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Un campo (inter) disciplinario.

Villanueva

La configuración de la comunicación como espacio para el conocimiento cientifico es bastante tardía.


Las primeras elaboraciones efectuadas al respecto con recurso a los procedimientos aceptados como
pertenecientes a la ciencia provienen de la decada de 1920 y, quizá con mayor éfasis, de 1940, aunque
como hecho social se haya desarrollado al unísono con la especie humana.
Ni la antigüedad del fenómeno, su carácter socialmente basal ni su prestigio e insidencia en aumento
han permitido que se estructure una configuración universal de la comunicación. De ahí que se hable de
teorías y no de una sola teoría en esta materia. Por tratarse de un campo inscrito en otro mas amplio (el
de las Ciencias Sociales), la comunicación comparte característica de la coexistencia de abordajes y
enfoques diversos y/o enfrentados para su estudio que define a aquél.
En ese marco, la comunicología, como mirada disciplinaria específica, es mas un horizonte coneptual
de visibilización del objeto comunicacional que una ambición cientificista, pues es indispensable
asumir que no puede haber conocimiento sin teorización del objeto.

La socialidad de la comunicación

La comunicación es inherentemente social, ya que implica una relacion entre siquiera dos sujetos que
exteriorizan – mediante codificaciones signíficas o simbólicas- su predisposición o su voluntad para
interactuar.
Es por esto, que se afirma que la comunicación es un elemtento estructural de la sociendad: no hay
sociedad sin comunicación (y a la inversa). Socialidad intrínseca del fenómeno, a veces ignorado por la
mayoría de las teorías que se refieren a la comunicación, a veces hasta redujendola como una
malatraducción de otra poco feliz expresión “ comunicación de masas”, la cual sugiere que solo es
“social” un determinado tipo de comunicación, la mass-media.

Un objeto multidimensional

El objeto de estudio del que debe ocuparse la comunicación se buscó en los medios, y otra vez,
particularmente, en los masivos; de ahí se derivó al enfasis en los efectos y funciones de los contenidos,
y poco mas tarde en los mensajes y los significados,. Ahora se está en un momento en que todavía la
recepción y los usos y reinterpretaciones de los contenidos comunicacionales masivos que con ella se
vinculan, y por tanto los referentes culturales, aparecen como los aspectos privilegiados del análisis.
Esa trayectoria predominante hizo que la fragmentación del proceso comunicacional se convirtiera en
una constante en las investigaciones y teorizaciones consecuentes, al igual que condujo a que
disciplinas como la psicología la sociología, la política, la lingüística, la semiología, la economía
política o ,ultimamente, la antropología cultural fuesen erigidad como las mas indicadas de cada etapa
para emprender la comprensión y el estudio científico de dicho fenómeno.
Pero las aproximaciones unidisciplinarias combinadas con la fractura de un objeto de naturaleza
procesual y con una prevalenciente concepción unilateral, ahistórica y tecnisista de la comunicación
resultan de por sí incapaces para afrontar aquel cometido.
El objeto de estudio de la comunicación es el proceso social de producción, circulación mediadad,
intercambio desigual, inteleccion y uso de significaciones y sentidos culturalmente situados y
mediados o no por tecnologías, de naturaleza socialmente estructural (constitutivo) e inseparable -para
fines teoricos o investigativos- de las otras dimensiones analíticas de la vida social.
Es incongruente pretender conocer la comunicación desde un ángulo monodisciplinario o sobre la base
de alguna otra maniobra reduccionista que cree ver sintetizado el proceso en el medio, el mensaje, el
receptor o el contexto social, por separado.
La multidimensionalidad del objeto de estudio comuncacional no es algo factible de ser puesto en
discusión, como tampoco lo es su integralidad.

Tendencias intelectuales insuficientes

Las cinco tendencias intelectuales que han marcado las teorizaciones sobre la comunicación son:

El tecnologismo: Va desde la teoría matemática de la información, pasa por la idea de que las
tecnologías modelan el mundo y llega hasta las vertientes posmodernistas respecto de “la sociedad de
la información”. En todos los casos, las tecnologías, los medios son mostrados como la causa de la
tranformación social, la fórmula para la redención de la humanidad y, por supuesto, como el objeto
comunicacional por excelencia.

El pan-comunicacionismo: Fruta de la concepción cibernética sobre que la vida se define por la


administración de relaciones complejas de intercambio de información y de la del interaccionismo que
sustenta “la imposibilidad de no comunicarse” como de la búsqueda humanista de alternativas al
informacionismo. Proposiciones como que “la vida es comunicación”, “todo es comunicación” o que,
en legitimación del tecnologismo, “la comunicación -la racionalidad tecnológica que hoy la dirige- es
el motor de la sociedad”.

El catastrofismo: La “cultura de masas” y la “industria cultural” promueven una degradación de la


cultura ilustrada, es decir, su mediocrización, en el primer caso, sumada, en el segundo, a la
unidimencionalización de los individuos y del mundo. El onjeto indirecto, es esta óptica, son los
medios y sus efectos.

El mecanicismo: El objeto de la comunicación en esta perspectiva es sustituido, o cuando menos


bloqueado, por uno de la economía política (la expropiación del excedente) u otro de la política (la
lucha interclasista).

El moralismo: Proviene de dos corrientes: una proipia de cierto voluntarismo empresarial privado que
considera que el desempeño de los medios masivos debe regirse por criterios de “responsabilidad
social”, esto es, de autocontrol frente a la dinámica del libre mercado y ante la demanda de los
públicos, y otra correspondiente a las reflexiones alentadas desde El Vaticano, que convocan a los
medios y sus operadores a inscribir su labor en los propósitos del “bien común”. El objeto está
representado por los medios.

Ninguna de estas cinco opciones interpretativas, como se podrá advertir, presenta un cuadro explicativo
suficiente del fenómeno comunicacional.

Un espacio de conocimiento complejo

La realidad social, como objeto global de conocimiento, es un constructo histórico-social y


pluridimensional. Esto significa, por una parte, que el “ser” de lo que para su estudio es definido como
real social es también social, pues además de tener lugar en una determinada convergencia espacio-
temporal, proviene de una acción humana de índole colectiva y mas o menos coordinada; y por otra, tal
realidad no es investigable de manera casi estratigráfica.
La comunicación es un hecho cuya sustancia es ántropo-sociocéntrica, esto es, que está dada por su
condición y finalidades humanas y sociales, por lo cual su examen comparte las peculiaridades de
cualquier otro fenómeno socialmente producido y, como es obvio, requiere asimismo un acercamiento
que no se agote en un enfoque unilateral.
Hace falta desarrollar una visión poliocular o pliscópica, que sea capaz de atrapar lo mas posible l
multifacética riqueza del objeto pero que esté acentada mas bien en una concepción crítica.
A la comunicación se la puede asumir mas bien como un campo (inter)disciplinario autónomo (Miege),
que adquiere la peculiaridad a partir de la convergencia e interacción transversales de diversas
disciplinas en el estudio de un tipo específico en relación a lo social -el de la producción e intercambio
simbólicos- y de las disputas por el “sentido válido” que tal relación genera.
Es, en consiguiente, un espacio social estructurado de posiciones en que un conjunto de fuerzas
(agentes e instituciones) pugnan, estrategias y reglas mediante, por el control del capital concreto que
allí está en juego, y su carácter autónomo resulta de su condición creadora de una sinergia entre
disciplinas varias.

Después de todo, ¿qué son los medios de comunicación de masas? Sandoval

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