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II Jornadas histórico-genealógicas
sobre la formación de la sociedad hispanoamericana
(Siglos XVI al XIX)
Córdoba (Argentina)
31 de mayo de 2012
Dr. Pedro Yanzi Ferreyra
Decano de Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba.
D. Rodrigo Quiroga
Cónsul General de Chile en Córdoba.
Señoras y señores
Accedo a esta tribuna consciente del honor que se me dispensa y que es,
en lo fundamental, una nueva muestra de la gentileza y reiterada
generosidad para conmigo del profesor Ignacio Tejerina Carreras,
presidente del Centro de Estudios Genealógicos y Heráldicos de
Córdoba. Por eso, al pronunciar su nombre, deseo dejar constancia aquí
de mi gratitud y respeto intelectual, dos sentimientos que extiendo
gustoso -y con idéntica obligación y no menor afecto- a todos mis buenos
amigos cordobeses... Permítanme, no obstante, que mencione de manera
expresa a Alicia Sosa de Alippi y Prudencio Bustos Argañarás, que
hicieron suya esta deferencia y sobre cuyas espaldas ha descansado,
como ustedes saben muy bien, buena parte del esfuerzo organizador de
estas II Jornadas que ahora se inauguran.
Así, comenzando por lo más alto, siete fueron los gallegos que
accedieron al gobierno de un virreinato y su labor, a juicio al menos de
sus respectivos biógrafos, parece que fue más que aceptable -si no
excelente-, como recuerda Lino Gómez Canedo. El primero de esta
nómina de ilustres personajes lo ocupa don Gaspar de Zúñiga y Acevedo,
quinto conde de Monterrey, que fue nombrado virrey de Nueva España
en 1595. El segundo lugar corresponde a don García Sarmiento de
Sotomayor, segundo conde de Salvatierra y maestre de campo de
Infantería, que accedió al virreinato de Méjico poco antes de mediar el
siglo XVII, en 1642 exactamente, fundando allí la ciudad de Salvatierra,
nombre que todavía conserva, y en 1647 pasó al virreinato del Perú, que
gobernó hasta 1565, falleciendo poco después en aquellas mismas tierras.
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En los comienzos del siglo XVIII, por otra parte, destacaría don
Lope Carrillo y Andrade, Sotomayor y Pimentel, gobernador de
Venezuela, así como don Ignacio Torreiro y Montenegro, que en 1731
se titulaba gobernador y capitán general de la provincia de Mérida de
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que fue obispo de Quito entre los años 1658 y 1688, y a su sucesor don
Sancho de Figueroa, que lo fue hasta 1702, así como al melidense don
Mateo Segade Bugueiro, que fue arzobispo de México entre 1656 y
1663, y a don Diego Osorio de Escobar, que fue obispo de la Puebla de
los Ángeles, entre 1655 y 1673, aunque durante dos años -los de 1663 y
1664- hubo de regir también el arzobispado de México y encargarse
interinamente del virreinato de Nueva Granada en sustitución del conde
de Baños. A finales de esta centuria podrían sumarse don Sancho de
Figueroa y Andrade, coruñés, que en 1680 fue nombrado obispo de
Guamanga y nueve años después pasó a Quito, donde permaneció hasta
su muerte, en 1702, y el insigne don Francisco de Aguiar y Seijas,
originario de Betanzos, que en 1678 fue designado obispo de Michoacán,
de donde pasó -cuatro años después- al arzobispado de Méjico, que
gobernó hasta su muerte, en 1698.
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Muchas gracias