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La tradición dice que el apóstol Juan habría pasado sus últimos años de
vida en Éfeso.[2] Otros personajes de renombre, que han ejercido sus
ministerios cristianos en esta ciudad, son: Pablo, Aquila, Priscila, Apolos,
y Timoteo.
Es posible, que uno de los factores principales, por el que fue considerada
tan especial, haya sido su ubicación geográfica. Éfeso estaba situada en la
intersección de las rutas comerciales más importantes, en lo que se
conoce como la arteria principal entre Roma y el Oriente. Esto la
convertía, tanto en el aspecto económico como en lo político, en la ciudad
más poderosa de aquel entonces.
Privilegios políticos.
Éfeso pertenecía al grupo de ciudades consideradas como “libres” (que
tenían un gobierno propio y una constitución griega; además que no
tenían la necesidad de ser custodiadas por las tropas de Roma). El
imperio romano concedía este honor en base a servicios prestados o
intereses políticos.
Quizá por esta razón, en esta ciudad habitaban un gran número de judíos
que habían recibido el título de ciudadanos romanos, ellos podían
mantener una sinagoga para sus servicios religiosos dentro de la ciudad
(Hch. 18:19; 19:17).[5] Esto jugó un papel importante, primero en la
difusión de las Escrituras y la creencia en un solo Dios. Segundo, en la
defensa del evangelio.
Por otro lado, Éfeso era tan importante que era considerada también
una ciudad judicial. Un lugar donde los legisladores romanos podían
hospedarse y atender asuntos prioritarios de la provincia de Asia.
El escritor de Hechos, Lucas, registra que durante los dos primeros años
que Pablo estuvo aquí, toda Asia había escuchado el evangelio por medio
del ministerio de Pablo en Éfeso, usando una escuela filosófica de un tal
llamado Tiranno: “se apartó Pablo de ellos y separó a los discípulos,
discutiendo cada día en la escuela de uno llamado Tiranno. Así continuó
por espacio de dos años, de manera que todos los que habitaban en
Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús.” (Hch 19:9-10).
Esto nos da fe de que efectivamente, la ciudad de Éfeso, así como era una
fuente de oscuridad para el mundo, también, estratégicamente, era una
gran oportunidad para alumbrar a todos con el evangelio de Cristo. Pablo
aprovechó muy bien esto.
Religiones demoniacas.
Éfeso era una fuente de oscuridad, no sólo por su abierta invitación a la
vanidad y placeres mundanales, sino porque esta ciudad constituía el
centro mismo de la actividad satánica. Satanás no sólo usaba la religión
sino un sincretismo entre la religión y la magia o hechicería, para así
poder tener cautivas a las personas.
Pablo, años más tarde, en su epístola, señala esta mezcla demoniaca entre
el libertinaje y el satanismo en que los habitantes de Éfeso habían vivido:
Pero las cosas que giraban en torno, y dentro del templo, no eran nada
agradables. Piccardo nos resume una buena descripción del escenario:
La batalla espiritual.
Por otro lado, tenemos también algunos registros bíblicos que nos ayudan
a comprender mejor la lucha espiritual, tan fuerte, que la iglesia tuvo que
afrontar en este lugar:
(3) Un tal Esceva, jefe de los sacerdotes judíos, tenía siete hijos que se
dedicaban al exorcismo ambulante. Una vez ellos trataron de expulsar a
unos espíritus malos en el nombre de Jesús y de Pablo, pero el demonio
les contesto: A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero vosotros
¿Quiénes sois? Y el endemoniado saltó sobre los siete y los dominó, ellos
huyeron de allí desnudos y golpeados (Hch.19:14-16)
CONCLUSIONES APLICATIVAS:
1. El encanto del mundo es sólo superficial y pasajero. Los cristianos
tenemos una enorme tarea que llevar a cabo, mientras estamos en la
tierra, siendo aquellas luces que las personas necesitan ver. Pero si
los mismos cristianos se dejan deslumbrar por las vanidades y
placeres de este mundo, entonces ¿Cómo podríamos impactar
nuestro entorno con el evangelio de Cristo?
2. La batalla espiritual no es un mero asunto místico. Debemos ser
conscientes de la tremenda lucha que las huestes del mal están
haciendo en contra de la verdad de Dios, y engañando a las
personas de la tierra. El mal no descansa; seduce, tienta y cautiva,
todo el tiempo. ¿Por qué habríamos de descansar nosotros?
3. Mucho de lo que hay en el mundo puede parecernos serios asuntos
de dificultad espiritual o de obstáculo para poder cumplir nuestra
misión. Sin embargo, tenemos que aprender a usar las propias
estrategias del enemigo en su contra, con el poder y la sabiduría que
Dios nos da.