Está en la página 1de 4

El refrigerador de Javier Dumont

Me invitaron a esta exposición, en este espacio independiente que más bien es una galería, la
galería TORNADO.
Al llegar, observo este lugar con luz blanca intensa, un frío extraño en mis hombros y las
paredes más blancas que el blanco mismo.
En medio de este gran refrigerador, encuentro pequeñas figuras blancas en forma rectangular
parecidas a un jabón con nombres grabados sobre ellas. Estas pequeñas figuras están
acomodadas en línea recta por la mitad del espacio, con pequeños pedestales en forma de
cubo, que están siendo cubiertas por pequeñas vitrinas de vidrio.
Miro a mi alrededor, más de la mitad de las personas que están en la galería cargan un vaso
traslúcido con un líquido amarillo, muy probablemente vino blanco o champán. También noto
que hay un gran número de personas extranjeras o que parecen serlo.
El pequeño espacio está lleno, y en ella se escucha un concierto de risas y conversaciones en
voces que estallan en algunos gritos excéntricos.
Al parecer he llegado tarde, ya que nadie está volteando a ver las piezas de la exposición.
Todos los cuerpos forman círculos pequeños entre sí. Algunos de los cuerpos en el círculo me
miran algunos segundos y retoman su papel dentro del círculo. Decido atravesar todas estas
circunferencias y lo primero que hago al entrar al espacio es pasar por mi bebida y
guarnición de comida. Hay algunos minutos de fila para el aperitivo, pero la verdad no he
comido antes porque sabía que habrían algunas generosidades en el lugar. Por fin llega mi
turno y me encuentro a una mujer y un hombre con uniforme de servicio de coctelería
preguntando cuál será la elección de mi bebida. Me siento un poco halagada por la atención
especial que me brindan estas personas y, una vez todo en mano, paso a ver las pequeñas
obras mostradas dentro de una vitrina.
Veo en las pequeñas fichas técnicas: Abel Martínez Quezada que, al parecer ese es el nombre
de la pieza y más abajo el nombre del artista: Javier Dumont Rejón, técnica: huesos
pulverizados, coma, resina. 2017.
Me pregunto si esto se tratará una vez más de una obra postduchampeana post- Teresa
Margolles post -Ayotzinapa. Rápidamente recorro las vitrinas, me pregunto si todavía
quedará de esos canapés con pulpo ahumado.
En la esquina veo un video, con lo que parece ser la cara del artista, pienso que mejor me
espero a que baje la fila de los canapés, me aproximo al monitor y tomo los audífonos que
están colgando de la pared.
En el video se ve a Javier Dumont sentado sobre una silla; al fondo, el taller donde trabaja y
una melodía muy moderna a decir verdad, que lo acompaña. En el video habla sobre las
figuras blancas, narra que fueron elaboradas con los huesos de algunos desaparecidos en el
estado de Oaxaca y que sus nombres son los que están grabados en las figuras; Habla del
estado de emergencia que vive el país, narra su visita a Oaxaca y las charlas que entabló con
los familiares de estos desaparecidos. Aparecen fotos que se desvanecen una por una: rostros
de jóvenes, militares y señoras formadas en fila con el rostro afligido. A la mitad del video,
hay un acercamiento a las figuras y dan un recorrido por el espacio por donde están
dispuestas. El video continúa y Dumont retoma el habla. Menciona las cifras de
desaparecidos que van dentro de los dos últimos años, entre otras cosas, al final del video
salen los logos de la galería y los patrocinadores. Son varios los símbolos que aparecen,
aunque sólo logro reconocer dos, el logo de FEMSA y de José Cuervo. Comienza de nuevo el
video, me retiro los audífonos y el contenido me genera un suspiro prolongado, pero no lo
suficiente para quedarme sin aliento.
Volteo a ver a las personas, percibo que ya hay una gran multitud acumulada afuera de la
galería debido a su adicción a la nicotina. Entre la multitud que fuma, reconozco una
cabellera que probablemente pertenece al artista Dumont. Mientras se fuma un cigarro habla
con una señora de cabellos chinos y rubios, con unos lentes de un armazón rojo vivo. Ella me
parece una señora altamente atractiva y me pregunto de qué estarán hablando.
Al parecer había una especie de acuerdo en la vestimenta del evento, ya que en su
mayoría visten de negro. El contraste con las paredes blancas es muy notorio. Me río en
silencio y sigo mi recorrido desinteresado.
Gracias a que la nicotina reemplazó el lugar de las calorías, noto que ya no hay fila en los
canapés y que los dos individuos con uniforme mayordomal siguen ahí, me aventuro por esos
pulpos ahumados y me pregunto, mientras camino para allá, si estas dos personas ya habrán
visto la exposición. Me rellenan mi vaso y agradezco nuevamente su generosidad. Una vez
más con las manos llenas, mi adicción a la nicotina y al chisme se activan, salgo de la
galería, me coloco a lado del círculo del artista Dumont y espío la conversación en la que se
encuentra. Para estas alturas me encuentro con un humor, más que solemne, escéptico y
burlón.
Javier con voz de artista:
-Y cuando regrese de Los Ángeles, ya estaré acá preparando lo de las Intersecciones, que es
para noviembre, va a estar muy padre, me toca hacer la curaduría junto con Sergio Lozano..
La señora altamente atractiva asiente con su cabeza y dice:
-Oye Javier, pero entonces qué te pareció la muestra en Latitudes, estuvo padre no?. Sobre
todo esta pieza que habla sobre el genocidio ecológico que..
Javier la interrumpe:
-Pues fíjate que me pareció interesante pero a la vez problemático porque..
La voz de Javier va quedando en el fondo, a decir verdad me pareció un poco cretina la forma
en la que interrumpió a la señora altamente atractiva. Mientras tanto, otro personaje llama mi
atención, es un señor que me recuerda al villano de Batman, el señor Pingüino. Su cara me
parece muy familiar, la he visto en algún lugar, pero no sé en dónde, y parece ser un señor
con mucho dinero. En eso, todo me hace click, me parece que es el dueño de una galería que
se encuentra a una cuadra de aquí. Hago mi confirmación vía google y, en efecto, el señor
Pingüino es el dueño de esta galería llamada Mérida. Recuerdo una inauguración en donde
todos estábamos muy pedos y me mandaron a tomar unas fotos del evento.
Decido escurrirme (y digo escurrirme porque al parecer ese vinito anda descendiendo con
generosidad por mi cuerpo) En mi papel de espía y escuchar un poco de lo que mister
Pingüino anda balbuceando. Al parecer tiene buena audiencia, rodeado de un grupo de
personas que ríen mientras él declama. Esta vez no paso tan desapercibida, ya que el señor se
percata de mis intenciones y da un recorrido ocular por mi persona, de abajo hacia arriba,
muy fugazmente. Actúo con toda calma y miro mi celular disimuladamente para disfrazar mis
intenciones Paty Chapolinescas.
Mister Pingüino retoma con gran aliento su plática monológica:
- Mira yo opino que para eso está el arte ¿no? Porque eso sí, no aguanto a las personas
ignorantes. Eso sí, tengo cero tolerancia con la ignorancia y mira yo no ando contando
cuántas mujeres y cuántos hombres hay trabajando en la galería, no necesito andar tratando
de ser este....
En eso se escucha un ruido en la galería, todo mundo voltea cual ardilla en pradera. Javier, la
señora y su circunferencia caminan apresuradamente dentro de la galería. Por supuesto yo no
me puedo perder la situación y me aproximo al tumulto de gente.
Veo vidrios, pedazos blancos tirados en el suelo y un chavo con la cara asustada que lo único
que puede repetir es: -Fue un accidente, de verdad, lo siento.
En eso la señora altamente atractiva comienza a utilizar su Iphone a velocidad de la luz.
Javier con la cara enrojecida lleva al joven a un rincón del espacio y comienzan a platicar
acaloradamente.
No puedo evitar la gran “O” que se formó en mi boca, me pregunto cuál será el desenlace y si
podré presenciarlo. Como anillo al dedo, me llega un mensaje de Whatsapp de mis compas:
“Estamos cheleando en La bobina, cáele.” No lo pienso dos veces ya que ese vino ha
prendido mis expectativas sobre la noche y como todo buen final de serie televisiva, dejando
un continuará, tomo disimuladamente fotos de la pieza rota y emprendo mi camino a lo que
parece será una noche de buen chisme galérico.

También podría gustarte