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San Ignacio de Loyola

 (Azpeitia, 1491 – Roma, 31 de julio de 1556) fue un militar y luego


religioso español, fundador de la Compañía de Jesús, de la que fue el
primer general. Ha sido declarado santo por la Iglesia católica

Niñez
Era el hijo menor de ocho hijos, Ignacio no fue secundario en su familia. Su
destino estaba claro: ser hombre de armas o dedicarse a Dios. Su niñez la pasó
en el valle de Loyola, entre las villas de Azpeitia y Azcoitia, en compañía de sus
hermanos y hermanas. Su educación debió ser marcada por las directrices del
«duro mandoble» y del «fervor religioso», aunque nada cierto se sabe de la
misma.
Juventud
El año 1507 coincidiendo con la muerte de su madre, el Contador Mayor de
Castilla, Juan Velázquez de Cuéllar, pide al Señor de Loyola que le mande un
hijo suyo para tenerlo como propio. Entre los hermanos se decide mandar al
menor, a Íñigo, que va a Arévalo, donde pasaría un mínimo de once años,
hasta 1517, realizando frecuentes viajes a Valladolid y manteniéndose siempre
muy cerca de la Corte, ya que su protector era Consejero Real, además de
Contador.
En este tiempo aprende lo que un gentilhombre debe saber, el dominio de las
armas. La biblioteca de Arévalo era rica y abundante, lo que dio alas a su afición
por la lectura y, en cuanto a la escritura, no dejó de pulir su buena letra. Se le
consideró «un muy buen escribano». Él mismo se califica en esos tiempos como
«dado a las vanidades del mundo y principalmente se deleitaba en ejercicio de
armas con un grande y vano deseo de ganar honra». En 1517 Velázquez de
Cuéllar cae en desgracia, al morir Fernando el Católico, y al año muere. Su
viuda, María de Velasco, manda a Íñigo a servir al duque de Nájera, Antonio
Manrique de Lara, que era virrey de Navarra, donde dio muestras de tener
ingenio y prudencia, así como noble ánimo y libertad. Esto quedó reflejado en
la pacificación de la sublevación de Nájera en laGuerra de las Comunidades de
Castilla (1520–1522), así como en conflictos entre villas de Guipúzcoa, en los
cuales destaca por su manejo de la situación.
En 1512 las tropas castellanas conquistan el Reino de Navarra, con varios
episodios bélicos posteriores. En 1521 se produce una incursión de tropas
franco-navarras procedentes de Baja Navarra en su intento de reconquista y
expulsión del invasor, en las que participaban los hermanos de Francisco Javier.
Al mismo tiempo se subleva la población de varias ciudades, incluida la
de Pamplona. Iñigo, que lucha con el ejército castellano y se encuentra en
Pamplona en mayo de ese año, cuando llegan las tropas franco-navarras, resiste
en el castillo de la ciudad, que es asediado, arengando a sus soldados a una
defensa que resultaba imposible. 5 En el combate es alcanzado por una bala de
cañón que pasa entre sus dos piernas, rompiéndole una e hiriéndole la otra. La
tradición sitúa el hecho el 20 de mayo de 1521, lunes de Pentecostés. El castillo
cae el 23 ó 24 del mismo mes y se le practican las primeras curas y se le traslada
a su casa de Loyola.
La recuperación es larga y dolorosa, y con resultado dudoso, al haberse soldado
mal los huesos. Se decide volver a operar y cortarlo, soportando el dolor como
una parte más de su condición de caballero.
En el tiempo de convalecencia, lee los libros La vida de Cristo, del cartujo Ludolfo
de Sajonia, y el Flos Sanctorum, que hacen mella en él. Bajo la influencia de esos
libros, se replantea toda la vida y hace autocrítica de su vida como soldado.
Como dice su autobiografía:

Ejercicios espirituales
Los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola son una breve serie de
meditaciones, oraciones y ejercicios mentales (el libro está disponible en varios
formatos) diseñados para ser realizados por un período de 28 a 30 días. El libro
tiene aproximadamente 200 páginas. Han sido escritos con la intención de
aumentar la experiencia personal de la fe católica

dealmente estos ejercicios fueron designados para realizarse en un retiro


apartado, durante el cual aquéllos que realicen los ejercicios no tuviesen ningún
tipo de distracción. Fueron diseñados también de manera que fuesen realizados
bajo la dirección de un director espiritual (San Ignacio habla siempre de "el que
da los Ejercicios").

La meta principal aparenta ser los haber sido usados como parte del programa
de noviciado de la orden. Como tal, son requeridos como parte del primer año
de noviciado. Aunque otros católicos no necesariamente jesuitas han realizado
los ejercicios, usualmente bajo la guía de un director espiritual que es miembro
de la orden. Un Instituto religioso que sigue esta espiritualidad y practica los
Ejercicios durante el noviciado y cada 10 años, es el Instituto del Verbo
Encarnado.

Entre los ejercicios, las instrucciones diarias incluyen pláticas varias acerca de la
naturaleza del mundo, psicología humana como la interpretaba Ignacio y la
relación del hombre con Dios. Durante cada día de los ejercicios, un
participante típico de los retiros podría leer dos o tres páginas de estas
instrucciones, y luego meditar sobre su significado y cómo lo podría aplicar a
su vida personal. Luego comenta a su director espiritual qué significado
tuvieron para él/ella estas instrucciones.

Una característica importante de los ejercicios es la obligatoriedad de guardar


silencio durante los mismos a toda hora (al levantarse por la mañana, al
vestirse, durante los alimentos, en los recesos, antes de dormir), exceptuando
los momentos en que se discute la reflexión acerca de una conferencia o algún
texto bíblico, de manera colectiva entre todos los asistentes. Las conversaciones
privadas no son permitidas a menos que sean con el director espiritual, con
pocas excepciones. El motivo de esta práctica de silencio es obligar a la persona
a realizar una introspección de las experiencias que está viviendo en el ejercicio,
para que las medite a profundidad. A la experiencia de vivir estos momentos de
silencio en meditación continua también se les llama desiertos.

Algunos aspectos históricos de los ejercicios


Las enseñanzas extraídas de los ejercicios aparentan reflejar las ideas católicas
del siglo XVI, tiempo durante el cual fueron escritos. Estas enseñanzas incluyen
apoyo a la Cruzadas, oraciones a María, absoluta obediencia a sus superiores,
una motivación misionera muy profunda, un vehemente deseo de defender el
cristianismo católico de las ideas de la Reforma Protestante y de la expansión
imperialista de los árabes que amenazaban la existencia y la relevancia del
catolicismo romano, que se encontraba asimismo en crisis.
Punto de vista espiritual de los ejercicios
Los ejercicios están basados en las experiencias propias de su autor,
especialmente en las vividas durante los diez meses en los que estuvo viviendo
en Manresa como un eremita. Incluyen consideraciones acerca de la humildad,
altruismo por el bien de la vida religiosa, reflexiones sobre la tendencia propia
de caer en pecado, la visión de que el alma humana está continuamente guiada
en dos direcciones: hacia la santidad. (Falta la otra dirección seguramente hacia
el pecado) Consistente con la teología Católica Romana, los ejercicios hacen
numerosas referencias a la creencia que el propósito más alto del hombre
es glorificar a Dios y no a sí mismo. Para este fin proveen de varias ilustraciones
de cómo uno puede controlar el satisfacer los más 'bajos' deseos y a su vez,
cómo se puede encontrar un medio para redireccionar las propias energías
hacia la realización del 'máximo' propósito de la vida.
Aplicaciones modernas de los ejercicios

En la actualidad, los Ejercicios espirituales son todavía una parte integral del
período de entrenamiento del noviciado de la orden religiosa de los padres
jesuitas (Compañía de Jesús). Además, muchos programas de trabajo jesuitas en
todo el mundo ofrecen retiros al público en general en los cuales se emplean los
ejercicios.

Aprovechando los beneficios de la tecnología se están implementando los


llamados Ejercicios en la Vida Cotidiana, los cuales siguiendo el punto 192 de
los Ejercicios de San Ignacio, se ofrecen para que la persona realice sus
Ejercicios Espirituales por Internet mientras sigue con su vida diaria.

Ignacio de Loyola

Su obra escrita:
San Ignacio hizo unas obras que se titulan: constituciones de la vida de Jesús ,
cartas , diario espiritual , ejercicios espirituales ,y una autobiografia.estas fueron
algunas de sus obras escritas, el dijo algunas frases como:’ ningún yerro es más
perniciosa en los maestros de la s

Cosas espirituales que querer gobernar a los otros por si mismos, y pensar que
la que es bueno para ellos es bueno para todos `' o también hay atraque recogí
como:’ a los que se salen de la religión , y vuelven a las espaldas a
dios ,apostando, no es bien ayudarles en las cosas temporales , sin para qué
vuelvan a la religión''.

La Compañía de Jesús
La Compañía de Jesús (Societas Jesu, S. J.), cuyos miembros son comúnmente
conocidos como jesuitas, es una orden religiosa de la Iglesia católica fundada en
1539 por Ignacio de Loyola, junto con Francisco Javier, Pedro Fabro, Diego
Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla, Simão Rodrigues, Juan Coduri,
Pascasio Broët y Claudio Jayo en la ciudad de Roma, siendo aprobada por el
papa Paulo III en 1540.

Con 17676 miembros en 2012 (sacerdotes, estudiantes y hermanos), es la mayor


orden religiosa masculina católica hoy en día, aunque en disminución (17 287
miembros en 2013). Su actividad se extiende a los campos educativo, social,
intelectual, misionero y de medios de comunicación católicos.El actual pontífice
Francisco, el argentino Jorge Mario Bergoglio, es el primer papa perteneciente a
la Compañía de Jesús.6 También proceden de la Compañía de Jesús 82 obispos
actualmente en vida

es una orden religiosa de carácter apostólico y sacerdotal, aunque la conforman


también hermanos, es decir, religiosos no sacerdotes y que no son monjes. Está
ligada al papa por un "vínculo especial de amor y servicio"; su finalidad, según
la Fórmula del Instituto, documento fundacional de la Orden (1540) es "la
salvación y perfección de los prójimos". En términos de Derecho Canónico, la SJ
es una asociación de hombres aprobada por la autoridad de la Iglesia, en la que
sus miembros, según su propio derecho, emiten votos religiosos públicos y
tienden en sus vidas hacia la "perfección evangélica".

La formación en la SJ empieza con un noviciado que dura dos años. Continúa


con un proceso de formación intelectual que incluye estudios de Humanidades,
Filosofía y Teología. Además, los jesuitas en formación realizan dos o tres años
de docencia o «prácticas apostólicas» (período de magisterio) en colegios o en
otros ámbitos (trabajo parroquial, social, medios de comunicación, etc.). El
estudio a fondo de idiomas, disciplinas sagradas y profanas, antes o después de
su ordenación sacerdotal, ha hecho de los miembros de la SJ, durante casi cinco
siglos, los líderes intelectuales del catolicismo.San Ignacio de Loyola, el
fundador, quiso que sus miembros estuviesen siempre preparados para ser
enviados con la mayor celeridad allí donde fueran requeridos por la misión de
la Iglesia. Por eso, los jesuitas profesan los tres votos normativos de la vida
religiosa (obediencia, pobreza y castidad) y, además, un cuarto voto de
obediencia al papa, «circa misiones».7 La Fórmula del Instituto (confirmada por
Julio III en 1550) dice: «Militar para Dios bajo la bandera de la cruz y servir sólo
al Señor y a la Iglesia, su Esposa, bajo el Romano Pontífice, Vicario de Cristo en
la tierra.
Que hacen los Jesuitas para que y como?
Los jesuitas, es decir la Compañía de Jesús, somos una orden religiosa de la
Iglesia católica, fundada por san Ignacio de Loyola, hace 450 años. Actualmente
somos más de 23 mil, y estamos trabajando por todo el mundo.Para dar una
idea de quiénes somos, podemos acudir a las ocho características que
recientemente presentó la Congregación General 34, (una reunión de
representantes de todos los jesuitas). El jesuita ideal es un constante desafío

 1. Amor personal a Cristo

Reconociendo la necesidad de misericordia, cada jesuita, como lo hizo primero


san Ignacio de Loyola, ha orado delante de Jesús crucificado y se ha preguntado
"qué he hecho por Cristo, qué hago y qué debo hacer por Él". Por esta
experiencia de encuentro con el amor, los jesuitas nos sabemos pecadores, y sin
embargo llamados a ser compañeros de Jesús.En un mundo como el nuestro,
predicar el mensaje de Cristo pobre y humilde, puede ser ocasión de sufrir
humillaciones, persecución y muerte. Los mártires jesuitas no son una historia
lejana. En nuestro días se derrama sangre de nuestros hermanos. Y aun así
continuamos adelante con la determinación de imitar y seguir a Jesús, el Hijo de
Dios, nuestro Hermano.

 2. Contemplativos en la acción

El Dios que descubrió san Ignacio en la experiencia de los Ejercicios Espirituales


no es un Dios resguardado en el cielo, ni en los templos. Trabaja todos los días,
en todas las cosas, para liberar al mundo. Por eso el jesuita sabe que la iniciativa
de su trabajo evangelizador, no es propia; es el Creador quien nos invita
constantemente a unirnos a su acción.Es muy importante descubrir al Señor, en
todos los acontecimientos para unirse a Él, a su trabajo, a su determinación de
que todos los seres humanos vivan ya como auténticos hijos Suyos.

 3. Un cuerpo apostólico en la Iglesia

Los jesuitas de hoy, dispersos por todo el mundo nos sentimos unidos porque
sabemos que cada uno ha escuchado la llamada de Cristo. De esta unión con
Cristo fluye necesariamente el amor mutuo. No somos meramente compañeros
de trabajo; somos amigos en el Señor. Provenimos de muchas naciones y
culturas, hablamos lenguas diferentes, pero esta diversidad enriquece nuestra
unión. Y en nuestro servicio al Señor y a su Esposa la Iglesia, Pueblo de Dios,
estamos especialmente unidos al Papa, para ser enviados a las misiones que él
nos confíe.

 4. En solidaridad con los más necesitados


Ignacio y sus seguidores comenzaron su predicación en pobreza. Trabajaron
con los poderosos y los sin poder, con príncipes, reyes y obispos, también con la
mujeres de la calle y con las víctimas de la peste. Conectaron su ministerio con
los poderosos, a las necesidades de los sin poder. Ahora, sea cual sea nuestro
ministerio, nos hacemos solidarios con los pobres, los marginados y los sin voz,
para que puedan participar en los procesos que modelan la sociedad en que
todos vivimos y trabajamos. Ellos nos instruyen sobre nuestra pobreza, como
ningún documento puede hacerlo. Nos ayudan a entender la gratuidad de
nuestros ministerios.

 5. Compañeros con otros

Cooperamos con laicos y laicas, religiosos y religiosas, sacerdotes y obispos de


la Iglesia local donde servimos, con los miembros de otras religiones y con
todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

 6. Llamados a un ministerio instruido

Ignacio sintió la necesidad de una buena instrucción para el servicio de la fe y el


ministerio de la Palabra. Por eso quiso dejar como algo característico de la
Compañía la capacidad de usar todos los medios humanos: ciencia, arte,
erudición, virtud natural, confiando siempre en la gracia de Dios.

 7. Disponibles para nuevas misiones

Los jesuitas somos para ser enviados a donde hace falta, a donde las
necesidades están desatendidas. El jesuita es un hombre para la misión (para
ser enviado), misión que recibe del Papa y de su propio Superior, pero en
último término, de Jesucristo mismo, el Enviado por el Padre.

 8. Siempre en busca del magis

A san Ignacio le gustaba usar la palabra latina magis (más) para describir cómo
debíamos ser los jesuitas. La mediocridad no tiene lugar en el pensamiento de
Ignacio. Por eso el jesuita es alguien que no está satisfecho con lo establecido, lo
conocido, lo probado, lo ya existente. Nos sentimos impulsados al magis. Los
obstáculos, las fronteras, los límites, son siempre nuevos desafíos, nuevas
posibilidades.

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