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Enric Pol & Angela Castrechini (University of Barcelona) and Giuseppe Carrus
(Roma Tre University)
Pol, E., Castrechini, A & Carrus, J. (2017) Quality of life and Sustainability:
The end of quality at any price – In GHOZLANE FLEURY-BAHI; ENRIC
POL & OSCAR NAVARRO (EDS) HANDBOOK OF ENVIRONMENTAL
PSYCHOLOGY AND QOL RESEARCH- Springer 2017. Cap 2, pag 11-40
Aquesta és una pre-publicació, d’ús intern restringida per als estudiants de SSB de la
UB. No és permès fer-ne cap mena de difussió.
Lectura de supoort per tema 2 Sostenibilitat, i tema 6 Qualitat de Vida, cohesió social
Resumen
1
Habrá que ir acotando conceptualizaciones y dimensiones de medida concretas, para
definir la contribución de las cualidades ambientales y de algunos otros aspectos
determinantes. La literatura, por ahora, señala como factores a considerar la facilitación
de la cohesión, el soporte social informal y el empoderamiento (empowerment) frente a
la tendencia al aislamiento y a la indefensió aprendida; la movilidad y los efectos no
conscientes de la formas de desplazamientos (necesarios o caprichosos) y, religando
ambos ejemplos, los estudios emergentes sobre lo que se ha dado en llamar
‘walkability’. La walkability se vincula a propiedades del medio ambiente. El
crecimiento de los estudios de walkability, es la expresión de una carencia de nuestro
entorno sociofísico. Es decir, el reflejo de unas condiciones sociales (además de la
‘amabilidad física del lugar’) que invitan o inhiben la posibilidad de la autonomía de la
persona en su vida cotidiana (cercania suficiente de recursos y servicios;
desplazamientos sin la coraza protectora en que ha devenido el automobil; posibilidad
de interacción espontánea), resultado del clima social indesligable de la forma urbana.
2
¿El ser humano no ha sido feliz hasta el S.XXI?, ¿No puede ser feliz si no vive en un
país rico, una ciudad rica o un barrio rico? Estas son preguntas que nos surgen al revisar
buena parte de la literatura sobre calidad de vida y felicidad, que muestra fuertes
correlaciones positivas entre ingresos económicos y felicidad. Óbviamente, algunas
cosas hay erróneas, inexactas o insuficientes en este planteamiento. Parece razonable
pensar que disponer de los recursos necesarios o deseados ayudan a la felicidad, pero no
parece razonable considerar que el ser humano no ha sido feliz nunca hasta ahora,
porque nunca ha sido tan rico.... La complejidad del tema, la respuesta en función de las
conceptualizaciones y los factores que se toman en consideración en su medición,
pueden aportar luz (más que respuesta) a estas preguntas. Pero ¿Que papel juega el
entorno físico, y la interacción de la persona con su entorno, en su bienestar? A esto
dedicamos este capítulo.
La psicología ambiental, desde sus orígenes con Hellpach (1911, 1924) y Muchow &
Muchow (1935/1998)1 , y desde sus antecedentes, cohetaneos y cercanos, como George
Simmel (1903) o Tönnies (1887) , siempre se ha ocupado de las condiciones de vida y
de la calidad de vida de los ciudadanos, pero sin utilizar estas etiquetas. Eran épocas en
que el análisis sociopolítico denunciaba la precariedad y la insalubridad de las
condiciones y las formas inhumanas de vida en las ciudades industriales (p.e. Engels,
1845) y la nueva arquitectura (p.e. la BAUHAUS, creada en 1919) trataba de encontrar
soluciones viables y económicas. Las condiciones de vida fueron especialmente
relevantes para la Psicología Ambiental entre los sesenta y parte de los ochenta, del
S.XX. En este periodo, la etiqueta ‘Psicología de la Arquitectura’ tenía una clara
prevalencia en Europa, pero en America del Norte se formalizó más como
‘Environmental Design’ (Pol, 2006, 2007).
3
más humana y ordenada. Para Canter (1969), “el psicólogo ambiental estudia la
satisfacción de la persona con el entorno, a la vez que ayuda al arquitecto a producir
edificios que faciliten la vida a las personas a la vez que las personas puedan y aprendan
a usarlos de forma armónica a lo que el arquitecto ha previsto para cada espacio” (p.11).
En la conferencia EDRA de Los Angeles (Mitchell, 1972), encontramos por primera
vez una sección sobre ‘Indicators of Environmental Quality’. En 1985 se plantea los
efectos del ‘cambio ambiental’ (Environmental Change) estrictamente como un
‘Cambio Social’ inducido a partir del cambio en el diseño del entorno construido,
exaltando las virtudes del diseño participativo y la implicación de la comunidad en
alguno de los aspectos (Klein, Wener, & Lehman, 1985).
Pero Lee (1969) hace tres advertencias: “(la gente)... tiene una capacidad extraordinària
para adaptarse a lo que le viene dado y poner su major cara frente a ello....” ; advierte
que, “....la idea de que hay una enorme masa de población flotante que se mudará a
entornos de arquitectura óptima tant pronto como se construyan, seguramente es falsa”
(p.20); Y además hay que tener en cuenta que la persona aplica el ....”principio del
mínimo esfuerzo” (p.24).
En el cicuito europeo, entre Dalandui (GB) 1969 y Eindhoven (NL) 1998, se celebran
más de 15 conferencias. Hasta el 1979 son de ‘Architectural Psychology’, y a partir de
1982 trabajan bajo el título ‘People-Environment Studies’, consecuencia de la
formalización de la IAPS (véase nota 2). Sólo una de ellas hace referencia explícita a la
calidad de vida en su lema, la de Barcelona (1982).
4
sociales que subyacen a las actividades, y las relaciones sociales vinculadas a ese
ambiente, lo que define la calidad. Hay que tener en cuenta que las personas
siempre tratan de organizar su entorno de modo que aumente al máximo su
libertad de elección (Proshansky et al. 1970/78).
Los temas a debate durante todo este primer estadio, no se plantean explícitamente
como calidad de vida, pero son aspectos conceptualmente integrantes de ella:
satisfacción, libertad de elección, producir condiciones físicas que estimulen la
interacción social deseable, capacidad de agencia de la persona pero no excesiva
voluntad de esfuerzo y cambio, intervenir para evitar la deprivación de los más débiles,
etc. La calidad del entorno se busca siempre a partir de la mejora en el diseño, desde la
intuición y la creatividad, o desde la investigación (véase capítulo 3, de Carole Després
y Denise Piché en este libro). Pero esto tiene un coste económico, un coste ambiental y
un coste social que en estas épocas no se ponía en cuestión.
5
económico neto)3. El cálculo del BEN nos muestra que no somos tan opulentos como
podrían aparentarlo nuestras estadísticas del PNB (Samuelson, 1973:821). Este
planteamiento acabará impregnando los estudios sobre la calidad de vida que se
desarrollarán desde la psicología social, a finales de la década de los setenta y en los
ochenta.
Desde finales de los años ochenta, aumentan de manera muy notable los trabajos
presentados a los congresos de la IAPS, de EDRA, y otras organizaciones similares (la
asiatica MERA, por ejemplo) que hacen referencia a la sostenibilidad. Unos se focalizan
en la forma de analizar o concebir la vivienda, el espacio público o la ciudad. Otros, en
el creciente número de investigaciones sobre comportamiento ciudadano y conducta
ecológica responsable.
3El BEN es igual al PNB menos los costes sociales y perjuicios ocasionados al medio
ambiente imputables a la obtención del PNB.
6
Este argumento es necesario tenerlo presente con el fin de evitar caer en el riesgo de
determinismo ambiental (o arquitectónico).
La vida en comunidad, la cohesión social, el empoderamiento y la participación
son vistos como requisito previo para la eficacia de cualquier intervención ambiental
que tenga como objetivo mejorar la calidad de vida de la ciudadanía. Ciertamente en la
vida moderna no hay calidad sin participación, implicación ciudadana y capacidad de
agencia. A su vez, resulta difícil promover y mantener un proceso de participación si los
potenciales participantes no perciben ninguna posibilidad de mejora en la calidad de
vida. En otras palabras, la alienación (en oposición a la inclusión) y la baja calidad de
vida podría reforzar una espiral negativa en términos de angustia psicológica individual
(por ejemplo, Evans & Lepore, 1993). En suma, la promoción de la calidad de vida y la
equidad social solo puede ser posible mediante el diseño y la gestión adecuados de
situaciones y entornos para la vida cotidiana que sean inclusivos y tengan propiedades
que faciliten la restauración personal (Stokols, 1996).
No es por casualidad, aunque no deja de ser sorprendente, que podemos ver sólo dos
registros resultantes de la búsqueda de los términos asociados de "calidad de vida y la
sostenibilidad" en la biblioteca digital IAPS. Esto sugiere la necesidad de un análisis
crítico de las consecuencias y los resultados de la búsqueda de estos objetivos en la
sociedad humana contemporánea. ¿Cuáles son los costos ambientales de la mejora de la
calidad de nuestra vida contemporánea, principalmente urbana? ¿Hay algun precio que
tengamos que pagar -en términos de la calidad de vida- con el fin de acelerar nuestra
transición hacia nuevas formas de vida ambientalmente más sostenibles y bajas en
carbono?
Para Uzzel y Moser (2006), el término calidad de vida "sigue siendo mal definido, hasta
el punto de que casi se ha tratado de darle el significado que cada uno quiera atribuirle a
su antojo" (p. 1). Para estos autores, una calidad de vida sostenible sólo se alcanza si por
un lado las personas interactúan con el medio ambiente de una manera respetuosa, y a
su vez ese entorno no impide o amenaza lo que el individuo considera como su 'calidad
de vida'; esto hace posible a la persona poder satisfacer sus necesidades. Destacan el
papel del contexto cultural: "La calidad de vida no sólo depende de la ‘calidad’ física y
social del entorno, sino también es una consecuencia de la forma en que las personas
7
interactúan con su entorno. Las formas de vida son ideológica y culturalmente
dependientes y las necesidades individuales se expresan dentro de ese marco "(p. 3).
Esto nos situa ante un segundo aspecto que se ha convertido clave en las contribuciones
de la Psicología Ambiental de las últimas décadas: el comportamiento ambientalmente
responsable de los ciudadanos, como requisito de la sostenibilidad.
Paul C. Stern y colegas, (Stern, 1992, Gardner y Stern, 1996) sugieren que la principal
contribución de la psicología en la detención, la desaceleración o la respuesta al cambio
ambiental global es entender las causas humanas de este deterioro y, a partir de allí,
elaborar estrategias que tengan en cuenta las tendencias del comportamiento de las
personas; es decir, que tomen en consideración el aprendizaje de las causas proximales
que no sólo se refieren a las organizaciones, las estructuras sociales, la tecnología, los
medios de producción y las decisiones político-económicas, sino también todo lo
referido a las actitudes y los valores asociados a cada uno de ellos.
La literatura que se ha desarrollado sobre este tema es enorme, con contribuciones de
diferentes orígenes culturales y geográficos (por ejemplo,: Bonnes y Bonaiuto, 2002;
Bonnes, Passafaro y Carrus, 2006; Clayton y Meyers, 2009;. Corral-Verdugo et al,
2013; 2015; Schmuk y Shultz, 2002; Weiss y Girandola, 2010).
2.2 - La CV en la literatura de CV
En 1954 UN propone una serie de indicadores de nivel de vida que incluyen, entre
otros, dimensiones de salud, alimentación, condiciones de trabajo, de alojamiento,
tiempo libre, derechos humanos, etc. En los 70’s, la OCDE también hará una importante
contribución de indicadores. En conjunto eran los antecedentes de los actuales World
Happiness Report.
8
de otros ". (Sirgy, 2012:5). La idea de CV y de felicidad desde la perspectiva de
Bentham es esencialmente ‘contentment’, que para Sirgy es la base de la dimensión
hedónica, entendida como bienestar emocional (Emotional well-Being). Desde la
tradición de Aristóteles, define la visión eudaimónica como una vida llena, con
significado, “que se traduce como floreciente, de bienestar, de éxito o de oportunidad de
llevar una vida útil y significativa”. (7) La visión hedónica y la visión eudaimónica es
una de las importantes dicotomías presentes en los debates de Calidad de Vida actuales.
Land, Michalos y Sirgy (2011), en su Handbook of Social Indicators and Quality of Life
Research, remiten a Bauer (1966), con su Social Indicators como origen de lo que se
llama movimiento de los indicadores sociales. Como antecedentes remite a autores de
los años 30’s, como William F. Ogburn en la Universidad de Chicago, o Howard W.
Odum, en Universidad de Carolina del Norte, que en colaboración con Margaret Jarman
Hagood, desarrolló el primer índice de bienestar (well-being), estudiando familias
agrarias (Ferriss 2004)
Para el link entre CV y Salud hay que remontarse a los años 40s, con Ogburn 1943, y
Stouffer 1949. Pero la fecha clave es el 1948, año en que la OMS (WHO) reconoce la
importancia del concepto de CV entendida como Bienestar, en su famosa definición de
salud como “bienestar físico, mental y social, no sólo la ausencia de enfermedad". Esto
reconoce la posibilidad de definir la enfermedad como un hecho social, como una
desviación de las expectativas sociales de la persona, o derivado de las condiciones
sociofísicas, en la línea de lo que remarcaba Talcon Parsons (1958). Dunn (1959)
hablará de ‘wellness’ (otro término equivalente a bienestar), como equilibrio mental,
físico y social, que está en función de las capacidades de la persona y de las
oportunidades que el environment le permite. Esto nos pone ante algunas de las
interpretaciones críticas que denuncian que con la globalización incrementa la
medicalización intencionada de los problemas sociales y las desigualdades sociales, en
lugar de tratarlas como carencias de las condiciones sociales económicas y ambientales
(Talarn, 2007).
9
trabajaran tambien en esta línea, y en 1974 Alex Michalos comienza la edición de
Social Indicators Research. El mismo año la OECD promueve the Issuance of national
social reportes basados en indicadores sociales. En 1985, Michalos formula la teoría de
las discrepancias múltiples, basada en la comparación de la realidad vivida con las
expectativas de la persona en distintos ámbitos y momentos de su ciclo de vida. En los
80’s Veenhoven creará el observatorio muldial de la felicidad, y posteriormente tomará
fuerza la llamada psicología positiva (véase cap. 2 de este libro).
Andrews y Withey (1976), encontraron que los estudios de calidad de vida, cuando se
valora de forma global o abstracta, tienden a dar una puntuación positiva, especialmente
cuando las preguntas se relacionan con aspectos vinculados a la autoimagen, la
identidad o self. En cambio, bajan su puntuación cuando se valoran aspectos
desagregables, como condiciones específicas del habitat, funcionamiento de servicios,
apoyo y atenciones recibidas, etc. Aquí intervienen los mecanismos de disonancia
cognitiva descritos por Festinger (1957), entre otros. Para garantizar la coherencia, en
la valoración global de calidad de vida, las personas distorsionamos algunos de sus
aspectos. Pero nos podemos permitir ser críticos si no afecta nuestro autoconcepto e
identidad, es decir si se trata de aspectos que son atribuibles a factores externos y
ajenos. Ahí entran en juego todos los mecanismos del llamado ‘locus de control’ (en el
sentido de Rotter, 1954; Montero 1994, Javaloy 2007)
10
(por ejemplo, Seligman y Csikszentmihalyi, 2000) (véase el capítulo 3). Sin embargo,
como Corral-Verdugo y colegas (2015) ha señalado recientemente, la psicología
positiva sorprendentemente ha subestimado los factores ambientales como factores
determinantes básicos de la calidad de vida y la felicidad, en comparación con los
factores individuales, tales como rasgos, habilidades, comportamientos, emociones, etc.
( véase, por ejemplo, Lyubomirsky, Sheldon y Schkade, 2005). Pero como remarcó
Stokols (1987), para la psicología ambiental el entorno, como objeto de la psicología
ambiental, no es ni físico ni social, es siempre sociofísico. Y este aspecto, se nos
presenta como una de las carencias habituales de los estudios de calidad de vida,
bienestar y felicidad, seguramente por la dificultad y complejidad de su medición, como
veremos más adelante.
2.2.2 - CV y Felicidad:
La paradoja Felicidad-Ingresos (The happiness-income paradox)
11
mínimo de 10 años- la relación es nula. La razón principal es que la escalada de las
aspiraciones materiales, con el crecimiento económico, refleja el impacto de la
comparación social y la adaptación hedónica. Pero además, no encontraron evidencias
que sugieren que los países más pobres de alguna manera queden exentos de la
‘escalada’ de las aspiraciones materiales a medida que aumenta su renta. Llegan a la
conclusión de que se necesita más investigación. Para nosotros, esto puede ser
entendido como la necesidad de explorar el papel del equilibrio personal, social y
ambiental en la calidad de vida, como veremos más adelante.
Para Ruut Veenhoven5, existe una fuerte correlación entre riqueza y felicidad. En los
80’s creó el World Database of Happiness6 y fue editor-fundadors del Journal of
Happiness Studies en 2000. Ha mantenido una larga y dura controversia sobre la
happiness–income paradox con Easterlin7.
4 http://www.pewresearch.org/
5 Ruut Veenhoven, profesor del Departamento de Sociología de la Erasmus University
Rotterdam, Holanda, fue uno de los pioneros en el estudio de la felicidad.
6 The World Database of Happiness is an archive of ‘research findings’ (not directly
Veenhoven and Hagerty, 2006; Eastering et alt. 2010; Veenhoven & Vergunst, 2013
12
Veenhoven define la felicidad como el disfrute subjetivo de la propia vida como un
todo. Entiende la felicidad como sinónimo de "satisfacción con la vida" y "bienestar
subjetivo". Este autor encontró que la felicidad tiene dos "componentes", el componente
hedónico relacionados con la afectividad, y un componente "cognitivo" que llamada
‘contentamiento’ o satisfacción. Desde su planteamiento, la felicidad media es alta en
las sociedades modernas y tiende a subir, y se diferencia poco a través de categorías
sociales tales como ricos y pobres o hombres y mujeres. Concluye de su planteamiento
que la gente vive más feliz en las sociedades individualistas, como Dinamarca, que en
las sociedades colectivistas, como Japón (Veenhoven, 1999, Verne 2009). Además,
según Veenhoven, la gente no vive más feliz en los ‘estados de bienestar’ que en los
países de un nivel de riqueza equivalente, en los que la contribución (la mano abierta)
de "papá estado” es menor o inexistente. La desigualdad en la felicidad no parece ser
menor en los ‘estados de bienestar’ que en otras formas de estado menos interventivas
(2000b) Veenhoven. Esto contradice las afirmaciones de alguna ciencias sociales y
enfoques comunitarios. Menciona explícitamente su desacuerdo con la teoría de Putnam
(2000) que afirma que a la sociedad moderna le falta cohesión social, le falta confianza
en gobiernos, falta de posibilidad de participación social y política, y tiene carencias de
trabajo en proyectos de la comunidad; hay menos amigos cercanos y en los que se
pueda confiar; más tiempo dedicado a ver la televisión o los nuevos medios, etc. En
resumen, menos felicidad y menor calidad de vida percibida.
Los dos Informes Mundiales sobre la Felicidad (WHR, 2009, 2014), patrocinados por
la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, quieren ser
una contribución a los objetivos de desarrollo sostenible del mundo para el período
2015-2030. En el segundo informe, Neve, Diener, Tay y Xuereb (2014, pag 66)
siguiendo a Lyubomirsky et al. (2005) y Myers (2000) afirman que cuando hay
relaciones de apoyo mutuo aumenta el bienestar subjetivo, pero que a su vez tener un
elevado bienestar subjetivo conduce a mejores relaciones sociales. La gente más feliz
tienen una mayor cantidad y mejor calidad de las amistades y las relaciones familiares
(Diener, y Seligman, 2002).
Pero, ¿que dice el Worl Happiness Report de UN? Sus datos no parecen seguir las
correlaciones positivas que defiende Veenhoven, o por lo menos aportan matices.
Percepcion de pérdida y
expectatives negativas
Si miramos
la gráfica comparativa entre 2005-7 y 2010-12 del World
Happiness Report de UN (Figure 1) podemos observar
una doble tendencia. Un grupo de regiones tiende a incrementar su puntuación, y otro
grupo tiende a perder puntuación. Los países de las regiones que mejoran, entran
claramente en el conjunto de lo que se ha llamado países emergentes, de América
Latina, Asia y África; los que pierden son mayoritariamente de los que se pueden
considerar desarrollados y más enriquecidos, Norteamericanos, Europeos y en algún
caso africanos. Esto nos podría aportar argumentos, tanto a favor de la happiness–
income paradox de Easterlin, como a favor de la correlación entre incremento de
riqueza y incremento de felicidad de Veenhoven, según leamos el circulo superior o el
circulo inferior.
De todos modos, hay que considerar que entre las dos elaboraciones de medidas del
14
WHR hay la aparición de la crisis iniciada entre 2007 y 2008, que cambia las reglas del
juego y las visiones de futuro. Así, un factor que parece poder explicar esta doble
tendencia son las expectativas positivas y la esperanza de mejora, en el círculo superior,
y la percepción de pérdida y expectativas negativas, en el círculo inferior.
De todo lo visto hasta aquí, solo está clara la pluridimensionalidad de la calidad de vida
y la felicidad, apareciendo importantes sesgos, tanto empíricos como conceptuales, que
no permiten (y difícilmente van a permitir nunca) una visión única del tema. Las
dimensiones contextuales son y serán siempre determinantes.
Pero en este contexto hay factores claros y objetivos, aunque a veces no somos
suficientemente conscientes de ellos, que limitan la libertad de acción, y por ende, la
misma conceptualización y operativización de la calidad de vida y la felicidad: 1) el
límite de recursos naturales del planeta, que no aguanta el ritmo de consumo creciente
en el que estamos, es decir la sostenibilidad; 2) la riqueza económica (pero no sólo
como valor absoluto, sino como preponderancia del enriquecimiento por el
enriquecimiento –acaparación-, o el enriquecimiento como base para cubrir las
necesidades físicas, psicológicas y sociales de las personas); 3) cual es el mínimo de
supervivencia (¿distinto en cada caso?) que por encima del cual prima el bienestar a
partir de las relaciones sociales y la satisfacción de las expectatives.
15
con algunos resultados de Veenhoven, a la vez que es la perspectiva que Max-
Neef dice que hay que abandonar. En cualquier caso, la sostenibilidad no es
posible, bajo este parámetro, por la limitación de recursos que anualmente nos
recuerdan los informes sobre el estado del planeta8;
b) la calidad de vida entendida como equilibrio humano, social y ambiental. En
esta segunda visión, destaca la necesidad y la importancia de las redes de
apoyo social (formales o informales, físicas o virtuales, tema a discutir). Esta
visión parece armónica con el viejo planteamiento de Levi y Anderson del 1972
y mucha más literatura posterior (incluidos algunos textos de Veenhoven), que
afirma que por encima de unos mínimos de supervivencia , para el bienestar de
la persona es más importante el equilibrio humano y social que el incremento de
las pertinencias. En este caso, la sostenibilidad si sería posible. ¿Pero la
evolución del hábitat y la estructura social (y socioeconómica) permiten o
ayudan a este equilibrio?
8 http://www.worldwatch.org/bookstore/state-of-the-world
16
para un cambio social positivo, y habiendo facilitado el acceso a una vivienda ‘más’
digna a mucha población, sus efectos sociales (no previstos para unos, abiertamente
intencionales por parte de los modelos liberal y neoliberal, para otros, como Harvey)
resultan altamente ‘problemáticos’ para el bienestar y la calidad de vida ‘efectiva’ de los
ciudadanos.
17
interclase e intercultural, tendiendo a devenir un espacio de marginalidad, con una
elevada percepción de inseguridad (Sorkin, 1992; Sartori, 2001; Lofland, 2007; Pol
2009).
18
no sólo en el Este. También en Manchester o Liverpool, en UK, con la
desindustrialización de los 70’s y 80’s, sobre todo en la época de Thatcher (Schett,
2011) y otras ciudades europeas.
En USA, el fenómeno se da por dos tipologías de causas distintas. Por un lado, como
efecto de la crisis económica global de 2008, que agrava o acelera el cierre o la
‘deslocalización’ de actividades económicas ‘clásicas’. Por otro lado, por los fuertes
cambios en el modelo de ciudad. Uno de los aspectos remarcables que inciden, es lo que
se ha llamado White flight (Sugrue, 1996; Rappaport, 2003), la huida de la población
blanca bienestante a zonas suburbanas, ricas y homogéneas. Ello comportó una fuerte
estratificación social de la ciudad, el abandono y la degradación de las partes centrales e
históricas, y la puesta en cuestión del espacio público (Sorkin, 1992; Sartori, 2001,
Lofland, 2007; Pol, 2009). El downtown queda con calles y espacios públicos
marginalizados y convertidos en ghetos de pobreza, que a la vez convive con la
opulencia de sectores administrativos y de servicios privados, sin llegar a mezclarse.
Cincinnati, Chicago o Detroit (Martelle, 2012; Pallagst, 2009) son casos emblemáticos.
Ello favorece la aparición de lo que Boddy (1992) llamó la ‘ciudad análoga’ o ‘ciudad
dualizada’.
En muchos casos, la ‘ciudad dual’ genera una estructura literalmente ‘paralela’ y
superpuesta a la degradada. Es el caso de los downtowns, con grandes edificios
conectados entre ellos a nivel subterráneo o con pasarelas a nivel de primera planta, en
los que se reproducen las funciones de espacio público. En principio se justificó como
protección ante las duras condiciones climáticas. En la práctica se ha convertido en un
espacio privatizado con control del ‘derecho de admisión’, que se promueven como
forma de garantizar los niveles de seguridad que no se encuentran en la calle
marginalizada. El acceso a estos lugares de manera ‘segura’, solo puede hacerse en
vehículo privado, directamente al parking del edificio de destino. El transporte público
se abandona. El individualismo, se refuerza.
A ello, Hollander (2010) añade el efecto de lo que se ha llamado Smart decline, cuando
los planificadores urbanos quieren proponen una reducción de edificios, de densidad, de
aglomeración humana, para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, y no toman en
consideración la necesidades funcionales, sociales y afectivas de los ciudadanos.
Programas con objetivos similares, los encontramos por ejemplo en Manchester, con el
caso del Northern Quarter, barrio popular, central y comercial del S.XIX, devastado por
19
las tendencias comerciales de los indoor shoping mall a principios de los 70’s (Brown,
O’Connor & Chohen, 2004) , o en Barcelona, con la implantación de centros
universitarios, museos, y apertura de nuevos espacios públicos, no sin conflictos (Di
Masso, Dixon, Pol, 2011), como forma de regenerar barrios históricos en proceso de
degradación (el Raval, Poble Nou, etc) buscando lo que Bohigas, en 1982, describió
como: ‘funcionalizar el centro, monumentalizar la periferia’ (Bohigas 1985; Maragall et
al. 2004).
20
Algunos autores utilizan el término “vitalidad urbana” para referir al
dinamismo social, y a la necesidad de mantener elementos de diversidad social y
productiva en espacios plurifuncionales (Rueda, 1995). Este concepto, cercano al
right-sizing de Schilling y Logan (2008), considera que una determinada
cantidad de personas (ni en exceso ni en defecto) genera un nivel de
interacción óptimo, necesario para el despliegue de la vida social y la
satisfacción de las necesidades recreativas y de relación. Además, la propia
presencia de personas y actividad genera una sensación de seguridad que no
se percibe en espacios vacíos. La percepción de seguridad ciudadana está
relacionada con la satisfacción residencial (Valera y Guardia, 2014), la edad y
el género (Carro, Valera y Vidal, 2010).
Downton (2009) decribe las características que deben tener como requisitos las
ecocities, con ciertos ecos de Jane Jacobs (1961). Hace una revisión muy exhaustiva
de supuestos teóricos, autores y experiencias de ecocities (o en su caso ecobarrios),
tanto en Australia, América del Norte, Europa y China. Situa los antecedentes
teóricos de las ecocities en Christopher Alexander (et al 1975, 1977) cuyos trabajos
se han convertido en piedra de toque para el diseño responsable, humanista y
orgánico, que ofrece una alternativa más humana al modernismo mecanicista. A
través de Alexander, Downton establece un vinculo, aunque marcando diferencias,
con el Smart Growth (crecimiento inteligente) y el Nuevo Urbanismo de Léon Krier
and Nikos Salingrados. No es casualidad que el The First International Ecological
City Conference (Ecocity 1) fuera convocada por Urban Ecology bajo el liderazgo de
Richard Register en Berkeley (1987, 1990).
En lo que refiere al diseño urbano que afecta directamente a las personas y grupos
sociales, el modelo ecocity propone tener en cuenta que: el diseño de la vivienda
debe ser acordado con los futuros usuarios, adaptado a los niños, con grandes
áreas naturales de juego, y espacios privados y públicos; fomentar un sentido de
vecindad y la identificación con el entorno de vida a través de los espacios
urbanos; orientación solar pasiva; cada bloque con una área central de confluencia
claramente definida; preveer sistemas que permitan un consumo de agua
reducido; uso de materiales saludables, reciclables y duraderos; insonorización;
preferentemente de alta densidad y apartamentos de poca altura (más que las
casas unifamiliares) de entre 1 y 3 niveles, con balcón, plantas de plano flexible,
arquitectura variada en una estructura urbana general unificada. general.
21
segregada, que excluyen a una parte importante de los ciudadanos. Hacer especial
hincapié en el proceso para tratar de asegurar el sentimiento de apropiación y
pertinencia al lugar, y la importancia de las áreas comunales o compartidas.
Dodman muestra que las principales causas de las emisiones son distintas en cada
contexto. En norteamerica, destaca la contribución la movilidad privada, debido a las
largas distancias de recorridos cotidianos, pero contrapone el caso de New York, donde
las emisiones son relativamente bajas. La densidad de la ciudad y la existencia de una
extensa red de transporte público permite que los niveles en la ciudad sean mucho más
bajos que los nacionales (PlaNYC, 2007). En el caso de las ciudades de America Latina
(Rio de Janeiro and São Paulo in Brazil), las emisiones de los residuos sólidos son
mucho más altos que en muchas otras ciudades. En las ciudades de Asia, las principales
fuentes de emisión están relacionados con patrones de movilidad, el diseño y la
distribución de las casas, la organización de los sistemas de agua y alimentos, y están
relacionados con los estilos de vida individuales. En China, en 1999, las actividades
industriales eran responsables del 80 por ciento de las emisiones de Shanghai y el 65
por ciento de las de Beijing.
22
De todo este análisis se pueden extraer algunos factores que directa o indirectamente
afectan el bienestar, la calidad de vida y la sostenibilidad: Las ciudades más densas
parecen generar menos consumo energético, necesitan menos transporte individual y
pueden dotarse de un mejor y más eficiente transporte público. La movilidad
innecesaria, el uso abusivo del transporte aéreo (que contribuye con más del 3’5%
human-induced climate change según informes IPPC) y del marítimo, forman parte de
la contribución humana al cambio climático, al igual que el exceso de producción de
residuos. Todo ello está estrechamente vinculado a la forma urbana y a los estilos de
vida, pero también a los valores dominantes que sutilmente acaban reformulando estos
estilos de vida, sin que el mismo ciudadano se aperciba de ello.
La movilidad sostenible tiene dos vertientes: por una parte, la aplicación de nuevas
tecnologías a los sistemas de transporte (vehículos eléctricos, híbridos o de
combustión pero con reducción de emisiones, etc.) y por la otra, la decisión del
ciudadano de elegir modos de transporte privado o modos de transporte colectivo.
La psicología ambiental, aunque tímidamente, desde sus inicios se ha ocupado de la
segunda vertiente, con enfoques muy variados.
23
En el temprano texto editado por Proshansky, Ittelson y Rivlin (1970), la única
referencia a la movilidad es un capítulo de Webber. El autor hace una exaltación de
las ventajas de las autopistas y del vehículo privado como la gran solución del
transporte metropolitano. Analiza los factores psicológicos que influyen en la
decisión de la opción por el vehículo privado o el transporte colectivo. Presenta el
pago inmediato de un billete, como un factor disuasorio del uso del transporte
público, mientras que el pago diferido en el caso del coche, aparece como una
ventaja psicológica aunque los costes sean mayores. Para el autor, prima la
necesidad de reducir el colapso circulatorio por encima de las dimensiones
ambientales, que no se plantea, y pone como ejemplo a imitar el sistema de
autopistas de Los Ángeles. Este es un tratamiento que está en las antípodas del
enfoque dominante actual.
Everett y Watson (1987), hacen una revisión del estado del arte. Orientan la
contribución de la psicología a mejorar la gestión de la movilidad. Definen cuatro
énfasis posibles desde la psicología: 1) aspectos fisiológicos, perceptuales y
ergonómicos; 2) características personales y contextuales como predictores de la
elección de los modos de desplazamiento (incluyendo valores y actitudes); 3)
potencialidades de las teorías del aprendizaje y la modificación de conducta.; 4)
analizan y consideran las especificidades de cada etapa del ciclo de vida, como
infancia, vejez o situaciones de discapacidad.
24
advierten Seoane, Rodríguez y Arce (2000) los no usuarios guían su valoración solo
por los estereotipos negativos, mientras que los usuarios habituales tienden a hacer
mejores valoraciones . Para Anderson (2001), es fundamental desarrollar una visión
compartida favorable al transporte público, que para Everett y Watson (1987) puede
actuar como un refuerzo intangible a su favor.
25
un sistema de transporte sostenible, se debe reducir el uso de vehículos
particulares y se debe mejorar la seguridad, la accesibilidad y la eficiencia del
transporte público. Sin embargo, desde un punto de vista individual resulta más
atractivo el vehículo particular debido a las ventajas se le asocian: independencia,
flexibilidad, confort, velocidad, seguridad percibida y privacidad, y se convierte en
un medio de auto-expresión. Por lo tanto, la opción por un transporte sostenible
puede ser percibida como una pérdida a la calidad de vida individual (Steg &
Guifford, 2005).]
Golisnka & Hajdul (2012) identifican como principales barreras para la movilidad
sostenible: infraestructura incompatible, distorsiones en la percepción de tasas y
precios, el aumento de la congestión, baja seguridad, los cambios en los patrones
de la movilidad, la dependencia de los combustibles fósiles y el aumento de las
emisiones de CO2 del transporte. Una vez identificadas las barreras mencionadas,
proponen una amplia gama de acciones a realizar: la promover el desplazamiento
caminando y en bicicleta, una mejor red de transporte público, incentivos para el
uso del transporte público, frecuencias más atractivos, comfort, acceso más fácil, la
fiabilidad de los servicios, venta de tikets intermodales inteligente , entre otros.
Según Burgess, Rey, Harris y Lewis (2013) el valor simbólicos de los vehículos
eléctricos se encuentran actualmente en un estado de fluctuación. Su estudio
reveló que tener un conocimeinto y una experiencia directa con los vehículos
eléctricos es un un factor crucial en la conversión de público del escepticismo a la
aceptación y aprobación. Otros estudios enfatizan que la activación de los valores
ambientales motiva a los consumidores a actuar de acuerdo a sus valores
favorables al medio ambiente, también en las decisiones de movilidad (Verplanken
& Holland, 2002). Sin embargo, algunos estudios muestran que la influencia de la
activación ‘valor’ depende del papel de centralidad que juegue el valor en el self de
la persona (Verplanken & Holland, 2002; Verplanken et al., 2008).
26
Las acciones no deben recaer sólo sobre la decisión personal de cada ciudadano.
Poner las condiciones favorables a los modos de transporte deseables desde una
óptica de sostenibilidad debe ir acompañado de medidas desincentivadoras de la
movilidad no sostenible. Por ejemplo, la peatonalización de calles o la reducción de
espacios de circulación y la adecuación de la calle como espacio público amable
que invite al desplazamiento a pie; dotar de espacios seguros para desplazarse en
bicicleta; o dar preferencia a los vehículos de transporte colectivo, son acciones
suficientemente experimentadas que deben acompañar los intentos de motivación
de los ciudadanos. En Barcelona, p.e. desde hace más de 30 años, se trabaja para
conseguir progresivamente un equilibrio al 50% entre circulación y espacio
peatonal (Bohigas,1985; Barcelona City Council, 1987, 2012; Esteban, 1998; FAD,
2009). La calidad del entorno urbano y las cualidades sociales de la ciudad se
configuran como elementos claves, como muestran los estudios sobre walkability.
27
más activo físicamente), y por lo tanto pueden ser incorporados en una visión más
amplia de la calidad de vida. De acuerdo con Brown y Werner (2012), la actividad física
la vida diaria, como caminar, puede ser considerado como una poderosa herramienta
para la promoción de la salud pública, especialmente para hacer frente a la llamada
epidemia de obesidad que caracteriza a muchos países industrializados
Entre los factores micro, la estética de barrio (agradabilidad, espacios verdes, baja
presencia de signos de incivismo), y percepción de seguridad están fuertemente
asociados con la walkability, así como la percepción de presencia de control social o de
apoyo social (Brown y Werner, 2012). Una importante distinción se puede hacerse entre
los diferentes tipos de walkability: caminar como form de desplazamiento (es decir, el
caminar para el trabajo o para otros fines instrumentales), o de caminar por ocio (es
decir, para el disfrute de caminar). El primero es más afectados por factores macro
como la densidad o la proximidad, mientras que el segundo está más asociada a factores
micro tales como la existencia de aceras, vistas agradables, y la seguridad.
28
http://health-design.spph.ubc.ca/tools/walkability-index/).En este centro, se ha ela
borado un índice de walkability’, de cuatro componentes que captan diferentes
características del medio físico: la densidad residencial (es decir, el número de unidades
de vivienda por nunidad de superficie dentro de un barrio); densidad comercial (es
decir, la cantidad de área designada para uso comercial dentro de un barrio); diversidad
de usos del territorio (es decir, el grado de mezcla de diferentes tipos de usos del suelo
en un área específica, tales como residenciales, comerciales, de entretenimiento, y
centros de atención y servicios sociales); conectividad de la calle (es decir, el número de
intersecciones de calles en el barrio).
La relativa facilidad de proporcionar estructuras amigables para caminar es una de
las claves para una efectiva promoción de la actividad física en las ciudades
contemporáneas, y, al mismo tiempo, aumentar la sostenibilidad de la movilidad actual.
Las estrategias de intervención que combinan tanto la actuación sobre las características
macro y micro asociadas a la ‘caminabilidad’ pueden ser particularmente eficaces para
transformar el contexto residencial en un entorno que facilite y promueva una calidad de
vida sostenible, con beneficios relativamente difusos y sostenidos a costos relativamente
bajos.
Hemos visto como algunos autores encuentran evidencias suficientes para afirmar
que el ser humano tiende a ser feliz y a valorar positivamente su situación. Y
además, como insiste Veenhoven, average happiness is high in modern societies
and tends to rise. This finding contradicts longstanding pessimism about
modernization (Cummins 2000, Veenhoven 2005, Veenhoven & Hagerty 2005,
Inglehart et al. 2008). Pero como advierte Easterlin et al. (1974, 2005, 2010), en la
happiness-income paradoxe, esto solo dura un cierto tiempo. Después pasa lo que
Max-Neef (1995) afirma con su ‘threshold hipotesis’: cruzado un determinado
umbral, el crecimiento económico deteriora la calidad de vida.
Hace años Glatzer y Mohr (1987) encontraban poca correlación entre las
condiciones de vida objetivas y el bienestar subjectivo. Ello, quizas por lo que Lee
29
(1969) ya nos había advertido: la persona tiende a poner buena cara, incluso ante la
adversidad, por razones de autoconcepto, o por lo que había mostrado antes
Festinger (1957): por reducción de la disonancia cognitiva. En ello parece influir que
la persona siempre tiende a tener una identidad positiva (Tajfel, 1978,1981; Hoggs
y Abrams, 1988), a menos que hayan fuerzas o situaciones que se lo impidan. Pero
por encima de unos mínimos de supervivencia, decían Levi y Anderson
(1974/1980), la calidad de vida está más en función del ajuste entre expectativas y
realidades, que en la capacidad de acumulación, proceso que Michalos (1985) trata
de sistematizar en su teoría de las discrepancias múltiples. El soporte social
percibido aparece como un elemento fundamental (Diener, & Seligman, 2002;
Javaloy, 2007, entre otros). El apoyo social, la libertad de elección y el ‘locus de
control’, la capacidad de ‘agencia’, són aspectos clave de la calidad de vida, pero a la
vez también del empowerment (Zimmerman, 2000; Hur, 2006; Christens, 2012,
2013). Ello apoyaría la concepción de calidad de vida como equilibrio.
30
Muchas veces se hace una valoración positiva de la aportación de las TIC y las
nuevas redes sociales que permiten. Pero entonces, nos debemos preguntar, ¿hasta
que punto, las nuevas redes sociales virtuales complementan o suplen (ocupan) el
papel de los grupos sociales ‘físicos’ de proximidad (comunidad, asociaciones,
clubes...)? ¿facilitan la aparición de nuevos movimientos sociales proactivos o
generan dependencia de la red y aislamiento social efectivo? ¿hasta qué punto
podemos confiar en la veracidad de los mensajes/sentencias cortos y no
matizables de la red, de los que sabemos quien nos lo ‘reenvia’ pero no quién los
formula y con qué intenciones reales? De momento, estas preguntas parece que no
tienen respuestas concluyentes.
Sassen expone como no casuales los procesos de precarización del empleo, retraso
de la jubilación, recortes en las prestaciones sociales y subsidios, privatizaciones de
servicios que se habían considerado fundamentales y emblemáticos y, en definitiva,
reducción del nivel de vida (1988), en unas ciudades y una sociedad globalizadas, que
expulsan parte de sus ciudadanos, que pierden el control y la soberanía(1996, 2014);
Sennett (1999) ya explicaba las dinámicas sociales dominantes que generaban la
incertidumbre, el miedo a que se acabase el ciclo positivo (como ha sucedido con la
crisis de 2008) y como ello llevaba a la contención social, con un efecto individual y
social que llevan a la ‘corrosión del carácter’; Bauman (2000), independientemente
de la crisis, ya describía la nueva ‘normalidad’ como sociedad líquida, en una sociedad
individualizada que busca una nueva seguridad (2001a,b; 2003), en la que el
crecimiento económico cada vez favorece a menos población (2011, 2013); Putnam
(2000) nos advertía del aislamiento, más que del individualismo, con la metáfora que
estamos ‘jugando a bolos solos’; Hessel (2011a,b) nos invitaba a ‘indignarnos’ y a
‘comprometernos’; y Bardi (2011), entre otros, nos recuerda que hay unos límites del
crecimiento (ambientales y sociales), que estamos olvidando y debemos retomar,
pero no están en la línea del pensamiento y las acciones dominantes actuales. Y una
lista inacabable de pensadores (la mayoría seniors o ‘muy seniors’) nos advierten
desde muy distintos énfasis del riesgo –o la realidad- de lo que Seligman (1975),
desde una óptica de psicología, describió como ‘Indefensión aprendida’.
Las dinámicas de la sociedad en las últimas décadas parecen haber tenido el efecto
aversivo de las descargas eléctricas que Seligman propiciaba a sus perros cuando
querían abrir la puerta de la jaula, hasta conseguir que, a pesar de tener la puerta
abierta, los perros no salieran. El discurso formal de la cohesión social y el
31
empowerment, es la puerta abierta, pero las sutiles ‘descargas’ de las experiencias
negativas (económicas, laborales, de identidad y referentes, forma urbana
individualizante incluida), hacen que la población no vea salida y se conforme a la
precarización imperante. Hay elementos suficientes para pensar que a pesar de las
aparentes 'buenas intenciones' en la sociedad de las últimas décadas, y
especialmente desde la crisis de 2007-2008, se da un proceso sutil (a veces) o
explícito (a menudo) de poner las condiciones para que aquellos elementos que se
considera que generan empowerment, (y por tanto cohesión, fuerza y capacidad de
oponerse, defenderse y decidir de la gente), se vayan diluyendo, y se instauré más
bien una indefensión aprendida. Para decirlo con un ejemplo comprensible
(reduccionista, demagógico, pero real) en muchos lugares de Europa, la gente ha
pasado a trabajar por el 10 o el 20% de su salario anterior... Y debe estar contenta,
porque tiene un trabajo (precarización, mini jobs, etc, y no sólo en los países más
castigados del sur de Europa...).+++OJO hay NUEVOS DATOS OIT de hoy, 20-5-15)
32
a) El capital local o con identidad, cercano e identificado con el lugar,
dispuesto a favorecer una inversión que, además de generar benefícios
particulares, atienda también las necesidades de su entorno social más
inmediato, a las que se supone es sensible. Incluye pequeña, mediana y gran
empresa, siempre que así actue. Incluye pequeños bancos locales y cajas de
ahorro (en su versión de ayuda mútua original)
b) En la parte más exterior de la imagen, aparece el capital global. Se trata
de un capital ‘anónimo’ (aunque pueda pertenecer a fondos de inversión de
jubilados, p.e., gestionado por corporaciones inversionista), cuyo interés es
el máximo benefício, y que no duda en canviar de lugar para obtener el
mayor beneficio posible. Se vincula a grandes multinacionales y a grandes
bancos globales.
33
Las estructuras propias de la sociedad civil
han prácticamente desaparecido. Quedan
escasamente algunas organizaciones no
gubernamentales, que a veces son
utilizadas como paliativo de algunos
desajustes graves que produce el sistema
(banco de alimentos, p.e.). La organización
y el disfrute del ocio ya no es una actividad
de iniciativa social, que genera cohesión.
Es un consumo de masa más, sin capacidad
vertebradora. Estamos más cerca de la
indefensión aprendida que del
empowerment.
1er estadio
Las empresas, se ven forzadas a
desarrollar programas compensatorios
(p.e. programas de Responsabilidad Social
Corporativa) para paliar algunas carencias
de sus trabajadores (carencias
disfuncionales para la producción, aunque
se ‘vista’ de
2º estadio
34
Ilusión de apoyo social
pero no hay apoyo cara
a cara
Actividad asociativa virtual
pero afrontamiento
individual / Intercambios e
identificación en political,
religión, deporte y cultura
pero afrontamiento real
individual / Intercambio
directo y colaborativo en
economía y servicios, pero
no soporte personal-físico
presencial
3er estadio
El tercer estadio, al que parece que se tiende, tenemos la persona indefensa, sin
ningún apoyo social, con una muy alta movilidad geográfica por culpa de trabajos
precarizados, temporales y mal pagados, ante los que no tiene posibilidad de
negación, (lo cual dificulta la creación –recreación- de redes de soporte formal e
informal).
Pero este escenario terrorífico y deprimente, al que parece que se tiende, es harto
improbable. La historia nos enseña que después de los periodos más sórdidos,
después de etapas de marginación y marginalidad, el ser humano se recupera y se
reinventa. Detras de las primeras potencias mundiales actuales, hay etapas no muy
lejanas de marginalidad, de desestructuración, de descomposición social. Pero
todo tejido social tiende a regenerarse y a ‘re’-vertebrarse, ni que sea al margen del
orden establecido.
35
La capacidad de recuperación, de reinvención, de resiliencia del ser humano y la
sociedad, lleva inexorablemente a provar nuevos modelos de vida y de
organización. Los procesos vitales y psicológicos, seguramente diferirán en las
formas, pero no en las necesidades fundamentales, que deberíamos garantizar que
se puedan desarrollar.
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