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ÍNDICE
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I. INTRODUCCIÓN Y ÁMBITO DE ESTUDIO
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Abarca una extensión de 63,97 ha comprendida en altitudes entre los 850
y los 1.125 metros.
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II. FACTORES NATURALES DE LOS HAYEDOS PRIMIGENIOS DE ESPAÑA.
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orgánico procedente de la hojarasca, sumado a la elevada humedad, origina la formación
de suelos con un horizonte orgánico considerablemente desarrollado.
Por último, debemos matizar que la red hidrológica de los hayedos de Ayllón viene
marcada por los ríos Jarama y Sorbe, afluentes del Tajo. La parte integrante Montejo de
la Sierra está limitada por el río Jarama, uno de los principales afluentes del Tajo en su
margen derecho. El nacimiento de este río se encuentra a 1.800 metros sobre el nivel del
mar, al pie de Sierra Cebollera, en el municipio de Montejo de la Sierra. En cuanto a
Tejera Negra, limita en su parte inferior con el río Lillas, que surge en las estribaciones
de Buitrera y Cerro de Mesa Penote.
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Conopodium bourgaei, Lilium martagon (martagón), Paris quadrifolia (uva de zorra o
hierba de pares), Viola reichenbachiana, Melica uniflora, Deschampsia flexuosa (heno
común), Neottia nidus-avis (nido de ave), Narcissus pseudonarcissus (Narciso trompón),
Aconitum lamarckii y Corydalis bulbosa.
En la zona de transición entre el hayedo y otras formaciones como los pastizales,
las áreas rocosas o el roble mediterráneo (Quercus pyrenaica), se pueden encontrar varias
especies de árboles y arbustos: Quercus petraea (roble albar), Betula alba (abedul
común), Taxus baccata (tejo común o tejo negro), Sorbus aria (mostajo), Sorbus
aucuparia (serbal de los cazadores o azarollo), Fraxinus excelsior (fresno norteño, fresno
común o fresno de hoja ancha), Populus tremula (álamo temblón, chopo temblón o
lamparilla), Corylus avellana (avellano común), Frangula alnus (arraclán) y Prunus
padus (cerezo de racimos o cerezo aliso); y hierbas como: Hepatica nobile (hepática),
Arenaria montana (Arenaria), Helleborus foetidus (hierba de ballesteros o eléboro
fétido), Digitalis purpurea (dedalera), Vaccinium myrtillus (arándano), Ilex aquifolium
(acebo) y Lathyrus niger.
La comunidad faunística típica de los hayedos está presente en los de Ayllón; sin
embargo, el aislamiento del lugar ocasiona que algunas especies no estén presentes. Por
ejemplo, el Galemys pyrenaicus, anteriormente presente en los ríos, no se ha podido
localizar en los últimos años. Tampoco se ha encontrado en los últimos 10 o 15 años la
Rosalia alpina, aunque es posible que esté presente en las zonas centrales. Respecto a los
murciélagos, el Barbastella barbastellus parece estar relacionado con los ambientes
forestales de Montejo de la Sierra.
El establecimiento del lobo ibérico, Canis lupus signatus, en las áreas circundantes
del grupo componente es una prueba de la reurbanización natural que se ha registrado
desde 2011, con presencia ocasional en Montejo de la Sierra y Tejera Negra. También
cabe destacar la presencia de Lucanus cervus (ciervo volante) como representante de
especies asociadas a la descomposición de madera muerta. Además, en el hayedo mixto
de Montejo, se han encontrado más de 200 especies de escarabajos saproxílicos, lo que
demuestra la importancia de los procesos de descomposición orgánica en este
componente.
2.2. Hayedos de Navarra.
Los Hayedos de Navarra se localizan en la parte más occidental de la cordillera de los
Pirineos. Se encuentran en la región biogeográfica alpina, que se caracteriza por un clima
continental con cierta influencia atlántica. Las zonas de Lizardoia y Aztaparreta
constituyen los últimos remanentes de hayedos primarios en los Pirineos. Estamos ante
bosques mixtos de haya y abeto que se encuentran intactos debido a causas naturales y
razones históricas. Ambas están protegidas como reservas integrales.
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La zona de amortiguamiento se gestiona en tres Áreas de Conservación Especial
(ACE) contiguas de Natura 2000: Larra-Aztaparreta, Larrondo-Lakartxela y
Roncesvalles-Selva de Irati. Dicha zona está formada principalmente por hayedos
seminaturales, pero también por bosques de Pinus uncinata (pino negro), formaciones
arbustivas, praderas subalpinas naturales y laderas rocosas en un magnifico paisaje
montañoso cerca de la frontera con Francia. La gran extensión del hayedo en esta área
(Selva de Irati) lo convierte en el más grande y mejor preservado de Europa occidental.
2.2.1. Factores abióticos.
En esta zona, encontramos principalmente rocas del Terciario, aunque también
podemos hallar otras del Cretácico, Devónico y Ordovícico. En la parte occidental de este
componente, podemos apreciar cuarcita, esquisto y pequeñas zonas de pizarra; en la parte
central, predominan distintos tipos de piedra caliza, como la margosa dolomítica y
masiva, además de marga, limolita y flysch detrítico; y en la parte oriental, dominan la
calcarenita y la piedra caliza, con partes de marga y limolita.
En cuanto al clima, estamos ante la región biogeográfica alpina, que goza de un
clima de montaña, pero con influencia oceánica debido a la proximidad del Cantábrico.
Lizardoia presenta una mayor influencia oceánica, unas estaciones de invierno frías, una
primavera y un otoño fríos y lluviosos y un verano moderado. Sus precipitaciones anuales
están bien distribuidas y rondan los 1900 mm, mientras que la temperatura media anual
es de 9,2 ºC. Aztaparreta, por su parte, se caracteriza por una menor influencia oceánica,
unos inviernos fríos y largos con frecuentes nevadas y unos veranos cortos y frescos. Sus
precipitaciones, que rondan los 1940 mm anuales, están bien distribuidas y su temperatura
media anual es de 6,9 ºC.
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Belagua; y el único afluente de Urrobi de esta zona es Arrobi. El río Arbanta es un afluente
del río Nive, la única corriente de agua que desemboca en la cuenca cantábrica.
En las partes integrantes solo hay corrientes de agua no permanentes. No obstante,
el Urtxuria, próximo a Lizardoia, y el Belagua, próximo a Aztaparreta, son ríos
permanentes.
2.2.2. Factores bióticos.
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nemorosa (Anémona de los bosques), Isopyrum thalictroides, Helleborus occidentalis
(heléboro), Euphorbia dulcis, Blechnum spicant (lonchite o helecho de monte),
Deschampsia flexuosa (heno), Ranunculus nemorosus, Circaea alpina, Ruscus aculeatus
(rusco), etc.
Los bosques de abetos y hayas contienen una serie de hierbas altas como Scilla
liliohyacinthus, Cardamine heptaphylla (canudera), Viola reichenbachiana, Poa
nemoralis (poa de los bosques), Carex sylvatica, Oxalis acetosella (aleluya), Euphorbia
amygdaloides (Lechetrezna de bosque), Athyrium filix-femina (helecho hembra), Luzula
sylvatica y Mycelis muralis (lechuga de los muros). Cabe destacar la presencia de
Buxbaumia viridis, un musgo especializado en madera muerta de abeto. En los bosques
maduros, se observa otro tipo de musgo poco habitual: el Dicranum viride.
En cuanto a fauna, la población local de Dendrocopos leucotos lilfordi (pico
dorsiblanco) es de especial interés por su función conectora entre las poblaciones
pirenaicas francesas, la pequeña Aragonesa y el resto de la población occidental de
Navarra, constituyendo el límite de distribución global de la especie. El Ursus arctos (oso
pardo) está presente de forma esporádica en Aztaparreta. Existen otras especies
interesantes en la zona de amortiguamiento: el límite occidental de la distribución global
de la población de Lagopus mutus pyrenaicus (perdiz nival) se encuentra en lugares
elevados del Área de Conservación Especial (ACE) de Larra-Aztaparreta. Asimismo, el
Lagopus mutus pyrenaicus tiene aquí́ su límite occidental. Esta población pirenaica está
en declive, por lo que los sitios de reproducción están siendo actualmente rastreados por
los guardaparques.
El Aegolius funereus (mochuelo boreal) se reproduce solo en algunos puntos de
Larra-Aztaparreta, vinculado a los hábitats de pinares de Pinus uncinata, considerado de
interés prioritario. El Perdix perdix hispaniensis (perdiz pardilla) ha sufrido un fuerte
declive en las últimas décadas, especialmente en las áreas de distribución periféricas. La
Rana pyrenaica es una especie endémica en el oeste de los Pirineos Centrales.
2.3. Hayedos de Picos de Europa.
El grupo Hayedos de Picos de Europa se encuentra en la región biogeográfica
atlántica y se trata de un bosque montano puro con un clima atlántico caracterizado por
su elevada humedad. Los componentes seleccionados, Canal de Asotín y Cuesta Fría, se
caracterizan por una buena interacción entre los hayedos y otros tipos de vegetación: en
el Canal de Asotín, con formaciones arbustivas de roble orocantábrico (Quercus
orocantabrica), avellano (Corylus avellana), matorrales y acebo (Ilex aquifolium); en
Cuesta Fría, con bosques de abedul (Betula celtibérica) y bosques de roble sésil (Quercus
petraea).
La asociación fitosociológica en Canal de Asotín es Epipactido helleborines-
Fagetum, mientras que en Cuesta Fría se encuentran dos asociaciones diferentes: Blechno
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spicanti-Fagetum y Carici sylvaticae-Fagetum. El grupo en su totalidad integra el Parque
Nacional de los Picos de Europa de la provincia de León.
2.3.1.Factores abióticos.
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Los Hayedos de Picos de Europa destacan por su diversidad, proporcionada por la
variedad de las condiciones climáticas y geológicas.
Con respecto a la vegetación de Cuesta Fría, el hábitat más representativo es el
hayedo de piedra caliza medio-europeo del Cephalanthero-Fagion con Carex sylvatica,
que son bosques xerotermófilos de Fagus sylvatica (haya común) desarrollados en suelos
calcáreos. Paralelamente, se observan hayedos atlánticos acidófilos con encinas y
Blechnum spicant (lonchite), así́ como Quercus petraea (roble albar) con bosques de
Luzula henriquesii y bosques de Fagus sylvatica, bosques de Betula alba (abedul común)
del orocantábrico y bosques jóvenes de Betula alba. Con respecto a otros hábitats,
también hay turberas de cobertura en bosques de abedules, bosques de Ilex aquifolium
(acebo) con Fraxinus (fresno), brezales endémicos oromediterráneos con Erica vagans
(brezo), praderas mesófilas orocantábricas y praderas ricas en Nardus, en substratos
silíceos en zonas de montaña.
En Asotín, también podemos encontrar hayedos de piedra caliza medio-europeos
del Cephalanthero-Fagion con Carex sylvatica (que constituye el hábitat más
representativo); bosques de Quercus faginea, avellanos continentales con Quercus
faginea (quejigo); brezales endémicos oromediterráneos con Erica vagans (brezo),
brezales endémicos oromediterráneos con Genista legionensis (anabio), pedregales
mediterráneos occidentales y termófilos con Rumex scutatus (acedera romana); y
pedregales mediterráneos occidentales y termófilos con Crepis pygmaea (achicoria
enana) y Linaria filicaulis (linaria alpina).
En cuanto a la flora, en el Parque Nacional de los Picos de Europa se han
identificado 1753 taxones. En ambos hayedos se observan especies de especial interés:
Carex caudata, Epipactis microphylla, Equisetum sylvaticum (cola de caballo), Ilex
aquifolium (acebo), Narcissus asturiensis (narciso de Asturias), Narcissus
pseudonarcissus, Quercus faginea (quejigo), Sideritis hyssopifolia (té de roca) y Taxus
baccata (tejo común o tejo negro).
Por otra parte, podemos hallar la mayoría de las especies faunísticas típicas de los
bosques atlánticos. El estado de conservación del territorio es óptimo: la coexistencia
entre humanos y naturaleza desde el Paleolítico y el entorno hostil en Picos de Europa
han originado una diversidad excepcional de especies. La rica comunidad de mamíferos
incluye: Ursus arctos (oso pardo), Canis lupus signatus (lobo ibérico), Rupicapra
pyrenaica (rebeco pirenaico o sarrio), Felis silvestris (gato montés), Lutra lutra (nutria
europea o paleártica), Martes martes (marta), Mustela erminea Glis glis, Mustela nivalis
(comadreja), Mustela putorius (turón), Genetta genetta (gineta), Galemys pyrenaicus
(desmán ibérico, desmán de los Pirineos o almizclera), Lepus castroviejoi (liebre de
piornal o de Castroviejo) y Glis glis (lirón gris).
Además, también hay una gran diversidad de aves presentes en la zona: Accipiter
gentiles (azor común), Aquila chrysaetos (águila real), Circaetus gallicus (culebrera
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europea o águila culebrera), Gyps fulvus (buitre leonado), Hieraaetus fasciatus (águila
perdicera), Neophron percnopterus (alimoche común), Falco peregrinus (halcón
peregrino), Perdix perdix (perdiz pardilla), Tetrao urogallus subsp cantabricus (urogallo
cantábrico) y Dryocopus martius (picamaderos negro).
Con respecto a los peces, anfibios y reptiles, las siguientes especies confluyen en
los hayedos de Picos de Europa: Salmo trutta (trucha común), Salamandra salamandra
(salamandra común), Mesotriton alpestris (tritón alpino), Lissotriton helveticus (tritón
palmeado), Anguis fragilis (lución), Iberolacerta monticola (lagartija serrana), Zootoca
vivipara (lagartija vivípara o de turbera), Lacerta viridis (lagarto verde) y Vipera seoanei
(víbora de Seoane o víbora cantábrica).
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III. LA CONSTRUCCIÓN HISTÓRICA DEL TERRITORIO Y EL MODELADO
DEL PAISAJE
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Actualmente, uno de los principales puntos de referencia para el uso del turismo
verde en la zona es el hayedo de Montejo de la Sierra, pero también puede verse uso
recreativo en Tejera Negra.
El cambio climático es uno de los factores de riesgo más importantes: en los últimos
años, el estrés hídrico ha llevado a un aumento de las tasas de mortalidad de las hayas,
especialmente en los árboles maduros, en zonas con poco suelo (pendientes rocosas) y en
los bordes externos de las formaciones de hayas de rivera.
Dado que no se han producido fuertes alteraciones, en el futuro, las hayas deberían
desplazar lentamente a los robles para convertirse en las especies dominantes de un
bosque maduro. No obstante, si se confirman las tendencias del cambio climático, este
patrón de sucesión podría cambiar. Las temperaturas más elevadas y unas sequías más
intensas y prolongadas intensificarían los fenómenos de competición, lo que podría causar
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una aceleración de la muerte de los árboles más grandes y antiguos. Parece lógico que un
aumento de la aridez favorecerá la expansión de las especies más tolerantes a la sequía.
Sin embargo, se esperan otros efectos esperados del cambio climático: el aumento de la
temperatura en la primavera podría favorecer la fotosíntesis y también reduce los daños
por las heladas tardías a las hayas y los robles (Quercus petraea). El aumento de la
concentración de CO2 en el aire podría fomentar el crecimiento de árboles y mejorar la
resistencia a la sequía. Todas estas cuestiones hacen que resulte muy interesante
supervisar los hayedos para obtener información sobre la adaptabilidad de las especies a
cambios en un futuro escenario de incertidumbre.
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quién le correspondía el bien. Esto implicó que, mientras otras partes del gran macizo de
Irati comenzaron a explotarse, principalmente extrayendo madera por flotación a través
del río, la explotación del bosque de La Cuestión se retrasó́ .
Finalmente, en 1960, el gestor forestal decidió́ que una pequeña parte de este bosque
de hayas y pinos debería retenerse como Reserva, a la que denominó la «catedral de la
naturaleza». En 1986, esta pequeña parte de hayedo intacto comenzó́ a protegerse
legalmente como Reserva Estricta. La parte integrante de Aztaparreta se encuentra en una
zona tan remota e inaccesible que nunca fue posible explotarla. También está protegida
como Reserva Estricta desde 1986.
El sitio de Lizardoia tiene 20 ha de bosque que nunca se han talado. Aunque el resto
de bosques de la zona se talaron por primera vez en los años 50, los gestores forestales
decidieron no talar esa zona de 20 ha, lo que hizo posible mantener su estado virgen. El
resto de la parte integrante permanece en buenas condiciones y conserva la diversidad de
las especies vegetales y animales del ecosistema.
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En lo que respecta a la zona de amortiguamiento, existen tres ZEC con su propio
Plan de Gestión, en las que se identifican diferentes valores naturales. Estos valores
naturales tienen sus propias medidas protectoras y acciones de mejora que garantizan su
resistencia y desarrollo en el sistema. El hecho hace que la zona de amortiguamiento sea
adecuada para proteger ambas zonas, ya que garantiza un entorno adecuado para la
continuación de la dinámica natural de las zonas.
3.2.3.Medidas de protección.
Ambos sitios son Reservas Integrales, un tipo de conservación regional equivalente
a la categoría Ia de la UICN. Lizardoia y Aztaparreta fueron declaradas Reserva Integral
a la vez, en 1987. La zona de amortiguamiento consiste en tres ZEC: Roncesvalles-Selva
de Irati, Larra-Aztaparreta y Larrondo-Lakartxela, las tres declaradas en 2011.
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3.3. Hayedos de Picos de Europa.
3.3.1. Evolución histórica.
Según el análisis de polen realizado en el Lago Enol (MORENO et al. 2011), tras
4650 BP se puede observar una pequeña disminución de los porcentajes arbóreos en la
zona incluida en el Parque Nacional. Resulta especialmente significativa la disminución
de Pinus sp., Corylus y de Quercus, caducifolios, acentuada tras 2700 BP. La
desaparición observada de Pinus en el Holoceno tardío estuvo mediada probablemente
por factores antropogénicos. En contraste, los porcentajes aumentaron para otros taxones
incluyendo Alnus, Castanea y Fagus, y también se produjeron aumentos en las
formaciones de arbustos.
Estos cambios podrían haber estado relacionados con el inicio de la actividad
humana en la zona, con la limpieza para el pasto que tuvo como resultado un paisaje más
abierto, y se sugiere que haya ocurrido en la Edad de Bronce tardía y el principio de la
Edad de Hierro. El aumento en el porcentaje relativo de Castanea y la aparición de
Juglans parece ser también indicativo del impacto humano. Además, el desarrollo de los
bosques de Fagus es posible que se haya visto favorecido por las alteraciones humanas
en la zona. Aunque el efecto del clima no se puede excluir, las evidencias señalan un
mayor impacto humano que cambió la estructura forestal tras 4650 cal. BP.
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3.3.2.Estado de conservación actual y evolución potencial.
Hoy en día, las partes integrantes se encuentran en buen estatus de conservación.
En Cuesta Fría, la estructura de bosque nativo se mantiene por la dinámica naturales. Esto
provoca elevadas tasas de madera muerta y frecuentes brechas en las que se produce la
regeneración. La parte integrante de Canal de Asotin presenta un bosque maduro
equilibrado y una vigorosa regeneración asentada en espacios abiertos previos (límite del
bosque superior y corredores de avalancha). Una rica comunidad faunística con algunas
especies emblemáticas demuestra el buen estatus de conservación de estos bosques.
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IV. LEGISLACIÓN
4.1.1. UNESCO
El principal organismo para la gestión los bienes culturales es, por encima de los propios
Estados o las Comunidades Autónomas, la UNESCO. La UNESCO es la rama de la ONU
especializada en la educación, la ciencia y la cultura. Encuentra sus orígenes en la Carta
de Atenas de 1931 y la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Se estructura a
partir de múltiples comités consultivos, comisiones internacionales y consejos
intergubernamentales, a lo que hay que añadir centros, escuelas, ONGs y asociaciones
que forman parte o colaboran con ella. Actualmente forman parte de UNESCO 180
Estados de todo el mundo (de los 195 Estados con reconocimiento internacional general)
A pesar de que no trata en exclusiva el Patrimonio Cultural (si bien hoy es la entidad
promotora de su protección internacional), este tema está ya presente desde su fundación:
en su Constitución se indica que ayudará a la conservación, al progreso y a la difusión
del saber, velando por la conservación y protección del patrimonio universal de libros,
obras de arte y monumentos de interés histórico o científicoi. La UNESCO es la
organización responsable de la redacción de los documentos que se resumirán a
continuación, fundamentales para la definición y la gestión de los Paisajes Culturales. Su
puesta en marcha queda en manos de los Estados que los ratifiquen.
Desde el punto de vista cronológico, una de las primeras iniciativas firmes para el estudio
de los paisajes culturales fue la Recomendación relativa a la Protección de la Belleza
y el Carácter de los Lugares y Paisajesii, firmada por UNESCO el 11 de diciembre de
1962. Su objetivo era proponer medidas conducentes a proteger algunos de los espacios
naturales y culturales que hasta ese momento no habían recibido la atención necesaria,
comenzando por su definición:
I.DEFINICIÓN
1. A los efectos de la presente recomendación, se entiende por protección de la belleza
y el carácter de los lugares y paisajes, la preservación y, cuando sea posible, la
restitución del aspecto de los lugares y paisajes naturales, rurales o urbanos debidos a
la naturaleza o a la mano del hombre que ofrecen un interés cultural o estético o que
constituyen medios naturales característicos.
2. Las disposiciones de la presente recomendación tienen además por objeto completar
las medidas de protección de la naturaleza.
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Además, dedica su tercer apartado a la propuesta de medidas de protección, relativamente
sencillas pero que están en la base de las estrategias de salvaguarda que se han empleado
en los años sucesivos.
Diez años después, la UNESCO finalizó la redacción del texto más utilizado en el ámbito
de la protección internacional del Patrimonio Cultural: la Convención para la
protección del Patrimonio mundial, cultural y naturaliii, de 1972 (que España firmó
en 1982). Este texto presenta así el Patrimonio Cultural y el Patrimonio Natural en su
primero y segundo artículo:
- los lugares: obras del hombre u obras conjuntas del hombre y la naturaleza, así como
las zonas, incluidos los lugares arqueológicos que tengan un valor universal excepcional
desde el punto de vista histórico, estético, etnológico o antropológico.
Los paisajes culturales son bienes culturales y representan las “obras conjuntas del
hombre y la naturaleza” citadas en el Artículo 1 de la Convención. Ilustran la evolución
de la sociedad humana y sus asentamientos a lo largo del tiempo, condicionados por las
limitaciones y/o oportunidades físicas que presenta su entorno natural y por las sucesivas
fuerzas sociales, económicas y culturales, tanto externas como internas.
Estos Paisajes, cuando son declarados Patrimonio Mundial, contienen un Valor Universal
Excepcional, que queda también determinado en las Directrices Prácticas:
Valor Universal Excepcional significa una importancia cultural y/o natural tan
extraordinaria que trasciende las fronteras nacionales y cobra importancia para las
generaciones presentes y venideras de toda la humanidad. Por lo tanto, la protección
permanente de este patrimonio es de capital importancia para el conjunto de la
comunidad internacional. El Comité define los criterios de inscripción de los bienes en
la Lista del Patrimonio Mundial:
(iii) aportar un testimonio único, o al menos excepcional, sobre una tradición cultural o
una civilización viva o desaparecida;
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(v) ser un ejemplo destacado de formas tradicionales de asentamiento humano o de
utilización de la tierra o del mar, representativas de una cultura (o de varias culturas), o
de interacción del hombre con el medio, sobre todo cuando éste se ha vuelto vulnerable
debido al impacto provocado por cambios irreversibles;
(x) contener los hábitats naturales más representativos y más importantes para la
conservación in situ de la diversidad biológica, comprendidos aquellos en los que
sobreviven especies amenazadas que tienen un Valor Universal Excepcional
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La Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial de Parísiv
(17 de octubre de 2003, ratificada por España en el año 2006), define el PCI como:
4.1.2. ICOMOS
El Consejo Internacional de Monumentos y Sitios, también conocido como ICOMOS (de
sus siglas en inglés International Council on Monuments and Sites) es una asociación
dependiente de UNESCO con sede en París, creada a partir de la Carta de Venecia v de
1964. La última letra del nombre, correspondiente a la palabra ‘Sites’, es la que vincula a
ICOMOS con el Paisaje: esta responsabilidad ha quedado patente en algunas de sus
numerosas publicaciones, como de la Declaración de San Antonio (1996), la Declaración
de Xi'an sobre el entorno de las estructuras, sitios y áreas patrimoniales (2005) o la
Declaración de Quebec sobre el espíritu del lugar (2008). De manera muy especial, la
Carta de Burra o Carta de para la Conservación de Sitios de Significación Culturalvi
presenta los criterios de ICOMOS en lo relativo a la protección del Paisaje:
Principios de Conservación
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Artículo 3º La conservación se basa en el respeto por el tejido histórico existente y debe
significar la mínima intervención física. Tampoco debe distorsionar la evidencia que
posea el tejido histórico.
Artículo 4º La conservación debe hacer uso de todas las disciplinas que puedan
contribuir al estudio y la salvaguardia de un lugar. Las técnicas que se empleen deben
ser tradicionales, pero bajo ciertas circunstancias, pueden ser modernas, si es que éstas
tienen una sólida base científica y se apoyan en una experiencia amplia.
Artículo 10º Es inaceptable el retirar el contenido que forma parte del valor cultural de
un lugar, a menos que ello constituya la única manera de lograr su seguridad y
preservación. Tal contenido deberá ser devuelto a su sitio si un cambio de circunstancia
lo hiciere práctico.
A los efectos del presente Convenio: a) por «paisaje» se entenderá cualquier parte del
territorio tal como la percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción y
la interacción de factores naturales y/o humanos;
Artículo 3 Objetivos
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El presente Convenio tiene por objetivo promover la protección, gestión y ordenación de
los paisajes, así como organizar la cooperación europea en ese campo.
B) Formación y educación.
C) Identificación y calificación.
ii) a analizar sus características y las fuerzas y presiones que los transforman; iii) a
realizar el seguimiento de sus transformaciones;
b) a calificar los paisajes así definidos, teniendo en cuenta los valores particulares que
les atribuyen las Partes y la población interesadas; 2. Los procedimientos de
identificación y calificación estarán guiados por los intercambios de experiencia y
metodología, organizados entre las Partes a nivel europeo con arreglo al artículo 8. D)
Objetivos de calidad paisajística.
Cada Parte se compromete a definir los objetivos de calidad paisajística para los
paisajes identificados y calificados, previa consulta al público, de conformidad con el
artículo 5.c).
E) Aplicación.
Para aplicar las políticas en materia de paisajes, cada Parte se compromete a establecer
instrumentos de intervención destinados a la protección, gestión y/u ordenación del
paisaje.
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El Convenio Europeo del Paisaje entró en vigor en Europa el 1 de marzo de 2004 y fue
ratificado por España el 26 de noviembre de 2007 entrando en vigor en nuestro país el 1
de marzo de 2008.
Por su parte, una de las iniciativas más populares del Consejo de Europa en relación con
el Patrimonio Cultural son las Jornadas Europeas de Patrimonioviii, una iniciativa
conjunta del Consejo de Europa y la Comisión Europea. Cada año se organizan decenas
de miles de eventos (por parte de organismos públicos y de asociaciones ciudadanas) en
los 50 países que han ratificado el Convenio Cultural Europeo para promover la difusión
y la promoción de nuestros bienes culturales. El año 2017, el lema de las Jornadas fue "El
patrimonio y la naturaleza: un paisaje de posibilidades". Con esa edición se pretendió
presentar la vinculación entre naturaleza y ciudadanía y la relación que ambos demuestran
a través de las formas de vida y el desarrollo.
La vigente Ley 16/1985 del Patrimonio Histórico Español (L.P.H.E.) xii, detalla en su
artículo 15 los Bienes Inmuebles que integran el Patrimonio Cultural de España.
Artículo quince
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1. Son Monumentos aquellos bienes inmuebles que constituyen realizaciones
arquitectónicas o de ingeniería, u obras de escultura colosal siempre que tengan interés
histórico, artístico, científico o social.
El Paisaje Cultural podría encajarse en el cuarto apartado; sin embargo, hoy en día la Ley
16/1985 no recoge explícitamente el término paisaje, ausencia que, por ejemplo, en el
caso del Patrimonio Cultural Inmaterial (que partía de la misma indefinición) se ha
resuelto generando una ley específica, la Ley 10/2015, de 26 de mayo, para la
salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial xiii. En esta Ley estatal sí se incluye
de manera expresa el término paisaje, en el artículo 2:
La ausencia de detalle para la gestión de los Paisajes que acusa la Ley 16/1985 queda en
gran parte suplida a través del Plan Nacional de Paisaje Culturalxiv, aprobado por
Consejo de Patrimonio en 2012 y redactado por un conjunto de expertos liderado por
Linarejos Cruz, fruto del compromiso adquirido por España al ratificar el Convenio
Europeo del Paisaje. Los Planes Nacionales, cuyo fundamento legal se encuentra en la
Ley 16/85 y en el RD 565/1985, se presentan como una herramienta de gestión y
coordinación entre la AGE, las CCAA y otras entidades público y privadas, que permite
establecer desde una visión interdisciplinar y de forma consensuada, los criterios,
metodologías y líneas de actuación necesarias para salvaguardar en este caso el Paisaje
Cultural.
• Define en el tercer bloque las Líneas de actuación que seguirá el Plan Nacional,
abarcado tres áreas: documentación e investigación, incluyendo la elaboración de
catálogos, inventarios, estudios de caracterización y proyectos de investigación;
Formación y Difusión; e Intervenciones, desde la redacción de Planes Directores
y Planes de Gestión a proyectos de intervención y de turismo cultural sostenible.
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Al igual que el Plan Nacional de Paisajes Culturales, el Estado Español, a través de un
Convenio entre el Ministerio de Medio Ambiente y el Departamento de Geografía de la
Universidad Autónoma de Madrid, implementó otra de las obligaciones adquiridas tras la
ratificación del Convenio Europeo del Paisajes: la elaboración de un Atlas de los Paisajes
españolesxv con la finalidad de identificar, caracterizar y cartografiar los bienes que dan
muestra de la diversidad de parajes españoles.
Además, otras Comunidades Autónomas incluyen el Paisaje Cultural como una expresión
de su Patrimonio Cultural, para la que plantean formas de gestión y planificación
específicas. Entre ellas se encuentran Cantabria (Ley 11/1998, de 13 de octubre, de
Patrimonio Cultural de Cantabriaxix), Navarra (Ley Foral 14/2005, de 22 de noviembre,
del Patrimonio Cultural de Navarraxx), La Rioja (Ley 7/2004, de 18 de octubre, de
Patrimonio Cultural, Histórico y Artístico de La Rioja xxi), la Región de Murcia (Ley
4/2007, de 16 de marzo, de Patrimonio Cultural de la Comunidad Autónoma de la Región
de Murciaxxii), la Comunidad de Madrid (Ley 3/2013, de 18 de junio, de Patrimonio
Histórico de la Comunidad de Madridxxiii) y Galicia, la más reciente y detallada (Ley
5/2016, de 4 de mayo, del patrimonio cultural de Galiciaxxiv).
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V. HAYEDOS DE PICOS DE EUROPA – CUESTA FRÍA Y CANAL DE ASOTÍN.
Los hayedos de Cuesta Fría y Canal de Asotín se sitúan dentro del Parque Nacional de
los Picos de Europa. El germen de esta figura de protección se puede encontrar el 22 de
julio de 1918, cuando se declara el Parque Nacional de la Montaña de Covadonga.
Durante muchos años se solicitó la integración del resto de los Picos de Europa en la Red
de Parques Nacionales, requiriendo la elaboración de un modelo de gestión que asegurase
tanto la conservación de los valores naturales como el desarrollo para sus pobladores.
Finalmente, el 30 de mayo de 1995, las Cortes Generales aprobaron la declaración del
Parque Nacional (Ley 16/1995, de 30 de mayo, de declaración del Parque Nacional de
los Picos de Europa), con una extensión bastante similar a la que conocemos hoy en día.
Además, la parte leonesa de Picos de Europa también forma parte de la Red Natura
2000 (ES4130003 - Picos de Europa en Castilla y León). Natura 2000 es una red ecológica
europea de áreas de conservación de la biodiversidad. Consta de Zonas Especiales de
Conservación (ZEC) establecidas de acuerdo con la Directiva Hábitat, y de Zonas de
Especial Protección para las Aves (ZEPA), designadas en virtud de la Directiva Aves. Su
finalidad es asegurar la supervivencia a largo plazo de las especies y los tipos de hábitat
en Europa, contribuyendo a detener la pérdida de biodiversidad. Es el principal
instrumento para la conservación de la naturaleza en la Unión Europea.
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homogéneos, tanto en la construcción histórica del paisaje como en su régimen de
explotación actual. A día de hoy, tal y como indica la Memoria Anual del Parque Nacional
(2016), el 96,15% del suelo es público, concretamente municipal, frente a un 3,85%, que
estaría en manos privadas.
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En los valles de Valdeón y Sajambre predominan los prados, pastizales y las masas
arbóreas, que tapizan preferentemente las laderas de umbría. Sobre esos recursos se ha
construido un paisaje y una economía ganadera perfectamente acorde con el medio
natural. Aún hoy, la base económica de Valdeón y Sajambre continúa siendo ganadera y
pastoril, como lo fue en el pasado, aprovechando de forma escalonada y complementaria
los recursos de la montaña. Se apoya de manera especial en el ganado vacuno (en torno a
900 cabezas en 2015), combinando el aprovechamiento extensivo con la estabulación
invernal y el alimento con heno recogido en los prados. El aprovechamiento de los pastos
de altura era posible gracias a las muchas sendas que recorren la montaña. Los canales,
junto con las traviesas, sedos y jitos, completan una tupida red de comunicación por el
interior del macizo, conectando las principales majadas, fuentes y vegas con los
asentamientos humanos (Cabrero, Martínez y Redondo, 1988).
En cuanto a la actividad cinegética, tal y como indica la propia sede web del Parque
Nacional, se mantiene de forma excepcional en la vertiente leonesa, es decir, en los valles
de Valdeón y Sajambre, y en lo que se refiere al jabalí, en su vertiente cántabra. En
temporada de caza (desde finales de septiembre hasta febrero), los cazadores tienen la
obligación de señalizar los accesos a la zona objeto de actividad cinegética, para advertir
a otros posibles usuarios o senderistas. No obstante, se espera que la caza desaparezca
pronto, ya que se está esperando la cesión de los derechos cinegéticos a los
Ayuntamientos desde la Administración del Estado. Tras dicha adquisición se pasará a
un “régimen de control”, en el que podrán realizarse únicamente actividades de control
poblacional de aquellas especies que alteren el equilibrio poblacional por sobrepoblación
o que supongan un riesgo para personas, ganados o cultivos. Actualmente, se cazan
jabalíes, corzos, ciervos o rebecos.
Tal y como indicaban Cabrero, Martínez y Redondo (1988), ya a finales de los años
ochenta la agricultura tenía poca importancia en los valles de Valdeón y Sajambre. El
encajamiento de la red fluvial y el carácter abrupto del relieve apenas ofrecen
oportunidades para el desarrollo agrícola; solamente en los fondos de los valles, donde se
ensancha la vaguada y se localizan algunos depósitos fluviales, se desarrollan modestas
labores agrícolas con vistas al autoconsumo que alternan el cultivo de patatas y maíz. Por
otro lado, en los pequeños huertos próximos a las viviendas, se desarrolla un policultivo
de hortalizas, legumbres y algunos árboles frutales. En algunas laderas de solana, aunque
en condiciones mediocres, se sembraban en el pasado algunas tierras de pan que han
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dejado sus huellas en el paisaje. Actualmente, tras la apertura de las comunicaciones y la
mejora de las formas de abastecimiento, la siembra de cereales carece de sentido
económico, ampliándose, en cambio, los cultivos forrajeros y pasando las tierras
abandonadas a ocupar la mayor parte de las áreas de prado, en función de la progresiva
especialización ganadera.
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Hoy en día, los valles de la vertiente meridional de Picos de Europa presentan una
alternancia económica entre el turismo de naturaleza y la actividad ganadera. La
población ha descendido enormemente por las dificultades que conlleva vivir en una zona
de montaña, aunque desde los municipios se busca incentivar diferentes actividades que
promocionen el entorno. Esta despoblación ha incidido de forma clara en la economía y
en la sociedad de los valles; de hecho, los negocios abren o cierran en función de
demandas puntuales por parte de los clientes.
Las tradiciones comunales, la asistencia mutua y la cooperación han dejado sus huellas
culturales en la mayoría de los aspectos de la vida de estos pueblos, como por ejemplo en
las veceras, en las romerías o en las ordenanzas de montería. Aunque estos esquemas se
han ido modificando a medida que los tiempos han ido cambiando, la tradición ganadera
y pastoril ha dejado su marca en el hábitat disperso en forma de cabañas, chozos,
invernales o caseríos. A estas construcciones se añadieron los refugios de montañeros y
excursionistas, como “Collado Jermoso” o “Cabaña Verónica”. En cuanto a los núcleos
de los valles de Valdeón y Sajambre, cabe decir que son pequeños, pero no uniformes.
Como señalan Cabrero, Martínez y Redondo (1988), su distinto tamaño y la adaptación a
emplazamientos variados configura una trama que es “una excelente lección sobre la
ocupación humana de la montaña”.
Su potencial humano se vio afectado, ya desde mediados del siglo pasado, por el
proceso migratorio común a las zonas montañesas. La inclusión de los valles dentro del
Parque Nacional de Picos de Europa abrió la posibilidad de que el turismo se consolidase
como el sector económico fundamental, pero no fue del todo así; de hecho, como recoge
Cubillas (2018), algunos vecinos lo consideran como un perjuicio por las fuertes
restricciones que conlleva. Además, opinan que la administración beneficia a la vertiente
septentrional, a la cual dota de numerosos recursos turísticos, frente a la meridional.
Ahora bien, según las últimas cifras del Parque Nacional, parece que la zona leonesa ha
incrementado el número de visitantes en más del 20% desde enero de 2016, por lo que
los datos parecen apuntar a una consolidación de los valles de Valdeón y Sajambre como
zonas de referencia turística.
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5.2.2 Los núcleos de población y su Patrimonio Cultural.
El valle de Valdeón.
Posada de Valdeón es la capital del municipio y el centro turístico del valle. En esta
población destaca la iglesia de Santa Eulalia (documentada en el 1098), que posee una
pintura al fresco del siglo XVI y una pila bautismal románica del siglo XII. También es
de interés su patrimonio etnográfico, que incluye ocho hórreos, un molino rehabilitado y
la “Casa de Humo”, lugar donde se encendía una lumbre en el suelo de la única estancia
de la vivienda, consiguiendo ocupar todo el habitáculo de humo. Esta es una de las
viviendas más antiguas del Valle, contando con más de 250 años.
Prada de Valdeón tiene también un gran interés etnográfico. Aún cuenta con dieciséis
hórreos y un molino que funcionaba con el agua del río Arenal, afluente principal del
Cares. De su patrimonio cultural destaca la antigua casa con corredor o balconada datada
en 1827 que, aunque se encuentre actualmente deshabitada, se conserva en muy buen
estado. El corredor o balcón en este tipo de viviendas, además de ser un elemento
decorativo y distintivo, se utilizaba para el secado de las cosechas. También el potro de
herrar, aunque en desuso, se conserva en muy buen estado, y ejerce de testigo del pasado
ganadero de estas localidades. Los antiguos lavaderos también están presentes en Prada
de Valdeón, ubicados a ras del suelo y al descubierto, y utilizados antaño por las mujeres
para sus labores domésticas.
En Llanos de Valdeón hay once hórreos, en uno de los cuales se muestran aperos de
labranza y otros utensilios de laboreo. También contaba con un molino que desapareció
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en una riada durante 1980, al igual que otros tantos bienes materiales. Los antiguos hornos
semicirculares son otra muestra de la arquitectura popular; adosados a las viviendas, eran
imprescindibles tanto para cocinar el pan y otros alimentos, como para calentar los
hogares. Por último, se debe destacar que en Llanos de Valdeón se encontraba el
Monasterio de San Sebastián, un conjunto documentado en el año 1093 del cual no se
conserva ningún vestigio.
Caldevilla de Valdeón es otro de los pueblos del municipio que conserva el encanto
del entorno rural tradicional. Como muestra representativa encontramos la Casa del
Pueblo, lugar donde se convocaba a los vecinos a distintos actos de relevancia a través de
los toques de campana, la cual aún se conserva en dicho lugar. Se dividía en dos partes:
el toril, o cuadra para guardar el toro destinado como semental; y la junta, lugar de
reuniones. Caldevilla comparte parroquia con Soto de Valdeón, la de San Pedro, al cual
se rinde homenaje en las fiestas de verano. Dicha iglesia está compuesta por una bóveda
de crucería y un retablo renacentista. Al igual que en el resto de núcleos, en Caldevilla
pueden encontrarse seis hórreos, testigos todos ellos de la transcendencia de esta
edificación en las antiguas sociedades campesinas.
Santa Marina de Valdeón es el pueblo más alto del Valle (1.156 m de altitud) y de todo
el Parque Nacional de los Picos de Europa, por lo que presenta unas vistas únicas tanto
del Macizo Occidental como del Central. También es el núcleo más antiguo del valle de
Valdeón, siendo en la Edad Media una importante población organizada en torno al
monasterio de Santa Marina de Mades, que se había instituido como parte de una política
de repoblación en el reino de León. Este dependía del Monasterio de Sahagún de Campos.
En el pueblo pueden visitarse la iglesia de Santa Marina, los doce hórreos que posee y el
potro de herrar.
Cordiñanes de Valdeón está situado entre las localidades de Posada de Valdeón y Caín.
Desde esta localidad se puede visitar el Mirador del Tombo, la vía Ferrata de Valdeón o
el hayedo que nos compete, Canal de Asotín. El salto de agua del río Cares conllevó que
en esta localidad se instalase la antigua central eléctrica, que suministraba luz a los otros
pueblos del Valle, salvo a Caín, que contaba con su propia centralita para el
autoabastecimiento. Como patrimonio etnográfico destaca el molino comunal
recientemente restaurado o los seis hórreos que se mantienen en buen estado de
conservación.
Caín es uno de los pueblos referente del Valle de Valdeón y del propio Parque Nacional
de los Picos de Europa. Se sitúa a 480 m de altitud, y es lugar de partida de numerosas
rutas de senderismo, entre las que destaca la conocida Ruta del Cares. Los cainejos tenían
fama de ser grandes pastores y grandes escaladores. De este pueblo era precisamente el
conocido como “El Cainejo”, Gregorio Pérez Demaría, que ha pasado a la historia por la
hazaña de conquistar el Naranjo de Bulnes en 1904 como compañero de cordada de don
Pedro Pidal, Marqués de Villaviciosa. El pueblo mantiene la tipología de las
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construcciones tradicionales del resto del valle. También se puede visitar el pueblo de
Caín de Arriba, aunque actualmente no tenga ningún habitante. En Caín el visitante
encontrará la pequeña iglesia de Santo Tomás y uno de los molinos mejor conservados
del valle, protagonista de muchas fotografías por su enclave muy próximo al comienzo
de la Ruta del Cares.
El valle de Sajambre.
Oseja de Sajambre ostenta la capitalidad del valle de Sajambre. Es una localidad que
no aparece en las fuentes escritas hasta el año 999, cuando los condes leoneses de Flainez
entregan la iglesia de Santa María de Oseja y sus propiedades al monasterio de Sahagún.
Dicha iglesia, de fundación privada en origen, se ha considerado tradicionalmente como
parte de un entorno monástico; no obstante, la documentación contradice esta creencia.
La ermita de San Roque, otro de los emblemas de Oseja, se construyó hacia comienzos
del siglo XVI en un emplazamiento estratégico a las afueras del pueblo y a la orilla de un
camino. Del siglo XVIII data la Casa solariega de los Piñán, un caserón de dos pisos y
planta rectangular con vanos abocinados, cuadras, una huerta trasera y una amplia
corralada. El resto de edificios de Oseja se construyeron en los siglos XIX y XX. Destacan
la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, levantada sobra la citada iglesia
de Santa María; el edificio del Ayuntamiento; o las casas de indianos.
En Pío de Sajambre parece que se ubicaba el templo cristiano más antiguo del valle:
la iglesia de San Pelayo, hoy perdida, pero que se mantuvo en pie hasta el año 1703. En
sus inmediaciones se encuentra Cueto Songa o Pico Castiello, un lugar en la falda del
monte Niajo en el que se aprecian restos de cabañas circulares rodeadas por una cerca. Al
no existir ninguna investigación sobre dicho complejo, no se puede saber si se trata de
una construcción antigua, a modo de castro de reducidas dimensiones, o si simplemente
se trata de chozos para el encierro del ganado.
Ribota perteneció al concejo de Sajambre, como el resto de pueblos del valle, desde la
Edad Media. Cerca del núcleo poblacional, en la Llana de San Pedro, se pueden observar
ante una cascada las ruinas de la ermita de San Pedro de Orzales, de planta rectangular y
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una única nave rematada en una cabecera cuadrada que se cubría por una bóveda de
cañón. Presenta dos puertas: una de arco de medio punto y otra de arco apuntado, lo que
permite datar la construcción en el gótico inicial. En sus proximidades se han encontrado
bienes muebles, tales como piezas numismáticas, objetos suntuarios y algunas tallas
antiguas. Fue a finales del siglo XVIII cuando la iglesia de San Juan Bautista desplazó en
importancia a la de San Pedro, que pasó de iglesia a ermita.
Soto de Sajambre tiene sus primeras evidencias documentales en el siglo XI. En esta
zona se encuentran los conjuntos funerarios megalíticos de Vegabaño. Una de sus
construcciones está formada por una estructura de 5'7 m de diámetro integrada por una
masa de arenas y piedras, protegida al exterior por una coraza pétrea, que proporcionó
varios instrumentos de sílex y cuarcita, como una punta de flecha romboidal tallada con
la técnica del retoque plano invasor, procedimiento que se extendió por el norte de España
a partir del 3.000 a.C. En cuanto a la iglesia de Soto, lleva la advocación de Santa María
de las Nieves, y fue reconstruida entre 1883 y 1885. Conserva un retablo barroco, así
como la imagen de la Virgen del Populo, datada en el siglo XVII.
El pastoreo.
Como venimos comentando, Sajambre y Valdeón son dos valles que se caracterizan
por su actividad ganadera, por lo que los oficios tradicionales se vinculan a ella. Ya se ha
comentado previamente que los pastores utilizaban los períodos de estabulación para
dedicarse a la actividad maderera. En ese tiempo fabricaban aperos de labranza y otros
útiles, como yugos, arados, ruedas, forcas, rastrillos, ruecas de hilar, madreñas o cestas.
Con ellos se traficaba en Castilla y Tierra de Campos, de donde se volvía con artículos
que no se podían producir, como el vino, o no suficientemente, como el cereal. De esta
forma, se articulaba un sistema económico que, aunque fundamentado en la
autosuficiencia, se complementaba con los productos de otras comarcas vecinas (Cabrero,
Martínez y Redondo, 1988).
Por tanto, el oficio más representativo de Valdeón y Sajambre es el pastoreo. Entre los
meses de abril y octubre, el ganado, principalmente vacuno, caprino y ovino, sube a los
puertos a pastar la hierba, mientras que en los valles se siega el heno, que es guardado
para el invierno. Antaño, los pastores pasaban los meses de primavera y verano cuidando
al ganado de montaña, por lo que una forma de transformar la leche en un producto
imperecedero era elaborar queso. Hoy en día se elaboran de forma artesana en muchos
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lugares. Todavía perdura, aunque en menor medida, esta actividad tradicional: durante
los meses estivales, el pastor se traslada a las majadas de altura con sus rebaños lo que
tiene un gran valor etnográfico.
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un bien mueble: las maderas que lo componen (“traves” y “colondras”) no están clavadas,
sino que se encuentran imbricadas y machihembradas, lo que permite con facilidad su
traslado de un lugar a otro. Si bien el número de apoyos del hórreo suele ser de cuatro,
son abundantes las construcciones con seis o más, denominadas en ese caso “paneras”; el
tamaño de las paneras indica la importancia de la hacienda y, por ende, de la riqueza de
la familia a la que pertenecían.
Las majadas, por su parte, son las cabañas de los pastores de Picos de Europa. A finales
de abril, los pastores se desplazan con sus ganados a los pastos de altura. En ellos
permanecerán todo el verano, y allí se dedicarán a la elaboración de quesos a partir del
ordeño, dos veces al día, de los animales. De esta actividad tradicional se deriva la gran
variedad de quesos de los Picos. Las majadas suelen aparecer agrupadas en praderíos, y
presentan unas características comunes: son muy pequeñas, poseen una planta
rectangular, están hechas de piedra en mampostería y teja roja, apenas tienen ventanas, y
su cubierta, a un agua, se hace de piedras pesadas para evitar que sea arrastrada por el
viento. El pastor hace su vida y sus labores en las majadas, que configuran el paisaje con
los cierres mencionados en el capítulo anterior.
En la Memoria Anual del Parque Nacional de Picos de Europa (2015) se afirma que el
progresivo abandono y el deterioro de estas construcciones es un grave problema. De
hecho, menciona cómo la transformación del sistema de manejo del ganado está dando
lugar a una progresiva sustitución del ganado menor (oveja y cabra) por ganado vacuno
de carne, evolucionando el pastor tradicional a ganadero. Este cambio se achaca, en
muchas ocasiones, a la creciente presencia del lobo en el conjunto del Parque Nacional.
A tenor de esto, no podemos pasar por alto otro ejemplo bastante representativo de
arquitectura popular: el denominado Chorco de los Lobos. Antiguamente, y debido a la
abundancia de estos carnívoros en la zona y al aislamiento geográfico del territorio de
Valdeón, sobre todo en invierno, este lugar era posiblemente un importante punto de
unión para la defensa y el interés de sus habitantes. Hasta tal punto tuvo su peso en la
sociedad que se escribieron, desde sus inicios, las “Ordenanzas de Montería”, donde se
detallaba el sistema de acoso y captura de los lobos, especificando los puestos y funciones
a desempeñar por cada persona, así como las obligaciones de los vecinos para el
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mantenimiento de la empalizada y del Chorco e, incluso, del mismo monte de Corona. La
legislación más antigua que regula el funcionamiento del Chorco de Corona data del año
1610, y de ella se hizo reforma en el año 1776. La Ordenanza reflejaba que debían
participar cabezas de familia, varones, mayores de 16 años y menores de 65 o criados de
servicio y de no haberlos, irían las mujeres.
Los quesos de Picos de Europa se caracterizan por su fuerte sabor y su aspecto peculiar.
Muchos son fermentados en cuevas, y son tan variados como sus comarcas de origen:
Gamonedo de Cangas, Gamonedo de Onís, Cabrales, Picón de Tresviso, Canal de
Ciercos, Picón de Beges, Ahumado de Áliva, los Quesucos de la Liébana, Picón de
Valdeón o Quesos de Peñamellera y de los Beyos. En este informe nos interesan
especialmente el Queso Azul de Valdeón y el Queso de los Beyos, típico de Sajambre.
En cuanto a sus orígenes, hay indicios de producción de queso en Valdeón con leche
de cabra ya desde la época prerromana. En el siglo XIX, Pascual Madoz, en su
Diccionario (1845-1859), hace referencia a la producción de quesos y a la importancia
del ganado cabrío en el valle de Valdeón; es más, está documentado cómo en la segunda
mitad de dicho siglo la producción de queso en este valle era una ocupación importante.
Por aquel entonces, su maduración se llevaba a cabo en las cuevas cercanas a las majadas
y, una vez maduro, se solía envolver en hoja de plágamo para transportarlo. Esto es algo
que ha permanecido, de forma que habitualmente se comercializa recubierto por estas
hojas, otorgándole un toque tradicional a la par que llamativo.
• El Queso de Beyos.
El Queso de los Beyos también cuenta con la consideración de Indicación Geográfica
Protegida, en este caso desde el año 2013. Se produce en los municipios de Oseja de
Sajambre, Amieva y Ponga, y se caracteriza por ser un queso elaborado con leche de vaca,
de oveja o de cabra, cruda o pasteurizada, sin mezclar.
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El Queso de Los Beyos goza de un reconocido prestigio en la región asturiana y en los
municipios leoneses próximos a la zona delimitada. Toman su nombre del gran
desfiladero de Los Beyos, horadado en la roca caliza por el río Sella en su recorrido por
los municipios de Oseja de Sajambre, Ponga y Amieva, lugares en los que se produce.
Aunque numerosos documentos avalan la actividad ganadera desde tiempos remotos
como la principal forma de subsistencia en la zona, habrá que esperar hasta el siglo XVIII
para encontrar datos concretos sobre la existencia de los quesos en la misma. En ese
momento aparecerán como productos elaborados fundamentalmente para el propio
consumo, sin apenas más excedentes que los precisos para hacer frente a las rentas
señoriales y eclesiásticas, de lo que queda constancia en el Catastro del Marqués de la
Ensenada (1752), donde se describe a cuantos quesos, entre otros productos, ascienden
los derechos diezmables y primiciables que se adeudan en las diferentes parroquias de la
zona.
Las ferias: Feria de los Picos de Valdeón y Feria del Ganado de Sajambre.
Las fiestas.
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• Las Fiestas de la Virgen de Corona y otras fiestas patronales de Valdeón.
La ermita de Corona está enclavada en un monte homónimo situado a mitad de camino
entre las localidades de Cordiñanes y Caín, y alberga una Virgen policromada del siglo
XVII. Según la leyenda, en dicha ermita fue coronado rey don Pelayo.
También existe otra leyenda que afirma que, en el año 1580, el valle de Valdeón
padecía una fuerte sequía, y las gentes de este Valle le pidieron agua a la Virgen de
Corona, quien se dice se la concedió. Desde entonces, los vecinos de Valdeón juraron
celebrar su festividad; un documento de la época lo recoge así: “e según que lo hablemos
de uso e costumbre de nos juntar para hacer e ordenar las cosas pertenecientes al común…
e después de jurar por Dios e a Santa Maria e a la señal de la Cruz en la que corporalmente
pusieron sus manos derechas…".
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No se pueden dejar de citar otras fiestas populares, como son las fiestas de San Pedro
en Soto de Valdeón (31 de julio y 2 de agosto) o las de Santa Eulalia de Posada de
Valdeón, el primer fin de semana de julio.
La gastronomía.
Tanto en Sajambre como en Valdeón los productos más reconocidos son los quesos
que previamente se han mencionado, aunque dentro de los derivados de la leche la
mantequilla también cuenta con un gran prestigio. Ahora bien, existen otros muchos
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platos típicos de la vertiente meridional de los Picos de Europa, que en gran medida se
ven influidos por su cercanía al entorno asturiano.
Es muy típico el cocido valdeonés, que lleva cebolla, pimiento, laurel, un poco de
aceite de oliva, sal, patata y repollo. En cuanto a carne, se le suele añadir costilla de ternera
fresca, costilla de cerdo curado, oreja, pata, tocino, codillo, panceta, chorizo y morcilla.
El cocido valdeonés se caracteriza por la morcilla de verano; se cura como el chorizo, y
lleva pimentón en lugar de sangre. Después se pone a cocer en el horno de leña a fuego
lento.
También en estas zonas destacan las sopas de ajo, la fabada, el pote de berzas, el pitu
de caleya guisado, el guiso de cabrito o los corderos a la estaca. Tampoco se puede obviar
la importancia de la sidra. En cuanto a la repostería, hay que destacar los frisuelos
montañeses, que son una especie de tortas finas semejantes a las crêpes, realizadas a base
de leche, huevo, harina y azúcar; los sequillos, pastas caseras hechas con mantequilla,
harina y azúcar; y la torta mantecada. De los postres, se deben citar el arroz con leche y
las tartas elaboradas a base de manzana y frutos del bosque, como avellanas, nueces,
frambuesas, arándanos y fresas silvestres.
La indumentaria tradicional.
• La lucha leonesa.
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El aluche o Lucha Leonesa es un deporte autóctono tradicional, legado de una
costumbre y tradición transmitida de forma oral de generación en generación mantenida
a través de los siglos hasta nuestros días, que se ha ido adaptando a las formas y
convenciones del deporte moderno sin perder su propia esencia, convirtiéndose en una
práctica federada con competiciones regulares que forma parte de la herencia histórico-
cultural de la Comunidad de Castilla y León. Fue declarada como Bien de Interés Cultural
de carácter inmaterial por la Junta de Castilla y León en 2017.
La lucha leonesa consiste es un combate entre dos contendientes que, agarrados con
las dos manos al cinto, y mediante la utilización de estrategias conocidas como mañas,
luchan por derribar al contrincante y llevarle al suelo. Su práctica se extendió siguiendo
rutas trashumantes, y se conservó fundamentalmente en la zona nororiental de la
provincia leonesa, actualizándose a partir de los años veinte del pasado siglo con su
traslado a la capital.
• Los bolos.
Aunque el lugar que más se asocia al juego de los bolos es Asturias, la proximidad de
Sajambre y Valdeón a dicha región hace que también cobren gran importancia; de hecho,
en León existe una variante: el bolo leonés. Fueron declarados Bien de Interés Cultural
de carácter inmaterial por la Comunidad del Principado de Asturias en el año 2017.
El escritor español Pío Moa relata en su obra Viaje por la Vía de la Plata los viajes
realizados entre 1986 y 1987 para completar dicha ruta. En ellos pasó por el valle de
Valdeón y la Ruta del Cares; en este último lugar, concretamente, describe cómo estuvo
a punto de precipitarse al vacío. Se presenta a continuación un extracto de esta obra:
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En Posada de Valdeón paran muchos adictos a la montaña, alpinistas y
excursionistas. El pueblo dispone de buenas fondas, y por la mañana sirven unos
desayunos muy abundantes: pan con mantequilla, café con leche a discreción,
roscos, rosquillas y bizcochos. «Es como una boda», dice un comensal. El viajero
se atiborra, previendo una dura jornada, y sale con paso rápido y el entusiasmo de
los comienzos del día, aspirando con fruición los aires olorosos. El valle es
hermosísimo, estrecho y encajonado entre montañas de perfil golpeado. Suelo muy
verde y vegetación espesa. Casillas aquí y allá.
La excursión por la garganta del río comienza al nivel de éste, y cruza algún
puente. Luego la pista sube a unos veinte metros por encima del agua, y a su lado
corre un canal de Eléctrica del Viesgo, que, aunque discreto, quita algo de
salvajismo al cuadro. El camino está excavado en la roca en algunos tramos, y por
él pronto pasean cientos de visitantes de todas las edades, para recorrer los quince
kilómetros de desfiladero hasta Poncebos, cerca de Arenas de Cabrales, la de los
quesos azules.
También existen obras histórico-literarias que abordan la historia, las tradiciones y las
costumbres de Valdeón y Sajambre. Entre ellas podríamos destacar Valdeón: Un fragor
de vida en los Picos de Europa, de José Santos de la Iglesia Ugarte o El concejo de
Sajambre: historia, paisajes y caminos, de Guillermo Mañana Vázquez y Elena E.
Rodríguez Díaz. De esta autora, ya mencionada al hablar de la indumentaria tradicional,
también se debe destacar su blog Historia de Sajambre, mediante el cual contribuye
excelentemente a la labor de difusión de diferentes aspectos de dicho valle.
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Centros de interpretación, exposiciones o museos.
• La Transvaldeónica.
La Transvaldeónica es una carrera de montaña que tiene lugar a finales del mes de
agosto en el Valle de Valdeón. Su itinerario discurre a lo largo de 28 kilómetros en los
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que los corredores deben atravesar por senderos, sedos, canales, collados, vegas y
hayedos parte del macizo de los Urrieles del Parque Nacional de los Picos de Europa.
Durante el recorrido, los participantes deben afrontar un desnivel acumulado de 4.200
metros por un terreno duro de montaña y de gran exigencia técnica.
Asociaciones y fundaciones.
51
VI. HAYEDOS DE AYLLÓN – MONTEJO Y TEJERA NEGRA.
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• Zona de transición: el resto del territorio de sus cinco municipios, incluyendo
los núcleos rurales y zonas de huertas, prados y dehesas (públicos y privados)
en los valles (7.626 ha).
La zona en la que se encuentra Montejo también pertenece a una ZEC declarada por
la Red Natura 2000 (ES3110002 - “Cuenca del río Lozoya y Sierra Norte”) en 1999.
En cuanto a la zona del Hayedo de Montejo, según los datos del Mapa de Terrenos
Forestales realizado por el Plan Forestal de la Comunidad de Madrid en 2009, el 99% de
la superficie de la Reserva de la Biosfera Sierra del Rincón es de uso forestal. Dentro de
esa composición forestal, las formaciones vegetales más relevantes son también el roble
melojo y el pino silvestre. En cuanto al régimen de propiedad, el 70% de esa superficie
forestal es de propiedad pública, compuesta mayoritariamente por montes de utilidad
pública y montes consorciados. Muchos de estos montes pertenecen a los Ayuntamientos
de la Reserva de la Biosfera Sierra del Rincón, y su gestión corresponde a la Consejería
de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio.
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Tanto en Montejo de la Sierra como en la zona de Cantalojas y el Hayedo de Tejera
Negra tienen una vital importancia los caminos. Estamos en tierras de tradición ganadera,
por lo que la necesidad de acceder a los pastos y a las masas forestales ocasionaron la
apertura de estas sendas, algunas de las cuales se han mantenido hasta la actualidad.
Muchos de ellos, sin embargo, han caído en desuso y están en muy mal estado de
conservación por el abandono del pastoreo o por dotar de regímenes de protección a
ciertos espacios forestales, como los Hayedos. En general, en el conjunto de la zona de
amortiguamiento, destacan las carreteras secundarias, los caminos y las pistas forestales.
Dentro de los Hayedos Patrimonio de la Humanidad, únicamente encontramos, a día de
hoy, pistas forestales y caminos.
• Senda del Río: recorrido lineal que discurre paralelo al Jarama. Permite la
observación de la mayoría de los ambientes del Hayedo, y concluye en una
explanada con abundantes álamos temblones, antiguamente lugar de carboneo.
Es el itinerario de menor dificultad.
• Senda de la Ladera: coincidente en parte con el itinerario anterior, asciende
por la ladera en un tramo circular.
• Senda del mirador: atraviesa los diferentes tipos de manchas de vegetación
del Hayedo, con reveladoras panorámicas de la cuenca alta del Jarama.
Como en el resto de componentes, el pastoreo ha tenido una importancia vital en la
configuración del paisaje de la zona de los Hayedos de Ayllón. En el caso de Montejo de
la Sierra, la Cañada de las Merinas, que provenía de Tamajón, cruzaba por su término
municipal entre la ermita de Nazaret y la Dehesa de Prádena. De hecho, tal era su
importancia que, en el municipio contiguo, en Prádena del Rincón, existe un recurso
educativo a modo de área de interpretación de la actividad trashumante. Por la zona del
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Hayedo de Montejo pasaban algunas vías menores (veredas, coladas); es más, dicho
componente tenía una estructura adehesada hasta que se limitó su explotación. En cuanto
al término municipal de Cantalojas, podemos encontrar las siguientes vías pecuarias:
Colada del Camino de Galve, Cordel de Ganados, Cordel del Collado de la Venta de la
Vieja, Cordel del Río Lillas, Cordel del Río de la Zarza y la Cañada Real de Cantalojas.
El frío existente en Cantalojas, cuyos montes y pastizales se cubrían de nieve en invierno,
obligaba a los pastores a desplazarse a tierras más cálidas, como Ciudad Real. A partir de
los años 60 y 70 del siglo XX entra en crisis la trashumancia, desapareciendo muchos
rebaños. Se ha perdido la tradición de recorrer a pie las grandes distancias; ahora se
utilizan los camiones, el tren, o métodos combinados.
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recuperación de más de cien variedades tradicionales en riesgo de desaparición) y la feria
de tapas. En cualquier caso, la continuidad futura de estas producciones dependerá de la
legalización y el cumplimiento de los requisitos administrativos para mantenerlas, y de
las potenciales obras de modernización de los sistemas tradicionales de riego, incluyendo
la renovación e instalación de elementos de captación y medida de caudales, y la mejora
de la distribución de agua por regueras.
De la citada Reserva de Caza del Sonsaz cabe destacar que, hasta 2011, abarcaba
diversos términos municipales: Campillo de Ranas, El Cardoso, Cantalojas, Galve, La
Huerce, Majaelrayo, Tamajón, Valdepeñas de la Sierra, Tortuero y Valverde de los
Arroyos en Castilla-La Mancha; y El Atazar, Berzosa del Lozoya, La Hiruela, Montejo
de la Sierra, Paredes de Buitrago, Prádena del Rincón, Puebla de la Sierra y Sierra del
Monte en la Comunidad de Madrid. No obstante, tras la declaración del Parque Natural
de la Sierra Norte de Guadalajara en 2011, inicia un proceso de desafectación. Por ello,
actualmente, la Reserva Nacional de Caza de Sonsaz solo comprende 11.276 ha,
pertenecientes a la Comunidad de Madrid. La gestión de este espacio corresponde a la
Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio.
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hectáreas aportan al conjunto, la zona de amortiguamiento también engloba partes de
Riofrío de Riaza (Castilla y León) y de Majaelrayo (Castilla-La Mancha).
En líneas generales, se puede afirmar que los municipios de la Sierra de Ayllón, donde
se encuentran el Hayedo de Tejera Negra y el Hayedo de Montejo, son de pequeño tamaño
y tienen un bajo número de habitantes. La población se reparte de un modo heterogéneo,
aunque se puede establecer como rasgo común que su estructura por edades presenta un
claro proceso de envejecimiento, y que la población juvenil es insuficiente para cumplir
con un reemplazo generacional. Además, es una sociedad eminentemente agraria, con
una importancia mucho menor de los otros dos sectores económicos, aunque es cierto que
el sector servicios se está viendo impulsado por el auge de la actividad turística en la zona.
En primer lugar, se debe hacer hincapié en el despoblamiento de las zonas rurales. Nos
encontramos en una de las zonas más despobladas de España, hecho propiciado por su
distancia a las grandes urbes y a los servicios que estas ofrecen, la complicada orografía
y las inclemencias climatológicas. La población joven de estas zonas tendió a emigrar a
las ciudades, y los pocos jóvenes que quedan actualmente lo siguen haciendo por motivos
laborales o académicos. Por tanto, estamos ante unos municipios que se caracterizan por
la baja densidad poblacional, cuyos habitantes son, en su mayoría, personas de la tercera
edad. La población activa de estas zonas se dedica principalmente al sector primario, y
preferentemente a la ganadería, como hemos comentado anteriormente. No obstante,
están creciendo considerablemente las personas que se dedican al sector servicios por el
auge del turismo rural.
En general, los valores naturales de estos lugares y la poca incidencia del factor
humano han contribuido a que estos espacios alejados de las grandes metrópolis atraigan
a numerosos visitantes. Además, las declaraciones administrativas, tales como la de
Parque Natural en el caso de la Sierra Norte, o la de Reserva de la Biosfera, en el caso de
la Sierra del Rincón, ejercen de un excepcional medio de difusión. La protección
conferida a estos lugares ha propiciado que su explotación sea muy limitada; de hecho,
desde mediados del siglo pasado, ni Tejera Negra ni Montejo han sido explotados
ganadera o forestalmente. Los únicos usos que tienen en la actualidad son de carácter
científico y turístico, de forma que los citados valores naturales pueden contemplarse en
su máximo esplendor. A ello se suma el peculiar paisaje que les rodea y que se ha
comentado previamente: grandes extensiones de pastos atravesadas por simples caminos,
que son un vestigio de las actividades tradicionales.
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Evolución de la población de Cantalojas y Montejo de la Sierra. Fuente: Instituto Nacional de
Estadística (INE).
Cantalojas.
Como describen los citados autores, los pueblos de la arquitectura negra de pizarra
presentan materiales, elementos y sistemas muy homogéneos, reflejo de la identidad
común de su arquitectura. Los muros son de mampostería de pizarra, las cubiertas de lajas
del mismo material y las carpinterías, de reducidas dimensiones, de madera de roble o de
encina. Este empleo de la pizarra tanto en paramentos verticales como para las cubiertas,
unido a la propia configuración exterior de las casas, son los rasgos que mejor identifican
esta arquitectura negra y la definen como una construcción de economía primaria que se
integra totalmente con el medio en el que se desarrolla.
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en anchas calles y plazas, y casonas de sillar con decoraciones de blasones. Se sitúa en
los límites de la provincia de Guadalajara; de hecho, perteneció durante varios siglos a la
provincia de Segovia. Cuenta con 75 hogares según el Censo de Población de 2011, y su
importancia turística se debe, en gran medida, a la presencia del Hayedo de Tejera Negra
dentro de su límite municipal.
Tal y como indican Pedro Vacas y Mercedes Vacas (2009), debido a su situación y a
la distribución de los pueblos prerromanos habitualmente aceptada, el territorio debió
estar ocupado por celtíberos. Tras la toma cristiana de la zona, Cantalojas pasó a formar
parte del común de Villa y Tierra de Ayllón, permaneciendo en él, y en el señorío de sus
sucesivos dueños, hasta épocas recientes, al igual que Campillo de Ranas, Majaelrayo y
Villacadima. Dicha comunidad estaba integrada en la provincia de Segovia hasta la
reforma provincial de 1833, cuando el sexmo de la transierra (Cantalojas y otros pueblos)
fue incorporado a la provincia de Guadalajara. Además, cabe destacar que, en El Castillar,
un lugar cercano al pueblo, se encuentran los restos de un castillo atribuido a la época
andalusí.
El Cardoso de la Sierra.
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Aunque El Cardoso de la Sierra no cuenta en su término municipal con ninguno de los
componentes declarados, sí que está recogido en el informe de declaración de la
UNESCO como el municipio que más hectáreas aporta a la zona de amortiguamiento; por
ello, se ha considerado de interés incluirlo en el presente informe. Cuenta con 40 hogares
según el Censo de Población de 2011
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tradicionales hechas de madera, forradas de piedra y donde se utiliza el adobe,
característico de la vecina Guadalajara.
La vivienda tradicional suele tener una o dos plantas. En este último caso, en la planta
de arriba, se encuentran los dormitorios y una cámara que se destinaba al almacenaje de
la cosecha anual de cereales y de algunos útiles de labranza. En la planta baja se sitúan el
portal, la sala, el hogar o cocina y la cuadra. El núcleo de la vivienda se articula en torno
a la cocina, oscura, pues sólo recibía luz por la chimenea, en la que se encontraba una
despensa y un horno de grandes dimensiones. El horno, en algunos casos, sobresale de la
edificación como una especie de ábside adosado a la casa, y lleva una cubierta
independiente muy típica de la zona (a modo de tejadillo a dos aguas); de hecho, en
Montejo, puede observarse algún caso de horno colgado en un primer piso. En la parte
posterior de la vivienda, con salida a un patio posterior, solía estar la cochiquera.
Yendo ya al caso concreto de Montejo de la Sierra, localidad con 125 hogares según
el Censo de Población de 2011, no se conocen con exactitud sus orígenes, ya que no existe
ninguna documentación anterior al siglo XIV en la que se haga referencia a él. Sin
embargo, se cree que fue fundado por pastores llegados de Buitrago o Sepúlveda en torno
al siglo XI.
Desde el siglo XIV hasta el XIX la aldea formó parte del señorío de la villa de
Buitrago, habiendo pertenecido antes, no se sabe por cuánto tiempo, a la villa de
Sepúlveda; finalmente, adquiriría la categoría de villa en 1490. Cuando en 1833 se hace
la actual división por provincias, Montejo pasará a formar parte de Madrid. Actualmente,
y tras grandes dificultades para modernizar la localidad a lo largo del siglo XX, Montejo
de la Sierra aúna los elementos de la vida moderna con el disfrute de paisajes y formas
de vida tradicionales.
La iglesia de San Pedro en Cátedra de Antioquía está datada en torno al siglo XV. Es
un templo de una sola nave a la que en la Edad Moderna se le añadieron otros dos cuerpos:
una nave lateral al norte y un cuerpo lateral al sur que ejerce de atrio. Todo esto configura
la sección cuadrangular de su planta. En el interior destacan su techumbre de artesonado
mudéjar con mocárabes y el retablo mayor de estilo barroco recubierto con pan de oro.
También son reseñable la Virgen de Nazaret, una talla románica esculpida a finales del
siglo XII o principios del XIII; las pinturas renacentistas de la cubierta; los retablos de la
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nave norte; y el tesoro de la iglesia, que contiene obras de orfebrería de los siglos XVI y
XVII. Al exterior, destacan el atrio de arcos de medio punto y la espadaña del siglo XVII.
Por último, se debe mencionar que en su reciente restauración (2008-2011) se ha hallado
una necrópolis subterránea.
De hecho, la explotación directa de estos bosques cesó en torno a los años 60 y 70 del
siglo XX. López Santalla, Pardo Navarro, Alonso Náger y Gil Sánchez (2003) explican
cómo, en el Hayedo de Montejo, el aprovechamiento de las leñas secas de roble y haya
cesó hacia mediados del siglo XX. En el mes de septiembre se acudía a por la leña
procedente de las grandes ramas que habían sido tiradas por el viento o se cortaban las
ramas secas que aún se mantenían en el árbol. Las leñas más gruesas se empleaban para
la producción del carbón, mientras que las finas se destinaban a combustible para los
hogares. Sin embargo, actualmente, son espacios protegidos que no tienen ningún tipo de
explotación, más allá del uso turístico, recreativo e investigador.
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Ahora bien, aunque estos oficios tradicionales se hayan perdido, han dejado una clara
huella tanto en el entorno natural como en los núcleos urbanos. Ya se han citado algunos
ejemplos en el epígrafe anterior: edificaciones de mampostería poco labrada para guardar
el ganado, almacenar aperos o como refugio de pastores; los molinos harineros; los potros
de herrar; o las fraguas.
Aunque la ganadería haya tenido mucha más importancia que la agricultura en estas
zonas, no podemos obviar la tradicional existencia de cultivos. Algunas herramientas
relacionadas eran los trillos, las fanegas, los veranos, las zoquetas, las hoces, los botijos
o las yuntas.
Además, en todos los pueblos rurales, por pequeños que fueran, había una fragua
donde los campesinos reparaban todos los utensilios relacionados con las labores
agrícolas: herrajes, ruedas de carros, herraduras, rejas, etc. La fragua era propiedad del
Ayuntamiento, y el oficio de herrero se asignaba a aquel que tuviese más habilidad. Tenía
un horno de carbón vegetal, con su fuelle de badana que mantenía vivo el fuego
calentando hierros; los yunques de hierros donde se realizaba el forjado; y el martillo.
De gran importancia eran también los molinos, los hornos – con toda su artesanía
relacionada–, los utensilios relacionados con la harina y con la realización del pan
(escriños, artesas, varas, cedazos), los instrumentos de cocina (almireces, ollas, calderas),
o las cardas y los husos, relacionados con los oficios de la lana.
El pastoreo.
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de las ganaderías de montaña. De hecho, el Catastro de Ensenada recoge ya esta utilidad
en el siglo XVIII, al indicar que "es un monte que no se corta por lo impracticable de su
terreno y ser lo más de Ayas y Acebos, que sirve en invierno para pastos". Además, servía
de cobijo para el ganado en los veranos más calurosos.
La recogida de las hojas de acebo era otra práctica tradicional documentada, como
recogen los autores citados, por Madariaga en 1909, quien afirmaba: “Abunda mucho
entre las hayas el acebo, que es objeto de aprovechamiento para ramón, (...) en codicioso
desmoche”. La distribución actual de los acebos indica esta práctica. Antiguamente su
madera era muy apreciada para construcción, y aunque en 1951 se prohibió su tala, era
muy común la recogida furtiva.
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En lo relativo al ganado ovino, el régimen de pastoreo llevado a cabo era el siguiente:
durante la invernada, del 1 de noviembre al 25 de marzo, se practica un régimen de
pastoreo a corta distancia; solo se aprovechan algunos pastos próximos al pueblo. El careo
solo se hace unas horas al día, las que corresponden a la mayor temperatura, desde las 10
de la mañana hasta antes de la puesta del sol. La escasez de pastos en las proximidades
del núcleo urbano obliga a sacar al ganado fuera de las tenadas del pueblo a las de la
sierra, donde duermen desde el 25 de marzo hasta el 29 de junio. A partir de San Pedro
(29 de junio) ya salen a dormir a la sierra. Este tipo de trashumancia local se practicaba
únicamente dentro de los límites municipales. Aunque los pastos eran propiedad, bien del
municipio, bien del común de los vecinos, se debía satisfacer un pago por su uso en
relación con el número de cabezas que poseyera cada vecino, que se hacía el día de San
Pedro (Vacas y Vacas, 2009)
Especial mención merecen las zonas influenciadas por la arquitectura negra. Las
construcciones agropecuarias están, en gran medida, levantadas en pizarra. De hecho, en
el entorno del Hayedo de Tejera Negra es común observar tanto puentes como tinados
realizados en este material.
La carbonería.
También tienen gran importancia en esta zona las actividades carboneras, aunque más
concretamente en Cantalojas. El carbón lo obtenían por el método clásico del horno de
tierra, aunque proporcionase un material de inferior calidad. Pedro Vacas y Mercedes
Vacas (2009) describen su elaboración de la siguiente forma:
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procedía a cubrirlo con una capa de paja para impedir que la tierra externa se colase entre
los palos y se aterrara la carbonera. El hecho de cubrirla con tierra tenía como fin impedir
la combustión libre. Para evitarla, se abrían diferentes agujeros, controlando el proceso
de combustión incompleto, pues la madera debía cocer y no arder. Este proceso duraba
unos 25 días. Una vez cocida la leña, se dejaba enfriar durante algunos días, y se procedía
a la saca del carbón, separando la tierra de la madera carbonizada, la leña mal cocida, el
cisco y la carbonilla.
La gran despoblación que han sufrido las zonas rurales de la sierra de Ayllón nos puede
inducir a pensar que gran parte de sus tradiciones, de sus bienes inmateriales, se hayan
podido perder. Sin embargo, aún se pueden encontrar ciertas manifestaciones, algunas
recuperadas, como los “mayos” en Montejo de la Sierra, y otras que han permanecido
durante décadas, como la feria ganadera de Cantalojas.
La Feria del Ganado de Cantalojas se celebra entre los días 12 y 14 de octubre, con
motivo de la festividad de la Virgen del Pilar. Es organizada por la Cámara Agraria Local,
con el patrocinio de la Diputación Provincial. Datada en 1948, llegó a su máximo
esplendor en los años setenta y, desde entonces, sufrió un importante declive. Gracias al
apoyo de la Diputación de Guadalajara volvió a recuperar su importancia hasta la
actualidad, convirtiéndose en una cita obligada para diferentes ganaderos del entorno.
Se sabe que en sus orígenes esta Feria del Ganado era un gran acontecimiento al que
acudía gente de la comarca y de otras provincias, como Soria, Segovia, Burgos, e incluso
Santander. Aunque su importancia comercial ha disminuido, sigue existiendo
compraventa al estilo tradicional. La diferencia radica en que, actualmente, los
intercambios se vienen produciendo durante todo el año, mientras que antaño era la
oportunidad idónea para llegar a diferentes acuerdos.
Por tanto, actualmente, más que una feria de compraventa de reses, la feria se ha
convertido en un acontecimiento festivo, multitudinario, que se dedica principalmente a
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la exposición de ejemplares en las praderas de la Dehesilla, y a la recepción de premios
patrocinados por la Diputación para los ganaderos que han presentado lo mejor de su
cabaña, a lo que siguen diversos números festivos, sin que pueda faltar el clásico
mercadillo popular, donde se ofrece a los feriantes en los distintos puestos productos de
artesanía, de repostería comarcal, o manufacturas difíciles de encontrar en otros tipos de
mercados.
Las fiestas.
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vital importancia el esfuerzo del Ayuntamiento de Cantalojas y de la Asociación Cultural
Hayedo de Tejera Negra.
El miércoles de ceniza, en una gran hoguera, los niños entierran las sardinas que han
hecho con cartones y pintura, y se lleva a cabo una barbacoa con sardinas y pan.
Allí se celebra una misa y se subastan las varas y ramos que adornan las andas de la
Virgen. Después, los asistentes se reúnen en grupos para llevar a cabo una comida
campestre, en medio de bailes y cánticos, hasta bien entrada la tarde, cuando es momento
de retornar al pueblo.
Los rituales relacionados con la Semana Santa daban comienzo con la propia
Cuaresma. Cada domingo, al terminar la misa, la mayordoma, la menordoma y las mozas
salían a pedir por las casas para las flores, las velas, el Jueves Santo, o para decorar el
monumento, es decir, el altar donde se conserva la hostia consagrada desde el Jueves
Santo hasta el Viernes Santo. El Domingo de Ramos se pedía para el Jueves Santo y para
el hornazo. Todo lo conseguido se llevaba a la casa de la mayordoma, donde se hacía el
sorteo de mayordomas para el siguiente año. Tanto ella como la menordoma eran las dos
jóvenes encargadas de llevar las cuentas de lo recaudado y de preparar todo en la iglesia.
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El Jueves Santo, tras los oficios y con el monumento preparado, se lleva al Cristo y se
hacen turnos para velarlo. Será el Viernes Santo cuando se retire el manto de la Virgen y
quede a descubierto el Cristo que lleva en los brazos. Con las dos imágenes se vuelve a
llevar a la Virgen a la ermita, cantando el Vía Crucis, y después se devuelve al crucificado
a la iglesia.
El Sábado de Gloria los guitarreros iban a rondar por las casas, donde les daban tanto
chorizos y huevos, para el hornazo, como dinero. Se llevaban a casa de la mayordoma, y
con lo recaudado se compraba el vino. Después se celebraba la misa, se volteaban las
campanas al cantar el “Gloria”, y se quitaban las cortinas moradas que cubrían a algunos
santos. Además, se bendecía el agua para bautizar durante todo el año, y cada persona
podía llevar una botella para tener agua bendita en sus casas. El Lunes de Pascua se
celebraba el hornazo en las Eras de Abajo. Los montejanos subían engalanados con los
trajes típicos, y allí se bailaba, se cantaba y se comían las viandas preparadas durante los
días anteriores.
Lo que sí se sigue celebrando es la quema del Judas, una tradición bastante extendida
por la geografía peninsular. Consiste en la elaboración de un pelele hecho con sacos y
relleno de paja que representa al apóstol Judas. Este es quemado en la hoguera que se
prende en la plaza de la fuente de los tres caños. La celebración ha adquirido matices
paganos: son los mozos quienes construyen el muñeco y preparan la hoguera en un
ambiente festivo. Después de los actos religiosos del Sábado Santo, los vecinos se
congregan en torno a la hoguera a expensas de la llegada del Judas, mientras que los niños
queman otros peleles pequeños. Además, se da a los asistentes limonada y bizcochos.
Tras la quema, se continúa la fiesta en la asociación juvenil con música.
Los mayos tienen la obligación de “retamar” a sus mayas al menos tres veces antes del
día de San Juan, es decir, coger ramas de retama y custodiarlas para trepar después a los
balcones de sus mayas y adornarlos con esas flores. Los mayos que hayan cumplido con
su deber recibirán de su maya una cesta de rosquillas el día del Cordero, cuando se celebra
el comienzo del verano con una comida campestre en el arroyo de la Mata. En la lumbre
se cocinan los corderos y otras viandas que se habían preparado con antelación y que se
habían comprado con el dinero proveniente del cobro de “la costumbre”, es decir, una
aportación voluntaria que hacían los novios (ajenos a Montejo) de las mayas de la
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localidad. El alcalde de mozos era el que cobraba la “costumbre”, que solía ser un cordero
o una arroba de vino; y, si alguno se negaba, se le solía lanzar al pilón. Pasado el trámite,
el novio firmaba en el libro de los mayos y tenía la consideración de mozo del pueblo.
La gastronomía.
La indumentaria tradicional.
En estas zonas serranas del norte de Guadalajara y Madrid, el traje festivo que más
arraigo tiene es el típico castellano. No obstante, cabe destacar que no se puede establecer
un patrón único, ya que cada ámbito geográfico, e incluso cada municipio, tenía sus
propias particularidades. Es más, se debe señalar que esto es muestra de un ideario
folclórico en cierto modo artificial y tendente a la homogeneización. La realidad en
cuanto a vestimenta en estos pueblos en la etapa contemporánea era mucho más simple.
Las mujeres vestían sencillos vestidos negros, ya que solían empalmar los lutos y, de
hecho, era común que se casasen vestidas de dicho color. En cuanto a los hombres, lo más
normal es que llevasen un atuendo pastoril típico: boina, chaleco, albarcas, chaqueta y
pantalón de pana negra.
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la geografía española, pudiendo presentarse de manera instrumental o uniendo música y
copla. Así, se localiza hoy en las Comunidades Autónomas de Cantabria, Asturias,
Valencia, Andalucía, Canarias, Extremadura, Murcia, Galicia, Castilla y León, Aragón,
Navarra y La Rioja. En cada uno de estos territorios, la jota adopta unos rasgos distintivos
concretos que ofrecen, dentro de un tronco común, una gran diversidad y riqueza cultural,
tanto en el ámbito musical como en el literario.
Del mismo modo, existen diferentes obras histórico-literarias que abordan la historia,
las tradiciones, y las costumbres, tanto de los municipios donde se encuentran los
hayedos, como de los hayedos en sí mismos. Entre ellas podríamos destacar Cantalojas,
canto a voces, de Pedro Vacas Moreno y Mercedes Vacas Gómez; Cantalojas: Tierra de
Fronteras de Tomás Gismera Velasco; El Hayedo de Montejo: dos naturalistas por el
bosque de Antonio López Lillo; El Hayedo de Montejo: pasado y presente, de Pardos
Carrión, Pardo Navarro, Gil Sánchez y Aranda García; o Montejo de la Sierra, de Matías
Fernández García.
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Centros de interpretación, exposiciones o museos.
También en el caso de Montejo se ofrecen visitas guiadas gratuitas durante todo el año,
siempre y cuando las condiciones climatológicas lo permitan. Esto se debe a que la única
forma de entrar a este hayedo es con un guía. Existen varios tipos de entrada, tanto
individuales como para grupos.
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La propia página web de la Reserva plantea itinerarios culturales por la Sierra del
Rincón en función del tiempo que se pueda invertir. Si solo se puede dedicar un fin de
semana, se recomienda visitar las muestras más representativas del patrimonio
arquitectónico y religioso: la iglesia de la Purísima Concepción de La Puebla, la de San
Miguel Arcángel en La Hiruela, la de San Pedro en Cátedra de Antioquía de Montejo, la
de San Nicolás de Bari en Horcajuelo, y la de Santo Domingo de Silos en Prádena.
Si, por el contrario, se puede disponer de una semana entera, lo más recomendable si
se quiere conocer la Sierra del Rincón en profundidad, se puede visitar todo el patrimonio,
tanto monumental y etnográfico como natural, que albergan sus pueblos.
Asociaciones y fundaciones.
Ahora bien, existen otras asociaciones en estos municipios que agrupan diferentes
colectivos o que tienen fines muy diversos: La “Asociación de Mujeres de El Cardoso de
la Sierra”; la Asociación vecinal “Agua Buena” de Montejo de la Sierra; o la “Asociación
de Cazadores Monte-Haya”, también de Montejo.
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de Txamantxoia y la ladera suroeste de Lapakiza es considerada por diferentes autores e
investigadores como un bosque virgen e impenetrable, aunque es algo difícilmente
demostrable; lo que sí se puede afirmar con rotundidad es que existe una zona de unas
175 ha que presenta todas las características y sintomatología de no haber sido explotada
forestalmente, al menos, durante los últimos siglos. El hayedo forma parte de la Red
Natura 2000, concretamente de la ZEC Larra-Aztaparreta (ES0000123) y, dentro de esa
protección, Aztaparreta es a su vez Reserva Integral y Zona de Especial Protección para
las Aves (ZEPA). Desde el año 2017 goza de la declaración de Patrimonio de la
Humanidad.
Dentro de lo que es la Comunidad Foral de Navarra, la zona alta del Pirineo (donde
están ubicados estos componentes) se nos perfila como un ecosistema de gran valor
natural y medioambiental. Son varias las especies faunísticas existentes en Navarra
catalogadas en peligro de extinción, y la mayoría de ellas se encuentran en este entorno
del Pirineo navarro. Hablamos de especies como el oso pardo, el rebeco, el
quebrantahuesos, la perdiz nival, el urogallo, el pito negro, el pico dorsiblanco, el tritón
pirenaico, la culebra lisa europea, el roquero rojo, el sarrio, diferentes ranas, y
determinadas especies de lechuzas. Además, cabe destacar que esta zona pirenaica
occidental ejerce de ecosistema de arranque de las citadas especies.
Quizás el ejemplo faunístico más destacado sea el del oso pardo (Ursus arctos), un
animal cuya existencia en estos montes ha ido decreciendo a causa de factores antrópicos.
Su presencia es un medidor excelente del estado medioambiental del entorno, ya que
garantiza la buena salud del medio en el que vive. Por tanto, el hecho de encontrar
ejemplares de oso pardo en Aztaparreta y Lizardoia nos indica el carácter valioso de este
bosque.
Al igual que pasa con algunas especies animales, Larra y su entorno, incluyendo
Aztaparreta, delimitan la distribución occidental del pino negro (Pinus uncinata).
Estamos ante una especie vegetal que data de la era Terciaria. Crecen de forma dispersa,
naciendo de la propia roca, incluso en paredes verticales. Precisamente, ese crecimiento
disperso es lo que genera en este entorno un paisaje muy característico y singular. Para
hallar el bosque de pino negro es necesario ascender entre 1.400 y 1.700 m, altitud en la
cual el hayedo-abetal va dando paso a esta singular especie.
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Los valles objeto de estudio se han caracterizado durante siglos por la preponderancia
de la ganadería ovina. Actualmente, tras la cabaña ovina y caprina, serían primero la
vacuna, y después la caballar, las que más importancia tendrían en la actividad ganadera
del entorno. Se estima que en el valle del Roncal hay en torno a 26.000 cabezas de ganado
menor, y 1.350 de vacuno y equino. En cuanto a la cabaña caballar, ha sido criada
tradicionalmente para producir animales de tiro o carga, pero en la actualidad el empleo
del caballo para estas funciones prácticamente ha desaparecido, por lo que su cría se
destina a la producción de carne de potro. Entre las razas presentes, destacan las razas
autóctonas por su especial relevancia en la zona y el interés por su conservación. En 2014,
en el conjunto de la comarca pirenaica – que incluye al valle del Roncal y al de Salazar,
además de otros valles con características ganaderas similares – había 3.720 cabezas de
equino.
En el valle del Roncal, entre los meses de mayo y septiembre, cientos de miles de
cabezas ocupaban sus montes. La razón de esta abundancia de ganado ovino la podemos
encontrar en la combinación de la actividad lanera y el derecho que tenían los roncaleses
– y los salacencos – a usar durante el invierno los pastos de las Bardenas Reales, en el sur
de Navarra. Durante siglos, los habitantes del valle del Roncal han exportado lana a todo
el mundo; de hecho, hallamos evidencias de comerciantes roncaleses en Cádiz, Francia,
Australia o Estados Unidos. Hoy en día, la lana ha perdido su importancia como tejido,
por lo que también ha disminuido su valor económico y ha provocado que la cabaña ovina
se utilice principalmente para el consumo de carne. Esto conlleva la gran reducción de
cabezas de ganado ovino que se ha dado en los últimos tiempos.
Las bordas son otros de los elementos que configuran el paisaje del entorno de
Aztaparreta y Lizardoia. De gran valor etnográfico, la normativa actual solo permite su
construcción si el propietario acredita la existencia de una previa ahora desaparecida. Son
75
edificaciones de uso agropastoril de planta rectangular, levantadas con piedras labradas y
cantos rodados, y culminadas con portones de madera. La planta baja, salvo un pequeño
espacio dedicado a cocina de fuego bajo, suele ser totalmente diáfana, sin tabiques, y con
un aska (pesebre para el ganado caballar o vacuno) de roble o comedero bajo, de madera
de pino, para suministrar forraje al ganado. Mediante unas escaleras de madera se accede
al sabaiao, una estancia igualmente diáfana diseñada para el almacenamiento de la hierba
y de la paja. Ahí, uno de los laterales carece de las tablas del suelo, de forma que se puede
arrojar directamente el forraje al aska. También es habitual que en el exterior del portón
se fijasen, sobre todo hace décadas y siglos, ramas de ispelko (boj rizado) bendecidas el
Domingo de Ramos, o pequeñas cruces hechas con ramas, a modo de amuletos
protectores.
El hayedo navarro de Aztaparreta está ubicado en el Valle del Roncal, y dentro de los
siete pueblos que configuran el valle, se sitúa dentro del municipio de la villa de Isaba.
Esta localidad tiene un término municipal de grandes dimensiones que colinda con
Francia y con Aragón, y dentro de él están los montes más altos de la Comunidad Foral
de Navarra.
Isaba tiene dentro de su término algunos pequeños valles; el más importante de ellos
es el de Belagua, único valle glaciar en Navarra que está situado a unos 10 km del centro
municipal. Se forma por una amplia llanura rodeada de montañas, superiores todas ellas
a los 2.000 m de altitud. Es en un extremo de ese valle, después de rebasar el paraje
denominado “La Mata de Haya”, en la ladera del Txamantxoia, donde se encuentra
Aztaparreta; por tanto, Belagua es el entorno humanizado más cercano al hayedo. Este
valle es recorrido por una pequeña carretera local que, desde los años sesenta del pasado
siglo, une Isaba con Arette en el Valle de Baretous (Francia).
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remolques. También la vida cotidiana se llevaba a cabo conjuntamente, ya que asistían en
grupo a los ritos espirituales de la ermita de Arrako o comían juntos.
De los propio bosques y valles sacaban el alimento los habitantes del valle del Belagua.
Para cocinar se hacía fuego en el suelo de la borda, y para alimentar ese fuego se llevaban
ramas y leña del bosque, contribuyendo así a su limpieza. Para conservar los alimentos,
se hacían agujeros junto a las bordas que se llenaban de nieve del puerto, a semejanza de
las antiguas neveras medievales: allí se guardaba la comida y la bebida, debidamente
tapada.
En primavera eran los maderistas los que trabajaban, batiendo troncos para después
almadiar sobre ellos río abajo, como posteriormente se explicará. También era el
momento en el que llegaban los rebaños de ovejas y cabras tras haber pasado el invierno
en las Bardenas Reales. En este sentido, cabe recordar que los pastores roncaleses, desde
el siglo IX, tienen el derecho de usar esos pastos invernales de la Ribera de Navarra y
que, desde el 1705, son sus copropietarios. Desde el valle del Roncal hasta las Bardenas
Reales hay unos 100 km, y el camino que los une es la denominada Cañada Real de los
Roncaleses.
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conseguido amortiguar la despoblación en el conjunto de los valles. También cabe
destacar que en Ochagavía existe un pequeño polígono industrial: Mancholanda. En él se
encuentran algunas empresas de desarrollo local, destinada al trabajo de la madera o a la
construcción.
Isaba.
Isaba es el pueblo más septentrional de los siete que componen el Valle de Roncal.
Bañado por el río Esca, destaca por un caserío formado por diferentes barrios que acogen
a 220 hogares, y en donde se pueden observar construcciones de madera y piedra con
estrechas y empedradas callejuelas, entre las cuales destaca la iglesia de San Cipriano.
También es notable la Casa de la Memoria, un museo que recoge las costumbres y
tradiciones roncalesas con una museografía moderna. Como se ha mencionado, al norte
del municipio se encuentra el valle de Belagua, en el que se pueden encontrar numerosos
restos megalíticos como el dolmen de Sakulo y el de Arrako. En la zona limítrofe con
Francia se encuentra Larra, con un paisaje kárstiko cubierto por los ya citados pinos
negros y con una riqueza faunística caracterizada por la existencia de diversas especies
en peligro de extinción. Además, allí se encuentran tanto los montes más altos de Navarra
(Mesa de los Tres Reyes) como las cavidades más profundas (Sima de San Martín).
La iglesia de San Cipriano está situada en el centro del pueblo y es una construcción
fortificada del siglo XVI, levantada sobre otra previa del siglo XIII que fue quemada por
los franceses en el XV. Se compone de una nave con bóveda de estilo gótico. El retablo
mayor, renacentista, presenta cuatro cuerpos con una minuciosa decoración plateresca y
escenas de la Pasión o de la vida de Jesús y de la Virgen. También cuenta con un órgano
barroco del siglo XVIII, compuesto por más de 1.000 tubos. En el coro hay una sillería
barroca del siglo XVIII tallada con escenas de la vida rural roncalesa.
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Existen otras dos ermitas destacadas en el entorno de Isaba: la de Belén, una pequeña
capilla dieciochesca situada a 5 minutos del pueblo siguiendo el camino que va a
Belabarce; y la de Arrako, que se erige en el llano de Belagua junto al dolmen del mismo
nombre.
En cuanto a arquitectura civil, destacan la casa consistorial del siglo XIX, los puentes
románicos que conducen a Belagua, los escudos de las fuentes y de las fachadas de las
casas, las viviendas típicas roncalesas o las bordas.
Ochagavía.
Ochagavía limita al norte con el monte Irati, al este con Izalzu y el terreno de la facería
Izalzu-Ochagavía, al sur con Ezcároz y al oeste con Jaurrieta. El municipio lo forman el
caserío Idaibea y la propia villa de Ochagavía. Únicamente la parte sur más baja puede
calificarse bioclimáticamente como submediterránea en este municipio de características
atlántico-montanas, donde se producen acusados contrastes de temperaturas y
precipitaciones entre las laderas de solana y umbría, y entre las crestas y el fondo del
valle.
En su término se sitúa parte del sector dolménico de Abodi, por lo que se puede
constatar un poblamiento prehistórico. Ya en el siglo XI consta en documentos escritos
como “Osxagauia” y “Oxssagauia”. Ochagavía fue siempre el núcleo de población más
importante del valle, circunstancia que la convirtió en una especie de capital. Cuando en
el siglo XIV nacieron los tres quiñones, Ochagavía formó el tercero. Su importancia
demográfica y económica queda reflejada en la proporcionalidad de los representantes de
los pueblos en la Junta. A final del siglo XVIII, la villa sufrió en primera instancia la
guerra de la Convención (1793-1795), produciendo una devastación que se repitió,
aunque en menor escala, durante la Guerra de la Independencia (1808-1814).
La basílica de Nuestra Señora de Muskilda fue edificada a finales del siglo XII. Cuenta
con la imagen de la Virgen de Muskilda, de estilo gótico, y sedente sobre una banqueta
sin respaldo. La villa es dueña y propietaria de los terrenos y edificios de Muskilda.
Entre los pastores de épocas antiguas y los de la segunda mitad del siglo XX apenas
hay diferencias en cuanto a la práctica de su oficio se refiere. Aquellos y estos vestían con
pieles; usaban zurrón de piel; hacían queso precipitando el calentamiento de la leche con
el suarri, es decir, una piedra que ponían a calentar en el fuego y que, cuando estaba
rusiente, introducían dentro de la leche para lograr mucho antes que alcanzase la
temperatura que tenía en el interior de la ubre de la oveja, 36º C; hacían desplazamientos
trashumantes; e, incluso, la lengua arcaica y preindoeuropea de este lugar no debía ser
muy diferente a la que se empleaba milenios atrás.
Hoy el pastoreo tradicional, desde hace unas décadas, está ya extinguido. Es cierto que
todavía queda algún pastor que baja por la Cañada Real de los Roncaleses hasta las
Bardenas Reales con su rebaño a pasar el invierno, pero en un grado mucho menor. Por
otro lado, cabe destacar que en estas zonas el oso pardo ha convivido durante largo tiempo
con el pastor, ocasionando que la práctica del pastoreo desde un punto de vista etnológico
y antropológico tuviese unos rasgos diferenciales respecto al pastoreo de cualquier otra
latitud peninsular.
La artesanía pastoril.
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• Cucharas: desde la época megalítica se constata que los pastores portaban cucharas
en sus zurrones. La forma de alimentarse era a rancho, es decir, comían todos de la
misma sartén, o de la misma escudilla, pero cada uno tenía su propia cuchara, y esa
cuchara se la hacían ellos mismos en madera de boj con algún objeto punzante. Eran
piezas frecuentemente personalizadas; estaban decoradas con dibujos o ribetes de
lo más variado. Una buena muestra de estas pequeñas obras de arte elaboradas
antaño por los pastores de Isaba se conservan en el Museo de San Telmo (San
Sebastián/Donostia), y en otras pequeñas colecciones particulares.
Iconográficamente, se representan desde escenas costumbristas pastoriles o
imágenes religiosas, hasta dibujos geométricos, símbolos solares o iniciales de los
nombres de sus propietarios. Ocasionalmente, también se tallaban tenedores.
• Huso pastoril: también era común en la cotidianidad pastoril el trabajo de la lana:
hilaban, tejían y cosían. Para ello hacían husos, husillos, ruecas, y demás
herramientas relacionadas, lo que ha permitido que se conservasen diferentes
tejidos de un gran interés etnográfico: calcetines, mantas, alforjas, ligas para novia,
etc.
• Badajos: un badajo es una pieza en forma de pera, que pende en el interior de las
campanas o de los cencerros, y con la cual se los golpea para hacerlas sonar. El
sonido que emite depende del material que esté realizado: hueso o madera de haya,
de abeto, de boj, etc. También depende, en el caso de que sea de madera, del
momento en el que se corte la madera, del tiempo o la temperatura de secado, o de
la parte del árbol de la que se extraiga. Además, existen numerosas formas de
embadajar, es decir, de amarrar el badajo al interior.
• Cañablas: La Canabal, o cañabla, es el collar de madera que lleva el ganado en el
cuello, del que cuelgan las esquilas (cencerros). Los hacían los pastores con flejes
de castaño. Primero había que preparar ese fleje con un hacha, para luego lijarlo
con un cristal dejando la superficie pulida. Posteriormente, se le daba la curvatura
a la pieza, metiéndola en remojo bastante tiempo, mientras se doblaba utilizando la
pierna a modo del cuello del animal. Finalmente, se hacían las releches en los
extremos para poder amarrar la cañabla al cuello y dejarla bien cerrada a base de
alambre.
• Útiles del queso: para la realización del queso se requería de una espada, con la
que se cortaba el matón (bloque de leche ya cuajada) y que tenía que ser de madera
de boj; el zortze (escurridera para la expulsión del suero) solo puede ser de madera
de haya; los aros (moldes) también tienen que ser de haya; y la banqueta de ordeño,
de pino.
Aunque estos sean los más destacados, no debemos olvidar que existen otros muchos
objetos artesanales, desde saleros hasta castañuelas, desde palos con hermosas
empuñaduras hasta amuletos de hueso, desde escaleras portátiles hasta pequeñas sillas y
banquetas.
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La elaboración del Queso del Roncal.
Barranqueo y almadías.
Si algún oficio hay estrechamente ligado a Aztaparreta, Lizardoia y a todos los bosques
del entorno, ese es el de almadiero. Se entiende por almadiero a aquella persona,
maderista, que elabora y conduce almadías. A su vez, las almadías son balsas realizadas
con troncos que permitían, por vía fluvial, dar salida a toda la riqueza forestal de este y
de otros rincones del Pirineo. Estamos hablando de un oficio duro y arriesgado; de un
oficio que, aunque no es exclusivo de este valle, sí que se ha consolidado como uno de
los elementos patrimoniales e identitarios más importantes en las últimas décadas. De
hecho, anualmente, se celebra en el valle del Roncal una fiesta en la que se recrea esta
vieja tradición ante miles de personas que acuden a verlo.
Bajar por el río navegando sobre la propia madera que se va a vender en el exterior es
una actividad que aparece documentada desde el siglo XIV, aunque su antigüedad real se
desconoce. La construcción de balsas con la propia madera que se quiere sacar del lugar
hacia otros destinos ha sido siempre una práctica habitual en toda la vertiente sur del
Pirineo; esas balsas en Catalunya reciben el nombre de rais, en Aragón se llaman navatas,
y en Navarra conservan la denominación árabe de almadías. Su construcción, que no su
navegación fluvial, en el Pirineo Occidental tiene un límite, situado en la parte alta del
valle de Salazar.
El proceso comienza en el bosque, lugar donde el maderista selecciona los troncos, los
corta, los marca y, finalmente, procede a batirlos con el astral (hacha) o con la arpana
(tronzadera). Una vez en el suelo, lo primero que se hace es destajarlos o quitarles las
ramas y, lo segundo, pelarlos o descortezarlos. El siguiente paso es hacerles en una de las
puntas un orificio con la barrena; por ese orificio se pasan los tirantes (cadenas) que
encadenan los troncos al balancín del que tiran las caballerías, y son estas las que
arrastran, o barranquean, los troncos hasta la orilla del río. En otros casos, si hay algún
barranco de agua o regata en las inmediaciones, se represa el agua con una esclusa y se
provoca una aguada que arrastra los troncos hasta el río, conducidos estos desde la orilla
por los barranqueadores mediante el manejo de picas.
Una vez amontonados los troncos en el atadero, es decir, una pequeña explanada
existente junto a la orilla del río, se procede a darles una forma cuadrangular. Dejan de
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ser cilíndricos para pasar a ser vigas, que serán usadas en la construcción de edificios o
para ser cortados en tablas en sus lugares de destino. Después se escarbaban, es decir, se
les daba forma apuntada para que no chocasen con las piedras y rocas existentes en el río;
se barrenaban, haciendo orificios en los extremos con una barrena; y se ataban con
jarcias o con verguizo de avellano (ataduras vegetales), formando así los diferentes
tramos de las almadías. De esta forma, se hacen tramos o balsas, con una anchura de 12
o 14 troncos (en función de su anchura se les llama docenes o catorcenes). Con un mínimo
de tres tramos bien amarrados se forma una almadía, que lleva un ropero en su parte
central, y uno o dos remos en cada extremo, que son los que manejan los almadieros a la
hora de navegar.
A partir de ese momento se espera a que el río tenga el cauce adecuado; esto lo
posibilitan unas veces las lluvias, otras el deshielo, y otras el represamiento del cauce
mediante la construcción de pequeñas presas o esclusas. Es entonces el momento de
aguarlas (meterlas en el río) y de navegar sobre ellas durante kilómetros. Es más, en el
entorno de Lizardoia, a mediados del siglo XX, se llegó a hacer un embalse, el embalse
de Irabia, que permitió durante un tiempo hacer pantanadas que posibilitasen barranqueos
masivos de madera en momentos en los que las almadías estaban desapareciendo.
Llegaron incluso a hacerse grandes balsas de madera que hacían posible, mediante un
sistema de arrastre, transportar sobre ellas camiones y maquinaria diversa de una orilla a
la otra.
Ahora bien, se debe tener en cuenta que no en todos los emplazamientos los barrancos
fluviales facilitaban la extracción de la madera del bosque; como ejemplo podemos citar
la selva de Irati, donde se encuentra Lizardoia. Ante dicha dificultad, los maderistas
salacencos idearon un completo sistema de transporte aéreo de los troncos mediante el
uso de lo que se denominó “el cable”. Consistía en una serie de estructuras altas de madera
que posibilitaban, mediante un juego de sirgas y de poleas, el transporte de los troncos,
aunque no se han mantenido hasta día de hoy.
Para los almadieros salacencos, salir del valle suponía atravesar, obligadamente, la
temida foz (hoz) de Arbaiun. En el caso del Roncal, el peligro estaba en atravesar el propio
valle, siendo necesario salvar pasos muy estrechos, zonas con muchas rocas, y también
algunos puertos de presa (rampas en forma de toboganes). Una vez superadas las
dificultades que conllevaba navegar por el río Esca, todo se hacía mucho más fácil cuando
el río desembocaba en el Aragón, con un cauce mucho más ancho, mucho más caudal de
agua, y exento de recodos peligrosos. Por eso, al llegar a este río, los almadieros unían
con ataduras vegetales dos o más almadías, haciendo balsas de ocho y diez tramos, que
podían bajarlas por el río entre dos o tres personas, lo que permitía que el resto del
personal pudiese regresar al valle a seguir preparando y bajando más almadías. En
algunos casos se vendía la madera en Sangüesa; en otros, se llegaba hasta el sur de
Navarra, aunque también eran común ir directamente hasta Zaragoza o Tortosa.
83
El jornal del almadiero era parecido al de un peón de campo, unas 10 pesetas diarias o
15 si trabajaban en grandes cantidades (1930). La vuelta a pie desde el lugar de destino
se compensaba con tres jornales más. En 1931 por el río Esca se conducían anualmente
1.000 almadías con un volumen de unos 15.000 m3 de madera. Durante la Primera Guerra
Mundial pasaron en un año por el Canal Imperial 1.800 almadías procedentes de los valles
de Roncal y Salazar, con unos 30.000 m3 de madera.
Tejas de tablilla.
Detrás de estas tejas ha existido durante siglos una actividad artesana, desarrollada
dentro de las labores cotidianas de la jornada por parte de los usuarios de esas bordas,
personas que habitualmente combinaban en sus formas de vida la ganadería, la agricultura
y la explotación forestal.
Las tejas se hacían a golpe de astral (hacha), con madera de haya cortada sobre un
rústico banco, también de madera. Se empleaba la técnica de la madera rajada, es decir,
madera trabajada a golpe de hacha, sin utilización de ninguna sierra. Por lo general, son
piezas rectangulares de un tamaño aproximado de 55 x 10 cm.
Para colocarlas, se disponían de forma paralela y a cierta distancia las traviesas sobre
las que se clavaban las tejas de tablilla, yendo desde abajo hacia arriba, de tal forma que
las de la fila superior montan sobre las de la fila inferior. Además, se debía calcular
siempre que los laterales solapados coincidiesen sobre la parte central de la tablilla de la
fila inferior. La superficie de estas tablillas solía ser tosca e irregular, lo que permitía que
el interior de la construcción no quedase sellado y que se ventilase, de forma que la hierba
acumulada en el interior ni se mojase ni se pudriese.
Artigas.
84
hasta hacer un cuadrado limpio de árboles. En ese espacio se batían, se destajaban
(quitaban las ramas del tronco), se pelaban con el astral y se cuadraban con una arpana
o tronzadera, un tipo de hacha manejada por dos madereros. Desde ese momento, eran
las caballerías las que se ocupaban de sacar los troncos al exterior del bosque, dejando en
el centro un cuadrado despejado de árboles y lleno de ramas y cortezas.
Unaiak.
El oficio de leñador, en los montes del valle de Salazar, estaba reservado en exclusiva
a los hombres, pero existía otro que hasta mediados del siglo XX se destinaba solamente
a las mujeres: se trataba del cuidado de las vacas. El ganado vacuno pasaba sus
temporadas en el monte, en las bordas y en los terrenos asociados a estas (bordales).
Llegado el momento, desde las cuadras de las casas de los pueblos del valle, salían las
vacas conducidas por una o dos mujeres jóvenes, palo en mano, ataviadas con una
indumentaria aparentemente específica en tonos grises o negros. Llevaban dos faldas, lisa
la bajera y plisada la encimera. Se les conocía a estas muchachas con el nombre de unaiak
(palabra del vascuence salacenco que se traduce como “vaqueras” o “pastoras de vacas”).
Las unaiak tenían por costumbre juntarse en el monte para pasar los ratos de ocio
juntas, en egudiargo (tertulia); las mismas tertulias las hacían en invierno, en el pueblo,
siempre en alguna casa, donde acudían las mujeres a hilar juntas en una animada vellada
(tertulia vinculada al trabajo en torno al vellón de lana).
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Tanto el valle de Salazar como el del Roncal, al igual que el resto de valles navarros,
tienen en pleno uso y vigencia su Junta General de Valle, que se ocupa de elaborar y hacer
cumplir las Ordenanzas del Valle, y también de gestionar los montes comunes. En el caso
del valle de Salazar, a diferencia de lo que sucede en el vecino valle del Roncal, las
personas que están en las corporaciones municipales de los ayuntamientos son diferentes
de las que están en la Junta General del Valle de Salazar, con responsabilidades diferentes.
Cada 13 de julio acuden a la Piedra de San Martín, que delimita Francia y España y
que se encuentra situada a mil metros del hayedo de Aztaparreta, las autoridades y vecinos
del valle de Baretous, de la comarca del Alto Bearn, y del valle del Roncal, en la Merindad
de Sangüesa. Allí las autoridades de Baretous se reúnen con los alcaldes de Isaba, Garde,
Urzainqui y Uztárroz. Cada uno va colocando sus manos sobre la piedra, una mano
encima de la otra, y sobre todas ellas coloca la suya el alcalde de Isaba, quien a su vez
pone sobre su mano la vara de mando. Este interpela a las autoridades de Baretous acerca
de su disposición a seguir cumpliendo anualmente el acuerdo milenario, recibiendo
siempre una respuesta afirmativa. A partir de ese momento, con voz fuerte y potente, el
alcalde de Isaba proclama tres veces seguidas la fórmula “Pax avant” (“paz en adelante”,
en lengua occitana), respondida cada una de las tres veces de forma simultánea por todos
los demás con la misma expresión.
Una vez sellada la paz con las manos y la palabra, los bearneses acercan hasta las
inmediaciones de la Piedra de San Martín un rebaño de vacas. Los roncaleses,
acompañados de un veterinario, proceden a seleccionar a tres de ellas, que han de ser tres
vacas de idéntico astaje, pelaje y dentaje, sin mancha alguna, y de dos años de edad.
Hecha la selección, los tres animales cruzan la imaginaria línea fronteriza y pasan a ser
propiedad de los roncaleses; dos de esas vacas son para la villa de Isaba, y la tercera cada
año va a uno de los otros tres pueblos beneficiados.
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Junto al dolmen de Arrako, probablemente cristianizando un lugar de culto pagano, se
levantó la ermita de Nuestra Señora de Arrako. Tanto la ermita como la venta anexa son
dos edificios que estaban ubicados en el antiguo Camino Real, en el punto exacto donde
este empezaba o acababa. A partir de ahí, en su acceso hacia el collado de Arrakogoiti, se
convertía en lo que se denominaba un camino “de herradura”, es decir, un camino
estrecho por el que solo pueden transitar caballerías.
Cada 26 de julio en esa ermita, durante la festividad de Santa Ana, los habitantes del
valle de Belagua – aquellos vecinos y vecinas de Isaba que en la época estival subían a
trabajar en la recogida de hierbas –, acudían a honrar a la Virgen de Arrako, a la que
sacaban en procesión por el entorno de la ermita cumpliendo siempre con el ritual de
bendecir los campos mientras se le cantaban a ella los gozos. Antiguamente, hasta la
primera mitad del siglo XX, esta ermita y esta advocación mariana tuvieron su propia
cofradía, a quienes se les conocía como los santanatarrak, en alusión a que celebraban su
fiesta el día de Santa Ana. Hoy es una romería relativamente diferente a lo que había sido
durante siglos; recibe un público más amplio, y ya no existe esa población estival del
valle de Belagua.
Ese día se exhiben allí los Danzantes de Nuestra Señora de Muskilda. En este sentido,
es importante diferenciar entre los “danzantes” y los dantzaris. Los dantzaris son grupos
de personas, normalmente en número par, que ejecutan unas danzas tradicionales. Los
danzantes, por su parte, son siempre ocho y un “bobo”, que es un danzante más, pero que
viste de forma diferente a los demás. Hace de asistente de todos ellos, y en determinados
momentos cubre su cabeza con una careta bifronte. Otra condición que diferencia a los
danzantes de los dantzaris es que los primeros tienen como fundamento una advocación
religiosa: en este caso bailan para la Virgen de Muskilda, lo cual vienen realizando desde
hace siglos.
Otro elemento destacable asociado a esta ermita desde hace varios siglos es el
Patronato de Nuestra Señora de Muskilda, entidad que gestiona la ermita, el culto y sus
bienes asociados. Destacan dentro de esta la serora (ermitaña) y los mayordomos.
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al último fin de semana de agosto, momento festivo en el que los vecinos de Ochagavía
se reúnen para celebrar su cultura tradicional.
Durante dicho fin de semana el pueblo se transforma, adquiriendo tintes del pasado.
La escuela vuelve a ser como la que había antes de la guerra, las lavanderas vuelven a
lavar en el río, los niños vuelven a cantar el Berrus, las caballerías vuelven a trillar en las
eras, la iglesia vuelve a tener fuesas y ancianas que rezan ante ellas, se escucha el bando,
la feria de ganado ocupa sus espacios tradicionales, y las hilanderas llenan de nuevo las
calles, igual que lo hacían antaño. Esto supone todo un esfuerzo colectivo que atrae a
cientos visitantes hasta esta localidad, y que sirve para reconocer y homenajear el estilo
de vida de los antepasados.
La presencia durante varios meses al año de los pastores en la Ribera de Navarra hizo
que estos, a su vez, importasen otras expresiones folclóricas de la zona sur de Navarra,
como es el caso de la jota (bailada y cantada), de las rondallas, o de las castañuelas,
tradicionalmente elaboradas con madera de boj por los pastores.
Isaba celebra en el mes de julio, en honor a Santiago, sus fiestas mayores, con una
duración de cuatro o cinco días. Su patrón es San Ciprián, al cual se dedican las fiestas
patronales celebradas en torno al 16 de septiembre, y que suelen durar entre tres y cuatro
días. Ahora bien, al margen de estas grandes celebraciones, podemos encontrar otras
muchas manifestaciones típicas del ciclo festivo, tales como el recibimiento de los Reyes
Magos (5 de enero), los Coros de Santa Águeda (en torno al 5 de febrero), los Carnavales,
la Bendición de los ramos de ispelko el Domingo de Ramos, la fiesta de la Virgen de
Idoya el Lunes de Pentecostés, el Corpus Christi, la fiesta de las Idoyas (el primer sábado
de julio), el Día de la Indumentaria Roncalesa (primer fin de semana de agosto) o el
recibimiento del Olentzero (24 de diciembre).
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Los roncaleses han tenido durante siglos, hasta la segunda mitad del siglo XX, una
forma de vestir exclusiva, que les diferenciaba de los demás habitantes tanto de la zona
pirenaica como del resto de la Península Ibérica. A través de los indumentos se podía
conocer el estado civil de una persona, su oficio, o si se estaba en un día festivo u
ordinario. En el caso de las mujeres, el peinado también era exclusivo: pelo muy largo y
trenzado, hasta las corvas. Incluso a través de las mantillas de las mujeres se podía
conocer el ciclo litúrgico en el que se estaba.
Tanto el valle del Roncal como el de Salazar tenían una forma de hablar especifica. En
estas zonas geográficas se utilizaba la lengua vasca y, específicamente, unos dialectos
claramente diferenciados; nos referimos al uskara roncalés y al zaraitzuera. El primero
de ellos, dentro de los diferentes dialectos del euskera, es el que presenta unas formas más
arcaicas. Las últimas personas en hablar el dialecto roncalés fallecieron en el último
cuarto del siglo XX. La última en 1992. En cuanto al zaraitzuera, hablado en el valle de
Salazar, también se extinguió definitivamente a finales del XX, con el fallecimiento de
los últimos euskaldunzaharras (vascoparlantes de lengua materna).
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7.4 La percepción individual y la representación del paisaje.
No se tiene conocimiento de que este entorno natural haya sido plasmado en lienzos
de autores de renombre. Quizás la excepción se pueda encontrar en el pintor valenciano
Joaquín Sorolla, quien en 1912 pintó para New York una serie de cuadros que debían
representar a España en la sede de la Hispanic Society. En diferentes obras, plasmó los
paisajes, los pueblos y a los “tipos” –tal y como los denominó él– del Roncal con sus
indumentarias tradicionales.
Esto ha hecho que el valle del Roncal y el valle de Salazar se hayan convertido en unos
espacios culturales privilegiados, tanto para sus propios habitantes como para los turistas
nacionales e internacionales.
90
• Casa Museo Julián Gayarre (Roncal): casa levantada por el tenor Julián
Gayarre sobre el solar de la que fue su casa natal. En ella se conserva,
probablemente, el mejor archivo operístico a nivel estatal. Se exhiben fotografías,
indumentaria escénica, partituras, condecoraciones, y objetos del roncalés Julián
Gayarre, quien en el siglo XIX se consagró en Milán como el mejor tenor del
mundo.
• Centro de Interpretación de la Naturaleza (Roncal): además de las piezas que
aquí se conservan y se muestran sobre el pastoreo, este centro tiene como objetivo
la puesta en valor del patrimonio natural y medioambiental del valle.
• Museo Etnográfico – Casa de la Memoria (Isaba): recoge y exhibe la memoria
del valle: el lenguaje, la indumentaria, las instituciones, el pastoreo, la explotación
forestal, otros oficios, la infancia y los juegos, etc.
• El sabaiao (Isaba): es una sala-museo de carácter privado que recoge y muestra
una amplia colección de indumentaria roncalesa (trajes antiguos y recreaciones
actuales), incluyendo el mundo de los complementos y de las alpargateras.
Además, cuenta con una colección excepcional sobre la elaboración del queso y
el pastoreo en general.
• Museo del pastoreo y de la trashumancia (Uztarroz): museo privado que es
propiedad de una quesería de esa localidad. Exhibe en una sala grande una
excelente colección de piezas asociadas al pastoreo, a la elaboración del queso, y
a la trashumancia, tanto del valle como de otros lugares.
• Centro de Interpretación de la Naturaleza (Ochagavía): El valle de Salazar
carece de espacios museográficos, aunque en el exterior destacan sus bienes
naturales y su arquitectura popular; por ejemplo, en la localidad de Izal, todavía
sobrevive un hórreo que queda separado del suelo a través de varias columnas de
piedra cuya función es alejar el grano de los roedores. Con lo que sí que cuenta el
valle de Salazar desde principios de los años noventa, concretamente en la
localidad de Ochagavia, es con un Centro de Interpretación de la Naturaleza desde
el que se gestionan los accesos a la selva de Irati y desde donde se da a conocer a
los visitantes los valores naturales del entorno.
Itinerarios culturales.
91
• Ruta del contrabando: como toda zona fronteriza, este valle también tuvo su
actividad clandestina de contrabando. Pese a que no fue muy relevante, se ha
recuperado, habilitado, y señalizado la ruta que emplearon los contrabandistas
para burlar la vigilancia de los agentes de la autoridad que controlaban la frontera.
• Camino Real: es una ruta para senderistas que aproxima al caminante al
patrimonio histórico y cultural que existió y existe en el recorrido del antiguo
Camino Real, al que a finales del siglo XIX sustituyó la actual carretera. Puentes,
cruceros, ermitas, o muestras de la arquitectura popular son algunos de los bienes
que se pueden visitar.
• Esculturas: no existe propiamente una ruta que nos guíe a través de ellas, pero a
quien le guste el arte debe saber que a lo largo del valle hay varias esculturas de
autores como Mariano Benlliure, Fructuoso Orduna, o Antonio Loperena, entre
otros.
Asociaciones culturales.
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93
VIII. BASES Y CRITERIOS PARA LA GESTIÓN Y SALVAGUARDA DEL
PATRIMONIO CULTURAL (MATERIAL E INMATERIAL) VINCULADO A
LOS HAYEDOS PRIMIGENIOS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA.
94
superar los sistemas burocráticos y representarse a sí mismas, su diversidad y sus
conflictos en la interpretación y usos del Paisaje. Para ello es imprescindible:
o Obtener el consenso con la comunidad antes de acometer cualquier
política que vaya a influir en el entorno, especialmente de las personas más
implicadas con su salvaguarda.
o Identificar a los agentes interesados y crear mecanismos de participación,
incorporando las opiniones recabadas desde las diferentes perspectivas de
la gestión.
o Promover el desarrollo de la comunidad a través de la gestión de su PCI,
creando nuevas oportunidades de trabajo para jóvenes y reduciendo así la
pobreza y el éxodo rural.
95
IX. CONCLUSIONES
No, los hayedos primigenios no son ajenos a los usos que el ser humano ha hecho de su
entorno desde tiempos inmemoriales. Cierto es que sus características indican que dicho
uso no ha condicionado drásticamente ese paisaje natural; precisamente por eso han
conservado esa personalidad natural primigenia. Los usos han sido acordes con la
sostenibilidad exigible a un paisaje tal.
Son los entornos de los hayedos primigenios los que, habitados desde tiempos
inmemoriales, han ejercido de campo base de la actividad diaria relacionada con el
bosque. Unos entornos que se ven absolutamente condicionados en la actualidad por los
profundos procesos de despoblamiento que sufren estas áreas de montaña.
Fijar la población en el entorno de estos enclaves es la única vía que permite siquiera
contemplar la posibilidad de que el paisaje cultural asociado a los mismos perviva. Es
con la pervivencia del paisaje natural fruto de la interacción entre los factores
mencionados como se garantiza el dinamismo mínimo que exige el paisaje cultural
asociado.
Hoy, muchos de los usos ancestrales relacionados con las formas de vida estrechamente
vinculada a estos entornos han desaparecido o están en riesgo cierto de desaparición. Así,
solo las nuevas ocupaciones que fijen las personas al territorio sobre la base de una
explotación compatible con la biodiversidad y el mantenimiento del paisaje natural
permitirán articular dinámicas renovadas que regeneren el paisaje cultural en parámetros
larvados en la cultura secular, pero actualizados a los nuevos usos.
Esos nuevos usos tienden indefectiblemente a la búsqueda del valor añadido (en atractivo
turístico, en imagen o en comunicación) que el propio espacio natural de los hayedos
primigenios ofrece a los productos y servicios de su entorno más o menos cercano.
96
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