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Canibalismo y devoración de Paul B. Preciado
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en América Latina
pre
Bryan Axt
(eds.)
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Eje
BARCELONA – MADRID
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ISBN: 978-84-18501-44-9
Depósito legal: M-22927-2021
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ns
009 Exuberancia Insoportable: Notas para un prólogo intermiten-
temente postergado
013 Introducción: La libertad es un músculo a ejercitar
pre
025 COSMOPOLÍTICAS SEXUALES DE NUESTRAMÉRICA
027 1. Manifiesto travecoterrorista
Tertuliana Lustosa
043 2. Desde las trincheras de la inteligibilidad. Relato de una gue-
rrillera travesti sudaca
Inaê Diana Ashokasundari Shravya
ara
049 ARCHIFILOGÍAS SUDACAS, PORNOLOGIAS Y RESISTENCIAS HO-
MEOPÁTICAS
051 3. Los materialismos de Preciado. Biodrag y capitalismo
Facundo Nahuel Martín
071 4. Despedirse de lo queer y lo LGBT: hacia un comunismo
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somático
Alexis K. Santos
085 5. Violencia de papel y el papel de la violencia en la produc-
ción de género
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209 11. ¿Cómo escribir sobre contrasexualidad desde una orilla que
tiene hambre? Implicaciones activistas de la obra de Paul B.
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Preciado en el descampado neoliberal chileno
Jorge Díaz & Cristeva Cabello
229 12. Masturbación, candidiasis y pandemia en tiempos de antica-
pitalismo
pre
Luísa Tapajós
241 13. ¿Cómo def-hendirse en un hueco, en cuero y en el culo (del
mundo)? Lecturas des-ubicadas y calientes
Marie Bardet
261 ESTATUS DE LAS MULTIPLICIDADES SEXUALES LATINOAMERI-
CANAS
ara
263 14. Digresiones sobre una experiencia queer
Cadu Oliveira & Eduardo Faria Santos
287 15. Analítica transviada
Silvio Lang & Rodrigx Rocca
299 16. Protuberancias arquitectónicas y espacios tentaculares del
placer sexual
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339 Agradecimientos
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Eje
7. QUEER CODES
Felipe Rivas San Martín1
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Queer codes es el título general de una serie de obras iniciada en 2011. En
ellas, la tecnología del código QR ha sido apropiada desde su uso en la
pre
publicidad hacia la obra artística. El resultado es definido como un «des-
vío de la economía del márketing»: se trata de trabajos en diferentes téc-
nicas y soportes materiales (pintura sobre tela, dibujo, bajorrelieve,
objetos, etc), similares a las abstracciones geométricas, aparentemente
«neutrales e inofensivos», pero que poseen la capacidad de interactuar
con dispositivos móviles (smartphones o tablets) y que al ser decodifica-
ara
dos enlazan a diferentes contenidos tanto online como offline (videoarte, si-
tios web, poemas o performances, algunos de mi propia autoría). En su
mayoría, los contenidos enlazados establecen relaciones formales, con-
ceptuales o estéticas con la materialidad de cada pieza, y con asuntos co-
mo la posidentidad sexual y de género, el neoliberalismo y la actual
sociedad de control, la precariedad tecnológica o la contingencia política
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1 Felipe Rivas San Martín. Valdivia, 1982. Artista visual, ensayista y activista sexodisiden-
te, fundador del grupo CUDS. Es autor del libro Internet, mon amour: infecciones queer/cuir
entre digital y material (Écfrasis ediciones, 2019).
[123]
El código queer/raro, disidencia de código
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(cuir, kiuar, cuiar), vinculando las pinturas y los códigos con el contenido que
enlazan (algunos de esos códigos direccionan a performances o videoper-
ns
formances que reflexionan sobre la identidad genérico-sexual, las tecno-
logías de producción de subjetividad contemporánea, sus desvíos e
insubordinaciones de la norma heterosexual).
Pero también el queer code remite a lo raro o extraño de su visualidad, el
pre
enigma del signo, a no saber exactamente de qué se trata, cuál es su iden-
tidad.
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2 El videoperformance «Diga queer con la lengua afuera» fue uno de los primeros videos
que se codificaron como código QR y fueron luego convertidos en pintura. Correspon-
de a la primera pintura de la derecha. El video se puede revisar en <vimeo.com/
13821481> [consultado el 21-2-2019]. Además del video y la pintura QR, existe adicio-
nalmente un ensayo del autor que lleva el mismo título: Felipe Rivas San Martín. «Diga
queer con la lengua afuera, sobre las confusiones del debate latinoamericano» en Por un
feminismo sin mujeres, comp. CUDS, (Santiago de Chile: Territorios Sexuales, 2010), 59-75.
[124]
Y diríamos aún más, superando el momento inicial celebratorio, el
«código queer», o queer code, anticipa un problema concerniente a los pro-
cesos de «codificación de lo queer», su ingreso a una categoría normativi-
zada y taxativa de prácticas activistas, estéticas artísticas y corpus
a
bibliográfico académico, que en los contextos anglosajones ya se eviden-
cia3 y que en los países no angloparlantes se ve acelerada por el traslado
ns
literal de la palabra queer, perdiendo toda la carga contestataria que ese
término podía mantener en su contexto performativo de enunciación ini-
cial. La palabra queer, al ingresar a América Latina directamente, sin tra-
ducción o descalce, lo hace como una glamorosa nueva fórmula de saber
pre
exportada desde los Estados Unidos. Mal que mal, el mercado en los paí-
ses periféricos de Sudamérica usualmente traduce el nombre de los pro-
ductos al inglés, como fórmula publicitaria de aumentar el estatus
simbólico de la mercancía. ara
la rp
Felipe Rivas San Martín. POST-SIDA o la novia desnudada por sus solte-
ros, incluso, Montaje de 564 condones, 2013. El código QR enlaza a
mp
[125]
b. A fines de 2011 la empresa de telefonía móvil Claro hizo una campaña
publicitaria donde aparecía el rostro de Cecilia Bolocco intervenido por
un código QR, con el eslogan de «Yo soy Claro y me gusta». Rápidamen-
te la campaña fue apropiada por un fotógrafo y activista llamado
a
HtmlvsCSS, que imprimió códigos QR en hojas de papel para pegarlas
encima de las paletas publicitarias de los paraderos de micro. Cuando uno
ns
escaneaba ese nuevo código, llegabas a la foto del famoso «boloccazo»4
alojada en la cuenta de Tumblr
de HtmlvsCSS. En una entre-
vista de La Nación (lanacion.cl)5
pre
él afirmaba que lo había hecho
porque «odiaba a la empresa
Claro» por su mal servicio y
también a los publicistas, que
se limitaban a replicar las mo-
das del momento. Esa acción
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me pareció muy importante, ya
que uno puede afirmar que el
código QR ingresa a Chile sien-
do inmediatamente subvertido
y transgredido. La noticia de esa
intervención dio visibilidad al
rp
4 En febrero del año 2000, la ex Miss Universo Cecilia Bolocco participó de una espec-
Eje
tacular coreografía en la apertura del Festival de Viña del Mar. En ese contexto, John
Pérez, fotógrafo de La Nación, captó el momento exacto en que Bolocco levantó su
pierna y dejó ver parte de su vagina, que había quedado al descubierto por lo que se con-
sideró un «desperfecto» en la vestimenta. El término boloccazo se usa en Chile para referir
a ese episodio y –en sentido amplio- a otros similares.
5 La Nación (13 de enero de 2012): «Hackean paletas publicitarias de empresa de telefo-
nía para recordar el bolocazzo», (link ya no disponible).
[126]
La norma del mercado –toda norma– puede ser desobedecida, parodiada.
Se trataba de aquella fórmula clásica: «Donde hay poder, hay resistencia».
a
Los 3 planos del código queer
ns
Voy a hablar de mi experiencia. Para Donna Haraway la experiencia es
una ficción y al mismo tiempo, es un «hecho político de gran importan-
cia».6 Que la experiencia sea una ficción no significa que no sea importan-
te, todo lo contrario. Ella las sitúa en el mundo de las ficciones tan solo
pre
para advertirnos de que esas experiencias no son ineludibles, sino una
más entre una pluralidad de posibilidades. A eso nos referimos en el con-
texto del activismo de disidencia sexual chileno cuando insistimos en la
necesidad de politizar la ficción: desde nuestra propia experiencia pode-
mos imaginar otras realidades. Una de las cosas que me parecían fasci-
nantes del código QR cuando hizo su aparición en Chile era lo extraño
ara
de su visualidad, el enigma del signo. Me causaba impresión escuchar lo
que comentaba la gente en la calle o en el metro cuando veían uno por
primera vez hace unos años: «¿Y esos cuadraditos negros qué son?». La
pregunta no era banal. Mal que mal, el código QR, en cuanto código, se
constituye como algo por descifrar, algo a lo que uno se enfrenta siempre
con una pregunta. La relación que establecemos con los códigos (con to-
rp
6 Donna Haraway, (1995): «Manifiesto para cyborgs: ciencia, tecnología y feminismo so-
cialista a finales del siglo XX», en Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza. Va-
lencia: Cátedra, p. 253.
[127]
una «singularidad del código». De este último nivel de singularidad se des-
prenderán una serie de experimentaciones y reflexiones asociadas a estos
trabajos de obra.7 Revisemos entonces estos tres niveles de respuesta:
a
1. Lo general del QR
ns
¿Qué sucede con un código QR y otro código QR? Esta es una pregunta
«general», una pregunta por lo «general» del código QR, lo que hace que
un código QR se relacione con otro código QR a partir de una economía
pre
tal que un código QR pueda ser «intercambiado» por otro y siga existien-
do un código QR, aun cuando el nuevo sea distinto al anterior, aunque la
información que codifique sea otra. ¿No es a eso a lo que se refiere la no-
ción de «generalidad»? La idea de «código QR» es «general», puesto que si
varios signos son códigos QR, no importa si cambiamos uno por otro:
vamos a seguir teniendo un código QR al fin y al cabo. La generalidad,
ara
por tanto, opera bajo el principio de la «categoría»: un «código QR», visto
así, es una categoría que identifica determinados signos producidos gracias
a un algoritmo, donde ciertos elementos se mantienen y otros cambian.
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La pregunta general por el código QR se respondería bajo los protocolos
de la definición, como si buscáramos la definición en Google y luego la
leyéramos en Wikipedia:
PREGUNTA: ¿Esos cuadraditos negros qué son?
a
RESPUESTA: Eso es un código QR
PREGUNTA: ¿Qué es un código QR?
ns
RESPUESTA: Un código QR es un código bidimensional –una imagen
que contiene información visualmente codificada-inventada por la empresa
japonesa Denso-Wave en 1994 para identificar piezas de automóviles en
una cadena de producción. Se podría considerar como una evolución del
pre
código de barras, ya que utiliza el mismo principio del lenguaje binario, pe-
ro permite codificar mayor información. Ha sido masificado desde hace
algunos años a nivel global gracias a la confluencia de diversos factores
que incluyen la aparición a bajo costo de dispositivos móviles con cámara
digital (que permiten escanear los códigos), la instalación de software de
lectura de QR code en los smartphones, o como app descargable compati-
ara
ble con sistemas operativos de iPhone y Android. Su popularidad se debe
también a la apertura del código fuente tanto para generar como para de-
codificar los QR code. A diferencia de otros códigos bidimensionales,8 to-
dos los procesos que involucra el QR code –a nivel usuario– son gratuitos.
En el mundo se han visto utilizados principalmente en la publicidad co-
mercial, como información adicional a diferentes productos.
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Felipe Rivas San Martín, serie de las primeras pinturas de Queer code,
2011. Universidad de Chile
Eje
[129]
2. Lo particular del QR
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sabemos lo que ocurre entre un código y su codificación, lo que se en-
cuentra codificado: ser una identidad informática. La particularidad
ns
de cada código es su información, dada por la configuración específica de
ese código, un plano en el que el código QR aparece e importa en cuanto
código-forma. Nos referimos al orden único y (relativamente) azaroso
que se obtiene de la acción de los algoritmos que traducen un dato en
pre
una imagen-código: el resultado de la codificación de información es esa
imagen-código, conformada por una cuadrícula (o retícula) de 21 a 177 fi-
las y columnas modulares. He podido comprobar en la práctica que si
genero diferentes códigos para diferente información, pero en un período
de tiempo muy corto, esos códigos poseen características formales simila-
res, zonas idénticas. Son como códigos QR hermanos, mellizos tal vez,
ara
que nacieron con minutos de diferencia y son muy semejantes, pero no
idénticos. «We are family», dicen. Y sonríen, seductores. Hay un riesgo del
código QR en su particularidad: el no saber a ciencia cierta qué nos en-
contraremos más allá del código, es decir, qué es lo que ese código «en
particular» significa.
La economía del código. Los códigos utilizados en tarjetas de crédi-
rp
9 Ibid.
[130]
3. Lo singular del QR
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código. Deberíamos aclarar eso sí, que el uso del QR en publicidad co-
mercial atenúa el riesgo del QR debido a lo predecible de los códigos
ns
propios de la publicidad. En ese sentido, habría un riesgo mayor en la
singularización del código QR, que se produce en el momento que se
inscribe ese código como-obra-artística. El código QR en el campo del
arte radicalizaría ese riesgo porque bloquearía el carácter predecible de los
pre
códigos publicitarios que han marcado el uso mayoritario del QR code.
ara
Felipe Rivas San Martín, La lavandera (2014), bandera chilena alterada. Se-
rp
Felipe Rivas San Martín, The miracle of Chile (2013), monedas de 10 pesos
acuñadas en la dictadura militar, sobre madera aglomerada, 54x54 cm. El
QR code enlaza a la definición de «neoliberalismo» en Wikipedia.
[131]
Pero el código QR materializado como-obra-artística añadiría otro ries-
go, esta vez de carácter «artístico», por efecto de su posidentidad de las
disciplinas. Se trataría de un riesgo basado en una ambigüedad constitu-
tiva: esta pieza que vemos es –por ejemplo– una pintura (acrílico u óleo
a
sobre tela, madera o cartón). En cierto nivel, «un código QR no es más
que un código QR». Pero un código QR pintado es una pintura, importa
ns
en cuanto tal. Al mismo tiempo, ese código QR, la imagen de lo pintado en
la pintura, puede ser la información codificada de un video, o una per-
formance, un poema, una obra de net.art. Una pintura nos podría llevar a
cualquier lugar. Un código QR también. Pero si la pintura de un código
pre
QR (hecha como-obra-artística) representa a otra obra artística, entonces
aparecería un problema complejo. Ese riesgo está dado justamente por-
que la obra-interfaz del QR hace imposible decidir cuál es el momento o
plano que verdaderamente importa en el código QR hecho obra artística:
por un lado, el momento físico material y por otro los posibles virtuales
del enlace. Ambos son ciertos, en estado perpetuo de síntesis disyuntiva.
ara
Está todo ahí, al mismo tiempo.
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Felipe Rivas San Martín, Lo que importa es que no se detiene (2015), 10.ª Bienal del
MERCOSUR, Museu de Arte do Rio Grande do Sul, Porto Alegre, Brasil
Eje
[132]
obras eran formas de un arte elitista, excluyente, pues solo podían ser
«decodificadas» recurriendo a una tecnología de lectura presente en apa-
ratos como los smartphones (que en 2011 llegaban solo al 30% de los
usuarios de celulares en Chile).10 Eso significaba que cuando se inició esta
a
serie de obras, un 70% de los chilenos no podía «decodificar», leer o in-
terpretar estas pinturas –al menos en su operatividad de código–, que-
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dando limitados a su mera experiencia estética, esto es, la apreciación
visual de la cita a la abstracción geométrica expresada en el laberinto de
cuadrados blancos y negros, rojos, amarillos o azules, etc.
pre
ara
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[133]
ofrecen un plan de telefonía con acceso a Internet ilimitado en la última
versión del Samsung Galaxy, con la tecnología 4G. En Chile ha sido muy
común ver a lxs consumidorxs de tecnología acampando fuera de las
tiendas para reservar o comprar la última versión de iPhone o del telé-
a
fono Samsung. El neoliberalismo mágico es muy democrático: nos per-
mite a todxs endeudarnos para obtener un aparato.
ns
Preguntas desde el más acá y el más allá del código
pre
Con el código QR en cuanto obra de arte estamos ante el problema de
la referencialidad y la representación como una serie de desplazamien-
tos de obra en obra (del mismo autor) y de soporte en soporte, produ-
ciendo relaciones de competencia y originalidad entre el «corpus de
obra» de un artista y entre diferentes disciplinas estéticas. También entre
posibles virtuales versus materias concretas, actuales. Los códigos QR
ara
fueron inicialmente pensados como simples mediadores de información.
Con la obra-QR nos devolvemos entonces al momento afectivo-reflexivo
de la contemplación estética. De la misma manera, manifestamos el ya
anunciado quiebre de la autonomía unitaria de la obra de arte. ¿Qué
es lo que nos debiera importar de la obra-QR? ¿Qué es lo que importa de
este cuerpo? ¿Acaso el laberinto de cuadrados negros y blancos, su cita a
rp
11En el contexto chileno, se crea en 1955 el grupo Rectángulo, exponente local del mo-
vimiento geométrico, que incluyó a lxs artistas Gustavo Poblete, Ramón Vergara Grez,
Matilde Pérez, Elsa Bolívar, Ximena Cristi, Maruja Pinedo y Uwe Grumann. Sobre todo
en la obra del segundo, destaca una consistente tematización en torno a la imaginería
andina.
[134]
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Indescifrable n.°1, desenfoque de 14% (2016). Óleo sobre tela, 150x150 cm
nos fijamos en lo que está más allá del código-imagen? ¿Poner atención
en el video, el texto, la fotografía o el sitio web al que nos lleva ese códi-
go? Dejemos de lado la pintura, su aura y todo lo que nos agota desde
hace tanto tiempo. Yo incluso desconfío de ese agotamiento con la pin-
la
[135]
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Cartel impreso durante el seminario «LA SITUACIÓN CUIR: disidencia sexual
en/desde el Sur» (2012), impartido por Felipe Rivas San Martín en Lugar a Du-
das, Centro de Arte Contemporáneo de Cali, Colombia, en el marco de la resi-
dencia curatorial de Miguel López. Tiraje de 1.000 ejemplares, ¼ de pliego.
ara
Comparación entre el código de barras y el código QR, en torno a
las dinámicas de disciplina y control
12Utilizo esta descripción en forma literal y entre comillas, consciente del sentido estig-
matizador que conlleva en el contexto europeo, debido a la situación económica dife-
rencial que han experimentado ciertos países de Europa del Este luego del fin de la
Unión Soviética y el ingreso a una economía neoliberal, factor superpuesto a la discrimi-
nación racial.
[136]
precisa, «única, global y no ambigua en un punto de la cadena logística y
así poder realizar inventario o consultar sus características asociadas».13
a
ns
pre
Izquierda. Tatuaje sobre el cuerpo de una de las mujeres secuestradas por la
banda rumana de prostitución. Derecha. Ilustración anticapitalista en la que el
código de barras ha sido comparado con los barrotes de una cárcel.
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El código de barras se estructura como un lenguaje binario (0, 1) com-
puesto por una serie de barras o líneas paralelas de diferente grosor y es-
paciado que contienen la información y se leen de izquierda a derecha.
En el caso de la estandarización EAN,14 los códigos –además de las lí-
neas– incluyen una cifra numérica de 13 dígitos cuya estructura se divide
rp
en cuatro partes:
● «Código del país en donde radica la empresa, compuesto por 3 dígi-
tos». No está relacionado con el país donde se fabricó el producto,
sino con el país donde está radicada la empresa que otorgó el código.
la
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Inscripción de código, Tatuaje sobre el cuerpo del artista realizado para el encuentro
de performance «La Marca», UNIACC, 2015. Foto registro de Manuel Bruit.
De la cárcel al laberinto
ara
Resumiendo, el código de barras –inventado en 1952– se estructuraba
como un sistema binario y disciplinario de líneas paralelas que se leen
unidireccionalmente de izquierda a derecha. Se encontraba constitutiva-
mente asociado a la empresa del país que emitía el código, siendo –ese
rp
ban los barrotes de hierro que impiden a los presos escapar de su lugar de
reclusión, el código QR parece más bien un tablero de ajedrez en desor-
den o la perspectiva de un laberinto en vista aérea: algo así como un labe-
rinto-QR.
Formalmente, habría que decir aún más: el laberinto-QR es uno muy
Eje
Esa lectura transdimensional estaría dada principalmente por la posibilidad del código
16
QR de conectar con la dimensión virtual, a través del dispositivo tecnológico.
[138]
caso de la empresa, como es el caso de aquellos juegos de ingenio, donde
debemos trazar con un lápiz el recorrido ideal de un laberinto para co-
nectar dos puntos ideales. El laberinto-QR no tiene un punto único de en-
trada y salida, sino múltiples puntos de salida-ingreso sin un recorrido
a
programado o pretrazado. Se parece mucho más al laberinto de jardín
que comenzó a proliferar en la Inglaterra del siglo XII y luego se extendió
ns
a Italia o Francia. Estos jardines-laberintos no estaban hechos para la
contemplación ni tampoco habían sido producidos como ingenios para
resolver. Se trataba más bien de unas intervenciones espaciales, empla-
zamientos pensados para recorrerlos y perderse en ellos. Ese recorrido
pre
azaroso era el ideal para un posible encuentro amoroso.
ara
la rp
mp
Eje
Felipe Rivas San Martín. Queer games II (2013). Intervención con un código QR
en el videojuego Minecraft. Construido con «bloques de arena y lana verde»
proporcionados por el videojuego. Al ser escaneado, el QR code enlazaba al vi-
deo en YouTube del primer capítulo de la serie El laberinto de Alicia, sobre pe-
dofilia, emitido por Televisión Nacional durante 2011. Actualmente el enlace se
encuentra roto y el QR direcciona a la plataforma general de YouTube.
[139]
Desde una vista aérea (como la que impone la plataforma virtual de
Google Earth), habría que pensar este laberinto-QR ya no como un labe-
rinto propiamente tal, coherente y autosustentable en su unidad de siste-
ma, sino más bien como una suerte de zona de densificación laberíntica
a
en la que el tablero de ajedrez ha perdido su característica uniformidad de
orden. Se trata de una especie de desorden binario, pero sin renunciar al
ns
binarismo. Este des-orden aparentemente desinteresado es, sin embargo,
resultado de una operación algorítmica,17 es decir, de ciertas reglas prees-
tablecidas. En este laberinto-QR alguien podría ingresar, también perder-
se, o incluso pretender gozar ciertos grados de libertad de recorrido,
pre
desplazamiento y juego. Configurar, en ese mismo recorrido o sendero
algorítmico, luchas, resistencias, emancipaciones y deseos.
Habría que matizar, en todo caso, que este código incluye ciertas zo-
nas ciegas, que aparecen a simple vista como inaccesibles o clausuradas,
donde podrían mantenerse elementos indispensables para el funciona-
miento del sistema o donde podrían permanecer sujetos condenados a
ara
moverse en círculos una y otra vez. Sea cual sea el caso, estas zonas ce-
rradas corresponden a elementos fundamentales del laberinto-QR, pa-
trones requeridos de posición y alineamiento que sirven para identificar y
ubicar el código en el contexto de un plano territorial, bajo un escáner.
Pero debemos hacer notar que, si bien el código necesita de esas zo-
nas cerradas para identificarse él mismo como-código-QR y su ubicación
rp
para realizar una actividad mediante pasos sucesivos que no generen dudas. Algunos
ejemplos: un tutorial, alguna disciplina, un juego». Ver online: <glossa.lucysombra.org>
[consultada el 22-2-2019].
18 Estamos pensando aquí en la noción de «dispositivo» que Giorgio Agamben despliega
a partir de Foucault. Un dispositivo sería una disposición de elementos heterogéneos
configurándose como una red. El dispositivo «tiene una función estratégica concreta y
siempre se inscribe en una relación de poder». Desde esa noción, un «dispositivo móvil»
[140]
El plano de un jardín
a
cen que el jardín es una realidad compleja que no puede ser representada
o cuya representación es problemática. Según él, existen formas «de re-
ns
presentación visual que, al parecer, pueden fijar la realidad fugitiva del
jardín: el plano en el sentido vitruviano de iconografía».19
El plano por definición es una representación cartográfica a escala re-
ducida de un territorio o estructura espacial. En el caso de los planos de
pre
jardín, propone una vista desde lo alto, administrando visualmente el jar-
dín como totalidad unitaria,
Dijimos que el código QR, su imagen, podía ser entendida como un labe-
rinto, si es que nos pensamos como sujetxs ubicados en posición –y po-
sesión– de una mirada vertical similar a la que tiene Google Earth. Hito
Eje
referiría al carácter siempre variable (no estático) de esa red de elementos y –por tanto-
de estrategias y relaciones de poder en constante rearticulación.
19 Michael Jacob (2010): El jardín y la representación. Pintura, cine y fotografía, Siruela, Madrid
p. 14.
20 Ibid.
[141]
Steyerl ha afirmado que esa perspectiva vertical de Google Earth se con-
trapondría a la perspectiva horizontal «tradicional» del Renacimiento. El
código QR podría ser pensado como un laberinto en vista aérea, siempre
y cuando lo pensemos desde una perspectiva de Google Earth.
a
Pero hay que considerar que la perspectiva de Google Earth, de carác-
ter satelital, está finalmente limitada al punto de vista aéreo, bajo el cual lo
ns
que se encuentra bajo esa mirada divina es una imagen-pantalla desde un
punto de vista especifico, el aéreo.
Este supuesto laberinto, resultado de la relación de una mirada verti-
cal, podría no ser más que la impresión o sombra de un laberinto, su de-
pre
marcación sobre la superficie, pintada o dibujada sobre el suelo. En tal
caso no se trataría de un laberinto verdadero, construido de muros. Des-
de la mirada divina-satelital de Google Earth comprendida como pers-
pectiva aérea fija, no habría cómo saber si aquello que vemos es un
laberinto real o un mero dibujo o plano. Esta «mera demarcación» podría
ser –a su vez– entendida ya sea como una demarcación definitiva, es de-
ara
cir, autosustentable como delgada capa superficial y pigmentos, como di-
bujo sobre el pavimento. Se trataría de la demarcación de un recorrido
que obligaría solo en cuanto señal, pero no tendría una altura física (de
muro) suficiente que impida efectiva o factualmente la salida de recorrido
o transgresión de sus límites.
Por el contrario, eso que aparece a simple vista como una demarca-
rp
en el entorno del videojuego Minecraft,21 que fue utilizado para realizar las
construcciones digitales de códigos QR en las series Queer games.
[142]
Así, tanto el dron como el videojuego Minecraft incorporan las dos
perspectivas: la moderna horizontal y la contemporánea-vertical de Goo-
gle Earth. En el dron y en el videojuego no predominaría ni la una ni la
otra, pudiendo alternarse dependiendo de las necesidades de observación.
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pre
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la rp
mp
Felipe Rivas San Martín, La política de los soportes (2012-2015), código QR cin-
celado en muro, Galpón Chileno de las Artes, Santiago de Chile, 140x140 cm
[143]
dictadura –por tanto– no pudo ser sino analógica. Esa condición analógi-
ca de la fotografía en dictadura tuvo un despliegue intenso, denso y múl-
tiple, propio de su contexto de emergencia.
Tener en cuenta esa condición analógica de la fotografía en dictadura
a
es relevante, no solo por las características técnico-materiales de esos ob-
jetos visuales, sino también porque lo analógico de la fotografía determi-
ns
nó sus posibilidades de uso plural desde lo político-contestatario hasta lo
artístico-experimental, junto con todo el andamiaje teórico que sustentó
la reflexión entre arte y fotografía.22
El fotoperiodismo, por un lado, aprovechó lo analógico de la fotogra-
pre
fía, su carácter de «huella» de la realidad que registra, como condición
fundamental para el testimonio y la denuncia de lo que «en ese mismo
momento» ocurría en el país, una prueba y verdad irrefutable de la vio-
lencia y represión militar, que el poder dictatorial negaba.
Lxs familiares de detenidxs desaparecidxs comenzaron a llevar en
sus pechos las fotografías de identidad de padres, madres, hijxs o her-
ara
manxs, también como denuncia de esas desapariciones acompañando
las fotos con la pregunta: «¿dónde están?». Con el paso de los años, el
gesto de los familiares fue adquiriendo un sentido adicional: el de símbo-
lo del «recuerdo» y la «memoria» de las víctimas y con ello, a condensar
gran parte de la iconografía visual de las actuales políticas de la memoria y
reclamos de verdad y justicia.
rp
de la relación arte-archivo.
También desde el arte, particularmente en la obra de Eugenio Ditt-
born, se reflexionó sobre ciertos aspectos de la producción mecánica de
mp
[144]
de la técnica, luego de lo que la imagen muestra.23 Y, entre medio, un
abismo, pues la violencia expresa una irrepresentabilidad, que se ha tra-
ducido en la pregunta acerca de si efectivamente la violencia puede o no
llegar a ser representada.
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Cuerpos algorítmicos y sus resistencias24
Una de las razones que justifican la eficiencia de los códigos QR, su pre-
valencia sobre otros códigos, su masificación y éxito publicitario, comer-
pre
cial, es la capacidad que posee el código –materializado en una imagen
soporte– de tolerar niveles de daño que alteren su fisonomía y forma, sin
poner en riesgo su rendimiento o «performance» operativa, funcional:
los códigos son capaces de seguir significando a pesar del menoscabo.
Un código QR se espera que estará sometido a las vicisitudes, inclemen-
cias y violencias del entorno físico en el que se encuentre, pudiendo sufrir
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daños, lesiones, deterioros; perder una de sus partes, quedar parcialmente
cubierto, borrado, oscurecido, eliminado.
ADVERTENCIA: en el lenguaje de los códigos QR, un «daño» es en-
tendido anticipadamente desde su concepción informática como un
«error» virtual. ¿Cómo es posible que el vocabulario del código QR ho-
mologue de tal manera un daño y un error? Muy sencillo: en cierto punto
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23 A propósito de la obra del artista visual George Lee V., Antonio Urrutia Luxoro plantea
una reflexión sobre la violencia implícita del acto fotográfico, sumada a la representación
escópica de la barbarie en algunas imágenes técnicas, vinculándose genealógicamente a la
relación entre imagen y violencia planteada por Susan Sontag en el ensayo Sobre la fotogra-
Eje
fía. Ver Antonio Urrutia Luxoro (2018): «La transparente opacidad de la imagen»,
ÉCFRASIS. Revista de Estudios Críticos de Arte y Cultura Contemporánea, <bit.ly/transpaopa>
[consultado el 16-3-2019].
24 Este fragmento de texto corresponde a un ejercicio de alteración textual (realizado por
el propio autor) a partir de un texto informativo referente a los códigos QR disponible
online. El texto fue encontrado originalmente en inglés, traducido al castellano en Google
Translate y luego intervenido (reescrito).
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Eje
Felipe Rivas San Martín, serie Resistencia al daño (2013), intervención sobre
fotografía digital. Colección MNCARS
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La capacidad de prever el daño está asegurada en el código gracias a la
utilización del algoritmo Reed-Solomon de corrección de errores, una so-
lución algebraica de codificación que protege la información contra erro-
res en los datos transmitidos sobre un canal de comunicaciones, en la
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forma de un polinomio codificado que se inserta al código QR: un códi-
go del código que se inscribe en el propio código-imagen, haciéndose
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parte constitutiva de él, en el origen de su código-forma, siendo-el-código
en cuanto inmunidad constituyente que lo (de)forma, anticipándose y an-
teponiéndose a la posibilidad de un deterioro, de una sustracción infor-
mática, de una violencia en su «integridad visual», que es «física» al mismo
pre
tiempo.
Que el código QR sea resistente al daño significa la conciencia de su
propia vulnerabilidad. ¿Cuál es el límite de daño que un código puede re-
sistir? Hay 4 niveles de corrección de errores utilizados para los códigos
QR. Cada nivel añade diferentes cantidades de backups o copias de segu-
ridad de datos en función de la magnitud del daño que el código QR se
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espera que sufra en su ambiente de uso, y por lo tanto la cantidad de co-
rrección de errores que será necesaria:
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Resistencia al daño, 201325
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decir, se trata de imágenes circulantes otrora analógicas y que –posible-
mente gracias al artilugio del escáner–, han traspasado el umbral hacia lo
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digital. Su condición analógica se ha perdido, hoy son código, informa-
ción. La «transición» de esas imágenes desde el archivo original analógico
hacia el archivo digital –como copia– podría ser interpretado como una
nueva violencia. Tras el golpe de luz del escáner ahora esas imágenes se
pre
permiten una circulación masiva por las redes. Podrán concientizar, de-
nunciar; pero ya no como huella de lo ocurrido, sino solo –tal vez– por la
iconicidad repetida de lo mostrado. También se podrían aplanar y banali-
zar, o ser utilizadas para la caracterización de usuarios, como parte del
caudal hipermasivo de imágenes-dato.
Las fotografías y frames de video de esta serie fueron intervenidas con
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códigos QR utilizando Photoshop, un programa de edición de imágenes.
La operación fue muy sencilla. Se generaron códigos QR con contenidos
específicos para cada una de ellas. Los códigos se instalaron –por defec-
to– al centro de las fotos. Pero estos códigos no han sido instalados «tal
cual» sobre las imágenes. Como ya se ha dicho, el código QR es un len-
guaje binario, en que los 0 y 1 se traducen visualmente en blanco y negro
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Ser espectador de un código queer
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videoinstalación, también la experiencia de unx espectadorx ante una pie-
za de videoarte mostrado en salas de exhibición. Cada una de ellas de-
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termina un tipo particular de experiencia, un tiempo de contemplación,
una performance corporal, etc.
En esta última relación espectadorx-videoarte, el cuerpo de-lx especta-
dorx circula y «traiciona» el tiempo o intervalo duracional del archivo au-
pre
diovisual como proyecto. Así ha sido planteado por Boris Groys.26 Eso no
está permitido en otras experiencias audiovisuales como por ejemplo el
cine, en la que la experiencia está determinada por el dispositivo de la sala
en la que lxs espectadorxs están sentadxs en butacas, ante una pantalla.
De estas determinaciones, puede asociarse o derivarse una inflexión
de la relación entre espectadorx-obra QR, toda vez que la imagen-código
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establece un triple tiempo:
dispositivo - obra.
3) Espectador/usuario - contenido: momento de desplazamiento a la rela-
ción o experiencia con el contenido «en» el dispositivo. Está determina-
do por el tiempo-intervalo de la información una vez decodificada
la
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esa multiplicación de las pantallas. En el caso de una obra-QR, la presen-
cia del objeto cuadro no basta para dar cuenta de la obra. La obra es el
cuadro, su presencia física. Pero al mismo tiempo la imagen del cuadro es
un código que encripta un mensaje «más allá» de la imagen-soporte.
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Felipe Rivas San Martín. Inscripción de código (2015). Tatuaje sobre el cuer-
po del artista, realizado para el encuentro de performance «La Marca»,
UNIACC. Foto registro de Manuel Bruit
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