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Como sabemos para nadie es un secreto que en la mayoría de juicios el demandado hace
mal uso de los recursos que el juicio ordinario le permite, logrando con eso un juicio
dilatorio, costoso y desgastante para la actora que en estos casos representa los intereses de
un menor de edad, es decir, su hijo o hija.
Como consecuencia se vulnera el interés superior del niño regulado en el artículo tres inciso
primero de la convención sobre los derechos del niño, ratificada y aceptada por Guatemala,
pues se especifica que “En todas las medidas concernientes a los niños que tomen las
instituciones públicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las autoridades
administrativas o los órganos legislativos, una consideración primordial a que se atenderá
será el interés superior del niño.”
Lo cual las acciones dilatorias del demandado, perjudican la mayoría de veces la salud
mental del menor dependiendo de la edad que posee en el momento en que se desarrolla el
juicio y la situación económica de la madre que repercute al mismo tiempo en el menor, por
lo que es de considerar que contando hoy en día con una prueba tan específica, importante e
indispensable en este tipo de juicios como la de Acido Desoxirribonucleico ADN, no hay
necesidad de alargar tanto el proceso, cuando con solo practicar esa prueba se puede
determinar si el demandado es o no el padre biológico del menor.
Al darle al demandado tantos recursos a través del juicio ordinario, es claro que la parte
más débil queda en total desprotección, pues el factor económico en varios casos es el
motivo por el cual una madre deja abandonado el juicio, tomando en cuenta que, si tiene
que responder a cada recurso que interpone el demandado, no solo pierde dinero, tiempo y
paciencia, la cual le sobra al demandado, pues de lo contrario no haría uso de todos esos
recursos con evidente mala fe.