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Los cinco sentidos del cuerpo humano están siempre conectados, y el tacto

es quizá el sentido del que más nos damos cuenta en nuestro día a día, pues
solo con la acción de usar alguno de nuestros otros perceptores ya
estaríamos usando el tacto.
De todos los sentidos, es quizá uno de los más complicados de estudiar, dado
que no posee un órgano específico que maneje la información recogida del
entorno, sino que las terminales nerviosas encargados de ello se encuentran
distribuidos a lo largo y ancho de nuestra piel, que se extiende por todo el
cuerpo, y también en el interior de nuestro cuerpo.
El tacto es lo que nos permite sentir, tocar, acariciar los objetos a nuestro
alrededor o que estén a nuestro alcance. Todo esto es gracias a lo que vemos
todos los días frente al espejo: nosotros mismos. Y es que la piel que cubre
nuestro cuerpo es lo que nos permite sentir a través de diferentes tipos de
sensaciones.
Incluso sin la necesidad de tocar los objetos podemos tener una buena
muestra del sentido del tacto, porque si hace frío o calor nuestra piel percibe
ese cambio de temperatura. Una de las primeras sensaciones que tiene un
recién nacido es el tacto, y antes de abrir los ojos o de poder respirar bien ya
está sintiendo las manos de sus padres. Es por esa sensación por lo que es
común que los bebés recién nacidos agarren los dedos de las personas que
acarician sus manos.

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