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Teoría
Tipos de narrador
El narrador
«Ni se me pasó por la cabeza tomar algún vehículo; llegué a casa con el calzado
hecho una miseria, a la hora en que salen los basureros. Yo estaba enfermo de
cansancio esa madrugada. Creo que hasta tenía temperatura. Me tiré en la cama,
pero resolví no dormir, para no distraerme de las figuras. A las doce del día mandé
parte de enfermo a la redacción y a las Obras Sanitarias. En eso entró mi vecino, el
viajante de la brancato, y se hizo firme y me llevó a su pieza a tomar una
tallarinada». Las doce figuras del mundo, H. Bustos Domecq
El narrador
B. Focalización narrador testigo
Mientras que el narrador protagonista se expresa casi siempre en primera persona, el
narrador testigo no precisa de una persona específica y puede pronunciarse
indistintamente a través...
Esto permite una mayor comodidad del narrador para desplazarse y variar la
perspectiva desde donde cuenta un suceso y más bien una aproximación a este tipo de
narrador exige, aunque parezca evidente, una definición simple: es aquel que observa
un hecho y lo relata.
El narrador
«Era una chiquilla de once o doce años, sería, ni linda ni fea, con un abrigo
desabrochado azul oscuro y una mano hundida en el gran bolsillo, triste,
orgullosa, muy flaca, resuelta, con los pies juntos esperando hasta que él desde
arriba, sin dejar un momento de mirarla asintió moviendo la cabeza. Entonces ella
sacó la mano del bolsillo con un sobre y lo levantó (...) La chiquilina volvió a
guardar la mano en el bolsillo; el mismo grave desinterés en su cara mientras
esperaba». Para esta noche, Juan Carlos Onetti.
Notamos que el narrador da su opinión sobre el personaje, se involucra al decir “era triste,
orgullosa y muy flaca”, esto último con una tonalidad apreciativa, y también presume que su cara
es de “grave desinterés”.
El narrador
C. Focalización narrador omnisciente
«Cuando se puso de pie notó que la sala de la audiencia daba vueltas y vueltas
lentamente hasta marearla. La cara del juez con sus lentes en la nariz, las otras
caras, los guardias, los uniformes de los subalternos, las ventanas grises, los
pupitres amarillos todo daba vueltas y vueltas en el nauseabundo olor a cuarto
cerrado. Su abogado con nariz de halcón, ceñudo, enjugándose la calva daba
vueltas y vueltas hasta ponerla a punto de vomitar. No oía una palabra de lo que
se decía. Entornaba los ojos creyendo así librarse del zumbido de sus oídos».
Manhattan transfer, John Dos Passos
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