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Las áreas marinas protegidas, o AMP, son esenciales para la salud ambiental:
aseguran que los pescadores tengan reservas viables al evitar el agotamiento de
los recursos; protegen especies en peligro de extinción; hacen que los
ecosistemas sean más resistentes al cambio climático y mantienen la
biodiversidad. Sin embargo, todavía queda mucho por hacer si queremos proteger
los océanos.
Es difícil obtener un dato exacto sobre el porcentaje de nuestros océanos que
goza de algún tipo de protección. En una conferencia de las Naciones Unidas
celebrada hace un par de años se concluía que para 2020 un 10% de todos los
océanos del planeta estarían protegidos.
Sin embargo, algunos estudios cifraban esta proporción en menos del 3,6%. La
Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UIC) establece pautas
internacionales para el establecimiento de Áreas Marinas Protegidas (AMP), de
cuyo registro se encarga la Comisión Mundial de Áreas Protegidas de la UICN,
que elabora una base de datos mundial. En Europa, los datos oficiales apuntan a
que las AMP corresponden al 10% de las aguas del Viejo Continente, aunque
algunas organizaciones conservacionistas, como WWF, apuntan que la cifra real
no supera el 5%. En España el porcentaje es de aproximadamente un 12%.