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María Guadalupe Rivera y el Santo

Oficio: visiones y creencias de una


ilusa novohispana*
Fernando Ciaramitaro**
Universidad Autónoma de la Ciudad de México. uacm

Resumen: A través de fuentes mexicanas y españolas, se presenta el proceso inquisitorial que prota-
gonizó la beata María Guadalupe Rivera en la Nueva España del siglo xviii. El objetivo es analizar
algunos indicios del amor de Dios, típicos de la herejía de los ilusos, sus visiones, entre demonios
y estados de puerilidad, que la condenada utilizó para hacer evidente el estado de gracia que Dios
supuestamente le había concedido. Tales manifestaciones testimonian un ambiente cultural de toda
una época y un sistema represivo atento a cualquier desviación.

Palabras clave: María Guadalupe Rivera, alumbradismo, beata, Nueva España, Inquisición.

María Guadalupe Rivera and the Holy Office:


visions and beliefs of a beata novohispana

Abstract: Using Mexican and Spanish sources, this paper presents the inquisitorial process
carried out by beata María Guadalupe Rivera in New Spain in the 18th Century. The objective is to
analyze some indications of the love of God, typical of the heresy of the deluded, of their the visions,
between demons and states of childishness, that the condemned used to make evident the state of
grace that they had supposedly been granted by God. Such manifestations testify to a cultural envi-
ronment of an entire era and a repressive system attentive to any deviation.

Keywords: María Guadalupe Rivera, alumbradismo, beata, New Spain, Inquisition.

* En su primera versión, este artículo fue una ponencia presentada en el V Coloquio de Inquisi-
ción. A 200 años de la supresión del tribunal, organizado por el Instituto de Investigaciones Histó-
ricas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (2021). Quiero dar las gracias a
los organizadores y comentaristas que contribuyeron, a través de sus observaciones, a la mejora
del texto.
** fernandociaramitaro@hotmail.com
Fecha de recepción: 30 de enero de 2022 Fecha de aprobación: 13 de marzo de 2022

número 83, enero-abril, 2022


236 Fernando Ciaramitaro

Introducción

Los principios fundamentales de los ilusos o alumbrados eran, entre otros, el


establecimiento de una vida espiritual nueva, la desvinculación entre acción
y contemplación, la práctica de la caridad no universal, sino individual o de
grupo, y la malinterpretación de la doctrina [Huerga 1978-1994; Márquez
1980]. El jesuita Jerónimo Nadal, en su Apología exercitiorum (1554-1556), pin-
tó un cuadro de las preocupaciones acerca de los alumbrados y sus sectas,
aconsejando a los hermanos a “tener respeto al tiempo que corre y a sus cir-
cunstancias, que son de herejes, no solo de luteranos, mas alumbrados, que
poco ha fueron en España”.1 El iñiguista parangonaba el alumbradismo al
luteranismo, la herejía por antonomasia, y se refería a los ilusos como impíos
del pasado. Sin embargo, la realidad de los hechos era otra: nunca los falsos
místicos dejaron de comparecer ante los inquisidores y siguieron recibiendo
imputaciones en los procesos del Santo Oficio hasta los inicios del siglo XIX.
A través de fuentes inquisitoriales, esta investigación presenta la causa
que protagonizó la beata María Guadalupe Rivera en la Nueva España del
siglo XVIII. El objetivo es describir y analizar algunos indicios o afectos del amor
de Dios,2 o sea, aquellas demostraciones extraordinarias, como estados de
puerilidad, tremores y visiones, que ella, como las demás ilusas, utilizó para
hacer evidente el estado de gracia que Dios supuestamente le había concedido.
Tales manifestaciones no solamente fueron exhibidas en lugares sacros, como
las iglesias, sino también en sitios públicos, calles y plazas, con afluencia de
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personas, algunas de ellas testigos del proceso estudiado.3

Misticismo, alumbradismo y quietismo

Desde finales del siglo XV e inicios del XVI, cuando se implantó el nuevo
sistema inquisitorial en la España de los reyes católicos y en algunas islas
mediterráneas que pertenecían a la unión de las coronas de Castilla y Aragón
(Baleares, Cerdeña y Sicilia), de las llamas de los autos de fe y las cenizas de

1
Nadal (1554-1556), en Monumenta Historica Societatis Iesu, Chronic. Polanci III, 528.
2
Adriana Rodríguez ha ahondado acerca de la diferencia entre indicio y afecto: “indicio”
fue la palabra acuñada por los ilusos extremeños en la España del Siglo de Oro; en
cambio, “afecto” era el lema que mayoritariamente se utilizó en Nueva España para
designar sus raptos o visiones [Rodríguez 2014: 1].
3
Asimismo, hubo ocasiones en que esos estados de enajenamiento de algunas ilusas se
llevaron a cabo en reuniones privadas, como para las famosas hermanas Romero [Al-
berro 1985; 1988; Rubial 2002; Jaffary 2004].
María Guadalupe Rivera y el Santo Oficio 237

las numerosas víctimas lo que pudo emerger fue el ave fénix del misticismo
español, intrínsecamente hispánico, expresado en el uso de la oración mental
e interior. El particular “estado de gracia” que el misticismo indicaba podía
ser alcanzado gracias a las sabias y ortodoxas directrices trazadas por Luis
de Granada (1504-1588), santa Teresa de Ávila (1515-1582), Luis de Molina
(1536-1600) y san Juan de la Cruz (1542-1591).4 Pero había espacio también
para las contemplaciones heterodoxas de los iluministas, ilusos, alumbrados,
de los quietistas y, sucesivamente, de Miguel de Molinos.5
El misticismo es aquella actitud religiosa que prefiere la relación directa
entre el creyente y Dios. Tal relación no se manifiesta a través de prácticas
del culto o actos religiosos exteriores, sino que se realiza solo por medio de la
contemplación divina, que se concreta de manera misteriosa e inefable. Para
completar el perfecto anillo de conjunción entre el ser humano y Dios, pero
también para no anular la individualidad espiritual del alma, se necesitaba
la intervención de la gracia divina [Olivari 1998].
La Devotio moderna fue el único movimiento espiritual que gozó de gran
apoyo en España, siendo tolerado y algunas veces estimulado, incluso por
las altas jerarquías eclesiásticas e inquisitoriales. Esta corriente bajomedieval
de profundización y despertar espiritual, que tuvo origen en las provincias
brabantesas, no se difundió únicamente en la península ibérica, si no que
todos los países de la Europa occidental fueron influenciados, e Italia, en
particular, fue uno de los centros de máxima difusión [Pastore 2010].6 Nació
así un original concepto del apostolado laico, ya fuera masculino o femenino,

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particularmente atento al problema educativo y dirigido hacia una insonda-
ble y radical reforma de la vida religiosa. Era la “imitación de Cristo” la vía
principal para alcanzar la intimidad con Dios.
En Castilla esta forma de misticismo tuvo el placet del cardenal Cisneros,
que fue uno de los primeros y asiduos lectores de Tomás de Kempis. Fue-
ron numerosas las publicaciones de temática devocional que se presentaban
como coloquios edificantes extrapolados de la experiencia ascético-mística
personal. Este importante apoyo material y espiritual permitió a los místicos
poder profesar la fe en su típica forma devocional.

4
Como presuntos ilusos fueron inquietados, aunque no procesados, Luis de Granada,
santa Teresa y Juan de la Cruz [Domínguez 1994: 27].
5
Sobre el misticismo y el pensamiento novohispano se pueden ver Ciaramitaro [2006;
2007], González [2012], Ciaramitaro y Rodríguez [2016] y Munguía y Ramírez-Daza [2019].
6
El debate historiográfico sobre la “españolidad” de la herejía alumbradista, según la clá-
sica interpretación de Menéndez Pelayo, ha sido revolucionado por la lectura de Stefa-
nia Pastore [2010], quien, al contrario, subraya el origen converso de toda heterodoxia.
238 Fernando Ciaramitaro

Se pueden recordar importantes personalidades europeas que se insertaron


en el discurso del misticismo: Erasmo de Rotterdam, Tomás Moro, fray Luis
de Granada e Ignacio de Loyola (que en su juventud también sufrió la cárcel
por sus ideas místicas). También Lutero fue creyente y ferviente defensor de
la Devotio, cuya doctrina constituyó parte integrante de su formación juvenil.
La primera corriente mística con riesgo de heterodoxia en orden crono-
lógico, contemporánea a la herejía luterana –la única realmente autóctona e
intrínseca a la Castilla moderna–, fue la de los iluministas, alumbrados o ilusos,
que empero no elaboraron una auténtica doctrina de la virtud y proclamaron
el ministerio sacerdotal contrario a la enseñanza de Cristo. Muchas de sus
tesis, confusas y a menudo contradictorias, traspasaron las lindes del mundo
de la sexualidad: ellos creían que suprimido el acto sexual se intensificaría
la devoción, por cuya razón se oponían a la institución matrimonial, que
precisamente tenía como elemento constitutivo el acto carnal. Pero al perfecto
alumbrado (el perfecto místico) le estaba permitido cualquier tipo de deseo
libidinoso: éste fue el mito erótico de la secta [Águeda Méndez 1989; 2001:
41-51]. Ésta, despreciando la figura del intermediario terreno, del pastor,
anhelaba un contacto directo con la divinidad, rechazando las ceremonias
y practicando un culto de la personalidad reiteradamente sospechoso de
herejía. Está claro que desde el punto de vista teológico eran heterodoxos,
como lo demuestra el uso de la oración mental como único instrumento para
lograr la perfección terrena.
Además, afirmaban que la mejor manera para entender la libertad consis-
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tía en renunciar a determinados ritos y comportamientos católicos, como la


oración en los lugares sagrados, el culto a las imágenes, los ayunos y todos los
mecanismos de responsabilidad y conducta exigidos por los mandamientos.
Así se hubieran evitado los obstáculos al libre ejercicio de la voluntad del
alma. En fin, el punto de vista extremamente subjetivo de los alumbrados
pareció incluso negar la eficacia de la gracia.
Por supuesto, las creencias místicas se difundieron por toda España y de
ahí pasaron a las Indias. Así ha señalado Henry Kamen: como quiera que el
alumbradismo “demostró ser una degeneración del verdadero misticismo”,
en particular en sus últimas fases, “a veces se parecía tan exactamente a éste,
que llegaba a desorientar a las autoridades tanto como a los particulares”
[Kamen 1977: 85].
A través de la lucha contra cada exceso, la Inquisición española, en la
península ibérica, las islas mediterráneas, las Canarias, los virreinatos ame-
ricanos y Filipinas, vigiló, persiguió, eliminó o castigó a los alumbrados
más extremistas.
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María Guadalupe Rivera, una ilusa del siglo xviii


en el Santo Oficio de México

Mediante un edicto de 1525, firmado por el inquisidor general Alonso Man-


rique, se condenaron todas aquellas personas que decían, publicaban o con-
fesaban palabras que fueran contrarias a los dictámenes de la verdadera
religión [Selke 1952].7 Todos aquellos que se decían ilusos, alumbrados y
dejados serían perseguidos por el Santo Oficio. En unas décadas, pautas y
pensamientos heterodoxos no tardaron en llegar a Nueva España: el 3 de
marzo de 1582, en la ciudad de México, la Inquisición hizo un llamamiento a
los alumbrados, incitando a censurar cualquier práctica sospechosa en la fe.8
La historiografía americana ha investigado, con todo detalle, la historia
del misticismo y sus desviaciones hereticales.9 Se han descrito peripecias y
aventuras de mujeres y hombres que en las Indias han caído en el error de
la heterodoxia.10 La historia de vida de María Guadalupe Rivera se inserta
en este largo camino: conocemos sus pocos datos biográficos gracias a unos
expedientes inquisitoriales que hoy en día se encuentran custodiados entre
México y España.11 Su línea del tiempo se traza desde el año 1741 al 1777,
casi cuatro décadas en las cuales se desarrolla su historia de vida y que se
citan en la documentación.12

7
AHNE, Inquisición, libro 1299, ff. 551-556, citado por Selke [1952: 125-127].

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8
AGNM, Inquisición, edicto, 43, vol. 3 (1582). Hasta la fecha se conocen treinta y ocho
mujeres que protagonizaron por alumbradismo el distrito inquisitorial novohispano:
se trata de una muestra completa de inquietudes y turbaciones espirituales que se
tuvo en una concreta sección femenina de la sociedad mexicana, entre 1598 y 1803.
Estas dos fechas, en efecto, encierran el periodo en el cual, según las fuentes, se desa-
rrollaron unos procesos o investigaciones que, a veces con información sumaria, otras
con documentación cabal, involucraron a unas mujeres que, por sus creencias, errores
o acciones, se consideraron sospechosas en asuntos de fe y se reputaron ilusas [Ciara-
mitaro y Rodríguez 2016].
9
Véanse, entre otros: Ramírez Leyva [1988], Solange Alberro [1985; 1988], María Águeda
[1989; 2001], René Millar [1998; 2000], Antonio Rubial [2002; 2006], Nora Jaffary [2004],
Annia González [2012] y Adriana Rodríguez [2013; 2014].
10
Según Herlinda Ruiz [2017: 18], cuando se extendió la jurisdicción inquisitorial al
Nuevo Mundo los métodos para juzgar y castigar a los prisioneros y procesados tuvie-
ron la “misma tendencia” de los aplicados en Europa.
11
AHNE, Inquisición, leg. 1730, exp. 4 (véase apéndice); AGNM, Inquisición, vol. 1078, exp. 2.
12
El caso de María Guadalupe ha sido citado, sin ahondar, por Alejandra Araya [2004],
para un estudio general sobre las beatas novohispanas del siglo XVIII como muestra de
“anormalidad” del modelo de espiritualidad místico y el “nuevo” discurso médico.
También de manera contingente recurre al proceso de María Guadalupe Antonio M.
García-Molina [1999: 616, 624], pero solo en relación con su castigo.
240 Fernando Ciaramitaro

A lo largo de esta investigación se mencionan solamente dieciocho per-


sonajes involucrados en el proceso de María Guadalupe [cuadro 1], dieci-
siete hombres y una mujer; sin embargo, fueron más los individuos que, de
alguna manera, cruzaron sus existencias con la procesada. La documentación
ofrece así más nombres, que aquí no se incluyen por no ser tan relevantes.

Cuadro 1
Personajes involucrados en el proceso de María Guadalupe Rivera

NOMBRE CONDICIÓN PROFESIÓN EDAD GÉNERO


Alonso Carero Misionero y confesor Hombre
Antonio Rivadeneira Consultor del Santo Oficio Hombre

Beatriz Vega Mestiza Doncella 54 Mujer

Dionisio de Rocha Provisor ordinario, licenciado Hombre


Francisco Antonio Ganancia Padre confesor Hombre
Francisco Gutiérrez Palacios Notario Hombre
Francisco Leandro de Viana Consultor del Santo Oficio Hombre
Francisco Mariano Ledesma Fraile confesor 34 Hombre
Francisco Villanueva Fraile confesor muerto Hombre
Francisco Xavier Ortiz Padre confesor Hombre
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Juan Francisco de
Cortiguera Español Comerciante muerto Hombre
Clérigo presbítero
Juan Manuel de Vera penitenciario e inquisidor Hombre
Juan Saldaña Fraile confesor Hombre
Julián Vicente González de Padre Inquisidor,
Andia Español licenciado Hombre

Manuel del Monte Carmelo Fraile confesor Hombre


Miguel Pimilla Confesor Hombre
Phelipe Latas Padre confesor Hombre
Poza Cura Hombre
María Guadalupe Rivera y el Santo Oficio 241

ORDEN O INSTITUCIÓN CIUDAD O


CORRESPONDIENTE REGIÓN
Colegio de la Compañía de Jesús Querétaro
Consultor, Oidor México
San Pedro
Prima de María Guadalupe Tolimán

Provisor ordinario México


Querétaro
Querétaro
Consultor México
Denunciante San Francisco
Observante San Francisco Michoacán
Colegio Apostólico de la Santa Cruz Querétaro

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Esposo de María Guadalupe Castilla

Capellán Congregación de Nuestra Señora de Guadalupe México


Observante San Francisco Querétaro

Inquisidor México
Valladolid y
Del Carmen Querétaro
Colegio Apostólico de la Santa Cruz Querétaro
Colegio de la Compañía de Jesús Querétaro
Doctor San Juan del Río
242 Fernando Ciaramitaro

María Guadalupe Rivera nació aproximadamente en 1711, en San Pe-


dro Tolimán (hoy solo Tolimán), en Querétaro, en el virreinato de la Nueva
España, en donde vivió diecisiete años, junto a sus padres, ambos españo-
les.13 Recibió una buena educación católica, sabía leer y escribir, porque se
había formado como autodidacta. Después de cumplir diecisiete o diecio-
cho años se casó con un comerciante, Juan Francisco de Cortiguera, y se fue
a vivir a un pueblo llamado San Francisco Tolimanejo (hoy Colón, en Que-
rétaro), en donde permaneció cerca de un año. La vida de beata la empezó
a llevar estando casada.14 Tras la muerte de su marido (el año se desconoce),
vivió en la ciudad de Querétaro, dedicándose a hilar y a otras “labores de
su sexo”, hasta que la mandó a llamar el Santo Oficio: fue acusada de ilusa
por sus visiones y creencias.

Las “evidencias” de la documentación inquisitorial

El Santo Oficio, maquinaria compleja, para poder proceder con su tarea ne-
cesitaba de algunos comisarios en la lejana provincia novohispana y en las
Filipinas. Como para los demás distritos inquisitoriales, el tribunal reque-
ría además de un complejo abanico de oficiales, empleados y colaborado-
res, en la sede central y en las comisarías: consultores, calificadores, fiscales,
abogados, notarios del secreto, jueces de bienes, notarios de secuestro, fa-
miliares, porteros y, sobre todo, receptores, proveedores, alcaides, nuncios y
comisarios. Estos últimos oficiales servían para salvaguardar la verdadera
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fe en el enorme territorio del distrito. No en menor medida, la Inquisición


necesitaba del consenso de las personas que hubieran testificado acerca de
un acusado, el posible hereje. Todo esto confirma como cualquier investi-
gación o cualquier proceso inquisitorial –y no podía ser de manera diferen-
te– poseía un específico “marco legal”, para proceder según su protocolo.
Tras la denuncia hecha contra María Guadalupe Rivera por el padre
Francisco Mariano Ledesma, de la orden de San Francisco, de treinta y cua-
tro años de edad, presentada ante el comisario de la ciudad de Querétaro,
el 13 de febrero de 1765, como para cualquier proceso, fue necesario reunir

13
AHNE, Inquisición, leg. 1730, exp. 4, f. 14 (véase apéndice).
14
Entre las ilusas procesadas por el distrito inquisitorial de México se reconocen diecio-
cho beatas, entre ellas, pues, María Guadalupe, que vivió esta especial condición antes
y después de enviudar. En un estudio anterior no se incluyó a María Guadalupe en el
grupo de las beatas [Ciaramitaro y Rodríguez 2016: 117-118, 128]. Sobre las beatas la
bibliografía es extensa, véanse, por ejemplo, Po-Chia Hisa [2001], Fiume [2002] y Ru-
bial [2006]. Sobre monjas y beatas novohispanas, véase en particular la compilación de
Lavrin y Loreto [2002].
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evidencias para que fueran avaladas las posibles acusaciones por un comi-
sario y un notario. Las pruebas presentadas ante el juez fueron las siguien-
tes: María Guadalupe Rivera, “desde el año de 40” (1740), aseguró tener
varias visiones sobre imágenes de “Nuestro Señor Jesucristo, y Nuestra Se-
ñora la Virgen María”,15 y que, a pesar de todos sus intentos por alejar de sí
dichas efigies y apariciones, estas se le manifestaban provocando que ella
misma advirtiera su presencia; aun cerrando sus ojos, percibía sensorial-
mente su materialización. María Guadalupe aseguró que desde que llegó
a vivir al pueblo de San Pedro Tolimán, en Querétaro, no contaba con un
padre espiritual, es decir, no tenía un sacerdote que fuera su confesor y, por
ello, no creía necesario confesarse, ya que ella misma hacia sus propias pe-
nitencias y sus sacrificios. Todos estos datos eran indicios incuestionables
de una posible desviación en las creencias de la mujer.
María Guadalupe atestiguó ante los oficiales del tribunal que, tiempo
después de las primeras apariciones, acudió a visitar a diferentes padres,
entre ellos —los que ella todavía recordaba— se encuentran fray Francisco
Xavier Ortiz, fray Manuel del Monte Carmelo, padre Phelipe Latas, Fran-
cisco Antonio Ganancia, Miguel Pimilla; hasta llegar finalmente a dar con
un tal fray Francisco Villanueva, otro testigo presente en la documentación
inquisitorial, para comunicarle y narrarle sobre las visiones que tenía. Este
clérigo simplemente le dijo que no hiciera caso de dichas visiones. Lo mis-
mo expresaron diferentes confesores con los cuales ella había hablado, o
sea, había recibido las mismas respuestas.16

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María Guadalupe también aseguró que había platicado con una prima
suya, llamada Beatriz Vega —otro testigo del expediente— sobre lo que
le pasaba durante la oración, pero sin contarle que Dios le había revelado
ciertos misterios.
María Guadalupe testificó que, en el periodo de tres años, desde que
comenzó a ver dichas imágenes y visiones, estas iban en aumento, hasta el
punto de oír del mismo Dios que todo estaba en él, tanto lo bueno como lo
malo, y en cualquier criatura. Por ello llegó a la conclusión de que sin el Sal-
vador en la vida nada era posible, ya que Dios era ser Todopoderoso y que
incluso estaba presente en los demonios. A la par de estas visiones, María
Guadalupe experimentaba también sentimientos de gozo y paz.

15
AHNE, Inquisición, leg. 1730, exp. 4, f. 2 (véase apéndice).
16
En Nueva España tener numerosas experiencias piadosas con diversos confesores no
era excepcional, por ejemplo, se conoce el caso dieciochesco de Agustina Josefa de Je-
sús Vera Villavicencio Palacios, una beata de Pachuca, que pasó por varios confesores
y llevó al cabo actos de expiación (AGNM, Inquisición, vol. 1323, exp. 9, ff. 1-31).
244 Fernando Ciaramitaro

Se comprobó en la Inquisición que la acusada no contaba con ningún


maestro que le enseñara este tipo de herejías, que eran practicadas solo por
ella. O sea, era una supuesta ilusa no insertada en un círculo o grupo hereje.
Como parte de las evidencias, se presentaron unos versos en liras,17
supuestamente de autoría de la acusada, que manifestaban todo lo que ella
sentía en su interior. Estas llevaban por título Liras de la transformación del
alma de Dios.18 Tras un segundo examen de pruebas y declaraciones se des-
cubrió que dichas liras no eran de su autoría, sino que pertenecían a un
carmelita descalzo —cuyo nombre ella no recordaba— que había repartido
entre diversos devotos varias rimas compuestas por san Agustín y otros
santos. Quizá entre aquellos versos iban las expresadas liras que fueron
confirmadas por el tipo de letra y que por esta razón llegaron a manos de
María Guadalupe.
A estas evidencias se sumaron las aportaciones testimoniales de su pri-
ma Beatriz Vega y del doctor Poza, cura de San Juan del Río (en Querétaro),
que previamente había examinado a la rea. Ambos afirmaron conocerla y
saber que la acusada vivía en Querétaro, que recitó las liras mientras vivía
en San Pedro Tolimán, desde hacía diez años, y que afirmó que cuando su
árbol de naranjo, que ella misma había plantado, diera algunas flores de
azahar, estaría ya en el cielo un hijo suyo. La prima de María Guadalupe
subrayó que era lo único que sabía y que no podía aportar nada más.
Asimismo, se presentó al Santo Oficio un clérigo presbítero y peniten-
ciario de la congregación de Nuestra Señora de Guadalupe, nombrado Juan
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Manuel de Vera, quien, bajo juramento de decir verdad, afirmó que en 1769
llegó María Guadalupe Rivera vestida con el hábito de san Agustín, con la
finalidad de ser examinada para ver si era capaz de recibir la comunión,
pues habían pasado ya ocho años sin recibirla, ya que sus padres confesores
se la habían negado. El eclesiástico la envió de nuevo a su padre confesor,
después de que ella le declarara que no necesitaba la comunión, pues ase-
guraba que no era obligatorio ya que Dios estaba con ella y con todas las
criaturas desde su comienzo.
Interrogándola acerca de estos comentarios, Juan Manuel de Vera le
preguntó si conocía la obligación que tienen los cristianos de guardar los
mandamientos de Dios y la iglesia, y si tenía conciencia que si estas normas
y dogmas no se cumplían se estaba pecando, y que, en su caso, si hubiera
muerto, qué pensaba que pasaría con su alma. La acusada respondió que

17
La “lira” es una combinación métrica que consta de seis versos de distinta medida y
en la cual riman los cuatro primeros alternativamente y los dos últimos entre sí.
18
AHNE, Inquisición, leg. 1730, exp. 4, ff. 5-6 (véase apéndice).
María Guadalupe Rivera y el Santo Oficio 245

iría a donde están todas las almas que salen de este mundo, que van a
Dios, que es el centro de todo, y que no existía el infierno como lo pintaba
la iglesia, pues, el infierno consistía en los trabajos temporales de esta vida
presente.
También se le preguntó cómo era que si no seguía los sacramentos hu-
biera estado casada. A esta interrogante ella contestó que solo lo había he-
cho por honra y que si estaba allí era para ver si podía comulgar, ya que
todo el mundo lo hacía. Ella consideraba que el matrimonio no era más que
un simple adulterio que se cometía contra Dios.
Tras este diálogo e intentar disuadirla de sus errores, Juan Manuel de
Vera llegó a la conclusión de que la acusada era una ilusa, pues se mantenía
firme en todas sus opiniones, a pesar de hacérsele notar sus errores. Por ello
Vera la mandó de vuelta a su casa. La Rivera, al regreso a la vida cotidiana,
comenzó a mostrar un comportamiento más canónico: asistía a misa, re-
zaba y vestía con modestia; comía y bebía con medida y se ocupaba de su
casa y de todos los trabajos correspondientes a su sexo, y ninguna persona
podía decir lo contrario.
Por el análisis de los hechos, los inquisidores y calificadores llegaron
a la conclusión de que todo lo que decía la rea no era más que una ilusión
provocada por el diablo, siendo considerada blasfema, escandalosa y ofen-
siva, tanto para Dios como para los piadosos que la escuchaban. Fue “pues-
ta Clamosa” y el día 2 de mayo de 1768 “fue reclusa, y puesta en Cárceles
Secretas”.19 Los agentes del tribunal fueron en su busca y la prendieron.

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Ella desapareció de la vida pública y todos sus bienes fueron confiscados.
María Guadalupe Rivera pasó inmediatamente a la cárcel secreta, en donde
habría esperado la sentencia.20 Ya en mayo se había decidido recabar infor-
mación acerca de todas aquellas personas que habían tenido contacto con la
acusada, en la iglesia, en el confesionario o fuera de él, y en cualquier lugar
del pueblo y del virreinato.
En la documentación del Santo Oficio, en la sección llamada “Orden
del Proceso”,21 en donde se puntualiza que se desarrollaron tres audiencias,
realizadas en cuatro días, el 6, 9, 11 y 13 de mayo, se enumeran las pregun-
tas y las aclaraciones de la acusada y, en particular, las respectivas admo-
niciones que los jueces le hicieron. María Guadalupe Rivera refrendó su
nombre, apellido, edad, su característica de cristiana vieja y su genealogía.
En efecto, en la primera audiencia se supo que era hija de padres españoles

19
AHNE, Inquisición, leg. 1730, exp. 4, f. 6v (véase apéndice).
20
Esta era la praxis según el procedimiento inquisitorial [Escudero 2005: 29].
21
AHNE, Inquisición, leg. 1730, exp. 4, ff. 6v-11v (véase apéndice).
246 Fernando Ciaramitaro

y cristianos viejos. Que ninguno de ellos había sido preso o penitenciado,


ni mucho menos se tenía registro de algún castigo dado por el santo tri-
bunal a los progenitores. Se confirmó también que la acusada era creyente
y había recibido todos los sagrados sacramentos necesarios para ser una
buena cristiana, que confesaba y comulgaba cuando la iglesia lo mandaba,
a reserva de un periodo de tres años, cuando no se le permitió, por volun-
tad de su padre confesor, fray Alonso Carero. Por ende, lo hacía de manera
espiritual y personal.
La afirmación de la acusada sobre Dios y su unión espiritual también
fue tomada en cuenta, pues María Guadalupe decía que no era necesario
acceder a los sacramentos, porque todos estaban unidos a Dios, ya fueran
herejes o infieles. Según ella, hombres y mujeres habían nacido con la única
finalidad de amar y servir a Dios y que, aunque una persona no tuviera
libre albedrio ni voluntad propia, Dios nunca se apartaría de sus hijos y
sus almas. Declaró la acusada, en esta primera audiencia, que desde hacía
nueve años tenía ya la idea de estar unida a Dios. Manifestó además que
sabía signarse y santiguarse, así como también demostró saber recitar el
padrenuestro, avemaría, credo, salve, los mandamientos y los sacramentos,
pero desconocía el por qué y para qué fueron instituidos.22
María Guadalupe indicó que Dios tenía dos naturalezas, una divina
y otra humana, pero al mismo tiempo decía que ambas se encarnaron en
la persona del hijo y sucumbieron cuando este murió. Estas naturalezas
bajaron a los infiernos y subieron a los cielos, como lo decían las sagradas
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escrituras. La idea de que Dios y Cristo eran diferentes y que tenían dos na-
turalezas, una divina y otra humana, para ella era absurda. La acusada no
encontraba alguna diferencia y no le dolía decirlo, por el contrario, pensaba
que el Todopoderoso se podía ofender y, como no tenía nada que perder,
Dios podía hacer con ella lo que su voluntad dispusiese.
Enunció a la perfección las postrimerías23 de la santa iglesia, dando
para estas su propia explicación: muerte, juicio, infierno y gloria. Acerca de
la muerte no había mucho que pudiera decir. El juicio particular lo enten-
día, como para los confesores, en nombre de Cristo, mientras que asumía la
idea de juicio universal para el final de los tiempos. Ella creía que el infierno
solo existía en el presente, que lo padecían las personas más desheredadas
aquí en la tierra. Finalmente, la gloria era todo lo bueno que se tenía y de lo
que se podía gozar.

22
AHNE, Inquisición, leg. 1730, exp. 4, f. 7v (véase apéndice).
23
En la religión católica, son las cuatro últimas etapas por las que pasa el ser humano:
muerte, juicio, infierno o gloria [Muñoz 1989: 155].
María Guadalupe Rivera y el Santo Oficio 247

En la información recabada, la acusada también dijo que sabía leer y es-


cribir, sin haber estudiado en ninguna escuela y sin haber tenido un maes-
tro particular. Confirmó que había nacido en San Pedro Tolimán y que vivió
allí por un tiempo, junto a sus padres; a los diecisiete años se casó con un
comerciante nacido en la sierra cercana a la villa de Laredo, en Castilla (¿tal
vez en Cantabria?). Su esposo fue don Juan Francisco de Cortiguera y pro-
creó tres hijos, que murieron prematuramente. Después de casada, vivió en
un pueblo llamado Tolimanejo, por un año aproximadamente, y que tras
la muerte de su marido se trasladó a la ciudad de Querétaro, hasta que la
mandó a llamar el Santo Oficio.
En la segunda audiencia, la Rivera dijo que las lágrimas que derrama-
ba al rezar su rosario eran porque sentía melancolía mientras oraba y que
tenía otro fuerte sentimiento que era de rabia, pero solo lo experimentaba
cuando rezaba delante de otras personas, y únicamente hallaba paz cuando
se refugiaba en su cuarto y evocaba la pasión de Cristo.
Sin embargo, agregó que desde niña sus padres le dijeron que se tenía
que acostumbrar a la angustia, pues, como toda mujer, sufriría después
de contraer matrimonio. Y que el esposo debía ser tanto enamorado como
celoso, lo que comprobó después de casarse, cuando, al menos en una oca-
sión, su marido le dio una fuerte bofetada por haberla encontrado con un
hermano suyo, en la sala, que le había pedido un poco de dinero para gas-
tarlo en bebida, y que su sufrimiento también se debía a que su marido
tuvo amoríos con otra mujer y que, gracias a la intervención de Dios, se

número 83, enero-abril, 2022


libró del mal pensamiento de venganza:

Llegó a experimentar […] una melancolía tan fuerte que parecía, la que era
mucho mayor si había gentes, y que solo retirándose y separándose de ellas a
su cuarto, y leyendo la pasión de Cristo vida nuestra, hallaba alivio y muchos
gozos espirituales, y que de este modo estuvo de once a doce años a esta parte
que se le quitó totalmente con la unión de Dios en que se hallaba. Que estando
ya ajustado su matrimonio, sintió como que la hablaban, y decían lo que había
de padecer en el matrimonio, y que así lo experimentó.24

De acuerdo con ciertos “estereotipos” que imponía la iglesia, las muje-


res debían ser virtuosas, demostrar recato y permanecer el mayor tiempo
posible “encerradas” tras los muros de la casa. A esto se le sumaba que
debían sumisión a superiores, padres y maridos [Gonzalbo 1987: 114]. Por
ello, podemos entender que María Guadalupe pensara que su esposo hacía

24
AGNM, Inquisición, vol. 1078, exp. 2, f. 112.
248 Fernando Ciaramitaro

lo correcto al golpearla, pues ella había obrado mal, entonces la culpa se


apoderaba de ella, hasta el punto de enfermarla. Decía que tenía que sopor-
tar la situación y la amargura por ser voluntad de Dios.
En la tercera audiencia comentó que en 1739 sufrió una fuerte inso-
lación, la cual, unida a su ayuno por agradar a Dios, la condujo al borde
mismo de la muerte. Se vio privada de todos sus sentidos, permitiéndole
empero la enfermedad ver en su interior que permanecía pura. Motu propio
concluyó que debía renunciar a todos los placeres materiales, así tomó la
decisión de ayunar por un tiempo de veinticinco años, a excepción de los
domingos. Dio gracias al creador por haberse quedado embarazada pese
a sus sacrificios, pero tuvo que dejar el riguroso ayuno durante un tiempo
por hallarse muy débil, prácticamente sin fuerzas. Un año después dijo ha-
berse confesado con el padre Juan Saldaña.
Tras haber parido, mientras estaba recostada con su hijo, dijo que se le
apareció un Cristo crucificado: lo vio tan puro que no pudo siquiera levantar
la vista y se le hicieron presentes todos sus pecados. Pidió misericordia por
ellos e hizo nuevos propósitos para con su vida. Después de esto se quedó
dormida y al despertar con la almohada empapada lo interpretó como señal
de su contrición. Este llanto se prolongó en el tiempo tanto que la indujo a
alejarse de su esposo y demás personas, para evitar ser sujeto de sus pen-
samientos libidinosos. En sus palabras: “para no darles en qué maliciar”.25

La resolución del juez.


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El “bulto mágico”, la omnipresencia de Dios, la condena y el auto

El 21 de julio de 1741, el fiscal la acusó de ser ilusa y, según el expediente


inquisitorial, eran treinta y siete los capítulos de dicha imputación.26 A las
preguntas y advertencias que se les hicieron, María Guadalupe Rivera con-
testó que desde 1741, mientras iba camino a la iglesia a escuchar misa, vio
en la calle un bulto que brincaba y tropezó con él. El accidente le provocó
tanta risa, unas carcajadas tan incontrolables, que la obligó a taparse la cara
con su manto. Cuando consultó el hecho con su confesor, este le pidió que
rezara a Dios y pidiera la intercesión de san Miguel, dedicándole una noche
de plegarias solo con ese fin.
Comenzó a ver a Dios por todos lados y en todas las cosas. Según
ella el bulto había sido una aparición divina. Por la estrecha relación que

25
AHNE, Inquisición, leg. 1730, exp. 4, f. 8v (véase apéndice).
26
Aunque en la documentación española no se detallan los treinta y siete capítulos:
AHNE, Inquisición, leg. 1730, exp. 4, f. 16 (véase apéndice).
María Guadalupe Rivera y el Santo Oficio 249

mantenía con el Todopoderoso, María Guadalupe gozaba del beneficio de


visiones beatíficas: el milagro de ver a Dios, como afirma la bienaventu-
ranza. Estas visiones místicas han sido definidas por los teólogos de la
época barroca como conocimientos de bondades, verdaderas o falsas, por
vía de representación de objetos o cosas sin mediar palabras [Rubial 2001:
179], como ocurre con el bulto de su relato. La situación la llevó a rechazar
cualquier forma de lujo, quitándose todo tipo de adorno de su cuerpo,
desde los aretes hasta los zapatos.
Se mantenía en completa oración, sin descanso alguno, pues no ha-
llaba otro consuelo más que en el rezo. Era una “perfecta” beata novohis-
pana. Las beatas podían estar casadas, ser viudas, doncellas o solteras y,
por lo regular, vestían hábito religioso, aunque no forzosamente estaban
vinculadas a una orden tercera. La beata era una mujer que poseía el mejor
status vivendi para obtener la salvación eterna, dedicándose a la oración y
viviendo con recogimiento. También se considerada mujer ociosa, pero,
al mismo tiempo, de una sincera sensibilidad religiosa. Asimismo, era el
humus propicio donde florecía el iluminismo [Po-Chia Hisa 2001: 181-198;
Fiume 2002: 108-116; Rubial 2006: 30], así que la beata Rivera no fue nin-
guna excepción.27
María Guadalupe iba a la iglesia con devoción y comentó que quince
años atrás, mientras escuchaba misa, le pareció percibir a su costado un
bulto y se sintió espiritualmente desnudaba. Vio como el bulto se conver-
tía en un animal y se echaba a volar. Este acontecimiento tuvo para ella
consecuencias, pues aseguraba que a pesar de su inclinación a la oración

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oral y a la lectura de libros religiosos, desde este incidente dejó de poder
hacerlo, pues deseaba solo la cercanía espiritual a Dios, omnipresente en
su pensamiento, siendo lo único que la mantenía calmada.
María Guadalupe dijo todo esto bajo juramento de decir verdad ante
los cargos que se le imputaban. Además, aseguró que entendía a la perfec-
ción que todo lo que salía de su boca, sus creencias, tanto para sus padres
confesores como para los jueces del tribunal del Santo Oficio, era conside-
rado como herejía y grave blasfemia contra la fe, contra todo aquello que
profesa la iglesia católica romana y que ella misma odiaba decirlas; sin
embargo, solo deseaba estar al servicio de Dios. Insistió finalmente que ha-
bía crecido en la religión gracias a sus padres y que cuando se alejó de ella
no estaba bajo influencia de nadie, ni fue condicionada, por ejemplo, por
ningún confesor, y que no lo hizo con malicia. Ella solo se sintió inspirada
a hacerlo y nadie la había convencido de lo contrario.

27
Véase, más arriba, la nota 14.
250 Fernando Ciaramitaro

El juez dio por supuesto que ella era la única responsable de sus aberra-
ciones; no obstante, se le consideró bajo la influencia del demonio o alguna
instrucción que algún hereje le hubiese comunicado, ya fuese mediante la
palabra o la acción, pues así constaba, por ejemplo, en algunas cartas es-
critas por el ya mencionado fray Francisco Villanueva, franciscano de la
provincia de Michoacán, ya difunto. Según la relación de causa, las cartas
estaban llenas de malicia. Sin embargo, la acusada ratificó que nadie la ha-
bía aconsejado, ni mucho menos había sido condicionada, y que aquellas
cartas habían sido escritas por el padre Villanueva cuando el religioso se
encontraba en la ciudad de Querétaro. Algunas de aquellas misivas fueron
escritas en el pueblo de San Francisco Tolimanejo.
Respecto a las epístolas, la ilusa agregó que ya no las tenía en su poder y
que se había borrado la firma del autor. Todo fue sin maldad. Además, aña-
dió que no poseía más cartas de otros confesores, pues no recordaba haber
tratado estos temas con otros, más que en los momentos de confesión con el
padre Villanueva, a quien había confiado sus alucinaciones y mortificaciones.
Leyendo la documentación del Santo Oficio se descubre que María
Guadalupe comentó que se confesaba culpable del cargo que se le hacía de
estar engañada por el demonio, por haber visto la “ilusión”. Por ello odiaba
todo lo que le había pasado, había dicho y hecho, y se sujetaba por comple-
to a lo que el tribunal dictara para ella. Su único deseo y petición era vivir
y morir dentro de la fe católica. Ella alegó que su arrepentimiento sincero
era ya evidente en una carta que envió, en agosto de 1776, a su abogado y
número 83, enero-abril, 2022

que también fue usada como prueba a lo largo de la pesquisa de los inqui-
sidores. Queda así patente cómo otros elementos esenciales de los denomi-
nados afectos del amor de Dios del alumbradismo novohispano fueron las
ilusiones demoníacas. En los procesos contra los iluminados, tanto de hom-
bres como de mujeres, no hubo ningún acusado que se hubiera salvado de
los embates del demonio, aunque, siguiendo con el discurso de la época,
las féminas eran las más propensas a confundir las ilusiones diabólicas con
los fenómenos divinos [Guilhem 1981: 193]. Así, el Diablo se aparecía como
un ser que llenaba la cabeza de su víctima con pensamientos hereticales.28
A pesar de los testimonios recogidos por el confesor Villanueva y otros
sacerdotes ya mencionados, las mismas declaraciones-pruebas de la acu-
sada y las respuestas del abogado, los inquisidores, tal vez por exceso de
celo, decidieron volver a preguntarle acerca de su posible herejía. Ejecutada

28
Sobre la intervención diabólica, los demonios, los pactos demoniacos y las ilusas en la
América colonial y, en particular, en la Nueva España, véanse sobre todo Cervantes
[1997] y, más recientemente, Ciaramitaro [2020] y Galindo [2021].
María Guadalupe Rivera y el Santo Oficio 251

esta orden, se emprendieron ulteriores indagaciones y tras una evidente


satisfacción en las respuestas de la inculpada se escribió el veredicto final.
Así se decidió dictar sentencia sobre el grave error en que había incu-
rrido María Guadalupe. Ella dio las gracias a los inquisidores por apartarla
de sus culpas materiales y espirituales. Tras una votación entre los jueces
del Santo Oficio, aproximadamente tres meses después, el padre inquisi-
dor, el licenciado don Julián Vicente González de Andia, el provisor ordi-
nario, el licenciado don Dionisio de Rocha, y los consultores, don Antonio
Rivadeneira y don Francisco Leandro de Viana, se expresaron satisfechos
y conformes al veredicto que habían acordado. Se decidió someterla a un
auto de fe,29 permitiéndole empero estar sin coroza,30 y “se la relevase de la
vergüenza publica y azotes”.31 Su abjuración fue de vehementi.
Como parte de su castigo, María Guadalupe Rivera fue condenada a
seis años de reclusión en el hospital de mujeres de San Juan de Dios32 al
servicio de las enfermas. Fue también desterrada de las cortes de Madrid
y México y de la ciudad de Querétaro, “veinte leguas en contorno”, por
un tiempo de diez años.33 Asimismo, como parte de su condena, tenía la
obligación de someterse a una confesión general cada tres meses y a que
desde su primer año de encierro se confesase y comulgase en las pascuas:
“presentando certificación de su Confesión de haberla hecho”.34 Igualmen-
te, debía rezar de forma periódica el rosario a la Virgen María.
Hay que destacar que María Guadalupe Rivera murió poco tiempo des-
pués de su encarcelamiento en el citado sanatorio. Ella, según los mismos
inquisidores, durante su reclusión, fue buen ejemplo de cristiandad para

número 83, enero-abril, 2022


los religiosos y las enfermas del hospital. Para el pago de sus gastos de
alimentos y más necesidades en las cárceles de la institución inquisitorial
fueron vendidos sus escasos bienes en Querétaro. Así quedó estipulado el
26 de agosto de 1777.

29
AHNE, Inquisición, leg. 1730, exp. 4, ff. 19-21 (véase apéndice). Su causa no es pues so-
breseída, como se ha afirmado erróneamente en otro estudio [Ciaramitaro y Rodrí-
guez 2016: 120, 128-129].
30
Cono alargado de papel engrudado como señal afrentosa, que se colocaba en la cabeza
de algunos condenados del Santo Oficio y llevaba pintadas figuras alusivas al delito
cometido o a su castigo.
31
AHNE, Inquisición, leg. 1730, exp. 4, f. 19 (véase apéndice).
32
En la ciudad de México, es el actual museo Franz Mayer.
33
AHNE, Inquisición, leg. 1730, exp. 4, f. 10v (véase apéndice).
34
AHNE, Inquisición, leg. 1730, exp. 4, f. 11 (véase apéndice).
252 Fernando Ciaramitaro

Hacia una conclusión: descubriendo


una fuerte personalidad femenina novohispana

Casos inquisitoriales como el de la beata María Guadalupe Rivera y los de


muchas otras mujeres ilusas de la Nueva España son representativos del
clima sociocultural de una época. La historia procesal de la imputada nos
habla así de una carga moral, la de algunos específicos valores religiosos y
sociales, impuestos al individuo en una sociedad en la cual estado e iglesia
son instrumentos del mismo aparato coercitivo de poder.35 En ella, en par-
ticular, se descubre a una mujer fuerte y culta que, de manera autodidacta,
había aprendido a leer y escribir. Ahora bien, su caso es paradigmático no
solamente porque en él se revelan numerosos y típicos indicios de cual-
quier iluso hispano, sino porque, asimismo, se hallan indicadores de una
evidente precariedad social y de la subordinación de un género, el femeni-
no, a otro, el masculino: María Guadalupe no creía en el infierno y según
ella el verdadero averno era el duro trabajo temporal de la vida cotidiana,
en el campo novohispano como en los obrajes; el matrimonio no era solo un
simple adulterio que se le hacía a Dios, sino también un castigo para cual-
quier mujer que quedaba bajo el arbitrio y la violencia del esposo; no era
necesario acceder a los sacramentos, porque todos estaban unidos a Dios,
ya fueran herejes o infieles, o sea, se individualizaba una igualdad univer-
sal de los seres humanos más allá de sus específicas creencias espirituales.
La Rivera era una mujer moderna y rebelde, que de adulta rechazó tajan-
número 83, enero-abril, 2022

temente la tradicional enseñanza que había recibido de sus padres en la ni-


ñez. Ella nunca aceptó y nunca se acostumbró a la ansiedad y a la violencia
que supuestamente había que sufrir cualquier mujer en el matrimonio.
De todo esto surgían sus ideas “sediciosas” acerca de la doble naturale-
za de Dios y Cristo. Por todo eso comenzó a ver al Altísimo en cada objeto
y en cualquier momento del día y de la noche. Ella tenía numerosas visio-
nes que aseguraba eran de origen divino, escuchaba voces y veía “bultos
mágicos”, que tal vez podríamos atribuir a lo que hoy conocemos como
desequilibrio psicofísico. Mientras que los jueces –hombres de su tiempo–
eran proclives a atribuirlos a la intervención demoniaca. En la Nueva Es-
paña los martirios que imponía la figura maléfica se convirtieron en una
manifestación virtuosa, es decir, que los suplicios y los dolores físicos y
morales fueron el medio más eficaz para vigorizar la santidad de aquellas
mujeres consideradas ilusas, ya que cuanto “más vivas y persistentes fue-

35
A la misma conclusión llegó María Dolores Bravo [1984: 8], para el caso de la ilusa
novohispana Ana Rodríguez de Castro y Aramburu.
María Guadalupe Rivera y el Santo Oficio 253

ran las representaciones del demonio, más dignas de admiración y de res-


peto eran las víctimas” [Cervantes 1997: 130-131]. Era Dios todopoderoso
el que permitía la intervención diabólica para golpear a las inmoladas con
tentaciones, o sea, los ilusos justificaban la presencia de los demonios para
alcanzar la salvación.36
Muchas mujeres fueron acusadas de ser alumbradas, ilusas o pseudo-
místicas por su actividad piadosa, verdadera o falsa, también por brujería o
por sus visiones, y la criolla María Guadalupe, censurada por la Inquisición
mexicana, fue un caso ejemplar de alumbradismo. Y así como acaeció en la
misma centuria a la siciliana Ana Ragusa [Ciaramitaro 2006; 2007], proce-
sada por la misma herejía por los jueces del distrito inquisitorial de Sevilla,
vistas las condiciones ya menos “intolerantes” del siglo XVIII, la Rivera no
fue condenada a la hoguera o a sentencia más dura.
En Europa y en las Indias el alumbradismo fue considerado una peli-
grosa realidad, enemiga de la verdadera religión, que iba en contra de la
iglesia y de la monarquía por su forma de percibir la fe y la comunicación
directa con Dios, en especial la oración mental, que por sí sola podía provo-
car un éxtasis al creer que se tenía un vínculo inmediato con la divinidad.
Por esas razones, la secta y cualquier adepto tenían que ser abatidos por
el Santo Oficio, en México y en todo el imperio español. María Guadalu-
pe Rivera “experimentaba” así aquellas típicas características de cualquier
alumbrado y a ella se le denominó ilusa. Sin embargo, como era común ya
en el siglo XVIII, su “estado hipócrita” se consideró inofensivo y a tenor del

número 83, enero-abril, 2022


arrepentimiento por su pecado sufrió una condena limitada. La acusada
no recibió castigos físicos, ni humillaciones, ni pasó vergüenza pública por
su falta, mostrando así el Santo Oficio también una evidente “benevolen-
cia”. No obstante, los jueces consideraron acertado mandarla a servir a un
hospital, pues, se pensó que solo ahí podía redimirse. Pero si en su fuero
interno hubo un verdadero arrepentimiento, o más bien decidió disimular
sus sentimientos de contrición, hoy en día no es posible aseverarlo.

36
Véase, más arriba, la nota 28.
254 Fernando Ciaramitaro

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número 83, enero-abril, 2022


Apéndice1

Foja 1

El Inquisidor fiscal de este Santo oficio


Contra María Guadalupe Rivera de calidad española
de estado viuda natural de San Pedro Tolimán
Jurisdicción de la Ciudad de Querétaro de 54 años
de edad por Ilusa Prueba del delito

Tuvo principio esta Carta por denuncia hecha ante el Comisario de dicha Ciudad de Querétaro a
los 13 de Febrero del año pasado de [1]765, por el padre Fray Mariano Ledesma del orden de San
Francisco y de 34 años de edad, Diciendo: Que habiendo llegado esta reo a su confesionario con
el título de Consultar su interior, habiéndola preguntado, si venía a confesarse, respondió, que no
tenía pecado, y dando razón de su interior Dijo: Que Dios Nuestro Señor le había levantado a una
continua comunicación en pura fe con su Majestad y que en esta Comunicación la enseñaba, y decla-
raba todos los misterios de Nuestra Santa Fe2 y que preguntada sobre ellos, los declaró en la forma
siguiente. Que Dios Nuestro Señor encarnó en Adán y que este no pecó, y que era testimonio que le
levantaban decir que pecó.
Que Dios encarna en todas las criaturas cuando son animadas, aunque sean infieles; Turcos
etcétera. Y que vuelve a padecer, morir, y resucitar en cada criatura, y que padeció en los Mártires,

número 83, enero-abril, 2022


y no en su sola persona.
Que Dios Nuestro Señor se unió a toda la naturaleza humana y por este motivo toda estaba
limpia, y pura.3
Que en todas las criaturas así en lo bueno, como en lo malo obra Dios, y se vale de ellas, como
de instrumento para la operación de aquella acción, de modo, que a la criatura no se le debe atribuir
sino a Dios, y a la criatura aunque sea en acción pecaminosa, por lo que la criatura no peca, y caso
que hubiera pecado, o que la acción fuera pecaminosa se le debía atribuir a Dios; esto no puede ser;

1
Nota del autor. AHNE, Inquisición, leg. 1730, exp. 4. Para facilitar la lectura del documento inquisitorial, se
ha modernizado la ortografía.
2
Al capítulo segundo respectivo a este hecho Dijo que se acordaba haber dicho al confesor lo que se refería
en él, pero si lo dijo, desde luego se retractaba de ello, persuadiéndose a que sería ilusión del Demonio,
que la propondría para engañarla y que en el asunto nada creería más de lo que se la dijese debía creer.
3
Al capítulo tercero respectivo a ese hecho, dijo: Que se acordaba haber dicho lo que se refería, al Padre
Ledesma su Confesor pero que lo dijo por los motivos, que había expresado, creyendo que se lo había
enseñado Nuestro Señor; Mas a la presente lo detestaba, y reconocía como herejía formal; creyendo, que
hay un solo Dios verdadero y tres personas, de las cuales solo la 2a que es el hijo encarnó en las purísimas
entrañas de María Santísima y el que únicamente padeció y murió por Salvarnos y librarnos del pecado
original en que estábamos incursos como descendientes de Adán, que lo cometió, y en quien todos peca-
mos, y de el que nos libra Dios por medio del Sacramento del Bautismo con todo lo demás que cree y
Confiesa a la Santa Madre Iglesia.
260 Fernando Ciaramitaro

luego ni Dios, ni la Criatura pecan, y por consiguiente no hay pecados.4


Que era lo que decía en sustancia aunque con otras voces equivalentes.
Que desde la toma de La Habana acá indagando el motivo de todos estos males, y Guerras,
le dio Dios a conocer, que Su Majestad era quien lo hacía, y no el Demonio, y que también le dio a
conocer que había Demonios porque más pasiones eran.
Foja 1v
Demonios, y aunque estas nos tentaban, resistíamos, y caso que hubiera Demonios, estuvieran
en Dios.
Que no hay infierno, ni Purgatorio sino solo Dios, y que todo está en Dios.
Que toda criatura racional tiene real, y verdaderamente en su pecho a Nuestro Señor Sacramen-
tado como templo vivo de Dios. Que el Santísimo Sacramento del Bautismo no es necesario, porque
así este sacramento, como todos los demás son ceremonias de la Iglesia.5
Que las criaturas son las consentidas de Dios, y se mueven a obrar por Dios, aunque sea pecado
contra la Castidad: Que aunque hagan errores, Dios no se enoja y según le parecía al denunciante
dio a entender, que Dios los obligaba a fuerza; Porque así como a la Burra de Balaam6 la hizo hablar
el castigo, así a este modo la fuerza hace obrar a las criaturas: Que no teme el Infierno, porque si
la amenazaran con él, dice que irá porque Dios la envía, ni teme venir a este tribunal porque dice
vendrá a padecer por Dios. Y que atemorizándola con el temor de su eterna perdición, dice que Dios
la consuela, y la dice que es por probarla el espíritu; Y que continuamente está en paz adorando a
Dios en su interior.7
Que el denunciante en las muchas veces, que había ido a comunicarle su espíritu, de veinte días
a aquella parte la había amonestado seriamente se quitare de estos errores, y desatinos, procurando
reducirla a la creencia, y fe de los misterios que nos enseña Nuestra Madre la Iglesia y respondía,
que aunque exteriormente le dijera que lo creyera interiormente lo creía según se lo decía Dios, que
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antes lo creía así como se lo decía el denunciante, pero que desde que Nuestro Señor le había dado
luz, y conocimiento de los misterios los creía como Dios se los había enseñando; Y que por relación
de esta misma reo savia el denunciante, que otros Confesores la habían amonestado pero sin fruto.8
Que cuando llegaba a su confesonario, la preguntaba, si traía intención de confesarse sacramen-
talmente y respondía no tener de qué; Y volviéndola a preguntar si quería que aquellas cosas que

4
Al cuarto dijo: Que era cierto, que cavando en la nada que somos había hallado, que Dios era solo el que
obraba en nosotros, pero que desde luego creía, que las acciones pecaminosas eran obras de nuestro libre
albedrío, en que Dios solo concurría permitiéndolas estando en nosotros por su inmensidad, pero no
haciendo el pecado.
5
Al capítulo sexto dijo: Que era verdad que había dicho lo que se expresaba en el Capítulo y cargo que se
le hacía, pero que sin intervención de persona alguna, ella por sí misma cavando en la nada, sacaba que
no había más que nada y Dios infiriendo de aquí todas las otras proposiciones las que detestaba, y reco-
nocía falsas, creyendo, que había Demonios, Infierno, y Purgatorio, Y que el Bautismo, Penitencia, y Eu-
caristía eran Sacramentos de la Iglesia que causaban gracia.
6
Nota del autor. Cuando los israelitas en sus múltiples matanzas vencieron a los amoritas, el pueblo de
Moab se atemorizó mucho, por lo que su rey Balac manda a llamar a Balaam para que maldiga a los is-
raelitas (Biblia, Antiguo Testamento 22,7-37).
7
Al séptimo dijo: Que confesaba el cargo que se la hacía y reproducía ser todo efecto de su fantasía, y que
desde luego lo detestaba igualmente que lo demás.
8
Al octavo Dijo: Que es cierto había dicho que se la hacía cargo porque lo creía así efectivamente; pero que
desde luego se separaba, y apartaba de ello como tenía protestado.
María Guadalupe Rivera y el Santo Oficio 261

le comunicaba quedasen bajo del Secreto de Confesión, respondía, que quedasen como quisiere; Y
replicándola, que no podían quedar bajo de Confesión porque no se quería confesar, respondió que
quedasen bajo de secreto natural. Y a pregunta que se le hizo, de si había observado en esta reo algu-
na señal de fatuidad, demencia o enfermedad, Dijo que no había observado demencia, ni fatuidad,
y sólo le parecía podía ser flaqueza de Cabeza, por el poco alimento que tomaba según ella misma le
decía sin que en la ratificación añadiese cosa alguna.
Y vista por el Tribunal esta denuncia, se mandó dar orden al expresado Comisario para que con
toda precaución llamase por sí solo al denunciante, y le intimare de parte de este Santo oficio, que
en el asunto de la denuncia,
Foja 2
que tenía hecha se le encargaba, y mandaba, que proporcionándosele ocasión de volver a tratar,
y comunicar a la denunciada, o buscándola por sí con la mayor cautela, y reserva, de modo que no
entendiese era buscada de propósito, procurase informarse e investigar de ella como que natural-
mente lo trataría el mismo asunto los particulares siguientes.
1º ¿desde qué tiempo empezó a levantarla Dios a la continua comunicación en pura fe con su
Majestad enseñándola todos los misterios de Nuestra Santa fe, y qué pruebas, o señales había teni-
do así en los principios como en la continuación de ser de Dios estas inspiraciones? 2º ¿Si la había
comunicado, y revelado Dios, que esta enseñanza, y declaración de los misterios de Nuestra Santa
fe que a ella comunicó los haya revelado, y participado también a otras criaturas con expresión
suficiente de su conocimiento? 3° Si desde el tiempo que dijese haber empezado sus revelaciones, y
comunicación con Dios estuvo asegurada de su certeza, como parecía estarlo al presente y si para su
dirección, y seguridad comunicó, y declaró dichas revelaciones a algunos confesores en calidad de
tales, o de directores espirituales, o a otras cualesquiera personas por cualquiera fin o motivo que
haya sido informándose bien de los nombres, y circunstancias de los sujetos que citare. Y finalmente

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que previniese a dicho denunciante, que el fin principal a que se dirigía esta diligencia era descubrir,
si había tenido Maestro, que la hubiese sugerido los errores en que estaba, y si se habían difundido
a otras personas o se le habían apoyado por sus Directores o Confesores, y que evacuada esta dili-
gencia compareciese a dar razón ante dicho Comisario quien le tomase declaración, y ratificase en
forma por ante el mismo Notario. Y que el Comisario separadamente se encargase de informar de
la calidad, vida, y costumbres de la denunciada, y si había cumplido con los preceptos de la Iglesia
y frecuentado los sacramentos o desde qué tiempo había dejado de hacerlo: Y averiguase con toda
cautela con que personas tenía más frecuente trato, y comunicación, y hasta qué grado de confianza,
y diese cuenta con la mayor brevedad.
Librada con efecto la comisión, y hechosele saber lo prevenido en ella al denunciante por el
enunciado comisario, y ofrecidolo cumplir como se le mandaba, a los 15 de Marzo del mismo año
compareció, y Dijo sobre el primer artículo; Que desde el año de [17]40 comenzó a tener varias visio-
nes de Imágenes de Nuestro Señor Jesucristo, y Nuestra Señora la Virgen María, y que entonces las
procuraba desviar o apartar de sí pero siempre las tuvo por beneficios particulares de Dios Nuestro
Señor. Y que en una ocasión que tuvo esta, se le representó la Imagen de Nuestro Señor crucificado, y
la infundió tanta contrición de sus pecados, que lloró por
Foja 2v
espacio de siete meses, y había tenido a este modo otras de Nuestra Señora la Virgen María, y de
otros santos; pero que no era mirando corporalmente sino que sentía su presencia como si actualmente
262 Fernando Ciaramitaro

las viera. Que siempre estuvo segura ser Dios estas visiones por la fe, y buenos efectos, que sentía como
ser lágrimas amor de Dios, gozo, y deleite.9
En cuanto al 2º Dijo: Que en este tiempo por vivir en el Pueblo de San Pedro Tolimán no tenía
Padre Espiritual, y sólo se confesaba sin comunicar estas cosas en los principios, por cuyo motivo hacía
muchas penitencias por su voluntad, y sin dirección de su confesor hasta que llegó con el Padre Fray
Juan Saldaña del orden de San Francisco de la Provincia del Santo Evangelio con quien comunicó sobre
las penitencias, que hacía, y la dijo buscara confesor fijo, a quien estar sujeta, y que no hiciera aquellas
penitencias por su voluntad.10 Que después llegó con el Padre Fray Francisco Villanueva observante de
San Francisco de la Provincia de Michoacán, quien la decía que no hiciera aprecio de aquellas visiones,
que le comunicaba porque aunque era menos que ahora, sólo comunicaba aquello principal, y que en
este tiempo llegó con varios Confesores a quienes comunicó alguna cosa y todos la respondían lo mismo.
Que con una Prima suya llamada Beatriz Vega de estado Doncella había comunicado algunas cosas por
vía de parla de lo que la pasaba en la oración, pero que no sabía, que a la dicha la hubiera revelado Dios
Nuestro señor los misterios que a ella.11
Que en cuanto al 3º. Que desde el año de [17]40 le había dicho esta reo, se le habían ido aumentando
estas luces, y conocimiento pero que de tres años hasta el presente la levantó Dios a este grado de luz en
que se halla, en los que le ha dado Su Majestad luz, y conocimiento de que fuera de Dios no hay nada,
por cuyo motivo estaba cierta, de que esto era de Dios porque ella no hablaba ni veía otra cosa, sino solo
a Dios, como principio, medio, y fin de todas las cosas: Que si eran herejías, en Dios estaban, y de Dios
procedían, pues no podía la Criatura sin Dios nada; Porque aunque decían, que el Demonio se había
aparecido, no era el Demonio, sino Dios, que tomaba esa forma o figura: Que también decía son de Dios
estas cosas, por los buenos efectos que sentía en sí, como eran gozo, y paz, pues cuando salía de esto
quedaba su cuerpo como desmayado, y se veía como llena de Dios, y como vaso dispuesto, para que
obrase el Señor lo que gustara.12 Y que en una ocasión la dio a entender su Majestad que era vaso del
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señor, y que al presente se hallaba en una luz continua como un rayo, que la alumbraba, en que estaba
muy contenta gozando esta luz; y que esto no lo había comunicado todo, sino solo lo que conocía podían
entender porque no todos tenían luz para conocer esto, aunque lo que comunicó con otros no había sido
con la expresión que ahora. Y que los sujetos con quienes expresó más sus cosas, fueron el Padre Fray
Francisco Ortiz del Colegio Apostólico de la Santa Cruz de dicha Ciudad de Querétaro, quien la solía
decir algunas ocasiones, que no la entendía, y que fuera con otro; Y otras
Foja 3
que no hiciera caso de aquello, hasta que por último, examinándola de espacio, la dijo: que
aquello que le decía eran herejías, y la despidió.13 El padre Fray Manuel del Monte Carmelo religioso

9
Al capítulo noveno dijo: Que era cierto lo que se lo hacía cargo en el capítulo y que así la parecía lo veía,
y experimentaba, pero que repetía las protestas que tenía hechas.
10
Al capítulo decimo dijo: Que era cierto lo que se refería en él.
11
Al capítulo décimo primero que era cierto dijo lo que se refería en el capítulo y que fue por haber creído,
que eran cosas de Dios y no ilusión del Demonio, Pero que ahora, que se la hacía ver la verdad repetía
sin protestar.
12
Al capítulo décimo segundo dijo: Que era cierto haber dicho que se refería en él, y que para su satisfac-
ción reproducía la respuesta dada al cargo antecedente.
13
Al capítulo décimo tercero dijo: Que era cierto el capítulo y cargo que se la hacía, pero que reproducía las
respuestas y protestas, que había hecho.
María Guadalupe Rivera y el Santo Oficio 263

del Carmen en dicha Ciudad de Querétaro, aunque cuando comunicaba a este padre sus cosas, no
tenía las especiales, que ahora; y que comunicándola su interior la decía dicho padre que por fe ha-
bía de caminar a Dios, y ella le respondía; sí padre así lo hago: Porque entonces sólo le comunicaba
la paz, y quietud en que se hallaba. El padre Phelipe Latas de la Compañía de Jesús del Colegio de
dicha Ciudad a quien comunicó varias ocasiones su espíritu, y las revelaciones especiales de ahora,
y la respondía, que todas eran herejías, y la despachó con el padre Francisco Antonio Ganancia de la
misma Compañía quien informado de sus cosas la dijo, que por lo que ella le decía, habían quemado
bastantes herejes en Roma y la despidió. El padre Francisco Miguel Pinilla del expresado Colegio de
la Santa Cruz, quien la persuadió, que no creyera en aquellas herejías, y la despachó con el denun-
ciante. Y que por último le dijo, que ningún confesor la había aprobado estas cosas, y que ella las
tenía por sobrenaturales.14
Que había frecuentado los sacramentos de Confesión, y Comunión hasta de un mes, y días a
aquella parte, que el denunciante la dijo, no comulgara, y que desde este tiempo no había tenido
deseos de comulgar, porque dos días después que no comulgaba, teniendo algún deseo, oyó una
voz que la dijo, Ya está la comunión hecha, y con este había quedado satisfecha, Y que otras ocasio-
nes había tenido hablas interiores en pura fe, y que no había hallado el denunciante hubiera tenido
Maestro que le enseñara estas herejías, sin embargo de las muchas diligencias, que para averiguarlo
había practicado con ella.
Y en la ratificación Dijo: Que todo era según, y como estaba escrito, y se lo había referido esta
reo, haciendo manifestación de unas liras, que ella misma le entregó, expresándole, que aquello era
lo que tenía, y sentía en su interior; cuyas Liras, y su título son del tenor siguiente.

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14
Al capítulo décimo cuarto dijo: Que eran ciertos los pasajes que se referían en el capítulo, y reproducía
las respuestas y protestas anteriores.
264 Fernando Ciaramitaro

Liras de la transformación del Alma en Dios

Aquella niebla obscura Y en aquesta salida


es una luz Divina que sale de sí el Alma dando un vuelo
inaccesible, pura, hermosa, y fuerte en busca de su vida
íntima deleitosa, Sube al Empíreo Cielo
un ver a Dios, sin vista de otra cosa. quitando a su secreto contra el velo.
La cual ahora llega, Aunque busca al amado
el Alma que de amor esta inflamada, con la fuerza de amor toda encendida,
y viene a quedar ciega en sí le tiene hallado,
quedando sin ver nada pues está entretenida
la ciencia transcendida, y alcanzada. en gozar de su bien con él unida.
Y cuando la conquista Está puesta en sosiego
del reino de sí misma es acabada, y a todas las imágenes perdidas
se sale sin ser vista y su entender, ya ciego
de nadie, ni notada, las pasiones rendidas
a buscar a su Dios de él inflamada. con fuerza las potencias suspendidas.
A tal gloria, y ventura,
subir por escalera le convino
para venir segura,
número 83, enero-abril, 2022
María Guadalupe Rivera y el Santo Oficio 265

Foja 3v
¡y por modo Divino Mas cuando de continuo,
los misterios de Cristo fue el camino del verbo eterno el Alma está gozando,
y habiendo ya llegado su espíritu Divino
al deseado fin que fue su invento mueve un aire muy blando,
tiene quieta en su amado que todo el interior va regalando.
continuo movimiento Gozando de él a solas,
estando sosegada, y muy de asiento. y puesto un muro en este prado ameno
En la noche serena, vienen las blandas olas
en que goza de Dios su vista, y comienzo, de aqueste aire sereno
sin darle nada pena y todo lo de afuera lo hace ajeno.
le busca bien adentro Aquel Rey en quien vive
con deseos saliéndole al encuentro. la tiene con tal fuerza robada,
En amor la encamina, y como la recibe
metida entre tiniebla tan obscura, de asiento en su morada
y sin otra doctrina toda de sí la deja enajenada.
camina muy segura Como es tan poderosa
a donde Dios le muestra su hermosura. la fuerza de aquel bien con que está unida
Y yendo sin camino, y ella tan poca cosa
sin que haya entendimiento ni memoria con darse por vencida
le muestra el rey Divino pierde su voz, y en él es convertida.
su vida, y su gloria Y no porque ser pueda
como se puede ver en vida transitoria que pierda su esencial la Criatura
O noche Cristalina, más como tanto exceda

número 83, enero-abril, 2022


que juntaste con esa luz hermosa en Dios el Alma pura
en una unión Divina toda en él se transforma y transfigura.
al Esposo, y la Esposa
haciendo de ambos una misma cosa.

Y cumpliendo el Comisario con lo ordenado en el expresado Decreto dijo en la Carta con que
remitió las antecedentes diligencias, que esta reo era una mujer Española, modesta retirada en su
casa, donde se ocupaba ya en varios rezos, o devociones, ya en hilar u otras maniobras propias
de su sexo, y que vestía el hábito exterior de San Agustín; Que tenía noticia había frecuentado los
Sacramentos Y que registrados los Padrones donde se asientan los que cumplen con la Iglesia había
hallado, cumplió esta reo con los cuatro años antecedentes correspondientes a la fecha de dicha
Carta, que es del 30 de marzo de [17]65.
Y vistas estas diligencias por el Tribunal, con lo pedido por el Inquisidor Fiscal se mandó librar
Comisión para que se volviese a examinar al denunciante sobre si lo que dijo en su declaración de la
comunicación de espíritu, que había tenido esta reo con los Padres que le expresó fue en Confesión
Sacramental, y bajo del sigilo de ella, o sólo por mera comunicación y dirección, y bajo de secreto
natural, procurándose informar del sujeto que la dio las Liras, y que evacuado esto, examinase,
y ratificase en forma dicho Comisario a los enunciados Padres con la prevención de que antes de
266 Fernando Ciaramitaro

entrar en la declaración se les advirtiese, que no se les preguntaba por lo que hubiesen sabido bajo
del Sacramento de la Penitencia, y sigilo de la Confesión, y que igualmente se librase Comisión al
Doctor Poza Cura de San Juan del Rio para que examinarse a Beatriz Vega en lo que había sido dada
por conteste por esta reo.
Puestas en ejecución una, y otra Comisión, el expresado denunciante
Foja 4
Dijo: Que dicha comunicación con los expresados Padres había sido en el confesionario, unas
veces bajo de Confesión, y otras por mera comunicación Espiritual según se lo tenía dicho esta reo;
Y que las Liras, que había entregado en el acto de la ratificación se las había dado a esta reo el citado
arriba Padre Fray Manuel del Monte Carmelo, y que le había dicho, no sabía por quién se habían
escrito, ni quién las había compuesto. Y con fecha de 31 de Diciembre del año pasado de [17]67 es-
cribió este mismo denunciante una Carta al expresado Comisario, para que la dirigiera a este Santo
Tribunal que es del tenor siguiente.
En orden a lo que se me manda por la Santa Inquisición que prosiguiera comunicando a María
Guadalupe Rivera, no lo ejecuté porque a poco tiempo de dicho mandato fui destinado por mis
Prelados de morador al Colegio de la Ciudad de Zelaya, y aunque volví a este de Querétaro no
pude continuar en su trato, así por la ocupación de maestro de Novicios, que me impedía, como
porque a poco tiempo de llegado, se me acabarían las licencias de Confesor por el Arzobispado, las
que no procuré sacar, porque inmediatamente fui mando por mis Prelados de Maestro de Novicios
del Convento de la Ciudad de Valladolid, de donde poco tiempo ha, que vine. No obstante en una
ocasión, que la llame al confesionario cuando estuve en esta Ciudad de Querétaro, la hallé en los
mismos errores de siempre, y que comulgaba diariamente por orden del Padre Fray Francisco Her-
nández ya difunto, aunque el dicho Padre no admitía, que le comunicase su espíritu; Y aunque ahora
nuevamente se me manda su trato, y comunicación, no sigo porque no tengo licencia de Confesar
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por el Arzobispado; Pero si en una ocasión, que en estos días inmediatos fui a verla en su casa, y
preguntadola de lo que me tenía dicho, respondió, que no tenía deseos de comulgar, porque ya me
tenía dicho, que estaba la comunión hecha, y que para qué ha de desearlo, que tiene dentro de sí, y
que desde la cuaresma no comulgaba. Y haciéndola otras preguntas en orden a lo demás, que tengo
dicho, responde con los mismos errores, y tenacidad de siempre.15
El padre Fray Miguel Ramón Pinillas del mismo Colegio de la Santa Cruz, dijo a pregunta que
se le hizo: Que presumía fuese llamado sobre una persona ilusa, que hubiese llegado alguna a sus
pies para confesarse: Y a pregunta, que se le volvió a hacer (previa la advertencia mandada en el
decreto citado) Dijo. Que lo que sabía, y diría no era por el sacramento de la penitencia, sino por ha-
berla comunicado fuera de Confesión, con el motivo de haberla mandado al declarante su Confesor,
que dudaba de su espíritu, llamado Fray Francisco Xavier Ortiz del mismo Colegio ya difundo. Y
que habiéndose procurado informar el Declarante de su modo

15
Al capítulo décimo sexto dijo: Que era cierto lo que refería el capítulo y que lo había dicho llevada de lo
que tenía en su imaginación reproduciendo las protestas que tenía hechas. Y en la publicación de testigos
contestó con todo lo que hasta aquí relacionado por este y reprodujo las protestas hechas en la acusación,
y respuestas dadas en su satisfacción a los respectivos cargos.
María Guadalupe Rivera y el Santo Oficio 267

Foja 4v
de vida, halló al parecer una vida inculpable, pero el modo de su oración con muchos errores
en la Fe, sobre los que procuró instruirla por si procedían de ignorancia, pero la halló pertinaz en su
errado dictamen repetidas veces, que intentó sacarla de ellos, los que a lo que se quería acordar eran
negar el Sacramento de la Penitencia, y Eucaristía: Afirmar, que el verbo Divino encarnó en Adán:
Que justos, y pecadores eran como los árboles plantados por Dios en el mundo para dar fruto de
buenas, o malas obras naturalmente. Que acerca del Infierno, y condenados decía, que Dios se los
había manifestado en un árbol pegados a las ramas como animalitos, y que el Árbol era Dios, que
los sustentaba; Y diciéndola, que porque no pensaba en la Pasión de Cristo, y dejaba estas cosas, que
eran claras herejías, respondía, que a los principios así lo hacía, pero ahora Dios la enseñaba estas
otras cosas, y viendo, que no aprovechaba con ella, y que no tenía tiempo bastante para procurarla
sacar de sus errores, la rogó pasara al convento de San Francisco con el Padre Predicador Fray Ma-
riano de Ledesma, a quien suplicó la oyera, y procurara desengañarla, y que sabía, fue con dicho
Padre sin haberla vuelto a ver más.
Y a preguntas que se le hizo: Dijo: Que el concepto, que entonces formó, no fue que le faltara el
juicio, sino que estaba obscurecido, y obcecado con aquellos errores, e ilusiones, en que siempre la
hallaba constante, y que estaba en este mismo concepto en la actualidad, sin embargo de no haberla
vuelto a tratar, y que no la había denunciado a este Santo Tribunal porque el referido Padre Fray
Mariano Ledesma (quien según le dijo formó el mismo concepto) le aseguró, que él lo haría porque
tenía más tiempo, y ocasión de hacerlo sin nota; Por cuyo motivo había respondido a la primera
pregunta, que se le hizo, que presumía la causa porque se le había llamado.16
Y en la ratificación añadió: Que restituyéndose a su Colegio después de su declaración hacien-
do memoria de las preguntas, que se le habían hecho, advirtió no haber respondido lo que sentía
acerca de la vida de dicha mujer; que era el que según se acordaba del informe, que ella le hizo em-

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pezó a frecuentar los sacramentos desde bien joven, y a meditar en la Pasión del Señor que en aquel
tiempo lloraba sus pecados; Que casó después, y salió a vivir al Monte o algún Pueblo pequeño,
donde prosiguió su modo de vida espiritual, no sabía por cuántos años, y en este tiempo discurría
al declarante empezó a tener estas ilusiones con la apariencia de luces de Dios, con la ocasión de no
haber tenido Director de su Alma en aquel tiempo, y que la sostenía con el tenor de su vida, que era
adornada al parecer de muchas virtudes morales, como era el silencio, misericordia, piedad en los
templos (de que no se había apartado, aún después
Foja 5
que el declarante la había argüido de sus errores) en los que la había visto varias veces, y no
hacía mucho la vio entre otras gentes andar la Vía Sacra en el compás del Colegio de la Santa Cruz; Y
que además de esto había notado en ella una paz imperturbable, y una conformidad con la voluntad
de Dios, con la que el Declarante se confirmó más en su ilusión; Y que sabía, que el común concepto
de las gentes que la trataban era el de Santa.17 Añadiendo asimismo, que temiendo el declarante
no infundiera sus errores a una persona con quien trataba algunas veces dicha mujer la examinó

16
Al capítulo décimo séptimo dijo: Que era cierto lo que se refería en el capítulo y reproducía las protestas
que tenía hechas.
17
Al capítulo décimo octavo dijo: Que era cierto haber dicho lo que se refería en el capítulo por las mismas
razones que tenía dichas, pero que por su parte nunca había hecho vanidad de que la tuviesen por santa.
268 Fernando Ciaramitaro

con cautela sobre su trato, y comunicación con ella, y halló ser de cosas indiferentes, y no tocantes a
Nuestra Santa fe.
Y constando por certificación del Notario Don Francisco Gutiérrez Palacios, que actuó en estas
diligencias que los Padres Fray Francisco Villanueva religioso observante de San Francisco y el Padre
Fray Francisco Xavier Ortiz del Colegio Apostólico de la Santa Cruz eran ya difuntos, y que del Padre
Fray Juan Saldaña religioso también observante de San Francisco no había quien diera razón de él, y
que padre Fray Manuel del Monte Carmelo religioso del Carmen estaba de morador en su convento
de la Ciudad de Valladolid, se mandó librar Comisión a este Comisario, que para que examinase al
expresado Fray Manuel. Y puesto en ejecución a preguntas, y repreguntas que se le hicieron Dijo: no
se acordaba haber conocido a esta reo, y que en el tiempo, que se le citaba no había estado de con-
ventual en Querétaro, ni lo estuvo hasta el año de [17]55 o [17]56 y a pregunta de si había entregado
a esta reo algunas liras, y sabía quién las había compuesto, y escrito, Dijo que no se acordaba haberla
entregado liras algunas, pues como tenía declarado, ni se acordaba haberla conocido, ni vivido en el
citado tiempo en Querétaro; Pero que sí se acordaba haber dado a varias personas devotas algunos
versos devotos sacados de la noche obscura de San Juan de la Cruz, y de la llama de amor viva del
mismo Santo, de los cuales unos empezaban En una noche obscura: Y otros: Oh llama de amor viva.
Y otros sacados de la Cadena Mística, que escribió un Carmelita Descalzo, de cuyo nombre no se
acordaba. Y otros versos, que eran también devotos, y se decían ser de San Agustín, que comenzaban:
Déjate amar verdad crucificada: Pero, que todos estos versos los había repartido después del tiempo,
que se le citaba, en el que volvía a repetir, no haber repartido alguno a esta reo; por cuyo motivo el
Comisario le hizo demostración de las expresadas liras, que dijo ser de su letra, y haberlas repartido
a varias personas devotas, entre las cuales no sabía si estaría comprehendida esta reo, pero que si lo
estaba no se las había repartido en el tiempo que se le citaba, sino después; Que no sabia
Foja 5v
número 83, enero-abril, 2022

quién había compuesto dichas liras porque él no había hecho más que copiarlas de la citada
cadena mística, y que a su parecer las traía también la Madre Antigua.
Y a pregunta que se le hizo Dijo: Que daba, y repetía dichas liras con el fin de fervorizar a las
personas, que se las daba en el camino de Dios, y que no se acordaba haber dicho a ninguna de ellas,
que sólo por fe había de caminar a Dios, porque sólo las daba por alentarlas, y animarlas al servicio
de Dios, pareciéndole muy devotas, y en nada opuestas a Nuestra Santa Fe; y en la ratificación añadió:
Que aunque en su declaración había dicho, que le parecía traer las expresadas liras la Madre Antigua,
habiéndola registrado, no las había encontrado en ella, pero que estaba cierto, que en el mencionado
libro Cadena Mística se hallaban impresas, aunque no tan explayadas como en otros Libros Devotos.
Examinada la Beatriz de Vega por el expresado Doctor Poza sobre lo que era dada por conteste
Dijo, que conocía a esta reo, y sabia, que vivía en Querétaro, y que en cierta ocasión haría tiempo de
diez años, la dijo viviendo en el Pueblo de San Pedro Tolimán: Que al tiempo, que un Naranjito que
había plantado diera azahar, ya estaría un hijo que tenía en el Cielo que era lo único, que sabía, y
podía decir en el asunto.18

Y en la publicación de testigos comentó con todo lo respectivo a este, reproduciendo las respuestas dadas
a la acusación y protestas que tenía hechas.
18
Al capítulo décimo noveno en su principio respectivo a este hecho dijo que el pasaje que se refería en el
capítulo no lo había dicho en los términos que se refería sino sólo haciendo relación de que estando un
María Guadalupe Rivera y el Santo Oficio 269

En este estado compareció ante el ya expresado comisario de Querétaro a los 17 de Marzo de


este año de [17]69, el Bachiller don Juan Manuel de Vera Clérigo Presbítero, y actual Penitenciario
de la Congregación de Nuestra Señora de Guadalupe, y bajo de juramento Dijo: Que en aquellos
próximos días había llegado a su confesionario una Mujer de hábito exterior de San Agustín llamada
María Guadalupe Ribera, la que luego que llegó a sus pies la dio a entender, que no llegaba con el
fin de confesarse, sino para que la examinara, si estaba capaz de recibir la Sagrada Comunión a cuyo
fin la había enviado con él su padre confesor, y que habiéndola preguntado, que si para comulgar
necesitaba de algún examen porque no lo hacía dicho su confesor, respondió; Que bastantes la había
hecho, pero que era de parecer, que lo hiciere el declarante; Y que habiéndola vuelto a preguntar
cuánto tiempo había que no comulgaba, y que si había cumplido con la Iglesia el año pasado Dijo:
Que no, y que tampoco lo había hecho en los años antecedentes; que según su Juicio haría ocho
años, que no comulgaba, ni cumplía con la Iglesia. Que habiéndola vuelvo a preguntar; Qué causa
había para que no hubiese cumplido con la Iglesia Dijo: que por no haberlo permitido sus Padres
Confesores; Y que volviéndola a preguntar si no tenía deseos de recibir la sagrada Comunión para
tener el Consuelo, que tenían los demás
Foja 6
fieles cuando la recibían, respondió: Que estaba bastantemente consolada, y muy contenta,
y que no necesitaba la sagrada comunión porque ella estaba en Dios, y Dios en ella, y que los que
comulgaban, no lo habían menester, porque todas eran Criaturas de Dios, y todas estaban en Dios
como en su comienzo.19 Y que habiéndola replicado, que si no sabía, que todos los Cristianos te-
níamos obligación de guardar los mandamientos de Dios, y de la Iglesia, y que obedeciendo los
mandamientos se pecaba moralmente, como el que asimismo no cumplía con la comunión anual
Dijo: Que aunque se decía, que era pecado; el pecado en sí era vano según San Pablo, y a Dios no se
podía ofender con él.20 Y que habiéndola vuelto a replicar, que si moría en el estado en que estaba,

número 83, enero-abril, 2022


¿qué juicio hacía de su paradero, y qué sería de su Alma? Respondió; que lo mismo que de todas las
que salían de este Mundo, que se iban a Dios como a su centro; Y que habiéndola dicho, que si no
sabía, que Dios era remunerador, que castigaba a los malos, y premiaba a los buenos, y que los que
morían en pecado mortal los castigaba con fuego, y penas eternas en el Infierno, Dijo: Que el Infierno
eran los trabajos temporales de esta vida, ¿que cómo podía Dios castigar lo mismo que quería? Que

día trasplantado un naranjo pequeñito en el jardín desde la maceta en que lo tenía puesto, diciendo con
este motivo a un hijo que andaba travesando y enredando; ¿hasta cuándo serás bueno? Le había respon-
dido, que cuando aquel Naranjo diera azahar, y que no lo había dicho con el fin de acreditarse de Santa
si no sólo con el fin de referir lo mismo que sentía en su interior, que era el que habiendo muerto dicho
su hijo a los tres meses, el naranjito dio azahar. Y en la publicación de testigos, dijo a este que se refería a
lo que sobre el particular tenía dicho a los cargos de la acusación.
19
A lo restante del citado capítulo décimo noveno respectivo a otros hechos, dijo: que todo era cierto, a reser-
va de los 8 años, que decía estuvo sin comulgar, porque no fueron más que tres como tenía Confesado en la
Audiencia de Oficio, y que desde luego fue equivocación o nula inteligencia del que lo depuso, declaró.
20
Al vigésimo en que se la hizo cargo de este hecho y de que esta producción era preciso fuere de alguien
de los directores, que había tenido por lo que debía declarar quién se la había enseñado, en dónde la
había visto, y leído, etcétera. Ella Dijo que era cierto había dicho lo que se refería en el capítulo pero que
la expresión que se citaba de San Pablo no se la había enseñado persona alguna, sino que ella misma la
vio en un libro intitulado aborrecimiento del pecado mortal, que la prestó una Señora de Querétaro lla-
mada Ana, y que dicha expresión la había entendido en los términos que se la explicó al referido bachiller
porque siendo el pecado vano era nadie.
270 Fernando Ciaramitaro

si Dios no quisiera no pecara el hombre.21 Y que habiéndola vuelto a preguntar, si daban gracia los
Sacramentos, y si había sido casada cómo se casó, Dijo: Que por mantenerse con honra, pero que
bien sabía, que el uso del matrimonio no era más que un adulterio, que se le hacía a Dios con quien
todas las Almas estaban desposadas. Y que habiendo ido en la actualidad a su confesionario, a pe-
dirle licencia para Comulgar con el motivo de hallarse los fieles cumpliendo con el precepto anual, y
dichola, que si no la había de servir la Sagrada comunión, ¿para que había de Comulgar? Respondió,
que por el Mundo, y hacer lo que los demás hacían.
En cuya vista habiendo observado el declarante, que esta reo estaba constante en sus errores, y
que no pendían de fatuidad, flaqueza de Cerebro, ni ignorancia, pues en todas ocasiones había pro-
curado disuadirla de sus errores, y siempre se había mantenido constante, y firme en ellos, se hizo
juicio, estaba ilusa, y más cuando le había dicho, que así lo tenía entendido, desde que vio con los
ojos de la Alma, y oyó del mismo Dios todo lo que lleva expresado. Añadiendo en la ratificación que
esta reo había ido dos veces a su casa a pedirle la llevase consigo ante el expresado Comisario para
que la examinara por habérselo mandado así su confesor preciándose de obediente; Y que según
entendía el declarante, dicha reo no tenía miedo de comparecer, porque estaba creída, que no tenía
culpa en sus errores, ni los conocía como tales, añadiendo también, que le había dicho en una ocasión
que no había juicio universal sino que cada uno era juzgado cuando moría, y que la resurrección de
la Carne era el nacimiento de cada uno.22
Foja 6v
Con la diligencia antecedente, y encargo que se le tenía hecho a este Comisario informó: Que
el porte de esta reo, que había observado algunos meses hacía, y tenía averiguado; era el de asistir
al Santo Sacrificio de la Misa, y rezar las estaciones de la Vía Crucis con reverencia, y devoción a
lo que aparecía; Que vestía con modestia comía con templanza, y no bebía vino, ni otro licor, que
embriagase, o perturbase que se mantenía con todo recogimiento en su casa ocupada en rezar, y en
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los trabajos correspondientes a su sexo: Que no se le oía palabra, ni se le notaba acción que indicase
otra cosa, que un Cristiano, y virtuoso porte; Que en lo exterior parecía irreprehensible, pero el in-
terior corrompido, y viciado con muchos errores, a que adhería con pertinacia según parecía de las
declaraciones, que contra ella se habían recibido: Que le movía a compasión esta infeliz Mujer, y que
respecto a que según la diligencia antecedente se allanaba a comparecer ante él, si este Tribunal lo
tenía a bien, se tomaría el trabajo de hacerla conocer sus errores, y detestarlos, dándola la correspon-

21
Al vigésimo primero dijo: Que era cierto lo que se refería en el capítulo y que lo había dicho fundada en lo
que había concebido en su imaginación sin que nadie la instruyera; Por lo que se retractaba de todo repro-
duciendo las mismas protestas que tenía hechas.
22
Al vigésimo segundo, vigésimo tercero y vigésimo cuarto respectivos a estos hechos dijo: Que era cierto
lo que se refería en ellos, y que reproducía las protestas hechas, confesando, que el matrimonio es un
sacramento de la Iglesia que causa gracia, y que había de haber resurrección de la carne: Que igualmente
era cierto había dicho lo que se refería, por evitar el escándalo, y mal ejemplo que podía dar de que no
cumpliere con la Iglesia y que el fin, que tenía en desear que la llevasen ante el comisario del Santo Oficio
era cumplir con la orden que la había dado su confesor Fray Alonso Carero religioso de la Santa Cruz de
Querétaro, y resignarse en lo que el expresado comisario la mandara porque siempre había gustado vivir
bajo de obediencia, y no por la satisfacción de su proceder y obrar, y demás de que se la hacía cargo por
el inquisidor fiscal. Y que lo había dicho todo lo referido por haberse persuadido, que era Dios quien la
iluminaba, é ilustraba, pero que desde luego se retractaba, y lo detestaba como lo demás de que se la
había hecho cargo. Y en la publicación de testigos reprodujo lo mismo.
María Guadalupe Rivera y el Santo Oficio 271

diente instrucción sobre todos los Dogmas Católicos, sin que por esto quisiera dar a entender otra
cosa, que el deseo, que tenía de lograr la Alma de esta desdichada Mujer, de quien tenía concebido,
que tomando con eficacia, y empeño su reducción se podría conseguir.
Dados a calificar los dichos, y hechos, que van relacionados, Dijeron los padres Calificadores:
Que todo cuanto esta reo decía, y sentía era una pura ilusión Diabólica, heretical blasfema, escanda-
losa, y ofensiva a Dios, y a los piadosos oídos de los hombres.
Con los expresados méritos fue puesta Clamosa por el referido Fiscal a los 4 de Junio de 1768 y
mandadose, que por ahora, y para mejor proveer se escribiese al expresado Comisario se informase
con la cautela, y disimulo correspondiente bien de personas eclesiásticas que hubiesen tratado a
esta reo en el Confesionario, o fuera de él, o de otras, que de cerca la hubieran comunicado, a fin de
averiguar si había padecido en algún tiempo o en la actualidad padecía lesión de potencias. Y ha-
biéndolo así ejecutado dicho Comisario como consta del antecedente inmediato informe, se proveyó
la Clamosa a los 15 de Abril del mismo año, y a los 2 de Mayo del mismo fue reclusa, y puesta en
Cárceles Secretas.
Orden del Proceso
En 6, 9, 11 y 13 de dicho Mayo se la dieron las tres audiencias de oficio con sus respectivas mo-
niciones, dicho en la 1ª su nombre y apellido, edad, calidad y estado como queda asentado: Que sus
Padres, Abuelos, y demás transversales, y colaterales habían sido Españoles Cristianos viejos, y que
ninguno de ellos había sido preso penitenciado, ni castigado por este Santo Tribunal ni ella hasta la
presente: Que era Cristiana Bautizada, y Confirmada:
Foja 7
Que había oído Misa, Confesado, y Comulgado cuando la mandaba la Santa Madre Iglesia a reserva
de tres años, que no lo expresó por no habérselo permitido su Confesor.23 Preguntada que fue ¿cómo
se llamaba el Confesor, que no la había permitido confesar, y Comulgar, y por qué causa y motivo?

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Dijo: Que el uno se llamaba Fray Alonso Carero Misionero de la Santa Cruz de Querétaro, Y
otro don Manuel Vera Presbítero Capellán de la Ciudad de Querétaro y otro el Padre Ledesma de la
observancia de San Francisco de dicha Ciudad a cuyos pies había llegado, con el fin de confesarse,
por no tener de qué, porque hacía muchos años, que debía a la infinita bondad de Dios el que la
hubiese reservado de pecado, sino sólo a pedirles consejo, si podría Comulgar para cumplir con la
Iglesia y que el motivo, que habían tenido para no haberla permitido, que Comulgase, había sido,
porque habiéndoles comunicado en el Confesionario todo lo que sentía en su interior, como decir,
que la Sagrada Comunión Estaba ya hecha, puesto que lo hacía espiritualmente según lo sentía ma-
terialmente y que de este mismo modo había entendido la unión espiritual que tenemos todos con
Dios, al modo que el aceite, y la cera se unen derretidos entre sí de tal modo que aun los que nacen

23
Al capítulo vigésimo quinto en que se la hizo cargo de que no habiendo respondido si tenía o no Bula de
la Santa Cruzada había faltado en parte de la verdad, como también en no haber Confesado los más años,
que había dejado de cumplir con el precepto anual de Confesarse a más de los tres, que había declarado;
dijo: Que era cierto respondió lo que se le hacía cargo en el capítulo y que el no haber respondido, que
tenía Bula de la Santa Cruzada (que tenía, y había tenido siempre) no fue por malicia sino por olvido
natural. Que pudo haber sido equivocación o mala inteligencia del clérigo el haber dicho, que había de-
jado de Confesarse y Comulgar ocho años por haberle dicho, que hacía como ocho años que había enten-
dido, que se la decía que estaba ya la comunión hecha. Y que reproducía haber sido solos tres los que dejó
de confesarse, por los motivos que había dicho.
272 Fernando Ciaramitaro

y no logran la gracia del Bautismo a su entender estaban también unidos con Dios como lo estaban
también los herejes, o infieles; Porque habiendo nacido todos para amar, y servir a Dios todos estába-
mos necesitados a servirle, y amarle como que la Criatura no tenía libre albedrío, ni voluntad propia,
por lo que negaba, que la Criatura pudiera pecar, y que en el caso de que pecase, está porque así lo
quería Dios, pues ella por si no era Capaz de hacer cosa alguna, por contemplarla como un vestido.
Y habiéndosela procurado instruir en los errores herejes desatinos, y disparates, que había dicho, y
que eran todos ilusiones dimanadas del enemigo común de nuestras Almas. Dijo, y prorrumpió en
otras mayores, como es decir, que el infierno es más propia voluntad según aquellas palabras, que
dijo Nuestro Señor a Santa Gertrudis, de que mortificase su voluntad, y se acabó el infierno, y que
los Diablos eran nuestra propia voluntad, y que hallaba en tal disposición que estaba pronta a recibir
todo cuanto Dios quisiera hacer de ella, porque se hallaba tan harta con la gloria, que había recibido
de Dios, que estaba como si no estuviera en el mundo.24
Y a la pregunta de qué cuánto tiempo hacía que se hallaba en esta unión con Dios, y en qué
modo la conoció, y quien había enseñado todo lo que había declara en esta Audiencia Dijo: Que
hacía como nueve años que se hallaba con conocimiento pleno de estar unida con Dios, habiendo
entendido desde este tiempo aquellas palabras de San Pablo, que decían: Que no vivía él, sino Cristo
en él, y que desde luego sería el Demonio
Foja 7v
quien la hubiese enseñado porque no había tenido Maestro alguno, que la enseñase sin libros, en
que lo haya podido aprender, porque sólo había leído en luz de verdades católicas, y otros de vidas
de Santos, pero que ninguno la había cuadrado como el dicho de Verdades Católicas.25
Signose y Santiguándose dijo el Padrenuestro, Ave María, Credo, Salve, Mandamientos, y Sa-
cramentos aunque no supo para qué fueron estos instituidos. Que Dios tenía dos naturalezas Divi-
nas, y humana, porque todas tres personas encarnaron en la persona del hijo, y murieron igualmente
todas en cuanto hombre, descendieron a los Infiernos, y subieron a la Gloria26 Que Cristo tenía dos
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naturalezas Divina, y humana; Que no Hallaba ninguna diferencia en Dios, Y en Cristo, y que no
podía decir si iba bien o mal, porque se hallaba tan enajenada, y encantada con el sosiego, y quietud
inferior, que en si sentía que no tenía cuidado ninguno, ni pena, que la afligiese, porque la única que
tenía era el pensar, que Dios se podía ofender, pero habiendo tenido una luz clara de que Dios no po-
día ser ofendido, ya no le quedaba, ni tenía pena alguna, ni qué desear, ni apetecer porque habiendo
logrado el unirse perfectamente con Dios, que era lo único, que tenía, que desear no le quedaba otra
cosa más, que Dios hiciere en ella lo que fuera su Santísima voluntad27 Que las postrimerías del hom-

24
A los vigésimo sexto y vigésimo séptimo respectivos a estos hechos, dijo: Que era cierto haberlo dicho así,
pero que se retractaba de todo como lo había hecho en los capítulos anteriores.
25
Al vigésimo octavo en que se la hizo cargo de este hecho, y en que se la hiciere declarar de nuevo, de
quién eran las cartas ya mencionadas, y si había sido su Maestro y Director, dijo: Que era cierto había
declarado lo que se expresaba en el capítulo y que desde luego se retractaba de ello, reproduciendo de
nuevo no haber tenido Maestro alguno que la hubiese enseñado sus errores.
26
Al vigésimo noveno respectivo a este hecho dijo; Que se retractaba de todo, y Confesaba no haber más
que una naturaleza en Dios y que solo encarnó y murió, descendió a los Infiernos, y subió a la Gloria la
segunda persona, que es el hijo.
27
Al trigésimo dijo: Que era cierto había dicho lo que se expresaba, lo que detestaba como todo lo demás
que sea contra la Santa fe Católica, confesando como Confesaba haber distinción entre Dios puro, y Dios
hombre.
María Guadalupe Rivera y el Santo Oficio 273

bre eran muerte, juicio, Infierno, y Gloria; Que la muerte quería dar a entender, que todos habíamos
de morir; que el juicio se entendía porque hacían aquí los Confesores, o este Tribunal y otros Jueces
en nombre de Cristo, y aún el mismo Cristo, como Imagen suya que éramos y que en este sentido
solo era como entendía la palabra juicio, porque el juicio final, que enseña la Iglesia ha de haber des-
pués del Fin del Mundo, no lo creía ella respecto a habérsela manifestado de nueve años a esta parte,
que no se había de acabar el Mundo esto es el Mundo general de todos los hombres Buenos, y demás,
confesando sólo acabarse el Mundo pequeño que en sí encierra cada criatura cuando esta muere:
Que el Infierno lo tenía cada uno en lo que padecía, y la Gloria en lo que se deleitaba.28
Que sabía leer, y escribir, y no había estudiado facultad alguna, ni había salido de estos reinos;
Que nació en San Pedro Tolimán en donde vivió diez y siete años en compañía de sus Padres, y de
esta edad se casó con dicho paraje con don Juan Francisco de Cortiguera, y Sierra natural de la Villa
de Laredo en Castilla, de oficio comerciante de quien había tenido tres hijos que murieron: Que
después de casada pasó a vivir a un Pueblo Inmediato al antecedente llamado Tolimanejo, mante-
niéndose en él como un año, y luego pasó a la Ciudad de Querétaro permaneciendo por último en
esta después de muerto su Marido hasta que vino a este Santo Oficio. Que desde edad de siete a ocho
años empezó a experimentar mucho gusto en la pasión, y muerte Nuestro Redentor Jesús, y deseos
de padecer; y tenía
Foja 8
al tiempo de rezar el rosario con su Madre muchas, y copiosas lágrimas sin poderlas contener,
ni llegar a penetrar ni conocer cuál sería el motivo, pese que ahora había reflejado era motivo sobre-
natural, fundada en que de ella nada podía venir bueno ni era capaz de ejecutarlo.
Y a la pregunta de estilo dijo: Que presumía fuese por lo que había dicho y declarado así en
este Tribunal como a sus confesores, que de nuevo reproducía porque según la claridad con que lo
había entendido, y entendía, estaba persuadida, que era ilustración de Dios; Y a la pregunta de estilo,

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que se la hizo en la segunda Audiencia de Oficio dijo: Que traía acordado el que sin embargo de las
lágrimas, que tenía otro derramaba al tiempo que rezaba el rosario, llegó a experimentar desde esta
misma edad una melancolía tan fuerte, que parecía rabia, la que era mucho mayor si había gemes, y
que solo retirándose, y separándose de ellas a su cuarto, y leyendo la Pasión de Cristo vida nuestra
hallaba alivio, y muchos gozos espirituales, y que de este modo estuvo hasta de once o doce años a
esta parte, que se le quitó totalmente con la unión de Dios en que se hallaba. Que estando ya ajusta-
do su matrimonio, sintió como que le hablaban, y decían lo que había de padecer en el matrimonio,
y que así lo experimentó. Y a pregunta, que se la hizo Dijo; que percibió claramente la decían, que
el Marido con quien se casaba había de ser celoso, y enamorado, y que así lo experimentó, pues a
los ocho días de Casada, la dio su Marido un Bofetón sólo por haberla encontrado con un hermano
suyo parados en media Sala, con el motivo de haber pedido a la declarante un poco de papel para
Chupar: Y que como siete años vio y notó, que dicho su marido estuvo amancebado con una Mujer
de quien experimentó muchas burlas, y dicterios, pero que todo lo llevó, y sufrió por Dios, sin em-
bargo de los muchos pensamientos y tentaciones, que la venían para vengarse de ellos, pero que los
procuró desechar con la consideración de que había de Comulgar a otro día, y no quería perder el
mérito grande que contemplaba lograba en esto para con Dios, a quien pedía le diese conocimiento,

28
Al trigésimo primero Que es cierto Dijo lo que se expresa, y que lo detesta reproduciendo sus protestas.
274 Fernando Ciaramitaro

y verdadera contrición de sus pecados. Y que su mayor dolor, y tormento era el contemplar, que se
ofendía a Dios. Y a la pregunta de estilo que se la hizo en la tercera Audiencia de Oficio dijo: Que
traía acordado, que habiendo padecido el año el año de [17]39 un fuerte tabardillo, que la puso en
términos de morir, y la tuvo privada de todos su sentidos exteriores observó y notó, que su interior
lo tenía libre, y expedito; Y que habiendo salido libre de este accidente hizo propósito en su convale-
cencia de mudar de vida, y seguir la mortificación, y que para ellos empezó a ayunar y a mortificar
los sentidos exteriores, y consiguió el poder ayunar por tiempo, y espacio de veinte y cinco años a
reserva de los Domingos, y algunos días, que no la permitieron sus confesores, y seis meses más
haber hecho concepto de que estaba embarazada, lo que atribuyó a especial
Foja 8v
al favor de Dios así por la suma debilidad, y falta de fuerzas con que se sintió después de di-
cho accidente como porque en ocho años antes no había podido ayunar, ni un día, unas veces por
hallarse embarazada, y otras por hallarse falta de fuerzas. Que el año de cuarenta había hecho una
Confesión general con el padre Fray Juan Saldaña del Colegio de San Fernando de esta Ciudad
de México, y que como a los quince días de haber hecho otra confesión, experimentó una noche
estando una noche ya acostada sola con un hijito suyo, y apagada la luz, el que se le apareciere cru-
cificado Cristo nuestro Bien, y que cuando creyó verle severo, le halló tan benigno, y suave, que no
tenía palabras, con qué explicar lo que sintió su interior, y que sólo podía decir, que no se atrevió
a levantar los ojos para mirarle, y que volvió a hacerle presente sus pecados y pedirle misericordia
de ellos, haciéndole nuevos propósitos de la enmienda de su vida, y que no sabía si se quedó dor-
mida después, pero que a otro día por la mañana halló la almohada empapada en agua, y sumió
tales efectos con esta contrición sobrenatural, que creyó hizo, que por tiempo, y espacio de seis
meses, no pensó en otra cosa; Y sintió tales efectos, y lágrimas en todo el dicho tiempo, que se vio
precisada a retirarse de la vista de su Marido, y gentes para no darles en qué maliciar.29 Nota S.30
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En 21 de Julio se la puso la Acusación por el referido Inquisidor Fiscal compuesta de 37 capí-


tulos, y a la pregunta, y monición de estilo, que se la hizo dijo: Que desde el año [17]41 habiendo
ido un día a la Iglesia a oír Misa, la pareció haber visto un bulto que rodaba, y tropezando con él, la
causó tanta risa, que tuvo que cubrirse con el manto, y que habiéndolo consultado con su confesor,
este la mandó procurarse la presencia de Dios, valiéndose de la intercesión de San Miguel diciendo
una noche a Dios con este fin.
Dios mío, y todas las cosas: Y de repente vio un diluvio de luz que la dejó anegada en la pre-
sencia de Dios, y con una humillación, que quería andar de rodillas, porque veía a Dios en todas las
cosas, de que resultó quitarse las galas, y todos adornos, hasta los aretes, medias, y hebillas de los

29
Al capítulo trigésimo segundo y siguientes hasta el final en que se la hizo cargo de estos hechos Dijo: Era
cierto haberlo referido según, y como se expresaba con ellos sujetándose en todo a lo que este tribunal la
ordenara, y mandara reproduciendo de nuevo todas las protestas, que anteriormente tenía hechas.
30
(Nota S) Que habiéndosela hecho cargo en el capítulo trigésimo sexto de este hecho, y de la contradic-
ción, que de él resultaba con lo que antes tenía confesado de que no había pecados y que por consiguiente
era notoriamente embustera, ilusa, herética, apóstata y Alumbrada: Dijo: Que era cierto, declaro, lo que
refería el capítulo y que ella lo dijo según, y como lo había parecido pero que desde luego se retractaba,
y que se sujetaba a lo que el tribunal la ordenara haciendo sólo presente, que era visión, ilusión, o sueño
la tuvo muy a los principios, y en tiempo en que todavía se reconocía con algunas culpas, y pecados, por
lo que no hallaba en que estuviere la contradicción que se la hacía cargo.
María Guadalupe Rivera y el Santo Oficio 275

Zapatos, en cuyo estado se había mantenido hasta ahora en la misma presencia de Dios sin tener
oración detenida porque en ella siempre se hallaba con sequedades; Y que las que tenía, y en que
lograba consuelos, y vistas, era cuando estaba ocupada, cuyo ejercicio había tenido desde que era
pequeña, y que no se acordaba cómo se llamaba el confesor, que la había dicho esto, aunque la pa-
recía era un Carmelita llamado Fray Juan. Que hacía 15 años, que estando oyendo Misa en la Iglesia
con mucha devoción, la pareció que tenía atado junto a sí un bulto, y sintió, que la desnudaban
espiritualmente y que voló el dicho bulto, que parecía un animal, y cuando el vuelo era como si la
hubieran quitado una tumba, y que el efecto de esto fue, que siendo antes muy inclinada a la oración
vocal, y a leer Libros de devoción desde este caso, ya no podía, antes era llamada a la oración inte-
rior y veía como un libro en que estaban escritas grandes cosas, que el exterior no percibía porque
el señor le declaraba en lo interior, y así veía a Dios en todas las cosas, y se hallaba con un género de
quietud, que nada era Capaz de alterarla, y que en este estado se hallaba a la presente.
Y habiéndosela recibido el juramento acostumbrado de decir, y responder verdad a los cargos
de la acusación. A su cabeza Dijo era la contenida en ella, y la que había dicho, y cometido lo que se
expresaba en dicha acusación, y que lo había creído, y tenido hasta ahora por haber estado persua-
dida a que todo era
Foja 9
inspiración de Dios, e influjo suyo; Pero que entendía de que todo cuanto había dicho así a sus
Confesores como a este Tribunal en sus Audiencias de Oficio, y tenido y creído como cierto, y verda-
dero, eran herejías formales, gravísimas blasfemias, y horrendos errores contra la Fe, y contra lo que
tiene, cree profesa, y enseña Nuestra Santa Madre Iglesia Católica Romana, los detesta, abomina, y
reprueba, protestando como protestaba, que no quería otra cosa más que lo que fuese del servicio de
Dios podía verle, y gozarle en la Gloria, sujetándose para ello a todo lo que se la impusiera tuviera y
dijera debía creer y detestar.

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Al capítulo primero Dijo: Que era cierto haberla criado y educado sus Padres en la religión
Cristiana, y que el haberse separado de ella, no había sido con pleno conocimiento ni malicia sino
sólo por mero influjo, e inspiración, que para ello había estado persuadida tenía dimanada, y que lo
había manifestado vastamente a sus Confesores porque tenía presente haberles dicho, que no sabía
si era bueno o malo, y que en este mismo concepto había estado hasta la presente, que se la había
convencido, y hecho ver lo contrario.
Al quinto en que se le hizo cargo, de que este modo de desvariar, y proferir los desatinos, y he-
rejías, que se la habían hecho cargo en los capítulos antecedentes, no podía menos de provenir en esta
reo de influjo del Demonio, o de alguna instrucción particular, que la hubiese dado algún hereje con
quien hubiese tratado, y comunicado frecuentemente por escrito, y de palabra, y sido tal vez su direc-
tor, como parece se percibía de las cartas que constaban en los autos desde el folio octavo hasta el 89,
borradas las firmas con notable malicia etcétera. Dijo que nadie la había aconsejado las proposiciones
antecedentemente dichas, sino que todas las habían sido influidas, y las había concebido ella según se
la habían representado algunas veces rezando, y otras en conversación por las especies, que oía: Que
las Cartas, que se ve citaban en el capítulo y reconoció era escritas por el Padre Fray Francisco Villa-
nueva religioso Franciscano de la Provincia de Michoacán ya Difunto, quien se las escribió estando
una vez en Querétaro, y otras en el Pueblo de San Francisco Tolimanejo: Que no tenía más papeles de
él, ni de otro de sus confesores: Que la misma confesante borró las firmas de otras cartas sin malicia
alguna, y solo movida de que la carta, que está al folio 82 la previno, que no diera cuenta de la orden
276 Fernando Ciaramitaro

que le daba, ni de las resultas a otro confesor sin licencia suya; Que aunque se había confesado con
varios Confesores, no tenía presente haberles tratado de estos asuntos con otros, que con los que había
declarado en la Audiencia de oficio, y que todos uniformemente la habían otro, que sus especies eran
alusiones, y herejías, pero que cuando se confesaba con el Padre Villanueva no trataba de estas cosas
si no sólo de mortificaciones.
Al capítulo final dijo: Que confesaba el cargo, que se la hacía, y conocía había vivido engañada
del Demonio porque se la había hecho ver clara su ilusión: Por lo que desde luego abominaba, y
detestaba todo cuanto hasta ahora había tenido, y obrado, protestando la enmienda, y sujetándose
a cuanto el Tribunal la ordenara porque su ánimo nunca había sido otro, que el de vivir, y morir en
la Santa fe Católica, que enseña la Santa Madre Iglesia Católica Romana, allanándose, a que si se la
probara reincidencia, se la castigue con todo rigor etcétera.
El 1° de Agosto comunicó con su Abogado la dicha Acusación, y se recibió esta carta a prueba.
En 8 del mismo se la dio la Publicación de testigos, y bajo de Juramento Dijo; y respondió lo
que ya queda anotado en sus respectivos lugares reproduciendo nuevamente todas las protestas que
tenía hechas, y hacía de detestar cuanto hasta ahora había tenido, y creído contra Nuestra santa fe y
religión, siendo su ánimo vivir y morir en Nuestra Santa fe Católica, y Sagrada Religión
Foja 9v
y sujetarse en todo, y por todo a lo que este Santo Tribunal la ordenara, y mandara.
En 11 de Septiembre (estuvo enfermo el Abogado, y por este motivo no se pudo practicar esta
diligencia antes) comunicó la publicación con dicho su Abogado, y con su acuerdo, y parecer dijo: Lo
que consta al folio 121, vista que se tendrá presente por ser muy del caso.
Y vistas por el Tribunal las diligencias practicadas contra esta reo, las Audiencias de oficio, y
sus confesiones en respuesta a los cargos de la acusación, y publicación de testigos, y la defensa de
su abogado, se proveyó auto, mandando, que para mejor instruir el proceso, y evitar cualesquie-
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ra inconvenientes que pudiesen resultar en la Consulta que se debía tener para la votación de esta
Causa se citasen antes los Reverendos Padres calificadores, que habían dado su dictamen, y perecer
anteriormente y se les leyese supremo nomine desde las Audiencias de oficio hasta la conclusión de
la Causa, para que reconociendo por ello las circunstancias de la reo, estado de potencias, motivos, y
casualidades de sus errores, diesen y expusiesen su parecer sobre el grado de pertinacia que tuviesen,
especialmente sobre si sus error era completo, y la constituía hereje formal.
Y habiéndose citado para el efecto a dichos Reverendos Padres calificadores, dada cuenta por el
nuncio de este tribunal de que el reverendo padre García del orden de San Francisco se hallaba ausen-
te de esta corte, y que no se restituiría tan breve, y ordenádose, que para evitar los graves perjuicios,
que se podrían irrogar a esta reo en la demora de su causa, y prisión se citase al Reverendo Padre
Figueroa Calificador del mismo orden a quien se le instruyese de los demás antecedentes, Y habiendo
con efecto comparecido a la Sala de este Tribunal el 22 del expresado mes de Septiembre e instruídose,
y hechos cargo de todo cuanto resultaba contra esta reo, sus confesiones, y respuestas con la de su
Abogado: Dijeron: Que para poder dar su dictamen con más fundamento, les parecía conveniente,
que este Santo Tribunal mandase subir a esta reo a la Audiencia para hacerla en ella las preguntas,
que les pareciere conducentes a dicho efecto: Y habiéndose así ejecutado, y héchola las preguntas que
tuvieron por conducentes a su interno y enterados a su satisfacción de sus respuestas, y de cuanto
se les había leído de la causa: Dijeron: Que darían por escrito el dictamen, que habían formado, pues
para ponerlo con aquella claridad, y formalidad, que correspondía en virtud de las respuestas que
María Guadalupe Rivera y el Santo Oficio 277

había dado a sus preguntas, y demás que habían observado en ella necesitaban de algún tiempo. Y
habiéndolo ejecutado a los 19 de Octubre del mismo año fundaron larga, y difusamente que esta reo
había adherido con grave, y clara pertinacia a los errores cualificados en el parecer que habían dado
el 20 de Mayo en esta misma causa.
Lo que se hizo saber al referido Inquisidor fiscal.
Foja 10
á la acusación y publicación se ha reducido a reconocerlos como tales sujetándose al dictamen
del Tribunal y manifestándose convencida con las razones, que antes en las Audiencias se le han dado
por el presente Señor Inquisidor.
Dijo: Que luego que vio las armas de este Santo Oficio consideró, que el brazo con la Espada era
para defender la Santa Cruz, que está sobre el mundo y toda nuestra fe Católica representada en ella,
y que no siendo otro su ánimo, que sujetase a seguir nuestra Santa fe Católica, creyendo, y teniendo
por indivisable lo que esta nos enseña; y detestar como detesta todo lo contrario, aún ha tenido a bien
el venir a este Santo Oficio por que el Inquisidor le ha documentado, y quedado como queda sujeta a
lo que de ella dispusiere porque siempre ha deseado quedar fija en nuestros Dogmas Católicos, aña-
diendo, que en vista de dichas armas se le representó y representa, que sujetándose a lo que nos da
a entender se afirma su fe se solicita su Esperanza, y se aumenta la caridad, que desea tener a Dios,
porque el brazo con la espada le está dictando, que es para defensa, y castigo de los rebeldes en que
no quiere persuadir la susodicha, ni hace juicio, ni hace juicio, que jamás haya tenido tal intención,
sino la contraria.
Lo cual oído por dicho su Letrado siguiendo lo que dejó suspenso Dijo: Que repetía las gracias
a Dios por sí, y por la rea de haberla traído a este Santo oficio para apartarla de los citados errores
materiales, reducirla a las buenas intenciones, que siempre ha tenido, y poder ya con seguro pedir a
Dios repetidas misericordias para su remedio.

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Para la votación de esta concurrieron en consulta que para ello se tuvo el día diez y seis de
enero de setecientos y setenta, Padre Inquisidor Licenciado Don Julián Vicente González de Andia,
el Provisor Ordinario de este Arzobispado Licenciado Don Dionicio de Rocha, y los Consultores Don
Antonio Rivadeneira y Don Francisco Leandro de Viana Oidores, y en ella el Inquisidor Ordinario, y
Consultor Viana Dijeron conformes, Que a esta reo se le leyese su sentencia con méritos en auto pú-
blico de fe, estando en forma de penitente sin coroza; Que abjurase de vehemencia la sospecha que
contra ella resultaba de su proceso; que se la relevase de la vergüenza publica y azotes; Que fuese
puesta por tiempo de seis años en uno de los Hospitales de mujeres de esta corte, el que se le señalase
por el Tribunal; Que se la desterrase de las Cortes de Madrid y México y de la ciudad de Querétaro
por tiempo de diez años veinte leguas en contorno inclusos en ellos los seis de su destino, que hiciese
Foja 11
una confesión general dentro de tres meses, presentando certificación de su Confesión de ha-
berla hecho; Que en las Pascuas del primer año confesase y comulgase sacramentalmente y en los
Sábados de él rezase una parte del Rosario de Nuestra Señora la Virgen María. Y el Oidor Consultor
Rivadeneyra Dijo: Que no dudando de los delitos, y su cualidad como heretical, y sólo si dudando
de la persona de la Delincuente, para calificar si había sido su reincidencia voluntaria, estimaba por
preciso, se calificase si esta reo había obrado con voluntad plena, o en qué grado, respecto a las enfer-
medades, que constan de la causa haber padecido, y penitencias desde sus tiernos años; Y que para
esto era necesario que los peritos en el arte de la medicina, a quienes sólo podía tocar, declarasen
278 Fernando Ciaramitaro

con conocimiento de esta Causa y de la reo, si las enfermedades que se decía haber padecido eran
tales como también las penitencias que pudieran haberla reducido a tal grado de debilidad, que por
él pudiera venirse a probar por más o menos tiempo de la libre voluntad necesaria para la culpa, y
mucho más para la culpa pertinaz. Y que sin estas previas diligencias, no se atrevía a formar juicio
para su sentencia, principalmente si fuera contentiva de abjuración de vehemencia según la práctica
común de este Tribunal, y de los de España.
Formase la Sentencia conforme a la pluralidad de
Foja 11v
votos, y se ejecutó en todas sus partes, destinándose a esta reo al Hospital de San Juan de Dios
para el servicio de las enfermas, en donde falleció poco después con ejemplo y edificación de los reli-
giosos, y enfermos, aplicándose al reo Fisco en pago de sus alimentos y gastos erogados en Cárceles
Secretas el corto producto de sus pobres bienes, que se vendieron en Querétaro.
En el Consejo a 26 de Agosto de 1777.
(Dos rubricas)
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