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La herencia biológica es, por tanto, “algo más que la simple herencia del ADN

genómico”, agrega el investigador, quien añade que este trabajo supone “la
primera evidencia directa de que la información epigenética puede transmitirse de
forma estable a la descendencia a través de las líneas germinales paterna y
materna”.

Si bien en los últimos años la comunidad científica ha comenzado a considerar


esta posibilidad y a publicar resultados en este sentido, la opinión predominante es
que la herencia epigenética entre generaciones no ocurre en mamíferos y que la
herencia de padres a hijos se rige principalmente por la transmisión del ADN
genómico.

Y eso, subrayan los autores, que la herencia epigenética ya se ha documentado


ampliamente en bacterias, protistas, hongos, plantas y ciertos animales
invertebrados; este nuevo trabajo lo amplía a mamíferos.

“Nuestras observaciones -apuntan los autores en su artículo- proporcionan un


paso concreto hacia la demostración de la herencia epigenética transgeneracional
en mamíferos, que puede tener implicaciones en nuestra comprensión de la
biología evolutiva, así como en la etiología, diagnóstico y prevención de
enfermedades humanas no heredadas genéticamente”.

Los investigadores demuestran en el estudio que la metilación del ADN puede


transmitirse en ratones a su descendencia.
La metilación es un proceso que dirige cuándo y cómo son activados y
desactivados los genes que controlan el normal desarrollo del organismo y que
pueden verse afectados por causas ambientales.

Esta es esencial en el desarrollo y el envejecimiento de un organismo y, por lo


tanto, desempeña un papel crucial en numerosas enfermedades y en la progresión
de muchos cánceres.

En concreto, la nueva investigación identifica la herencia de marcas epigenética


adquiridas en regiones concretas del ADN -llamadas islas CpG-, así como la
transmisión de sus rasgos fenotípicos (hipercolesterolemia y obesidad) a su
descendencia y en múltiples generaciones.

“Hasta ahora hemos podido confirmar que el fenotipo -obesidad y altos niveles de
colesterol- se transmite de manera estable al menos hasta la décima generación
de ratones”, indica Izpisua, que también firma este artículo como científico del
Instituto Salk de La Jolla.

Según detalla Izpisua, existen ejemplos que relacionan alteraciones de metilación


específicas con la aparición del cáncer, enfermedades cardiovasculares, diabetes,
esquizofrenia e, incluso, con variaciones en la longevidad.

“Aunque nuestro desconocimiento es inmensamente mayor de lo que en un


principio podríamos imaginar, empieza a ser evidente que además de nuestros
antecedentes genéticos y los factores ambientales, las marcas epigenéticas
heredables podrían explicar el riesgo de transmisión y susceptibilidad de
determinadas patologías humanas”.
“Si bien los roedores no son humanos, no es descabellado pensar que nuestras
observaciones podrían tener lugar también en humanos, donde ya existen pruebas
indirectas de que así es”.

Una de las más importantes y constructivas discusiones de la biología y que ha


ayudado enormemente al conocimiento y estado actual de esta ciencia -agrega
Izpisua- es la confrontación entre la teoría de la selección natural de Charles
Darwin y los postulados de Jean-Baptiste Lamarck.

Principalmente este último defendía que un organismo cambia durante la vida para
adaptarse a su entorno y que esos cambios se transmiten a su descendencia; la
epigenética, dice el investigador español, da en cierta manera la razón a Lamarck.

“Este estudio, que ha conllevado más de diez años de trabajo, es para nosotros
conceptual y técnicamente importante por sus implicaciones, biomédicas en el
caso de que sus conclusiones fuesen trasladables a humanos”.

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