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Simona Morales
De Santiago Marcos
Contactos: marcos_santiago@hotmail.com

1. Para que sepan cómo viene la mano

Me piropeaban lindo, che... Si vos vieras las cosas que me decían, unos piropos que
cualquier mujer anhelaría escuchar... ¡Pero solo un cuerpo como el de Simona Morales
conseguía albergar tan elegantes, refinados, selectos y aristocráticos piropos que con una
dulzura, con un decoro, los hombres me propinaban...! Te juro que me daba vergüenza... El
boliche lleno de mujeres y solo a mí, solo a Simona Morales, la piropeaban, al resto de las
mujeres nada, y eso que al boliche iba bastante tapada, nada de andar mostrando; bien tapadita
que me iba, mis amigas terminaron por odiarme... Pero bueno, qué puede hacer una, cuando
tenés lomo, tenés lomo y no hay con que darle, a mí me daban con piropos. ¡Qué años aquellos!
Una vez salimos a caminar por la costanera con Ofelia Ortega, buen porte el de Ofelia Ortega,
bien de adelante, muy bien de atrás, nariz refinada, depurada y una sonrisa que desplegaba
alegría, regocijo y satisfacción... Bueno, la cuestión es que veníamos caminando con ritmo
interesante por la costanera y vemos frente a nuestros ojos que se aproxima caminado, casi
trotando, Paolo Barco del Río, un joven muy guapo del que toda la vida estuvo enamorada
Ofelia Ortega; pobre Ofelia, ni la registró; a mí, Paolo Barco del Río sin detener su marcha me
pegó una ojeada de arriba abajo con la mirada, para luego exclamar “¡Simona, que curvas y yo
sin freno!” Ofelia simuló no acusar recibo, pero yo vi en su mirada que por dentro tenía un
terremoto... Yo la miré y por dentro dije “¡Cuando una tiene lomo, tiene lomo y punto!” Ofelia
Ortega, me dio un beso y se fue corriendo detrás de Paolo Barco del Río. Pasaron como tres
meses sin saber nada de Ofelia, hasta que una vez la encontré en el banco, yo estaba haciendo la
cola, Ofelia Ortega llega, y se para detrás de mí, yo quise saludarla con un beso y ella en un tono
incisivo me dijo “Simona aléjate de mí, mi psicóloga me dijo que vos me haces mal, muy mal, re
mal”, en la cola justo me tocaba el turno a mí, tuve que avanzar y nunca más supe de ella, nunca
más...
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2. Algo de lo que pasó

(Simona Morales está sentada frente a un espejo imaginario, al costado de ella hay una mesa
ratona plagada de cosméticos de todo tipo, se peina mirándose al espejo)
¡Qué pelo! (Se sigue peinando) ¡Qué pelo! (Deja el cepillo y se pone de pie) ¡Qué altura, que
elevación...! ¡Y eso que estoy descalza, sino....! ¡Para qué vamos a hablar! (Se sienta, toma el
esmalte de uñas y comienza a pintarlas de color púrpura. Pausa larga, se mira al espejo mientras
habla) ¿Qué necesidad tengo yo de pintarme las uñas? (Deja el esmalte) Las uñas de Simona
Morales brillan por sí solas, no necesitan de ninguna pintura... (Se mira al espejo sonriente. Le
muestra al espejo primero un perfil y luego el otro, finalmente le tira un beso, deja el espejo) El
que se quedó con ganas de besarme fue Rene Ottolenghi, la tarde en la que estábamos en la
confitería de Mirella Perrone, junto a Jovita Arias Dávila y a Aldana Babagay... Escalofriante y
excitante el lomo de Jovita, Aldana no se quedaba atrás. Ya nos habíamos tomado unos cuantos
whiscola, obviamente estábamos a las risotadas; en la mesa de al lado estaban sentados, pero
tomando café, Celso De Martino, Claus Boixeda y René Ottolenghi. Jovita Arias Dávila y yo
notábamos algo raro en Aldana Babagay, le temblaban las manos, fruncía el ceño y cabeceaba para
la mesa de los muchachos, cada vez le temblaban más las manos a Aldana Babagay... (Se mira al
espejo mientras habla) Aldana estaba perdidamente enamorada de Celso De Martino... (Pausa
larga. Hace muecas en el espejo, abruptamente deja al espejo) yo me puse de pie y le pedí ayuda a
Jovita Arias Dávila, fue en vano mí pedido, ya que a Jovita se le fueron los ojos hacia atrás, y un
sarpullido invadió su rostro y sus facciones, no supo controlar la presión que sentía por estar frente
al amor de su vida, y el amor de su vida no era otro más que Claus Boixeda, yo intentaba disimular
tomando mi whiscola, pero por debajo de la mesa, yo les propinaba fuertes puntapiés a las chicas
para que se calmaran, tanto Aldana como Jovita, querían agarrar los vasos pero no podían, cada vez
sentían más presión. Celso De Martino, Claus Boixeda y René Ottolenghi seguían con el café y no
registraban lo que pasaba en nuestra mesa... Sentada en la silla, incliné mi cuerpo para acercarme a
ellas y por lo bajo casi en un susurro les dije “¡Cálmense un poco, tranquilas, no es tan grave, solo se
trata de hombres!” (Vuelve al espejo y se ríe irónica, pausa, toma de la mesa ratona, donde se
encuentran los cosméticos, un labial y comienza a pintarse los labios de color púrpura, pausa, ríe
irónica mientras le habla al espejo) ¿Hombres? ¡Que podrán saber éstas de hombres! ¡Deberían
hacer como hago yo y todo les resultaría más sencillo! ¿Qué hago yo pintándome los labios?
¡Horror! Simona Morales, con los labios pintados... ¿Para qué? Cuando René Ottolenghi quiso
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besarme, yo tenía los labios secos, todos agrietados, resquebrajados; es más, hasta tenía algo de
sangre... ¡Pero bueno, querido, cuando una tiene levante, tiene levante y no hay con que darle!
Aldana Babagay, que parecía presa de un ataque de Parkinson, hace caer el vaso de whiscola sobre
Jovita Arias Dávila, Jovita, reacciona al sentir la graduación alcohólica del whiscola sobre sus
piernas y logra acomodar sus ojos, no así el sarpullido; lamentablemente, el whiscola no se
conforma con Jovita Arias Dávila, ya que un hielo que enfriaba aquella bebida alcohólica mezclada
con gaseosa impacta en la frente de René Ottolenghi, quien a partir de ese momento exteriorizó un
mal humor inquebrantable, no pudo soportar el frío sectorizado en su frente, ya que le transpiraba
todo, menos donde impactó el hielo... (Vuelve al espejo, toma de la mesa ratona maquillaje, y lo
empieza a desparramar por las mejillas. Pausa. Largo suspiro. Pausa corta. Leve suspiro. Se
sigue maquillando mientras expresa) ¡Cómo me piropeaba, René Ottolenghi! (Se para frente al
espejo y empieza a realizar movimientos grandilocuentes) “¡Me gustaría ser tus zapatos para sentir
la dulzura de tus pies!” “¡La soledad se inventó para sentir tu ausencia!” (Se ríe) “¡Tu presencia me
produce taquicardias, pero tu mirada oficia de medicina!” “¡Desdichados los albañiles... Tu rostro no
necesita revoque!” (Pausa. Se sienta) Esos eran los piropos de René, señores piropos que brotaban
de la boca de un gentilhombre, eso era René Ottolenghi (Pausa larga. Mira con desprecio el
maquillaje) ¿Qué hago yo maquillándome?, ya lo decía con mucha sapiencia René... No necesito
revoque ni nada de eso, mi rostro irradia luz y la proyecta en el espacio hasta alcanzar el infinito...
(Pausa) Si bien es verdad que Aldana Babagay estaba perdidamente enamorada de Celso De
Martino al igual que Jovita Arias Dávila lo estaba de Claus Boixeda, habían hecho un pacto amoroso
que consistía, en que si por esas cosas de la vida misma, no llegaban a ser correspondidas por sus
pretendientes, cualquiera de ellas podía intentar algo con René Ottolenghi. Ahí se complicó un poco
la cosa. Ya me había llegado un rumor de que René Ottolenghi estaba interesado en mí. Luego del
episodio del hielo que enfriaba el whiscola, René se levantó para ir al baño y a su regreso me dejó
una servilleta sobre la mesa, Jovita Arias Dávila y Aldana Babagay, ya mucho más calmadas
mostraron interés en saber qué pasaba con la servilleta... René Ottolenghi, desde su mesa le disparó
un beso a mis labios resquebrajados, suerte que las chicas le daban la espalda y no vieron la acción
de Rene, se besuqueó desenfrenadamente su mano, luego la puso cerca de su boca y seductoramente
sopló en dirección de mi boca, a los pocos segundos, en mis labios, sentí como una fragancia, una
esencia, algo parecido a un efluvio que abanicó mis labios, quedando yo al borde del desconcierto,
Jovita Arias Dávila y Aldana Babagay ya totalmente repuestas, preguntaron “¿Qué te pasa, Simona
Morales? ¿Qué es lo que te abruma? ¿Qué hay en la servilleta?” Yo tomé un trago del whiscola,
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luego apoyé el vaso sobre la mesa, saqué de mi cartera los anteojos para ver de cerca, tome la
servilleta con las dos manos y la examiné, después giré mi cabeza hacia la mesa de René Ottolenghi
y vi como degustaba un sándwich de pan de miga y queso brie, volví con la mirada a la servilleta y
leí en un tono intenso “¡El pan es pan, el queso es queso, pero este amor no funciona sin uno de tus
besos!” (Se vuelve a mirar al espejo largamente mientras desliza la palma de su mano derecha
por sus labios. Pausa. Recorre sus labios con el dedo índice de su mano derecha y dice) Después
de leer, las tres nos quedamos calladas. Un silencio muy agudo asaltó nuestra mesa por un largo
rato... (Se mira al espejo con el rostro desequilibrado) Hasta que Jovita Arias Dávila y Aldana
Babagay me sugirieron con ademanes que siga leyendo; antes de continuar, repasé con la mirada la
mesa de René, y vi cómo se deleitaba con un trago largo, me llamó la atención que ya no estaban
junto a él, Celso De Martino y Claus Boixeda, volví a la servilleta y leí rápido pero convincente “¡El
beso es una sed loca, que no la apaga el beber, sino que la apaga otra boca que tenga la misma sed!”.
Aldana y Jovita un tanto irritadas giraron sus cabezas en busca de sus amores, pero estos ya no
estaban... (Se mira al espejo largamente. Breve pausa. Largo suspiro. Deja el espejo) ¿Qué les
pasó? (Vuelve a mirar el espejo) ¿Qué te pasó, Aldanita de mi alma? ¿Y a vos, Jovita, mi chiquita?
¡Cómo se van a poner así con Simona Morales! (Saca la mirada del espejo) ¡Cómo me van a
increpar así! ¡Cosas horribles me decían! ¡Nefasto todo lo que me expresaban! A todo esto, René
Ottolenghi, seguía lanzando desde su mesa, besos hacia mi boca, que se mezclaban con los agravios
que las chicas me regalaban... Mala suerte para René, que fue descubierto por Aldana Babagay justo
cuando proyectaba hacia mis labios un beso vehemente, ardiente, fogoso y febril... (Se mira al
espejo. Pausa. Le muestra al espejo su perfil izquierdo y luego el derecho) René Ottolenghi se
comportó como un caballero honorable y respetable e intentó calmar a Jovita Arias Dávila y Aldana
Babagay, que arrodilladas y llorando desconsoladamente en el medio de la confitería, imploraban al
cielo el hecho de no ser estimadas... (Mirándose al espejo) Mala suerte para René; este altercado le
impidió besar mis labios. ¿Mala suerte o es así el destino? Yo creo que es mala suerte. Yo también
quería besar sus labios; después de escuchar sus piropos no es para menos... Me partió el alma y me
dejó sin aliento ver así a Jovita Arias Dávila y Aldana Babagay. Después de todos los insultos que
me propinaron no me animé a arrimarme a ellas, pero desde la distancia, decidí albergarlas con mí
mirada un largo rato. Cuándo les quité la mirada a las chicas, porque consideré que ya había sido
prudente, miré hacia la mesa de René y éste ya no estaba... (Mirándose al espejo con gesto de duda)
¿Mala suerte o es así el destino? (Sigue mirándose al espejo, pero ahora lo hace con decepción)
No sé... Sí sé que René Ottolenghi se fue con ganas de besarme... ¿Qué puedo hacer por Aldana
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Babagay y por Jovita Arias Dávila? Nada, nada puedo hacer, cuando una tiene levante, no puede
hacer nada... (Risita irónica al espejo) ¡Nadie puede hacer nada...! Ya en casa mucho más relajada,
recibí un llamado telefónico de Mirella Perrone, llamó para decirme que cuando se acercó a Jovita y
a Adana para decirles que se retiren porque ya era hora de cerrar la confitería, no obtuvo respuesta y
no le quedó otra opción más que dejarlas encerradas... ¿Mala suerte o es así el destino?

3. ¡Un final de película, pero de terror!

(Simona frente al espejo terminando de ponerse los ruleros, viste déshabillé y pantuflas)
El que empezó con todo eso fue el albañil Erasmo Cabañas. Erasmo era el encargado de la
obra que estaban haciendo frente a casa, un edificio de diez pisos que llevaba adelante la empresa
constructora Camero Burgos S.R.L. Yo nunca le di motivos a Erasmo Cabañas para que se dirigiera
a mí en ese tono, jamás, nunca, Simona Morales, en absoluto permitiría algo así. Una tarde, yo
estaba barriendo la vereda de casa con una escoba de palma; ese día había optado por ponerme una
micro minifalda floreada, mientras yo barría unas hojas, veo que en el tercer piso del edificio
pintaba una pared Erasmo Cabañas... él también me divisó, luego me regaló una sonrisa, finalmente
señalándome con su brocha me dijo: “¡Cómo me gustaría ser baldosa para mirarte esa cosa!” Yo
tragué saliva, empuñé la escoba, cerré mis piernas y le respondí “¿Cómo podés ser tan grosero con
Simona Morales? ¡Sos un guarango!” (Vuelve a mirarse al espejo, contiene el llanto mientras se
acomoda un rulero) ¡Erasmo Cabañas! (Al borde del llanto) ¿Por qué te cruzaste en mi vida? ¿Por
qué carecés de poesía? (Pausa) ¡Erasmo Cabañas...! (Mirando al espejo) Te olvidaste que estabas
piropeando a Simona Morales, no tuviste en cuenta eso, se te escapó que Simona Morales, no solo
tiene levante, si no que también es astuta y lo único que lograste con ese piropo fue que me meta
adentro de mi casa... (Se mira en el espejo de arriba abajo, primero lo hace de frente y luego de
perfil, esta acción la repite cuatro veces. Pausa. Mirando al espejo) ¿Qué te pasó, Erasmo
Cabañas? ¿Qué no supiste apreciar de esta escultura? (Se quiebra y se sienta en la silla de espaldas
al espejo. Largo silencio. Rápidamente se da vuelta, se pone de pie y se dirige al espejo en tono
amenazante) ¡Terrible, Erasmo Cabañas! ¡De terror! Salí de casa a la despensa de la esquina a
comprar unas cosas que me hacían falta para cocinar, ya en la vereda, miré hacia el tercer piso y no
estaba Erasmo Cabañas, así que caminé tranquila y serena... (Sigue hablando al espejo en tono
amenazador) ¡Muy sanguinario, Erasmo Cabañas! Llego a la despensa, saco número, me pongo a
observar en la heladera exhibidora unas hamburguesas que pensaba llevar, cuando de repente siento
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que me tocan el hombro, me doy vuelta y me encuentro con Erasmo Cabañas, nos miramos a la cara
un largo rato sin emitir palabra... (Cambia la actitud y mira al espejo dócilmente) En un tono muy
bajo le pregunto a Erasmo “¿En qué pensás, Erasmo Cabañas?” Erasmo, torció sus piernas, realizó
un movimiento raro de pelvis, se aflojó el cinturón del pantalón, insertó su mirada en mis ojos y me
dijo “¡Simona Morales, pienso en que tus ojos son como dos sartenes, cuando los veo se me fríen los
huevos!”. Se dio vuelta y como si no hubiese dicho nada, salió de la despensa dejando a Simona
Morales expuesta ante las risotadas de todos los clientes de la despensa... ¡Qué terrible, qué
antiestético...! Salí corriendo de la despensa, me encerré en casa y no salí por tres meses... (Se mira
al espejo con mucha incertidumbre. Pausa larga. Ahora se muestra segura y con el cuerpo
erguido) ¡Simona Morales, es hora de retoques, de transformaciones y mejoras, un poco de chapa y
pintura no le hace mal a nadie...! (Comienza a sacarse los ruleros) Luego de ese episodio, llamé a
la empresa constructora, Camero Burgos S.R.L., para poner la queja; decirles que Erasmo Cabañas
era un grosero y que dejaba mal parada a la empresa... (Sigue quitándose los ruleros) Fueron muy
amables, me dijeron que iban a charlar con Erasmo Cabañas, que me quedara tranquila... (Ya sin
ruleros, juega con su pelo. Pausa. Comienza a peinarse) Les hice caso, me tranquilicé... Salí a la
calle, me paré frente al edificio y con la mirada, lentamente, lo recorrí desde la planta baja hasta el
décimo piso y desde el décimo piso hasta la planta baja, no había movimiento, cosa que me llamó la
atención ya que era día de semana... ¡Eran las diez de la mañana! ¡Qué raro...! Cruzo la calle y me
topo con Silvio Cejas, que salía del edifico con una cajita de vino tinto. (Pausa larga. Se mira al
espejo. Se quiebra en un llanto. Comprime todo su cuerpo, aprieta el puño de su mano derecha
en el cual descarga toda su furia. Pausa) ¡Silvio Cejas, el mejor amigo de Erasmo Cabañas y
empleado de Camero Burgos S.R.L.! ¡Muy buen albañil...! (Reflexiona mirándose al espejo) ¿Por
qué el destino es tan duro conmigo? ¿Por qué el destino no me puso enfrente un licenciado en letras?
(Mirando al espejo enfurecida) ¿Por qué el destino eligió para mí un albañil? ¿Por qué un amigo de
Erasmo Cabañas? (Toma de la mesa ratona polvo volátil y lo empieza a desparramar sutilmente
por sus pómulos) ¿Por qué con una cajita de vino en la mano y no con una enciclopedia? (Sigue
maquillándose) Silvio Cejas se empinó un trago de su tetra brik, saboreó, tragó cuidadosamente,
adoptó una postura aristocrática, me guiñó un ojo, acarició mi cabello, recorrió todo mi cuerpo con
su mirada y luego exclamó “¡Tanta carne y yo en Cuaresma!” (Se seca el déshabillé y se pone un
vestido largo color rojo) No le dije nada, lo miré fijo a la cara mordiéndome los labios; Silvio Cejas,
tampoco decía nada, solo se empinaba su tetra brik y bebía largos tragos... (Cambia las pantuflas
por unos zapatos negros, luce muy elegante) hasta que terminó la caja y la arrojó al suelo, yo me
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agaché y junté la cajita de vino, sin sacarle la mirada de encima le pregunté “¿Por qué hacés esto,
Silvio?”. Sonriendo me contestó “¡Yo sabía que la ibas a juntar!” (Enfurecida y mirando al espejo)
¡No te quieras pasar de vivo con Simona Morales, Silvio Cejas..., (Deja de mirar el espejo) sabés
bien a qué me refiero...! Sos muy grosero, carecés de poesía y de metáforas; sos igual o peor que
Erasmo Cabañas... (Mirando al espejo) Sí, Silvio, carecés de poesía y de metáforas, no tenés cintura
para hablarle a una mujer como Simona Morales... (Pausa. Le muestra al espejo el perfil derecho.
Pausa. Muestra al espejo el perfil izquierdo. Pausa. Deja el espejo) Silvio Cejas no parecía estar de
acuerdo con lo que yo le dije, frunció su rostro, respiró profundo y me dijo “Simona Morales, te he
escrito una poesía y la tengo anotada en esta hoja, que está llena de polvo de ladrillo, pero cargada
de metáforas”. Silvio Cejas, sacó de su bolsillo una hoja toda anaranjada, medio rojiza y leyó con
entusiasmo “¡Tus ojos son dos melones, tus mejillas dos manzanas, que rica ensalada de frutas
haríamos con mi banana!” (Mira al espejo, está desencajada, contiene el llanto) ¡No voy a llorar!
Simona Morales, está para otra cosa...! (Mira para todos lados) Cuando quise decirle a Silvio Cejas,
que era un grosero y que carecía de poesía, ya se había ido; fue tal la sorpresa que me dio escuchar
eso, que ni cuenta me di, cuándo y cómo se fue... (Mira al espejo) ¡Cómo se puede ser tan grosero y
tan cursi! ¡Me piropeaban lindo, che...! Si vos vieras las cosas que me decían. Pero el destino fue
muy duro conmigo, después de recibir los piropos de Paolo Barco del Río, de René Ottolenghi y de
un millar de hombres, el destino me puso enfrente a Erasmo Cabañas y a Silvio Cejas, dos albañiles
muy pícaros, dueños de una poesía y de una metáfora que quizás no supe escuchar, porque me
parecieron groseras en ese momento, o tal vez, el destino quiso que así sea... No sé... (Parada frente
al espejo se retoca el pelo, los pómulos, se mira las uñas. Pausa. Se mira de abajo hacia arriba)
¡Simona Morales! ¡Así es la vida! ¡Qué años aquellos! ¡Qué piropos! ¡El destino es el destino y por
más que una tenga lomo y levante...! ¡El destino es el destino! (Sale)

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