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thomas bender
grupo editorial
Bender, Thom as
R om ero; n° 48 )
© Thom as B en der
A David y Sophia
ín d ic e
Prefacio y agradecimientos ix
Introducción x5
de la historia estadounidense 27
El mundo isla 34
Criollos atlánticos 56
Un nuevo nacionalismo 12 4
La crisis federal 14 6
Notas 315
índice analítico
Prefacio y agradecimientos
Para escribir este libro, tuve que extender mis horizontes mucho
más allá de las aptitudes particulares que me han brindado la
formación y la experiencia profesional especializadas, tan notables
entre los historiadores de los Estados Unidos. Esto significa que he
tenido que buscar más apoyo entre los académi cos de otras
disciplinas del que habitualmente solicito. En las notas agradezco
las obras publicadas que han sido particularmente útiles para mi
trabajo. Quie ro aprovechar este espacio para expresar mi gratitud a
los académicos y eru ditos que me ayudaron en form a personal,
aun cuando esta lista omita a mu chos que, de manera directa o
indirecta, me han instruido en varias ocasiones. Aunque comencé a
trabajar formalmente en este libro en el verano de 2001, sé que me
he inspirado en las lecturas y los intercambios profesionales de toda
una carrera. N o puedo agradecer aquí todo ese caudal; sólo me
queda decir que aprecio profundamente la generosidad intelectual
que he encontrado a lo largo de los años, tanto en el mundo
académico como en mis relaciones con amigos y con intelectuales
ajenos a esa esfera.
Dedico este libro a mis dos hijos, David y Sophia, quienes han
enriquecido mi vida mucho más allá de lo expresable. Ya por eso
estoy eternamente en deu da con ellos, como lo estaría cualquier
padre. Pero además quiero agradecer les en especial por haber
expandido mis horizontes temporales y geográficos. Sophia ha
hecho remontar mi sentido de la historia hasta el mundo antiguo, al
tiempo que David, con su extraordinario sentido de las
organizaciones polí ticas y los pueblos del mundo moderno, ha
dilatado mi sentido de la geografía histórica hasta los confines de la
tierra. Gwendolyn W right ha sido una pre sencia vital y una luz
resplandeciente tanto en el placer como en el dolor y ha contribuido
a mejorar mi vida, y este libro, como nadie.
In tro d u c c ió n
Pero no basta con decir que todas las historias nacionales no son
iguales. La extensión del contexto —y este es su rasgo más im
portante-nos perm ite ver con mayor claridad y profundidad aquello
que le confiere a la historia nacio nal de los Estados Unidos su
carácter único. Sus principales acontecimientos y temas adquieren
un aspecto diferente; sus causas y consecuencias encuentran una
nueva definición. Y gracias a eso podremos com prender m ejor el
legado del pasado a nuestro presente.
Vem os como nos ven los otros puede abrimos los ojos. V er a los
de
no es sino una farsa, se alcanza una vez que se logra algo mucho
más
difícil: vernos entre los demás, como un ejem plo local de las
formas
de las estrellas, vinculando una nación con otra, hasta que hoy,
por
de la historia estad o u n id en se
El territorio que más tarde llegó a ser los Estados Unidos participó
de la re volución oceánica, fue una de sus consecuencias y
compartió sus implicaciones más amplias. Por consiguiente, gran
parte del sentido de la historia estadouni dense está entretejido con
esta reinvención del mundo, entrelazado en histo rias que comparte
con otros pueblos. Sin embargo, cada uno experimentó esta historia
común de un m odo particular. Aunque durante siglos el territorio de
lo que llegó a ser los Estados Unidos era parte marginal de esas
historias, con el tiempo, especialmente en nuestra propia época, no
sólo ha llegado a ocupar en gran medida el centro sino que es
además un poderoso m otor del cambio histórico global. Por todo
ello, la historia de los Estados Unidos no es ni puede ser una
historia en sí misma ni de sí misma. Su contexto, hasta bien entrado
el siglo x x, fue el mundo océano. Y sólo puede ser evaluada como
una parte de esta revolución de la existencia humana, una
revolución comparable, por su trascendencia, con la aparición de la
agricultura o de las ciudades.
Pensando que había llegado a las costas asiáticas de un mundo
conocido, Colón no se refería al “nuevo m undo”, aunque a veces
utilizaba la expresión “otro m undo ”.20 Quien em pleó la frase
novus urbis por primera vez fue el eru dito humanista Pedro Mártir
de Anglería, en una carta fechada en 1493.21Pero se recuerda
mucho más a Am érico Vespucio, otro humanista que se trasladó
E L M U N D O IS L A
este proceso como una decadencia del imperio otomano, pero esas
pérdidas abrieron la posibilidad de fortalecer el centro. Sea como
fuere» la fractura de la autoridad otomana en la periferia provocó un
vacío de poder que los diplo máticos europeos de su tiempo
denominaron “la cuestión oriental”.
H A C IA U N D E S T IN O G L O B A L
GENTE LLE G A D A D E L M A R
La revolución oceánica afectó a pueblos de todos los continentes de
múltiples maneras, tanto en el plano económ ico como en el cultural
y el cosmológico. Todos los cóntinentes experimentaron el arribo sin
precedentes de personas llegadas del mar y esos marinos
descubrieron, a su vez, la existencia de otra gente. La llegada de
esos heraldos de un mundo nuevo provocó una sensación
La novedad del arribo por mar de los europeos fue mayor para los
ameri canos que para los diversos pueblos de Afroeurasia, que ya
habían mantenido relaciones comerciales, aunque a distancia, con
otros continentes. La sorpresa ante esta novedad se manifiesta de
manera evidente en las palabras de un pescador común y corriente
de una aldea costera, que en 1519 fue llevado a la capital azteca
para informar al soberano, Moctezuma, quien quería tener detalles
sobre el desembarco de Cortés. El hombre le dijo: “Cuando fui a la
costa del gran mar, había una cordillera o montaña pequeña
flotando en el medio del agua y moviéndose de lado a la d o… Mi
señor, nunca antes vi nada semejante ”.8b
C R IO L L O S A T L Á N T IC O S
E L C O M P L E J O D E L A S P L A N T A C IO N E S
y la revolución estadounidense
LO S IM P E R IO S G L O B A L E S
Tam bién está claro que los ciclos bélicos crearon una necesidad
casi insa ciable de ingresos dentro de los imperios, precisamente en
el momento en que las ideas liberales acerca de la m ejor
administración estatal impulsaban la reforma imperial (incluso en
España). Los administradores imperiales, de cididamente
racionales, provistos de un mayor poder operativo y respaldados por
nuevas y agresivas medidas fiscales, despertaron resistencias en
todos los rincones del glo b o .218 Por ejemplo, la política española
del comercio libre esta blecida en la década de 1770 no se inscribía
en el espíritu del libre comercio predicado por Adam Smith sino que
era una estrategia para expandir el co mercio dentro del imperio
mismo, reduciendo las regulaciones y aboliendo la exigencia de que
el comercio pasara a través de España. Era una medida análoga a
la decisión británica de 1772 de permitir que la Compañía de las
Indias Orientales llevara el té directamente hacia Norteam érica sin
detenerse primero en Londres, que en ese caso se beneficiaba con
una devolución de impuestos. Después de las reformas
administrativas, el comercio y los ingresos fiscales aumentaron en el
im perio español. Pero la diseminación del capitalis mo mercantil
desestabilizó los modelos sociales establecidos y socavó en todas
partes las prácticas económicas y las políticas heredadas. En la
década de 1780, las protestas se extendían desde Nueva Granada
hasta Perú y los principales
U N A G U E R R A C O N T IN U A , 17 5 4 -1 7 8 3
Para tener una idea del alcance global de la guerra de los Siete
Años basta con hacer una lista de sus principales campañas y
batallas.236 Los combates terrestres se libraron en Norteam érica y
en Europa central; la guerra por mar se libró en todas partes.
Aunque se la llamó la guerra de los Siete Años —un nom bre que
describe acertadamente el conflicto bélico mantenido en Europa
entre 1756 y 1763—, para los norteamericanos fue una guerra de
doce años que com enzó en 1754 y —con la rebelión de Pontiac
com o una especie de coda-continuó casi tres años más después de
que el Tratado de París pusiera fin a la fase europea en 1763.
Durante esos años hubo campa ñas militares en Nueva Escocia (A
ca d ia ), el corredor entre el río Hudson, el lago Champlain y el valle
Mohawk, los Grandes Lagos Superiores, el sudeste (en la guerra
cherokee) y el Caribe. La guerra se peleó además en M enor ca, en
Bengala y la costa Corom andel de la India, en Manila y en el Africa
occidental.
se una generación para dar paso a otra. […] Tam poco hay en
esto,
Unidos por todos los rincones del mundo, exhibirá las trece franjas
L A E R A DE LA S R E V O LU C IO N E S A T L Á N T IC A S
Sin lugar a dudas, la revolución más radical del Nuevo Mundo fue
la hai tiana.312 Toussaint L ’Ouverture alzó la proclama más fuerte a
favor de los derechos humanos universales en la era de la
Ilustración, y los esclavos de ascendencia africana a quienes
condujo a la libertad fundaron la segunda re pública del Nuevo
Mundo. A diferencia de otros esclavos rebeldes anteriores a él, que
habían sido partidarios de la restauración o secesionistas, com o los
maroons de Jamaica,313 L ’Ouverture probó los límites de la
libertad y la ciuda danía, los nuevos principios universales de la
Ilustración. Y, lamentablemente, encontró esos límites. Los europeos
y los norteamericanos no estaban prepa rados para aceptar sus
reivindicaciones y se atuvieron a sus propios principios
universales.314
UNA N U E V A N A C IÓ N E N U N M U N D O PEL IG R O S O
fom entó los ataques indios y, peor aún, se negó a reararse de sus
fuertes del valle de O hio y, a semejanza de los españoles, mantuvo
tratos directos con los asentamientos de O hio y Kentucky. El
ministro británico a cargo consideró la posibilidad de impulsar la
instauración en el oeste de nuevos gobiernos “separados” de los
estados atlánticos. (Los británicos estaban in tentando aplicar una
política similar en el sudeste asiático en procura de alianzas
comerciales con territorios que nominalmente estaban bajo control
holandés .) 331
en imaginar una forma de gobierno eficaz más sólida que una liga
de estados soberanos» como era el sistema de alianza europeo de
la época, pero no de masiado fuerte, o al menos no tanto como los
estados “despóticos” de Europa. Según Madison, tenían que
encontrar una tercera vía, un punto intermedio entre “la perfecta
separación y la perfecta incorporación ”.336 Para poder re formar
los artículos de la Confederación debían persuadir a los estados —
el asiento de la soberanía del pueblo en la Confederación— de que
una nación más grande y más centralizada era posible y además
necesaria para protegerlos en un mundo peligroso.
A S U N T O S EXTRANJEROS Y P O L ÍT IC A P A R T ID A R IA
U N N U E V O N A C IO N A LIS M O
de organización de la nación
una posición más elevada y más cercana al ideal que cualquier otra
nación exis tente”. El héroe militar de la unificación italiana,
Giuseppe Garibaldi, a quien Lincoln le había ofrecido un puesto en
el ejército de la Unión, declinó la invi tación pero adhirió a la causa
del norte y la apoyó como propia, aun cuando insistía en señalar
que los ideales liberales de “libertad universal” exigían que la guerra
se peleara en nombre de “la liberación de los esclavos”. Al final de la
guerra Víctor Hugo, utilizando una metáfora que sugería resistencia,
alabó a los Estados Unidos describiéndolos como “el guía entre las
naciones […], la nación que indica a sus hermanas el camino de
granito que conduce hacia la libertad”. También después de la
guerra civil, Mazzini escribía que la guerra y sus consecuencias son
parte del “progreso de la humanidad”; nuestra “gran batalla —de la
que todas las batallas locales son episodios—librada en ambos
continentes y en todas partes entre la libertad y la tiranía, la igualdad
y el privilegio […], entre el gobierno justo y el arbitrario ”.406 Esta
estrecha asociación con las aspiraciones liberales y nacionalistas
europeas merece un análisis más detallado.
La revolución húngara de 1848 fue aplastada por la intervención
de Rusia a favor de Austria, y en 1850 Kossuth huyó a Turquía.
Cuando Rusia y Austria presionaron al sultán para que lo entregara,
los norteamericanos acudieron cu auxilio del revolucionario. En
1851, el secretario de estado Daniel Webster ofreció llevarse a
Kossuth, un gesto muy apreciado tanto por el líder húngaro como
por el gobierno turco. Un barco de la marina estadounidense lo con
dujo primero a Inglaterra (donde el húngaro se reunió con su par
italiano Mazzini en el consulado norteamericano) y luego a los
Estados Unidos. Poco después de su llegada, Abraham Lincoln, en
su calidad de miembro de un co mité de Springfield, Illinois, redactó
el borrador de una resolución en apoyo de Kossuth y los húngaros.
A llí afirmaba el derecho de estos a derribar la “for ma de gobierno
existente” con el propósito de lograr su “independencia na cional”. Si
bien esta declaración no respaldaba el envío de asistencia material
que Kossuth requería, el texto de Lincoln alababa al líder húngaro y
lo definía como “el más valioso y distinguido representante de la
causa de la libertad civil y religiosa en el continente eu ropeo”.
Lincoln aseguraba públicamente que Kossuth y su “nación” tenían el
apoyo de “los amigos de la libertad en todas partes La resolución
también expresaba el respaldo a las luchas nacionalistas de
irlandeses y alemanes.407
lugar a otro; sin embargo, en todas partes una clara afinidad unía el
liberalis mo con el nacionalismo, hasta el punto de hacerlos
indistinguibles. Desde una perspectiva comparativa sería justo
sostener que la manera en que Lincoln, durante su presidencia,
fundió los conceptos de libertad y nación fortaleció la conexión entre
liberalismo y nacionalismo, mientras que la unificación no liberal de
Alemania operada por el canciller Otto von Bismark en 1871, la
subvirtió .42‘1
Para los estadounidenses y para la mayor parte del m undo
atlántico, Líyos Kossuth encarnaba el espíritu general de 1848; por
eso, a través de su ñgura podemos indagar un poco más la relación
que mantenían los Estados U ni dos con esos movimientos más
amplios que defendían la unidad nacional y la libertad. En Kossuth
podemos descubrir también notables ambigüedades y tensiones
inherentes al nacionalismo liberal, que contribuyen a explicar algu
nas de las limitaciones de las reformas introducidas en los Estados
U nidos y en otras partes del mundo.
E L N A C IM IE N T O BE LA S N U E V A S N A C IO N E S
L A CRISIS F E D E R A L
Si bien no hubo dos conjuntos de condiciones desencadenantes
iguales ni dos resoluciones iguales en la creación de los estados-
nación modernos, podem os identificar varios temas comunes. El
más importante fue el deseo de instaurar una administración más
eficiente, de contar con fuerzas armadas más fuertes y de que el
estado pudiera intervenir de manera efectiva a favor del desarrollo y
la modernización (lo que con frecuencia significaba el avance del
industria lismo) . Podríamos referim os a estas luchas como
contiendas por diferentes grados y formas de centralización; no
sería errado, además, describirlas como debates constitucionales,
pero esa interpretación eclipsaría los intereses más amplios
implicados en ellas. Después de la guerra, tanto Jefferson Davis, pre
sidente del gobierno de la Confederación, como Alexander H.
Stephens, el vicepresidente, trataron de justificar la secesión como
un debate de elevadas miras sobre teoría constitucional, pero en los
Estados Unidos la cuestión sub yacente y fundamental era la
esclavitud .452 En todos los casos podem os apre ciar diversas
combinaciones de intereses y principios.
‘L a l i b e r t a d en l o s tie m p o s D 2 o r g a n i z a c i ó n …
149
■
prom over la industria y a financiar tanto un gobierno federal activo
como las mejoras internas necesarias para transportar los productos
industriales y agrícolas, la venta de tierras públicas para alentar los
asentamientos y obte ner ingresos y un banco para distribuir el
crédito y manejar las transacciones comerciales interregionales. Su
esquema preservaba el sentimiento naciona lista norteamericano de
dos maneras: reducía la dependencia del com ercio internacional y
tendía lazos entre las regiones para convertirlas en socios
comerciales.
Sin haber visitado los Estados Unidos, pero inspirado por una
teoría, Elegel ofreció en 1830 una caracterización
sorpxendentemente adecuada del país. Convencido de que el
“destino” de las naciones era organizarse en estados, consideraba
que los Estados Unidos no habían alcanzado todavía esa condi ción
plena, que sólo podía lograrse, sostenía, con el desarrollo de
ciudades e industrias. Podríamos decir también que H egel describió
a un pueblo que se estaba desarrollando espacialmente antes que
políticamente:
sal del estado no está todavía firmem ente establecido […] pues
un
Rusia, en continuo conflicto con Turquía por sus fronteras del sur,
quedó devastada tras su derrota ante la coalición de Turquía,
Inglaterra y Francia en la guerra de Crimea (1853-1856), que
determinó el fin de su presencia en el sudeste europeo. Peor aún,
desde el punto de vista ruso, Turquía, con la ayuda británica, estaba
em prendiendo de manera activa su propio proyecto de m o
dernización. El gobierno ruso, preocupado, decidió “hacerse más
fuerte en el centro”. Las reformas políticas y administrativas
diseñadas para centralizar y aumentar el poder nacional se
combinaron con la abolición de la servidum bre, que en sí misma
indicaba una ambición modernizadora. La preocupación de Rusia
por centralizar el poder y concentrar el de sari olio de los recursos
fue una de las razones que la llevaron a vender el territorio periférico
de Alaska a los Estados Unidos en 1867.478 El proyecto de
modernización ruso tuvo cierto éxito, pero no el suficiente. Cuando
los comunistas tomaron el poder en 1917, aplicaron el mismo
programa modernizador pero con mucho más ahínco, y a menudo
también con violencia. En este caso, no se reconocía mucho la sobe
ranía del pueblo, que había sido tan importante para los liberales de
1848.
TE R R IT O R IA LID A D Y N A C IO N A L IS M O L IB E R A L
bres -quitar los pesos artificiales de todos los hom bros-para abrir
las sendas de una búsqueda loable para todos, para que todos
pue
tencia luchamos.516
trabajo libre.
dos Unidos.
EL PARTIDO REPUBLICANO
Mientras los demócratas del norte -y más aún los del sur— se
sentían incó modos con las ideas de un estado nacional fuerte, de la
industrialización y de la modernización, los republicanos defendían
con entusiasmo esos valo res, que después de la guerra fueron los
instrumentos mediante los cuales el “hombre de negocios” devino un
líder cívico, ya fuera un propietario local o el director de una gran
empresa nacional.571 Los republicanos querían utilizar el poder
positivo recién adquirido por el gobierno para reconstruir el sur y
edificar una economía nacional e industrial. Aquel era un poder
nunca antes
independientes .578
El resultado fue un gobierno nacional; a partir de aquel m om ento
nadie pudo considerar la posibilidad de que existiera simetría entre
los estados y el gobierno nacional. Desde entonces, com o lo
expresó W oodrow W ilson en 1889, las administraciones estatales y
la administración federal fueron “dos partes de un único y mismo go
b iern o ”.579 Pero la guerra significó mucho más; aquel debía ser
un gobierno del pueblo, de los ciudadanos, un gobier no “fundado en
la justicia y que reconociera la igualdad de derechos de to dos los
hom bres”, com o insistía en señalar Frederick Douglass, un
gobierno “que no reclamara para sí otra autoridad superior para
existir o sancionar sus leyes que la naturaleza, la razón y la voluntad
regularmente consultada del pu eblo ”.580
El algodón, como solían afirmar los líderes del sur, era esencial
para las economías industriales de Europa, y por lo tanto esperaban
que ese carácter imprescindible lo convirtiera en el “rey” del mundo
atlántico. En 1861, abri garon además la esperanza de que las
potencias europeas, desesperadas por tener algodón para alimentar
sus fábricas y mantexrer empleadas y vestidas a sus clases obreras,
serían capaces de reconocer a la Confederación y de respal darla
de diversas maneras. L o cierto es que hay pruebas suficientes de
que los gobiernos de Gran Bretaña, de Francia y de otros países
consideraron atenta mente la cuestión. Pero ninguno salió en
defensa del sur.
R E C O R D A R E L N A C IO N A L IS M O Y O L V ID A R E L LIB
E R A L ISM O
A H A B Y EL IM P E R IO
SER L A B A LLE N A
actualidad?
y el saqueo.
U N A E S T R A T E G IA G L O B A L
Los historiadores y los periodistas a menudo destacan el momento
histórico en que los Estados Unidos irrumpieron en el escenario del
mundo con una nueva conciencia global. Sin duda ese momento
existió pero, en mi opinión, fue anterior a las fechas que suelen
citarse: 1898, la Primera Guerra Mundial, 1941, 1945 o la década de
1980, cuando em pezó a hablarse de globalización. Por lo menos
desde la presidencia de Thomas Jefferson, los líderes estadou
nidenses han sido conscientes de la posición global de su nación y
constante mente han procurado expandir su poderío comercial y
cultural. En un primer momento, la gran influencia cultural que
emanó de los Estados Unidos y se difundió internacionalmente fue
religiosa, pero en el siglo x x el volumen de la exportación cultural
creció y se diversificó enormemente. La proyección de la cultura
estadounidense, sea cual fuere su forma, no es reciente.732
pasado por alto que éi alentó el com ercio global. También hemos
subestima do las estrategias de vasto alcance y las medidas
políticas orientadas en ese sentido y proyectadas hacia el siglo
siguiente; los Estados Unidos no estaban concentrados sólo en
desarrollar el oeste ni dirigían la mirada únicamente al interior del
país. Charles Francis Adams, quien en 1899 escribía desde una
posición antiimperialista, interpretó con razón la conocida
advertencia de Washington como una declaración destinada a
favorecer el com ercio inter nacional pero “con la m enor conexión
política posible”.731 Y el interés nor teamericano en el com ercio no
se limitaba a los residentes de las ciudades portuarias. La expansión
de la frontera agrícola —con el consecuente y nota ble aumento de
la productividad—era un motivo tan importante com o el de sarrollo
de la industria para que el país quisiera tener acceso a los mercados
globales.735 En 1846, un congresista de Illinois afirmaba que su
estado quería “un mercado para sus producciones agrícolas: el
mercado del m undo”. En la década de 1850, los periódicos
agrícolas llamaban a los Estados Unidos “el granero del m
undo”.736Y, p or supuesto, cuando el país adquirió los nuevos y
vastos territorios continentales de M éxico recurriendo a la guerra y
entró en el mercado chino mediante un tratado, obró a favor de sus
intereses expansi vos y también tratando de limitar la influencia
global de Gran Bretaña.73
Abrid una carretera […] desde Nueva York hasta San Francisco.
En-
confieso que no supe qué hacer con ellas […]. Anduve yendo y vi
que no nos quedaba otra cosa por hacer que tomarlas y educar
R E V O L U C IÓ N E I M P E R I O
Los chinos creían que los Estados Unidos habían traicionado a los
filipinos, quienes se habían unido a ellos para derrotar a España.
Cuando los norte americanos se volvieron en contra del movimiento
de independencia, la opi nión que Aguinaldo les merecía a los
chinos cambió y el otrora “bandido” que provocaba “desorden” pasó
a ser el “líd er” de una “revolución”. Los Estado;; Unidos,
identificados hasta entonces con la libertad, se transformaron en an
potente símbolo de hostilidad a la independencia, la nacionalidad y
la liber tad.824 En 1901, Liang Quichao, otro intelectual nacionalista
chino, escribía que cuando comenzó la guerra filipino-
estadounidense la República Filipina controlaba casi cuatrocientos
cincuenta mil kilómetros cuadrados de territo rio con una población
de más de nueve millones de personas, mientras que los
norteamericanos dominaban “no más de trescientos setenta
kilómetros cua drados de territorio habitado por no más de
trescientas mil personas”. Des pués de haber usado el apoyo militar
filipino y de haber alentado sus esperan zas de independencia, los
norteamericanos se volvieron contra ellos en una “sangrienta guerra
de tres años que dejó una cantidad enorme de muertos y heridos”.
(La estimación más aceptada es de doscientos mil filipinos muertos,
la mayor parte civiles.) La nacionalidad quedó destruida y Liang
Quichao lle gó a la conclusión de que sus compañeros nacionalistas
debían cuidarse de confiar en los extranjeros que prometían ayuda,
pues representaban un nuevo medio de “destruir países”.825
distaba mucho de los del gran discurso “Paz sin victoria” que Wilson
dirigió al Senado en enero de 1917, ni tampoco de sus Catorce
Puntos, que Lenin había elogiado y calificado de “gran paso en pos
de la paz del m undo”.8’’ 1A l presentar los Catorce Puntos ante el
Senado, en enero de 1918, en realidad Wilson específicamente se
identificó con la “amplitud de miras” y la “compa sión humana
universal” expresadas en Petrogrado. Y elogió especialmente la
actitud de Lenin, quien expuso a la mirada pública los acuerdos
secretos de la guerra hallados en los archivos rusos, para sumarse
a la defensa que el líder ruso había hecho de una diplomacia
abierta.865 Como se vio luego, la fórmula de Petrogrado no guió la
política soviética, y ios experimentos internos sovié ticos terminaron
siendo una pesadilla. Pero, en 1918, Wilson y Lenin estaban en
sintonía. Por diferentes que fueran las ideas acerca del orden
mundial que defendían, ambos proponían llevar el mundo de un
pasado imperialista a un futuro moderno y progresista.865
L A S D O S R E V O L U C IO N E S Y L A C I U D A D A N ÍA S O
C IA L
F O R M A S D E A P A R T A R S E D E L LA IS S E Z -F A IR E
-’17
<íav c, -te adm itir que Godkin y Sumner eran coherentes. Tam
bién pensaban que el estado n o debía asistir ni al capital en el
mercado ni a los trabzyadores. Por consiguiente, ambos
condenaban los impuestos aduaneros y otros esque mas aeícndidos
por los industriales para obtener asistencia del gobierno. Lo que -
mj;.-aba esa defensa tan absoluta de la ciencia económ ica era la
profun da d r - c O G iilic J iz a que sentían,por la política
democrática. Godkin lamentaba
Sin embargo, no fueron los pobres los p rim ero s b e n e fic ia rio
s d e e s t a nue va interpretación que había ido surgiendo c o m o c
o n s ecu en cia d e la recien te decadencia de la antigua clase
samurái. El p r im e r r e c o n o c im ie n to de una causa social de
las penurias individuales en las m e d id a s p o lítica s se d io c o m
o i espuesta a la pérdida de p oder y p rivilegio d e esa clase, p rovo
ca d a por la restauración Meiji en 1867, que apartó las in stitu cion
es p o lítica s y e c o n ó m ic a s japonesas de su pasado feudal y
las orien tó hacia la m o d e r n id a d . L o s s am u rais,
sociales.991
L A R E F O R M A IN T E R N A C IO N A L Y L A R E D M U N D
IA L ( W W )
D E S A F ÍO S C O M U N E S Y P O L Í T I C A L O C A L
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People o f Early A m eric a , E n g l e w o
re cie n te m e n te P o m e r a n z h a r e fo r z a d o la in t e r p r
e t a c ió n d e W i l l i a m s en
Great Divergence. En e l o tr o e x t r e m o d e b e r ía m o s to m
a r e n c o n s i d e r a c i ó n el
escepticism o d e d os n o ta b le s h is to r ia d o r e s e c o n ó m
ic o s : C u r t in , “A l r i e a ■:>
a. LA. “ G R A N G U E R R A ” Y L A R E V O L U C IÓ N E S T A
D O U N ID E N S E
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ofTimcthy Pickeríng, by His Son,
lu g a r q u e o c u p ó la r e v o lu c ió n e s ta d o u n id e n s e e
n la p o lít ic a e u r o p e a , v é a s e
O x fo r d , u n a e x c e le n te h isto ria in te rn a c io n a l d e la e
racomprendidaentre
re fe re n c ia s al im p e rio o to m a n o (o c h e n ta ) q u e a lo s
E sta d o s U n id o s ( c u a t r o ) ,
y c u a tro v ece s m ás r e fe re n c ia s a la In d ia ( q u in c e ) .
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pp. 1-16; “Britain and the W o rld in the Eighteenth Century: III,
Britain
the Second British Empire, vol. 2, p. 787. Véase tam bién Canny,
“Irish Resistance
Democracy in America, T h o m a s B e n d e r ( e d .) , N u e v a
York; A le x is d e T o c q u e
Complex, 2 a e d ., N u e v a Y o rk , p. 1 5 1 ; F e r n a n d B r a u
d e l ( 1 9 8 1 - 1 9 8 4 ) , Civiliza
rial State at War, p. 339, 1 28. Este párrafo y los dos siguientes se
han basado en Bayly, Imperial M eridian,
cible ofWar. The Seven Years ’ War and the Fate o f Empire in
British North America,
D ecla ra tion o f In d e p e n d e n c e in W o r ld C o n te x t” , O A
H Magazine o f History
setts.
252 . Hark ” , 1 ,u <, » Second British Empire, vol. 1, pp. 313, 315 -
316 , 3 3 3 . 253. Esrao -¡d ’U ; „ i u . ‘ ‘ ‘ 1’ ” T h e B ritish O h je c tiv
e s , 17 8 0 -17 8 3 : TS’ n o t D o m i n i o n
th en 1 n ad e” , en R o n a ld H oft’m an y P e te r A lb e r i ( e d s
.) , Peace and Peacemakers:
pp. 683-708. V éa se ta m b ié n P ig g o tt y O m o n d ( e d s .) ,
Documentary H isto ry ,
41^
’ : 7 , ^-aicihaLe)s, p. 409.
1 * ‘ l.í^-JT.^coies, en g e n e ra l, h an a c e p ta d o e l ju ic io d e
Turgot,p
^..y — ^ n n e los m u ch os q u e re sp a ld a n la p o s ic ió n d e
Turgot,
’*■agin ia , pn _.-x.
Character and Li.it) its, N u eva York, pp. 202, 216, 217. 272 .
Citado en Mein|g, Atlantic America, p. 408. 273 ja m e s H. M errell
(1999), “A m erican Nations, O íd and N e w ”, en H o x ie, H o ff—
pp. 43-44. 287. Ibíd., p. 44. 288. Citado en ibíd. ¿89. Horst D jppel
(1977), Germany and the American Revolution, 1770-1800, Chapel
85.
p. 60. 327. M ich el-R olp h T ro u illo t (1995), Silencing the Past:
Power and the Production o f
History, Boston, p. 73. 328. Citado en Charles C. Tansill (1938),
The United States and Santo Domigo, Balti
del N orte.
pp. 349-350.
359. Citado en Tansill, The United States and Santo Domingo, p. 17.
360. Citado en Jordán, Whíte Over Black, p. 386. 361. T im M
atthewson (1995), “Jefferson and Haití”,Journal of Southern Histon,
61,
pp. 334-335. 364. Ibíd., vol. 1, pp. 255-259. 365. Ibíd., vol. 1, pp
311-312. Véase tam bién DuBois, Suppression o f the African Slave
56, n“ 2, pp. 269-271, 273, 277. 387 .Leon ard Richards (2000),
The Slave Power: TheFree North and Southern Domina—
York, pp. 73, 307. Sobre M azzini véase H ow ard M arraro (1949),
“M azzini
Party Befare the Civil War, N u eva York, p. 72. 416. Potter,
Impending Crisis, p. 343. 417. Binkley, Realism and Nationalism, p.
124. 418. Potter, Impending Crisis, p. 343. 419. A d ap to esta id ea
de la distinción que p ro p o n e Charles M aier (2000) entre el
espacio de “id en tid ad ” y el espacio de “d ecisión ”, en “C on
signin g the Twentieth Century to History: Alternative Narratives fo r
the M od ern E ra”, American
pp. 53-54. 431.D onald S. Spencer (1977), Louis Kossuth and Yo-
ung America: A Study o f Section—
alisrn and Foreign Policy, 1848-1852, Colum bia, Misuri, pp. 23,
76-78. Lu ego
dos en The New York Times, leí atentam ente treinta y cinco, que
en conjunto
b a rg o , esta a u to ra h a sa b id o c a p tu ra r m e jo r q u e n in
g ú n o tro a c a d é m ic o el
Austin, Texas, pp. 8-10. 451. Véanse P eter K olch in (1999), “A fte
r Serfdom : Russian E m ancipation in Gom—
4 6 1. S o b re la in c o r p o r a c ió n d e la e c o n o m ía e n el n a
c io n a lism o q u e h iz o List,
Chínese Son, N u eva York. 483. Frederick W akem an, Jr. (1966),
Strangers at the Gate: SocialDisorder in South
1989.] 497. Bailyn, To Begin the World Anew, pp. 146-147. 498. El
m ejo r relato de esta guerra en relación con el nacionalism o es
Shumway,
nam, Chicago, 1944, pp. 162-164 y 277. Véase tam bién M ario
Vargas Llosa
guerra delfin del mundo, Seix Barral, 1981], qu ien focaliza más
que Da Cunha
el com en tario repu blican o de que eran m eros obiter dicta figu
ra en la p. 284. 534. Lin co ln , Speeches and Writings, vol. 1, p.
516. 535. Potter, Impending Crisis, p. 351; Richards, Slave Power.
536. L in coln , Speeches and Writings, vol. 2, p. 21. De la segunda
cita p ro ce d e el
pp. 63 y 81. 544. Citado en Cott, Public Vows, p. 111. 545. Ibíd.,
cap. 5, citas en pp. 111 y 120, 546. Publicado nuevam ente en
Francis Paul Prucha (e d .) (1990), Documents of
564. Seward, Works, vol. 4, pp. 348, 349 v 362. 565. En 1859 L in co
ln e xp re só e n é r g ic a m e n te una visión d e la m o d e rn iz a c
ió n
Writings, vol. 2, pp. 3-11, 90-100. 566. V éanse León Fink, “From
Au ton om y to A b u n cla n ce : C h an gin g B e lie f A b ou t
Beckert (2001), The Monied Metrópolis: Neto York City arid the
Consolidation of the
tic Monthly 87, p. 14. 583. Citado en M erle Curti (1946), The
Roots of American Loyalty, N u eva York,
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dres, pp. 4 y 5.
590. C ita d o en H e lle in e r, Mnking of National Money, p p . 1 1 ,
10 1, 113 . 5 9 1. B aso esfos p á rra fo s en el e x c e le n te a rtíc u
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States and China to 1914, Nueva York, pp. 115-142. 646. Véanse
Julián G o (2003), “Am erican E m pire: T h e Lim it o f P ow er’ s R
ea ch ”,
que, Nuevo M éxico, p. 25. 687. Citado en ibíd., p. 41. 688. Citado
en Frank A. Knapp (1958), “T h e M exican Fear o f M anifest
Destiny in
World, 1492-1640, Nueva York, pp. 9-14. 708. Ibíd., pp. 19, 25, 31
y 39. 709.C itado en A lb ert K. W ein b erg (1935), ManifestDestiny:
A Study ofNationalist
de Frederick F orn off, N u eva York, pp. 12-30. Cam illa Fojas m e
señaló estas
Texas cuando pronu n ció esta frase. Sin decirlo, John Quincy
Adam s había
H e ffer, The United States and the Pacific, pp. 113-114. 733. M
ead, Special Providence, p. 80. Cabe record ar que todo el lib ro
presenta el
W ells (eds.), Economics and World Power, pp. 83, 87 y 92. Sobre
la p ro te cc ió n
36-37.
L e x in g to n , K e n tu ck y , p p . 194-196. 750. E x tr a c ta d o d
e L a F e b e r , John Quincy Adams and American Continental
Empire,
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1880-1910”,
n ila , p . 10 1, A d e m á s, el c ó n su l e sta d o u n id e n se e n
H o n g K o n g — e n u n a ca rta
n o h a b e r n in g u n a d u d a so b re el h e c h o d e q u e m u c
h o s fu n c io n a r io s c o n su
la re s y m ilitares e sta d o u n id e n se s h ic ie ro n vagas p e r o
positivas su g e re n c ia s d e
York, p. 56.
8 5 1 .I b íd ,, p. ?54. U n e x c e le n t e in fo r m e d e L o rd C rom
er, el fu n c io n a r io b ri
pp. 163, 15. 876. Richard H ofstadter (1955), The Age of Refonn,
N u eva York; R ob ert W ieb e
(1967), The Search for Order, N u eva York. 877. Sobre el florec
im ie n to del excepcionalism o de posguerra véase D an iel T.
N u eva York, 1929, p. 376. 894. H erb ert D. Croly (1909), The
Promise of American Life, Nueva York, pp. 139-140.
pp. 49-50. 898. Sobre Japón véase Sheldon Garon (1987), The
State and I.abor in Modern
vol. 1, pp. 12-13, 135-141 y 184, vol. 3. pp. 5, 24, 50 y 334. 902.
Dawley, Changing the World. 903. Véase A le x a n d er Keyssar
(2000), The Right to Vote: The Contested History of
pp. 559-563.
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New Democracy, p. 161. 928. Richard T. Ely (1902), “Industrial L ib
erty”, A m erican E con om ic Association,
Subject; sobre los lationam ericanos véase Zim m erm ann, Los
liberales reformistas,
Japan, vol. 1, pp. 71-72. 953. Garon, State and Labor in Modern
Japan, pp. 170-172. 954. Citado en Rabinbach, “Social K n o w led
ge”, p. 49. 955. Citado en James J. Sheehan (1966), The Career of
Lujo Brentano: A Study of
109.
in Gilded Age Chicago, Silver Age Moscow and Meiji Osaka, Cam
bridge, R ein o
pássirn.
vol. 4, pp. 387, 388. Véase también Charles A. H ale (1989), The
Transformaron
History 22, n 9 1, pp. 1-24; citas de las pp. 10 y 12; véase tam
bién una versión
the Law: Public Bodies, State Pow er, and the Politics o f R efo rm
in Late-N ineteenth-Century N ueva York City”, tesis de d octorado,
U n iversidad d e N u eva
co, pp. 1046, 1043. 1010. Garon, State and Labor in M odem
Ja,pan, p, 17. 1011. Alan K night (1984), “T h e W o rk in g Class
and the M exican R evolution, c.
13, 1 5 y 17. 1014. G aron, State and Labor in M odem Japan, pp.
64 y 108. 1015. M orris, Elites, Intellectuals, and Consensus, cap. 6 .
1016. Rodgers, Atlantic Crossings, p. 269. 1017. Beard,
Administration and Politics ofTokyo; John D ewey (1929), Character
and
tam bién Zim m erm ann, Los liberales reformistas, p. 76. 1023.
Novick, “L e M usée Social et l ’urbanisme in A rg e n tin e ”, p p .
334-344. 1024. Sobre N u eva York véase Saunier, “C h an gin g the
City”, p. 39; sobre M ilán
6. L A H IS T O R IA G L O B A L \ LOS E STAD O S U N ID O S H
OY
In dice an alítico
Ab b ot, Edith, 266 A lejan d ro M agno, 30 Abenjaldú n [Ibn-
Khaldun], 28 Alem ania, abolicionism o, 112, 113, 135, 141, 155, im
perialism o de, 21-22, 195-198
131, i 48, 150, 165, 201, 206, 226-228, American Republic, The (B
row nson ), 169
europeos con, 46-49 antiim perialism o, 85, 186, 198, 202, 225,
subsahariana, 35-36, 37-38 232, 234, 237, 246, 249, 253, 281
Afroeurasia, 28, 32, 34, 36, 45, 56 An ton io, n egro: véase]oh n son
, A n th on y Age o f Reform (H o fs ta d te r ), 260 an tropología, 33,
54, 221 A g o n c illo , Felipe, 243 App leb y, Joyce, 16 A gu in ald o,
Em ilio, 241-242, 245 A p p om attox, ren dición de, 184 A gu irre,
José, 295 Arabia, 81 A h m ad al Mansur, rey de M arruecos, 46
Arciniegas, Germ án, 71 Alaska, 51, 155, 228, 229, 230 A rech e,
José A n to n io de, 87 A lb erd i, Juan Bautista, 159-160 A ren d t, H
annah, 270 Alejandría, 36 A rgelia, 74
Argentina, 59, 125, 154, 159-160, 184, 193, Autobiografía (M ili), 138
175 con d e de, 76, 98-99 Aristóteles, 115 Becker, Cari, 73 Arm
ada de los Estados U nidos, 215, 216. Beckert, Sven, 185
228, 231,240, 241,242 Bélgica, 105, 266, 267, 277 Arm ada Real
(británica), 78, 126 Bellamy, Edward, 283 Arthur, Chester A., 162
Benton, Thom as Hart, 221, 222, 229 Artículos de la C on fed
eración , 100, Berlín, 97, 152, 195, 196, 197, 259, 260
sur de, 30-31, 32, 36-37, 40-41, 81 281-282, 284, 302 asilo (casa
de am paro), 268, 285 Blackwell, A n toin ette Brown, 178
Asociación E con óm ica N orteam ericana, Blight, David, 191
Brasil, 30, 44, 61, 144-145, 160, 162, 185 mar del, 33, 67, 104, 112,
125, 130, 165,
158,207 China, 32, 34, 39-40, 41, 42, 104, 144, 154, C alifornia,
133, 199, 215-216, 229 185, 201, 216-217, 244, 247 Cámara de
Diputados de Francia, 290 A lian za R evolucionaria en, 262 Cámara
de Representantes, 130, 215 e co n o m ía y com ercio de, 36-37,
41-42, Camboya, 147 104 Camisas Plateadas, 306 go b iern o com
unista de, 156, 304 Canadá, 123, 129-130, 154, 230 p ob lación de,
53
islas del, 33, 44, 51, 52, 59, 63, 65-68, Colé, D. G. H „ 301
Colegio Electoral, 113 com unitarism o, 58, 267, 282 Colombia, Hi,
216 Concha, Juan Enrique, 285 Colón, Cristóbal, 27, 28-30. 38, 40,
42, 52 C on cord, Massachusetts, 98, 137 colonias, colonialismo, C
on fed eración alemana, 139-140, 152, 156
británico, 65, 66-68, 81-85, 88-89, 93, 99, C on feren cia de
Bandung (1955), 249
las caravanas y el, 35, 36, 38, 39, 40, 46, 174-175, 231-232
(inglesa), 80, 83, 86, 89-90, 98, 105, 154 Constantinopla, 34, 35,
163 Compañía Holandesa de las Indias Constitución de los Estados
U nidos,
60-61, 64, 82-83, 260, 312-313 social, 269 costa bereb ere, 44, 74
Democratic Review, 220 C oughlin, padre, 306 D epartam ento de
Estado de los Estados criollos africanos, 58-59 U nidos, 243 criollos
atlánticos, 56-64, 69, 87-88, derechos humanos, 20, 33, 86 , 112,
311, 313
44, 46, 60, 61, 163, 174, 195, 199, 216 destino manifiesto, 198,
212, 220, 222-223
com ercio y difusión del, 32-35, 52, 53, 54 D eW itt, Benjamín, 302
coptos, 36 Diario del Pueblo, 283
de la, 32-33, 41-42, 52, véanse también com ercio y en riqu ecim
ien to de los, 33
abolición de la, 132-135, 138, 139, 141, libertad vinculada con los,
21
en Am érica del Sur, 68-69, 93, 112, 133, conectada con los, 15-
16
165-167, 185 surgim iento de, en el siglo x ix , 142-146
en los, 21, 22, 111, 134-140, 190, 191, con flicto de In glaterra y,
20-21, 73, 82,
trece colonias originales de los, 25, 32, Franklin, Benjam ín, 24,
99, 101, 106, 184
(C r o ly ), 265, 271
pueblos nativos del, 27, 45, 53 historia nacional vista com o parte
de la
impuesto M orrill, 173 H ungría, 35, 37, 114, 139-142, 154, 158,
India, 34, 44
Ibn Battuta, 36
esclavitud e, 59
185 ’ ‘ ’
alemán, 22,197-199
Indonesia, 249
192,294
industria ballenera, 55, 199-200, 226 imperio bizantino, 35
99, 104,195
216, 218
comercio estadounidense con el, 101,
el, 82
Inglaterra
corte d e St. James en, 24, 189 imperio mongol, 28, 32, 35, 39-40
Instituto T e c n o ló g ic o de Massachusetts
81-82, 83-99, 102, 105-114, 236-246
( M I T ) , 280 movimientos reformistas en, 20-2 1 , 86
distrito de Piam onte en, 136, 157 M u lle re / O rego n (1908), 267
175-176, 181, 288 Kelley, Florence, 177, 266, 267 Jaurés, Jean,
290 Kelley, W illiam , 177 Jay, John, 101, 118-120 K entaró, K
aneko, 302 Jefferson, Thom as, 76, 90, 98, 106-107, 109, K erber,
Linda, 120
113, 114, 117, 118-123, 126, 129, 150, Ketteler, W ilh elm E „ 284
153, 167, 177, 188, 220, 221, 227, 246, Kidd, Benjam ín, 233
247, 249, 255, 273, 274, 313 K iplin g, Rudyard, 193, 233-234
com pra de Luisiana p or, 55, 102, K lop p en b erg, James, 261,
299
121-122, 134, 225 Knies, Karl, 277
p olítica in d ígen a de, 206, 208, 210-211 K now -N oth in g Party:
véase Partido
204, 224-226, 257 Kossuth, Lajos, 136, 137, 140-142, 156, 158,
Jesucristo, 34 168 Jim Crow, era de, 112, 224, 240 R ropotkin ,
Peter, 295 Johnson, A lex an d er, 279 Kruszka, M ichael, 236
Johnson, A nthony, 63-64, 69 Ku lü u x Klan, 306 Johnson, Mary, 63
Kuhn, L o eb , 251-252 Jones, Thom as ap Catesby, 215
Kulturkampf 282 Jorge III, rey de In glaterra, 101 José II, em
perador, 97, 141 Labor Movement in America, The (E ly ), 270
Journal of Commerce d e N u eva York, 18 La Española, 78 Journal
o f International Relations, 222 L a H abana, 60, 93, 109, 238
La Meca, 31, 46, 48, 162 Ley de Viviendas W agn er (1937), 291
Laboratorio di Economía Política, 298 Ley Declaratoria Irlandesa
(1719), 97 ladinos, 62, 86 Ley M orrill para la supresión de la
Lafayette, marqués de, 76, 107, 149 poligam ia, 173, 175-176 L.aos,
147 Ley Nacional de R elaciones Laborales (L e y Larcom, Lttcy, 178
W agner, 1935), 291 Latinoamérica (Am érica L a tin a ), 25, 107,
leyes coercitivas, 98
111, 132, 136, 145, 204, 246, 249,253, Lian g Q ichao, 245
264, 267, 277, 281, 283, 284, 287-288, liberalism o, 261, 263
Wisconsin (1910), 293 Lisboa, 30, 38, 42, 49, 58, 60, 67, 80 Ley
de Compensación de los Trabajadores List, Friedrich, 149-150
com pra de, 55, 102, 121, 122, 134, 225 M c K e a n , Ja m es,
173
121, 123, 167, 227 M ed iterráneo, mar, 28, 32, 34-35, 38, 39. M
agallanes, F em a n d o de, 30, 40 42-44, 45, 48, 56, 59, 62, 64-66,
74, 204 M agreb, 38, 44, 46 M eh m et II, sultán, 35, 38 Mahan, A
lfre d Thayer, 29, 31, 220, 231, M elville, H erm án , 55, 183, 199-
201, 229
250 Mercurio, El, 264 M ahm ud II, sultán, 155 mesti’/os, 62, 87 M
aine, 165 M etternich, prin cipe, 136, 151, 296 Maine, 238 Mexicas:
véase azteca Malaca, 43, 49, 50, 57 M éxico, 41, 42, 52, 59-61
malaria, 53 inestabilidad p olítica en, 214 Malaspina, Alessandro, 54
nacionalism o en, 61 M aldon ado, Juan, 29 relaciones de los
Estados U n idos con. Mali, im p erio de, 39, 48, 49 129,248, 251,
254 M alinche, 61-62 territorio adqu irido p o r los Estados
mamelucos, 35 U n idos en, 129, 130, 131, 132, 133, Manchester,
263, 270, 276, 278 198-199, 203, 205, 212-215, 225, 227, 232
Manifiesta comunista, E l (M a rx y E ngels), Midway, isla, 230
136 M ili J o h n Stuart, 138, 139, 274 M anila, 41, 54, 55, 92, 93,
193, 230, 236, M ing, dinastía, 41-42
240-243 M inisterio del In te rio r japon és, 301 Mansa Musa, 48-
49 M intz, Sydney, 68 mapas, 28, 30, 34, 35, 38, 196 M iranda,
Francisco de, 107, 109 M ar de la China, 35 Mirando atrás desde
2000 a 1387 (B e lla m y ), m ar R ojo, 35, 43, 48 283 M arburg, T h
e o d o re , 211 misioneros, 54, 55, 204, 206-207, 208, 2 16 , Marcy,
W illiam , 245 219 maroons, 85, 112 Misisipi, río, 91, 94, 102-103,
123, 208, 209, Marqués de Pom bal, 80 220,225 M arruecos, 46, 74
Misurí, 150, 153, 168, 221 Marshall, John, 120, 123, 167-168, 209,
235 Moby Dick (M e lv ille ), 199-201, 247 Marshall, T , H ., 270 M
octezum a, 45 M artí, José, 237, 239 M oltke, H elm u th von, 156 M
artineau, H arriet, 287 M o n r o e ja m e s , 121, 208, 226-227, 228
M arx, Karl, 136, 270, 282-283 M ontesquieu, Charles de Secondat,
barón marxismo, 136, 262, 264 d e , 115
285 a g ric u ltu ra y ca za d e los, 52-53, 206 m ovim iento por los
derechos d e las “c iv iliz a c ió n ” d e los, 205-208
m ujeres, 135, 193, 202 c o m o in te rm e d ia rio s d e cu ltu ra ,
61 M uerte Negra, 39-40, 4-4 c o n fisc a c ió n de tierra s de los, 95,
Mughal, im perio, 37, 40, 81 102-103, 174-175, 198-199, 203, 204-
212, m u je r e s , 219, 221, 231-232
i , ; t a c í i j i a .^ -…. a. j ^ , N e g ro , mar, 79
• r r o i u c i d o p o r el, 15, 18
colon ización holandesa de, 51 Paine, Thom as, 32, 98, 107-108
Parlam ento británico, 90, 94, 95, 96, 97, O ’ G orm an, Edm undo,
28 98, 113, 263 O ’ Sullivan, John L., 220 Parlam ento irlandés, 84 o
céan o ín d ico , P artido A m erican o: véase K now -N oth in g
38, 43, 45, 49-50 P artido Dem ócrata, 129-131, 132, 180,
regulación m ilitar del, 30-31 280-281 o céan o Pacífico, 40, 227-
229, 230 “p rin cip io de la soberanía p op u la r” del,
195, 224, 246, 250, 253, 257, 262, 273, 114, 141
im pacto de la com peten cia entre con flicto turco, 100-101, 155
108, 111, 114, 117, 118, 119, 122, 270, Ryan, John A., 284-285
286 Ryswick, tratado de, 82
influ encia de la revolución
113-114 Sahara, desierto de, 46, 48 revolu ción haitiana, 108, 109,
112, 120-122, Said Pasha, 186
121, 130, 132, 136, 172, 229, 230, 232, Sociedad para el Estudio
de la E con om ía
145-146, 155, 181-1.82, 186 Speed, Joshua, 178 Seúl, 217, 218
Spencer, H erbert, 223, 274, 286 Seward, W illiam H enry, 130, 134,
136, 140, Squanto, 61
166, 170-171, 179, 201-202, 226, 228-231, St. Louis (M isu ri),
102, 178
233 S tan ton, Elizabeth Cady, 135 Shadwell, Arthur, 294 Steffens,
L in coln , 205 Shakai Seisaku Gakkai (A sociación para la
Stephens, A le x a n d er H., 146
Política S ocial), 282, 284, 289 Stern, Steve J., 203 Shaw, A lbert,
265 Stevens, Edward, 120 shawnee, indios, 102 Sdles, Ezra, 104-
105 Shelburne, L o rd , 101, 114 Stowe, H arriet B eecher, 176-177
Sherman, John, 184 Strong, Josiah, 221, 223, 233 Sherman, W
illiam Tecum seh, 184 Sudamérica, 41, 63, 112-113, 147, 185, 262
shoshone, indios, 61 sufragio fem en in o, 267 Siam, m onarquía de,
147 Suiza, 97, 148, 266, 267, 295 sífilis, 33 Sukarno, 249
“Signiíicance o f History, T h e ” (T u rn e r), 23 Sumner, Charles,
134-136 sikhs, 81 Sumner, W illiam Graham, 280-281 Silva Xavier,
Joaquim José da, 88 Sun Yat-sen, 262, 282-283 Simkhovitch, M ary
Kingsbury, 266 Suprema Corte de los Estados Unidos, 138, Sinclair,
U pton , 291 167, 171, 173, 209, 210, 224, 235, 267, 313
circunnavegación de la, 30, 40 Turquía, 36, 37, 39, 76, 137, 140,
166, 248,
visión religiosa de la, 28, 33 con flicto de Rusia con, 101-102, 155-
156, Tiradentes: véase Silva X avier, Joaquim Twain, Mark, 243
tlaxcaltecas, 45 T ocqu eville, A lexis de, 86 , 146, 152, 153, U n ió n
legislativa de Gran Bretaña e