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Calidad de vida y Sostenibilidad: El fin de la calidad a

cualquier precio
Enric Pol & Angela Castrechini (University of Barcelona) and Giuseppe Carrus
(Roma Tre University)

Referència per citacions:

Pol, E., Castrechini, A & Carrus, J. (2017) Quality of life and Sustainability:
The end of quality at any price – In GHOZLANE FLEURY-BAHI; ENRIC
POL & OSCAR NAVARRO (EDS) HANDBOOK OF ENVIRONMENTAL
PSYCHOLOGY AND QOL RESEARCH- Springer 2017. Cap 2, pag 11-40

(Curiositat: ha sortit a la venda a l’agost de 2016, però amb data de 2017)

Aquesta és una pre-publicació, d’ús intern restringida per als estudiants de SSB de la
UB. No és permès fer-ne cap mena de difussió.

Lectura de supoort per tema 2 Sostenibilitat, i tema 6 Qualitat de Vida, cohesió social

 En lletra verda, està marcada la part especialmente recomanada per al tema de


SOSTENIBILITAT (aprox 17 pàgines + 5 comunes)
 En marró, la part especialmente recomanada per a QV, BENESTAR i
COMUNITAT (aprox 12 pagines + 5 comunes)
 En negre, les parts d’interès comú imprescindibles (aprox, 5 pàgines).

Resumen

En este capítulo se revisa la evolución y el papel estructurante de la calidad de vida en


la investigación en psicología ambiental. Se resalta como ha ido cambiando la
concepción del concepto. En los inicios se buscaba la calidad de vida como calidad
ambiental, a conseguir a cualquier precio (es decir, sin tener en cuenta el coste
económico ni el coste ambiental). En las concepciones más actuales, se enfatiza la
necesidad de calidad desde una óptica de sostenibilidad, tanto económica como social y
ambiental. Otro elemento que evoluciona a lo largo del tiempo, son los factores que
inciden en la calidad de vida. Esto es, el paso de un émfasis casi exclusivo en las
condiciones ‘objetivas’ de tipo socioeconómico y ambiental, a una consideración activa
y determinante de la dimensión subjetiva, vivencial, que nos acerca inevitablemente al
estudio de la felicidad. Pero ello presenta, un sesgo de operativización que genera
discrepancias, resultado de las formas de medir la felicidad. Se usan instrumentos
distintos, con émfasis u objetos de medición distintos, que llevan a resultados
extremadamente contradictorios y contrapuestos. Ello es de gran trascendencia para la
toma de decisiones estructurales y estructurantes de la sociedad actual y de futuro.

1
Habrá que ir acotando conceptualizaciones y dimensiones de medida concretas, para
definir la contribución de las cualidades ambientales y de algunos otros aspectos
determinantes. La literatura, por ahora, señala como factores a considerar la facilitación
de la cohesión, el soporte social informal y el empoderamiento (empowerment) frente a
la tendencia al aislamiento y a la indefensió aprendida; la movilidad y los efectos no
conscientes de la formas de desplazamientos (necesarios o caprichosos) y, religando
ambos ejemplos, los estudios emergentes sobre lo que se ha dado en llamar
‘walkability’. La walkability se vincula a propiedades del medio ambiente. El
crecimiento de los estudios de walkability, es la expresión de una carencia de nuestro
entorno sociofísico. Es decir, el reflejo de unas condiciones sociales (además de la
‘amabilidad física del lugar’) que invitan o inhiben la posibilidad de la autonomía de la
persona en su vida cotidiana (cercania suficiente de recursos y servicios;
desplazamientos sin la coraza protectora en que ha devenido el automobil; posibilidad
de interacción espontánea), resultado del clima social indesligable de la forma urbana.

La calidad de vida y la sostenibilidad, las contribuciones de la psicología ambiental en


sus diferentes etapas históricas, las conceptualizaciones de calidad de vida, bienestar y
felicidad que hace la literatura especializada en este tema, las dinámicas sociales y la
sostenibilidad de la ciudad, la mobilidad sostenible y cierta prospectiva de la posibilidad
de incrementar la calidad de vida sin sobrepasar los límites de la sostenibilidad,
teniendo en cuenta las tendencias socioeconómicas y estructurales de nuestra sociedad,
y que retos plantea todo ello a la psicología ambiental, son el objeto de este capítulo.

Palabras clave: Historia, Bienestar, Felicidad, Sostenibilidad, Globalización,


Walkability, Empoderamiento, Indefensión aprendida, Ciudad

2
¿El ser humano no ha sido feliz hasta el S.XXI?, ¿No puede ser feliz si no vive en un
país rico, una ciudad rica o un barrio rico? Estas son preguntas que nos surgen al revisar
buena parte de la literatura sobre calidad de vida y felicidad, que muestra fuertes
correlaciones positivas entre ingresos económicos y felicidad. Óbviamente, algunas
cosas hay erróneas, inexactas o insuficientes en este planteamiento. Parece razonable
pensar que disponer de los recursos necesarios o deseados ayudan a la felicidad, pero no
parece razonable considerar que el ser humano no ha sido feliz nunca hasta ahora,
porque nunca ha sido tan rico.... La complejidad del tema, la respuesta en función de las
conceptualizaciones y los factores que se toman en consideración en su medición,
pueden aportar luz (más que respuesta) a estas preguntas. Pero ¿Que papel juega el
entorno físico, y la interacción de la persona con su entorno, en su bienestar? A esto
dedicamos este capítulo.

2.1 - Calidad de vida y Psicología Ambiental. Antecedentes y evolución

2.1.1 Primeros pasos

La psicología ambiental, desde sus orígenes con Hellpach (1911, 1924) y Muchow &
Muchow (1935/1998)1 , y desde sus antecedentes, cohetaneos y cercanos, como George
Simmel (1903) o Tönnies (1887) , siempre se ha ocupado de las condiciones de vida y
de la calidad de vida de los ciudadanos, pero sin utilizar estas etiquetas. Eran épocas en
que el análisis sociopolítico denunciaba la precariedad y la insalubridad de las
condiciones y las formas inhumanas de vida en las ciudades industriales (p.e. Engels,
1845) y la nueva arquitectura (p.e. la BAUHAUS, creada en 1919) trataba de encontrar
soluciones viables y económicas. Las condiciones de vida fueron especialmente
relevantes para la Psicología Ambiental entre los sesenta y parte de los ochenta, del
S.XX. En este periodo, la etiqueta ‘Psicología de la Arquitectura’ tenía una clara
prevalencia en Europa, pero en America del Norte se formalizó más como
‘Environmental Design’ (Pol, 2006, 2007).

Rapoport (1969) en la primera EDRA2, habla de ‘environmental quality’, o en la


primera IAPC1 Stringer (1969, 8) describe la psicología de la arquitectura como “una
forma de ayudar a los individuos o a los grupos sociales, (...) (a construir) una existència

1véase Mey & Günther, 2015


2* EDRA es la mayor asociación norteamericana sobre diseño del entorno
(Environmental Design Research Association), IAPC fue la International Architectural
Psychology Conference, mayoritariamente Europea, que en 1981 se convirtió en la
actual IAPS (International Association of People-Environment Studies)

3
más humana y ordenada. Para Canter (1969), “el psicólogo ambiental estudia la
satisfacción de la persona con el entorno, a la vez que ayuda al arquitecto a producir
edificios que faciliten la vida a las personas a la vez que las personas puedan y aprendan
a usarlos de forma armónica a lo que el arquitecto ha previsto para cada espacio” (p.11).
En la conferencia EDRA de Los Angeles (Mitchell, 1972), encontramos por primera
vez una sección sobre ‘Indicators of Environmental Quality’. En 1985 se plantea los
efectos del ‘cambio ambiental’ (Environmental Change) estrictamente como un
‘Cambio Social’ inducido a partir del cambio en el diseño del entorno construido,
exaltando las virtudes del diseño participativo y la implicación de la comunidad en
alguno de los aspectos (Klein, Wener, & Lehman, 1985).

En 1974, como influencia de la ‘National Environmental Policy Act’ de EEUU


aprobada en 1969, el tema de la conferencia es ‘Evaluación de Impacto Social’. En ella
Wolf (1974:2) afirma que “social impact assessment es solo una nueva expression para
referir a lo que ya es una preocupación tradicional”. Pero la psicología ambiental se
focalizará sólo en las dimensiones más urbanas, y habrá que esperar hasta los 90’s o los
inicios del S.XXI, para encontrar sistemáticamente investigación y aplicación de las
dimensiones más ‘ambiental-ecológicas’. Una muestra de consolidación en esta
dirección es el Handbook de Bechtel y Churchman (2002).

Pero Lee (1969) hace tres advertencias: “(la gente)... tiene una capacidad extraordinària
para adaptarse a lo que le viene dado y poner su major cara frente a ello....” ; advierte
que, “....la idea de que hay una enorme masa de población flotante que se mudará a
entornos de arquitectura óptima tant pronto como se construyan, seguramente es falsa”
(p.20); Y además hay que tener en cuenta que la persona aplica el ....”principio del
mínimo esfuerzo” (p.24).

El arquitecto danés Jan Gehl (1971) en su contribución a la IAPC de 1970 en Kingston


(GB), afirmaba que lo que hace atractivo un lugar, son las actividades sociales que en el
se dan. Y sin embargo, “...en los Nuevos Desarrollos habitacionales y las nuevas areas
urbanes no se ha prevenido ni compensado suficientemente la perdida de experiencias
sociales....” Debemos pues compensar esta perdida, y “assegurar que no se produzca
una carencia de estructuras y grupos sociales, y hay que assegurar que estos tengan
acceso al uso de entornos variados....” (p.63)

En el cicuito europeo, entre Dalandui (GB) 1969 y Eindhoven (NL) 1998, se celebran
más de 15 conferencias. Hasta el 1979 son de ‘Architectural Psychology’, y a partir de
1982 trabajan bajo el título ‘People-Environment Studies’, consecuencia de la
formalización de la IAPS (véase nota 2). Sólo una de ellas hace referencia explícita a la
calidad de vida en su lema, la de Barcelona (1982).

Para Proshansky, Ittelson y Rivlin (1970), aunque las características físicas


condicionan la calidad de un ambiente, son los determinantes psicológicos y

4
sociales que subyacen a las actividades, y las relaciones sociales vinculadas a ese
ambiente, lo que define la calidad. Hay que tener en cuenta que las personas
siempre tratan de organizar su entorno de modo que aumente al máximo su
libertad de elección (Proshansky et al. 1970/78).

Esto pone en el centro del debate la “multifuncionalidad” de los espacios


(posibilidades y compatibilidades de usos y recursos en un mismo lugar, por
ejemplo una plaza o un parque, que garanticen la libertad de elección). Ahora bien,
un excesivo número de opciones puede generar malestar por sobrecarga
informativa/cognitiva; conflictos entre los diferentes tipos de conductas y de
usuarios, etc.

Los temas a debate durante todo este primer estadio, no se plantean explícitamente
como calidad de vida, pero son aspectos conceptualmente integrantes de ella:
satisfacción, libertad de elección, producir condiciones físicas que estimulen la
interacción social deseable, capacidad de agencia de la persona pero no excesiva
voluntad de esfuerzo y cambio, intervenir para evitar la deprivación de los más débiles,
etc. La calidad del entorno se busca siempre a partir de la mejora en el diseño, desde la
intuición y la creatividad, o desde la investigación (véase capítulo 3, de Carole Després
y Denise Piché en este libro). Pero esto tiene un coste económico, un coste ambiental y
un coste social que en estas épocas no se ponía en cuestión.

Destacamos esto, por la aparente contradicción que supone la no presencia de la


dimensión ambiental-ecológica en la psicología ‘ambiental’de esta etapa y el no
cuestionamiento de los límites/coste económicos y ambientales de las propuestas que la
psicología de la arquitectura se hacia en esta épocas. Y ello, a pesar que ya se habían
publicado y divulgado algunos de los primeros estudios del MIT, para el Club de Roma,
sobre The Limits to Growth los Meadows, Randers & Behrens (1972); se había
publicado el impactante texto de Paul Ehrlich sobre la Bomba de Población; y Kenneth
Boulding (1966) ya había lanzado su famosa y eficaz metáfora de la economía del
cowboy y del astronauta.

En 1968 se había celebrado en París la Conferencia de la UNESCO sobre la Biosfera, y


en 1972, en Estocolmo, la importante Conferencia sobre el Medio Humano, donde se
aprobó el programa PNUMA. En Stocolmo, Levi y Anderson (1974/1980) hacen una
sugestiva propuesta sobre calidad de vida. Entienden por calidad de vida "una medida
compuesta de bienestar físico, mental y social, tal y como lo percibe cada individuo y cada
grupo, y de felicidad, satisfacción y recompensa (...)" (Levi y Anderson, 1974/1980,6).

La revista británica The Ecologist ya había publicado su Manifiesto para la


Supervivencia (Goldsmith, Allen, Allaby, Davoll, Lawrence, 1972). Además, es la
época en que el Premio Nobel Paul A. Samuelson, planteará que el desarrollo no se
puede medir sólo con en PNB (producto nacional bruto), sino con el BEN (bienestar

5
económico neto)3. El cálculo del BEN nos muestra que no somos tan opulentos como
podrían aparentarlo nuestras estadísticas del PNB (Samuelson, 1973:821). Este
planteamiento acabará impregnando los estudios sobre la calidad de vida que se
desarrollarán desde la psicología social, a finales de la década de los setenta y en los
ochenta.

2.1.2 La incorporación explícita de la sostenibilidad en la Psicología


Ambiental

Desde finales de los años ochenta, aumentan de manera muy notable los trabajos
presentados a los congresos de la IAPS, de EDRA, y otras organizaciones similares (la
asiatica MERA, por ejemplo) que hacen referencia a la sostenibilidad. Unos se focalizan
en la forma de analizar o concebir la vivienda, el espacio público o la ciudad. Otros, en
el creciente número de investigaciones sobre comportamiento ciudadano y conducta
ecológica responsable.

En EDRA 19 (1988) el lema ya es explícito: People's Needs/Planet Management: Paths


to Co-Existence. En la siguiente conferencia (1989) se aboga por Changing
Paraddigms, y en EDRA 23 (1992) el lema será Equitable and Sustainable Habitats.
Después, no aparece ningún lema explícito más, aunque si en trabajos que se presentan
a los congresos. En la IAPS el término sostenibilidad no aparecerá en el lema de los
congresos hasta el de Paris (2000): Metropolis: Cities, Social Life and Sustainable
Development-16 IAPS. Además, 'calidad de vida' y 'sostenibilidad' aparece en los lemas
de la mayor parte de las últimas conferencias IAPS, y ha sido un punto fuerte en el
"discurso" de la IAPS. Una simple búsqueda del término "calidad de vida" en la
biblioteca digital IAPS, (http://iaps.scix.net/) devuelve 646 entradas; 487 con la palabra
"sostenibilidad" y 1420 con "sostenible". Un análisis preliminar de contenido de los
títulos de las primeras 100 contribuciones que aparecen bajo el término de búsqueda
"calidad de vida", revela una representación del concepto de calidad de vida que está
fuertemente relacionado con el tema de los espacios verdes y entornos de
‘restauradores’. Otros dos elementos centrales en la representación de la calidad de vida
se relacionan con el espacio residencial (y temas relacionados, como la configuración de
la vivienda o del hogar) y con los entornos urbanos, en general, teniendo en cuenta las
cuestiones relacionadas con el estadio del ciclo de vida y la longevidad (por ejemplo, de
calidad de vida para los niños o para la gente mayor). Este aspecto resalta la necesidad
de considerar el concepto de calidad de vida en términos relativos y no absolutos, y
también como concepto dinámico, dependiente de la evolución temporal. ¿Lo qué es un
elemento de calidad de vida para algunos de nosotros podría no serlo para los demás,
sobre todo si tenemos en cuenta la asimetría y la desigualdad de la estructura social.

3El BEN es igual al PNB menos los costes sociales y perjuicios ocasionados al medio
ambiente imputables a la obtención del PNB.
6
Este argumento es necesario tenerlo presente con el fin de evitar caer en el riesgo de
determinismo ambiental (o arquitectónico).
La vida en comunidad, la cohesión social, el empoderamiento y la participación
son vistos como requisito previo para la eficacia de cualquier intervención ambiental
que tenga como objetivo mejorar la calidad de vida de la ciudadanía. Ciertamente en la
vida moderna no hay calidad sin participación, implicación ciudadana y capacidad de
agencia. A su vez, resulta difícil promover y mantener un proceso de participación si los
potenciales participantes no perciben ninguna posibilidad de mejora en la calidad de
vida. En otras palabras, la alienación (en oposición a la inclusión) y la baja calidad de
vida podría reforzar una espiral negativa en términos de angustia psicológica individual
(por ejemplo, Evans & Lepore, 1993). En suma, la promoción de la calidad de vida y la
equidad social solo puede ser posible mediante el diseño y la gestión adecuados de
situaciones y entornos para la vida cotidiana que sean inclusivos y tengan propiedades
que faciliten la restauración personal (Stokols, 1996).

Hablando de las relaciones entre la calidad de vida y la sostenibilidad, Vlek


(2002), en su discurso de apertura en la Conferencia IAPS en A Coruña, hace una
relación explícita entre los diferentes componentes de calidad de vida (y la importancia
relativa que las personas asignan a estos), y el paradigma clásico del ‘dilema de los
comunes’. En la revisión de los posibles vínculos y tensiones entre estos dos elementos
(de calidad de vida y estilos de vida sostenibles), Vlek también subraya cómo la calidad
de vida podría ser enmarcada e investigada como un objetivo fundamental de la
conducta humana en relación con el medio ambiente, en particular como fuerza motriz
de cambio hacia un comportamiento más sostenible en el público en general.

No es por casualidad, aunque no deja de ser sorprendente, que podemos ver sólo dos
registros resultantes de la búsqueda de los términos asociados de "calidad de vida y la
sostenibilidad" en la biblioteca digital IAPS. Esto sugiere la necesidad de un análisis
crítico de las consecuencias y los resultados de la búsqueda de estos objetivos en la
sociedad humana contemporánea. ¿Cuáles son los costos ambientales de la mejora de la
calidad de nuestra vida contemporánea, principalmente urbana? ¿Hay algun precio que
tengamos que pagar -en términos de la calidad de vida- con el fin de acelerar nuestra
transición hacia nuevas formas de vida ambientalmente más sostenibles y bajas en
carbono?

Para Uzzel y Moser (2006), el término calidad de vida "sigue siendo mal definido, hasta
el punto de que casi se ha tratado de darle el significado que cada uno quiera atribuirle a
su antojo" (p. 1). Para estos autores, una calidad de vida sostenible sólo se alcanza si por
un lado las personas interactúan con el medio ambiente de una manera respetuosa, y a
su vez ese entorno no impide o amenaza lo que el individuo considera como su 'calidad
de vida'; esto hace posible a la persona poder satisfacer sus necesidades. Destacan el
papel del contexto cultural: "La calidad de vida no sólo depende de la ‘calidad’ física y
social del entorno, sino también es una consecuencia de la forma en que las personas

7
interactúan con su entorno. Las formas de vida son ideológica y culturalmente
dependientes y las necesidades individuales se expresan dentro de ese marco "(p. 3).

Esto nos situa ante un segundo aspecto que se ha convertido clave en las contribuciones
de la Psicología Ambiental de las últimas décadas: el comportamiento ambientalmente
responsable de los ciudadanos, como requisito de la sostenibilidad.

Paul C. Stern y colegas, (Stern, 1992, Gardner y Stern, 1996) sugieren que la principal
contribución de la psicología en la detención, la desaceleración o la respuesta al cambio
ambiental global es entender las causas humanas de este deterioro y, a partir de allí,
elaborar estrategias que tengan en cuenta las tendencias del comportamiento de las
personas; es decir, que tomen en consideración el aprendizaje de las causas proximales
que no sólo se refieren a las organizaciones, las estructuras sociales, la tecnología, los
medios de producción y las decisiones político-económicas, sino también todo lo
referido a las actitudes y los valores asociados a cada uno de ellos.
La literatura que se ha desarrollado sobre este tema es enorme, con contribuciones de
diferentes orígenes culturales y geográficos (por ejemplo,: Bonnes y Bonaiuto, 2002;
Bonnes, Passafaro y Carrus, 2006; Clayton y Meyers, 2009;. Corral-Verdugo et al,
2013; 2015; Schmuk y Shultz, 2002; Weiss y Girandola, 2010).

2.2 - La CV en la literatura de CV

Revisaremos ahora como conceptualiza la calidad de vida la literatura sobre calidad de


vida, y que papel confiere al entorno físico y las condiciones de habitabilidad.

2.2.1 Conceptos y Evolución


Los conceptos de bienestar y calidad de vida tienen sus antecedentes en conceptos como
‘nivel de vida’ y como ‘felicidad’ (Diener, 1984; Casas, 1996). Pero si ‘nivel de vida’
era mesurable con indicadores económicos (p.e. Pigou, 1932), ‘felicidad’ se
consideraba un concepto etéreo, filosófico, religioso y moral, no mesurable
científicamente. Paradójicamente, la felicidad ha devenido el último eslabón de medida,
que domina la investigación 30 años después.

En 1954 UN propone una serie de indicadores de nivel de vida que incluyen, entre
otros, dimensiones de salud, alimentación, condiciones de trabajo, de alojamiento,
tiempo libre, derechos humanos, etc. En los 70’s, la OCDE también hará una importante
contribución de indicadores. En conjunto eran los antecedentes de los actuales World
Happiness Report.

Sirgy (2012), en su revisión de la Psychology of Quality of Life, remite como


antecedentes a Jeremy Bentham (1789/1969), que define “... La felicidad como un
estado de ánimo que la gente experimenta como resultado de la acción de uno mismo o

8
de otros ". (Sirgy, 2012:5). La idea de CV y de felicidad desde la perspectiva de
Bentham es esencialmente ‘contentment’, que para Sirgy es la base de la dimensión
hedónica, entendida como bienestar emocional (Emotional well-Being). Desde la
tradición de Aristóteles, define la visión eudaimónica como una vida llena, con
significado, “que se traduce como floreciente, de bienestar, de éxito o de oportunidad de
llevar una vida útil y significativa”. (7) La visión hedónica y la visión eudaimónica es
una de las importantes dicotomías presentes en los debates de Calidad de Vida actuales.

Land, Michalos y Sirgy (2011), en su Handbook of Social Indicators and Quality of Life
Research, remiten a Bauer (1966), con su Social Indicators como origen de lo que se
llama movimiento de los indicadores sociales. Como antecedentes remite a autores de
los años 30’s, como William F. Ogburn en la Universidad de Chicago, o Howard W.
Odum, en Universidad de Carolina del Norte, que en colaboración con Margaret Jarman
Hagood, desarrolló el primer índice de bienestar (well-being), estudiando familias
agrarias (Ferriss 2004)

Para el link entre CV y Salud hay que remontarse a los años 40s, con Ogburn 1943, y
Stouffer 1949. Pero la fecha clave es el 1948, año en que la OMS (WHO) reconoce la
importancia del concepto de CV entendida como Bienestar, en su famosa definición de
salud como “bienestar físico, mental y social, no sólo la ausencia de enfermedad". Esto
reconoce la posibilidad de definir la enfermedad como un hecho social, como una
desviación de las expectativas sociales de la persona, o derivado de las condiciones
sociofísicas, en la línea de lo que remarcaba Talcon Parsons (1958). Dunn (1959)
hablará de ‘wellness’ (otro término equivalente a bienestar), como equilibrio mental,
físico y social, que está en función de las capacidades de la persona y de las
oportunidades que el environment le permite. Esto nos pone ante algunas de las
interpretaciones críticas que denuncian que con la globalización incrementa la
medicalización intencionada de los problemas sociales y las desigualdades sociales, en
lugar de tratarlas como carencias de las condiciones sociales económicas y ambientales
(Talarn, 2007).

El concepto de calidad de vida extiende su aplicación a muchos ámbitos, entre ellos el


laboral y las condiciones físicas del puesto de trabajo, que también ha sido objeto
tradicional de la psicología ambiental . Argyris (1957), McGregor (1960), Maslow
(1954), entre otros, se ocuparan de la Calidad de vida laboral (QWL), influídos o
siguiendo el efecto de los estudios de Hawthorn y el movimiento de relaciones
humanas.

Bauer (1966) propone la necesidad de diferenciar entre indicadores objetivos y


subjetivos. Los ámbitos que para el autor, precisaban indicadores objetivos eran
actividad, ocupación, ocio, salud, ingresos y consumo. Los que precisaban de
indicadores subjetivos eran sentido de pertenencia, participación y afecto; estatus
respeto y poder, autorealización, creatividad, seguridad, libertad e incentivos percibidos.
Campbell, Converse y Rogers (1970, 1972, 1976), Andrews & Withey (1976)

9
trabajaran tambien en esta línea, y en 1974 Alex Michalos comienza la edición de
Social Indicators Research. El mismo año la OECD promueve the Issuance of national
social reportes basados en indicadores sociales. En 1985, Michalos formula la teoría de
las discrepancias múltiples, basada en la comparación de la realidad vivida con las
expectativas de la persona en distintos ámbitos y momentos de su ciclo de vida. En los
80’s Veenhoven creará el observatorio muldial de la felicidad, y posteriormente tomará
fuerza la llamada psicología positiva (véase cap. 2 de este libro).

Andrews y Withey (1976), encontraron que los estudios de calidad de vida, cuando se
valora de forma global o abstracta, tienden a dar una puntuación positiva, especialmente
cuando las preguntas se relacionan con aspectos vinculados a la autoimagen, la
identidad o self. En cambio, bajan su puntuación cuando se valoran aspectos
desagregables, como condiciones específicas del habitat, funcionamiento de servicios,
apoyo y atenciones recibidas, etc. Aquí intervienen los mecanismos de disonancia
cognitiva descritos por Festinger (1957), entre otros. Para garantizar la coherencia, en
la valoración global de calidad de vida, las personas distorsionamos algunos de sus
aspectos. Pero nos podemos permitir ser críticos si no afecta nuestro autoconcepto e
identidad, es decir si se trata de aspectos que son atribuibles a factores externos y
ajenos. Ahí entran en juego todos los mecanismos del llamado ‘locus de control’ (en el
sentido de Rotter, 1954; Montero 1994, Javaloy 2007)

Glatzer y Mohr (1987) advierten de las correlaciones sorprendentemente bajas que


encuentran entre las condiciones de vida objectivas y el bienestar subjectivo. Destacan
algunos factores que pueden ser claves para comprender las actuales contradicciones de
datos entre estudios, que veremos más adelante. Consideran que las personas valoran
sus mejoras individuales en comparación con su(s) grupo(s) relevante(s) de referencia
no como un todo autónomo. Además, la expresión de insatisfacción está culturalmente
aprendida y, por tanto, hasta cierto punto es independiente de la experiencia actual.
Consideran que los individuos están bajo presión social para suprimir los sentimientos
de insatisfacción, y las expectativas generalmente se ajustrán a las circunstancias. Por
otro lado, los que viven bajo condiciones favorables estan más inclinados a abrirse hacia
nuevos estándares de valor y, por tanto, están más inclinados a expresar críticas e
insatisfacciones.

Si miramos contribuciones de otros autores, en las bajas correlaciones también influyen


la identificación con el lugar y la imagen ideal que de él se tiene (Buttimer 1972); las
expectativas, el nivel de aspiración, la equidad percibida, las necesidades y los valores
(Marans y Rodgers 1975). Las variables actitudinales y contextuales hacia la
comunidad, los vecinos, la familia y los amigos modulan las valoraciones de las
características objetivas del lugar y de los recursos disponibles (Galster & Hesser, 1981;
Cutter 1982; Canter & Rees, 1982).

Estos puntos de vista han ocupado explícitamente el puesto central en el desarrollo


teórico y empírico de la psicología positiva y la investigación sobre la felicidad humana

10
(por ejemplo, Seligman y Csikszentmihalyi, 2000) (véase el capítulo 3). Sin embargo,
como Corral-Verdugo y colegas (2015) ha señalado recientemente, la psicología
positiva sorprendentemente ha subestimado los factores ambientales como factores
determinantes básicos de la calidad de vida y la felicidad, en comparación con los
factores individuales, tales como rasgos, habilidades, comportamientos, emociones, etc.
( véase, por ejemplo, Lyubomirsky, Sheldon y Schkade, 2005). Pero como remarcó
Stokols (1987), para la psicología ambiental el entorno, como objeto de la psicología
ambiental, no es ni físico ni social, es siempre sociofísico. Y este aspecto, se nos
presenta como una de las carencias habituales de los estudios de calidad de vida,
bienestar y felicidad, seguramente por la dificultad y complejidad de su medición, como
veremos más adelante.

2.2.2 - CV y Felicidad:
La paradoja Felicidad-Ingresos (The happiness-income paradox)

La valoración de la calidad de vida ha seguido un proceso de subjetivización


progresivo. Ha pasado de los indicadores económicos de nivel de vida como única
medida, hacia la consideración de dimensiones vivenciales como conjunto. Ello abre
una importante polémica a partir de la lectura de los datos, que se ve bien reflejada en
las aproximaciones de algunos autores que nuclearizan la posturas más emblemáitcas:
Richard A. Easterlin, que planteó la happiness-incom paradoxe (la paradogica relación
ingresos económicos-felicidad); Ruut Veenhoven que mantiene la existencia de una
fuerte correlación entre la riqueza y el incremento de la felicidad; el equipo del
laboratorio de Ed Diener y el grupo que está detrás del World Happiness Report, de
Naciones Unidas, con Peter R. G. Layard, entre otros, plantean posturas más matizadas
y multifactoriales.

Richard Easterlin, economista de la Universidad del Sur de California, ya en el año


1974 planteó la paradoja de la relación felicidad-ingresos. Brevemente, las ganancias en
el bienestar material de tienen poco efecto sobre la satisfacción con la vida cuando se
consigue un cierto nivel de calidad de vida. Max-Neef, Premio Nobel Alternativo en
1995, hará un planteamiento cercano aunque con matices. Con su ‘threshold hipótesis’
(hipótesis del umbral), sugiere que en toda sociedad parece haber un periodo en el cual
el crecimiento económico genera un mejoramiento de la calidad de vida, pero cruzado
un umbral (que queda incierto, no claramente establecido) el crecimiento económico
genera un deterioro en la calidad de vida. Además, sugiere que hay que sustituir el
‘paradigma de la acumulación’ por el ‘paradigma de la solidaridad’ (idea que
retomamos más adelante).

Más tarde, en 2010, después de fuertes críticas de Veenhoven y seguidores, Easterlin,


con su obra The happiness-income paradox revisited (Easterlin, McVey, Switek,
Sawangfa, y Zweig, 2010), concluye que la felicidad y el Social Wellbeig (SWB) están
positivamente relacionados, pero que a largo plazo -aquí, por lo general un período

11
mínimo de 10 años- la relación es nula. La razón principal es que la escalada de las
aspiraciones materiales, con el crecimiento económico, refleja el impacto de la
comparación social y la adaptación hedónica. Pero además, no encontraron evidencias
que sugieren que los países más pobres de alguna manera queden exentos de la
‘escalada’ de las aspiraciones materiales a medida que aumenta su renta. Llegan a la
conclusión de que se necesita más investigación. Para nosotros, esto puede ser
entendido como la necesidad de explorar el papel del equilibrio personal, social y
ambiental en la calidad de vida, como veremos más adelante.

En una revisión divulgativa, comparando datos de diversas fuentes, pero especialmente


de las obtenidas por el Pew Research Center de Washington4, Stokes (2007) concluye
que los ingresos por sí solos no son suficientes para explicar por qué la gente en algunas
sociedades están más satisfechos con sus vidas que los demás. Encontró importantes
diferencias entre regiones. Por ejemplo, detectó una mejora en las condiciones de
progreso de Kenia y Surafrica, pero no detecta que haya habido ningún cambio real en
su grado de satisfacción con sus vidas. Factores tales como la lucha religiosa y étnica, y
la preocupación por la desigualdad pueden contribuir a esta falta de conexión entre el
bienestar económico y felicidad. Llega a la conclusión de que las personas en los países
pobres a menudo son más optimistas que las de las sociedades ricas. Entonces, a pesar
de la aparente correlación entre el crecimiento del ingreso y la felicidad en América
Latina y Europa del Este, otros investigadores advierten sobre el riesgo de una
interpretación demasiado simple de la relación entre aumento de ingresos y aumento del
bienestar.

2.2.3 ¿El dinero hace la felicidad?

Para Ruut Veenhoven5, existe una fuerte correlación entre riqueza y felicidad. En los
80’s creó el World Database of Happiness6 y fue editor-fundadors del Journal of
Happiness Studies en 2000. Ha mantenido una larga y dura controversia sobre la
happiness–income paradox con Easterlin7.

Veenhoven destaca la diferencia de su método de meta-análisis cuantitativo del llamado


método de investigación de síntesis narrativa que a menudo es una investigación basada
en la teoría (theory driven), a partir de los datos disponibles como pruebas a favor o en
contra de una teoría particular (Veenhoven 2011).

4 http://www.pewresearch.org/
5 Ruut Veenhoven, profesor del Departamento de Sociología de la Erasmus University
Rotterdam, Holanda, fue uno de los pioneros en el estudio de la felicidad.
6 The World Database of Happiness is an archive of ‘research findings’ (not directly

research data) on happiness, meant to facilitate to makes meta-analysis, doing


‘research synthesis’ on that subject. http://worlddatabaseofhappiness.eur.nl
7 you can follow the discussion in Hagerty and Veenhoven, 2003; Easterin, 2005;

Veenhoven and Hagerty, 2006; Eastering et alt. 2010; Veenhoven & Vergunst, 2013
12
Veenhoven define la felicidad como el disfrute subjetivo de la propia vida como un
todo. Entiende la felicidad como sinónimo de "satisfacción con la vida" y "bienestar
subjetivo". Este autor encontró que la felicidad tiene dos "componentes", el componente
hedónico relacionados con la afectividad, y un componente "cognitivo" que llamada
‘contentamiento’ o satisfacción. Desde su planteamiento, la felicidad media es alta en
las sociedades modernas y tiende a subir, y se diferencia poco a través de categorías
sociales tales como ricos y pobres o hombres y mujeres. Concluye de su planteamiento
que la gente vive más feliz en las sociedades individualistas, como Dinamarca, que en
las sociedades colectivistas, como Japón (Veenhoven, 1999, Verne 2009). Además,
según Veenhoven, la gente no vive más feliz en los ‘estados de bienestar’ que en los
países de un nivel de riqueza equivalente, en los que la contribución (la mano abierta)
de "papá estado” es menor o inexistente. La desigualdad en la felicidad no parece ser
menor en los ‘estados de bienestar’ que en otras formas de estado menos interventivas
(2000b) Veenhoven. Esto contradice las afirmaciones de alguna ciencias sociales y
enfoques comunitarios. Menciona explícitamente su desacuerdo con la teoría de Putnam
(2000) que afirma que a la sociedad moderna le falta cohesión social, le falta confianza
en gobiernos, falta de posibilidad de participación social y política, y tiene carencias de
trabajo en proyectos de la comunidad; hay menos amigos cercanos y en los que se
pueda confiar; más tiempo dedicado a ver la televisión o los nuevos medios, etc. En
resumen, menos felicidad y menor calidad de vida percibida.

El problema no está sólo en la definición de la felicidad, sino también la forma de


medición ,y en que frecuentement no acaban de ‘ajustar’ la una con la otra. En esta
afirmación, están de acuerdo tanto Veenhoven como los que mantienen posturas
opuestas o matizadamente distintas. En cualquier caso, como también afirma el autor, la
mayoría de los seres humanos es, o tiende a ser, feliz. La conceptualización, los
procesos vivenciales implicados y los indicadores usados en la medición, resultan
claves.

2.2.4 The World Happiness Reports

Los dos Informes Mundiales sobre la Felicidad (WHR, 2009, 2014), patrocinados por
la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, quieren ser
una contribución a los objetivos de desarrollo sostenible del mundo para el período
2015-2030. En el segundo informe, Neve, Diener, Tay y Xuereb (2014, pag 66)
siguiendo a Lyubomirsky et al. (2005) y Myers (2000) afirman que cuando hay
relaciones de apoyo mutuo aumenta el bienestar subjetivo, pero que a su vez tener un
elevado bienestar subjetivo conduce a mejores relaciones sociales. La gente más feliz
tienen una mayor cantidad y mejor calidad de las amistades y las relaciones familiares
(Diener, y Seligman, 2002).

El World Happiness Report hace pocas referencias a las condiciones de vida


específicas, como vivienda, ciudad, etc. Remite más bien a las condiciones ambientales
de la sostenibilidad, como amenaza global, pero de pocas implicaciones directas
13
efectivas en la vida cotidiana de las personas. Los términos ‘housing conditions’ y
‘environmental quality’ (condiciones de habitabilidad y calidad ambienta) solo
aparecen en el capítulo dedicado a los indicadores propuestos por la OECD. Desde una
perspectiva de la psicología ambiental, esto revierte de nuevo sobre el déficit de
conceptualización teórica, que Uzzel y Moser (2006) ya resaltaban.

Pero, ¿que dice el Worl Happiness Report de UN? Sus datos no parecen seguir las
correlaciones positivas que defiende Veenhoven, o por lo menos aportan matices.

Figura 2.1 Expectativas y esperanza de mejoras


(Elaboración propia, a partir de : World Happiness Report 2013, pag 25)

Figura 2.1 Expectativas y


esperanza de mejoras Percepcion de Mejora y
(Elaboración propia, a partir de : de expectatives positivas
World Happiness Report 2013,
pag 25)
La clave es:
las expectatives y la
confianza en la
mejora

Percepcion de pérdida y
expectatives negativas
Si miramos
la gráfica comparativa entre 2005-7 y 2010-12 del World
Happiness Report de UN (Figure 1) podemos observar
una doble tendencia. Un grupo de regiones tiende a incrementar su puntuación, y otro
grupo tiende a perder puntuación. Los países de las regiones que mejoran, entran
claramente en el conjunto de lo que se ha llamado países emergentes, de América
Latina, Asia y África; los que pierden son mayoritariamente de los que se pueden
considerar desarrollados y más enriquecidos, Norteamericanos, Europeos y en algún
caso africanos. Esto nos podría aportar argumentos, tanto a favor de la happiness–
income paradox de Easterlin, como a favor de la correlación entre incremento de
riqueza y incremento de felicidad de Veenhoven, según leamos el circulo superior o el
circulo inferior.

De todos modos, hay que considerar que entre las dos elaboraciones de medidas del
14
WHR hay la aparición de la crisis iniciada entre 2007 y 2008, que cambia las reglas del
juego y las visiones de futuro. Así, un factor que parece poder explicar esta doble
tendencia son las expectativas positivas y la esperanza de mejora, en el círculo superior,
y la percepción de pérdida y expectativas negativas, en el círculo inferior.

Si cambiamos de foco y miramos por un momento el caso de la evolución de España,


podemos encontrar una explicación similar, a escala local. Al inicio de la transición del
franquismo a la democracia el nivel de riqueza era notablemente más bajo que el actual
(el PIB per cápita en 1980, era 4.227eur, menos de una quinta parte del PIB de 2014,
22.780eur), pero la ilusión y las expectativas de mejora eran muy altas (como suele
ocurrir siempre a la salida de un régimen dictatorial o autoritario). Actualmente, el PIB
per cápita es más de cinco veces mayor, a pesar del elevado porcentaje de parados
(sobre el 24%), pero los datos de WHR nos dicen que es el sexto país que ha tenido más
pérdida en la puntuación (solo por detrás de Egipto, Grecia, Myanmar, Jamaica y
Botswana) (Helliwell and Wang-WHR 2014, 29). La ilusión, la decepción, las
expectativas positivas, las frustraciones, las posibilidades de realización personal o de
DH… son aspectos que parecen explicar buena parte de esta pérdida. La calidad de las
relaciones interpersonales, la libertad de elección, el locus de control interpersonal, la
confianza en los demás, la cooperación, y sobre todo, percibir apoyo social de los
iguales (Javaloy 2007, en un estudio sobre los jóvenes españoles), son aspectos que
permiten entender porque a pesar de todo, el país no estalla.

De todo lo visto hasta aquí, solo está clara la pluridimensionalidad de la calidad de vida
y la felicidad, apareciendo importantes sesgos, tanto empíricos como conceptuales, que
no permiten (y difícilmente van a permitir nunca) una visión única del tema. Las
dimensiones contextuales son y serán siempre determinantes.

Pero en este contexto hay factores claros y objetivos, aunque a veces no somos
suficientemente conscientes de ellos, que limitan la libertad de acción, y por ende, la
misma conceptualización y operativización de la calidad de vida y la felicidad: 1) el
límite de recursos naturales del planeta, que no aguanta el ritmo de consumo creciente
en el que estamos, es decir la sostenibilidad; 2) la riqueza económica (pero no sólo
como valor absoluto, sino como preponderancia del enriquecimiento por el
enriquecimiento –acaparación-, o el enriquecimiento como base para cubrir las
necesidades físicas, psicológicas y sociales de las personas); 3) cual es el mínimo de
supervivencia (¿distinto en cada caso?) que por encima del cual prima el bienestar a
partir de las relaciones sociales y la satisfacción de las expectatives.

Ello situará el mismo concepto de calidad de vida en el centro de un debate necesario,


pero no siempre suficientemente presente en la psicología ambiental, en el que se
pueden dibujar dos ejes de tensión, que darán conceptualizaciones de la calidad de vida,
formas de análisis y formas de intervención radicalmente distintas:
a) la Calidad de vida entendida como enriquecimiento o capacidad de
acumulación y mantenimiento del privilegio alcanzado. Esto parece armónico

15
con algunos resultados de Veenhoven, a la vez que es la perspectiva que Max-
Neef dice que hay que abandonar. En cualquier caso, la sostenibilidad no es
posible, bajo este parámetro, por la limitación de recursos que anualmente nos
recuerdan los informes sobre el estado del planeta8;
b) la calidad de vida entendida como equilibrio humano, social y ambiental. En
esta segunda visión, destaca la necesidad y la importancia de las redes de
apoyo social (formales o informales, físicas o virtuales, tema a discutir). Esta
visión parece armónica con el viejo planteamiento de Levi y Anderson del 1972
y mucha más literatura posterior (incluidos algunos textos de Veenhoven), que
afirma que por encima de unos mínimos de supervivencia , para el bienestar de
la persona es más importante el equilibrio humano y social que el incremento de
las pertinencias. En este caso, la sostenibilidad si sería posible. ¿Pero la
evolución del hábitat y la estructura social (y socioeconómica) permiten o
ayudan a este equilibrio?

El Informe Brundtland (1987) y los documentos posteriores asociados, por ejemplo


Caring for the Earth. A strategy for Sustainable Living (IUCN, UNEP, WWF, 1991),
ponen el énfasis en incrementar la cualidad de vida sin sobrepasar la capacidad de carga
del planeta. ¿Pero que ayuda a construir equilibrio social, seguridad y buenas
expectativas ?: la calidad del entorno como facilitador y no como dificultador de las
dinámicas sociales positivas, la confianza en la realización personal, el refuerzo de ver
los resultados positivos y tangibles de la propia acción, la apropiación del espacio o
capacidad de agencia sobre el espacio que se considera propio, el apoyo social informal
percibido , etc. Aquí, la Ps Ambiental puede hacer, y ha hecho, su contribución positiva.

2.3 – Dinámicas sociales de la ciudad, sostenibilidad y Calidad de vida

La forma urbana, las condiciones de habitabilidad o las relaciones de poder a partir de la


estructura urbana, son temas recursivos tanto del urbanismo como de las ciencias
sociales y del comportamiento desde sus inicios (Pol, 2009).

Las condiciones de vida estan en el trasfondo de los movimientos higienistas de los


S.XIX y XX; de las reformas de Haussmann en París en 1852; de los ‘ensanches’ con
nuevas formas urbanas, como el caso de Cerdà en Barcelona, en 1859; de la alternativa
‘Ciudad Jardin’ de Howard en 1898; o del movimiento moderno en arquitectura desde
1919, con la Bauhaus de Walter Gropius y Mies van der Rohe y sus colaboradores, Le
Corbuisier, el CIAM, Niemeyer y otros seguidores. El mismo tema es el objeto de
trabajo desencadenante de las nacientes ciencias sociales que mencionabamos al inicio.

La generalización del ‘zonning’ para evitar interacciones molestas y nocivas la


evolución económica y el vehículo privado como forma de movilidad, transformó
drásticamente la ciudad y las formas de vida. Con unos orígenes bien intencionados

8 http://www.worldwatch.org/bookstore/state-of-the-world
16
para un cambio social positivo, y habiendo facilitado el acceso a una vivienda ‘más’
digna a mucha población, sus efectos sociales (no previstos para unos, abiertamente
intencionales por parte de los modelos liberal y neoliberal, para otros, como Harvey)
resultan altamente ‘problemáticos’ para el bienestar y la calidad de vida ‘efectiva’ de los
ciudadanos.

Para Jane Jacobs, en su emblemático y radical libro de Vida y muerte en la ciudad de


1961, la segregación funcional es un problema. Las ciudades son sistemas complejos
resultado de las acciones no planificadas de individuos y pequeños grupos, en las que el
“conocimiento local” y la diversidad es clave. Hay que comprender la complejidad y la
sutileza de las dinámicas urbanas Los barrios en que coexisten usos diversos
(residencia, oficinas, comercio, ocio, etc) en un mismo espacio son más seguros y
vitales que aquellos poco diversos. La separación funcional ha llevado a los mall
comerciales una forma de monopolio que mata la vida social en la ciudad, la empobrece
económicamente y la hace dependiente.

La explosión demográfica de los sesenta, la concentración de la población en áreas


urbanas con un modelo dominante de ciudad dispersa, y la propensión de todo ser
humano a estar preferentemente entre sus ‘iguales’, consolidó la tendencia a la
segregación social (socioeconómica, cultural y racial) de la ciudad, además de la
funcional ya comentada. El modelo de movilidad basado en el transporte individual
(muchas veces sin alternativa posible prevista), conlleva un sinfín de autopistas urbanas.
Estas, junto a las dinámicas socioeconómicas dominantes, generan la fragmentación de
los espacios urbanos en lotes o parcelas de difícil integración entre ellos, y crean
condiciones que favorecen el surgimiento de guetos con grados distintos de
marginalidad.

Sennett (1970) describia una creciente percepción de inseguridad personal, de miedo a


lo desconocido o poco familiar, de necesidad de referentes mitificados, en definitiva
falta de madurez, que lo calificaba como ‘sindrome de adolescencia’ en la sociedad
americana. Es el resultado de la concentración en urbanizaciones suburbanas
homogéneas, (a veces urbanizaciones privada y cerradas, con altos grados de protección
y vigilancia), que conllevan la desaparición de la interacción social espontánea (que no
sea entre los estrictamente iguales y cercamos) y de la deshabituación al ‘contacto con
la diferencia’, lo cual perjudica la maduración de las personas. De ello se deriva un
incremento muy notable de la percepción de inseguridad y del miedo al delito. Por
seguridad, hay que desplazarse en vehículo privado, como escudo protector. Todo
entorno urbano no ‘protegido’ se percibe como de alto riesgo para la seguridad personal
(Montaner, 2006, habla de ‘neofeudalismo urbano’). Además, dadas las distancias y
diversidad de recorridos, así como la baja densidad de población, el transporte colectivo
pierde eficacia y eficiencia, es decir, pierde sentido.

Además, el modelo de ciudad dispersa, junto a la segregación social y funcional ha


acabado conllevando el abandono del espacio público como espacio de interacción

17
interclase e intercultural, tendiendo a devenir un espacio de marginalidad, con una
elevada percepción de inseguridad (Sorkin, 1992; Sartori, 2001; Lofland, 2007; Pol
2009).

Otro fenómeno que concurre en la ciudad actual es lo que se ha llamado ‘tematización’


(Montaner, 2006; Montaner y Muxí 2015). Es el resultado de la confluencia de los
programas de rehabilitación de los centros históricos y la preponderancia del turismo y
el ‘marketing urbano’. Los centros históricos sufren un proceso de presunta
restauración, que en realidad es una reinvención de su historia y una conversión en
‘parque temático’ (Sorkin, 1992) que poco tiene que ver con la vida social y cultural
que los generó. La tematización está generando unos costes sociales y ambientales no
previstos (o conscientemente no tenidos en cuenta). La especulación, la gentrificación
de la zona, cierto ‘virtuosismo’ arquitectónico y la progresiva substitución del comercio
y de las actividades de subsistencia propias de la vida cotidiana, convierten los lugares
en poco aptos para vivir.

Por el contrario, actualmente, más de 1.000 millones de personas viven en barrios de


infraviviendas y autoconstrucción y se prevé que serán 1.390 millones en 2020 (Bloom
y Khanna, 2007). En 2014, UN anunciaba que se había superado el 54% de población
mundial en zonas urbanas. Población que va en busca de más y mejores oportunidades
para la subsistencia y el desarrollo personal. Paradójicamente, en muchos casos,
significa pasar de de vivir de forma ‘humilde’ (pero con los recursos del campo que
permiten cierta supervivencia no monetarizada) a vivir de forma ‘miserable’, en
suburbios autoconstruidos o en barrios viejos, degradados e insalubre de las grandes
metrópolis en un contexto donde todo está monetarizado y la dificultat es acceder al
dinero suficiente. A ello hay que añadir la frustración de la expectación creada antes de
emigrar, sea atraidos por las imagenes de una sociedad opulenta desde los mass media,
sea resultado de la expulsión por conflictos tribales, políticos o religiosos. Todo ello,
lejos de facilitar el ‘empowerment’, potencia lo que Seligman (1975) lamó ‘indefensión
aprendida’.

2.3.1 Shrinking cities


Junto a la aceleración de la concentración de población en ciudades, se da también el
fenómeno contrario: ciudades que registran importantes pérdidas de población en
tiempos relativamente cortos, generando degradación de espacios urbanos. Es lo que se
ha llamado Shrinking cities. Se estima que más de 450 ciudades con una población de
alrededor de 100.000 habitantes han perdidoel 10 % o más de su población desde 1950
(Stohr, 2004).

En Europa, el Shrinking cities tomó especial relevancia con el proceso de liberalización


político-económica de los antiguos paises del Este, que provocó el cese de mucha
actividad económica y productiva, y migraciones masivas de poblacionales. Ivanovo, en
Rusia; Leipzig en la antigua Alemania del Este; también en Letonia, en Rumania y
otros paises del antigua ‘Este’, son casos emblemáticos (Richardson, Nam, 2014). Pero

18
no sólo en el Este. También en Manchester o Liverpool, en UK, con la
desindustrialización de los 70’s y 80’s, sobre todo en la época de Thatcher (Schett,
2011) y otras ciudades europeas.

En USA, el fenómeno se da por dos tipologías de causas distintas. Por un lado, como
efecto de la crisis económica global de 2008, que agrava o acelera el cierre o la
‘deslocalización’ de actividades económicas ‘clásicas’. Por otro lado, por los fuertes
cambios en el modelo de ciudad. Uno de los aspectos remarcables que inciden, es lo que
se ha llamado White flight (Sugrue, 1996; Rappaport, 2003), la huida de la población
blanca bienestante a zonas suburbanas, ricas y homogéneas. Ello comportó una fuerte
estratificación social de la ciudad, el abandono y la degradación de las partes centrales e
históricas, y la puesta en cuestión del espacio público (Sorkin, 1992; Sartori, 2001,
Lofland, 2007; Pol, 2009). El downtown queda con calles y espacios públicos
marginalizados y convertidos en ghetos de pobreza, que a la vez convive con la
opulencia de sectores administrativos y de servicios privados, sin llegar a mezclarse.
Cincinnati, Chicago o Detroit (Martelle, 2012; Pallagst, 2009) son casos emblemáticos.
Ello favorece la aparición de lo que Boddy (1992) llamó la ‘ciudad análoga’ o ‘ciudad
dualizada’.
En muchos casos, la ‘ciudad dual’ genera una estructura literalmente ‘paralela’ y
superpuesta a la degradada. Es el caso de los downtowns, con grandes edificios
conectados entre ellos a nivel subterráneo o con pasarelas a nivel de primera planta, en
los que se reproducen las funciones de espacio público. En principio se justificó como
protección ante las duras condiciones climáticas. En la práctica se ha convertido en un
espacio privatizado con control del ‘derecho de admisión’, que se promueven como
forma de garantizar los niveles de seguridad que no se encuentran en la calle
marginalizada. El acceso a estos lugares de manera ‘segura’, solo puede hacerse en
vehículo privado, directamente al parking del edificio de destino. El transporte público
se abandona. El individualismo, se refuerza.
A ello, Hollander (2010) añade el efecto de lo que se ha llamado Smart decline, cuando
los planificadores urbanos quieren proponen una reducción de edificios, de densidad, de
aglomeración humana, para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, y no toman en
consideración la necesidades funcionales, sociales y afectivas de los ciudadanos.

El shrinking de la region Halle-Leipzig, en Alemania, ha sido de los más estudiados


(Bontje, 2004; Banzhaf et al. 2007). La forma de afrontamiento se ha centrado en
políticas de atracción de nuevas actividades de orientación cultural (potenciar la
Universidad, por ejemplo). Se desarrolló un programa de demolición de edificios
obsoletos y sustitución por parques y plazas. Se trata de conseguir ‘lugares’ urbanos
más espaciosos, atractivos y de calidad.

Programas con objetivos similares, los encontramos por ejemplo en Manchester, con el
caso del Northern Quarter, barrio popular, central y comercial del S.XIX, devastado por

19
las tendencias comerciales de los indoor shoping mall a principios de los 70’s (Brown,
O’Connor & Chohen, 2004) , o en Barcelona, con la implantación de centros
universitarios, museos, y apertura de nuevos espacios públicos, no sin conflictos (Di
Masso, Dixon, Pol, 2011), como forma de regenerar barrios históricos en proceso de
degradación (el Raval, Poble Nou, etc) buscando lo que Bohigas, en 1982, describió
como: ‘funcionalizar el centro, monumentalizar la periferia’ (Bohigas 1985; Maragall et
al. 2004).

Otra opción que se ha experimentado para la recuperación de barrios centrales, es la


creación de Green Retirement Cities (ciudades para jubilados) (Véase cap 24). Se trata
de regenerar la vivienda y el espacio público, dotandolo de comercio, servicios y
equipamientos de proximidad que se consideran claves para seniors y personas con
movilidad reducida (Cohen, 2007; McGreal, 2010; Davis, 2012; Nefs, Alves, Zasada,
Haase, 2013; Boston Redevelopmnet Authority, 2015).

2.3.2 Ciudad Sostenible


Pero ¿qué se entiende por “Ciudad sostenible”? Como decíamos al inicio, los costes
económicos y las limitaciones ambientales han estado poco presentes en las
“nuevas propuestas urbanísticas”. Será a partir de 1987, con el Informe
Brundtland, que los parámetros de calidad empiezan a dar centralidad a la
sostenibilidad como uno de los requisitos imprescindibles.

Sustainable city refers to the potential of urban agglomeration to ensure an


environmentally benign development of a city through focused environmental and
energy initiatives which stimulate a balance between economic progress, social
equity and environmental quality.’

“Ciudad sostenible refiere al potencial de la aglomeración urbana de garantizar un


desarrollo ambientalmente benigno de una ciudad a través de iniciativas con
planteamientos medioambientales y energéticos explícitos, que estimulen un
equilibrio entre el progreso económico, la equidad social y la calidad del medio
ambiente. " (Capello et al., 1999, p. V). La ciudad sostenible será aquella que
permita incrementar su complejidad, al incrementar la probabilidad de contacto
entre los diferentes elementos que componen el sistema urbano, sin incrementar
el consumo de energía y de recursos (CCCB, 1998, p96). Es decir, un entorno
sostenible significa encontrar una forma urbana y un tipo de interacción social que
permita mantener en un nivel razonable la diversidad social y la diversidad
biológica, la salud de los habitantes, la calidad del aire, el agua y el suelo, para
garantizar el desarrollo del bienestar de la humanidad, a la vez que preservar la
flora y la fauna. Ello requiere un proceso de diseño urbano y de gestión, que
permita tomar decisiones que atiendan no sólo a los intereses de las generaciones
presentes, sino también de las generaciones futuras.

20
Algunos autores utilizan el término “vitalidad urbana” para referir al
dinamismo social, y a la necesidad de mantener elementos de diversidad social y
productiva en espacios plurifuncionales (Rueda, 1995). Este concepto, cercano al
right-sizing de Schilling y Logan (2008), considera que una determinada
cantidad de personas (ni en exceso ni en defecto) genera un nivel de
interacción óptimo, necesario para el despliegue de la vida social y la
satisfacción de las necesidades recreativas y de relación. Además, la propia
presencia de personas y actividad genera una sensación de seguridad que no
se percibe en espacios vacíos. La percepción de seguridad ciudadana está
relacionada con la satisfacción residencial (Valera y Guardia, 2014), la edad y
el género (Carro, Valera y Vidal, 2010).

Downton (2009) decribe las características que deben tener como requisitos las
ecocities, con ciertos ecos de Jane Jacobs (1961). Hace una revisión muy exhaustiva
de supuestos teóricos, autores y experiencias de ecocities (o en su caso ecobarrios),
tanto en Australia, América del Norte, Europa y China. Situa los antecedentes
teóricos de las ecocities en Christopher Alexander (et al 1975, 1977) cuyos trabajos
se han convertido en piedra de toque para el diseño responsable, humanista y
orgánico, que ofrece una alternativa más humana al modernismo mecanicista. A
través de Alexander, Downton establece un vinculo, aunque marcando diferencias,
con el Smart Growth (crecimiento inteligente) y el Nuevo Urbanismo de Léon Krier
and Nikos Salingrados. No es casualidad que el The First International Ecological
City Conference (Ecocity 1) fuera convocada por Urban Ecology bajo el liderazgo de
Richard Register en Berkeley (1987, 1990).

En lo que refiere al diseño urbano que afecta directamente a las personas y grupos
sociales, el modelo ecocity propone tener en cuenta que: el diseño de la vivienda
debe ser acordado con los futuros usuarios, adaptado a los niños, con grandes
áreas naturales de juego, y espacios privados y públicos; fomentar un sentido de
vecindad y la identificación con el entorno de vida a través de los espacios
urbanos; orientación solar pasiva; cada bloque con una área central de confluencia
claramente definida; preveer sistemas que permitan un consumo de agua
reducido; uso de materiales saludables, reciclables y duraderos; insonorización;
preferentemente de alta densidad y apartamentos de poca altura (más que las
casas unifamiliares) de entre 1 y 3 niveles, con balcón, plantas de plano flexible,
arquitectura variada en una estructura urbana general unificada. general.

Otra cuestión fundamental es la creación de estructuras de asentamiento que sean


adecuadas para una mezcla de usos diferentes y variedad de funciones, incluyendo
infraestructuras para lo cultural y económico. Hace énfasis en la proximidad e
insiste con énfasis en la necesidad de incorporar comenrcio en la zona habitacional
(shop front) o por lo menos que debe estar cerca de cualquier proyecto de barrio
(300) para evitar la cultura de centro comercial y las desventajas de una ciudad

21
segregada, que excluyen a una parte importante de los ciudadanos. Hacer especial
hincapié en el proceso para tratar de asegurar el sentimiento de apropiación y
pertinencia al lugar, y la importancia de las áreas comunales o compartidas.

Para Downton, el planeamiento ‘ecocity’ no debe aplicarse únicamente a la ciudad (en


sentido restringido), sino que debe contemplar todo su ámbito de influencia
metropolitano y regional. La perspectiva de la ‘ecocity’ enfatiza la centralidad de las
dinámicas sociales. Pero como ya resaltaba Alexander, “no solo es importante el
resultado, sino también el proceso” (Alexander 1964 p.133).

Un aspecto vinculado a la sostenibilidad de las ciudades, pero que sobrepasa su ámbito


territorial es la ‘huella ecológica’ (ecological footprint). Se entiende por huella
ecológica, el territorio requerido para obtener los recursos necesarios para mantener las
formas de vida y para compensar sus emisiones contaminantes y/o de efecto
invernadero, sea de un país, sea de una ciudad. Como dice Dodman (2009) a las
ciudades, a menudo, se culpa de los altos niveles de emisiones de gases de efecto
invernadero. El informe del United Nations Centre for Human Settlements (UN–
HABITAT) (UN, 2007) atribuye a las ciudades el 75 por ciento del consumo global de
energía, y del 80 por ciento de las emisiones de efecto invernadero (greenhouse gas
emissions). Sin embargo, un analisis de los inventarios de emisiones muestra que – en la
mayoría de casos – las emisiones per capita de las ciudades es menor que el promedio
de emisiones del país en el que están ubicadas

En 2006, la huella ecológica de las ciudades norteamericanas es de entre 4 y 5 hectareas


por persona, mientras el promedio europeo en ciudades es de 2,8 hectares por persona
(Dodman, 2009) . El Living Planet Repport de 2012, con datos de 2008, que refieren a
continentes y paises (no a ciudades) situan el ecological footprints de USA entre 5 y 8
hectáreas por persona, mientras el promedio europeo es de 3-5 hectares por persona,
America Latina y China 2-3, India menor que 1 y África oscila entre 1 y 4.

Dodman muestra que las principales causas de las emisiones son distintas en cada
contexto. En norteamerica, destaca la contribución la movilidad privada, debido a las
largas distancias de recorridos cotidianos, pero contrapone el caso de New York, donde
las emisiones son relativamente bajas. La densidad de la ciudad y la existencia de una
extensa red de transporte público permite que los niveles en la ciudad sean mucho más
bajos que los nacionales (PlaNYC, 2007). En el caso de las ciudades de America Latina
(Rio de Janeiro and São Paulo in Brazil), las emisiones de los residuos sólidos son
mucho más altos que en muchas otras ciudades. En las ciudades de Asia, las principales
fuentes de emisión están relacionados con patrones de movilidad, el diseño y la
distribución de las casas, la organización de los sistemas de agua y alimentos, y están
relacionados con los estilos de vida individuales. En China, en 1999, las actividades
industriales eran responsables del 80 por ciento de las emisiones de Shanghai y el 65
por ciento de las de Beijing.

22
De todo este análisis se pueden extraer algunos factores que directa o indirectamente
afectan el bienestar, la calidad de vida y la sostenibilidad: Las ciudades más densas
parecen generar menos consumo energético, necesitan menos transporte individual y
pueden dotarse de un mejor y más eficiente transporte público. La movilidad
innecesaria, el uso abusivo del transporte aéreo (que contribuye con más del 3’5%
human-induced climate change según informes IPPC) y del marítimo, forman parte de
la contribución humana al cambio climático, al igual que el exceso de producción de
residuos. Todo ello está estrechamente vinculado a la forma urbana y a los estilos de
vida, pero también a los valores dominantes que sutilmente acaban reformulando estos
estilos de vida, sin que el mismo ciudadano se aperciba de ello.

En cualquier caso, los estilos de vida (incluyendo las formas de alimentación y la


gestión de residuos), la tecnología de la ciudad (vinculable también a Smart Cities), los
sistemas de mobilidad, y la amabilidad del espacio urbano, que invita o inhibe la
wlakability, aparecen como factores clave, en la reducción necesaria del ecological
footprint.

2.4 - Movilidad Sostenible y and “walkability”

La sociedad moderna se caracteriza por una alta movilidad. La movilidad


motorizada promedio por persona en la Unión Europea, ha crecido en un 7% entre
2000 y 2008 (Golisnka y Hajdul, 2012), con sus multiples efectos ambientales. Este
incremento se debe a la globalización de la actividad económica y de los estilos de
vida, y a la forma difusa de la ciudad, que no estimula a caminar como forma de
desplazamiento. Ello ha generado la necesidad de los estudios sobre walkability.

2.4.1 Mobilidad Sostenible

La Comision Europea define el transporte sostenible como "un sistema que


satisfaga las necesidades económicas, sociales y medioambientales de la sociedad
al mismo tiempo que minimice sus repercusiones negativas sobre la economía, la
sociedad y el medio ambiente (RDS, 2006; p. XX). Pero Steg y Guifford (2005)
señalan que no existe una definición suficientemente clara y ampliamente
aceptada. Se han desarrollado algunos sistemas de indicadores, pero pocos
incluyen dimensiones sociales y comportamentales, debido a déficits de
conceptualización y a la complejidad de su medida.

La movilidad sostenible tiene dos vertientes: por una parte, la aplicación de nuevas
tecnologías a los sistemas de transporte (vehículos eléctricos, híbridos o de
combustión pero con reducción de emisiones, etc.) y por la otra, la decisión del
ciudadano de elegir modos de transporte privado o modos de transporte colectivo.
La psicología ambiental, aunque tímidamente, desde sus inicios se ha ocupado de la
segunda vertiente, con enfoques muy variados.

23
En el temprano texto editado por Proshansky, Ittelson y Rivlin (1970), la única
referencia a la movilidad es un capítulo de Webber. El autor hace una exaltación de
las ventajas de las autopistas y del vehículo privado como la gran solución del
transporte metropolitano. Analiza los factores psicológicos que influyen en la
decisión de la opción por el vehículo privado o el transporte colectivo. Presenta el
pago inmediato de un billete, como un factor disuasorio del uso del transporte
público, mientras que el pago diferido en el caso del coche, aparece como una
ventaja psicológica aunque los costes sean mayores. Para el autor, prima la
necesidad de reducir el colapso circulatorio por encima de las dimensiones
ambientales, que no se plantea, y pone como ejemplo a imitar el sistema de
autopistas de Los Ángeles. Este es un tratamiento que está en las antípodas del
enfoque dominante actual.

Everett y Watson (1987), hacen una revisión del estado del arte. Orientan la
contribución de la psicología a mejorar la gestión de la movilidad. Definen cuatro
énfasis posibles desde la psicología: 1) aspectos fisiológicos, perceptuales y
ergonómicos; 2) características personales y contextuales como predictores de la
elección de los modos de desplazamiento (incluyendo valores y actitudes); 3)
potencialidades de las teorías del aprendizaje y la modificación de conducta.; 4)
analizan y consideran las especificidades de cada etapa del ciclo de vida, como
infancia, vejez o situaciones de discapacidad.

El bienestar psicológico y fisiológico subjetivo aparece como un factor


determinante en la elección del modo de desplazamiento. Para Everett y Watson
(1987) el confort vendrá dado por las características ergonómicas en el diseño y la
seguridad del vehículo. Otro aspecto destacado es el estrés que genera el commuting
(Cassidy, 1997), que repercute en el ámbito laboral (Stokols y Novaco, 1981). Pero
el tiempo empleado en el desplazamiento, no siempre tiene una valoración
negativa. Redmond y Mokhtarian (2001) advertirán que ‘un cierto tiempo’ de
desplazamiento es ‘buscado’ positivamente, como tiempo/espacio intersticial,
relajante y de acomodación al cambio de actividad.

Prara Stokols, (1972, 1976), el crowding (amontonamiento, sobreocupación) incluye


la sobreestimulación que comporta, la no posibilidad de ejercer control sobre el
espacio y la interacción visual no deseada con otros viajeros. Este aparece como uno
de los elementos aversivos más importantes para el uso del transporte público . La
calidad de la conducción es también un aspecto resaltado por Golop, Canty y
Gustafson (1972) y Nicolaidis(1975). Davis y Levine (1967) destacan la
confortabilidad de las esperas.

McCormick, ya en 1976, destacaba la percepción o la imagen del confort que tiene el


pasajero, como factores que inciden en el uso del transporte público. Pero como

24
advierten Seoane, Rodríguez y Arce (2000) los no usuarios guían su valoración solo
por los estereotipos negativos, mientras que los usuarios habituales tienden a hacer
mejores valoraciones . Para Anderson (2001), es fundamental desarrollar una visión
compartida favorable al transporte público, que para Everett y Watson (1987) puede
actuar como un refuerzo intangible a su favor.

Rosenbloom (2001), advierte que el envejecimiento de la población occidental


puede comportar un incremento de contaminación ambiental debido a sus
hábitos/necesidades de movilidad, que depende de terceros (hijos, cuidadores,
etc), lo cual suele multiplical los despalzamientos. Hay que tener en cuenta que
uno de los elementos disuasorios para el uso del transporte público colectivo en la
tercera edad es la accesibilidad, la inseguridad vinculada a la brusquedad en la
conducción y el miedo a la delincuencia (Patterson & Ralston, 1983).

En los ochenta se genera una corriente de análisis de la movilidad con perspectiva de


género. Se denuncia el efecto excluyente y discriminativo hacia la mujer (Michelson,
1983 y Moore 1982; Turner & Grieco, 2000) que ejercen los sistemas de transporte.
Por su lado, Matthies, Khun y Kloeckner (2002), encuentran que las mujeres
alemanas manifiestan unas normas ecológicas más fuertes y una propensión al uso
del vehículo privado más débiles.

Si bien los trabajos sobre movilidad se han basado mayoritariamente en el análisis de


actitudes e incentivación de comportamientos, Aarts y su equipo han puesto el
énfasis en el papel que los hábitos de movilidad previos ejercen sobre la elección de
modo de transporte. Cuando hay un hábito establecido, las actitudes pueden ser
irrelevantes como guía del comportamiento, y el papel de los componentes cognitivos
en la decisión de conducta queda reducido al mínimo. Además, los comportamientos
automátizados son difíciles de suprimir o de controlar (Aarts, Verplaken y
Knippenberg, 1998; Ouellette y Woods, 1998; Aarts y Dijksterhuis, 2000).

A partir de los 90’s, hay un fuerte incremento de investigación en psicología


ambiental que toma en consideración la dimensión de eficiencia energética,
reducción de emisiones y responsabilidad en la elección de los sistemas de movilidad
por parte de los ciudadanos. Reducir el uso del vehículo privado, reducir
desplazamientos innecesarios, caminar, desplazarse en bicicleta, optar por el
transporte colectivo o por vehículos energéticamente más eficientes y menos
contaminantes (vehículos híbridos, eléctricos, etc), son los temas más recursivos.

El transporte privado tiene una imagen claramente asociada a elemento de calidad


de vida individual. Sin embargo, como señalan Steg y Gifford, ello entra en
conflicto con la calidad de vida colectiva, si se toma en consideración la
sostenibilidad. Consideran que es un ejemplo típico de dilema social. Para alcanzar

25
un sistema de transporte sostenible, se debe reducir el uso de vehículos
particulares y se debe mejorar la seguridad, la accesibilidad y la eficiencia del
transporte público. Sin embargo, desde un punto de vista individual resulta más
atractivo el vehículo particular debido a las ventajas se le asocian: independencia,
flexibilidad, confort, velocidad, seguridad percibida y privacidad, y se convierte en
un medio de auto-expresión. Por lo tanto, la opción por un transporte sostenible
puede ser percibida como una pérdida a la calidad de vida individual (Steg &
Guifford, 2005).]

Golisnka & Hajdul (2012) identifican como principales barreras para la movilidad
sostenible: infraestructura incompatible, distorsiones en la percepción de tasas y
precios, el aumento de la congestión, baja seguridad, los cambios en los patrones
de la movilidad, la dependencia de los combustibles fósiles y el aumento de las
emisiones de CO2 del transporte. Una vez identificadas las barreras mencionadas,
proponen una amplia gama de acciones a realizar: la promover el desplazamiento
caminando y en bicicleta, una mejor red de transporte público, incentivos para el
uso del transporte público, frecuencias más atractivos, comfort, acceso más fácil, la
fiabilidad de los servicios, venta de tikets intermodales inteligente , entre otros.

Pero hablar de mobilidad sostenible, no es solo promover el transporte colectivo,


como veíamos. En las últimas décadas se están promoviendo los vehículos hibridos
y Eléctricos (EVs) como tecnología viable para reducir la dependencia de los
combustibles fósiles y reducir la contribución al efecto invernadero de los
vehículos convencionales. Pero la aceptación de nuevas tecnologías aplicadas al
transporte, choca de nuevo con la confianza, seguridad e imagen social de las
nuevas propuestas: se consideran ajenas o no probadas (Egbue & Long, 2012); hay
la percepción que ofrecen rendimientos y prestaciones menores que los vehículos
convencionales (Burguess, King, Harris & Lewis, 2013) reduced range, lower
Ofrecen una más gama reducida de prestaciones, menor velocidad máxima,
aceleración menos potente, e inconvenientes para su recarga (Bunch, Bradley,
Golob, Kitamura, & Occhiuzzo, 1993; Lane, 2011)

Según Burgess, Rey, Harris y Lewis (2013) el valor simbólicos de los vehículos
eléctricos se encuentran actualmente en un estado de fluctuación. Su estudio
reveló que tener un conocimeinto y una experiencia directa con los vehículos
eléctricos es un un factor crucial en la conversión de público del escepticismo a la
aceptación y aprobación. Otros estudios enfatizan que la activación de los valores
ambientales motiva a los consumidores a actuar de acuerdo a sus valores
favorables al medio ambiente, también en las decisiones de movilidad (Verplanken
& Holland, 2002). Sin embargo, algunos estudios muestran que la influencia de la
activación ‘valor’ depende del papel de centralidad que juegue el valor en el self de
la persona (Verplanken & Holland, 2002; Verplanken et al., 2008).

26
Las acciones no deben recaer sólo sobre la decisión personal de cada ciudadano.
Poner las condiciones favorables a los modos de transporte deseables desde una
óptica de sostenibilidad debe ir acompañado de medidas desincentivadoras de la
movilidad no sostenible. Por ejemplo, la peatonalización de calles o la reducción de
espacios de circulación y la adecuación de la calle como espacio público amable
que invite al desplazamiento a pie; dotar de espacios seguros para desplazarse en
bicicleta; o dar preferencia a los vehículos de transporte colectivo, son acciones
suficientemente experimentadas que deben acompañar los intentos de motivación
de los ciudadanos. En Barcelona, p.e. desde hace más de 30 años, se trabaja para
conseguir progresivamente un equilibrio al 50% entre circulación y espacio
peatonal (Bohigas,1985; Barcelona City Council, 1987, 2012; Esteban, 1998; FAD,
2009). La calidad del entorno urbano y las cualidades sociales de la ciudad se
configuran como elementos claves, como muestran los estudios sobre walkability.

2.4.2 Walkability o ‘caminabilidad’ de la ciudad

El acceso a verde al aire libre y la posibilidad de realizar actividad física en el


entorno residencial es un componente importante de la calidad de vida urbana. Estas
ideas han sido extensamente elaborada dentro de la psicología ambiental mediante
estudios sobre los entornos de restauración (por ejemplo, Hartig, 2004), así como en la
satisfacción residencial y la apreciación de la calidad del medio ambiente residencial
(por ejemplo, Amérigo y Aragonés, 1997; Bonaiuto, 2004) (véanse los capítulos 6 , 7,
13, 14 y 17 en este libro). Las preguntas básicas que estos estudios han tratado de
abordar son: ¿la satisfacción residencial está relacionada con la calidad residencial real
o percibida? ¿Podemos identificar las características específicas de los entornos
residenciales que estén asociados de manera estricta a la satisfacción y, a su vez, puedan
resultar predictivos dela calidad de vida? En un trabajo reciente de Bonaiuto y Alves
(2012) se analizan algunas de las características básicas que caracterizan a los lugares
residenciales saludables e inclusivos, y se centra en particular en las nociones de "ajuste
ambiental" y "affordances" (características percibidas), desarrollado dentro de la
psicología ambiental, para explicar las relaciones entre la calidad del medio ambiente
residencial, la actividad humana en los contextos de vida cotidianos, y la calidad de vida
real o percibida.

Hablando de affordances, el concepto de walkability (capacidad o posibilidad de


caminar), ha surgido recientemente en diversos ámbitos de la investigación relacionada
con la calidad de vida (por ejemplo, la salud pública, la medicina preventiva, la
psicología ambiental), y puede ser un concepto interesante para abordar esta cuestión
(por ejemplo, Brown, Werner, Amburgey y Szalay, 2007; Saelens, Sallis, y Frank,
2003).
Hay diferentes características del entorno físico que han sido identificadas como
factores determinantes de la facilitación de caminar de los entornos residenciales y
relacionados a su vez con factores asociados a la salud y al bienestar (por ejemplo, ser

27
más activo físicamente), y por lo tanto pueden ser incorporados en una visión más
amplia de la calidad de vida. De acuerdo con Brown y Werner (2012), la actividad física
la vida diaria, como caminar, puede ser considerado como una poderosa herramienta
para la promoción de la salud pública, especialmente para hacer frente a la llamada
epidemia de obesidad que caracteriza a muchos países industrializados

Brown y Werner subrayan la necesidad de enfoques ecológicos y transaccionales,


que comparten el supuesto básico de que la gente y sus entornos físicos se están
definiendo mutuamente de manera continua. Esta visión sugiere que la interacción entre
lo macro (por ejemplo las formas de la calle, o la densidad urbana) y los factores micro
(como lo agradable de la configuración del lugar, o la percepción de seguridad) es
crucial para impulsar el cambio de estilo de vida sostenible, y podría ser utilizado para
crear ambientes favorables para la la promoción de la actividad física en el contexto de
la vida cotidiana.

Typically, research on macro factors associated to walkability have focused on the


so-called “3Ds” model (density, diversity, and design; Cervero & Kockelman, 1997);
this was later expanded into the “5Ds” (including distance and destination; Cervero,
Sarmiento, Jacoby, Gomez & Neiman, 2009). Density, street connectivity or proximity
to stores, are typical macro factors that emerged as predictors of walkability according
to different meta-analysis (e.g., Ewing & Cervero, 2010; Saelens & Handy, 2008).
Por lo general, la investigación sobre factores macro asociada a la walkability se
han centrado en el modelo llamado "3Ds" (densidad, diversidad y diseño; Cervero y
Kockelman, 1997); esto se amplió más tarde en la "5D" (incluyendo la distancia y
destino; Cervero, Sarmiento, Jacoby, Gómez y Neiman, 2009). Densidad, conectividad
de la calle o la proximidad a las tiendas, son factores macro típicos que surgien como
predictores de la walkability, según aparece en diferentes meta-análisis (por ejemplo,
Ewing y Cervero, 2010; Saelens y práctico, 2008).

Entre los factores micro, la estética de barrio (agradabilidad, espacios verdes, baja
presencia de signos de incivismo), y percepción de seguridad están fuertemente
asociados con la walkability, así como la percepción de presencia de control social o de
apoyo social (Brown y Werner, 2012). Una importante distinción se puede hacerse entre
los diferentes tipos de walkability: caminar como form de desplazamiento (es decir, el
caminar para el trabajo o para otros fines instrumentales), o de caminar por ocio (es
decir, para el disfrute de caminar). El primero es más afectados por factores macro
como la densidad o la proximidad, mientras que el segundo está más asociada a factores
micro tales como la existencia de aceras, vistas agradables, y la seguridad.

Para evaluar y valorar la ‘caminabilidad’ y permitir la comparación entre


contextos distintos, se han elaborado índices integrales de ‘caminabilidad’ (por ejemplo,
Frank, Sallis, Conway, Chapman, Saelens y Bachman, 2006). Una propuesta interesante
es la del Health & Community Design Lab in School of Population & Public Health, de
la Facultad de Medicina de la Universidad de la Columbia Británica (Canadá; véase

28
http://health-design.spph.ubc.ca/tools/walkability-index/).En este centro, se ha ela
borado un índice de walkability’, de cuatro componentes que captan diferentes
características del medio físico: la densidad residencial (es decir, el número de unidades
de vivienda por nunidad de superficie dentro de un barrio); densidad comercial (es
decir, la cantidad de área designada para uso comercial dentro de un barrio); diversidad
de usos del territorio (es decir, el grado de mezcla de diferentes tipos de usos del suelo
en un área específica, tales como residenciales, comerciales, de entretenimiento, y
centros de atención y servicios sociales); conectividad de la calle (es decir, el número de
intersecciones de calles en el barrio).
La relativa facilidad de proporcionar estructuras amigables para caminar es una de
las claves para una efectiva promoción de la actividad física en las ciudades
contemporáneas, y, al mismo tiempo, aumentar la sostenibilidad de la movilidad actual.
Las estrategias de intervención que combinan tanto la actuación sobre las características
macro y micro asociadas a la ‘caminabilidad’ pueden ser particularmente eficaces para
transformar el contexto residencial en un entorno que facilite y promueva una calidad de
vida sostenible, con beneficios relativamente difusos y sostenidos a costos relativamente
bajos.

6 – Del empowerment a la indefensión aprendida.


No seamos ingenuos.

Empezabamos este capítulo preguntandonos si el ser humano no ha podido ser


feliz hasta el S.XXI, y que relación tiene ello con la calidad de vida y las condiciones
ambientales. Hemos visto propuestas teóricas y lecturas de datos muy
contradictorias. Al final del apartado 3 hemos concluido que se pueden diferenciar
dos marcos de conceptualización: a) la calidad de vida como acumulación y b) a
calidad de vida como equilibrio. Nos preguntamos ahora, ¿cual de las dos
concepciones está más favorecida por la evolución socioeconómica y la evolución
del hábitat actual?

Hemos visto como algunos autores encuentran evidencias suficientes para afirmar
que el ser humano tiende a ser feliz y a valorar positivamente su situación. Y
además, como insiste Veenhoven, average happiness is high in modern societies
and tends to rise. This finding contradicts longstanding pessimism about
modernization (Cummins 2000, Veenhoven 2005, Veenhoven & Hagerty 2005,
Inglehart et al. 2008). Pero como advierte Easterlin et al. (1974, 2005, 2010), en la
happiness-income paradoxe, esto solo dura un cierto tiempo. Después pasa lo que
Max-Neef (1995) afirma con su ‘threshold hipotesis’: cruzado un determinado
umbral, el crecimiento económico deteriora la calidad de vida.

Hace años Glatzer y Mohr (1987) encontraban poca correlación entre las
condiciones de vida objetivas y el bienestar subjectivo. Ello, quizas por lo que Lee

29
(1969) ya nos había advertido: la persona tiende a poner buena cara, incluso ante la
adversidad, por razones de autoconcepto, o por lo que había mostrado antes
Festinger (1957): por reducción de la disonancia cognitiva. En ello parece influir que
la persona siempre tiende a tener una identidad positiva (Tajfel, 1978,1981; Hoggs
y Abrams, 1988), a menos que hayan fuerzas o situaciones que se lo impidan. Pero
por encima de unos mínimos de supervivencia, decían Levi y Anderson
(1974/1980), la calidad de vida está más en función del ajuste entre expectativas y
realidades, que en la capacidad de acumulación, proceso que Michalos (1985) trata
de sistematizar en su teoría de las discrepancias múltiples. El soporte social
percibido aparece como un elemento fundamental (Diener, & Seligman, 2002;
Javaloy, 2007, entre otros). El apoyo social, la libertad de elección y el ‘locus de
control’, la capacidad de ‘agencia’, són aspectos clave de la calidad de vida, pero a la
vez también del empowerment (Zimmerman, 2000; Hur, 2006; Christens, 2012,
2013). Ello apoyaría la concepción de calidad de vida como equilibrio.

La literatura psicosocial y comunitaria, el urbanismo o la psicología ambiental, al


igual que los discursos de los políticos de las últimas décadas (cuando quieren ser
‘políticamente correctos’), está llena de llamadas a conseguir la cohesión social y
el empowerment de las colectividades y las comunidades. Pero, ¿cuáles son los
mecanismos psicológicos y sociales que se vinculan al empowerment? ¿juega algun
papel la relación de la persona con su entorno sociofsico?

El sentimiento de que se forma parte de una red de relaciones de apoyo mútuo, en


la que se puede confiar y como resultado de la cual, no se experimentan
sentimientos de soledad, ansiedad, angustia, son parte de lo que caracteriza la
comunidad (Sarason, 1974; Sánchez, 1991; García, Giuliani y Wiesenfeld, 1994;
Nelson & Prilleltensky, 2010; Christens, 2013). Además ayuda a desarrollar una
identidad común, y a tener un sentimiento de formar parte de una estructura
social más grande, estable y fiable (Mc Millan & Chavis, 1986).

Como enfatiza Montero (1994), en la tradición latinoamericana, es preciso


combatir la autoprofecia de fracaso. Cuando flaquea el sentido de comunidad, la
gente asume sus condiciones de vida con una posición fatalista y de conformidad
con el destino. Se tiende entonces a dejar a otros las soluciones, se internaliza una
incapacidad de control (Rotter, 1954), una 'indefensión aprendida' (Seligman,
1975). Por otro lado, el grupo tiene unas características propias y diversas al
mismo tiempo, que se dan en un espacio físico. que forma parte de los elementos
estructurales. Estos elementos estructurales deben ser concebidos como partes
inmersas en la vida cotidiana, que Y es esta interdependencia lo que da sentido y
significado al entorno, a la vez que contribuye a la identidad social de la persona , a
la vez que son el escenario para el desarrollo de los aspectos funcionales, en una
relación eminentemente dinámica (Montero, 1994:21).

30
Muchas veces se hace una valoración positiva de la aportación de las TIC y las
nuevas redes sociales que permiten. Pero entonces, nos debemos preguntar, ¿hasta
que punto, las nuevas redes sociales virtuales complementan o suplen (ocupan) el
papel de los grupos sociales ‘físicos’ de proximidad (comunidad, asociaciones,
clubes...)? ¿facilitan la aparición de nuevos movimientos sociales proactivos o
generan dependencia de la red y aislamiento social efectivo? ¿hasta qué punto
podemos confiar en la veracidad de los mensajes/sentencias cortos y no
matizables de la red, de los que sabemos quien nos lo ‘reenvia’ pero no quién los
formula y con qué intenciones reales? De momento, estas preguntas parece que no
tienen respuestas concluyentes.

La contribución de la psicología y de las ciencias sociales, ha querido ser siempre


positiva y ‘utilitaria’ (en el sentido de Mill, para conseguir el bien común y la
felicidad de toda la comunidad). Pero parece dominar una visión excesivamente
ingénua: pensar que sus conocimientos serán siempre aprovechados para mejorar
las cosas, la realidad social. Preferimos creer que es así..., pero la historia nos
muestra que no lo es.

Sassen expone como no casuales los procesos de precarización del empleo, retraso
de la jubilación, recortes en las prestaciones sociales y subsidios, privatizaciones de
servicios que se habían considerado fundamentales y emblemáticos y, en definitiva,
reducción del nivel de vida (1988), en unas ciudades y una sociedad globalizadas, que
expulsan parte de sus ciudadanos, que pierden el control y la soberanía(1996, 2014);
Sennett (1999) ya explicaba las dinámicas sociales dominantes que generaban la
incertidumbre, el miedo a que se acabase el ciclo positivo (como ha sucedido con la
crisis de 2008) y como ello llevaba a la contención social, con un efecto individual y
social que llevan a la ‘corrosión del carácter’; Bauman (2000), independientemente
de la crisis, ya describía la nueva ‘normalidad’ como sociedad líquida, en una sociedad
individualizada que busca una nueva seguridad (2001a,b; 2003), en la que el
crecimiento económico cada vez favorece a menos población (2011, 2013); Putnam
(2000) nos advertía del aislamiento, más que del individualismo, con la metáfora que
estamos ‘jugando a bolos solos’; Hessel (2011a,b) nos invitaba a ‘indignarnos’ y a
‘comprometernos’; y Bardi (2011), entre otros, nos recuerda que hay unos límites del
crecimiento (ambientales y sociales), que estamos olvidando y debemos retomar,
pero no están en la línea del pensamiento y las acciones dominantes actuales. Y una
lista inacabable de pensadores (la mayoría seniors o ‘muy seniors’) nos advierten
desde muy distintos énfasis del riesgo –o la realidad- de lo que Seligman (1975),
desde una óptica de psicología, describió como ‘Indefensión aprendida’.

Las dinámicas de la sociedad en las últimas décadas parecen haber tenido el efecto
aversivo de las descargas eléctricas que Seligman propiciaba a sus perros cuando
querían abrir la puerta de la jaula, hasta conseguir que, a pesar de tener la puerta
abierta, los perros no salieran. El discurso formal de la cohesión social y el

31
empowerment, es la puerta abierta, pero las sutiles ‘descargas’ de las experiencias
negativas (económicas, laborales, de identidad y referentes, forma urbana
individualizante incluida), hacen que la población no vea salida y se conforme a la
precarización imperante. Hay elementos suficientes para pensar que a pesar de las
aparentes 'buenas intenciones' en la sociedad de las últimas décadas, y
especialmente desde la crisis de 2007-2008, se da un proceso sutil (a veces) o
explícito (a menudo) de poner las condiciones para que aquellos elementos que se
considera que generan empowerment, (y por tanto cohesión, fuerza y capacidad de
oponerse, defenderse y decidir de la gente), se vayan diluyendo, y se instauré más
bien una indefensión aprendida. Para decirlo con un ejemplo comprensible
(reduccionista, demagógico, pero real) en muchos lugares de Europa, la gente ha
pasado a trabajar por el 10 o el 20% de su salario anterior... Y debe estar contenta,
porque tiene un trabajo (precarización, mini jobs, etc, y no sólo en los países más
castigados del sur de Europa...).+++OJO hay NUEVOS DATOS OIT de hoy, 20-5-15)

Perdidas en la autoconfianza, desarraigo intencional (se necesita que la gente


tenga poco attachment, para evitar resistencias a la llamada ‘movilidad laboral’)
con pérdida de redes sociales físicas (sustituidas por virtuales) cosa que hace más
vulnerable a la persona; reducción del soporte social informal efectivo (vida en la
calle, tejido asociativo espontáneo, clubes, etc), y desacreditación del soporte social
formalizado (el estado del bienestar), Sus funciones son subsumidas u ofertadas
por grandes compañías, en una primera fase quizas de forma más ‘eficiente’, pero
sobre las cuales los antiguos miembros (ahora clientes) no tienen control alguno, y
la actividad o el servicio pierden la ‘virtud’ de vertebración social.

La sociedad civil (asociacionismo de todo tipo, que es más y es distinto que la


‘empresa privada’ con la que a veces se quiere equiparar) nació y creció para dar
respuesta directa a la necesidad de las personas, de sus miembros asociados. Ha
estado aportando una estructura y un soporte de proximidad clave para las
personas. Cuando parecía consolidarse como modelo ‘útil’ para el bienestar, la
globalización económica ha cambiado el escenario.

En la figura 2.2 se representan tres escenarios, a partir de las interacciones entre


algunos de estos componentes

La primera imagen, quiere reflejar los componentes de la sociedad que actuan


sobre el bienestar de las personas, antes de la ‘aceleración’ de la globalización. En
la seguna imagen se refleja lo que consideramos una fase avanzada de la nueva
sociedad global. En la tercera imagen, lo que en algunos casos es, o está en camino
de ser nuestra sociedad.

En las imagenes se reflejan dos tipos de capital:

32
a) El capital local o con identidad, cercano e identificado con el lugar,
dispuesto a favorecer una inversión que, además de generar benefícios
particulares, atienda también las necesidades de su entorno social más
inmediato, a las que se supone es sensible. Incluye pequeña, mediana y gran
empresa, siempre que así actue. Incluye pequeños bancos locales y cajas de
ahorro (en su versión de ayuda mútua original)
b) En la parte más exterior de la imagen, aparece el capital global. Se trata
de un capital ‘anónimo’ (aunque pueda pertenecer a fondos de inversión de
jubilados, p.e., gestionado por corporaciones inversionista), cuyo interés es
el máximo benefício, y que no duda en canviar de lugar para obtener el
mayor beneficio posible. Se vincula a grandes multinacionales y a grandes
bancos globales.

Entremedio, se puede observar la presencia desigual de pequeños globos, que


tratan de representar la sociedad civil, el tejido asociativo, que aporta al individuo,
sentido de pertenencia, identidad y soporte mútuo (formal e informal).

En el centro, se representa la persona, que puede –o no- estar ‘arropada’, ayudada


o asistida por la sociedad civil. La figura aparece cruzada por una nube, que
representa internet y las redes sociales virtuales. Son transversales a todos los
niveles, pero con implicaciones distintas para cada una de las entidades que hemos
mencionado.

En el primer estadio, el capital con identidad convive y compite con el capital


global. Se debate entre luchar por su mantenimiento independiente, aliarse con el
capital global y sus dinámicas, o desaparecer. El capital global, trata de controlar o
fagocitar el capital local. Es un conflicto sordo, poco visible, y dilemático. Pero es
clave para entender algunos conflictos entre poderes económicos, y entre estos y
estructuras de estado, que ven sutilmente laminado su poder político efectivo.

La sociedad civil, la comunidad, las redes de proximidad, muestran una actividad


creativa (de autoprotección, o creando sus propios servicios), que es una una
oportunidad de realización personal, pero que a la vez confiere identidad social,
percepción de soporte (comunidad), empowerment.

En el segundo estadio, con el avance de la mundialización de la economía, el capital


local-con-identidad, se ha desvanecido notablemente y el dominio mayoritario lo
ejerce el capital global. Se ha perdido derecho a decidir, se ha perdido control
sobre la inversión, y se incrementan las dificultades para encontrar apoyos a
iniciativas emprendedoras, porque las decisiones se toman lejos del lugar.

33
Las estructuras propias de la sociedad civil
han prácticamente desaparecido. Quedan
escasamente algunas organizaciones no
gubernamentales, que a veces son
utilizadas como paliativo de algunos
desajustes graves que produce el sistema
(banco de alimentos, p.e.). La organización
y el disfrute del ocio ya no es una actividad
de iniciativa social, que genera cohesión.
Es un consumo de masa más, sin capacidad
vertebradora. Estamos más cerca de la
indefensión aprendida que del
empowerment.
1er estadio
Las empresas, se ven forzadas a
desarrollar programas compensatorios
(p.e. programas de Responsabilidad Social
Corporativa) para paliar algunas carencias
de sus trabajadores (carencias
disfuncionales para la producción, aunque
se ‘vista’ de

2º estadio

34
Ilusión de apoyo social
pero no hay apoyo cara
a cara
Actividad asociativa virtual
pero afrontamiento
individual / Intercambios e
identificación en political,
religión, deporte y cultura
pero afrontamiento real
individual / Intercambio
directo y colaborativo en
economía y servicios, pero
no soporte personal-físico
presencial

3er estadio

‘voluntad social’). Progresivamente, en la persona ya no arropada por la sociedad


civil casi desaparecida, va construyendo un sentimiento de indefensión aprendida.
Las redes sociales virtuales actuan de cierto paliativo de las necesidades sociales
de la persona, pero sufren la limitación de la no presencialidad.

El tercer estadio, al que parece que se tiende, tenemos la persona indefensa, sin
ningún apoyo social, con una muy alta movilidad geográfica por culpa de trabajos
precarizados, temporales y mal pagados, ante los que no tiene posibilidad de
negación, (lo cual dificulta la creación –recreación- de redes de soporte formal e
informal).

Pero este escenario terrorífico y deprimente, al que parece que se tiende, es harto
improbable. La historia nos enseña que después de los periodos más sórdidos,
después de etapas de marginación y marginalidad, el ser humano se recupera y se
reinventa. Detras de las primeras potencias mundiales actuales, hay etapas no muy
lejanas de marginalidad, de desestructuración, de descomposición social. Pero
todo tejido social tiende a regenerarse y a ‘re’-vertebrarse, ni que sea al margen del
orden establecido.

Si estamos en el estadio 2, o tendemos al estadio 3, puede deberse a un cúmulo de


casualidades o de circunstancias, que han erosionado las condiciones ambientales
y los procesos psicosociales fundamentales para el bienestar y la calidad de vida.
Pero también puede deberse a la utilización intencional de estos mismos avances
que las ciencias sociales han aportado, sobre el funcionamiento de los mecanismos
personales y sociales. Sería ingenuo pensar que sólo se han utilizado ‘para bien’.
Neutralizar algunas tendencias personales y sociales, puede permitir incrementar
el volumen y la rapidez de la acumulación económica, aunque sea a costa del
equilibrio social y personal.

35
La capacidad de recuperación, de reinvención, de resiliencia del ser humano y la
sociedad, lleva inexorablemente a provar nuevos modelos de vida y de
organización. Los procesos vitales y psicológicos, seguramente diferirán en las
formas, pero no en las necesidades fundamentales, que deberíamos garantizar que
se puedan desarrollar.

La forma y la organización del entorno, del hábitat, de la ciudad, dominante en las


últimas décadas, parece ayudar a una evolución en la dirección que favorece la
indefensión aprendida. Pero las reflexiones críticas y los nuevos movimientos se
plantean activamente la necesidad de ir a modelos urbanos (tanto por razones
sociales como por razones de sostenibilidad) que favorezcan la cohesión social y el
empowerment. Ante la realidad de las nuevas tecnologías y recursos, utilizados de
una manera smart, estas formas urbanas no tienen -ni pueden- que ser un ‘regreso’
al parroquialismo romántico (Lofland, 2007) de tiempos pasados. Hay que
reinventar nuevas formas urbanas que, desde el respeto (vital y si se quiere
‘egoísta’) de la sostenibilidad, garanticen los procesos psicológicos y psicosociales
vitales para la persona, para conseguir un mayor bienestar, felicidad y calidad de
vida.

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