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Desierto como símbolo religioso

Por
 Kenny Lavacude
Licenciado en Filosofía e Historia de la Universidad Santo Tomás de Aquino, es Doctor en Historia Antigua de la Universidad de
Salamanca - España, especialista en Gerencia de Entidades Educativas, Gestión de Recursos Internacionales y en Cooperación
Internacional para el Desarrollo.
 
1 mayo, 2015

El desierto según las diferentes culturas y la religión no representa un lugar


geográfico, sino una situación interna del ser humano.

El desierto según la pensamiento religioso designa la carencia o la falta de vida


en el hombre. Desde hace mucho tiempo el ser humano ha contemplado su
propia realidad desde múltiples perspectivas, asociándola con lugares y hechos
de la naturaleza. El desierto es uno de esos lugares que manifiesta claramente
el vacío existencial y la ausencia de Dios.

Desde el punto de vista bíblico el desierto es una tierra que no ha bendecido


Dios: allí el agua escasea como en el huerto del paraíso (Gen 2,5). Pero no hay
que visualizar el desierto como un espacio árido que no posee vida. Es claro que
en muchos desiertos existe vida abundante. En los desiertos áridos de américa
hay un número considerablemente grande de antílopes y linces rojos, lo mismo
ocurre con los matorrales del Sahara. Contrariamente a esto, el ser humano
designa al desierto no como un lugar geográfico, sino como una característica
propiamente suya que expresa su situación real. De este modo, las injusticias y
las desigualdades representan el caos vivencial de los hombres, es decir,
manifiestan claramente cómo el desierto (vacío existencial y desorden) se hace
patente.

Mirar con profundidad la vida humana implica cuestionar su naturaleza.


Evidentemente, las múltiples preguntas relacionadas con el origen y el sentido
de la vida se respondieron atendiendo a diferentes modos de simbolizar lo que
el hombre veía a su alrededor. Por ejemplo, en el caso del desierto, las
diferentes culturas intentaron explicar y visualizar la situación interna del ser
humano. Los problemas psíquicos tenían un modo de simbolizarse. Pero en el
caso de la religión, el desierto representaba una ausencia, algo que hacía falta
en el hombre. Obviamente ese algo era Dios o la divinidad.

Si se presta atención a las sagradas escrituras, se entenderá particularmente el


hecho de que el desierto representa de algún modo un castigo, una manera de
reprender la situación humana. El pueblo hebreo (semitas del oriente medio),
comprendía que el tiempo ideal y fascinante del pasado había finalizado y que
su presente producto del pecado era un castigo impuesto. Lo anterior simboliza
el estado social de una cultura.

En definitiva, el desierto es un modo de simbolizar tres aspectos. El primero


representa la situación interna del hombre, es decir, el vacío existencial. El
segundo, por el contrario, muestra cómo el caos social es algo patente y
evidente en el ser humano. Y por último, atendiendo a la religión, simboliza la
ausencia de Dios.

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