresado cierta sabiduría convencional, debo tenía que no es posible emplear coherentemente el inglés para plan-
cuando menos consignar la sabiduría opuesta. Me cuesta mucho ha- tear problemas escépticos. Brecht me conduce a una zozobra de más
llar un sentido en Descartes, incluso después de haber leído a sus peso. ¿Cómo puede una persona, con la seriedad más profunda, ha-
comentaristas, a sus predecesores y los 'más arcanos textos de su cer que la existencia dependa del pensamiento? ¿Cómo remediar una
época. Cuanto más logro entenderlo, tanto más me parece habitar duda real mediante un encadenamiento de reflexiones que culminan
en un universo extraño. Ello es algo singular, porque Descartes creó en: «aun cuando dudo, pienso, y si pienso, soy»? El paso a la res
la escritura filosófica francesa y continúa siendo uno de sus modelos cogitans parece transparente en comparación con ese primer pensa-
dominantes. No debatiré ahora mis problemas recurriendo a pedan- miento. Curiosamente Hintikka da un paso interpretativo casi brech-
tescos escrúpulos. En lugar de ello, consideraré algunas notas es- tiano cuando sostiene que el cogito debe ser entendido como una
critas por Bertold Brecht en 1923, cuando, también él, había leído a expresión performativa en el sentido de J. L. Austin. Puede ver esto:
Descartes con consternación. un orador moderno, cuyo trabajo es hablar, puede hablar para pro-
Es útil remitirse a Brecht porque su reacción es muy directa. bar que existe. Todos hemos oído a personas a las que en forma
«¡Este hombre debe de vivir en otro tiempo, en un mundo diferente sarcástica caracterizamos justamente en esos términos. Pero no es
del mío!» No le inquietan las sutilezas. Su queja deriva de un po- eso lo que Descartes está haciendo, ni hay lectores de Hintikka a
deroso estado de perplejidad ante la proposición fundamental de los que por regla general la interpretación «performativa» del cogito
Descartes. ¿ Cómo es posible que el pensamiento sea la garantía de persuada.
mi existencia? Lo que me asegura de mi existencia es lo que hago: No estoy llamando la atención acerca de conceptos cartesiano s
pero no cualquier forma del hacer. Es el hacer con un propósito, en que han sido transmutados «<sustancia») o que han muerto «<reali-
especial los actos que forman parte de la obra que hago. Brecht es tatis objetivae», expresión correctamente traducida por Anscombe
un escritor. Su trabajo es la escritura. Es bien consciente del papel y Geach como «realidad representativa»), Podemos, con esfuerzo, re-
que se halla frente a él. Pero no es ese saber el que (a la manera de construir esos conceptos. Brecht formula una protesta contra el
Moore) lo hace estar seguro de la existencia del papel. Desea escribir núcleo mismo del pensamiento de Descartes. Ningún ser de mi tiem-
en él, y lo hace. Dispone del papel en el que están escritas sus ano- po -afirma Brecht- puede proponerse seriamente la sentencia car-
taciones, lo cambia. No puede tener ninguna duda de ello. Añade, un tesiana fundamental.
poco irónicamente, que debe de ser muy dificultoso saber algo de Estoy de acuerdo. He dicho también en mi primera parábola que
la existencia sin manipularlo. cada una de las sucesivas generaciones ama las Meditaciones y se
Brecht escribe manifiestamente a partir de una ideología. Su si- siente en ese texto como en su elemento. Creo que ésa es una para-
guiente comentario se titula: "Presentación del capitalismo como for- doja insoluble de la historia y de la filosofía. «Se puede mejorar la
ma de existencia que requiere de demasiado pensamiento y de dema- historia», «Los estudiantes son poseídos por el estilo de la prosa
siadas virtudes.» Es en la práctica, y no en la teoría, como están cartesiana, sólo creen que la entienden y se relacionan con ella em-
constituidos él y su ser. Volviendo tácitamente a Berkeley, destaca páticamente»: ésas son sólo expresiones de consuelo que no captan
que muy bien se puede dudar de si enfrente existe o no un árbol. la seriedad de la reacción brechtiana, o no captan la seriedad de los
134 LA FILOSoFíA EN LA HISTORIA CINCO PARÁBOLAS 135

estudiantes a los que Descartes habla de manera directa. Uno no fruslerías grandilocuentes pusieron de manifiesto claramente que yo
necesita, naturalmente, recurrir a Brecht para hacer esta observa- había estado leyendo a Foucault, pero significativamente yo había
ción. La creo útil para que recordemos que mientras que nosotros, estado leyendo ante todo Les Mots et les Choses, una obra que no
los filósofos, nos vamos por las ramas, un profano alerta e inquisi- pone tanto énfasis en las mots a expensas de las choses, cuanto con-
tivo puede llegar inmediatamente al corazón de lo que en Descartes tiene una vigorosa tesis acerca del modo en que las palabras im-
es ininteligible. ponen un orden en las cosas.
Es fácil establecer una serie de premisas que conducen a mi punto
de vista histórico lingüístico. La mayoría de ellas parecerán ser
III. Demasiadas palabras lugares comunes mientras no se las reúna. Alguna vez representaron
mi metodología. Como tal las afirmé en una reunión del Club de
Brecht pone en relación el surgimiento del capitalismo con dos Ciencias Morales de la Universidad de Cambridge en la primavera
vicios gemelos: demasiadas virtudes, demasiado pensamiento. No de 1974. Varios de los colaboradores del presente volumen se halla-
son ésos nuestros vicios. Nuestro problema son las demasiadas pala- ban entre el público, entre ellos uno de los cornpiladores, Quentin
bras: demasiada confianza en las palabras como lo que lo es todo, Skinner, a quien puedo apelar como testigo.
la sustancia de la filosofía. Acaso Philosophy and the Mirror oi Na-
ture, de Richard Rorty, con su doctrina central de la «conversación», 1. La filosofía se refiere a problemas. Esta no es una verdad
parecerá algún día una filosofía de carácter tan lingüístico como el eterna. Fue fijada en inglés por títulos como Some Main Problems oi
análisis que hace una o dos generaciones provino de Oxford. Para Philosophy (Moore, Londres, Lecciones en el Morley College, invier-
recordar en qué consistió es mejor pensar en la rutina antes que en no de 1910-1911), Some Problems of Philosophy (James, 1911), The
la ocasional inspiración de un maestro como Austin. Leemos en un Problems of Philosophy (Russell, 1911).
libro acerca de la ética de Kant, por ejemplo, que «una discusión 2. Los problemas filosóficos son conceptuales. Surgen de hechos
que se mantiene estrictamente dentro de los límites de la ética no referentes a conceptos y de la confusión conceptual.
tendría ningún propósito más allá del análisis y la clarificación de 3. Una explicación verbal de conceptos. Un concepto no es una
nuestro pensamiento moral y de los términos que empleamos para entidad abstracta no lingüística captada por nuestra mente. Se lo
expresar ese pensamiento». Su autor, A. R. C. Duncan, transcribe debe entender en términos de las palabras que empleamos para ex-
además la definición de Sidgwick, procedente de la primera página presar el concepto y de los contextos en que empleamos esas pa-
de su Etica: «el estudio de lo que es correcto o de lo que debe ser labras.
en la medida en que depende de los actos voluntarios de los indi- 4. Las palabras en sus lugares. Un concepto no es más que una
viduos». Duncan dice que él y Sidgwick comparten la misma con- palabra, o varias palabras, en los lugares en que son empleadas.
cepción de la ética. ¡Ay, pobre Sidgwick, pobre Kant, que creyeron Una vez que hemos considerado las frases en las cuales se emplea la
que estaban estudiando lo que es correcto o lo que debe ser! Po- palabra, los actos llevados a cabo al expresar las frases, las condicio-
dríamos hablar aquí de una obnubilación lingüística: una obnubi- nes de oportunidad o de autoridad para la expresión de esas frases,
lación que permite que uno transcriba una frase de la primera pági- etcétera, hemos agotado cuanto hay que decir acerca del concepto.
na de Sidgwick sin ser capaz de leerla. Gustav Bergmann escribió Una versión estricta diría que hemos agotado el concepto cuando
acerca del «giro lingüístico» de la filosofía, sugerente expresión que hemos considerado (per impossibile) todas las expresiones específi-
Rorty empleó para dar título a una antología de ese período. Como cas reales de las palabras correspondientes. Una versión menos es-
10 muestra la notable compilación de Rorty, el giro lingüístico apre- tricta nos autorizaría a considerar las circunstancias en las cuales
miante, y, visto retrospectivamente, parece haber sido demasiado la palabra podría ser empleada pero en realidad no lo es. El rigor
apremiante. Hay, no obstante, vendas lingüística s que cubren los me inclina hacia la versión estricta, pero la más flexible es más
ojos y son más sutiles que las que nos hacen leer a Kant como un aceptada.
filósofo del lenguaje. Para evitar faltas de cortesía me arrancaré 5. Los conceptos y las palabras no son cosas idénticas. Ello se
las mías. Se publicó en un libro como The Emergence of Probability debe a que, aparte de la ambigüedad sincrónica, las mismas pala-
y en una solemne conferencia acerca de Leibniz, Descartes y la filo- bras, a través de cambios de distinto tipo, pueden llegar a expresar
sofía de las matemáticas pronunciada en la Academia Británica. Esta conceptos diferentes. Pero los conceptos no deben ser multiplicados
conferencia concluía con la afirmación de que «es formada por la más allá de lo necesario. La diferencia de lugar proporciona la prue-
prehistoria, y sólo la arqueología puede mostrar esa forma». Estas ba de la diferencia en el concepto: la palabra es empleada por dife-

1
136 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA CINCO PARÁBOLAS 137

rentes clases de personas para hacer cosas diferentes. Aún admiro 9. «Esta consciencia desdichada, internamente fragmentada, por-
una teoría acerca de cómo hacer tal cosa y que muchas veces no que su naturaleza esencialmente contradicha es para ella una cons-
es tenida en cuenta en este sentido: la de Semantic Analysis, de ciencia única, debe tener siempre presente en una consciencia tam-
Paul Ziff. Análogamente, debemos aceptar que en diferentes mo- bién la otra; y entonces es llevada, a partir de cada una, otra vez
mentos el mismo concepto puede ser expresado mediante palabras al propio momento en que imagina que ha alcanzado exitosamente
diferentes dentro de la misma comunidad. Una inclinación por las una pacífica unidad con la otra ... »
ideas de Ziff me hace ser en este respecto más cauteloso de lo que El noveno punto no es una premisa, sino un proyecto cuya in-
se es comúnmente. Tomo en serio el Modern English Usage de fluencia ha sido amplia. Marx y Freud son los gigantes engendrados
Fowler y su afirmación de que en el inglés de Gran Bretaña existe por Hegel, pero los filósofos conocen también ese modelo. En la
un solo tipo de sinónimos exactos; por ejemplo, [urze y gorse [várgo- filosofía analítica está tan fuertemente vinculado con la terapia corno
ma»]. Aún hoy, al advertir que la palabra «deterrnínismo» aparece lo está en Freud. Los más probados terapeutas fueron los analistas
en Alemania alrededor de 1788,y que su empleo en términos de causas del lenguaje que pensaron que una vez eliminadas las confusiones
eficientes antes que en términos de motivos predeterminantes se di- lingüísticas los problemas filosóficos desaparecerían. Vinieron en-
funde en todos los lenguajes europeos alrededor de 1860, me veo tonces los analistas no lingüístico s, el más notable de los cuales fue
sorprendente mente inclinado a decir que con el uso de la palabra John Wisdom, y que hicieron explícitas comparaciones con la psi-
apareció un nuevo concepto. coterapia. Wittgenstein ejerció cierta influencia sobre la formación
6. Revoluciones. En los cuerpos de conocimientos tienen lugar de las ideas de Wisdom, pero encuentro en la propia obra de Witt-
rupturas, mutaciones, fracturas epistemológicas, cortes: cuantas me- genstein menos menciones de la «terapia» que muchos otros de sus
táforas el lector desee. Lo típico es que un concepto, una categoría o lectores. El proyecto hegeliano, sea cual fuere su procedencia, me
un modo de clasificación pueda no sobrevivir indemne a una revo- lleva a mi última premisa. Es la menos probable de todas.
lución. Aun cuando conservemos la misma palabra, ella podrá ex- 10. Los conceptos tienen recuerdos o, en todo caso, en nuestros
presar un concepto nuevo que reemplaza a uno anterior. No debemos propios modelos de palabra remedamos inconscientemente la filoge-
sucumbir a un exceso de inconmensuralibidad en este punto. No nos nia de nuestros conceptos. Algunos de nuestros problemas filosóficos
es forzoso suponer que un hablante posrevolucionario tenga dificul- acerca de los conceptos son resultado de su historia. Nuestro des-
tades para comprender a un hablante prerrevolucionario que perma- concierto no surge de aquella parte deliberada de nuestra historia
nece adherido a las antiguas modalidades. Pero de ello sí se sigue, que recordamos, sino de la que olvidamos. Un concepto se torna
si se añade la premisa precedente, que los conceptos pueden tener posible en un momento determinado. Es hecho posible por un orde-
un comienzo y un fin. namiento diferente de ideas anteriores que se derrumbaron o esta-
7. Conceptos problemáticos. Por lo menos una de las especies llaron. Un problema filosófico es creado por la falta de coherencia
fundamentales de confusión conceptual surge con los conceptos que entre el estado anterior y el nuevo. Los conceptos recuerdan ese

!~I~ pasan a la existencia en una ruptura comparativamente marcada.


Ello puede ocurrir de manera trivial, sencillamente porque las per-
hecho, pero nosotros no: nos la pasamos royendo problemas eter-
namente (o durante el lapso de vida del concepto) porque no enten-
sonas no han tenido tiempo para resolver las cosas. demos que la fuente del problema es la falta de coherencia entre el
1 8. Problemas persistentes. Está también el estereotipo menos tri- concepto y aquel ordenamiento anterior de las ideas que hizo posi-
II
'1 vial de que algunos problemas filosóficos persisten a lo largo de toda ble al concepto.
la vida de un concepto. Algunos problemas son tan viejos como el El modelo de la terapia nos enseñaría que podemos resolver o
mundo, pero otros son específicos y están fechados, e incluso pode- disolver nuestros problemas acometiendo su prehistoria. Yo me apar-
mos pensar que algunos realmente murieron hace tanto tiempo que to vehementemente de ese modelo. Es extraño a la historia de la
ni siquiera todos los artificios hermenéuticos de resurrección que hay consciencia desdichada. Hace más o menos diez años un ecléctico
en el mundo pueden devolverlos a la vida. Conocemos también el psiquiatra noruego subrayó en una conversación que mantuve con él
fenómeno del mismo conjunto de argumentos que son formulados que Freud era brillante en la explicación de los fenómenos psíqui-
una y otra vez, de generación en generación. Ahora estamos cerca cos, desde los lapsos hasta la neurosis pasando por los sueños. Sus
del término de nuestro viaje, y pasa a convertirse en clara especula- explicaciones suelen ser magníficas, lo mejor que hay en plaza, aun-
ción el que el problema surja debido a lo que haya hecho posible que, en lo que se refiere a la curación de las personas, Freud no es
ese concepto. Es como si el concepto problemático tuviera una cons- especialmente bueno ni malo. La observación acerca de la curación
ciencia desdichada. tiene sus tediosos partidarios en favor y en contra. La observación
r
I

138 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA


CINCO PARÁBOLAS 139

acerca de la explicación me resultó excitante. En parte debido a una sase de ese giro empleándolo en expresiones como «estilo judío
formación positivista, yo no imaginaba posible creer en explicaciones de pensamiento». Fleck sobrevivió a esas expresiones. {Su profesión
carente s de sus correspondientes predicciones. Ahora podría admitir era la de sanitarista. Fue un talentoso experimentador médico que
a la vez que la explicación de Freud y de los freudiano s acerca del en 1942 se las arregló para publicar un trabajo acerca de la diag-
sueño y de muchas conductas extrañas eran sencillamente brillantes. nosis del tifus. Lo hizo en la Gazeta Zydowska, una publicación ju-
Pero no cuentan para la curación. día clandestina de Lvov. Después de 1945, cuando tenía unos cin-
cuenta años y había logrado salir de los campos de concentración,
Esta premisa negativa (la de que no debe aguardarse una tera- publicó más de un centenar de artículos médicos acerca de la in-
pia) cierra el fundamento de mi modelo de explicación de (algunos) vestigación experimental hasta su muerte, acaecida en 1961.)
problemas filosóficos. Para captar la naturaleza de los problemas Una vez que se renuncia a la primera premisa de 1911, según
filosófi~os se debe comprender la prehistoria de los conceptos pro- la cual la filosofía trata de problemas, ninguna de las restantes se
blemáticos y lo que los hace posible. De ese modo se explicarían los mantiene muy firme. En determinado sentido son terriblemente fir-
problemas. No es necesario que ello influya en cuanto a si los proble- mes, porque forman parte del gambito idealista que tanto se ha
mas continúan inquietándonos. Para los que buscan soluciones a los difundido en la filosofía occidental. La filosofía trata de problemas, los
problemas filosóficos su explicación no representará ninguna ayuda. problemas nacen de las palabras, las soluciones deben referirse a
Por otra parte, una explicación del concepto de "problema filo- las palabras, y surge entonces la «conversación». Aun cuando la con-
sófico» (de acuerdo con la primera premisa, un concepto fechado en versación afirme que rechaza las premisas, ella surge igualmente.
el sentido de la quinta premisa) podría, según espero, incrementar Ocasionalmente alguno aúlla. Un ejemplo de ello es C. S. Peirce, el
nuestra incomodidad frente a la idea misma de resolver problemas único experimentador idóneo de nuestro canon, quien, al ver lo que
filosóficos. los verbalistas habían hecho con su palabra «pragmatismo», aulló
Puedo caricaturizar estas premisa s diciendo que consisten en «ic» e inventó la palabra, si no el hecho, del pragmaticismo. El prag-
una pizca de esto y una pizca de aquello, pero hasta llegar al ver- matismo es nominalista e idealista, las dos cosas; pero el pragma-
dadero final, eran los lugares comunes de una formación perfecta- ticismo de Peirce, como él declaró pendencieramente, es enteramen-
mente tradicional en filosofía analítica. Aun en el final, donde lo que te realista. Aunque tiene su concepción acerca del significado de las
se procuraba era un análisis más historizante que filosófico, las palabras, no reduce la filosofía a palabras. Tampoco lo hace Fleck,
ideas adicionales eran escasamente originales. enteramente sensible a los estilos de razonamiento, porque un experi-
¿Por qué no me agradan ya esas premisas? En primer lugar, no mentador no puede permitirse el lujo del idealismo ni el de su forma
por su énfasis en el lenguaje o en el pasado. Sino -como muchos actual del verbalismo. Una tarea instructiva para un autor más crí-
podían haberme advertido- debido a la premisa inicial. Se estaba tico que yo, sería la de comprobar si cada revolución poscoperni-
en l~ tarea de «resolver» problemas filosóficos. A pesar de un gallar- cana enaltecida por Kuhn no ha sido en realidad promovida por el
ir trabajo de laboratorio: hechos, no pensamientos; manipulación, no
do mtento de hacerla en relación con el razonamiento probable y
i~I de un coqueteo más breve con ese enfoque en la filosofía de las
matemáticas, yo no 10 estaba haciendo. Pero, ¿no he tenido éxito en
el pensar.
He desnudado una secuencia de premisas que conducen a una for-
ma de hacer filosofía históricamente. Se ajusta al tema de esta serie
la tarea de explicar la existencia y la persistencia de los problemas?
Bien, a nadie le agradan las explicaciones tanto como a mí: ¡una de ensayos. Internamente, dentro de esta secuencia de parábolas,
buena advertencia! tiene al menos otro papel. Me sugiere que una metodología bien
Ahora creo que yo estaba haciendo otra cosa. Estaba embarcado articulada puede conducirnos a un trabajo interesante para el cual
en el estudio del desarrollo de diferentes estilos de razonamiento, la metodología es en realidad enteramente irrelevante. Si el presente
I labor histórica que creo que es de gran importancia. He sido capaz volumen resulta exitoso, propondrá metodologías que importan sólo
en tanto dan lugar a un trabajo interesante para el cual las meto-
de afirmar tal cosa sólo mucho más recientemente, gracias a las su-
dologías son irrelevantes.
li gerencias que he hallado en un libro de A. C. Crombie: Stiles of
Scientific Thinking in the European Tradition. Habría llegado a sa-
berlo mucho antes de un libro que es aún mucho más mencionado
que leído: Genesis and Development of a Scientific Fact, de Ludwig
II

I
Fleck, en el que se dicen muchas cosas interesantes acerca del Denk-
stil, aun cuando por esa época (1935) poco faltaba para que se abu-

~
140 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA
CINCO PARÁBOLAS 141

atención en épocas de «crisis». A la vez, esto no puede conducirnos


a un verdadero nominalismo estricto, porque, para que pueda reco-
IV. Rehacer el mundo
nocerse un logro revolucionario, es menester que las anomalías «real-
m~nte~>,aparezcan, a fin de que se las pueda resolver en regla. La eli-
Ninguno de su generación ha tenido una incidencia más dramá-
minacion de la anom~,lía nunca es suficiente, enseña Kuhn, porque
tica en la filosofía de la ciencia que T. S. Kuhn, Toda discusión
para que una revolución «prenda» se requieren condiciones sociales
acerca de la relación entre historia y filosofía de la ciencia comenzará
de to~a especie. Pero la realidad debe contribuir siquiera en par-
con The Structure of Scientific Revolutions. Ello es extraño, porque
te: mas de lo que un nominalismo más radical más estricto con-
Khun escribió sólo acerca de la ciencia natural; en realidad, acerca
sentiría. "
de las ciencias físicas. Hay una opinión, avalada por su antigüedad,
El contraste que establezco con las ciencias sociales es como si-
según la cual la historia importa para el contenido mismo de las
gue. En la ciencia natural nuestra invención de categorías no modi-
ciencias humanas, mientras que no importa demasiado para las cien-
fica «realmente» el modo en que el mundo opera. Aun cuando cree-
cias naturales. Si Kuhn hubiera logrado historificar nuestra com-
mos nuevos fenómenos que antes de nuestros esfuerzos científicos no
prensión de la ciencia natural, esa hazaña habría sido revoluciona-
existían, lo hacemos sólo con licencia del mundo (o así lo creemos).
ria. Me propongo demostrar por qué no lo logró, y dar otra vuelta
Pero en los fenómenos sociales, al idear clasificaciones y categorías
a la vieja referente a la diferencia existente entre la ciencia natural
nuevas, podemos generar nuevas especies de hombres y nuevas es-
y la ciencia social. Ello no es en modo alguno una crítica dirigida
pecies de acción. Lo que afirmo es que podemos «crear seres huma-
a Kuhn. Creo que la totalidad de la obra de este historiador lo
nos» en un sentido más fuerte que aquel en que «creamos» el mun-
coloca entre los filósofos fundamentales de este siglo. Por regla ge-
do. ~a ~iferencia se conecta, como digo, con la vieja cuestión del
neral los filósofos responden únicamente a la obra mencionada. Su
nornínalismo. Se conecta también con la historia, porque los objetos
labor acerca de la experimentación, la medición y la segunda revo-
de las ciencias sociales -los seres humanos y los grupos de seres
lución científica (todo ello publicado en The Essential Tensiori¡ tiene
huma~os- son constituidos por un proceso histórico, mientras que
una importancia comparable. Su trabajo histórico más reciente, Black
los objetos de las ciencias naturales -particulares instrumentos ex-
Body Theory and the Quantum Discontinuity, 1894-1912, corresponde
perimentales- son creados en el tiempo pero, en cierto sentido, no
a los temas tratados en Structure y representa un logro notable. Pero
son constituidos históricamente.
es posible instruirse en Kuhn en la forma más acabada y sostener, no
. I?eb.~ ser claro en cuanto a que busco, a tientas, una compleja
obstante, que en cierto sentido no acertó a historificar la ciencia na-
distinción entre las ciencias sociales y las ciencias naturales. Acaso
tural, ni podía haber acertado en ello.
debiera hacer una advertencia contra la distinción más superficial
La distinción que establezco se manifiesta en el nivel de una de
de todas. ~~ curioso, incluso cómico, que los físicos hayan prestado
las disputas filosóficas más antiguas. Concierne al nominalismo. La
poca a~enclOn a Kuhn. Los periodistas científicos pueden hoy llenar
versión más extrema del nominalismo dice que creamos las cate-
sus ar tículos con la palabra «paradigma», pero no es ésa una palabra
gorías que empleamos para describir el mundo. Es ésta una de las
qu~ desempeñ~ algún papel en la reflexión acerca de la investigación
doctrinas más misteriosas; acaso por ello, lo mismo que el solipsis-
ser~a.. Ocurr~, J~stamente lo opuesto en las ciencias sociales y psi-
mo, casi nunca ha sido sustentada. El problema consiste en que no
co.loglCas. Difícilmente la Structure de Kuhn hubiese aparecido pu-
comprendemos por qué el mundo resulta tan tratable para nuestros
bhca~a cuando en las reuniones anuales de la Asociación Psicológica
sistemas de denominación. ¿No tiene que haber en el mundo cier-
Americana o de la Asociación Sociológica Americana los discursos
tas especies naturales para que las categorías que hemos inventado
presiden~iales reconocían su necesidad de paradigmas. Siempre me
se ajusten a ellas? ¿No es eso una refutación del nominalismo es-
ha parecido que en el uso de su famoso término Kuhn fue muchísi-
tricto?
mo más claro que la mayoría de sus lectores, incluidos los presiden-
Sostengo que Kuhn ha hecho progresar considerablemente la cau-
tes de doctas sociedades. Si sostengo que en cierto sentido Kuhn
sa nominalista al dar cierta explicación del modo en que al menos
no ha tenido éxito en la historificación de la ciencia física, no lo
un grupo importante de «nuestras- categorías pasa a la existencia en
hago porque su terminología haya estado más de moda en las cien-
el curso de las revoluciones científicas. Existe una construcción de
cias sociales. Muy por el contrario: puede ser que la incidencia de
nuevos sistemas de clasificación que van de la mano con determina-
~~hn en las ci~ncias sociales sea señal de la falta de autocornpren-
dos intereses por describir el mundo, intereses íntimamente conec-
sion que se registra en ellas.
tados con las «anomalías» en las que una comunidad concentra su
Evoquemos primeramente la reacción filosófica ante el libro de
142 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
CINCO PARÁBOLAS
143
Kuhn. Su autor fue acusado de socavar escandalosamente la racio-
nalidad. La «ciencia normal» parecía no tener ninguna de las virtu- tal p~rque proveyó. una c~rriente continua de electricidad y con
des que una generación anterior de positivistas le había adjudicado :llo hIZOque la aguja magnetica se desviara. Inauguró así una nueva
a la ciencia. Peor aún: el cambio revolucionario no era acumulativo; epoca: la del electromagnetismo.
ni se producía porque hubiese una buena razón para llevarlo a cabo, . La «tentaci?n» de Kuhn «de hablar de que se vive en un mundo
sólida evidencia para la nueva ciencia posrevolucionaria. Parte de diferentes su¡,pere que es un pensador idealista, esto es, una per-
la comunidad filosófica defendió sus vulnerados derechos y protestó so?a que sostíene, en cierto modo, que la razón y sus ideas deter-
que la historia nunca podría enseñarnos nada acerca de la raciona- ~ma~ la estructura de nuestro mundo. Pero pienso que él no es
lidad científica. El historiador podría mostrar algunos hechos de Idea.lIsta, y .pro~ongo q,ue no pensemos en la dicotomía poskantiana
la historia de la ciencia, pero siempre haría falta el filósofo para reaü/smo 1.Ide~lIsmo, sino en la antigua distinción escolástica realis-
decir si esos hechos eran racionales o no. mo. .n.ommalI~mo. ~uhn no se cuenta entre los que ponen en tela
La primera ola de reacción filosófica fue, pues, con motivo de la d~ J~ICIOla ~xIstenCla absoluta de las entidades o de los fenómenos
racionalidad, y aún se discute la contribución de Kuhn -si aportó cIentlficos'.n.I entre ~o~ que dudan de las condiciones de verdad de
alguna- a la metodología de la ciencia. El mismo Kuhn estaba un l~s proposICIOnes ,teoncas. Cr~e, en lugar de eso, que las clasifica-
poco preocupado por esa recepción, como se lo advierte en su curso ciones, las catego~Ias y las posibles descripciones que desarrollamos
«objetividad, juicio de valor y elección de teoría», 1973. Suscribía ~on en gran m~dId~ de nuestra invención. Pero en lugar de deja;
finalmente a los valores tradicionales: las teorías deben ser escru- ínaclarado el rrusterío de cómo pasan a la existencia las categorías
pulosas, consistentes, de amplio alcancé, simples y fructíferas en humanas, Kuhn hace ahora de la creación y de la adaptación de los
nuevos descubrimientos. Insistió en que esos objetivos no eran en esq.~emas de clasificación un elemento de su definición de .
lución: revo
general decisivos. Además, el peso relativo atribuido a esas conside-
raciones varía de un grupo de investigación a otro, de una disciplina
a otra, y de una era de la ciencia a otra. Por último, el verdadero Lo que caracteri~a a las ~ev?luciones es, pues, el cambio de mu-
desorden de la investigación es demasiado caótico para que pueda chas de las caü~gor~ast~xonomIcas necesarias para la descripción y
haber un algoritmo sistemático. Kuhn no fue, sin embargo, un irra- para la. ~enerahz~Clón CIentíficas. Además, el cambio consiste en la
cíonalista que rebajase esos valores del sentido común, y, en mi opi- a~apta~lOn no ~?lo de los criterios relevantes para la categoríza-
nión, el rumor de una «crisis de la racionalidad» provocado por Kuhn c~on, SIlla también del modo en que se distribuyen objetos y situa-
ciones entre las categorías preexistentes.
fue exagerado.
Otro tema de Kuhn fue, al comienzo, menos discutido que el de
la racionalidad: un antirrealismo; una poderosa tentación, al pare- Interpreto esto como una forma de nominalismo, y lo denomino
cer, por el idealismo. No sólo son las revoluciones «cambios de la «nomm~hsmo revolucionario», porque la transición de un sistema de
visión del mundo» -afirmación no demasiado atrevida-, sino que categonas a otra se produce durante las rupturas revolucionarias
Kuhn está «tentado» de decir que después de una revolución se «vive C?~ el pasado cuyas estructuras Kuhn se propone describir. Es tam-
en un mundo distinto». Hoy, unos veinte años después de la publi- bién, por cI~rto, u~ nominalis~o historificado, porque explica histó-
cación del libro (período durante el cual Kuhn completó su monu- ncame~1~e ((.0 es so.lo una metafora histórica?) la génesis y la trans-
mental estudio acerca de la embestida de la cuantización), volvió formación de los SIstemas de denominación. Tiene además el gran
a aquel tema. Los hombres ven, en efecto, el mundo de diferente valor d~ ser local antes que global, porque si bien incluye entre las
manera: ¡no hay mejor prueba de ello que el hecho de que lo dibu- :-eV?lUClOneslos grandes ,acontecimientos (Lavoisier, Copérnico), Kuhn
jen de manera diferente! Kuhn ilustra esto con los primeros dibujos insiste en .que la ma~ona de las revoluciones se dan sólo dentro de
de la pila eléctrica de Volta. Si los examinamos con atención de- udna reducida comumdad de, digamos, unos cetenares de investiga-
bemos decir que los pares no pueden haber sido hechos así, porque ores fundamentales.
sencillamente no hubieran funcionado. El par voltaico, podemos aña- El .nom~nalismo revolucionario de Kuhn sugiere la posibilidad de
dir, no es una invención menor, sino uno de los instrumentos funda- una hIston~ del cambio d~ la? categorías. Pero bien puede parecer
mentales de toda la ciencia. Se lo creó en 1800, en coincidencia con q,ue los objetos de las crencias, aunque descritos mediante cam-
el renacimiento de la teoría ondulatoria de la luz, de las radiaciones b~a~tes SIstemas de categorías, no se constituyen ellos mismos his-
infrarrojas y de muchas otras cosas que no hallan un lugar inme- tonc~mente. Pero, ¿qué son esos objetos? ¿Incluyen a los pares
diato en la física newtoniana. La invención de Volta fue fundamen- V?ltaIcos, por ejemplo? ¿Incluyen fenómenos tales como la desvía-
ción de una aguja magnética por la corriente eléctrica continua , o

._--~
144 CINCO PARÁBOLAS
LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA 145

los más ingeniosos artificios de Faraday, el generador eléctrico y la no podemos dar crédito a sus dibujos, porque están hechos sobre
dínamo eléctrica? Esos no son rubros eternos del inventario del la ~ase de analogías erróneas. Pero la cosa anduvo. La corriente
universo, sino que pasan a la existencia en momentos bien definidos. ~lUYo.Una vez ~ech.o eso, la física ,nunca ,v<;>lvió atrás. De igual modo,
Ni me satisface decir que las invenciones tienen una fecha, mientras efecto fotoelectnco fue producido quiza por primera vez en 1829
que los fenómenos y las leyes de la naturaleza en las que ellas se por B~cquerel. A ~o l~rgo del siglo XIX se obtuvieron muchas rnani-
basan son eternas. He estado sosteniendo durante cierto tiempo que festaClO?~S fotoelectncas. Es posible argumentar a la manera de
una de las actividades fundamentales del experimentador en el ámbi- Ku~n diciendo que el efecto no fue propiamente «descubierto» basta
to de las ciencias físicas es, en sentido completamente literal, crear la epoca de Lenard (~902) o incluso hasta Einstein y la teoría de los
fenómenos que antes no existían. Además, la ciencia física (como fotones (1905). Por CIerto, una vez que disponemos de la teoría po-
opuesta a la astronomía) se refiere en su mayor parte a fenómenos demos emplear los fenómenos que hemos comenzado a crear Las
que no existieron hasta que los hombres les dieron existencia. Lo que puertas ~utomática~ de los supermercados y la televisión no estaban
desde la década de 1980 los físicos han llamado «efectos» (el efecto muy atraso Pero SI (como algunos han sostenido) fuera necesario
fotoeléctrico, el efecto Zeeman, el efecto Compton, el efecto Jo- r~vIsa~ profundamente la teoría de los fotones o rechazarla revolu-
sephson) son, en lo fundamental, fenómenos que no existían, al me- c~onanament~, no por ello las puertas de los supermercados deja-
nos en estado puro, en ningún lugar de la pura naturaleza, pero de rian de funcionar. Los fenómenos se adaptan a la teoría. La física
sustentarse que constituyen aquellos a lo cual la física se refiere elemental puede enseñar una historia completamente distinta acerca
11 o ha llegado a referirse. En mi reciente libro Representing and In- d~l modo en que operan, pero operarán. Aun cuando, para volver a
tervening establezco de manera más pormenorizada y cuidada esta citar a Kuhn, haya una «adaptación no sólo de los criterios rele-
'1 idea. La formulo aquí con menos consideraciones para sugerir que v~ntes para .la categorización, sino también del modo en que se dis-
tnbuyen ob je t os y SIituaci
uaciones entre las categorías preexistentes»
~I hay una razón que permite decir que los objetos mismos de la
¡11 ciencia física no son simplemente recategorizados y reordenados, l~s fenóme~os que hemos creado continuarán existiendo y las inven:
como dice Kuhn, sino que pasan a la existencia gracias al ingenio ciones continuarán funcionando. El interés que tengamos por ellos
humano. puede desaparecer. Podemos reemplazarlos por fenómenos más úti-
Si llego a ese extremo, ¿no se derrumba la distinción entre cien- les o mas m.teresantes. Podríamos perder las habilidades necesarias
cia humana y ciencia natural que he propuesto? ¿No es el caso que para producir un fenómeno (nadie puede en la actualidad trabaJ'ar
el laton como 1o h acra ' e1 asrsterrte
. de un laboratorio en el siglo XIX
los objetos de la ciencia natural se convierten en «históricamente
constituidos»? No lo creo. En realidad he vuelto a la consideración y estoy seguro de que la mayoría de las antiguas técnicas de pulido
seria de la ciencia experimental precisamente para sustentar varias de .Ientes hoy han dejado de emplearse). Soy el último filósofo en
conclusiones realistas, antiidealistas, antinominalistas. En la sección o!vIdar los c~mbios ra~icales que se producen en las técnicas expe-
de Representig and Intervening dedicada a la «representación», afir- nmentales .. SIgO sostemendo que los objetos de la ciencia física en
mo que en principio ninguna discusión en el nivel de la teorización buena m~dIda son creados por los hombres, y que una vez creados no
pondrá fin a ninguna de las controversias entre el realismo y el anti- hay motivos, aparte de la apostasía humana, por los que no deban
realismo libradas en el ámbito de la filosofía de la ciencia natural. En contínuar persistiendo.
la sección referente a la «intervención», sostengo que el recono- ~firmo, pues, que Kuhn nos conduce a un «nominalismo revolucio-
cimiento de los hechos de la vida experimental y de la modifica- nano» que. tO,r~a al nominalismo menos misterioso al describir los
ción del mundo conduce vigorosamente al realismo científico. El lec- proce,sos históricos por. los. cuales pasan a la existencia nuevas ca-
tor identificará ahora una de las fuentes de mi admiración por el tegonas y nuevas dIstnbuc,IOnes ?e los objetos. Pero sostengo que
directo materialismo de Brecht, que afirma a la «manipulación», an- u~ paso aparentemente mas radical -creencia literal en la crea-
tes que al «pensamiento», como fuente del realismo. Mi «realismo c~o~ de los fenómenos- muestra por qué los objetos de la ciencia
experimental» no invita al nominalismo en mayor medida que lo s~ bien p~sa~ ~ la existencia en un momento del tiempo, no se cons~
hace el materialismo de Brecht. Creo que los fenómenos físicos que títuyen históricamente. Son fenómenos después, al margen de lo
son creados por los seres humanos son más bien flexibles al cambio que ocurra. Llamo a esto «realismo experimental».
teórico. El ejemplo del par voltaico aducido por el propio Kuhn sir- N~ h~y que asustarse por agregar algunos «ismos» más a nues-
ve bien a mi propósito. tro «tsrnicamente» conturbado mundo. Yo diría que mi posición es
Kuhn escribe que Volta vio a su invención en analogía con la notablemente. p~recida, a ~a que ha dado lugar el «racionalisrno apli-
botella de Leyden. La descripción que Volta hace de ella es extraña, y cado y materialismo técnico» de Gastón Bachelard. Ningún otro fi-
14~ LA FILOSoFíA EN LA HISTORIA CINCO PARÁBOLAS 147

lósofo o historiador estudió tan intensamente las realidades de la miento de importancia. El hecho en cuestión ocurrió hace tres me-
vida experimental, ni hubo otro menos inclinado que él a suponer ses. Confirma algunas conjeturas hechas por Fermi algunos años
que la razón carece de importancia (su racionalismo aplicado). Hace antes. Fermi pensaba que debía de existir una partícula, una débil
cuarenta años Bachelard enseñaba que en las ciencias se producen partícula elemental o bosón W, que fuese en cierto sentido el «trans-
rupturas epistemológicas (por ejemplo: «el efecto fotoeléctrico re- misor» de las corrientes neutras débiles (así como el electrón trans-
presenta una discontinuidad absoluta en la historia de las ciencias»). mite las corrientes cargadas ordinarias). Alrededor de 1970 se inten-
Al mismo tiempo creía en la acumulación científica y en la connatsan- taba hallar el W, pero entonces la comunidad de la física de alta
ce aprochée. Lo que acumulamos son técnicas experimen~ales y es- energía pasó a investigar las corrientes neutrales débiles mismas.
tilos de razonamiento. La filosofía de la ciencia de habla inglesa ha Consideraron el W corno una mera entidad hipotética, como una
discutido demasiado la cuestión de si el conocimiento teórico se invención de nuestra imaginación. La búsqueda no se reinició sino
acumula. Posiblemente no ocurra así. ¿Y qué hay con ello? Los fe- esta década, en niveles de energía mucho más elevados que lo que
nómenos y las razones se acumulan. Fermi había creído necesario. Finalmente en enero de 1983 el Con-
Tras este pequeño gesto de cortesía hacia Bachelard paso a uno sejo Europeo de Investigaciones Científicas anunció que había loca-
de sus descendientes espirituales, a saber, Michael Foucault. Inten- lizado el W en la desintegración del protón-antoprotón a 540 billones
taré tener presente una de las advertencias expresadas por Addison de electrovoltios. Puede contarse un complejo relato de historia de
en The Spectator: «Algunas reglas generales extraídas de los autores la ciencia a propósito del abandono y la reiniciación de la búsqueda
franceses, acompañadas de ciertas palabras extravagantes, pueden de W. Hubo por cierto circunstancias forzosas, pero no un «forza-
elevar a un escritor inculto y pesado arite el crítico más juicioso y miento de la verdad». No supongo que exista una teoría verdadera de
formidable.» 1 la verdad, pero existe una que es instructiva, a saber, la teoría de la
redundancia, de acuerdo con la cual <'p es verdad» no dice más
que p. Si algo verbal forzó a los primeros investigadores, fue p, no
V. Crear seres humanos la verdad de p. Lo que en realidad forzó a los trabajadores de la
investigación fue la necesidad de disponer de mayores fuentes de
Al final de una reciente reseña de Consequences of Pragmatism, energía; se tuvo que esperar a la siguiente generación para crear los
de Rorty, Bernard Williams cita primero una frase de Foucault ci- fenómenos buscados que involucren la desintegración del protón-
tada por Rorty: «el ser del lenguaje continúa brillando siempre con antiprotón. Hubo circunstancias constrictivas permanentemente, pero
más intensidad en el horizonte». ninguna de ellas se relacionaba con la verdad, a no ser que por una
viciosa pendiente semántica expresemos las constricciones con el
Continúa diciendo entonces que si no tenemos presente que la empleo de la redundante palabra «verdadero».
ciencia encuentra sus caminos a partir de la celda de las palabras, La teoría de la verdad basada en la idea de redundancia es ins-
y si no volvemos a tener en cuenta que la búsqueda de ciencia es tructiva pero insuficiente. No me refiero a deficiencias formales, sino
una de nuestras experiencias esenciales del ser, forzada por la ver- a deficiencias filosóficas. Da lugar a que parezca que la expresión
dad, hallaremos que los resplandores del lenguaje en el horiz~mte se «es verdadero» es meramente redundante, pero inocua. Creo que
convierte en los del fuego en el que el héroe soberanamente libresco
del Auto da Fé de Cantti se inmola en su biblioteca. invita a ascender por la pendiente semántica y nos abre el camino
hacia aquella celda de palabras en la que los filósofos, sin excluir
Tales juegos de meta-meta-citas sugieren pocos. ardores, pero .ter:- a Willams, se confinan. Si existe una teoría interesante de la verdad
go dos motivos para citar a Willams. El menos Importante, e mCI- por discutir en este momento, se la hallará en lo que Foucault con-
dental, es que el propio Willams puede estar atrapado. en la celda signa como «sugerencias sujetas a ulterior prueba y evaluación»:
de las palabras. El camino para salir de la celda de Willams no es
el ser forzado por verdad sino el crear fenómenos. Sólo en una filo- «Verdad» debe entenderse como un sistema de procedimientos
sofía de la ciencia verbalística y dominada por la teoría, <da búsque- ordenados para la producción, la regulación, la distribución, la circu-
da de ciencia es una de nuestras experiencias esenciales del ser for- lación y la operación de afirmaciones.
zada por la verdad». Tomemos el ejemplo reciente de un descubri- La «verdad» mantiene una relación circular con sistemas de
poder que la producen y la sustentan, y con los efectos de poder
que ella induce y que la extienden.
1. Spectator, 291 (sábado 2 de septiembre), 1711-1712.

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CINCO PARÁBOLAS 149


148 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA

seriamente, puede ser interpretada también como algo que nos orien-
Si la verdad encierra para nosotros un interés fi~osófi~o, debié- ta hacia su exacto opuesto.
ramos prestar atención al modo en que pasan a la existencia afirma- Sea como fuere la cuestión de la frase de Roussell, consideremos
ciones con el carácter de susceptibles de ser verdaderas o falsas y de la secuencia fundamental de la obra de Foucault: el manicomio, la
posibles objetos de conocimiento. Pero aun en este caso «verd~dero» clínica, la prisión, la sexualidad y, en general, el entrelazamiento de
es redundante, porque aquello de lo que nos ocupamos es. simple- «conocimiento» y «poder». He señalado que Kuhn nada dice acerca
mente el modo en que las afirmaciones pasan a la existencia. de las ciencias sociales o del conocimiento de los seres humanos.
Tal es la observación incidental que me proponía hacer. Veamos del mismo modo, Foucault nada dice de las ciencias físicas. Sus
ahora qué ocurre con la crítica que Williams diri?e a Foulcault. No observaciones acerca de lo que, de manera encantadora, llamamos
obstante las opiniones acerca de The Order of Things que ~e formé ciencias de la vida, están dirigidas principalmente, aunque no ente-
después, las observaciones de Willams me parecen curiosamente ramente, al modo en que interferimos en las vidas humanas. He
fuera de lugar. Los libros de Foucault tratan en su mayor parte escuchado criticar a Foucault por temer a la ciencia física. Consi-
acerca de las prácticas y del modo en que afectan el habla en la deremos, en lugar de eso, la hipótesis de que la división del trabajo
que las fijamos y son a su vez afectadas por ella. El resultado de es en lo esencial correcta: Kuhn para las ciencias físicas y Foucault
ello es menos una fascinación por las palabras que por los seres para las cuestiones humanas.
humanos y las instituciones, por lo que les hacemos a los se~es hu- Me centraré en una sola cosa, estableciendo un contraste espe-
manos o hacemos por ellos. Foucault está noblemente obseslOn~do cífico con el nominalismo revolucionario de Kuhn. El problema del
por lo que considera que es opresión..: el asilo,. l~, prisión, el h~sp~tal, nominalismo escolástico, pienso, consiste en que deja en total misterio
la salud pública y la medicina forense '. Su I?IslOn de esas prácticas nuestra interacción con el mundo y la descripción que hacemos de
puede ser enteramente errónea. Hay quien ~I.ce.que ya ha provoca~~ él. Podemos entender muy bien por qué la palabra «lápiz» se corres-
un daño indescriptible a los pobres desequilibrios a los que se deJ? ponde perfectamente con determinados objetos. Fabricamos lápices:
andar libremente por las calles de las ciudades de los Estados UnI- por eso éstos existen. El nominalismo referente a los productos del
dos porque Foucault convenció a los médicos de que. no se debe artificio humano no constituye ningún problema. Es el nominalismo
detener a los desequilibrados. Pero una cosa es clara: SI~ 'pretender referente a hierbas, árboles y estrellas el que constituye un proble-
en modo alzuno ignorar el valor de las importantes actividades po- ma. ¿En qué forma pueden nuestras palabras cuadrar a la tierra y
líticas de Charles Taylor, Foucault ha estado más lejos de c:mce~ra~se a los cielos si no hay, antes que nosotros, árboles y estrellas? Un
en una celda de palabras que cualquiera de quienes han. Sido invita- nominalismo estricto y universal es un absurdo misterio. ¿Qué ocu-
dos a contribuir al presente volumen. Además, es precIsamente. ~u rre, empero, con las categorías que se aplican a los seres humanos?
obra intelectual, su obra filosófica, la que aparta nuestra atencion Los seres humanos están vivos o muertos, son grandes o peque-
de nuestra habla para dirigirla a nuestras prácticas. ños, fuertes o débiles, creadores o trabajadores, disparatados o inte-
No estoy negando el verbalismo de Foucault. Pocas personas han ligentes. Estas categorías surgen de la naturaleza de los propios
leído su primer libro, acerca del surrealista Raymond Roussell. Rous- seres humanos, aunque ahora sabemos muy bien en qué forma es
sell parece ser un verdadero compendio del h~mbre en?errado en posible retorcer la «inteligencia» mediante cocientes. Pero considé-
la celda de las palabras. Uno de sus libros se titula: «Como he es- rense las categorías tan reelaboradas por Foucault, que compren-
crito algunos de mis libros.» Dice que intentaría hallar un~ fra~e den la locura, la criminalidad y otras desviaciones. Considérese in-
tal que, si se cambiase la letra de una de las palabras,. se. modificarí a cluso su afirmación (en la cual no creo demasiado) acerca de lo que
el siznificado de todas las palabras de la frase y asnrnsmo la gra- era un soldado en la época medieval y lo que ha llegado a ser con
mática, (Espero que nadie en el MIT se entere de eso.) Ento~ces las nuevas instituciones de la disciplina y el uniforme: los propios
se escribe la primera frase al comienzo de una .n?~ela ~ se SIgue soldados pasan a ser especies de seres humanos distintos. Podemos
hasta terminar el libro con la segunda frase. Escribió un libro, «Im- comenzar a captar una forma diferente de nominalismo a la que
presiones de Egipto», y después recorrió Egipto para as~gurarse de llamo nominalismo dinámico. Las categorías de seres humanos pasan
que nada de lo consignado en su libro era verdad. Provenía de ?~ena a la existencia al mismo tiempo en que las especies de seres huma-
estirpe. Su madre, rica y loca, fletó una nave para ~acer ..un VIaje a nos pasan a la existencia para corresponder a esas categorías, y existe
la India. Al acercarse a la costa extendió su catalejo, dIJO: «Ahora entre esos procesos una interacción en ambas direcciones.
ya he visto la India», y emprendió el viaje de. regreso. Roussell. ~e Esto no es demasiado sensacional, cuando la mayoría de las cosas
suicidó. Todo ello puede interpretarse en el nivel de una obses~on interesantes en nosotros son lo que elegimos hacer o intentamos no
lingüística hiperparisina. Pero una caricatura, aun cuando se la VIVa
150 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA CINCO PARÁBOLAS 151

hacer, cómo nos conducimos bien o nos conducimos mal. Adhiero de la personalidad múltiple. Hasta 1875 no se registran más que uno
a la concepción sostenida por G. E. M. Anscombe en Intention, según o dos casos de personalidad múltiple por generación. Después hay
la cual en todo respecto la acción intencional es acción con arreglo una multitud de ellos. Además, esta especie de inxauía desempeñó
a una descripción. Tiene que haber, pues, descripciones. Si podemos un papel político muy claro. Pierre J anet, el dist i 111':11 ido psiquiatra,
demostrar que las descripciones varían, que algunas llegan y otras se refiere que una tal Félida X, que atrajo mucho la alCllciún en 1875,
van, entonces sencillamente habrá una variación en lo que podemos cobró la mayor importancia. «Su historia fue el 1'.1";111 argumento
(como una cuestión de lógica) hacer o no hacer. Es posible reinter- que los psicólogos positivistas emplearon en la l-I"W;I de las heroi-
pretar muchos de los libros de Foucault como consistentes en parte cas luchas contra el dogmatismo espiritualista d,' I:t "slllda de Cou-
en historias acerca de la conexión entre ciertas especies de descrip- sin. Pero para Félida no es seguro que existicxc 1111;1 c;'itcdra de Psi-
ciones que pasan a la existencia y dejan de existir, y ciertas especies cología en el College de France.» Janet OCllPO 1""" i'.a 1ncnte esa
de seres humanos que pasan a la existencia y dejan de existir. Y, lo cátedra. Después de Félida, hubo un torrente <1,'C;I:;O:;.1(' personali-
que es más importante, uno mismo puede hacer expresamente tra- dad múltiple que aún no se ha agotado. "Ollino .1,., ¡I que virtual-
bajos de ese tipo. Estudio el más insípido de los temas: las estadís- mente no hubo casos de personalidad múltiple ;1111,".dI' h"lida? ¿No
ticas del siglo XIX. Resulta ser uno de los aspectos de lo que Foucault ocurre sólo que los médicos simplemente 011111 ¡,'I"II rq~istrarlos?
llama una «biopolítica de la población», la cual «da lugar a amplias Puedo estar en un error, pero lo que quiero d•.• 11 ,". <1111' solamente
mediciones, a evaluaciones estadísticas, a intervenciones dirigidas a después de que los médicos hubieron hecho Sil II,tI,;'I" bs personas
la totalidad del cuerpo social o a grupos considerados como un todo». perturbadas dispusieron de ese síndrome P;IL' ;111"1""11,,'.,P.I síndro-
¿Qué hallo al comienzo del gran torbellino de números, alrededor me floreció en Francia y pasó después a los 1·::;1;0" ••·. 1111,,1••';. que ahora
de 1820? No otra cosa que la estadística de las desviaciones, o de la es su hogar.
locura, del suicidio, de la prostitución, de la vagancia, del crimen No tengo una idea de lo que tal noruiu.rh-uu« dlll:'III¡"O puede
contra las personas, del crimen contra la propiedad, de la ebriedad, representar. Consideremos de todos rnodox :.u.. III"dl' .•. ""II'S para la
de les miserables. Ese vasto conjunto de datos reciben el nombre de historia y la filosofía de las ciencias socia lc-. 1" 1111",111" I(1Il: el no-
analyse morale. Encontramos constantes sub divisiones y reordena- minalismo revolucionario de Kuhn, el nOlllill;"I·.III', ,111I.1l111t''' de Fou-
miento del loco, por ejemplo, como progresos válidos. Hallamos cault es un nominalismo historizado. Pero h.•y . .1"" '11'" ''s funda-
clasificaciones de más de cuatro mil casilleros diferentes de los mo- mentalmente distinto. La historia desempcu.i '111"''1'''1 '''.''II,jal en
tivos de asesinato. No creo que los locos de esas especies, o esos la constitución de los objetos allí donde 1••·.•• 1", ,.... ·.••11 los seres
motivos de asesinato, hayan existido en general hasta que pasó a la humanos y las formas en que se comportan 1\ 1.. ,,11 01,' 1111doctrina
existencia la práctica de computarlos. radical acerca de la creación experimenruí ,¡.. 1, ",."., """. ~;(lstengo
Constantemente se inventaban nuevas formas de hacer el recuen- la visión del sentido común según la cual •.1 .-1" ,,, 1,,1,...k"¡rico es
to de los seres humanos. Se creaban nuevas aberturas en las que atemporal al menos hasta este grado: si 111">1•.•., '¡""llllilladas
se podía caer y ser contado. Incluso, los censos hechos cada diez cosas, aparecerán determinados fenómenos. NII"'.' ''1,.11'' ••.•.•>11has-
años en los distintos Estados revelan asombrosamente que las ca- ta este siglo. Nosotros los produjimos. Pero 1•• '1'" '" "11" ,':;1;', im-
tegorías en las que se distribuyen a los seres humanos varían cada puesto por «el mundo». Las categorías crea.l..-. 1'''' 1" '1"' hlllcault
diez años. En parte ello se debe a que el cambio social genera nue- llama anatomopolítica y biopolítica, al igual 1(111,1 "1.1""1" inter-
vas categorías de seres humanos, pero pienso que los recuentos no mediario de relaciones» entre aquellas dos polu i. ,"', ' '.1., '''I,·.lilllido
eran meros informes. Eran parte de una creación -elaborada, hon- en un marco esencialmente histórico. No obsLIIII,. ,- ," ,,"II!linos
rada y, a decir verdad, inocente- de nuevas especies del modo de de esas mismas categorías como las ciencias hlll'I.III.I'. " .111j"sgan
ser de los seres humanos, y éstos inocentemente «elegían» caer en a describirnos. Además, esas ciencias generan 1111"\'."., .•1,1'''11.1';.las
esas nuevas categorías. cuales, en parte, generan nuevas especies de se •.•...1111111111< " P"hace-
Foucault habla de «dos polos de desarrollo», uno de los cuales mas el mundo, pero creamos seres humanos. 1'1'-' 1',,1111' 111<',k su
es la biopolítica y el otro una «anatomopolítica del cuerpo humano», advertencia acerca de los escritos pesados y las 1"'1.."", 1"'II1Tsas
referente al individuo, al cuerpo y a sus acciones. Esto es una cosa extravagantes con que cerré mi cuarta parábola. 1\.(,1"."" ,'.1 iibió
acerca de la cual no sé tanto que pueda formular un juicio fundado. lo siguiente: «es una cosa muy cierta que un aut.» «111"" 1,.• "Plcn-
Pero sigo, no obstante, un hilo, y sostengo que se inventó al menos dido el arte de distinguir las palabras y las COS;¡'" \. .t. ""11"1 en
una especie de insanía, y entonces los seres humanos desequilibrados orden sus pensamientos y expresarlos según su 11I11""01, v 1 IH'ISO-
hasta cierto punto eligieron ser locos de esa forma. El caso es el nal, sean cuales fueren los conceptos que tengan. s,' 1" 1.(, lO',"11 la
152 LA FILosoFíA EN LA HISTORIA

confusión y en la oscuridad». Creo que, en las llamadas ciencias


sociales y humanas, nos perderemos en la confusión y en la oscuri-
dad aún por un tiempo, porque en esos dominios la distinción entre
palabra y cosa se torna permanentemente borrosa. Son precisamen-
te los métodos experimentales, a mi modo de ver esenciales para
las ciencias físicas, los que -afirmo- hacen que el nominalismo
revolucionario historificador de Kuhn no llegue a ser un nominalis-
mo estricto. Los métodos experimentales de las ciencias humanas CAPíTULO 6
son algo distinto. La falta de una nítida distinción entre palabra y
cosa está en la base de la famosa observación final de Wittgenstein, SIETE PENSADORES Y COMO CRECIERON: DESCARTES,
de que en psicología (y en disciplinas comparables) «existen méto- ESPINOZA, LEIBNIZ; LOCKE, BERKELEY, HUME; KANT
dos experimentales y confusión conceptual». Aquí la «arqueología»
de Foulcault puede todavía resultar útil, no para «enseñar a la mosca Bruce Kuklick
a salir»," sino al menos para captar las formas de la interrelación
entre «poder» y «conocimiento» que literalmente nos constituyen
como seres humanos. Ello representaría la incidencia más fuerte de Los estudios literarios, filosóficos e históricos descansan a me-
la historia en la filosofía. Pero mientras no podamos realizar mejor nudo en una noción de lo que es canónico. En la filosofía de los
esa tarea, deberá seguir siendo una parábola más, deliberadamente Estados Unidos los eruditos van de Jonathan Edwards a John
abierta, como todas las parábolas, a demasiadas interpretaciones. Dewey; en la literatura de ese mismo país, de James Fenimore Coo-
per a F. Scott Fitzgerald; en teoría política, de Platón a Hobbes y a
Locke; en crítica literaria, de Aristóteles a T. S. Eliot (o quizás a
Harold Bloom); en pensamiento económico, de Adams Smith a John
Maynard Keynes. Los textos o los autores que cubren los espacios
desde la A hasta la Z en ésa y en otras tradiciones intelectuales,
constituyen el canon, y existe una narración complementaria que
enlaza un texto con otro o un autor con otro: una «historia de» la
literatura norteamericana, del pensamiento económico y así sucesi-
vamente. La forma más convencional de tales historias está encarna-
da en los cursos universitarios y en los textos que los acompañan.
En este ensayo se examina un curso así: el de Historia de la Filoso-
fía Moderna, y los textos que han ayudado a crearlo.
Si a un filósofo de los Estados Unidos se le preguntara por qué
los siete nombres mencionados en el título de ese trabajo constitu-
yen la filosofía moderna, la respuesta inicial sería: fueron los me-
jores, y existen entre ellos vínculos históricos y filosóficos. Esa es
una respuesta inmediata, porque la reflexión hace por lo común que
el filósofo se sienta levemente incómodo. En Inglaterra la Filosoña
Moderna es: Descartes, Locke, Berkeley, Hume; y sólo recientemente
Kant. En Francia se acentúa marcadamente la otra línea -en direc-
ción del racionalismo cartesiano: Descartes, Geulincz, Malebranche-,
a lo que sucede un rápido viaje a través del siglo XVIII hasta Kant.
En Alemania hallamos lo que podría llamarse un Drang nach la
Crítica: Leibniz, Wolff, Kant.' El análisis de la manera en que se
• Como es notorio, el autor alude al conocido parágrafo 309 de las Investiga-
ciones filosóficas de Ludwig Wittgenstein (<<¿Cuáles tu objetivo en filosofía?- 1. Mi información acerca de las ideas inglesas proviene de los Departamen-
Mostrarle a la mosca la salida de la botella cazamoscas»). [R.]
tos de Exámenes de Oxford y de Cambridge. Pero Scruton, 1981,señala que la
154 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
SIETE PENSADORES 155

estableció el grupo vigente en los Estados Unidos contribuye, al Johnson, pronto a ser tutor en Yale y conocido como maestro de
menos, a refinar la respuesta de mi filósofo a la pregunta «¿Por qué J.ollathan Edwards, escribió su Encyclopedia o] Philosophy. Este
esos filósofos?»: pero también nos dice algo acerca de la ocupación libro no encierra un conocimiento firme acerca del universo, pero sí
de escribir la historia de la filosofía.' la erudición filosófica recibida en América del Norte a comienzos
Comienzo con la historia de las ideas en los siglos XVI y XVII. del siglo XVIII. Antes de su apostasía -se convirtió al episcopalianis-
Una línea importante entre los humanistas del Renacimiento fue su mo- el propio Johnson fue considerado como un pensador sobre-
crítica de 10 que ellos veían como la añagaza aristotélica de la esco- saliente de Nueva Inglaterra. En la Encyclopedia presenta un breve
lástica. Los humanistas sostenían que la filosofía debía ser la guía esbozo de la filosofía desde Adán. El resumen del desarrollo desde
para la vida, y que la escolástica, al concentrarse en ciertos aspectos la edad apostólica merece ser citado in extenso:
de la lógica de Aristóteles, había apartado a la filosofía de los asun-
tos de los hombres. En oposición a ello, algunos humanistas insistían
Desde Grecia la filosofía fue introducida en Italia y desde allí a
en que la retórica debía ser elevada a la misma altura que la lógica; Alemania, Holanda, España, Francia e Inglaterra. En esos países se
de ese modo no sólo se sería capaz de captar la verdad, sino también hallaron no pocos de los más grandes hombres; porque su doctrina
de convencer a otros de ella. Esta noción halló su formulación más era cristiana. Entre esos innumerables hombres, las sectas princi-
extrema en la obra de Pedro Ramus, cuya obra titulada Dialecticae pales eran las de los platónicos, la de los peripatéticos y la de los
fue decisiva para la controversia intelectual en la Europa de su siglo eclécticos. El jefe de los eclécticos fue un gran hombre, Ramus,
tras su publicación en 1543. Ramus inventó un nuevo modo de en- cuya huella siguió Richardson; a éste siguió después Ames, el más
tender el mundo -su dialéctíca=-, que sintetizaba lógica y retórica. grande de todos ellos; y nosotros seguimos a Ames.
El novedoso método era un modo de análisis que capacitaba a quien
lo aprendía para captar la estructura de ciertas proposiciones -por Voilal He aquí la tradición que constituyó el primer foco de
tanto, si la proposición era verdadera, también la estructura del especulación en América del Norte: Platón Aristóteles Pedro Ramus
mundo- y, por último, la manera convincente de expresar esas Alexander Richardson, William Ames, y Samuel Joh~son de Yale.~
verdades. El humanismo de Ramus fue la columna vertebral filo- Esta es una visión levemente inexacta de la tradición de comien-
sófica de gran parte de la teología calvinista, y en Inglaterra gravitó zos del siglo XVIII. Hacia fines del siglo XVII se conoció y se apreció
en las obras de los puritanos de Cambridge de fines del siglo XVI, en América del Norte el pensamiento cartesiano, al que se interpre-
Alexander Richardson y William Ames. Ames, en particular, fue una taba habitualmente como una extensión de las ideas de Ramus.
figura saliente de comienzos del siglo XVII. Nunca llegó a estar en el Después de 1690 se difundió una versión marcadamente racionalista
Nuevo Mundo, si bien proyectaba una expedición hacia ese conti- de Locke. Es justo decir que a mediados del siglo XVIII ya no se
nente en la época de su muerte, en el segundo cuarto de siglo. No consideraba que el grupo de pensadores que acabo de mencionar
obstante, las ideas y los textos de Ames fueron fundamentales para encerrasen toda la sabiduría. Se divulgaron las nuevas doctrinas fi-
los puritanos de América del Norte y constituyeron el núcleo de su losóficas de Locke (y de Newton), si bien se trataba aún de un Locke
pensamiento en el período de setenta y cinco años que siguieron a entendido en un marco cartesiano: de un Locke visto a través de la
la fundación de Harvard en 1636. En 1714 el norteamericano Samuel lente del racionalista newtoniano inglés Samuel Clarke. Se empleó
ese Locke principalmente para «modernizar» la teología calvinista;
ése es el elemento característico de la obra de Jonathan Edwards.'
En la América del Norte de fines del siglo XVIII, la filosofía había
version norteamericana puede ser ahora al menos anglonorteamericana. Un
comenzado a emerger como una empresa independiente, pero no ha-
buen ejemplo del tratamiento francés es Brehier, 1930 y 1938. A Descartes y el
cartesianismo se le dedican ochenta páginas, a Malebranche veintiocho, a John bía ya un conjunto de doctrinas coherentes y aceptado por todos a
Locke y la filosofía inglesa veinticinco, a Hume diecisiete, a Condillac dieciocho, cuya formación hubiesen contribuido unos pocos hombres. Por una
a Rousseau quince. Algunos de los tratamientos alemanes clásicos se citan más parte, para los pensadores, profundamente religiosos, que trabajaban
abajo en el texto. con el nuevo sistema establecido por Edwards, la tradición que era
2. Los estudios acerca del modo en que comprendemos la historia de la
filosofía no son frecuentes; un excelente libro, aparecido recientemente, es, sin decisiva para la visión ramista del mundo había perdido importancia.
embargo, Loeb, 1981. El lector debe consultar también el número especial de Por otra parte, los filósofos que trabajaban en los colegios norteame-
The Monist, 1969, Mandelbaum, 1976 y Walton, 1977. Un estudio en el que se
reflexiona acerca de la formación de la tradición literaria norteamericana, que 3. Esta explicación se apoya en Flower y Murphey, 1977 (la cita de Johnson
también ha sido provechoso, es Baym, 1981. Asimismo Skínner, 1987 atiende a se halla en ese trabajo, I, 20), y Murphey, 1979.
la cuestión de lo canónico. 4. La base para este sumario proviene de Flower y Murphey (1977, 1. 365-373).
156 LA FILOSoFíA EN LA HISTORIA srars PENSADORES 157

ricanos habían empezado a ver a Descartes y a Locke como «grandes y as~stemático del corpus de Hamilton -gran parte de su obra fue
hombres» cuyas obras había que leer; pero no se concebía a ninguno publicada póstumamente por sus discípulos- y acusar a su autor
de los dos como partes de un diálogo en curso. de .10 que, a. much?s pareció obvias contradicciones. Con magistral
El paso al nuevo siglo señaló el comienzo de una tradición clara- estilo polémico, MIlI destruyó el prestigio de Hamilton, no sólo en
mente «moderna». El pensamiento de la Ilustración inglesa y fran- Gran Bretaña sino también en los Estados Unidos.
cesa, atractivo para hombres como Franklin y Jefferson, era visto El éxito de la Examination de Mill es un dato crucial para com-
con hostilidad por la mayoría de los pensadores de formación filo- prender el desarrollo de la concepción contemporánea de la Filosofía
sófica y teológica. Hume, en particular, era visto con temor y des- Moderna en los Estados Unidos, pero no fue para MilI un éxito
precio. Pero teólogos y filósofos hallaron en una Ilustración escocesa perso.na!. Por el lado negativo, no sólo destruyó a Hamilton, sino que
adulterada un antídoto contra Hume, con lo que comenzó una alianza ta:nbIé~ ar~uinó la credibilidad de toda la réplica escocesa aHume.
entre los pensadores estadounidenses y el realismo «natural» de los Mill dejó solo a Locke en pie. Por el lado positivo, Mill convirtió a
escoceses que duraría medio siglo. Los teólogos que en las escuelas lo que podría caracterizarse como la posición empirista escéptica,
de su especialidad empleaban la filosofía como trasfondo de sus en algo que nuevamente debía ser conjurado. Pero no fue Mill -ni
estudios, y los filósofos que en los colegios trataban problemas cla- su, Ex~mination ni su Logic- el que se tornó lectura obligada; fue
ramente filosóficos por sí mismos, juraron fidelidad a Thomas Reíd mas bien Hu:ne .el que ocupó un lugar prominente en el empirismo.
y hallaron en su obra toda una serie de persuasivas respuestas al 'La Exarnination de Mill se difundió en los círculos filosóficos
escepticismo de Hume. En el curso del siglo XIX surgió una definida esta~ounidenses en torno de 1870. Diez años más tarde se fijaron
tradición de pensamiento. Leído a la luz de los posteriores desarro- la,s lmeas fundamentales de la tradición del siglo xx. Pues en su
llos hechos en Escocia, Locke fue interpretado de una manera que busqueda de una «respuesta» a Hume, los filósofos norteamericanos
se relaciona con la que los manuales presentan en la actualidad: la de orientación teológica comenzaron a enfrentarse con la Crítica de
del realismo y el empirismo del sentido común; el Locke racionalista ~a razón l'U:ra de manera directa, en lugar de hacerla mediante sus
se tornó menos importante, y lo mismo ocurrió con su predecesor mterpretacIOnes escocesas. Kant cobró importancia también en In-
Descartes. Además, el extraordinario triunfo de Reid y sus seguidores glaterra, pero el profundo carácter religioso de la vida intelectual
convirtió a Hume en una figura secundaria. Hubo una transición norteamericana hizo que en los Estados Unidos persistiese hasta
natural del Locke empirista al Reid empirista, pero ese Locke no mucho después de que en Inglaterra la moda hubo pasado. En los
era aún el nuestro. Era alguien que, sean cuales fueren sus virtudes, Estados Unidos el apreciado Kant reemplazó al deslucido Hamilton
ejemplificaba el mayor defecto del pensamiento del siglo XVII: la e~ su condición d~ conquistador del escepticismo religioso. Los fi-
adhesión a una teoría representacional del conocimiento. El paso de losofos se complacIan en enseñar y llegaron a creer que, al despertar
Locke a Reid consistió en la corrección que el segundo hacía del error a Kant de su sueño dogmático, Hume había conducido directamen-
del primero mediante una teoría de la percepción directa. El pensa- te a su sucesor y a su propia refutación. Tenemos, por tanto, el
miento de Reid pareció haber sido reforzado en sus detalles por su comienzo de la Filosofía Moderna: Locke, Hurne, Kant.
discípulo, Dugald Stewart. Además, adentrado el siglo XIX los esta- Me propongo ahora reseñar el modo en que se completó ese es-
dounidenses creyeron que con la obra de Sir William HamiIton la bozo; pero antes de eso es necesario decir algo acerca de la intro-
posición escocesa había superado la crítica de Reid hecha por Kant ducción del manual de la historia de la filosofía en el discurso filo-
en la Crítica de la razón pura. HamiIton fue un hombre de inmensa s¿fico estadounidense. La biblioteca del colegio estadounidense ha
I
erudición; introdujo el pensamiento alemán en Inglaterra en la déca- ~Ido por largo ~iempo el repositorio de los manuales empleados para
I da de 1830, y ejerció la cátedra de Lógica y Metafísica en Edimburgo. Inculcar filosofía. Esos textos eran de dos tipos: resúmenes, reela.
i En los Estados Unidos se lo reconoció como quien había refinado b.orad<?s,de l~s. ideas de los pensadores preferidos, e investigaciones
las ideas escocesas para recoger lo que hubiera de valioso en Kant. SInóp.tIcas originales del ámbito de la filosofía moral con algunas
l Tenemos, pues, aquí una segunda tradición en los Estados Unidos, soluciones apropiadas para problemas de lo que podríamos llamar
,
11'

la cual predominó hasta 1870 aproximadamente:


wart y Sir William Hamilton.
Locke, Reíd, Ste- la filosofía de la razón. En 1871 y en 1873 se tradujeron del alemán
los dos volúmenes de la History of Philosophy from Thales lo the
En 1865 John Stuart Mill publicó su Examination of the Philosophy Present Time s de Uberweg, la cual había sido publicada originaria-
of Sir William Hamilton; Mill estaba en el apogeo de su carrera, y mente de 1862 a 1866. La obra de überweg fue muy conocida en los
Hamilton, que había muerto diez años antes, no podía responder.
MilI fue también capaz de sacar provecho del carácter fragmentario 5. Oberweg, 1871, 1873.

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158 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA SIETE PENSADORES .-: d,5~ "yJ.,,, 0r_"
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Estados Unidos, pero en realidad sólo ejemplifica el interés entonces te testimonio del deseo de los pensadores norteamericanos ~el ~l-". '-<'''/ :s--'
creciente por los sectores especulativos de «la historia de la filoso- glo XIX de empeñarse en hallar una víctima propiciatoria filo~\S1'fi~ -.... .., :'t:!
fía» tal como se la concibe en Alemania. Lo que ello significó para los
estadounidenses fue que la filosofía conscientemente pasó a ser vista,
?escartes apareció como ~! pr~nciJ?al racionalista. Por no han~~~~ql'f'''¡'' (..;'::,~~
Interesado en la observación científica, se lo podía contraponerx.al, . 'L_ " ¡',-;'
primero, como una empresa colectiva en la que la humanidad había empirista Locke. Este desarrollo se coordinó intelectualmente coh,~;:;;.<~~ ..~;·~{'
«encarnado en concepción científica sus visiones del mundo y sus el surgimiento del idealismo alemán, el cual, en su más extravagante ""•.-'
juicios de vida», para citar la traducción norteamericana de 1893 forma, puede ser visto como la infortuna da culminación de un racio-
de la History de Wíndelband," Segundo, pasó a ser vista como una nalismo desenfrenado. Pero esa culminación sólo se pondría de ma-
dialéctica en la que había un impulso intrínseco hacia la verdadera nifiesto después de la Primera Guerra Mundial. A fines del siglo XIX
naturaleza del pensamiento, para parafrasear la aún compleja His- se destacaba al racionalismo cartesiano para poner de relieve lo
tory of Philosophy norteamericana de Frank Thilly,? Finalmente, pasó que había de sensible en el empirismo de Locke.
a vérsela como un decurso que conducía inevitablemente, a través Berkeley emergió como una figura fundamental por razones dife-
de los alemanes, a las superiores ideas del presente. Como dice rentes. Aquí los norteamericanos estaban influidos por los idealistas
Arthur Kenyon Rogers en su extraordinaria Student's History of ~ngleses qu~ resucitaron a Berkeley como precursor de sus propias
Philosophy, él alcanzó los objetivos de su libro «por medio de una Ideas hegelianas. Los norteamericanos se acercaron a la obra de Ale-
módica reproducción de la filosofía hegeliana de la historia»." El libro xander CampbeIl Fraser y Thomas Hill Green: el primero redescubrió
de Rogers se publicó por primera vez en 1901, pero hubo después a Berkeley para los lectores ingleses; el segundo encabezó en Gran
muchas ediciones y reimpresiones. Es texto de prueba de una «His- Bretaña el combate por el reconocimiento de la realidad del yo como
toria de la Filosofía Moderna» norteamericana. Las obras alemanas entidad consciente.
no lo son, pero en las dos últimas décadas del siglo XIX constitu- Los influyentes artículos de Chales Peirce de la década de 1870
yeron para los norteamericanos el modelo de cómo debe ser una y la obra de Josiah Royce Religious Aspects of Philosophy, publicada
auténtica historia del pensamiento moderno y de cómo debe estable- en 1885, l~ cual fue extraordinariamente importante, representan lo
cerse una vinculación entre los pensadores. que ocurna con Descartes y Berkeley en los Estados Unidos. Ninguno
Esos modelos, unidos a los tres filósofos aún vigentes después del de aquellos dos autores fue un defensor del realismo representacio-
ataque de Mill -Locke, Hume y Kant-, representaron cuanto fue n~l cartesiano, pero cada uno de ellos -Royce, basándose en el
esencial para producir algo más que una serie de «grandes pensado- ejemplo de Peirce- toman a Descartes como la primera muestra
res» o incluso una tradición de discurso predominante: el canon de de lo que había habido de erróneo en la filosofía moderna y de los
la Filosofía Moderna. Para mostrar cómo se lo formó llamaré pri- argumentos fundamentales de varias concepciones equivocadas: el
mero la atención acerca de un renacimiento local del interés por dualismo, la teorización a priori acerca de la ciencia y la teoría causal
Descartes y de una preocupación por Berkeley inspirada por el res- de. la percepción. Sus respuestas a Berkeley eran más complejas:
peto de los norteamericanos por los neohegelianos ingleses. Peirce se propuso sustentar el idealismo pluralista de Berkeley pero
Para los norteamericanos Kant suscitó la cuestión de la inteligibi- condenando su nominalismo; Royce interpretó a Berkeley como un
lidad del realismo representacional. Ellos hallaron en Descartes un filósofo que llega sólo hasta la mitad del camino que conduce a la
realista a quien podía reprochársele una serie de errores que el correcta posición del idealismo absoluto. No obstante, para ambos
pensamiento kantiano podía corregir. También Locke era un realista ~l tratamiento que hacen de Berkeley desempeñó un papel seme-
representacional, pero en los Estados Unidos no era sólo y meramente jante al de su tratamiento de Descartes; hubo de este filósofo un
un epistemólogo: era también el padre intelectual de la Constitu- renacimiento que lo colocó al comienzo del canon; Berkeley pasó a
ción. Era el "filósofo de América», «el grande y celebrado señor formar parte de él sin proceder de ningún lugar definido. Por cierto,
Locke», cuyas expresiones de afecto por América del Norte databa en el caso de Berkeley es posible ver que su interpretación en el
de los días de la Revolución. El lugar de Descartes en el canon es en grupo de pensadores como una figura cronológicamente situada entre
parte testimonio de la veneración de la cultura por Locke, y en par- Locke y Hume, llevó ulteriormente a la conclusión, fundada en el
post hoc ergo propter hoc, de que Berkeley había aceptado los pre-
6, Windelband, 1893, 9 (el subrayado se halla en el original). supuest~ d~ Locke, y que Hurne, recogiendo el mensaje de Berkeley,
7. Thilly, 1914, 1-2. También debiera leerse el prefacio de la tercera edición los contInu~ en todos los aspectos. Se exaltó así a Descartes, en parte
revisada (Thilly y Wood, 1956,v-viii).
8. Rogers, 1907, vi. Esta «Nueva edición revisada- es la más antigua que porq~e nadie desea~a ~taca: a Locke; y la exaltación de Berkeley
he encontrado. reflejó, en parte, la incidencia de la metrópolis en la provincia.

________________
J. _
160 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
SIETE PENSADORES 161
Es más difícil ver de qué modo los sucesores de Descartes se
unieron a los otros cinco. Espinoza y Leibniz ingresaron tardíamente nista. Royce era el antagonista decisivo, y la discusión entre éste y
en el canon, y aún hoy, sospecho, posiblemente se los excluya del James definió los límites del debate filosófico en los Estados Unidos
curso de Filosofía Moderna si uno llega a empantanarse en las Me- por una generación. James seguramente sabía de la gran importancia
ditaciones o si se le quiere dedicar mucho tiempo al Ensayo sobre que Royce había concebido a Espinoza. Si bien aun un somero cono-
el entendimiento humano. Tengo acerca de ellos una conjetura ba- cimiento de la manera en que James entiende a Leibniz pone de
sada en los hechos. manifiesto que no era partidario del optimismo sostenido por este
En 1892 Royce escribió un estudio, muy leído, titulado The Spirit filósofo, es también evidente que anhelaba hallar en el pasado especu-
of Modern Philosophy. Como recordaba Georg Herbert Mead, debie- lativo un conjunto de cuestiones semejantes a las que habían im-
ra haber «una edición especial de The Spirit of Modern Philosophy pulsado su propio pensamiento. Tengo el presentimiento de el hecho
encuadernada en marroquí fileteado, márgenes iluminados y parágra- de que Espinoza y Leibniz ocupen los lugares que ocupan es rastro
fos inicialados, e ilustrado con imágenes de Rafael, para simbolizar pluralismo de comienzos del siglo xx. Sólo si se ve de ese modo el
lo que significó para los jóvenes el que Royce comenzara a enseñar florecimiento del canon -esto es, del par formado por Espinoza y
en Cambrtdge»,? En la segunda parte del libro se procura demostrar Leibniz- puede explicarse que se presente a Leibniz corrientemen-
qu.e el idealismo de Royce era compatible con Darwin, pero la te como el sucesor de Espinoza {o como su alternativa) más bien que
primera parte era una historia de la filosofía. Si bien era claro que como crítico del empirismo de Locke, lo cual no es menos plausible
la ~~ra de R~yce era enteramente personal, su autor ejerció una que lo anterior. Tenemos así: Descartes, Espinoza, Leibniz. He insi-
decisiva autoridad. Lo que entendía por Filosofía Moderna era un nuado ya que en América del Norte el racionalismo de la filosofía
estudio de los filósofos poskantianos (para él) más o menos con- moderna fue fruto de la incidencia del idealismo absoluto a fines
temporáneos: Fichte, Hegel, Schopenhauer. Pero su concepción de del siglo XIX. Tenemos ahora más pruebas de ello. En los Estados
lo que para nosotros es el período de la Filosofía Moderna es cu- Unidos James hizo mucho por acreditar la existencia de la tradición
riosa. Su culminación era Kant; antes de ello, Royce consideraba racionalista; hizo también mucho por desacreditar su mérito en
qu~ el período comprendía dos épocas. Primero, «el pensador especu- contraposición con el empirismo, el pluralismo y el respeto por la
Iativo mas profundo» del siglo XVII, Espinoza; segundo, el período ciencia.
que va ~(de Espinoza a Kants.w ¿Por qué esa veneración por Espi- Descartes, Espinoza, Leibniz; Locke, Berkeley, Hume; Kant. Pero
noza? SImplemente porque Royce vio en Espinoza el filósofo que éste no es el final de la historia. La pregunta que debe formularse
antes de Kant representó más claramente la verdad que Royce había ahora es: ¿qué pasó con Hegel? Y la respuesta correcta es: aunque
alcanzado en 1892: la verdad del idealismo absoluto. pueda haber sido golpeado con anterioridad, lo mataron en la Pri-
. Unos quince ~ños más tarde se escribió otro opúsculo para esos mera Guerra Mundial.
tiempos, que es Importante para comprender la historia de la filoso- En los círculos filosóficos norteamericanos de fines del siglo XIX
fía tal como se la concebía entonces. En el primer capítulo de su había más hegelianos de todo género que los que uno podría enu-
Pragmatism distinguió Williams James entre los filósofos de espíritu merar. Royce no era hegeliano, pero su concepción de la historia
d:uro y los ~lóso~os de espíritu blando, entre los que él llamaba empi- del pensamiento conduce a Hegel y a través de Hegel. Aun William
nst.as y raclO~alIst.as. No se trata de discutir el modo en que James James, como he señalado, propendía a definir se en oposición a los
entiende la historia de la filosofía per se, pero entre otras cosas seguidores de Hegel. George Sylvester Morris, que por un tiempo
James llama la atención acerca de Espinoza y Leibniz como mentali- presidió en el modo alguno insignificante eje Hopkins-Minnesota-
dades monista y pluralista respectivamente, y señala a Leibniz como Michigan de incipiente filosofía profesional, ejemplificaba mejor el
filósofo monista no obstante ser racionalista: de acuerdo con la tipo de figura poderosa que alentaba el estudio de Hegel. Morris
tipología de James, los racionalistas eran monistas y los empiristas fue, además, el traductor de la History of Philosophy de überweg.
eran pluralistas. A los fines de este examen conviene destacar que No obstante, el mejor ejemplo es la obra del discípulo hegeliano
la obra de James está dirigida fundamentalmente a dar validez al de Morris, John Dewey.
monismo del autor en el contexto de la discusión de aquellos días, En 1884 Dewey escribió un artículo titulado «Kant and philoso-
que era, a su entender, aunque erróneamente denominada así, mo- phic method». Lo que se encuentra en ese ensayo es una cabal con-
cepción de la historia de la filosofía propia del siglo xx, concepción
9. Mead, 1916-1917,69. que claramente proviene de las ideas alemanas de mediados del
10. Royce, 1892, 41, 9. siglo XIX referentes a la historia especulativa. Dewey sostenía que
hay en la historia del pensamiento una lógica interna que conducía,
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SIETEPENSADORES 163
162 LA FILOSOFÍA
EN LA HISTORIA
del canon: el Kant del canon sintetiza al racionalismo y al empiris-
a través de los empiristas y los racionalistas, a Kant y a su heredero mo; ya no es tanto el padre de Hegel.
Hegel, quien completaba al anterior. Cuatro años. m~s tar?e, .e~ 1~88,
Dewey publicó un importante libro acerca d~ Leibniz, Leibniz s N~ Nada de lo que he dicho debe entenderse como una afirmación
Essays Concerning the Human Understanding, parte de una sene de que los siete hombres no fuesen los mejores filósofos en el lapso
editada por Morris dedicada al análisis de los grandes tratados de que va de 1605 (Advancement o] Learning, de Bacon) a 1788 (Essay
la filosofía alemana. Pero el propósito de esa obra de Dewey no era ori the Active Powers, de Reid). Tampoco me propongo poner en
sólo la interpretación de Leibniz. Dewey se proponía también reha- tela de juicio que entre esos pensadores puedan establecerse salien-
cer el canon que él había sancionado tan poco tiempo antes. El tra- tes relaciones filosóficas o históricas, o de ambos tipos. Lo que deseo
tamiento de Leibniz era un tratamiento hegeliano: Dewey encontró afirmar es que ni los méritos intrínsecos de los siete filósofos ni las
en él respuestas a cuestiones de peso para los estudioso~ n?rtea~~- conexiones existentes entre ellos son suficientes para dar cuenta del
ricanos de Hegel de fines del siglo XIX. Sostenía que Leibniz antICI: lugar que ocupan como manifestaciones de la Filosofía Moderna.
paba el tratamiento de la percepció~ del. mundo natural qu~, llego De manera compleja el canon refleja la historia del vencedor; esa
a su realización más plena con el idealismo: la preocupacton de manera es compleja en dos sentidos: en primer lugar, esos siete
Leibniz era la de explicar en qué forma lo físico contiene en sí los filósofos canónicos no fueron a fines del siglo XIXfiguras polémicas
gérmenes de lo espiritual. Más aún: Dewe:;:, estaba int~r7sado en vivas con las que la filosofía de esos años pudiera entrar en discu-
demostrar que en su mayor parte la tradición d~l empInsmo era sión; eran también símbolos de los problemas que inquietaban a los
irrelevante para comprender el desarrollo de la filosoña moderna. principales filósofos norteamericanos y, en conformidad con ello,
Formaban el canon Locke (con el Ensayo), Leibniz (en su refutación a toda la comunidad filosófica del período. En términos de incidencia
de Locke), Kant y Hegel. Dewey sostiene que, si bien comú~mente en la época, la Examinatíon de Mill, es, con mucho, el libro de mayor
se entendía que Hume había despertado a Kant de su sueno dog- importancia acerca del cual yo haya escrito. Pero ni en la Examina-
mático, era más importante reconocer que, antes de ese h.e~~o, ya tion ni en la Logic se convirtió Mill a sí mismo en miembro del
Leibniz había preparado a Kant para escribir lo que escribíó des- canon; lo que hizo fue señalar problemas decisivos -el escepticismo
pués de aquel sueño." Baste decir que Hegel formaba parte, con y su refutación- simbolizados en Kant y en Hume. De igual modo,
mucho, del canon a fines del siglo XIX. . no puede hallarse en los Estados Unidos ningún partidario de la
Durante la primera década del siglo xx el crédito de Hegel dIS- posición de Descartes; lo que sí puede comprobarse es la convicción
minuyó con el sugerimiento de diversas formas locales del realismo. de que Descartes había planteado un problema cardinal. La relación
No obstante el movimiento antiidealista habría representado para de la consciencia con su objeto era un enigma que había que resolver.
el lugar de Hegel en la Filosofía Moderna un peligro no m~y serio Para los filósofos norteamericanos Descartes se había equivocado en
de no haber sido por la Guerra. La histérica gritería académica con- todo -por momentos Peirce y Royce lo presentan casi como un
tra todo lo alemán desde 1914 hasta 1918, es un hecho bien probado necio-, pero su obra esbozaba un problema epistemológico funda-
de la historia social norteamericana, y no hace falta subrayarlo mental. Como he afirmado, Espinoza ocupaba un lugar central en
aquí. Vale la pena consignar, empero, que en el. =v= de la filo- el canon explícito de Royce, pero era Descartes el filósofo con quien
sofía la histeria condujo a un desquite contra el idealismo absoluto, Royce estaba más comprometido y el primero en ser canonizado.
especialmente en la medida en que tuvo una dimensión social: esa No es pues la historia del vencedor en el sentido de que la Edad de
forma monstruosa del egoísmo teutónico en la vida política era una Oro aportara sus héroes personales, sino en el sentido de que la
de las causas profundas de la guerra. Después de la guerra, Hegel se Edad de Oro nos legó los hombres que encarnaban sus inquietudes
convirtió, para los norteamericanos, en una figura cándida, po~posa, más profundas.
derrotada, indigna de la gran tradición. En realidad, lo llamativo no Al presentar la precedente breve visión retrospectiva de las tra-
es que Hegel se desvaneciera, sino la permanencia de Kant. Y, en diciones y de los grandes pensadores de los siglos XVII, XVIII Y de
armonía con este desarrollo, el Kant que permaneció no fue el Kant la primera parte del XIX, mi propósito era en parte el de mostrar
lleno de elementos de la metafísica trascendental. Era más bien el que las cosas habían cambiado.
Kant que expuso C. 1. Lewis: el austero epistemólogo trasce~de~tal, La Filosofía Moderna representa de manera compleja la historia
no el metafísico trascendental. Para expresar este punto en termmos del vencedor también en el sentido de que con la rígida formación
del canon coincidió el hecho de que se relegara a la universidad la
enseñanza de todo material filosófico. Los historiadores profesionales
I J. Véase: Dewey, 1969, 428-435.
164 LA FILOSoFíA EN LA HISTORIA
srars PENSADORES 165
han definido rígidamente períodos históricos «naturales» -Renaci-
miento, Reforma, Historia Moderna- y los filósofos profesionales han y no comprenden los aspectos críticos de lo que consideramos que
aport~do el curso, fijamente establecido, que es tema del presente es «la historia de la filosofía». Por ejemplo, reconoceríamos la uti-
trabajo. Puede sostenerse que la institucionalización y la burocrati- lidad, pero también la estrechez de miras, de una historia del ra-
zación de la filosofía en las universidades puede preservar el canon cionalismo continental desde, pongamos por caso, 1630 a 1730 en la
presente, sean cuales fueren las conexiones que los historiadores que apenas se mencionase a Espinoza y se prestara gran atención
puedan establecer entre las tradiciones de los siglos XII y XVIII, Y a Christian Wolff por considerárselo la figura culminante de la
sea~ cuales fueren las intenciones que, según aquéllos descubran, tradición. Por otra parte, la noción de «historia de la filosofía» no
tuvieron los pensadores de esas tradiciones. Y el canon puede man- se agota en la idea de una narración acerca de pensadores que me-
tenerse al margen de su relevancia para los problemas filosóficos ramente son importantes para un autor contemporáneo; rechazamos
vigentes, ,si bien, por cierto, su existencia incide en el modo en que el enfoque presentado por Bertrand Russell en A History oi Wes-
la filosofía reconoce lo que constituye un problema digno de estudio. tern Philosophy. Con todo, para volver a los sueños de Kant, no afir-
La Filosofía Moderna puede estar «ahí», en el plan de estudio, casi mamos que Kant se haya despertado para adormecerse nuevamente;
como una pieza de museo. Para quienes lo establecieron los siete reconocemos que es de poco valor atribuir importancia o falta de
filósofos eran tanto interlocutores de la discusión como un 'repertorio importancia a Kant sobre la base de que lo que alguna autoridad
de problemas; en la actualidad, si algo tiene importancia, son los determinada, como Russell, accidentalmente crea.
problemas. La razón de este desarrollo es que el sistema de cursos- La explicación que mejor descubre lo que pienso que es la com-
unidades puede haber obligado a los filósofos a rendir homenaje a prensión común de lo que es la historia de la filosofía, se asemeja
antepasados a los cuales en realidad ya no reverencian. La historia a la concepción de los compromisos permanentes de una comunidad
es del vencedor, por tanto, en un segundo sentido: el sistema de la extendida en el tiempo, sostenida por Charles Peirce. De algún modo,
educación superior puede haber ampliado el alcance de la victoria creo, la comunidad de los filósofos -los que están en vida, los que
obtenida mucho más allá de 10 que habría ocurrido en caso de que la ya han muerto y los que aún han de venir- desecha lo que en el
universidad no hubiese llegado a monopolizar el estudio de la filo- pensamiento del pasado hay de transitorio y retiene lo que en él hay
sofía y no hubiese sellado la victoria en formas que poco tienen que de duradero: es probable que en un momento determinado el canon
ver con las ideas en general. Sin duda, como el presente ensayo lo aceptado resulte defectuoso por contener filósofos o conceptos sin
muestra, las tradiciones se modifican. Pero una de las razones por mérito; pero la mejor guía de que puede disponer para establecer
las que he limitado el empleo del término «canon» a los siete filóso- qué es lo que merece la pena, es el consenso contemporáneo de los
fos ha sido la de aprovechar sus connotaciones religiosas. Ya no competentes; y es verosímil que la sabiduría filosófica encerrada por
ponemos en tela de juicio cuáles libros de la Biblia son canónicos el grupo de notables inmortalizados en un momento dado, sea más
pero ya no los usamos tampoco para guiarnos en la vida. ' apropiada para revelar la auténtica filosofía que el grupo inmortali-
zado en un momento marcadamente anterior; y el criterio último
Me propongo concluir este trabajo ocupándome con una cues- para incluir significativamente a una figura en la tradición es el
tión que, en parte, me empujó a hacer esta digresión histórica. La di- imprimátur de alguna hipotética comunidad futura que la comuni-
g:esión da lugar a que se plantee la cuestión de la empresa de escri- dad presente sólo falible e imperfectamente procura alcanzar. Esto
bir lo que se denomina «historia de la filosofía». es, lo que he llamado concepción común se asemeja mucho a la
Esa empresa tiene manifiestamente una dimensión valorativa in- enunciada por Roger en la Student's History de 1901, la cual depende
terna. Los eruditos escriben narraciones acerca de hombres que de de «una módica reproducción de la filosofía hegeliana de la historia».
un modo u otro son dignos de estudio. Una historia que trate de igual Los desarrollos referidos por historias sucesivas reflejan de algún
mod.o acerca de todas las personas que consideren haber tenido pen- modo un orden y una inteligencia crecientes.
samientos filosóficos o que asignen un espacio a toda persona como Me parece que mi relato de la evolución del canon del siglo xx
ésa sobre la base de la magnitud del corpus de sus escritos, debiera debe arrojar alguna duda acerca de esta última afirmación. Puede
ser desechada inmediatamente. ser que mi historia desarrolle la astucia de la razón. Pero estoy más
Es legítimo escribir una historia de la filosofía guiándose por 10 persuadido de que si alguien cree que la astucia de la razón está
que ejerció una influencia en una época determinada; esto es, un en todas partes, ello se debe a que esa astucia es supuesta. Lo que
estudio de los pensadores que en su momento otros pensadores con- la historia exhibe es que diversos individuos poseían una moderada
sideraron importantes. Pero tales estudios tienen un valor limitado cantidad de formas variables de talento filosófico. El que se atribuya
a alguien una sabiduría canónica, puede depender en parte de algo
SIETE PENSADORES 167
166 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA

No escribimos la (o «una») historia de la filosofía; lo que escribi-


así c~mo la «capacidad intrínseca» convalidada o atestiguada por el
mos son historias de filósofos de los que pensamos, o de los que
t~abaJ? de la comunidad, o equiparada a él. Pero, por cierto, las
otros piensan, que son grandes filósofos.P R. G. Collingwood nos en-
historias de la filosofía que descansan en un criterio así para deter-
señó hace tiempo que las narraciones históricas son respuestas a
minar quién debe ser incluido, o que proponen alguna teoría de un
preguntas. Mi análisis de la historia de la filosofía moderna sugiere
avance especulativo o de una estructura subyacente, se equivocan
entonces que inicialmente las preguntas que los historiadores de la
bastante.
filosofía se formularon son: ¿cuáles filósofos del pasado son gran-
Considérense los elementos intelectuales que parecen ser no racio-
des filósofos y cómo se relacionan con lo que nos interesa ahora?
n~les. La ide~logí~ operó como un factor: por ejemplo, el compro-
Los historiadores de la filosofía más recientes han reducido aún más
mISO con el idealismo absoluto o con Locke. Hubo así también lo
la complejidad de la interrogación. Ellos se preguntan únicamente:
qu~, a f~lta de mejor palabra, llamaría ciertos tropas; por ejemplo,
¿cómo se relacionan los filósofos convencionalmente grandes con lo
racionalismo versus empirismo; monismo versus pluralismo. La lu-
que nos interesa ahora? Sugeriría, como conclusión, que esas pre-
cha er;ttre los padres filosóficos y sus hijos fue asimismo importante:
guntas no son particularmente sutiles. Evitan toda forma de inda-
por ejemplo, el desagrado de Peirce por Descartes, la veneración de
gación de las ideas del pasado a cambio de informarse acerca de lo
Dewey por Hegel. Finalmente, están las modas y los temores especu-
que un sub grupo de profesionales de la filosofía considera que tiene
lativos: ¿cómo, si no, explicar a Berkeley y aHume?
importancia dentro del pensamiento del pasado. La empresa de la
Considérense las influencias sociales de carácter no intelectual.
historia de la filosofía en su forma corriente no se basa en un error
El tono religioso de la América del Norte del siglo XIX ayudó a crear
pero sí descansa en una curiosidad muy débil por el pasado." '
a Kant; la posición de los Estados Unidos como provincia cultural
de Inglaterra ayudó a crear a Berkeley; la reverencia por Locke
como héroe intelectual del período constitucional ayudó a crear a 13. Murphey (1979) adopta esta posición, a la que llama «historicismo» y
De~cartes; .la Prin;er.a Guerra Mundial ayudó a destruir a Hegel; y opone al presentismo. Pero me parece que este autor mezcla dos cuestiones.
la influencia académica de los pensadores norteamericanos más im- La primera de ellas es: 1) ¿Podemos recuperar las intenciones de los pensa-
dores del pasado o interpretarlos en forma tal de aprender de ellos sólo lo
portantes de fines del siglo XIX y de comienzos del xx permitió que que es importante para nosotros? Los que dicen que podemos recuperar las
prevaleciera determinada visión de los siglos XVII y XVIII. intenciones serían, creo, historicistas; los que lo niegan, o implican que podemos
La erección del canon depende también del desorden del azar de aprender sólo lo que es importante para nosotros, son presentistas. La segunda
las transiciones culturales que, si no reflejan la casualidad, tam~oco es una cuestión a la que implícitamente este trabajo procura dar respuesta;
2) ¿Podemos escribir una historia del pensamiento sin presupuestos valorativos
expresan un propósito dominante, de los juegos de poder académicos acerca de lo que un grupo limitado considera que es meritorio? Debo decir
y de la pura inercia glacial de las instituciones de la educación su- que la respuesta a esta pregunta es negativa, y Murphey coincide en ello. Pero
perior.P Si la historia nos muestra este vulgar resultado, entonces, la respuesta que uno da a 2) no implica ninguna respuesta a 1). Murphey pa-
la concepción común de la historia de la filosofía no se diferencia rece creer que una respuesta a 2) implica un historicismo. No es así. Me pa-
rece, en realidad, que si somos escépticos en cuanto al valor de la historia
de ninguna otra que yo haya examinado. La «historia de la filosofía» convencional de la filosofía, será más difícil sostener un historicismo. La recu-
no es sino la historia de filósofos considerados meritorios por otros peración de las intenciones depende de que seamos capaces de aislar la comu-
filósofos durante cierto lapso. nidad con la cual el autor se propone comunicarse y excluir de ese modo los
significados que para él no existían. Una respuesta negativa a 2) pone en duda,
12. Puede resultar interesante aquí un ejemplo cuantitativo. La obra, en creo, nuestra capacidad para aislar esa comunidad, pero no es ése un tema
varios volúmenes, de Frederick Copleston History of Philosophy -elogiada con que pueda ser examinado en este trabajo.
mucha justicia- incluye varios volúmenes dedicados a la Filosofía Moderna 14. Cabe notar dos omisiones hechas en este ensayo. En primer lugar, cual-
que responden en gran medida a la línea norteamericana. Hay ochenta páginas quiera que conozca bien la bibliografía filosófica básica referente a este período
dedicadas a Hume y, después, un capítulo de menos de cuarenta páginas titu- sabrá que hay lagunas históricas en la narración. Creo que una explicación más
lado «Hume, For and Against», en el que se discuten respuestas dadas a la filo- detallada no haría variar los lineamientos fundamentales de la narración. Pero
sofía de Hume; en él se conceden a Reíd cinco páginas (Copleston, 1964).¿Cree una afirmación como ésa no convencería a nadie que no estuviese ya conven-
alguien verdaderamente que Hume es quince veces más filósofo que Reid o que cido. Más bien he de subrayar que el propósito del presente ensayo no es dar
los que estuvieron en favor de Hume, y escribieron tanto antes como después cuenta precisa de los desarrollos, sino referirse a una nueva especie de pro-
de él, eran representantes menos destacados de esa posición, al punto de que blemas que se plantean en la historia de las ideas.
se los considere como notas al pie de la obra de aquel filósofo? ¿Y cómo jus- La segunda omisión involucra mi decisión de no ocuparme con los argumen-
tificar un breve capítulo general dedicado a esas respuestas a Hume, y un tos filosóficos que han conducido a los cambios a los que me he referido. El
pequeño libro -el siguiente de la serie- acerca de Kant, cuando se interpre- motivo de esta omisión no es que esos argumentos carezcan de importancia, o
ta, a la manera norteamericana, la filosofía de este último como otra respuesta? que yo sea incapaz de presentarlos. Muchos de ellos son considerados ad nau-
No formulo estas preguntas con una intención meramente retórica. seam en Kuklick, 1977; debe llamarse la atención, además, particularmente
SIETE PENSADORES 169
168 LA FILOSoFíA EN LA HISTORIA

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discutidas en los capítulos 1 a 7. Acerca de Dewey el lector puede consultar
Kuklick, 1985 (de próxima aparición). Esos argumentos están ausentes del. pre-
sente trabajo, no precisamente porque éste sea breve y yo no desee repetirrne:
además, el propósito de este ensayo es promover otra especie de discusión en la
historia de las ideas.

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CAPÍTULO 7

«CUESTI.oNES INTERESANTES» EN LA HIST.oRIA


DE LA FIL.oS.oFIA y EN .oTROS AMBITOS

W olf Lepenies

Die Einzelwissenschaften wissen oft


gar nicht, durch we1che Faeden sie
von den Gedanken der grossen Philosophen
11 abhaengen.
I JACOB BURCKHARDT

I
1. Introducción: una mirada a la historia de la ciencia.
"

I
¡ Fue un sistema filosófico lo que provocó uno de los más vigorosos
1.1 ataques que hasta la fecha se han dirigido contra el pensamiento
histórico o, al menos, contra el énfasis excesivo en él. En su temprano
ensayo Uso y abuso de la historia (1873-1874) Friedrich Nietzsche es-
carnece el predominio de la historia en la cultura alemana del si-
glo XIX como signo unívoco de la decadencia de la que sobre todo un
hombre era responsable: Hegel, que reconoce a la razón en todo lo
histórico y para quien el estadio más elevado y definitivo del proceso
de la historia del mundo eventualmente se produce mientras él
mismo vive en Berlín. El ataque de Nietzsche sigue siendo ilumina-
dor aun cuando lo separemos de su contexto originario. En tanto
trata de la ciencia y de la erudición modernas, amplias secciones de
~
'.', ese ensayo pueden ser interpretadas como dirigidas al uso y al abuso
de la historia de la ciencia, ámbito en el que se combinan la ilusión
del progreso científico y la aberración del pensamiento histórico:

"
El progreso de la ciencia ha sido asombrosamente rápido en la
11
última década; pero piénsese en los sabios, esas gallinas extenuadas.
!i¡ No son por cierto naturalezas «armoniosas»; meramente pueden
cacarear más que antes, porque ponen huevos más a menudo; pero
los huevos son cada vez más pequeños aunque los libros sean más
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voluminosos (Nietzsche, 1957:46).

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172 LA FILOSoFíA EN LA HISTORIA «CUESTIONES INTERESANTES» 173

La historia de la ciencia, con su producción, más que ocasional, de chamente asociado con el que ejercía en ese dominio, debía centrarse
libros muy voluminosos, no ha gozado de una reputación especial- en las épocas más recientes del desarrollo científico, mientras que al
mente buena entre los científicos. Ya sea que la escribiesen historia- historiador político le estaba permitido dirigirse a las épocas más
dores profesionales o aficionados, o científicos en ejercicio o retirados, remotas de la historia de la humanidad.
se la ha visto siempre -para parafrasear otra vez a Nietzsche- Ni el compromiso de Ranke y su genuino interés por el desarrollo
como ocupación de una raza de eunucos, «bulliciosos sujetos que se de la historia de la ciencia, ni las innúmeras historias de distintas
comparan con los romanos como si fueran semejantes a ellos», como disciplinas que de hecho se han escrito después de su propuesta, han
compensación de los que nunca pudieron hacer ciencia ellos mis- sido aceptadas, o se les ayudó a incorporar a la profesión histórica
mos, ya sea porque dejaron de hacerla o porque nunca la hicieron el campo recientemente establecido. Probablemente los historiadores
suficientemente bien. estaban convencidos de que el desarrollo de la ciencia debía ser pre-
Las tres especies de historia que Nietzsche propuso distinguir sentado en la forma de manuales de historia, pero no podía indu-
-la monumental, la anticuaria y la crítica- pueden hallarse asimis- círselos a que les gustasen. El que tanto los científicos en actividad
mo en la historia de las ciencias. Ninguna otra disciplina ha tomado como los historiadores de la ciencia, compartan la concepción de la
con más seriedad que la historia de la ciencia la advertencia de historia de las ciencias como un relato de esplendor y felicidad, con-
Nietzsche de que el pasado sólo puede ser explicado por lo que en cepción expresada por Edward Gibbon al comienzo de su Essay on
el presente es más poderoso. Por eso el historiador de la ciencia hace the Study of Literature (1764), no convence al historiador político
un hábito del llegar mucho después de la época de la cosecha, y no tradicional, que, inmerso en el masoquismo característico de su dis-
como huésped bienvenido sino como huésped tolerado en la comida ciplina, prefiere escribir la historia de los imperios y, por tanto, de
de acción de gracias celebrada por la comunidad científica, cayendo acuerdo con Gibbon, la de las miserias de la humanidad.
a veces «tan bajo que se satisface con cualquier alimento y [devora] Aunque compartía con quienes ejercen la ciencia la creencia en
ávidamente cuantas migas caen de la mesa bibliográfica». Que al un crecimiento acumulativo del conocimiento y en un continuo pro-
científico no le importe cuando suscita el interés del historiador, y greso del pensamiento científico, el historiador de la ciencia no sólo
que éste aburra cuando adula a aquél: ése es el dilema que afronta nos narra una historia de los héroes y del culto a los héroes, sino que
el historiador de la ciencia. al mismo tiempo formula una condena de los villanos. En el esce-
La suya era una historia de manual, como la llamó Joseph Agassi: nario no aparecen únicamente ingeniosos adelantados y brillantes
pero incomprendidos precursores: hay asimismo herético s y tram-
posos, petardistas y plagiarios, y, por presentarlos, la historia de la
En la primera edición de su historia de la física, de 1899,Cajori ciencia constituyó, bastante paradójicamente, un esfuerzo constante
calificó con un enorme signo negativo a los que creían en los elec-
trones. En la segunda edición, de 1929,calificó a esas mismas per- por recordar al científico aquellos a quienes era mejor que olvidara.
sonas con un enorme signo positivo. Puede hallarse una crítica Presentando para algunos el aspecto de un panteón y para otros el
explicación de tal cambio de actitud en el increíblemente ingenuo de una penitenciaría, la historia de la ciencia fue, como la describió
prefacio de la segunda edición, en el que expresa su lealtad al ma- una vez Gastan Bachelard, una disciplina normativa con un insacia-
nual de física al día. Así, toda vez que el manual se modifica, la his- ble interés por los errores.
toria de la ciencia cambia en el mismo sentido (Agassi, 1963: 33). Aunque no me propongo excusarme por trazar este burdo esbozo
de una imagen mucho más sutil e interesante, me gustaría destacar
No obstante, los historiadores de la ciencia no escriben prefacios que en la historia de la ciencia ha habido más bien diversas orienta-
o historias de manuales porque deseen complacer a los científicos. ciones, y que podría caracterizarse a algunas de ellas como pertene-
Al hacerla satisfacen, por lo general, también las expectativas de cientes a distintas tradiciones nacionales de enseñanza y de investi-
los profesionales de la historia. En un memorando presentado ante gación. Distinguiendo entre un enfoque unidisciplinario y un enfoque
la Real Academia de Ciencias de Munich en septiembre de 1858, multidisciplinario y separando la modestia idiográfica de las aspi-
Leopold von Ranke, uno de los pocos historiadores algo interesados raciones nomotéticas, podría afirmarse que la actitud anglosajona en
en el tema, sugirió acometer una amplia serie de libros de historia la history of science ha sido la de concentrarse en un grupo de dis-
de la ciencia (e Geschichte der Wissenschaften»). Era manifiesto para ciplinas, a saber, las ciencias naturales, mientras que las amplias
Ranke que esos libros sólo podían ser escritos de una manera es- connotaciones del término Wissenschaft ha conducido a los historia-
pecífica: tendrían que constituir una «historia de los resultados cien- dores de la ciencia alemanes a ocuparse con campos diversos de la
tíficos». Era evidente que el historiador de la ciencia, siempre estre- investigación y a prestar especial atención a las diferencias intrínse-
1,

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~l

174 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA «CUESTIONES INTERESANTES» 175

cas que existen entre ellos, esto es, a las diferencias existentes entre de historia de la filosaña suenen muy parecidos a los manuales de
las Naturwissenschaften y las Geistewissenschaften. Tengo la impre- historia de la ciencia por ser escritos desde un punto de vista filo-
'.:·.'Ii.'
sión de que, acaso debido a la influencia de la epistemología neokan- sóficos diferente. La influencia de la ortodoxia protestante y la in-
I[
tiana, la tradición alemana en el terreno de la historia de la ciencia
ti es intrínsecamente idiográfica en una forma en que la tradición anglo-
fluencia de Leibniz son manifiestas en Bruckner (Historia critica
philosophiae, 1742-1744),lo mismo que en Tiedemann (Geist der spe-
!"
sajona, que estuvo también interesada en modelos de desarrollo cien- kulativen Philosophie, 1791-1797),y la historia de la filosofía de Ten-
tífico más generales, jamás lo ha sido. Por otra parte, hay una tra- nemann (Geschichte der Philosophie, 1798-1819) revela su origen
dición específicamente francesa de orientación más pluralista, como kantiano en no menor medida en que la de H. Ritter (Geschichte der
inmediatamente lo revela la denominación de «histoire des sciences», Philosophie, 1829-1853)revela su espíritu hegeliano (Delbos, 1917).
y que no retrocede ante la teorización. Debemos distinguir un im- No continuaré discutiendo historias de la filosofía. Es una tarea
portante grupo de historiadores de la ciencia franceses, tanto de sus para la cual no estoy preparado ni soy lo bastante competente. A pe-
colegas anglosajones como de sus colegas alemanes, de los cuales sar de lo que he señalado hasta aquí, acerca de este tema se I:an
podrían decir, como Cournot: «Ces savants du Nord ne ressemblent escrito valiosos estudios, como la Histoire de l'histoire de la philo-
pas a nos tétes [rancais.» Sería un problema interesante para la soprie de Lucien Braun, precisamente un discípulo de Georges Can-
propia historia de la ciencia establecer por qué esta tradición france- guilheim. Debemos recordar, empero, que lo que se analiza aquí es
sa permaneció más bien parroquial, dado el contexto internacional siempre investigación filosófica. Pero no es del todo evidente que la
en que siempre ha dominado la history of science anglosajona. Sería historia de la filosofía haya desempeñado en la investigación y en
asimismo interesante, creo, preguntarse por qué esa histoire des las publicaciones filosóficas el mismo papel que desempeñó en la
sciences epistemológicamente orientada, encendida e inflamada por enseñanza de la filosofía y, para usar una expresión de Robert Mer-
las osadas visiones de Gaston Bachelard y solidificada por la meticu- ton en la transmisión oral del conocimiento filosófico.
losa investigación empírica de Georges Canguilhem, condujo a Mi- Hay un profundo ánimo antihistórico en toda la filosofía, una con-
chael Foucault y a sus seguidores a un sendero que ahora resulta fianza continua y siempre sorprendente, del ego filosofante en sus
ser un callejón sin salida, a pesar de que el imponente edificio en capacidades para procurarse y gozar del encanto que sólo un conoci-
i.! el que se ha colocado el letrero de «Sin salida» es nada menos que miento definitivo y completo puede proporcionar, un conocimiento
el College de France. llevado, como dice Kant en los Prolegómenos, «a tal completud y
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fijeza, que ya no requiere de ulterior modificación ni está sujeto a
argumentación alguna por descubrimientos nuevos» (Kant, 1950: 115).

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II. La historia de la filosofía en cuatro filósofos En este sentido, la filosofía es una disciplina nostálgica, pero que
sÓlo puede ser colmada en el presente, nunca en el pasado. La his-
No sólo hay muchas historias de la filosofía: también hay filosofías toria de la filosofía parece tan superficial para los filósofos dogmá-
de la historia de la filosofía, historias de la filosofía de la historia, e ticos como fútil a los escépticos. Se convierte en una inquietud de
historias de la historia de la filosofía. La mayor parte de ellas con- la mente (Nietzsche) y, por último, el certificado de defunción que
firma la creencia de que la demasiada reflexión sólo conduce hacia la filosofía llena para sí misma cuando al final se la reduce al punto
atrás, y que el erudito caviloso siempre corre el peligro de conver- de que sólo es posible escribir su historia (Troeltsch).
tirse en lo que Diderot llamó a su vez «un systéme agissant a re- / El pasado de la filosofía no es igual que, por ejemplo, el pasado
bours». La profusión de libros de historia de la filosofía no señala la dé la química. Un químico puede haber escuchado hablar de La-
legitimidad del género, sino más bien la dificultad de lograrla. Con- voisier, o haber leído acerca de él, pero para él sería un der~oche
dorcet debe de haber estado de humor irónico al afirmar que no hay de tiempo, y no tendría mucho sentido, repetir en su laboratono los
mejor indicio del avance de un campo que la facilidad con que experimentos del Traité élémentaire.Aoe fi!ósofos, en cambio, aunque
es posible escribir libros mediocres acerca de él. se les consiente desconfiar de la duda radical de Descartes, rechazar
Héroes y villanos aparecen una vez más en la historia de la filoso- la monadología de Leibniz o detestar la concepción del Estado de
fía. Para algunos -como Brucker- es una señal de errores y de Hegel difícilmente puedan desdeñar a Descartes, Leibniz y Hegel por
infinitos ejemplos de pensamiento equivocado y que induce a equi- ser simplemente anticuados. El pasado de la filosofía está vivo porque
vocación. A menudo es una historia de dilemas (Renouvíer), pero a posee una inextinguible capacidad. de gener~r polémica, (Gueroult).
la vez -al menos para la mirada retrospectiva de Hege1- «una su- Sólo es posible preservar esa capacidad, sostienen los filosofos, en la
cesión de mentes nobles». Difícilmente sorprenda que los manuales medida en que el pasado filosófico sea despojado de su contexto his-

s-
I 176 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA «CUESTIONES INTERESANTES» 177
I

tórico. El término «presentismo» nunca suena a los filósofos como La búsqueda cartesiana de una verdad en las ciencias es una
un reproche; no, al menos, a aquellos que, como Hegel, declaran que historia. de ?esengaño por la lectura de libros y de desilusión ante
no hay pasado en la filosofía, sino sólo un presente. Por tanto, la la expe~lenCIa mundana. Las falacias de los que ajustan su conducta
mayoría de las historias de la filosofía son o meras clasificaciones y a los ejemplos hallados en los libros, son obvias:
cronologías, o una crítica de los dogmas y de las doctrinas. Sólo
raramente intentan interpretar el pasado filosófico en su contexto Pero yo creía que ya había dedicado bastante tiempo a las Ien-
cultural. g~as y a la lectura de los libros de los antiguos, tanto a sus histo-
Permítaseme ahora dirigirme a cuatro filósofos y decir algo acerca rias como a sus mitos. Pues conversar con hombres de edades
de sus concepciones de la historia de la filosofía. Entre ellos, Des- pasadas es como viajar. Es bueno saber algo de las costumbres
cartes ejemplifica el humor antihistórico característico no sólo de la de los distintos pueblos, a fin de juzgar las nuestras correctamente,
filosofía, sino también de muchas historias de la filosofía. Hegel . Pero cuando se pasa mucho tiempo viajando, uno puede conver-
reemplaza la historia por la teleología. Dilthey interpreta a la filoso- tírse en extranjero en el propio país, y cuando uno siente vivo in-
terés por las cosas del pasado, comúnmente permanece ignorante
fía como un sistema cultural específico. Husserl intenta superar los
de las del presente (Descartes, 1965: 7).
peligros del relativismo histórico intentando (re- )establecer a la filoso-
fía como ciencia estricta. Al hablar, siquiera brevemente, de esos cua-
tro filósofos, me propongo indicar que la historia de la filosofía está AI:t0ra, a más tardar, puede parecer escasamente original llamar
indisolublemente entrelazada con la filosofía de la historia y, en al Discourse de Descartes pieza de literatura de viajes: ésa es la
metáfora del autor, no la del lector. Al recurrir a ella Descartes pre-
principio, reducida a ella.
senta lo que podría denominarse el dilema del filósofo. No estoy se-
guro de la influencia de Descartes en este sentido, pero me sorprende
que el dilema del etnógrafo, un leitmotiv desde Rousseau hasta Lévi-
VIAJES CARTESIANO S
Strauss, suene como una variación del tema cartesiano, la cual ex-
René Descartes estuvo en Francia y en Baviera, en Polonia y en presa, por así decir, los problemas del viaje al extranjero, en tanto
Prusia, en Suiza, Italia, Holanda y Suecia: fue, pues, un filósofo que que Descartes se había referido a los problemas de viajar de regreso
viajó mucho, y probablemente se sitúa, en términos de kilómetros al pasado.
recorridos, en el extremo superior de una escala cuyo extremo infe- Por supuesto, Descartes no viaja sólo de regreso al pasado sino
rior debe ocupar sin duda Immanuel Kant. Salvo un corto viaje por también a otros países. Eventualmente, las experiencias del' etnó-
mar que dio lugar a una extensa nota al pie acerca de los mareos grafo acrecientan el escepticismo del historiador: costumbres di s-
provocados por la navegación en su Antropología desde el punto ti~tas no son más satisfactorias que libros antiguos, y la creencia del
de vista pragmático, Kant nunca abandonó su nativa Koenigsberg filosofo «en algo que me haya sido enseñado sólo por el ejemplo y la
en la Prusia oriental. Descartes y, con él, una nueva época de la costumbre» desaparece completamente.
filosofía, comienza con una pieza de literatura de viajes. Tal es, según Por tanto, un desencanto y una ruptura con el propio pasado se-
sugiero, el modo en que debemos ver por un momento el Discours ñalan el comienzo de la filosofía moderna. La historia de la filosofía
puede satisfacer, en el mejor de los casos, un deseo exótico, porque
de la Méthode (1637).
Es tanto una narración como un tratado, y desde su inicio llama no nos es posible imaginar algo tan extraño e increíble que no haya
sido dicho por algún filósofo. Sin embargo, esta actitud antihistórica
la atención una nota más bien íntima:
se sitúa muy cuidadosamente en un contexto histórico preciso. Des-
Estuve entonces en Alemania, adonde había marchado con moti- cartes sigue el consejo de Guez de Balzac de suministrar una historia
vo de las guerras que aún no han terminado; y cuando regresaba de su espíritu y de su heroico combate contra los géants de l'école
a mi ejército tras la coronación del Emperador, el comienzo del (carta del 30 de marzo de 1628). Al hacerlo, se satisfacía un deseo
invierno hizo que me detuviera en un lugar en el que, por no hallar más bien común de continuidad y de coherencia biográfica. Los argu-
un compañero de conversación que me entretuviera y, además, por mentos de quienes procuran mostrar dónde y con qué frecuencia
no tener, afortunadamente, preocupaciones o pasiones que me Descartes incurre en un error cronológico en su explicación, están
turbaran, permanecí todo el tiempo solo en una abrigada habita- enteramente fuera de lugar. Difícilmente sea una cuestión esencial
ción en la que dispuse de total libertad para revisar mis pensamien- la de si las fechas que indica son correctas o incorrectas, pero es
tos (Descartes, 1965: 11). importante advertir que Descartes necesitó que nosotros, sus lecto-
178 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
~CUESTIONES INTERESANTES» 179
res, .sup.iéramos que hubo un momento de iluminación que, en sus
m~dItaClOnes, lo condujo a la conclusión de que, en lugar de dejarse filosofía, ese «campo de batalla cubierto por los huesos de los muer-
g~Iar por los filósofos del pasado, debía guiarse en adelante por sí tos», Hegel expresaba que nada hay de arbitrario en la actividad del
mismo: de acuerdo con las Cogitationes privatae, ello ocurrió el espíritu pensante, y que cuanto ocurre debe ser racional. El estudio
10 de noviembre de 1619. de la historia de la filosofía es, por tanto, una introducción a la filo-
Los viajes de Descartes en el espacio y en el tiempo lo remontaron sofía misma. La filosofía, sistema en desarrollo, no es otra cosa que
al ego filosofante. Ni los viajes imaginarios en el mundo de los libros su propia historia. A cambio de ese modo de estructurar la historia
ni los. v~ajes re~~es en el libro del mundo pueden proporcionar el debe pagarse el precio habitual: la teleología. Esa historia de la fi-
C??OCImIento soh~o y firI?e que es necesario para la fundamenta- losofía, a la que el propio Hegel llama teodicea, se convierte en una
cion de la filosofía. El filosofo puede hallar ese conocimiento sólo revelación «de lo que ha constituido la meta del espíritu a lo largo
en sí mismo, solitario pero seguro, en una habitación abrigada un de la historia», un prolongado y complejo ensayo, que al comienzo
frío día de invierno. sonó desigual e inseguro, pero que después fue mejorando constan-
temente para culminar en una grandiosa armonía, no exactamente un
potpourrí, como suponía el oído poco ejercitado, sino una pieza
EL ENSAYO DE HEGEL larga y coherente que Hegel, según se supo al final, no sólo dirigió,
sino que también arregló, corrigió y, quién sabe, acaso hasta compuso.
En sus Lecciones de ~istoria ~e la filosofía (segunda edición, 1980), A fin de desarrollar su ideal de una historia de la filosofía verda-
Hegel declaraba que la influencia de Descartes estribó ante todo en deramente filosófica, Hegel solía compararla con la historia de la
«s~ ~~titud de hacer a un lado todos los presupuestos precedentes ciencia. Sin embargo, una comparación con la historia del arte es
e .mIcIar [el, pensamiento filosófico] en forma libre, simple y, asi- igualmente apropiada, si no lo es más. Quizá no hay obra más cer-
mismo, .comun» (H.e~e~,1974: lII, 2~1). Descartes había dicho que el cana a la Historia de la filosofía de Hegel que la Historia del arte
pensamiento debe 1111CmrSe necesanamente a partir de sí mismo de antiguo de Johann Joachim Winckelmann, a quien Hegel no pudo
modo que las filosofías precedentes eran hechas inmediatamente a menos que elogiar como a quien había sugerido una nueva visión y
un lado. Fue su rechazo de las filosofías del pasado lo que aseguró abierto perspectivas novedosas en el mundo del arte. Para Winckel-
a Desc~rtes su l~gar en la ~istoria de la filosofía. Descartes, empero, mann, la belleza perfecta debía ser buscada en el pasado remoto, en
no podía ser elogiado. Con el comenzó una nueva época de la filosofía, los orígenes del arte griego; para Hegel la verdad última se había
pero p~,so manos a la obra «de manera muy simple e ingenua, con una revelado finalmente en el presente real de su propia filosofía. Para
narracion de sus reflexiones [tal] como se le habían ocurrido». Aun- Winckelmann la estética prevalecía sobre la historia del arte, tal
que puedan sonar a reproche, Hegel formula esas observaciones no como una filosofía de la historia particular prevalecía sobre la his-
obstante, con un ánimo más bien distante: había que criticar a Des- toria de la filosofía de Hegel.
=t= pero no se lo podía censurar. La aparición de su filosofía, lo
mismo que la de cualquier otra filosofía, respondía, de acuerdo con
Hegel, a una necesidad. Los ARCHIVOS DE DILTHEY

Para Hegel la historia de la filosofía puede ser fácilmente distin-


gu.ida de la historia de la ciencia en razón de su manifiesta desven- Entre las últimas obras que Wilhelm Dilthey fue capaz de con-
taja: no había una concepción clara del objeto de la filosofía ni, por cluir se contaba una historia de la juventud de Hegel: uno de sus
tan~o, consenso alguno acerca de su pasado y de sus posibles reali- muchos intentos, como él mismo lo describió, de revivir la vida de
un filósofo y por reconstruir un sistema filosófico a partir de ma-
zaciones futuras. Se habían escrito historias de la filosofía volumi-
nuscritos «<aus den Papieren zu schreiben»). Dirigidas a comprender
nosas y ~asta ~abias, pero estaban dedicadas a lo que Hegel llama-
ba «la existencia externa y la historia externa de la filosofía» de lo la evolución del pensamiento filosófico, las propias contribuciones
cual estaba visiblemente ausente toda auténtica inteligencia' filosó- de Dilthey a la historia de la filosofía están escritas incuestionable-
mente en contra de Hegel y con un espíritu hegeliano. Por ejemplo, en
fica. Los ~utores de todas.l~s historias de la filosofía precedentes eran
como ammales que percibían las notas sin que sus sentidos pudie- deliberado contraste con Hegel, Dilthey explica el desarrollo de la
ran penetrar la armonía de una pieza musical. filosofía, no como un cambio progresivo del pensamiento abstracto,
sino como parte integrante de una historia cultural más amplia. Por
Tras haber desdeñado a su magistral modo, por comunes y su-
perficiales, todas las ideas precedentes acerca de la historia de la largo tiempo la historia de la filosofía se limitó o bien a la biografía
de filósofos famosos o bien a la historia de disciplinas y especíali-

L
1- ..

180 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA ,«CUESTIONES INTERESANTES» 181

dades filosóficas de peso. Una historia de la filosofía verdaderamente


«científica» requeriría tanto la adopción del método filológico como
una ruptura que dejase atrás el pensamiento histórico, esto es, un Los COMIENZOS DE HUSSERL
pensamiento evolutivo (Entwicklungsdenken). Esos dos presupuestos
existían ante todo en el pensamiento filosófico alemán, y Hegel se La concepción hegeliana de la historia de la filosofía no sólo
había servido muchísimo de ellos al dar unidad a la historia de la condujo al despertar de los enfoques científicos en el terreno de la
filosofía revelando la estructura de su desarrollo. filosofía, sino también a la errónea comprensión historicista y es-
Pero Hegel no fue capaz de escribir la historia de la filosofía en céptica de ella y, finalmente, a una forma decadente de filosofía:
un contexto cultural más amplio. Los primeros atisbos de una his- una taxonomía de Weltanschauungen absolutamente sin compromi-
toria cultural de la filosofía como ésa podían hallarse en Port-Royal sos. Edmund Husserl trazó esa imagen en su persistente propósito
de Saint-Beuve, en la History oi Civilization in England de Buckle y de hacer de la filosofía una ciencia rigurosa. Su crítica no era en
en la Histoire de la littérature anglaise de Hipólito Taine. modo alguno una cosa simplemente personal. A comienzos del si-
La cultura de una nación y de una época está representada por glo XX predominaba en la filosofía un generalizado sentimiento de
su teología y por su literatura, por sus ciencias y por su filosofía. malestar. Ni del enfoque, extremadamente sistemático, de su histo-
Dilthey piensa que no es posible escribir la historia de uno de esos ria, propuesto por Hegel, ni del apuntalamiento «antropológico»
estratos de la cultura sin tomar en consideración los restantes. No hecho por Dilthey, había derivado orientación válida alguna. Final-
obstante, la filosofía ocupaba entre ellos un decisivo lugar privile- mente, Jaspers pareció reemplazar la filosofía por la psicología al
giado. La poesía y la religión proporcionaban a la humanidad una referirse a las diferentes visiones del mundo que hallaba en la his-
guía, pero les faltaba la sólida base de las ciencias positivas. En toria de la filosofía, a la manera del psiquiatra que, incapaz de ofre-
cambio, éstas podían ayudar al hombre a explicar la naturaleza, pero cer a sus pacientes una curación, se alegra de ser capaz al menos de
no podían indicarle ya el modo de orientar su vida o ayudarle a com- clasificar sus enfermedades (Rickert, 1920-1921).
prender el mundo. Sólo la filosofía podía hacer ambas cosas. Consis- No obstante, Husserl lamentaba la decadencia del pensamiento
tía en una combinación de ciencia y Weltanschauung, y la historia filosófico y la fragmentación de los sistemas filosóficos desde media-
de la filosofía siempre debía reconstruir y exhibir esa imagen doble. dos del siglo XIX. Sencillamente había demasiadas escuelas, ramas y
Dilthey había caracterizado a las biografías filosóficas como in- especialidades. Cada tanto se halla aún filósofos, pero nunca sus filo-
tentos iniciales e inmaduros de escribir la historia de la filosofía. sofías. Esta crisis, si bien no era la primera de la historia de la
Nada sorprendente hay en el hecho de que él mismo hubiese escrito filosofía, condujo a un estado de anarquía sin precedentes, puesto
las «vidas» de Schleiermacher y de Hegel y hubiese defendido vehe- que tampoco las ciencias positivas se mostraban seguras en sus
mentemente la investigación biográfica. Para Dilthey la naturaleza procedimientos y en sus resultados. Ello favoreció la difundida sen-
histórica del hombre era su naturaleza más elevada, y las biografías sación de que los valores tradicionales de Europa se habían vuelto
constituían el mejor camino para demostrar esa concepción antro- obsoletos. La causa de esta deplorable situación residía, ante todo,
pológica. La historia de la filosofía no era un sistema, como Hegel en el hecho de que el prematuro intento de la filosofía moderna por
la había concebido, sino que era un instrumento: con su ayuda volverse más científica había provocado la autonomía de la filosofía y
pueden identificarse, localizarse y medirse transformaciones que an- su separación tanto de las ciencias naturales como de las humanas,
tropo lógicamente arraigan en visiones del mundo. Al escuchar a Dil- sin adelantar con ello su estatuto como disciplina. No sólo no logró
they hablar acerca de la necesidad de reconstruir el contexto de un volverse más «científica», sino que además se vio enfrentada al
sistema filosófico y de reestablecer su desarrollo, no a partir de arduo problema de determinar sus relaciones con esos nuevos y
libros publicados sino a partir de los manuscritos originales del prometedores campos del conocimiento. El intento de Husserl por
filósofo, se tiene la impresión de que se asemeja a un investigador desarrollar la filosofía como una ciencia en el sentido estricto del
de campo más que a un catedrático y filólogo. La historia de la filo- término, nada tiene que ver con la imitación de «las matemáticas
sofía de Dilthey es una antropología llevada a cabo en el archivo. puras y de las ciencias naturales exactas, a las que nunca dejamos de
admirar como modelos de disciplinas científicas rigurosas y alta-
mente exitosas» (Husserl, 1970): 3-4). Había que rechazar la idea
de una filosofía naturalista defendida por «fanáticos experimenta-
listas» y, junto con ella, la introspección de los historicistas. Husserl
intentó filosofar sin supuestos; el suyo fue el ideal de una filosofía
182 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA «CUESTIONES INTERESANTES» 183

sin presupuestos. La filosofía sólo puede recuperar su crédito cons- personal, y si bien las Meditaciones no eran sólo documento del filo-
tituyéndose como «ciencia de los verdaderos comienzos, de los orí- sofar de Descartes, eran aún un modelo para todo nuevo comienzo
genes». de la filosofía. Sólo en su perjuicio las ciencias positivas no toma-
La filosofía como ciencia rigurosa sólo puede desarrollarse como ron demasiado conocimiento de las Meditaciones, y Husserl empren-
una fenomenología trascendental, mediante un enérgico movimiento dió incluso una especie de reconstrucción contrafáctica de la historia
de separación respecto de la opinión de filósofos del pasado y del de la filosofía europea preguntándose qué podría haber ocurrido si
presente, y orientado hacia las cosas mismas. Pero si bien la oposi- no se hubiera inhibido el crecimiento y el desarrollo del germen de
ción de la fenomenología trascendental a las consideraciones histó- la filosofía de Descartes.
ricas (Ricoeur) se puso de manifiesto desde el comienzo mismo, Hus- Por supuesto, Husserl no continuó a partir del punto en que Des-
serl no descuidó enteramente la historia de la filosofía. Las refle- cartes había dejado. Descartes pertenecía a aquellos que hacen un
xiones históricas de Crisis, por ejemplo, no fueron decididas simple- descubrimiento -el del ego cogito en su caso-- pero desconocen lo
mente «a los efectos de una presentación que impresionase (Hus- que han descubierto. Las Meditaciones cartesianas de Husserl se
serl, 1970: xxix, Introducción del Traductor); no eran un aspecto dirigen a las deficiencias de Descartes tanto como a las fallas de las
accidental de su método. Por otra parte, es obvio que Husserl en ciencias positivas. La Ienomenología es el grandioso -quizá dema-
muchos lugares -en secciones históricas de su trabajo temprano y siado grandioso-- intento de cumplir una promesa y corregir un
programático «La filosofía como ciencia estricta» (1910-1911), en la error.
extensa sección introductoria titulada «Historia crítica de las ideas» La epokhé fenomeno1ógica es también una epokhé histórica, aun
con que abría sus lecciones de filosofía primera (1923-1924) y en la cuando Husserl llegue a evocar las circunstancias históricas en las
propia Crisis (1938), y también en los desarrollos históricos de mu- que Descartes escribió sus obras, a fin de justificar su propio intento
chas de sus lecciones- intentó ante todo mostrar que «los primeros de suscitar un renacimiento de las Meditaciones, preguntándose si el
filósofos no eran capaces de resolver los problemas que él hubiera infortunado presente que él vive no corresponde acaso al miserable
procedido a resolver mediante la fenomenología» (1970: xxviii). Hus- pasado que provocó la filosofía de Descartes. Sin embarggo, al refe-
serl echa una mirada retrospectiva a las filosofías del pasado sólo para rirse a Descartes, Husserl no se propone volver a un sistema filosófi-
asegurarse de esas deficiencias; pasa las páginas de un vasto errorum co del pasado. Está interesado en la reconstitución de la idea misma
index que constituye la historia de la filosofía para preparar un de filosofía, no en la reconstrucción del contexto cultural o del desa-
libro mejor, dirigiendo su mirada a la historia de la filosofía como rrollo histórico de una filosofía determinada. En la historia de la
preparación mental, como una motivación espiritual para hallar la filosofía se almacenan ideas y proposiciones, y nosotros podemos
única y sola verdadera filosofía: la fenomenología. emplearlas para nuestros propósitos, sin preocuparnos demasiado por
Cuando Edmund Husserl fue invitado por el Institut d'Etudes si proceden de Kant o de Santo Tomás, de Darwin o de Aristóteles,
germaniques y por la Société Francaise de Philosophie para dar de Helmholtz o de Paracelso. Debiéramos estar menos interesados
cuatro lecciones con el carácter de una «Introducción a la fenorne- en Descartes que en los motivos filosóficos de sus Meditaciones, las
nología trascendental», en febrero de 1929, habló en el Anphithéátre cuales son eternamente válidas (Ewigkeitsbedeutung). Cuando, al
Descartes de la Sorbona. Difícilmente podía haberse hallado un lu- final de sus comienzos, Husserl cita a San Agustín -«NoZi [oras ire,
gar más apto para la primera presentación de lo que más tarde, en in te redi, in interiore homine habitat veritas>>-- el lector no puede
la versión publicada, llamó Meditaciones Cartesianas. Cuando, al final menos que recordar a Descartes, quien ya trescientos años antes
de esa obra, Husserl había desarrollado su idea central de una había reclamado al filósofo que permaneciera en casa, que mirara
epokhé fenornenológica, se pudo advertir con claridad hasta qué dentro de sí mismo y nunca más viajara de regreso a la historia de
punto había repetido y variado el tema cartesiano, y que, lo mismo la filosofía.
que Descartes, había intentado igualmente zafarse de todas las opi-
niones precedentes y emprender un nuevo comienzo, «commencer
tout de nouveau dans les [ondements», III. Una historia de orden medio
Husserl vio a Descartes y se vio a sí mismo como «filósofos inci-
pientes» (anjangende Philosophen). Al escribir acerca de Descartes Deseo ahora presentar una alternativa a la noción de la historia de
manifestó una afinidad selectiva por las obras de ese filósofo, acaso la filosofía presentada hasta aquí. Afortunadamente, esa alternativa
la única afinidad de esa índole que puede hallarse en sus reflexio- puede ser hallada en los escritos de los medios filósofos que ya he
nes. La filosofía, decía Husserl, fue siempre una cuestión más bien mencionado. He de centrarme en la contribución de Hegel,
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184 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA , «CUESTIONES INTERESANTES» 185

Antes de hablar de la historia de la filosofía como un sistema utilidades de ellas; así ocurre con sus intentos y sus logros en el
de desarrollo en la Idea, cuya revelación ha constituido la meta del arte y en la ciencia, con sus religiones, sus guerras y sus relaciones
espíritu a lo largo de la historia, y, finalmente, como verdadera teodi- exteriores; también con la decadencia de los Estados en los que
ese principio y esa forma particular han mantenido su supremacía,
cea, Hegel desecha «las ideas corrientes» acerca de la historia de la
y con la originación y el desarrollo de nuevos Estados en los que
filosofía. Al leer con diligencia los Annales y burlarnos de las inge- encuentra su manifestación y su desarrollo un principio más ele-
nuas historiografías de antaño, no podemos sino hacer una señal de vado (Hegel, 1974: I, 53).
asentimiento cuando Hegel declara que una mera colección de hechos
no constituye ciencia, y que «la narración de algunas opiniones filo- Una vez dirigida nuestra atención a esas «cuestiones interesan-
sóficas tal como surgieron y se manifestaron en el tiempo es árida y tes», las hallamos en momentos y en lugares en los que difícilmente
desprovista de interés». hubiésemos esperado hall arlo s alguna vez. Así, para dar un solo
En el repaso de diferentes géneros de la historia de la filosofía, ejemplo, Edmund Husserl, al lanzarse tras la historia de la idea
empero, el rechazo y el elogio no son las únicas formas de la valo- misma de filosofía, y sosteniendo su coherencia en virtud de una
ración de Hegel. Está asimismo la indiferencia. Lo que sugiero, pues, «oculta unidad de interioridad intencional» (everborgene Einheit
es modificar la tríada hegeliana: dar por sentado lo que él rechaza, intentionaler Innerlichkeit» J, de repente se detiene y comienza a pre-
rechazar lo que él elogia, elogiar lo que le es indiferente: guntarse si la concepción -enteramente errónea en su opinión- de
que la psicología experimental deba convertirse en la base de la filoso-
La filosofía tiene una historia de sus orígenes, su difusión, su fía, no tiene acaso mucho que ver con el deplorable hecho de que las
madurez, su decadencia, su resurrección; una historia de quienes ciencias naturales de su tiempo están alojadas en los departamentos
la enseñaron, la promovieron y de quienes se opusieron a ella; de filosofía y que en ellos la mayoría de los científicos regularmente
a menudo, también de su relación externa con la religión y, ocasio- nombran a psicólogos en las cátedras de filosofía (Husserl, 191Q..
nalmente, con el Estado. Este aspecto de su historia da lugar, ade- 1911: 321).
más, a cuestiones interesantes (Hegel, 1974: I, 9).
No sé qué contribuciones a la historia de la filosofía que se con-
centra en las «cuestiones interesantes» de Hegel existen ya. Lo que
Deslindados de la historia de su «contenido interno», estos as-
sé, empero, es que pueden hallarse importantes fragmentos de ella
pectos pertenecen a la «historia externa» de la filosofía. Aunque
en las filosofías del pasado, pocas veces en lugares prominentes, la
Hegel dijo más cosas acerca de esta especie de historia, y da la im-
mayoría de las veces ocultas por ahí, en notas al pie y en epílogos,
presión de que podría volver a ella una vez escrita la historia interna
en obras menores y en piezas ocasionales, aparentemente espúrias,
de la filosofía, es indudable que esas «cuestiones interesantes» tu-
pero inquietantemente presentes. Comienza a emerger una nueva his-
vieron para él sólo importancia secundaria.
toria de la filosofía cuando -para no mencionar sino dos de las
Si tenemos presente que Hegel concedió a la historia externa
«viejas» metáforas- raíces y nacimientos son menos importantes que
de la filosofía una cierta importancia, aunque menor, se hace po-
ramas y bautismos. No hallándose aún en posesión de respuestas
sible leer sus afirmaciones programáticas en dos niveles diferentes.
completas y en busca todavía de «cuestiones interesantes», ésa será
El que la filosofía pertenezca a su propio tiempo y esté restringida
una historia de orden medio, para tomar en préstamo una noción
sólo por sus propias limitaciones, puede ser interpretado, como hace
de Robert Merton. Se situará en algún punto entre los sistemas antro-
Hegel regularmente, en la perspectiva de su filosofía de la historia:
pológicos de Dilthey y sus procedimientos filológicos. No será tan
cada filosofía es vista entonces como la manifestación de un estadio
sagrada como la teodicea de Hegel ni tan superficial como sus «ideas
particular de la historia, como un eslabón en la cadena global del
corrientes», sino más bien tan realista y secular comd su historia
desarrollo espiritual. Pero cuando Hegel advierte, por ejemplo, que
externa.
«no debiéramos ... convertir una antigua filosofía en algo muy distin-
to de lo que fue originariamente» y previene acerca de <<DO intro-
ducir material extraño» en la presentación de ideas filosóficas, in-
IV. La. historia de la filosofía en contexto disciplinario
tentaba ante todo preservar el contexto de una filosofía específica:
No todos los filósofos viajan, pero casi todos ellos son arquitec-
La forma particular de una filosofía es, pues, contemporánea
de una constitución particular de los hombres entre los cuales hace tos, como Descartes, que comparaba la evolución de la filosofía con
su aparición, con sus instituciones y formas de gobierno, con su el desarrollo de un poblado antiguo. Pequeño villorrio al comienzo,
moralidad, su vida social y las capacidades, las costumbres y las se convirtió en una gran ciudad al final, aunque mal planificada, con
,.,.
...

186 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA ~CUESTIONES INTERESANTES» 187

«un gran edificio aquí, uno pequeño allá» y con calles que eran tor- pura, B 861), sino mediante ejemplos de una arquitectura histórica
cidas y desparejas. Descartes, proyectando sobre esa ciudad una que nos diga de qué modo algo puede llegar a contemplarse como
mirada estética, decidió construir una mejor, «concebida y realizada científico.
por un solo arquitecto», ordenada por él, ingeniero filosófico, «en Para emplear fórmulas de Ouentin Skinner: la historia de disci-
completo acuerdo con su imaginación». Predomina en la historia plinas procura recuperar intenciones, reconstruir convenciones y res-
de la filosofía un deseo de pureza arquitectónica y el gozo de la pla- tituir contextos. Se inicia con la observación, más bien trivial, de
nificación. Así, sugiere Descartes -puesto que no es posible recons- que los ambientes cognoscitivos, históricos e institucionales de las
truir enteramente toda la ciudad- «considerar cada uno de [sus] disciplinas están constituidos ante todo por otras disciplinas, y que
edificios por sí mismo». Kant, casi con las mismas palabras, define debido a una «economía de recursos» (Abrams) cada disciplina que
la ciencia como un sistema por sí mismo que «arquitectónicamente» se propone articular, sistematizar o institucionalizar o profesiona-
debe ser tratado como «un todo que existe de por sí. .. un edificio Iizar un conjunto de ideas y de prácticas, procura también distinguir-
separado e independiente, ... y no como una dependencia o como se de otras disciplinas existentes. Por lo común, imitará a algunas
una parte de otro» (Crítica del Juicio, § 68). Finalmente, Hegel, con pocas y criticará a muchas. Este es uno de los presupuestos elemen-
el fin de no confundir el tratamiento de la historia de la filosofía, se tales para lograr el reconocimiento de los pares académicos y el
expresa en favor de su separación de otros departamentos del co- apoyo del público más amplio.
nocimiento relacionados con ella. No es posible atribuir identidad disciplinaria de una vez y para
Una pureza de esa índole -aunque tampoco en este punto estoy siempre apelando al «significado último» de una ciencia. Se la ad-
seguro- puede ser útil para la epistemología, pero tiene ciertamen- quiere, se la pone en tela de juicio, se la mantiene y se la modifica,
te sus peligros para la investigación histórica en general y en especial en circunstancias históricas y culturales específicas. Una disciplina
para lo que a partir de ahora denominaré «la historia de las disci- afirma una identidad cognoscitiva, la unicidad y la coherencia de
plinas». «sus orientaciones intelectuales, sus esquemas conceptuales, sus pa-
Para mostrar lo que entiendo por ese género debo volver a los radigmas, sus problemáticas y sus herramientas de investigación».
escritos de mis filósofos y ser ¡ay! otra vez rebelde a sus preceptos. A la vez, debe hallar una identidad social «bajo la forma de sus
En realidad propendo a pensar que para un historiador las ciudades ordenamientos institucionales superiores» (Merton, 1979). Finalmente
viejas y maduras que a Descartes no le agradan, son un lugar mu- debe adquirirse una identidad histórica, la reconstitución de un pa-
cho más apto para vivir que los «distritos regulares» que él promete sado disciplinario al cual en principio todos los miembros de una
trazar, y que una mirada a «[Ia ] historia de las otras ciencias, de la comunidad científica estarán de acuerdo en pertenecer. La prueba de
cultura y, ante todo, a la historia del arte y de la religión» podría identidad cognoscitiva cumple el papel de un programa teórico pri-
-pace Hege1- enriquecer la historia de la filosofía. En su "Ana- mariamente distinguiéndola de disciplinas establecidas o rivales. Al-
lítica del juicio teleológico» Kant distingue entre los principia do- canza la identidad social por medio de la estabilidad institucional, la
mestica -los principios de una ciencia inherente a ella misma- y los cual la torna más apta para sobrevivir a la permanente lucha aca-
principios extraños, principia peregrina, que descansan en «concep- démica. La afirmación de una identidad histórica la distingue de sus
ciones que sólo pueden ser confirmadas fuera de esa ciencia». Kant competidoras, pero al mismo tiempo impide la diferenciación pre-
dice que esas ciencias se basan en lemmata, proposiciones auxiliares matura de la disciplina. Yo subrayaría especialmente que el proceso
que ellas «toman en préstamo de otra ciencia». Nuevamente, ésta po- de institucionalización implica actos de rechazo: las disciplinas ad-
dría ser una distinción útil a los fines de la epistemología o, en su quieren su identidad no sólo mediante afirmacion~s sino también
caso, para los de la metafísica, pero tales distinciones no encierran mediante negaciones. No sólo deben declarar a quién desean seguir
ninguna utilidad a los fines históricos, a no ser que los pongamos sino también a quién desean abandonar. Para esas estrategias de in-
en movimiento. Si atendemos a sus comienzos y a sus desarrollos, serción y de elusión, la reputación de la disciplina es de suma im-
hallaremos que no hay ciencias de principios extraños y domésticos, portancia: habitualmente la identidad cognoscitiva, la identidad so-
que no se trata de principia domestica o peregrina, sino siempre de cial y la identidad histórica se forman según el modelo de alguna
procesos de domesticación y de peregrinación que constantemente disciplina de mucho prestigio, mientras que las afirmaciones de uni-
cambian de dirección y de marcha. La historia de disciplinas es un cidad o de imitación de los rangos más bajos queda como la excep-
intento por describir y por comprender ese movimiento: no a tra- ción de la regla. En los tres niveles de formación de identidad pue-
vés de una búsqueda de lo arquitectónico de la razón pura, «la doc- den observarse procesos de selección, rechazo, almacenamiento y
trina de lo científico de nuestro conocimiento» (Crítica de la razón de recuperación de orientaciones alternativas .
..•
~'-'
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188 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA ~CUESTIONES INTERESANTES» 189

Esta perspectiva cobró importancia en los últimos años, no s610 más importante que el que ha desempeñado hasta ahora. La sucesión
en la historia de las ciencias humanas y de las ciencias sociales, sino de las ideas, las opiniones, los sistemas y las doctrinas filosóficas con-
asimismo en la historia de las ciencias naturales (Graham, Lepenies tinuarían teniendo el principal interés, pero ni se la expondría inge-
y Weingart, 1983). En ese ámbito se incrementa la opinión de que nuamente como una simple narración, ni se la juzgaría de una vez
en el laboratorio puede haber menos racionalidad, y en el informe para siempre desde un punto de vista filosófico superior. Se la re-
de investigación más razonamiento, de lo que hasta ahora se había flejaría, en cambio, en la ramificación de las especialidades filosófi-
supuesto. En otro lugar he recurrido a esta perspectiva para anali- cas, en el traslado y en los intercambios de los centros y las periferias
zar las relaciones, tanto históricas como actuales, que existen entre filosóficas, en la formación de diferentes actitudes nacionales en
las disciplinas académicas, y he intentado explicar por qué esta la filosofía y frente a ella, y, por último -pero no por ello menos
perspectiva, en mi opinión, ha comenzado a poner en tela de juicio importante- en la migración del pensamiento filosófico a otros cam-
algunas de las concepciones más tradicionales de la historia de la pos del conocimiento y a otras disciplinas académicas, y en el alma-
ciencia que he mencionado al comienzo del presente trabajo. En una cenamiento y la transformación que allí experimentan.
obra algo voluminosa acerca de historia de la sociología (Lepenies, El motivo del lamento de Hegel -de que «no se le deja lími-
1981) he procurado reunir contribuciones que 1) discuten las rela- te... a la filosofía»- debiera convertirse en una razón de peso
ciones entre la construcción de teorías en sociología y la historio- para que se renovase el interés por su historia. La historia de una
grafía del campo, 2) sientan la importancia de narraciones, biografías disciplina cualquiera debe escribirse forzosamente en relación con
y autobiografías para la adquisición de la identidad histórica de la otras; por ejemplo, en relación con las disciplinas que aquella de la
sociología, 3) ponen en relación grupos de teorías, escuelas y proce- cual se trata, idolatra, imita como modelos, acepta como aliadas,
sos de institucionalización, 4) formulan la distinción entre la historia tolera como vecinas, rechaza como rivales o desdeña como inferio-
de la sociología propiamente dicha y la historia de la investigación res. Ello es igualmente cierto a propósito de la filosofía. Después de
social empírica como diferencia entre una historia de discontinuida- todo, ¿no es la historia de la filosofía occidental al relato de su des-
des y una historia de continuidad, 5) buscan el origen de las rela- falleciente dominación de disciplinas, primero de las ciencias natu-
ciones y los conflictos interdisciplinarios, 6) identifican las tradicio- rales y, después, poco tiempo más tarde, de las ciencias humanas y
nes sociológicas nacionales, y 7) persiguen los cambiantes contactos sociales? ¿No es una historia de segregaciones vacilantes y exitosas
entre algunas de ellas. y de fallidos acercamientos, de tardíos intentos por restaurar la uni-
Si se me pidiera un ejemplo de esa historia de las ciencias, men- dad entre la filosofía y su infiel descendencia, de los cuales la Crisis
cionaría la obra de Georges Canguilhem, cuyo estudio de la compli- de Husserl, su defensa de una filosofía como ciencia estricta, es aca-
cada relación entre las disciplinas y las ciencias de la vida en el si- so el ejemplo más grandioso? Antes que propugnar la presentación de
glo XVIII quedará como un modelo de precisión y comprensión (Can- panoramas tan vastos, sin embargo, quisiera ver esbozos que pre-
guilhem, 1950). senten a la filosofía en un contexto disciplinarió más pequeño, una
Husserl sugirió ordenar el mundo social y sus alter ego s «en aso- serie de imágenes estáticas que, presentadas una tras otra, adquieran
ciados (Umwelt t, con temporáneos (Mitwelt ), predecesores (V or- el carácter de un filme y revelen, no exactamente objetos, sino sus
welt) y sucesores (Folgewelt y,). Atendiendo al mundo social de las cambiantes relaciones, su aparición y su desaparición en un marco
disciplinas, se puede distinguir la historia tradicional de la ciencia, de referencia estable.
como historia de los predecesores y los sucesores, de la historia de Solamente puedo ofrecer unos pocos ejemplos, de carácter más
disciplinas aquí propuesta, como historia de asociados y contempo- bien limitado, de la historia de la filosofía en un contexto discipli-
ráneos. Son ahora menos importantes las secuencias de influencia nario. En su mayoría son ejemplos de lo qiíe debería o podría ha-
que una red de relaciones interdisciplinarias, y la prehistoria del cerse, no de lo que ya se ha hecho. Casi todos ellos se restringen
presente no llama tanto la atención como los géneros emergentes a las ciencias humanas y a las ciencias sociales.
y las etnografías disciplinarias del pasado (Geertz, 1983). Una historia de la filosofía en un contexto disciplinario debiera
centrarse, por cierto, en dos procesos: en la diferenciación de enfo-
ques, ramas y especialidades en la filosofía, y, asimismo, en la sepa-
v. Un primer ejemplo: Wunt y sus revistas ración de campos de conocimiento de la filosofía. Tengo la impresión
de que ambos procesos han sido en realidad minuciosamente des-
Me pregunto si tal perspectiva de una historia de las disciplinas critos y aun interpretados, si bien a menudo en forma discutible.
no podría desempeñar en la historia de la filosofía un papel un poco No se ha probado, empero, poner esos procesos en relación entre sí.
r
190 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA ~<CUESTlONES INTERESANTES» 191

La separación de la psicología respecto de la filosofía -si ello en considerado como verdadero problema filosófico estaba lejos de es-
efecto alguna vez se produjo- es quizás el caso mejor documentado tar decidida. La psicología experimental se asemejaba a un eclecti-
hasta ahora (Woodward y Ash, 1982). Esa separación alcanzó su clí- cismo filosófico in vivo.
max con el ataque de HusserI al psicologismo como intento más Veinte años más tarde apareció el último número de los Philoso-
osado por «considerar a la razón como dependiente ... de algo de phische Studien. Con los dos volúmenes del Festschrift dedicado a
carácter no racional» (Wild, 1940: 20), ataque que al mismo tiempo Wundt se habían publicado en total veinte volúmenes. Wundt apor-
alimentó la esperanza de los fenomenólogos de que eventualmente la taba un epílogo (Schlusswort) en el que nostálgicamente volvía la
psicología pudiera convertirse en el fundamento de todas las otras mirada a los heroicos comienzos de la psicología experimental, cuan-
disciplinas una vez que se la hubiese radical izado lo suficiente para do el Instituto de Leipzig no era nada más que una modesta em-
alcanzar dimensión filosófica (Gurwitsch, 1966: 68). presa privada. Al considerar una vez más el problema del título de
A fin de mostrar hasta qué punto esos procesos de separación y la revista, Wundt declaraba entonces abiertamente que había sido
de reconciliación pueden ser complejos y sorprendentes en sus deta- un título deliberadamente polémico, «ein Karnpjestitel», Sin embargo
lles, he de presentar un solo ejemplo. Se refiere al «origen>, de la -y esto Wundt no lo había dicho antes- el título estaba dirigido
psicología experimental, normalmente asociado con la «fundación», no sólo a los filósofos que se habían rehusado a realizar los necesa-
en 1875, del laboratorio de Wundt en Leipzig. En 1883 Wundt lanzó rios cursos introductorios a la psicología, sino también contra los
una nueva revista para promover sus ideas en materia de psicolo- científicos naturales, especialmente los fisiólogos que despreciaban
gía. El primer número incluía artículos acerca de inducción y apercep- como acientífico cuanto se relacionaba, siquiera remotamente, con la
ción, cartas de colores, la lógica de la química, el libre arbitrio, la filosofía.
noción de sustancia en Locke y en Hume y la medición de olores A comienzos del siglo xx Wundt se veía a sí mismo y a su psi-
y de sonidos. Era una revista que promovía la psicología experi- cología en una posición más bien incómoda. En las ciencias naturales
mental, y sólo podía llevar un título: Philosophische Studien. Un la Naturphilosophie especulativa, la filosofía natural del siglo XIX
año más tarde, al final del primer volumen, Wundt declaraba que que veinte años antes parecía completamente obsoleta, surgía nueva-
con toda deliberación había omitido cualquier afirmación progra- mente y hacía que la concepción epistemológica, cautelosa y más
mática en el primer número de la revista. Los propios artículos de- bien moderada, de Wundt y sus seguidores, apareciera como una
bían demostrar lo que el lector podía esperar hallar en la nueva filosofía reaccionaria. Por el otro lado, los llamados «filósofos pu-
revista. De todos modos, señalaba Wundt con burla, han formulado ros», que rechazaban todo método científico, y en especial el de la
objeciones contra el título de la revista aquellos filósofos que, ansio- psicología experimental, habían arribado a la conclusión de que era
sos por leer artículos acerca de «problemas trascendentes e inma- más o menos tiempo de expulsar definitivamente a la psicología de
nentes», la «noción de Ser» y los «Errores tipográficos en las obras la filosofía. Wundt, sin embargo, reafirmaba su convicción de que
de Kant» hallados más recientemente -todos los títulos de artículos las ciencias finalmente renunciarían a todos los sueños especulativos,
imaginarios son de Wundt, no míos- se han visto defraudados y y que los filósofos caerían en la cuenta de la futilidad de sus inten-
desalentados. Los filósofos especulativos y los literatos filósofos se tos por promover una psicología que era tan acientífica como podía
aterrorizaban al advertir quién estaba por integrarse en su alta serio. Wundt se apresuraba a añadir que no debía considerarse el
sociedad (e Seit wann hat man gehárt, dass diese und iihnliche Dinge hecho de concluir con los Philosophische Studien en ese momento
I
es wagen, die gute Gesellschait der Philosophie ungemütlich zu ma- corno una expresión de resignación. A pesar de su título, la revista
.1 chen?»}, y declaraban que no eran capaces de comprender lo que había sido de alcances marcadamente locales en muchos aspectos,
ocurría en la psicología, pero de todos modos les desagradaba. De siendo principalmente un órgano del propio instituto de Wundt en
haber sabido de antemano de esas quejas, concluía Wundt con cierta Leipzig y de su psicología. Ahora se había fundado una publicación
terquedad, habría cambiado el título por el de Philosophische Studien, con una orientación más universal, el Archiv für die gesamte Psy-
aun cuando originariamente hubiese pensado en otro. chologie -cuyo director era E. Meumann, de Zurich-, la cual con-
Sólo para una visión retrospectiva, al parecer, el título de la tinuaría con lo que Wundt y su revista habían iniciado veinte años
nueva revista de Wundt suena polémico, algo así como un nom de antes.
guerre, mediante el cual la reciente establecida psicología experi- En esas palabras finales, escritas en febrero de 1903,Wundt decía
mental pretendía ser parte legítima de la filosofía, capaz de influir haberse preguntado ya si finalmente había llegado el momento de
en otros campos filosóficos como la epistemología, y de demostrar renunciar al viejo nombre de la revista y elegir otro, que eludiera
de manera bien visible que la cuestión de qué era lo que debía ser tanto la Escila científica del reduccionismo psicológico como la
193
e "CUESTIONES INTERESANTES»
192 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA

Caribd~s filos6fic~ de la Naturphilosophie especulativa, a saber: Psy-


chologische Studien. Parecía, no obstante, que esta reflexión, después
VI. Otros ejemplos: sociólogos en su país y en el extranjero
de haber fundado el Archiv, era sólo una cura posterior.
. Tres años m.ás tarde aparecía una nueva revista de psicología. El
Valdría la pena reinterpretar el papel de .l~, filosofía eI?-el con-
director era WIlhelm Wundt. Su título era Psychologische Studien.
texto de nuevas disciplinas en trance de apancl<:m, en ~ar~lcular en
En sus palabras de apertura, escritas en diciembre de 1904, Wundt no
el siglo XIX, como el de disciplina de reierencia qu~ lllClde. en. la
pudo menos que referirse a la despedida que había escrito cuando
selección de programas teóricos, métodos, ordenamIentos .lll~tltu-
l~ interrupción de los Philosophische Studien. No era necesario jus-
cionales y orientaciones históricas de otros campos del ~onocImle;tto
tificar n~evamente el cambio de nombre, pues las razones que para
y de otras especialidades. (Mi propio punto de referencla es a51UIla
ello habla d~do. do~ años antes subsistían y eran aún válidas. Lo que
formulación hecha por Robert K. Merton del grupo de teortas de
era necesano justificar era la propia aparición de la revista. Los
motivos fueron repentinamente obvios, aun cuando Wundt no hu- referencia.) ,
En ninguna parte, me parece, cumplió la filosoha. o, al menos,
b!era sido capaz de anticiparlos poco tiempo antes. El Archiv había
una parte sustancial de ella, su función de refer~nCla con mayor
SIdo fund~do para realzar la diversidad de los enfoques psicológicos
facilidad que en la vida intelectual alemana del siglo XIX. En. una
y proporcionarles un lugar «neutral» de publicación. No obstante, por
época de creciente desdén por la filosofía ~n general, el neo~antlsmo
entonces se habían desarrollado tantas psicologías diferentes y di-
se transformó en árbitro admitido de la violenta ~ompetencla de ~as
versas que se volvía cada vez más arduo identificar entre ellas el
disciplinas académicas. No sólo se clasificaba. a. est~s y .se defiman
enfoque peculiar de Wundt. Los Philosophische Studien habían con-
sus relaciones mutuas en un nivel interdisclplmano, SIJ?-0que, s~
sistido fundamentalmente en trabajos realizados en el Instituto de I
interpretaban en el nivel intradisciplinario los marcos eplstemolog -
Leipzig. Los Psychologische Studien estarían reservados estrictamen-
cos de las actividades de investigación, Y se evaluaban ~anto las
te a ellos. Otra razón -acaso más importante- de la publicación
alternativas teóricas como las metodológicas. Por .largo yempo la
de la antigua revista bajo un nuevo título, era que en el Archiv los
imagen pública de las ciencias naturales y de las Gelste~lssenschaf-
problemas de psicología aplicada se habían vuelto tan importantes
ten no fue modelada tanto por las experiencias de la vida de labo-
como los problemas de psicología teórica.
ratorio o por la complejidad de la interpretación de un texto, cuanto
~undt procuraba preservar un lugar en el que se pudiera ejercer
por afirmaciones de filósofos que sostenían haber resuelto lo que los
«el ~nterés p~ramen~e teórico». de la psicología. Mientras que antes
idiógrafos o los no moteta s debían hacer. Cuando, con el paso ~l.n~evo
el título «Philosophische Studien» declaraba que la psicología era
siglo, Karl Lamprecht Y Kurt Breysig pusieron en tel~ de .JUICIOla
una parte legítima de la filosofía, el título «Psychologische Studien»
orientación tradicional de la historiografía alemana difundiendo su
expresaba ahora la esperanza de que las orientaciones filosóficas no
método, pretendidamente científico, de la historia cultural, fracasa-
desaparecieran definitivamente de la psicología.
ron debido a muchas y complejas razones, pero ante todo po:-que
He esbozado esta historia -la del propio Wundt- con el objeto
no advirtieron cuán segura se sentía su disciplina con su paradl?ma
de ~ostrar cuán. comI?licada ha sido la historia de la llamada sepa-
racion de la psicología de la filosofía. Esa historia tiene muchas idiográfico, Y cuán poco dispuesta ~staba ~ arnesgar una comodIdad
epistemológica de la que se les habla provisto desde afuer~. ~l ?eba-
facet~s que no pue?o discutir aquí. Dos aspectos debieran empero
te acerca de las dos culturas revela hasta qué punto las dIstmcIO~es
mencionarse. En pnmer lugar, los procesos de especialización no in-
difundidas por los neokantianos estaban aún viv~s. No pue,de .deJar
volucran. neces~riamente el estrechamiento de los enfoques y de las
de pensarse, en este sentido, en la filosofía no. solo como árbitro e
perspectivas, VIstos en un contexto más amplio, interdisciplinario,
intérprete, sino al mismo tiempo como un tertius gaudens, capaz d,e
pueden, como. ocurre en el caso de Wundt y sus revistas, expresar el
prolongar el conflicto y aun de intensificarlo y sacar provecho de el
de;;e.o contrano. Pueden preservar la universalidad de un programa
teonco temprano. En segundo lugar, advertimos nuevamente lo im- pretendiendo resolverlo de una vez Y para SIempre.
~~rtante ~ue sigue siendo para la historia de las disciplinas la cues-
tíon «¿Que hay en un nombre?» (Stocking, 1971). No encierran mu-
ANTROPOLOGíA FILOSÓFICA Y LA SOCIOLOGíA DEL CONOCIMIENTO
cho significado los nombres de los dogmas y de las especialidades
-o los ~ombres de las revistas en este caso- y, como ya lo supo
La visión estática de las especialidades como simpl~s piezas de
Lam.ennaIs, toda vez que las doctrinas se hallan en peligro, siempre
disciplinas establecidas se modifica en cierto modo SI se recurre
se dispone de palabras que puedan reemplazarlos rápidamente.
~ ..
...

o «CUESTIONES INTERESANTES» 195


194 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA

al marco de referencia que he presentado hasta aquí. Antes que


considerarlas como partes, se las podría ver como partículas que se
LA SOCIOLOGÍA COMO FILOSOFÍA POSITIVA
mu~ven de un lado a otro pasando de una a otra disciplina y que
v~nan constan~emente al moverse. Considérense la antropología filo-
Tras haber arribado finalmente -al cabo de muchas y, a veces,
s?fica y la sociología del conocimiento, por ejemplo. Ambas se ori-
peligrosas incursiones en regiones poco conocidas- al territorio
ginaron en un contexto filosófico; limitando el análisis al caso de
un poco más seguro de mi propia disciplina, no volveré a abando-
Alemania, se puede decir, incluso, que las dos fueron «creadas» por
narlo en lo que resta de este ensayo. Lo que me propongo hacer
un filósofo, Max Scheler. Se las puede ver a ambas como resultado
para concluir es mostrar en qué forma es posible investigar la com-
de un cierto agotamiento que sufrió la filosofía a fines de siglo:
pleja relación existente entre la filosofía y la sociología en el con-
cuando, su modo ~radicional de pensamiento alcanzó una impasse,
texto de una historia de disciplina. Puedo aludir al caso francés
desph~z,o algunas Ideas hacia su propia periferia y por último las
sólo brevemente; en cambio, discutiré con más detalle la historia
sometió a prueba en un territorio extraño.
de la sociología alemana.
Como sus nombres lo sugieren, normalmente consideramos a la
Al impulsar a la nueva disciplina que era la sociología, Auguste
antropología filosófica como un campo de orientación más filosófica
Comte intentó emanciparla de la filosofía reteniendo a la vez la bien
que la sociología del conocimiento. Scheler deseaba desarrollar una
establecida reputación académica de esta última. Atacó a dos filoso-
d~sc.iplina como ~repa~ación para su futura metafísica, pero esa dis-
fías precedentes, la teológica y la metafísica, sólo para crear una
ciplina era la sociología del conocimiento, no la antropología filosófi-
tercera y mejor: la filosofía positiva. El interpretaba la fundamenta-
ca. La distinción decisiva entre ellas no es una distinción estática
ción de la sociología no como un acto de alzamiento, sino como el
en términos de las propiedades intrínsecas de un campo en particu-
leal intento de crear una filosofía mejor, una filosofía que no de-
lar, sino una distinción dinámica, en términos de las relaciones va-
pendiera ya de la Revelación o del pensamiento especulativo, sino
riables existentes entre varias áreas del conocimiento. La antropología
que estuviese firmemente basada en la observación y en la experi-
filosófica alcanzó siempre lo mejor de dos mundos, definiéndose como
mentación. Cuando, en 1867, apareció el primer volumen de La Phi-
la parte empírica de una filosofía que se desarrolló avergonzándose
losphie positive, revista de la escuela comteiana, se lo iniciaba con
cada vez más de su pasado especulativo, y como parte filosófica de
un artículo programático de Littré acerca de las tres filosofías. Había,
una ciencia social que aún se hallaba a la busca de una fundamen-
como afirmaba Littré, tanto una clasificación lógica como una evo-
tación trascendental. Del otro lado, la sociología del conocimiento
lución teleológica de las disciplinas, y ambas culminaban en el nuevo
f~~ despr~ciada como sociologismo por una parte, y como especula-
campo de la sociología. De una vez y para siempre, el descubrimiento
cion filosofica por la otra. La razón de este desigual tratamiento es,
de la jerarquía natural y didáctica de las disciplinas quedó como
una ve.z más, una .disti,nción concerniente al contexto antes que al
logro de Auguste Comte. La legitimidad de la sociología quedaba
c~:m~emdo. Se consideró a la antropología filosófica como una espe-
asegurada desde el momento en que en su desarrollo se había alcan-
cialidad casera que se origina y subsiste sólo en la filosofía alemana
zado un punto decisivo de no retorno: nunca más la teología y la
y e~ e! pensamiento social alemán, en tanto que la sociología del co-
metafísica serían capaces de conquistar el más pequeño espacio en
nocimíento fue una empresa de carácter mucho más internacional.
el que la filosofía positiva hubiese logrado éxito. Dado su carácter
Después de 1945 los filósofos Helmut Plessner y Arnold Gehlen, pro-
casi religioso, y dado el intento del positivista por crear algo seme-
líficos estudiosos que habían continuado desarrollando la antropología
jante a una forma no teológica de culto, ello resultaba un poco exce-
filosófica de Max Scheler, pasaron a estar a cargo de departamentos
sivo para muchos de los lectores de Cornte, entre ellos los hermanos
~e. sociología, demostrando así la flexibilidad de su disciplina. Fue
Goncourt, quienes, tras haber leído su libro La Philosophie positive,
únicamente en el contexto alemán donde la Wissenssoziologie de Karl
hicieron esta sarcástica observación: «Tres' bon livre, s'il y avait un
Mannheim, la versión más desarrollada de la sociología del conoci-
peu plus de positivisme!»
miento, se difundió como un ataque a la filosofía y fue rechazado
. Durkheim, seguidor y crítico de Comte, invirtió su estrategia.
como tal. En el contexto anglosajón, empero, se la descartó como
MIentras que Comte -probablemente el fundador de la sociología
mera filosofía, llamándola Karl Popper, el anglosajón de Viena no
y, por cierto, su más infortunado fundador de instituciones- intentó
«sociología» sino simplemente «versión hegeliana de la epistemo-
ante todo ganar el necesario reconocimiento académico para la so-
logía kantiana».
ciología haciendo suya la legitimidad intelectual del filósofo Dur-
kheim se concentró en la tarea de asegurar una identidad cognos-
rr····
196 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA «CUESTIONES INTERESANTES» 197

citiva específica «independiente de toda filosofía» como dice en las schait ), desconocía su derecho a establecerse como ~uevo c~mp~ de
Rules of Sociological Method. Sin embargo, astutamente apoyó la investigación. Había en otras disciplinas puntos de ;Ista so.cIOlogICOS
hegemonía de la filosofía en las universidades, y hasta aceptó que, por cierto, debían ser preservados, pero no hab~a necesIda~ de la
por bastante tiempo el papel auxiliar de la sociología como parte sociología como ciencia autónoma. Como tal era mclu~o pehgro~~,
del plan de estudios de filosofía (Karady, 1979). La historia de la puesto que aceptaba -a fin de alcanzar su indepe~~encIa co.g~osCItI-
sociología francesa en el siglo xx no es menos una historia de su va respecto de la historia y de las ciencias políticas tradicionales
herencia filosófica, la cual fue continuamente negada y atacada, pero (Staatswissenschaften)- la separación de la socied~d r~specto del
que siempre siguió ejerciendo una influencia. La profecía de Lévi- Estado. Pero el ataque de Treitschke contra la SOCIO logía era ~na
Strauss, según la cual la ascendencia filosófica de la sociología fran- polémica de mala consciencia, al parecer. En muchas ~artas escritas
cesa, que en el pasado le había hecho algunas jugarretas, podría antes y después de su publicación, manifestaba su dISgUStOpor su
«acreditarse finalmente como su mejor capital» (Lévi-Strauss, 1945: propio ensayo y por el infortunado tema que hab~a elegido para él,
536), fue confirmada sólo veinte años más tarde: en todo respecto pues era demasiado joven para tratarlo, de cualquier manera (cartas
la sociología francesa, debido a su orientación filosófica, no sólo del 11 de noviembre de 1858, 26 de diciembre de 1858, 19 de enero
ha resistido al rigor empírico de la sociología norteamericana; se ha de 1859 y del 25 de enero de 1859). El lector sient~ la impresión de
convertido finalmente -al menos en opinión de los sociólogos fran- que el autor lleva a cabo su ataque con índiíerencía, que esta mvo-
ceses- incluso en su mala consciencia filosófica (Bourdieu y Passe- lucrado en una batalla que no está demasiado ansioso por ganar
ron, 1967). y que habría sido mejor si en primer lugar no la hubiera planeado.
Una razón de esta actitud es, por cierto, el hecho de que Ro~ert
von Mohl, contra quien Treitschke escribió su librito, había SIdo,
LA OCULTA UNIDAD DE LA SOCIOLOGÍA ALEMANA y seguiría siendo, uno de sus más influyentes patronos y pr?tecto-
res. Un acuerdo implícito o, al menos, un intento de llegar a el, pre-
En Alemania la sociología obtuvo durante mucho tiempo sólo una domina en la polémica de Treitschke. Encontré un indicio, pequ~ño
débil identidad institucional. El que Alemania fuera un país con so- pero revelador, de tal entendimiento mientras redactaba ~ste articu-
ciólogos pero no con una sociología, era un hecho no sólo lamentado lo. El ejemplar del libro de Treitschke Die Ge~ellschattswlssensch~ft
en la República de Weimar, sino ya señalado en el siglo XIX, y se que yo necesitaba debió ser solicitado por medio del SIstema de. pres-
reiteraría después de la Segunda Guerra Mundial. El convencional tamos entre bibliotecas. Finalmente llegó un ejemplar de la primera
apotegma de la desigualdad casi natural de la ciencia social alemana edición perteneciente a la vieja «College Library. ~e Yale, y ~ue era
deja de tener fundamento, empero, cuando se considera a la filosofía manifiestamente el ejemplar personal del antagomsta de Treitschke.
y a la sociología en un contexto común. La dedicatoria manuscrita en la portada decía: «Herrn Geh. Rath
Ya Hegel en la introducción a sus Lecciones de Historia de la Robert von Mohl in besonderer Verehrung, der Verfasser.»
Filosofía había intentado distinguir un peculiar modelo alemán del En 1935, Hans Freyer, autor del influyente panfleto Revolution
desarrollo de la filosofía y de las ciencias respecto del de los otros [rom the Right (1932), y sin duda uno de los .compañ~ros de r~ta
países europeos. Mientras que fuera de Alemania «se habían prose- conservadores de nazismo, aunque nunca se mcorporo al partido
guido con celo y con respeto las ciencias y el cultivo del entendi- ni a alguna de sus organizaciones, publicó un artículo acerca de las
miento», ya no se recordaba a la filosofía. Sólo en Alemania siguió tareas presentes de la sociología alemana (e Gegenwartsauigaben der
siendo importante. «Hemos recibido -declaraba solemnemente He- deutscheri Soziologie»). El título era un poco ambiguo, porque se lo
gel- el alto llamado de la Naturaleza de ser los conservadores de podía interpretar como el de una. pieza ~e sociología «alemana», es.to
esta llama sagrada ... » es una sociología basada en la ideología racista y en la eugenesia.
Nadie en Alemania se sometió al llamado de Hegel con más pun- EÍ artículo era un intento por convencer a los jefes nazis para que
tualidad que el historiador Heinrich von Treitschke, quien creía que no abolieran las ciencias sociales, porque podnían servir muy bien a
todo alemán había nacido con un instinto metafísico: echado en los propósitos ideológicos. Freyer, sean cuales fu~ren las m?tivaciones
bosques, la sangre le dictaba que yacía, estética y filosóficamente, políticas que tenía, intentab?- establecer .un ~rIgen específico y u~a
sobre su espalda, mientras que los otros, y especialmente los identidad cognoscitiva pecuhar de la sociología alemana, que la dIS-
latinos, yacían toscamente sobre sus estómagos (Trilling, 1963: 235). tinguiese tanto de las ciencias sociales británica~ con;o de las fran-
Cuando, en 1859, Treitschke atacaba a la nueva ciencia social en su cesas. La característica más importante de la sociología alemana era
influyente tesis de doctorado en filosofía (Die Gesellschaitswissen- su estrecha alianza con la filosofía.

L
LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
«CUESTIONES INTERESANTES» 199
198

Había, según Freyer, algo paradójico, después de todo, en el ata- logía, la decadencia de esa disciplina no se expresaba menos en su
que de Treitschke. La oposición entre la sociedad civil y el Estado debilitamiento del interés filosófico. Por supuesto, ello no era un
como dos esferas diferentes tenía su origen en el propio Hegel, y la ~enacin:-iento del hegelianismo, sino más bien una reacción contra
nueva disciplina de la sociología podía señalarlo como uno de sus el. Es Importante en este contexto que tanto cierta tradición con-
fundadores junto con Herder, Kant, Fichte y Schleiermacher. La servadora de la sociología alemana como una versión específicamente
sociología alemana se distinguía igualmente de sus equivalentes anglo- alemana ~el pensamiento antisociológico en filosofía, únicamente pue-
sajones y franceses por el hecho de que no expresaba convicción algu- den ser mterpretadas como un intento por revivir la estrecha re-
na en un progreso social evolutivo. El desarrollo de Occidente hacia lación entre sociología y filosofía o deplorar su pérdida.
una sociedad de clases industrial era descrito con indiferencia, ni se lo . La diversidad y la incoherencia de la sociología alemana ha sido
aceptaba ni se lo rechazaba, viéndoselo como un estadio transitorio, SIempre lamentada por quienes la practican y maliciosamente ex-
como una situación de caos que había que tolerar hasta que pudiera puesta por sus adversarios. No obstante, una vez que se sitúa a la
surgir un nuevo orden social. La sociedad civil no era en modo alguno filos~fía y a la sociología en un contexto común, comienza a aparecer
expresión de una ley natural de la sociedad, como los miopes teóri- u.na Im~gen so~p:endente. Se torna manifiesto que hay una perspec-
cos ingleses de la economía pensaban; era un fenómeno histórico, y la tíva ,epIstemol~gIca específica que da al pensamiento sociológico
sociología constituía el intento por comprenderlo como tal. En este aleman. una umdad y ~na coherencia ocultas. En el paso a este siglo
sentido, la sociología alemana era, en medida mucho mayor que la esa u~ldad s~ expreso ante todo en un interés generalizado por la
ciencia social francesa e inglesa, a la vez histórica y empírica, pero filosofía kantiana, la cual, según sugerían muchos, proporcionaría
siempre capaz, debido a su orientación filosófica, de reflejar el sig- una base sólida para las ciencias sociales. En este respecto, Kant, y
nificado y la estructura de la sociedad y del Estado en general. El no Hegel, a..¡~arece como «padre fundador» de la sociología alemana.
hecho de que estuviese exenta de confundir la sociedad civil con el (Otra cuestión es, empero, la de si Kant, al ejercer una influencia en
sistema natural de la sociedad, explicaba el realismo de la sociología Dur~heim a través de Renouvier y de Brunschwicg, por ejemplo, no
alemana. Este realismo no provenía ni de una metodología positiva ~a sIdo. el padre fundador de la sociología europea en general. Su
ni de una orientación avalorativa, sino de su legado filosófico, una influencia, prof:md~ y persistente, puede distinguir a la tradición
transformación de la filosofía hegeliana del derecho que se verifica- europe~ en el ámbito de las ciencias sociales, de la tradición nor-
ba en un verdadero espíritu hegeliano. teamericana.)
En este sentido -continuaba Freyer- Treitschke y sus oponente s No puedo entrar aquí en detalles. Observaré únicamente un de-
no se hallaban en bandos diferentes; puesto que estaban de acuer- ~alle menor, a fin de aclarar en qué estoy pensando. En la edición
do en rechazar la situación histórica que había creado a la socio- mglesa de .Wi:-tschaft und Gesellschaft, preparada por Günther Roth
logía, esa coincidencia era mucho más importante que la disidencia y, Claus Wllttl.ch -la cual ha sido muy elogiada, y con justicia-, el
acerca de la forma y la orientación concretas de la nueva disciplina. tIt~lo ~el primer capítulo de Weber es traducido como «Basic
La tardía y, por tanto, precipitada industrialización de Alemania socI~loglcal t~rms» [«Términos sociológicos básicos»], con lo que
halló a los sociólogos alemanes en guardia. Puesto que conocían el s~ pierde un Important~,. si no el más importante, aspecto del ca-
modelo inglés, contemplaban ese proceso con los ojos abiertos y plt~lo. Porque en el original alemán el título «Soziologische Kate-
sin reservas interiores, como lo hacían los franceses. En la filosofía gOrte~~ehre» [Teoría sociológica de las categorías»] tiene una con-
alemana había hallado expresión por primera vez un anhelo de su- notación .kant~ana que puede hallarse en los más diversos sistemas
perar a la sociedad civil moderna; ese anhelo se continuaba y se de la s~clOlogla alemana. ~.efleja .la convicción de que la sociología,
conservaba en la sociología alemana. La sociología era tanto la ex- a ~esal de todos. sus legítimo s mtentos de distinguirse de la filo-
presión como la condena de la sociedad industrial. s?fIa, no .ha perdl~o s~ orientación trascendental en el exacto sen-
No puedo discutir en este trabajo el artículo de Freyer en su con- tido ~antla:lO del termll::o. «.Tra~cendental» no significa una cosa que
texto histórico. Es importante porque representa una tradición de va m~s alla de la exp,enencIa,. smo «lo que le precede a priori, pero
la sociología alemana que intenta establecer y conservar su cohe- que ,s~mplemente ~sta encammado a hacer posible el conocimiento
rencia como disciplina filosófica. No hay ninguna paradoja en la empmco», como. dice Kant en los Prolegómenos (Kant, 1950: 122-123).
afirmación de que una cierta actitud antisociológica que caracteriza
. En est~ sen~ldo, un enfoque trascendental caracteriza a la inci-
a la filosofía alemana tiene su origen en el mismo contexto histórico
píente sociología alemana. Las categorías de Weber son expresión
que una tradición específicamente «alemana» de la sociología. Para
de ella, tal como lo es la búsqueda de Simmel de un a priori social
Nietzsche, que fue el primero y más persuasivo opositor a la socio-
200 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA «CUESTIONES INTERESANTES» 201

y su ensayo de iniciar la sociología con una pregunta kantiana: general. No me propongo librar una discusión algo escolástica refle-
¿Cómo es posible la sociedad? xionando acerca de cuánto, por qué y con qué derecho la filosofía
De la sociología alemana no sólo se ha deplorado la diversidad. fue o debiera haber sido ancilla o domina de la teología o de cual-
Su desarrollo se ha caracterizado también por la discontinuidad. quier otra disciplina. Antes bien, como estoy más interesado en gra-
Después de la Segunda Guerra Mundial parecía como si los sociólo- dos y en pautas de visibilidad que en problemas de jerarquía, con-
gos alemanes, reeducándose diligentemente, sucumbiesen a un empi- fesaré mi elevada estima por ese preparado jesuita que es Alfred
rismo aun más obtuso que el de sus colegas norteamericanos, a los Hitchcock y sugeriré que la historia de la filosofía se investigue en
que ellos imitaban. Esta imagen no es completamente falsa, dada la un contexto disciplinario como una historia llamada The Lady Va-
diferenciación de las especialidades sociológicas y el lugar y la repu- nishes.
tación que ellas poseen en el campo sociológico. Pero es entera- Una persona más bien mayor con la que acabamos de familiarizar-
mente errónea si se atiende a la sociología en su conjunto y se la nos -de maneras y aspecto manifiestamente pasados de moda, pero
sitúa, una vez más, en el mismo contexto que la filosofía. Inmedia- a veces muy aguda, y que muy a menudo silba una tonada extraña-
tamente uno advierte que, de diversas maneras, los sociólogos ale- es amenazada, atacada y finalmente desaparece. Mientras lamenta-
manes más importantes habían preservado sus intereses y sus orien- mos su destino (pero no demasiado, porque era en realidad dema-
taciones filosóficas. Tanto el emigante Plessner como Gehlen, que no siado anticuada), podemos escuchar de pronto su tonada, ahora fa-
era emigrante, desarrollaron sus concepciones sociológicas sobre la miliar, pues no pudimos menos que silbar así nosotros mismos de
base de una antropología filosófica. Tanto el emigrante René Koenig tanto en tanto. Está allí, en un lugar en el que nunca hubiéramos
como Helmut Schelsky, que no emigró, favorablemente inclinados esperado encontrarla y, chispeante, nos cuenta lo que realmente
al kantismo, coincidían en que la sociología debía tener una orienta- ocurría cuando creíamos que se había marchado para siempre.*
ción trascendental, que necesitaba de un sistema conceptual que
fuese anterior a todo trabajo empírico. Theodor W. Adorno y Karl R.
Popper, ambos inmigrantes, que sostuvieron una prolongada y agria
confrontación en la historia de la sociología alemana de la pos-
guerra (<<Positivismusstreit»), coincidían al menos en oponerse los
BIBLlOGRAFIA
dos a toda separación estricta entre la sociología y la filosofía.
Resulta, pues, finalmente, que la sociología alemana, vista en un
vasto contexto ambiental e histórico, estaba mucho menos dispersa AGASSI, JOSEPH: Towards an Historiography of Science (History and Theo-
y ofrecía una discontinuidad mucho menor de lo que a menudo se ry Supplement 2), La Haya, Mouton, 1963.
ha afirmado. Siempre fue arduo identificar un sentido de pertenen- ASH, MITCHELL G.: «Academic politics in the history of science: experi-
cia y de solidaridad entre los sociólogos alemanes. No obstante, ese mental psychology in Gerrnany, 1879-1941», Central European Histo-
sentido se manifiesta en seguida cuando esos sociólogos van más ry 14: 255-286, 1981.
allá de los límites de su profesión e ingresan en la arena filosófica. BOUGLÉ, CÉLESTIN: "Die philosophischen Tendenzen der Soziologie Emile
Por supuesto, aún están en desacuerdo. Pero parecen haber dejado Durkheirns», en Jahrbuch tür Soziologie. Eine internationale Sammlung,
atrás las disputas menores (aunque verdaderamente perturbadoras), bajo la dirección de G. Salomon, 1: 47-52. Karlsruhe, G. Braun, 1926.
BOURDIEU, PIERRE, y JEAN-CLAUDEPASSERON: «Sociology and philosophy in
a fin de ponerse de acuerdo acerca de las cuestiones mayores (aun-
France since 1945: death and resurrection of a philosophy without sub-
que más remotas), lo mismo que conciudadanos que diariamente en-
ject», Social Researcn 34(1): 162-212, 1967.
cuentran nuevas razones para ignorar se y aun odiarse entre sí, pero BOUTROUX, EMILE: "Wissenschaft und Philosophie», Lagos, 1: 35-56,
se reúnen alegremente cuando por casualidad se encuentran en el 1910-1911.
extranjero. BRAUN, LUCIEN: Histoire de l'Histoire de la Philosophie, París, Editions
Ophrys, 1973.
CANGUILHEM, GEORGES: Essai sur quelques problérnes concernant le nor-
VII. Conclusión: la dama desaparece mal et le pathologique, 2.' ed., París, Les Belles Lettres, 1950.

Me pregunto si esta curiosa relación entre la sociología y la filo-


* Redacté este ensayo mientras era miembro de la Escuela de Ciencias So-
sofía -ejemplificado mediante el caso alemán, pero no restringida ciales del Instituto de Estudios Superiores, Princeton, Nueva Jersey, durante
sólo a él- no nos dice algo acerca de la historia de la filosofía en el año académico 1982-1983.
202 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA «CUESTIONES INTERESANTES» 203
I

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1

Al estudiar la historia de la filosofía nos sentimos muchas veces


tentados de proyectar hacia el pasado nuestra preocupación actual
por problemas y métodos. Una de las razones por las que nos está
permitido hacerlo es que no nos es posible leer inteligentemente un
texto sin disponer de algún enfoque interpretativo que es nuestro,
por incipiente que sea. En la filosofía inglesa y norteamericana con-
temporánea tanto la enseñanza como el aprendizaje han sido en
gran medida ahistóricos. Consecuentemente, al considerar textos
anteriores, el marco al que recurrimos para intentar comprenderlo s
tiende a ser el que empleamos en nuestra tarea filosófica cotidiana.
Es probable que ese marco parezca a uno como indudablemente ade-
cuado, y acaso no dispongamos de ningún otro.
Tal enfoque tropieza con un inconveniente especial cuando se es-
tudia la historia de la ética. Se sostiene generalmente que la filosofía
moderna se inicia con Descartes, y se la define esencialmente por
sus preocupaciones epistemológicas. Se considera que éstas están
a su vez motivadas por la nueva ciencia y por el desafío cognoscitivo
que ella involucraba para la doctrina religiosa. Por supuesto, se ad-
mite que la moralidad estaba involucrada en la religión. Pero Bacon,
Descartes y Locke no colocaron a las cuestiones éticas en el centro
de sus filosofías, y pareciera ser el Cristianismo como teoría del
mundo, antes que como modo de vida, lo que en última instancia
está en discusión en sus obras. De tal modo, cuando dictamos un
curso titulado "Historia de la Filosofía Moderna», habitualmente en-
señamos la historia de la epistemología y de la metafísica, y común-
mente no ofrecemos un curso comparable, al que se considere de
igual importancia, acerca de la historia de la ética moderna. La his-
toria de la ética es vista, si en realidad se la ve, como una variable
206 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA LA CORPORACIÓN DIVINA 207

dependiente. Ello armoniza muy bien con aquella línea de la ética un pensador posterior, seguirá siendo en gran medida una explica-
contemporánea que ve a la filosofía moral como centrada en esos ción interna si pone de relieve que se comprende mejor la con-
parientes cercanos de la epistemología, los temas de metaética. En cepción considerando que resuelve las consecuencias del hecho de
este sentido es interesante advertir que existe un modelo amplia- abandonar una de las creencias sostenidas por los pensadores ante-
mente aceptado para la enseñanza de la historia de la epistemología riores, pero no todas ellas. Al dar prioridad a la búsqueda de una
y de la metafísica modernas desde Descartes hasta Kant (modelo explicación interna, no me propongo sugerir que las consideraciones
cuya historia es examinada por el profesor Kuklick en este mismo externas carezcan de importancia o no sean asequibles. Estoy lejos
volumen), pero ningún modelo similar ampliamente aceptado para de eso. Pero creo que para estar en condiciones adecuadas para bus-
la enseñanza de la historia de la ética moderna. Por supuesto, es car la explicación externa de un desarrollo histórico en el ámbito
posible que no haya en realidad una vida independiente para la his- de la filosofía, debemos disponer primero de la mejor explicación
toria del pensamiento acerca de la moralidad, que la ética moderna interna posible.
simplemente emane de los cambios de las mejores perspectivas exis- Una de las razones de ello estriba en que quisiéramos compren-
tentes acerca del conocimiento y de la constitución última del univer- der la obra de los pensadores anteriores como filósofos. De acuerdo
so. No obstante, creo que no es así. Y si no lo es, entonces se plantea con el concepto que tenemos de la filosofía, ésta involucra la argu-
la interesante pregunta de por qué se ha supuesto hasta ahora que mentación y la elaboración de las implicaciones enteramente lógicas
es así. En lugar de especular aquí acerca de esa cuestión, me cen- de un principio o de una posición. Queremos así que el historiador de
traré en el esbozo de una forma alternativa de considerar la historia la filosofía nos explique a los pensadores anteriores, y sus conversa-
de la ética moderna. ciones, en forma tal que exprese sus aspectos filosóficos. No estamos
El período que ha de interesarnos se inicia a fines del siglo XVI satisfechos si simplemente se nos dice que llegaron a sostener deter-
con la obra de Montaigne, que inaugura la época moderna en el minadas concepciones -descuidándose por qué lo hicieron-, y que
terreno del pensamiento moral, y con la de Hooker, que presenta esas concepciones influyeron en autores posteriores -descuidando en
la última gran formulación en lengua inglesa de la antigua concep- qué forma lo hicieron-o Un importante historiador intelectual nos
ción. Se extiende a lo largo de la época de Kant, Bentham y Reid, dos dice, por ejemplo, que la Ilustración «se desplazó siempre desde un
siglos más tarde. Mostraré que podemos ver el decurso del pensa- sistema del universo en que todas las decisiones de importancia eran
miento filosófico en materia de moralidad durante ese período como tomadas fuera del hombre, a un sistema en el que se convirtió en
centrado en determinadas cuestiones éticas específicas, referentes a responsabilidad del hombre el ocuparse él mismo de ellas».' Eso
la cooperación, la justicia y la responsabilidad. No me propongo ne- puede ser cierto. En verdad, creo que lo es. Pero no lo comprendo
gar que los cambios producidos en el ámbito de la metafísica y de filosóficamente hasta que logro ver cuáles fueron los pasos raciona-
la epistemología, y, asimismo, en el de la creencia religiosa, fueron les que condujeron a varios pensadores desde el «sistema» anterior
de vital importancia para el pensamiento en materia de moralidad. al posterior. Y verlo es disponer de una explicación interna del
Pero una teoría adecuada en esa materia encierra sus propias exi- cambio.
gencias, y las modificaciones producidas en aquellas áreas adquieren En forma más general, creo que la explicación más satisfactoria
importancia para la moralidad a través de una dinámica que emana posible de por qué una persona cree una cosa, es la que muestra
de aquellas exigencias. Es esa dinámica la que confiere a la ética que lo creído es verdad. o es resultado exacto de un argumento cons-
moderna su problema central y, con ello, su independencia. trictivo que parte de premisas que la persona en cuestión acepta,
Antes de pasar a lo que constituye mi tema principal, deseo hacer y que esa persona estaba en condiciones aptas para advertirlo. Po-
una observación acerca de la utilidad que este trabajo puede ofrecer. demos tener necesidad de recurrir a factores externos para explicar
Para emplear términos hoy usuales, me propongo presentar una por qué un pensador estaba en condiciones de advertir una verdad
explicación predominantemente interna, antes que externa, de la his- o de ver implicaciones, hasta entonces inadvertidas, de algunas de
toria de la ética en el período que se extiende aproximadamente des- sus convicciones. Pero sentimos -sin duda con razón- que el he-
de la época de Montaigne hasta la de Kant. Para una explicación cho de que una persona advirtiese la verdad de alguna proposición
interna, una sucesión de posiciones filosóficas se desarrolla a partir o viese la solidez de un argumento que, a partir de sus propias con-
de consideraciones argumentativas o racionales en las que se emplean vicciones, condujese a una nueva conclusión, tiene que ser una ex-
fundamentalmente los mismos términos, y que se apoyan -cons- plicación firme de por qué esa persona llegó a creer lo que creyó. Si
cientemente o no- en supuestos comunes. Una explicación que con-
tenga la afirmación de que un supuesto común fue abandonado por 1. Véase Wade, 1971. 21. donde se atribuye esta concepción a Cassirer.

FFT7.
208 LA FILOSOIfA EN LA HISTORIA LA CORPORACIÓN DIVINA 209

una explicación así es asequible y correcta, se torna entonces inne- tiana de la moralidad. Pero una comprensión inadecuada de la lógica
cesaria la búsqueda de una explicación ulterior, no racional, de por de esa posición ha obstaculizado nuestra capacidad de percibir su
qué esa persona sostuvo esa creencia. Pareciera pues que sólo cuando papel en desarrollos futuros. Se supone a menudo que una de las
no podemos hallar explicaciones internas de la historia del pensa- cuestiones esenciales en torno de una moralidad religiosa es la de
miento debemos volvernos a las explicaciones externas; y si es así, si es, o no es, voluntarista o intelectualista: si los actos moralmente
entonces es clara la razón de por qué tenemos que iniciar nuestro correctos son correctos porque Dios nos manda llevarlos a cabo o,
trabajo con la búsqueda de explicaciones internas. inversamente, si Dios nos manda llevarlos a cabo porque son co-
Ahora bien: esta concepción conduce -como lo lamenta, con ra- rrectos en sí mismos. Este problema, de significativa importancia
zón, un historiador del pensamiento político- «a una forma de his- para los teólogos, tiene relevancia mucho menor para la moralidad
toria que siempre tiende esencialmente a remontarse a los orígenes como tal. El interés por él, reavivado a veces por el interés por la
de las cosas, a los comienzos primeros de las ideas que ella ve ope- llamada falacia naturalista, sirve sólo para apartar la atención de lo
rante... Los filósofos sienten la tentación de remontarse aguas arri- que constituye un aspecto mucho más importante de la moralidad
ba hasta llegar a la fuente. El historiador tiene que decirnos de qué cuando se la considera bajo la égida de una Divinidad como la que
modo el río hace su curso, por en medio de qué obstáculos y de el Cristianismo enseña. Mi intento de presentar una heurística de la
qué dificultadesv.' El peligro de suponer que debe demostrarse que historia de la ética debe comenzar, por tanto, con el esbozo de un
las concepciones filosóficas son simplemente desarrollos de un punto modelo de la concepción religiosa en el que se pongan de manifiesto
originario absoluto, es real. .Cabe temer entonces que se ignoren los los rasgos que considero más importantes. Digo «modelo» porque, si
contextos en los que se desenvuelven las posiciones filosóficas. Si bien creo que mi bosquejo incluye los rasgos relevantes de una am-
verdaderamente nos proponemos ser historiadores, aun cuando nues- plia variedad de concepciones realmente existentes, deja también
tro objeto sea la filosofía, debemos ser conscientes de esos peligros. abiertas varias opciones acerca del modo en que deban completarse
Debemos estar dispuestos a buscar y a reconocer puntos en los que los detalles. El esbozo que presentaré concluye con un cuadro de
hay, dentro de la historia de la filosofía, discontinuidades radicales. lo que llamaré <da Corporación Divina», pero se inicia simplemente
Pero un modo de localizar esos puntos consiste en llevar adelante la con algunas observaciones acerca de la división del trabajo y la coo-
búsqueda de explicaciones internas hasta que dejemos de encontrar- peración. Lo que digo puede ser obvio -acaso lamentablemente ob-
las. Nos hallaremos entonces en una situación en la que deberemos vio- pero no en menor medida cierto para todo ello.
buscar explicaciones externas. Por cierto, muchas de las conside- Considérese, pues, la idea de una empresa cooperativa en la que
raciones que nos ayudan a comprender de qué modo llegó un pen- los agentes se reúnen para producir un bien que ninguno de ellos
sador a una posición en la que pudo captar una nueva verdad o un podría producir solo. Cada uno de los participantes tiene una tarea
nuevo argumento, son externas. Cuestiones referentes a los motivos o un conjunto de tareas. Las tareas de cada uno pueden ser indica-
por los que determinadas discusiones adquirieron relevancia en un das bajo la forma de reglas en las que se expresan los deberes
momento determinado, o por los que se abandonaron en general su- de cada puesto. Es la realización, conjunta o sucesiva, por parte de
puestos que una vez habían sido comunes, mientras que otros no fue- cada uno, de los deberes de su puesto lo que produce el bien. Puede
ron abandonados, o por los que una línea de pensamiento tomó de- haber o no un puesto distinto, de rango más elevado, o un conjunto
terminado camino e ignoró otros que eran igualmente asequibles, de puestos, para las funciones de supervisión o de dirección. Pero
pueden exigir a menudo respuestas con una base externa. Pero no hay ni un inspector ni un trabajador de primer rango es personalmente
forma de decir a priori qué tipo de explicación resultará accesible. responsable de la producción del bien. No obstante, en muchos casos
Sólo el detallado estudio de desarrollos particulares puede decír- no sería razonable para los agentes restringirse estrictamente a las
noslo, responsabilidades formalmente establecidas y rehusarse a ir más allá
de ellas. Suponemos habitualmente que cada agente tiene -por enci-
ma de las responsabilidades indicadas como deberes de su puesto-
II la responsabilidad general de prestar atención al modo como mar-
chan las cosas, y de intervenir a fin de compensar la acción defi-
Es indiscutible que, a comienzos del período que consideraré, el ciente de otros agentes o los efectos de contingencias imprevistas. De
pensamiento estuvo dominado por una persistente concepción cris- tal modo, aun cuando a ningún trabajador se le ha asignado indivi-
dualmente una responsabilidad definida como «responsabilidad de
2. Venturi, 1971,2-3. originar el bien que el grupo se propone producir» cada uno de ellos
210 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
LA CORPORACIÓN DIVINA 211

tiene una cierta vaga responsabilidad de tener presente aquel bien expuesto a recibir graves reproches desde otro punto de vista. Para
y de ordenar sus actividades de acuerdo con ello. Y cada uno de los tener una organización en la que nuestras responsabilidades impon-
que participan en la empresa estaría sujeto a censura o, acaso, a gan un límite absoluto a las posibilidades de que se nos impute algo
castigo en caso de ignorar esa responsabilidad general. -una organización en la que debiéramos cumplir con nuestros de-
El que cada agente deba tener esa vaga responsabilidad. ?eneral beres sin preocuparnos por las consecuencias- debemos avanzar aún
no es un rasgo necesario de los trabajos hechos en cooperacion. Por un poco más. El bien a cuya consecución colaboramos debe poseer
el contrario, sólo es razonable atribuírsela en determinadas condicio- una importancia suprema y ser demasiado complejo para que lo
nes. Esas condiciones pueden estar presentes o ausentes en grados podamos comprender. El encargado de la inspección debe ser absolu-
variables. Parece natural. por ejemplo, que, en la medida en que la tamente eficiente. Nunca debe cometer errores en cuanto a la manera
comprensión que los participantes tienen del bien que debe produ- de dividir el trabajo. Debe anticiparse a todas las contingencias y
cirse es menor, menos se los puede criticar si se limitan a cumplir disponer de poder suficiente para hacer frente a cualquier impre-
con sus deberes específicos. Cuanto menos sabe cada uno acerca del visto. Debe ser tan leal que no haya dudas en cuanto al modo en
modo en que los otros deben llevar a cabo su aporte, menos sujeto que dispone de los puestos. Debe, pues, dar a cada uno de los agentes
está cada uno a la crítica por atender sólo a sus propias ocupacio- instrucciones adecuadas acerca de sus tareas; debe asignarles tra-
nes. En la medida en que haya, y se sepa que hay, un gran sistema bajos que estén dentro de sus capacidades y recompensarlos. sobre
de apoyo, de modo tal que los errores o las fallas de los otros sean la base de sus méritos. Por último -aunque no es lo menos Impor-
remediadas, decrecerá la vaga responsabilidad general que uno tiene tante- debe ser tan bueno que nunca asigne tareas que desde algún
de ordenar las propias acciones atendiendo a los resultados. Si quien punto de vista sean impropias. Esa empresa cooperativa es la Cor-
está a cargo de inspeccionar el trabajo que uno tiene, ha aclarado que poración Divina, y su administrador es manifiestamente poco común.
a uno se lo recompensa por llevar a cabo sus propias obligaciones En realidad, en el mundo occidental se ha pensado generalmente que
estrictamente, sin mirar ni a lo que se hace a la izquierda o a la es único.
derecha, entonces nuevamente se reduce la posibilidad de ser cri-
ticado por hacerla.
Imagine, pues, el lector que él tiene una tarea con responsabili- III
dades bien definidas dentro de una vasta empresa cooperativa. Su
inspector debe coordinar los esfuerzos de muchos otros trabajadores
que el lector no conoce. A su vez, el inspector rinde cuentas ante La visión del universo como una Corporación Divina conlleva un
un director que ocupa un puesto aún más elevado, un director entre cierto modo de entender las leyes morales, que tiene, a su vez, im-
muchos, vigilado a su vez por un genial administrador que se sabe portantes consecuencias para la tarea del filósofo moral.
que atiende las vastas ramificaciones de la compleja, multifacética Las leyes mediante las cuales Dios estructuró las partes inanima-
y oculta operación. El lector, creo, cometería un gran error si inter- das y subhumanas del cosmos y las leyes mediante las cuales se orga-
firiese en la tarea de los otros. Sería inexcusable para él suponer que nizaron las partes humanas y superiores, no son fundamentalmente
podría comprender suficientemente bien qué se pretendía que resul- distintas en especie. Son los mandatos que Dios dirige a sus criatu-
tase de la intervención del trabajo de otro: pensar que el adminis- ras, y todas deben obedecerlos. Pero hay una diferencia en el.modo
trador principal ha dejado de prever todas las contingencias, o adju- en que lo hacen. Las partes inanimadas y no racionales del umverso
dicarse a sí mismo responsabilidades directivas. En tal caso, las se ajustan a sus leyes (en la medida en que lo hacen: no se pue,d~
responsabilidades que uno tiene fijan límites estrictos a las posibi- esperar un ajuste perfecto en seres menos que perfectos) autornátí-
lidades de crítica o de castigo. O al menos ello es así en la esfera camente, sin que haga falta ninguna especie de saber consciente de
de acción de la corporación. Un sargento que, ejecutando órdenes di- esas leyes. Las criaturas racionales -los hombres y, presumiblemen-
rectas del comandante de su compañía, asigna a un ingobernable gru- te, los ángeles- se ajustan a ellas por medio de elecciones cons-
po de soldados la tarea de lavar cubos de basura durante toda la cientes, guiadas por cierto grado o por cierta especie de saber acerca
noche a una temperatura bajo cero, no es susceptible de crítica mi- de aquellas leyes. La diferencia en el papel que la consciencia desem-
litar si uno o dos hombres enferman de neumonía y mueren. Pero peña para asegurar que los agentes naturales y morales actúen de
puede argumentar se que se le pueden imputar otras cosas. Un agen- manera apropiada, da lugar a una diferencia signíficativa entre am-
te secreto puede cumplir con sus deberes inobjetablemente y recibir bos dominios. Las leyes de los dos tipos deben ser universales. Deben
de sus superiores nada más que elogios, pero a pesar de ello está determinar el modo en que debe comportarse toda entidad de la
212 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA CORPORACIÓN DIVINA 213

especie que ellas gobiernan. De tal modo, las leyes que gobiernan a y de subordinación a los designios de Dios. No hay una tajante discon-
los seres humanos, lo mismo que las que gobiernan a las restantes tinuidad entre la filosofía natural y la filosofía moral, pero sí algunas
especies naturales, deben aplicarse a todos los seres humanos en diferencias. El filósofo moral nos habla de la sustancia de las leyes
tanto son humanos, mientras que puede haber leyes especiales para del mundo moral, así como el filósofo natural nos habla de la sustan-
los subgrupos incluidos en la especie. (La Corporación Divina no re- cia de las leyes del mundo natural. Además de ello, el filósofo moral
quiere, como tal, una estructura jerárquica o de clases en las socie- debe proporcionarnos una explicación de la universalidad, la supre-
dades humanas.) Además, las leyes de los dos tipos deben ser las macía y la ejecutabilidad de las leyes morales; esto es, debe explicar-
determinantes supremas de la conducta de los seres que ellas go- nos que puede haber un mundo específicamente moral. Pero en cierto
biernan. Después de todo, los designios de Dios no pueden frustrarse. sentido, que tiene su importancia, el filósofo moral, a diferencia del
Pero, aparte de ser universales y supremas, las leyes que gobiernan filósofo natural, no nos dice nada nuevo. El filósofo natural des-
a los seres humanos deben tener un rasgo que en las leyes que go- cubrirá aspectos hasta entonces desconocidos del trabajo del mundo
biernan a las criaturas no racionales no es necesario. Deben ser natural, y lo que nos informe acerca de ellos nos enseñará nuevos
tales que los seres humanos puedan llevar a cabo con conocimiento modos de la parte de la creación que Dios hizo para que nos sirviéra-
de causa y de manera deliberada lo que la ley exige. Porque si los mos de ella. En cambio, la filosofía moral es correctiva antes que
hombres no pueden actuar en conformidad con las leyes morales, informativa. Su utilidad no estriba en el descubrimiento de cosas
esas leyes no pueden estructurar en modo alguno la contribución nuevas, sino en eliminar los errores en los que permanentemente
humana al bien cósmico; y si no pudiéramos actuar con plena cons- estamos tentados de incurrir. Por tanto, ella nos despeja el camino
ciencia de que obramos tal como ellas lo ordenan, la diferencia en- para que podamos vivir con la guía no teórica que debe estar a
tre las criaturas racionales y las no racionales desaparecería. De- disposición de todos nosotros.
signaré este tercer rasgo con el bárbaro témino de «ejecutabilidad» No todos, durante el período que nos ocupa o antes o después
[«performability» J. de él, habrían estado de acuerdo en cuanto a que hay un mundo
Es posible ver esos tres rasgos de las leyes del mundo moral moral. Pero la concepción cristiana de la moralidad conduce natu-
también como consecuencias naturales de una concepción de la mo- ralmente, como hemos indicado, a la convicción de que lo hay, y
ralidad del tipo de la Corporación Divina. Como he dicho, es exi- ofrece una poderosa explicación tanto de su estructura interna corno
gencia de tal concepción que la cabeza de la empresa sea completa- de su aparente desorden. Cuando las creencias cristianas fueron ata-
mente justa. Para asegurar nuestra motivación, las tareas que nos cadas y se debilitaron, o se las abandonó por entero, las explicacio-
impone revisten suprema importancia para cada uno de nosotros. nes que podían darse de la estructura y de la posibilidad del mundo
Por tanto, está bien que sepamos en qué consisten y que podemos moral fueron también obligadas a cambiar. Lo que ante todo me
hacerlas. Si la ejecución es la condición para que obtengamos nues- propongo sugerir es que explicaremos mejor el desarrollo de la ética
tros premios, no sería justo que unos tuvieran tareas más pesadas y moderna si la consideramos como resultado de los intentos por de-
otros tareas más llevaderas, o que alguno estuviera mejor equipado fender la creencia en la realidad del mundo moral entendido como
para hacer sus trabajos y le resultasen por tanto menos pesados. una empresa cooperativa justa, aunque acomodándose a los cambios
Porque la recompensa es esencialmente la misma para cada traba- del basamento religioso de esa creencia o a las desviaciones respec-
jador. De tal modo, el trabajo que debemos realizar para merecerla to de él.
debe ser en algún aspecto fundamental la misma para todos, y to-
dos deben ser igualmente capaces de realizarlo. De acuerdo con ello,
el mundo moral es un mundo justo, y, como miembros de ese mun-
do, participamos en una empresa cooperativa justa. IV
El filósofo natural tiene, pues, la tarea de explicar el mundo no
racional. En él puede percibirse desorden e irregularidad, pero deben
poder comprendérselos de algún modo a la luz del orden y del pro- He intentado mostrar que en la dinámica de toda empresa en
pósito fundamentales. La filosofía moral tiene una tarea análoga en la que los hombres trabajan para producir un bien que ninguno de
relación con el mundo moral, esto es, el mundo de agentes goberna- ellos podría producir solo, se contiene un importante principio. Este
dos por la consciencia que ellos tienen de leyes universales, supre- principio es el de que la responsabilidad individual por el resultado
mas y ejecutables. También allí debe demostrarse que es posible ex- exitoso de un esfuerzo en común, varía en relación inversa con la
plicar el desorden y la irregularidad aparentes en términos de orden complejidad de la empresa y con la perfección del director. La Cor-
214 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA CORPORACIÓN DIVINA 215

poracion Divina encarna ese principio en medida no menor que que el papel que ellos definen para nosotros contribuye al bien cósmi-
otras empresas semejantes. Pero la idea de la Corporación Divina tal co. Por otra parte, si suponemos que el sentido de la empresa coopera-
como la he esbozado hasta aquí, es ambigua e imprecisa en muchos tiva es hacer que todos sean dichosos, entonces es natural pensar que
aspectos de importancia. La Corporación exige varios elementos, cada las leyes morales son, menos desde el punto de vista de Dios, reglas
uno de los cuales puede ser interpretado de distintas maneras. Cada generales de utilidad. Desde la perspectiva humana tales reglas siem-
modo de concebir un elemento reclamará un modo distinto de com- pre tienen excepciones. Así, para preservar su universalidad podría-
prender a los restantes elementos o las relaciones entre los elemen- mos sostener que Dios siempre exige que su creación obre según leyes
tos, si ha de conservarse la estructura de la Corporación. Es esta generales. O podríamos sostener que las leyes son absolutas para
ambigüedad o apertura a muchas interpretaciones lo que hace posible nosotros simplemente debido a nuestra posición subordinada dentro
utilizar el modelo para comprender una amplia gama de posiciones. de la Corporación.
Daré algunos ejemplos. Estas opciones acerca de la naturaleza o el estatuto de las leyes
Permítaseme comenzar por el bien que .los agentes que trabajan del mundo moral están, por cierto, estrechamente vinculadas con
en la Corporación deben producir. Hasta ahora he hablado como si las opciones referentes al modo en que los agentes pueden llegar a
su trabajo debiera culminar en un producto distinto del trabajo tener consciencia de lo que han de ser. La necesidad de dar cuenta
mismo. Ese es el modo en que lo entienden muchos teóricos de la de la ejecutabilidad impone aquí las principales limitaciones. Si se
Corporación Divina que consideran que el producto es la felicidad considera, por ejemplo, que las leyes morales pueden ser descubiertas
de la humanidad. Pero también otras posiciones son posibles. Podría por la razón, el filósofo debe explicar que en efecto todas las personas
considerarse a la Corporación Divina sobre la base de una analogía tienen esencialmente la misma capacidad de conocer las verdades
con una compañía de ballet o con una orquesta, casos en los cuales morales. Los teóricos del conocimiento probablemente se desplacen
el producto no puede ser separado igualmente de las actividades a una posición intuicionista, al menos a propósito de la moralidad,
de los ejecutantes. Se podría sostener entonces que nuestra contri- puesto que parece manifiesto que las personas no tienen la misma
bución al orden cósmico, o a que se ponga de manifiesto plenamente capacidad para razonar acerca de cuestiones complejas; y se ha sos-
la gloria de Dios, es simplemente el conducirnos en la forma en que tenido corrientemente que las personas sí tienen la misma capacidad
Dios nos ha mostrado que es la adecuada. Esta concepción del sen- para comprender las verdades intuitivas. Para eludir el intuicionis-
tido de la empresa cooperativa cobija otra que, como ella, no da mo, y, con él, sus vínculos con teorías que involucran la aceptación
mucha importancia a las consecuencias. Dios, cabe observar, puede de ideas innatas, o bien como manera de ajustarse al voluntarismo
originar cualquier estado de cosas que podemos concebir, salvo uno, teológico, el teórico podría presentar una explicación no cognitiva
al margen de nuestra cooperación. Lo único que no puede producir del saber moral. Ello podría permitir dar cuenta fácilmente de la
por sí mismo es nuestra libre decisión de cooperar, nuestra elección ejecutabilidad, puesto que puede ayudar con la cuestión motivacio-
voluntaria de obrar como Dios lo ordena. Acaso la única contribu- nal y, asimismo, con la disponibilidad de una guía. Pero entonces
ción que hacen los seres humanos a la manifestación cósmica de el requisito de la universalidad exige explicar por qué las emociones
la gloria de Dios es el debido ordenamiento de sus almas o de sus morales o el sentido moral deban ser los mismos en todos los hom-
voluntades. bres. Un teórico de la Corporación Divina tenderá en todo caso a sos-
Después está, por cierto, la cuestión de la naturaleza y del esta- tener que existe un consensus gentium en materia moral, y nece-
tuto de las leyes que gobiernan el mundo moral, lo cual constituye un sitará explicar lo que se presente como una excepción seria a ese
elemento, si no el único, de importancia. Puede sostenerse, quizá acuerdo.
sobre la base de fundamentos teológícos, que los principios morales Acaso el rasgo más interesante de la epistemología de las teorías
son leyes que los decretos de Dios hacen necesarios y nos son trans- de la Corporación Divina sea el de que su tarea fundamental es la
mitidos como señales de nuestros papeles en la manifestación de su de colaborar en la explicación. No se trata de justificar los princi-
gloria. No tendríamos entonces ni una comprensión racional de las pios morales como tales. Se supone que todos nosotros, o la mayoría
leyes mismas ni entenderíamos demasiado de qué modo lo que se de nosotros, sabemos lo que debemos hacer y estamos de acuerdo
nos encarga contribuye al bien cósmico. Podría argüirse, si no, que acerca de los puntos principales. Se apela a la epistemología para
cada principio tomado por sí mismo debe ser intrínsecamente razo- demostrar por qué es así. No se recurre a ella para suscitar o para
nable, y que Dios pone en vigor los principios porque son así. En- eliminar profundas dudas escépticas acerca de la moralidad en su
tonces su racionalidad debiera ser para nosotros evidente por sí mis- conjunto. Se presentan argumentos -epistemológicos o de otra índo-
ma, aun cuando pudiéramos no comprender plenamente el modo en le- referentes a los principios específicos que mejor ponen de ma-
216 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA CORPORACIÓN DIVINA 217

nifiesto la sustancia del mundo moral. Y un filósofo bien puede límite de la Corporación Divina no tendría razones para pensar que
hallar un argumento para mostrar que los principios morales son ra- puede incrementar sus remuneraciones por esa vía. Los deberes del
cionales o que son puramente emocionales. Pero en cualquier caso empleado serían para éste absolutos, a pesar del hecho de que Dios
la cuestión es cimentar un desarrollo explicativo de la justa empresa ve su trabajo como dirigido a un propósito. La Corporación Divina
cooperativa de la que todos somos parte. puede entonces modelar algunos rasgos de moralidad, ya sea que
Por último, está la interpretación de los motivos de los agentes consideremos que la corporación involucre coordinación o plena coo-
para llevar a cabo lo que les es asignado. Se trata de la vieja cues- peración.
tión de la naturaleza humana. Para precisar el amplio margen de am- Consideremos ahora las cuestiones que se suscitan si lo que in-
bigüedad en juego aquí, debo observar que la Corporación, tal como volucra es cooperación. En tal caso, al menos parte de la motivación
se la ha esbozado hasta aquí, podría involucrar sólo la coordinación para participar en la empresa está constituida por el deseo de ayu-
del trabajo de diversos agentes, y no necesariamente su plena coo- dar en la originación del bien. Ello no necesariamente equivale al
peración. Si una persona empleara trabajadores para producir un deseo de ese bien mismo, sea cual fuere. Si el bien que debe pro-
bien que sólo un esfuerzo conjunto puede procurar, pero los em- ducirse en conjunto es verdaderamente un bien común -esto es, un
pleados no saben que están trabajando junto con otros en un pro- bien que es un bien para cada uno de los agentes, aparte de ser el
yecto así, no podríamos decir que están cooperando los unos con bien por el cual Dios creó toda la empresa-, entonces puede ofre-
los otros. Si permitiéramos que los empleados supiesen que hay otros cerse alguna de las varias explicaciones acerca del modo en que cada
agentes al lado de ellos y, aun, que tuviesen cierto conocimiento del uno halla su propia dicha en ese bien. Si no se trata de un bien
objetivo o del sentido de la empresa común, ello no nos autorizaría común en ese sentido, entonces debe presentarse una explicación
todavía a decir que su trabajo es cooperativo. Será, a lo sumo, un distinta del motivo por el que participamos. Podemos ver eso tam-
trabajo coordinado. Podrá decirse que los agentes cooperan sólo si, bién como la cuestión de si las personas que participan como agen-
además de las condiciones indicadas hasta aquí, es verdad también tes en la Corporación Divina tienen dentro de sí una fuente de orden,
que por lo menos una de las razones que cada agente tiene para esencial a su naturaleza, que los conduce a actuar como miembros
realizar su trabajo es el deseo de ayudar a generar el bien a cuya de una empresa cooperativa justa, o si, como ocurre en una empresa
producción está destinada la empresa. coordinada, deben ser inducidos o empujados, mediante sanciones
Consideremos primero a los trabajadores que intervienen en una y recompensas externas, a actuar de manera apropiada. En cualquier
empresa meramente coordinada. Es probable que trabajen sólo con teoría de la motivación, la necesidad de explicar la supremacía de
vistas a sus propios fines: cada uno de ellos ha aceptado el trabajo las leyes morales es tan importante como la necesidad de dar cuenta
por su remuneración, y, en esa medida, ninguno de ellos tiene fun- de la ejecutabilidad; y el filósofo debe también dejar espacio para
damentos para poner en tela de juicio la tarea que le es asignada. una explicación de por qué no siempre actuamos en concordancia
Si cada uno sabe que hay otros empleados, y sabe algo acerca del con las leyes del mundo moral.
sentido de la empresa en común, pero trabaja aún con la remune-
ración, resulta entonces que hay un principio análogo al que, según
he señalado, actúa en una empresa verdaderamente cooperativa. Po-
dremos advertirlo imaginando a un trabajador de una empresa v
coordinada que desea incrementar sus remuneraciones. Sabe que
también otros participan, y sabe del sentido de la empresa. Si el
patrón es leal, el trabajador puede suponer razonablemente que se Hasta ahora he mantenido mi discusión acerca de la Corporación
lo recompensará en proporción con su aporte al bien que, por las Divina al margen de las realidades históricas. Unicamente he inten-
razones que fuere, el director desea producir. El trabajador puede, tado mostrar que la idea puede encarnarse en una amplia variedad
pues, pensar razonablemente que puede incrementar su contribución de posiciones que tienen en común el rasgo esencial de basarse en
compensando la deficiencia de la actuación de los otros, o haciendo la lógica de la coordinación o la cooperación bajo un inspector per-
cosas que son importantes pero se las deja sin hacer. Pero cuanto fecto. No me propongo sugerir que se han ejemplificado realmente
más compleja es la empresa y más perfecto el director, tanto menos todas las variantes posibles. Tampoco quiero decir que a comienzos
razonable es para el empleado suponer que realmente puede incre- del período que aquí consideramos la ética de la Corporación Di-
mentar su contribución al bien y pasar a merecer por ello remunera- vina haya predominado bajo la forma genérica y simple en que la he
ciones más altas yendo más allá de sus responsabilidades. En el caso presentado. Por el contrario: las doctrinas religiosas referentes a la
-n ••••

218 LA FiLOSOFÍA EN LA H lS'J'ORli\ LA CORPORACIÓN DIVINA 219

necesidad de la gracia divina, ya fuese en su forma más recia anti- rramienta más importante que nos proporciona la idea de la Cor-
pelagia~a, o en forma más débil, semipelagiana, siempre han' plan- poración Divina para comprender la historia de la ética en el pe-
teado dificultades en relación con la ejecutabilidad, en tanto que los ríodo al que nos referimos.
escepticismos de variadas especies dieron lugar o a dudas acerca de En lo que sigue procuraré ilustrarIo examinando muy rápidamente
la universalidad, y el estoicismo y el maquiavelismo plantearon di- los cambios que condujeron a las posiciones de Reíd, Bentham y
ficultades en relación con la supremacía. Pero sí me propongo afir- Kant. Con la obra de estas figuras llegamos, creo, a la culminación
mar que la Corporación Divina representa lo que se tornó cada vez del período clásico de la ética moderna y a la transición a un nuevo
más importante para la enseñanza moral del cristianismo. Por ello el período. La idea de la Corporación Divina habrá servido para su
modelo puede ser útil para los propósitos del historiador. propósito si nos permite explicar el modo en que sus concepciones
En primer lugar, nos ayuda a comprender los rasgos estructurales surgieron razonablemente de concepciones anteriores.
y dinámicos de una serie importante de posiciones que realmente
se han dado y ejercieron una influencia. Santo Tomás de Aquino y
sus muchos seguidores de la tradición de la ley natural, tanto en el
lado católico como en el protestante, a través de Suárez y de Hooker, VI
sostienen concepciones que se ajustan al modelo de la Corporación
Divina. Lo mismo hacen los pensadores de la ley natural «moderna»
que dependen de Grocio. No hallamos pensadores como Pufendorf, El cambio fundamental registrado en el pensamiento religioso
BurIamaqui y Vattel, que suscitan en la actualidad gran interés fi- durante el período que nos ocupa fue el rechazo, hasta donde fuese
losófico, porque el aspecto filosófico de sus obras, deslindado de sus posible, de la apelación al misterio y a la incomprensibilidad como
preocupaciones por la política y por la ley internacional, con fre- elemento central de toda elaboración conceptual adecuada de la fe
cuencia meramente repiten lo que se había elaborado anteriormente. cristiana. Ese cambio llevó a resultados dramáticos para la explica-
Pero representan lo que creo que constituyó el marco de pensa- ción de la moralidad dentro de la Corporación Divina. Cuando no
miento común de los sectores cultos del mundo durante los si- podemos entender ni el bien colectivo al que contribuimos ni nues-
glos XVII y XVIII. Los filósofos de ese período a los que consideramos tro propio papel en su producción, y cuando creemos en una vigi-
en nuestro estudio, llaman nuestra atención en parte porque modi- lancia providencial constante de la vida, sólo es racional -tal lo he
ficaron ese marco, se apartaron de él y, eventualmente, lo abando- sostenido- considerar nuestros deberes como absolutos. Ello es así,
naron. Para comprenderIos es decisivo saber de qué se apartaban, tanto si cada uno de nosotros está motivado únicamente por el
ver por qué lo hacían y comprobar hasta dónde llegaron. Por tanto, propio interés, como si no lo está. Por consiguiente, el filósofo que
la Corporación Divina es útil no sólo como punto de partida sino da cuenta del mundo moral debe dar de esos deberes una explicación
también como punto de referencia. En la medida en que un filósofo que dé lugar a esa forma de verIos. A medida que los propósitos de
se ~antiene cercano a él, podemos considerarIo conservador; en la Dios se tornan más comprensibles y a medida que se torna más
medI~a en que se aparta de él, como innovador. Ello nos proporciona clara la parte que nos toca para colaborar en ellos, hay cada vez
una CIerta pauta general del cambio en el terreno de la filosofía mo- menos razones para concebir los deberes de esa manera. Esto es
r~l en tér~inos que podrían haber utilizado los pensadores del pe- particularmente cierto cuando se deja de ver a Dios primariamente
r~od~ que mtentamos comprender, y no sólo en nuestros propios como juez justo, y comienza a concebírselo más bien como Autor
termmos. Benevolente de la Naturaleza. Entonces su finalidad será nuestra di-
En segundo lugar, la idea de la Corporación Divina nos ayuda cha, ya no la incomprensible manifestación de una gloria infinita;
a ver la historia de la ética como regulada por un interés en el mun- y si el objetivo es la dicha, la parte que nos toca en su originación
do moral como empresa cooperativa justa. Al colocar ante nosotros es entendida más fácilmente. Esta tendencia cobra más fuerza cuan-
el complejo conjunto en el que deben acordarse los elementos de do, como lo hacen los teístas y los deístas, se insista en que después
la, vida moral, s~a cual fuere la interpretación filosófica que deba de la Creación Dios hizo que el mundo obrara sin una providencia
dárseles, nos advierte que no debemos atribuir indebida importancia especial impredecible, esto es, que puso en movimiento la máquina
explicativa a discusiones filosóficas acerca de uno solo de esos ele- del mundo y la dejó sola. Porque entonces ya no podemos pensar
mentos. Un cambio en la interpretación de un elemento reclamará que un poder inteligente corrige nuestros errores y nuestras omisio-
otros cambios en la explicación filosófica del mundo moral. La inte- nes, y compensa los accidentes. Lo razonable es pensar que la parte
ligencia de la dinámica que vincula a esos cambios es quizá la he- mayor de la responsabilidad de obrar así es nuestra. Existen, pues,
-------------------....,

220 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA CORPORACIÓN DIVINA 221

cada vez mejores razones para entender la moralidad en términos de se lo deba considerar en general como teórico de la Divina Corpo-
nuestra responsabilidad de atender al objetivo de nuestros deberes ración. Reid sostiene que los principios morales son evidentes por
-al bien que han de producir nuestros esfuerzos cooperativos- como sí mismos y que todo hombre tiene de esos principios una compren-
guía directa de la acción. sión intuitiva suficiente para guiar la acción de acuerdo con ellos.
Existen a la vez razones para resistir esa tendencia utilitarista. Su análisis de la intuición concede a ésta en la aclaración de nuestro
Como cabría esperar, se la puede poner en tela de juicio en razón conocimiento de la naturaleza el mismo papel que tenía en nues-
de que al utilitarismo le es difícil explicar cómo sabe cada uno de tro conocimiento de la moralidad. Puesto que con ello dispone de fun-
nosotros qué es lo que ha de hacer. Hallamos también otra forma damentos muy generales para aceptar que las convicciones morales
de razonar. Nuestra experiencia moral -para no apelar a la doc- corrientes tienen peso racional, pareciera no tener necesidad de
trina religiosa- es empleada como fuente de argumentaciones con- apoyarse en la creencia butleriana de que la facultad moral nos ha
tra las concepciones utilitaristas. Nuestra experiencia moral tiene sido dada por Dios. Pareciera también que Reid no piensa que el
un peso racional porque, de acuerdo con una teoría de la Corpora- obrar de acuerdo con los principios, evidentes por sí mismos, de la
ción Divina, Dios tiene que habernos proporcionado el modo de lle- moralidad, esté destinado a servir a otro fin cualquiera más allá
gar a saber qué es lo que se requiere de nosotros. De ahí que la de la conformidad misma. Parece, pues, defender una concepción
experiencia por la cual cada uno de nosotros aprende a actuar de- deontológica como la que más tarde difundieron Prichard y Ross.
bidamente, tiene que reflejar las realidades del mundo moral. Y como Pero si en este sentido se halla fuera del dominio de la Corporación
esa experiencia está igualmente a disposición de todos nosotros, ella Divina, existe otro aspecto de su posición que no lo está. Reid sos-
nos proporciona datos comunes a partir de los cuales argüir razo- tiene que nuestras convicciones morales ordinarias constituyen el
nablemente. Butler es el locus classicus. Tras aceptar que el único criterio que debemos emplear para analizar teorías referentes a las
carácter moral positivo que podemos adjudicar a Dios es la bondad, leyes generales de la moralidad. Y, teniendo presente ese citerio,
admite que Dios contempla el mundo como un utilitarista. Pero concluye, contra Hume, que ninguna ley básica simple es adecuada.
nosotros no nos hallamos en la situación de Dios. Nosotros no sa- Existen unos diecisiete axiomas intuitivamente evidentes de la mo-
bemos lo suficiente para ser utilitaristas, y la experiencia moral nos ralidad. No es posible reducirlos a un principio único. En este punto
muestra que tenemos deberes particulares de otras especies: concluye la independencia de Reid respecto de la confianza en la
Divinidad. Debe disponer de un Dios que garantice que nuestras in-
Como no somos jueces competentes de lo que está en general para tuiciones revelan un mundo moral, y no un caos. Se necesita a Dios
el bien del mundo, puede haber otros fines inmediatos a los que para estar seguro de que la lista, aparentemente arbitraria, de axio-
estamos destinados a perseguir, aparte del de hacer el bien o pro- mas es completa, y de que los axiomas no se hallan en conflicto entre
ducir dicha. Aunque el bien de la creación sea el único fin de su sí. En especial, Reid recurre a Dios para mostrar que la prudencia,
Autor, no obstante, él puede habernos impuesto obligaciones par- impuesta por la evidencia, no entra en conflicto con las exigencias
ticulares que podemos discernir o sentir, muy distintas de la per-
cepción de que la observancia o la violación de ellas es para dicha de benevolencia, justicia y con los restantes principios, también evi-
o desdicha de las demás criaturas. Y ése es en realidad el caso dentes por sí mismos, de la moralidad. Contra el utilitarismo mo-
(The Works of Bishop Butler, 1, 166n). nista de quien, como Bentham, no admitía ninguna apelación a Dios
como entidad explicativa, Reid podía disponer sólo de dos líneas
En otros lugares Butler presenta muchos detalles en favor de esta argumentativas. Una es la de afirmar que la mejor explicación del
última tesis. En parte ataca aquí a Hutcheson, quien sostiene que, hecho de que todos compartimos las mismas convicciones morales,
mientras que disponemos de un sentido moral que nos sirve de es la de que ellas resultan de la percepción exacta de la realidad
guía -evitándose con ello quebraderos de cabeza en relación con la moral fundamental. La otra es el recurso a lo evidente en sí mismo.
ejecutabilidad-, sus dictados se registran del mejor modo en una Pero Bentham sostiene que la mejor explicación de esas conviccio-
ley utilitarista. Mientras que Butler considera inaceptable esta últi- nes compartidas es que surgen del condicionamiento social y psi-
ma conclusión, otros critican la concepción no cognitiva señalando cológico. A Reid le queda, por tanto, la epistemología de un intui-
que es incapaz de dar cuenta de la universalidad. El previsible re- cionismo general como línea básica de defensa de un pluralismo de
sultado de estos lances es la reafirmación de la concepción intuiti- los principios morales contra el monismo utilitarista. En este punto
vista en Price y, en última instancia, en Reíd. empezamos a vérnoslas con las cuestiones que pasaron a ser ceno
En Reid hallamos la última y la más reducida de las teorías de trales en la siguiente fase de la historia de la ética.
la Corporación Divina del siglo XVIII. En realidad es discutible que
222 LA FILosoFíA EN LA. HISTORIA LA CORPORACIÓN DIVINA 223

del mundo moral. pero no es el uso deliberado de la teoría lo que


da al mundo moral su orden fundamental.
VII El rechazo de esa concepción de los límites de la filosofía moral
y su sustitución por la creencia en que cada agente puede contribuir
deliberadamente al orden moral debido mediante el empleo de un
La tarea de las teorías de la moral secular en el período que va principio de acción descubierto por un filósofo, es obra de Bentham y
de Montaigne a Kant fue impuesta por la aptitud de las teorías de de Kant.
la Corporación Divina para dar cuenta de la moralidad tal como se Con Bentham el cambio no proviene tanto de una motivación
halla presente en la sociedad de los tiempos; además, esa moralidad filosófica interna, cuanto de la profunda convicción de que el mun-
había sido modelada en gran medida por doctrinas animadas por los do social debe ser reformado. Al no aceptar un principio cósmico de
presupuestos de la Corporación Divina. De tal modo, los moralistas orden, Bentham abandona enteramente el punto de vista de la Cor-
seculares se vieron llevados a reiterar en sus teorías muchos de los poración Divina, pues no ve razones para suponer que las creencias
rasgos de las concepciones de la Corporación Divina. Ello es noto- morales existentes hasta ese momento tengan algún valor como guías
riamente claro en la obra de Hobbes, y constituye también una ca- en esa empresa. Antes de que podamos saber de su valor, debemos
racterística de la concepción de Hurne. Un breve comentario acerca disponer de un criterio racional que podamos emplear deliberada-
de ellos nos permitirá poner mejor de manifiesto la originalidad de mente para estimarlos. Ese criterio no sólo puede ser usado por los
Bentham y de Kant, y mostrar las razones por las que considero que gobernantes para remodelar sus sociedades; también puede ser usa-
estos dos últimos pensadores señalan el fin de un modo de com- do por los individuos al tomar sus decisiones. Por tanto, Bentham no
prender el problema de la filosofía moral y el comienzo de otro. ofrece el principio utilitario como explicación de un mundo moral
Pienso que es obvio que tanto Hobbes como Hume hallan modos de en el que podemos estar seguros de que ya, de algún modo, habita-
repetir esa relación entre leyes morales absolutas y el bien produ- mos. Es más bien para que nos guiemos al hacer por nosotros mis-
cido mediante la coordinación o la cooperación, que es esencial en mos y para nosotros mismos una comunidad que será moral. No hay
las concepciones de la Corporación Divina. Es asimismo claro que nadie más que pueda asumir la responsabilidad de hacerla.
cada uno de ellos encuentra un sustituto que asume al menos al- Bentham nos muestra la radicalidad del cambio que experimenta
gunas de las funciones de Dios en aquellas concepciones. Lo que la tarea de la filosofía moral si no suponemos que hay algo así
deseo subrayar aquí está relacionado más bien con la concepción como el inspector general de una Corporación Divina, ni siquiera la
que sustenta en cuanto a la tarea de la filosofía moral. Al lado de Naturaleza. Ahora el filósofo debe ofrecer los fundamentos raciona-
las muchas diferencias que separan a esos dos filósofos, éste es un les de su principio, los cuales deben ser lo suficientemente fuer-
punto en que están de acuerdo. tes para convencer a personas que muy bien pueden haber sostenido
Lo están en cuanto a que el mundo moral no se sostiene sólo convicciones opuestas a él. Las cuestiones referentes al modo en
porque cada uno de los individuos que pertenecen a él comprenda que cada agente puede figurarse o llegar a saber qué debe hacer
la explicación entera de la moralidad; mucho menos porque cada en casos particulares, adquieren una importancia que no tenían en
uno utilice deliberadamente la explicación filosófica de la moralidad la teoría de la Divina Corporación y en sus equivalentes seculares.
al tomar decisiones morales. En realidad, Hobbes y Hurne estarían y las cuestiones referentes a si es posible probar un primer princi-
de acuerdo en que sería sumamente peligroso para el mundo moral pio moral de ese tipo, y de qué modo ello es posible, pasan a tener
que ocurriera una cosa así. Para Hobbes, los ciudadanos han de una importancia nueva y mucho mayor. Una vez más nos hallamos
comprender la moralidad como cosa de la regla de oro, complemen- en un nuevo período de la filosofía moral.
tada con una prédica de las leyes, cuidadosamente regulada, desde
el púlpito. Sus obras mismas están dirigidas al gobernante, no a las
masas para su ulterior debate. Hume, sin pensar que se necesite
tanto de un control central, concibe al mundo moral como sostenido VIII
por nuestros propios sentimientos. Explica cómo se hallan natural-
mente coordinados para hacer su trabajo, pero no sugiere que cada
uno de nosotros deba hacer de su explicación un principio que des- Mi historia debe terminar con Kant; y a la luz de esa historia, su
pués apliquemos al tomar nuestras decisiones. Posiblemente haya posición se presenta extraordinariamente compleja y, creo, profun-
cierto lugar para «corregir nuestros sentimientos» en los márgenes damente ambivalente. Sólo la necesidad me conduce a la insensatez

~ .L~
224 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORiA
LA CORPORACIÓN DIVINA 225
~e inten~ar presentar un análisis de su lugar en la historia de la
cuca al final de un ensayo. vida. De tal modo, al dar simplemente por sentado que la virtud
Si Kant fuera el deontologista puro y simple por el que a menudo puede ser definida en términos de merecer la dicha, Kant pone de
se lo ha tomado, habría ido aun más lejos que Reid en el abandono manifiesto que admite enteramente un punto de vista que armoniza
de las concepciones de la moralidad inscritas en la idea de la Cor- en forma perfecta con un mundo justo, respecto del cual es correcta
poración Divina. Habría extraído de tales concepciones el elemento la concepción de la Corporación Divina, pero no tiene sentido si
~ue subraya el carácter absoluto de los deberes propios y lo habría vivimos en un universo neutral.
Incorporado en el todo de lo que es distintivamente moral. De ese Por cierto, en un aspecto de importancia Kant no da simplemente
modo habría denegado el significado teleológico de los deberes ab- por sentado que vivamos en un mundo justo. Más bien sostiene que
s~l~tos que ~s fundamental en las concepciones de la Corporación la moralidad nos exige que creamos que vivimos en un mundo así.
DIVIna. Habría mostrado que se puede dar cuenta de la universa- Nuestras acciones morales no deben ser llevadas a cabo, señala, en
lidad de las exigencias morales señalando su transparente racionali- razón de sus consecuencias. Deben ser llevadas a cabo simplemente
dad. Habría eludido la necesidad que Reid tenía de recurrir a Dios porque la ley moral las exige. No obstante, todos los actos racionales
como garantía .de coherencia de la moralidad, mostrando que hay tienen un propósito, y también deben tenerlo los actos exigidos por
u~ solo p~InCIplO moral. Habría mostrado que puede asegurarse la la moralidad. Kant cree poder demostrar que el mundo requerido
ejecutabilidad P?rque es fácil aplicar ese principio único, y porque por la moralidad como su resultado, es un mundo en el que la dicha
slemp~e somos Iibres de obrar como la moralidad lo exige. Y habría es distribuida de acuerdo con el mérito. Ahora bien: si no es razo-
garantizado la supremacía de la moralidad mediante su insistencia nable actuar sin propósito y si no podemos tomar como propósito
en el, c~rácter exc1~~ivamente categórico de aquélla. Es, por cierto, una cosa que sabemos o creemos que es imposible, entonces debe-
esta última afirmación la que conduce a los lectores de Kant a pen- mos creer que tal mundo es posible. Y para creer que tal mundo es
sar que este filósofo ve a la moralidad como enteramente separada posible, debemos creer también -concluye Kant notoriamente- que
de toda preocupación por la cuestión teleológica de la ejecución del existe un Dios que puede hacerlo, porque los seres humanos solos
deber. Pero tal lectura de Kant no es apropiada. Muchos comentado- no pueden controlar aquellos aspectos de la Naturaleza que deben
res han mostrado por qué es así, y acaso la cuestión no esté ya en ordenarse si ha de originarse un mundo moral. Dicho en pocas pala-
duda. Me propongo aquí sólo señalar un modo de ponerlo de ma- bras, Kant no puede concebir la moralidad si no es en un mundo
uitiesto ~ue re~ela a la vez un aspecto de importancia en el que Kant estructurado tal como la Corporación Divina lo estructura. En lugar
se mantiene aun profundamente inserto en la tradición de la Cor- de ver el carácter absoluto de las exigencias del deber como resul-
poración Divina. tante del previo conocimiento de que vivimos en un mundo así, ve
P~dremos verlo si consideramos la concepción de Kant, reiterada esas exigencias como lo que nos proporciona la única justificación
p()r el con frecuencia, de que la virtud o la bondad moral debe ser para creer que lo hacemos.
('lIlt;udida c~mo lo que nos hace dignos de ser dichosos. Es impor- Es bien sabido que este aspecto de la postura general de Kant
la nle. a.dvertIr que esa explicación involucra una grave petición de le acarreó dificultades muy grandes. No me refiero a sus argumen-
prructpto para que Kant la emplee. Uno de sus propósitos explícitos tos morales en favor de la existencia de Dios y de la inmortalidad
,'~; mostrar que la moralidad nos constriñe con independencia de si del alma, los cuales nos incomodan a nosotros más de lo que lo
( e: re.t:.mosque) Dios existe y nos recompensa y nos castiga. Pero la inquietaron a él. Me refiero más bien a la dificultad que halla para
11'1("1011 de mer~cer algo -el bien o el mal, recompensa o castigo- explicar convincentemente que la moralidad puede ser perfectamen-
',,,.1,, c~~ra sent?do en un contexto en el cual rige un sistema de dis- te independiente de una creencia religiosa, y su confianza en las re-
I iihución ~e bienes y de males de acuerdo con reglas o criterios compensas de la virtud, mientras sostiene, al mismo tiempo, que la
1'1 (·(·slablecldos. Dado ese método, es entonces ciertamente obvio moralidad nos exige que tracemos una visión religiosa del mundo en
I [lit' los. qu~ se a~ienen a las ~eglas y satisfacen los criterios (o lo que actuamos. Si la negativa de Kant a renunciar a esta última parte
11:1''''11. «mejor», SI ello es pertinente), merecen las recompensas es- de tal compleja creencia atestigua la tenacidad de su compromiso
l.d,I('I'ldas, y que los que quebrantan las reglas merecen los castigos. con una concepción de la moralidad en la línea de la Corporación
1\1 lallar tal contexto, no puede hallarse un sentido a la noción de Divina, existe otro aspecto de su pensamiento que muestra clara-
IIl1'lílll. La afirmación de que al~uien merece mejor suerte que la que mente su renuencia a permanecer dentro de esos límites. Kant siem-
1;0 Vida le ha deparado no es SInO el empleo de una metáfora para pre creyó que la capacidad que las partes del mundo de Dios tienen
I'X presar el sentido de que esa persona debería haber tenido mejor de comportarse como partes de un todo ordenado, daba una prueba
más sublime de la gloria de Dios que la que daría la necesidad de
í
226 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA

su intervención y dirección constantes. El resultado final de ello en


el pensamiento maduro de Kant no es sólo la convicción roussoneana
de que la comprensión moral es igualmente accesible a todo ser hu-
mano normal. Lo es también la creencia de que el empleo conscien-
te del conocimiento explícito de la ley moral no desbarataría el orden
moral, sino que, por el contrario, lo consolidaría. Por tanto, entiende
a este principio como principio explicativo de nuestras conviccio- CAPíTULO 9
nes morales más profundas -al igual que en la teoría de la Corpora-
ción Divina- y, asimismo, como principio regulador de nuestras LA IDEA DE LIBERTAD NEGATIVA: PERSPECTIVAS
decisiones -al igual que en la concepción de Bentham-. Pero en sus FILOSOFICAS E HISTORICAS
escritos históricos y políticos la función directiva llega a tener un
papel cada vez mayor. Debemos pensar que en un respecto somos Quentin Skinner
semejantes a Dios. Se nos exige que transformemos el mundo en una
comunidad moral justa. La ley moral nos muestra las condiciones
que debemos cumplir para que sea una comunidad en la que poda-
mos participar voluntariamente como agentes racionales. Kant pa- 1
rece, pues, tratar cada vez en mayor medida el mundo moral como
una tarea histórica antes que corno una certeza metafísica o religio-
sa. Este giro de su pensamiento confirma que su concepción es, en El propósito de este trabajo es examinar un medio posible para
realidad, descendiente de la Corporación Divina. Como he señalado, ensanchar nuestra comprensión de los conceptos que empleamos en
una consecuencia de la dinámica de la Corporación Divina es el la discusión social y política.' La ortodoxia dominante nos invita a
que, en la medida en que la actividad y la supervisión de Dios se re- proceder consultando nuestras intuiciones acerca de lo que es po-
duce, la responsabilidad del hombre se incrementa. Lo mismo que sible o no es posible decir o hacer coherentemente mediante los
Bentham, aunque de manera mucho más compleja, Kant realmente términos que generalmente utilizamos para expresar los' conceptos
no creyó que pudiéramos hacerla depender de Dios.' en cuestión. Sostendré que es posible complementar provechosa-
mente ese enfoque confrontando esas intuiciones con un examen más
sistemático de las teorías poco conocidas dentro de las cuales a veces
aun nuestros conceptos más conocidos han sido puestos en acción
en diferentes períodos históricos.?
BIBLIOGRAFIA

1. Estoy muy agradecido a Thomas Baldwin, John Dunn, Richard Flathman,


VENTURI, FRANCO:Utopía and Reform in the Enlightenment, Cambridge, Raymond Geuss, Susan James, J. G. A. Pocock, Russell Price, James Tully,
y a quienes junto conmigo son responsables de esta compilación, por la lectura
Cambridge University Press, 1971. y el comentario de los primeros borradores de este artículo. Estoy especial-
WADE,IRA O.: The Intellectual Origins of the French Revolution, Prince- mente en deuda con Thomas Baldwin y con Susan James por las muchas discu-
ton, Princeton University Press, 1971. siones que pude sostener con ellos, y porque me brindaron una ayuda esencial.
The Works of Bishop Butler, bajo la dirección de J. H. Bernard, Londres, Una versión anterior del presente ensayo constituyó la base de las lecciones
Macmillan, 1900. Messenger que dicté en la Universidad Cornell en octubre de 1983. Posterior-
mente hice algunas revisiones a la luz de la valiosa crítica que recogí en ese
entonces, en especial de parte de Terry Irwin, John Lyons y John Najerny.
2. Desarrollo, pues, una línea de pensamiento originariamente esbozada al
final de Skinner, 1969,52-53.Esa argumentación mantiene a su vez una mani-
fiesta deuda con las formulaciones contenidas en la Introducción a MacIntyre,
1966yen Dunn, 1968,dos estudios que han influido mucho en mí. Debo añadir
que si al principio tengo presente que la tesis de la inconmensurabilidad, tal
como es defendida especialmente por Feyerabend, 1981, sirve para poner en
3. Estoy sumamente agradecido a J. J. Katz, Thomas Nagel, Quentin Skinner, tela de juicio la idea misma de seguir la línea de pensamiento que tengo en
David Sachs, Richard Rorty y John Raws por sus comentarios acerca de una cuenta, sólo puedo responder que una de las expectativas que tengo a propó-
redacción anterior de este trabajo.

1__ -
228 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA IDEA DE LIBERTAD NEGATIVA 229

Una de las formas de avanzar en esta línea de pensamiento con- No sería exagerado decir que esa suposición -la de que la única
sistiría en presentar una defensa general de esta concepción de la idea coherente de libertad es la idea negativa de no estar impedido-
«relevancia» de la historia de la filosofía para la comprensión de la,s ha constituido el basamento de todo el desarrollo del pensamiento
discusiones filosóficas contemporáneas. En lugar de eso íntentare. político contractualista moderno. Hallamos que ya Thomas Hobbes
empero aportar una contribución más directa, aun cuando acaso sea lo expresa en la conclusión del capítulo titulado «Acerca de la li-
también más modesta, al tema de este libro, centrándome en un bertad de los sujetos» del Leviatán, en el cual presenta una formu-
concepto en particular que es, al mismo ~iempo, ~?damental en las lación, llamada a ejercer una influencia muy grande, de la tesis de
discusiones actuales acerca de teoría SOCIalY política y, a la vez, a que «la libertad [liberty or freedom] significa (propiamente) la ausen-
mi juicio, postergado por este tipo de trat~miento hi~t?rico. cia de oposición», y no significa ninguna otra cosa (Hobbes, 1969:
El concepto en el que pienso es el de hb~:tad poh tica, el grado 261). El mismo supuesto, expresado a menudo específicamente en los
de libertad [free do m o liberty] para la accion de que los agentes términos del análisis triádico de MacCallum, continúa circulando a
individuales disponen dentro de los límites que les Impone su per- lo largo de la bibliografía actual. Benn y Weinstein, por ejemplo,
tenencia a una sociedad política.' Lo primero que debe. observar~e es adoptan implícitamente el esquema de MacCallum en su importante
que entre los filósofos de habla inglesa de la actualidad, la dlSCU- ensayo acerca de la libertad como no restricción de opciones, y
sión de este tema ha dado Jugar a una conclusión que dispone de. un lo mismo hace Oppenheim en su reciente discusión de la libertad
grado de aceptación notablemente amplio. Es la de que -:para c~tar social como capacidad de escoger alternativas.s En Theory 01 Iustice,
una fórmula debida originariamente a Bentham y dIfundId~ recien- de Rawls, en Social Philosophy, de Feinberg, y en muchas otras
temente por Isaiah Berlin- el concep~o de libertad es e~encIa~me~te ieorizaciones contemporáneas se invoca explícitamente el mismo
un concepto «negativo». Esto es, se dice que su p~esencIa esta sena- análisis, con una referencia directa al clásico artículo de Macf.allurn.?
lada por la ausencia de alguna otra cosa; especlficamente, por la Es cierto, sin duda, que, a pesar de esta coincidencia fundamental
ausencia de algún elemento constrictivo que inhi~~ al agente de poder y persistente, siempre ha habido discusiones entre los partidarios
actuar de manera independiente en la prosecucion de los fi~es .que de la tesis «negativa» acerca de la naturaleza de las circunstancias
é14 ha elegido. Tal como lo expresa Gerald MacCallum, en termmos en las cuales es propio decir que se ha infringido, o no se ha infrin-
que se han vuelto clásicos en la bibliografía actual, «cad~ vez que gido, la libertad de algún agente individual. Porque siempre ha ha-
está en tela de juicio la libertad de un agente, se trata slem~re. ~e bido convicciones divergentes respecto de lo que deba ser considerado
la libertad respecto de alguna imposición o de alguna res tr'iccron como oposición y, por tanto, respecto de la especie de imposición
para hacer o no hacer algo, o para llegar a ser o no llegar a ser una que limita a la libertad, como opuesta a la mera limitación de la
cosa, o de una interferencia o una barrera para ello» (MacCallum, capacidad de los agentes de llevar a cabo acciones. Mucho más im-
1972: 176).5 portante que ello, empero, para los fines de esta argumentación es
la generalizada adhesión de que es objeto la conclusión de que

sito de las argumentaciones que presento en este artículo -no la expectativa


central si bien está lejos de ser modesta- es la de que pueda hacer algo (al
menos' en relación con las teorías acerca del n:~ndo social) para poner en tela concepto diádico, y no como un concepto triádico», afirmación que él sostiene
de juicio la tesis misma de la inconmensurabllldad. . recurriendo a la crítica que Isaiah Berlín formula contra MacCallum en razón
3 Al discutir este concepto algunos filósofos (por ejemplo, Oppenheim. 1981) de que éste supuestamente no advierte que «un hombre que lucha contra sus
prefieren hablar de libertad [freedom] social, en tanto que otros (por ejemplo, cadenas o un pueblo que lucha contra la esclavitud no se propone necesaria-
Rawls, 1971) hablan siempre de libertad [liberty]. Ha~ta .donde puedo ver, esta mente como objetivo un estado ulterior definido» (Berlin, 1969, xliii, nota).
diferencia en la terminología nada implica. P.or COnsIgUlente,a .10 largo de ,l~ Pero es sin duda evidente que el hombre en lucha del ejemplo de Berlin es
siguiente argumentación me considerare en libertad para trata! esos dos ter una persona que desea verse libre de un elemento de interferencia y,.al mismo
minos como sinónimos exactos y para emplear indistint~mente uno u ?t.ro,. tiempo, ser (libremente, independientemente) capaz de hacer, de ser o de con-
4. O «ella», naturalmente. En el curso de, este articulo me permitiré, no vertirse en algo -en última instancia, para convertirse en un hombre liberado
obstante emplear «él» como abreviatura de «el o ella».. . d de la coacción que le imponen sus cadenas y, en consecuencia (e ipso tacto),
5 NÓtese que ello implica que si un análisis negatrvo de la liberta . tom~ libre para obrar, debe optar por obrar así. Parece claro, para decirlo breve-
siem re una forma triádica {como en ~s.te punto sugiere MacCallum), inclui- mente, que el ejemplo mencionado pasa por alto la cuestión planteada por Mac-
rá siempre al menos una referencia implícita a la posesión, por parte del agente, Callurn, esto es, que cuando decimos de un agente que no es objeto de cons-
de una voluntad independiente, no forzada, a consecuencia del la.dcuak es cad'a~ tricción, ello equivale a decir que es capaz de obrar según su voluntad; o de
de obrar libremente en la prosecución de los fines que ha e egi o. s ~er ~ optar por permanecer inactivo, por supuesto.
ue en ocasiones eso ha sido puesto en tela de j~cio. John Gray, por ejemp o 6. Véase Benn y Weinstein, 1971, 201; Oppenheim, 1981, 66.
(1980, 511), sostiene que «la libertad debe ser considerada báSIcamente como un 7. Véase Rawls, 1971, 202; Feinberg, 1973, 11, 16.
230 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORlA L¡\ IDEA DE LIBERTAD NEGATIVA 231

-como lo señala Charles Taylor en su arremetida contra este con- cedente ?,e su e~sayo, en la cual admite que podríamos considerar :~c.. :::;
senso- la idea de libertad debe ser analizada como un mero «con-
unlal.bverslOdn
secfu arizad.a de la creencia de que el servicio a Dios es,'., ,..'.,.,.,:
.......~.'.,.;?
....
_ ~
cepto de oportunidades», como consistiendo sólo en la ausencia de alerta per ecta «SIn hacer con ello que la palabra "libertad" ; _"
constricciones, y, por ello, como desvinculada de la prosecución de pierda enteramente su significado», si bien añade que el significadót., ....: /
lodo íin o todo propósito determinado (Taylor, 1979: 177). que en tal caso debiéramos atribuir al término probablemente no
Es típico de los teóricos que sostienen una idea negativa de la sería el exigido por una concepción negativa de la libertad (Ber-
libertad -Robbes es una vez más el ejemplo clásico- que indiquen lin, 1969: 160-162).
las implicaciones de esa tesis central en términos polémicas. La fina- A pesar de esas limitaciones, los defensores más imparciales de
lidad de ese modo de proceder ha sido por lo general el de rechazar la libertad negativa han aceptado a veces la posibilidad de elaborar
dos postulados referentes a la libertad social -ocasionalmente de- una teoría coherente -aunque inhabitual- de la libertad social, en
fendidos los dos en la historia de la teoría política moderna- en la que la libertad de los individuos pudiera conectarse con los idea-
razón de que son incompatibles con la idea fundamental de que gozar les de virtud y de servicio público.! Como Berlín, en particular, ha
de libertad social es simplemente cuestión de no ser obstaculizado. subrayado, todo lo que hace falta añadir para que tales afirmacio-
1 Jno de ellos ha sido la sugerencia de que sólo es posible asegurar la nes comiencen a adquirir sentido es la sugerencia -en última ins-
Iibcrtad individual dentro de una forma particular de comunidad tancia aristotélica- de que somos seres morales que poseen deter-
autónoma. Dicho más claramente: lo que se afirma es que (como minados fines verdaderos y propósitos racionales, y que nos hallamos
dice Rousseau en Du Contrat Social) la conservación de la libertad en posesión de nuestra libertad en el sentido más pleno cuando vivi-
personal depende de la ejecución de los servicios públicos. La otra mos en una comunidad tal, y actuamos en forma tal, que aquellos
propuesta, relacionada con la precedente, que es objeto del ataque fines y aquellos propósitos se logran tanto cuanto es posible (Ber-
de los teóricos del concepto negativo de la libertad, es la de que las Iin, 1969: 145-154).
cualidades requeridas en cada ciudadano individualmente a fin de Algunos autores contemporáneos han añadido, además, que de-
.iscgurar la realización efectiva de esos deberes cívicos, deben ser las bemos agregar esta premisa complementaria y reconocer que (dicho
virtudes cívicas. Para decirlo, otra vez, más claramente (como lo hace con palabras de Charles Taylor) la libertad no es un concepto de
Espinoza en el Tractatus Politicus), lo que se sostiene es que la liber- «oportunidad» sino de «ejercicio», que somos libres sólo «en el ejer-
tad supone la virtud, que únicamente los virtuosos son verdadera- cicio de ciertas capacidades» y, por tanto, que «no somos libres, o
mente o plenamente capaces de asegurar su propia libertad indi- menos libres, cuando esas capacidades están obstaculizadas o no se
vidual. realizan» (Taylor, 1979: 179). Lo característico es que tales teóricos,
A manera de respuesta a esas paradojas, algunos teóricos con- tras haber dado ese paso, procedan a observar que ello nos lleva al
temporáneos de la libertad negativa simplemente han seguido a Hob- menos a considerar la rehabilitación de las dos tesis acerca de la li-
bes en su insistencia en que, puesto que la libertad de los sujetos bertad social tan vigorosamente rechazadas por Hobbes y sus dis-
debe involucrar «inmunidad respecto del servicio del Estado», toda cípulos modernos. En primer lugar, como señala Taylor, si la natu-
afirmación en el sentido de que la libertad involucra la ejecución raleza humana no tiene en realidad una esencia, no deja de ser
de tales servicios, y de que para ejecutarlos es necesario el cultivo plausible la suposición -sostenida de hecho por muchos filósofos de
de las virtudes, tiene que estar completamente desencaminada (Hob- la Antigüedad- de que su plena realización sólo es posible «en
bes, 1968: 266). Isaiah Berlin subraya, por ejemplo, al final de su determinada forma de sociedad" a la que es menester que sirvamos y
celebrado ensayo «Two concepts of Iiberty», que hablar de que uno defendamos, si tanto nuestra verdadera naturaleza como, por consi-
se torna libre llevando a cabo virtuosamente sus deberes sociales y, guiente, nuestra propia libertad individual han de alcanzar su desa-
por tanto, equiparando virtud con interés, es simplemente «echar rrollo más pleno (Taylor, 1979: 193). Y, en segundo lugar, como Ben-
un manto metafísico sobre una hipocresía que o se engaña a sí mis- jamin Gibbs, por ejemplo, sostiene en su obra Freedom and Libera-
ma o es deliberada» (Berlín, 1967: 171). La reacción más moderada
y habitual, empero, ha sido la de sugerir que, sean cuales fueren
8. Pero en modo alguno ocurre que todos hayan sido tan imparciales. Los
los méritos de las dos afirmaciones heterodoxas que he puesto de seguidores estrictos de Hobbes (corno Steiner, 1974-1975;
Day, 1983y Flew, 1983)
relieve, no concuerdan por cierto con un análisis negativo de la li- insisten en que el único modo de dar cuenta del concepto de libertad es el ne-
bertad, y deben de apuntar en cambio a una concepción diferente gativo. Y, en la medida en que el análisis de MacCallum sugiere una com-
prensión negativa de la libertad como ausencia de constricciones sobre las op-
-acaso, incluso, a un concepto diferente- de la libertad política. ciones del agente (las que él hace), aquello es también una implicación de su
Tal parece ser la concepción del propio Berlin en una sección pre- concepción y de las que dependen de ella.
í
LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA IDEA DE LIBERTAD NEGATIVA 233

t iI m, una vez que hemos reconocido que nuestra libertad ~epende


..de la obtención y el goce de los bienes cardinales apropiados a
uucxt ra naturaleza», difícilmente podríamos evitar la ulterior con-
c-lusión de que la práctica de las virtudes puede ser indispensable II
para la ejecución de las acciones moralmente importantes que sir-
VCIIpara señalarnos como «acabadamente libres» (Gibbs, 1976: 22,
l/9TH). No obstante, antes de emprender esa tarea es menester respon-
Puede decirse, pues, que buena parte de la discusión entre los der primeramente a una obvia pregunta acerca de tal modo de pro-
'1111'conciben la libertad social como una noción negativa de oportu- ceder. Pues podría muy bien plantearse la cuestión de por qué pro-
lIid;1<1y los que la conciben como una noción positiva de ejercicio, pongo examinar en este contexto el registro histórico en lugar de
,I<-riva de una controversia más profunda acerca de la naturaleza intentar directamente desarrollar un análisis filosófico más compren-
11I1111:llIa. Lo que au [ond está en cuestión es si podemos tener la sivo de la libertad negativa. Mi respuesta no es que yo suponga que
,·.,pt'ranza de distinguir una noción objetiva de eudaimonia, o ple- no haya que pensar en tales ejercicios puramente conceptuales; por
lIillld humana." Los que desdeñan esa esperanza por considerarla el contrario: ellos constituyen la característica de las contribucio-
dllsol'ia -tal como hacen Berlin y sus muchos seguidores- conclu- nes más hondas y más originales al debate contemporáneo.I? Se trata
V,'II que por ello es un peligroso error conectar la libertad individual más bien de que, a causa de algunas suposiciones muy difundidas
'''11 los ideales de virtud y de servicio público. Los que creen en acerca de los métodos más adecuados para el estudio de los con-
uucrcscs humanos reales o identificable s -Taylor, Gibbs y otros- ceptos sociales y políticos, sugerir que podría utilizarse un concepto
11·.';polldeninsistiendo que por ello puede al menos sustentarse que coherentemente de manera no habitual, probablemente llegaría a
·.••1,. el ciudadano virtuoso, animado por los intereses públicos y que parecer mucho menos convincente que mostrar que se lo ha utili-
',ilve al Estado, se halla en plena posesión de su libertad. zado de manera inhabitual pero coherente.
Ellu a su vez implica, no obstante, que hay un presupuesto fun- Es posible ilustrar fácilmente la naturaleza de las suposiciones en
.Lu i u-u tul compartido prácticamente por todos los que participan en las que estoy pensando a partir de la bibliografía actual acerca del
1" discusión actual acerca de la libertad social. Incluso Charles Tay- concepto de libertad. El postulado básico de todos los autores que
1"1 l' Isaiah Berlin pueden estar de acuerdo en lo siguiente: s~lo. si he mencionado hasta ahora es que explicar un concepto como el de
l'"dl'IIIOS dar un contenido a la idea de plenitud humana objetiva libertad social, consiste en dar cuenta de los significados de los tér-
, .dw esperar que adquiera sentido una teoría que aspire a poner en minos que empleamos para expresarlo. Se está de acuerdo, además,
, 111·,,1 iún el concepto de libertad individual con actos virtuosos de en que la comprensión de los significados de tales términos es una
',l'Ivil'io público. cuestión concerniente a la comprensión de su uso correcto, a la
I,a tesis que me propongo defender es la de que ese presupuesto captación de lo que se puede y lo que no se puede decir y hacer
, ••IIIÚIl fundamental es un error. Y a fin de defenderla me volveré con ellos'!'
.• 1•• que considero que son las lecciones de la historia. Intentaré Hasta ahí todo va bien; o, mejor, hasta ahí todo va wittgenstei-
11 ••• ,;1ru r que en una tradición de pensamiento más temprana y ahora nianamente, lo cual estoy dispuesto a suponer que, en estos temas,
oI,· •.•• dlada la idea negativa de la libertad como mera ausencia de obs- significa lo mismo. Aparte de eso, se tiende a equiparar esos proce-
IIIIITi{11lpara el obrar de los agentes individuales en la prosecución dimientos con una explicación del modo en que nosotros por lo
,1t' 1,.:; lines elegidos por ellos, se combina con las ideas de virt~d y general empleamos los términos del caso. Lo que se nos prescribe
dI' snvicio público precisamente en la forma en que en la actualidad examinar es, pues, «lo que normalmente diríamos» acerca de la li-
1,11 Los las partes en disputa consideran imposible hacer s,in incurr~r bertad, y lo que advertimos que «no queremos decir» cuando reflexio-
"11 IIlla incoherencia. Intentaré, pues, completar y corregir el sentir namos en forma debidamente consciente acerca de los usos del
'¡"llIill;lIlle y erróneamente estrecho de lo que se puede y no se puede término.P Se nos dice que permanezcamos «lo más cerca posible
1"\l1T v decir con el concepto de libertad negativa, examinando el his-
1"1i;tidc las cosas, muy distintas, que se han hecho con ese con- lO, Tengo presente especialmente MacCallum, 1972 y Baldwin, 1984.
, "1>1 •• l'lI fases anteriores de la historia de nuestra cultura, 11. Para una presentación explícita de esos postulados, aplicados al «de-
sarrollo» del concepto de libertad, véase por ejemplo Parent, 1974a, 149-151 y
., I'.slov en deuda con Baldwin, 1984 por haber subrayado y señalado que Oppenheim, 1981, 148-150, 179-182.
," el ",',d'eo de las concepciones más "positivas» de la libertad estriba una 12. Parent, 1974b, 432-433, Véase también Benn y Weinstein, 1971, 194 en re-
, 1III1 l'lll-¡"-IIJ así. lación con la necesidad de examinar « lo que generalmente se puede decir» acerca

._~q.L ~
,~
LA IDEA DE LIBERTAD NEGATIVA 235
234 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA
Pero la respuesta más usual consiste en sostener -como hace, por
del lenguaje ordinario» en razón de que el camino más seguro para ejemplo, Parent- que simplemente se debe de ser víctima de una
comprender un concepto como el de libertad consiste en captar "lo confusión. El poner en conexión la idea de libertad con principios
que normalmente damos a entender» mediante el término «libertad»." tales como la virtud o el dominio racional de sí mismo, según nos lo
Ello no equivale a decir que el «lenguaje ordinario» tenga la advierte Parent afablemente, deja de expresar «lo que ordinaria-
última palabra, y la mayoría de los autores que he estado discutien- mente damos a entender» mediante el término «libertad» o, aun,
do se esfuerzan por distanciarse de una suposición tan desacredita- no se relaciona con ello. De lo cual concluye que cualquier intento
da. Por el contrario: se da por supuesto que cuando nos desplazamos de fraguar tal vínculo sólo puede conducir a una comprensión erró-
hacia una posición de equilibrio entre nuestras intuiciones referen- nea del concepto en cuestión."
tes a un concepto y las exigencias del uso corriente, bien puede re- Con la esperanza de evitar de antemano ser excluido de esa ma-
sultar necesario regular lo que estamos dispuestos a decir acerca nera antes de iniciarse la discusión, me propongo eludir el análisis
de un concepto como el de libertad, a la luz de lo que advertimos que conceptual y volverrne, en cambio, a la historia. Antes de hacerlo,
decimos acerca de otros conceptos estrechamente relacionados con es menester, empero, introducir aun otra nota preliminar de adver-
aquél, tales como los de derecho, responsabilidad, coerción, etcétera. tencia. Para que exista alguna perspectiva de apelar al pasado en la
El verdadero objetivo del análisis conceptual -tal como, por ejem- forma que he esbozado -como un medio para poner en tela de
plo, lo formula Feinberg- es, pues, arribar, mediante la reflexión juicio nuestras opiniones actuales antes que para apuntalarlas-,
acerca de «lo que normalmente damos a entender cuando emplea- tendremos que reexaminar, y hasta rechazar, las razones que habi-
mos ciertas palabras», a un delinea miento más acabado de «lo que tualmente aducen para ocuparse con el estudio de la historia de la
sería mejor que significáramos si hemos de comunicarnos eficaz- filosofía los principales cultores de ese tema en la actualidad.
mente, evitar las paradojas y lograr coherencia generals.v Puede hallarse una discusión típica de esas razones, debida a un
No obstante, como lo ponen de manifiesto las citas precedentes, especialista destacado, en la «Introducción» al libro de J. L. Mackie
la cuestión continúa refiriéndose a lo que nosotros somos capaces que lleva el revelador título de Problerns from Locke. Ella se inicia
de decir y de significar sin incoherencia. Dado tal enfoque, es fácil con la enunciación de los presupuestos básicos de gran parte de la
ver de qué modo todo intento puramente analítico de poner en co- producción contemporánea en el ámbito de la historia de la filosofía:
nexión la idea de libertad negativa con los ideales de virtud y de el de que existe cierta esfera determinada de problemas que cons-
servicio, propenda a aparecer como nada convincente y como sus- tituyen la disciplina que es la filosofía, y que, por consiguiente, po-
ceptible de ser inmediatamente desechado. Porque es obvio que demos aguardar que hallaremos la esfera correlativa de los trata-
nosotros no podemos tener la esperanza de poner en conexión la mientos históricos de esos problemas, algunos de los cuales pueden
idea de libertad con la obligación de llevar a cabo actos virtuosos de resultar ser «de permanente interés filosófico».'? De ello se sigue que,
servicio público, salvo en el inconcebible caso de hacerla a expensas si nos proponemos una historia provechosa, debemos ajustarnos a
de renunciar a nuestras intuiciones acerca de los derechos indivi- dos pautas. La primera es la de concentrarse exactamente en los tex-
duales, o de hacer que ellas pierdan su sentido. Pero ello a su vez tos históricos, y exactamente en las secciones de esos textos, en
quiere decir que -en el caso de los autores que he estado conside- los que se pone de manifiesto inmediatamente que en verdad se desa-
rando-- a quien insiste en intentar explicar el concepto de esa ma- rrollan conceptos para elaborar argumentos conocidos con los que
nera, opuesta a lo que indican las intuiciones, sólo le son ofrecidas podemos entrar directamente en discusión. Mackie expresa clara-
dos respuestas. La más benévola es la de sugerir -como Berlin, por mente esa regla al destacar en su «Introducción» que «no intenta
ejemplo, tiende a decir- que en realidad debe de estar hablándose exponer o estudiar la filosofía de Locke como un todo, ni la parte
de otra cosa; que debe de «tenerse un concepto distinto» de libertad.'! de esa filosofía que se puede hallar en el Ensayo», puesto que su
objetivo es exclusivamente discutir «un conjunto limitado de pro-
del término «libertad» a fin de comprender el concepto, y su ataque a la
explicación de Parent en 1974, 435 en razón de que «evidentemente (es) con- 16. Parent, 1974a, 152, 166 Y 1974b, 434. Véase también Grz», .1980,. ~ll, quien
trario al uso normal» el que «se esté obligado a desconfiar de la caracterización insiste en que con una reflexión acerca de «las expresiones inteligíbles que
de la libertad que incluso la hace posible». tienen que ver con la libertad» podemos desechar la afirmación de MacCallum de
13. A propósito de esta indicación, véase Oppenheim, 1981, 179. que el término siempre implica una relación triádica.
14. Véase Feinberg, 1973. Un punto de vista similar se halla en Parent, 1974a, 17. Mackie, 1976, 1. De acuerdo con las f<;>rmulacior:es más oPti~istas, tales
166; Raz, 1970, 303-304 y Oppenheim, 1981, 179-180, quien cita tanto a Feinberg tratamientos históricos pueden ser en ocasiones de interés filosofico perma-
como a Raz con aprobación. nente. Véase, por ejemplo, O'Connor, 1964, ix.
15. Véase Berlin, 1969, especialmente 154-162; véase Ryan, 1980, 497.
236 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
LA IDEA DE LIBERTAD NEGATIVA 237
blemas de permanente interés filosófico» planteados y considerados
en diferentes lugares de la obra de Locke (Mackie, 1976: 1). en la actualidad posee importancia, y lo hace con un estilo entera-
La segunda pauta es la de que, puesto que la razón para exhumar mente contemporáneo, difícilmente podamos afirmar que hemos en-
a los grandes filósofos del pasado es la de que nos ayudan a hallar tendido al filósofo en cuestión o arribado a una interpretación de su
mejores respuestas a nuestras propias preguntas, debemos estar pensamiento, mientras nos limitemos simplemente a explicar y co-
suficientemente preparados para re formular sus pensamientos en mentar la estructura de sus argumentos. No proseguiré aquí con esta
nuestro propio lenguaje, buscando una reconstrucción racional de objeción, pero considero que emprender una discusión es siempre
lo que ellos creían, antes que una imagen, enteramente auténtica discutir con alguien, razonar en favor o en contra de determinada
desde el punto de vista histórico, en la que esos dos proyectos conclusión o de determinado curso de acción. Al ser ello así, la tarea
comienzan a entrar en conflicto. Mackie ofrece nuevamente una afir- de interpretar un texto que contenga tales formas de razonamiento
mación particularmente clara de su cometido al observar que el pro- exigirá de nosotros (para hablar hiperesquemáticamente) que si-
pósito principal de su obra «no es exponer las concepciones de gamos en el enfoque dos líneas que me parecen en última instancia
Locke, o estudiar sus relaciones con sus contemporáneos o cuasi inseparables, si bien a menudo se las separa en forma tal que la
contemporáneos, sino trabajar con vistas a las soluciones de los pro- segunda es omitida. La tarea inicial es obviamente recuperar la sus-
blemas mismos» (Mackie, 1976: 2). tancia del argumento mismo. Si deseamos, empero, llegar a una in-
El valor de la observancia de esas reglas, se nos asegura final- terpretación del texto, a una comprensión de por qué sus contenidos
mente, reside en su capacidad de proporcionarnos un modo fácil y son como son y no de otra manera, nos aguarda aún la ulterior tarea
rápido de repartir nuestra herencia intelectual. Si damos con un de recobrar lo que el autor pueda haber querido decir al argumentar
texto filosófico, o con una sección de un texto interesante por otras en la precisa forma en que lo hizo. Debemos, pues, estar en con-
razones, en el que el autor comienza a discutir un tema que (como diciones de dar cuenta de lo que él hacía al presentar su argumenta-
dice Mackie) «no es para nosotros una cuestión viva», lo procedente ción, esto es, qué serie de conclusiones, qué curso de acción estaba
es cambiarlo de sitio para pasar a estudiarlo bajo un título aparte, apoyando o defendiendo, atacando o rechazando, ridiculizando con
el de <da historia general de las ideas» (Mackíe, 1976: 4). Se consi- ironía, desdeñando con polémico silencio, etcétera, etcétera, a lo lar-
dera que ése es el nombre de una disciplina distinta, que se ocupa go de toda la gama de actos de habla encarnados en el acto, vasta-
con cuestiones de significado «puramente histórico», como opuestas mente complejo, de comunicación intencional que puede decirse
a las de significación «intrínsecamente filosófica»." En ocasiones se que toda obra de razonamiento discursivo comprende.
da a entender firmemente que es difícil entender cómo tales cues- Una de mis dudas acerca del enfoque dominante de que es objeto
tiones (no siendo «vivas») puedan tener en general alguna signifi- la historia de la filosofía, es que sistemáticamente ignora este último
cación. Pero se admite habitualmente que bien pueden encerrar un aspecto de la tarea interpretativa. Paso ahora a mi otra crítica, a la
interés para quienes están interesados en tales cosas. Ellos serán cual me propongo dar un tratamiento mucho más extenso. Esta
precisamente los historiadores de las ideas, los cuales no se entre- crítica afirma que la noción de «relevancia» contenida en el enfoque
garán a investigaciones que revistan importancia alguna para la fi- ortodoxo es innecesariamente restrictiva y, en realidad, filistea. De
losofía. acuerdo con la concepción que he resumido, la historia de la filo-
No deseo, por cierto, poner en tela de juicio la obvia verdad de sofía es «relevante» sólo si podemos utilizarla como un espejo que
que en muchos aspectos de la historia de la filosofía moderna se nos devuelva reflejadas nuestras propias creencias y supuestos. Si
registra una amplia continuidad, de modo tal que en ocasiones po- podemos hacerlo, ello asume «significación intrínsecamente filosófi-
demos aguzar nuestro ingenio discutiendo directamente con quienes ca»; si no lo logramos, subsiste como una cosa «de interés puramente
son nuestros predecesores y nuestros superiores. No obstante, deseo histórico». En pocas palabras: el único modo de aprender del pa-
sugerir que existen al menos dos razones para poner en tela de jui- sado es apropiarse de él. En lugar de eso, me propongo sugerir que
cio la suposición de que debiera escribirse la historia de la filosofía pueden ser precisamente los aspectos del pasado que a primera
como si no fuera realmente historia. Una es que, aun cuando nos vista parecen carecer de relevancia contemporáneamente los que,
sentimos seguros al decir de alguno de los filósofos del pasado que examinados más de cerca, resulten poseer una significación filosófica
habita en un continuo atemporal, y que debate una cuestión que más inmediata. Pues su relevancia puede estribar en el hecho de
que, en lugar de proporcionarnos el placer habitual y cuidadosa-
18. Una afirmación representativa de la cuestión formulada recientemente mente amañado del reconocimiento, nos ponen en condiciones de
en esos exactos términos, puede hallarse por ejemplo en Scruton, 1981, 10-11. retroceder en nuestras creencias y en los conceptos que empleamos
para expresarlas, obligándonos quizás a re considerar, a reformular
238 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA " LA IDEA DE LIBERTAD NEGATIVA 239

o aun (como a continuación procuraré indicar) a abandonar algunas se convirtió en un truismo la afirmación de que -como había soste-
de nuestras convicciones actuales a la luz de esas perspectivas más nido Hobbes- toda teoría de la libertad negativa debe ser en efecto
amplias. una teoría de los derechos individuales," Al llegar a las discusiones
Para abrir la senda hacia esa noción más comprensiva de «rele- actuales hallamos que ese supuesto se halla tan profundamente arrai-
vancia», abogo, pues, por una historia de la filosofía que, en lugar de gado, que en una obra como Anarchy, State and Utopia, de Robert
suministrar reconstrucciones racionales a la luz de los prejuicios Nozíck, se la sienta al comienzo como el único axioma indiscutible
actuales, procure evitar a estos últimos tanto cuanto sea posible. sobre el que después se erige la totalidad del sistema conceptual.v
Es indudable que no se los puede evitar enteramente. Es, con razón, Pero no siempre se ha visto la cuestión bajo esa luz. Como los críti-
un lugar común de las teorías hermenéuticas que, como especial- cos republicanos de Hobbes vanamente intentaban señalar oportuna-
mente Gadamer lo ha destacado, en nuestra aprehensión imaginativa mente, jamás hubo razones para aceptar la falaz tesis de Hobbes de
de textos históricos es fácil que nos hallemos condicionados en una acuerdo con la cual, al analizar la libertad como un derecho, mera-
forma de la que ni siquiera podemos estar seguros de poder llegar mente formulaba definiciones neutrales de términos. Por el contrario,
a ser conscientes. Cuanto propongo es que, en vez de inc1inarnos como en especial James Harrington procuraba sostener en su Ocea-
ante esa limitación y erigirla en principio, debemos luchar contra na, de 1656, cabía ver esa concepción de la libertad no sólo como
ella con todas las armas que los historiadores ya comenzaron a ela- polémica sino como sumamente pobre." Adherirse a ella suponía vol-
borar en sus esfuerzos por reconstruir sin anacronismo las mentali- ver las espaldas a las tradiciones políticas de «los antiguos», especial-
tés extrañas a nosotros de períodos anteriores. mente el ideal del estoicismo romano de la libertad bajo la ley. Tam-
bién suponía -lo cual acarreaba un empobrecimiento aún mayor-
ignorar las lecciones impartidas más recientemente por el discípulo
más versado de losmoralistas romanos, Nicolás Maquiavelo, a quien
III Harrington exaltaba como «el único político de los tiempos poste-
riores», y de cuyos Discursos sobre Tito Livio decía que constituían
el intento más importante de recuperar y de aplicar una compren-
Las observaciones precedentes son excesivamente programáticas sión esencialmente clásica de la libertad política a las condiciones
y pueden sonar algo estridentes. Procuraré ahora darles consistencia de la Europa posterior a la Edad Media (Harrington, 1977: 161-162).
refiriéndolas al caso específico que he planteado, esto es, la cuestión Me hallo plenamente de acuerdo con estos juicios de Harrington
de lo que es posible y no es posible hacer y decir coherentemente -los cuales pronto serían repetidos por Espinoza-, y en lo que
con nuestro concepto de libertad negativa. Como ya lo he insinuado, sigue mi objetivo principal será simplemente el de ampliarlos.P
mi tesis es la siguiente: es menester que miremos más allá de los Esto es, intentaré mostrar que es la del estilo de pensamiento del
confines de las discusiones actuales acerca de la libertad positiva estoicismo romano acerca de la libertad política la tradición que en
versus la libertad negativa, a fin de investigar la totalidad de los
argumentos referentes a la libertad social elaborados en el curso 19. Acerca del trasfondo de este desarrollo, véase Tuck, 1979, donde se ha-
de la filosofía política de la Europa moderna; y que esa indagación llará también una importante discusión acerca de la concepción de Hobbes
nos conducirá a una línea de argumentaciones acerca de la libertad acerca de los derechos individuales. En relación con los mismos supuestos como
negativa que en el curso de la discusión actual ha sido ampliamente trasfondo del pensamiento de Locke, véase Tully, 1980.
20. Así, la frase inicial de Nozick, 1974 reza: «Los individuos tienen dere-
omitida, pero que sirve para arrojar algunas dudas acerca de los chos, y hay cosas que ninguna persona ni ningún grupo pueden hacerles (sin
términos de esa propia discusión. violar sus derechos).» Véase Nozick, 1974,ix.
La perdida línea de argumentación que desearía rehabilitar es la 21. En relación con el trasfondo de esta afirmación, véase Pocock, 1981.
que se halla inserta en la teoría republicana clásica y, especialmente, Pocock se ha esforzado más que nadie por revivir esta perspectiva harringto-
niana y por aclarar sus fuentes en Maquiavelo. Véase Pocock, 1975, a quien
romana, de la ciudadanía, teoría que gozó de un resurgimiento bri- mucho adeudo. En relación con la indicación general que aquí formulo, en el
llante, aunque efímero, en la Europa renacentista antes de ser contra- sentido de que a fin de obtener una perspectiva más crítica acerca de los
dicha y eventualmente eclipsada por los estilos más individualistas supuestos y las creencias actuales debemos volvernos a los momentos históricos
(y, en especial, contractualistas) de razonamiento político que triun- en los que las ortodoxias del presente eran aún heterodoxias, véase también el
trabajo de Charles Taylor incluido en este mismo volumen.
faron en el curso del siglo XVII. El éxito de la teoría opositora, sobre 22. También intento hacerlo, a propósito de otro aspecto de las opiniones
todo en la formulación hecha por enemigos confeso s del republica- de Maquiavelo acerca de la libertad social. en Skinner, 1893, artículo que
nismo clásico como Thomas Hobbes, fue tan completo que pronto puede ser leído como una continuación del presente.

7
LA IDEA DE LIBERTAD NEGATIVA 241
240 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA
secuencia de capítulos, en los cuales considera los fines y los pro-
realidad debemos ante todo recuperar si deseamos hallar un correc- pósitos que los hombres comúnmente persiguen en la sociedad políti-
tivo del dogmatismo referente al tema de la libertad social que ca- ca y, en consecuencia, sus fundamentos para valorar su libertad. No
racterizan tanto al Leviatán de Hobbes como a los escritos de los obstante, con el carácter de un preliminar a esa discusión señala
teóricos más recientes de los derechos naturales o humanos. Y me ante todo que en todas las organizaciones políticas recordadas por
concentraré en los Discursos de Maquiavelo acerca de Tito Livio por la historia han existido siempre dos grupos de ciudadanos, diferen-
ser -para citar el juicio de Espinoza- la reelaboración más útil y ciab1es en líneas generales, que siempre han tenido disposiciones
aguda de la teoría clásica en los anales del pensamiento político mo- (umori) contrapuestas y, por consiguiente, razones diversas para va-
derno (Espinoza, 1958: 313). Me dedicaré, pues, a desarrollar una lorar su libertad de perseguir los fines que han elegido (137). Por
tesis histórica acerca de las intenciones de Maquiavelo en sus Discur- un lado están los grandi, el rico y el poderoso, a quienes en ocasiones
sos y, asimismo, una discusión más general acerca del valor de la Maquiavelo identifica con la nobleza (139). Lo característico es que sus
recuperación de lo que considero que fue la línea de pensamiento principales deseos sean los de alcanzar el poder y la gloria para sí
de Maquiavelo. Mi tesis histórica -a la que por el momento lamen- mismos y evitar la ignominia a todo precio (150, 203). Además, a me-
tablemente sólo puedo aspirar a presentar de manera escueta y nudo desean esos fines con tanta pasión, que los persiguen con in-
programática-c-P es que, si bien puede afirmarse que son por cierto temperancia.é tomando su intemperancia la forma de 10 que Ma-
muchas las cosas que Maquiavelo lleva a cabo en sus Discursos, quiavelo llama ambizione, una tendencia a alcanzar la preeminencia
acaso lo que centralmente le interesa es expresar -en parte para a expensas de cualquier otro (139, 414).26Estas actitudes permiten
ponerla en tela de juicio, pero principalmente para reiterarla- aque- explicar por qué los grandi otorgan un valor tan alto a su libertad
lla concepción de la libertas que había sido fundamental objeto de personal. Pues su principal objetivo es naturalmente mantenerse
preocupación del pensamiento político republicano de los romanos, cuanto es posible libres de toda obstrucción (senza ostaculo) a fin
pero que posteriormente había sido obliterado por la comprensión, de obrar de modo de alcanzar la gloria para sí mismos mediante
muy distinta, de ese concepto que caracteriza a la Edad Media.> la dominación de los otros (176, 236). Como concluye Maquiavelo, una
Ya he sentado mi tesis más general, a saber, la de que la recuperación minoría así «desidera di essere libera per comandare» (176).
de la estructura de esa teoría, hasta donde es posible en sus propios Así como siempre habrá grandi, siempre estará la masa de los
términos, puede ayudarnos a su vez a ampliar nuestra comprensión ciudadanos ordinarios, la plebe o popolo (130). Su principal preocu-
de la libertad negativa. pación será habitualmente sólo la de vivir una vida segura «sin in-
quietudes acerca del libre gozo de su propiedad, sin dudas acerca
del honor de las mujeres y los niños de su familia, sin temor alguno
por ellos mismos» (174). Pero también ellos son proclives a experi-
IV mentar esos deseos apasionadamente y, en consecuencia, a perse-
guirlos con intemperancia. En este caso la tendencia a la intemperan-
cia toma la forma de lo que Maquiavelo llama licenza, «un deseo
En los dos capítulos iniciales del libro primero de sus Discursos excesivo de libertad», un afán por evitar toda intervención en sus
Maquiavelo define lo que significa ser un hombre libre. Pero em- asuntos, aun de parte del gobierno legítimo (134, 139, 227). A con-
prende la discusión fundamental de la libertad social en la ulterior secuencia de ello, también el popo lo muestra una elevada conside-
ración -demasiado elevada en realidad- por su libertad perso-
nal (139). Porque su objetivo fundamental es naturalmente el de
23. Aguardo publicar en breve una monografía acerca de la idea republica-
na de libertad, en la que presentaré y documentaré más acabadamente las dis-
mantenerse libre, hasta donde es posible, de toda forma de interfe-
tintas afirmaciones que aquí debo formular de manera inevitablemente concisa.
Nótese que, en lo que sigue, todas las referencias lo son a Maquiavelo, 1980, y
que todas las traducciones han sido hechas por mí, si bien debo expresar mi 25. Esto es, por lo que Maquiavelo llama métodos straordinari. Nótese que
agradecimiento a Russell Price por su correspondencia acerca de los problemas esos son métodos, como dirían Cicerón o Tito Livio, extra ordinem. Pero obrar
de traducción que plantea el texto de Maquiavelo, correspondencia que ha sido recte et ordine (otra frase favorita de Tito Lívio), es satisfacer uno de los dos
para mí un valioso auxilio. Adviértase también que, debido a que el contexto escritos del obrar temperantia, con templanza. (Véase la nota 32 más abajo.)
indica claramente todas las veces que cito de los Discursos, me ha parecido De ahí que podamos decir que los métodos straordinari son, para Maquiavelo
suficiente consignar la referencia a las páginas de esta fuente dentro de mi lo mismo que para sus fuentes clásicas, casos de intemperancia.
propio texto sin añadir en cada caso «Maquiavelo, 1960". 26. El mejor examen del papel de la ambizione en el conjunto del pensa-
24. Para esta concepción de la libertad política, véase Harding, 1980y las re- miento político de Maquiavelo se lo hallará en Price, 1982.
ferencias indicadas allí.
242 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA

LA IDEA DE LIBERTAD NEGATIVA 243


rencia a fin de pasar sus vidas sin perturbaciones. Según resume,
nuevamente, Maquiavelo, «desiderano la liberta per vivere sicu-
ri» (176). asegure la libertad de perseguirlas, ya sea que los ~bjetivos e.n que
Resultará manifiesto ahora que tal explicación de por qué todos pensamos sean el poder y la gloria para nosotros mismos, o SImple-
los ciudadanos valoran su libertad es al mismo tiempo una expli- mente los de asegurar el goce de nuestra propiedad y de nuestra
cación de lo que Maquiavelo da a entender al hablar de la libertad vida familiar. La pregunta que entonces se plantea es claramente
de los agentes individuales en la sociedad política. Es claro que ésta: ¿en qué forma de organización política po~emos esperar con
piensa que son libres en el sentido de no hallar obstáculos en la mayor confianza que nuestra libertad de perseguir los fines que he-
prosecución de todo fin que ellos hayan decidido fijarse para sí mis- mos elegido sea la más grande? ..
mos. Tal como lo señala en el capítulo inicial del libro primero, ser A título de respuesta a esa pregunta, ~~qUIavelo .mtroduce -:-a
un hombre libre es hallarse en condiciones de actuar «sin depender comienzos del libro segundo-- en su discusión de la libertad SOCIal,
de otros». Es decir, es libre en el sentido «negativo» ordinario de una afirmación inusual pero fundamental. La única forma de orga-
ser independiente de toda limitación impuesta por los demás agentes nización política en la que los ciudadanos pueden ~ener la esper~nza
sociales y, en consecuencia, libre -como añade Maquiavelo en el de conservar toda libertad de perseguir sus propios fines, sostiene,
mismo lugar con referencia a los agentes colectivos- para actuar de será la organización política en la que te~ga s~ntido ~ecir que la
acuerdo con la voluntad y el juicio de uno mismo (126). comunidad misma «vive en un modo de VIda libre». Solo en tales
Es importante subrayar este punto, siquiera porque contradice comunidades pueden los ciudadanos ambiciosos ~ener la espe:~nza
dos afirmaciones sostenidas a menudo por comentadores de los Dis- de alcanzar poder y gloria «ascendiendo por medio d~ su habilidad
cursos. Una es la de que Maquiavelo introduce el fundamental térmi- a posiciones prominentes» (284). Sólo en tales comumdades l?~eden
no «liberta» en su discusión «sin tomarse el trabajo de definirlo», de los miembros ordinarios del popolo tener la esperanza de VIVIren
manera que el sentido de esa palabra aparece sólo gradualmente en la seguridad «sin inquietud alguna porque su proI?iedad. les sea
el curso de la argumentación.v La otra es la de que, apenas co- quitada» (284). Sólo en una comunidad libre, en un vzvere libero, es
mienza Maquiavelo a aclarar su significado, se trasluce que el término posible gozar libremente de tales beneficios (174). ..
«libertad», tal como él lo usa, «no tiene el sentido» que en la actua- Pero, ¿qué es lo que Maquiavelo quiere deCIr al predicar la ~lber-
lidad debiéramos asignarle; por el contrario, «debe tomárselo en un tad de una comunidad en su conjunto? Corno lo aclara al comienzo
sentido completamente distinto s.> del libro primero, lo que entiende por el término «liberta~» cuan~o
Ninguna de esas dos afirmaciones parece hallarse garantizada. lo emplea en esa forma, es exactamente lo mismo que quiere decir
Como acabamos de observar, Maquiavelo comienza por sentar exac- cuando habla de la libertad de los cuerpos naturales como, oP'7estos
tamente qué es lo que quiere dar a entender cuando habla de liber- a los cuerpos sociales. Es una ciudad libre la que «no est~ sujeta a
tad individual: entiende por ella ausencia de constricción, en especial, la supervisión de ninguna otra», y, por t~nt~, es capaz, debido a que
ausencia de toda limitación impuesta por otros agentes sociales a no está constreñida, «de gobernarse a SI misma de acuerdo con su
la propia capacidad de actuar de manera independiente en la pro- propia voluntad» y de obrar en la consecución de los fines que ha
secución de los objetivos que uno ha elegido. Pero como hemos visto elegido (129). .. . .
al comienzo, no hay en modo alguno nada inhabitual en la atribución Al reunir estas dos afirmaciones llegamos a la siguiente teSIS. de
de ese sentido particular al término «libertad». Hablar de la libertad acuerdo con Maquiavelo, el goce continuo de l~ liberta~ pe:sonal
como cuestión de ser independiente de otros agentes sociales y, es sólo posible para los miembros de una co~umdad auta~qUIca ~n
en consecuencia, de ser capaz de perseguir los propios fines, es re- la que la voluntad del cuerpo político determma sus propias acero-
petir una de las fórmulas más conocidas entre las empleadas por los nes, las acciones de la comunidad como un todo. , .
teóricos contemporáneos de la libertad negativa, con cuya estructura Resta preguntar cuál es la forma de gobierno mas .apropIada para
fundamental de análisis Maquiavelo no parece discrepar en absoluto. mantener tal vive re libero o libertad política. Maq~l1avelo cree que
Puesto que son muchas las metas que nos proponemos perseguir, es posible, al menos teóricamente, que u~a c?IDumdad !50ce de un
obviamente nos interesará en la forma de comunidad que mejor nos modo de vida libre bajo una forma monárquica de gobierno. Pues
no hay en principio razón alguna por la que un rey no haya de orga-
27. Renaudet, 1956, 186. Un juicio similar se hallará en Pocock, 1975, 196; nizar las leyes de su reino en forma tal que reflejen la voluntad ge-
Cadoni, 1962, 462n; Colish, 1971, 323-324.
neral -y sirvan por tanto a la promoción del bien común- de la
28. Guillemain, 1977, 321; Cadoni, 1962, 482. Juicios similares se hallan en
Hexter, 1979, 293-294; Prezzolini, 1968, 63. comunidad como un todo." No obstante, insiste en general en que

29. En relación con esta posibilidad, véase Maquiavelo, 1960, 154, 193-194.
LA IDEA DE LIBERTAD NEGATIVA 245
244 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA

la dirige exitosamente, puesto que toma la forma de una libido do-


«sin duda ese ideal del bien común propiamente es servido sólo en minandi, un placer en ejercer coerción sobre los otros y utilizarlos
las repúblicas, en las que únicamente se sigue todo lo que tiende como medios para los propios fines. A continuación es menester re-
a promoverlo» (280). De acuerdo con ello, la formulación más pre- conocer que, según Maquiavelo, esa disposición a actuar ambiciosa-
cisa de la tesis de Maquiavelo es la siguiente: sólo los que viven mente surge de dos maneras distintas, ninguna de las cuales pode-
bajo formas republicanas de gobierno pueden tener la esperanza de mos tener la esperanza de derrotar, a no ser que seamos miembros
conservar todo elemento de la libertad personal para perseguir los de una comunidad autárquica.
fines que han elegido, ya sea que estos fines supongan la adquisición Ya hemos tropezado con una de esas dos maneras. Surge -para
de poder y de gloria, o meramente la preservación de la seguridad utilizar la terminología de Maquiavelo- «desde dentro» de una
y del bienestar. Como señala en un fundamental resumen a comien- comunidad y refleja el deseo de los grandi de lograr poder mediante
zos del libro segundo, ello permite «comprender fácilmente por qué la opresión de sus conciudadanos. Es ésta una amenaza insuprimible,
en todos los pueblos brota una inclinación hacia el vivere libero». pues siempre se encuentra grandi entre nosotros, y están invariable-
Porque la experiencia nos dice que, ya sea que estemos interesados mente dispuestos a perseguir aquellos fines egoístas. Es caracterís-
en el poder y en la gloria, o meramente en la segura acumulación co que procuren obtener tales fines congregando en torno de sí gru-
de riqueza, siempre será mejor para nosotros vivir en esa organiza- pos de partigiani, o partidarios, y aspirando a emplear esas «fuerzas
ción política, en razón de que «ninguna ciudad ha sido jamás capaz privadas» para arrebatar el manejo del gobierno de manos de la
de expandirse en cualquiera de esos dos aspectos -en poder o en comunidad y apoderarse del poder (por ejemplo, 452, 464). Maquia-
riqueza- si no han sido state in liberta» (280). velo distingue tres modos principales según los cuales los grandi
Esta conclusión -la de que la libertad personal sólo puede ha- se conducen habitualmente para obtener esos partidarios. Pueden
llarse plenamente garantizada en una forma autárquica de comunidad procurar ser reelectos para las funciones públicas por períodos de-
republicana- representa el núcleo y el nervio de todas las teorías masiado prolongados y convertirse así en fuentes de creciente pa-
republicanas clásicas de la ciudadanía. No obstante, los defensores tronazgo y, asimismo, en objeto de creciente lealtad personal (por
más recientes de la libertad negativa habitualmente la han desdeña- ejemplo, 452-453,455-456).Pueden gastar su excepcional riqueza para
do como un manifiesto absurdo. Hobbes, por ejemplo, procura des- lograr el apoyo y el favor del popo lo a expensas del interés público
hacerse de ella mediante el típico recurso de una afirmación cate- (463-464). O pueden emplear su elevada posición social y su repu-
górica, señalando en el Leviatán que «ya sea el Estado monárquico tación para intimidar a sus conciudadanos y persuadirlos de que
o popular, la libertad sigue siendo la misma» (Hobbes, 1968: 266). adopten medidas que conducen a la promoción de las ambiciones
y su tesis ha sido a su vez repetida por la mayoría de los defen- particulares más que a la del bien de la comunidad como un todo
sores de la libertad negativa en el curso de la discusión contempo- (por ejemplo, 207, 236). En todos los casos se produce la misma reac-
ránea. Nuestra próxima tarea ha de ser, pues, examinar las razones ción en cadena: «de los partidarios surgen en las ciudades las fac-
que Maquiavelo ofrece para insistir, en cambio, en que la preserva- ciones, y de las facciones su ruina» (148). La moraleja es que «a no
ción de la libertad negativa en realidad exige la manutención de un ser que la ciudad se esfuerce por idear distintos modos y medios
tipo particular de régimen. para doblegar la ambizione de los grandi, éstos rápidamente la lle-
varán a la ruina» y «la reducirán a la servidumbre» (218).
De la otra forma de la ambizione que describe dice Maquiavelo
que surge y amenaza a las comunidades libres «desde afuera». En
v este punto la penetrante imagen del cuerpo político en acción sus-
tenta todo el peso del argumento. Pues se dice que el paralelo entre
los cuerpos naturales y los cuerpos sociales se extiende hasta el he-
La clave del razonamiento de Maquiavelo en esta fase puede ser cho de que tienen las mismas disposiciones. Tal como alguno indi-
hallada en su explicación acerca del lugar de la ambizione en la vida viduos aspiran a una vida calma, en tanto otros van en busca del
política. Como ya hemos visto, él cree que el ejercicio de la ambición poder y de la gloria, de igual modo ocurre con los cuerpos políticos:
es invariablemente fatal para la libertad de aquel contra quien se algunos se limitan a «vivir en calma y gozar de su libertad dentro
de sus propios límites», pero otros tienen la ambición de dominar
a sus vecinos y de obligalos a actuar como Estados clientes (por
388-390; una excelente discusión acerca de este punto se hallará en Colish, ejemplo, 334-335). Como siempre, la antigua Roma es mencionada
1971, 345.
246 LA FILOSOFíA EN LA HISTORIA LA IDEA DE LIBERTAD NEGATIVA 247

como la mejor ilustración de esta verdad general. Debido a la ambi- dispuesto a combatir hasta la muerte (213; cf. 303, 369). Por cierto,
zione los romanos llevaron continuamente la guerra contra los pue- Maquiavelo no dice con ello que una ciudad que defiende su cuerpo
blos que los rodeaban, logrando su propia «suprema grandeza», su con sus propias armas garantizará entonces a los ciudadanos su
propio poder y su propia gloria, mediante la conquista de cada uno libertad. Frente a una superioridad extraordinaria, como la que los
de sus pueblos vecinos uno por uno, despojándolos de su liberta samnitas comprobaron al combatir contra Roma, no hay en definiti-
y sometiéndolos a Roma (por ejemplo, 279, 294). va esperanza alguna de evitar la servidumbre (279, 285). Pero sí nos
Lo mismo que en los individuos grandi, esta disposición a actuar advierte que, si no estamos personalmente dispuestos a contribuir a
ambiciosamente es, en las comunidades consideradas en su conjunto, la defensa de nuestra comunidad contra la agresión externa, "la
a la vez natural e insuprimible. Algunas comunidades jamás están dejaremos expuesta como presa de quien decida atacarla», a conse-
«satisfechas con limitarse a sí misma», sino que siempre están «bus- cuencia de lo cual antes de lo que se supone nos veremos esclavi-
cando dominar a otras», de lo cual se sigue que «monarcas y re- zados (144; véase 304-306, 369).
públicas vecinas siempre experimentan un natural aborrecimiento Entre las cualidades personales que debemos cultivar para de-
recíproco, producto de esa ambizione di dominare» (219, 426). Ade- fender nuestra libertad con mayor eficacia, Maquiavelo destaca ante
más, tal como los clientes de los ambiciosos grandi se encuentran todo dos. En primer lugar, debemos ser sabios. Pero la sabiduría que
obligados a servir a los fines de su protector, de igual modo los necesitamos no es en modo alguno la del sabio consciente y juicioso,
ciudadano de un Estado que se convierte en cliente de otro per- los savi a los que Maquiavelo (siguiendo a Tito Livio) trata general-
derán automáticamente su libertad personal, porque se verán obli- mente con ironía. Ser savio es, por lo común, carecer precisamente
gados a ejecutar lo que manda quien los ha conquistado, apenas su de aquellas cualidades de sabiduría que son realmente esenciales en
comunidad es reducida a la servidumbre (por ejemplo, 129, 334-335, las cuestiones militares y, en realidad, también en las civiles (349,
426). Se sigue de ello que toda ciudad que desee preservar su liber- 361). Las cualidades relevantes son las necesarias para elaborar jui-
tad siempre debe estar preparada para conquistar a otras, porque cios prácticos, el cálculo cuidadoso y eficaz de las posibilidades y de
«a no ser que uno esté preparado para atacar, se correrá el riesgo los resultados. Son, en una palabra, las cualidades de la prudenza.
de ser atacado» (199, 335). La moraleja es en este caso que «nunca Cuando marchamos a la guerra la prudencia nos indica cómo debe-
se puede tener la esperanza de hallarse seguro, salvo mediante el mos conducir la campaña, cómo sobrellevar los cambios de fortuna
ejercicio del poder» (127). (por ejemplo, 302, 314, 362). Es. una de las cualidades por las que
Existen, en resumen, dos amenazas tanto contra la libertad per- los grandes comandantes militares siempre se han distinguido, jefes
sonal como contra la cívica, las cuales surgen de la omnipresencia como Tulio y Camilo, decisivos los dos para el éxito inicial de Roma,
de la ambizione. ¿Cómo se las puede combatir? Considérese en pri- cada uno de los cuales fue prudentissimo en el ejercicio del mando
mer término el peligro de «la servidumbre que surge desde fuera». (186, 428).
Para hacer frente a esa amenaza, los miembros de una comunidad La otra cualidad indispensable para la defensa eficaz es por
libre deben, naturalmente, seguir los métodos correctos y cultivar supuesto el animo, la valentía, a la que Maquiavelo en ocasiones aso-
las cualidades apropiadas para una defensa eficaz. Maquiavelo con- cia con la ostinazione, firme determinación y perseverancia. La va-
sidera que unos y otras son los mismos tanto para los cuerpos polí- lentía es el otro atributo fundamental de los más grandes jefes mi-
ticos como para los naturales. El método correcto es establecer dis- litares, como Maquiavelo reiteradamente señala al referirse a los
posiciones militares para asegurar «que los ciudadanos obren como éxitos militares de la Roma de los primeros tiempos. Cuando Cin-
defensores de su propia libertad»; por tanto, alejarlos de la adop- cinato, por ejemplo, abandonó el arado al ser llamado para organizar
ción de la desidiosa y afeminada alternativa de contratar a otros o la defensa de su ciudad, asumió la dictadura, reunió un ejército,
de confiarse en otros para que combatan en su ayuda (186-189). Con- avanzó y derrotó al enemigo en un lapso dramáticamente breve. La
fiar en mercenarios, según advierte reiteradamente Maquiavelo, es cualidad a la que debe esa victoria es la grandezza dello animo, su
la forma segura de provocar la ruina de una ciudad y de perder la gran valentía. «Nada en el mundo lo amedrentó, nada lo alarmó o lo
propia libertad, sencillamente porque el único motivo para combatir confundió en modo alguno» (458). La valentía es también la cuali-
«es la pequeña monta de la paga que se les da». Ello significa que dad que ante todo debe insuflarse en cada uno de los soldados
«nunca serán leales, nunca serán amigos de uno al punto de perder si ha de obtenerse la victoria. Nada es más letal, nada puede aca-
sus vidas por la causa de uno». En cambio, un ejército de ciudada- rrear más fácilmente una «franca derrota» que «el accidente que
nos siempre se esforzará por alcanzar la gloria en el ataque y por tiene el efecto de quitar a un ejército su valentía» y dejarlo aterra-
conservar su libertad en la defensa, y, por tanto, estará mucho más do (487). Como nos lo recuerda ante todo la conducta de los france-
248 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
o LA IDEA DE LIBERTAD NEGATIVA 249
ses en la batalla, la «impetuosidad natural» jamás es suficiente; lo
que se requiere es una impetuosidad disciplinada por la perseveran- comunidad, deben ser hombres de prudencia. Si nos preguntamos,
cia o, en una palabra, valentía (484). por ejemplo, cómo fue capaz la antigua Roma de instituir «todas las
Aun cuando se haya combatido exitosamente la ambición «exter- leyes necesarias para preservar su libertad» durante tanto tiempo,
na», subsiste el peligro, más insidioso, de que la misma malvada dis- hallaremos que la ciudad fue permanentemente organizada y reor-
posición surja «desde dentro» de la ciudad, en los pechos de los ganizada «por muchísimos hombres que eran prudenti», y que ese
ciudadanos que la conducen, y nos reduzca así a la servidumbre. hecho es la clave para explicar su éxito (241-244).
¿De qué modo se la puede prevenir? Maquiavelo arguye nuevamente La otra cualidad que todo ciudadano debe cultivar es el deseo
que, en primera instancia, ello es cuestión de establecer las reglas y de evitar toda forma de conducta intemperante y desordenada, ase-
las disposiciones correctas y alude nuevamente a la metáfora del gurando con ello que las cuestiones cívicas sean debatidas y decididas
cuerpo político al indicar cuáles son las leyes que se requieren. en un estilo ordenado, bien temperado. En este punto, recogiendo el
Deben ser tales que impidan que cualquier miembro del cuerpo en ideal romano de la temperantia, Maquiavelo sigue de cerca sus fuen-
particular ejerza una influencia indebida o coercitiva sobre su vo- tes clásicas -especialmente Tito Livio y Cicerón- y divide su dis-
luntad. Pero ello quiere decir que si las leyes que gobiernan la con- cusión en dos partes. Uno de los aspectos de la temperantia, como
ducta de la comunidad han de expresar su voluntad general, y no lo había explicado Cicerón en De Oiticiis, consiste en el conjunto
meramente la voluntad de su parte activa y más ambiciosa, deben de cualidades que un ciudadano debe adquirir para deliberar y actuar
existir antes que nada leyes e instituciones capaces de servir como verdaderamente a la manera de un hombre de Estado. Y la más
un temperamento -un instrumento para atemperar, un freno- para importante de ellas, según afirma con insistencia, son modestia y
controlar la ambizione egoísta de los ricos y de la nobleza (423). Pues, moderatio.» Maquiavelo está enteramente de acuerdo en ello. «El
como afirma reiteradamente Maquiavelo -recurriendo a una metá- consejero no tiene otra forma de actuar aparte de la de hacerlo
fora muy empleada por Virgilio, al igual que por Tito Livio y por moderatamente» y «defender sus opiniones desapasionadamente y
Cicerón-, si los grandes no son «refrenados», si no se les «pone con modestia» (482). La otra existencia de la temperantia, como había
freno» (a freno), su natural intemperancia rápidamente conducirá añadido Cicerón (1. 40. 142), es la de que todos deben comportarse
a desordenados y tiránico s resultados.v «con orden» (ordine), sentimiento que se reencuentra en la insisten-
Finalmente, tanto en las cuestiones civiles como en las militares cia de Tito Livio en que es necesario actuar recte et ordine, de ma-
existen ciertas cualidades que todos los ciudadanos deben cultivar nera recta y ordenada.P Una vez más Maquiavelo está enteramente
para que actúen como vigilantes guardianes de su propia libertad. de acuerdo. Para conservar un vive re libero los ciudadanos deben
Otra vez destaca Maquiavelo dos de ellas. Nuevamente afirma que la evitar todo disordine y comportarse ordinariamente, de manera orde-
primera es la sabiduría, pero, una vez más, esa sabiduría no es la del nada. Si se permiten los métodos intemperantes y desordenados
sabio profesional. Más bien se trata de la sabiduría mundana o la (modi straordinari), de ello resultará la tiranía; pero mientras se
prudencia del hombre de Estado experimentado, el hombre de capa- sigan métodos temperados (modi ordinari), puede preservarse exito-
cidad práctica para juzgar cuál es el mejor curso de acción y para samente la libertad durante largos períodos de tiempo (146-149;
seguirlo. No se afirma meramente que esta cualidad sea indispensa- cf. 188, 191, 242, 244).
ble para una conducción política eficaz; es también una de las tesis Maquiavelo nos ayuda resumiendo toda su argumentación hacia
centrales de la teoría política de Maquiavelo que jamás puede una el final del libro primero, en el curso de su explicación de por qué
comunidad tener esperanzas de estar «bien ordenada» si no es pues- cree que las ciudades de Toscana «fácilmente habrían introducido un
ta en orden por un prudente ordinatore, por un sabio mundano que vivere civile» con sólo haber surgido un hombre prudente (un uomo
organice su vida cívica (129-130, 153, 480). Aparte de ello, no es me- prudente) para guiarlos «con un conocimiento de la política antigua».
nos decisivo que todos los ciudadanos que aspiren a intervenir en Como fundamentos de ese juicio señala el hecho de que los miem-
el gobierno, a colaborar en el sustentamiento de la libertad de su bros de las comunidades en cuestión siempre han exhibido animo,
valentía, y ordine, temperancia y orden. De lo cual se sigue que con
30. Véase Maquiavelo, 1960, 136 Y también 142, 179-180,218, 229-231,243-244, sólo haber añadido el faltan te ingrediente de un conductor prudente
257, 314. En relación con la idea clásica de temperamentum que Maquiavelo «habrían sido capaces de conservar su libertad» (257).
también cita, véase Cicerón, De legibus, 111, 10, 24. Respecto de la imagen del
freno, véase Virgilio, Eneida, 1, 541 (lugar al que Maquiavelo parece aludir
en 173) y 1, 523. En relación con el uso de la misma metáfora en Tito Livio,
Ab urbe condita, véase por ejemplo, 26, 29, 7. 31. Cicerón, De Oiiiciis, 1, 27, 93; véase también 1, 27, 96; 1, 40, 143; 1, 45, 159.
32. Por ejemplo, Tito Livio, Ab urbe condita, 24, 31, 7; 28, 39, 18; 30, 17, 12.
,
250 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA I-A IDEA DE LIBERTAD NEGATIVA 251

pensamiento republicano clásico, ello no equivale a formular una


paradoja, sino una verdad perfectamente cierta. Para un autor como
Maquiavelo la libertad de cada uno de los ciudadanos depende en
VI primer término de su capacidad de combatir «la servidumbre que
viene de afuera». Pero ello sólo puede hacerse si desean emprender
ellos mismos la defensa de su propia organización política. Se sigue
Hobbes asegura en su Leviatán que de ello que la disposición a ofrecerse como voluntario para el servi-
cio activo, incorporarse al servicio armado, llevar a cabo el propio
la libertad de la que se hace frecuente y elogiosa mencion en las servicio militar, constituye una condición necesaria para conservar
historias y en la filosofía de los griegos y de los romanos de la la propia libertad individual a salvo de la servidumbre. Si no nos pre-
Antigüedad y en los escritos y los discursos de los que han reci- paramos para actuar como «los que con sus propias armas conser-
bido de ellos toda su instrucción en la política, no es la libertad varon la libertad de Roma» y «estamos dispuestos a actuar de ese
de los particulares sino la libertad del Estado (Hobbes, 1968: 266). modo para defender nuestra patria», seremos conquistados y esclavi-
zados (237, 283).
Ahora podemos ver, sin embargo, que Hobbes o bien no comprendió Para Maquiavelo la libertad personal depende también de que
el quid del argumento republicano clásico que he procurado recons- se impida que los grandi fuercen al popolo a servir a sus fines. Pero
truir, o bien (lo cual constituye una hipótesis mucho más probable) la única manera de impedir que ocurra tal cosa es organizar el
intenta deliberadamente distorsionarlo. Porque el punto central de Estado en forma tal que cada ciudadano sea igualmente capaz de
aquel argumento es ciertamente que la libertad del Estado y la li- desempeñar un papel en la decisión de las acciones del cuerpo po-
bertad de los particulares no pueden ser consideradas por separado, lítico como un todo. Esto a su vez quiere decir que la disposición
en la forma en que Hobbes y sus epígonos entre los teóricos contem- a servir en las funciones públicas, a llevar adelante una vida de ser-
poráneos de la libertad negativa, han supuesto. La esencia de la tesis vicio público, a realizar servicios públicos voluntariamente, consti-
republicana es que, a no ser que se mantenga una organización po- tuye otra condición necesaria para mantener la propia libertad. Sólo
lítica «en un estado de libertad» (en el sentido negativo corriente de si estamos dispuestos «a actuar en favor de lo público» (452), «a
hallarse libre de toda constricción para actuar de acuerdo con la hacer el bien para la comunidad» (155), a «promover» y «actuar en
propia voluntad), los miembros de tal cuerpo político se verán des- beneficio» del bien común (153-154), a observar y seguir cuanto se
pojados de su libertad personal (una vez más en el sentido nega- necesita para apoyarlo (280), tendremos esperanzas de evitar un
tivo corriente de perder la libertad de perseguir los propios fines). estado de tiranía y de dependencia personal.
Los fundamentos de esta conclusión son que, tan pronto como un Ya Cicerón había señalado en De Oijiciis (1. 10. 31) que sólo es
cuerpo político pierde su capacidad de actuar de acuerdo con su posible preservar la libertad individual y cívica si communi utilitati
voluntad general y pasa a estar sometido a la voluntad de sus propios serviatur, si obramos «como esclavos del interés público». Y en Tito
grandi ambiciosos o a la de alguna comunidad vecina ambiciosa, sus Livio se reitera con frecuencia el llamativo empleo del mismo voca-
ciudadanos se verán tratados como medios al servicio de los fines bulario de la esclavitud para describir la condición de la libertad po-
de sus dominadores y perderán por tanto la libertad de perseguir sus Iítica.P Maquiavelo simplemente reitera el mismo oxímoron clásico:
propios objetivos. Por tanto, la esclavización de una comunidad el precio que tenemos. que pagar para gozar de determinado grado
acarrea inevitablemente la pérdida de la libertad individual; inversa- de libertad personal con determinado grado de seguridad constante,
mente, la libertad de los particulares, pace Hobbes, sólo puede ser es la servidumbre pública voluntaria.
asegurada en un Estado libre. Paso ahora a la otra afirmación que, de acuerdo con lo que los
Además, comprender este punto es, a la vez, ver que no hay difi- autores contemporáneos generalmente sostienen, es incompatible con
cultad alguna en defender las afirmaciones acerca de la libertad un análisis negativo de la libertad individual. Es la afirmación, rela-
social que, como hemos visto al comienzo, los filósofos contemporá- cionada con la precedente, de que los atributos que se requieren en
neos propenden a estigmatizar de paradójicas o, al menos, de incom- cada ciudadano en particular para llevar a cabo aquellos servicios
patibles con una concepción negativa de la libertad individual. públicos, deben ser, en efecto, las virtudes, y que, por tanto, sólo
La primera era la sugerencia de que sólo los que de todo corazón los que obran virtuosamente son capaces de asegurar su propia li-
se ponen al servicio de su comunidad son capaces de asegurar su
propia libertad. Podemos ver ahora que, desde la perspectiva del 33. Por ejemplo, Tito Livio, Ab urbe condita, S, 10, 5.
LA IDEA DE LIBERTAD NEGATIVA 253
252 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
de promover el bien común y, por tanto, de sostener nuestra propia
bertad. Si volvemos a la explicación de Maquiavelo acerca de las cua- libertad (1. 14.43; cf. III. 10.40-111. 25.96).
lidades que es menester cultivar para servir al Estado tanto en la Maquiavelo está enteramente de acuerdo con esta explicación acer-
guerra como en la paz, vemos que también ésta se presenta, desde la ca de lo que constituye la virtud de la justicia. Pero rec~laza cate-
perspectiva del pensamiento republicano clásico, como una verdad góricamente la decisiva afirmación de que la observancia de esa
perfectamente cierta. virtud favorece invariablemente al bien común. Considera que ello es
Se nos dice que necesitamos ante todo tres cualidades: valentía, un error manifiesto y desastroso, y su juicio divergente nos con?~ce
para defender nuestra libertad; templanza y orden, para mantener al núcleo de su originalidad y de su carácter subversivo como teo~Ico
un gobierno libre; prudencia, para hacer que tanto las empresas ci- de la política. En primer término, Maquiavelo responde establecien-
viles como las militares alcancen la mayor eficacia. Pero al señalar do una firme distinción entre la justicia en la guerra y en l.a 'pa~,
estos atributos Maquiavelo invoca ciertamente tres de las cuatro sosteniendo que con frecuencia en la guerra ambas formas de lntU~ta
virtudes «cardinales» enumeradas por los historiadores y por los son indispensables. El engaño suele ser decisivo para obtene~ la VIC-
moralistas romanos, todos los cuales coinciden en que -para citar toria, y es absurdo considerar que pueda disminuir la glona ~493-
la formulación de Cicerón en De inventione- el concepto global de 494). Ello no es menos cierto a propósito de la crueldad, cualId~d
la virtus generalis se divide en cuatro componentes, y que éstos son que caracterizó a los más grandes generales romanos, como Camilo
«prudencia, justicia, valentía y templanza» (ll. 53. 159). Además, como y Manlio, y que resultó vital en el caso de uno y de otr~ para que ~o-
hemos visto, Maquiavelo adhiere a las dos tesis fundamentales que grasen el éxito (488-454). Las mismas enseñanzas se aplican, ademas,
los teóricos republicanos clásicos habían propugnado en relación casi con la misma fuerza a los asuntos civiles. El fraude, aunque en
con la significación de esas cualidades, tesis que encuentran su de- este caso es reprobable, suele ser no obstante esencial para reali~ar
sarrollo más sistemático en el De Officiis de Cicerón. Una de ellas grandes cosas (311-312, 493). Y si bien la crueldad I?uede s~r temda
es la de que esas cuatro cualidades son precisamente los atributos asimismo como una acusación contra quien la practica, es innegable
que es menester que adquiramos para cumplir con nuestros deberes que a menudo se la tendrá que practicar, y.que sieIn:pre habrá que
terrenales más elevados, los de servir a la comunidad en la guerra perdonada para preservar exitosamente la VIda y la Iibertad de una
y en la paz; la otra es la de que nuestra capacidad para asegurar comunidad libre (153-154, 175, 311-312, 468, 494-495). .
tanto nuestra libertad como la de nuestra patria depende enteramen- Ello representa una ruptura con el análisis republicano cláSICO
te de nuestra voluntaria disposición para realizar aquellos officia. de las virtudes cardinales, ruptura que señala el comienzo de una
Es verdad, por cierto, que el análisis de Maquiavelo difiere del nueva época; difícilmente pueda exagerar se su carácter de ruptura
de Cicerón en un respecto sumamente importante. Porque introduce repentina y completa. Pero es casi tan important~ como eso destacar
tácitamente una alteración -pequeña en apariencia, pero de extraor- que ése representa el único desacuer?? ,de MaqUl~ve,lo con sus auto-
dinaria significación- en el análisis clásico de las virtudes requeridas ridades clásicas. El resto de sus análisis de la virtú y de sus rela-
para servir a las communes utilitates: elimina la cualidad de la jus- ciones con la liberta. son de carácter impecablemente ciceroniano. No
ticia, la cualidad que en De Oiiiciis Cicerón presentaba como el es- sólo centra su elaboración en torno de las cualidades de la va-
plendor que corona a la virtud (1. 7. 20). lentía, la templanza y la prudencia; regularmente menciona es<?s,atri-
Ello no significa que Maquiavelo omita en sus Discursos la dis- butos como elementos de la virtud y, asimismo, como precondiciones
cusión del concepto de justicia. En realidad va siguiendo el análisis de la libertad. Cuando se presenta al general de todo un ejérci-
ciceroniano de ese concepto casi palabra por palabra. Cicerón sos- to como un hombre que demuestra tener animo, se dice también
tiene en De Oiticiis que la esencia de la justicia consiste en evitar la de él que pone de manifiesto un elemento de la .virtu (por e~em-
iniuria, la ofensa contraria al ius, esto es, al derecho (1. 7. 20). Esa plo, 231, 310, 484-485). También cuando una comumda~ y sus mIe.m-
ofensa puede tener lugar de dos modos: como resultado del engaño bros alcanzan la nota del ordine, de estar bene ordinata, se dice
o como resultado de la crueldad y la violencia «brutal» e «inhuma- que están en posesión de un elemento de la virtü (por ejemplo, 379-
na» (1. 11. 35-35; 1. 13. 40-41). La observancia de los dictados de la 380), Cuando se exalta a jefes militares y civiles debido a un obrar
justicia consiste, pues, en evitar esos dos vicios, y tal deber nos toca virtuoso se lo hace porque han demostrado excepcional prudenza
de igual modo en todo momento. Porque en la guerra debe mante- (por eje~plo, 127-129, 186, 454).. En todos e.sos casos, las cualidades
nerse la buena fe y evitar la crueldad no en menor medida que en la que aseguran la libertad son VIrtudes cardinales.
paz (1. 11. 34-37). Por último, se afirma que la observancia de esos Lo que hacemos no es, por cierto,. of~ecer una lectur~ ~rtod~~a
deberes es en nuestro interés. Si obramos injustamente no sólo nos de la concepción de Maquiavelo del significado y de la significación
privaremos del honor y de la gloria: debilitaremos nuestra capacidad
254 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA LA IDEA DE LIBERTAD NEGATIVA

de la virta. Chabod resume el modo de ver más corriente acerca de


este tema al declarar que «virtic no es en Maquiavelo una cualidad
"moral" como lo es para nosotros; se refiere, más bien, a la pose-
sión de energía o de capacidad para decidir y para actuar» (Chabod, VII
1964: 248). Pero no estoy negando tal cosa; hasta ahí, esa afirmación
es por cierto correcta. El empleo más amplio que Maquiavelo hace
consistentemente del término virtii se registra allí donde se refiere Me propongo ahora, a la luz del precedente intento de esbozar
a los medios a través de los cuales obtenemos resultados particulares; la estructura de una teoría republicana clásica de la libertad, vol-
los medios, como aún decimos, en virtud de los cuales se llega a ellos verme a las discusiones actuales acerca de la idea de libertad nega-
(por ejemplo, 172, 295, 354, 381). A consecuencia de ello, cuando en tiva de la que he partido. Concluiré finalmente con la sugerencia de
los Discursos pasa a hablar de los resultados que más interés revisten que los materiales históricos que he presentado son relevantes para
para él en esa obra -la preservación de la libertad y el logro de esas discusiones en dos sentidos, relacionados entre sí.
la grandeza cívica-, emplea consistentemente el término virtü para Ellos nos muestran, en primer lugar, que los términos del debate
designar las cualidades humanas requeridas para poder alcanzar esos contemporáneo se han tornado confusos. Todas las partes concuer-
objetivos. Por tanto, al hablar de virta en tales contextos habla de dan en que una teoría de la libertad que pone en relación la
habilidades, talentos, capacidades. A propósito de generales y de idea de libertad social con la realización de actos virtuosos de ser-
ejércitos, suele observar que la cualidad que los pone en condicio- vicio público, tendría que comenzar por establecer determinados fi-
nes de vencer a los enemigos, de alcanzar grandes victorias, es su nes como fines racionales que todos han de perseguir, y que debiera
virtü (por ejemplo, 184, 279, 452). Y al discutir el papel de la virtü entonces establecer que la obtención de esos fines nos pondría en
en los asuntos civiles, emplea de igual manera el término para de- posesión de nuestra libertad en el sentido más pleno o más verda-
signar los talentos requeridos para fundar ciudades, imponer en ellas dero. Por cierto, ésa es una manera de poner en conexión los con-
una administración ordenada, impedir las disensiones, evitar la co- ceptos de libertad, virtud y servicio. Generalmente se sostiene (aun-
rrupción, conservar una hegemonía decisiva, y apoyar todas las de- que, creo, en forma errónea) 35 que ése es el proceder de Espinoza
más artes de la paz (por ejemplo, 127, 154, 178-179). en el Tractatus Politicus, y ciertamente parece ser el de Rousseau en
La objeción que formulo a análisis como el de Chabod es que no el Contrato Social. No es, empero, la única forma de proceder, como
avanzan lo suficiente.>' Debemos aún preguntarnos por la naturaleza los filósofos analíticos de la actualidad propenden a suponer. En una
de los talentos o las capacidades que permiten alcanzar grandes re- teoría como la de Maquiavelo el punto de partida no es una repre-
sultados en los asuntos civiles y militares. Y si profundizamos esta sentación de la eudaimonia o de los intereses humanos reales, sino
segunda cuestión, hallamos, como hemos visto, que la respuesta de simplemente una concepción de los «humores» que nos impelen a
Maquíavelo nos llega en dos partes. Por un lado se nos exige cierta elegir y a perseguir nuestros variados fines. De tal modo, Maquiave-
insensibilidad, cierta disposición a hacer a un lado las exigencias de 10 no se opone a la suposición hobbesiana de que el término «liber-
la justicia y a actuar con crueldad y perfidia cuando ello es nece- tad» designa propiamente la capacidad de perseguir tales fines sin
sario para favorecer al bien común. Pero por otro lado se nos dice impedimentos. Sencillamente sostiene que tras un detenido examen
que las demás cualidades que debemos poseer son la valentía, la se advierte que tanto la realización de servicios públicos como el
templanza y la prudencia. En el corazón de la teoría política de Ma- cultivo de las virtudes requeridas para ella, son instrumentos nece-
quiavelo hay por consiguiente, un mensaje puramente clásico, elabora- sarios para evitar la coerción y la servidumbre, y son, por tanto,
do con el mismo juego de palabras que todos los teóricos republicanos asimismo condiciones indispensables para asegurar todo grado de
clásicos han utilizado. Si nos preguntamos en virtud de qué cuali- libertad personal en el sentido hobbesiano del término.
dades, de qué talentos o de qué habilidades podemos tener la espe- Esto me lleva a considerar el segundo sentido en que la teoría
ranza de asegurar nuestra propia libertad y contribuir al bien co- republicana clásica es relevante para las discusiones actuales. A causa
mún, la respuesta es: en virtud de las virtudes. de haber pasado por alto la posibilidad de que una teoría de la li-
bertad negativa pudiera coherentemente tener la estructura que aca-

35. Porque tales interpretaciones subestiman la amplitud con que Espinoza


34. Lo mismo me parece que se aplica a Price, 1973, si bien este trabajo reformula ideas republicanas clásicas, en especial tal como son desarrolladas
constituye la mejor discusión existente acerca de los usos del término virta por Maquiavelo en los Discursos. Una excelente rectificación, junto con todas
a lo largo de las obras políticas de Maquiavelo. las referencias a los puntos de vista opuestos, se hallará en Haitsma Mulier, 1980.
256 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA
LA IDEA DE LIBERTAD NEGATIVA 257
bo de esbozar, muchos filósofos han pasado a enunciar acerca de
ese concepto otras afirmaciones que ellos consideran que lo son de No obstante, como hemos visto, los teóricos contemporáneos de
verdades generales, pero que en realidad son verdaderas sólo de sus la libertad negativa no carecen, a su vez, de una réplica en este punto.
propias teorías particulares de la libertad negativa. Han llegado a denunciar como peligroso sinsentido metafísico la
Una de ellas ha sido la tesis de Hobbes según la cual toda teoría fundamental sugerencia de que la realización de nuestros deberes
de la libertad negativa debe ser efectivamente una teoría de las pudiera ser en nuestro interés. Pero ahora resultará claro que .tam-
libertades individuales. Como hemos visto, esa tesis ha llegado a bién eso es un error. Maquiavelo cree ciertamente que como CIUda-
tener la jerarquía de un axioma en muchas discusiones contempo- danos tenemos un deber (ufficio) por cumplir (482), deber que con-
ráneas de la libertad negativa. La libertad de acción, se nos asegura, siste en aconsejar y en servir a nuestra comunidad según nuestras
«es un derecho»; hay un «derecho moral a la libertad»; se nos obli- capacidades, Existen así muchas cosas, nos dice reiteradamente,
ga a concebir nuestra libertad como un derecho natural y, a la que debemos hacer y muchas otras que debemos evitar. P~ro la .ra-
vez, como un medio para asegurar nuestros restantes derechos." zón que nos ofrece para el cultivo de las virtudes y para servir al, bien
Como ahora ha de ser manifiesto, ésos son meros dogmas. Una teoría común, nunca es el de que ésos sean nuestros deberes, La razon es
clásica como la de Maquiavelo nos permite ver que no debemos for- siempre que esas cosas representan, como en efect~ lo son, el me-
zosamente concebir nuestra libertad de esa manera. La de Maquia- jor e, incluso, el único medio para que «obremos bien» en nuestro
velo es una teoría de la libertad negativa, pero él la desarrolla sin propio beneficio, y, en particular, el único medio para asegurar .un
recurrir a concepto alguno de los derechos individuales. Si bien a me- grado de libertad personal para perseguir los fines que hemos elegido
nudo habla de lo que es onesto (sic) o moralmente correcto, no hay en (por ejemplo, 280). Por tanto, si bien Maquiavelo nunc~. habla de
todos sus escritos políticos, que yo sepa, lugar alguno en el que hable intereses, en un sentido perfectamente claro y no metafísico es co-
de agentes individuales como portadores de diritti o derechos." Por rrecto decir que cree que nuestro deber y nuestros intere~es s~n u~a
el contrario, podría expresarse la esencia de su teoría política dicien- y la misma cosa. Se lo elogia, además, por el desapacible énfasis
do que el logro de la libertad social no puede ser cuestión de asegurar que pone en la idea de que todos los hombres son malvados, y que
nuestros derechos personales, pues exige como algo indispensable no puede esperarse que hagan algo bueno a no ser que ,:ean qu~
la realización de nuestros deberes sociales. Para quienes respon- ello redundará en su propio bien. De tal modo, su sentencia defim-
den -a la manera de los escolásticos contemporáneos de Maquiavelo tiva no es meramente la de que la aparente paradoja del deber como
y de sus descendientes contractualistas- que el mejor modo de interés, enuncia, una vez más, una auténtica verdad; como sus auto-
asegurar nuestra libertad personal es, no obstante, el de concebirla ridades clásicas, también él cree que afirma la más afo~tunada de
como un derecho, como una especie de propiedad moral y defenderla todas las verdades morales. Pues, a no ser que a la generalidad de los
absolutamente contra todas las formas de interferencia externa, los hombres malvados se le pueda dar razones egoístas para obrar vir-
teóricos republicanos clásicos tendrán una réplica obvia. Adoptar tuosamente, es improbable que alguno de ellos lleve a cabo acción
esa actitud, sostiene, no resume meramente la corrupción de la virtuosa alguna.
ciudadanía, sino que constituye también (como toda renuncia al
deber social) un caso de falta de prudencia en el más alto grado.
El ciudadano prudente advierte que, sea cual fuere el grado de li-
bertad negativa de que pueda gozar, ello sólo puede ser el resultado
-y, si se quiere, la recompensa- de un firme reconocimiento y de BIBLIOGRAFIA
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37. Colish, 1971, 345"346 sostiene que «Maquiave1o a menudo pone en rela- _ «Freedom as the non-restriction of options: a rejoinder», Mind 83:
ción la liberta con ciertos derechos privados» e «identifica claramente la liber- 435-438, 1974. _ .
tad con la protección de los derechos privados». En ninguna de las obras BERLIN, l.: Four Essays on Liberty, Oxford, O~for~ Umver~Ity P;ress,.1?69.
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INDICE DE AUTORES/ ANALITICO

Benn, S., 229, 233n


Bennett, Jonathan, 21n, 71, 72, 77,
A 107n
Bentham, Jeremy, 15, 91, 206, 219,
Addison, Joseph, 146, 151 221, 223, 226, 228
Adorno, Theodor W., 200 Bergmann, Gustav, 134
Agassi, Joseph, 172 Bergson, Henri, 91
Agustín, san, 50, 87, 183. Berkeley, George, 50, 71, 79, 87, 90,
American Philosophical Associatíon, 107n, 132, 153, 158, 159, 161, 166
58,89 Berlín, Isaiah, 229n 230, 231, 232,
Ames, William, 154, 155 234, 234n
Anscornbe, G. E. M., 133, 150 Betti, U., 20
Anselmo, san, 50 Bloom, Harold, 153
Apel, Karl-Otto, 115 Blemenberg, Hans, 78, 95
Aquino, santo Tomás de, 34, 50, 71, Boas, Franz, 92
87, 183, 218 Boyle, Robert, 15
Aristarco, 70 Braun, Lucien, 175
Aristóteles Brecht, Berthold, 127, 132-134, 144
- influencia e interpretación de, 45, Brehier, Emile, 154n
66, 70-72, 87, 154, 155, 231 Breysig, Kurt, 193
- filosofía moral de, 57-58, 231 Brucker, J. J., 174
- teoría física de, 60, 61, 69-71, 74, Bruno, Giordano, 52
76, 77, 82, 86, 89 Brunschwicg, Léon, 199
- Y akrasia, 54-56 Bryan, William Jennings, 89
- Y páthe, 66 Bubner, Rüdiger, 101n
- Y Platón, 54-56, 65 Buckle, Henry Thomas, 180
- Véase también 69,78, 80, 89, 153, budismo, 46, 123
183 Burckhardt, Jacob, 171
aristotelismo, 33, 34, 72, 154 Burlamaqui, Jean Jacques, 218
Arnold, Matthew, 92 Butler, Joseph, 220
Arquímedes, 15
Austin, J. L., 91, 133, 134
Ayer, A. J., 71, 72, 79 C
Ayers, Michael, 73n, 75n, 76n
Calvino, calvinismo, 154, 156
Canguilhelm, Georges, 174, 188
B Carnap, Rudolf, 84
cartesianos, véase Descartes
Bacon, Francis, 87, 92, 163, 205 Cassirer, Ernst, 207n
Bachelard, Gaston, 145, 173, 174 Cicerón, 15, 16, 241n, 248, 249, 251
Baldwin, Thomas, 232n, 233n. 252,254
Balzac, Guez de, 177 Círculo de Viena, 122n
Bayle, Pierre, 92 Clarke, Samuel, 155
Beckett, Samuel, 96 Cobbet, William, 91
Becquerel, A. C., 145 Coleridge, Samuel Taylor, 65, 92
262 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA ÍNDICE ANALÍTICO 263

Colish, M., 256n


Collingwood, R. G., 67, 167
Comte, Auguste, 87, 195 H
E J
Condillac, Etienne Bonnot de, 87,
154n Habermas, Jürgen, 120
Edwards, Jonathan, 153, 155 Jarnes, William, 135, 160, 161
Condorcet, marqués de, 174 Hamilton, Sir William, 91, 156, 157, Janet, Píerre, 151
Einstein, Albert, 118, 119, 145 168n
Copérnico, Nicolás, 143 Eliot, George, 51 Jaspers, Karl, 181
Coples ton, Frederick, 166n Hare, R. M., 54-56
Emerson, Ralph Waldo, 18,92 Jefferson, Thornas, 28, 75, 156
Cournot, Antoine, 174 Harrington, James, 239
Espinoza, Benedicto (Baruch), 17-18, Johnson, Samuel, 155
Cousin, Victor, 52, 91, 151 Hartrnann, Nicolai, 102 Jowett, Benjamín, 51
25, 51, 73n, 131, 160, 161, 163, 165, Harvey, William, 70
cristianos, cristiandad, 209-226 pas- 230, 239, 240, 255
sim Heidegger, Martin, 33, 35, 74, 78, 82,
Escote, Juan Duns (Erígena), 50, 91 84, 88, 94, 111, 113n, 121, 122, 123,
Crombie, A. C., 138 estoicismo, estoicos, 218, 239, 240 K
124
Euclides, 73n Hegel, Georg Wilhelm Friedrich
- Nietzsche y, 171 Kant, Immanuel
CH - Bennet y, 21n, 72, 107
- reputación e influencia de, 89, 92,
F 103, 110, 122n, 131-132, 137, 157, - ética de, 56-57, 94-95, 134, 206,219·
Chabod, F., 254 226
Chapman, George, 51 161-163, 165-166, 178-180, 181, 194,
Faraday, MichaeI, 144 196-200 - filosofía y ciencia, 100, 106, 110,
Feinberg, JoeI, 229, 234 - tríada hegeliana, 90, 93, 184 121, 175, 185-186
Fermi, Enrico, 147 - influencia y status, 94-95, 122n,
D - Y la naturaleza e historia de la
Feuerbach, Ludwig Andreas, 93 filosofía, 31, 33, 50-51,67, 77-78, 82, 156-166 passim, 166n, 175
Fiering, Norma, 91, 93 87, 95, 100, 110, 157, 165-166, 171, - interpretación de, 20, 28, 33, 72-
Dante Alighieri, 51 Filón, 17 74, 81, 107n
Darwin, Charles Robert, 160, 183 174, 175, 178-179, 181, 183-186, 189,
FitzgeraId, Edward, 51 - sociología, 193-194, 197-200
Davidson, Donald, 20, 76n 196
Fleck, Ludwig, 138 - Strawson y, 72, 77, 107n
Deleuze, Gilles, 87, 89 - Y la sociología, 194, 197-200
Fludd, Robert, 92 - vida de, 176
Demócrito, 105 - Véase también 84, 92, 120, 129,
Foucault, Michel, 78n, 92, 95, 96, 128, - Véase también, 27, 28, 36, 52, 69,
Descartes 160
132, 134-135, 146-151, 174 87, 89, 92, 102, 129, 153, 183, 190,
- cogito de, 50, 131-134, 182-183 Helmholtz, Hermann Ludwig von,
Franklin, Benjamin, 156 206
- epistemología y escepticismo de, 28, 183
Fraser, Alexander Campbell, 159 Herder, Johann Gottfried, 198 - Véase también neokantianos
34, 35, 39 Frege, Gottlob, 27, 74, 81, 90, 94 Keynes, John Maynard, 153
- Husserl y, 182-183 Hesse, Mary, 20
Freud, Sigmund, 92, 137, 138 Koenig, René, 200
- reputación y papel en la historia Híntikka, Jaakko, 133
Freyer, Hans, 197-198 Kripke, Saul, 87, 89
de la filosofía, 17, 27, 33, 35, 39, Hirsch, E. D., 75
Hitchcock, Alfred, 201 Kuhn, T. S., 27-28, 59-61, 64, 92, 116,
84, 87, 89, 93, 108, 131-134, 153, 117n, 127, 128, 139, 140-145, 149,
156-160passim, 163, 165, 166, 175, Hobbes, Thomas, 17, 35, 74, 87, 108,
G 112, 153,222,229,230, 231, 239, 240, 151, 152
182-183, 185-186, 205-206
- viajes de, 176-177, 178 244. 250, 256
Gadamer, Hans-Georg, 15,20,26, 101, Hornero, 51
- Y dualismo, 37, 80 111-114, 116, 119n. 121, 123, 123n,
- Y la gravitación, 119 Hooker, Richard, 206, 218 L
124, 138
- v relación entre metafísica y fí- Hoy, David, 113n
Galeno, 69 Lamennais, Hugues Félicité Robert
sica, 29 . Humboldt, Alejandro, 92
Galileo, 31, 60, 63, 70, 71, 122 de, 192
- Véase también 70, 127 Hurne, David
Gehlen, Arnold, 194, 200 Lamprecht, Karl, 193
Deutsche Philosophische Gesell- - Foucault y, 95
Geldsetzer, L., 115n Lao-Tse, 87
schaft, 89 - influencia de, 52, 153, 156-159, 161-
Geulincz, Arnold, 153 Lavoisier, Antoine-Laurent, 143, 175
Dewey, John, 131, 153, 161-162, 166 163, 166, 166n,
Gibbon, Edward, 173 Lawrence, D. H., 92
Diderot, Denis, 50, 91, 174 - Wundt y, 190
Gibbs, Benjamín, 231 Leibnitz, Gottfried Wilhelrn, 17, 70,
Dilthev, Wilhelm, 101, 111, 112, 176, - y la ciencia moral, 49, 221-223
Gilson, E., 33n, 87
179-181, 185 -- y Moore, 28 78, 84, 87, 107n, 120, 134, 153, 160,
Goncourt, Edmond v Jules de, 195 161, 162, 175
Diógenes Laercio, 84 - y Strawson, 72, 107n
Gray, John, 228n, 235n
Dostoievskv, Fedor Mijailocich, 51 -- Véase también 28, 71, 87, 92 Lenard, Philipp, 145
Green, Thomas Hill, 159 Lessing, Gotthold Ephraim, 92
Dumrnet, Michael, 20 Husserl, Edmund, 121, 123, 123n, 176,
Grocio, Hugo, 92, 218 Lévi-Strauss, Claude, 177, 196
Duncan. A. R. C., 134 181-183, 185, 188-190
Gueroult, Martial, 175 Lewis, C. 1., 162
Dunn, John, 77, 8On, 227n Hutcheson, Francis, 220
Durkheim. Emile. 195, 199 Huxley, T. H., 92 Lipprnan, Walter, .92
Huygens, C., 17 Littré, Emile, 195
Hypolyte, Jean, 132 Locke, John, 36, 71,74, 75, 77, 81,
ÍNDICE ANALÍTICO 265
264 LA FILOSOFÍA EN LA HISTORIA

Royce, Josiah, 159-161, 167 Treitschke, Heinrich von, 196-198


87, 107n, 153, 155-166 passim, 198, Russell, Bertrand, 87, 94, 103, 131, Troeltsch, Ernst, 175
205, 235, 236, 239n 135, 165
Lull, Ramón, 93 P Ryle, Gilbert, 72, 83, 107n

Paine, Thomas, 91
u
M Paracelso, 15, 16, 77, 92, 183 s überweg, Friedrich, 157, 161
Parent, W., 233n, 235
MacCallum, Gerald, 228, 229n, 231n, Pass more, John, 104, 108n Saint Paul, Eustaquio de, 33n
233n, 235n Peirce, Charles, 119, 120, 139 159, Sainte-Beuve, Charles Augustin, 180
163, 165 ' Sartre, Jean-PauI, 51, 131 V
McCosh, James, 91
MacIntyre, Alasdair, 78, 227n pirronismo, 133 Scruton, Roger, 236n
Mackie, J. L., 235, 235n, 236 Platón, platonismo, 50, 51, 53-55, 58, Scheler, Max, 194 Valéry, Paul, 28
Malebranche, Nicolas, 87, 153 65, 74, 75, 84, 87, 101-102, 107n, Schelling, Friedrich Wilhelm Joseph Vattel, Emerich de, 218
Mandelbaum, Maurice, 102 153, 155. Véase también Sócrates van, 81 Vico, Gianbattista. 67
Mannheim, Karl, 194 Plessner, Helmut, 194, 200 Schelsky, Helmut, 200 Virgilio, 248
Maquiavelo, Nicolás, 218, 239-257 Plinio el Viejo, 77 Schiller, Friedrich, 81 Volta, conde Alejandro, 142, 144
Plotino, 87, 89 Schleierrnacher, Friedrich, 78, 180,
Marsilio de Padua, 15
Marx, marxismo, 75, 83, 111, 137 Pocock, J., 239n, 242n 198
Mather, Cotton, 93 Pope, Alexander, 51 Schneewind, J. B., 77 W
Mead, George Herbert, 160 Popper, Karl, 74, 117n, 119, 120 194 Schopenhauer, Arthur, 91, 160
200 ' , Séneca, 17
Mendel, Gregor J ohann, 77 Wartofsky, M., 93
Port-Royal, 52 Shankara, 87
Merleau-Ponty, Maurice, 33, 35 Weber, Max, 92, 199
Mersenne, Marin, 91 presocráticos, 65, 122 Sidgwick, Henry, 77, 134 Weinstein, W., 229, 233n
Merton, Robert K., 175, 185, 187, 193 Pr~ce, Richard, 220 Skinner, Ouentin, 70, 71, 74, 76, 77, Whitehead, Alfred North, 72, 74
Meumann, E., 191 Prichard, H. A., 221 135, 187 Williams, Bernard, 146-148
Mill, John Stuart, 84, 156-157, 163, Ptolomeo, 70, 89 Smith, Adem, 41, 153 Wiltich, Claus, 199
168n Pufendorf, Samuel von, 218 Sócrates, 54-56. Véase también Pla- Winckelmann, Johann Joachirn, 179
Mind Association, 89 tón Windelband, Wilhelm, 88, 103, 105,
Mittelstrauss, Jürgen, 104n Stewart, Dugald, 52, 156 122n, 158
Mohl, Robert von, 197 Q Strawson, P. F., 72, 77, 107n Wisdom, John, 50, 137
Montaigne, Michel Eyquem de, 18, Suárez, Francisco, 218 Wittgenstein, Ludwig, 50, 72, 73n,
92, 206, 222 Quine, Willard, V., 32-34, 50, 59, n. 103, 122n, 137, 152, 233
Moore, G. E., 28, 87, 89, 103, 131-132, 72, 107n Wolff, Christian, 87, 91, 129, 153,
135 T 165
Morris, George Sylvester, 161, 162 Wolfson, H., 73n
Murphey, Murray G., 167n R Taine, Hippolyte, 180 Wundt, Wilhelm, 188, 190-192
Tales, 83, 87
Rarnus, Peter, 87, 91, 93, 154, 155 Taylor, C. C. W., 55
Ranke, Leopold von, 172 Taylor, Charles, 20,131,148,230,231,
y
N Rawuls, John, 36, 75, 229, 229n 232, 239n
Raz, J., 234n Tennemann, Wilhelm Gottlieb, 175
Thilly, Frank, 158 Yates, Frances A., 93
neokantianos, 84, 173, 193 Rée, Jonathan, 85n, 96n 122n
Newton, Isaac; ciencia newtoniana, Reíchenbach, Hans, 78 '89 Thompson, E. P., 91
62-64, 71, 117-118, 142, 155 Reid, Thomas, 156, 163 166n 206 Thomson, George, 51
Nietzsche, Friedrich, 29, 82, 84, 94, 219 " , Tiedernann, Díetrich, 175 z
111, 171-172, 175, 198 Renouvier, Charles Bernard 85n Tito Livio, 239, 240, 241n, 247, 248,
174, 199 ' , 249, 251 Ziff, Paul, 136
Nozick, Robert, 36, 239n
Richardson, Alexander 154 155
Ricoeur, Paul, 182 ' ,
Ritter, H., 175
o Rorty, Richard, 44, 106-107, lIS, 116,
130, 131, 134, 146
Occam, Guillermo de, 27 87 Ross, WiIliam David, 221
O'Connor, D., 235n ' Roth, Günther, 199
Oehler, Klaus, 108n Rousseau, Jean-Jacques, 154n, 177,
Ong, Walter J., 93 226, 230, 235
Oppenheim, F., 128n, 229, 233n, 234n Roussell, Raymond, 148

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