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Percy y Annabeth escapan en un bote tras la explosión del barco de Luke. Annabeth le informa a Percy que Tyson probablemente murió en la explosión. Recuerdan las veces que Percy se avergonzó de Tyson. Annabeth le muestra las pocas pertenencias que pudo salvar: un termo vacío, comida y ropa. Navegan en dirección a salvar a Grover, que según el sueño de Percy está en peligro de ser comido por Polifemo dentro de 24 horas. Annabeth admite que se equivocó con Tyson y Percy ya no
Percy y Annabeth escapan en un bote tras la explosión del barco de Luke. Annabeth le informa a Percy que Tyson probablemente murió en la explosión. Recuerdan las veces que Percy se avergonzó de Tyson. Annabeth le muestra las pocas pertenencias que pudo salvar: un termo vacío, comida y ropa. Navegan en dirección a salvar a Grover, que según el sueño de Percy está en peligro de ser comido por Polifemo dentro de 24 horas. Annabeth admite que se equivocó con Tyson y Percy ya no
Percy y Annabeth escapan en un bote tras la explosión del barco de Luke. Annabeth le informa a Percy que Tyson probablemente murió en la explosión. Recuerdan las veces que Percy se avergonzó de Tyson. Annabeth le muestra las pocas pertenencias que pudo salvar: un termo vacío, comida y ropa. Navegan en dirección a salvar a Grover, que según el sueño de Percy está en peligro de ser comido por Polifemo dentro de 24 horas. Annabeth admite que se equivocó con Tyson y Percy ya no
con una vela improvisada con la tela gris de un uniforme confederado. Annabeth, sentada a mi lado, iba orientando la vela para avanzar en zigzag. Intenté incorporarme y de inmediato me sentí mareado. —Descansa —me dijo—. Vas a necesitarlo. —¿Y Tyson…? Ella meneó la cabeza. —Lo siento mucho, Percy. Guardamos silencio mientras las olas nos sacudían. —Quizá haya sobrevivido —dijo, aunque no muy convencida—. Ya lo sabes, el fuego no puede matarlo. Asentí, pero no tenía ningún motivo para albergar esperanzas. Había visto cómo aquella explosión destrozaba el hierro blindado. Si Tyson estaba junto a las calderas en aquel momento, era imposible que hubiera sobrevivido. Había dado su vida por nosotros, y yo no podía dejar de recordar todas las veces en que me había avergonzado de él y había negado que estuviéramos emparentados. Las olas rompían contra el bote. Annabeth me enseñó algunas cosas que había logrado salvar del naufragio: el termo de Hermes (ahora vacío), una bolsa hermética llena de ambrosía, un par de camisas de marinero y una botella de SevenUp. Ella me había sacado del agua y también había encontrado mi mochila, aunque los dientes de Escila la habían desgarrado por la mitad. La mayor parte de mis cosas se habían perdido en el agua, pero todavía tenía el bote de vitaminas de Hermes. Y también mi espada Contracorriente, desde luego. No importaba dónde perdiera aquel bolígrafo: siempre volvía a aparecer en mi bolsillo. Navegamos durante horas. Ahora que estábamos en el Mar de los Monstruos, el agua relucía con un verde todavía más brillante, como el ácido de la hidra. El aire era fresco y salado, pero tenía además un raro aroma metálico, como si se aproximara una tormenta eléctrica, o algo aún más peligroso. Yo sabía en qué dirección debíamos seguir. Y sabía que nos hallábamos exactamente a ciento trece millas náuticas de nuestro destino, en dirección oeste noroeste. Pero no por eso lograba sentirme menos perdido. Sin importar en qué dirección virásemos, el sol siempre me daba en la cara. Compartimos unos sorbos de SevenUp y utilizamos la vela por turnos para guarecernos un poco con su sombra. También hablamos de mi último sueño con Grover. Según Annabeth, teníamos menos de veinticuatro horas para encontrarlo, y eso dando por supuesto que mi sueño fuese fiable y que Polifemo no cambiara de idea e intentara casarse antes. —Sí —dije amargamente—. Nunca puedes fiarte de un cíclope. Annabeth fijó la vista en el agua. —Lo siento, Percy. Me equivoqué con Tyson, ¿vale? Ojalá pudiera decírselo. Traté de mantener mi enfado, pero no era fácil. Habíamos pasado juntos un montón de cosas; me había salvado la vida muchísimas veces y era una estupidez por mi parte seguir haciéndome el ofendido con ella. Bajé la vista para examinar nuestras escasas pertenencias: el termo vacío, el bote de vitaminas. Me acordé de la mirada rabiosa de Luke cuando intenté hablarle de su padre. —Annabeth, ¿cuál es la profecía de Quirón? Ella frunció los labios. —Percy, no